Mi interés en este tema comenzó
durante mis años de pre-graduando en los Departamentos de Antiguo
Testamento e Idiomas y Civilizaciones del Cercano Oriente. El paso
del tiempo no ha disminuído la tremenda sensación de deuda que
tengo para con mis instructores allí, comenzando con G. Ernest
Wright, de bendita recordación, e incluyendo a Frank Moore Cross,
Thomas O. Lambdin, William L Moran, Thorkild Jacobsen, y Paul
Hanson. En particular, debo reconocer mi deuda con el profesor
Cross, que supervisó mi educación, cuya erudición continúa siendo
un ejemplo para mí, y demostró hacia mí más bondades de las que me
sería posible recompensar.
Me siento agradecido hacia el distinguido arqueólogo y
profesor Nachman Avigad de la Universidad Hebrea de Jerusalén por
proporcionarme gentilmente la fotografía de la bula de Baruch ben
Neriyah, el escriba que aparece en este libro.
Uno de los golpes de buena fortuna en mi vida fue mi
encuentro con el profesor David Noe Freedman, que ha hecho muchos
actos de
hesed para mí y
quien, por medio del ejemplo y sus sabios consejos, me ha enseñado
mucho. Tengo gran respeto por la persona y su erudición.
Mi deuda con Baruch Halpern debería quedar clara por mis
referencias a él en este libro. No hay ningún erudito de mi
generación a quien yo respete más. Creo que sus contribuciones que
yo cito aquí son de considerable importancia para nuestro campo, y
he aprendido más acerca del método histórico que de ninguna otra
persona.
Mi colega en la Universidad de California, William Propp,
es el colega ideal. Es agradable, independiente, un erudito
cuidadoso y original, y un amigo. Le debo las gracias por los
comentarios y las críticas que mejoraron el libro en varios
puntos.
Una de las cosas excelentes que ocurrieron por medio
de este proyecto fue que conocí a Joann Ellison Rodgers, que me
ayudó a aprender un nuevo estilo de escribir y que me sostuvo y y
me alentó y fue mi amigo.
Como indiqué en el Prefacio, decidí hace algún tiempo
intentar relatar estos hallazgos de una manera que fuese accesible
al público en general así como a los eruditos. Mi agente
literario, Elaine Markson, demostró confianza en este libro y en
este propósito. Su mezcla particular de profesionalismo y
humanidad es admirable y es sinceramente apreciada.
Arthur H. Samuelson, el redactor de este libro en Harper
& Row, es un editor en la tradición del Deuteronomista. Los
lectores de este libro sabrán que esta es una gran alabanza. Él
tiene mi respeto profesional y mi gratitud personal.
Richard Elliot Friedman