Philip Mauro
LAS SETENTA SEMANAS Y
LA GRAN TRIBULACIÓN

Un estudio de las dos últimas visiones de Daniel y del
discurso del Señor Jesucristo en el Monte de los Olivos

Philip Mauro
(1921)


CAPÍTULO 9

EL REY

Ahora llegamos a un notable personaje, que ocupa un lugar grande y prominente en la profecía, y que es presentado con estas palabras:

"Y el rey hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios; y contra el Dios de los dioses hablará maravillas, y prosperará, hasta que sea consumada la ira" (Dan. 11:36).

Aquí llegamos a la parte de la profecía en relación con la cual hay la mayor diferencia de opinión entre los expositores; y sin embargo, si no estamos muy equivocados (en cuanto a lo que nuestros lectores deben juzgar), es un asunto fácil, a la luz de la historia, tanto sagrada como profana, identificar a ese "rey" cuyo carácter y cuyas acciones son presentados con palabras tan notables en nuestra profecía. Sin embargo, a causa del desacuerdo a que nos hemos referido, a nosotros nos incumbe, en este punto, ejercer una especial diligencia y un especial cuidado al examinar y aplicar las pruebas; y le pedimos al lector, por su parte, que preste mucha atención a la exposición de estos versículos, porque nuestra interpretación de la palabra profética como un todo dependerá en gran medida del punto de vista que uno adopte acerca de ellos.

Primero señalaremos algunas de las explicaciones corrientes de esta parte de la narración profética de Daniel 11.

Según un punto de vista (el presentado por el Diccionario Bíblico de Smith y otras autoridades de reputación, como Taylor), esta porción de la profecía (Dan. 11:36 hasta el fin) todavía tiene que ver con Antíoco Epífanes, y ese tirano es "el rey" del versículo 36. Ese punto de vista del pasaje es necesario por el esquema general de interpretación adoptado en la obra a que nos hemos referido, que hace que la primera venida de Cristo y el reino que él estableció sean la "piedra" que golpea los pies de la gran imagen del dominio gentil (Dan. 2:34, 35). Ahora bien, por cuanto es una cuestión de hecho bíblico, así como de historia familiar, que Cristo no chocó contra el imperio romano destructivamente sino que más bien lo fortaleció, este esquema de interpretación se ve obligado a ignorar el imperio romano, y a formar las cuatro potencias mundiales contando a Media como una y a Persia como la otra. Esto hace de Grecia la cuarta, en vez de la tercera, y fuerza la idea de que la totalidad del capítulo 11 tiene que ver con la era griega.

Pero todo este esquema se hace trizas al contacto con los hechos indiscutibles. Primero, la Escritura declara claramente que Media y Persia formaban un solo reino, no dos. Aun durante el corto tiempo en que "Darío de Media" (Dan. 11:1) estuvo en el trono, la Escritura habla claramente de "la ley de Media y de Persia" (Dan. 5:26; 6:8), lo cual muestra que, desde el mismo principio, los dos países constituían un solo gobierno.  La Escritura también dice claramente: "En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia" (Dan. 8:210, 21). El significado de esto es inconfundible. Muestra que los dos "cuernos" (o poderes) estaban unidos para formar un solo gobierno; y que fue este reino unido (y no el de Persia solamente) el que fue derribado por Alejandro el Grande.

Segundo, fue el poder de Roma, no el del reino de Cristo, el que puso fin al dominio griego. Esto ocurrió en la batalla de Actium, un cuarto de siglo antes del nacimiento de Cristo. Por consiguiente, el punto de vista expresado arriba debe ser desestimado como directamente contrario a los hechos más claros. Además, puede decirse que hay ciertas expresiones definidas concernientes a este "rey" que no pueden aplicarse a Antíoco, por ejemplo, que "prosperará hasta que la indignación sea consumada". Por tanto, concordamos con el gran número de expositores que sostienen que esta parte de la profecía no puede considerarse aplicable a Antíoco Epífanes.

LA TEORÍA DE LA "INTERRUPCIÓN"

Según otro punto de vista (que es sostenido ampliamente en la actualidad), hay una completa pausa de la profecía el final del versícuo 34 (o, como dicen algunos, al final del versículo 35), asignándose el resto del capítulo a los días del anticristo, que entonces estaban en el muy distante
futuro. Sin embargo, la suposición de que en este punto ocurren una abrupta pausa y un intervalo no mencionado de muchos años, en que el texto tiene la forma de una narración histórica continua, es muy radical y ciertamente no debería ser aceptada sin pruebas convincentes. La lupa más poderosa no podría revelar la más ligera indicación de ninguna "pausa", sino que, por el contrario, cada uno de los ítems del tema de los versículos 34, 35 y 36 está conectado con el que lo precede por medio de la conjunción "y". Por otra parte, hallamos fuertes razones para el punto de vista de que la profecía es exactamente lo que parece ser, a saber, un bosquejo, en forma histórica continua, de lo principales sucesos de "los últimos días", es decir, el segundo tramo de la existencia nacional judía. La posición que nosotros sostenemos requiere que las tres últimas de las cuatro potencias mundiales profetizadas aparecieran dentro del período de este capítulo. En el momento en que se inició, el imperio babilónico ya era cosa del pasado. Por esta razón, la continuación de la profecía debe llevarnos sucesivamente a las eras de Persia, Grecia, y Roma. Todos están de acuerdo en que nos conduce a la era de Persia y luego a la de Grecia. ¿Por qué entonces imaginar que, cuando llegamos a la era de Roma, que es con mucho la más importante de todas, la profecía (sin dar el más ligero indicio de ello) súbitamente da un salto de muchos siglos hacia el futuro? La única razón de que esa extraña idea haya sido aceptada por algunos es que no han conocido a ningún personaje histórico que responda a lo que se afirma en estos versículos. Sin embargo, sí hay ese personaje, y aparece muy conspicuamente tanto en la historia bíblica como en la historia secular, como ahora procederemos a demostrar. Pero primero, pedimos a nuestros lectores que tengan presente que hay una fuerte presunción contra la existencia de una "pausa" en la profecía, como la suponen los que sostienen la teoría que estamos considerando. Esta presunción tiene las siguientes bases: --

Primera. La forma en que se da la profecía, la de una narración simple, en orden histórico continuo, sin omitir ningún acontecimiento de importancia, impide la idea de que haya alguna pausa, como se supone.

Segunda. La profecía tiene expresamente como temas los sucesos de "los últimos días" de la historia judía, y el texto mismo muestra que esta es la designación del segundo tramo de la vida nacional de Israel, que comenzó bajo el gobierno de Ciro. Esto prohibe recortar la última parte (y la más importante) de la profecía y la aplicación de ella a una era remota.

Tercera. Después de los versículos 36, 37, 38, y 39, que hablan del carácter y las acciones de "el rey", hallamos las palabras: "Pero al cabo del tiempo el rey del sur contenderá con él; y el rey del norte se levantará", etc. (Dan. 11:40). Éste y los versos siguientes (donde se menciona a Edom, Moab, y los hijos de los pueblos de Amón que ahora hace tiempo dejaron de existir) proporcionan una clara prueba de que la profecía todavía se ocupa de la era de las guerras entre Siria y Egipto, guerras que continuaron hasta la batalla de Actium en 30 a. C.

Cuarta. Finalmente, una razón concluyente para la posición que estamos presentando se halla en las palabras del ángel registradas en Dan. 12:7. Se observará que la profecía continúa sin pausa hasta el versículo 4 del capítulo 12, donde llega a su fin. Por consiguiente, lo que somos llevados a esperar después es una referencia a ese orden de cosas en Israel que siguió inmediatamente después de la era de los príncipes hasmoneos. Y eso es exactamente lo que encontramos. Porque no hay ninguna necesidad (ni ninguna base) ni para intentar hacer que los versículos siguientes se apliquen a Antíoco Epífanes ni para dar un súbito y gigantesco salto hacia el muy distante futuro para encontrar a una persona cuya carrera pueda concebiblemente responder a esta parte de la profecía. Porque la historia, tanto sagrada como profana, nos presenta un personaje sumamente notable, que aparece en escena y ocupa el centro del escenario en Israel justo al "fin" de la era de los hasmoneos, y responde a cada uno de los puntos de la descripción profética. Tenemos referencias de ese personaje extraño, despótico, ingobernable e indescriptiblemente y cruel, al que los evangelistas designan enfáticamente como --

"EL REY HERODES"

-- ese notable personaje que usurpó el trono de David cuando Cristo, el verdadero Rey, nació. La prueba que nos permite identificar al "rey" de Daniel 11:36-39 con Herodes el Grande y su dinastía es tan convincente que nos sentimos autorizados para decir que es imposible que la profecía se refiriese a ningún otro.

Sería ciertamente extraño que, en un bosquejo que da prominencia a Jerjes, Alejandro, los seléucidas, los ptolomeos, Antíoco Epífanes, y los macabeos, no se mencionase a ese notable personaje que ejerció sobre los asuntos y destinos judíos una influencia mayor que todos ellos, y que se sentó en el trono de Israel cuando Cristo nació.

Las palabras "el rey" debería bastar, a la luz del contexto y sin otra descripción, para identificar a Herodes para los que leen sus Biblias con meditación; porque sólo Herodes es llamado por ese título en los evangelios, y sólo él tuvo el rango y la autoridad de "rey" en Israel en los días después del cautiverio, "los últimos días". El texto no habla de un rey, sino del rey, usando el artículo enfático hebreo. Esto guarda un marcado contraste con los términos del versículo 40, donde el original habla de "un rey del norte" y de "un rey del sur".

Un vistazo al contexto es suficiente para mostrar que "el rey" del versículo 36 no puede significar ninguno de los reyes del versículo 27. Además, a éstos nunca se los llama "el rey", sino siempre, tanto antes como después del ver. 36, como "el rey del norte" o "el rey del sur", según sea el caso. Tampoco habla la Escritura de cualquier "rey" que ha de surgir en el tiempo del fin de esta era actual, y que responda em absoluto a la descripción de la profecía. Algunos suponen que  el "hombre de pecado", descrito en 2 Tes. 2:3-10, es "el rey" de Dan. 11:36. Pero a éste no se lo llama rey, ni se lo describe como poseyendo rango de rey, sino más bien alguien que exige que se le rinda culto divino en el templo de Dios, y que respalda sus pretensiones por medio de milagros y maravillas mentirosas. El "rey" de Daniel 11:36 es un personaje muy diferente, y logra sus fines de una manera muy diferente, como lo verán claramente todos los que comparen diligentemente los dos pasajes.

Lo que ha hecho que comentaristas capaces se hayan desviado en este punto y en algunos casos busquen muy lejos la interpretación de este pasaje es el hecho de que no han podido hallar a nadie entre los sucesores de Antíoco que responda en absoluto a la descripción de "el rey". Pero estos comentaristas han pasado por alto dos cosas que, si las hubiesen tenido en cuenta, habrían impedido que se hubiesen equivocado hasta ese punto. Esas cosas son, primera, que la profecía no tiene como tema los reinos de Siria ni Egipto, sino el pueblo de Israel, y de aquí que la expresión "el rey", sin ninguna otra calificación, significaría alguien que fue rey sobre el pueblo de Daniel; y segunda, que los versículos inmediatamente precedentes (31-35) se relacionan enteramente con los asuntos de los judíos bajo los príncipes hasmoneos y de aquí que los términos de la profecía misma nos llevan a considerar este punto como el principio de un nuevo orden de cosas en Israel. Y eso es justamente lo que la historia nos certifica porque, precisamente en esta coyuntura de las cosas, la dinastía hasmonea tuvo su fin por la violencia  y el derramamiento de sangre, y fue reemplazada por la de un "rey" que responde perfectamente a la descripción de la última parte de la profecía.

Además, y a esto deseamos llamar la atención de manera especial, se dice de este rey que "prosperará hasta que la indignación sea consumada" (o hasta que la ira sea completada), en cumplimiento de lo cual está el hecho de que la dinastía de Herodes, durante todos los levantamientos políticos de los tiempos, retuvo su favor con Roma y floreció en autoridad en Palestina hasta la destrucción de Jerusalén, que es la "ira" o la "indignación", o la "tribulación", a las cuales las profecías de Daniel se refieren tan frecuentemente como "el fin" de la nacionalidad judía. Porque fue "el rey Herodes" quien trató de conseguir la muerte de Cristo poco después de su nacimiento, y los sucesores de cuya propia familia asesinaron a Juan el Bautista (esto lo hizo Herodes Antipas) y a Santiago, el hermano de Juan (muerto por Herodes Agripa I, que también encarceló a Pedro, con el propósito de entregarle a los judíos), y finalmente envió a Pablo encadenado a Roma (lo cual hizo Herodes Agripa II, el último de la dinastía, el hombre que es mejor conocido en el mundo como el que fue "casi persuadido".

"SEGÚN SU VOLUNTAD"

Lo primero que se dice de este rey es que haría "según su voluntad". Esto se interpreta generalmente en el sentido de que sería de un carácter excepcionalmente obstinado, la clase de persona que actúa sin restricciones y sin consideración por los derechos o los sentimientos ajenos. Este ciertamente puede ser en parte el significado de las palabras; pero mucho más que esto está implícito. Las personas obstinadas son tan numerosas que, si eso fuera todo lo que estas palabras significan, no podrían servir para fines de identificación. Pero no muchos están tan ubicados ni tienen tanto poder en sus manos que puedan "hacer", es decir, lograr o llevar a cabo lo que "quieran" o planean hacer; y esto es lo que se quiere decir. La expresión se usa en esta misma profecía con respecto a otros dos notables personajes. El primero de éstos es Alejandro el Grande, del cual se dice que "dominará con gran poder y hará su voluntad" (Dan. 11:3). El otro (Dan. 11:16) ha sido identificado como Antíoco el Grande. De él también se dice que "hará su voluntad", y la historia muestra que este monarca también tuvo mucho éxito, durante la primera parte de su reinado, en llevar a cabo sus varios designios.

Esto es lo que distinguió a Herodes el Grande en un grado notable. La historia no registra nada de su naturaleza más notable que el éxito de Herodes en surgir desde un origen humilde hasta el rango y la autoridad de rey, en obtener para sí mismo poder despótico y retenerlo durante todos los cambios políticos de los tiempos, y en la manera en que usó ese poder para llevar a cabo todos sus designios por estupendos que fuesen en magnitud (como la reconstrucción del templo) o atroces en su naturaleza (como condenar a muerte a su propia esposa y a sus propios hijos). Herodes concibió la idea de obtener el favor y la confianza, primero de Julio César, luego de Marco Antonio, después de Octavio César. aunque había ayudado a Antonio y a Cleopatra contra él. Considerando todas las cosas, no hay nada más maravilloso en la carrera de Herodes que su extraordinario éxito en hacer "según su voluntad".

Pero, tomando la expresión en el otro sentido, podemos decir que sería difícil hallar en la historia a alguien que tan despiadadamente ejecutara los designios de su propio corazón tiránico y cruel, aun contra los de su propia carne y sangre, como el rey Herodes. El asesinato de su bien amada esposa,la hermosa Mariana, que era una princesa de la familia de los hasmoneos, en sus especiales circunstancias,
no tiene paralelo en la historia. El asesinato también de tres de sus propios hijos (a dos de ellos los había tenido con su esposa favorita) porque sospechaba que aspiraban a ocupar su trono, y acciones similares de obstinación caracterizaron todo su reinado. Josefo menciona muchos ejemplos de esto (véase por ejemplo Ant. XII 9, 4).

SE ENSOBERBECERÁ Y SE ENGRANDECERÁ

Se dice además de este rey que "se ensoberbecerá y se engrandecerá sobre todo dios, y contra el Dios de los dioses hablará maravillas". Estas palabras describen a Herodes. Las palabras "sobre todo dios" pueden interpretarse como todo gobernante y toda autoridad en Israel, así como "Dios de dioses" significa la Suprema Autoridad sobre todas las autoridades. Herodes aspiró con éxito al señorío sobre toda autoridad en la tierra, ya fuesen sacerdotes o gobernantes. Presumía de nombrar al que ocuparía el puesto de sumo sacerdote. Puso en ese puesto a Aristóbulo, su propio cuñado y hermano de Mariana, y poco después lo hizo asesinar (Ant. XV 3, 5).

Herodes también pronunció grandes cosas contra el Dios de dioses. Creemos que esto se refiere especialmente (aunque no exclusivamente) a su decreto para la matanza de los niños en Belén, cuyo expreso propósito era deshacerse de Emanuel, Dios venido en carne paraserel Gobernante de su pueblo, y para ser "Príncipe de los reyes de la tierra" (Apoc. 1:5). La manera en que Herodes se aseguraba el trono era hacer ejecutar a todo sospechoso de ser su rival. Herodes, en común con los maestros judíos de su día (y con algunos maestros de nuestro propio tiempo que deberían saber que están errados) supuso erróneamente que el Cristo de Dios vendría en ese tiempo a ocupar el trono terrenal en el cual Herodes estaba sentado en ese entonces. Tendremos ocasión de referirnos nuevamente a este acto prominente de la carrera de Herodes.

EL AMOR DE LAS MUJERES

El versículo 37 dice: "Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres; ni respetará a dios alguno, porque sobre todo se engrandecerá".

Estas palabras requieren un comentario especial. Manifiestamente, la primera cláusula no podría aplicarse a ningún rey pagano como Antíoco. Pero el que un rey pagano cambiara o no sus dioses nacionales no tiene ninguna importancia en absoluto. Pero, para un rey de Israel es una cuestión de suprema importancia. Ahora bien, Herodes, aunque supuestamente de origen idumeo (es decir, edomita) era virtualmente un judío, pues todos los idumeos restantes, que habían llegado a Judea varios siglos antes, se habían mezclado con judíos. Al dirigirse al pueblo, Herodes usaba habitualmente la expresión "nuestros padres" (Ant. Bk. XV Cap. 11, Véase 1). Tan completamente era Herodes considerado como judío, que los herodianos hasta lo consideraban el Mesías. Por consiguiente, al introducir el culto a César, Herodes conspicuamente dejó de "hacer caso del Dios de sus padres". Además, en relación con esto, no debe olvidarse que Esaú era hermano gemelo de Jacob, y por esto el Dios de los padres de los edomitas era el mismo Dios de los padres de los judíos.

Las palabras "ni del amor de las mujeres" son muy significativas. Difícilmente puede haber duda alguna de que se refieren a Cristo y que Daniel las entendería así. Por supuesto, las "mujeres" debe entenderse como las mujeres de Israel, y el ardiente "amor" de cada una de ellas era llegar a ser la madre del Cristo. La misma palabra se encuentra en Hageo 2:7: "Y vendrá el Deseado de todas las naciones". Evidentemente, pues, es a Cristo a quien se hace referencia como "el amor de las mujeres"; y si es así, entonces tenemos un notable cumplimiento de estas palabras en el intento de Herodes de asesinar al Mesías bebé. El registro que aparece en Mat. 2:1-16 deja bastante claro que el deliberado propósito de Herodes era matar al prometido Mesías de Israel. Fue para cumplir ese propósito que preguntó a los principales sacerdotes y escribas dónde nacería Cristo. La matanza de los niños de Belén fue un acto de atrocidad casi sin paralelo en la historia. Además, fue un suceso que había sido predicho por Jeremías con las palabras: "Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos", etc. (Jer. 31:15), citado en Mat. 2:17, 18). Cada uno de esos infantes asesinados era "el amor" de su propia madre; y de esta manera, Herodes cumplió Daniel 11:37 en otro sentido.

EL DIOS DE LAS FORTALEZAS

El versículo 38 (Dan. 11:38) dice: "Y en su lugar", o para su establecimiento, "honrará al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron; lo honrará con oro y plata, con piedras preciosas y con cosas de gran precio".

La carrera de Herodes proporciona un muy notable cumplimiento de este versículo. La expresión "dios de las fortalezas" es tan inusual que provee un medio muy satisfactorio de identificación, pues se aplica a los césares como a nadie más en la historia, viendo que los emperadores romanos reclamaban para sí honores divinos, y que fue por medio de las "fortalezas" o "fortificaciones" que expandieron y mantuvieron su poder e hicieron cumplir el culto que exigían. Herodes les rindió este honor, y de la manera más extravagante; y lo hizo, por supuesto, para protegerse, es decir, "para su propio establecimiento", como puede traducirse el texto del versículo 38. Este honor que Herodes rindió, primero a Julio César, y luego a Antonio, y después al conquistador de Antonio, Augusto, era uno de los rasgos más conspicuos de la política de Herodes. Josefo relata cómo Herodes envió delegaciones a Roma, y también a Antonio y a Cleopatra en Egipto, llevando los más costosos presentes; y también cómo convirtió la antigua torre de Estrabón en un magnífico puerto marítimo y lo llamó Cesárea en honor a César, y cómo más tarde reconstruyó Samaria, y la rebautizó Sebaste (siendo Sebastos el equivalente de Augusto). Construyó muchas otras ciudades fortificadas y las nombró en honor a César.

El mismo tema continúa en el versículo 39 (Dan. 11:39), que dice: "Con un dios ajeno se hará de las fortalezas más inexpugnables, y colmará de honores a los que le reconozcan, y por precio repartirá la tierra".

Aquí tenemos una referencia a una de las acciones más prominentes del largo reinado de Herodes, a saber, su reconstrucción del templo, y hacer del área del templo un baluarte para César. Hizo del templo el edificio más famoso del mundo por sus dimensiones, su magnificencia, y particularmente por el tamaño de las piedras con las cuales fue construido, a las cuales los discípulos llamaron la atención del Señor de manera especial (Mat. 13:1) y de las cuales dice Josefo que tenían 25 codos de largo, 12 de ancho, y 8 de espesor (Ant. XV, II, 3). Pero, al reconstruirlo, Herodes tuvo cuidado de convertirlo en una fortaleza para sus propios fines, siendo esta fortaleza la "más fuerte" de la tierra. Como parte de este plan, construyó, en el lado norte del templo, y mirando por encima de él, una fuerte ciudadela que llamó la torre Antonia, en honor de Marco Antonio. Josefo dice:

"Pero, en cuanto a la torre misma, cuando Herodes el rey de los judíos la hubo fortificado más firmemente que antes para proteger y guardar el templo, gratificó a Antonio, que era su amigo y el gobernante romano llamándola Torre Antonia" (Ant. XV, 11:4-7).

Además, este historiador dice que los lugares fortificados "eran dos, uno perteneciente a la ciudad misma, y el otro perteneciente al templo; y los que lograban apoderarse de ellos tenían la nación entera bajo su poder, porque sin el control de ellos no les era posible ofrecer sus sacrificios" (Ant. XV, 11:7-8).

Fue desde las escaleras que conducían a esta famosa torre, arriba de las cuales Pablo estaba siendo llevado por los soldados para salvarle de la violencia del pueblo, que Herodes los tranquilizó con un gesto de la mano, y obtuvo su atención al dirigirse a ellos en lengua hebrea (Hech. 21:34-40).

Nuevamente dice Josefo de Herodes que:

"Cuando César le hubo concedido un país adicionalmente, construyó allí también un templo de mármol blanco, muy cerca de las fuentes del Jordán"; y también "para decirlo todo de una vez, no hubo en su reino ningún lugar adecuado para el propósito que no tuviese algo que honrase a César; y cuando hubo llenado su propio país de templos, dejó en su provincia signos abundantes de su estima construyendo muchas ciudades, que llamó Cesáreas" (Guerras I, 21:2).

En relación con la predicción de lo que este rey haría en los principales baluartes -- "con un dios extraño", hay que mencionar las muchas imágenes, estatuas de César, que Herodes erigió para que fuesen adoradas en varios lugares fortificados. En su sacrilegio, llegó hasta a colocar una enorme águila dorada (el adorado emblema de la Roma imperial) en la puerta misma del templo, causando un tumulto y una insurrección entre el pueblo. De esta manera, "honró al dios de las fortalezas" (César), cuyas estatuas introdujo en todas partes como objetos de culto. Con exactitud literal, cumplió las palabras: "Así hará en la mayoría de las fortalezas" (expresión que se aplicaría a la ciudadela del templo, donde erigió la Torre Antonia) "con un dios extraño, al cual reconocerá, y aumentará con gloria" (Dan. 11:39). La última cláusula halla un notable cumplimiento en los extravagantes esfuerzos de Herodes para glorificar a César, lo cual, como hemos visto, rebasó todos los límites.

Las palabras "por precio repartirá la tierra" (o la parcelará para alquilarla) se cumplieron en la práctica adoptada por Herodes de repartir, entre personas favorables a él, la tierra adyacente a los lugares que para él era importante controlar en caso de urgencia. Josefo habla de esto (Ant. XV, 8, 5).

Así, pues, hallamos que cada uno de los puntos predichos de "el rey" se cumplió completamente en la carrera de Herodes, y que el registro de este cumplimiento ha llegado hasta nosotros en una auténtica historia contemporánea, que por todos es reconocida como digna de confianza hasta un grado desusadamente alto.

Otras predicciones concernientes a este "rey" se hacen en los versículos 44, 45. Éstas también se cumplieron con exactitud literal, como se mostrará cuando lleguemos a la exposición de esos versículos.

EL TIEMPO DEL FIN

Para evitar confusión, es necesario observar que "el tiempo del fin" puede significar un período en un lugar, y un período muy diferente en otro lugar. El significado es controlado, y también revelado, por el contexto. Pero esto se pasa por alto con bastante frecuencia; y hemos observado que hasta
cuidadosos escritores sobre las profecías se sienten inclinados a tomar las palabras "el tiempo del fin" en el sentido del fin de la dispensación del evangelio, aunque el pasaje en el cual ocurren no se relacione en absoluto con la actual dispensación.

En particular, debe notarse que, en el libro de Daniel, hay dos diferentes series de profecías. La primera serie, que se encuentra en los capítulos 2, 7, y 8, se relaciona con las grandes potencias del mundo gentil, y las profecías de los capítulos 2 y 7 nos llevan hasta el fin de los tiempos de los gentiles (el capítulo 8 da detalles del imperio griego, llenando así el bosquejo que se da en la visión del capítulo 7). Pero la segunda serie (capítulos 9-12 inclusive) tienen que ver con la historia del pueblo del propio Daniel y su ciudad santa. Por eso, la expresión "tiempo del fin", cuando ocurre en estas profecías posteriores, significa la última etapa de la existencia nacional del pueblo de Daniel, es decir, la era de los Herodes.

El período de la historia judía ocupado por Herodes y su dinastía era, por lo tanto, "el tiempo del fin" en el sentido requerido por el contexto; así que tenemos una fuerte confirmación del punto de vista que hemos estado presentando en el hecho de que, justo en este punto de la profecía, se nos da un bosquejo de aquellos grandes sucesos (que ocurrieron durante el reinado de Herodes) por los cuales la supremacía política del mundo se les concedió a los Césares, y todo se preparó para la llegada del Redentor. Este bosquejo se encuentra en Dan. 11:40-43) y nos lleva a la subyugación de Egipto (la última de las grandes monarquías independientes en caer bajo el creciente poderío de Roma) junto con los libios y los etíopes. Los registros de la historia corresponden tan exactamente a las predicciones de esta profecía (como señalaremos en seguida) que no puede haber ninguna duda en cuanto a su cumplimiento.

Al leer este capítulo, debe recordarse que la profecía no tiene que ver principalmente con Siria, Egipto, Roma ni ninguna otra potencia extranjera, sino que se refiere a ellas sólo por cuanto entran en contacto con los judíos y afectan los destinos de ellos.

AUGUSTO CÉSAR

De aquí que estos versículos (Dan. 11:40-43) tengan un carácter parentético. Dicen como sigue:

"Pero al cabo del tiempo el rey del sur contenderá con él; y el rey del norte se levantará contra él como una tempestad, con carros y gente de a caballo, y muchas naves; y entrará por las tierras, e inundará, y pasará. Entrará a la tierra gloriosa, y muchas provincias caerán; mas éstas escaparán de su mano: Edom y Moab, y la mayoría de los hijos de Amón. Extenderá su mano contra las tierras, y no escapará el país de Egipto. Y se apoderará de los tesoros de oro y plata, y de todas las cosas preciosas de Egipto; y los de Libia y de Etiopía le seguirán".

Los sucesos predichos en esta parte de la profecía tuvieron lugar "en el tiempo del fin", es decir, coincidieron con la última era de la historia judía, la era de los Herodes. En ese tiempo, un rey del sur (Cleopatra, la última monarca en ocupar el trono de Egipto, ayudada por Marco Antonio) inició una ofensiva, junto Herodes, que se había aliado con ellos, contra Siria, que mientras tanto se había convertido en una provincia romana. Este fue el principio de la gran Batalla de Accio.

En cuanto a la manera en que la guerra comenzó, tenemos un relato muy claro en la obra de Plutarco "Vida de Marco Antonio", según la cual parece que el cumplimiento de la profecía fue maravillosamente exacto, no sólo con respecto a la manera en que la guerra comenzó, sino también con respecto a los lados en los cuales las diferentes facciones estuvieron comprometidas en ella al principio; en relación también con las peculiares armas, "carruajes y gente de a caballo y muchas naves" -- por medio de las cuales se lograron las victorias de Augusto, y finalmente, con respecto también a la rapidez de su conquista, que se efectuó en el espacio de un solo año.

"LA ÚLTIMA VISIÓN DE DANIEL"

Nuestros documentos sobre el capítulo 11 de Daniel, en los cuales identificamos a Herodes como "el rey" del versículo 36 y demostramos que los versículos 40-43 se cumplieron en los sucesos po los cuales Egipto cayó bajo las armas conquistadoras de Augusto César, fueron terminados y quedaron listos para la prensa en la primera parte de 1922. Antes de agosto de ese año, no sabíamos de nadie que hubiese señalado antes que las predicciones concernientes a "el rey" habían sido cumplidas por Herodes, ni que el cumplimiento de los últimos versículos del capítulo se hallaría en los agitados y cambiantes sucesos mundiales de su reino.

Pero, en agosto de 1922, nos cayó en las manos de una manera extraña (que parecía providencial) un libro antiguo, ahora hace mucho tiempo descontinuado, en el cual, para nuestra gran sorpresa y complacencia, hallamos presentadas nuestras conclusiones acerca de los asuntos discutidos arriba, y apoyadas por pruebas más amplias de las que nosotros mismos habíamos reunido. El libro había sido escrito por James Faruharson, y había sido impreso en Aberdeen, Escocia, en 1838. Tiene el siguiente singular y prolongado título: La última visión de Daniel y la profecía, con respecto a lo cual los comentaristas han discrepado mucho los unos con los otros. Mostramos su cumplimiento en sucesos registrados en la historia auténtica.

En nuestros comentarios, que siguen aquí, sobre los versículos 40-43, estamos en deuda, para esta obra, con las citas de la obra de Plutarco Vida de Marco Antonio, que pone en una luz tan clara el cumplimiento de esos versículos.

LA DESCRIPCIÓN DE PLUTARCO DE LA BATALLA DE ACCIO

El primer movimiento en la Batalla de Accio fue hecho por Antonio (a instancias de Cleopatra), en lo cual fue ayudado por Herodes. Dice Plutarco:

"Habiendo sido informado de estas cosas (o sea, de ciertas disputas entre Augusto y otros en el senado de Roma), "Antonio envió inmediatamente a Cánido al litoral con dieciséis legiones. Mientras tanto, Antonio fue a Éfeso, ayudado por Cleopatra. Allí reunió a su flota, que consistía de 800 naves de carga, de las cuales Cleopatra proporcionó 200, además de 20,000 talentos y provisiones para el ejército".

Antonio avanzó hasta Atenas, con fuerzas que aumentaban constantemente. Pero Augusto no estaba para nada preparado para enfrentarlo, porque dice el historiador:

"Cuando César fue informado de la celeridad y magnitud de los preparativos de Antonio, temió ser forzado a entrar en la guerra aquel verano. Esto habría sido sumamente inconveniente para él, pues le faltaba casi de todo. * * * Los reyes auxiliares que lucharon bajo su estandarte (el de Antonio) eran Bocus, de África", etc. Hay una lista. -- "Los que no asistieron en persona, sino que enviaron suministros, fueron Polemo de Ponto; Malco de Arabia, Herodes de Judea, y Amintas de Licaonia y Galacia".

Así, pues, un rey del sur fue el primero en avanzar en esta guerra, y lo hizo con Herodes. Como para mostrar la exactitud de la profecía, debe observarse que, como lo registra Plutarco, el senado de Roma declaró la guerra a Cleopatra solamente, ignorando a Antonio, de modo que la guerra fue estrictamente entre un rey del norte y un rey del sur.

Farquharson señala que las predicciones del profeta se cumplieron estrictamente también con respecto al carácter de las fuerzas que libraron la guerra. A pesar de que cada lado reunió gran número de soldados de a pie y de que ésta es el arma en la cual se confía generalmente para decidir una guerra, en este caso la infantería no se trabó en combate en absoluto, y la acción fue decidida (como lo indica la profecía) por los carros y la caballería, y muchas naves.

Un rasgo extraño del problema es que, aunque los soldados de a pie de Antonio superaban en número a los de Augusto, y aunque sus generales [los de Antonio] le instaban a decidir la acción en un combate terrestre, sin embargo (para citar a Plutarco) --

"Era tan esclavo de la voluntad de una mujer que, para complacerla, aunque era muy superior en tierra, puso toda su confianza en la flota, a pesar de que las naves no tenían ni la mitad de su complemento de hombres".

Esto dio lugar a la gran batalla naval de Accio, que terminó en una completa victoria para Augusto; y fue así como un rey del norte cayó sobre un rey del sur, con el efecto de un torbellino, con muchas naves. No se podría hallar un cumplimiento más literal y exacto de la profecía.

Pero eso no es todo. Plutarco registra que, después del desastre de Accio, la infantería de Antonio desertó, de modo que la infantería no entró en combate durante toda la guerra.

Dice Farquharson: "Pero, cuando Antonio llegó a Egipto, y trató de defenderlo, para que se cumpliese la predicción del profeta de que el rey del norte vendría con carros y jinetes, y con muchas naves -- hubo acciones con la caballería".  Dice Plutarco: "Cuando llegó César, acampó cerca del hipódromo (en Alejandría); Antonio hizo una salida rápida, puso en fuga a la caballería, la hizo retroceder hasta sus trincheras, y regresó a la ciudad con la complacencia de un conquistador". Fue la manera en que manejaron sus flotas y su caballería lo que selló la suerte de Antonio y Cleopatra, y les dejó sin recursos en su última retirada".

"LOS PAÍSES Y LA TIERRA GLORIOSA"

El curso de acción seguido por Augusto después de su triunfo sobre Antonio y Cleopatra sigue muy literalmente las predicciones de la profecía. Entró en países, inundó, y pasó sobre ellos, apoderándose de regiones de África, Alta Cilicia, Paflagonia, Tracia, Ponto, Galacia, y otras provincias, desde Iliria hasta Armenia. Además, "entró también en la tierra gloriosa", es decir, la tierra de Judea, que ya ha sido designada (Dan. 11:16) como "la tierra gloriosa". Augusto decidió invadir Egipto desde Palestina, en cuya ocasión Herodes (que, con gran prudencia y previsión, se había sometido a Augusto, y con tan hábil diplomacia que fue aceptado), le fue de mucha ayuda. Dice Josefo:

"César atacó a Egipto a través de Siria, cuando Herodes le recibió con pompa real y opulencia, y primero que todo cabalgó con César, mientras éste pasaba revista a su ejército en los alrededores de Ptolemais, y le ofreció un gran banquete con todos sus amigos, y luego distribuyó entre el resto de su ejército lo que era necesario para que se alimentasen" (Wars I, 20, 3).

EDOM, MOAB Y AMÓN

La referencia que se hace en el versículo 41 a los países de Edom, Moab, y Amón debería bastar, sin que se añada nada más, para mostrar que debemos buscar el cumplimiento de esta parte de la profecía en los tiempos bíblicos. Esos nombres tenían un significado geográfico para Daniel, y para otros de su tiempo, que con ellos entenderían que se referían a la mezcla de pueblos de los territorios adyacentes a Judea al oriente y al sur. Ahora está registrado en la historia que aquellos países escaparon, de una manera notable, de la mano de Augusto, en fuerte contraste con lo que dice el siguiente versículo concerniente a Egipto: "Y la tierra de Egipto no escapará" (Dan. 11:42).

Augusto envió una expedición a los países a que se hace referencia al mando de Aelio Gallo, en cuya expedición se le unieron 500 de los guardias de Herodes (Josefo, Ant. XV, 9, 3). Dan Prideux, el bien recordado comentarista, se refiere a esta expedición y a su fracaso, citando a Plinio, Estrabón, y Dio Cassius (Las Conexiones, de Prideaux, Vol. II, p. 605 y ss.). La Historia Universal, en una nota añadida a su relato de la expedición, dice: "el fracaso que acompañó a Aelio en esta expedición le disuadió, a él y a otros, de hacer cualesquiera intentos futuros en aquel país" (Ancient Universal History, Vol. XIII, p. 498).

LOS TESOROS DE EGIPTO

La profecía hace referencia especial a los vastos tesoros de Egipto, diciendo: "Y se apoderará de los tesoros de oro y plata, y de todas las cosas preciosas de Egipto" (Dan. 11:43).

Aquí hay nuevamente palabras que dejan perfectamente claro que el cumplimiento de esta profecía debe ser buscado en los días de la grandeza y la riqueza de Egipto, y no en el Egipto miserable y empobrecido de tiempos posteriores que, según la segura palabra de la profecía, habría de convertirse en "el más humilde en comparación con los otros reinos" y nunca más se alzará sobre las naciones (Eze. 29:15).

Pero, en los días de Herodes y Marco Antonio, los tesoros de Egipto eran de un valor fabuloso; y aquí nuevamente la historia nos proporciona un cumplimiento tan maravilloso de este punto de la profecía que no podemos sino pensar que los registros han sido preservados providencialmente. Hablando de los vastos y famosos tesoros de oro, plata, y piedras preciosas de Cleopatra, así como otros objetos raros y costosos, Farquharson dice que "la historia del destino de sus tesoros es muy singular, y digna de una referencia más detallada".

Farquharson muestra cómo este gran tesoro había sido acumulado durante los siglos de los gobernantes macedonios de Egipto (los Ptolomeos), siendo extraído del gran comercio de trigo del país y del muy lucrativo comercio de Alejandría "a través del cual pasaban las gemas, las perlas, y otros ricos productos y mercaderías de India, productos que, desde los tiempos más antiguos, han estado en gran demanda en el parte occidental del mundo".

Continuando su relato, Farquharson dice:

"Augusto César deseaba mucho obtener los tesoros del soberano de esta rica ciudad; pero, en dos ocasiones, hubo obstáculos que impidieron que se apoderara de ellos. Después de que Cleopatra huyó de la batalla de Accio, dice Plutarco que 'ella planeó llevar sus galeras al Mar Rojo cruzando el istmo, y quiso, con toda su riqueza y todas sus fuerzas, de buscar algún país remoto'".

Ese plan fue abandonado, pero --

"Después, cuando Augusto César, acercándose desde Judea, tomó Pelusio y entró en Egipto, dice el mismo autor que 'Cleopatra había erigido cerca del templo de Isis algunos monumentos de extraordinario tamaño y magnificencia. A ellos llevó su tesoro, su oro, su plata, sus esmeraldas, su ébano, su marfil, y su canela. * * * César tenía algunas aprensiones acerca de esta inmensa riqueza, no fuera a ser que ella, por causa de alguna súbita urgencia, le pusiera fuego a todo ello. Por esta razón, César le enviaba continuamente mensajeros prometiéndole un tratamiento generoso y honorable mientras él se apresuraba hacia la ciudad con su ejército. * * * Más tarde, César se apoderó de la persona de Cleopatra y sus tesoros por medio de una estratagema, como relata Plutarco; y fue así como un rey del norte se apoderó de los tesoros de oro y plata, y todas las cosas preciosas de Egipto".

LOS LIBIOS Y LOS ETÍOPES

La profecía también dice concerniente a este rey victorioso: "Y los de Libia y Etiopía estarán a sus pies" (Dan. 11:43, King James Version). Comentando estas palabras, dice Farquharson:

"La conquista de Egipto y la Libia marítima dejó a la Libia interior y a Etiopía a sus pies, es decir, como podemos interpretar el término, abiertos a los avances de César Augusto y sus oficiales, de lo cual pronto éstos se aprovecharon".

Y este autor procede a demostrar la conquista de los países, mencionados en la profecía, por Cornelio Balbo, conquista que fue considerada un triunfo tan grande que a Balbo,
contrariamente a todo precedente, se le permitió un triunfo, aunque no era nativo de Roma. Así, pues, aunque Augusto mismo no sometió a esos países, estaban "a sus pies", como dice la profecía, cuando abandonó África y regresó a Roma.

De este modo, la historia antigua, que ha sido preservada hasta nuestros días, nos muestra una serie de sucesos de la mayor importancia al dar forma al curso de los asuntos humanos, sucesos que corresponden, con maravillosa exactitud, y justamente en la secuencia correcta, a los varios detalles de la profecía, habiendo tenido lugar la serie entera precisamente en la época en que debíamos esperar que ocurriese, si consideramos la profecía como lo que parece ser, es decir, una narración profética continua. Entonces, si esto no es un cumplimiento, no hay nada que con certeza pueda ser reconocido como cumplimiento de la profecía inspirada.

NUEVAS DEL ORIENTE Y EL NORTE

Ahora llegamos a los dos últimos versículos del capítulo 11, que dicen así:

"Pero noticias del oriente y del norte lo atemorizarán, y saldrá con gran ira para destruir y matar a muchos. Y plantará las tiendas de su palacio entre los mares y el monte glorioso y santo; mas llegará a su fin, y no tendrá quien lo ayude" (Dan. 11:44, 45).

A primera vista, no es evidente quién es el antecedente del pronombre "él" en los versículos. Pero, mirando atentamente el texto, se verá que aquí tenemos un regreso al tema principal de la profecía, "el rey" del versículo 36, habiendo hecho el curso de la profecía una digresión, en los versículos 40-43, al tema de las conquistas de César Augusto. Muy a menudo, al leer a los profetas hebreos, tenemos que mirar una considerable distancia hacia atrás para hallar el antecedente de un pronombre. En un caso como éste, Farquharson cita al obispo Horsley, quien dice, comentando a Isaías 18: "A aquéllos que no están familiarizados con el estilo profético del original, pero a ellos solamente, creo, les parecerá extraño que un pronombre se refiera a un antecedente a tan gran distancia". Y Farquharson añade: "Y lo correcto de este punto de vista sobre el pasaje entero queda confirmado por la manera literal en que las predicciones, en este versículo 44 y en los restantes restantes del capítulo, fueron cumplidas por Herodes".

Ciertamente, no vemos cómo cualquier cumplimiento podría ser más completo y literal que el que se nos da en el evangelio de Mateo con las palabras: "Pero noticias del oriente le atemorizarán". Porque está escrito que "cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron DEL ORIENTE a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto EN EL ORIENTE, y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes SE TURBÓ, y toda Jerusalén con él" (Mat. 2:1-3). Así, pues, aquí tenemos exactamente lo que fue profetizado, a saber, "nuevas del oriente" que lo "turbaron".

Nada estuvo tan bien calculado para "atemorizar" a Herodes como los informes de que alguien aspiraba a su trono. En este caso, está entre los más conocidos de todos los hechos que Herodes, habiendo sido burlado por los magos, de quienes buscó enterarse de la identidad del bebé recién nacido, "SE ENOJÓ MUCHO, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos los alrededores" (Mat. 2:16) Así, pues, tenemos una concordancia casi verbal con las palabras de la profecía, "SALDRÁ CON GRAN IRA para destruir y matar a MUCHOS".

Más o menos al mismo tiempo, es decir, en los últimos años de la vida de Herodes, llegaron también "noticias del norte" para "atemorizar" a aquel monarca que se atormentaba a sí mismo. Porque Antípater, su hijo mayor su hijo mayor (un personaje despreciable), que entonces estaba en Roma (que ahora se había convertido en el centro de lo que en esta profecía se llama indefinidamente "el norte") conspiró para hacer escribir cartas a su padre informándole que dos de sus otros hijos, a los cuales pensaba hacer sus sucesores, habían calumniado a su padre a oídos de César. Esto hizo que Herodes nuevamente estallara con intensa "ira" contra sus propios hijos y sus supuestos cómplices, como lo relata Josefo con gran detalle (Ant. XVII 4-7; Wars 1:30-33).

En relación con estos extraordinarios sucesos, Farquharson cita un pasaje (que reproducimos abajo) de la Historia Antigua Universal, diciendo que él lo cita tanto más rápidamente por cuanto los autores del pasaje no pensaron en absoluto que estaban registrando el cumplimiento de la profecía. Dicen:

"El lector recordará que dejamos a Herodes en el estado más distraído que es dable imaginar; la conciencia le remordía con el dolor más profundo por el asesinato de su amada y virtuosa Mariamne y sus dos dignos hijos; su vida y su corona, en peligro inminente a causa del rebelde Antípater y el desagradecido Féroras; su reino, manchado con ríos de sangre inocente; sus últimos días amargados por las traicioneras intrigas de una hermana; su persona y su familia, odiados por la nación judía entera; y por último, su corona y todas sus glorias a punto de ser oscurecidas por el nacimiento de un milagroso Niño, que el cielo y la tierra proclaman como el prometido y largamente esperado Mesías y Salvador del mundo. A todas estas calamidades, debemos añadir algunos informes nuevos que cayeron dando tumbos sobre aquel miserable monarca y que, al asegurarle que vendrían aun más, no sólo de los traicioneros designios del antinatural Antípater, sino también de las amargas quejas que sus otros dos hijos, en ese entonces en la corte de Roma, dirigían a ambos, le volvían, más que nunca, completamente miserable" (Historia Universal, Vol. X, pp. 492, 493).

La "gran ira" de Herodes (para usar las palabras de la profecía) no se limitó a los niños de Belén y a los miembros de su propia familia. Dice Josefo: "Fue también durante sus paroxismos de ira que, temprano y más o menos al mismo tiempo, quemó vivos a Matías y a cuarenta jóvenes con él, que habían derribado la imagen de oro del águila romana que él había puesto sobre la puerta del templo" (Ant. XVII, 7). Además, Josefo relata la siguiente acción, característica de Herodes:

"Llegó nuevamente a Jericó, donde se puso tan colérico que su ira le llevó a hacer todas las cosas como loco; y aunque estaba cerca de la muerte, concibió el siguiente malvado designio: Ordenó que todos los principales de toda la nación judía comparecieron ante él; Naturalmente, vino un gran número de ellos, porque * * * la muerte era el castigo de los que tviesen en poco las cartas que se les enviaban para convocarlos. Y ahora el rey estaba en una ira ciega contra todos ellos; * * * y cuando hubieron llegado, ordenó que les encerrasen en el hipódromo y mandó que trajeran a su hermana Salomé y al esposo de ella, Alexas y les habló diciendo: 'T
an grandes son mis dolores, que moriré dentro de poco;  * * * pero lo que más me preocupa es que moriré sin ser lamentado y sin el duelo que los hombres usualmente esperan a la muerte de un rey'". Por consiguiente, para asegurarse de que la nación se sumergiera en duelo, dejó una orden para que, inmediatamente después de su muerte, todos los líderes de los judíos que había encerrado en el hipódromo fuesen ejecutados. Sin embargo, esa orden no se cumplió.

SU PALACIO Y SU FIN

Ya hemos señalado que Herodes situó su residencia real "en el glorioso monte santo", teniendo dos palacios en Jerusalén, uno en el área del templo y el otro en la parte alta de la ciudad. Así, pues, los palacios estaban "entre los mares", es decir, entre el Mediterráneo y el Mar Muerto.

La última palabra de la profecía concerniente a él es: "Mas llegará a su fin, y no tendrá quien le ayude". En cuanto a esto, no podemos hacer nada mejor que citar el comentario de Farquharson:

"Esta parte de la predicción obviamente implica que, en sus últimas horas, el rey pediría ser librado o sanado de alguna aflicción o enfermedad, pero no recibiría ni lo uno ni lo otro. ¡Y cuán literalmente se cumplió esto en el fin de Herodes el Grande! La historia ha preservado para nosotros pocos de tales relatos circunstanciales de los últimos días de hombres notables, como el que Josefo ha transmitido para nosotros; pero los consideramos  demasiado largos para ser insertados aquí.  El relato de Josefo presenta el cuadro más terrible que se haya visto del fin de un pecador impenitente, el cual, habiendo expulsado de su corazón todo temor de Dios y todo sentimiento de responsabilidad hacia Él, había perdido igualmente todo sentido de su deber hacia los hombres, y después de cometer innumerables crímenes y crueldades - en los cuales no perdonó a los que estaban relacionados con él por los lazos más queridos y tiernos, mucho menos que a los demás - por fin, en su avanzada edad, se apoderó de él un enfermedad dolorosa y despreciable y, sufriendo a causa de ella también, y por las punzadas del remordimiento, la culpa y el temor, aun continuó su curso de extrema maldad hasta el último momento, sin buscar ningún remedio para sus malvadas pasiones, pero agotando todos los recursos de la habilidad del médico para mitigar el malestar de su cuerpo y prolongar su miserable vida. Nos referimos a Josefo para un relato de los remedios y los expedientes a los que recurrió por consejo de sus médicos, ninguno de los cuales pudo aliviar ni detener la enfermedad que le quitó la vida mientras meditaba nuevos crímenes de incomparable crueldad".

Así, pues, llegó a su fin y nadie la ayudó. Murió siendo presa de horribles enfermedades y un horrible remordimiento, sólo cinco días después de haber ordenado la ejecución de su hijo mayor. Hemos considerado el asunto como de suficiente importancia para examinar minuciosa y detalladamente la explicación de esta parte del capítulo (versículos 36 al 45). Estamos convencidos de que la teoría de una "pausa" después del versículo 34 (o el 35), que involucra la transferencia corporal del resto de la profecía (incluyendo la parte contenida en el capítulo 12) a un tiempo futuro, trastorna toda esa parte de la palabra profética que es impotante para que "entendamos" en el tiempo presente. A la inversa, creemos que, una vez que hayamos establecido corectamente este importante pasaje, otras cosas, que han estado envueltas en la oscuridad general ocasionada por la teoría de la "pausa", se aclararán. En realidad, no tendremos que ir muy lejos para hallar pruebas prácticas de esto.

Y ahora que hemos examinado las evidencias que apuntan a Herodes el Grande como el "rey" predicho en este pasaje, nos asombramos de que cualesquiera estudiantes de la profecía hayan pasado por alto una señal tan clara. Porque el pasaje predice que, en un momento definido de la historia judía, a saber, justo al final de la era hasmonea, surgiría (lo que no había ocurrido en Israel durante casi quinientos años) un "rey", y que el carácter y las acciones de este rey (que son de una clase sumamente inusual) están predichas con palabras fuertes y claras. En perfecto acuerdo con esto, como está plenamente registrado en la Biblia y en la historia profana, está el hecho de que, precisamente en el momento indicado, efectivamente surgió alguien que llegó a ser "rey" sobre el pueblo de Daniel, un rey que tenía precisamente el carácter, e hizo precisamente las cosas, que la profecía había predicho acerca de él.

Obsérvese que, en el versículo 35, llegamos al fin de la era hasmonea, como lo ha percibido la mayoría de los comentaristas. Pero la historia de la nación judía renovada no terminó allí, ni tampoco la profecía. ¿Qué seguía después? En la historia de la nación judía, la siguiente y última etapa fue ocupada por un rey, cuyo carácter era de lo más detestable, y cuyas acciones eran las más atroces que se hayan registrado en los anales de la raza humana, siendo, además, el único "rey" de la nación judía en todo este largo período de más de 500 años. En perfecto acuerdo con esto, hallamos que la siguiente sección de la profecía, que es también la última, se ocupa de la descripción del carácter y las acciones de quien es designado simplemente como "el rey". Además, al comparar los registros de la historia con las detalladas afirmaciones de la profecía, hallamosuna respuesta en todos y cada uno de los dtalles. No sabríamos dónde buscar un cumplimiento de la profecía más completo y literal.

Nuevamente, deseamos señalar que, considerando la naturaleza y el propósito de esta profecía, como fueron divinamente anunciados en Dan. 10:14  y como fue manifestado en Dan. 11:1-35, simplemente es imposible que "el rey Herodes" no tenga en ella un lugar, y un lugar prominente. Y de hecho, lo hallamos allí, justo en el lugar correcto, y descrito con tal detalle y exactitud, y lo identificamos más fácilmente, cuando tenemos delante de nosotros los hechos de la historia, de lo que podemos identificar a cualquiera de los otros notables caracteres a los cuales se refiere la profecía.

Parecería que, con respecto a este asunto extemadamente simple, algunos maestros de buen sentido y capaces hayan sido desviados al haber aceptado la idea de una "pausa" en la precedente
profecía de las setenta semanas, para la cual (como hemos señalado) la de los capítulos 11 y 12 es un suplemento. Esta desviación facilitó conjeturar una "pausa" similar en el capítulo 11 cuando llegaron a un personaje a quien no pudieron identificar por no haber tenido en mente los registros de la historia y la profana. Sin embargo, confiamos en que ninguna persona desprejuiciada, después de considerar lo que hemos presentado arriba, dudará de que"el rey" cuyo retrato se presenta en este pasaje es Herodes el Grande.

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