Philip Mauro
LAS SETENTA SEMANAS Y
LA GRAN TRIBULACIÓN

Un estudio de las dos últimas visiones de Daniel y del
discurso del Señor Jesucristo en el Monte de los Olivos

Philip Mauro
(1921)


CAPÍTULO 14

CUAL NUNCA FUE

Es necesario que se preste mucha atención a las palabras inspiradas con las cuales se describe la aflicción que acompañó a la destrucción de la nación judía y su ciudad santa en las varias profecías en que se predice. Porque es un error bastante común suponer que la gran tribulación habría de ser una calamidad de incomparable magnitud con respecto al número de los muertos y de las propiedades destruidas. Así, pues, se nos ha dicho que la más reciente guerra mundial excedió a la tribulación de los judíos durante y como resultado del sitio de Jerusalén, en que se perdieron más vidas, más poblaciones quedaron devastadas, etc. Pero las Escrituras no hablan de ello como una calamidad que excedería a todas las demás en magnitud. En realidad, eso no podría ser, porque no ha habido ninguna calamidad que se  compare en magnitud con la del diluvio, y no habrá ninguna hasta que los cielos y la tierra que ahora hay san destruidos por fuego (#2 Ped. 3:6, 7). Las profecías que estamos estudiando hablan, no de una tribulación mayor en magnitud o alcance, sino de una clase diferente; y además, hablan de una tribulación que habría de sobrevenir como un juicio de Dios sobre la nación judía. Así, pues, en Jeremías 30:7, leemos: "¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob". Aquí están las dos limitaciones a que nos hemos referido. La primera está en las palabras "no hay otro semejante a él", que indican aflicciones de una clase peculiar: y la segunda está en las palabras "angustia de Jacob". Las palabras de Daniel 12:1 son igualmente explícitas: "Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente", etc. Las palabras "cual nunca" apuntan a aflicciones de una clase especial, y las palabras "desde que hubo gente" significan una nación de Israel, como lo muestra el contexto. Finalmente, las palabras de nuestro Señor son "gran tribulación, cual nunca nunca la ha habido desde el principio del mundo", etc.; y nuevamente,el contexto muestra que la calamidad de que Él hablaba habría de venir sobree aquella generación de israelitas. El carácter peculiar de aquellos sufrimientos auto-infligidos de los judíos durante el sitio se verá claramente en los extractos que se dan abajo de la historia de Josefo; pero también hay que tomar en cuenta  el hecho de que, cuando el sitio terminó, la nación entera fue vendida como esclava y dispersada a los confines de la tierra. Tal cosa no había ocurrido nunca antes (aunque Jerusalén había sido sitiada a menudo); y las palabras de Cristo garantizan que nada como eso volverá a ocurrir.

El apóstol Pablo, que es el principal revelador de la segunda venida de Cristo, habla definida y frecuentemente de la ira venidera, pero guarda absoluto silencio en cuanto a cualquiee gran tribulación en relación con el segundo advenimiento. Así, dice explícitamente que "es justo delante Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición ... Cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron". (#2 Tes. 1:6-10). Este pasaje habla claramente de la retribución que ha de caer, cuando Cristo venga otra vez, sobre todos los que rechazan el evangelio; pero ni aquí ni en ninguna otra parte en los escritos de Pablo se menciona ningún período especial de tribulación (la última de las setenta semanas de Daniel 9, como algunos dicen) antes de la revelación de Jesucristo. Lo que Pablo predice claramente en este pasaje, y a lo que se refiere en otros pasajes (como en 1 Tes. 1:10; 5:2, 3) concuerda con las palabras de Cristo el cual, hablando del tiempo de su venida nuevamente en gloria con sus ángeles, dijo: "Entonces lamentarán todas las tribus de la tierra" (#Mat. 24:30, 31).

Somos conscientes de que, en nuestros días, muchos se sienten tan seguros en su mente de que la aparición de Cristo en gloria ha de ser precedida por un período definido, de la gran tribulación como la llaman, que es difícil para ellos siquiera considerar la idea de que el período al cual nuestro Señor aplicó esa expresión ya hace tiempo que está en el pasado. Sin embargo, confiamos en que todos los que estén dispuestos a examinar con mentes abiertas el testimonio de las Escrituras tendrán que estar de acuerdo con la conclusión a que nosotros hemos llegado, que es la de casi todos los grandes cometaristas de tiempos pasados, y la de muchos de nuestros tiempos. Esa posición está expresada bien y concisamente por Wiston en su prefacio a la obra de Josefo Guerras de los Judíos, donde Wiston dice:

"Que estas calamidades de los judíos, que fueron los asesinos de nuestro Salvador, habrían de ser las más grandes que jamás hubiesen ocurrido desde el principio del mundo, lo había predicho directamente nuestro Salvador (#Mat. 24:21; Mar. 13:19; Luc. 21:23, 24), y de que habían demostrado ser así, Josefo es aquí un testigo sumamente auténtico".

EL RELATO DE MARCOS DE LA PROFECÍA
DEL MONTE DE LOS OLIVOS

Ahora, con la ayuda así obtenida, examinemos más de cerca el discurso entero. Con este propósito, seleccionamos el relato presentado por Marcos como la base de nuestro estudio. Hacemos esto porque es el más conciso y directo. Puesto que presenta la respuesta del Señor a la misma pregunta de los cuatro discípulos, tenemos que suponer que es completa en el sentido de que contiene todo lo dicho por el Señor, que se relaciona directamente con la pregunta. Las afirmaciones adicionales que se hallan en Mateo y Lucas son meros detalles, o temas colaterales al tema principal.

La pregunta -- que le hicieron aparte Pedro, Santiago, Juan y Andrés (#Mar. 13:3-4) -- era ésta: "Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?" La expresión "estas cosas" (o estos sucesos) es importante para fines de identificación. Significaba el terrible colapso que el Señor acababa de anunciarles, y cuya totalidad estaba indicada por el hecho de que "no quedaría piedra sobre piedra que no sería derribada" (v. 2). {  }

La respuesta del Señor comienza muy significativamente con las palabras: "Mirad que nadie os engañe". Estas palabras, y las que siguen hasta el final del versículo 8, no parecen responder a la pregunta que se le hizo. Pero son más importantes por esa misma razón; porque muestran que lo que el Señor consideraba más esencial era corregir en sus mentes la idea errónea de que el tiempo de la ocurrencia de "estas cosas" era el tiempo de su segunda venida en poder y gloria para establecer su reino visible, de lo cual Él les había hablado anteriormente (#Mat. 16:27; 19:28). Por consiguiente, fue muy explícito al advertirles que tuvieran cuidado con los falsos Cristos que se levantarían y engañarían a muchos durante el sitio de Jerusalén. Además, Jesús no quería que se turbaran por guerras o rumores de guerras, terremotos, hambrunas, y cosas semejantes, porque tales cosas debían ocurrir, pero no eran señales del fin. Así, pues, como hemos dicho, el tema de su propia segunda venida al fin de la era fue introducido de una manera puramente negativa, y solamente para informar a los discípulos que su segunda venida no estaba relacionada en manera alguna con los sucesos acerca de los cuales les estaba advirtiendo.

En relación con esto, el Señor también les informó acerca del tratamiento que recibirían, y los sufrimientos que habrían de soportar (#Mar.13:9-13); y les dio instrucciones sobre lo que debían hacer cuando fuesen hechos comparecer ante los tribunales por causa de su nombre (#Mar. 13:11).

La única cosa importante que debían tener presente con respecto al período no medido que debía transcurrir antes de su segunda venida era que "el evangelio debía ser predicado antes a todas las naciones" (#Mar. 13:10). De la misma manera, después de su resurrección, cuando le hicieron la misma pregunta concerniente a la restauración del reino a Israel, Jesús alejó las mentes de ellos de ese tema, y dijo: "Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (#Hech. 1:6-8). El final de la era vendría cuando, y sólo cuando, la obra del evangelio hubiera sido terminada. Así,pues, Jesús presentó la obra del evangelio como el asunto de suprema importancia.

Esta respuesta a los pensamientos de ellos concernientes a su segunda venida se halla (con detalles adicionales) en Mat. 24:4-14 y Luc. 21:8-19. No es necesario que nos refiramos a esos pasajes en este punto. Porque lo que en este momento deseamos impresionar en nuestros lectores es que, en esta parte de su respuesta, el Señor no hablaba de sucesos que habrían de ocurrir justo antes de su segunda venida, sino, por el contrario, les estaba advirtiendo que no consideraran cosas tales como guerras, hambrunas, pestilencias, etc., como indicaciones de que su advenimiento estaba cerca.

Obviamente, esa advertencia se aplica durante toda la era porque, si las conmociones de la clase mencionada no eran indicaciones de la cercanía de su venida al principio de la era, no serían indicaciones de ella en ningún período posterior.

La señal. En este punto (#Mar. 13:14), el Señor cambia de tema, como lo indica la palabra "pero", y ahora especifica una señal definida -- imposible de malinterpretar -- por la cual ellos y todos los santos de aquella generación supieran con absoluta certeza que la desolación predicha estaba a punto de tener lugar. Dice "Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces entonces los que estén en Judea huyan a los montes, etc.

Ya hemos mostrado, por medio del pasaje correspondiente en Lucas 21:20, que la abominación desoladora era el ejército invasor que estaba a punto de rodear a Jerusalén y llevar a cabo la desolación de ella. Aquella abominación, cuando estaba rodeando a Jerusalén, estaba puesta donde no debía estar. Una comparación de los dos pasajes no deja lugar a ninguna incertidumbre en cuanto a lo que el Señor quería decir. Lo que principalmente ha hecho que los modernos expositores se hayan extraviado en este punto es un curioso error con respecto a la expresión usada por Mateo, puesta en el lugar santo. Este punto es tan importante que lo reservamos para un comentario especial más adelante. En vista del malentendido muy general concerniente a este punto particular, las palabras "el que lee, entienda" son muy significativas.

En esta parte de la respuesta del Señor (#Mar. 13:14-23), Él dio instrucciones específicas a su pueblo de cómo garantizar su propia seguridad; además, indicó que el cerco completo de la ciudad se llevaría a cabo tan rápidamente que, después de que apareciesen los ejércitos, su única seguridad consistiría en huir inmediatamente.
Una vez más, llamamos la atención una vez más a la naturaleza extremadamente práctica de esta profecía.

Es importante notar que la palabra tribulación del versículo 19 de Marcos 13 es la misma que la del versículo 24 y la de Mat. 24:7, 21.

En el versículo 20 está la promesa de que aquellos días -- con referencia a los horrores del sitio -- serían acortados; y al comentar Daniel 12, ya hemos mostrado que el tiempo fue acortado, y de una manera evidentemente providencial, de manera que los romanos se apoderaron, de una manera súbita y de lo más inesperada, del último baluarte de la ciudad.

En este punto, el Señor renueva la advertencia de que no debían esperar su regreso en ese momento. Habla de manera bien definida, diciendo: "Entonces -- es decir, durante aquellos días del sitio -- si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o mirad, allí está, no le creáis" (#Mar. 13:21). Además, da la razón para esta advertencia explícita, diciendo: "Porque se levantarán falsos Cristos, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible,aun a los escogidos. Ms vosotros mirad; os lo he dicho todo antes" (#Mar. 13:22-23). Estas palabras se vuelven muy claras y sencillas cuando se ve que el Señor está hablando de falsos Cristos y falsos profetas, que seducirían (o engañarían) a muchos haciéndoles creer que Él estaba a punto de aparecer en aquel tiempo y salvar a Jerusalén de los ejércitos invasores. De manera similar, en los días de Sedequías, cuando la ciudad fue sitiada por Nabucodonosor, hubo falsos profetas que engañaron al pueblo diciéndole que el enemigo no capturaría la ciudad (#Jer. 27:14, etc.). En vista de las muchas intervenciones del Señor a nombre de su pueblo, y de las muchas promesas hechas a él, era ciertamente muy fácil persuadir a los judíos de que esperaran una liberación milagrosa. Por eso, era extremadamente importante que Cristo hiciera entender a sus propios discípulos de que no habría ninguna liberación en este caso.

En la parte correspondiente del evangelio de Mateo (#Mat. 24:15-28), es claro que tenemos otro relato de los mismos e idénticos sucesos futuros. Marcos dice que, en aquellos días -- es decir, en los días del sitio de Jerusalén -- habría gran tribulación, cual nunca hubo desde el principio, etc. Dice Mateo: "Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio", etc.

Los versículos 27 y 28 de Mateo 24 dicen cómo será la aparición del Señor cuando realmente venga (como el relámpago que sale del oriente, etc.). Estas palabras no están en Marcos. Esto también muestra que la segunda venida de Cristo no era el tema principal de su discurso aquí, sino un asunto colateral. Obviamente, en este lugar también se menciona meramente para advertir que no debían prestar atención a informes que circulasen en ese tiempo acerca de que Él estaba en el desierto o en los aposentos.

La parte correspondiente del relato de Lucas se halla en los versículos 20-24 (#Luc. 21:20-24). Este relato es valioso principalmente por las muy definidas afirmaciones del versículo 24, que cuentan cómo habría de terminar el sitio: "Y ellos -- la gente del versículo 23 -- caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan". Estas pocas palabras dan una descripción concisa y precisa de las condiciones de la ciudad y el templo hasta la actualidad. Les decían claramente a los discípulos que no habría liberación para Jerusalén en aquel tiempo.

Es de notar particularmente que Lucas, habiendo hablado en detalle de una próxima destrucción de Jerusalén, que todo el mundo admite que es lo que ocurrió en el año 70 d. C., no dice ni una palabra acerca de ninguna otra tribulación después de aquélla. Esto impide la idea de que todavía haya otra tribulación (y hasta una peor) reservada para los judíos. Sus peores enemigos difícilmente podrían desearla, no se puede concebir ninguna razón para ella, las Escrituras no la revelan, y seríamos muy tontos si creyéramos que tal cosa ocurriría.

He aquí a tres evangelistas, seleccionados por Dios para un propósito especial, e inspirados por el Espíritu Santo, cada uno de los cuales hace un relato de uno y el mismo discurso del Señor Jesucristo. Ese discurso tiene que ver principalmente con una tribulación de severidad sin paralelo que pronto habría de caer sobre Jerusalén y Judea, para completa desolación de la ciudad y la extinción de la nación, pero acerca de cuya proximidad el pueblo del propio Cristo recibiría una advertencia oportuna y tendría oportunidad de escapar. Si ahora fuera ciertamente el caso (como afirman algunos expositores modernos) de que la tribulación de la cual Mateo y Marcos han preservado un registro no fuese la próxima destrucción de la ciudad, sino una tribulación que no ocurriría sino hasta el fin mismo de esta dispensación, y sólo después de que Israel fuese exterminado como nación, dispersado por una era entera, y vuelto a ser reunido en su tierra y en su ciudad (cosas todas de las cuales ni Mateo ni Marcos dicen ni una sola palabra), ¿cómo podemos explicar el hecho de que Lucas, aunque habla en forma impresionante de la próxima destrucción de Jerusalén por Tito, y de la dispersión mundial de los judíos, no hace ninguna referencia en absoluto a aquella mucho peor tribulación que es el rasgo prominente de los relatos presentados por Mateo y Marcos, como lo interpretan ciertos expositores? Manifiestamente, eso no es posible. Y por otra parte, en vista de la prominencia que Lucas da a la próxima destrucción de Jerusalén, y en vista también de las instrucciones idénticas dadas a los discípulos, como lo registran los tres evangelistas, no puede suponerse que Mateo y Marcos ignoraran absolutamente aquella indescriptible tribulación, y describieran -- en el mismo e idéntico contexto -- otra tribulación que estaba en el futuro distante.

La declaración que se halla en Luc. 21:22: "Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas" requiere una cuidadosa consideración. La expresión "días de retribución" indica un período definido de juicio; y esto es subrayado por las palabras "para que se cumplan todas las cosas que están escritas", lo que significa, por supuesto, para que se cumpliesen todas las amenazas de juicio registradas en la ley y los profetas. Manifiestamente, si todas las cosas de aquella naturaleza se cumplieron con la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C., entonces no podría haber, después de eso, ninguna otra (ni peor) tribulación para Israel.

Como una ayuda para entender estas palabras, volvamos a la primera profecía que habla de los días de retribución que habrían de venir sobre el pueblo infiel. Se halla en Deut. 28:49-59, donde Dios, por medio de Moisés, dio un bosquejo de la futura historia de su pueblo, diciendo cómo se alejarían de Él, y cómo Él les castigaría trayendo contra ellos una nación que les sitiaría en sus ciudades. La descripción encaja muy precisamente con los romanos, y las desolaciones causadas por ellos.  Citamos parte del pasaje.

"Jehová traerá contra ti una nación desde lejos, del extremo de la tierra, que vuele como águila, nación cuya lengua no entiendas; gente fiera de rostro, que no tendrá respeto al anciano, ni perdonará al niño. * * * Pondrá sitio a todas tus ciudades, hasta que caigan tus muros altos y fortificados en que tú confías. * * * Y comerás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos y de tus hijas, que Jehová tu Dios te dio, en el sitio y en el apuro con que te angustiará tu enemigo. El hombre tierno en medio de ti, y el muy delicado, mirará con malos ojos a su hermano, y a la mujer de su hermano, y al resto de sus hijos que le quedaren; para no dar a alguno de ellos de la carne de sus hijos, que él comiere, por no haberle quedado nada, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en todas tus ciudades. La tierna y la delicada entre vosotros, que nunca la planta de su pie intentaría sentar sobre la tierra, de pura delicadeza y ternura, mirará con malos ojos al marido de su seno, a su hijo, a su hija, al recién nacido que sale de entre sus pies, y a sus hijos que diere a luz; pues los comerá ocultamente, por la carencia de todo, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en tus ciudades.

La profecía continúa declarando que el pueblo de Israel disminuiría grandemente en número, sería desarraigado de la tierra, y dispersado entre todos los pueblos, desde un  cabo de la tierra hasta el otro, donde no hallarían tranquilidad.

Estas predicciones  -- terribles en su naturaleza más allá de toda comparación -- se cumplieron con espantosa precisión y literalidad en el sitio de Jerusalén, y en la dispersión que lo siguió y que ha durado hasta ahora. Al darnos cuenta del carácter de estas terribles tribulaciones, seguramente nos sentiremos agradecidos de que todas las cosas que estaban escritas concernientes a las aflicciones del pueblo de Israel se han cumplido. No podemos sino regocijarnos de que no hay en absoluto ningún apoyo para la interpretación de que un tiempo de angustia, que supera en severidad los horrores del sitio de Jerusalén, espera todavía a ese pueblo tan afligido.

Debe notarse que la nación de la cual Moisés habla en esta profecía habría de venir de lejos, y habría de ser una nación cuya lengua los judíos no entendían. Esas especificaciones se ajustan a los romano, pero no a los aisrios ni a los caldeos. Además, en la tribulación predicha por Moisés, el pueblo sería desarraigado de la tierra y esparcido entre todas las naciones desde un cabo de la tierra hasta el otro. Esto describe el resultado de la captura de Jerusalén por Tito, y no el de su captura por Nabucodonosor.

Prominente entre las cosas que fueron escritas de antemano, y que nuestro Señor dijo que habrían de cumplirse en la cercana destrucción de Jerusalén, estaba el tiempo de angustia predicho en Dan. 12:1, en cuya ocasión algunos de los miembros del pueblo de Daniel serían liberados, hasta los que estaban inscritos en el libro. Esta última expresión había llegado a significar, desde los días de Moisés (#Éx. 32:32) lo que eran aceptados por Dios y considerados como suyos. Los tales (es decir, los creyentes en el Señor Jesucristo), fueron librados en aquella ocasión al acatar sus advertencias.

LA ABOMINACIÓN DESOLADORA

Es necesario prestar especial atención a las palabras: "Por tanto, cuando veáis en el lugar santo LA ABOMINACIÓN DESOLADORA de que habló el profeta Daniel (el que lea entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes", etc. (Mat. 24:14, 15,16). El pasaje es el mismo en Marcos. excepto que, en vez de estar en el lugar santo, leemos que está donde no debería estar. En Lucas, el pasaje corespondiente dice: "Y cuando veáis a JERUSALÉN RODEADA DE EJÉRCITOS, sabed entonces que SU DESTRUCCIÓN ha llegado. Entonces los que estén en Judea huyan a los montes, etc.

Para los discípulos del Señor que entonces estaban en Jerusalén y Judea, este pasaje era el más importante de la profecía entera, porque daba la señal por la cual sabrían que la destrucción predicha por Daniel había llegado y al ver la cual debían huir. Lucas decribe la señal en lenguaje sencillo. El ver a Jerusalén rodeada de ejércitos habría de ser la señal de advertencia de que su destrucción había llegado. Pero Mateo (por razones que pueden discernirse) usa términos cuyo significado otros aparte de los discípulos no entenderían en seguida. Sin embargo, para nosotros debería ser claro, por una mera comparación de los pasajes, que los ejércitos que llevarían a cabo la destrucción constituían la abominación desoladora. Pero examinaremos este tema con mayor detalle.

Ya hemos señalado que la palabra abominación significa cualquier cosa odiosa o detestable. Se aplicaría muy apropiadamente a los ejércitos romanos en su misión de destrucción. Ciertamente las descriptivas palabras "de desolación" fijan el significado definidamente. Sin embargo, de acuerdo con una interpretación ampliamente aceptada en la actualidad, significa establecer un ídolo para el culto en un templo judío que (supuestamente) será construido en Jerusalén en los días del anticristo. Pero, en ese caso, las palabras "de desolación" estarían bastante fuera de contexto, porque nadie contenderá que Jerusalén ha de quedar desolada otra vez. Otra objeción insuperable a esa posición es que Dios no consideraría ni hablaría de ninguna parte de un templo así llamándolo lugar santo.

Nuestros expositores han sido engañados por esta expresión "lugar santo" (usada por Mateo). Han supuesto que significaba el lugar santísimo en el templo. Pero no significa eso en absoluto. Con la ayuda de una concordancia, (como la de Young o la de Strong) o un diccionario griego, cualquier persona puede ver por sí misma que la palabra usada para "lugar" en Mateo 24:15 es topos, que significa simplemente una ubicación (de ella derivamos las palabras tópico, topografía, etc. Se usa en expresiones como lugar desierto, lugares secos. La tierra santa, Judea, es, por tanto, el lugar santo, donde los ejércitos paganos, con sus estandartes idólatras y sacrificios paganos, estarían. Marcos dice simplemente  "donde no debía estar". Por otra parte, el término hagios topos nunca se usa para referirse al lugar santísimo en el templo. (Véase el texto original de Heb. 9:12, 24, 25).

El Señor se refería a la particular abominación desoladora de la cual habla el profeta Daniel, y en este punto ocurre la exhortación: "El que lea, entienda. La expresión abominación desoladora se encuentra sólo en la versión Septuaginta de Daniel 9:27. ¿A qué,pues, se refiere en ese versículo? Claramente, es lo que sería el instrumento divino para causar la predicha desolación. El texto hebreo, del cual nuestra A. V. es una traducción, dice "y para la difusión de las abominaciones, la hará desolada". Si, en vez de por, leemos "por la difusión de las abominaciones", tenemos una buena indicación de la difusión de la de los ejércitos romanos más allá de sus propias fronteras.

En Daniel 11:31 y 12:11, hay una expresión ligeramente diferente que deja el significado más claro, a saber, la abominación que causa desolación. Que las palabras "cuando veáis la abominación desoladora en el lugar santo" no significan el establecimiento de un ídolo en el santuario interior parecen serlo además por consideración al hecho de que sería cuando los discípulos vieran la cosa a que se alude cuando debían saber que era el momento de huir. Manifiestamente, el establecimiento de un ídolo en el santuario interior no podría ser una señal para que el pueblo de Dios huyera. Esa sería una señal que sólo los sacerdotes podrían ver. Y no es posible que fuera una señal para los que estuvieran en Judea, mientras que los ejércitos invasores serían algo que todos podían ver.

Además,. el establecimiento de un ídolo en el santuario es algo que no podía hacese sino hasta que la ciudad y el templo hubiesen sido tomados por el enemigo, lo cual sería al final del asedio. De aquí que no sería posible que sirviese como señal para que los discípulos se salvaran de los horrores del sitio huyendo a tiempo.

La diferencia entre la manera en que Mateo describe esta señal para huir y la manera en que Lucas la describe se explica por el hecho de que el evangelio de Mateo se escribió principalmente para que circulase entre los judíos palestinos. Por consiguiente, podemos entender por qué el Espíritu le inspiró para que usara una expresión que no sería comprendida excepto por los discípulos. Pero esa razón no existiría en el caso del evangelio de Lucas, siendo él el compañero de Pablo en sus viajes a través de las provincias griegas, y habiendo sido su evangelio escrito principalmente para los conversos gentiles. Mateo y Marcos tienen la significativa amonestación: "El que lea, entienda". Pero, en Lucas, donde el significado se expresa en palabras claras, esa amonestación no se encuentra.

En confirmación de nuestro punto de vista sobre la abominación desoladora, citamos lo siguiente de una obra sólida y corriente, el Diccionario Bíblico de Smith:

"Abominación desoladora, mencionada por nuestro Salvador (Mat 24:15) como señal de la próxima destrucción de Jerusalén, con referencia a Dan. 9:27; 11:31; 12:11). La profecía se refería en definitiva a la destrucción de Jerusalén por los romanos, y por consiguiente, la abominación tiene que describir alguna ocurrencia relacionada con ese suceso ... La mayor parte de la gente la relaciona con los estandartes o banderolas del ejército romano".

Sin embargo, creemos que no eran los estandartes que llevaban los ejércitos, sino los ejércitos mismos los que constituían la abominación desoladora, o que desola. Esta conclusión está plenamente apoyada por los hechos (1) que, donde Mateo dice "cuando veáis la abominación desoladora, Lucas dice "cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que la dcstrucción está cerca; y (2) los ejércitos eran la agencia por medio de la cual la destrucción se llevó a cabo.

Confirmando adicionalmente nuestro punto de vista sobre este punto, citamos también de Farquharson el siguiente claro pasaje:

"Cristo la nombra (la abominación desoladora) expresamente como una de las señales previas por las cuales aquellos a los cuales se dirigió entonces se darían cuenta de la aproximación inmediata de aquella destrucción de Jerusalén que Él mismo había predicho y que, dijo, ocurriría antes de que pasara la generación que era contemporánea de Él (Mat. 24:34). Además, Cristo, con el término 'abominación desoladora', no quería decir cualquier templo construido para  un dios extraño o cualesquiera sacrificios profanos. Éstos son ciertamente abominables, pero no son desoladores. Lucas ha preservado la explicación que Cristo mismo dio de aquellos términos ('cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos', etc. (#Luc. 21:20) como tendremos ocasión de mostrar más particularmente después; y el obispo Newton, en su ilustración de la propia profecía de Cristo, se refiere a la explicación proporcionada por Lucas y admite que la abominación desoladora significa los ejércitos paganos".

También del mismo autor citamos el siguiente pasaje, que ocurre durante sus comentarios sobre Daniel 12:1. "Y en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que hallen escritos en el libro": --

"La predicción del profeta, pues, en esta última parte del primer versículo se cumplió en la parte del pueblo de Daniel que, obedeciendo el llamado del Salvador a tener fe en Él, a arrepentirse y a rendir nueva obediencia, obtuvieron por su sangre eterna redención. Aunque los gobernantes judíos y la mayor parte de la nación no querían que fuese su Rey, sino que le entregaron a los gentiles, dice Pablo que: 'Dios no ha desechado a su pueblo, al que desde antes conoció', sino que, como en los días de Elías, reservó para sí mismo siete mil hombres que no doblaron sus rodillas ante la imagen de Baal, así también en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia' (#Rom. 11:2-5). Poco tiempo después de la ascensión de Cristo, este 'remanente' ascendía a varios millares (#Hech. 2:41; 4:4); y después 'los que creían en el Señor aumentaban más, gran número de así de hombres como de mujeres' (Hech. 5:14). En aquella ocasión, fueron en aquel tiempo 'libertados'. * * * Pero fue añadido a la liberación eterna a los que así habían obtenido una liberación eterna también, en aquella 'hora de angustia', 'durante la cual sus incrédulos paisanos perecieron por la espada y el hambre. Porque Aquél en quien ellos creyeron les había enseñado las señales que precederían las calamidades que se acercaban, y les había advertido que escaparan de ellas huyendo a tiempo (#Mat. 24.15, 16). Ellos echaron mano de las advertencias. Dice el obispo Newton: 'Por las historias eclesiásticas, nos enteramos de que, en esta coyuntura (la aproximación al asedio de Jerusalén), todos los que creían en Cristo salieron de Jerusalén, y se fueron a Pella y otros lugares al otro lado del río Jordán; de manera que todos ellos escaparon milagrosamente de la general debacle de sus compatriotas; y no leemos en ninguna parte que ni siquiera uno de ellos pereció en la destrucción de Jerusalén'. Así, pues, en todos los sentidos, 'en aquel tiempo el pueblo de Daniel fue libertado, todos los que fueron hallados inscritos en el libro'.

EL RELATO DE LUCAS. ¿ES EL MISMO DISCURSO?

Deseamos hacer notar en este punto una idea que ha sido propuesta por algunos comentaristas (ninguno de prominencia, hasta donde sabemos), a saber, que el relato que se halla en Lucas 21 es el de un discurso de Cristo diferente del que informan las partes correspondientes de Mateo y Marcos. Esta idea es realmente una confirmación de lo que hemos estado tratando de probar, pues los que proponen esta idea tienen que haber reconocido que, si Lucas 21 nos da un relato del mismo discurso informado por los otros dos escritores evangélicos, entonces tiene que ser que la gran tribulación de este último es la caída de Jerusalén descrita por los primeros, y la abominación desoladora es la fuerza armada romana.

Pero la idea a que nos referimos arriba es completamente insostenible. De acuerdo con cada uno de los tres escritores, el discurso ocurrió justo después de que Jesús salió del templo por última vez; y de acuerdo con cada uno de ellos, el discurso comenzó con las mismas palabras (no quedará piedra sobre piedra); y además, la parte profética fue pronunciada como respuesta a la pregunta de los discípulos (dinos, etc.). Y no sólo eso, sino que el relato de Lucas sigue el mismo orden que los otros, y usa en muchos pasajes precisamente las mismas palabras. Simplemente es imposible que haya habido dos diferentes discursos el mismo día, que surgieron del mismo incidente, y en respuesta a la misma pregunta, formulada por los mismos discípulos.

No viene al caso el que Mateo y Marcos digan el nombre del lugar donde tuvo lugar la conversación (el Monte de los Olivos), mientras que Lucas omite mencionar ese detalle. Habría tanta base para argumentar que Cristo soportó dos diferentes agonías la noche en que fue traicionado, en dos lugares diferentes, porque, mientras que Mateo y Lucas mecionan a Getsemaní como el lugar, Lucas no especifica el nombre del lugar donde ocurrió lo que él describe (con diferencias de detalle con respecto a los otros).

Es concluyente la prueba de que los tres relatos se refieren a uno y el mismo discurso, y que lo que Lucas identifica claramente como lo que en ese momento era la destrucción de Jerusalén que se aproximaba, los otros dos evangelistas se refieren a ello con el término general de "gran tribulación".

EL ÚLTIMO PERÍODO DE PRUEBA  DE ISRAEL

Hemos tratado de impresionar en  nuestros lectores el hecho de que la destrucción de Jerusalén y la desintegración final de la nación judía fue un asunto de inmensa importancia en la historia del mundo, tal como fue considerado
y escrito divinamente. Ahora, al cerrar el capítulo, deseamos llamar la atención al hecho de que Dios, con maravillosa paciencia y bondad, no ejecutó su justo juicio sobre la nación en seguida, sino que le dio un período final de prueba, que duró 40 años justos, desde el año 30 d. C.,  cuando el Señor fue crucificado, hasta el año 70 d. C., cuando la ciudad fue destruida y la nación exterminada.

El número 40 parece ser la medida de un completo período de prueba. Los israelitas fueron puestos a prueba durante 40 años en el desierto al principio de su carrera nacional. Eso era bajo la ley. Y al final de ella, Dios les dio otro período de prueba de 40 años, bajo el evangelio. En las Escrituras se hallan otros períodos completos de prueba, como cuando Moisés dejó solo al pueblo mientras estuvo en el monte durante 40 días. Los primeros tres reyes de Israel (Saúl, David, y Salomón) reinaron durante el período completo de los 40 años. Y finalmente nuestro Señor fue puesto a prueba durante 40 días en el desierto, con las bestias salvajes, y tentado por el diablo.

EL TIEMPO DE LA ANGUSTIA DE JACOB

La referencia al tiempo de la angustia de Jacob se halla en Jer. 30:5-7. Por lo que aparece en 29:1, así como por el contexto inmediato, es evidente que la profecía concerniente a la angustia de Jacob fue pronunciada después de que comenzó el cautiverio en Babilonia; así que no era el castigo infligido por Nabucodonosor lo que el profeta estaba prediciendo. Esto queda bien claro por los versículos inmediatamente anteriores a la profecía de la angustia de Jacob, en que Dios dice que Él traería nuevamente el cautiverio de su pueblo y haría que regresasen a la tierra de sus padres. Así, pues, el orden de sucesos predicho era el regreso del cautiverio desde Babilonia, y después de eso, el tiempo de la angustia de Jacob, que está predicho en estas notables palabras:

"Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz. Inquirid ahora, y mirad si el varón da a luz; porque he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado" (Jer. 30:5-7).

La destrucción de Jerusalén por los romanos es un completo cumplimiento de esta profecía. ¿Por qué, pues, debemos ignorar un conspicuo cumplimiento histórico e imaginar un cumplimiento en el futuro del cual no hay ninguna prueba?

Las palabras "no hay otro semejante a él" establecen el hecho de que el tiempo de la angustia de Jacob, predicho por Jeremías, es el mismo que el "tiempo de angustia cual nunca fue", predicho a Daniel por el hombre vestido de lino, y el mismo que la "gran tribulación cual nunca fue desde el principio del mundo hasta hoy, ni la habrá", predicho por el Señor como que estaba a punto de sobrevenir al pueblo. Porque no puede haber dos tiempos de angustia como éste.

De la misma manera, las palabras de Jeremías: "Pero de ella será librado" concuerdan con las palabras: "Será libertado tu pueblo. todos los que se hallen inscritos en el libro" (#Dan. 12:1), y con las palabras de Cristo: "Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo" (#Mat. 24:13). La concordancia es notable.

Después de profetizar el tiempo de la angustia de Jacob (cuyos detalles no describe), Jeremías procede a hablar de otro cautiverio de la nación, y del propósito de Dios de sacar a su pueblo de él y de restaurarles a su propia tierra (#Jer. 30:10, 11). Esto confirma el punto de vista de que el cautiverio al que se hace referencia en el versículo 3 es el de Babilonia. Además, los términos usados para describir el cautiverio de que se habla en los versículos 10 y 11 muestran que era una dispersión mundial. Porque Dios dice: "Yo soy el que te salvo de lejos ... y Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien le espante". Así que aquí tenemos un cautiverio en tierras distantes, para ser seguido por una restauración y una bendición -- no por otra tribulación. Además, leemos: "Pero yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a tí no te destruiré" (Jer. 30:11).

Así, pues, de acuerdo con estas tres grandes profecías que hemos estado estudiando y comparando, hubo un tiempo de angustia sin igual para Israel, seguido por una dispersión mundial de los sobrevivientes, y con esto, la historia concuerda perfectamente, porque el tiempo de angustia, cual nunca fue ni antes ni después, vino con la generación especificada por Cristo, y fue seguido inmediatamente de una dispersión mundial de los judíos, que ha durado hasta ahora; pero Dios no ha terminado con ellos todavía.

Todo esto es revertido completamente por un sistema actual de interpretación de la profecía, según el cual la dispersión del pueblo de Israel viene primero, y el tiempo de angustia cual nunca fue ha sido reservado para ellos para después, cuando Dios los haya traído nueva y finalmente, a su propia tierra.

LA GRAN TRIBULACIÓN DE APOCALIPIS 7

En Apocalipsis 7:9-17 se describe la visión de una gran multitud que nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, de la cual se dice: "Éstos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero". No hay nada en este pasaje que muestre que la tribulación a que se refiere está todavía en el futuro, ni nada que justifique la expresión "santos de la tribulación", que se oye comúnmente en algunos sectores. Lo que a Juan se le permite ver aquí es, no una tribulación futura, sino la futura bienaventuranza de los que, mientras estuvieron en la tierra, estuvieron en gran tribulación. El tiempo en que la tribulación ocurrió no se indica en absoluto.

Nosotros no identificamos la tribulación de Mateo 24:21 con la de Apocalipsis 7:14. La primera es un suceso específico en la historia, que perteneció estrictamente al pueblo judío. La segunda es general e indefinida. Hay involucrada gente de toda nación, y tribu, y pueblo y lengua. La probabilidad es (aunque en la actualidad no podemos expresar una opinión decidida sobre ello) que la compañía a que se hace referencia (cuya bienaventuranza es precisamente la misma que la de todos los redimidos, como se describe en Apoc. 21:3, 4) abarca a todos los que han sufrido por amor a la verdad, durante todos los siglos de persecución bajo la Roma imperial y la Roma papal. Esa tribulación, siendo de una clase bastante diferente de la tribulación concreta que sobrevino a Jerusalén en el año 70 d. C., no se puede comparar con ella. No habría nada de esa clase que la superara.

No hay ninguna buena razón para dudar de que la Versión Autorizada [en inglés] presenta el verdadero sentido cuando dice: "Éstos son los que salieron de gran tribulación", palabras que no especifican ninguna clase especial de sufrientes que pasaron por algún período especial de aflicción. Rechazamos completamente la idea de una compañía separada de santos de tribulación, segregados de la compañía principal de los redimidos y asignados a alguna esfera inferior de bienaventura.


1. Las piedras del templo eran de enormes dimensiones. Edersheim dice: "Según Josefo, la ciudad estaba tan levantada y excavada que era difícil creer que alguna vez hubiese estado habitada. En un  período posterior, Turno Rufo hizo que se le pasara un arado. Con respecto a los muros del templo, a pesar de lo macizo de sus piedras, no quedó casi nada en su lugar, con excepción de alguna esquina o porción de muro, para mostrar cuán grande había sido la ruina y la desolación.

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