LA PARUSÍA
o
La Segunda Venida de
Nuestro Señor Jesucristo
JAMES STUART
RUSSELL
(1816-1895)
Tomado de The
Preterist
Archive
PART III
La parusía en el
Apocalipsis
3-29. LA QUINTA VISIÓN
LAS SIETE COPAS, CAPS.
15,16
Cap. 15:1. "Vi en el cielo otra señal, grande y
admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas
postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios".
Como la primera, la segunda, y la tercera, esta
visión comienza con un prólogo o preámbulo. La escena está
puesta en el cielo, donde el vidente contempla a siete
ángeles, encargados de infligir las siete plagas, que son
llamadas las postreras, consumando el derramamiento de
la ira divina sobre la nación culpable. Las imágenes de esta
escena introductoria están concebidas en un estilo de la más
alta sublimidad. Lo siete ministros de la venganza reciben de
uno de los seres vivientes, o querubines, siete copas de oro
llenas de la ira de Dios, y se les encomienda iniciar en
seguida la ejecución de su misión, que es derramar sus copas
sobre la tierra [thn ghn].
Se verá en seguida que hay una marcada correspondencia entre
la visión de las siete copas y la de las siete trompetas. Las
copas, que son, real y simplemente, una repetición y un
compendio de las trompetas, siguen el mismo orden y asumen
sustancialmente la misma forma. Es verdad que hay
circunstancias adicionales introducidas en la visión de las
siete copas, pero la semejanza entre las dos visiones es
todavía tan impresionante que fuerza en la mente la convicción
de que ambas se refieren a los mismos sucesos históricos.
El paralelo adjunto muestra
más claramente la correspondencia entre las dos visiones:
LAS TROMPETAS
|
LAS COPAS
|
1. Las plagas son derramadas
sobre la tierra. |
1. Las plagas son derramadas
sobre la tierra. |
2. Afecta el mar, que se
vuelve como sangre. |
2. Afecta el mar, que se
vuelve como sangre. |
3. Afecta los ríos y las
fuentes de las aguas. |
3. Afecta los ríos y las
fuentes de las aguas. |
4. Afecta al sol, a la luna,
y las estrellas. |
4. Afecta al sol. |
5. Se abre el abismo (la
silla de la bestia). Los hombres son atormentados. |
5. Derramada sobre la silla
de la bestia (el abismo). Los hombres son
atormentados. |
6. Son soltados los ángeles
en el gran río Éufrates. Son reúnen las hordas de
caballería. |
6. Derramada sobre el gran
río Éufrates. Las huestes se reúnen para la batalla
del gran día. |
7. Catástrofe, juicio; se
proclama el reino. Terribles fenómenos naturales -
voces, truenos, y un terremoto. |
7. Catástrofe; proclamación
del fin. Terribles fenómenos naturales - voces,
truenos, y un terremoto. |
Esto no puede ser una mera y casual coincidencia: es
identidad, y sugiere la pregunta: ¿Por qué se repite la
visión? No puede ser sólo por simetría, para completar el
séptuple plan de la construcción, porque la maravillosa
opulencia del libro hace completamente absurda la idea de
pobreza de invención, o repetición, con propósitos de relleno.
Más probable es la explicación de que la visión de las copas
se introduce, no sólo para reafirmar los juicios que están a
punto de caer sobre la tierra, sino especialmente para
preparar el camino para introducir al gran criminal, cuya hora
del juicio ha llegado. La última de las siete copas representa
a Babilonia la grande viniendo en memoria delante de
Dios; pero, en la catástrofe de la visión, su juicio es
suspendido, porque debe formar el material de una visión
separada, es decir, la sexta.
Ahora es apropiado pasar
revista brevemente a las sucesivas copas de los siete ángeles.
Como las cuatro primeras trompetas, las cuatro
primeras copas (cap. 16:2-9) afectan al mundo natural - la
tierra, el mar, los ríos, el sol. Todos ellos son trastornados
y atacados por plagas - el armazón de la naturaleza queda
descoyuntado, y la creación inanimada se enferma y gime a
causa de la maldad de los hombres. Puede decirse que ésta es
una figura de lenguaje, aunque hay suficientes en la
Escritura; es imposible decir hasta dónde expresa hechos
históricos, pero es notable que el lenguaje de nuestro Señor,
al hablar de este mismo período, se acerca mucho a los
símbolos del Apocalipsis: "Habrá señales en el sol, en la
luna, y las estrellas; y en la tierra angustia de las gentes,
confundidas a causa del bramido del mar y de las olas,
desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de
las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias
de los cielos serán conmovidas" (Luc. 21:25,26). Si hemos de
confiar en el testimonio de Josefo, la destrucción de
Jerusalén fue precedida por portentos de lo más alarmante.
Debe observarse que el área afectada por estas plagas es "la
tierra", esto es, Judea, la escena de la tragedia. El carácter
local y nacional de las transacciones representadas en la
visión se destaca claramente en el ver. 6. Cuando el tercer
ángel convierte los ríos en sangre, se oye al ángel de las
aguas reconocer la justicia retributiva de esta plaga: "Por
cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas,
también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen". Este
"matar a los profetas" fue el pecado mismo de Israel, y de
Jerusalén, y no hay ninguna otra ciudad ni nación contra las
cuales se esgrima este crimen particular como su
característica peculiar. Esta acusación fija decisivamente la
alusión de la visión al pueblo judío, y a aquel terrible
período en su historia cuando se pudo decir verdaderamente que
por los cauces de sus ríos corrió la sangre.
La quinta copa (cap. 16:10,11) corresponde a la
quinta trompeta. Es derramada sobre el asiento o el trono de
la bestia, que parece ser idéntico al "abismo" en la visión de
las trompetas. El abismo es la región de la cual se dice que
asciende la bestia (cap. 11:7); que éste es el nombre
dado a la morada de los espíritus malos es evidente por el
hecho de que los demonios expulsados del gadareno poseso
rogaban a Jesús "que no les mandase ir al abismo" (Luc. 8:31).
La silla de la bestia es, pues, lo mismo que el abismo - el
reino del poder de las tinieblas. Es imposible decir cuáles
hechos históricos se quieren significar con los símbolos de
terror y miseria empleados aquí, aunque ellos apuntan, no
oscuramente, a la agonía de la angustia y el sufrimiento que
precedieron y anunciaron la consumación final.
Como la sexta trompeta, la sexta copa actúa sobre el
gran río Éufrates (ver. 12), cuyas aguas se secan "para
preparar el camino de los reyes del oriente". Ahora nos
acercamos a la gran catástrofe. En la visión de la sexta
trompeta, vemos una innumerable hueste reunida para la gran
batalla; en la visión de la sexta copa, vemos "tres espíritus
inmundos, a manera de ranas, que salen de la boca del dragón,
y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta";
los emisarios de los poderes de las tinieblas salen a
congregar los ejércitos de "los reyes del mundo entero" para
reunirlos para la gran guerra del "gran día del Dios
Todopoderoso". Traducido a términos históricos, este símbolo
representa la mobilización de las fuerzas del Imperio y de los
reyes de las naciones vecinas para la guerra contra los
judíos. El secamiento del Éufrates parece indicar claramente
que es cruzado con facilidad y rapidez, y esto, considerado en
relación con el símbolo correspondiente bajo la sexta
trompeta, es decir, la liberación de los cuatro ángeles atados
en el Éufrates, apunta a la retirada de las tropas de ese
cuadrante para la invasión de Judea. Sabemos que este es un
hecho histórico. No sólo las legiones romanas de la frontera
del Éufrates, sino también los reyes auxiliares cuyos dominios
estaban en esa región, como Antíoco de Comágenes y Soemo de
Sofena, más propiamente designados "reyes del oriente",
siguieron a las águilas de Roma al sitio de Jerusalén. El
nombre dado al conflicto que se aproximaba establece
decisivamente el suceso al que se hace referencia: es "la
batalla" o "la batalla de aquel gran día del Dios
Todopoderoso", una expresión que equivale al "día grande y
terrible de Jehová". Que este día había llegado queda indicado
claramente por la advertencia en el versículo 15: "He aquí,
vengo como ladrón". Además, el escenario del conflicto,
"Armagedón" - un nombre que está asociado a uno de los días
más negros y desastrosos de la historia de Israel, la llanura
de Megido, emblema de derrota y matanza - está situada en
territorio judío. Ese nombre de mal augurio habría de ser tipo
de aquel campo de sangre en el que Israel estaba condenado a
perecer como nación.
Tal como la séptima trompeta, la séptima copa
presenta la catástrofe de la visión, acompañada por los mismos
portentos de "voces, y truenos, y relámpagos, y un terremoto,
y gran granizo". Una voz desde el templo, una voz desde el
trono mismo, proclama la consumación: "¡Consumado es!
¡Tegonen! ¡Actum est! ¡Todo ha terminado!". Es decir, la
catástrofe de la visión, y lo que simboliza, ha llegado;
porque se observará que todas las catástrofes nos conducen
virtualmente a la misma conclusión. Un terremoto de violencia
sin paralelo hace pedazos "las ciudades de las naciones" y
divide en tres partes a "la gran ciudad" misma, la
ciudad que es pre-eminentemente el tema de estas visiones.
"Babilonia la grande" (que es claramente el nombre de la
ciudad a la que acabamos de referirnos) "es traída en memoria
delante de Dios, para darle a beber de la copa del vino de la
ira de Dios"; sus pecados claman venganza, y ahora su juicio
ha llegado, y la copa del vino de la ira de Dios ha sido
llenada para que la beba.
Que todo esto se refiere indudable y exclusivamente
a Jerusalén es ciertamente evidente, y se puede
demostrar de la manera más clara, como lo mostrará lo que
sigue.
Un incidente en esta catástrofe grandiosa y terrible
merece especial atención. En ambas visiones, la de la séptima
trompeta y la de séptima copa, se hace especial mención del enorme
granizo que cae sobre los hombres. En la séptima copa,
se discute el granizo más extensamente, y se dice que cada
piedra pesa como un talento. Hay en esta afirmación algo tan
extraordinario, y sin embargo, tan específico, que llama la
atención y sugiere la pregunta: ¿Es esto completamente
simbólico, o es un hecho hasta cierto punto? Por supuesto, no
podemos concebir granizo literal cada una de cuyas piedras
tenga el peso de un talento; pero el lenguaje es tan preciso y
definido que casi estamos obligados a suponer que no es mera
hipérbole. Ahora bien, es un hecho notable que en Josefo
parecemos tener la explicación de este símbolo aparentemente
ininteligible. Josefo nos informa que, durante el sitio de
Jerusalén, la décima legión construyó balistas de enorme
magnitud y poder, que descargaban enormes piedras sobre la
ciudad. La descripción entera que Josefo da de estas máquinas
es de un interés tan extraordinario que vale la pena citarla.
"Por admirables
que fuesen las máquinas construidas por todas las legiones,
las de las décima eran de peculiar excelencia. Sus
escorpiones eran de mayor poder y sus catapultas de mayor
tamaño, y con ellos mantenían a raya, no sólo a los
contraatacantes, sino también a los de las murallas. Las
piedras lanzadas eran del peso de un talento, y tenían un
alcance de cuatrocientos metros o más. El impacto, no sólo
en los que primero se encontraban con ellas, sino hasta en
los que estaban batstante más allá de esta distancia, era
irresitible. Sin embargo, al principio los judíos podían
protegerse de las piedras, pues su aproximación era
indicada, no sólo al oído por el silbido que se oía, sino
también a la vista, por el color, pues eran blancas y
brillantes. En consecuencia, los judíos tenían centinelas
apostados en las torres, que avisaban cuándo la máquina era
disparada y la piedra lanzada, gritando en su idioma nativo:
"Viene el hijo", a lo cual aquellos a los que eran dirigidas
estas palabras se separaban y se arrojaban al suelo antes de
que las piedras les alcanzasen. Sucedía así que, debido a
estas precauciones, la piedra caía sin hacer daño. Entonces,
se les ocurrió a los romanos ennegrecer las piedras;
apuntando con mayor cuidado, derribaban a muchos judíos con
una sola descarga, pues las piedras ya no eran fácilmente
distinguibles cuando se aproximaban". Josefo, Guerras
Judías, libro v., cap. vi. 3.
¿Es esto una fantástica coincidencia, o un caso
señalado de cumplimiento exacto de la profecía? Confesamos que
nos inclinamos a esta última alternativa, porque es
perfectamente congruente representar tal forma de asalto como
una tormenta o granizada de proyectiles, aunque la alusión
específica al enorme peso de cada piedra parece poner esta
afirmación dentro del dominio de los hechos y la historia. 3
1. Guerras Judías, libro 6, cap. 5, sección
3, 4.
2. Véase de Josefo, Guerras Judías, libro 3,
cap. 4, párrafo 2; libro 5, cap. 1, párrafo 6.
3. Hay otra circunstancia curiosa
relacionada con este pasaje en Josefo. Whiston tiene la
siguiente
acerca de ella.
"Cuál debe ser el significado de
esta señal o consigna, "Viene el hijo", cuando el
centinela veía venir una piedra disparada por una máquina de
guerra, o qué error se produce al interpretar esta señal, no
lo sé. Todos los manuscritos, tanto en griego como en latín,
concuerdan en esta interpretación; y no puedo aprobar ninguna
alteración conjetural y sin fundamento del texto de nioz a
ioz, en el sentido de que no venía ni el hijo, ni una piedra,
sino una flecha o dardo, como la alteración
que ha hecho el Dr. Hudson y que no ha sido corregida por
Havercamp. Si Josefo hubiese escrito aun su primera edición de
estos libros de la guerra en hebreo puro, o si los judíos
hubiesen usado entonces el hebreo puro en Jerusalén - la
palabra hebrea para hijo es tan semejante a la palabra para
piedra, Ben y Eben - tal corrección se habría aceptado más
fácilmente. Pero Josefo escribió su primera edición para uso
de los judíos que vivían más allá del Éufrates y en el idioma
caldeo, al preparar esta segunda edición en idioma griego; y
Bar era la palabra caldea para hijo, en lugar de la palabra
hebrea Ben, y se usaba no sólo en Caldea, sino también en
Judea, como nos lo informa el Nuevo Testamento. También Dio
nos informa que los mismos romanos de Roma pronunciaban el
nombre de Simón hijo de Gioras como Bar-Poras en lugar de
Bar-Gioras, como nos lo dice Hifilino, p. 217. Reland observa
que "muchos buscarán un misterio aquí, como si el significado
fuese que el Hijo de Dios viniese ahora a tomar venganza de
los pecados de la nación judía", que es ciertamente la verdad
de los hechos, pero difícilmente lo que los judíos quisiesen
significar ahora, a menos, posiblemente, que quisiesen
burlarse de Cristo" amenazando tan a menudo que vendría a la
cabeza del ejército romano para destruirles. Pero aun esta
interpretación no tiene sino un pequeño grado de probabilidad.
Si yo fuese a hacer una pequeña enmienda por mera conjetura,
leería petroz, en vez de nioz, aunque la semejanza no es tan
grande como con ioz, porque esa es la palabra que Josefo acaba
de usar, como ya se ha observado en esta misma ocasión;
mientras que ioz, una flecha o dardo, es sólo una palabra
poética, y nunca es usada por Josefo en ninguna otra parte, y
en realidad no es adecuada para la ocasión, siendo que esta
máquina de guerra no lanza flechas ni dardos, sino grandes
piedras en esta ocasión". - Josefo, de Whiston, libro 5, cap.
6, párrafo 3, Nota.
El Dr. Trail hace la siguiente obervación
sobre este pasaje:
"Viene el hijo". O nioz es lo
que aparece escrito en todos los manuscritos, y en la obra de
Rufino; y no es fácil concebir cómo pudo encontrarse tal
palabra en todos ellos si no fuese la verdadera. Ni son
satisfactorias en absoluto las alteraciones propuestas. O ioz
produciría la "flecha", no la "piedra". O liqoz no tiene
autoridad. Cardwell propone outoz, "aquí viene". La
explicación de Reland probablemente no está lejos de la
verdad; es decir, que el grito era wba ab = "viene la
piedra", pero que algunos, engañados por la similitud del
sonido, han interpretado como wbh ab = "viene el
hijo". De un error como éste, o de alguna otra causa, pudo
haber venido a ser aplicado el término "el hijo" como apodo".
De Traill, Josefo, Critical Notes., p. 160.
Estamos dispuestos a creer que ninguna de estas
sugerencias proporciona una explicación satisfactoria, aunque
algunas de ellas se acercan a la verdad. No podía sino haber
sido conocido por los judíos que la gran esperanza y la fe de
los cristianos era la pronta venida del Hijo. Según Esipo, fue
más o menos por este mismo tiempo que Santiago, el hermano de
nuestro Señor, testificó públicamente en el templo que "el
Hijo del hombre estaba a punto de venir en las nubes del
cielo", y luego selló su testimonio con su sangre. Parece muy
probable que los judíos, en su desafiante y desesperada
blasfemia, cuando veían la blanca masa volando por el aire,
exclamaran obscenamente: "Viene el Hijo", para burlarse de la
esperanza cristiana de la parusía, con la cual podrían
establecer una ridícula semejanza en la extraña aparición del
proyectil.