Philip Mauro
LAS SETENTA SEMANAS Y
LA GRAN TRIBULACIÓN

Un estudio de las dos últimas visiones de Daniel y del
discurso del Señor Jesucristo en el Monte de los Olivos

Philip Mauro
(1921)


CAPÍTULO 16

COMENTARIOS FINALES

EDERSHEIM SOBRE MATEO 24

Encontramos que los comentaristas dignos de confianza de tiempos anteriores han señalado (tratándolo como un asunto demasiado evidente para necesitar argumento) que, cuando Cristo advirtió a sus discípulos acerca de la tribulación que habría de venir, se refería a las aflicciones que acompañarían a la entonces próxima destrucción de Jerusalén. Alfred Edersheim, que fue uno de los muy capaces comentaristas, ha expuesto así la profecía del Señor en el Monte de los Olivos. Asignamos un peso y una autoridad especiales a sus exposiciones, por la razón de que probablemente no hay nadie en tiempos modernos que posea un conocimiento tan extenso y exacto como él de las costumbres, conducta, hábitos de pensamiento, escritos, y tradiciones de los judíos y de sus líderes en  los días de Cristo. Su obra Vida y Tiempos de Jesús el Mesías presenta un cuadro maravillosamente completo, detallado y exacto de Judea y de sus habitantes -- judíos, prosélitos, sacerdotes, rabinos, escribas, fariseos, saduceos, herodianos, griegos y romanos -- al principio de nuestra era. Si fuésemos a leer sólo media docena de libros, además de la Biblia, la gran obra de Edersheim debería ser uno de ellos.

Edersheim ve cuatro divisiones en la profecía de Jesús en el Monte de los Olivos, como está registrada en Mateo 24; y será instructivo  seguir el análisis de Edersheim de ese capítulo.

1. La primera división comprende los versículos 6-8 de Mateo 24, que contienen advertencias para los discípulos de que no debían considerar las aflicciones que les estaba prediciendo (como guerras, hambrunas, pestilencias y terremotos) como los juicios que introducirían el advenimiento de su Señor; en otras palabras, no debían considerar las guerras, las hambrunas, y los terremotos como señales de su segunda venida. Aquellas advertencias han sido necesarias durante toda la época. Porque las angustias predichas por Cristo, especialmente cuando ocurrieron en relación con la aparición de algún supuesto anticristo -- desde Nerón hasta Napoleón y más recientemente, el Kaiser alemán -- con frecuencia, dice Edersheim, llevaron a los cristianos a esperar
erróneamente el inmediato advenimiento de Cristo. Es realmente sorprendente que el pueblo del Señor considerara tan persistentemente como señales de su venida las mismas cosas que Él les había advertido que no consideraran como tales.

2. La segunda división de la profecía abarca los versículos 9-14 de Mateo 24. Contiene advertencias de un alcance más amplio que el de la primera sección. Aquí se especifican dos peligros generales: (a) Internos, desde herejías ('falsos profetas') y decaimiento de la fe; (b) externos, por las persecuciones. Pero, junto con esos dos peligros, también se señalan dos hechos consoladores. El primero es que, a pesar de las feroces persecuciones que habrían de sufrir de los que estaban en altos puestos de autoridad, se les daría ayuda divina, y la presencia y el poder del Espíritu Santo les capacitaría para testificar delante de reyes, gobernantes y tribunales (#Mar. 13:9). El segundo hecho consolador, como lo señala Edersheim, es que, a pesar de las persecuciones de judíos y gentiles, antes de que venga el fin 'este evangelio del reino' será predicado en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones. Esta, pues, es realmente la única señal del 'fin' de la era actual.

3. La tercera división de la profecía está contenida en los versículos 15-28 de Mateo 24. Concerniente a esta división, dice Edersheim:

"En la tercera parte de este discurso, el Señor procede a anunciarles a los discípulos el gran hecho histórico inmediatamente delante de ellos, y de los peligros que surgirían de él. En realidad, tenemos aquí su respuesta a la pregunta de ellos: '¿Cuándo serán estas cosas?'. Y a esto, Él une la entonces presente aplicación de su advertencia con respecto a los falsos Cristos (que se da en los versículos 4, 5). El hecho que él ahora les anuncia es la destrucción de Jerusalén. Se observará que la pregunta: ¿Cuándo serán estas cosas?' queda respondida directamente con las palabras: 'Cuando veáis' -- (Mat. 24:15; Luc. 21:20).

Dice además Edersheim:

Esto, junto con  la tribulación de Israel, sin paralelo en el terrible pasado de su historia, y sin igual ni siquiera en su sangriento futuro, estaba a punto de caer sobre ellos. No sólo eso; tan terrible sería la persecución que, si la divina misericordia no hubiese intervenido a favor de los seguidores de Cristo, la raza judía entera que habitaba el país habría sido barrida de la faz de la tierra. No se habría salvado ninguna carne.

Apoyamos, y recomendamos de todo corazón, esta sencilla y satisfactoria explicación de las palabras del Señor: "Y si aquellos no fuesen acortados, nadie sería salvo" (#Mat. 24:22). Con los registros de Josefo, ya hemos mostrado cómo fueron acortados aquellos días terribles.

4. La cuarta división de la profecía está contenida en los versículos 29-31 de Mateo 24. en cuanto a esta porción, dice Edersheim:

"Los tiempos de los gentiles, 'el fin del siglo'.y con ello la nueva alianza de su entonces pueblo penitente, Israel, 'la señal del Hijo del hombre en el cielo' percibida por ellos, * * * la venida de Cristo, la última trompeta, la resurrección de los muertos, -- tal es, en un bosquejo muy rápido, la delineación que el Señor traza de su venida y del fin del mundo (la era)".

Esto completa la parte profética del capítulo, y ahora en los versículos 32, 33 de Mateo 24, el Señor pronuncia una parábola para impresionar en las mentes de sus discípulos la importancia y la aplicación de la señal que les había dado, por la cual podrían saber que la destrucción de santa ciudad estaba cercana. Citamos además de Edersheim:

"De la higuera, bajo la cual en aquella tarde de primavera pueden haber descansado, debían aprender una parábola. Podemos ver a Jesús tomando una de las ramitas, justo cuando de una de sus suaves puntas brotaba una hoja nueva. Ciertamente esto significaba que el verano estaba cerca -- no que realmente ya había llegado. La diferencia es importante, porque parece probar que 'todas estas cosas', que habrían de indicarles que aquello estaba 'cerca, a las puertas', y que habrían de cumplirse antes de que pasara 'esta generación', no podría haberse referido a las últimas señales relacionadas con el advenimiento de Cristo, sino que debían aplicarse a la anterior predicción de la destrucción de Jerusalén y de la comunidad judía. Ésta también es una explicación muy sencilla y satisfactoria de las palabras: "No pasará esta generación sin que todo esto acontezca". Si esas palabras son tomadas como su respuesta a la pregunta: "¿Cuándo serán estas cosas?" (v. 3), son fáciles de interpretar; pero, si su aplicación se pospone al futuro lejano, presentan muchas dificultades. Por ejemplo, posponer así su aplicación haría que el Señor contradijera su afirmación positiva y muy enfática de que ninguna señal precedería ni advertiría de su segundo advenimiento".

Edersheim señala, además, en relación con esto, que el brotar de las hojas en la higuera no es la señal de la cosecha, que es el fin de la era, sino del verano, que precede a la cosecha. Esto es significativo.

EL PRINCIPIO DE DOLORES

Al describir las guerras y otras conmociones que habrían de caracterizar a esta era desde el mismo comienzo, el Señor usó una expresión que requiere una observación especial. Dijo que todo eso es principio de dolores (#Mat. 24:8). Esta palabra nos presenta la época actual como una época de dolores y preocupaciones como los que acompañan al nacimiento. Pero hay un carácter decididamente esperanzador en ambos dolores, porque resultan en lo que causa gozo. Esta época actual es el período de los dolores de parto de la nueva era, que será la de la manifestación de los hijos de Dios.

La palabra dolores (como de parto) conecta esta parte de la profecía de nuestro Señor con la de Pablo en Rom. 8:22, donde ocurre la misma palabra en su forma verbal. "Porque sabemos", dice el apóstol, "que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora". Pero los versículos que preceden hablan de qué gozosa manifestación será, a saber, la manifestación de los hijos de Dios, también llamada adopción, en cuya ocasión la creación misma también será librada de la esclavitud de la corrupción para que entre en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

La palabra dolores (como de parto) se halla nuevamente en un contexto similar en 1 Tes. 5:3, donde (hablando de la llegada del día del Señor), dice Pablo: "Porque, cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta".

Por éstos y otros pasajes de la Escritura, podemos deducir que  los ayes y los dolores de la clase especificada por el Señor en Mateo 24:6-8 visitarán la tierra con fuerza intensificada en el tiempo mismo del fin (aunque la frecuencia de tales ocurrencias durante la era impediría que sirviesen como señales). Las guerras y otros ayes de los que el Señor habló eran el principio de los dolores de parto; y es pertinente recordar que los dolores de parto, después de los primeros que son intensos, son intermitentes, hasta que, en el mismo fin, ocurren los más severos. Así, pues, no hay duda que será al fin de la era actual, como está claramente predicho en el libro de Apocalipsis.

También deseamos señalar en relación con esto que las palabras dolores de parto de la misma manera conecta la profecía con Jeremías 30:5-7, que ya hemos comentado. En ese pasaje, el profeta predice el regreso de los judíos desde Babilonia (Jer. 30:3) y luego habla del tiempo de la angustia de Jacob, concerniente a lo cual dice: "Inquirid ahora, y mirad si el varón da a luz; porque he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, etc.".

Si, entonces, toda esta época como un período de dolores de parto (como podemos asegurar que ocurrirá por los pasajes arriba), podemos considerar que el tiempo de la angustia de Jacob durará desde la destrucción de Jerusalén hasta ahora. Según este punto de vista, las palabras "pero será salvo de ella" parecen estar en vísperas de cumplirse ahora.

UN CONTRASTE ILUMNINADOR

Deseamos llamar la atención a un fuerte y agudo contraste en el discurso de nuestro Señor en los Olivos el cual, si le prestamos la debida atención, nos servirá de mucha ayuda en la interpretación de su profecía, y en la interpretación de todas las profecías que se relacionan con el fin de la época actual.

Si examinamos cuidadosamente el discurso entero (como lo presenta Marcos, por ejemplo), veremos que nuestro Señor divide el futuro en dos períodos diferentes. El primero de estos períodos se extendía desde el tiempo entonces presente hasta la destrucción de Jerusalén; y el segundo, desde ese acontecimiento hasta su propia segunda venida. Comenzando por el versículo 15 con las palabras: "Pero cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel" hasta el fin del versículo 23 (Mar. 13.14-23), Cristo está hablando a sus discípulos sobre la invasión de Judea y el sitio de Jerusalén por los ejércitos romanos. En cuanto a todas aquellas cosas (de las cuales la completa demolición del magnífico templo era la más prominente), su propósito manifiesto era darles información explícita; porque aquellas cosas habrían de ocurrir en aquella generación.

Por consiguiente, con respecto a aquel período, Él dice: "Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes" (Mar. 13:23).

En ese punto, comienza a hablar del segundo período, diciendo: "Pero en aquellos días, después de aquella tribulación" (Mar. 13:24). Concerniente a este segundo período, sin embargo, en vez de impartir información definida y dar una señal por la cual su pueblo pudiera ser advertido del fin que se aproximaba, habla solamente en términos muy generales y deja clara una sola cosa, a saber, que no se daría ninguna señal precedente por la cual su pueblo pudiera saber que su advenimiento estaba cerca. Este rasgo de su venida otra vez -- lo inesperado de ella -- está expresado en tantas maneras diferentes, y es aplicado e ilustrado tan enfáticamente (véase Mar. 13:32-37) que nosotros somos controlados absolutamente por él en la interpretación, no sólo del discurso del Monte de los Olivos, sino de cada una de las otras profecías relacionadas con la segunda venida de Cristo. Aquí hay un gran contraste: Uno de los sucesos de los cuales el Señor estaba hablando estaba cerca en ese momento; habría de ocurrir dentro de aquella generación, y sería precedida inmediatamente de una señal, que sus discípulos no podían dejar de reconocer. Pero el otro suceso (su propia venida) sería en un momento desconocido aun para sí mismo, y además no habría ninguna señal que avisara a su pueblo de su aproximación, por cuya razón les hizo énfasis en que debían velar en todo momento (Luc. 21:36 gr.). Concerniente al primer suceso, dijo: "Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, sino el Padre" (Mar. 13:32).

Sabemos que a menudo se intenta escapar a la fuerza de este versículo diciendo que es sólo el día y la hora exactos de la venida del Señor que se han dejado en la incertidumbre, y que sus palabras no nos prohiben calcular (como muchos intentan hacerlo) el año de su regreso. Pero creemos que esto no es tratar con justicia las palabras del Señor, ni darles su propia fuerza, porque Él quería declarar enfáticamente que el momento de su venida era una cuestión de incertidumbre. Además, el mero versículo siguiente dice: "Velad y orad; porque no sabéis cuándo sea el tiempo". Así que no es sólo una cuestión del día y la hora, sino del tiempo en general. Y finalmente, la enseñanza de los versículos 33-37, con la parábola con la que el Señor la ilustró, deja claro que la incertidumbre en cuanto a su regreso habría de extenderse durante el período entero de su ausencia.

Así como pronunció una parábola para ilustrar y establecer el significado de su enseñanza concerniente al período antes de la destrucción de Jerusalén (la parábola de la higuera), de la misma manera pronunció una parábola para ilustrar y establecer el significado de su enseñanza concerniente al período en que ahora estamos, que Él designa simplemente como "aquellos días, después de aquella tribulación", pero que, en el relato de Lucas, es llamado "los tiempos de los gentiles".

El punto principal de la primera parábola es que, así como el brotar de nuevas hojas de la higuera era una señal segura de la cercanía del verano, así también la presencia de los ejércitos romanos en Judea sería una señal segura de la cercanía de la destrucción de Jerusalén.

La segunda parábola habla con igual claridad. Es con estas palabras: "(Porque el Hijo del hombre) es como el hombre que, yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase". El Señor mismo ha aplicado esta parábola, diciendo: "Velad, pues, PORQUE NO SABÉIS CUÁNDO VENDRÁ EL SEÑOR DE LA CASA; si al anochecer, o a la medianoche; o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad".

Así que esta parábola enseña exactamente lo opuesto de la otra. De acuerdo con la costumbre de aquel tiempo, l
a noche se dividía en cuatro vigilias. Así que el Señor habla de su ausencia como si fuese una noche, en cualquiera de las cuatro vigilias en que podría regresar. Así que la pregunta del tiempo de su regreso se dejó en la incertidumbre a propósito desde el principio, puesto que, después de la destrucción de Jerusalén, la única manera en que su pueblo podía asegurarse de no ser tomado por sorpresa era que velase. El Señor vendría de repente, y por eso, había siempre la posibilidad de que su puebla fuera hallado durmiendo.

Así, pues, el relato de Marcos presenta la enseñanza del Señor sobre este tema de manera positiva, mostrando la posibilidad de que Él viniese en cualquier vigilia de la noche. En el relato de Mateo (y también en Luc. 17:24-30), se dice lo opuesto, a saber, que la venida del Señor no sería precedida por ninguna señal en absoluto. Sería como en los días antes del diluvio, cuando los incidentes ordinarios de la vida continuaran hasta el día en que Noé entró en el arca (#Mat. 24:37, 38); y también como ocurrió en los días de Lot, cuando la destrucción de Sodoma vino repentina e inesperadamente, sin ningún aviso, sino que el mismo día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y destruyó a todos. Así será el día que el Hijo del hombre sea revelado (Luc. 17:28-30). Las palabras no podrían se más claras.

Por estas palabras del Señor Jesucristo, podemos ver que es imposible, y siempre ha sido, calcular, por medio de cualesquiera cifras de la Biblia, el año, o siquiera el año aproximado, del regreso del Señor. Porque si eso era desconocido aun para Cristo mismo cuando pronunció aquellas palabras, entonces ciertamente no había ninguna información en la Escritura por medio de la cual hacer el cálculo.

Además, podemos ver cuán contraria a la enseñanza de Cristo es la idea, aceptada por tantos en la actualidad, de que Él será revelado al final de una supuesta gran tribulación de duración determinada (siete años, según algunos, o tres años y medio, según otros). Los que ubican la revelación del Señor Jesucristo al final de la gran tribulación de la enseñanza actual, claramente contradicen la enseñanza del propio Jesucristo al convertir la supuesta tribulación en una señal segura de que su venida está cerca.

H. Grattan Guinness, hablando de las señales de la segunda venida del Señor
en su obra Luz para los Últimos Días, dice:

"Si las señales que algunos imaginan precedieran el advenimiento, sería completamente imposible que existiese el estado de la sociedad predicho en estos pasajes. Si fuesen a ocurrir sucesos monstruosos, nunca antes oídos, sobrenaturales, portentosos, ¿no serían telegrafiados el mismo día por todo el austado mundo y producirían tal sentido de alarma y expectativa que se detendría todo el comprar, el vender, el plantar, el construir, casarse y darse en casamiento, y la 'paz y la seguridad' estarían lejos de los labios y los pensamientos de todos? * * * No, no hubo nada especial que alarmara a los antediluvianos antes del día en que Noé entró al arca; nada especial que alarmara a los hombres de Sodoma antes de que cayera el fuego del cielo; y como fue en aquellos días, así será en éstos. Todo ocurriendo justo como de costumbre, ninguna señal estupenda que atraiga la atención del mundo".

SEÑALES EN EL SOL, LA LUNA Y LAS ESTRELLAS

Resta por considerar un pasaje que indudablemente es difícil. Nos referimos al pronunciamiento del Señor acerca de señales en el sol, la luna y las estrellas que son como sigue, según Marcos:

"Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria".

Este pasaje podría interpretarse en el sentido de que las señales en el sol, la luna y las estrellas físicas eran los precursores inmediatos de la revelación del Hijo del hombre; pero la enseñanza de Cristo que acabamos de considerar impide esa interpetación; y hasta ese punto nos ayuda en nuestra búsqueda del verdadero significado.

Examinando de cerca el pasaje, veremos que es muy indefinido. Todo lo que nos dice es que, en aquellos días después de aquella tribulación, occurirían conmociones en el sol, la luna y las estrellas; pero no hay nada que indique en qué parte de aquellos días (que ahora han durado más de mil ochocientos años) tendrían lugar  las conmociones descritas. Entonces - lo que puede significar cualquier período indefinido en el futuro -- Cristo mismo sería visto viniendo en las nubes.

Puesto que lo que hemos aprendido en la última parte del capítulo nos impide considerar los desórdenes predichos aquí como señales premonitorias de la venida del Cordero, surge la pregunta: ¿Con qué propósito entonces las mencionó? Y esto da lugar a otra pregunta, a saber: ¿Debemos considerar estas palabras literalmente, como lo hacen los Adventistas y algunos otros grupos? ¿O deben considerarse como figuradas, y como que se refieren a los cielos políticos (es decir, la esfera de los gobiernos) como lo entienden algunos de los capaces expositores, siendo uno de los más prominentes Sir Isaac Newton? En la actualidad, no sabemos de nada por medio de lo cual esta pregunta pueda ser contestada tan definitivamente que elimine todas las dudas; pero ofreceremos algunas sugerencias adicionales que quizás puedan contribuir hacia su solución.

En primer lugar, viendo que estamos impedidos, por la clara enseñanza del Señor, de tomar estas conmociones como señales físicas, visibles a los ojos, que preceden y anuncian su venida, o como poseyendo alguna relación especial con ese acontecimiento, parecería casi imperativo que atribuyamos un significado figurado a las palabras. Porque no es concebible que, al hablar de esta larga época, que habría de estar tan llena de acontecimientos importantes, Cristo eligiera para mencionar nada menos que unos pocos fenómenos aislados de la naturaleza en los cielos físicos. Esta consideración prácticamente nos obliga a hallar un significado para las palabras, que las haría descriptivas de alguna característica de la época, o por lo menos la última parte de ella.

Cuando nos volvemos al relato de Lucas, hallamos una fuerte confirmación de este punto de vista. Esta confirmación aparece en dos particulares, primero en la manera en que se introduce la referencia al sol, la luna, y las estrellas; y segundo, en el hecho de que está enlazado con ciertas características generales de la época, como las que esperaríamos hallar en un pronunciamiento breve de esta clase. Porque Lucas las da de este modo (ponemos las partes salientes en cursiva):

"Porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan. Entonces habrá señales en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas" (Luc. 21:23-26).

Según este relato, el Señor no interrumpe sus predicciones abruptamente en la captura y la destrucción de Jerusalén, sino que sigue a los judíos en su dispersión a todas las naciones, y también predice que Jerusalén sería hollada por los gentiles hasta que los tiempos de los gentiles se cumpliesen. Así, pues, somos transportados hasta un período que sigue después de la tribulación de aquellos días, y se nos informa que ese período es designado divinamente los tiempos de los gentiles. { } Y ahora sigue inmediatamente (en el relato de Lucas) el pasaje que estamos examinando. "Y habrá señales en el sol, la luna y las estrellas". Pero aquí tenemos también la afirmación adicional: "Y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres", etc. Por estas palabras, es claro que el Señor está dando (lo cual, como hemos señalado, es lo que deberíamos esperar) algunas características muy amplias y generales de nuestra época, con la mirada puesta especialmente en la parte final de ello. Además, al hablar del estado confuso de las naciones, Él usa una expresión figurada familiar, a saber, el bramido del mar y de las olas. Esta figura representa la turbulencia de los pueblos de la tierra (véase #Apoc. 17:15, Isa. 8:7), tal como el sol, la luna y las estrellas representan señorío, gobiernos, y autoridades. Así, pues, encontramos una buena razón para llegar a la conclusión de que el Señor aquí está hablando figurativamente de acontecimientos desusados en el firmamento político, o sea, en la esfera de los gobiernos, o lo que Pablo llama los poderes superiores (#Rom. 13:1).

En Isaías 13:7-10, tenemos un ejemplo del uso de esta figura. Ocurre en relación con una descripción del día del Señor. Citamos el versículo 10: "Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor". Considerando estas palabras en relación con Génesis 1:16-18, y con el sueño de José sobre el sol, la luna y las estrellas (que ni su padre y ni sus hermanos necesitaron que nadie se los interpretase) (#Gén. 37:9, 10), y también en relación con Eze. 32:7, Joel 2.31, 3:15, Apoc. 12:1), obtenemos la idea de que el sol representa la autoridad en la tierra en el sentido más amplio; la luna, la autoridad menor, y las estrellas, las personas prominentes en la esfera del gobierno.

Una razón adicional en apoyo de la idea de que el Señor usó el sol, la luna y las estrellas como símbolos en este pasaje se encuentra en el hecho de que, en toda la Escritura, la predicción de cambios políticos de esta época se dan en forma velada, es decir, en figuras y símbolos. Así, pues, en Daniel, los sucesivos poderes están indicados primero como partes de una enorme imagen metálica, y luego como grandes bestias, una después de la otra. En Apocalipsis, reaparece la última de estas bestias, en su etapa de desarrollo de los diez cuernos (es decir, la última), que es el estado en que estará cuando sea destruida por la venida de Cristo. Los poderes individuales están representados por cuernos, y los notables personajes en los cielos políticos por estrellas. Que el sol, la luna y las estrellas están usados en forma figurada en Apocalipsis queda probado por las palabras: "Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas" (#Apoc. 12:1). Por esto, podemos sin peligro inferir que el sol representa la suprema autoridad gubernamental en la tierra; la luna el dominio menor, y las estrellas los gobernantes notables o potentados.

Volviendo ahora a Apoc.6:12, leemos: "Y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra", palabras que son adecuadas para representar, simbólicamente, la completa destrucción de la autoridad gubernamental, cuyo carácter sangriento toma su lugar por un tiempo, y la caída de todos los gobernantes y magistrados.

Las razones para hablar así, en lenguaje velado, acerca de cambios políticos en el mundo en esta dispensación, no son difíciles de discernir; porque esta es una época en que los miembros del pueblo de Dios son extranjeros y peregrinos en la tierra, no teniendo ninguna afiliación con los poderes establecidos, sino que se les ha enseñado estarles sujetos. De aquí que, por supuesto,  nuestro Señor mismo usaría la misma forma de expresión al predecir los sucesos políticos de estos tiempos de los gentiles. Por consiguiente, puede considerarse razonablemente que, cuando el Señor habló del sol, la luna y las estrellas en términos notablemente similares a los que se encuentran en Apocalipsis, quería decir que el oscurecimiento del sol (es decir, la decadencia de la suprema autoridad en el mundo), comenzaría inmediatamente después de la destrucción de Jerusalén; y poniendo juntos los dos pasajes, llegaríamos a la conclusión de que el oscurecimiento figurado del sol sería más y más pronunciado hasta que, en el punto culminante de la dispensación, se convertiría en total oscuridad, mientras que, al mismo tiempo, los gobernantes caerían todos juntos, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un gran viento.

Para algunos, una tal interpretación de las palabras del Señor parece casi una necesidad cuando consideramos su expresa declaración de que las señales físicas no serían dadas en esta época con respecto al solo y único acontecimiento que su pueblo debía esperar y por el cual debía velar.

Un debilitamiento gradual de la autoridad en la tierra a manos de aquellos a los que se le ha confiado, como lo hemos indicado arriba, ha sido característico de esta época; y es un rasgo tan pronunciado de nuestros propios días que la decadencia de la autoridad, así como el espíritu de ilegalidad son temas en los cuales los hombres de la vida pública a menudo se espacian en la actualidad, y con palabras que traicionan las más graves aprensiones en cuanto al resultado. En las palabras "la luna no dará su luz", podemos ver el debilitamiento de la autoridad en una esfera más estrecha, como los gobiernos nacionales, todos los cuales están cambiando de monarquías a democracias. Y en las palabras "las estrellas caerán del cielo", podemos ver la caída de notables personajes, como el Kaiser alemán, la familia imperial de Austria (los Hapsburgos), los Romanoff -- que gobernaron a Rusia durante siglos -- los reyes de Grecia y Bulgaria, y los personajes de menor importancia en la esfera política (véase #Apoc. 9:1).

Estos sucesos no son lo bastante específicos para servir como señales de la venida del Señor, ni tienen ninguna relación de tiempo con ese suceso. Pero sí sirven admirablemente para el adelantamiento del único propósito práctico que el Señor tenía en mente al hablar en esta parte de su discurso y que ha dejado bien claro, a saber, que su pueblo debe mantenerse en un estado de expectativa de su regreso. Así que, sin darles ninguna señal de su venida, ni hacer ninguna declaración específica, pudo decir. "Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca" (#Luc. 21:28).

Un punto adicional es de notar: En relación con la referencia al sol, la luna y las estrellas, dice Lucas "porque las potencias de los cielos serán conmovidas". Y las mismas palabras ocurren, en la misma relación, tanto en Mateo como Marcos. Estas palabras explican lo que el Señor dijo sobre el sol, la luna y las estrellas, y muestran que no se refería a conmociones físicas. No hay autoridad (de esta clase) sino de parte de Dios (Rom. 13:1). Pedro usa la misma palabra cuando, hablando de que Cristo ascendió a los cielos, dijo: "A él están sujetos ángeles, autoridades y potestades" (#IPed. 3:22). En el curso de estos estudios, hemos visto que hay una misteriosa conexión entre los varios poderes que gobiernan en el mundo y ciertos poderosos seres angélicos. Pero todos estos poderes se han sujetado a Cristo, cuya prerrogativa es zarandearlos según le plazca. Y ciertamente ha habido un gran zarandeo de estas potencias en nuestros días, {2}, recordádonos lo que está escrito en otro lugar: "Pero ahora ha prometido, diciendo: 'Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo'" (Heb. 12:26). Esto concuerda muy de cerca con las palabras que se hallan en el relato de Mateo: "Y las potencias de los cielos serán conmovidas" (#Mat. 24:29).

No debe pasarse por alto que, en el relato de Mateo, tenemos la palabra "inmediatamente", porque dice: "Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá", etc. (#Mat. 24:29); y sin duda, esta palabra es la que ha llevado a muchos expositores a suponer que la gran tribulación habría de ocurrir al mero fin de la edad presente, seguida inmediatamente por señales en los cielos físicos y por la venida visible de Cristo. Pero, cualquiera que sea la fuerza de la palabra que nuestros traductores han traducido como "inmediatamente", no puede permitirse que desplace a la tribulación predicha por Cristo como que vendría (y que vino) en aquella generación, y que sea trasladada al final de la edad. Tampoco puede permitirse que la tribulación y las conmociones en los cielos sean una señal de la segunda venida en contradicción con su clara enseñanza en cuanto a ese suceso. Más bien, debemos asumir, en armonía con todo lo que Cristo ha dicho sobre ese tema, que el cumplimiento de esta parte particular de la profecía comenzó con la destrucción de Jerusalén, y ha de verse en todos los tratos de Dios en juicio con las potencias supeiores (#Rom. 13:1), desde ese momento en adelante.

La palabra "inmediatamente" usada por Mateo (no se encuentra en la parte correspondiente de Marcos ni Lucas) significa meramente que la destrucción de Jerusalén sería seguida inmediatamente por un período (de duración inmensurable) que se caracterizaría por conmociones de la clase descrita. Como hemos visto, tales alteraciones han sido unas de las principales características de la edad, y son una marca especial de nuestro propio tiempo.

Por último, al poner fin a estos estudios, deseamos decir nuevamente que no ponemos en duda en lo más mínimo que habrá mucha tribulación en la humanidad, y muchas aflicciones y muchos ayes, en el tiempo final de esta edad presente, para ser seguidos por el derramamiento de las copas llenas de la ira de Dios (#Apoc. 15:1). Todo lo que afirmamos es que, sin importar la naturaleza y la severidad de las aflicciones que han de venir, aquella tribulación en particular de la que el Señor hablaba como la gran tribulación, y como días de retribución (#Mat. 24;21; Luc. 21:22) fue la ejecución del juicio divino sobre el pueblo de Daniel y la santa ciudad, para lo cual Dios usó a los ejércitos romanos a las órdenes de Tito en 70 d. C.


1. Se considera comúnmente que los tiempos de los gentiles comienzan cuando Nabucodonosor se llevó cautivos a los judíos. Pero no hay nada en la Escritura que apoye esta idea, hast donde sabemos. Si los tiempos de los gentiles fueran el cautiverio en Babilonia, entonces habrían terminado cuando ese cautiverio terminó. Pero Dios no se alejó entonces de los judíos para acercarse a los  gentiles, porque les envió a sus profetas Hageo, Zacarías, yMlaquías.  El ministerio de Juan el Bautista era para Israel; el Señor mismo fue enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel, y se les encargó a los apóstoles que predicasen el evangelio a los judíos primero, lo cual hicieron fielmente. Pero, desde la destrucción de Jerusalén hasta la actualidad, la obra de la palabra y el Espíritu de Dios ha estado entre los gentiles. En vista de todo esto, nos inclinamos a pensar que, aunque hubo un breve período cuando la predicación del evangelio a los gentiles traslapó la predicación de Pedro y otros apóstoles a los judíos, puede decirse que los tiempos de los gentiles comenzaron plenamente con la destrucción de Jerusalén. Por supuesto, es una cuestión de comparativamente poca importancia cuándo comenzaron los tiempos de los gentiles, puesto que todos están de acuerdo en que han continuado en la edad actual, y que se extenderán hasta la segunda venida de Cristo.

2. Y ahora (en abril de 1944)
está en progreso un zarandeo mucho mayor  que aquél al que se hace referencia arriba.

APÉNDICE

En el curso de mi revisión de este libro para imprimir una nueva edición (justo veinte años después de la primera edición), he encontrado menos necesidad de la esperada de hacer correcciones y adiciones. Porque las condiciones políticas e industriales que entonces existían en el mundo que entonces existían en el mundo justificaban la creencia de que el zarandeo final de los cielos, la tierra, el mar, la tierra seca, y todas las naciones, predicho por el profeta Hageo (#Hageo 2.6, 7) y citado en esencia en Hebreo 12:26, 27, estaba en marcha aun entonces. Pero ahora, cuando estas líneas se están escribiendo, el mundo entero está en medio de una convulsión tan violenta y tan amplia que parece completamente imposible que haya una mayor.

Sea lo que sea (sobre lo cual no hago ninguna predicción), hay ciertamente un rasgo conspicuo de este derramamiento de los juicios divinos que entra en el ámbito del propósito de este libro, y bien vale la pena una discusión adicional. Teng en mente las aflicciones, las crueldades y persecuciones, sin precedentes en cuanto a violencia y alcance, que ahora están siendo visitadas sobre aquel pueblo disperso, los dolorosamente afligidos sobrevivientes de la raza judía, para el cual las persecuciones en sí mismas constituyen una tribulación sin parangón en toda la historia anterior.

Sin embargo, es imposible que la aflicción actual de los judíos sea considerada como la gran tribulación del esquema futurista de interpretación de la profecía. Porque, de acuerdo con las suposiciones básicas de ese sistema, la gran tribulación no ocurrirá (y ciertamente no puede ocurrir) sino hasta que los judíos sobrevivientes hayan sido reconstituidos como nación, obtenido posesión de Palestina, y reconstruido el templo de Jerusalén, re-establecido los sacrificios y las ordenanzas mosaicos, hecho un pacto con el anticristo por un período absurdamente breve de una semana, y hasta que el pacto haya sido violado a la mitad de la semana. Porque el sistema futurista requiere que todos estos grandes sucesos tengan lugar en la semana (siete años) que precede inmediatamente a la segunda venida de Cristo.

Sin embargo, por otra parte, y directamente en contrario, la aflicción sin paralelo de las naciones, ahora en progreso, y especialmente las sangrientas persecuciones contra los
ampliamente dispersos sobrevivientes de la raza judía, que ahora han alcanzado un grado de intensidad (en las demoníacas crueldades inventadas por Adolfo Hitler) no tienen igual hasta ahora en los anales de la humanidad, concuerdan perfectamente con la interpretación de la profecía, a la cual interpretación se ha adherido la mayor de todos los comentaristas evangélicos desde los días de la Reforma Protestante hasta fecha reciente; y que es defendida en este libro. Por las actuales fuentes noticiosas (Octubre de 1943), nos enteramos de que la población judía estimada de Europa hace diez años era de 8,300,000; y que esa cifra ha sido reducida en 5,000,000. De manera que, en toda la Europa continental ocupada por el Eje, sólo 3,000,000 continúan vivos. Ciertamente aquí tenemos un desgarrador artículo de tribulación inconmensurablemente grande. ¿Puede suponerse que una tribibulación de una severidad aun mayor todavía está reservada para esa raza angustiosamente afligida y que la boca del compasivo Salvador lo ha declarado? Imposible.

En vista de estas cosas, recibí con agrado la oportunidad que ahora se me ha presentado de llamar la atención a ciertos rasgos del gran tema que estamos estudiando (la gran tribulación de la profecía de los Olivos), que dará apoyo adicional al punto de vista de ese tema presentado en este libro.

Es manifiesto que, para arribar a un estimado bastante correcto de la magnitud de aquella gran tribulación (que debía ser cual nunca fue desde el principio del mundo * * * * * ni la habrá), se le debe dar el debido peso a las palabras: "Y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan". Es igualmente manifiesto que esta parte del versículo 24 de Lucas 21 trata de los mismos temas (Jerusalén y el pueblo judío) como la cláusula precedente del versículo. Además, ahora es evidente que el período de pruebas y sufrimientos, que los sobrevivientes de la destrucción de Jerusalén habrían de soportar durante su prolongada dispersión de siglos en todas las naciones de la tierra, constituye con mucho la mayor parte de la tribulación predicha, que habría de ser sin paralelo en la historia del mundo. Esto se ve más claramente cuando la historia de los judíos de la dispersión es considerada a la luz de la profecía de Moisés en sus últimas palabras a aquella nación de la cual fue fundador y padre que la alimentaba. Esas palabras están registradas en los capítulos finales de Deuteronomio. En ese mensaje final, Moisés advirtió fielmente a su pueblo amado, y con las palabras más claras, de las consecuencias de apartarse de los mandamientos del Señor. Un largo capítulo (Deut. 28) es dedicado a los detalles de este tema vital. Anteriormente, les había recordado las grandes características, que distinguía de manera notable los principios de su historia de los de otras naciones. Esas diferencias son ciertamente notables (véase #Deut. 4:7-12). Pero no los comentaremos ahora. Es suficiente para nuestro propósito actual referirnos al versículo 34, donde se da a entender implícitamente (en la forma de una pregunta retórica) que nunca, en ningún caso salvo el de Israel, había Dios intentado ir y tomar para sí una nación de en medio de otra nación. Lo que, sin embargo, es comparable a esto, y es pronosticado por ello, es que Dios está ahora visitando a todas las naciones del mundo para tomar de ellos un pueblo para su nombre (#Hech. 15:14).

Así, pues, tomando el capítulo 4 de Deuteronomio con la profecía de los Olivos de nuestro Señor, tenemos su palabra para ello de que, como Dios visitó a Egipto (la mayor de las naciones de aquella época), así también, en esta era de cumplimiento de todos los tipos y todas las sombras de la ley, Él visitaría a TODAS las naciones para tomar de ellas una generación escogida, un real sacerdocio, una nación santa, un pueblo peculiar (#1 Ped. 2: 9).  Así, pues, se nos hace saber que, así como Israel fue singular como nación en su comienzo, en que fue tomada en su totalidad -- hombres, mujeres y niños, con todas sus posesiones y muchos despojos -- del medio de otra nación, en la cual habían sido cautivos, así también su fin habría de er singular, en que sus sobrevivientes serían llevados cautivos a todas las naciones. Además, su santa ciudad habría de ser entregada en manos de sus enemigos mientras durasen los tiempos de los gentiles.

Uno de los hechos más notables relacionados con el fin de la historia de Israel como nación terrenal, y la prolongada condición de su ciudad y su pueblo sobreviviente, al contemplarlos en la actualidad -- preservando su identidad racial a pesar del tratamiento más cruel y despreciativo al cual un pueblo fue sometido jamás -- fue predicho por el gran fundador de su nación, en lo que casi fueron sus últimas palabras al pueblo que él tanto amaba. Citamos:

"Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres, al leño y a la piedra. Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará Jehová corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma, y tendrás tu vida como algo que pende delante de tí, y estarás temeroso de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida. Por la mañana dirás: ¡Quién diera que fuese la tarde! Y a la tarde dirás: ¡Quién diera que fuese la mañana! Por el miedo de tu corazón con que estarás amedrentado, y por lo que verán tus ojos" (Deut. 28:64-67).

Así termina la historia del Israel natural como fue vista y predicha por su fundador. Es ciertamente un cuadro oscuro. Pero hay, sin embargo, un lado más brillante, del cual podemos tener un vistazo satisfactorio en la profecía de nuestro Señor en el Monte de los Olivos. Porque, cuando él contempló la ciudad, lloró sobre ella, previendo la condenación que se le aproximaba (#Luc. 19:41-44), pronunció una palabra de gracia y promesa, donde hay una seguridad misericordia y salvación que habría de seguir a ese pueblo, y estaría accesible a ellos en todos sus peregrinajes durante todo este prolongado día de salvación. Porque Dios no ha echado al su pueblo que él conoció. Y esto se verá en el hecho de que, aunque decretó que serían llevados cautivos a todas las naciones, también decretó que este evangelio del reino será predicado a todo el mundo como testimonio a todas las naciones, antes de que venga el fin.

Por consiguiente, en cualesquiera nación en que estuviesen durante los tiempos de los gentiles, están al alcance del sonido salvador del evangelio de Dios, que es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, al judío primeramente (#Rom. 1:16). Además, por medio de la graciosa providencia de Dios ahora hay en todos los principales países del mundo agencias especiales para la evangelización de las gentes de ascendencia judía.

¿Qué, pues, diremos de todas estas cosas? Seamos celosos para asumir los negocios inconclusos del gran apóstol a los gentiles, predicando el reino de Dios (#Hech. 28:31) con esfuerzos especiales para alcanzar a las ovejas perdidas de la casa de Israel, con el fin de que ellos, las ramas naturales, puedan ser injertadas en su propio olivo. Porque Dios puede injertarlos otra vez, y lo hará si no persisten en incredulidad. Porque ASÍ -- y no de ninguna otra manera -- TODO ISRAEL SERÁ SALVO.

Arriba

Sección de Libros 2

Contenido
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8
9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15
| 16

Index 1