La historia
deuteronómica sonaba irónica, hasta tonta, veintidós
años más tarde. Los babilonios habían destruido y
exiliado a Judá. El reino "eterno" había terminado. La
familia que "jamás sería separada del trono" había
sido separada del trono. El lugar "en que Yahvé hace
morar su nombre" había sido convertido en cenizas. Y
las cosas que se decía existirían "hasta hoy" ya no
existían más. ¿Qué habría de hacerse con el libro de
historia positivo y esperanzador que culminaba en
Josías? Alguien
decidió hacer una segunda edición de él.
Probablemente,
la analogía moderna más cercana sería la de alguien
que, admirando al presidente estadounidense John
Kennedy, armara una historia de Estados Unidos desde
George Washington hasta Kennedy, construyendo la
historia para que alcanzara su clímax en la
presidencia de Kennedy como culminación de cosas
pasadas y como el comienzo de algo nuevo y
esperanzador. Y luego la prematura muerte del
presidente dejó esa historia irónica y anticuada,
hasta dolorosa de leer. No sería suficiente sólo
añadir un capítulo o dos al final, describiendo
brevemente las siguientes pocas presidencias. Más
bien, alguien tendría que retroceder a través de la
obra y hacer cambios en puntos críticos para que ya no
apuntara tan específicamente a Kennedy. Los cambios
tendrían que preparar a los lectores para el nuevo
final y proporcionar un contexto en el cual entender
los nuevos sucesos.
Tal era la tarea
de esta persona que confeccionó la segunda edición de
la historia bíblica. Ya no podía solamente añadir un
resumen de los reinados de los últimos cuatro reyes.
Tenía que explicar por qué el sueño había fallado.
REMODELANDO LA HISTORIA
Los indicios en
el texto revelan cómo lo hizo. Era la misma clase de
indicios que otros investigadores y yo habíamos usado
para descubrir la mano del creador de la primera
edición de la historia (Dtr1):
interrupciones gramaticales (por ejemplo, cuando un
texto que ha estado hablando en singular de repente
cambia al plural), terminología especial (términos y
frases que ocurrían sólo en pasajes de los cuales
también se sospechaba que eran adiciones por otras
razones), temas (destrucción y exilio), sintaxis, y
estructura.
Los indicios
fueron más difíciles de seguir en el caso del escritor
postdestrucción de lo que habían sido con el escritor
de Josías porque el escritor postdestrucción imitaba
perfectamente el lenguaje y el estilo de la primera
edición. (Más tarde comentaré cómo pudo hacer esto).
Además, sólo añadió párrafos ocasionales aquí y allá a
la edición de Josías. No estaba escribiendo una
edición completamente nueva. Por consiguiente, no
había ningún obvio doblete ni contradicciones como los
de J y E.
Para identificar
una línea como una inserción Dtr2,
era necesario hallar líneas convergentes de evidencia,
como gramática, tema, y terminología, todas apuntando
en la misma dirección. Sólo porque un pasaje predecía
un exilio, no significaba que se podía llegar a la
conclusión de que había sido insertado por el escritor
exiliado para explicar su actual situación. Por el
contrario, el exilio era una realidad conocida y
temida en el antiguo Cercano Oriente, y con él se
podía haber amenazado casi en cualquier momento. Pero,
si un pasaje que predecía el exilio también rompía el
contexto en el cual aparecía, y había un cambio en
gramática, y usaba frases que aparecían sólo en otros
pasajes sospechosos, entonces la evidencia convergente
era fuerte.1
Identificando
inserciones Dtr2
de este modo, y usando considerable cautela, descubrí
la siguiente imagen de cómo el escritor exiliado
remodeló la historia.
EL EXILIO
Primero, el
escritor desarrolló la idea del exilio mismo. No
estaba preparado sólo para añadir un comentario al
final diciendo que los babilonios conquistaron y
exiliaron a Judá - lo cual habría sido un final
inesperado y no relacionado. Más bien, insertó
referencias a la posibilidad del exilio en varios
lugares de la historia, de modo que la conquista y el
exilio ahora se convirtieron en parte fundamental de
la historia, una espada amenazadora colgando sobre las
cabezas de Israel y Judá durante siglos: ...
pronto pereceréis totalmente de la tierra ...
(Deut. 4:26; Josué 23:16)
Jehová os esparcirá entre los pueblos ...
(Deut. 4:27)
Jehová te llevará a ti, y al rey ... a nación que no
conociste ...
(Deut. 28:36)
seréis arrancados de sobre la tierra ...
(Deut. 28:63)
Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un
extremo de la tierra hasta el otro ...
(Deut. 28:64)
no prolongaréis vuestros días sobre la tierra ...
(Deut. 30:18)
yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que
les he entregado ...
(1 Reyes 9:7)
Este escritor no
estaba meramente enumerando hechos de la historia.
Estaba produciendo una historia interpretativa.
En ella, el exilio no era sólo un suceso que ocurriría
una sola vez. Era un tema.
OTROS DIOSES
Luego, el
escritor desarrolla la razón para el exilio. ¿Por qué
había ocurrido esta calamidad? Respuesta: Porque el
pueblo había adorado otros dioses. Sobre este punto,
él sólo tenía que subrayar lo que ya estaba escrito en
Dtr1. El
culto a Yahvé solamente era el primero de los Diez
Mandamientos en Dtr1
(como lo era en los Diez Mandamientos de E y los Diez
Mandamientos 2
de J), y se
requería en cada uno de los libros desde Deuteronomio
hasta 2 Reyes. El escritor exiliado añadió diez
referencias más al mandamiento contra la apostasía, y
unió cada una de ellas a una referencia al exilio.3
Las ubicó en
puntos significativos del relato: En los últimos
discursos de Dios para Moisés, entre las últimas
palabras de Josué al pueblo después de haberse
establecido en el territorio, en las palabras de Dios
a Salomón después de construir el Templo, y en el
capítulo que describe la caída del reino
septentrional.
Y lo más fuerte de todo. Hizo de esto el énfasis de las últimas palabras de Dios a Moisés antes de llamarlo a su muerte. Esta es la última profecía que Moisés escucha:
Tú vas a dormir con tus padres, y este pueblo se levantará y fornicará tras los dioses ajenos de la tierra a donde va para estar en medio de ella; y me dejará, e invalidará mi pacto que he concertado con él; y se encenderá mi furor contra él en aquel día; y los abandonaré, y esconderé de ellos mi rostro, y serán consumidos; y vendrán sobre ellos muchos males y angustias, y dirán en aquel día: ¿No me han venido estos males porque no está mi Dios en medio de mí? Pero ciertamente yo esconderé mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos.4
El escenario
estaba preparado. Dios había ordenado que su pueblo no
adorara otros dioses, y había hecho de la destrucción,
el exilio y el abandono - "ocultar su rostro" - el
castigo por quebrantar este mandamiento.
MANASÉS
Después, el
escritor exiliado retrocedió a través de la historia
en busca de alguna posible explicación, ya existente
en la historia, para la caída del reino - algo que
había sucedido antes de Josías, algo que había sido
tan terrible que el intento de Josías por llevar a
cabo una reforma no fue suficiente para
contrarrestarlo.
La encontró en
la historia del rey Manasés, el abuelo de Josías. De
acuerdo con el relato de Dtr1,
Manasés había desecho todas las buenas cosas que su
padre, el rey Ezequías, había llevado a cabo. Manasés
reconstruyó los lugares altos, erigió una estatua de
la diosa Asera, y construyó altares dedicados a dioses
paganos en los recintos del templo. En Dtr1,
esto había establecido agradablemente la historia de
Josías, porque en los siguientes dos capítulos, Josías
endereza todo esto nuevamente. Derriba los lugares
altos, quema la estatua de Asera, y hace añicos los
altares paganos. Pero la persona que produjo la nueva
edición, Dtr2,
ahora amplió los crímenes de Manasés y las consecuencias de
ellos. Añadió estas palabras:
Y Manasés los indujo a que hiciesen más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel. Habló, pues, Jehová por medio de sus siervos los profetas, diciendo: Por cuanto Manasés rey de Judá ha hecho estas abominaciones ... también ha hecho pecar a Judá con sus ídolos; por tanto, yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oyere, le retiñirán los oídos ... Limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, que se friega y se vuelve boca abajo. Y desampararé al resto de mi heredad, y lo entregaré en manos de sus enemigos; y serán para presa y despojo de todos sus adversarios; por cuanto han hecho lo malo ante mis ojos, y me han provocado a ira, desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta hoy".5
Manasés había sido tan malo, y había hecho que
el pueblo fuera tan malo, que había hecho que se
cumpliese una profecía de que el reino caería.
Luego, la
persona que insertó estas observaciones sobre los
crímenes de Manasés se volvió al final del rollo.
Había llegado a la conclusión de que "nunca se levantó
rey como Josías", pero ahora añadió estas palabras:
Con todo eso,
Jehová no desistió del ardor con que su gran ira se
había encendido contra Judá, por todas las
provocaciones con que Manasés le había irritado.6
Sin quitarle
nada a Josías, el historiador de Dtr2
había explicado por qué a Judá todavía le tocaba caer:
los crímenes del pasado pesaban más que lo bueno de la
corta reforma. Luego añade dos cortos capítulos que
describen los cuatro últimos reyes de Judá, haciendo
notar, a la manera de Dtr1,
que cada uno de ellos "hizo lo malo a los ojos de
Yahvé". La reforma había terminado, y el país estaba
de vuelta en el camino al desastre.
LOS DOS PACTOS
Pero todavía
quedaba el asunto del pacto davídico. De acuerdo con
la historia de Dtr1,
este pacto era eterno e incondicional. No importaba lo
que hicieran Manasés o cualquier otro rey davídico, se
suponía que el trono y la ciudad real estarían seguras
para siempre. Aparentemente, la persona que ahora
estaba rehaciendo aquella historia no estaba dispuesta
a tachar aquella promesa como si nunca hubiese estado
allí - lo cual es otra indicación de que no estaba
simplemente cometiendo un fraude piadoso. ¿Cómo, pues,
iba a explicar la caída de los reyes, el templo y
Jerusalén?
Lo hizo
atrayendo la atención de los lectores hacia otro
pacto: el pacto mosaico. De acuerdo con la tradición,
este pacto que Yahvé había hecho con el pueblo en el
desierto era por tiempo indefinido e incondicional.
Requería que el pueblo obedeciera los mandamientos de
Dios; de lo contrario, sufriría severas consecuencias.
El escritor Dtr2
añadió varias líneas a Deuteronomio, subrayando que la
destrucción y el exilio estaban entre estas
consecuencias.
Esto sacó la
alfombra de debajo del pacto davídico. En fin de
cuentas, el destino de la nación dependía del pueblo,
no del rey. El gobierno de la familia davídica estaba
asegurado, sí, pero, si las acciones del propio pueblo
acarreaban la destrucción del país, entonces, ¿sobre quién
gobernaría esta familia?
Así, pues, el
pacto davídico ocupaba el segundo lugar después del
pacto mosaico. La primera cuestión era si la nación
iba a sobrevivir. Sólo después de eso vino la cuestión
de quién iba a gobernarla.
Había un
problema similiar esperando al historiador exiliado en
la historia del rey Salomón. De acuerdo con el relato
de Dtr1,
Dios se aparece a Salomón después de que éste termina
de construir el templo, y Dios repite las promesas del
pacto davídico, añadiendo que que el templo
permanecería para siempre. Dice:
Yo he santificado esta casa que tú has
edificado, para poner mi nombre en ella para siempre; y
en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los días.7
Nuevamente, el
historiador exiliado no estaba preparado para tachar
esta promesa eterna, aunque obviamente, ésta había
fallado - el templo yacía en ruinas. En su lugar,
enterró esta promesa en los pliegues del pacto mosaico
condicional. Añadió cuatro frases con las cuales
describió a Dios hablando, no sólo a Salomón, sino a
todo el pueblo. Dios advierte al pueblo que, si no
guardan los mandamientos que les ha dado, los exiliará
y rechazará el templo. Dice:
Yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí.8
Nótese la
diferencia entre las dos oraciones citadas en esta
página. Ambas se refieren al templo como el lugar
santificado al nombre de Yahvé. Pero la segunda, la
del exilio, deja fuera las palabras "para siempre".
Nuevamente, los
sucesos del mundo bíblico tuvieron enorme impacto en
la manera en que la Biblia se estaba desarrollando - y
en la forma que la Biblia tomó finalmente también
habría de tener un enorme impacto en el carácter del
judaísmo y el cristianismo. En este caso, la caída de
la familia de David después de siglos de gobierno
resultó en un mayor énfasis en la Biblia sobre el
pacto en que Moisés actuó como mediador entre Dios y
el pueblo. La realidad histórica - ahora reflejada en
la redacción de la historia deuteronómica - era que
cualesquiera esperanzas que el pueblo podría tener
sobre la seguridad ya no podrían basarse en el pacto
davídico. Su supervivencia y bienestar dependían, no
de la promesa de un rey de una tenencia real y eterna
y el templo en Jerusalén, sino de la fidelidad de
ellos a su propio pacto con Dios. Por consiguiente, el
pacto davídico se convirtió en una promesa sólo de que
el trono estaría eternamente disponible para la familia de David.
Aunque estuviese vacante en la actualidad, siempre
cabía la posibilidad de que un descendiente de David,
un mesías, pudiera venir algún día y gobernara con
justicia. Por supuesto, las implicaciones para el
judaísmo y el cristianismo fueron tremendas.
DE EGIPTO A EGIPTO
Le tocaba al
exiliado deuteronomista escribir el final: el destino
del pueblo. Informó que los babilonios deportaron los
últimos reyes y varios millares de habitantes a
Babilonia. Por último, informó que Gedalías, el
gobernador designado pr el emperador de Babilonia, fue
asesinado y que el pueblo entero huyó a Egipto.
No añadió
ninguna interpretación de estos úlitmos sucesos,
ninguna recapitulación, corta o larga, que dijera algo
así como: "Y fue así como Judá fue exiliado de su
tierra porque el pueblo adoró otros dioses". Esta
sencilla terminación fue posible precisamente porque
el deuteronomista exiliado ya había preparado el
camino para ella. En sus inserciones cuidadosamente
situadas, le había dicho a sus lectores que adorar a
otros dioses era la peor ofensa posible, que
conduciría a la derrota y al exilio, y que los reyes,
particularmente Manasés habían hecho que el pueblo
hiciera lo malo. A la luz de esta preparación, el informe corto y directo de la calamidad
del reino era poderoso. El final del reino había sido
predecible - y predicho.
Una de las
inserciones del escritor exiliado en particular
preparó el camino para la concisa conclusión. Añadió
una maldición al texto de Deuteronomio. Deuteronomio
ya contenía una lista horrenda de maldiciones en la
versión Dtr1.
Esta lista de consecuencias por no guardar el pacto
todavía es terrible de leer: Enfermedades, locura,
ceguera, derrotas militares, destrucción de las
cosechas y el ganado, y hambruna hasta el punto de que
la gente se comería a sus propios hijos. El
deuteronomista exiliado añadió referencias al exilio
en general, y añadió una maldición específica más al
final de la lista. ¿Qué es lo peor que se podría decir
a un israelita como amenaza? La última maldición de
Deuteronomio es:
Y Jehová te hará volver a Egipto ... por el
camino del cual te ha dicho: Nunca más volverás; y
allí seréis vendidos a vuestros enemigos como esclavos
y como esclavas, y no habrá quién os compre.9
¡De vuelta a
Egipto! La maldición última para el pueblo que comenzó
como esclavo allí. El escritor exiliado simplemente
informa el destino del pueblo al final de 2 Reyes. El
emperador de Babilonia había nombrado a Gedalías
gobernador de Judá. Gedalías había sido asesinado. El
pueblo huyó aterrorizado por la venganza de los
babilonios. La última frase del relato es:
Y levantándose
todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, con los
capitanes del ejército, se fueron a Egipto, por temor
a los babilonios.10
El escritor exiliado había hecho la última
edición de la historia en el relato del pueblo de
Israel desde Egipto hasta Egipto. Había dado nueva
forma y una nueva dirección a la historia,
aparentemente, sin borrar ni una sola palabra de la
edición original.
LA MISERICORDIA DE
YAHVÉ
¿Era éste el fin
de la historia, entonces? ¿Vio esta persona, todavía
no identificada, el exilio del pueblo a Babilonia y a
Egipto como la terminación del pacto y el
fallecimiento del pueblo? Definitivamente que no. Dejó
abierto un canal de esperanza. Sus inserciones en el
texto incluían un recordatorio de que Yahvé es un Dios
misericordioso, compasivo y perdonador. Ésta era
difícilmente una nueva idea en el mundo bíblico. Tanto
J como E habían descrito al Dios de Israel como
misericordioso y paciente. Así también lo había hecho
Dtr1 en los
días de Josías. Ahora la persona que produjo Dtr2
subrayaba para sus lectores el hecho de que, si
regresaban a Yahvé, se arrepentían y abandonaban los
otros dioses, Dios les perdonaría.11
Así, pues, diseñó su historia, no sólo para contar el
pasado, sino para dar esperanzas para el futuro.
EL MISMO HOMBRE
¿Quién era él?
¿Cómo es que tenía una copia de la versión original de
la historia? ¿Cómo pudo imitar tan perfectamente el
lenguaje y el estilo de aquella primera edición? ¿Por
qué decidió producir una nueva versión de una antigua
historia en primer lugar, en vez de escirbir una obra
enteramente nueva?
La respuesta más
probable a todas estas preguntas es que ambas
ediciones de la historia deuteronómica proceden de la
misma persona. Tenía una copia de Dtr1
porque la había escrito. Decidió construir sobre la
edición anterior en lugar de escribir una obra
enteramente nueva porque él había creado esa edición
anterior, y todavía podía quedar satisfecho con todo
ello, menos con unas pocas frases de su obra original.
(Y, además, ¿qué escritor estuvo ansioso jamás de
echar a la basura una obra de siete tomos que había
producido y en su lugar escribir una nueva desde el
principio?) El lenguaje y los estilos son similares
porque el mismo hombre había escrito ambas.
Por lo general,
los eruditos bíblicos arguyen que, en lugar de un solo
hombre, fue una "escuela" la que había producido el
material deuteronómico. Sugieren que puede haber
habido un círculo de personas que compartían un punto
de vista en particular y un mismo sistema de
intereses, y que varias secciones deuteronómicas de la
Biblia fueron producidas por varios miembros de este
grupo. Indican que los varios miembros de la "escuela
deuteronómica" escribieron en estilos y lenguajes
similares a causa de su común membresía en un grupo.
Ahora bien, es
verdad que es posible que diferentes miembros de una
misma escuela de pensamiento escriban con estilos
bastante similares. (Los pitagóricos de Grecia se
citan como ejemplos). Aun así, el caso de la historia
deuteronómica, el grado de similitud entre Dtr1
y Dtr2 es
fenomenal. Además, no hay ninguna razón obligante que
explique por qué tenemos que teorizar la existencia de
una "escuela", por lo demás desconocida, cuando era
perfectamente posible y lógico que una sola persona lo
hubiese hecho. La primera edición de la historia, Dtr1,
tuvo que haber sido escrita antes de la muerte de
Josías en 609 A. C. La segunda edición, Dtr2,
tuvo que haber sido escrita después de la destrucción
de Jerusalén, y el exilio en 587 A. C. Esta es una
diferencia de sólo veintidós años. Una persona
fácilmente pudo haber estado viva y haber escrito
desde el tiempo de Josías hasta el exilio.
LA IDENTIDAD DEL DEUTERONOMISTA
Es momento de
ponerle nombre a esta persona. En primer lugar,
sabemos de un hombre que estaba vivo y escribía
precisamente en esos años: el profeta Jeremías. Estuvo
en los lugares correctos en los momentos correctos.
Era scerdote, de los sacerdotes de Silo-Anatot. Estaba
en Jerusalén durante el reinado de Josías, cuando se
produjo Dtr1.
Estaba en Egipto después de la destrucción y el
exilio, cuando se produjo Dtr2.
Su libro está lleno del lenguaje de la historia
deuteronómica, los mismos favoritos términos y frases,
las mismas metáforas, el mismo punto de vista casi
sobre todos los puntos importantes. Con bastante
posibilidad, era hijo del hombre que descubrió el
código de leyes de Deuteronomio. Favorecía a Josías,
pero no a sus sucesores en el trono.
Además, el libro
de Jeremías está lleno, de extremo a extremo, del lenguaje,
tanto de Dtr1
como de Dtr2.
¿Cómo podrían frases que son típicas de Dtr1,
entrelazadas regularmente con frases que, por el
contrario, son únicas de Dtr2,
aparecer en el libro de Jeremías, a menos que todas las tres procedieran de la
misma fuente? Llamarlo el resultado de una "escuela
deuteronómica" de personas, todas las cuales tomaban
información de un banco común de terminología, es
ignorar toda la evidencia que asocia a Jeremías con
esta historia. Y nuevamente, ¿dónde está la evidencia
de la existencia de esa tal escuela literaria? Lo que
más bien tenemos en el texto del libro de Jeremías es
sólo una descripción del profeta Jeremías asociado con
un escriba en particular, llamado Baruc, hijo de
Nerías. Tenemos una descripción explícita de Jeremías
dictándole profecías a Baruc, que las escribe en un
rollo.12
Las antiguas tradiciones judías concernientes a quién escribió la Biblia han sido informadas en un tomo del Talmud.13 Según esa obra, registrada hace unos mil quinientos años, el autor de los cinco libros de Moisés fue Moisés, y el autor del libro de Josué fue Josué. Ese punto de vista no es sorprendente en una obra piadosa de ese período. Sin embargo, lo que es intrigante es que, en esa discusión, el autor de los libros de Reyes es identificado como Jeremías. O los rabinos que produjeron el Talmud tenían una tradición que asociaba a a Jeremías con la historia, o supusieron la asociación a causa de la obvia similitud de lenguaje y del punto de vista de las dos obras. De cualquier manera, el hecho es que la asociación de Jeremías con por lo menos una gran porción de la historia deuteronómica es antigua.
Hay numerosas
hipótesis eruditas concernientes a la autoría del
libro de Jeremías. El libro consiste en parte de los
oráculos del profeta, que están mayormente en forma de
poesía, y en parte de las historias sobre la vida del
profeta, que están en prosa. Algunos sugieren que
Jeremías mismo compuso la poesía y que el escriba,
Baruc, el hijo de Nerías, fue el compositor de gran
parte de la prosa.14
Baruc se menciona numerosas veces en el libro de
Jeremías. Se lo describe escribiendo documentos para
Jeremías. Y se dice de él que fue al exilio en Egipto
junto con Jeremías.15
Si es cierto que Baruc escribió mucho de la prosa del
libro de Jeremías, entonces presumiblemente fue el
autor-editor de la historia deuteronómica también. En
la primera edición de ¿Quién Escribió la Biblia?,
sugerí la posibilidad de que Jeremías fuese el
historiador deuteronómico. Ahora reconozco que estaba
errado y que tal especulación es extremadamente
improbable. Es mucho más probable que el autor de la
historia en prosa en el libro de Jeremías fuese
también el autor de la historia deuteronómica, cuya
prosa se le parece de manera notable. Lo que sí
conservo de mis anteriores puntos de vista es la idea
de que puede ser mejor pensar en los escritos
deuteronómicos como una colaboración, con Jeremías, el
poeta y profeta, como inspiración, y Baruc, el
escriba, como el escritor que interpretaba la historia
a través de los conceptos de Jeremías.
Ya fuese que
Baruc hijo de Nerías fuese el registrador, el autor, o
el colaborador, es importante tomar nota de un
fabuloso descubrimiento arqueológico concerniente a él
que se efectuó muy recientemente. En 1980, el
arqueólogo Nachman Avigad publicó la impresión de un
sello en arcilla que él había obtenido (véase la
fotografía más abajo). En tiempos bíblicos, los
documentos a veces se escribían en rollos de papiro,
que luego eran enrollados y atados con un cordel. El
cordel era luego impreso en una bola de arcilla
mojada, y después alguien presionaba su sello en la
arcilla desde un anillo o cilindro. Podemos fechar los
sellos y las impresiones de arcilla por medio de la
escritura. La impresión en arcilla que Avigad publicó
está en una escritura hebrea de finales del siglo
séptimo y principios del sexto A. C. Dice:
ibrkyhw bn nryhw hspr
Traducido, esto
significa "perteneciente a Baruc, hijo de Nerías, el
escriba". Era el primer descubrimiento arqueológico
que jamás se hiciera de un objeto identificable como
perteneciente a alguien que se menciona en la Biblia.
En efecto, es su firma. El objeto está ahora ubicado
en el Museo de Israel. Significa que tenemos la firma
del archivador - y posiblemente del autor/editor - de
ocho libros de la Biblia.
Si tenemos razón
al identificar a Baruc y a Jeremías con la redacción
de estos libros, entonces no sólo tenemos una conexión
entre el mundo bíblico y la formación de estos libros,
como la tuvimos con J y E, sino que también tenemos
alguna idea del hombre que jugó un papel en darles
vida, su personalidad y la historia de su vida. Se
tiene una impresión de Jeremías por el libro que se
conoce por su nombre - tanto por el texto y leyendo
entre líneas. A menudo, es una impresión de un hombre
torturado, espiritual, atado a su misión, rechazado
por los seres humanos, perseguido. Da la impresión de
que preferiría hacer cualquier cosa, menos la tarea
que se le ha asignado, de que desearía no ver el
futuro, y de que desearía escapar a su presente, hasta
por medio de la muerte. Tiene que decir la verdad, sin
importar las consecuencias. La gente le teme. Es
profundamente solitario.
Algo que Jeremías no parece ser es un fraude. Y ciertamente, ni él ni Baruc son fraudes, ni piadosos ni de ninguna otra clase. El historiador deuteronómico construyó su historia alrededor del código de leyes deuteronómico, que era un documento auténticamente antiguo y que él puede muy bien haber creído que había sido escrito por Moisés mismo. Usó otros documentos también, y compuso con ellos una historia continua. Sus propias adiciones a aquella historia le dieron estructura, continuidad, y significado. Sus últimos capítulos hablan de sucesos que había presenciado personalmente. No es necesario que haya nada fraudulento en nada de esto. Todo lo contrario. Parece ser más bien un sincero intento, por parte de un hombre sensible y capaz, de contar la historia de su pueblo - y de entenderla. El historiador describió la herencia de su pueblo. El profeta concibió el destino de ese pueblo.