LA PARUSÍA
o
La Segunda Venida de
Nuestro Señor
James Stuart Russell
(1816-1895)
Tomado de The
Berean
Bible Church
1-6. DECLARACIÓN DE
NUESTRO SEÑOR
ANTE EL SUMO SACERDOTE
Mat.
26:64
"Jesús le dijo:
Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora
veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del
poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo".
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Mar.
14:62
"Y Jesús le dijo:
Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la
diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes
del cielo".
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Luc.
22:69
"Pero desde ahora
el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder
de Dios".
|
La respuesta de nuestro Salvador a la solemne orden del sumo
sacerdote para que declarase bajo juramento es la repetición,
casi palabra por palabra, de lo que Jesús había declarado a los
discípulos en el Monte de los Olivos: "Verán
al Hijo del Hombre viniendo viniendo sobre las nubes del cielo
con poder y gran gloria" (Mat. 24:30). Son,
evidentemente, el mismo suceso y el mismo período a los que se
hace referencia. El lenguaje implica que las personas a las que
Jesús se dirige, o algunas de ellas, presenciarían el
acontecimiento predicho. La expresión: "Veréis" no sería
apropiada si se refiriera a algo que ninguno de los oyentes
viviría para presenciarlo, y que no tendría lugar por miles de
años. Nuestro Señor, pues, les dijo a sus jueces que ellos, o
algunos de ellos, vivirían para verle venir en juicio, o
viniendo en su reino. Esta declaración está en armonía con lo
que nuestro Salvador dijo a sus discípulos: "El Hijo del Hombre
vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles ... De cierto os
digo, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la
muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su
reino" (Mat. 16:27,28). Algunos de sus discípulos, y algunos de
sus jueces, vivirían lo suficiente para presenciar aquella gran
consumación, menos de cuarenta años después, cuando el Hijo del
Hombre vendría en su reino a ejecutar los juicios de Dios sobre
la nación culpable. Esto es precisamente lo que afirma la
profecía del Monte de los Olivos: "No pasará esta generación",
etc. Nuevamente aquí no tenemos ni oscuridad ni ambigüedad.
Pero, ¿puede decirse otro tanto de la interpretación que hace
que las palabras de nuestro Señor se refieran a un tiempo
todavía futuro, y un suceso que todavía no ha tenido lugar?
¿Puede decirse otro tanto de la interpretación que encuentra en
esta escena, que el Sanedrín judío habría de presenciar, no un
suceso dintinto y particular, sino un proceso prolongado y
continuo, que comenzó en la resurrección de Cristo, que continúa
todavía, y que continuará hasta el fin del mundo?
Esta extraña
interpretación, que es la de Lange y de Alford, se basa en parte
en la suposición de que la predicción de nuestro Señor no se ha
cumplido todavía, y en parte en la palabra "de aquí en
adelante", que se cree indica un proceso continuo. (1) Pero, ¿es esa explicación
creíble, o siquiera concebible? ¿Es verdad que el sumo sacerdote
y el Sanedrín comenzaron, desde ese momento, a ver el Hijo del
hombre venir en las nubes del cielo?, etc. ¿Cómo podría tal
aparición ser un proceso continuo? Claramente, las palabras sólo
pueden referirse a un acontecimiento definido y específico; y no
podemos sentirnos inseguros al establecer de qué acontecimiento
se trata. No puede ser otro que la parusía, tan a menudo
predicha antes. Ése no fue un proceso prolongado, sino un acto
sumario - súbito, rápido, conspicuo, como el relámpago. El
sentido queda bien expresado por los editores del Critical
English Testament: "El sentido no puede ser que él vendría
y así le verían inmediatamente después del momento de su
respuesta; sino más bien, que él ahora partiría de ellos, y que
la siguiente vez que le vieren, después de su rechazo
por ellos, sería en su venida en gloria, como lo predijo
el profeta Daniel". (2)
En esta
declaración de nuestro Señor encontramos, entonces, una
confirmación adicional de sus anteriores afirmaciones de que su
venida por segunda vez tendría lugar durante la generación
existente. Algunos de sus jueces, así como algunos de sus
discípulos, habrían de presenciarla; ¡y esa afirmación no
tendría ningún significado si no implicara que ellos habrían de
presenciarla con sus propios ojos!
Predicción de los ayes
que vendrían sobre Jerusalén
Lucas
23:27-31. "Y le seguía
gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían
lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les
dijo: Hijas
de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras
mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días
en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los
vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.
Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre
nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si en el
árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se
hará?"
Aquí tenemos una
afirmación tan clara, tan definida en cada punto que puede fijar
su referencia - tiempo, lugar, personas, circunstancias - que no
queda lugar para la incertidumbre. Apunta a un tiempo que no
estaba muy distante, sino a las puertas - "vendrán días" - un
tiempo que las personas a las cuales se hablaba y sus niños
vivirían para presenciar; un tiempo de gran tribulación, que
caería con particular severidad sobre las mujeres y los niños;
un tiempo cuando, en la agonía de su terror, las multitudes
desesperadas clamarían a los montes y a los collados para que
cayeran sobre ellos y les cubrieran.
Se encontrará que aquellos memorables detalles serán sumamente
valiosos en la elucidación de la profecía bíblica en la etapa
subsiguiente de de esta investigación. Mientras tanto, es claro
que esta patética descripción puede referirse solamente a la
catástrofe de Jerusalén en los últimos días de su historia. Sólo
tenemos que ir a las páginas de Josefo para encontrar los hechos
que ilustran y confirman el lenguaje de nuestro Salvador. Los
horrores de aquella trágica historia culminan en el episodio de
María de Perea, cuyo banquete tiesteano horrorizó hasta a los
despiadados bandidos que merodeaban como lobos hambrientos por
la ciudad. Es a la luz de incidentes como éste que vemos el
pleno significado de las palabras: "Bienaventuradas las
estériles, y [bienaventurados] los vientres que no concibieron".
Es con un
movimiento de algo como impaciencia que escuchamos a Stier,
seducido por el ignis fatuus de un doble significado,
insistir en un oculto significado de las palabras de nuestro
Salvador: "Habló expresa y principalmente del juicio de
Jerusalén e Israel, pero contemplaba y se refería a lo que se
había anunciado en este tipo histórico, el juicio de todos los
impenitentes, y de todos los incrédulos en común, hasta el fin".
(3) Así dice también
Alford, siguiendo a Stier. Sin embargo, está sólo en la
imaginación del expositor el que esta referencia ulterior
existe: no hay sugerencia de él en el texto; y es con cierto
grado de asombro que encontramos a un crítico erudito que va tan
lejos en el olvido de su verdadera vocación que declara que "el
cumplimiento histórico, real, y específico" es "lo de menos: el
significado de la palabra llega mucho más allá". Si alguna vez
hubo un caso en el cual no se debe pensar en significados dobles
y cumplimientos típicos, seguramente es aquí". En esa hora de
angustia, no podía haber sino un solo pensamiento presente en el
corazón de Jesús. Veía la tormenta de ira que cobraba fuerza, y
en la que la ciudad dedicada pronto habría de quedar envuelta, y
que estallaría con tal violencia sobre la tierna y delicada, los
niños y las madres de Jerusalén, y reciprocaba la lástima de
aquellos corazones compasivos, más conmovido en ese momento por
los sufrimientos anticipados de ellos que por los suyos. ¿Qué
necesidad hay de ir más allá de aquella trágica catástrofe, y
buscar otra, concerniente a la cual el contexto guarda completo
silencio?
La oración del ladrón penitente
Lucas 23:42.
"Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino".
El único punto que
nos concierne en este memorable incidente es la referencia que
el malhechor hizo a la venida de nuestro Señor en su
reino". Cualquiera sea el modo en que había adquirido este
conocimiento, reconoció en el rechazado Profeta que estaba a su
lado al Rey de Israel, el Hijo de Dios. Creía que, a pesar de
que Israel lo había rechazado y crucificado, un día vendría otra
vez "en su reino". ¡Maravillosa fe en un hombre como éste y en
un momento como éste! Si el ladrón en la cruz hubiese escuchado
el testimonio de Jesús delante del sumo sacerdote, o si hubiese
sabido lo que Jesús había dicho a sus discípulos, de que
"algunos de ellos no verían muerte hasta que hubiesen visto al
Hijo del hombre viniendo en su reino", podríamos explicarnos
mejor su fe y su oración. De todos modos, no podría haber habido
más inteligencia y precisión en el lenguaje de un discípulo que
en las palabras de este "tizón arrebatado del incendio". No
tenemos modo de saber qué idea tenía el malhechor con respecto
al tiempode esa venida - si la había
concebido como cercana o como distante; pero es presumible que
la consideraba cercana. Un moribundo difícilmente oraría para
que fuese recordado en alguna época distante, después de que
hubiesen pasado siglos y milenios. En esa crisis, sólo lo
inminente o lo inmediato podría estar en sus pensamientos. Una
cosa parece segura: la más inverosímil de todas las
interpretaciones es la que representaría su oración como todavía
sin contestar, y la "venida" de la cual hablaba como todavá
entre los sucesos de un futuro desconocido.
La comisión apostólica
Mat.
28:19,20
"Por tanto, id, y
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu
Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo. Amén".
|
Mar.
16:15,20
"Y les dijo: Id
por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura".
"Y
ellos, saliendo, predicaron en todas partes,
ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con
las señales que la seguían. Amén".
|
Luc.
24:47
"Y que se predicase en su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las
naciones, comenzando desde Jerusalén".
|
Es usual considerar esta comisión como si estuviera dirigida a
toda la Iglesia Cristiana en todos los tiempos. No hay duda de
que es permisible inferir de estas palabras la obligación
perpetua, que descansa sobre todos los cristianos en todos los
tiempos, de propagar el evangelio a todas las naciones; pero es
importante considerar las palabras en su referencia correcta y
original. Es la comisión de Cristo a mensajeros escogidos,
designándoles para su obra evangelística, y asegurándoles su
constante presencia y protección. Tiene una especial aplicación
para los apóstoles que no puede tener para nadie más. Ya hemos
advertido el hecho de que los discípulos, a los que se les dio
esta misión, no parecen haberla entendido en el sentido de que
debían extender su obra evangelística más allá de los linderos
de Palestina, o predicar el evangelio a judíos y a gentiles
indiscriminadamente. Es seguro que no llevaron a cabo esta
comisión inmediatamente, ni lo hicieron por años, en su sentido
más amplio; ni parece probable que jamás lo hubiesen hecho así
sin una revelación expresa. Como ha mostrado el Dr. Burton, no
menos de quince años pasaron entre la conversión de Pablo y su
primer viaje apostólico para predicarles a los gentiles.
"Tampoco hay ninguna evidencia de que, durante ese período, los
otros apóstoles rebasaran los confines de Judea". (4) Hay, pues, mucha
probabilidad en la opinión de que el lenguaje de la comisión
apostólica no transmitió a sus mentes la misma idea que a
nosotros, y que, como ya hemos visto, la frase "todas las
naciones" [pa,nta ta e[qnj] equivale realmente a todas las
tribus de la tierra" [pa/sai a,i,qnlai.gh/j].
Pero lo que
especialmente merece notarse es la notable limitación de tiempo,
el "terminus ad quem" especificado aquí por el Salvador.
"He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo" [suntelei,aj ton/ai.w/nj]. Nada puede ser más confuso
para el lector de habla inglesa que la traducción "fin del
mundo", que inevitablemente sugiere el fin de la historia
humana, el fin del tiempo, y la destrucción de la tierra, un
significado que las palabras no soportan. Lange, aunque está
lejos de aprehender el verdadero significado de la frase, da el
sentido correcto: "la consumación de la era secular, o el
período de tiempo que termina con la parusía". ¿Qué puede ser
más evidente que el hecho de que la promesa de Cristo de estar
con sus discípulos hasta el fin del tiempo implica que ellos
habrían de vivir hasta el fin de esa época? Aquella gran
consumación no estaba lejos; el Señor había hablado de ella a
menudo, y siempre como un suceso que se aproximaba, un suceso
que algunos de ellos vivirían para ver. Era la conclusión de la
dispensación mosaica; el fin del gran período de prueba de la
nación teocrática; cuando la estructura entera del sistema judío
habría de ser barrida, y "el reino de Dios vendría con poder".
Este gran suceso, había declarado nuestro Señor, habría de
ocurrir dentro de los límites de la generación que entonces
existía. El "fin del tiempo" coincidió con la parusía, y la
señal externa y visible por la cual se distingue es la
destrucción de Jerusalén. Este es el terminus por el
cual el campo está delimitado en el Nuevo Testamento. Para
Israel era "el fin", "el fin de todas las cosas", "el pasar del
cielo y la tierra", la abrogación del antiguo orden, la
inauguración del nuevo. De esta época providencial, la historia
nos dice mucho, pero la profecía nos dice más. La historia nos
muestra las señales predichas que se cumplían; los síntomas
premonitorios de la catástrofe que se aproximaba - los falsos
Cristos, las guerras y los rumores de guerras; las
insurrecciones y los disturbios; los terremotos, las hambres y
pestilencias; las persecuciones y tribulaciones; las legiones
invasoras de Roma; la ciudad sitiada y capturada; el templo en
llamas; las multitudes masacradas; las nación extinguida. Pero
la historia no puede levantar el velo que cuelga sobre el mundo
espiritual; nos conduce hasta el borde mismo, y nos invita a
adivinar el resto. Pero nosotros tenemos una palabra profética
más segura que, en vez de conjeturas, nos da seguridad. Revela
al "Hijo del hombre viniendo en su gloria"; al Rey sentado en el
trono; el juicio iniciado, y los libros abiertos. Revela las
ovejas y los cabritos separados los unos de las otras; los
justos entrando en la vida eterna; los impíos enviados al
castigo eterno. Si no tenemos verificación histórica de lo
invisible y lo espiritual, como la tenemos de los elementos
visibles y materiales de esta consumación, es porque ellos no
están en la naturaleza de las cosas que se pueden conocer
igualmente por medio de los sentidos. Pero los aceptamos por la
fe en su palabra, que declaró: "De cierto os digo, todas estas
cosas vendrán sobre esta generación"; y nuevamente: "De cierto
os digo, que no pasará esta generación sin que se cumplan todas
estas cosas". "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras
no pasarán". El cumplimiento literal de todo lo que cae dentro
de la esfera de la observación humana es garante de la
credibilidad del resto, que pertenece al ámbito de lo invisible
y lo espiritual.
Notas:
1. (a/rti) en el griego posterior
vino a significar "pronto", "en la actualidad". Véase a Liddell y
Scott, y por eso, nuestros traductores, escriben correctamente
"desde ahora", que deja el tiempo real del suceso en el futuro,
pero no necesariamente inmediato. Critical English Test,
vol. iii, p. 860, nota.
2. Critical English Test, vol. iii, p. 860.
3. Reden Jesu, vol. vii. p. 426.