LA PARUSÍA
o
La Segunda Venida de
Nuestro Señor
James Stuart
Russell
(1816-1895)
Tomado deThe
Berean Bible Church
1-4. EXAMEN DE LA
PROFECÍA DEL
MONTE DE LOS OLIVOS
I.
Preguntas
de los discípulos
II.
Respuesta de Nuestro Señor a los discípulos
(a) Sucesos que más remotamente habrían de
preceder la consumación
(b)
Más
indicaciones de la cercana condenación de Jerusalén
(c) Los
discípulos advertidos contra los falsos profetas
(d) Llegada
del "fin", o la catástrofe de Jerusalén
(e) La
parusía ha de tener lugar antes de que pase la generación
actual
(f) Certeza
de la consumación, pero incertidumbre de su fecha exacta
(g) Lo
repentino de la parusía, y el llamado a estar vigilantes
(h) Los
discípulos advertidos de lo repentino de la parusía (Parábola
del señor
de la casa)
I. PREGUNTAS DE LOS DISCÍPULOS
Mateo
24:1-3
"Cuando Jesús salió del templo y se
iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los
edificios del templo. Respondiendo él, les dijo:
¿Veis todo esto?
De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre
piedra, que no sea derribada.
Y estando él sentado en el Monte de los
Olivos, los discípulos se le acercaron aparte,
diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué
señal habrá de tu venida y del fin del siglo [época]?"
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Marcos
13:1-4
"Saliendo Jesús del templo, le dijo uno
de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué
edificios.
Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No
quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.
Y se sentó en el monte de los Olivos,
frente al templo. Y Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le
preguntaron aparte: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas?
¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de
cumplirse?"
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Lucas
21:5-7
"Y a unos que hablaban de que el templo
estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas
votivas, dijo:
En cuanto a estas
cosas que veis, días vendrán en que no quedará
piedra sobre piedra, que no sea destruida.
Y le preguntaron, diciendo: Maestro,
¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas
cosas estén para suceder?"
|
Podemos concebir la sorpresa y la consternación que sintieron
los discípulos cuando Jesús les anunció la completa
destrucción que se avecinaba sobre el templo de Dios, cuya
belleza y cuyo esplendor había excitado su admiración. No es
sorprendente que cuatro de ellos, que parecen haber sido
admitidos a una más íntima familiaridad que el resto, buscasen
información más completa sobre un tema tan intensamente
interesante. El único punto que requiere aclaración aquí se
refiere a la extensión de su interrogatorio. Marcos y Lucas lo
representan como haciendo referencia al tiempo de la
catástrofe predicha y a la señal de la inminencia de su
cumplimiento. Mateo varía la forma de la pregunta, pero es
evidente que tiene el mismo sentido: "Dinos, ¿cuándo serán
estas cosas? ¿y qué señal habrá de tu venida, y del fin del
mundo [época]?" Aquí nuevamente es el tiempo y la señal lo que
forma el tema de la pregunta. No hay razón en absoluto para
suponer que en sus mentes consideraban la destrucción del
templo, la venida del Señor, y el fin de la época, como tres
acontecimientos distintos o ampliamente separados entre sí;
sino que, por el contrario, es completamente natural suponer
que los consideraban a todos ellos como coincidentes y
contemporáneos. Qué idea precisa tenían con respecto al fin de
la época y a los acontecimientos conectados con él, no lo
sabemos; pero sí sabemos que estaban acostumbrados a oir
hablar a su Maestro de que vendría nuevamente con su reino, en
su gloria, y durante la vida de algunos de ellos. También le
habían oído hablar del "fin del siglo"; y es evidente que
relacionaban su "venida" con el fin de la época. Por lo tanto,
los tres puntos abarcados por su pregunta, como los presenta
Mateo, eran considerados por ellos como contemporáneos; por
eso, no encontramos ninguna diferencia práctica en los
términos de la pregunta de los discípulos como está registrada
por los autores de los evangelios sinópticos.
II. RESPUESTA DE NUESTRO SEÑOR
A LOS DISCÍPULOS
(a)
Sucesos que más remotamente debían preceder la consumación
Mateo
24:4-14
"Respondiendo
Jesús, les dijo: Mirad que
nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre,
diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y
oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no
os turbéis, porque es necesario que todo esto
acontezca; pero aún no es el fin. Porque se
levantará nación contra nación, y reino contra
reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en
diferentes lugares. Y todo esto será principio de
dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os
matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes
por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces,
y se entregarán unos a otros, y unos a otros se
aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán,
y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la
maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que
persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será
predicado este evangelio del reino en todo el mundo,
por testimonio a todas las naciones; y entonces
vendrá el fin".
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Marcos
13:5-13
"Jesús,
respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe; porque
vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el
Cristo; y engañarán a muchos. Mas cuando oigáis de
guerras y de rumores de guerras, no os turbéis,
porque es necesario que suceda así; pero aún no es
el fin. Porque se levantará nación contra nación, y
reino contra reino; y habrá terremotos en muchos
lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de
dolores son estos. Pero mirad por vosotros mismos;
porque os entregarán a los concilios, y en las
sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y
de reyes os llevarán por causa de mí, para
testimonio a ellos. Y es necesario que el evangelio
sea predicado antes a todas las naciones. Pero
cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis
por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo
que os fuere dado en aquella hora, eso hablad;
porque no sois vosotros los que habláis, sino el
Espíritu Santo. Y el hermano entregará a la muerte
al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los
hijos contra los padres, y los matarán. Y seréis
aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el
que persevere hasta el fin, éste será salvo".
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Lucas
11:8-19
"El entonces dijo: Mirad que no seáis engañados; porque
vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el
Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis en
pos de ellos. Y cuando oigáis de guerras y de
sediciones, no os alarméis; porque es
necesario que estas cosas acontezcan primero; pero
el fin no será inmediatamente.
Entonces les
dijo: Se levantará
nación contra nación, y reino contra reino; y habrá
grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres
y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del
cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán
mano, y os perseguirán, y os entregarán a las
sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante
reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y
esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed
en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de
responder en vuestra defensa; porque yo os daré
palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni
contradecir todos los que se opongan. Mas seréis
entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y
parientes, y amigos; y matarán a algunos de
vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de
mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza
perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras
almas".
|
Es imposible leer esta sección sin percibir su clara referencia
al período entre la crucifixión de nuestro Señor y la
destrucción de Jerusalén. Cada una de las palabras fue dirigida
a los discípulos, y solamente a ellos. Imaginar que el
"vosotros" de este discurso se aplica, no a los discípulos a
quienes Jesús hablaba, sino a algunas personas desconocidas y
todavía inexistentes en una lejana época en el futuro es una
suposición tan absurda que no merece que se le preste atención
seria.
De que las
palabras de nuestro Señor tuvieron plena verificación durante el
intervalo entre su crucifixión y el fin de aquella época,
tenemos el más amplio testimonio. Falsos Cristos y falsos
profetas comenzaron a aparecer al comienzo mismo de la era
cristiana, y continuaron infestando el país hasta el final mismo
de la historia judía. En la procuraduría de Pilatos (36 d. C.),
apareció uno de ellos en Samaria, y engañó a grandes multitudes.
Hubo otro en la procuraduría de Cuspio Fado (45 d. C.). Josefo
nos dice que, durante el gobierno de Félix (53-60), "el país
estaba lleno de ladrones, magos, falsos profetas, falsos mesías,
e impostores", que engañaban al pueblo con promesas de grandes
acontecimientos. (1) La misma autoridad nos informa que en aquellos días
abundaban las conmociones civiles y enemistades internacionales,
especialmente entre los judíos y sus vecinos. En Alejandría,
Seleucia, Siria, y Babilonia, hubo violentos tumultos entre
judíos y griegos, y entre judíos y sirios, que habitaban en las
mismas ciudades. "Cada ciudad estaba dividida", dice Josefo, "en
dos bandos". En el reinado de Calígula, había gran aprensión en
Judea por la posibilidad de una guerra con los romanos, a
consecuencia de la propuesta del tirano de poner una estatua
suya en el templo. Durante el reinado del emperador Claudio
(41-54 d. C.), hubo cuatro temporadas de gran escasez. En el
cuarto año de su reinado, la hambruna en Judea fue tan severa,
que el precio de los alimentos era enorme, y pereció gran número
de habitantes. Ocurrieron terremotos durante los reinados de
Calígula y de Claudio. (2)
El Señor dio a
entender a sus discípulos que tales calamidades precederían el
"fin". Pero no eran sus antecedentes inmediatos. Eran el
"principio del fin"; pero "todavía no es el fin".
En este punto
(ver. 9-13), nuestro Señor pasa de lo general a lo particular;
de lo público a lo personal; de las fortunas de naciones y
reinos a las fortunas de los discípulos mismos. Mientras estos
sucesos ocurrían, los apóstoles habrían de ser objetos de
sospecha por parte de los poderes gobernantes. Habrían de ser
llevados delante de los concilios, gobernantes, y reyes; habrían
de ser encarcelados, azotados en las sinagogas, y odiados por
todos los hombres por amor a Jesús.
Cuán exactamente
se verificó todo esto en la experiencia personal de los
discípulos, podemos leerlo en los Hechos de los Apóstoles y en
las epístolas de Pablo. Pero la divina promesa de protección en
la hora de peligro se cumplió de modo notable. Con la sola
excepción de "Santiago, el hermano de Juan", ningún apóstol
parece haber sido víctima de malévola persecución por parte de
sus enemigos hasta el fin de la historia apostólica, como se
registra en Hechos (63 d. C.).
Otra señal habría
de preceder y entronizar la consumación. "Será predicado este
evangelio del reino en todo el mundo [oi.koume,ne] por
testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin". Ya
hemos notado el cumplimiento de esta predicción en la era
apostólica. Tenemos la autoridad de Pablo para la difusión
universal del evangelio en sus días, que verificaría el dicho de
nuestro Señor. (Véase Col. 1:6, 23). De no ser por este
testimonio explícito del apóstol, sería imposible persuadir a
algunos expositores de que las palabras de nuestro Señor se
habían cumplido en algún sentido antes de la destrucción de
Jerusalén; tal idea habría sido considerada mera extravagancia y
capricho. Ahora, sin embargo, la objeción no puede alegarse
razonablemente.
Aquí puede ser
adecuado recordar la observación de tiempo, dada a los
discípulos en una ocasión anterior como indicación de la venida
de nuestro Señor: "De cierto os digo, que no acabaréis de
recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo
del Hombre" (Mat. 10:23). Comparando esta declaración con la
predicción que tenemos delante (Mat. 24:14), podemos ver la
perfecta consistencia de las dos afirmaciones, y también el
"terminus ad quem" en ambas. En un caso, es la evangelización
del territorio de Israel; en el otro, la evangelización de
Imperio Romano al cual se hace referencia como el precursor de
la parusía. Ambas afirmaciones son verdaderas. Ocuparía el
espacio de una generación llevar las buenas nuevas a cada ciudad
en Israel. Los apóstoles no tenían mucho tiempo para su misión
en su propio país, pues tenían en sus manos una misión tan vasta
en territorio extranjero. Obviamente, tenemos que tomar en
sentido popular el lenguaje empleado por Pablo, así como por
nuestro Señor, y no sería justo llevarlo al extremo de la letra.
La amplia difusión del evangelio tanto en Israel como a través
del Imperio Romano es suficiente para justificar la predicción
de nuestro Señor.
Hasta ahora,
tenemos un discurso continuo, relacionado con un solo
acontecimiento, y referido y dirigido a personas particulares.
Encontramos cuatro señales, o series de señales, que habrían de
anunciar la aproximación de la gran catástrofe.
1. La aparición de falsos Cristos y falsos
profetas.
2. Grandes disturbios sociales, y calamidades y
convulsiones naturales.
3. Persecución de los discípulos y apostasía de
los creyentes profesos.
4. Difusión general del evangelio a través del
imperio romano.
Esta última señal anunciaba especialmente la
cercana proximidad del "fin".
(b) Más indicaciones de la cercana condenación
de Jerusalén
Mateo
24:15-22
"Por tanto, cuando veáis en el
lugar santo la abominación desoladora de que habló
el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces
los que estén en Judea, huyan a los montes. El que
esté en la azotea, no descienda para tomar algo de
su casa; y el que esté en el campo, no vuelva
atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén
encintas, y de las que críen en aquellos días!
Orad, pues, porque vuestra huida no sea en
invierno ni en día de reposo; porque habrá
entonces gran tribulación, cual no la ha habido
dese el principio del mundo hasta ahora, ni la
habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados,
nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos,
aquellos días serán acortados".
|
Marcos
13:14-20
"Pero cuando veáis la abominación
desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta
donde no debe estar (el que lee, entienda),
entonces los que estén en Judea huyan a los
montes. El que esté en la azotea, no descienda a
la casa, ni entre para tomar algo de su casa; y el
que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su
capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las
que críen en aquellos días! Orad, pues, que
vuestra huida no sea en invierno; porque aquellos
serán de tribulación cual nunca ha habido desde el
principio de la creación que Dios creó, hasta este
tiempo, ni la habrá. Y si el Señor no hubiese
acortado aquellos días, nadie sería salvo; mas por
causa de los escogidos que él escogió, acortó
aquellos días".
|
Lucas
21:20-24
"Pero cuando
viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed
entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los
que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en
medio de ella, váyanse; y los que estén en los
campos, no entren en ella. Porque estos son días de
retribución, para que se cumplan todas las cosas que
están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y
de las que críen en aquellos días! porque habrá gran
calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y
caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a
todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los
gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se
cumplan".
|
No se necesita ningún argumento para probar la referencia
estricta y exclusiva de esta sección a Jerusalén y a Judea.
Aquí no podemos detectar ningún rastro de doble sentido, de
cumplimiento primario y ulterior, de sentidos subyacentes y
típicos. Todo es nacional, local, y cercano; "la tierra" es la
tierra de Judea; "este pueblo" es el pueblo de Israel, y "la
vida de los discípulos" -- "cuando veáis".
La mayoría de los expositores encuentran una alusión
a los estandartes de las legiones romanas en la expresión "la
abominación desoladora", y la explicación es altamente
probable. Las águilas eran para los soldados objetos de culto
religioso; y el pasaje paralelo en Lucas es evidencia casi
concluyente de que éste es el verdadero significado. Sabemos
por Josefo que el intento de un general romano (Vitelio) en el
reinado de Tiberio, de hacer marchar sus tropas a través de
Judea, fue resistido por las autoridades judías basándose en
que las imágenes idólatras de sus emblemas serían una
profanación de la ley (3). ¡Cuánto mayor fue la profanación cuando esos
emblemas idólatras fueron exhibidos a plena luz en el templo y
la Santa Ciudad! Esta sería la última señal que anunciaba que
la hora de la destrucción de Jerusalén había llegado. Su
aparición había de ser la señal para que todos los que estaban
en Judea escaparan más allá de las montañas [e.pi.ta.o.rh],
pues luego se iniciaría un período de sufrimiento y horror sin
paralelo en los anales de la historia.
Que la "gran tribulación" [qliyij mega,lh] (Mat.
24:21) hace referencia expresa a las terribles calamidades que
acompañaron al sitio de Jerusalén, que fueron especialmente
severas para el sexo femenino, es demasiado evidente para ser
puesto en duda. Que aquellas calamidades fueron literalmente
sin paralelo, lo pueden creer fácilmente todos los que han
leído la horrorosa narración en las páginas de Josefo. Es
notable que el historiador comienza su relato de la guerra
judía con la afirmación de "que, en su opinión, la suma del
sufrimiento humano desde el principio del mundo sería ligero
en comparación con el de los judíos". (4)
La siguiente descripción gráfica presenta la trágica
historia de la desdichada madre cuya horrible comida puede
haber estado en el pensamiento de nuestro Salvador cuando
pronunció las palabras registradas en Mateo 24:19:
"Incalculable fue la multitud de los que
perecieron de hambre en la ciudad, e indescriptibles fueron
los sufrimientos que experimentaron. En cada caso, si
aparecía en alguna parte siquiera una sombra de alimento, se
producía un conflicto; los que estaban unidos por los más
tiernos lazos luchaban entre sí ferozmente, arrebatándose el
uno al otro los miserables sostenes de la vida. Ni siquiera
a los moribundos se les permitía satisfacer su necesidad;
no, aún aquéllos que estaban en el momento de expirar eran
esculcados por los bandoleros, por si acaso alguno fingía
estar muerto y ocultaba algún alimento entre los pliegues de
sus ropas. Boquiabiertos de hambre, como perros
enloquecidos, iban tambaleándose de un lado para otro,
rondando, golpeando las puertas como borrachos, y
desconcertados penetrando en la misma casa dos o tres veces
en una hora. La urgencia de la naturaleza les llevaba a
morder cualquier cosa, y lo que sería rechazado por los más
sucios de la creación bruta de buena gana lo recogían para
comerlo. Al final, no pudieron refrenarse de comer ni
siquiera los cinturones y los zapatos, y arrancaban y
masticaban el cuero mismo de sus escudos. A algunos les
servían de alimento las briznas de paja vieja; porque las
fibras eran recogidas y las cantidades más pequeñas eran
vendidas por cuatro piezas de Ática.
Pero, por qué hablar del hambre como despreciable
restricción en el uso de lo inanimado, cuando estoy a punto
de relatar un caso de ella para el cual, en la historia de
los griegos y los bárbaros, no se encuentra paralelo, y que
es tan horrible de relatar e increíble de oír? Ciertamente,
con gusto habría omitido mencionar lo sucedido, no fuera a
ser que las generaciones futuras pensaran que yo me ocupaba
de lo maravilloso, si no tuviese innumerables testigos entre
mis contemporáneos. Además, haría a mi pueblo un flaco favor
si suprimiera la narración de las calamidades que en
realidad sufrió". (5)
Que nuestro Señor tenía en mente los horrores que
habrían de descender sobre los judíos durante el sitio, y no
ningún acontecimiento subsiguiente al final del tiempo, es
perfectamente claro por las palabras finales del versículo 21:
"Ni la habrá".
(c) Los discípulos advertidos contra los falsos
profetas
Mateo
24:23-28
"Entonces, si
alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o
mirad, allí está, no lo creáis. Porque se se
levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y
harán grandes señales y prodigios, de tal manera que
engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya
os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: Mirad,
está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en
los aposentos, no lo creáis. Porque como el
relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el
occidente, así será también la venida del Hijo del
Hombre. Porque dondequiera que estuviere el cuerpo
muerto, allí se juntarán las águilas".
|
Marcos
13:21-23
"Entonces si
alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o,
mirad, allí está, no le creáis. Porque se levantarán
falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y
prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los
escogidos. Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo
antes".
|
Todavía no hemos encontrado ninguna interrupción en la
continuidad del discurso; ni la más ligera indicación de que
ha tenido lugar una transición hacia algún otro tema o algún
otro período. La narración es perfectamente homogénea y
consecutiva, y fluye hacia adelante sin apartarse ni a la
derecha ni a la izquierda.
Lo mismo es cierto con respecto a la sección que
ahora nos ocupa. La mera primera palabra indica continuidad.
"Entonces" [to,te], y cada una de las palabras subsiguientes
está claramente dirigida a los discípulos mismos, para su
advertencia e instrucción personales. Es claro que nuestro
Señor les da indicios de lo que ocurriría en breve, o por lo
menos lo que podían esperar ver con sus propios ojos si
estaban vivos. Es una vívida representación de lo que en
realidad ocurrió en los últimos días de la comunidad judía.
Los desdichados judíos, y especialmente el pueblo de
Jerusalén, eran alentados con falsas esperanzas por impostores
especiosos que infestaban el país y trajeron ruina sobre sus
miserables primos. Tal era el engaño producido por las
jactanciosas pretensiones de estos impostores que, como nos
enteramos por Josefo, cuando el templo estaba de veras en
llamas, una vasta multitud del pueblo engañado cayó víctima de
su credulidad. El historiador judío afirma:
"De tan grande
multitud, ni uno solo escapó. Su destrucción fue causada por
un falso profeta, que en aquel día proclamó, a los que
permanecían en la ciudad, que 'Dios les había mandado que
subieran al templo, donde recibirían las señales de su
liberación'. En ese tiempo había muchos profetas sobornados
por los tiranos para que engañaran al pueblo, diciéndoles
que esperaran ayuda de Dios, para que hubiese menos
deserciones, y para que los que no tenían ni temor ni
control fueran alentados con esperanzas. Bajo la presión de
la calamidad, el hombre en seguida cede a la persuasión,
pero cuando el engañador le presenta la liberación de males
apremiantes, entonces el sufriente es completamente influido
por la esperanza. Fue así como los impostores y pretendidos
mensajeros del cielo engañaron a los desdichados en aquel
tiempo". (6)
Nuestro Señor advierte a sus discípulos que su
venida a aquella escena de juicio sería conspicua y repentina
como el relámpago, que se revela y parece estar en todas
partes al mismo tiempo. "Porque", añade, "dondequiera que
estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas".
Esto es, dondequiera que se encontraran los culpables y
devotos hijos de Israel, allí les abrumarían los destructores
ministros de la ira, las legiones romanas.
(d)
La
llegada del "fin", o la catástrofe de Jerusalén
Mateo
24:29-31
"E inmediatamente
después de la tribulación de aquellos días, el sol
se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y
las estrellas caerán del cielo, y las potencias de
los cielos serán conmovidas. Enonces aparecerá la
señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces
lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al
Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo,
con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con
gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de
los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta
el otro".
|
Marcos
13:24-27
"Pero en aquellos
días, después de aquella tribulación, el sol se
oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las
estrellas caerán del cielo, y las potencias que
están en los cielos serán conmovidas. Entonces verán
al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran
poder y gloria. Y entonces enviará sus ángeles, y
juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde
el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo".
|
Lucas
21:25-28
"Entonces habrá
señales en el sol, en la luna, y en las estrellas, y
en la tierra angustia de las gentes, confundidas a
causa del bramido del mar y de las olas,
desfalleciendo los hombres por el temor y la
expectación de las cosas que sobrevendrán en la
tierra; porque las potencias de los cielos serán
conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que
vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando
estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad
vuestra cabeza, porque vuestra redención está
cerca".
|
Aquí también la fraseología prohibe absolutamente la idea de
cualquier transición del tema de que se habla a otro. No hay
nada que indique que la escena ha cambiado, o que un nuevo
tema ha sido introducido. La sección que tenemos delante se
conecta con toda claridad con la "gran tribulación" de que se
habla en el versículo 21 de Mateo 24, y es inadmisible suponer
cualquier intervalo de tiempo en vista de la presencia del
adverbio "inmediatamente" (e.uqe,uj de). Pero la escena de la
gran tribulación es innegablemente Jerusalén y Judea (ver. 15,
16), de manera que no hay lugar para ninguna interrupción en
el tema del discurso. Nuevamente, en el versículo 30, leemos
que "lamentarán todas las tribus de la tierra [pa/sai
ai, fulai. th/j gh/j], refiriéndose evidentemente a la
población del territorio de Judea; y nada puede ser más
forzado ni antinatural que hacer que la expresión incluya,
como hace Lange, a "todas las razas y todos los pueblos" del
globo terráqueo. El sentido restringido de la palabra (gh)
[=tierra] en el Nuevo Testamento es común; y cuando está
conectada, como lo está aquí, con la palabra "tribus"
[fulaii], su limitación a la tierra de Israel es obvia. Esta
es la posición adoptada por el Dr. Campbell y Moses Stuart, y
en realidad se explica por sí sola. Encontramos una expresión
similar en Zac. 12:12 - "Todas las familias [tribus] de la
tierra", donde su sentido restringido es obvio e indiscutible.
Los dos pasajes son, de hecho, exactamente paralelos, y nada
podría ser más confuso que entender la frase como si incluyera
a "todas las razas de la tierra". La estructura del discurso,
pues, resiste inflexiblemente la suposición de un cambio de
tema. Tiempo, lugar, circunstancias, todo continúa lo mismo.
Por lo tanto, es con no fingido asombro que encontramos a Dean
Alford comentando de la siguiente manera: "Toda la dificultad
que se ha supuesto que esta palabra [inmediatamente -
e.uqe,wj] involucra ha surgido de confundir el cumplimiento de
la profecía con su cumplimiento último. La importante
inserción en los ver. 23, 24 de Lucas 21 nos muestra que la
'tribulación' [qliyij] incluye a o.rgh. e,n tw/law tou,tw (ira
sobre este pueblo), qur todavía está siendo infligida, y el
hollamiento de Jerusalén por los gentiles, continúa todavía; e
inmediatamente después de aquella tribulación, que
sucederá cuando se llene la copa de iniquidad de los
gentiles, y cuando este evangelio haya sido
predicado por testimonio, y rechazado por los gentiles,
sucederá la venida del Señor mismo ... (La expresión en Marcos
indica igualmente un intervalo considerable - en aquellos días
después de aquella tribulación). Siéndo conocidos de Él el
hecho de su venida y sus circunstancias acompañantes, pero
desconocido el tiempo exacto, habla sin tener en cuenta el
intervalo, que sería empleado en espera de Él hasta que todas
las cosas sean puestas bajo sus pies", etc. (7)
Puede decirse que en este comentario hay casi tantos
errores como palabras. En realidad, no es la explicación de
una profecía cuanto una profecía hecha por el propio
comentarista. Primero, está la hipótesis sin fundamento de su
doble sentido, su cumplimiento parcial y su
cumplimiento final, para lo cual no hay fundamento en
el texto, sino que es una mera suposición arbitraria y
gratuita. Luego, tenemos su "tribulación", no "acortada",
como declara el Señor, sino prolongada, de modo que
todavía continúa en la actualidad. Cuando se hace que la
palabra "inmediatamente" se refiera a un período que todavía
no ha llegado, de modo que entre el ver. 28 y el ver. 29,
donde el ojo por sí solo no puede percibir ningún rastro de
línea de transición, el crítico intercala un inmenso período
de más de dieciocho siglos, con la posibilidad de duración
infinita, además. Más todavía. Tenemos una contradicción
implícita de la afirmación de Pablo de que el evangelio fue
predicado "en todo el mundo" (Col. 1:5, 23), y la suposición
de que el evangelio ha de ser rechazado por los gentiles.
Luego el comentarista descubre que Marcos sugiere un
"considerable intervalo", mientras que Marcos dice
expresamente "en aquellos días, después de aquella
tribulación" [en ekeinaij taij hmeraij meta thn qliyin
ekeinhn], imposibilitando en absoluto cualquier intervalo, y
por último tenemos lo que parece una excusa por la veracidad
de la predicción, con el argumento de que nuestro Señor, no
sabiendo el momento en que tendría lugar su venida, "habla sin
tener en cuenta el intervalo", etc.
Es obvio que, si esta es la manera en que la
Escritura ha de ser interpretada, las leyes ordinarias de
exégesis deben ser echadas a un lado por inútiles. El mejor
intérprete es el adivinador más osado. ¿Hay algún libro
antiguo que un gramático pueda tratar así? ¿No sería declarado
intolerable y anticrítico si se tomara tales libertades con
Homero o con Platón? ¿No sería burla proponer tales acertijos
a los discípulos como respuesta a su pregunta: "¿Cuándo serán
estas cosas?"?
¿Cómo podían ellos saber de cumplimientos parciales
y finales, y dobles sentidos? ¿Qué efecto se
produciría en sus mentes, excepto amarga perplejidad y
desconcierto? No podemos evitar protestar contra tal
tratamiento de las palabras de la Escritura, por ser, no sólo
nada erudito y nada crítico, sino presuntuoso e irreverente al
más alto grado.
Pero, se nos contesta, el carácter del lenguaje de
nuestro Señor en este pasaje requiere esta aplicación a una
grande y terrible catástrofe que está todavía en el futuro, y
puede entenderse correctamente nada menos que de la disolución
total de la estructura del universo y del fin todas las cosas.
¿Cómo puede alguien pretender, se dice, que el sol se ha
oscurecido, que la luna ha dejado de dar su resplandor, que
las estrellas han caído del cielo, que el Hijo del hombre ha
sido visto en las nubes del cielo con poder y gran gloria?
¿Ocurrieron estos fenómenos en la destrucción de Jerusalén, o
pueden aplicarse a cualquier cosa menos la consumación de
todas las cosas?
Argumentar de esta manera es perder de vista la
naturaleza misma y el espíritu de la profecía. El símbolo y la
metáfora pertenecen a la gramática de la profecía, como lo
debe saber todo lector de los profetas del Antiguo Testamento.
¿No es razonable que la destrucción de Jerusalén fuera
presentada en lenguaje tan vivo y retórico como la destrucción
de Babilonia, o Bosra, o Tiro? ¿Cómo entonces describe el
profeta Isaías la caída de Babilonia?
"He aquí el
día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de
ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a
sus pecadores. Por lo cual las estrellas de los cielos y
sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al
nacer, y la luna no dará su resplandor.... Porque haré
estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar,
en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día
del ardor de su ira" (Isa. 13:9, 10, 13).
Se verá en seguida que las imágenes empleadas en
este pasaje son casi idénticas a las de nuestro Señor. Por lo
tanto, si estos símbolos eran correctos para representar la
caída de Babilonia, ¿por qué serían incorrectos para describir
una catástrofe aun mayor, la destrucción de Jerusalén?
Consideremos otro ejemplo. El profeta Isaías anuncia la
desolación de Bosra, la capital de Edom, con el siguiente
lenguaje:
"Y los montes
se disolverán por la sangre de ellos ... Y todo el
ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los
cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se
cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera.
Porque en los cielos se embriagará mi espada; he aquí que
descenderá sobre Edom en juicio, y sobre el pueblo de mi
anatema", etc. (Isa. 34:4,5).
Aquí tenemos nuevamente las mismas imágenes usadas
por nuestro Señor en su discurso profético. Y si la
suerte de Bosra pudo ser descrita correctamente en un lenguaje
tan elevado, ¿por qué debe considerarse extravagante emplear
términos similares al describir la suerte de Jerusalén?
Nuevamente, el profeta Miqueas habla de una "venida del Señor"
para juzgar y castigar a Samaria y a Jerusalén - una venida
para juicio que incuestionablemente había tenido lugar mucho
antes del tiempo de nuestro Salvador - ¡y con qué magnífico
lenguaje representa esta escena!
"Porque he
aquí, Jehová sale de su lugar, y descenderá y hollará las
alturas de la tierra. Y se derretirán los montes debajo de
él, y los valles se hendirán como la cera delante del
fuego, como las aguas que corren por un precipicio" (Miq.
1: 3,4).
Sería fácil multiplicar ejemplos de esta cualidad
característica del lenguaje profético. La naturaleza de la
profecía es la de la poesía, y representa los acontecimientos,
no en el estilo prosaico del historiador, sino en las vívidas
imágenes del poeta. Añádase a esto que la Biblia no habla con
la corrección fría y lógica de los pueblos occidentales, sino
con el fervor tropical del oriente espléndido. Pero sería
incorrecto llamar a tal lenguaje extravagante o sobrecargado.
La grandiosidad moral de los acontecimientos que tales
símbolos representan puede ser más correctamente descrita como
convulsión y cataclismo en el mundo natural. Ni es necesario
construir una gramática de simbologías y una analogía para
cada jeroglífico sagrado, por medio de las cuales traducir
cada metáfora particular a su equivalente correcto, porque
esto sería convertir la profecía en alegoría. Las siguientes
observaciones sobre el lenguaje figurado de la Escritura son
sensatas. "Lo que es grandioso en la naturaleza se usa para
expresar lo que es digno e importante entre los hombres -
cuerpos celestes, montañas, árboles majestuosos, reinos, o los
que están en posición de autoridad ... Los cambios políticos
son representados por terremotos, eclipses, tempestades, el
convertirse las aguas y los mares en sangre". (8)
La conclusión, entonces, a la que somos llevados
irresistiblemente, es que las imágenes empleadas por nuestro
Señor en su discurso profético no son inapropiadas para
describir la disolución del estado y el gobierno judíos, que
tuvo lugar en la destrucción de Jerusalén. Son apropiadas
porque concuerdan con el estilo reconocido de los antiguos
profetas, y también porque la grandiosidad moral del
acontecimiento es tal que justifica el uso de tal lenguaje en
este caso particular.
Pero podemos ir más allá, y afirmar que la imágenes
son, no sólo apropiadas al aplicárselas a la destrucción de
Jerusalén, sino que esta es su aplicación verdadera y
exclusiva. No encontramos ningún vestigio ni indicación de que
nuestro Señor tuviese en mente ningún significado ulterior u
oculto. Pero sí encontramos que difícilmente hay algún rasgo
de esta sublime y tremenda descripción que Él mismo ya no
hubiese anticipado, y fijado en su aplicación a un suceso
particular y a un tiempo en particular. Compare el lector
cuidadosamente la descripción que se da en el pasaje que nos
ocupa, del "Hijo del hombre viniendo en las nubes del cielo,
con poder y gran gloria" (Mat. 24:30) (9) con la declaración
de nuestro Señor (Mat. 16:27) - "Porque el Hijo del Hombre
vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles" - un
acontecimiento que Él afirma expresamente sería presenciado
por algunos de los discípulos que entonces vivían. Nuevamente,
el enviar a sus ángeles a reunir a los escogidos corresponde
exactamente a la representación de lo que tendría lugar en la
"siega" al final del eón, como se describe en las parábolas de
la cizaña y la red (Mat. 12:41-50). "Enviará el Hijo del
Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que
sirven de tropiezo, y a todos los que hacen iniquidad". "Así
será al fin del siglo [eón]: saldrán los ángeles, y apartarán
a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de
fuego". Aquí la profecía y la parábola representan la misma
escena, el mismo período: ambos hablan del fin de la era o
época, no del fin del mundo o del universo material; y ambos
hablan de la gran época judicial diciendo que se ha
acercado. Con cuánta claridad Lucas, en su registro de
la profecía del Monte de los Olivos, representa la gran
catástrofe como ocurriendo durante la vida de los discípulos:
"Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad
vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca" (Lucas
21:28). ¿No fueron dichas estas palabras a los discípulos, que
escuchaban el discurso? ¿No se les aplicaban a ellos? ¿Hay en
alguna parte una sospecha siquiera de que se referían a otro
auditorio, a miles de años de distancia, y no al ansioso grupo
que bebía las palabras de Jesús? Ciertamente, tal hipótesis
lleva colgada al frente su propia refutación.
Pero, como para impedir toda posibilidad de
equivocación o error, en el siguiente párrafo nuestro Señor
traza alrededor de su profecía una línea tan clara y tan
palpable, encerrándola por completo dentro de un límite tan
definido y claro, que debería ser decisivo para zanjar toda la
cuestión.
(e) La parusía ha de tener
lugar antes de que pase la actual generación
Mateo
24:32-41
"De la higuera
aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna,
y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
Así también vosotros, cuando veáis todas estas
cosas, conoced que está cerca, a las puertas.
De cierto os digo que no pasará
esta generación sin que todo esto acontezca".
|
Marcos
13:28-30
"De la higuera
aprended la parábola. Cuando ya su rama está tierna,
y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas
cosas, conoced que está cerca, a las puertas.
De cierto os
digo, que no pasará esta generación hasta que todo
esto acontezca".
|
Lucas
11:29-32
"También les dijo
una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.
Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros
mismos que el verano está ya cerca. Así también
vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas,
sabed que está cerca el reino de Dios.
De cierto os
digo, que no pasará esta generación hasta que todo
esto acontezca".
|
Si este lenguaje,
pronunciado en una ocasión tan solemne, y que es de una
importancia tan precisa y expresa, no afirma la estrecha
cercanía del gran acontecimiento que ocupa el discurso entero de
nuestro Señor, entonces las palabras no tienen ningún
significado. Primero, la parábola de la higuera indica que, así
como las ramas tiernas en los árboles anuncian la cercanía del
verano, así también las señales que él acababa de especificar
anunciarían que la consumación predicha estaba cerca. Ellos, los
discípulos a quienes Jesús estaba hablando, habrían de ver
aquellas señales, y cuando las vieran, reconocerían que el fin
estaba cerca, a las puertas. Luego, nuestro Señor hace
un resumen, con una afirmación calculada para eliminar todo
vestigio de duda o incertidumbre:
"DE CIERTO OS DIGO, QUE NO PASARÁ ESTA GENERACIÓN SIN
QUE TODO ESTO
ACONTEZCA"
Uno supondría
razonablemente que, después de una nota de tiempo tan clara y
expresa, no habría lugar para la controversia. Nuestro Señor
mismo ha dirimido la cuestión. Noventa y nueve personas de cada
cien sin duda entenderían sus palabras en el sentido de que la
catástrofe predicha ocurriría durante la vida de la generación
existente. No que todos vivirían probablemente para
presenciarlo, sino que la mayoría o muchos de ellos
estarían vivos cuando aquello ocurriese. No puede haber duda de
que ésta sería la interpretación que los discípulos le darían a
sus palabras. A menos, por lo tanto, que nuestro Señor se
propusiera deconcertar a sus discípulos, les dio a entender
claramente que su venida, el juicio de la nación judía, y el fin
de aquella época, ocurrirían antes de que aquella generación
hubiese pasado por completo, o sea, dentro de los límites de su
propia existencia. Como ya hemos visto, esta no era una idea
nueva, sino una idea que él mismo había expresado antes.
Sin embargo, lejos
de aceptar esta decisión de nuestro Salvador como final, los
comentaristas han resistido violentamente lo que parece ser el
significado natural y sensato de sus palabras. Han insistido en
que, porque los sucesos predichos no ocurrieron así en aquella
generación, la palabra generación (genea) no puede
significar lo que generalmente se entiende que significa, la
gente de aquella era o aquel período particular, los
contemporáneos de nuestro Señor. Afirmar que estas cosas no
ocurrieron es dar la respuesta por sentada, y algo más.
Pero entendemos
que a los gramáticos les toca no ser aprensivos de posibles
consecuencias, sino establecer el verdadero significado de las
palabras. Sin peligro, podemos dejar que las predicciones de
nuestro Señor se cuiden por sí solas; a nosotros nos toca tratar
de entenderlas.
Muchos argumentan
que en este lugar la palabra genea debe traducirse como
"raza, o "nación", y que las palabras de nuestro Señor
sólo significan que la raza o nación judía no pasaría, o no
perecería, sino hasta que ocurrieran las predicciones que Jesús
había pronunciado. Este es el significado que Lange, Stier,
Alford, y muchos otros expositores, le atribuyen a la palabra, y
que es sostenido con conspicua capacidad y copiosa erudición por
Dorner en su tratado "Do Oratione Christi Eschatologica". No hay
duda de que es verdad que la palabra genea, como muchas
otras, tiene diferentes matices de significado, y que, a veces,
en la Septuaginta y los autores clásicos, puede referirse a una
nación o a una raza. Pero creemos que es demostrable, sin sombra
de duda, que la expresión "esta generación", tan a
menudo empleada por nuestro Señor, siempre se refiere única y
exclusivamente a sus contemporáneos, el pueblo judío de su
propia época. Puede dejarse sin peligro al honesto juicio
de cada lector, sea erudito en griego o no, decidir si esto es o
no así. Pero, como el punto es de gran importancia, puede ser
deseable aducir las pruebas de este aserto.
1. En el discurso
final de nuestro Señor al pueblo, pronunciado el mismo día que
su discurso del Monte de los Olivos, declaró: "Todo esto vendrá
sobre esta generación" (Mat. 23:36). Ningún comentarista ha
propuesto jamás entender esto como que se refiere a otra que no
sea la generación existente.
2. "¿A qué
compararé esta generación?" (Mat. 11:6). Aquí admiten Lange y
Stier que la palabra se refiere a "la última generación de
Israel entonces existente" (Lange, in loc, Stier,
vol. ii, 98).
3. "La generación
mala y adúltera demanda señal". "Los hombres de Nínive se
levantarán en el juicio con esta generación". "La reina
del Sur se levantará en el juicio con esta generación".
"Así también acontecerá a esta mala generación" (Mat.
12:39, 41, 42, 45).
En estos cuatro
pasajes, Dorner trata de establecer que nuestro Señor no está
hablando de sus contemporáneos, los hombres de su propia época.
"Porque" - dice - "los gentiles (los habitantes de Nínive y la
reina del Sur) se oponen a los judíos; por lo tanto, "esta
generación" [h, genea.a[uth] "debe significar la nación
o raza de los judíos" (Dorner, Orat. Christ. Esch., p.
81). Su argumento, sin embargo, no es convincente. Ciertamente
la generación que demandaba señal era la que entonces
existía; ¿y puede suponerse que era contra cualquier otra
generación, diferente de la que resistía predicaciones como la
de Juan el Butista y de Cristo, que los gentiles habrían de
levantarse en juicio? Hay una sola interpretación posible de las
palabras de nuestro Señor, y es la de que sus palabras se
refieren a su propios perversos e incrédulos contemporáneos.
4. "Para que se demande de esta generación
la sangre de todos los profetas" (Lucas 11:50, 51).
Aquí Dorner mismo
admite que es de la generación existente (hoc ipsum hominum
ovum) de la que se dicen estas palabras (p. 41).
5. "Porque el que se avergonzare de mí y de mis
palabras en esta generación adúltera y pecadora" (Marcos
8:38).
6. "Pero primero
es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta
generación" (Lucas 17:25). Sólo es necesario citar estos
pasajes para establecer que Jesús sólo se refiere a la
generación particular que rechazó al Mesías.
Estos son todos
los ejemplos en los que ocurre la expresión "esta generación"
en los dichos de nuestro Señor, y estos ejemplos establecen, más
allá de todo cuestionamiento razonable, la referencia de las
palabras en la importante dclaración que ahora consideramos.
Pero, supongamos que adoptáramos la traducción propuesta, y
aceptáramos que genea significa raza, ¿qué propósito o
significado tendría entonces la predicción? ¿Puede alguien creer
que la afirmación que nuestro Señor hizo tan solemnemente: "De
cierto os digo", etc. no equivale más que a esto: "La raza
hebrea no se habrá extinguido sino hasta que todas estas cosas
se hayan cumplido"? Imaginemos a un profeta en nuestro propio
tiempo prediciendo una gran catástrofe en la cual Londres sería
destruido, la catedral de San Pablo y las Cámaras del Parlamento
serían arrasadas, y se perpetraría una terrible matanza de los
habitantes; y que cuando se le preguntase: "¿Cuándo sucederán
estas cosas?" contestase: "¡La raza anglosajona no se extinguirá
sino hasta que todas estas cosas se hayan cumplido!" ¿Sería ésta
una respuesta satisfactoria? ¿No sería una respuesta como ésta
considerada como despectiva para el profeta, y como una afrenta
para sus oyentes? ¿No tendrían ellos razón para decir: "¡No hay
peligro en profetizar cuando el suceso es colocado a una
interminable distancia!"? Pero la mera suposición de tal sentido
en la predicción de nuestro Señor demuestra que es un reductio
ad absurdum. ¿Era para esto que los discípulos debían
esperar y velar? ¿Era ésta la lección que enseñaba la parábola
de la higuera? ¿No era sino hasta que la raza judía estuviese a
punto de extinguirse que ellos debían "erguirse, y levantar sus
cabezas"? Una hipótesis tal es su propia refutación.
Nos sostenemos,
por lo tanto, en la única interpretación sostenible y posible,
la que entendemos que nuestro Señor tenía en mente, en la que,
en otras tantas palabras, Él dice que los acontecimientos
especificados en su predicción ocurrirían con toda certeza
antes de que pasara por completo la generación actual.
Esta es la única interpretación que las palabras soportan; todas
las demás involucran forzar el lenguaje y hacer violencia a la
interpretación. Además, la interpretación está en armonía con la
uniforme enseñanza de nuestro Salvador. Mucho tiempo antes,
había asegurado a sus discípulos que algunos de ellos vivirían
para presenciar su retorno en gloria (Mat. 16:27, 28).
Les había dicho
que, antes de que hubiesen completado su misión apostólica a las
ciudades de Israel, el Hijo del hombre vendría (Mat. 10:23).
Había declarado que toda la sangre derramada sobre la tierra,
desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, sería
requerida de aquella generación (Mat. 23:35, 36). Era,
por lo tanto, de aquella generación de la cual hablaba.
Jamás debe olvidarse que había algo especial en aquella
generación. Era la última y la peor de todas las generaciones de
Israel, que había heredado la culpa de todas sus predecesoras, y
estaba a punto de ser visitada con juicios señalados y sin
paralelo. Si la catástrofe predicha ocurrió o no, es otra
cuestión, que será considerada en su propio lugar. (10)
Otras
interpretaciones que se han sugerido, como la de la "raza
humana", "la generación de los justos", y "la generación de los
impíos", no requieren discusión.
Puede que se
necesite decir una palabra o dos con respecto al tiempo que
cubre una generación. Por supuesto, no es una medida de tiempo
exacta, como una década o un siglo, sino que posee cierta
cualidad de indefinición o elasticidad, pero dentro de ciertos
límites, digamos de treinta o cuarenta años. En el libro de
Números, encontramos que la generación que provocó que el Señor
le excluyera de la tierra de Canaán, y que fue condenada a caer
en el desierto, habría de morir en el espacio de cuarenta años.
En el Salmo 95 leemos: "Cuarenta años estuve disgustado con la
nación". En la tabla genealógica que da Mateo, tenemos
información para estimar la duración de una generación. Allí
encontramos que "desde la deportación a Babilonia hasta Cristo",
hubo catorce generaciones. (Mat. 1:17). Ahora, se dice que la
fecha de la cautividad, en el reino de Sedequías, fue cerca del
año 586 a. C., lo cual, dividido entre catorce, da cuarentiún
años y fracción como duración promedio de cada generación. La
guerra judía bajo el emperador Nerón estalló en el año 66 d. C.,
y suponiendo que nuestro Señor haya tenido como treinta y tres
años de edad cuando fue crucificado, esto nos daría un espacio
de como treinta y tres años en que las señales que anunciaban la
aproximación del "fin" comenzaron "a suceder". La destrucción
del templo y la ciudad de Jerusalén tuvo lugar en septiembre del
año 70 d. C., esto es, como treinta y siete años después de la
profecía del Monte de los Olivos, un espacio de tiempo que
satisface ampliamente los requisitos del caso. No es ni tan
corto que sea inapropiado decir: "No pasará esta generación",
etc., ni tan largo que exceda la duración de la vida de muchos
que podrían haber visto y oído al Salvador, o la vida de los
mismos discípulos.
"Aquella generación" ciertamente habría
estado pasando, pero no habría pasado por completo.
(f)
Certeza de la consumación, pero incertidumbre de su fecha
precisa
Mateo
24:35, 36
"El cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero
del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de
los cielos, sino sólo mi Padre".
|
Marcos
13:31, 32
"El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán. Pero de aquel día y
de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que
están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre".
|
Lucas
21:33
"El cielo y la
tierra pasarán,. pero mis palabras no pasarán".
|
Aunque nuestro Señor ha definido los límites de tiempo dentro de
los cuales tendría lugar la consumación predicha, queda un
cierto grado de indefinición con respecto al momento de su
llegada. Él no especifica la fecha exacta, ni "la hora, ni el
día", ni siquiera el mes del año. Esto no significa que la
cuestión entera del tiempo haya quedado sin especificar: se
refiere meramente a la fecha precisa. La consumación habría de
caer dentro del término de la generación existente, pero la hora
precisa en que el campanazo de condenación sonaría no fue
revelada a hombre, ni a ángel, ni (lo que es aún más extraño) al
mismo Hijo del hombre. Era el secreto que el Padre "puso en su
sola potestad". Sin duda, había suficientes razones para esta
reserva. Haber especificado "el día y la hora" - haber dicho:
"En el año treinta y siete, en el mes sexto, al octavo día del
mes, la ciudad será tomada y el templo destruido a fuego" - no
sólo habría sido inconsistente con la manera de la profecía,
sino que habría quitado una de las más fuertes motivaciones para
la vigilancia constante y la oración - la incertidumbre del
momento preciso.
(g) Lo repentino de la parusía, y el llamado a
estar vigilantes
Mateo
24:37-42
"Mas como en los
días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.
Porque como en los días antes del diluvio estaban
comiendo y bebiendo, casándose y dándose en
casamiento, hasta el día en que Noé entró en el
arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y
se los llevó a todos, así será también la venida del
Hijo del Hombre. Entonces estarán dos en el campo;
el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos
mujeres estarán moliendo en un molino; la una será
tomada, y la otra dejada. Velad, pues, porque no
sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor".
|
Lucas
17:26-37
"Como fue en los
días de Noé, así también será en los días del Hijo
del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en
casamiento, hasta el día en que entró Noé en el
arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.
Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían,
bedbían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del
cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así
será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.
En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes
en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el
campo, asimismo no vuelva atrás. Acordaos de la
mujer de Lot. Todo el que procure salvar su vida, la
perderá; y todo el que la pierda, la salvará. Os
digo que en aquella noche estarán dos en una cama;
el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos
mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada,
y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno
será tomado, y el otro dejado.
Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde,
Señor? Él les dijo: Donde
estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán también
las águilas".
|
<>
Mateo
24:42
"Velad, pues,
porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro
Señor".
|
Marcos
13:33,35-37
"Mirad, velad, y
orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo. Velad,
pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la
casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto
del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de
repente, no os halle durmiendo. Y lo que digo a
vosotros, a todos lo digo: Velad".
|
Lucas
21:34-36
"Mirad también por vosotros
mismos, que vuestros corazones no se carguen de
glotonería y embriaguez y de los afanes de esta
vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
Porque como un lazo vendrá sobre todos los que
habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad,
pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por
dignos de escapar de todas estas cosas que
vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del
Hombre".
|
Todas las representaciones dadas por nuestro Señor de la
catástrofe venidera y sus acontecimientos concomitantes implican
que tomarían a los hombres por sorpresa. Así como el diluvio
vino de repente sobre los antediluvianos, y la tormenta de fuego
y azufre cayó sobre las ciudades de la llanura, así también la
catástrofe final alcanzaría a Jerusalén y a Judea a una hora
inesperada, cuando los negocios y los placeres de la vida
ocupasen las manos y los corazones de los hombres. En Lucas 17,
tenemos tenemos el registro más completo del discurso de nuestro
Señor sobre este punto. Si el pasaje de Lucas fue traspuesto por
él desde su conexión original, o si nuestro Señor pronunció las
mismas palabras en ocasiones separadas, no es asunto que nos
concierna particularmente aquí. Neander es de opinión que "Lucas
proporciona la conexión natural de estas palabras", y que en
Mateo "están puestas con muchos otros pasajes similares que se
refieren a la última crisis". (11) Dudamos de esto; pero, soslayando esta cuestión, una
cosa es indudable, a saber, que tanto Mateo como Lucas describen
la misma cosa, el mismo período, la misma catástrofe. Es
sorprendente encontrar a Alford afirmando, en relación con el
pasaje de Lucas: "No hay una sola palabra en todo esto acerca de
la destrucción de Jerusalén". Sería más correcto decir: "Cada
una de las palabras en este pasaje habla de la destrucción de
Jerusalén". Obsérvese la nota de tiempo tan claramente marcada
por nuestro Señor: "Pero primero es necesario que padezca mucho,
y sea desechado por esta generación" (Lucas 17:25).
¿Cuál otra catástrofe pertenece al período de esa generación,
que podría correctamente compararse con la destrucción del mundo
antediluviano por medio de un diluvio de aguas, y con la
destrucción de Sodoma y Gomorra por medio de un diluvio de
fuego?
De la certeza y lo
repentino de la cercana consumación, nuestro Señor extrae la
lección que impresiona en sus discípulos - la necesidad de estar
vigilantes. Aquí pronuncia por primera vez la amonestación que
desde aquel tiempo nunca dejó de ser la consigna de sus
discípulos a través de la era apostólica: "¡Velad y orad!"
Descubriremos cuán constante y urgentemente dirigían los
apóstoles este llamado a los fieles en sus días, y cómo se
repite constantemente, hasta el último momento en que captamos
el sonido de una voz apostólica. Esta vigilancia era esencial
para la seguridad de los seguidores de Jesús, porque, tan súbita
sería la catástrofe, que alcanzaría a los no preparados y a los
descuidados, como aves que son atrapadas en una red. "Porque
como lazo vendrá sobre todos los que moran en la faz de toda la
tierra (pashj thj ghj) - palabras que sugieren claramente la
naturaleza local del acontecimiento.
En la historia de
Josefo, tenemos un notable comentario sobre este pasaje. Dando
cuenta del prodigioso número de los masacrados durante el sitio
de Jerusalén - un millón cien mil - dice: "De éstos, la mayor
parte eran de sangre judía, aunque no nativos del lugar.
Habiéndose congregado desde todas partes del país para la fiesta
de los panes sin levadura, fueron súbitamente rodeados por
la guerra. En esta ocasión, la nación entera había
sido encerrada, como en una prisión, por el destino; y la
guerra encerró a la ciudad cuando ésta estaba atestada de
gente". (12)
Es imposible concebir una verificación más exacta de la
predicción de nuestro Señor (Lucas 21:35).
En todo esto,
observamos la continuación de aquel discurso personal directo
que demuestra que nuestro Señor hablaba a sus discípulos de
aquello que a ellos personalmente les concernía. No hay el más
leve asomo de que hubiese un significado "subterráneo" en sus
palabras, y de que cuando dijo "Jerusalén" y "esta generación" y
"vosotros", quisiera decir "el mundo" y "épocas distantes" y
"discípulos que todavía no han nacido".
En este punto,
Marcos y Lucas cierran su registro de la profecía del Monte de
los Olivos, y no puede negarse que la terminación es natural y
apropiada. Si embargo, en el evangelio de Mateo tenemos una
serie de parábolas añadidas al discurso de nuestro Señor, como
las que Él solía emplear para enseñar a la gente. Nos llama la
atención como un poco singular el hecho de que nuestro Señor
hablase a sus discípulos en parábolas, especialmente en esta
ocasión; y no es poco lo que hay que decir en favor de la
opinión de Neander, que "era peculiar que el editor de nuestro
Mateo en griego dispusiese juntos los dichos similares de Jesús,
aunque hubiesen sido pronunciados en diferentes ocasiones y en
diferentes circunstancias. Por lo tanto, no es necesario que nos
asombremos si encontramos imposible trazar líneas de distinción
en este discurso con entera exactitud; ni es necesario que tal
resultado nos lleve a interpretaciones forzadas, inconsistentes
con la verdad, y con el amor de la verdad. Es mucho más fácil
hacer tales distinciones en el relato de Lucas (cap. 21), aunque
esto no carece de dificultades. Al comparar Mateo con Lucas, sin
embargo, podemos trazar el origen de la mayoría de estas
dificultades al hecho de haber mezclado juntas diferentes
porciones, cuando los discursos de Cristo fueron dispuestos en
colecciones". (13)
Pero, sin discutir
esta cuestión, es muy evidente que las parábolas registradas por
Mateo en relación con este discurso, aunque no hubiesen sido
pronunciadas en esta ocasión particular, están estrictamente
relacionadas con el tema; mientras que, si este es su verdadero
lugar en la narración, su relación con el asunto que nos ocupa
es aún más estrecho e íntimo.
Ahora procedemos a
considerar las parábolas y los dichos parabólicos de nuestro
Señor, registrados en relación con esta profecía, principalmente
por Mateo.
(h) Los discípulos advertidos
de lo súbito de la parusía
Parábola del mayordomo fiel
Mateo
24:43-51
"Pero sabed esto,
que si el padre de familia supiese a qué hora el
ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar
su casa. Por tanto, también vosotros estad
preparados; poque el Hijo del Hombre vendrá a la
hora que no pensáis. ¿Quién es, pues, el siervo fiel
y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para
que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado
aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le
halle haciendo así. De cierto os digo que sobre
todos sus bienes le pondrá.
Pero si aquel
siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en
venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun
a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor
de aquel siervo en día que éste no espera, y a la
hora en que no sabe, y lo castigará duramente, y
pondrá su parte con los hipócritas; allí será el
lloro y el crujir de dientes".
|
Marcos
13:34-37
"Es como el
hombre que, yéndose lejos, dejó su casa, y dio
autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al
portero mandó que velase.
Velad, pues,
porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa;
si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del
gallo, o a la mañana; para que cuando venga de
repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros
digo, a todos l digo: Velad".
|
Lucas
12:39-46
"Pero sabed esto,
que s supiese el padre de familia a qué hora el
ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no
dejaría velar su casa. Vosotros, pues, también estad
preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo
del Hombre vendrá.
Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola
a nosotros, o también a todos? Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y
prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para
que a tiempo les de su ración? Bienaventurado aquel
siervo al cual, cuando su señor venga, le halle
haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre
todos sus bienes. Mas si aquel siervo dijere en su
corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a
golpear a los criados y a las criadas, y a comer y
beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo
en día que éste no espera, y a la hora que no
sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los
infieles".
|
Se verá que este dicho parabólico de nuestro Señor está
registrado en una relación bastante diferente por Mateo y por
Lucas. La semejanza verbal, sin embargo, es demasiado exacta
para hacer probable que fuese pronunciado en dos ocasiones
diferentes. La más ligera atención satisfará al lector de que el
informe de Lucas es el más completo y circunstancial, y que él
le asigna su verdadera posición cronológica. Esto se ve por el
hecho de que la pregunta de Pedro, registrada sólo por Lucas,
dio lugar a las observaciones concluyentes de nuestro Señor, las
cuales, como las presenta Mateo sin este eslabón, parecen algo
incoherentes y abruptas. Además, apenas podemos suponer que
Pedro, conversando en privado con sólo otros tres discípulos en
compañía del Señor, preguntase: "¿Dices esta palabra a nosotros,
o también a todos?" - una pregunta que era de lo más natural
cuando, como nos lo dice Lucas, Jesús hablaba a sus discípulos
en presencia de una gran multitud. (Lucas 12:1). Es digno de
notarse también que en Marcos 13:34-37, donde podemos detectar
trazas de esta parábola, la pregunta de Pedro es contestada
claramente: "Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: Velad",
una afirmación que estaría fuera de lugar cuando nuestro Señor
hablaba a cuatro personas, pero bastante apropiada cuando
hablaba a una multitud.
No hay ninguna
impropiedad, por lo tanto, en suponer que Mateo, percibiendo las
palabras de Jesús, pronunciadas en otra ocasión, y que ilustran
admirablemente la necesidad de velar en vista de la venida del
Señor, las insertase en este discurso escatológico. Stier
sugiere que Marcos da un breve resumen de Mateo 24:43, con las
dos parábolas del siervo, Mat. 24:45-51 y 24:14, y aún con un
ligero eco de la parábola de las vírgenes. (14) No tenemos más razón para
esperar una disposición estrictamente cronológica en los
evangelistas que informes estrictamente al pie de la letra: ni
lo uno ni lo otro entraba en sus planes.
Pero lo que es
principalmente importante para nosotros es la relación de esta
parábola, si así se le puede llamar, entre el mayordomo de la
casa que vigila contra el ladrón de medianoche, y el discurso
precedente de nuestro Señor. Nada puede ser más evidente que
esta relación está entrelazada en la trama misma de ese
discurso. No se introduce ningún nuevo tema en el versículo
cuarenta y tres del capítulo veinticuatro de Mateo: ninguna
transición a otra catástrofe, ni otra venida, diferentes de las
que Él había estado hablando desde el principio. No hay ningún
hiato, ninguna interrupción, en la continuidad del discurso;
ninguna indicación de pasar del gran acontecimiento que absorbía
los pensamientos de los discípulos a otro en el muy distante
futuro. Parece increíble que cualquier juicio crítico eligiera a
Mateo 24:43 como el comienzo de un nuevo tema de discurso. Y sin
embargo, esto es lo que hace el Dr. Ed. Robinson, que dice:
"Aquí nuestro Señor hace una transición, y procede a hablar de
su venida final en el día del juicio. Esto se ve por el hecho de
que la materia de estas secciones es añadida por Mateo después
de que Marcos y Lucas han concluído sus informes paralelos
relativos a la catástrofe judía; y aquí Mateo comienza, con el
vers. 43, el discurso que Lucas ha presentado en otra ocasión,
Lucas 12:39, etc." (15) Pero no hay la más leve sombra de ninguna transición.
El instrumento más fino no consigue trazar ninguna línea
divisoria entre las partes del discurso, y asignar una porción
al juicio de la nación judía y otra al juicio de la raza humana.
No hay transición, sino continuación, en el ver. 43. Nada pueder
ser más consecutivo y concatenado. "Velad, pues", les dice
nuestro Señor a los discípulos en el ver. 42, "porque no sabéis
a qué hora ha de venir vuestro Señor". "Por tanto, también
vosotros estad preparados", les dice en el ver. 44, "porque el
Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis". La sugerencia
de que un nuevo tema, que se refiere a un suceso totalmente
diferente, en una época muy distante en el tiempo, se introduce
aquí, es completamente arbitraria y sin fundamento.
Notas:
1. Jos. Antiq. bk. xx.x.xiii, § 5, 6.
2. Conybeare and Howson, Life and Epist. of St. Paul, c. iv.
3. Jos. Antiq. bk. xviii. c. v, § 3.
4. Traill´s Jos. Jewish War, pref. ~ 4.
5. Traill's Jos. Jewish War, bk. vi. c.v. § 3.
6. Traill´s Jos. Jewish War, bk. vi. c.v. § 2.
7. Véase Alford Gr. Test, Matt. xxiv.29.
8. Angus' Bible Handbook, p. 20, p. 20, § i.
9. Los fenómenos descritos por
nuestro Señor como que acompañan la parusía (ver. 29) no pueden
explicarse con los portentos y prodigios que, según Josefo,
precedieron la toma de Jerusalén (Jewish War, bk. vi.c.v. § 3).
Que por lo menos algunos de esos portentos aparecieron realmente
allí no parece haber razón para dudarlo, y sirven para verificar
la predicción de Lucas 21:11: "Habrá terror y grandes señales en
el cielo".
10. La nota en la obra de Robinson
"Armonía de los Cuatro Evangelios", parte vii, § 128, es
excelente. "Esta generación", etc. Estas palabras (genea) no
pueden entenderse (como algunos han explicado) como que se
refieren a la nación judía o a la raza humana. El significado es
que no todos los hombres de aquella época morirían (Véase Mat.
16:28, en el párr. 74) antes de que la profecía se cumpliera, lo
cual comenzó a ocurrir treinta y siete años después de que se
pronunció, en la destrucción de Jerusalén", etc.
11. Life of Christ. c. xii, § 214, nota.
12. Traill´s Josephus, Jewish War, b. -vi. ch. ix, §§ 3, 4.
13. Life of Christ, § 254, Nota.
14. Reden Jesu, vol. iii, p. 304.
15. Harmony of the Four Gospels, § 129.
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