LA PARUSÍA
o
La Segunda Venida de Nuestro Señor Jesucristo
James Stuart Russell
(1816-1895)

Tomado de The Preterist Archive


LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS APOSTÓLICAS

2-15. EN LA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS

LA ECONOMÍA DE LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS


Efe. 1:9,10. "Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra", etc.
Aunque este pasaje no afirma nada directamente con respecto a la cercanía de la parusía, tiene una relación directa con el acontecimiento en sí. El campo de investigación que abre es ciertamente demasiado amplio para que lo exploremos ahora, pero no podemos pasarlo por alto por completo. Este es un tema en el que al apóstol le encanta espaciarse, y en ninguna parte se espacia con más entusiasmo que en esta epístola. Por lo tanto, puede suponerse que, por muy oscuro que nos parezca en algunos respectos, no era ininteligible para los cristianos de Éfeso, ni para aquellos a los cuales se les envió esta epístola, porque, como bien observa Paley, nadie escribe ininteligiblemente a propósito. También podemos esperar encontrar alusiones al mismo tema en otras partes de los escritos del apóstol, que pueden servir para dilucidar dichos oscuros en este pasaje.

Hay dos preguntas que surgen del pasaje que tenemos delante: (1) ¿Qué se quiere decir con "reunir todas las cosas en Cristo"? (2) ¿Cuál es el período designado como "la dispensación del cumplimiento de los tiempos", en el cual ha de tener lugar este "reunir todas las cosas en Cristo"?

1. Con respecto al primer punto, recibimos gran ayuda de la expresión que el apóstol emplea en relación con él, es decir, "el misterio de su voluntad". Esta es una palabra favorita de Pablo al hablar de ese nuevo y maravilloso descubrimiento que nunca dejó de llenar su alma de adoración, gratitud y alabanza - la admisión de los gentiles a todos los privilegios de la nación del pacto. Es difícil para nosotros formarnos un concepto del sobresalto, la sorpresa y la incredulidad que causó en las mentes de los judíos el anuncio de semejante revolución en la administración divina. Sabemos que ni siquiera los apóstoles estaban preparados para ella, y que fue con algo parecido a la duda y la sospecha con que, por fin, cedieron a la abrumadora evidencia de los hechos: "¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!" (Hechos 11:18). Pero, para el apóstol a los gentiles, este era el glorioso estatuto de la emancipación universal. De entre todos los hombres, él vio con la mayor claridad su belleza y su gloria divinas, su trascendente misterio y maravilla. Vio las barreras de separación entre judíos y gentiles, la antipatía entre las razas, "la pared intermedia de separación", derribadas por Cristo, y una gran familia y una hermandad formada por todas las naciones, y tribus, y pueblos, y lenguas, bajo el poder reconciliador y unificador de la sangre expiatoria. No podemos equivocarnos, pues, al entender este misterio de "reunir todas las cosas en Cristo" como el mismo que se explica más plenamente en el capítulo 3:5,6, "misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio". Esta es la unificación, "el resumen", o consumación [], a la cual el apóstol se refiere con tanta frecuencia en esta epístola: "hacer de ambos pueblos uno sólo"; "crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre"; "reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo" (Efe. 2:14,15,16). Este era el gran secreto de Dios, que había estado oculto a las pasadas generaciones, pero que ahora era revelado a la admiración y la gratitud del cielo y la tierra.

Pero, puede preguntarse, ¿cómo puede el hecho de recibir a los gentiles en los privilegios de Israel ser llamado la reunión de todas las cosas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra?

Algunos críticos muy capaces han supuesto que las palabras cielo y tierra en éste y en otros pasajes deben entenderse en un sentido limitado y, por decirlo así, técnico. Para la mente judía, la nación del pacto, el pueblo peculiar de Dios, podría ser llamado apropiadamente "celestial", mientras que los degenerados gentiles, que estaban fuera del pacto, pertenecían a una condición inferior, terrenal. Esta es la posición de Locke en su nota sobre este pasaje:

"Que Pablo debió usar "cielo" y "tierra" para los judíos y los gentiles no se considerará tan extraño si consideramos que Daniel mismo se refiere a la nación de los judíos con el nombre de "cielo" (Dan. 8:10). Ni quiere un ejemplo de ello en nuestro Salvador mismo, quien (Luc. 21:26) con "las potencias de los cielos" quiere significar claramente los grandes hombres de la nación judía. Ni es éste el único lugar en esta epístola de Pablo a los Efesios que lleva esta interpretación de cielo y tierra. Quien lea los primeros quince versículos del cap. 3 y sopese las expresiones cuidadosamente, y observe la dirección del pensamiento del apóstol en ellos, no encontrará que hace violencia manifiesta al sentido de Pablo si por "familia en los cielos y en la tierra" (ver. 15) entiende el cuerpo unido de cristianos, compuesto de judíos y gentiles, que todavía viven promiscuamente entre estas dos clases de pueblos que continuaron en su incredulidad. Sin embargo, no estoy seguro de esta interpretación, sino que la ofrezco como una cuestión de investigación a los que creen que una búsqueda imparcial del verdadero significado de las Sagradas Escrituras es la mejor forma de emplear el tiempo de que disponen".
Es en favor de esta interpretación de "cielo y tierra" que estas expresiones deben aparentemente ser tomadas en un sentido restringido similar en otros pasajes en que ocurren. Por ejemplo: "Hasta que pasen el cielo y la tierra" (Mat. 5:18); "el cielo y la tierra pasarán" (Luc. 21:33). En el primero de estos pasajes, el contexto muestra que es imposible que se refiera a la disolución final de la creación material, porque eso afirmaría la perpetuidad de cada jota y cada tilde de lo que hace mucho tiempo fue abrogado y anulado. Debemos, pues, entender, el "pasar el cielo y la tierra" en un sentido tópico. Un expositor juicioso hace las siguientes observaciones sobre este pasaje:
"Una persona completamente familiarizada con la fraseología del Antiguo Testamento sabe que la disolución de la economía mosaica y el establecimiento de la cristiana a menudo se entiende como la desaparición de la antigua tierra y los antiguos cielos, y la creación de una nueva tierra y unos cielos nuevos. (Véase Isa. 65:17 y 66:22). El período de terminación de una dispensación y el comienzo de la otra se describe como "los últimos días" y "el fin del mundo", y como una conmoción tal de la tierra y los cielos que conduciría a la destrucción de las cosas conmocionadas (Hag. 2:6; Heb. 14:26,27)".
Parece, pues, que hay justificación bíblica para entender "las cosas que están en los cielos y las que están en la tierra" en el sentido indicado por Locke, judíos y gentiles. Es posible, sin embargo, que las palabras apunten a una comprensión más amplia y a una consumación más gloriosa. Ellas pueden indicar que la raza humana, separada de Dios y de todos los seres santos, y dividida por la mutua enemistad y el mutuo alejamiento, estaba destinada, por el misericordioso de Dios, a unirse nuevamente, bajo una Cabeza común, el Señor Jesucristo, con el único Dios y Padre de la humanidad, y con todos los seres santos y felices en el cielo. Según este punto de vista, todo el universo inteligente habría de ser puesto bajo un dominio, el de Dios Padre, por medio de su Hijo Jesucristo. Esta es la mayor consumación que se nos presenta en otras tantas formas en el Nuevo Testamento. Es la "regeneración" [] de Mat. 19:28; los "tiempos de refrigerio" []; y "los tiempos de la restauración de todas las cosas" [] de Hechos 3:19,21; "la sujeción de todas las cosas a Cristo" de 1 Cor. 15:28; la "reconciliación de todas las cosas con Dios" [] de Col. 1:20; el "tiempo de reforma" [] de Heb. 9:10; el " " -- "la nueva era" -- de Efe. 1:21. Todas éstas son sólo diferentes formas y expresiones de la misma cosa, y todas apuntan a la misma gran era venidera; y, sin titubear, a esta categoría podemos asignar la frase "la dispensación de la plenitud de los tiempos", y "reunir todas las cosas en Cristo".

Antes de que este dominio universal del Padre pudiese ser asumido y proclamado públicamente, era necesario que la relación exclusiva y limitada de Dios con una sola nación fuera reemplazada por una mejor y abolida. Por lo tanto, la teocracia debía ser hecha a un lado, para hacer lugar para la paternidad universal de Dios: "para que Dios pudiese ser todo en todos".

2. La siguiente pregunta que debemos considerar es: ¿Tenemos alguna indicación del período en el cual tendría lugar esta consumación?

Tenemos las más explícitas afirmaciones sobre este punto; pues, casi todas las designaciones del acontecimiento nos permiten fijar el tiempo. La regeneración es "cuando el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria"; los tiempos de la "restitución de todas las cosas" son cuando "Dios envíe a Jesucristo"; la "sujeción de todas las cosas a Cristo" es "en su venida" y "en el fin". En otras palabras, todos estos sucesos coinciden con la parusía; y éste, por lo tanto, es el período de la "reunificación de todas las cosas" bajo Cristo.

Llegamos a la misma conclusión a partir de la frase "la dispensación de la plenitud de los tiempos". Una dispensación es una disposición u orden de cosas, y parece equivaler a la frase , o pacto. La dispensación o economía mosaica es designada como el "pacto antiguo" (2 Cor. 3:14), en contraste con el "nuevo pacto", o la "dispensación del evangelio". El "pacto antiguo" o la antigua economía es representada como "decadente, que envejece, y está próxima a desaparecer" -- es decir, la dispensación mosaica estaba a punto de ser abolida, y de ser reemplazada por la dispensación cristiana (Heb. 8:13). Algunas veces, de la era o economía judía se habla como de esta era, la era presente [,]; y de la dispensación cristiana o del evangelio, como de "la era venidera", y "el mundo por venir" [,] (Efe. 1:21; Heb. 2:5). Al fin de la era o economía judía se le llama "el fin del tiempo" [], y es razonable concluir que el fin de lo antiguo es el comienzo de lo nuevo. Se sigue, por lo tanto, que la economía de la plenitud de los tiempos es ese estado u orden de cosas que sucede y reemplaza inmediatamente a la antigua economía judía. La dispensación de la plenitud de los tiempos es la dispensación final, la corona; el "reino que no puede ser movido"; "el mejor pacto, establecido sobre mejores promesas". Entonces, puesto que la antigua economía fue finalmente hecha a un lado y abrogada en la destrucción de Jerusalén, llegamos a la conclusión de que la nueva era, o la "dispensación de la plenitud de los tiempos", recibió su inauguración solemne y pública en el mismo período, que coincide con la parusía.

EL DÍA DE REDENCIÓN

Efe. 1:13,14. "El Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida".

Efe. 4:30.  "El Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención".

Estos dos pasajes apuntan obviamente al mismo suceso y al mismo período. ¿Cuál es la redención de que se habla aquí -- la redención de la posesión adquirida? El antiguo Israel es llamado la herencia de Jehová (Deut. 32:9); y del pueblo de Dios se dice que es su herencia (Efe. 1:11, traducción de Alford). Aquí, sin embargo, no es la herencia de Dios, sino nuestra herencia, a la que se hace referencia; y esa herencia todavía no está en posesión, sino en perspectiva; la prenda o las arras de ella (es decir, el Espíritu Santo) habiendo sido recibidas. Por tanto, nos vemos obligados a entender por herencia la futura gloria y felicidad que esperan al cristiano en el cielo. Esta, entonces, es la herencia, y también la posesión adquirida, porque ambas se refieren a la misma cosa. Obviamente, es algo futuro, pero no distante, pues ya ha sido adquirido, aunque todavía no ha sido poseído. Guardaba la misma relación para los cristianos de Éfeso que la tierra de Canaán para los antiguos israelitas en el desierto. Era el reposo prometido, al cual esperaban vivir para entrar. El día en que el Señor Jesús se revelase desde el cielo era el día de redención que las iglesias apostólicas esperaban. Nuestro Señor había predicho las señales de la aproximación de ese día. "Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca". También había declarado que la generación actual no pasaría hasta que todo se hubiese cumplido. (Luc. 21:28,32). El día de redención, pues, se acercaba, según ellos.

De la misma manera, Pablo, escribiendo a los cristianos en Roma, habla del ansioso anhelo con el cual "esperaban la adopción o la redención de su cuerpo de la esclavitud de la corrupción" Rom.- 8:23). Este pasaje es precisamente paralelo a Efe. 1:14 y a 4:30. Hay la misma herencia, las mismas arras de ella, la misma redención plena en perspectiva. El cambio del cuerpo material y mortal en un cuerpo incorruptible y espiritual era parte importante de la herencia. Esto es lo que el apóstol y sus conversos esperaban en la parusía. El día de redención, pues, coincide con la parusía.

LA EDAD PRESENTE Y LA QUE VIENE

Efe. 1:21. "No sólo en este siglo, sino también en el venidero".
A menudo, hemos tenido ocasión de hacer notar el correcto sentido de la palabra , tan a menudo traducida "mundo". Locke observa: "Puede que valga la pena considerar si no tendría normalmente un significado más natural en el Nuevo Testamento interpretarla como un período de tiempo de duración considerable, pasando por debajo de alguna dispensación notable". Según el apóstol, había por lo menos dos grandes períodos, o edades: una, la presente, pero que se acercaba a su fin; la otra, futura, y que estaba a punto de comenzar. La primera era el actual orden de cosas bajo la ley mosaica; la segunda era la época nueva y gloriosa que habría de ser inaugurada por la parusía.

LOS SIGLOS [EONES] VENIDEROS

Efe. 2:7. "Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gloria".
Conybeare y Howson hacen la siguiente observación sobre este pasaje:
"En los siglos venideros"; es decir, el tiempo del perfecto triunfo de Cristo sobre el mal, siempre contemplado en el Nuevo Testamento como "cercano".
Quizás sería más correcto decir que se refiere a la cercana salvación de estos creyentes gentiles, y su glorificación con Cristo; porque esta es la consumación que es contemplada siempre en el Nuevo Testamento como cercana (Rom. 13:11).

Volver


Sección de Libros 2

Contenido | Prefacio | Introducción | 1-1 | 1-2 | 1- 3 | 1- 4 | 1- 5 | 1-6 |1-7 | Apéndice1 |

2-8 | 2-9 | 2-10 | 2-11 | 2-12 | 2-13 | 2-14 | 2-15 | 2-16 | 2-17 | 2-18|2-19|2-20|2-21|2-22|2-23|
Apéndice 2|3-24|
3-25|3-26|3-27|3-28|3-29|3-30|3-31|Conclusión|Apéndice 3|

Index 1