EL PARAÍSO RESTAURADO
Una teología bíblica de señorío
David Chilton
Dominion
Press
Tyler,
Texas
©
1ero. 1985; 6to. 1999
Capítulo 12
EL SURGIMIENTO DEL ANTICRISTO
De acuerdo con las palabras de
Jesús en Mateo 24, una de las crecientes características de
la época que precedería el colapso de Israel sería la apostasía dentro de la iglesia
cristiana. Esto ya se mencionó antes, pero un
estudio más concentrado en este punto arrojará mucha luz
sobre buen número de puntos de discusión relacionados en el
Nuevo Testamento - puntos que a menudo han sido
malentendidos.
Por lo general, pensamos en el
período apostólico como una época de evangelismo
tremendamente explosivo y crecimiento de la iglesia, una
"edad de oro", cuando asombrosos milagros tenían lugar todos
los días. Esta imagen común es sustancialmente correcta,
pero adolece de una flagrante omisión. Tendemos a descuidar
el hecho de que la iglesia primitiva era el escenario del
más dramático brote de herejía de la historia mundial.
La gran apostasía
La iglesia comenzó a ser infiltrada por
la herejía temprano en su desarrollo. Hechos 15 registra la
reunión del primer concilio de iglesia, que fue convocado para
pronunciar un fallo autorizado sobre el punto en discusión de
la justificación por la fe (algunos maestros habían estado
abogando por la falsa doctrina de que había que guardar las
leyes ceremoniales del Antiguo Testamento para ser
justificado). Sin embargo, el problema no murió; años más
tarde, Pablo tuvo que lidiar con él nuevamente, en una carta a
las iglesias de Galacia. Como Pablo les dijo, esta aberración
doctrinal no era cosa de poca monta, sino que afectaba la
salvación misma: era un "evangelio diferente", una completa
distorsión de la verdad, y equivalía a repudiar a Jesucristo
mismo. Usando algunos de los más severos términos de su
carrera, Pablo pronunció una condena sobre los "falsos
hermanos" que enseñaban esta herejía (ver Gál. 1:6-9; 2:5,
11-21; 3:1-3; 5:1-12).
Pablo también previó que las herejías
infectarían las iglesias de Asia Menor. Convocando a los
ancianos de Éfeso, les exhortó a "mirar por ellos mismos y por
todo el rebaño" porque "yo sé que después de mi partida
entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán
al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que
hablen cosas perversas para arrastrar tras de sí a los
discípulos" (Hech. 20:28-30). Tal como lo había predicho
Pablo, las falsas doctrinas se convirtieron en puntos de
disputa de enormes proporciones en estas iglesias. Para cuando
se escribió el libro de Apocalipsis, algunas de estas iglesias
habían sido arruinadas casi completamente por el avance de
enseñanzas heréticas y la apostasía resultante (Apoc. 2:2, 6,
14-16, 20-24, 3:1-4, 15-18).
Pero el problema de las herejías no se
limitaba a ninguna área geográfica ni cultural. Estaba muy
extendido, y se convirtió más y más en tema de consejo
apostólico y supervisión pastoral a medida que avanzaba la
época. Algunos herejes enseñaban que la resurrección final ya
había tenido lugar (2 Tim. 2:18), mientras que otros afirmaban
que la resurrección era imposible (1 Cor. 15:12); algunos
enseñaban extrañas doctrinas de ascetismo y culto a los
ángeles (Col. 2:8, 18-23; 1 Tim. 4:1-3), mientras que otros
abogaban por toda clase de inmoralidades y rebeliones en
nombre de la "libertad" (2 Ped. 2:1-3, 10-22; Judas 4, 8,
10-13, 16). Una y otra vez, los apóstoles se encontraron
pronunciando severas amonestaciones contra la tolerancia de
falsos maestros y "falsos apóstoles" (Rom. 16:17-18; 2 Cor.
11:3-4, 12-15; Fil. 3:18-19; 1 Tim. 1:3-7; 2 Tim. 4:2-5),
porque éstos habían sido la causa de deserciones en masa de la
fe, y la extensión de la apostasía estaba aumentando a medida
que el tiempo pasaba (1 Tim. 1:19-20; 6:20-21; 2 Tim. 2:16-18;
3:1-9, 13; 4:10, 14-16) Una de las últimas cartas del Nuevo
Testamento, el libro de Hebreos, fue dirigido a una comunidad
cristiana entera cuando estaba a punto de ocurrir una
deserción en masa de cristianos. La iglesia cristiana de la
primera generación no sólo se caracterizó por la fe y los
milagros; también se caracterizó por la creciente impiedad,
rebelión, y herejía dentro de la misma comunidad cristiana -
tal como Jesús había predicho en Mateo 24.
Los cristianos tenían un término
específico para esta apostasía. La llamaban anticristo. Muchos
escritores populares han especulado sobre este término, por lo
general dejando de considerar su uso en la Escritura. En
primer lugar, considérese un hecho que sin duda causará
impacto en algunas personas: la palabra "anticristo" nunca ocurre en el libro de
Apocalipsis. Ni una sola vez. Pero el término es
usado rutinariamente por maestros cristianos como sinónimo de
la "bestia" de Apocalipsis 13. Obviamente, no hay duda de que
la bestia es un enemigo de Cristo, y que, por esta razón, es
un "anti"cristo en ese sentido; sin embargo, lo que quiero
decir es que el término anticristo
se usa en un sentido muy específico, y esencialmente no está
relacionado con la figura conocida como la "bestia" y "666".
Un error adicional enseña que "el
anticristo" es un individuo específico; enlazada con esto está
la idea de que "él" es alguien que hará su aparición hacia el
fin del mundo. El Nuevo Testamento contradice ambas ideas,
igual que la primera.
En realidad, los únicos casos en que aparece
el término anticristo
son los siguientes versículos en las cartas del apóstol Juan:
Hijitos,
ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el
anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos;
por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de
nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de
nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para
que se manifestase que no todos son de nosotros. ... ¿Quién es
el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este
es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que
niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al
Hijo, tiene también al Padre. ... Os he escrito esto sobre los
que os engañan (1 Juan 2:18-19; 22-23, 26).
Amados,
no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de
Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.
En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo
espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no
es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual
vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el
mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido;
porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el
mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el
mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios,
nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos
el espíritu de verdad y el espíritu de error (1 Juan 4:1-6).
Porque
muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan
que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el
engañador y el anticristo. Mirad por vosotros mismos, para que
no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis
galardón completo. Cualquiera que se extravía, y no persevera
en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en
la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si
alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo
recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le
dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras ( 2 Juan
7-11).
Los textos citados arriba comprenden
todos los pasajes bíblicos que mencionan la palabra anticristo, y de ellos
podemos extraer varias conclusiones importantes:
Primera: los cristianos ya habían sido advertidos de
la venida del anticristo (1 Juan 2:18; 4:3).
Segunda, no había sólo uno, sino "muchos anticristos" (1
Juan 2:18). Por consiguiente, el término anticristo no puede ser
simplemente la designación de un individuo.
Tercera, el anticristo ya estaba en operación,
como escribió Juan: "han surgido muchos anticristos" (1 Juan
2:18); "os he escrito esto sobre los que os engañan" (1 Juan 2:26); "este es
el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que
viene, y que ahora ya está
en el mundo" (1 Juan 4:3); "muchos engañadores han
salido por el mundo. ... Este
es el engañador y el anticristo" (2 Juan 7).
Obviamente, si el anticristo ya estaba presente en el siglo
primero, no era alguna figura que se levantaría en el fin del
mundo.
Cuarta, el anticristo era un sistema de incredulidad,
particularmente la herejía de negar la persona y la obra de
Cristo Jesús. Aunque los anticristos aparentemente afirmaban
pertenecer al Padre, enseñaban que Jesús no era el Cristo (
Juan 2:22); junto con los falsos profetas (1 Juan 4:1),
negaban la encarnación (1 Juan 4:3; 2 Juan 7, 9); y rechazaban
la doctrina apostólica (1 Juan 4:6).
Quinta, los anticristos habían sido
miembros de la iglesia cristiana, pero habían apostatado (1
Juan 2:19). Ahora estos apóstatas intentaban engañar a otros
cristianos, para alejar a la iglesia completamente de Cristo
Jesús (1 Juan 2:26; 4:1; 2 Juan 7, 10).
Poniendo junto todo esto, no podemos
dejar de ver que el anticristo
es una descripción tanto de un sistema de apostasía como de los apóstatas individuales.
En otras palabras, el anticristo era el cumplimiento de la
profecía de Jesús de que vendría un tiempo de gran apostasía,
cuando "muchos tropezarían, se entregarían unos a otros, y se
aborrecerían unos a otros. Y muchos falsos profetas se
levantarían y engañarían a muchos" (Mat. 24:10-11). Como dijo
Juan, los cristianos habían sido advertidos de la llegada del
anticristo; y efectivamente, habían surgido "muchos
anticristos". Durante un tiempo, habían creído al evangelio;
más tarde, habían abandonado la fe, y habían ido por allí
tratando de engañar a otros, ya fuese iniciando nuevas sectas
o, más probablemente, tratando de atraer a los cristianos al
judaísmo - la falsa religión que afirmaba adorar al Padre
mientras negaba al Hijo. Cuando la doctrina del anticristo se
entiende, encaja perfectamente con el resto de lo que nos dice
el Nuevo Testamento sobre la época de la "generación
terminal".
Uno de los anticristos que afligió a la
iglesia primitiva fue Cerinto, líder de una secta judaica del
siglo primero. Considerado por los padres de la iglesia como
"el archihereje", e identificado como uno de los "falsos
apóstoles" que se oponían a Pablo, Cerinto fue un judío que
ingresó a la iglesia y comenzó a atraer a cristianos fuera de
la fe ortodoxa. Enseñaba que que una deidad menor, no el Dios
verdadero, había creado el mundo (sosteniendo, como los
gnósticos, que Dios era demasiado "espiritual" para ocuparse
de la realidad material). Lógicamente, esto significaba
también una negación de la encarnación, puesto que Dios no
asumiría un cuerpo físico y una personalidad verdaderamente
humana. Y Cerinto era consistente: declaraba que Jesús había
sido meramente un ser humano ordinario, no nacido de una
virgen; que "el Cristo" (un espíritu celestial) había
descendido sobre el hombre Jesús cuando fue bautizado
(permitiéndole hacer milagros), pero que luego le habia
abandonado en la crucifixión. También, Cerinto defendía una
doctrina de justificación por obras - en particular, la
absoluta necesidad de observar las ordenanzas ceremoniales del
pacto antiguo - para ser salvo.
Además, Cerinto fue aparentemente el
primero en enseñar que la segunda venida anunciaría un reino
de Cristo literal en Jerusalén durante mil años. Aunque esto
era contrario a la enseñanza apostólica del reino, Cerinto
afirmaba que un ángel le había revelado esta doctrina (de un
modo muy parecido al de Joseph Smith, un anticristo del siglo
diecinueve, que más tarde afirmaría haber recibido una
revelación angélica).
Los verdaderos apóstoles se opusieron
severamente a la herejía de Cerinto. Pablo amonestó a las
iglesias: "Pero si nosotros, o un ángel del cielo, les predica
un evangelio contrario al que les hemos predicado, sea
anatema" (Gál. 1:8). En la misma carta, Pablo pasó a refutar
las herejías legalistas sostenidas por Cerinto. Según la
tradición, el apóstol Juan escribió su evangelio y sus cartas
teniendo en mente a Cerinto. (También se nos dice que, al
entrar Juan al baño público, vio a este anticristo delante de
él. El apóstol dio la vuelta inmediatamente y salió corriendo,
mientras exclamaba: "¡Huyamos, no sea que el edificio se
derrumbe; porque Cerinto, el enemigo de la verdad, está
dentro!").
Volviendo a las afirmaciones de Juan
sobre el espíritu del anticristo, debemos notar que Juan hace
énfasis en otro punto adicional, muy significativo: como Jesús
predijo en Mateo 24, la venida del anticristo es una señal del
"fin". "Hijitos, ya es el
último tiempo; y según vosotros oísteis que el
anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el
último tiempo" (1 Juan 2:18). La conexión que la
gente hace a menudo entre el anticristo y "los últimos días"
es bastante correcta; pero lo que a menudo se pasa por alto es
el hecho de que la expresión "los últimos días", y términos
similares, se usan en la Biblia para referirse, no al fin del mundo
físico, sino a los últimos
días de la nación de Israel, los "últimos días" que terminaron en la destrucción del
templo en el año 70 D. C. Esto también será una
sorpresa para muchos; pero tenemos que aceptar la clara
enseñanza de la Escritura. Los autores del Nuevo Testamento
usaron incuestionablemente lenguaje de "los últimos tiempos"
cuando hablaban del período en que estaban viviendo, antes de
la caída de Jerusalén. Como hemos visto, el apóstol Juan dijo
dos cosas sobre este punto: primera, que el anticristo ya había venido;
y segunda, que la presencia
del anticristo era prueba de que él y sus lectores estaban
viviendo en "el último tiempo". En una de sus cartas
anteriores, Pablo había tenido que corregir una impresión
errónea concerniente al juicio venidero sobre Israel. Los
falsos maestros habían estado asustando a los creyentes
diciéndoles que el día del juicio ya estaba sobre ellos. Pablo
les recordó a los cristianos lo que les había explicado antes:
Nadie os
engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga
la apostasía ... (2 Tes. 2:3).
Sin embargo, para el final de la época,
mientras Juan escribía sus cartas, la gran apostasía - el
espíritu del anticristo, que el Señor había predicho - era una
realidad.
Judas, que escribió uno de los últimos
libros del Nuevo Testamento, no nos deja ninguna duda sobre
este punto de debate. Pronunciando fuertas condenas sobre los
herejes que habían invadido la iglesia y estaban tratando de
alejar a los cristianos de lafe ortodoxa (Judas 1-16), él
recuerda a sus lectores que ellos habían sido advertidos de
esto mismo:
Pero
vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes
fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo;
los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que
andarán según sus malvados deseos. Estos son los que causan
divisiones, los sensuales, que no tienen el Espíritu (Judas
17-19).
Claramente, Judas considera
que las advertencias sobre los "burladores" se refieren a los
herejes de su propia época - queriendo decir que su propio día
era el período del "último tiempo". Como Juan, Judas sabía que
la rápida multiplicación de estos falsos hermanos era una
señal de del fin. El anticristo había llegado, y ahora era el
último tiempo.