EL PARAÍSO RESTAURADO
Una teología bíblica de señorío
David Chilton
Dominion
Press
Tyler,
Texas
©
1ero. 1985; 6to. 1999
Capítulo 20
LA BESTIA Y EL FALSO
PROFETA
(Apocalipsis 13)
Por
lo tanto, el bienaventurado Moisés de la antigüedad ordenó
la gran fiesta de la Pascua, y nuestra celebración de ella
porque, a saber, Faraón fue muerto y el pueblo fue librado
de la esclavitud. Porque en aquellos tiempos ocurría
especialmente que, cuando los que tiranizaban al pueblo
habían muerto, las festividades temporales y los días
especiales se celebraban en Judea.
Sin
embargo, mis amados, ahora que el diablo, ese tirano contra el
mundo entero, es muerto, no nos acercamos a ninguna fiesta
temporal, sino a una fiesta eterna y celestial. No
en sombras, sino que venimos a ella en verdad. Porque
ellos, habiéndose llenado de la carne de un cordero
inocente, tuvieron la fiesta y, habiendo ungido con la
sangre los dinteles de sus puertas, imploraron ayuda
contra el destructor. Pero ahora nosotros, comiendo el
Verbo del Padre, y teniendo nuestros corazones sellados
con la sangre del Nuevo Testamento, reconocemos la gracia
que nos ha dado el Salvador, que dijo: "He aquí os doy
potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda
fuerza del enemigo, y nada os dañará" [Lucas 10:19].
Porque ya no reina más la muerte; porque, en vez de la
muerte, de ahora en adelante reina la vida, pues nuestro
Señor dijo: "Yo soy la vida" [Juan 14:6]; así que todo
está lleno de gozo y alegría; como está escrito: "Jehová
reina; regocíjese la tierra" [Sal. 97:1].
Atanasio,
Letters [iv]
El
libro de Apocalipsis es un
documento de pacto. Es una profecía, como las
profecías del Antiguo Testamento. Esto significa que no
tiene que ver con hacer "predicciones" de sucesos asombrosos como tales. Como
profecía, el centro de su tema es redención y ética. Tiene
que ver con el pacto.
No hay ninguna oportunidad de que los escritores bíblicos
hubiesen considerado importante profetizar sobre
helicópteros Cobra (que habrían quedado anticuados a causa
del "Blue Thunder"), o computadoras personales, o goma de
mascar, o naves espaciales. Tampoco les habría interesado
predecir el futuro de los Estados Unidos de América, la
Unión Soviética, o el Gran Ducado de Luxemburgo. El punto no
es que estas cosas no son importantes (en grados variables),
ni que los cristianos "espirituales" no deben preocuparse de
todas las áreas de la vida; debemos hacerlo. Pero el punto
es que la Biblia es la
revelación de Dios acerca de su pacto con su pueblo.
El libro no se escribió para satisfacer nuestra curiosidad
sobre el Mercado Común ni la tasa de interés prime. Se escribió para mostrar lo
que Dios ha hecho para salvar a su pueblo y glorificarse a
Sí mismo por medio de ese pueblo.
Por
lo tanto, aun cuando Dios habla del Imperio Romano en el
libro de Apocalipsis, su propósito no es contarnos
emocionantes noticias sobre la vida en la corte de Nerón.
Dios habla de Roma sólo en relación con el pacto y la
historia de la redención. El Imperio Romano no es visto en
términos de sí mismo, sino solamente en términos de (1) la tierra (Israel) y
(2) la Iglesia.
La bestia que sube del mar
El
Imperio Romano está simbolizado en Apocalipsis como un
animal voraz y feroz, salvaje y bajo maldición. Juan dice
que su aspecto era como el de un leopardo, un oso, y un león
(Apoc. 13:2) - los mismos animales que se usan para
describir a los tres primeros de los cuatro grandes imperios
mundiales en Daniel 7:1-6 (Babilonia, Medo-Persia, y Grecia;
véase la descripción que hace Daniel de los mismos imperios
bajo un símbolo diferente, en Dan. 2:31-45). El cuarto
imperio, Roma, participa de las características malvadas y
bestiales de los otros imperios, pero es mucho peor.
"Después de esto, miraba yo en las visiones de la noche, y
he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran
manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro;
devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y
era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella,
y tenía diez cuernos" (Dan. 7:7). La bestia de Apocalipsis
es claramente el Imperio Romano.
Sin
embargo, esta bestia no es sólo una institución, sino una
persona; específicamente, como veremos, el emperador Nerón.
¿Cómo podía este símbolo haberse referido tanto al emperador
como al imperio? Porque, en cierto sentido (particularmente
la manera en que la Biblia considera las cosas), los dos podrían ser
considerados como uno.
Roma era identificada con su líder; el el imperio estaba
personificado en Nerón. Por ello, la Biblia puede moverse
hacia atrás y hacia adelante entre ellos, o considerarlos a
ambos juntos, bajo la misma designación. Y tanto Nerón como
el imperio estaban hundidos en actividades degradantes,
degeneradas y bestiales. Nerón, que asesinó a numerosos
miembros de su propia familia (incluyendo a su esposa
embarazada, a la cual mató a patadas); que era homosexual,
la etapa final de la degradación (Rom. 1:24-32); cuyo
afrodisíaco consistía de observar a personas sufrir las
torturas más horripilantes y repugnantes; que se vestía como
una bestia salvaje para atacar y violar a prisioneros y
prisioneras; que usaba los cadáveres de cristianos que
ardían en la hoguera como las originales "velas romanas"
para iluminar sus obscenas fiestas de jardín; que desató la
primera persecución imperial de los cristianos a instigación
de los judíos, para destruir la iglesia. Este pervertido
animalístico era el jefe del imperio más poderoso de la
tierra. Y fijó la tónica para sus súbditos. Roma era la
cloaca moral del mundo.
Consideremos lo que el libro de Apocalipsis nos dice sobre
Nerón/Roma, la bestia. Primero,
Juan lo vio "saliendo del mar" (Apoc. 13:1). En un sentido
visual, dramático, por supuesto, el poderoso Imperio Romano
sí pareció surgir del mar, desde la península itálica a
través del océano. Sin embargo, más que esto, hay el
simbolismo bíblico del mar. En la creación original, la
tierra era una masa de oscuridad, fluida, informe,
inhabitable, que la luz del Espíritu "venció" (Gén. 1:2;
Juan 1:5). Obviamente, no había ningún conflicto verdadero
entre Dios y su creación; en el principio, todo era "muy
bueno". El mar es más fundamentalmente una imagen de vida.
Pero, después de la caída, se usa la imagen del abismo
rugiente y se desarrolló en la Escritura como símbolo del
mundo en caos por medio de la rebelión de los hombres y las
naciones contra Dios: "Los impíos son como el mar en
tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan
cieno y lodo" (Isa. 57:20; ver 17:12). Por eso se le dice a
Juan más tarde que "las aguas que viste ... son pueblos y
multitudes y naciones y lenguas" (Apoc. 17:15). De esta
caótica y rebelde masa de humanidad surgió Roma, un imperio
entero fundado en la premisa de oposición a Dios.
Segundo, Juan vio que
la bestia tenía "diez cuernos y siete cabezas" (Apoc. 13:1),
a la imagen del dragón (12:3), que le da a la bestia "su
poder y su trono y gran autoridad" (13:2). Los diez cuernos
(poderes) de la bestia se explican en Apocalipsis 17:12 en
términos de los gobernadores de las diez provincias
imperiales, mientras que las siete cabezas se explican como
la línea de los Césares (17:9-11). Nerón es una de las
"cabezas" (regresaremos a esto en el próximo capítulo).
Tercero, "y sobre sus
cabezas, un nombre blasfemo" (13:1). Como ya hemos visto,
los Césares eran dioses. Cada emperador era llamado Augusto o Sebasto, que significa
Al que debe rendírsele
culto; también, tomaban el nombre de divus (dios) y hasta
los de Deus y Theos (Dios). Se les
erigieron muchos templos por todo el Imperio, especialmente,
como hemos visto, en Asia Menor. Los Césares romanos
recibían honores que pertenecían sólo al único Dios
verdadero; Nerón exigía absoluta
obediencia, y hasta se hizo construir una imagen, de 120
pies de altura. Por esta razón, Pablo llamó a César "el
hombre de pecado"; Pablo dijo que César era "el hijo de
perdición, que se opone y se levanta contra todo lo que se
llama Dios o es objeto de culto; tanto, que se sienta en el
templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios" (2 Tes.
2:3-4). Juan subraya este aspecto de la bestia: "También se
le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias ... Y
abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de
su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el
cielo" (13:5-6). Los cristianos fueron perseguidos
precisamente porque rehusaron participar en este idolátrico
culto al emperador.
Cuarto, Juan vio "una
de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal
fue sanada" (13:3). Algunos han señalado que, después de que
Nerón fue asesinado, comenzó a circular el rumor de que
resucitaría y recuperaría el trono; se supone que, de algún
modo, Juan debe estar refiriéndose a ese mito. Esto me
parece un modo muy insatisfactorio de tratar con la
Escritura. Juan menciona la "herida mortal" de la bestia
tres veces en este pasaje (ver v. 12, 14); claramente, este
es mucho más que un símbolo casual, y debemos intentar una
explicación bíblica para él.
Como
ya vimos, la bestia se parece a la serpiente. El hecho de
que recibe una herida en
la cabeza debería hacernos pensar en la escena del
huerto de Edén, cuando Dios prometió que Cristo vendría y
aplastaría la cabeza de la serpiente. Daniel había
profetizado que, en los días de los gobernantes romanos, el
reino de Cristo aplastaría a los imperios satánicos y los
reemplazaría, llenando la tierra. En consecuencia, el
testimonio apóstolico proclamó que eñ reino de Cristo había
llegado, que el diablo había sido derrotado, desarmado, y
atado, y que todas las naciones comenzarían a confluir hacia
el monte de la casa de Jehová. Dentro de la primera
generación, el evangelio se difundió rápidamente alrededor
del mundo, a todas las naciones; surgieron iglesias por
doquiera, y los miembros de la propia casa de César vinieron
a la fe (Fil. 4:22). En realidad, Tiberio César hasta
solicitó formalmente que el Senado romano reconociera
oficialmente la divinidad de Cristo. En consecuencia,
durante un tiempo, pareció que estuviese ocurriendo un
golpe: el cristianismo estaba en ascnso, y pronto asumiría
el control. La cabeza de Satanás había sido aplastada, y con
ella, el Imperio Romano había sido herido de muerte con la
espada (Apoc. 13:14) del evangelio.
Pero
entonces la situación se invirtió. Aunque el evangelio se
había difundido por todas partes, también lo habían hecho la
herejía y la apostasía; y bajo la persecución de los judíos
y el estado romano, gran número de cristianos comenzó a
apostatar. El Nuevo Testamento da la definida impresión de
que la mayor parte
de las iglesias se desmoronó y abandonó la fe; bajo la
persecución de Nerón, la iglesia parecía haber sido
aplastada enteramente. La bestia había recibido la herida en
la cabeza, la herida de muerte - pero todavía vivía. La
realidad, por supuesto, era que Cristo había derrotado al
dragón y a la bestia; pero las implicaciones de su victoria
todavía tenían que ser resueltas; los santos todavía que
vencer, y tomar posesión (Dan. 7:21-22; Apoc. 12:11).
Quinto,
"y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia; y
adoraron al dragón, porque dio su autoridad a la bestia; y
adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y
quién podrá hacer guerra contra ella? (13:3-4). Juan está
hablando ahora del mundo
después de la bestia; la palabra que él usa aquí debe
traducirse como tierra, que
significa Israel. Sabemos esto por el contexto
porque el contxto identifica a sus adoradores como los que moran en la tierra
(Apoc. 13:8, 12, 14) - una frase técnica usada varias veces
en Apocalipsis para denotar al Israel apóstata. En el
Antiguo Testamento griego (la versión usada por la iglesia
primitiva), es una expresión profética común para referirse
al Israel rebelde,
idólatra que estaba a punto de ser destruido y expulsado
de la tierra (Jer. 1:14; 10:18; Eze. 7:7; 36:17;
Oseas 4:1,3; Joel 1:2, 14; 2:1; Sof. 1:8), basándose en el
uso original en los libros históricos de la Biblia para referirse a los paganos
rebeldes e idólatras que estaban a punto de ser destruidos
y expulsados de la tierra (Núm. 32:17; 33:52, 55;
Josué 7:9; 9:24; Judas 1:32; 2 Sam.5:6; 1 Crón. 11:4; 22:18;
Neh. 9:24). Israel se había convertido en una nación de
paganos, y estaba a punto de ser destruido, exiliado, y
suplantado por una nueva nación. Por supuesto, es verdad que
Nerón era amado en todo el imperio como el benévolo
proveedor de bienestar y entretenimiento. Pero es Israel en particular el
que es condenado por el culto al emperador. Enfrentados con
una elección entre Cristo y César, habían proclamado: ¡No
tenemos más rey que César! (Juan 19:15). Su reacción a la
guerra aparentemente victoriosa de César contra la iglesia
(Apoc. 11:7) fue de asombro y adoración. Israel se puso de parte de
César y el imperio contra Cristo y la iglesia. Por
consiguiente, en fin de cuentas, estaban adorando al dragón,
y por esta razón, Jesús mismo llamó a sus asambleas de culto
sinagogas de Satanás
(Apoc. 2:9; 3:9).
Sexto, a la bestia se
le dio "autoridad para actuar durante cuarenta y dos meses"
(13:5), "para hacer guerra contra los santos y vencerlos"
(13:7). El período de 42 meses (tres años y medio) - un siete roto) es una
figura simbólica en lenguaje profético, que significa un
tiempo de tristeza, cuando los enemigos de Dios están en el
poder, o cuando el juicio está siendo derramado (tomado del
período de sequía entre la primera aparición de Elías y la
derrota de Baal en el monte Carmelo). Su uso profético no es
principalmente
literal, aunque es interesante que la persecución de Nerón contra la iglesia sí
ocurrió durante 42 meses, desde mediados de
noviembre de 64 hasta principios de 68.
Séptimo, Juan les
proporcionó a sus lectores una identificación positiva de la
bestia: "Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento,
cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y
su número es seiscientos sesenta y seis. Hay varios aspectos
importantes de este extraño número; sólo examinaremos dos de
ellos aquí.
El
primer punto es que el Antiguo Testamento ya nos ha hablado
del 666. Se encuentra en los libros de Reyes y Crónicas,
ciertamente algunos de los libros más descuidados de la
Biblia. Sin embargo, es interesante notar que Juan toma
muchos de sus números simbólicos de estos libros (por
ejemplo, compárese a 1 Crón. 24:1-19 con Apoc. 4:4). Estos
escritos históricos nos dicen que Salomón (un tipo bíblico
tanto de Cristo como de la bestia) recibió 666 talentos de oro en
un año, en la cúspide de su poder y su gloria (1 Reyes
10:14; 2 Crón. 9:13). Ese número marca tanto la cúspide de
su reino como el principio de su declinación; de allí en
adelante, todo va cuesta abajo hasta llegar a la apostasía.
Una por una, Salomón viola las tres leyes de reinado piadoso
registradas en Deuteronomio 17:16-17: no amontonar oro (1
Reyes 10:14-25), no tener muchos caballos (1 Reyes
10:26-29), y no tener muchas mujeres (1 Reyes 11:1-8). Para
los hebreos, el 666 era
un signo terrible de apostasía, la marca tanto de un rey
como un estado a imagen del dragón.
El
segundo punto que debemos considerar sobre el número 666 es
éste. Tanto en griego como en hebreo, cada letra del
alfabeto es también un numeral (véase la tabla de los
numerales al final de este capítulo). Por eso, el "número"
del nombre de cualquier persona podría calcularse
simplemente sumando el valor numérico de sus letras. Es
claro que Juan esperaba que sus lectores contemporáneos fuesen
capaces de usar este método para descubrir el número de la
bestia - indicando así, nuevamente, el mensaje contemporáneo de
Apocalipsis; Juan no esperaba que sus lectores calculasen el
número de algún funcionario de un gobierno extranjero
del siglo
veinte. Sin embargo, al mismo tiempo, Juan les dice que no
será tan fácil como piensan: será necesario que alguien
"entienda". Porque Juan no dio un número que pudiese ser
interpretado en griego, que es lo que esperaría un
funcionario romano que examinara Apocalipsis en busca de
contenido subversivo. El elemento inesperado en el cómputo
era que tenía que ser interpretado en hebreo, un idioma que
conocerían por lo menos algunos miembros de las iglesias.
Para ahora, sus lectores habrían adivinado que estaba
hablando de Nerón, y los que entendían hebreo probablemente
captaron el mensaje inmediatamente. Los valores numéricos de
las letras hebreas en Nerón Kesar (Nerón César)
son:
Es
significativo
que todos los primeros escritores cristianos, aun los que no
entendían hebreo y, por lo tanto, estaban confundidos por el
número 666, relacionaron al Imperio Romano, y especialmente
a Nerón, con la bestia. No debería haber ninguna duda
razonable en cuanto a esto. Juan estaba escribiendo para los
cristianos del siglo primero, advirtiéndoles de cosas que
tendrían lugar "pronto". Estaban involucrados en la batalla
más crucial de la historia, contra el dragón y el malvado
imperio que el dragón poseía. El propósito de Apocalipsis
era reconfortar a la iglesia con la certeza de que Dios
estaba en control, de modo que ni siquiera el tremendo
poderío del dragón y la bestia podrían sostenerse delante de
los ejércitos de Jesucristo. El número de hombre es seis
(Gén. 1:27, 31); Cristo fue herido en el calcañar el sexto
día (viernes) - pero ése es el día en que aplastó la cabeza
del dragón. Juan dice que, en su poderío máximo, Nerón es
sólo un seis, o
una serie de seises; nunca un siete. Sus planes de dominio mundial jamás
se cumplirían, y la iglesia vencería.
La
bestia
que sube de la tierra
Así
como la bestia que sube del mar era una imagen del dragón,
así también vemos otra criatura en Apocalipsis 13, que es
una imagen de la bestia. Juan vio a esta bestia que "subía
de la tierra" (13:11), que surgía desde dentro del mismo
Israel. En Apocalipsis 19:20 se nos da la identidad de esta
bestia de la tierra: es "el falso profeta". Como tal,
representa lo que Jesús había predicho que ocurriría en los
últimos días de Israel: "Porque vendrán muchos en mi nombre,
diciendo. Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán ...Y muchos
falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos" (Mat.
24:5, 11). El surgimiento de los falsos profetas era
paralelo al de los anticristos; pero, mientras que los
anticristos habían apostatado hacia el judaísmo desde dentro
de la iglesia, los falsos profetas eran líderes religiosos
judíos que trataban de seducir a los cristianos desde fuera.
Es
importante recordar que el judaísmo no es religión del
Antiguo Testamento, sino más bien un completo rechazo de la
fe bíblica en favor de la herejía farisaica, talmúdica. Como
los Mormones, los Testigos de Jehová, la Iglesia de la
Unificación, y otras sectas, el judaísmo afirma que está
basado en la Biblia; pero su verdadera autoridad procede de
las tradiciones de hombres. Jesús hablaba bastante claro: el
judaísmo niega a Cristo
porque niega a Moisés.
Sólo el
cristianismo ortodoxo es la verdadera continuación y el
verdadero cumplimiento de la religión del Antiguo Testamento
(véase Mat. 5:17-20; 15:1-9; Mar. 7:1-13; Luc. 16:29-31;
Juan 5:45-47; 8: 42-47).
Los
falsos profetas judíos tenían la apariencia de un cordero
(Apoc. 13:11), como Jesús había advertido (Mat. 7:15); pero
"hablaban como dragón" (Apoc. 13:11). ¿Cómo habla el dragón?
Usa un lenguaje engañoso, sutil, seductor para alejar al
pueblo de Dios de la fe y llevarlo a una trampa (Gén. 3:1-6,
13; 2 Cor. 11:3; Apoc. 12:9); además, es mentiroso,
calumniador, y blasfemo (Juan 8:44; Apoc. 12:10). El libro
de Hechos registra numerosos ejemplos de falso testimonio
draconiano por los judíos contra los cristianos, un gran
problema para la iglesia cristiana (Hech. 6:9-15; 13:10;
14:2-5; 17:5-8; 18:6, 12-13; 19:9; 21:27-36; 24:1-9; 25:2-3,
7).
Los
dirigentes judíos, simbolizados por esta bestia que surgía
de la tierra, unieron fuerzas con la bestia de Roma en un
intento por destruir a la iglesia (Hech. 4:24-28; 12:1-3;
13:8; 14:5; 17:5-8; 18:12-13; 21:11; 24:1-9; 25:2-3, 9, 24).
Llevaron a Israel a rendirle culto al emperador (Apoc.
13:12); y, al servicio de la apostasía, los falsos profetas
hasta hicieron milagros (Apoc. 13:13-15). Jesús había
advertido que "se levantarían falsos Cristos, y falsos
profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera
que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos" (Mat.
24:24). Nuevamente, Hechos registra casos de milagros
llevados a cabo por los falsos profetas judíos, incluyendo
el hecho de que, como había predicho Jesús (Mat. 7:22-23),
algunos de ellos hasta usaron el nombre de Él en sus
encantamientos (Hech. 13:6-11;19:13-16).
Los
líderes judíos hacían cumplir la sumisión al emperador. De
hecho, su acusación contra Cristo mismo era que era rival de
la abarcante autoridad de César (Juan 19:12-15). De manera
similar, organizaban boycots económicos contra los que
rehusaban someterse a César como Señor, y llegaron hasta a
ejecutarles (Apoc. 13:15-17). El libro de los Hechos está
tachonado de incidentes de persecución judía organizada
contra la iglesia (Hech. 4:1-3, 15-18; 5:17-18, 27-33, 40;
7:51-60; 9:23, 29; 13:45-50; 14:2-5; 17:5-8, 13; 18:17;
20:3; 22:22-23; 23:12, 20-21; 24:27; 26:21; 28:17-29; ver 1
Tes. 2:14-16).
El
Nuevo Testamento da abundante testimonio de este hecho. Los
altos dirigentes judíos estaban envueltos en un intento
organizado y a gran escala por destruir la iglesia por medio
del engaño y la persecución. En procura de esta meta
diabólica, se aliaron en conspiración con el gobierno romano
contra la cristiandad. Algunos de ellos consiguieron hacer
milagros al servicio de Satanás. Y esto es exctamente lo que
se nos dice de la bestia que surge de la tierra. El falso
profeta de Apocalipsis no era otro que la dirigencia del
Israel apóstata, que rechazó a Cristo y adoraba a la bestia.
Hay
una interesante reversión de imágenes en el texto. El libro
de Job nos ha preparado para la profecía de Juan,
porque también nos habla de la bestia terrestre (behemoth, Job 40:15-24)
y una bestia marina (leviatán, Job 41:1-34). Pero las
visiones de Juan amplían las descripciones de Job de estos
dinosaurios, y el orden de su aparición se ha invertido.
Primero, vemos a Satanás como el dragón,el verdadero
leviatán (Apoc. 12); luego viene la bestia marina, que es la
imagen del dragón (Apoc. 13:1); finalmente, caminando a la
zaga de ellos y sirviéndoles, va la bestia terrestre, a
imagen de la bestia marina. Al mostrar así las bestias en
orden inverso, Juan subraya su punto: Israel, que debió
haber sido un reino de sacerdotes para las naciones del
mundo, ha entregado a leviatán su posición de prioridad. En
vez de poner un sello piadoso sobre toda cultura y toda
sociedad, Israel ha sido rehecho a imagen del estado pagano
y anticristiano. Los hijos de Abraham se han convertido en
la simiente del dragón (Juan 8:37-44).
Durante
los
tres años de ministerio en Éfeso, el apóstol Pablo sufrió
persecución continuamente a causa de las "asechanzas de los
judíos" (Hech. 20:19); al describir sus conflictos con
ellos, les llama "fieras" (1 Cor. 15:32). La bestia judía
era el enemigo más engañoso y peligroso de la iglesia
primitiva, y Pablo amonestaba vigorosamente a la iglesia
acerca de estos seductores judaicos:
Porque hay muchos contumaces, habladores de
vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión,
a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas
enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no
conviene. Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los
cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones
ociosos. Este testimonio es verdadero; por tanto,
repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, no
atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres
que se apartan de la verdad. Todas las cosas son puras para
los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es
puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.
Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan,
siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda
buena obra (Tito 1:10-16).
TABLA DE NUMERALES EN USO
DURANTE
EL PERÍODO BÍBLICO
Fuente:
J. D. Douglas, ed., New
Bible Dictionary. Second Edition (Leicester,England:
Inter-Varsity Press; Wheaton, Ill.: Tyndale House
Publishers, Inc., 1982), 842-43).