CAPÍTULO 8
LA
ÚLTIMA VISIÓN DE DANIEL
Llegamos ahora a una profecía (Dan. 10, 11, 12) estrechamente
relacionada con la de las setenta semanas; y por cuanto este
punto culminante de las visiones de Daniel arroja mucha luz
sobre las que la precedieron, y también por cuanto es
estudiada rara vez como debería serlo, proponemos examinarla
con todo el cuidado posible. Se hallará que contiene,
particularmente en la última parte, asuntos de mucha
importancia a causa de su influencia sobre el tema de la
profecía en general.
Antes de entrar en esta interesante parte de nuestro estudio,
sería bueno notar la relación mutua entre las cuatro visiones
que ocupan los últimos seis capítulos del libro de Daniel.
La visión de las cuatro bestias del capítulo 7 es la más
abarcante de todas. Llena el período de tiempo entero desde el
surgimiento del imperio babilónico, representado (como aparece
comúnmente en esculturas babilónicas que existen hasta en la
actualidad) como un león con alas de águila, pasando por el de
Medo-Persia, luego el de Grecia, hasta e incluyendo el período
entero del imperio romano y llegando hasta su mismo fin,
cuando el gobierno humano como un todo ha de ser desplazado
por el reino de Dios bajo la soberanía del Hijo del hombre. En
esta visión, hay referencias a "lo santos del Altísimo", que
son perseguidos bajo la cuarta bestia, pero la nación judía no
se ve en absoluto.
La visión del capítulo 8, la del carnero y el macho cabrío, es
de alcance mucho más limitado, estando limitada al período de
los imperios medo-persa y griego. Esto se dice definidamente
en la explicación dada por Gabriel (Dan. 8:20-25), así que por
necesidad tenemos que hallar el cumplimiento de todos los
detalles de esta profecía durante las eras persa y macedónica.
Encaja en y llena el amplio bosquejo de la visión precedente.
La visión del capítulo 9 es todavía más definida y específica.
También encaja en el amplio bosquejo del capítulo 7, pero
tiene que ver principalmente con los asuntos del pueblo y la
ciudad de Daniel hasta la destrucción de la última y la
dispersión del primero. La conexión entre esta visión y la
última de la serie entera es muy estrecha. En realidad, las
revelaciones contenidas en los capítulos 10, 11, y 12 se le
dieron a Daniel en respuesta a su ferviente oración (Dan.
10:12), para ilustrarlo en cuanto a asuntos que habrían de
ocurrir a su pueblo durante el período de las setenta semanas,
que entonces acababa de comenzar (porque la visión
suplementaria fue "en el año tercero de Ciro, rey de Persia"
(Dan. 10:1). Una nueva era de vida nacional para Israel había
comenzado ahora; y este segundo tramo de la vida judía,
comenzando con el regreso desde Babilonia en el año primero de
Ciro (A. C. 457)* es llamado "los últimos días" para
distinguirlo de la primera era de la existencia nacional de
Israel, que es llamada "los primeros días". Esto se explicará
más completamente más adelante. La profecía de las setenta
semanas había llenado de dolor el alma de Daniel porque,
aunque predecía la venida del Mesías y daba el tiempo de ella,
en vez de mostrar que su advenimiento significaría la
liberación y la prosperidad del pueblo de Daniel, declaraba
que se le quitaría la vida al Mesías y que un terrible juicio
habría de seguir. Así que Daniel se lamentó y se castigó
durante tres semanas enteras, mientras puso su corazón a
entender el asunto. En respuesta a este deseo, un ser angélico
de maravillosa belleza y gloria fue enviado a él, diciendo:
"Oh Daniel, hombre muy amado, entiende las palabras que te
hablo, y mantente firme, porque a tí he sido enviado".
Por esto, parece claramente que esta nueva comunicación del
cielo era con el expreso propósito de permitirle a Daniel
entender asuntos concernientes a su pueblo, asuntos que no
habían sido revelados por la profecía de las setenta semanas.
Además, al examinar cuidadosamente esta nueva comunicación a
Daniel (que ocupa los capítulos 11 y 12) se halla que es un
relato completo, en forma de una narración histórica continua,
del segundo período de la existencia nacional judía, desde el
reinado de Ciro (cuando se dio la visión) hasta la destrucción
de Jerusalén por los ejércitos romanos comandados por Tito. No
sólo es esto así -- y este es un asunto del más profundo
interés -- el cumplimiento de cada una de las cosas que se
dicen en esta larga narración profética se encuentra
registrada en historias de indiscutible autenticidad que han
llegado hasta nuestros días. Por consiguiente, consideramos
esta parte de nuestro estudio (Daniel 10, 11, y 12) como de
excepcional importancia e interés. Por esa razón, deseamos
solicitar una especial atención para ella, y particularmente a
la exposición de la última parte del capítulo 11 y la primera
parte del capítulo 12.
DANIEL 11
El capítulo 11 de Daniel es de difícil lectura para los que no
están familiarizados con la historia de los tiempos a los
cuales se refiere la profecía registrada. La última parte del
capítulo ha demostrado ser difícil también para los
expositores, entre los cuales hay una amplia diferencia de
opinión en cuanto a las personas y los sucesos a que se hace
referencia. Hasta el fin del versículo 30, hay casi acuerdo
completo entre los expositores en cuanto al significado de la
profecía y los sucesos que dieron cumplimiento a las varias
predicciones. No sabemos de ningún maestro convincente y
competente que no vea, en los versículos 1-30, los
lineamientos generales de la historia de Persia, el
surgimiento de Alejandro de Macedonia, la división de su
imperio entre sus cuatro generales, las incesantes guerras
entre los seléucidas (reyes de Siria, "el norte") y los
ptolomeos (reyes de Egipto, "el sur") y la carrera de Antíoco
Epífanes -- aquel odioso perseguidor de los judíos, llamado
"hombre despreciable". De hecho, la historia de aquellos
tiempos sigue tan de cerca la profecía, que Porfirio y otros
infieles han citado esa correspondencia como prueba de que la
profecía de Daniel debe haber sido escrita después del reinado
de Antíoco Epífanes.
Pero ha habido desacuerdo en cuanto a la aplicación de los
versículos 31-35 y en cuanto a cuál es "el pueblo que conoce a
su Dios", que "entiende" e "instruye a muchos". Algunos de los
antiguos comentaristas, como el obispo Newton, saltan por
encima de algunos siglos en este punto y ubican el
cumplimiento en los tiempos del evangelio, haciendo que "el
pueblo que conoce a su Dios", etc. sean los apóstoles y
predicadores de nuestra era. Pero esto es bastante
inadmisible, según los claros términos de la profecía misma,
como señalaremos. Y ciertamente el gran cuerpo de competentes
expositores encuentra el cumplimiento de estos versículos
(31-35) en las actividades de aquella notable familia de
hasmoneos, generalmente llamados los macabeos, que se
levantaron para liberar a los judíos en el reinado de Antíoco,
y que sirvieron fielmente a su pueblo como gobernantes y
sacerdotes durante 130 años. Ahora demostraremos, por medio de
historias auténticas de aquellos tiempos, que esta parte de la
profecía se cumplió con exactitud literal.
Faltando medio siglo para el nacimiento de Cristo, a cuya
fecha se refiere la narración profética, el
versículo 35 nos lleva, en orden regular, a todos
los puntos principales de la historia judía, sin pasar por
encima de nada importante. Esto crea una fuerte presunción de
que la profecía, en su porción restante, continúa el curso de
la historia judía sin ninguna pausa. Es imposible concebir
ninguna razón para que la narración siga el curso de los
sucesos durante la mayor parte del período de "los últimos
días" y luego, cuando ocurrieron los sucesos más importantes
del período, se interrumpiera bruscamente y volara al futuro
remoto, pasando por encima de un puñado de siglos de un solo
salto.
La lupa más potente no logra revelar la más ligera señal de
tan notable "pausa". Por el contrario, las varias cláusulas de
la profecía en este punto (véanse los versículos 35 y 36)
están conectadas directamente juntas por la partícula "y". Por
consiguiente, si el lector, al pasar del versículo 34 al 35
(o, como dicen algunos, del versículo 35 al 36) es
transportado en un abrir y cerrar de ojos a través de un
período de más de dos mil años, no hay nada en el texto que le
avise de ello, ni siquiera que le sugiera una cosa tan
extraordinaria. Dónde obtienen su información los que afirman
esto es un misterio para nosotros.
Recordamos nuevamente que el que estaba vestido de lino había
declarado a Daniel que había venido para hacerle entender lo
que le ocurriría al pueblo de Daniel "en los últimos días"
(Dan. 10:14). La profecía deja perfectamente claro que el
período designado aquí como "los últimos días" es el segundo
tramo de la historia judía que comenzó con la restauración
desde Babilonia (dos años antes de que esta visión se le dio a
Daniel en el año tercero de Ciro (Dan. 10:1) y terminó con la
destrucción de Jerusalén y la dispersión del pueblo por Tito
en el año 70 d. C.
Hay poco lugar para las dudas en cuanto al significado del
término "los últimos días", porque el ángel, después de haber
declarado que el propósito de su venida era informar a Daniel
de las cosas que habrían de ocurrir a su pueblo "en los
últimos días", comenzó en ese mismo momento a hablar de los
sucesores de Ciro al trono de Persia, del surgimiento de
Alejandro el Grande, y de los sucesos en los reinados de sus
sucesores durante cientos de años de allí en adelante. Esto
prueba de manera concluyente que "los últimos días" eran este
segundo tramo de la historia judía que siguió a la
restauración desde Babilonia, y hace imposible asignarle
cualquier otro significado. Además, la Escritura contrasta
este período con el primer período de la historia judía, que
llama "los días pasados" (Zac. 8:11), de la misma manera que
distingue los profetas de ese primer período como "los
primeros profetas" (Zac. 1:4; 7:7; 7:12).
Sería extraño ciertamente que un relato de "los últimos días"
del pueblo judío, ya fuera histórico o profético, fuera a
detallar los principales sucesos de él desde el mismo
principio hasta aproximadamente 30 años antes del nacimiento
de Cristo y luego súbitamente se interrumpiese y volara a un
futuro distante, ignorando todos esos grandes sucesos, y sin
dar la más ligera indicación de ninguna pausa en el fluir
ordenado y continuo de la narración.
No hay absolutamente ninguna evidencia en apoyo de la
idea de tal pausa. La idea no descansa en en ninguna otra base
que la de que muchos comentaristas modernos, no siendo
conscientes del cumplimiento histórico de la última parte de
esta profecía (a pesar de que su cumplimiento es
maravillosamente completo y exacto, como esperamos mostrar) e
ignorando las limitaciones d ela profecía misma, han imaginado
e inventado un cumplimiento que (dicen ello) tendrá lugar al
fin de la presente dispensación evangélica. En el curso de
nuestro estudio de este capítulo, esperamos mostrar
claramente, no sólo que no hay ninguna evidencia en absoluto
de la supuesta pausa en el versículo 35 o el 36, sino que la
idea es completamente inadmisible.
LA "COSA" REVELADA A
DANIEL
Las tres visiones dadas a Daniel, todas dentro del espacio de
unos pocos años: (1) la del capítulo 8, el carnero y el macho
cabrío, (2) la del capítulo 9, las setenta semanas, y (3) la
de los capítulos 10-12, "lo que está escrito en el libro de la
verdad" (Dan. 10:21), relatan los sucesos que habrían de tener
lugar en el nuevo tramo de la existencia nacional judía, que
comenzó con la salida del decreto para restaurar y edificar a
Jerusalén en el primer año de Ciro.
1. En cuanto a la primera visión, se declara que el carnero
con los dos cuernos es "los reyes (o el reino) de Media y
Persia"; se declara que el macho cabrío es "el rey (o reino)
de Grecia"; y "el gran cuerno es el primer rey", es decir,
Alejandro el Grande (Dan. 8:20,21). Esta visión asombró a
Daniel, y lo mantuvo enfermo de pesar, pero no la entendió
(Dan. 8:27).
2. Algunos años más tarde, es decir, en el año primero de
Darío (Dan. 9:1), Daniel se enteró del propósito de Dios, como
había sido predicho por Jeremías, de poner fin al cautiverio
de Israel después de setenta años. Esto le llevó a buscar al
Señor fervientemente en oración, en ayuno y ceniza, hablando y
orando, y confesando su propio pecado y el pecado de su
pueblo, y haciendo súplicas por el pueblo, la ciudad, y el
santuario de Dios. La respuesta del cielo a su oración fue la
visita de Gabriel a Daniel con la profecía de las setenta
semanas. Esta profecía también tiene que ver con la era de los
imperios persa, griego, y romano, hasta e incluyendo la venida
y la crucifixión de Cristo.
3. El efecto de esta segunda visión fue causar aun mayor pesar
a Daniel porque, aunque la prometida restauración del
cautiverio en Babilonia había ocurrido, y los setenta años de
desolación de Jerusalén habían terminado, he aquí la
predicción de que el Mesías habría de venir en un tiempo
específico pero, en vez de ser victorioso y poner a su pueblo
por encima de las naciones, se le quitaría la vida, la ciudad
y el santuario serían destruidos "como con inundación", y
estaban determinadas desolaciones de duración no medida. De
aquí que hallemos a Daniel, en el tercer año de Ciro, llevando
luto por tres semanas completas, durante las cuales no comió
ninguna comida agradable, ni entraron en su boca carne ni vino
(Dan. 10:1-3).
Nuevamente viene a este devoto hombre de Dios una respuesta
desde el cielo en la persona de un ser celestial, por cuyas
palabras nos enteramos de que el ayuno y la oración de Daniel
eran para que se le hicieran entender las anteriores visiones.
Porque el ángel dijo: "Fueron oídas tus palabras y a causa de
tus palabras yo he venido. ... He venido para hacerte saber lo
que ha de venir a tu pueblo en los postreros días" (Dan.
10:11-14). Así que esta larga y detallada profecía, registrada
en el capítulo 11, fue dada con el expreso propósito de hacer
entender a Daniel lo que no había podido entender concerniente
a lo que habría de ocurrir a su pueblo durante el tramo
adicional de setenta semanas de la vida nacional que se les
había concedido.
Así, pues, se declara que el gran tema de la profecía es la
historia del pueblo de Israel, por el cual Daniel había estado
intercediendo. Al mantener este hecho a la vista, llevaremos
con nosotros una clara visión por la cual podremos explorar
los términos de esta profecía.
La importancia de la "cosa" que el ángel vino a explicar a
Daniel queda indicada por el trabajo que el primero se tomó
para animar y fortalecer al hombre muy amado, que ahora estaba
avanzado en años, debilitado por el ayuno, y abrumado por la
tristeza (Dan. 9:18, 19).
Ahora procederemos a mostrar el cumplimiento de los detalles
de esta profecía. No es difícil hacer esto con la ayuda de
historias confiables -- en particular I y II Macabeos, y
Josefo. Por supuesto, éstos no son escritos inspirados, pero
son historias auténticas y dignas de confianza que, en la
providencia de Dios, han llegado hasta nosotros desde tiempos
antiguos y por cuyos registros la fe de su propio pueblo puede
ser estimulada y para que los que rechazan su palabra puedan
quedar sin excusa.
LA ERA PERSA
Los primeros cuatro versículos de Daniel 11 predicen sucesos
que son cuestiones familiares de la historia. Esto muestra que
la profecía habría de tener un cumplimiento muy literal; y
también que el cumplimiento comenzaría en ese mismo tiempo.
Porque el versículo 2 declara que surgirían otros cuatro reyes
persas (después de Ciro). Predice, además, que el cuarto rey
sería inmensamente rico y que levantaría a todos contra
Grecia. Éste era el famoso Jerjes quien, después de largos
preparativos en todas partes de su reino, invadió Grecia con
un enorme ejército y una enorme fuerza naval, pero fue
derrotado ignominiosamente pr tierra y por mar, preparando así
el camino para la caída del imperio persa (véase la Cronología Bíblica de
Anstey, p. 239).
ALEJANDRO EL GRANDE
Los versículos 3 y 4 predicen el surgimiento de un rey
poderoso que gobernaría con gran poder y haría su voluntad.
Sin embargo, su reino habría de ser quebrantado y dividido en
cuatro partes, pero no para su propia posteridad. Esto se
cumplió literalmente en la carrera de Alejandro el Grande
quien, después de su conquista de Persia y el mundo, murió sin
hijos, y sus vastos dominios fueron divididos entre sus cuatro
generales. Éstos no gobernaron "según los dominios de
Alejandro", pues el reino de ellos fue "saqueado una y otra
vez, aun por otros además de ellos mismos".
LOS SUCESORES DE ALEJANDRO
Después de la partición de los dominios de Alejandro, el
pueblo judío entró en contacto con sólo dos de los cuatro
reinos que le sucedieron -- los seléucidas, los reyes de Siria
("el rey del norte") y los ptolomeos, gobernantes de Egipto
("el rey del sur"). Éstos libraron incesantes guerras el uno
contra el otro, y los judíos sufrieron a su vez a causa de
cada uno de ellos.
Los versículos 5 al 19 inclusive, de Daniel 11, describen las
guerras e intrigas entre el rey del norte (Siria) y el rey del
sur (Egipto) (Dan. 11:5-19). Al principio, prevalecieron los
reyes de Egipto. La profecía predijo esto, porque dice: "Y se
hará fuerte el rey del sur; mas uno de sus príncipes será más
fuerte que él, y se hará poderoso; su dominio será grande" (v.
59.
El versículo 6 dice: "Al cabo de años harán alianza" -- es
decir, el rey del norte y el rey del sur formarán una liga --
"la hija del rey del sur vendrá al rey del norte para hacer la
paz. Pero ella no podrá retener la fuerza de su brazo; porque
será entregada ella y los que la habían traído, asimismo su
hijo, y los que estaban de parte de ella en aquel tiempo".
Respondiendo a esta profecía definida, tenemos registros
históricos de una alianza entre los dos reinos rivales, cuando
Ptolomeo Filadelfo dio su hija Berenice en matrimonio a
Antíoco Teo, de Siria, a condición de que se separara de su
esposa, Laodice. Pero, como se había predicho en la profecía,
esta liga no duró mucho, porque Ptolomeo murió poco tiempo
después, y luego Antíoco se separó de Berenice, y recogió a su
anterior esposa, que se vengó procurando su asesinato y
también el de Berenice.
El hermano de ésta última, Ptolomeo Euergetes (al que en la
profecía se le llama "renuevo de sus raíces") vengó su muerte
invadiendo Siria, en lo cual tuvo éxito. Esto parece ser lo
que se predice en los versículos 7, 8, y 9, que hablan de
alguien que "entrará en la fortaleza del rey del norte" y
"predominará" y "llevará cautivos a Egipto los dioses de
ellos, sus imágenes fundidas, y sus objetos preciosos de plata
y oro".
ANTÍOCO EL GRANDE
Más adelante, sin embargo, bajo Antíoco el Grande, los sirios
se volvieron los más poderosos. Ese monarca prosiguió con
vigor la guerra contra Egipto y al proncipio con algún éxito,
como lo indica el versículo 10. Pero, como lo había predicho
el versículo 11, el rey de Egipto se enfureció y le derrotó,
causándole grandes pérdidas. Pero, aunque "derribó a muchos
millares", "no prevaleció" (v. 12). Porque, como catorce años
más tarde, Antíoco reanudó la guerra, cumpliendo las palabras:
"Porque el rey del norte volverá a poner en campaña una
multitud mayor que la primera". En esta expedición, fue
ayudado por judíos réprobos, descritos en la profecía como
"hombres turbulentos" (vv. 13, 14). Por esta ayuda
proporcionada por los judíos, Antíoco mostró favor hacia ellos
por un tiempo. Cuando entró en Palestina, fue recibido por
ellos con grandes demostraciones de júbilo; y así, como se
había predicho, "estuvo en la tierra gloriosa" (v. 16); pero
finalmente esto resultó ser una calamidad para los
judíos,porque Antíoco cumplió las palabras: "Y estará en la
tierra gloriosa, que será consumida en su poder".
Además, en su intento de llevar a cabo sus designios contra
Egipto, Antíoco dio en matrimonio a su
hija Cleopatra a Ptolomeo Epífanes. Pero esto no le resultó
ventajoso, porque ella se puso de parte de su esposo en lugar
de su padre. Se puede ver una referencia a este incidente
político en las palabras: "Y le dará una hija de mujeres para
destruirle; pero no permanecerá, ni tendrá éxito" (v. 17).
Luego, Antíoco se volvió a hacer guerra contra los romanos,
pero fue derrotado por Escipión el Africano, después de lo
cual regresó a su propia tierra, y fue muerto por su pueblo,
que se enfureció por los gravosos impuestos establecidos por
él para sufragar los gastos de su guerra fracasada y el
tributo impuesto por los romanos. Se ve fácilmente que estos
incidentes, que pusieron fin a la carrera de Antíoco el
Grande, responden a las predicciones del versículo 19.
EL COBRADOR DE IMPUESTOS
En los párrafos anteriores, simplemente hemos condensado la
información histórica que ha sido reunida con extremo cuidado
por hábiles expositores, como Prideaux ("Connection of the Old
and New Testaments"), Pusey ("Lectures on Daniel"), Anstey
("Romance of Bible Chronology") y Taylor ("Daniel the
Beloved").
Hay cierta incertidumbre en cuanto a quién es "el cobrador de
impuestos" (o, como dice en el margen, "alguien que hace pasar
un cobrador de tributos") mencionado en el versículo 20.
Taylor aplica este versículo al hijo de Antíoco, que le
sucedió y que tuvo que recoger enormes sumas de dinero en
impuestos para pagar el tributo anual a los romanos, y podemos
aceptar esto como correcto (puesto que parece que aquí estamos
siguiendo la sucesión de eventos en Siria); pero una estrecha
corespondencia con el versículo 20 también se encuentra en la
carrera de un tal Jasón, que "estuvo" en Palestina en ese
tiempo, obtuvo el sumo sacerdocio mediante soborno, y lo
perdió poco tiempo después (II Macabeos, cap. 4).
ANTÍOCO EPÍFANES. EL "HOMBRE
DESPRECIABLE"
El versículo 21 predice el surgimiento de un "hombre
despreciable". Casi todos los expositores de reputación
concuerdan en que este "hombre despreciable" (una expresión
que significa alguien en extremo aborrecible y detestado) era
Antíoco Epífanes, sucesor de Antíoco el Grande como rey de
Siria. Esta odiosa persona ocupa un lugar muy grande en la
profecía, porque los versículos 21 al 35 se ocupan de predecir
sus abominables acciones contra los judíos. En I Macabeos
1:10, se lo describe como "una raíz malvada". Sus acciones de
crueldad y sacrilegio excedían con mucho cualquier cosa que
los judíos hubiesen sufrido bajo anteriores gobernantes.
Muchas páginas de los Macabeos y Josefo están dedicadas a la
historia de este rey tiránico y su maltrato de los judíos.
En la profecía (Dan. 11:21, 23), se predice que "vendrá sin
aviso y tomará el reino con halagos ... después del pacto con
él, engañará". Esto se cumplió bastante literalmente, porque
Josefo relata que el rey (Antíoco), habiendo decidido hacer
guerra contra el rey de Egipto, "subió a Jerusalén y,
fingiendo paz, se apoderó de la ciudad con traición" (Lib. II,
5, 4). La edición de la Biblia de Cambridge cita a II Macabeos
4:7, 10, 23-32 en relación con los versículos precedentes.
Nuevamente, de acuerdo con la profecía (Dan. 11:24), esta
"persona despreciable", después de entrar pacíficamente en los
lugares más ricos de la provincia, haría "lo que no hicieron
sus padres, ni los padres de sus padres; botín, despojos y
riquezas repartirá a sus soldados", etc. De acuerdo con esto,
está el hecho de que ninguno de los predecesores de Antíoco
había interferido jamás ni en lo más mínimo con el culto, las
leyes, ni las observancias religiosas de los judíos; ni habían
violado jamás el templo en manera
alguna. Así, pues, al saquear y profanar el templo, y en sus
actos de crueldad y sacrilegio (a lo que nos referiremos
abajo). Antíoco Epífanes hizo "lo que no habían hecho ni sus
padres ni los padres de sus padres".
El versículo 25 de la profecía predice la expedición militar
de este gobernante contra Egipto (II Mac. 5:1). Las historias
hacen un relato completo de esta campaña. En realidad, la
edición de Cambridge de la Biblia, y algunas otras, tienen una
nota al margen sobre este versículo, que dice: "Cumplido en el
año 70 A. C.".
Los versículos 28-30 hablan del regreso de este gobernante a
Egipto en una segunda expedición, y de su fracaso: "Porque las
naves de Sittim vendrán contra él. Por tanto, será agraviado
(se sentirá chasqueado o desanimado) y regresará y se
indignará contra el pacto santo", etc. (Dan. 11:28-30). El
registro de esta fracasada expedición contra Egipto, y de la
furia de Antíoco, que él procedió a descargar contra los
judíos, aparece en Macabeos y en Josefo. Anstey condensa así
el relato de ellos.
"A. C. 168. Popilio se encontró con Antíoco Epífanes a cuatro
millas de Alejandría, trazó un círculo alrededor de él en la
arena, y le obligó a abandonar su guerra en Egipto. Después de
lo cual, Antíoco comenzó su salvaje persecución contra los
judíos, que condujo al surgimiento de Matatías y los
macabeos".
En el versículo 28 de la Biblia de Cambridge hay una nota:
"Cumplido en 169 A. C.", y el versículo 30 hay otra nota:
"Cumpido en 168 A. C.". En el versículo 31, cita a I Mac.
1:59; II Mac. 6:2. en el versículo 32, cita a I Mac. 1:62, II
Mac. 6.19; 7:1. En el versículo 34, cita a I Mac. 3:17; 4:8;
II Mac. 2:21. Y en el versículo 35 cita a I Mac. 6:12.
Esto nos trae el punto culminante de las malvadas acciones de
Antíoco, que la profecía predice claramente y que las
historias registran con gran detalle. Nos referimos a su
grosera impiedad y burdo sacrilegio con respecto al templo,
los sacrificios, y las costumbres religiosas de los judíos. El
versículo 30 habla de que llegó a un entendimiento "con los
que abandonaron el pacto santo". Porque muchos judíos
apostataron en ese tiempo, abandonando a Dios, y volviéndose
contra todas sus costumbres religiosas. Así, pues, leemos en I
Mac. 1:41-43 y 52:
"Además, el rey Antíoco escribió a todo su reino, que todos
debían ser un pueblo y cada uno debía acatar sus leyes. Así
que todos los paganos estuvieron de acuerdo con el mandamiento
del rey. Y también muchos de los israelitas consintieron a su
religión e hicieron sacrificios a sus ídolos y profanaron el
sábado. *** Entonces muchos de los del pueblo se unieron a
ellos, a saber, todos los que abandonaron la ley, y así
hicieron lo malo en la tierra".
Nuevamente, el cumplimiento es muy exacto. El versículo 31 de
Daniel 11 predecía que: "Armas se levantarán de su parte", o
más literalmente, "Se levantarán de su parte tropas". Esto se
cumplió cuando Antíoco envió un ejército a Judea (I Mac. 1:29
ss).
En esta ocasión, también "profanaron" el santuario e hicieron
cesar el sacrificio diario; porque está registrado en 1 Mac.
1:44 ss. que Antíoco envió cartas mandándoles que obedecieran
leyes extrañas, y prohibiéndoles ofrecer "holocaustos y
sacrificios, y oblaciones en el templo, y mandándoles que
profanaran el sábado y los días de fiesta, y que contaminaran
el santuario del pueblo santo".
Aquí citamos el bien escrito relato del Dr. Taylor sobre la
acciones de este atroz personaje:
"Cuando fue informado de la
satisfacción con que los judíos habían recibido la noticia
de su supuesta muerte, y especialmente del intento del justo
sumo sacerdote por recuperar su puesto, decidió creer que
toda la nación judía se había rebelado y, marchando a toda
prisa, sitió a Jerusalén y la tomó, matando a más de
cuarenta mil personas en tres días y tomando otros tantos
cautivos para venderlos como esclavos. No contento con esto,
entró al templo por la fuerza, ingresó al mismísimo Lugar
Santísimo, e hizo sacrificar una gran puerca sobre el altar
del holocausto, e hizo rociar caldo de la misma carne
inmunda sobre los sagrados recintos, para profanarlos.
Cuando se retiró, llevó consigo el altar de incienso, el
candelabro de oro, la mesa de los panes de la proposición, y
otros vasos sagrados, por valor de mil ochocientos talentos
de oro. ... Dos años después de cometer estas enormidades,
regresando de otra invasión a Egipto, donde había sido
derrotado por los romanos, dio salida a su frustración
yéndose contra los judíos, y envió un destacamento de su
ejército, veintidós mil hombres comandados por Apolonio, con
órdenes de destruir Jerusalén. A su llegada a la ciudad
santa, Apolonio se comportó pacíficamente, ocultando su
propósito hasta el sábado; pero, ese día, cuando el pueblo
estaba reunido en sus sinagogas, soltó a sus soldados contra
ellos, ordenándoles que matasen a todos lo hombres pero que
tomasen cautivos a todas las mujeres y a todos los niños.
Estas órdenes fueron obedecidas demasiado fielmente, de
manera que las calles se llenaron de sangre. ... Así, pues,
se verificó la triste descripción de Salmo 79: 'Oh, Dios,
vinieron las naciones a tu heredad; han profanado tu santo
templo; redujeron a Jerusalén a escombros. Dieron los
cuerpos de tus siervos por comida a las aves de los cielos,
la carne de tus santos a las bestias de la tierra.
Derramaron su sangre como agua en los alrededores de
Jerusalén, y no hubo quien los enterrase. Somos afrentados
de nuestros vecinos, escarnecidos y burlados de los que
están en nuestros alrededores'".
Las palabras "y pondrán la abominación desoladora" (Dan. 1:31)
requieren una explicación especial a causa de su recurrencia
en Dan.12:11 y su uso por el Señor Jesucristo en Mat. 24:15.
Ya hemos demostrado, y esperamos referirnos al asunto
nuevamente, que la expresión "la abominación desoladora"
significa una fuerza armada extranjera. Tal fuerza fue
desplegada por Antíoco en la ciudad de David (I Mac. 1:34,
35).
El versículo 32 de la profecía habla de dos clases de judíos,
(1) "los violadores del pacto" y (2) los que conocen a su
Dios". De los primeros se dice que serán corrompidos "con
lisonjas" y de los segundos, que "se esforzarán y actuarán".
Concerniente a la primera clase, está registrado en Mac. 1:11
y ss. que: "En aquellos días, salieron de Israel hombres
impíos que persuadieron a muchos, diciendo: Vayamos y hagamos
pacto con los paganos que están alrededor de nosotros. ...
Luego, algunos de los del pueblo eran tan decididos que fueron
a ver al rey, el cual les dio permiso para que obedecieran las
ordenanzas de los paganos". Muchos judíos, incluyendo hasta
Jasón, el hermano de Onías el sumo sacerdote, fueron
corrompidos y ganados para la causa de Antíoco por medio de
lisonjas e interés propio (II Mac. 4:7-14).
EL LEVANTAMIENTO DE LOS
MACABEOS
La segunda clase de personas de que se habla en el versículo
32 de Daniel 11, "los que conocen a su Dios", queda fácil y
completamente indentificada en Matatías, el sacerdote piadoso
y patriótico, y sus cinco hijos, que encabezaron una exitosa
revuelta contra Antíoco y los de su familia que mandaron en
Israel como gobernadores y sacerdotes durante 130 años. Éstos
fueron ciertamente "fortalecidos" por medio del "conocimiento
de su Dios" y "llevaron a cabo acciones" del más alto valor,
particularmente Judas, apodado Macabeo, es decir, martillo de
Dios. Este apodo de Judas ha sido aplicado a la familia
entera, pero sus miembros son llamados apropiadamente los
Príncipes Hasmoneos.
No es necesario hablar de las heroicas "acciones" de Judas y
sus hermanos, Jonatán y Simón, que le sucedieron, porque son
bien conocidas. Pero los términos de los versículos 33, 34 y
35 requieren alguna explicación. (Dan. 11:33-35).
El versículo 33 dice: "Y los sabios del pueblo instruirán a
muchos". Con buena autoridad, podemos decir que el tiempo del
verbo hebreo usado requiere la traducción "los que hacen
entender". De la misma manera, en el pasaje 12:3, la
traducción literal sería "los que hacen ser sabios". Estos
términos designan apropiadamente a los que tienen la palabra
de Dios y a los que imparten a otros el conocimiento de los
caminos de Dios, y los hacen "sabios para salvación".
Por consiguiente, la descripción se aplica particularmente a
Matatías y a su familia, que no sólo eran sacerdotes por
derecho de naciomiento, y por eso, los maestros de Israel
divinamente ordenados, sino que eran verdaderos sacerdotes,
que desempeñaban fielmente sus deberes para Dios y para su
pueblo.
Además, el versículo 33 dice: "Y por algunos días caerán a
espada y a fuego, en cautividad y despojo". Esto se cumplió
muy literalmente en la historia de los hasmoneos. Judas mismo,
y una gran parte de de su ejército, fueron muertos a espada (I
Mac. 9:17, 18). También Jonatán fue muerto, junto con un
millar de hombres (I Mac. 12:48). El jefe de los recaudadores
de impuestos incendió Jerusalén (I Mac. 1:31; véase también II
Mac. 7). Cuarenta mil personas fueron llevadas cautivas por
Antíoco (II Mac. 5:14).
El versículo 34 dice: "Y en su caída serán ayudados de pequeño
socorro" ( o mejor, con la ayuda de unos pocos); "pero muchos
se juntarán a ellos con lisonjas".
Ser "ayudado" en la Escritura significa serlo efectivamente; y
lo que se señala aquí es que los macabeos llevarían a cabo sus
grandes victorias con la "ayuda" de un pequeño número; y esto
se cumplió de manera maravillosa en que Judas, una y otra vez,
con fuerzas muy exiguas, derrotó a
grandes ejércitos de sirios, idumeos, y otros (I Mac. 2:28;
3:9-11), etc. Pero, más tarde, muchos se les unieron con
lisonjas, profesándoles amistad, etc. (I Mac. 10). Fue así
como Alejando Bala, sucesor de Antíoco Epífanes, hizo con
Jonatán alianza de ayuda mutua y amistad (I Mac.
10:65).
El versículo 35 de Daniel 11 predice que algunos de los
entendidos, o que hacen ser sabios -- es decir, los maestros
del pueblo de Dios -- caerán para ser depurados y limpiados y
emblanquecidos hasta el tiempo del fin. Durante varias
generaciones, la familia de Matatías continuó sirviendo al
pueblo de Israel como sacerdotes y maestros (I Mac. 10:21;
14:35; 10:24; y Josefo Ant. XIII 8, 1). De éstos, "algunos"
cayeron al sufrir muerte violenta y cautiverio (I Mac. 6:46;
9:18; 9:36, 42; 12:41-48; Ant. XIV 4, 5; XIV 13, 10; XV 6, 2).
Y esto continuó hasta el mismo fin de la "era" de los
hasmoneos, pues, el último de la familia, Aristóbulo, que fue
sumo sacerdote por corto tiempo, fue asesinado por órdenes de
Herodes (Ant. XV 3, 3).
Las palabras "hasta el fin" serían interpretadas muy
naturalmente como el fin de la era de los hasmoneos, que tuvo
un principio muy definido y un fin igualmente definido, pues
en relación con la historia de esa familia que el término se
usa. Pero, si se considera que el versículo 35 describe un
estado de cosas que habría de continuar hasta el tiempo del
fin (la era final) de este período de la existencia nacional
judía, sería correcto en ese sentido también, pues el
versículo 35 nos lleva a esta era.
* Véase Wonders of Bible
Chronology [Maravillas de la Cronología Bíblica], de
P. Mauro. "Daniel estaba temblando, y luego el ángel le dijo
también: 'Daniel, no temas; porque desde el primer día que
dispusiste tu corazón a entender y humillarte en la presencia
de tu Dios, fueron oídas tus palabras ... He venido para
hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros
días'" (Dan. 10:12-14).
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