LA PARUSÍA

O la Segunda Venida de Nuestro Señor
James Stuart Russell
(1816-1895)

Tomado de The Berean Bible Church


PARTE 1

1-2. LA PARUSÍA EN LOS EVANGELIOS

1. La enseñanza de Nuestro Señor sobre la parusía en los evangelios sinópticos
2. Predicción de la ira venidera sobre aquella generación
3. Alusiones adicionales a la ira venidera
4. Destino inminente de la nación judía
5. El fin del siglo, o el término de la dispensación judía
6. La venida del Hijo del Hombre (la parusía) durante la vida de los apóstoles
7. La parusía ha de tener lugar durante la vida de los discípulos
8. La venida del Hijo del Hombre, segura y pronta
9. La recompensa de los discípulos en la era venidera, es decir, la parusía


1. LA ENSEÑANZA DE NUESTRO SEÑOR SOBRE
LA PARUSÍA EN LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS

A consecuencia de haber sido encarcelado por Herodes Antipas, el fin del ministerio de Juan el Bautista marca una nueva orientación en el ministerio de nuestro Señor. En verdad, antes de ese tiempo, había enseñado al pueblo, efectuado milagros, ganado adherentes, y obtenido amplia popularidad; pero, después de ese suceso, que puede considerarse como una indicación del fracaso de la misión de Juan, nuestro Señor se retiró a Galilea, y allí entró en una nueva fase de su ministerio público. Se nos dice que "desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mat. 4:17). Éstos son los términos precisos con los que se describe la predicación de Juan el Bautista (Mat. 3:2). Tanto nuestro Señor como su precursor llamaron "a la nación al arrepentimiento", y anunciaron el acercamiento del "reino de los cielos". Se deduce que, con la frase "el reino de los cielos se ha acercado", Juan no podría significar meramente que el Mesías estaba a punto de aparecer, porque, cuando Cristo en efecto apareció, hizo el mismo anuncio. "El reino de los cielos se ha acercado". De manera semejante, cuando los doce discípulos fueron enviados en su primera misión evangelística, se les ordenó predicar, no que el reino de los cielos había venido, sino que se había acercado (Mat. 10:7). Además, que el reino no vino en el tiempo de nuestro Señor, ni en el día de Pentecostés, es evidente por el hecho de que, en su discurso profético en el Monte de los Olivos, nuestro Señor dio a sus discípulos ciertas señales por medio de las cuales podían saber que el reino de los cielos estaba cerca (Lucas 21:31).

Por lo tanto, arribamos a ciertas conclusiones claramente deducibles de las enseñanzas de nuestro Señor:

  1. Que Él proclamó que una gran crisis, o consumación, llamada "el reino de los cielos", se había acercado.
  1. Que esta consumación, aunque cercana, no habría de tener lugar durante el curso de su vida, ni durante algunos años después de su muerte.
  1. Que sus discípulos, o por lo menos algunos de ellos, podían esperar presenciar la llegada de esta consumación.
Pero el tema entero de "el reino de los cielos" debe ser reservado para una discusión más completa en un tiempo futuro.

2. PREDICCIÓN DE LA IRA VENIDERA SOBRE
AQUELLA GENERACIÓN

Hay otro punto de semejanza entre la predicación de nuestro Señor y la de Juan el Bautista. Ambos dieron las más claras indicaciones de la estrecha cercanía de un tiempo de un tiempo de juicio que debía abatirse sobre la generación existente, a causa de su rechazo de las amonestaciones e invitaciones de la misericordia divina. Así como el Bautista habló de la "ira venidera", así también nuestro Señor, con igual claridad, advirtió al pueblo del "juicio venidero". Jesús reconvino a "las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido", y predijo que les sobrevendría un infortunio mayor que el que había caído sobre Tiro y Sidón, Sodoma y Gomorra (Mat. 11:20-24). Que todo esto apunta a una catástrofe que no era remota, sino cercana, y que realmente se abatiría sobre aquella generación actual, es evidente por las expresas afirmaciones de Jesús.

Mat. 12:38-46 (compárese con Lucas 11:16, 24-36): "Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de tí señal. Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar. La reina del sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar. Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida, y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación".
Este pasaje es de gran importancia para establecer el verdadero significado de la frase "esta generación" [genea]. En este lugar, sólo puede referirse al pueblo de Israel que entonces vivía - la generación entonces actual. Ningún comentarista ha propuesto jamás llamar "genea" aquí a la raza judía de todos los tiempos. Nuestro Señor acostumbraba referirse a sus contemporáneos como a esta generación:

"Mas, ¿a qué compararé esta generación?" - esto es, a los hombres de ese tiempo que no escuchaban ni a su precursor ni a Él mismo (Mat. 11:16; Luc. 7:31). Hasta comentaristas como Stier, que sostiene la interpretación de "genea" como raza o linaje en otros pasajes, admite que la referencia en estas palabras es "a la generación que estaba viva en ese entonces y en esa época, que era de lo más importante". (1) Así que, en el pasaje que tenemos delante, no puede haber controversia con respecto a la aplicación de las palabras exclusivamente a la generación que existía entonces, los contemporáneos de Cristo. Nuestro Señor da aquí testimonio de la exacerbada y enorme maldad de ese período. Jesús se acaba de dirigir a aquella generación con las mismas palabras del Bautista: "¡Generación de víboras!". Se declara que su culpa supera a la de los paganos; se la compara con un endemoniado, de quien el espíritu inmundo se ha apartado por un tiempo, pero ha regresado con mayor fuerza que antes, acompañado por otros siete espíritus peores que él, de manera que "el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero". En el testimonio de Josefo tenemos una impresionante confirmación de la descripción que hace nuestro Señor de la condición moral de aquella generación. "Como sería imposible relatar en detalle sus enormidades, diré brevemente que ninguna otra ciudad sufrió jamás calamidades similares, y que ninguna generación existió jamás que fuese más prolífica en el crimen. Confesaban que eran esclavos - y lo eran - la escoria misma de la sociedad, los engendros espurios y contaminados de la nación". (2) "Y aquí no puedo contenerme, y debo expresar lo que mis sentimientos me indican. Soy de la opinión de que, si los Romanos hubiesen diferido el castigo de estos miserables, o la tierra se hubiese abierto y se hubiese tragado la ciudad, o ésta habría sido barrida por un diluvio, o compartido el destino de Sodoma. Porque produjo una raza mucho más impía que la de los que fueron así visitados. Porque, por medio de la locura desesperada de estos hombres, la nación entera se vio envuelta en la ruina de ellos". (3) "De alguna manera, aquel período se había vuelto tan prolífico en iniquidad de todo tipo entre los judíos, que ninguna obra mala quedó sin ser perpetrada; ... tan universal era el contagio, tanto en público como en privado, y tal la emulación para superarse los unos a los otros en actos de impiedad hacia Dios e injusticia hacia sus prójimos". (4)

Tal era la terrible condición hacia la que la nación se apresuraba cuando nuestro Señor pronunció estas palabras proféticas. El clímax todavía no había llegado, pero ya estaba plenamente a la vista. El espíritu inmundo no había regresado a su casa todavía, pero estaba en camino. Como observa Stier: "En el período entre la ascensión de Cristo y la destrucción de Jerusalén, especialmente hacia el fin de ella, podríamos decir que esta nación aparece como poseída por siete mil demonios". (5) ¿No es éste un cumplimiento adecuado y completo de la predicción del Salvador? ¿Tenemos la más ligera justificación para, o la más ligera necesidad de, decir que significa alguna otra cosa, o algo más que esto? ¿Qué razón hay para suponer un cumplimiento adicional y futuro de sus palabras? ¿No es un virtual descrédito de la profecía buscar algo más que el sentido obvio que apunta tan claramente a una catástrofe inminente que estaba a punto de acontecerle a aquella generación? Seguramente mostramos la mayor reverencia a la palabra de Dios cuando aceptamos implícitamente sus obvias enseñanzas, y rehusamos las especulaciones injustificadas y meramente humanas que los críticos y los teólogos han extraído de su propia fantasía. Concluimos, entonces, que, en el escandaloso libertinaje de la época, y las señaladas calamidades que, antes de que terminara, destruirían al pueblo judío, tenemos el testimonio histórico del exhaustivo cumplimiento de esta profecía.

3. ALUSIONES ADICIONALES
A LA IRA VENIDERA

Lucas 13:1-9: "En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente".
Cuán vívidamente percibió nuestro Señor las inminentes calamidades de la nación, y cuán claras y distintas fueron sus advertencias, puede inferirse de este pasaje. La matanza de algunos galileos que habían subido a Jerusalén a la fiesta de la Pascua, ya fuera por orden o con la confabulación del gobernador romano, y la súbita destrucción de dieciocho personas mediante la caída de la torre cerca del estanque de Siloé, eran incidentes que formaban los temas de conversación del pueblo en ese tiempo. Nuestro Señor declara que las víctimas de estas calamidades no eran excepcionalmente impías, sino que una suerte semejante alcanzaría a las mismas personas que ahora hablaban de ellas, a menos que se arrepintieran. El punto de su obervación, que a menudo se pasa por alto, reside en la similitud de la amenaza de la destrucción. No es "todos vosotros pereceréis también", sino "todos vosotros pereceréis del mismo modo". Que nuestro Señor tenía a la vista la ruina final que estaba a punto de alcanzar a Jerusalén y a la nación difícilmente puede dudarse. La analogía entre los casos es real e impresionante. Fue en la fiesta de la Pascua cuando la población de Judea se había agolpado en Jerusalén, y allí fue encerrada por las legiones de Tito. Josefo nos cuenta cómo, en la agonía final del sitio, la sangre de los sacerdotes que oficiaban fue derramada  al pie del altar de los sacrificios. Los soldados romanos fueron los ejecutores del juicio divino; y al caer al suelo el templo y la torre, sepultaron en sus ruinas muchas víctimas de la impenitencia y la incredulidad. Es satisfactorio descubrir que tanto Alford como Stier reconocen la alusión histórica en este pasaje. El primero observa: la fuerza se pierde en la versión inglesa "likewise", [parecida], que debería traducirse "in like manner" [de la misma manera], como de hecho pereció el pueblo judío por la espada de los romanos". (6)

4. EL DESTINO INMINENTE DE LA NACIÓN JUDÍA

Parábola de la higuera estéril

Lucas 13:6-9: "Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después".
El mismo significado profético se pone de manifiesto en esta parábola, que es casi la contraparte de la que aparece en Isaías 5, tanto en forma como en significado. La verdadera interpretación es tan obvia que apenas es necesaria alguna explicación. Su aplicación al pueblo judío es de lo más clara y directa, más especialmente cuando se la considera en relación con las advertencias que anteceden. Israel es la higuera inútil, cultivada por mucho tiempo, pero sin producir fruto para su dueño. Ahora se encuentra en su última prueba: el hacha, como había declarado Juan el Bautista, estaba puesta a la raíz del árbol; pero el golpe fatal fue aplazado por la intercesión de la misericordia. Aún en ese momento, el Salvador estaba ocupado en su obra de gracia de alimentarla y cultivarla; un poco más, y saldría el decreto: "Córtala. ¿Para qué inutiliza también la tierra?"

No hay duda de que, en ésta como en otras parábolas, hay principios generales aplicables a todas las naciones y todos los tiempos; pero no debemos perder de vista su referencia original y primaria al pueblo judío. Stier y Alford parecen perderse en la búsqueda de significados recónditos y místicos en los detalles menores de las imágenes; pero Neander da una luminosa explicación de su verdadera importancia: "Como la higuera inútil, que no reconoció el propósito de su existencia, fue destruida, así también la nación teocrática, por la misma razón, después de habérsele tenido mucha paciencia, habría de ser alcanzada por los juicios de Dios, y cortada de su reino".
(7)

5. EL FIN DEL SIGLO, O EL TÉRMINO
DE LA DISPENSACIÓN JUDÍA

Parábolas de la cizaña y la red

Mat. 13:36-50: Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; alí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga. ... Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. Así será al final del siglo; saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes".
En los pasajes aquí citados, encontramos un ejemplo de una de esas interpretaciones que han hecho mucho para confundir y desorientar a los lectores ordinarios de nuestra versión inglesa. Es probable que, con la frase "el fin del mundo", noventa y nueve de cada cien lectores entienden el fin de la historia humana y la destrucción de la tierra material. No se imaginarían que "el mundo" del versículo 38 y el "mundo" de los versículos 39, 40 [en la versión inglesa KJV] son palabras totalmente diferentes, con significados totalmente diferentes. Pero así es. En el versículo 38, koinos es traducido correctamente como mundo, y se refiere al mundo de los hombres, pero aeon en los versículos 39, 40 se refiere a un período de tiempo, y debería ser traducida como era o época. Lange la traduce como eón. Es de la mayor importancia entender correctamente los dos significados de esta palabra, y de la frase "el fin del eón", o de la "era". Aion es, como hemos dicho, un período de tiempo, o época. Es exactamente equivalente a la palabra latina aevum, que es meramente aion con ropaje latino; y la frase (griego - venida), traducida a nuestra versión inglesa, "el fin del mundo", debería ser "el fin de esta época". Tittman observa: (griego - venida), como ocurre en el Nuevo Testamento, no denota el fin, sino más bien la consumación del eón, que ha de ser seguida por una nueva era. Así ocurre en Mateo 13:39, 40, 49; 24:3; es de temer que este último pasaje se malentienda al aplicarlo a la destrucción del mundo". (8) Era creencia de los judíos que el Mesías entronizaría un nuevo eón, o una nueva era: y a este nuevo eón, o a esta era, la llamban "el reino de los cielos". Por lo tanto, el eón existente era la dispensación judía, que ahora se acercaba a su fin; y el Señor muestra en estas parábolas de manera impresionante cómo terminaría. Es en verdad sorprendente que los expositores hayan dejado de reconocer en estas solemnes predicciones la reproducción y la reiteración de las palabras de Malaquías y de Juan el Bautista. Aquí encontramos la misma separación final entre los justos y los impíos; la misma purificación de la tierra; el mismo recoger el trigo en el granero; el mismo quemar de la paja [la cizaña, el rastrojo] en el fuego. ¿Puede haber alguna duda de que es al mismo acto de juicio, al mismo período de tiempo, al mismo suceso histórico, al que se refieren Malaquías, Juan y nuestro Señor?

Pero hemos visto que Juan el Bautista predijo un juicio que entonces era inminente - una catástrofe tan cercana que ya el hacha estaba puesta a la raíz de los árboles - de acuerdo con la profecía de Malaquías, de que "el día grande y terrible de Jehová" habría de seguir a la venida del segundo Elías. Llegamos, por lo tanto, a la conclusión de que esta discriminación entre justos e impíos, este recoger el trigo en el granero, y quemar la cizaña en el horno de fuego, se refieren a la misma catástrofe, es decir, a la ira que vino sobre aquella misma generación, cuando Jerusalén se convirtió, literalmente, en un "horno de fuego", y la era del judaísmo terminó en "el día grande y terrible de Jehová".

Esta conclusión está apoyada por el hecho de que hay una estrecha relación entre esta gran época judicial y la venida del "reino de los cielos". Nuestro Señor representa la separación entre los justos y los impíos como la característica de la gran consumación que se llama "el reino de Dios". Pero se había declarado que el reino estaba a las puertas. Se sigue, por lo tanto, que las parábolas que tenemos delante de nosotros se refieren, no a un remoto suceso todavía en el futuro, sino a uno que, en el tiempo de nuestro Salvador, estaba cerca.

Un argumento adicional a favor de este punto de vista se deriva de la consideración de que nuestro Señor, en su explicación de la parábola de la cizaña, habla de sí mismo como el sembrador de la buena semilla: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre". Es a su propio ministerio personal y sus resultados a lo que Él se refiere, y por lo tanto, nosotros debemos considerar la parábola como que tiene una relación especial con sus contemporáneos. Esto está en perfecta armonía con su solemne advertencia de Lucas 13:26 [-28], donde Él describe la condenación de los que tuvieron el privilegio de disfrutar de su presencia personal y de su ministerio, los que pretendían el discipulado, que eran cizaña y no trigo. "Entonces comenzaréis a decir: Delante de tí hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el lloro y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob, y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos". Por aplicable que sea este lenguaje a los hombres en general bajo el evangelio, es claro que tenía una aplicación directa y específica a los contemporáneos de nuestro Señor - la generación que presenció sus milagros y oyó sus parábolas; y que tiene una relación con ellos como no la puede tener con nadie más.

Al final de la parábola de la cizaña, encontramos una impresionante nota bene, que llama la atención de manera especial a la instrucción contenida en ella: "El que tiene oídos para oír, oiga". Podemos tomar ocasión de esto para hacer una observación acerca de la vasta importancia de tener un verdadero concepto del período en el que nuestro Señor y los apóstoles enseñaron. Esto es indispensable para entender correctamente la doctrina del Nuevo Testamento con respecto al "reino de Dios", el "fin de la era", y la "era venidera" o mundo por venir. Ese período estaba cerca del fin de la dispensación judía. La economía mosaica - como se le llama - el sistema de leyes e instituciones dadas a la nación por Dios mismo, y que había existido por más de cuarenta generaciones,- estaba a punto de ser reemplazada y desaparecer. La última generación que habría de poseer la tierra, - la última y también la peor, la hija y heredera de sus predecesoras - ya estaba en escena. El largo período durante el cual Jehová había agotado todos los métodos que la divina sabiduría y el divino amor podían idear para cultivar y reformar a Israel estaba a punto de terminar. Habría de terminar desastrosamente. La ira, por largo tiempo contenida y reprimida, habría de estallar y destruir a aquella generación. Su "útimo día" habría de ser un "dies irae", "el día grande y terrible de Jehová". Este es "el fin del siglo" al que a menudo se refería nuestro Señor, y que sus apóstoles constantemente predecían. Ya estaban dentro de la penumbra de aquella tremenda crisis, que cada día se acercaba más y más, y que por fin habría de llegar repentinamente "como ladrón en la noche". Esta es la verdadera explicación de aquellas constantes exhortaciones a vigilar, ser pacientes, y esperar, que abundan en las epístolas apostólicas. Vivían esperando una consumación que habría de llegar en su propio tiempo, y que podrían presenciar con sus propios ojos. Este hecho es evidente en los escritos del Nuevo Testamento; es la clave para interpretar gran parte de lo que, de otro modo, sería oscuro e ininteligible, y veremos durante esta investigación cuán consistentemente es sostenido este punto de vista durante todas las Escrituras del Nuevo Testamento.

6. LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE (LA PARUSÍA)
DURANTE LA VIDA DE LOS APÓSTOLES

Mateo 10:23: "Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre".
En este pasaje encontramos la primera mención clara de aquel gran suceso al cual veremos que aluden con tanta frecuencia de aquí en adelante nuestro Señor y sus apóstoles, es decir, su segunda venida, o parusía. En realidad, se puede preguntar, como lo veremos, si este pasaje pertenece correctamente a esta porción de la historia del evangelio. (9) Pero, dejando de lado la pregunta por el momento, preguntémosnos qué es realmente la venida de la que se habla aquí. ¿Puede ser, como sugiere Lange, que Jesús habría de seguir tan rápidamente a sus mensajeros en su circuito evangelístico como para alcanzarles antes de que se terminara? ¿Se refiere, como piensan Stier y Alford, a dos diferentes venidas, separadas entre sí por millares de años: la una comparativamente cercana, la otra indefinidamente remota? ¿O debemos aceptar, con Michaelis y Mayor, el significado claro y obvio que indican las palabras mismas? La interpretación de Lange es ciertamente inaceptable. ¿Quién puede dudar de lo que significa aquí "la venida del Hijo", lo que significa en todo otro lugar, y que esta es la fórmula mediante la cual se expresa la parusía, la segunda venida de Cristo? Esta frase tiene un significado definido y constante, tanto como su crucifixión, o su resurrección, y no admite ninguna otra interpretación en este lugar. Pero, ¿no puede tener una doble referencia: primera, al juicio inminente de Jerusalén, y segunda, a la destrucción final del mundo, siendo la primera considerada como simbólica de la segunda? Alford sostiene el doble significado, y es severo con los que vacilan en aceptarlo. Nos dice lo que él cree que Cristo quiso decir; pero, por otra parte, tenemos que considerar lo que Él dijo. ¿Están seguros los defensores del doble sentido de que Él quiso decir más de lo que dijo? Miremos sus palabras. ¿Puede algo ser más específico y más definido en cuanto a personas, el lugar, el tiempo, y las circunstancias que esta predicción de nuestro Señor? Es a los doce que él habla; son las ciudades de Israel las que han de evangelizar; el tema es su pronta venida; y el tiempo está tan cerca que antes de que la obra de ellos esté terminada Su venida tendrá lugar. Pero si se nos ha de decir que éste no es el significado, ni siquiera la mitad de él, y que esto incluye otra venida, a otros evangelistas, a otras épocas, y otras tierras - una venida que, después de dieciocho siglos, todavía es futura, y quizás remota - entonces surge la pregunta: ¿Qué no puede significar la Escritura? El sentido gramatical de las palabras ya no es suficiente para la interpretación; la Escritura es un acertijo que debe advininarse, un oráculo que pronuncia respuestas ambiguas; y nadie puede estar seguro, sin una revelación especial, de que entiende lo que lee. Por lo tanto, estamos a dispuestos a concordar con Meyer en que esta doble referencia "no es sino una evasión forzada y antinatural", y que las palabras significan simplemente lo que dicen, que antes de que los apóstoles completaran la obra de su vida de evangelizar el país de Israel, la venida del Señor tendría lugar.

Este es el punto de vista del pasaje que asume el Dr. E. Robinson.
(10). "La venida a la que se alude es la destrucción de Jerusalén y la dispersión de la nación judía; y el significado es, que los apóstoles apenas tendrían tiempo, antes de que sobreviniera la catástrofe, de ir por el país advirtiendo al pueblo que se salvara de la destrucción de una generación desgraciada; de modo que no podían darse el lujo de demorarse en ninguna localidad después de que sus habitantes hubiesen escuchado y rechazado el mensaje".

7. LA PARUSÍA HA DE TENER LUGAR DURANTE
LA VIDA DE ALGUNOS DISCÍPULOS

Mat. 16:27, 28

"Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras".
 

"De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino". 

Mar. 8:38; 9:1

"Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles".
 

"También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder"

Luc. 9:26, 27

"Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles".

"Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios".

Esta notable declaración es de la mayor importancia en esta discusión, y puede considerarse como la clave para interpretar correctamente la doctrina de la parusía en el Nuevo Testamento. Aunque no puede decirse que haya ninguna dificultad especial con el idioma, ha causado gran perplejidad entre los comentaristas, que están muy divididos en sus explicaciones. Ciertamente es innecesario preguntar qué es la venida del Hijo del Hombre que se predice aquí. Suponer que se refiere meramente a la gloriosa manifestación de Jesús en el monte de la transfiguración, aunque ésta es una hipótesis apoyada por grandes nombres, es tan palpablemente inadecuado como interpretación que apenas si requiere ser refutado. La misma observación se aplica a los comentarios del Dr. Lange, quien supone que esta venida se cumplió parcialmente con la resurrección de Cristo. Esta exégesis de Lange es una ilustración tan curiosa de los expedientes a los que se ven obligados a recurrir los defensores de una teoría de interpretación de doble sentido, que merece citarse. "En nuestra opinión", dice, "es necesario distinguir entre el advenimiento de Cristo en la gloria de su reino dentro del círculo de sus discípulos, y ese mismo suceso aplicado al mundo en general y para juicio. Esto último es lo que generalmente se entiende por el segundo advenimiento: el primero tuvo lugar cuando el Salvador resucitó de los muertos y se apareció en medio de sus discípulos. De aquí que el significado de las palabras de Jesús sea: se acerca el momento en que vuestros corazones descansarán en la manifestación de mi gloria; ni será la suerte de todos los que están aquí morir durante el intervalo. El Señor podría haber dicho que sólo dos de los de ese círculo morirían hasta entonces, es decir, Él mismo y Judas. Pero, en su sabiduría, escogió la expresión: "Algunos de los que están aquí no gustarán de la muerte", para darles exactamente la medida de esperanza y ansiosa expectación que necesitaban". (12)

Baste decir que tal interpretación de las palabras de nuestro Salvador jamás podría haber pasado por la mente de los que las escucharon. Es tan inverosímil, intrincada, y artificial, que queda desacreditada por su misma ingenuidad. Pero la interpretación tampoco satisface las exigencias del idioma. ¿Cómo podría la resurrección de Cristo ser llamada su venida en la gloria de su Padre, con los santos ángeles, en Su reino, y para juicio? ¿O cómo podemos suponer que Cristo, hablando de un suceso que habría de tener lugar más o menos en veinte meses, diría: "De cierto os digo: Algunos de los que están aquí no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios?" La forma misma de la expresión muestra que el suceso del que se habla no podría ser dentro del espacio de unos pocos meses, ni siquiera dentro de algunos años: es un modo de hablar, que indica que no todos los presentes vivirían para presenciar el suceso del que se habla; que no muchos lo harían; pero que algunos sí. Es exactamente el modo de hablar que encajaría en un intervalo de treinta o cuarenta años, cuando la mayoría de las personas entonces presentes habrían fallecido, pero algunos sobrevivirían y presenciarían el suceso de referencia.

Más razonablemente, Alford y Stier entienden el pasaje como que se refiere a "la destrucción de Jerusalén y a la plena manifestación del reino de Cristo mediante la aniquilación del estado judío", aunque ambos desconciertan y confunden su interpretación con la hipótesis de una oculta y ulterior alusión a otra "venida final", de la cual la destrucción de Jerusalén habría de ser "tipo y señal". De esto, sin embargo, no se da ningún atisbo ni por Cristo mismo ni por los evangelistas. La verdad es que no puede negarse que nuestro Señor a veces usaba lenguaje ambiguo. A los judíos les dijo: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (Juan 2:19), pero el evangelista tiene cuidado de añadir: "Pero él hablaba del templo de su cuerpo". Así que cuando Jesús habló de "ríos de agua viva que correrán del interior del creyente", Juan añade una nota explicativa: "Esto dijo del espíritu", etc. (Juan 7:36). Nuevamente, cuando el Señor alude a la manera de su propia muerte, diciendo: "Y yo, si fuere levantado de la tierra", el evangelista añade: "Y decía esto, dando a entender de qué muerte iba a morir" (Juan 12:33). Por lo tanto, es razonable suponer que, si los evangelistas hubiesen conocido un significado más profundo y oculto de las predicciones de Cristo, habrían dado alguna indicación de ello; pero no dicen nada que nos lleve a inferir que su significado aparente no es su sentido pleno y verdadero. No hay, en verdad, ninguna ambigüedad en cuanto a la venida a la que se alude en el pasaje bajo consideración en este momento. No es una de varias posibles venidas, sino el único, el único y supremo acontecimiento, tan frecuentemente predicho por nuestro Señor, tan constantemente esperado por sus discípulos. Es su venida en gloria; su venida en juicio; su venida en su reino; la venida del reino de Dios. No es un proceso, sino un acto. No es lo mismo que "la destrucción de Jerusalén" - ese es otro suceso relacionado y contemporáneo; pero los dos no deben ser confundidos el uno con el otro. El Nuevo Testamento conoce de sólo una parusía, una venida en gloria del Señor Jesucristo. Es un completo abuso del idioma hablar de varios sentidos en los cuales puede ocurrir la venida de Cristo -- como en su propia resurrección; en el día de Pentecostés; en la destrucción de Jerusalén; en la muerte de un creyente; y en varias épocas providenciales. Esta no es la costumbre en el Nuevo Testamento, ni es lenguaje exacto bajo ningún punto de vista. Por sí solo, este pasaje contiene tantas importantes verdades con respecto a la parusía, que puede decirse que cubre todo el tema; y, correctamente usado, se descubrirá que es la clave para la verdadera interpretación de la doctrina del Nuevo Testamento sobre este tema.

Concluimos entonces:

1. Que la venida de la que se habla aquí es la parusía, la segunda venida del Señor Jesucristo.

2. Que el modo de su venida habría de ser glorioso - "en su gloria", "en la gloria de su Padre", "con los santos ángeles".

3. Que el propósito de su venida era juzgar a aquella "generación perversa y adúltera" (Marcos 8:38) y "dar a cada uno según sus obras".

4. Que su venida sería la consumación del "reino de Dios"; el final de la época; "la venida del reino de Dios con poder".

5. Que nuestro Salvador había declarado expresamente que esta venida estaba cerca. Lange observa correctamente que las palabras están "colocadas enfáticamente al principio de la oración; no es un simple futuro, sino que significan: El acontecimiento es inminente que Él vendrá; está a punto de venir". (14)

6. Que algunos de los que oyeron a nuestro Salvador hacer esta predicción habrían de vivir para presenciar el acontecimiento del cual hablaba, es decir, su venida en gloria.

Por lo tanto, se deduce que Él mismo declaró que la parusía, o la gloriosa venida de Cristo, ocurriría dentro de los límites de la generación que entonces existía, una conclusión que encontraremos abundantemente justificada en la secuela.

8. LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE,
SEGURA Y PRONTA

Parábola de la viuda importuna

Lucas 18:1-8: "También les refirió una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?"
El carácter intensamente práctico y de actualidad, si podemos llamarlo así, de los discursos de nuestro Señor, es una característica de sus enseñanzas que, aunque pasada por alto a menudo, requiere que no se le pierda de vista. Él hablaba a su propio pueblo, en su propio tiempo. Era el mensajero de Dios para Israel; y, aunque es muy cierto que sus palabras son para todos los hombres en todo tiempo, se aplicaban principal y directamente a su propia generación. Por no prestar atención a este hecho, a muchos expositores se les ha escapado por completo la intención de la parábola delante de nosotros. En sus manos, se convierte en una predicción vaga e indefinida de una vindicación de los justos, en algún período más o menos remoto, pero sin ninguna aplicación especial al pueblo y al tiempo de nuestro Señor mismo. Seguramente, lo que sea esta parábola para nosotros o para las edades futuras, tenía una aplicación estrecha y directa para los discípulos a los cuales se les dirigió originalmente. El Señor estaba a punto de dejar a sus discípulos "como ovejas en medio de lobos"; habrían de ser perseguidos y afligidos, y odiados por todos los hombres, por amor a su Maestro; y podría muy bien ocurrir que el valor les faltara, y que sus corazones desmayaran. En esta parábola, el Salvador les anima a "orar siempre, y no desmayar", mediante el ejemplo de lo que puede hacer la oración perseverante, aún con los hombres. Si la importunidad de una pobre viuda podía constreñir a un juez sin principios para que le hiciera justicia, cuánto más no sería conmovido Dios, el Juez justo, por las oraciones de sus propios hijos para que se les repararan sus agravios. Sin alegorizar todos los detalles de la parábola, como hacen algunos expositores, es suficiente subrayar su gran moraleja. Es ésta. Los perseguidos hijos de Dios serían vengados con seguridad y prontitud. Dios les vindicaría, y pronto. Pero, ¿cuándo? El punto en el tiempo no ha sido dejado indefinido. Es "cuando venga el Hijo del hombre". La parusía habría de ser la hora de reparación y liberación del sufriente pueblo de Dios.

La reflexión de nuestro Señor al final del versículo ocho merece particular atención. "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" En este punto, debemos regresar a los hechos ya mencionados con respecto al ministerio de Juan el Bautista. Hemos visto cuán oscuro y ominoso era el punto de vista del profeta que predicaba arrepentimiento a Israel. Era el precursor del "día grande y terrible de Jehová"; era el segundo Elías enviado para proclamar la venida de aquél que "heriría la tierra con maldición". La reflexión de nuestro Señor indica que él preveía que el arrepentimiento, lo único que podría evitar el desastre de la nación, no sería buscado. No habría fe en Dios, ni en sus promesas, ni en sus amenazas. Por lo tanto, el día del Señor sería el "día de retribución" (Lucas 21:22).

Doddridge ha captado bien el alcance de esta parábola, y parafrasea el versículo de apertura como sigue: "Así disertaba nuestro Señor con sus discípulos acerca de la inminente destrucción de Jerusalén por los romanos; y para animarles en vista de las calamidades que entretanto podrían esperar de sus incrédulos compatriotas o de otros, les dijo una parábola para inculcarles esta gran verdad, que, por angustiosas que fuesen las circunstancias, debían orar siempre con fe y perseverancia, y no desmayar bajo las pruebas". (15)

La siguiente es su paráfrasis del versículo 8: "Sí, os digo que Él ciertamente les vindicará; y cuando lo haga, lo hará rápidamente; y esta generación de hombres lo verá y lo sentirá con terror. Sin embargo, cuando el Hijo del hombre, habiendo entrado en posesión de su reino glorioso, venga para aparecer con este importante propósito, ¿encontrará fe en la tierra?" (16)

9. LA RECOMPENSA DE LOS DISCÍPULOS
EN LA ERA VENIDERA, ES DECIR,
LA PARUSÍA

Mat. 19:27-30

"
Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?

Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna". 

Mar. 10:28-31

"Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. 

Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna". 

 

Luc. 18:28-30

"Entonces Pedro dijo: "He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.

Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna". 


¿A qué período hemos de asignar el acontecimiento o estado que nuestro Señor llama aquí "la regeneración"? Evidentemente, es contemporáneo con "el Hijo del Hombre sentado en el trono de gloria"; ni puede haber ninguna duda de que las dos frases, tanto "El Hijo del hombre viniendo en su reino", como "El Hijo del hombre sentado en el trono de su gloria" se refieren a la misma cosa y al mismo tiempo. Es decir, es a la parusía a la que apuntan ambos sucesos.

Tenemos otra nota de tiempo, y otro punto de coincidencia entre la "regeneración" y la parusía, en la referencia que nuestro Señor hace a "la edad venidera o el siglo venidero" como el período en que sus fieles discípulos habrían de recibir su recompensa (Mar. 10:30; Luc. 18:30). Pero, como ya hemos visto, "el siglo venidero" habría de suceder a la época actual, es decir, el período de la dispensación judía, cuyo fin nuestro Señor había declarado que estaba a las puertas. Concluimos, por lo tanto, que la "regeneración", "el siglo venidero", y "la parusía" son virtualmente sinónimos, o, en todo caso, contemporáneos. Se afirma claramente que la venida del Hijo del hombre en su reino, o en su gloria, sería una venida para juzgar - "para pagar a cada uno según sus obras" (Mateo 16:27); y el sentarse en el trono de su gloria, en la regeneración, es evidentemente sentarse para juzgar. En este juicio, los apóstoles habrían de tener el honor de ser asesores con el Señor, según su declaración (Lucas 22:29-30). "Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel". Pero nuestro Señor afirma expresamente que esta gloriosa venida para juzgar ocurriría dentro de los límites de la generación que vivía en ese entonces: "Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino" (Mat. 16:28). No era, por lo tanto, ninguna esperanza largo tiempo diferida o distante la que Jesús ofrecía a sus discípulos. No era una expectativa que todavía se ve en la distancia en la borrosa perspectiva de un futuro indefinido. Pedro y los otros discípulos eran plenamente conscientes de que "el reino de los cielos" estaba cerca. Lo habían aprendido de su primer maestro en el desierto; acerca de ello habían sido tranquilizados por su Señor y Maestro; habían ido por Galilea proclamando la verdad a sus compatriotas. Por lo tanto, cuando el Señor pometió que en la era venidera sus discípulos se sentarían en tronos, ¿es concebible que quisiera que edades tras edades, siglos tras siglos, y hasta milenios tras milenios debían transcurrir lentamente antes de que ellos pudieran cosechar los prometidos honores? ¿Están la herencia de la "vida eterna" y el "sentarse en doce tronos" todavía entre "las cosas esperadas pero no vistas" por los discípulos? Ciertamente una hipótesis tal se refuta a sí misma. La promesa les habría sonado a burla a los discípulos si se les hubiese dicho que el cumplimiento iba a tardar tanto. Por otra parte, si concebimos la "regeneración" como contemporánea con la parusía, y la parusía con la terminación de la era judía y la destrucción de la ciudad y del templo de Jerusalén, tenemos un punto definido en el tiempo, no muy distante, sino casi al alcance de la vista de los hombres que vivían, cuando ocurrirían el predicho juicio de los enemigos de Cristo y la gloriosa recompensa de sus amigos.



Notas:

1. Reden Jesu, in loc.

2. Jewish War, bk v.c.x sec.5. Traducción de Traill.

3. Ibid. G. Xiii. sec. 6.

4. Ibid. bk.vii. c. viii. sec. I.

5. sec. Reden Jesu; Mat. 12:43-45.

6. Testamento Griego. in loc.

7. Life of Christ, sec. 245.

8. Synonyms of the New Test. vol. i. a. 70; Bib. Cab. N. iii.

9. Hay una verdadera dificultad en este pasaje, que no debería ser pasada por alto. Parece inexplicable que nuestro Señor, en una ocasión como ésta, cuando envió a los doce en una misión corta, aparentemente dentro de un distrito limitado, del cual habrían de regresar en corto tiempo, les hablase de su venida como alcanzándoles antes de que concluyeran su tarea. Parece apenas apropiado para ese período en particular, y que corresponde más a un encargo subsiguiente, es decir, el que está registrado en el discurso del Monte de los Olivos (Mat. 26; Marcos 13; Lucas 21). En realidad, una comparación de estos pasajes hará mucho para satisfacer a cualquier mente sincera de que el párrafo entero (Mat. 10:16-23) ha sido traspuesto de su conexión original e insertado en la primera misión que nuestro Señor encomendó a sus discípulos. Encontramos las mismas palabras relativas a la persecución de los apóstoles, que serían entregados a los concilios, azotados en las sinagogas, llevados ante gobernadores y reyes, etc., que están registrados en el capítulo décimo de Mateo, asignado por Marcos y Lucas a un período subsiguiente, es decir, el discurso del Monte de los Olivos. No hay ninguna evidencia de que los discípulos sufrieran semejante tratamiento durante su primera gira evangelística. Hay, por lo tanto, una evidencia tan fuerte como lo permite el caso, de que el vers. 23 y su contexto pertenecen al discurso del Monte de los Olivos. Esto eliminaría la dificultad que el pasaje presenta en la relación que aquí encontramos, y daría coherencia y consistencia al lenguaje que, tal como está, no es fácil descubrir. Es un hecho aceptado que ni siquiera los evangelios sinópticos relatan todos los acontecimientos en el mismo orden preciso; por lo tanto, tiene que haber mayor exactitud cronológica en uno que en otro. Stier dice: "Mateo es descuidado en la cronología de los detalles" (Reden Jesu, vol. iii, p. US). Neander, hablando de esta misma comisión, dice: "Es evidente que Mateo conecta muchas cosas con las instrucciones dadas a los apóstoles en vista de su primer viaje, que cronológicamente corresponde a más tarde". (Life of Christ, _ 174, nota b); y nuevamente, hablando de la comisión encomendada a los setenta, como aparece registrada en Lucas, dice: "Según Lucas, toda la característica coherencia de todo lo que habló Cristo, con las circunstancias (tan superiores a la disposición de Mateo)", etc. (Life of Christ, _204, nota 1). El Dr. Blaike observa: "Se entiende generalmente que Mateo dispuso su narración más por temas y lugares que cronológicamente" (Bible History, p. 372).

Por lo tanto, parece haber abundante justificación para asignar la importante predicción contenida en Mat. 10:23 al discurso pronunciado en el Monte de los Olivos.

10. Véase la nota en Harmony of  the Four Gospels.

11. The Training of the Twelve, p. 117.

12. Lange, Comm. on St. Mat. in loc.

13. Alford, Greek Test. in loc.

14. Véase Lange in loc.

15. Family Expos. on Luke 18:1-8

16. Doddridge tiene la siguiente nota sobre "¿Hallará fe en la tierra?" "Es evidente que la palabra a menudo significa, no la tierra en general, sino algún territorio en particular o país, como en Hechos 7:3, 4, 11, y en otros innumerables lugares. Y el contexto aquí lo limita al significado menos extenso. Es evidente que los creyentes hebreos estaban en mayor peligro de cansarse de las persecuciones y las angustias. Comp. con Heb. 3:12-14; 10:23-39; 12:1-4; Sant. i:1-4; 2:6".

La interpretación proporcionada por el prudente Campbell añade confirmación, si es que se necesita, a este punto de vista sobre el pasaje. "Hay una estrecha relación en todo lo que nuestro Señor dice sobre cualquier tema de conversación, que rara vez escapa a un lector atento. Si aquí, como es muy probable, se refiere a la destrucción inminente sobre la nación judía como juicio del cielo por su rebelión contra Dios al rechazar y asesinar al Mesías, y al perseguir a sus seguidores, (el griego) debe entenderse que significa "esta creencia", o la creencia en una verdad particular que Él había estado inculcando, a saber, que Dios a su debido tiempo vengaría a sus elegidos, y castigaría señaladamente a sus opresores; y (el griego) debe significar "el territorio", a saber, Judea. Las palabras pueden traducirse de un modo o del otro -- la tierra como planeta o el territorio; pero es evidente que éste último les da un significado más definido, y les une más estrechamente con las que ls preceden. (Campbell sobre los Evangelios, vol. ii, p. 384). La enseñanza de esta instructiva parábola no está agotada en manera alguna; y encontraremos que arroja luz inesperada sobre un pasaje muy oscuro, en una futura etapa de esta investigación. Mientras tanto, podemos referirnos a 2 Tesa. 1:4-10, que proporciona un notable comentario sobre la parábola entera, y muestra la conexión entre la parusía y la venganza de los elegidos.

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Apéndice 2|3-24|
3-25|3-26|3-27|3-28|3-29|3-30|3-31|Conclusión|Apéndice 3|

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