Philip Mauro
LAS SETENTA SEMANAS Y
LA GRAN TRIBULACIÓN

Un estudio de las dos últimas visiones de Daniel y del
discurso del Señor Jesucristo en el Monte de los Olivos

Philip Mauro
(1921)


CAPÍTULO 10

MIGUEL, EL GRAN PRÍNCIPE. EL TIEMPO DE ANGUSTIA.
MUCHOS DESPERTARÁN.
MUCHOS CORRERÁN DE AQUÍ PARA ALLÁ.
SE AUMENTARÁ LA CIENCIA.
¿CUÁNTO FALTA PARA EL FIN?

Los primeros cuatro versículos de Daniel 12 no deben desconectarse del capítulo 11 porque son parte integral de la profecía, no habiendo en absoluto ninguna pausa en el lugar en que se ha hecho la división de los capítulos. Estos versículos finales de la profecía dicen como sigue:

"En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro.

"Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán com el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad. Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará".

Éstas son las últimas palabras de esta larga profecía, y ellas la llevan a un punto culminante apropiado. Ellas cuentan lo que sucederá "en aquel tiempo", subrayando esto al repetirlo. Esta expresión conecta el pasaje directamente con el versículo 40 del capítulo anterior, donde ocurren las palabras "al cabo del tiempo". Las mismas palabras se repiten en el versículo 4 del capítulo 12 que acabamos de citar. Por consguiente, no hay ningún lugar para dudar de que los sucesos predichos aquí habrían de ocurrir durante la mismísima última etapa de "los últimos días" de la historia judía. Además, la afirmación del versículo 7, de que cuando se acabara la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas se cumplirían, limita absolutamente el cumplimiento de la profecía entera al período anterior a la captura de Jerusalén por Tito. Llamamos la atención especialmente al gran juramento registrado en este versículo, y confiamos en que nuestros lectores no dejarán de captar su significado.

Cuatro cosas se especifican en el pasaje citado en último lugar. Ellas son:

Primera. El que estuviera de pie Miguel, el gran príncipe que está por los hijos del pueblo de Daniel.

Segunda. Un tiempo de angustia cual nunca fue, cuando debían de escapar los que se hallasen inscritos en el libro.

Tercera. Muchos habrían de despertar del polvo de la tierra, algunos para vida eterna, algunos para vergüenza y confusión perpetua, en relación con lo cual se hace una gran promesa a los que hacen sabios a los demás, y que  hacen volver a muchos a la justicia.

Cuarta. Muchos correrían de aquí para allá, y aumentaría el conocimiento.

EL PRÍNCIPE MIGUEL

Muchos expositores capaces y aptos sostienen que Miguel es uno de los nombres del Señor Jesucristo, y que por esta razón, esta parte de la profecía se cumplió en su primera venida. Pero las razones que se han argüido en apoyo de este punto de vista no nos parecen suficientes para sustentarlo. Esta profecía hace varias referencias a grandes seres angélicos, que son profundamente interesantes. Por tanto, parece que los destinos nacionales son de alguna manera presididos y  conformados por ángeles poderosos: y que Miguel está encargado especialmente del cuidado y los intereses del pueblo de Dios.

Judas habla de que "el arcángel Miguel" contendía con el diablo por el cuerpo de Moisés (Judas 9); y en Apoc. 12:7, Miguel es visto nuevamente en conflicto con el diablo. Pablo menciona al arcángel (sin nombrarlo) en el sentido de que tiene que ver con la resurrección de los santos (1 Tes. 4.16).

En Daniel hay tres referencias a Miguel, todas en esta profecía dada por un ángel que se le apareció a Daniel en la ribera del Tigris. La primera referencia está en Dan. 10:13, donde el ángel dice que el príncipe del reino de Persia le había resistido, pero Miguel, uno de los principales príncipes, vino en su ayuda. Nuevamente en el mismo capítulo (Dan. 10:20, 21) aparecen las palabras: "Ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá ... Y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe".

Por estas palabras, parece que el destino político de las grandes naciones paganas de la tierra está presidido por seres poderosos, que se rebelan contra la autoridad de Dios, altos potentados del reino de Satanás. Ninguno de estos seres angélicos está de parte de Dios "en estas cosas" -- es decir, los asuntos del mundo -- excepto el arcángel Miguel. Esto concuerda con las palabras del Señor Jesús, que habla del diablo llamándolo "el príncipe de este mundo" (Juan 14:30, etc.).

Comentando Daniel 10:20, 21, el Dr. Taylor dice:

"Entonces, reanudando su tema anterior, el celestial revelador indicó que tenía que regresar para pelear nuevamente contra el ángel malo de Persia y que, mientras él salía hacia (o continuaba) aquel conflicto, el príncipe de Grecia vendría, y comenzaría una nueva batalla contra él, en que el representante del pueblo de Dios quedaría con sus propios recursos, con la sola excepción de la ayuda de Miguel.

"Esta descripción de los conflictos en el mundo espiritual entre ángeles rivales prefigura la oposición que encontraron Zorobabel, Esdras, Nehemías, y sus compatriotas durante los reinados de los reyes persas Darío Histaspes, Jerjes y Artajerjes, y también la oposición que encontraron más tarde los descendientes de los restauradores de Jerusalén de parte de los representantes sirios del imperio griego. Por lo tanto, esto prepara el camino para las afirmaciones literales que siguen (en el capítulo once) y por las cuales nos enteramos de que, mientras duró el reinado persa, la enemistad del poder mundial contra el pueblo de Dios estuvo restringida casi por completo y los monarcas le eran completamente favorables o por lo menos no estaban dispuestos a hacerle daño. Pero, con el imperio griego, especialmente en una de las cuatro divisiones en que habría de fraccionarse, se seguiría un curso de acción diferente, y los descendientes de Israel serían reducidos por ello, durante un tiempo, a los más terribles extremos".

No hay ninguna revelación de la parte precisa que Miguel, el gran príncipe, tomó  en los asuntos del pueblo de Dios en los días críticos a los que se refiere esta parte de la profecía, es decir, el principio de los tiempos del Nuevo Testamento, pues Miguel no es mencionado por nombre ni en los evangelios ni en Hechos. Pero fue un tiempo de manifiesta actividad angélica, y podemos estar seguros de que Miguel tuvo parte principal en los sucesos conectados con la venida de Cristo al mundo. Además, leemos que "el ángel del Señor" se le apareció a José varias veces; que "el ángel del Señor" vino a los pastores  en la llanura de Belén, anunciando el nacimiento del Salvador; que "el ángel del Señor" abrió las puertas de la prisión, soltando a los apóstoles (Hech. 5:9), y nuevamente sacó a Pedro de la prisión donde había sido echado por Herodes Agripa I (Hech. 12:7); que el mismo "ángel del Señor" hirió a ese rey en su trono cuando, en una gran ocasión pública, no dio gloria a Dios (Hech. 12.23); y el mismo ángel vino a Pablo en ocasión del gran naufragio con el mensaje de liberación de parte de Dios (Hech. 27:23). Si este "ángel del Señor" era Miguel, entonces tenemos muchos casos en que "estuvo de parte del pueblo de Dios "en aquel tiempo". Pero especialmente en la gran crisis de peligro -- el sitio de Jerusalén por los ejércitos romanos, que fue particular y definidamente revelado a Daniel -- habría necesidad de la intervención de aquellos seres celestiales que "exceden en fortaleza" y no hay ninguna duda de que entonces "estuvo" por la liberación del pueblo de Daniel, hasta de parte de "los que se hallaron escritos en el libro".

En relación con esto, hay que decir que la expresión "escrito en el libro" se conocía desde los días de Moisés (Éx. 32:32) como una descripción figurada de aquéllos a los que el Señor reconoce como suyos.

UN TIEMPO DE ANGUSTIA CUAL NUNCA FUE

La predicción de "un tiempo de angustia cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces" es la última cosa en la cadena de sucesos nacionales revelados en esta profecía; y en perfecto acuerdo con ello está el hecho bien conocido de que la nación judía llegó a su fin  con un tiempo de tribulación, aflicción y sufrimiento de una severidad más allá de cualquier cosa que se hubiese oído jamás desde que comenzó el mundo. De este período de tribulación sin paralelo dice Josefo, en la introducción de su obra Guerras de los Judíos: -

"Había ocurrido que nuestra ciudad Jerusalén había alcanzado un grado más alto de felicidad que cualquier otra ciudad bajo el gobierno romano, y que, sin embargo, por fin cayó nuevamente en la más triste de las calamidades. En consecuencia, me parece que las desgracias de todos los hombres desde el principio del mundo, si se comparan con las de los judíos, no son tan considerables como aquéllas lo fueron".

Los sufrimientos de los judíos tenían esta peculiar característica, a saber, que la mayoría de ellos fueron infligidos sobre ellos mismos por las facciones en guerra dentro de la ciudad, con respecto a lo cual dice Josefo en otro lugar:

"Es imposible examinar detalladamente cada ejemplo de las iniquidades de estos hombres. Por consiguiente, diré lo que pienso brevemente, aquí y ahora. Que ninguna otra ciudad sufrió jamás tales miserias, ni engendró jamás ninguna otra generación que produjera más maldad que ésta, desde el principio del mundo" (Wars V, 10:5).

Esta "gran tribulación" es asignada comúnmente en nuestros días al futuro; y este punto de vista fue sostenido por este mismo autor hasta que estudió la cuestión personalmente. Sin embargo, nuestras observaciones sobre este punto pertenecen a la segunda división de nuestro tema, la profecía del Señor en el monte de los Olivos (Mat. 24), así que ahora sólo diremos que tan concluyente es para nosotros la prueba de que la "gran tribulación" de Mateo 24:21 era el entonces cercano sitio de Jerusalén que nos inclinamos a creer que los maestros competentes que relegan la tribulación al futuro nunca han examinado ni sopesado la evidencia.

Farquharson dice sobre este punto:

"Nuestro Salvador ciertamente se refería a las tribulaciones que acompañarían la terrible destrucción de Jerusalén y la dispersión del pueblo judío por los ejércitos romanos al mando de Tito; y cuando entendemos que el tiempo de angustia de Daniel pertence a los mismos sucesos ... entonces puede demostrarse fácilmente que la totalidad de la profecía del capítulo doce tuvo un cumplimiento señalado y completo en la venida de Cristo, en la liberación efectuada por Él, ... en el despertar de los hombres de la muerte del pecado, ... no entendiéndose en la profecía misma hasta que fue explicada por Cristo (y entonces no fue entendida por los incrédulos judíos, pero fue entendida por los cristianos conversos), en la continua impenitencia y creciente maldad de los judíos incrédulos, en los juicios que fueron enviados finalmente sobre ellos en la guerra de Roma, en la duración de esa guerra, y en la inmediata disminución de los sufrimientos que acompañaron al hecho de que Tito se apoderase inmediatamente de los últimos puntos fuertes de Jerusalén".

En la última cláusula de la cita precedente, el autor tenía en mente las palabras de Cristo "y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo" (Mat. 24:22) todos los cuales asuntos interesantes esperamos comentar en la segunda parte de nuestra obra.

MUCHOS SE DESPERTARÁN DEL POLVO DE LA TIERRA

Las palabras "y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados", etc., se interpretan comúnmente como una referencia a la resurrección corporal de los muertos, y esta es una de las razones de por qué el pasaje entero con frecuencia sea relegado al futuro. Pero aquí no se dice nada ni de la muerte ni de la resurrección. Por otra parte, puede demostrarse abundantemente que las palabras "dormir" y "despertar" son expresiones figuradas comunes de la condición de los que al principio ignoran la verdad de Dios, pero que son despertados de esa condición por un mensaje de Él. Isaías describe al pueblo de Israel diciendo que está bajo la influencia del "espíritu de sueño" (Isa. 29:10) y dice nuevamente: "El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tiera de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos" (Isa. 9:2), palabras que el evangelista declara que se cumplieron en el ministerio personal de Cristo en Israel (Mat. 4:14-16). Pablo parafrasea otra palabra de Isaías (Isa. 60:1) en el sentido de: "Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo" (Efe. 5.14). Y el Señor mismo declaró que la era de este despertar espiritual había llegado, cuando dijo: "Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán" (Juan 5:25). En estos dos últimos pasajes, la referencia es a los que estaban espiritualmente muertos, como todos estarán de acuerdo.

La nación entera de Israel "despertó" de un sueño de siglos por medio del ministerio de Juan el Bautista, seguido por el del Señor mismo, y por último por el de los apóstoles y los evangelistas, que "les predicaron el evangelio con el Espíritu Santo enviado desde el cielo". Se observará que la profecía no indica que todos los que son "despertados" serán salvos. Por el contrario, dice que, para algunos, el despertar será "para vida eterna", y para otros será "para vergüenza y confusión perpetua". De acuerdo con esto está el hecho que los evangelios expresan tan claramente que, aunque multitudes llegaron al bautismo de Juan, y "todos murmuraban en sus corazones con respecto a él" y mientras multitudes seguían a Cristo a causa de los milagros que hacía, y los panes y los peces, el resultado fue que Israel se dividió en dos clases, los que "le recibieron" y los que "no le recibieron". Así, pues, "hubo división a causa de Él". Sus propias palabras distinguen estas dos clases: "El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree en Él ya ha sido condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios" (Juan 3:18). La primera clase despertó a "vida eterna" (Juan 3:16), y la última "para vergüenza y confusión perpetua" (Juan 3:36).

Al mismo efecto, el apóstol Juan escribe: "Con todo eso, aun de los gobernantes , muchos creyeron en él, pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios" (Juan 12:42, 43). Aunque habían despertado, éstos rehusaban cumplir las simples condiciones para la salvación, confesándole (Mat. 10:32); por consiguiente, despertaron para "vergüenza", aun como Él mismo lo declaró, cuando dijo: "Porque el que se avergonzare de mí, y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles" (Luc. 9:26).

El siguiente versículo de la profecía confirma vigorosamente el punto de vista que estamos presentando, porque allí se menciona la recompensa de los "entendidos" y "los que enseñan la justicia a la multitud". ¿A qué clase de personas se podría hacer referencia sino a los que difunden la verdad del evangelio? No hay ningunos más, y nunca los habrá, que "enseñen la justicia" al prójimo para salvación y que "vuelvan a muchos" del pecado "para justicia". Por consiguiente, en vista de que tenemos el despertar predicho en el versículo 2 relacionado estrechamente con una clara referencia a los que predican el evangelio de Cristo, tenemos buenas razones para concluir que el pasaje tuvo su cumplimiento en aquella grande y maravillosa época de la existencia nacional judía, "el tiempo del fin", durante la cual Cristo fue anunciado y manifestado, rechazado y crucificado, resucitado y glorificado, y finalmente predicado a la nación entera en el poder del Espíritu Santo.

La naturaleza de la recompensa prometida a los "entendidos" y "los que enseñan la justicia a la multitud" ayuda también a ilustrar el significado del pasaje. Éstos han de resplandecer como el resplandor del firmamento, y como las estrellas a perpetua eternidad. Esto nos recuerda que el  pueblo de Dios han de dejar que su luz brille delante de los hombres, y que ellos son "la luz del mundo". Al presentar la palabra de vida, "resplandecen como luces en el mundo". Una vez fueron oscuridad, pero ahora son "luz en el Señor"; y su recompensa brillará como las estrellas para siempre; porque, así como "una estrella difiere de otra estrella en gloria, así también es la resurrección de los muertos" (1 Cor. 15:41, 42).

MUCHOS CORRERÁN DE AQUÍ PARA ALLÁ

Se les han asignado varios significados a las palabras "muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará". Estas palabras ponen fin a la profecía; y no es difícil ver la semejanza entre ellas y las palabras finales del primer evangelio: "Id, predicad (o haced discípulos) a todas las naciones". Otro evangelio registra la obediencia de ellos a este mandamiento; porque está escrito que "ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor" (Mar. 16:20).

La palabra "correrán" de Daniel 12:4 no es la palabra usual para la acción de correr. La Concordancia de Strong dice que significa principalmente recorrer, y de aquí, viajar, ir por allí. Lo que ayuda a fijar el significado es que, en casi todos casos en que aparece en la Biblia, está, como aquí, unida a las palabras "de aquí para allá", lo cual significa una completa coberura del suelo. Así, pues, el profeta le dijo al rey Asa: "Los ojos de Jehová contemplan [van de aquí para allá por] toda la tierra" (2 Crón. 16:9). Dice Jeremías: "Recorred las calles de Jerusalén, y mirad ahora, e informaos; buscad", etc. (Jere. 5.1); y nuevamente: "Endechad y rodead [id de aquí para allá]" (Jer. 49:3). Amós dice: "E irán errantes de mar a mar [irán de aquí para allá], discurrirán buscando la palabra de Jehová, y no la hallarán" (Amós 8:12), siendo esto justamente lo opuesto a la idea de la palabra de Jehová buscándoles. También Zacarías tiene la expresión: "Estos siete son los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra" (Zac. 4:10), queriendo decir su presencia que discierne en todas partes.

Por lo tanto, a jzgar por estos pasajes, parece que las palabras que estamos considerando son muy apropiadas para describir aquella actividad mundial al difundir la verdad del evangelio que el Señor les subrayó especialmente a sus discípulos y a la que el apóstol Pablo se refiere especialmente con las palabras: "¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído?  ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán sin haber sido enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!" (Rom. 10:14, 15, citando a Isaías 52:7). Con frecuencia, el mensajero evangélico es representado como alguien que corre, a causa de la urgencia de las noticias que lleva (Hab. 2: 2, 3).

En relación con esto, Farquharson observa:

"La divina 'ciencia', que los apóstoles y los primeros cristianos corrían de un lado a otro para comunicar a todas las naciones, mantiene, y siempre mantendrá, una superioridad inaccesible por encima del conocimiento que el hombre puede descubrir por sí mismo ... De esta manera, pues, la predicción de Daniel se cumplió literalmente. La fuente de la verdadera ciencia de lo alto esperó las pisadas de los apóstoles de Cristo, que recorrieron el mundo gentil disipando la oscuridad, la duda y el temor, y difundiendo la luz, la confianza y el gozo por encima de todas las condiciones de la vida humana".

Entendidas así, las palabras "muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará", llevan la profecía a una conclusión sumamente apropiada, una conclusión estrictamente de acuerdo con su propósito anunciado y con su significado en general; mientras que, hacer que esas palabras se refieran a la multiplicación de transportes que se mueven rápidamente, como trenes, automóviles, etc., y a la difusión de la "educación" por medio de escuelas, universidades y libros, sería introducir en la profecía un elemento que es incongruente casi hasta el punto de lo absurdo.

¿CUÁNTO FALTA PARA EL FIN?

Con el versículo 4 del capítulo 12, llega a su fin la larga profecía, que había continuado sin pausa y sin saltarse ningún suceso importante en la historia de "los últimos días" del pueblo judío. Pero sigue un notable incidente, y ayuda a entender esta parte de la profecía. En este punto, Daniel miró y contempló a otros dos personajes, además del que estaba vestido de lino, que estaban, uno a un lado y el otro al otro lado, en la ribera del río (el Tigris). En seguida, uno de estos dos personajes hace una pregunta al hombre vestido de lino, a la cual es evidente que deseaba se le prestara especial atención. Además, el varón vestido de lino respondió a la pregunta de la manera más solemne e impresionante; porque, al responder, levantó ambas manos al cielo, y juró por el que vive por los siglos. Esto muestra también que aquí tenemos una cuestión de excepcional importancia. Prestemos atención a ello.

La pregunta fue: "¿Hasta cuándo el fin de estas maravillas?" En la cita, hemos omitido la palabra "será", que los traductores añadieron, y que cambia materialmente el sentido. Hemos visto que la expresión "el tiempo del fin" significa, no la terminación misma, sino el período de tiempo en el mismo fin, la última etapa de la época entera de la vida nacional renovada de Israel. Evidentemente, es la duración de ese "tiempo de angustia", del cual se habla en el versículo 1, y concerniente al cual el Señor mismo estuvo tan afligido y apesadumbrado cuando estuvo en la tierra, como señalaremos más detalladamente de aquí en adelante. Es el mismo período que aquél al cual Jesús se refería cuando dijo: "Estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas" (Luc. 21.22); y nuevamente: "Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados" (Mat. 24.22). Así, pues, es concerniente a la duración de aquellos días de aflicción sin paralelo para Israel por lo que la pregunta se hizo.

Observemos, pues, cuidadosamente la respuesta del varón vestido de lino, que fue con estas palabras: "Que será por tiempo, y tiempos, y la mitad (o una parte, marg.) de un tiempo; y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas" (v. 7).

Aquí tenemos información, expresada muy claramente, que, si la acatamos, nos explicará perfectamente el tiempo en que esta profecía entera se cumpliría. Porque el mensajero celestial, al responder a la pregunta, anunció, primero, cuál habría de ser la duración del período final de "angustia cual nunca fue" y segundo, cuál sería el fin de la serie total de sucesos, "todas estas cosas", predichas en la profecía entera. Las palabras son claras y precisas. Nos dicen que el último acto de todos sería la dispersión del poder del pueblo santo, y que cuando Dios hubiese cumplido eso, entonces "todas estas cosas se habrían cumplido". Al mismo efecto son las palabras de Cristo quien, al decir a sus discípulos cuál sería el fin mismo de aquellos "días de retribución", dijo que "serán llevados cautivos a todas las naciones" (Luc. 21:24).

Esto garantiza que la profecía entera presentada a Daniel por el varón vestido de lino. incluyendo el tiempo de angustia cual nunca fue, y el despertar de muchos del polvo de la tierra, se cumplió en y antes de la destrucción de Jerusalén, y la dispersión del poder del pueblo santo por los romanos en el año 70 d. C. También proporciona ayuda sustancial para entender el discurso del Señor en el Monte de los Olivos, discurso al cual llegaremos en breve.

TIEMPO, Y TIEMPOS, Y UNA PARTE DE UN TIEMPO
           
Pero, antes de la dispersión del pueblo santo -- un juicio que Moisés había predicho (véase  Deut. 28:49-68), y particularmente las palabras: "Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro", v. 64), debía trascurrir cierto período de angustia extrema, "días de retribución". Esto es anunciado por el ángel como "tiempo, y tiempos, y una parte", que casi todos los expositores interpretan como tres años y una parte (no necesariamente la mitad) de un cuarto año. Pero no se mencionó ningún suceso del cual habría de transcurrir este período de tres años y fracción. Por eso, Daniel dice: "Yo oí, mas no entendí", y por consiguiente, prgunta: "¿Cuál será el fin de estas cosas?" (Dan. 12:6).

Al contestar a esta pregunta, el varón vestido de lino dio información adicional a la que se le había pedido; pero notemos primero lo que dijo en respuesta directa a la pregunta de Daniel. Esto se encuentra en los versículos 11, 12 de Dan. 12, donde leemos: "Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días. Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días".

Debe notarse que las dos medidas de tiempo que se dan aquí, 1290 días y 1335 días, caen dentro del período de tres años y una parte, que se mencionan en el versículo 7 como la medida completa del tiempo del fin. Esto tiende a confirmar además el punto de vista de que, con la expresión "tiempo y tiempos y una parte" se quiere decir tres vueltas completas de las fiestas anuales de los judíos, y parte de una cuarta.

Se verá también en esta respuesta que la pregunta de Daniel se refería a la mismísima época final de la historia judía; porque fue en esa misma última etapa de su existencia como nación que el sacrificio diario se hizo cesar, que ellos consideraron (cuando ocurrió en los días del sitio de Jerusalén, como lo demostraremos aquí) presagio de alguna terrible calamidad.

QUITADO EL CONTINUO SACRIFICIO

Consideramos que la lectura marginal (que es la más literal) da el sentido, siendo las palabras del margen "y establecer la abominación", etc. Esta lectura haría los 1290 días la medida de tiempo entre los dos sucesos específicos. Pero, últimamente hemos visto una interpretación, basada en el texto de la Versión Autorizada, que convierte en sucesos simultáneos la eliminación del continuo sacrificio y el establecimiento de la abominación desoladora, ambos gobernados por la preposición "desde". Pero esto obviamente deja el versículo sin significado, porque da una medida de tiempo desde dos sucesos específicos sin decir a qué medida nos lleva.

El "continuo sacrificio" era el sacrificio de un cordero cada mañana y cada tarde. Esto debía ser observado por los hijos de Israel por todas sus generaciones, y había una promesa especial a condición de que esta ofrenda se continuase llevando a cabo (Éx. 29:38-45). (Debe observarse que el hacer cesar el sacrificio y la oblación, como está predicho en Daniel 9:27, es algo enteramente diferente).

Ahora bien, como cuestión de un hecho histórico, el sacrificio diario fue quitado durante el sitio de Jerusalén; y esto fue considerado por los judíos como un suceso de tal importancia, y como un presagio tal de desastre inminente, que Josefo ha registrado la fecha misma en que ocurrió, diciendo:

"Y ahora Tito ordenó a los soldados que estaban con él que excavaran los fundamentos ded la torre Antonia y que construyeran un pasaje por el cual pudiera pasar su ejército, mientras que él mismo hizo que le trajeran a Josefo, pues le habían informado que, ese mismo día, que era el día decimoséptimo del mes de Panemo, el sacrificio llamado 'el sacrificio diario' había fallado, y no había sido ofrecido a Dios por falta de hombres que lo ofreciesen, y que el pueblo estaba en extremo angustiado por ello" (Wars, VI, 2.1).

El ejército romano, que, por comparación con las palabras del Señor en Mat. 24:15, 16; Luc. 1:20, 21), se ve claramente que es "la abominación desoladora", rodeó a Jerusalén antes del fracaso del sacrificio diario; mientras que podría parecer por las palabras de la profecía que esos sucesos ocurrieron en orden inverso. Pero Farquharson muestra que "no hay nada en absoluto en los verbos de la oración que indique cuál de los sucesos precedería al otro; sólo se expresa el intervalo de tiempo entre ellos".

La primera aproximación de los ejércitos romanos a las órdenes de Cestio es descrita por Josefo en su obra Wars, II, 17, 10. Esto ocurría en el mes que corresponde a nuestro noviembre, en el año 66 d. C. La eliminación del sacrificio diario ocurrió en el mes de Panemo, que corresponde al mes hebreo de Tamuz y a nuestro mes de julio, año 70 d. C. (Tabla Cronológica, de Hartwell Horne). Así, pues, la medida de tiempo entre los dos sucesos fue de tres años y parte de un cuarto año.

Pero más que esto: la medida de 1290 días es exactamente de 43 meses grandes (de 30 días cada uno, según el método hebreo de calcular), y puesto que era habitual en ellos calcular por semanas, meses, y años iguales, el cumplimiento de esta parte de la profecía se ve en el hecho de que transcurrieron justamente 43 meses iguales entre los dos sucesos, ignorando las partes de los dos meses en que los sucesos ocurrieron separadamente.

En el versículo 12, son declarados "bienaventurados", o felices, los que sobreviven un período adicional de 45 días, y así llegan a 1335 días. En correspondencia con esto, está el hecho registrado de que, aproximadamente mes y medio después de haber fallado el sacrificio diario, terminó el sitio cuando Tito, repentina e inesperadamente, entró en posesión de la parte alta de la ciudad, el último baluarte de los sitiados. Según Josefo, esta última acción tuvo lugar el día séptimo del mes hebreo de Elul, que corresponde a nuestro mes de septiembre; de manera que la duración adicional del sitio después de que fracasó el sacrificio diario fue de aproximadamente mes y medio (Wars, VI, 8, 4, 5).

Que aquellos días fueron "acortados" (como lo había prometido el Señor) por alguna intervención divina queda indicado por la manera abrupta e inesperada en que cayó el último baluarte. Josefo cuenta cómo los "tiranos" (la facción dominante en la ciudad)

"ahora se privaron a sí mismos de la seguridad que habían tenido en su propio poder, y descendieron voluntariamente de aquellas torres que jamás habrían podido ser tomadas por la fuerza. * * * Abandonaron aquellas torres por iniciativa propia, o más bien, fueron expulsados de ellas por Dios mismo. * * * Cuando los romanos hubieron escalado la última muralla sin ningúmn derramamiento de sangre, apenas podían creer que era verdad lo que había ocurrido". (ibid).

Con respecto a la prometida bendición de Dan. 12:12, puede observarse que Tito inmediatamente ofreció clemencia a los sobrevivientes y puso en libertad a los que habían sido atados por los tiranos (Wars, VI, 9, 1).

Pero estamos de acuerdo con Farquharson en que aquí se tiene en mente una bendición de una clase más elevada. Porque recordamos palabras de similar importancia pronunciadas por el Señor cuando, refiriéndose al mismo período de angustia sin paralelo, dijo: "Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo" (Mat. 24:13). En cuanto a esto, Farquharson dice:

"Incuestionablemente, ésta es su promesa para los fieles y obedientes en todas las épocas de su iglesia; pero, como está incluida en su predicción de la destrucción de Jerusalén, hace especial referencia a los que soporten las pruebas peculiares a la última gran guerra, en la cual aquella ciudad habría de ser hollada. Esas pruebas, Jesús indicó, serían muy severas. Dijo: 'Y se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y maravillas, que engañarán, si fuese posible, aun a los escogidos'".

Pero, para los que soportasen todas aquellas pruebas, había la certeza de una bendición especial.

Al concluir nuestros comentarios bajo este encabezamiento, deseamos observar que, en la profunda preocupación de Daniel con respecto a este tiempo "del fin", en relación con lo cual inquirió con tanta ansiedad, vemos una razón adicional y convincente para el punto de vista de que el período en cuestión era el de calamidades sin paralelo que habrían de acompañar la extinción de su nación y la destrucción de su amada ciudad, como estaba predicho también en la anterior profecía de las setenta semanas. Es muy improbable que Daniel hubiese evidenciado tal preocupación en relación con el fin de alguna lejana dispensación gentil caracterizada por la amplia difusión del conocimiento secular, y por los muchos automóviles y otros rápidos medios de transporte de nuestro tiempo actual. Daniel tenía el espíritu del Señor mismo al mostrar una profunda tristeza a causa de las aflicciones sin paralelo que habrían de recaer en su pueblo y su santa ciudad y su templo.

EL PERÍODO DE TRES AÑOS Y MEDIO

Al comentar el período de los tres años y medio, así como las varias teorías a que han dado lugar, dice el Dr. Taylor:

"No podemos dejar pasar esta nota de número sin observar las singulares coincidencias presentadas por su frecuente ocurrencia tanto en la historia como en la profecía. La sequía en los días de Elías duró tres años y seis meses. El cuerno pequeño que apareció en la cabeza de la cuarta bestia debía tener a los santos entregados en sus manos 'hasta tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo'. El ministerio público del Mesías habría de continuar por media semana (o héptada) de años; es decir, por tres años y medio. Su evangelio debía predicarse a los judíos después de su ascensión por otra media héptada antes de ser proclamado a los gentiles. Luego, en el libro de Apocalipsis, se dice que la mujer sería sustentada en el desierto 'por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo', y que la santa ciudad habría de ser hollada durante cuarenta y dos meses, que son tres años y medio. *

"Ahora, bien, todas éstas son maravillosas coincidencias y apuntan a la existencia de alguna oculta armonía que todavía no ha sido descubierta.  Podría añadir que tres  medio es la mitad del número siete, que (hallado en la semana) ha sido reconocido como símbolo de lo completo. El candelabro sagrado tiene siete brazos; el séptimo año era el año sabático; y al final de los siete sietes llegaba el jubileo. Así también los setenta años del cautiverio fueron hechos la base de los siete setentas de años que habrían de transcurrir desde el tiempo en que salió el edicto para reconstruir Jerusalén hasta la aparición del Mesías en la tierra. Yo no sé cómo interpretar esto. Reconozco francamente que me desconcierta hallar una razón para ello. Simplemente, expreso el hecho, y dejo que ustedes mismos lo mediten, para que puedan enterarse de cuánto hay, no sólo en la profecía, sino también en la historia, más allá de nuestro conocimiento. * * *

"Si alguien decide considerar todo esto, no sólo aplicable a Antíoco, sino también por medio de él, como típico del anticristo del Nuevo Testamento, y tomara los días de la historia del uno como años en la historia del otro, sólo tengo que decir que no encuentro nada, ni aquí ni en el Nuevo Testamento, que apruebe tal procedimiento. Para mí, la interpretación que he tratado de presentar es suficiente. Los que van más allá, abandonan los dominios de la certeza en favor de los de la especulación, y el número mismo de sus opiniones contradictorias es una advertencia a cada expositor para que no se aventure más allá de su profundidad en estas oscuras aguas. En cuanto a mí, me contento con permanecer de pie en la orilla y esperar, como aquél a quien le fueron dirigidas estas tranquilizadoras palabras: 'Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días'".



*También, los dos testigos de Dios (Apoc. 11:3) han de profetizar mil doscientos sesenta días (el mismo período expresado en términos de días): y de la bestia de diez cuernos se dice que se le daría poder para que viviese durante cuarenta y dos meses (Apoc. 13:5).        
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