EL PARAÍSO RESTAURADO
Una teología bíblica de señorío
David Chilton
Dominion
Press
Tyler,
Texas
©
1ero. 1985; 6to. 1999
Capítulo
19
UN BREVE
RESUMEN DE APOCALIPSIS
Porque el
Señor tocó todas las partes de la creación, y les liberó y les
despojó de todo engaño. Como dice Pablo: "Y despojando a los
principados y a las potestades, los exhibió públicamente,
triunfando sobre ellos en la cruz" [Col. 2:15], de modo que
nadie podía ser engañado más, sino que en todas partes podía
encontrar la palabra de Dios.
Atanasio, On the Incarnation [45]
El libro de
Apocalipsis no es imposible de entender, pero es
extremadamente complejo. Se necesitarían libros y libros para
explicar completamente su extenso uso de imágenes del Antiguo
Testamento. Mi propósito en el presente libro es, por
supuesto, simplemente presentar, en un amplio bosquejo, una
exposición bíblica de la escatología de señorío. (Los que
deseen un tratamiento más completo de estos temas deben
consultar mi comentario sobre Apocalipsis, Days of Vengeance, así
como otras obras listadas en la Bibliografía).
En general,
el libro de Apocalipsis es una profecía del fin del antiguo
orden y el establecimiento de un nuevo orden. Es un mensaje
para la iglesia de que las terribles convulsiones que recorren
el mundo en todas sus esferas comprendían las finales
"conmociones del cielo y de la tierra", poniendo fin, de una
vez por todas, con el sistema del pacto antiguo, anunciando
que el reino de Dios había venido a la tierra y quebrantado el
dominio de Satanás sobre las naciones. En la destrucción de
Jerusalén, el reino antiguo, y el templo, Dios reveló que
ellos habían sido meramente la estructura de su ciudad eterna,
su nación santa, y el templo más glorioso de todos.
Mirad que no desechéis al que habla. Porque si
no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en
la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que
amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces
la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y
conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y
esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas
movibles, como cosas hechas, para que queden las
inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino
inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a
Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios
es fuego consumidor (Heb. 12:25-29).
El
siguiente delineamiento proporciona meramente un bosquejo
conciso del mensaje principal de Apocalipsis. En interés de la
brevedad, su carácter literario formal (¡por ejemplo, el hecho
de que está estructurado en términos tanto de la semana de la
creación como del calendario de festividades del Antiguo
Testamento!) será ignorado por ahora.
El Capítulo Uno introduce el
tema de la profecía, asegurando a los lectores que los
cristianos están gobernando ahora,
aun en tribulaciones, como reyes y sacerdotes. Cierra con una
visión de Jesucristo, haciendo uso de algunos símbolos
importantes que aparecen más tarde en el libro.
Los Capítulos Dos y Tres
contienen mensajes del Señor para las siete iglesias de Asia
Menor. Las cartas tratan de los principales temas de la
profecía, particularmente los problemas del judaísmo, el
estadismo, y la persecución. Cristo declara que su iglesia es
el verdadero Israel, el heredero en derecho de las promesas
del pacto, e insta a su pueblo a "vencer", a conquistar y a
reinar en su nombre. Aunque estas cartas se descuidan po lo
general, en realidad comprenden la sección central de la
profecía. En gran medida, las visiones posteriores son
simplemente ilustraciones suplementarias de las lecciones de
este pasaje.
Los Capítulos Cuatro y Cinco
dan la filosofía bíblica de la historia: todas las cosas son
vistas desde la perspectiva del trono de Dios. Cristo es
revelado como el Conquistador, digno de abrir el libro de los
juicios de Dios; la creación y la historia se centran en Él.
Los Capítulos Seis y Siete
muestran el rompimiento de los siete sellos en el pergamino,
simbolizando los juicios que están a punto de caer sobre el
Israel apóstata. Se muestra específicamente que estos juicios
son respuestas divinas a las oraciones imprecatorias de la
iglesia contra sus enemigos; las acciones gubernamentales y
litúrgicas de la iglesia es el medio de cambiar la historia
mundial.
Los Capítulos Ocho y Nueve
extienden este mensaje a la apertura real del rollo, revelando
la coordinación entre las declaraciones judiciales de la
iglesia en la tierra y los decretos de Dios desde el cielo.
Jerusalén es entregada a Satanás y sus legiones demoníacas,
que inundan la ciudad para poseer y consumir a sus impíos
habitantes, hasta que la nación entera es conducida a una
locura suicida.
Los Capítulos Diez y Once
presentan nuevamente una visión de Cristo, que anuncia que la
nueva creación y el nuevo pacto son un hecho consumado. La
iglesia testificante y profética, aparentemente aniquilada por
la persecución judía, es resucitada; y son los perseguidores
los que son aplastados. Con la destrucción de Jerusalén y el
colapso de la estructura del pacto antiguo, se revela al mundo
que el templo nuevo y final se ha completado y llenado.
El Capítulo Doce forma un
dramático interludio, presentando la batalla básica de la
historia en el conflicto cósmico entre Cristo y Satanás. El
Hijo de Dios asciende al trono de su reino, incólume y
victorioso, y Satanás se vuelve entonces para perseguir a la
iglesia. Nuevamente, esto asegura al pueblo de Dios que todas
sus persecuciones se originan en la guerra total de las
fuerzas del mal contra Cristo, la simiente de la mujer, que ha
sido predestinado para aplastar la cabeza del dragón. Con
Cristo, la iglesia será más que vencedora.
El Capítulo Trece revela la
guerra total que se aproximaba entre la fiel iglesia y el
Imperio Romano pagano (la bestia). Al pueblo de Dios se le
advierte que las fuerzas religiosas del judaísmo apóstata se
alinearán con el estado romano, tratando de hacer cumplir el
culto a César en lugar del culto a Jesucristo. Con la fe en el
señorío de Jesucristo, la iglesia ha de ejercer una paciencia
firme; la revolución está condenada.
Los Capítulos Catorce, Quince y
Dieciséis revelan el victorioso ejército de los
redimidos, de pie sobre el monte Sión cantando un canto de
triunfo. Se ve a Cristo viniendo en la nube de juicio sobre el
rebelde Israel, pisando las uvas maduras de la ira. El templo
se abre, y mientras la nube de gloria llena el santuario, los
juicios divinos son derramados desde él, trayendo las plagas
egipcias sobre los apóstatas.
Los Capítulos Diecisiete y Dieciocho
revelan la esencia del pecado de Jerusalén como adulterio
espiritual. Jerusalén ha abandonado a su esposo legítimo y
está fornicando con los gobernantes paganos, adorando a César,
"ebria con la sangre de los santos"; la santa ciudad se ha
convertido en otra Babilonia. Dios hace un llamado final a su
pueblo para que se separe de la prostitución de Jerusalén y la
abandone a los devastadores ejércitos del imperio. A la vista
de la completa ruina del Israel apóstata, se regocijan los
santos en el cielo y en la tierra.
El Capítulo Diecinueve
comienza con la comunión - la gozosa fiesta de bodas de Cristo
y su Esposa, la iglesia. Luego, la escena cambia para revelar
el venidero dominio mundial del evangelio, mientras el Rey de
reyes cabalga con su ejército de santos para librar una guerra
santa para reconquistar la tierra. El agente de la victoria es
su Palabra, que sale de su boca como una espada.
El Capítulo Veinte da una
historia resumida del nuevo orden mundial, desde la primera
venida de Cristo hasta el fin del mundo. El Señor ata a a
Satanás y entroniza a su pueblo como reyes y sacerdotes con el
Señor. El intento final de Satanás para derribar al Rey es
aplastado, y comienza el juicio final. Los justos y los impíos
son separados eternamente, y el pueblo de Dios entra en su
herencia eterna.
Los Capítulos Veintiuno y Veintidós
registran una visión de la iglesia en toda su gloria,
comprendiendo aspectos tanto terrenales como celestiales. La
iglesia es revelada como la ciudad de Dios, el principio de la
nueva creación, que extiende una influencia mundial, atrayendo
a sí misma a todas las naciones, hasta que la tierra entera es
un sólo templo glorioso. La metas del paraíso se consuman en
el cumplimiento del mandato de dominio.
Con esta
amplia vista general en mente, ahora podemos proceder a un
estudio más detallado de las imágenes de Apocalipsis,
concentrándonos en cuatro de los símbolos más dramáticos y
controversiales: la bestia, la ramera, el milenio, y la nueva
Jerusalén. Como veremos, cada una de estas imágenes le habló a
la iglesia del siglo primero sobre realidades contemporáneas,
asegurando al pueblo de Dios el señorío universal de Cristo y
animándole en la esperanza del triunfo universal del
evangelio.