LA PARUSÍA
O
La Segunda Venida de Nuestro Señor Jesucristo
JAMES STUART RUSSELL

(1816-1895)

Tomado de The Preterist Archive



2-22. LA PARUSÍA EN LA PRIMERA
EPÍSTOLA DE JUAN


Los comentaristas están muy divididos acerca de cuándo, dónde, por quién, y a quién fue escrita esta epístola. No hay evidencia sobre el tema, excepto la que puede encontrarse en la epístola misma, y esto da amplio margen para diferencias de opinión. Lange, que duda de la autenticidad de la epístola, dice que "tiene bastante aire de haber sido compuesta antes de la destrucción de Jerusalén"; y Lücke, que sostiene su autenticidad, es también de la opinión de que "puede haber sido escrita poco antes de ese suceso". Creemos que cualquier mente sincera quedará satisfecha, después de un estudio cuidadoso de la evidencia interna, de que, primero, la epístola es una producción legítima de Juan; segundo, de que fue escrita en la víspera misma de la destrucción de Jerusalén. Es imposible pasar por alto el hecho, con el cual nos encontramos por dondequiera en la epístola, de que el escritor cree estar al borde de una solemne crisis, para la llegada de la cual insta a sus lectores a estar preparados. Esto armoniza con todas las epístolas apostólicas, y demuestra incontestablemente que todos sus autores compartían por igual  la creencia en la cercanía de la gran consumación.

EL MUNDO PASA:
EL ÚLTIMO TIEMPO HA LLEGADO

1 Juan 2:17,18.- "Y el mundo pasa, y sus deseos ... Hijitos, ya es el último tiempo [la última hora]".
Durante esta investigación, a menudo hemos tenido ocasión de hacer notar cómo hablan los escritores del Nuevo Testamento de "el fin" en el sentido de que se acercaba rápidamente. También hemos visto a qué se refiere esa expresión. No al final de la historia humana, no a la disolución final de la creación material; sino al final de la era o dispensación judía, y a la abolición y la eliminación del orden de cosas establecido y ordenado por la sabiduría divina bajo aquella economía. A menudo se describe esta consumación con un lenguaje que parece implicar la destrucción total de la creación visible. Éste es el caso notable en la segunda epístola de Pedro, y lo mismo podría decirse quizás del lenguaje profético de nuestro Señor en Mateo 24:24.

Encontramos la misma forma simbólica de expresión en el pasaje que ahora tenemos delante: "el mundo pasa" [o kosmoz paragetai]. Para la aprensión del apóstol, le mundo ya estaba "pasando"; la misma expresión usada por Pablo en 1 Cor. 7:31, con referencia al mismo acontecimiento [paragei gar to schma tou kosmou toutou] "la apariencia de este mundo se pasa".

La impresión del apóstol Juan de la cercanía del "fin" parece, si es posible, más vívida que la de los otros apóstoles. Quizás cuando escribió estaba más cerca de la crisis que ellos. Desde este punto de vista, vale la pena notar que hay una marcada gradación en el lenguaje de las diferentes epístolas. Los últimos tiempos se convierten en los últimos días, y ahora los últimos días se convierten en la última hora [escath wra esti]. El período de expectativa y demora había terminado, y el momento decisivo estaba cerca.

EL ANTICRISTO VIENE; UNA PRUEBA
DE QUE ES LA ÚLTIMA HORA

1 Juan 2:18. "Según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo" [wra].
En este pasaje surge por primera vez delante de nosotros "el temido nombre" del anticristo. Por sí mismo, este hecho es suficiente para probar la fecha comparativamente tardía de la epístola. Lo que en las epístolas de Pablo aparece como una abstracción borrosa, ahora ha tomado forma concreta, y aparece como una persona, "el anticristo".

Considerando el lugar que este nombre ha ocupado en la literatura teológica y eclesiástica, es ciertamente notable cuán poco espacio ocupa en el Nuevo Testamento. Excepto en las epístolas de Juan, el nombre anticristo nunca ocurre en los escritos apostólicos. Pero, aunque el nombre está ausente, la cosa no es desconocida. Evidentemente, Juan habla del "anticristo" como de una idea familiar para sus lectores - un poder cuya venida era esperada, y cuya presencia era una indicación de que "la última hora" había llegado. "Según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo".

Esperamos, pues, descubrir rastros de esta espera - predicciones del anticristo venidero - en otras partes del Nuevo Testamento. Y no quedamos chasqueados. Es natural mirar, en primer lugar, el discurso escatológico de nuestro Señor en el Monte de los Olivos en busca de alguna indicación de este peligro venidero y el tiempo de su aparición. En ese discurso, encontramos que se mencionan "falsos cristos y falsos profetas" (Mat. 24:5,11,24), y estamos listos para sacar la conclusión de que éstos deben significar el mismo poder maligno designado por Juan como el anticristo. El parecido del nombre favorece esta suposición; y el período de su aparición - en vísperas de la catástrofe final - parece aumentar las probabilidades hasta casi la certeza.

Hay, sin embargo, una formidable objeción a esta conclusión, es decir, que los falsos cristos y los falsos profetas a los que aludía nuestro Señor parecen ser meros impostores judíos, que comerciaban con la credulidad de sus ignorantes víctimas, o entusiastas fanáticos, engrendros de aquel semillero de frenesí religioso y político en que Jerusalén se había convertido en los últimos días. Encontramos a estos hombres vívidamente representados en los pasajes de Josefo, y no podemos reconocer en ellos los rasgos del anticristo como son trazados por Juan. Eran producto del judaísmo en su corrupción, y no del cristianismo. Pero el anticristo de Juan es manifiestamente de origen cristiano. Esto es cierto por el testimonio del apóstol mismo: "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros", etc. Esto prueba que los oponentes anticristianos del evangelio en algún momento deben haber hecho profesión de cristianismo, y después se volvieron apóstatas de la fe.

Ciertamente no se puede decir que es imposible que los falsos cristos y los falsos profetas de los últimos días de Jerusalén hayan podido ser apóstatas del cristianismo; pero no hay evidencia que demuestre esto, ni en la profecía de nuestro Señor, ni en la historia de aquel tiempo.

Por otra parte, en los avisos apostólicos de la apostasía predicha, este rasgo de su origen está marcado claramente. Ya hemos visto cómo Pablo, Pedro, y Juan concuerdan en su descripción de la "apostasía" de los últimos días. (Véase una sinopsis de pasajes relacionados con la apostasía, p. 251). Ni puede haber ninguna duda razonable de que los apóstatas de los dos apóstoles anteriores son idénticos al anticristo del último. Son semejantes en carácter, en origen, y en el tiempo de su aparición. Son los encarnizados enemigos del evangelio; son apóstastas de la fe; pertenecen a los últimos días. Éstas son marcas de identidad demasiado numerosas e impresionantes para ser accidentales; y, por lo tanto, estamos justificados al concluir que el anticristo de Juan es idéntico a la apostasía predicha por Pablo y por Pedro.

EL ANTICRISTO NO ES UNA PERSONA,
SINO UN PRINCIPIO

1 Juan 2:18. "Ahora han surgido muchos anticristos".
En opinión de algunos comentaristas, se supone que el nombre del "anticristo" designa a un individuo en particular, la encarnación y la personificación de la enemistad hacia el Señor Jesucristo; y como hasta ahora ninguna persona así ha aparecido en la historia, han llegado a la conclusión de que su manifestación es todavía futura, que el anticristo personal puede esperarse inmediatamente antes del "fin del mundo". Ésta parece haber sido la opinión del Dr. Alford, que dice:
"De acuerdo con este punto de vista, todavía esperamos que aparezca el hombre de pecado en la plenitud del sentido profético, y además, que aparezca inmediatamente antes de la venida del Señor".
Hay aquí, sin embargo, una extraña confusión de cosas que son enteramente diferentes - "el hombre de pecado" y "la apostasía", el primero, sin duda una persona, como ya hemos visto; la última, un principio, una herejía, manifestándose en multitud de personas. Con esta declaración de Juan ante nosotros - "ahora han surgido muchos anticristos" - es imposible considerar al anticristo como un solo individuo. Es verdad que puede decirse que el anticristo podría estar personificado en cada individuo que sostuvo el error anticristiano; pero esto es muy diferente de decir que el error está encarnado y personificado en una persona en particular como su cabeza y representante. La expresión "muchos anticristos" prueba que el nombre no es designación exclusiva de ningún individuo.

Pero la interpretación más común y popular es la que enlaza el nombre anticristo con el papado. Desde el tiempo de la reforma, ésta ha sido una hipótesis favorita de los comentaristas protestantes; no es difícil entender por qué debió ser así. Hay una fuerte semejanza familiar entre todos los sistemas de superstición y religión corrupta; sin duda, gran parte del sietema papal puede ser designado como anticristiano; pero es muy diferente decir que el anticristo de Juan se propone describir al papa o al sistema papal. Alford rechaza decididamente esta hipótesis:

Al tratar este mismo punto, observa: "No puede disimularse que, en varios detalles importantes, los requisitos proféticos están muy lejos de haberse cumplido. Sólo mencionaré dos - uno subjetivo, el otro objetivo. En el característico pasaje de 2 Tes. 2:4 ("que se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios", etc.), el Papa no cumple la profecía, y nunca la cumplió. Haciendo lugar para todas las notables coincidencias con la última parte del versículo que se han aducido tan abundantemente, es imposible demostrar que el Papa cumple la primera parte - mejor dicho, está tan lejos de ello que la abyecta adoración y sumisión a legomenoi qeoi y sebasmata (todo lo que se llama Dios o es objeto de culto) ha sido siempre una de sus más notables peculiaridades. La segunda objeción, de carácter externo e histórico, es aún más decisiva. Si el papado fuera el anticristo, entonces la manifestación ha tenido lugar, y ya ha durado por casi 1500 años, y todavía no ha llegado el día del Señor, un día al cual, según los términos de nuestra profecía, tal manifestación habría de preceder inmediatamente.
Pero el lenguaje del apóstol mismo es decisivo contra esta aplicación del nombre anticristo. La verdad es que es difícil entender cómo tal interpretación pudo haber echado raíces en vista de las expresas declaraciones del propio apóstol. El anticristo de Juan no es una persona, ni una sucesión de personas, sino una doctrina, o una herejía, claramente notada y descrita. Más que esto, se declara que ya existía y se había manifestado en los propios días del apóstol. "Así AHORA han surgido muchos anticristos"; "éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo" (1 Juan 2:18; 4:3). Esto debería ser decisivo para todos los que se inclinan ante la autoridad de la Palabra de Dios. La hipótesis de un anticristo personificado en un individuo que todavía ha de venir no tiene base en las Escrituras; es una ficción de la imaginación, no una doctrina de la Palabra de Dios.


SEÑALES DISTINTIVAS DEL ANTICRISTO

1 Juan 2:19. "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros".

1 Juan 2:22. "¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo".

1 Juan 4:1. "Amados, no creáis a todo espíritu. sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo".

1 Juan 4:3. "Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo".

2 Juan 7. "Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y en anticristo",

Aquí se nos puede decir que tenemos al anticristo retratado de cuerpo entero, o, como deberíamos decir más bien, la herejía o apostasía anticristiana. Por esta descripción, se ve claramente:
1.  Que el anticristo no era un individuo o una persona, sino un principio, una herejía, que se manifestaba en muchos individuos.
2.  Que el anticristo o los anticristos era o eran apóstatas de la fe en Cristo (ver. 19).
3.  Que su error característico consistía en negar el carácter mesiánico, la divinidad, y la encarnación del Hijo de Dios.
4.  Que los apóstatas anticristianos descritos por Juan son posiblemente los mismos que los denominados por nuestro Señor como "falsos cristos y falsos profetas" (Mat. 24: 5,11,24), pero que ciertamente responden a aquellos a los cuales aluden Pablo, Pedro, y Judas.
5.  Que todas las alusiones a la apostasía anticristiana relacionan su aparición con la "parusía" y con "los últimos días", o sea el fin de la era o dispensación judía. Es decir, se considera como cercana, y casi ya presente.
Sin duda, si poseyéramos información histórica más completa relativa a ese período, podríamos verificar mejor las predicciones y alusiones que encontramos en el Nuevo Testamento, pero tenemos suficiente evidencia para justificar la conclusión de que todo tuvo lugar de acuerdo con las Escrituras. No es fácil establecer si los falsos profetas de los cuales dice Josefo que infestaban los últimos momentos agónicos de la comunidad judía son idénticos a los falsos profetas de la predicción de nuestro Señor y del anticristo de Juan. Pero el testimonio del apóstol mismo es decisivo sobre la cuestión del anticristo. Aquí él es al mismo tiempo tanto profeta como historiador, pues registra el hecho de que "así ahora han surgido muchos anticristos", y "muchos profetas han salido por el mundo".

ESPERANZA DE LA PARUSÍA

   1 Juan 2:28. "Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos aljemos de él avergonzados".
   1 Juan 3:2. "Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es".
   1 Juan 4:17.  "Para que tengamos confianza en el día del juicio".
En estas exhortaciones y consejos, Juan concuerda perfectamente con los otros apóstoles, cuyas constantes amonestaciones a las iglesias cristianas de su tiempo instaban a esperar habitualmente la parusía, y por lo tanto, a la fidelidad y la constancia en medio del peligro y el sufrimiento. El lenguaje de Juan prueba:
1.   Que los cristianos apostólicos eran exhortados a vivir esperando constantemente la venida del Señor.
2.   Que este acontecimiento era esperado por ellos como el tiempo de la revelación de Cristo en su gloria, y la beatificación de sus fieles discípulos.
3.   Que la parusía era también el período del "día del juicio".

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Contenido | Prefacio | Introducción | 1-1 | 1-2 | 1- 3 | 1- 4 | 1- 5 | 1-6 |1-7 | Apéndice1 |

2-8 | 2-9 | 2-10 | 2-11 | 2-12 | 2-13 | 2-14 | 2-15 | 2-16 | 2-17 | 2-18|2-19|2-20|2-21|2-22|2-23|
Apéndice 2|3-24|
3-25|3-26|3-27|3-28|3-29|3-30|3-31|Conclusión|Apéndice 3|

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