Es
un hecho extraño que nunca hemos sabido con certeza quién
produjo el libro que ha jugado un papel tan central en
nuestra civilización. Hay tradiciones relacionadas con quién
escribió cada uno de los libros bíblicos -- se supone que
los cinco libros de Moisés fueron escritos por Moisés, el
libro de Lamentaciones por el profeta Jeremías, la mitad de
los Salmos por el rey David -- pero, ¿cómo va uno a
saber si estas atribuciones tradicionales son correctas?
Los
investigadores han estado trabajando en la solución de este
misterio durante casi mil años, y particularmente en los dos
últimos siglos, han hecho extraordinarios descubrimientos.
Algunos de estos descubrimientos desafían las creencias
tradicionales. Pero esta investigación no se desarrolló como
una controversia de la religión versus la ciencia o de la
religión versus lo secular. Por el contrario, la mayoría de
los investigadores fueron adiestrados en tradiciones
religiosas y conocían la Biblia tan bien como los que sólo
aceptaban las respuestas tradicionales. Ciertamente, desde
el comienzo hasta el presente, una significativa proporción
de eruditos bíblicos críticos, quizás la mayoría, han sido
al mismo tiempo miembros del clero. Más bien, el esfuerzo
por descubrir quién escribió la Biblia comenzó y ha
continuado porque la respuesta tenía y tiene importantes
implicaciones para el estudio de la Biblia, tanto
tradicional como crítico.
Después
de todo, se trataba de la Biblia. Su influencia en la
civilización occidental - y subsiguientemente, la
civilización oriental - ha sido tan penetrante que apenas ha
sido posible reconocer su impacto, mucho menos aceptar su
autoridad, sin preocuparse de dónde venía. Si creemos que la
Biblia es una gran obra literaria, entonces ¿quiénes fueron
los artistas? Si la consideramos como una fuente que ha de
ser examinada en el estudio de la historia, entonces, ¿los
informes de quién estamos examinando? ¿Quién escribió sus
leyes? ¿Quién confeccionó el libro partiendo de una diversa
colección de relatos, poesía, y leyes hasta formar una sola
obra? Si nos encontramos con un autor cuando leemos una
obra, a cualquier grado, ya sea ficción o no ficción,
entonces, ¿con quién nos encontramos cuando leemos la
Biblia?
Para
la mayor parte de los lectores, hay una diferencia, ya sea
que su interés en el libro sea religioso, moral, literario o
histórico. Cuando se estudia un libro en una clase de
escuela superior o universidad, generalmente se aprende algo
de la vida del autor, y por lo general, esto contribuye a la
comprensión del libro. Aparte de consideraciones literarias
teóricas bastante avanzadas, la mayoría de los lectores
parece hallar significativo poder ver conexiones entre la
vida del autor y el mundo que el autor presenta en la obra
de ella o de él. En el caso de la ficción, la mayoría
hallaría relevante el hecho de que Dostoievsky era ruso,
vivió en el siglo diecinueve, era cristiano ortodoxo de
opiniones originalmente revolucionarias, era epiléptico, y
que la epilepsia figura de manera importante en El Idiota y en Los Hermanos Karamazov;
o que Dashiell Hammett era detective; o que George Eliot era
mujer. De manera similar en la no ficción, parece no haber
límite para la fascinación que la gente siente con Freud el
hombre y el grado al cual su propia experiencia se refleja
en sus escritos; o con Nietzsche, donde todo, desde su
locura hasta su relación con Lou Salomé, hasta sus lazos a
veces extraños con Dostoievsky, figura en las lecturas de
sus libros.
Mientras
más obvio parece esto, más notable resulta el hecho de que
la mayor parte de esta información está ausente en el caso
de la Biblia. A menudo, el texto no se puede entender sin
esta información. El autor de un relato bíblico en
particular, ¿vivió en el siglo octavo A. C. o en el quinto?
Y así, cuando el autor usa una expresión particular, ¿la
entendemos de acuerdo con lo que significaba en el siglo
octavo o en el quinto? ¿Presenció el autor los sucesos del
relato? Si no, ¿cómo llegó el autor a tener una idea de lo
que ocurrió? ¿Fue por medio de fuentes escritas, antiguos
relatos de familia, revelación divina, una composición
completamente ficticia, o algún otro medio? ¿Cómo afectaron
los acontecimientos de los propios días del autor la manera
en que el autor contó el relato? ¿Escribió el autor la obra
con la intención de que se convirtiera en texto sagrado y
autorizado?
Estas
preguntas son importantes para comprender lo que el texto
quiso decir en el mundo bíblico mismo. Pero también ofrecen
una oportunidad de producir una comprensión nueva y más rica
del libro actualmente, tanto para el lector religioso como
para el no religioso, una vez que lleguemos a conocer las
personas y las fuerzas que lo produjeron.
LOS CINCO LIBROS DE MOISÉS
Este
es uno de los rompecabezas más antiguos del mundo. Los
investigadores han estado luchando con él prácticamente
desde que la Biblia fue completada. Ocurre que no comenzó
como una investigación de la autoría de la Biblia. Comenzó
simplemente con individuos haciendo preguntas acerca de
problemas que observaron en el texto bíblico mismo. Se
desarrolló como un relato detectivesco a lo largo de los
siglos, con investigadores descubriendo indicios del
origen de la Biblia, uno por uno.
Comenzó
con preguntas acerca de los primeros cinco libros de la
Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, y Deuteronomio.
Estos libros se conocen como el Pentateuco (del griego, que
significa "cinco rollos") o la Torá (del hebreo, que
significa "instrucción"). También se conocen como los cinco
libros de Moisés. Moisés es la figura principal en la
mayoría de estos libros, y la antigua tradición judía y
cristiana sostenía que Moisés mismo los había escrito,
aunque en ninguna parte de los cinco libros de Moisés dice
el texto que él es el autor. 1
Pero la tradición de que una sola persona, Moisés, había
escrito estos libros presentaba problemas. La gente observó
contradicciones en el texto. Se informa de sucesos en un
orden particular, y más tarde se dice que esos mismos
sucesos ocurrieron en un orden diferente. Se dice que había
dos de algo, y en alguna otra parte se dice que había
catorce de lo mismo. Se dice que los moabitas habían hecho
algo, y más adelante se dice que habían sido los madianitas
los que lo habían hecho. Se describe a Moisés yendo a un
tabernáculo en un capítulo antes de que Moisés construyera
el tabernáculo.
La
gente también notó que los cinco libros de Moisés incluyen
cosas que Moisés no podría haber conocido ni era probable
que hubiese dicho. Después de todo, el texto relataba la
muerte de Moisés. También dice que Moisés era el hombre más
humilde sobre la tierra; y normalmente, nadie esperaría que
el hombre más humilde de la tiera señalara que él es el
hombre más humilde en la tierra.
Al
principio, los argumentos de los que cuestionaban la autoría
de Moisés fueron rechazados. En el siglo tercero AD, el
erudito cristiano Orígenes respondió a los que objetaban la
unidad y la autoría mosaica del Pentateuco. Los rabinos de
los siglos que siguieron a la terminación de la Biblia
hebrea (también conocida como Antiguo Testamento o Sagradas
Escrituras) explicaron de la misma manera los problemas y
las contradicciones dentro de los linderos de la tradición,
diciendo: Las contradicciones eran sólo aparentes. Podían
explicarse por medio de interpretaciones - a menudo, muy
prolijas - o introduciendo detalles narrativos adicionales
que no aparecían en el texto bíblico. En cuanto a las
referencias de Moisés a cosas que debieron haber sido
desconocidas para él, fueron explicadas diciendo que se
debían al hecho de que Moisés era un profeta. Estas
respuestas orientadas a la tradición, a los problemas en el
texto prevalecieron hasta los tiempos medievales. Los
comentaristas bíblicos medievales, como Rashi en Francia y
Nacmánides en España, eran especialmente hábiles para buscar
explicaciones para reconciliar cada una de las
contradicciones. Pero, también en el período medieval, los
investigadores comenzaron a dar una nueva clase de
respuestas a las antiguas preguntas.
SEISCIENTOS AÑOS DE INVESTIGACIÓN
En
la primera etapa, los investigadores todavía aceptaban la
tradición de que Moisés escribió los cinco libros, pero
indicaron que se habían añadido unas pocas líneas aquí o
allá. En el siglo once, Isaac ben Yashush, un médico judío
cortesano de un gobernante en la España musulmana, señaló
que una lista de reyes edomitas que aparece en Génesis 36
mencionaba reyes que vivieron mucho tiempo después de que
Moisés murió. Yashush indicó que la lista fue escrita por
alguien que vivió después de Moisés. La respuesta a esta
conclusión fue que le llamaran "Isaac, el que mete la pata".
El
hombre que lo llamó "Isaac mete la pata" era Abraham ibn
Esdras, un rabino español del siglo doce. Ibn Esdras añadió:
"Su libro merece ser quemado". Pero, irónicamente, el mismo
ibn Esdras incluyó en sus propios escritos varios
enigmáticos comentarios que sugieren que él tenía sus
propias dudas. Aludía a varios pasajes bíblicos que parecían
no ser debidos a la propia mano de Moisés, pasajes que se
referían a Moisés en tercera persona, usaban términos que
Moisés no habría conocido, describían lugares en que Moisés
nunca había estado, y usaban un lenguaje que reflejaba una
época y una ubicación geográfica diferentes de las de
Moisés. Sin embargo, ibn Esdras aparentemente no estaba
dispuesto a decir directamente que Moisés no era el autor de
los cinco libros. Escribió simplemente: "Y si usted
entiende, reconocerá la verdad". Y en otra referencia a uno
de estos pasajes contradictorios, escribió: "Y el que
entiende, que guarde silencio".
En
el siglo catorce, en Damasco, el erudito Bonfils aceptó la
evidencia de Esdras, pero no su consejo de guardar silencio.
Refiriéndose a los pasajes difíciles, Bonfils escribió
explícitamente: "Y esto es evidencia de que este versículo
fue escrito en la Torá más tarde, y que Moisés no lo
escribió, sino uno de los profetas posteriores". Bonfils no
negaba al carácter revelado del texto. Todavía creía que los
pasajes en cuestión habían sido escritos por "uno de los
profetas posteriores". Sólo estaba concluyendo que no habían
sido escritos por Moisés. Sin embargo, tres siglos y medio
más tarde, su obra fue reimpresa con las referencias a este
tema borradas.
En
el siglo quince, Tostato, obispo de Ávila, también dijo que
ciertos pasajes, notablemente el relato de la muerte de
Moisés, no podían haber sido escritos por Moisés.
Había una antigua tradición de que Josué, el sucesor de
Moisés, había escrito este relato. Pero, en el siglo
dieciséis, Carlstadt, un contemporáneo de Lutero, comentó
que el relato de la muerte de Moisés está escrito en el
mismo estilo que los textos que lo preceden. Esto dificulta
la afirmación de que Josué o alguien más meramente había
añadido algunas líneas a lo que de otro modo habría sido un
manuscrito mosaico. Esto también suscita preguntas
adicionales sobre qué exactamente era mosaico y qué había
sido añadido por alguna otra persona.
En
la segunda etapa del proceso, los investigadores sugirieron
que Moisés escribió los cinco libros, pero que unos editores
los revisaron más tarde, añadiendo por su cuenta alguna
palabra o frase ocasional. En el siglo dieciséis, Andreas
van Maes, un católico flamenco, y dos eruditos jesuitas,
Benedicto Pereira y Jacques Bonfrere, imaginaron así un
texto original de mano de Moisés, que escritores posteriores
expandieron. Van Maes sugirió que un editor posterior
insertó frases o cambió el nombre de un lugar por uno más
actual para que los lectores lo entendieran mejor. El libro
de Van Maes fue puesto en el Índice Católico de Libros
Prohibidos.
En
la tercera etapa de la investigación, los investigadores
concluyeron directamente que Moisés no había escrito la
mayor parte del Pentateuco. El primero en decirlo fue el
filósofo británico Thomas Hobbes en el siglo diecisiete.
Hobbes reunió numerosos casos de hechos y afirmaciones en el
curso de los cinco libros que eran inconsistentes con la
autoría de Moisés. Por ejemplo, a veces, el texto dice que
algo es así "hasta el día de hoy". "Hasta el día de hoy" no
es la frase de alguien que describe una situación
contemporánea. Es más bien la frase de un escritor posterior
que describe algo que ha durado.
Cuatro
años más tarde, Isaac de la Peyrere, un calvinista francés,
también escribió explícitamente diciendo que Moisés no era
el autor de los primeros libros de la Biblia. Él también
observó problemas que recorrían el texto, incluyendo, por
ejemplo, las palabras "al otro lado del Jordán" en el primer
versículo de Deuteronomio. Ese versículo dice: "Estas son
las palabras que Moisés habló a los hijos de Israel al otro
lado del Jordán ....". El problema con la frase "al otro
lado del Jordán" es que se refiere a alguien que está al
otro lado del río Jordán, mirando desde la posición del que
escribe. Así, el versículo parece ser las palabras de
alguien que está en Israel, al oeste del Jordán refiriéndose
a lo que Moisés hizo en el lado este del Jordán. Pero se
supone que Moisés mismo nunca estuvo en Israel en toda su
vida. El libro de de la Peyrere fue prohibido y quemado. Él
fue arrestado y se le informó que, para ser liberado, tenía
que convertirse al catolicismo y retractarse de sus puntos
de vista ante el Papa. Así lo hizo.
Más o menos al mismo tiempo, en Holanda, el filósofo Spinoza
publicó un análisis crítico unificado, demostrando de la
msma manera que los pasajes problemáticos no eran unos pocos
pasajes aislados que pudieran ser explicados uno por uno.
Más bien, estaban presentes en todos los cinco libros de
Moisés. Estaban los relatos de Moisés, las expresiones que
era improbable que Moisés hubiese pronunciado (por ejemplo,
"el hombre más humilde de la tierra"), el informe de la
muerte de Moisés, la expresión "hasta hoy", las referencias
a ubicaciones geográficas por los nombres que adquirieron
después de la época de Moisés, el tratamiento de cuestiones
posteriores a Moisés (por ejemplo, la lista de los reyes
edomitas), y varias contradicciones y varios problemas en el
texto de la clase que investigadores anteriores habían
observado. También notó que el texto dice en Deuteronomio
34: "Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés
...". Spinoza hizo notar que estas palabras suenan como las
de alguien vivió mucho tiempo después de Moisés y tuvo la
oportunidad de ver otros profetas y de esta manera efectuar
la comparación. (Tampoco suenan como las palabras del hombre
más humilde de la tierra). Spinoza escribió: "Está ... más
claro que el sol a mediodía que el Pentateuco
no fue escrito por Moisés, sino por alguien que vivió mucho
tiempo después que Moisés". Spinoza había sido excomulgado
del judaísmo. Ahora su obra era condenada también por los
católicos y los protestantes. Su libro fue incluido en el
Índice Católico, en el espacio de seis años se emitieron
treinta y siete edictos contra él, y hubo un atentado contra
su vida.
Poco
tiempo después, en Francia, Richard Simon, un converso del
protestantismo que se había convertido en sacerdote
católico, escribió una obra con la cual se proponía criticar
a Spinoza. Dijo que el corazón del Pentateuco (las leyes)
era mosaico pero que había algunas adiciones. Simon dijo que
estas adiciones eran de escribas que habían reunido,
ordenado, y desarrollado los antiguos textos. Según Simon,
estos escribas eran profetas, guiados por el espíritu
divino, y así, él consideraba su propia obra como una
defensa de la santidad del texto bíblico. Sin embargo, sus
contemporáneos, aparentemente no estaban preparados para una
obra que decía que alguna parte de los cinco libros no era
mosaica. Simon fue atacado por otros miembros del clero
católico y expulsado de su orden. Sus libros fueron puestos
en el Índice. Cuarenta refutaciones de su obra fueron
escritas por protestantes. De las mil trescientas copias
impresas de su libro, todas, menos seis, fueron quemadas.
Salió una versión inglesa del libro, traducida por John
Hampden, pero Hampden se retractó más tarde. El subestimado
informe, escrito por el erudito Edward Gray, en su relato de
ls acontecimientos lo cuenta mejor: Hampden "repudió las
opiniones que había sostenido en común con Simon ... en
1688, probablemente poco antes de ser liberado de la torre".
LAS FUENTES
La
idea de Simon de que los escritores bíblicos habían reunido
sus narrativas partiendo de antiguas fuentes a su
disposición fue un paso importante en el camino a descubrir
quién escribió la Biblia. Cualquier historiador competente
conoce la importancia de las fuentes al escribir una
narración progresiva de sucesos. La hipótesis de que los
cinco libros de Moisés eran el resultado de una tal
combinación de varias fuentes más antiguas escritas por
diferentes autores era excepcionalmente importante porque
preparaba el camino para manejar un nuevo elemento de
evidencia desarrollada por tres investigadores en el siglo
siguiente: el doblete.
Un
doblete es una misma historia contada dos veces. Aun en
traducciones, es fácil ver que los relatos bíblicos a menudo
aparecen con variaciones de detalles en dos lugares
diferentes de la Biblia. Hay dos relatos diferentes de la
creación del mundo. Hay dos relatos del pacto entre Dios y
el patriarca Abraham; dos relatos de cuando se le puso
nombre a Isaac, el hijo de Abraham; dos relatos de cuando
Abraham le asegura a un rey extranjero que su esposa Sara es
su hermana; dos relatos de Jacob, el hijo de Isaac, de
cuando hizo un viaje a Mesopotamia; dos relatos de una
revelación que Jacob tuvo en Betel; dos relatos de cuando
Dios cambió el nombre de Jacob por el de Israel; dos relatos
de cuando Moisés hizo salir agua de una roca en un lugar
llamado Meriba, y más.
Los
que defiendían la creencia tradicional en la autoría mosaica
argumentaban que los dobletes eran siempre complementarios,
no repetitivos, y que no se contradecían entre sí, sino que
están allí para enseñarnos una lección por medio de su
"aparente" contradicción. Pero se descubrió otra pista que
socavó esta respuesta tradicional. Los investigadores
hallaron que, en la mayor parte de los casos, una de las dos
versiones del doblete de un relato se refería a la deidad
por su nombre divino, Yahvé (anteriormente pronunciado
erróneamente Jehová), y que la otra versión del relato se
refería a la deidad llamándola simplemente "Dios". Es decir,
los dobletes se alineaban en dos grupos de versiones
paralelas de relatos. Cada grupo era casi siempre
consistente acerca del nombre de la deidad que usaba.
Además, los investigadores descubrieron que no sólo eran los
nombres de la deidad los que se alineaban. Encontraron
varios otros términos y características que aparecían
regularmente en uno u otro grupo. Esto tendía a apoyar la
hipótesis de que alguien había tomado dos antiguos
documentos fuentes, los había cortado, y los había
entrelazado para formar el relato continuo de los cinco
libros de Moisés.
Así
que la siguiente etapa de la investigación fue el proceso de
separar las hebras de los dos antiguos documentos fuentes.
En el siglo dieciocho, tres investigadores independientes
arribaron a conclusiones similares basándose en estos
estudios: Un ministro alemán (H. B. Witter), un médico
francés (Jean Astruc), y un profesor alemán (. J. G.
Eichhorn). Al principio, se pensó que una de las dos
versiones de los relatos en el libro de Génesis era un
antiguo texto que Moisés había usado como fuente y que la
otra versión de los relatos había sido escrita por el propio
Moisés, que describía estas cosas con sus propias palabras.
Más tarde, se pensó que ambas versiones de los relatos eran
antiguos documentos fuente que Moisés había usado al
componer su obra. Pero, finalmente, se llegó a la conclusión
de que ambas fuentes tenían que ser de escritores que
vivieron después de Moisés. Cada etapa del proceso atribuía
menos y menos al propio Moisés.
Para
principios de del siglo diecinueve, la hipótesis de las dos
fuentes se expandió. Los eruditos hallaron evidencias de
que, después de todo, en el Pentateuco no había dos
principales documentos fuente, ¡sino cuatro! Dos eruditos
descubrieron que, en los primeros cuatro libros de la
Biblia, había, no sólo dobletes, sino varios tripletes de
relatos. Esto convergía hacia otra evidencia, que
involucraba contradicciones y lenguaje característico, y que
los persuadió de que habían encontrado otra fuente dentro
del Pentateuco. Y luego un joven erudito alemán W. M. L.
DeWette, observó en su disertación doctoral que el quinto de
los cinco libros de Moisés, el libro de Deuteronomio, tenía
un lenguaje notablemente diferente de los cuatro libros que
lo precedían. Ninguno de los tres antiguos documentos fuente
parecía continuar en este libro. DeWette propuso la
hipótesis de que Deuteronomio era una cuarta fuente,
separada.
Así,
pues, debido a la obra de un gran número de personas, y a un
costo personal para algunas de ellas, el misterio de los
orígenes de la Biblia había llegado a ser tratado
abiertamente, y se había formulado una hipótesis básica. Fue
una etapa notable en la historia de la Biblia. Los eruditos
podían abrir el libro de Génesis e identificar el material
escrito por dos y hasta tres autores en una misma página. Y
también había la obra del editor, la persona que había
recortado y combinado los documentos fuente para formar un
solo relato; de esta manera, hasta cuatro personas
diferentes podrían haber contribuido a producir una sola
página de la Biblia. Ahora los investigadores podían ver que
existía un enigma y cuál era su naturaleza básica. Pero
todavía no sabían quién era el autor de ninguno de los
cuatro antiguos documentos fuente, cuándo vivieron, o por
qué escribieron. Y no tenían ninguna idea de quién era el
misterioso editor que los había combinado, ni por qué esta
persona los había combinado de esta compleja manera.
LA HIPÓTESIS
Para
ponerlo de la manera más sucinta posible, el rompecabezas
era como sigue:
Había
evidencia de que los cinco libros de Moisés habían sido
compuestos combinando cuatro diferentes documentos fuente
para formar un relato continuo. Para propósitos de trabajo,
los cuatro documentos fueron identificados con símbolos
alfabéticos. El documento asociado con el nombre divino
Yahvé/Jehová se llamó J. El documento que fue identificado
como referente a la deidad de Dios (en hebreo, Elohim) se
llamó E. El tercer documento, con mucho el mayor, incluía la
mayoría de las secciones legales y se concentraba mayormente
en cuestiones que tenían que ver con sacerdotes, así que se
llamó P. Y la fuente que se encontró sólo en el libro de
Deuteronomio se llamó D. La cuestión era cómo poner al
descubierto la historia de estos cuatro documentos, no sólo
quién los escribió, sino por qué se escribieron cuatro
versiones diferentes del relato, cuál era la relación de
cada una con las demás, si cualquiera de los autores era
consciente de los textos de los demás, cuándo fue producido
cada uno en la historia, cómo fueron preservados y
combinados, y una multitud de otras cuestiones.
El
primer paso fue tratar de establecer el orden relativo en
que fueron escritos. La idea era tratar de ver si cada
versión reflejaba una etapa particular en el desarrollo de
la religión en el Israel bíblico. Este enfoque reflejaba la
influencia, en la Alemania del siglo diecinueve, de ideas
hegelianas sobre el desarrollo histórico de la civilización.
Se destacan dos figuras del siglo diecinueve. Se acercaron
al problema de maneras muy diferentes, pero arribaron a
hallazgos complementarios. Uno de estos hombres, Karl
Heinrich Graf, trabajó deduciendo, por referencias en los
varios textos bíblicos, cuáles de los textos debían
lógicamente haber precedido o seguido a los otros. El otro
investigador, Wilhelm Vatke, buscó trazar la historia del
desarrollo de la antigua religión israelita examinando
textos en busca de indicios en cuanto a si reflejaban etapas
tempranas o tardías de la religión.
Graf
concluyó que los documentos J y E eran las versiones más
antiguas de los relatos bíblicos, pues ellos (y otros
primitivos escritos bíblicos) no tenían conocimiento de
cuestiones que eran tratadas en otros documentos. D era
posterior a J y E, pues mostraba familiaridad con
desarrollos en un período posterior de la historia. Y P, la
versión sacerdotal del relato, era la menos antigua de
todas, pues se refería a una variedad de cuestiones que eran
desconocidas en todas las porciones anteriores de la Biblia,
como los libros de los profetas. Mientras tanto, Vatke llegó
a la conclusión de que J y E reflejaban una etapa muy
temprana en el desarrollo de la religión israelita, cuando
era esencialmente una religión de naturaleza/fertilidad.
Concluyó que D reflejaba una etapa intermedia del desarrollo
religioso, cuando la fe de Israel era espiritual/ética; para
abreviar, la época de los grandes profetas israelitas. Y
consideró el documento P como que reflejaba la etapa más
reciente de la religión israelita, la etapa de la religión
sacerdotal, basada en sacerdotes, sacrificios, ritos, y la
ley.
El
intento de Vatke por reconstruir el desarrollo de la
religión de Israel y el intento de Graf por reconstruir el
desarrollo de las fuentes del Pentateuco apuntaban en la
misma dirección. A saber, la gran mayoría de las leyes y
gran parte de la narrativa del Pentateuco no eran parte de
la vida en los días de Moisés - mucho menos habían sido
escritos por Moisés - ni siquiera eran parte de la vida en
los días de los reyes y profetas de Israel. Más bien, fueron
escritos por alguien que vivió hacia el fin del período
bíblico.
Hubo
una variedad de reacciones a esta idea. Las respuestas
negativas procedían tanto de los eruditos tradicionales como
de los eruditos críticos. Ni siquiera De Wette, que había
identificado la fuente D, aceptaba la idea de que tanto de
la ley fuese tan tardía. Dijo que esta posición "hacía
depender el comienzo de la historia hebrea, no de las
grandes creaciones de Moisés, sino de la nada en el aire". Y
los eruditos tradicionales señalaron que esta posición
representaba al Israel bíblico como una nación no gobernada
por la ley durante sus primeros seis siglos. Con todo, las
ideas de Graf y de Vatke llegaron a dominar el campo de los
estudios bíblicos durante un centenar de años,
principalmente a causa de la obra de un hombre: Wellhausen.
Julius
Wellhausen (1844-1918) se yergue como una poderosa figura en
la investigación de la autoría de la Biblia y la historia de
la erudición bíblica en general. Es difícil señalar alguna
persona en particular como el "fundador", el "padre", o el
"primero" en esta empresa, porque un buen número de personas
hicieron contribuciones que llevaron la búsqueda a alguna
nueva etapa. De hecho, libros y artículos en el campo de la
erudición bíblica atribuyen estos títulos variadamente a
Hobbes, Spinoza, Simon, Astruc, Eichhorn, Graf, o
Wellhausen. El mismo Wellhausen aplica este término a De
Wette. Pero Wellhausen ocupa un lugar especial en la
historia de esta empresa. Su contribución no contituye tanto
un comienzo cuanto una culminación de esa historia. Mucho de
lo que Wellhausen tenía que decir fue tomado de los que lo
precedieron, pero la contribución de Wellhausen fue la de
reunir todos estos componentes, junto con sus propias y
considerables investigaciones y argumentaciones, hasta
formar una síntesis clara y organizada.
Wellhausen
aceptó la imagen presentada por Vatke de que la religión de
Israel se había desarrollado en tres etapas, y aceptó
también la imagen de Graf de que los documentos habían sido
escritos en tres períodos distintos. Luego simplemente juntó
las dos imágenes. Examinó los relatos bíblicos y las leyes
bíblicas que aparecen en J y E, y argumentó que ellos
reflejaban el estilo de vida de la etapa
naturaleza/fertilidad de la religión. Arguyó que los relatos
y las leyes de Deuteronomio (D) reflejaban la vida de la
etapa espiritual/ética. Arguyó que P se derivaba de la etapa
sacerdotal/legal. Siguió el rastro a las características de
cada etapa y período meticulosamente a través del texto de
cada documento, examinando la manera en que el documento
reflejaba cada uno de los varios aspectos fundamentales de
la religión: el carácter del clero, los tipos de
sacrificios, los lugares de culto, y las fiestas religiosas.
Extrajo información de las secciones tanto legales como
narrativas, de entre todos los cinco libros del Pentateuco,
y de entre otros libros históricos y proféticos de la
Biblia. Su presentación era sensitiva, bien articulada, y
extremadamente influyente. Sobre todo, la de él era una
construcción poderosa, porque hacía más que sólo dividir las
fuentes con sus criterios de costumbre (dobletes,
contradicciones, etc.). Enlazaba los documentos fuentes con
la historia. Proporcionaba un marco creíble en el cual
podrían haberse desarrollado. De este modo, el modelo de
Wellhausen comenzó a responder la pregunta de por qué
existían diferentes fuentes. La primera y real aceptación de
este campo de estudio, pues, se produjo cuando los análisis
históricos y literarios se fusionaron con éxito por primera
vez. Este modelo de combinación de los documentos fuente
llegó a conocerse como la Hipótesis Documental, y ha
dominado el campo desde entonces. Hasta la fecha, si se
quiere discrepar, se discrepa con Wellhausen. Si se desea
presentar un nuevo modelo, hay que comparar sus méritos con
el modelo de Wellhausen.
EL ESTADO ACTUAL DE
COSAS
La
oposición religiosa a la nueva investigación persistió
durante el siglo diecinueve. La hipótesis documental se
conoció en los píases de habla inglesa en gran medida a
causa de la obra de William Robertson Smith, un profesor de
Antiguo Testamento en la escuela preparatoria de la Iglesia
Libre de Escocia en Aberdeen y editor de la Encyclopedia Britannica.
Escribía artículos en la enciclopedia y publicaba artículos
escritos por Wellhausen allí también. Fue llevado a juicio
ante la iglesia. Aunque fue declarado inocente de la
acusación de herejía, fue expulsado de su posición. También
en el siglo diecinueve, en Sudáfrica, John Colenso, un
obispo anglicano, publicó conclusiones similares, y dentro
de los siguientes veinte años, se escribieron trescientas
respuestas. Fue llamado "el obispo malvado".
Sin
embargo, las cosas comenzaron a cambiar en el siglo veinte.
Durante siglos, había habido considerable oposición a esta
investigación en la Iglesia Católica, pero un hito de
grandes proporciones fue la encíclica Divino Afflante Spiritu
del papa Pío XII en 1943. Se le ha llamado "una Carta Magna
del progreso bíblico". El Papa alentaba a los eruditos a
proseguir hacia el conocimiento de los escritores bíblicos,
pues esos escritores eran "el instrumento vivo y razonable
del Espíritu Santo ...". Concluía:
Que el intérprete,
pues, con todo cuidado y sin descuidar ninguna luz derivada
de de recientes investigaciones, se esfuerce por establecer
el peculiar carácter y las circunstancias del escritor
sagrado, la época en que vivió, las fuentes, escritas u
orales a las cuales recurrió y las formas de expresión que
empleó.
En
cuanto a los resultados del estímulo del Papa, el Jerome Biblical Commentary,
una publicación católica, que apareció en 1968, comenzaba
con esta declaración de los editores:
No es ningún secreto
que los últimos quince o veinte años han presenciado casi
una revolución en los estudios bíblicos católicos - una
revolución estimulada por la auutoridad, pues su Carta Magna
fue la encíclica Divino
Afflante Spiritu del Papa Pío XII. Los principios
de la crítica literaria e histórica, por tanto tiempo
mirados con sospecha, ahora, por fin, han sido aceptados y
aplicados por exégetas católicos. Los resultados han sido
muchos: un interés nuevo y vital en la Biblia en toda la
Iglesia; una mayor contribución de los estudios bíblicos a
la moderna teología; una comunidad de esfuerzo y comprensión
entre los eruditos católicos y no católicos.
La
oposición al examen crítico de la Biblia también ha
disminuido entre los protestantes. La Biblia ha llegado a
ser estudiada y enseñada por eruditos críticos en las
principales instituciones protestantes de Europa y Gran
Bretaña. También en los Estados Unidos, eruditos críticos
enseñan en las principales instituciones protestantes, como
Harvard Divinity School, Yale divinity School, Princeton
Theological Seminary, Union Theological Seminary, y muchas
otras. El examen crítico del texto y sus autores también ha
sido aceptado en las principales instituciones judías,
particularmente el Hebrew Union College, que es la escuela
rabínica reformada, y el Jewish Theological Seminary, la
escuela rabínica conservadora. También se enseña en las
principales universidades en el mundo.
Hasta
la pasada generación, había eruditos ortodoxos cristianos y
judíos que rebatían la Hipótesis Documental en círculos
eruditos. Sin embargo, en la actualidad, apenas si hay algún
erudito bíblico en el mundo trabajando activamente que
afirme que los cinco libros de Moisés fueron escritos por
Moisés o por cualquier otra persona. 2
Los eruditos arguyen acerca del número de diferentes autores
que escribieron cualquier libro bíblico dado. Arguyen acerca
de cuándo se escribieron los varios documentos y acerca de
si un versículo en particular pertenece a éste o a aquel
documento. Expresan variados grados de satisfacción o
insatisfacción con la utilidad de la hipótesis para fines
literarios o históricos. Pero la hipótesis misma continúa
siendo el punto de partida de la investigación, ningún
estudiante serio de la Biblia puede dejar de estudiarla, y
ninguna otra explicación de la evidencia ha podido acercarse
a rivalizar con ella.
El
análisis crítico de la autoría también se ha extendido más
allá de los cinco libros de Moisés y ha tocado a cada uno de
los libros de la Biblia. Por ejemplo, el libro de Isaías
había sido atribuído tradicionalmente al profeta Isaías, que
vivió en el siglo octavo AC. La mayor parte de la primera
mitad del libro encaja en esa tradición. Pero desde el
capítulo 40 hasta el 66 del libro de Isaías parece haber
sido escrito por alguien que vivió como doscientos años más
tarde. Hasta del libro de Abdías, que sólo tiene una sola
página, se ha pensado que es una combinación de trozos de
dos autores.
En
nuestros propios días, nuevas herramientas y y nuevos
métodos han hecho importantes contribuciones. Nuevos métodos
de análisis lingüístico, desarrollados mayormente dentro de
los últimos quince años, han hecho posible establecer la
relativa cronología de porciones de la Biblia y medir y
describir características del hebreo bíblico en varios
períodos. En los términos más sencillos, Moisés estaba más
lejos del lenguaje de gran parte de los cinco libros que
Shakespeare lo estaba del inglés moderno. También desde los
días de Wellhausen, ha habido una gran revolución
arqueológica, que ha producido importantes descubrimientos
que ahora deben figurar en cualquier investigación sobre los
autores de la Biblia. Comentaré los hallazgos arqueológicos
relevantes en el transcurso de este libro.
Aun
así, el hecho simple es que, en gran medida, el rompecabezas
permanece sin resolver. Y lo escurridizo de la solución
continúa frustrando nuestro trabajo en una gran variedad de
otras cuestiones acerca de la Biblia. Mi propia experiencia
servirá como ilustración. Cuando me presentaron esta área de
estudios bíblicos en mis años de preparatoria, respondí que
no me importaba mucho, que mi interés estaba en lo que el
texto decía y cuál era su relevancia en la actualidad, no en
quién lo había escrito. Pero, a medida que trabajaba más y
más en el texto durante mis años de postgrado, descubrí que,
sin importar en qué cuestión me ocupaba, siempre regresaba a
este problema.
Si
trabajaba en una cuestión literaria, quería saber por qué el
texto contaba el relato de esta manera y no de otra. Por
ejemplo, considérese el relato del becerro de oro. En el
libro de Éxodo, Dios pronuncia en voz alta los Diez
Mandamientos para los israelitas desde el cielo en el monte
de Dios. Luego, Moisés asciende al monte solo para recibir
un juego de tablas de piedra tallada en las cuales estaban
grabados los Diez Mandamientos. Cuando Moisés tarda en
regresar, el pueblo fabrica un becerro de oro y le ofrece
sacrificios. Su líder, el hombre que personalmente fabrica
el becerro de oro, es Aarón, el vocero del propio Moisés.
Cuando Moisés regresa y ve el becerro, lanza airado las
tablas al suelo y las hace añicos. Destruye el becerro de
oro. Le pregunta a Aarón: "¿Qué te hizo este pueblo para que
atrajeras sobre él tan gran pecado?" Aarón responde que el
pueblo le pidió que le hiciera dioses, así que él arrojó al
fuego el oro de ellos, "¡y salió este becerro!".
La
pregunta era: ¿Qué haría que alguien escribiera un relato
como éste? ¿Qué estaba ocurriendo en el mundo de este
escritor que lo hizo contar un relato en el cual su propio
pueblo comete herejía sólo cuarenta días después de haber
oído a Dios hablarle desde el cielo? ¿Por qué presentó a un
becerro de oro, y no una oveja de bronce, una serpiente de
plata, o alguna otra cosa? ¿Por qué presentó a Aarón,
tradicionalmente el primer sumo sacerdote de Israel, como
líder de una herejía? ¿Fue simplemente porque sucedió así y
el escritor estaba sencillamente contando la historia como
la conocía? ¿O estaban sucediendo otros problemas y sucesos
en el mundo del escritor que lo motivaron mientras
configuraba el relato?
Si
yo trabajara en una cuestión moral, querría saber por qué el
texto dice: "Compórtense de esta manera y no de aquella
otra". Por ejemplo, hay leyes de guerra en el libro de
Deuteronomio que tienen importantes implicaciones
morales. Una ley exime del servicio militar a
cualquier hombre que tenga miedo. Una ley
prohibe violar a una mujer capturada. A las
mujeres del grupo que ha sido derrotado hay que darles
tiempo para que lloren la pérdida de cualquier miembro de su
familia, y sólo entonces pueden ser tomadas por esposas, o
de lo contrario, deben ser liberadas. En este caso, me
pareció importante entender qué dio lugar a tales leyes.
¿Cómo es que el estándar bíblico de conducta llegó a incluir
estas particulares prácticas y prohibiciones? ¿Qué ocurría
en el mundo bíblico que impulsó a alguien a concebir tales
leyes y condujo a una comunidad a adoptarlas?
Si
se trataba de una pregunta teológica, querría saber por qué
el texto presentaba la deidad como lo hace. Por ejemplo, la
Biblia presenta la deidad como desgarrada entre la justicia
divina y la misericordia divina. A través de la Biblia, hay
una tensión recurrente entre las fuerzas que dicen "castiga"
y las que dicen "perdona". ¿Qué sucesos y qué conceptos
diferentes conceptos del carácter de Dios en varias épocas y
varios lugares en el mundo bíblico desempeñaron un papel en
la formación de esta poderosa y desconcertante idea de las
relaciones divino-humanas?
Quizás
más graves eran las preguntas históricas. Si uno está
interesado en la historicidad de los relatos bíblicos,
entonces tiene que preguntarse cuándo vivió el escritor.
¿Fue el escritor testigo de los sucesos que describe? Si no,
¿cuáles fueron sus fuentes de información? ¿Cuáles eran sus
intereses? ¿Era el escritor un sacerdote o un laico, hombre
o mujer, alguien asociado con la corte o un plebeyo? ¿A
quién favorecía, a quién se oponía, de dónde venía? Y así
sucesivamente.
Mi
instructor era el profesor Frank Moore Cross de la
Universidad de Harvard. En mi segundo año de estudios allí,
hubo una discusión durante un seminario del departamento de
lenguas y civilizaciones del Cercano Oriente, un día en que
el profesor Cross se refirió a otro seminario en que había
participado muchos años antes. En aquel seminario anterior,
los participantes habían decidido trabajar en el texto del
Pentateuco desde el principio, sin suponer la validez de la
Hipótesis Documental ni de ninguna otra hipótesis para ver,
por medio de un cuidadoso y renovado estudio del texto
llevado a cabo por sí mismos, a dónde les llevaría la
evidencia. Más tarde, ese mismo día, tuve una cita con el
profesor Cross, durante la cual le solicité un curso de
estudio supervisado bajo su dirección. Propuso que
hiciéramos lo que su seminario había hecho años antes, y fue
así como me encontré, por fin, enfrentado al problema
siempre presente de la formación del texto bíblico.
Comenzamos desde el principio, trabajando a través del texto
del Pentateuco, no suponiendo lo correcto de la hipótesis,
sino sopesando la evidencia a medida que avanzábamos. Yo he
estado intrigado por este problema desde entonces.
Espero
adelantar el proceso de solución con mis contribuciones
aquí. En alto grado, defiendo el modelo que se ha
desarrollado como el consenso de los investigadores en los
últimos pocos siglos. Presentaré nueva evidencia que yo creo
apoyará el modelo. Donde discrepe con pasados eruditos,
incluyendo, a veces, mis propios instructores, lo dejaré
bien claro y presentaré mi evidencia. Específicamente, lo
que es nuevo aquí es:
Me propongo ser más
específico acerca de quiénes fueron los escritores de la
Biblia; no sólo dónde vivieron, sino dónde residían, los
grupos a los cuales pertenecíeron, sus relaciones con las
personas y los sucesos importantes de su momento histórico,
qué personas les parecían agradables, a quiénes se oponían,
y sus propósitos políticos y religiosos al escirbir sus
obras.
Me propongo arrojar
luz sobre la relación entre los varios autores. ¿Conocía
alguno de ellos alguna de las obras de los demás? Sucede que
sí las conocían. Y, de algunas maneras inesperadas, esto
afectó el modo en el que la Biblia fue producida.
Me propongo arrojar
más luz sobre la cadena de sucesos que juntó todos los
documentos hasta formar una sola obra. Esto también revelará
algo de cómo esa obra llegó a ser aceptada como la Biblia.
Por lo menos en un
caso, me propongo cuestionar el punto de vista mayoritario
sobre quién fue uno de los autores de la Biblia, y por qué
escribió.
Cuando se trate de
relatos bíblicos, me propongo demostrar por qué cada relato
salió de la manera particular en que lo hizo y cuál fue su
relación con la historia del período durante el cual se
escribió.
Por
supuesto, es imposible abarcar todos los libros de la Biblia
en este solo volumen. Trataré de los libros que cuentan el
relato central del cual nació el resto de la Biblia (11
libros), me referiré a muchos de los otros libros, y
comentaré las implicaciones de estos descubrimientos para la
Biblia como un todo.
Me
parece que la manera de comenzar es reconstruir el cuadro
del mundo bíblico hasta el mayor grado posible basándome en
evidencias arqueológicas y la lectura más cautelosa posible
de los libros históricos de la Biblia, intentando
identificar qué porciones del informe bíblico son
históricamente dignas de confianza para cada período. El
paso siguiente es ubicar los autores bíblicos que
escribieron en cada período respectivo y ver hasta qué punto
las personas y los sucesos de ese momento de la historia
afectaron la manera en que la Biblia fue producida. Por fin,
podemos regresar a lo que tanto me importó en primer lugar:
las implicaciones de estos hallazgos para la manera en que
la gente entiende, valora y usa la Biblia en la actualidad.