¿QUIÉN ESCRIBIÓ LA BIBLIA?
Richard Elliot Friedman

CAPÍTULO 7

UN SACERDOTE EN EL EXILIO


Josías, el héroe máximo de la historia deuteronómica, estaba muerto.

La historia deuteronómica sonaba irónica, hasta tonta, veintidós años más tarde. Los babilonios habían destruido y exiliado a Judá. El reino "eterno" había terminado. La familia que "jamás sería separada del trono" había sido separada del trono. El lugar "en que Yahvé hace morar su nombre" había sido convertido en cenizas. Y las cosas que se decía existirían "hasta hoy" ya no existían más. ¿Qué habría de hacerse con el libro de historia positivo y esperanzador que culminaba en Josías? Alguien decidió hacer una segunda edición de él.

Probablemente, la analogía moderna más cercana sería la de alguien que, admirando al presidente estadounidense John Kennedy, armara una historia de Estados Unidos desde George Washington hasta Kennedy, construyendo la historia para que alcanzara su clímax en la presidencia de Kennedy como culminación de cosas pasadas y como el comienzo de algo nuevo y esperanzador. Y luego la prematura muerte del presidente dejó esa historia irónica y anticuada, hasta dolorosa de leer. No sería suficiente sólo añadir un capítulo o dos al final, describiendo brevemente las siguientes pocas presidencias. Más bien, alguien tendría que retroceder a través de la obra y hacer cambios en puntos críticos para que ya no apuntara tan específicamente a Kennedy. Los cambios tendrían que preparar a los lectores para el nuevo final y proporcionar un contexto en el cual entender los nuevos sucesos.

Tal era la tarea de esta persona que confeccionó la segunda edición de la historia bíblica. Ya no podía solamente añadir un resumen de los reinados de los últimos cuatro reyes. Tenía que explicar por qué el sueño había fallado.

REMODELANDO LA HISTORIA

Los indicios en el texto revelan cómo lo hizo. Era la misma clase de indicios que otros investigadores y yo habíamos usado para descubrir la mano del creador de la primera edición de la historia (Dtr1): interrupciones gramaticales (por ejemplo, cuando un texto que ha estado hablando en singular de repente cambia al plural), terminología especial (términos y frases que ocurrían sólo en pasajes de los cuales también se sospechaba que eran adiciones por otras razones), temas (destrucción y exilio), sintaxis, y estructura.

Los indicios fueron más difíciles de seguir en el caso del escritor postdestrucción de lo que habían sido con el escritor de Josías porque el escritor postdestrucción imitaba perfectamente el lenguaje y el estilo de la primera edición. (Más tarde comentaré cómo pudo hacer esto). Además, sólo añadió párrafos ocasionales aquí y allá a la edición de Josías. No estaba escribiendo una edición completamente nueva. Por consiguiente, no había ningún obvio doblete ni contradicciones como los de J y E.

Para identificar una línea como una inserción Dtr2, era necesario hallar líneas convergentes de evidencia, como gramática, tema, y terminología, todas apuntando en la misma dirección. Sólo porque un pasaje predecía un exilio, no significaba que se podía llegar a la conclusión de que había sido insertado por el escritor exiliado para explicar su actual situación. Por el contrario, el exilio era una realidad conocida y temida en el antiguo Cercano Oriente, y con él se podía haber amenazado casi en cualquier momento. Pero, si un pasaje que predecía el exilio también rompía el contexto en el cual aparecía, y había un cambio en gramática, y usaba frases que aparecían sólo en otros pasajes sospechosos, entonces la evidencia convergente era fuerte.1

Identificando inserciones Dtr2 de este modo, y usando considerable cautela, descubrí la siguiente imagen de cómo el escritor exiliado remodeló la historia.

EL EXILIO

Primero, el escritor desarrolló la idea del exilio mismo. No estaba preparado sólo para añadir un comentario al final diciendo que los babilonios conquistaron y exiliaron a Judá - lo cual habría sido un final inesperado y no relacionado. Más bien, insertó referencias a la posibilidad del exilio en varios lugares de la historia, de modo que la conquista y el exilio ahora se convirtieron en parte fundamental de la historia, una espada amenazadora colgando sobre las cabezas de Israel y Judá durante siglos: ...

pronto pereceréis totalmente de la tierra ...
(Deut. 4:26; Josué 23:16)
Jehová os esparcirá entre los pueblos ...
(Deut. 4:27)
Jehová te llevará a ti, y al rey ... a nación que no conociste ...
(Deut. 28:36)
seréis arrancados de sobre la tierra ...
(Deut. 28:63)
Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro ...
(Deut. 28:64)
no prolongaréis vuestros días sobre la tierra ...
(Deut. 30:18)
yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado ...
(1 Reyes 9:7)

Este escritor no estaba meramente enumerando hechos de la historia. Estaba produciendo una historia interpretativa. En ella, el exilio no era sólo un suceso que ocurriría una sola vez. Era un tema.

OTROS DIOSES

Luego, el escritor desarrolla la razón para el exilio. ¿Por qué había ocurrido esta calamidad? Respuesta: Porque el pueblo había adorado otros dioses. Sobre este punto, él sólo tenía que subrayar lo que ya estaba escrito en Dtr1. El culto a Yahvé solamente era el primero de los Diez Mandamientos en Dtr1 (como lo era en los Diez Mandamientos de E y los Diez Mandamientos 2 de J), y se requería en cada uno de los libros desde Deuteronomio hasta 2 Reyes. El escritor exiliado añadió diez referencias más al mandamiento contra la apostasía, y unió cada una de ellas a una referencia al exilio.3

Las ubicó en puntos significativos del relato: En los últimos discursos de Dios para Moisés, entre las últimas palabras de Josué al pueblo después de haberse establecido en el territorio, en las palabras de Dios a Salomón después de construir el Templo, y en el capítulo que describe la caída del reino septentrional.

Y lo más fuerte de todo. Hizo de esto el énfasis de las últimas palabras de Dios a Moisés antes de llamarlo a su muerte. Esta es la última profecía que Moisés escucha:

Tú vas a dormir con tus padres, y este pueblo se levantará y fornicará tras los dioses ajenos de la tierra a donde va para estar en medio de ella; y me dejará, e invalidará mi pacto que he concertado con él; y se encenderá mi furor contra él en aquel día; y los abandonaré, y esconderé de ellos mi rostro, y serán consumidos; y vendrán sobre ellos muchos males y angustias, y dirán en aquel día: ¿No me han venido estos males porque no está mi Dios en medio de mí? Pero ciertamente yo esconderé mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos.4

El escenario estaba preparado. Dios había ordenado que su pueblo no adorara otros dioses, y había hecho de la destrucción, el exilio y el abandono - "ocultar su rostro" - el castigo por quebrantar este mandamiento.

MANASÉS

Después, el escritor exiliado retrocedió a través de la historia en busca de alguna posible explicación, ya existente en la historia, para la caída del reino - algo que había sucedido antes de Josías, algo que había sido tan terrible que el intento de Josías por llevar a cabo una reforma no fue suficiente para contrarrestarlo.

La encontró en la historia del rey Manasés, el abuelo de Josías. De acuerdo con el relato de Dtr1, Manasés había desecho todas las buenas cosas que su padre, el rey Ezequías, había llevado a cabo. Manasés reconstruyó los lugares altos, erigió una estatua de la diosa Asera, y construyó altares dedicados a dioses paganos en los recintos del templo. En Dtr1, esto había establecido agradablemente la historia de Josías, porque en los siguientes dos capítulos, Josías endereza todo esto nuevamente. Derriba los lugares altos, quema la estatua de Asera, y hace añicos los altares paganos. Pero la persona que produjo la nueva edición, Dtr2, ahora amplió los crímenes de Manasés y las consecuencias de ellos. Añadió estas palabras:

Y Manasés los indujo a que hiciesen más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel. Habló, pues, Jehová por medio de sus siervos los profetas, diciendo: Por cuanto Manasés rey de Judá ha hecho estas abominaciones ... también ha hecho pecar a Judá con sus ídolos; por tanto, yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oyere, le retiñirán los oídos ... Limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, que se friega y se vuelve boca abajo. Y desampararé al resto de mi heredad, y lo entregaré en manos de sus enemigos; y serán para presa y despojo de todos sus adversarios; por cuanto han hecho lo malo ante mis ojos, y me han provocado a ira, desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta hoy".5

Manasés había sido tan malo, y había hecho que el pueblo fuera tan malo, que había hecho que se cumpliese una profecía de que el reino caería.

Luego, la persona que insertó estas observaciones sobre los crímenes de Manasés se volvió al final del rollo. Había llegado a la conclusión de que "nunca se levantó rey como Josías", pero ahora añadió estas palabras:

Con todo eso, Jehová no desistió del ardor con que su gran ira se había encendido contra Judá, por todas las provocaciones con que Manasés le había irritado.6

Sin quitarle nada a Josías, el historiador de Dtr2 había explicado por qué a Judá todavía le tocaba caer: los crímenes del pasado pesaban más que lo bueno de la corta reforma. Luego añade dos cortos capítulos que describen los cuatro últimos reyes de Judá, haciendo notar, a la manera de Dtr1, que cada uno de ellos "hizo lo malo a los ojos de Yahvé". La reforma había terminado, y el país estaba de vuelta en el camino al desastre.

LOS DOS PACTOS

Pero todavía quedaba el asunto del pacto davídico. De acuerdo con la historia de Dtr1, este pacto era eterno e incondicional. No importaba lo que hicieran Manasés o cualquier otro rey davídico, se suponía que el trono y la ciudad real estarían seguras para siempre. Aparentemente, la persona que ahora estaba rehaciendo aquella historia no estaba dispuesta a tachar aquella promesa como si nunca hubiese estado allí - lo cual es otra indicación de que no estaba simplemente cometiendo un fraude piadoso. ¿Cómo, pues, iba a explicar la caída de los reyes, el templo y Jerusalén?

Lo hizo atrayendo la atención de los lectores hacia otro pacto: el pacto mosaico. De acuerdo con la tradición, este pacto que Yahvé había hecho con el pueblo en el desierto era por tiempo indefinido e incondicional. Requería que el pueblo obedeciera los mandamientos de Dios; de lo contrario, sufriría severas consecuencias. El escritor Dtr2 añadió varias líneas a Deuteronomio, subrayando que la destrucción y el exilio estaban entre estas consecuencias.

Esto sacó la alfombra de debajo del pacto davídico. En fin de cuentas, el destino de la nación dependía del pueblo, no del rey. El gobierno de la familia davídica estaba asegurado, sí, pero, si las acciones del propio pueblo acarreaban la destrucción del país, entonces, ¿sobre quién gobernaría esta familia?

Así, pues, el pacto davídico ocupaba el segundo lugar después del pacto mosaico. La primera cuestión era si la nación iba a sobrevivir. Sólo después de eso vino la cuestión de quién iba a gobernarla.

Había un problema similiar esperando al historiador exiliado en la historia del rey Salomón. De acuerdo con el relato de Dtr1, Dios se aparece a Salomón después de que éste termina de construir el templo, y Dios repite las promesas del pacto davídico, añadiendo que que el templo permanecería para siempre. Dice:

Yo he santificado esta casa que tú has edificado, para poner mi nombre en ella para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los días.7

Nuevamente, el historiador exiliado no estaba preparado para tachar esta promesa eterna, aunque obviamente, ésta había fallado - el templo yacía en ruinas. En su lugar, enterró esta promesa en los pliegues del pacto mosaico condicional. Añadió cuatro frases con las cuales describió a Dios hablando, no sólo a Salomón, sino a todo el pueblo. Dios advierte al pueblo que, si no guardan los mandamientos que les ha dado, los exiliará y rechazará el templo. Dice:

Yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí.8

Nótese la diferencia entre las dos oraciones citadas en esta página. Ambas se refieren al templo como el lugar santificado al nombre de Yahvé. Pero la segunda, la del exilio, deja fuera las palabras "para siempre".

Nuevamente, los sucesos del mundo bíblico tuvieron enorme impacto en la manera en que la Biblia se estaba desarrollando - y en la forma que la Biblia tomó finalmente también habría de tener un enorme impacto en el carácter del judaísmo y el cristianismo. En este caso, la caída de la familia de David después de siglos de gobierno resultó en un mayor énfasis en la Biblia sobre el pacto en que Moisés actuó como mediador entre Dios y el pueblo. La realidad histórica - ahora reflejada en la redacción de la historia deuteronómica - era que cualesquiera esperanzas que el pueblo podría tener sobre la seguridad ya no podrían basarse en el pacto davídico. Su supervivencia y bienestar dependían, no de la promesa de un rey de una tenencia real y eterna y el templo en Jerusalén, sino de la fidelidad de ellos a su propio pacto con Dios. Por consiguiente, el pacto davídico se convirtió en una promesa sólo de que el trono estaría eternamente disponible para la familia de David. Aunque estuviese vacante en la actualidad, siempre cabía la posibilidad de que un descendiente de David, un mesías, pudiera venir algún día y gobernara con justicia. Por supuesto, las implicaciones para el judaísmo y el cristianismo fueron tremendas.

DE EGIPTO A EGIPTO

Le tocaba al exiliado deuteronomista escribir el final: el destino del pueblo. Informó que los babilonios deportaron los últimos reyes y varios millares de habitantes a Babilonia. Por último, informó que Gedalías, el gobernador designado pr el emperador de Babilonia, fue asesinado y que el pueblo entero huyó a Egipto.

No añadió ninguna interpretación de estos úlitmos sucesos, ninguna recapitulación, corta o larga, que dijera algo así como: "Y fue así como Judá fue exiliado de su tierra porque el pueblo adoró otros dioses". Esta sencilla terminación fue posible precisamente porque el deuteronomista exiliado ya había preparado el camino para ella. En sus inserciones cuidadosamente situadas, le había dicho a sus lectores que adorar a otros dioses era la peor ofensa posible, que conduciría a la derrota y al exilio, y que los reyes, particularmente Manasés habían hecho que el pueblo hiciera lo malo. A la luz de esta preparación, el informe corto y directo de la calamidad del reino era poderoso. El final del reino había sido predecible - y predicho.

Una de las inserciones del escritor exiliado en particular preparó el camino para la concisa conclusión. Añadió una maldición al texto de Deuteronomio. Deuteronomio ya contenía una lista horrenda de maldiciones en la versión Dtr1. Esta lista de consecuencias por no guardar el pacto todavía es terrible de leer: Enfermedades, locura, ceguera, derrotas militares, destrucción de las cosechas y el ganado, y hambruna hasta el punto de que la gente se comería a sus propios hijos. El deuteronomista exiliado añadió referencias al exilio en general, y añadió una maldición específica más al final de la lista. ¿Qué es lo peor que se podría decir a un israelita como amenaza? La última maldición de Deuteronomio es:

Y Jehová te hará volver a Egipto ... por el camino del cual te ha dicho: Nunca más volverás; y allí seréis vendidos a vuestros enemigos como esclavos y como esclavas, y no habrá quién os compre.9

¡De vuelta a Egipto! La maldición última para el pueblo que comenzó como esclavo allí. El escritor exiliado simplemente informa el destino del pueblo al final de 2 Reyes. El emperador de Babilonia había nombrado a Gedalías gobernador de Judá. Gedalías había sido asesinado. El pueblo huyó aterrorizado por la venganza de los babilonios. La última frase del relato es:

Y levantándose todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, con los capitanes del ejército, se fueron a Egipto, por temor a los babilonios.10

El escritor exiliado había hecho la última edición de la historia en el relato del pueblo de Israel desde Egipto hasta Egipto. Había dado nueva forma y una nueva dirección a la historia, aparentemente, sin borrar ni una sola palabra de la edición original.

LA MISERICORDIA DE YAHVÉ

¿Era éste el fin de la historia, entonces? ¿Vio esta persona, todavía no identificada, el exilio del pueblo a Babilonia y a Egipto como la terminación del pacto y el fallecimiento del pueblo? Definitivamente que no. Dejó abierto un canal de esperanza. Sus inserciones en el texto incluían un recordatorio de que Yahvé es un Dios misericordioso, compasivo y perdonador. Ésta era difícilmente una nueva idea en el mundo bíblico. Tanto J como E habían descrito al Dios de Israel como misericordioso y paciente. Así también lo había hecho Dtr1 en los días de Josías. Ahora la persona que produjo Dtr2 subrayaba para sus lectores el hecho de que, si regresaban a Yahvé, se arrepentían y abandonaban los otros dioses, Dios les perdonaría.11 Así, pues, diseñó su historia, no sólo para contar el pasado, sino para dar esperanzas para el futuro.

EL MISMO HOMBRE

¿Quién era él? ¿Cómo es que tenía una copia de la versión original de la historia? ¿Cómo pudo imitar tan perfectamente el lenguaje y el estilo de aquella primera edición? ¿Por qué decidió producir una nueva versión de una antigua historia en primer lugar, en vez de escirbir una obra enteramente nueva?

La respuesta más probable a todas estas preguntas es que ambas ediciones de la historia deuteronómica proceden de la misma persona. Tenía una copia de Dtr1 porque la había escrito. Decidió construir sobre la edición anterior en lugar de escribir una obra enteramente nueva porque él había creado esa edición anterior, y todavía podía quedar satisfecho con todo ello, menos con unas pocas frases de su obra original. (Y, además, ¿qué escritor estuvo ansioso jamás de echar a la basura una obra de siete tomos que había producido y en su lugar escribir una nueva desde el principio?) El lenguaje y los estilos son similares porque el mismo hombre había escrito ambas.

Por lo general, los eruditos bíblicos arguyen que, en lugar de un solo hombre, fue una "escuela" la que había producido el material deuteronómico. Sugieren que puede haber habido un círculo de personas que compartían un punto de vista en particular y un mismo sistema de intereses, y que varias secciones deuteronómicas de la Biblia fueron producidas por varios miembros de este grupo. Indican que los varios miembros de la "escuela deuteronómica" escribieron en estilos y lenguajes similares a causa de su común membresía en un grupo.

Ahora bien, es verdad que es posible que diferentes miembros de una misma escuela de pensamiento escriban con estilos bastante similares. (Los pitagóricos de Grecia se citan como ejemplos). Aun así, el caso de la historia deuteronómica, el grado de similitud entre Dtr1 y Dtr2 es fenomenal. Además, no hay ninguna razón obligante que explique por qué tenemos que teorizar la existencia de una "escuela", por lo demás desconocida, cuando era perfectamente posible y lógico que una sola persona lo hubiese hecho. La primera edición de la historia, Dtr1, tuvo que haber sido escrita antes de la muerte de Josías en 609 A. C. La segunda edición, Dtr2, tuvo que haber sido escrita después de la destrucción de Jerusalén, y el exilio en 587 A. C. Esta es una diferencia de sólo veintidós años. Una persona fácilmente pudo haber estado viva y haber escrito desde el tiempo de Josías hasta el exilio.

LA IDENTIDAD DEL DEUTERONOMISTA

Es momento de ponerle nombre a esta persona. En primer lugar, sabemos de un hombre que estaba vivo y escribía precisamente en esos años: el profeta Jeremías. Estuvo en los lugares correctos en los momentos correctos. Era scerdote, de los sacerdotes de Silo-Anatot. Estaba en Jerusalén durante el reinado de Josías, cuando se produjo Dtr1. Estaba en Egipto después de la destrucción y el exilio, cuando se produjo Dtr2. Su libro está lleno del lenguaje de la historia deuteronómica, los mismos favoritos términos y frases, las mismas metáforas, el mismo punto de vista casi sobre todos los puntos importantes. Con bastante posibilidad, era hijo del hombre que descubrió el código de leyes de Deuteronomio. Favorecía a Josías, pero no a sus sucesores en el trono.

Además, el libro de Jeremías está lleno, de extremo a extremo, del lenguaje, tanto de Dtr1 como de Dtr2. ¿Cómo podrían frases que son típicas de Dtr1, entrelazadas regularmente con frases que, por el contrario, son únicas de Dtr2, aparecer en el libro de Jeremías, a menos que todas las tres procedieran de la misma fuente? Llamarlo el resultado de una "escuela deuteronómica" de personas, todas las cuales tomaban información de un banco común de terminología, es ignorar toda la evidencia que asocia a Jeremías con esta historia. Y nuevamente, ¿dónde está la evidencia de la existencia de esa tal escuela literaria? Lo que más bien tenemos en el texto del libro de Jeremías es sólo una descripción del profeta Jeremías asociado con un escriba en particular, llamado Baruc, hijo de Nerías. Tenemos una descripción explícita de Jeremías dictándole profecías a Baruc, que las escribe en un rollo.12

Las antiguas tradiciones judías concernientes a quién escribió la Biblia han sido informadas en un tomo del Talmud.13 Según esa obra, registrada hace unos mil quinientos años, el autor de los cinco libros de Moisés fue Moisés, y el autor del libro de Josué fue Josué. Ese punto de vista no es sorprendente en una obra piadosa de ese período. Sin embargo, lo que es intrigante es que, en esa discusión, el autor de los libros de Reyes es identificado como Jeremías. O los rabinos que produjeron el Talmud tenían una tradición que asociaba a a Jeremías con la historia, o supusieron la asociación a causa de la obvia similitud de lenguaje y del punto de vista de las dos obras. De cualquier manera, el hecho es que la asociación de Jeremías con por lo menos una gran porción de la historia deuteronómica es antigua.

Hay numerosas hipótesis eruditas concernientes a la autoría del libro de Jeremías. El libro consiste en parte de los oráculos del profeta, que están mayormente en forma de poesía, y en parte de las historias sobre la vida del profeta, que están en prosa. Algunos sugieren que Jeremías mismo compuso la poesía y que el escriba, Baruc, el hijo de Nerías, fue el compositor de gran parte de la prosa.14 Baruc se menciona numerosas veces en el libro de Jeremías. Se lo describe escribiendo documentos para Jeremías. Y se dice de él que fue al exilio en Egipto junto con Jeremías.15 Si es cierto que Baruc escribió mucho de la prosa del libro de Jeremías, entonces presumiblemente fue el autor-editor de la historia deuteronómica también. En la primera edición de ¿Quién Escribió la Biblia?, sugerí la posibilidad de que Jeremías fuese el historiador deuteronómico. Ahora reconozco que estaba errado y que tal especulación es extremadamente improbable. Es mucho más probable que el autor de la historia en prosa en el libro de Jeremías fuese también el autor de la historia deuteronómica, cuya prosa se le parece de manera notable. Lo que sí conservo de mis anteriores puntos de vista es la idea de que puede ser mejor pensar en los escritos deuteronómicos como una colaboración, con Jeremías, el poeta y profeta, como inspiración, y Baruc, el escriba, como el escritor que interpretaba la historia a través de los conceptos de Jeremías.

Ya fuese que Baruc hijo de Nerías fuese el registrador, el autor, o el colaborador, es importante tomar nota de un fabuloso descubrimiento arqueológico concerniente a él que se efectuó muy recientemente. En 1980, el arqueólogo Nachman Avigad publicó la impresión de un sello en arcilla que él había obtenido (véase la fotografía más abajo). En tiempos bíblicos, los documentos a veces se escribían en rollos de papiro, que luego eran enrollados y atados con un cordel. El cordel era luego impreso en una bola de arcilla mojada, y después alguien presionaba su sello en la arcilla desde un anillo o cilindro. Podemos fechar los sellos y las impresiones de arcilla por medio de la escritura. La impresión en arcilla que Avigad publicó está en una escritura hebrea de finales del siglo séptimo y principios del sexto A. C. Dice:

ibrkyhw bn nryhw hspr

Traducido, esto significa "perteneciente a Baruc, hijo de Nerías, el escriba". Era el primer descubrimiento arqueológico que jamás se hiciera de un objeto identificable como perteneciente a alguien que se menciona en la Biblia. En efecto, es su firma. El objeto está ahora ubicado en el Museo de Israel. Significa que tenemos la firma del archivador - y posiblemente del autor/editor - de ocho libros de la Biblia.

Si tenemos razón al identificar a Baruc y a Jeremías con la redacción de estos libros, entonces no sólo tenemos una conexión entre el mundo bíblico y la formación de estos libros, como la tuvimos con J y E, sino que también tenemos alguna idea del hombre que jugó un papel en darles vida, su personalidad y la historia de su vida. Se tiene una impresión de Jeremías por el libro que se conoce por su nombre - tanto por el texto y leyendo entre líneas. A menudo, es una impresión de un hombre torturado, espiritual, atado a su misión, rechazado por los seres humanos, perseguido. Da la impresión de que preferiría hacer cualquier cosa, menos la tarea que se le ha asignado, de que desearía no ver el futuro, y de que desearía escapar a su presente, hasta por medio de la muerte. Tiene que decir la verdad, sin importar las consecuencias. La gente le teme. Es profundamente solitario.

Algo que Jeremías no parece ser es un fraude. Y ciertamente, ni él ni Baruc son fraudes, ni piadosos ni de ninguna otra clase. El historiador deuteronómico construyó su historia alrededor del código de leyes deuteronómico, que era un documento auténticamente antiguo y que él puede muy bien haber creído que había sido escrito por Moisés mismo. Usó otros documentos también, y compuso con ellos una historia continua. Sus propias adiciones a aquella historia le dieron estructura, continuidad, y significado. Sus últimos capítulos hablan de sucesos que había presenciado personalmente. No es necesario que haya nada fraudulento en nada de esto. Todo lo contrario. Parece ser más bien un sincero intento, por parte de un hombre sensible y capaz, de contar la historia de su pueblo - y de entenderla. El historiador describió la herencia de su pueblo. El profeta concibió el destino de ese pueblo. 


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