La
religión pagana estaba cerca de la naturaleza. La gente
rendía culto a las fuerzas más poderosas del universo: el
firmamento, el viento tormentoso, el sol, el mar, la
fertilidad, la muerte. La estatuas que erigían eran como
los íconos en una iglesia. Las estatuas representaban al
dios o a la diosa, le recordaban al adorador la presencia
de la deidad, mostraban el respeto de los seres humanos
por sus dioses, y quizás hacían que los seres humanos se
sintieran más cerca de sus dioses. Pero, como señala el
texto babilónico, la estatua no era el dios.
El
principal dios pagano de la región que habría de
convertirse en Israel era El. El era masculino,
patriarcal, gobernante. A diferencia del otro dios
principal de la región, Haddu (el viento de tormenta1),
El no se identificaba con ninguna fuerza de la naturaleza.
Se sentaba a la cabecera del consejo de dioses y
pronunciaba las decisiones del consejo.
El
Dios de Israel era Yahveh1. Él
también era masculino, patriarcal, gobernante, y tampoco
se identificaba con ninguna fuerza de la naturaleza. Antes
que describirlo en términos de la naturaleza o de mitos,
el pueblo de Israel hablaba de Yahvé en términos de sus
actos en la historia, como veremos.
El
pueblo de Israel hablaba hebreo. Otros idiomas del área
eran similares al hebreo: el fenicio, el cananeo
(ugarítico), el arameo, y el moabita, todos pertenecientes
a la familia de idiomas semitas. Cada uno de estos
idiomas, tanto el hebreo como los otros, tenía un
alfabeto. La gente escribía documentos en papiro y los
sellaba con sellos de arcilla humedecida. También escribía
textos en cuero y en tablillas de arcilla, y a veces, los
grababa en piedra o los escribía en yeso. Escribía notas
más cortas en trozos de cerámica rota.
La
gente vivía en casas de uno o dos pisos, mayormente de
piedra. En las ciudades, las casas se construían bien
cerca las unas de las otras. Algunas ciudades tenían
impresionantes sistemas hidráulicos, incluyendo largos
túneles subterráneos y enormes cisternas. Algunas casas
tenían plomería interna. Las ciudades estaban rodeadas de
muros. La gente comía carne de res, cordero, aves de
corral, pan, vegetales, frutas, y productos lácteos.
Fabricaban vino y cerveza. Fabricaban ollas y vasijas de
arcilla de todos los tamaños. Sus metales eran bronce,
hierro, plata, y oro. Tenían instrumentos musicales de
viento, de cuerdas, y de percusión. Contrariamente a todas
las películas sobre la Biblia que jamás se hicieron, la
gente no usaba kaffiyehs
(turbantes árabes).
Hay
tradiciones sobre la prehistoria de los israelitas: sus
patriarcas, su experiencia como esclavos en Egipto, y su
peregrinaje en el desierto de Sinaí. Desafortunadamente,
tenemos poca información histórica de la arqueología y
otras fuentes antiguas. El primer punto en el cual
realmente tenemos suficiente evidencia para comenzar a
configurar la vida de la comunidad bíblica es el siglo
doce A. C., el período en que los israelitas se
establecieron en esta región.
La
vida política de los israelitas en sus primeros años
estaba organizada alrededor de las tribus. De acuerdo con
la tradición bíblica, había trece tribus, con
considerables diferencias en tamaño y población, desde las
más pequeñas hasta las más grandes. Cada una de las doce
tribus tenía un territorio geográfico claramente definido.
La décimotercera tribu, la de Leví, se identificaba como
un grupo sacerdotal. Sus miembros vivían en ciudades en el
territorio de las otras tribus. Cada tribu tenía sus
propios líderes escogidos. (Véase el mapa, p. 301).
También
había individuos que adquirían autoridad en tribus
individuales o sobre grupos de tribus en virtud de su
posición en la sociedad o por sus cualidades personales.
Estas personas eran jueces o sacerdotes. La posición de
juez no incluía sólo escuchar casos legales. Incluía el
liderazgo militar. Por consiguiente, en tiempos de amenaza
militar contra una tribu o un grupo de tribus, un juez
podía adquirir considerable poder y autoridad. Un juez
podía ser varón o mujer. Los sacerdotes tenían que ser
varones. Por lo general, los sacerdotes tenían que ser de
la tribu de Leví. Su oficio era hereditario. Servían en
sitios religiosos, presidiendo ceremonias religiosas, lo
cual significaba, sobre todo, llevar a cabo los
sacrificios. A cambio de sus servicios, recibían una
porción del animal sacrificado o de productos de la
tierra.
Otro
tipo de persona figuraba de manera especial en el
liderazgo de la comunidad: el profeta. Ser profeta no era
un oficio o una profesión, como los de juez o sacerdote.
Una persona de cualquier ocupación podía llegar a ser
profeta. El profeta Ezequiel era sacerdote; el profeta
Amós era vaquero. En hebreo, la palabra para profeta era nabí, cuyo
significado se entiende como "llamado". Los profetas
israelitas eran hombres o mujeres que se consideraba que
habían sido llamados por la deidad para llevar a cabo una
tarea especial con respecto al pueblo. La tarea podría ser
animar o criticar. Podría ser en el ámbito de la política,
la ética o los ritos. Por lo general, el profeta o la
profetisa presentaba su mensaje en poesía o en una
combinación de poesía y prosa.
EL SURGIMIENTO DE LA
MONARQUÍA
La época del liderazgo de los jueces culminó con Samuel,
un hombre que era tres cosas al mismo tiempo: juez,
sacerdote y profeta. Era el último de los jueces, y
ostentaba mucha autoridad política y religiosa. Vivía en
Silo, una ciudad en el norte del territorio, que en ese
tiempo era un importante centro religioso. Un tabernáculo
estaba situado allí, el cual, según el relato bíblico,
alojaba el arca que contenía las tablas de los Diez
Mandamientos; y una distinguida familia sacerdotal tenía
funciones allí, una familia que algunos eruditos
identifican como descendientes de Moisés.
Cuando
la dominación de los filisteos en el área se volvió
demasiado fuerte para que se le opusieran una o dos
tribus, el pueblo buscó un líder que pudiera unir y guiar
a todas las tribus. En otras palabras, querían un rey. Un
poco de mala gana, Samuel ungió a Saúl, el primer rey de
Israel. Ese fue el fin del período de los jueces y el
principio del período de la monarquía. Aunque no habría
más jueces, todavía quedaban los sacerdotes y profetas. De
esa manera, Israel desarrolló una estructura política en
que el rey ya no era gobernante absoluto en manera alguna.
Por el contrario, el poder del rey era vigilado y
equilibrado por los poderes de los jefes tribales, los
sumos sacerdotes y, sobre todo, por los profetas.
Esto
tuvo un profundo efecto en la vida tanto política como
religiosa de Israel. Para ser rey y mantener un gobierno
estable, un hombre tenía que tener la aceptación de los
jefes, y tenía que ser designado por un profeta. También
necesitaba un sacerdocio de apoyo. Esto se debía en parte
a que los sacerdotes, los profetas y los jefes tribales
ocupaban posiciones bien establecidas para cuando la
monarquía fue creada, y se debía en parte a las actuales
realidades políticas. El rey necesitaba las tribus porque
el reclutamiento en las tribus proveía al rey de un
ejército, sin el cual quedaba prácticamente indefenso. El
rey necesitaba la designación profética y el apoyo
sacerdotal porque la religión, no sólo no estaba separada
del estado en aquel mundo, sino que apenas estaba separada
de algo. Como a menudo señalan las introducciones a las
Biblias, en el idioma hebreo de ese período no había
ninguna palabra para "religión". La religión no era una
categoría identificable, separada de creencias y
actividades. Era una parte inseparable, penetrante, de la
vida. Un rey no podía tener legitimidad política sin
legitimidad religiosa. Un rey que perdiera el apoyo de sus
profetas y sacerdotes se metería en problemas. Y eso fue
lo que le sucedió a Saúl.
Saúl
tuvo un disgusto con Samuel, el profeta sacerdote que lo
había designado como rey. El libro de 1 Samuel presenta
dos relatos diferentes de las circunstancias que
precipitaron la ruptura (¿de dos autores diferentes?),
pero el elemento común de los dos relatos es que ambos
presentan a Saúl traspasando los linderos de su poder e
invadiendo las prerrogativas del sacerdocio.
Aparentemente, la respuesta de Samuel fue designar a otro
rey, David.
EL SURGIMIENTO DE DAVID
David
era un héroe bien conocido de la tribu de Judá. Por un
tiempo, fue miembro de la comitiva de Saúl, y desposó a
una de las hijas de Saúl. Saúl llegó a considerar a David
como una amenaza para su trono - con bastante razón - y se
convirtieron en rivales. Cuando David recibió el apoyo de
los sacerdotes de Silo 3, Saúl
los hizo asesinar a todos - excepto a uno, que escapó.
Saúl
reinó hasta que murió en combate luchando contra los
filisteos. Después de su muerte, el reino se dividió entre
su hijo Ishbaal y David. Ishbaal reinó en la porción
septentrional del país; David gobernó en su propia tribu,
Judá, que era la mayor de las tribus, casi del tamaño de
todas las otras tribus juntas, y que abarcaba la porción
meridional del país. Ishbaal fue asesinado, y David se
convirtió en rey de todo el país, norte y sur.
Ya
en esta etapa temprana de la historia israelita, pues,
podemos ver conflictos entre el rey y el sacerdote, y
entre un rey y otro. Un día, estas dinámicas politicas
jugarían un papel decisivo en la formación de la Biblia.
David
se destaca como figura importante en la Biblia hebrea,
realmente el que se acerca a Moisés en impacto. Hay varias
razones para esto. Primera, nosotros simplemente tenemos
una porción mayor de material fuente acerca de él en la
Biblia que sobre otras figuras. Tenemos el largo texto
conocido como la Historia de la Corte del Rey David (en el
libro de 2 Samuel), una obra que está escrita hermosamente
y al mismo tiempo es un notable ejemplo de escritura de la
historia, notable porque critica abiertamente a sus
héroes, una práctica que es poco menos que desconocida
entre los reyes del Cercano Oriente.
Segundo,
David se destaca porque, si sólo la mitad lo que dice la
Biblia acerca de él es verdad, vivió una vida
extraordinaria, con lo que me refiero tanto a su vida
personal como a su vida política. (En todo caso, las dos
apenas pueden separarse).
La
tercera razón del lugar singular que David ocupa entre las
figuras bíblicas es que David estableció una duradera
dinastía de reyes que descendieron de él. De hecho, la
dinastía davídica fue una de las familias reinantes de
mayor duración en cualquier país en la historia del mundo.
De aquí la poderosa resistencia de la tradición mesiánica
en el judaísmo y el cristianismo - la confianza en que
siempre habría a mano un descendiente de David en tiempos
de angustia.
EL IMPERIO DE DAVID
Una
de las cosas que pueden haber hecho que Saúl fuese un
candidato atractivo para ser el primer rey de Israel era
que procedía de la tribu de Benjamín, geográficamente una
tribu pequeña. Por consiguiente, había poca amenaza de que
él y su tribu pudiesen dominar a las otras tribus por
medio de su posición. Por otra parte, David, que procedía
de Judá, la tribu de mayor tamaño, personificaba ese
peligro. Sin embargo, David era un político sensitivo y
capaz, y ejecutó una serie de acciones que aumentaron la
unidad del reino.
Primero,
trasladó su capital de Hebrón, que era la principal ciudad
de Judá, a Jerusalén. Esta ciudad había sido una ciudad
jebusea, pero David la había capturado, quizás por medio
de una estratagema en la cual algunos de sus hombres
escalaron el conducto casi vertical de un túnel de agua
bajo la ciudad. El túnel, ahora conocido como el conducto
de Warren, fue limpiado en las excavaciones de la ciudad
de David de la Jerusalén bíblica y abierto al público en
1985. Puesto que Jerusalén había sido ocupada por los
jebuseos antes de que David la capturase, no estaba
afiliada a ninguna de las tribus de Israel. Por lo tanto,
la selección de Jerusalén como capital por parte de David
no ofendía a ninguna tribu y minimizaba cualquier
impresión de que se proponía favorecer a Judá - de manera
muy parecida a aquélla en que Washington, D. C, resultaba
atractiva como capital de Estados Unidos porque estaba
separada y ya no se la consideraba parte de ninguno de los
estados. Además, Jerusalén estaba situada en el centro del
norte y el sur del país.
La
segunda acción de David que facilitó la representación
tanto del norte como del sur en su nuevo reino unido fue
el nombramiento de dos sumos sacerdotes en Jerusalén, uno
del norte y otro del sur. De manera no diferente de
la presencia de dos rabinos principales en el moderno
Israel, uno de la comunidad sefardita y otro de la
comunidad askenázica, los dos sumos sacerdotes de David
eran un medio de satisfacer a dos distritos anteriormente
separados, pero ahora unidos. El sumo sacerdote del norte,
nombrado por David, era Abiatar, que era el mismo que
había escapado de la matanza de los sacerdotes de Silo
ordenada por Saúl. El sumo sacerdote del sur, nombrado por
David, era Sadoc, que procedía de la ciudad de Hebrón, la
antigua ciudad capital de David en Judá. Aparentemente,
Sadoc y los sacerdotes de Hebrón eran considerados
descendientes de Aarón, el primer sumo sacerdote de
Israel. Por consiguiente, el doble sumo sacerdocio de
David puede haber sido una concesión, no sólo con respecto
al norte y al sur, sino también con respecto a dos
antiguas familias sacerdotales, distinguidas y
políticamente importantes: la familia de Moisés y la
familia de Aarón.
Tan
fuerte como cualquier otro cemento para mantener unido el
reino es la historia de los matrimonios de David. Se casó
con mujeres que procedían de varias regiones de
importancia política, que sólo podían fortalecer los lazos
sociales entre cada una de esas regiones y la familia
real.
La
más práctica de las políticas de David fue el
establecimiento de un ejército profesional permanente.
Esta fuerza militar incluía a extranjeros (cereteos,
peleteos, heteos), y respondía ante David y ante el
general que él había nombrado personalmente. Por
consiguiente, David ya no dependía de que las tribus
individuales reclutaran (es decir, llamaran a filas) a sus
hombres para el servicio militar en tiempos de crisis.
David había resuelto la parte principal del problema de
dependencia de estas tribus.
Por
medio de una victoria militar tras otra, David puso bajo
su dominio a Edom, Moab, Amón, Siria, y quizás a Fenicia.
Construyó un imperio que se extendía desde el río de
Egipto (el wadi
El Arish, no el Nilo) hasta el río Éufrates en
Mesopotamia. Hizo de Jerusalén el centro tanto religioso
como político de su imperio, llevando allí el objeto más
sagrado, el arca, e instalando allí a sus dos sumos
sacerdotes. Era un imperio políticamente importante en
aquel mundo.
LA FAMILIA REAL
Para
poder ver cómo la vida, los sucesos y las personas
individuales de aquel mundo produjeron la Biblia, también
hay que examinar la historia de la familia real. Sus
relaciones, conflictos, e inclinaciones políticas
afectaron el curso de la historia y, con ello, el carácter
de la Biblia.
El
hecho de que David tuviera tantas esposas significaba que
también tendría muchos hijos, que eran medios hermanos y
medias hermanas los unos de los otros. El hijo mayor de
David y que probablemente sería su heredero, era Amnón. De
acuerdo con la Historia de la Corte de David, en una de
las clásicas representaciones machistas de todos los
tiempos, Amnón primero violó y luego rechazó a su media
hermana Tamar. Tamar era hija de David con una princesa
gesurita. En venganza, Absalón, el hermano de padre y
madre de Tamar, mató a Amnón. La eliminación de Amnón
logró más para Absalón que la simple venganza por su
hermana abusada - también le colocó en posición de
competir por el trono. Así es la política monárquica: las
relaciones familiares y las relaciones políticas son
inseparables. Más tarde, Absalón se rebeló contra su
padre. Las tropas reclutadas por las tribus apoyaron a
Absalón, el ejército profesional estaba con David. Los
profesionales ganaron. Absalón fue muerto.
Durante
la ancianidad de David, dos más de sus hijos compitieron
por la sucesión al trono: Adonías, que era uno de los
mayores, y Salomón, que era hijo de la esposa favorita de
David, Betsabé. Cada hijo tenía su partido de seguidores
en palacio. Aparentemente, Adonías tenía el apoyo de los
otros príncipes. También tenía de su parte al general que
controlaba los reclutamientos tribales. Salomón tenía el
apoyo del profeta Natán y de su propia madre, Betsabé, que
eran extremadamente influyentes con David, y Salomón
también tenía de su parte al general del ejército
profesional.
Otros
dos hombres tomaron partido en estos alineamientos
palaciegos, y su participación finalmente tuvo
consecuencias cruciales para la historia de Israel y para
la Biblia. Eran los dos sumos sacerdotes. Abiatar, el
sacerdote del norte, del antiguo sacerdocio de Silo, y
posiblemente descendiente de Moisés, apoyaba a Adonías.
Sadoc, el sacerdote del sur, de Hebrón en la tribu de
Judá, y posiblemente descendiente de Aarón, apoyaba a
Salomón.
David
apoyaba a Salomón. Respaldado por el ejército profesional,
Salomón ganó sin que hubiese verdaderamente una lucha.
Después
de la muerte de David, Salomón ordenó la ejecución de su
medio hermano Adonías, y del general de éste, Joab. Sin
embargo, Salomón no pudo eliminar tan fácilmente al sumo
sacerdote Abiatar. El rey no podía ejecutar a un sumo
sacerdote. Aun así, no podía tolerar la continuada
presencia en el poder de los que se oponían a su sucesión
al trono. Por consiguiente, Salomón expulsó a Abiatar del
sacerdocio de Jerusalén y de la ciudad de Jerusalén. Lo
desterró a una propiedad en Anatot, un pequeño pueblo
situado a unas pocas millas de la capital.
EL IMPERIO DE
SALOMÓN
El
rey Salomón es famoso por su sabiduría. La imagen bíblica
de él es que mantuvo un reino fuerte y próspero, y que
llevó a cabo esto por su capacidad diplomática y
económica, no en el campo de batalla, como su padre había
hecho. Superó a su padre en diplomacia por medio del
matrimonio. Los archivos bíblicos afirman que tuvo por
esposas a setecientas hijas de reyes (y a trescientas
concubinas). Aunque consideremos esto como una
exageración, indica que los matrimonios políticos eran
parte importante de su política. Comerciaba con África y
Asia, aprovechando la posición geográfica de Israel.
Acumuló enormes cantidades de oro y plata. Construyó un
templo en Jerusalén, en el cual puso el arca. Esto
fortaleció especialmente la imagen de Jerusalén como el
centro religioso y la capital de la nación.
El
templo no era impresionante en tamaño. Sólo tenía sesenta
codos de largo y veinte codos de ancho. Un codo es el
largo del brazo de un hombre desde el el codo hasta el
segundo nudillo de la mano, como dieciocho pulgadas. Sin
embargo, el tamaño no era realmente importante, porque a
nadie se le permitió jamás entrar al templo israelita,
excepto a los sacerdotes. Las ceremonias y los sacrificios
se llevaban a cabo en el atrio, a la entrada del templo.
Las impresionantes cualidades del templo eran más bien sus
características físicas y su contenido. Las paredes tenían
paneles de cedro. El interior estaba dividido en dos
compartimientos, uno exterior llamado el Lugar Santo y uno
interior llamado el Lugar Santísimo.
El
Lugar Santísimo era un cubo perfecto, de veinte codos de
largo, veinte de ancho y veinte de altura. En él había dos
tremendas estatutas, los querubines. En aquel mundo, los
querubines no eran los angelicales niñitos del arte
posterior que disparan flechas y hacen que la gente se
enamore. Un querubín era una esfinge, por lo general tenía
cuerpo de un animal de cuatro patas, cabeza de hombre, y
alas de ave. Los querubines del templo estaban tallados de
madera de olivo y recubiertos de oro. No eran ídolos. Eran
más bien la plataforma del trono de Yahvé, que
invisiblemente ocupaba el trono que aquéllos sostenían.
Bajo las alas de los querubines, en medio del
compartimiento, estaba el objeto más sagrado de Israel, el
arca, la caja de oro que contenía las tablas de los Diez
Mandamientos.
Además
del templo, Salomón tenía otros y numerosos proyectos de
edificios. Construyó para sí mismo un gran palacio, que
era de mayor tamaño que el templo. También construyó
fortificaciones militares por todo el país.
Así,
pues, la Biblia representa a Salomón como un gran monarca
del antiguo Cercano Oriente. Para contemplar ese mundo y
especialmente para palpar los problemas políticos de la
vida de aquel entonces, primero hay que tener un buen
conocimiento de la geografía del territorio. Luego, hay
que ser realmente sensible a las fuerzas políticas y
económicas. Y entonces hay que leer cuidadosamente lo que
la mayoría de la gente consideraría los pasajes más
aburridos de la Biblia: listas de territorios, proyectos
de construcción, y anotaciones sobre la situación política
en países vecinos. A mi juicio, el mejor análisis de todo
esto es el de un erudito bíblico estadounidense, Baruch
Halpern. Yo arribé a algunas de mis conclusiones con
respecto a varios puntos importantes de quién escribió la
Biblia aplicando a la Biblia sus deducciones sobre
historia política. Lo que también es impresionante acerca
del análisis de Halpern sobre el mundo político de Salomón
es que lo escribió cuando sólo tenía veinte años de edad y
era estudiante de Harvard en 1972. Demostró que la
política interna y la política exterior de Salomón
amenazaba la unidad del país.
DE UN PAÍS A DOS PAÍSES
Tenemos
que tener presente que el país había sido una vez dos
reinos separados, uno en el norte y otro en el sur, y que
el reino del norte a su vez había estado compuesto por
tribus individuales. Las antiguas divisiones tribales no
habían dejado de existir bajo los reinados de David y
Salomón. Tampoco el recuerdo de un norte que una vez había
sido independiente. Sin embargo, muchas de las políticas
de Salomón alejaron a los del norte, en vez de estimular
su apoyo.
En
primer lugar, Salomón había despedido al sumo sacerdote
del norte, Abiatar. Otro ejemplo: Por supuesto, había
impuestos que todo el mundo tenía que pagar, tanto los del
norte como los del sur pero, como Halpern señalaba, el
archivo de los proyectos de construcción de Salomón
muestra que gastaba el dinero de los impuestos
desproporcionadamente en defensas militares en el sur.
Estaba aportando a su propia tribu, Judá, protección
contra la amenaza militar de Egipto. Pero Siria se había
separado del imperio durante este período, y sin embargo,
Salomón no daba a las tribus del norte igual protección
contra la muy real amenaza de Siria allí. La gente del
norte estaba pagando por la seguridad de la gente del sur.
Como
otro ejemplo de la política de Salomón hacia Israel en el
norte, Salomón recibió ayuda para la construcción del
templo y el palacio por parte de Hiram de Tiro, rey de los
fenicios, que era suegro de Salomón. (En realidad, casi
todos los reyes del antiguo Cercano Oriente deben haber
sido suegros de Salomón). Hiram proporcionó los cedros del
Líbano y 120 talentos de oro. A cambio, Salomón cedió al
rey fenicio un trozo de territorio israelita en el norte, que
contenía veinte ciudades. Con esta acción también, Salomón
estaba construyendo su propia capital únicamente a
expensas del norte.
Una
de las políticas de Salomón en particular interfirió con
la estructura misma del sistema tribal. Salomón estableció
doce distritos administrativos, cada uno de los cuales
debía proporcionar alimento para la corte de Jerusalén
durante un mes de cada año. Los linderos de estos doce
nuevos distritos no correspondían a los linderos
existentes de cada una de las doce tribus. Salomón designó
personalmente a los jefes de cada distrito administrativo.
Esto es como establecer una demarcación arbitraria e
injusta de los distritos electorales [en inglés,
gerrymandering - N. del
T.], sólo que al cuadrado. Sería como si el
presidente de Estados Unidos estableciera cincuenta nuevos
distritos para propósitos de impuestos, distritos que no
correspondieran a los cincuenta estados existentes, y
dentro de los cuales hubiera un administrador nombrado
políticamente, en lugar de su propio gobernador y sus
propios legisladores elegidos. Para empeorar las cosas, la
redistribución de Salomón era sólo para el norte. Los doce
nuevos distritos no incluían el territorio de Judá.
Por
si todo esto no convencía al populacho de que su rey se
proponía ejercer un poderoso control centralizado desde
Jerusalén, Salomón estableció otra política económica que
no podría dejar ninguna duda. Instituyó el missim. En hebreo, el
término missim
se refiere a una especie de impuesto, no en dinero, sino
en trabajo físico. Los ciudadanos debían rendir un mes de
trabajo obligatorio para el gobierno cada año. Debido a
que estamos hablando de Israel, una nación que tenía una
tradición de que una vez había sido esclava en Egipto pero
que ahora era libre, una ley de trabajo obligatorio debe
haber sido un trago amargo, difícil de tragar.
Tenemos
dos piezas de evidencia de cuán difícil era este trago. El
primero es que uno de los escritores del libro de Éxodo
describió más tarde a los supervisores egipcios de los
esclavos israelitas, no con el término usual de
"capataces", sino con el de "oficiales de missim". En el
próximo capítulo identificaré al hombre que escribió esas
palabras. No era ningún amigo de la familia real.
La
segunda pieza de evidencia es un incidente que ocurrió
poco después de la muerte de Salomón. A pesar de cualquier
disatisfacción que las tribus del norte hubiesen sentido
por sus políticas, Salomón había sido lo bastante fuerte
como para mantener unida a la nación, y las tribus del
norte no se separaron durante su reinado. Sin embargo,
cuando Salomón murió, su hijo, el rey Roboam, carecía de
lo que fuera necesario para mantener al reino unificado.
Roboam fue a Siquem, una importante ciudad en el norte,
para ser coronado. Los líderes del norte le preguntaron si
planeaba continuar las políticas de su padre. Roboam dijo
que sí. Las tribus del norte se separaron. Una indicación
de lo que les molestaba es el incidente al que me he
referido: el primer acto de rebelión fue la muerte por
lapidación de uno de los oficiales de Roboam. El hombre
lapidado era el jefe de los missim.
Fue
así como Roboam reinó sólo sobre Judá (y Benjamín, al que
Judá dominaba). El resto de Israel escogió por jefe a un
hombre llamado Jeroboam. Ahora el imperio de David se
convirtió en dos países: Israel en el norte, y Judá
en el sur. Es necesario que examinemos la vida,
especialmente la vida religiosa, de los dos reinos, y
luego estaremos preparados para identificar a dos de los
escritores de la Biblia.
ISRAEL Y JUDÁ
La
similitud de los nombres de los dos reyes, Roboam y
Jeroboam, no es ninguna coincidencia. En hebreo, ambos
nombres pueden significar que el pueblo debería ser
numeroso o muy extenso. Aparentemente, cada rey escogió un
nombre para su trono que sugiriera su interés por la
expansión de su porción de la nación que una vez estuvo
unida. Roboam gobernó sobre Jerusalén, la ciudad de David.
Jeroboam hizo de Siquem la capital del nuevo reino del
norte.
La
división política del país en dos tuvo enormes
implicaciones para la religión. La religión no estaba
separada del estado. Jerusalén había sido tanto la capital
política como el centro religioso del país. Por
consiguiente, Jeroboam, rey de Israel, estaba en una
posición extremadamente difícil. Israel y Judá podían
haberse convertido en dos países separados, pero todavía
compartían una religión común. Ambos adoraban al Dios
Yahvé. Ambos tenían creencias y tradiciones acerca de los
patriarcas, la esclavitud y el Éxodo desde Egipto, y
experiencias al pie de una montaña en el desierto de
Sinaí. El templo, el arca, y el sumo sacerdote estaban
ubicados en Jerusalén. Esto significaba que, por lo menos
en días festivos, y en varias otras ocasiones también, las
masas de la población de Jeroboam cruzaban la frontera
hacia Judá tomando una porción bastante considerable de
ganado y productos agrícolas para sus sacrificios. Iban a
la ciudad de David, oraban y hacían sacrificios en el
templo de Salomón,
y veían al rey Jeroboam
en el centro de las actividades. Este escenario
difícilmente podrían haber llenado el corazón de Jeroboam
con una sensación de estabilidad.
Jeroboam
no podía simplemente crear una nueva religión para impedir
que el pueblo fuera a Jerusalén. Sin embargo, podía
establecer para su nuevo reino su propia versión nacional de
la religión común.
Fue
así como el reino de Israel, como el reino de Judá, siguió
rindiéndole culto a Yahvé, pero Jeroboam estableció nuevos
centros religiosos, nuevos días festivos, nuevos
sacerdotes, y nuevos símbolos religiosos. Los nuevos
centros religiosos que habrían de sustituir al de
Jerusalén eran las ciudades de Dan y Bet-el. Dan era la
ciudad más septentrional de Israel, y Bet-el era una de
las más meridionales. En realidad, Bet-el estaba sólo a
corta distancia al norte de Jerusalén, sobre la frontera
entre Israel y Judá. Así, pues, cualesquiera israelitas
que pudieran haber pensado en tener culto en Jerusalén se
sentirían inclinados a detenerse en Bet-el, en lugar de
viajar la distancia adicional -- cuesta arriba -- hasta
Jerusalén.
La
nueva fiesta religiosa nacional de Jeroboam se celebraba
en otoño, un mes después de la principal festividad
religiosa otoñal de Judá. Sus nuevos símbolos religiosos
eran dos becerros de oro fundido, en lugar de los dos
querubines de oro de Jerusalén. A propósito, la palabra
"becerros", que aparece en la mayoría de las traducciones,
conduce a confusión. En el texto hebreo, la palabra
significa toro joven, que es símbolo de fortaleza, no las
imágenes más débiles que la palabra "becerro" connota
generalmente. El becerro, o toro joven, se asociaba a
menudo con el dios El, el dios principal de los cananeos,
al que a menudo se aludia como "El Toro". Por
consiguiente, tenemos algo de razón para creer que la
versión de la religión de Jeroboam de alguna manera
identificaba a Yahvé con El. La idea de que Yahvé y El
eran uno solo tendría el valor añadido de unir más a la
población israelita con la todavía grande población
cananea en el reino de Jeroboam.
Jeroboam
instaló uno de los becerros de oro en Beth-El y el otro en
Dan. Esto era impresionante porque los becerros, como los
querubines, no eran estatuas de dioses, sino sólo el
pedestal del invisible Dios Yahvé. Así, pues, en Israel,
Dios puede haber sido representado como entronizado sobre
el reino entero, desde la frontera septentrional hasta la
meridional, no sólo en el templo de Judá.
LOS SACERDOTES DEL REY
JEROBOAM
La
selección por Jeroboam de los sacerdotes para el nuevo
reino era crucial. Los levitas del norte había sufrido
mucho bajo el reinado de Salomón. Muchos habían sido
residentes de las veinte ciudades que Salomón le había
entregado a Hiram, el rey fenicio. Los que procedían de
Silo habían sufrido más. En los días de los jueces, Silo
había sido la ubicación del tabernáculo y el arca, el
templo central del pueblo. Samuel, el
sacerdote-profeta-juez de Silo, había designado y ungido a
los dos primeros reyes, Saúl y David. Abiatar, de los
sacerdotes de Silo, había sido uno de los dos sumos
sacerdotes bajo el reinado de David. Luego, Salomón
expulsó a Abiatar por apoyar al hermano perdedor en la
lucha por la sucesión, y los sacerdotes de Silo quedaron
sin poder en Jerusalén. Estos miembros del antiguo
establecimiento sacerdotal de Israel tenían tanta razón
como cualquiera, o más, de sentirse traicionados y
excluidos de la casa real de Jerusalén. Por tanto, es
interesante y apenas sorprendente que el profeta que
instigó la sucesión y designó como rey a Jeroboam fuera un
hombre llamado Ahías, de Silo.
Los
sacerdotes de Silo pronto se sintieron nuevamente
traicionados y excluidos. Jeroboam no los nombró tampoco
en Dan ni en Beth-el. En Dan había un antiguo y bien
establecido sacerdocio, fundado por el nieto de Moisés,
según el libro de Jueces. Probablemente, continuaba
funcionando allí. En Beth-el, Jeroboam estaba designando
nuevos rostros, incluyendo a individuos que no eran
levitas, para que se desempeñaran en el altar del becerro
de oro. De acuerdo con un texto bíblico, el nuevo criterio
para designar a alguien para el sacerdocio bajo el reinado
de Jeroboam no era ser levita, sino que "llenara el puño"
con un toro joven y siete carneros.
Los
sacerdotes de Silo no tenían lugar en la nueva estructura
religiosa de Jeroboam. Condenaron como herejía los
becerros de oro, que eran el símbolo de la religión. Se
dijo más tarde que Ahías de Silo, el mismo profeta al que
se le atribuye haber designado a Jeroboam como rey, había
profetizado la caída de la familia de Jeroboam a causa de
la herejía. Puesto que la tribu de Leví no tenía
territorio propio como las otras tribus, los levitas de
Silo y de otros lugares de Israel sólo tenían dos
opciones: podían mudarse a Judá y tratar de hallar un
lugar en la jerarquía sacerdotal allí, o permanecer en
Israel y ganarse la vida como pudieran, quizás
desempeñando varios servicios religiosos en los
principales centros religiosos, dependiendo de la
generosidad de los demás. Si los sacerdotes de Silo eran
ciertamente descendientes de Moisés, su actual posición, o
falta de status, en ambos reinos debe haberles resultado
amargo. Habían caído del liderazgo en la nación a una
pobre dependencia sin territorio.
LA CAÍDA DE
ISRAEL
La
nación misma ahora era dos naciones, relacionadas pero
divididas. Tenían un lenguaje en común, y compartían un
tesoro de tradiciones y formas de expresión religiosa
similares pero no idénticas. El área total que los dos
reinos ocupaban era todavía bastante pequeña. Las otras
áreas que controlaban disminuían considerablemente. Siria
y Fenicia ya se habían separado del imperio en la época de
Salomón. Después de la división del reino, Judá controló
Edom, situada en su frontera oriental, durante más o menos
un siglo, y luego Edom se rebeló y se separó. Israel
controló a Moab durante más o menos el mismo período de
tiempo, y luego también Moab se rebeló y se volvió
independiente. Israel y Judá quedaron como dos pequeños
reinos, vulnerables a poderosas naciones como Egipto y
Asiria. (Véase el mapa en la página 302).
En
Israel, la monarquía era inestable. Ninguna familia de
reyes se mantuvo en el trono jamás durante más que unas
pocas generaciones. El reino duró doscientos años. Luego,
el imperio asirio lo conquistó en el año 722 A.C. y puso
fin a su existencia como nación. La población fue
dispersada. Los asirios deportaron y enviaron al exilio a
muchos israelitas en varias secciones del imperio asirio.
Ls israelitas exiliados han llegado a ser conocidos como
las diez tribus perdidas de Israel. Presumiblemente,
también había gran número de refugiados que habían huído
de Israel hacia Judá al sur para escapar de las fuerzas
asirias que se acercaban.
En
Judá, la monarquía era extremadamente estable, una de las
dinastías más duraderas de la historia. Judá sobrevivió
por más de cien años después de la destrucción de Israel.
Durante
los doscientos años que estos dos reinos existieron uno al
lado del otro, vivieron dos de los escritores que estamos
buscando. Cada uno compuso una versión de la historia del
pueblo. Ambas versiones se convirtieron en parte de la
Biblia. Con este cuadro de los primeros años del mundo
bíblico, ahora estamos preparados para identificar a estos
dos de los escritores de la Biblia.