Philip Mauro
LAS SETENTA SEMANAS Y
LA GRAN TRIBULACIÓN

Un estudio de las dos últimas visiones de Daniel y del
discurso del Señor Jesucristo en el Monte de los Olivos

Philip Mauro
(1921)


CAPÍTULO 8

LA ÚLTIMA VISIÓN DE DANIEL

Llegamos ahora a una profecía (Dan. 10, 11, 12) estrechamente relacionada con la de las setenta semanas; y por cuanto este punto culminante de las visiones de Daniel arroja mucha luz sobre las que la precedieron, y también por cuanto es estudiada rara vez como debería serlo, proponemos examinarla con todo el cuidado posible. Se hallará que contiene, particularmente en la última parte, asuntos de mucha importancia a causa de su influencia sobre el tema de la profecía en general.

Antes de entrar en esta interesante parte de nuestro estudio, sería bueno notar la relación mutua entre las cuatro visiones que ocupan los últimos seis capítulos del libro de Daniel.

La visión de las cuatro bestias del capítulo 7 es la más abarcante de todas. Llena el período de tiempo entero desde el surgimiento del imperio babilónico, representado (como aparece comúnmente en esculturas babilónicas que existen hasta en la actualidad) como un león con alas de águila, pasando por el de Medo-Persia, luego el de Grecia, hasta e incluyendo el período entero del imperio romano y llegando hasta su mismo fin, cuando el gobierno humano como un todo ha de ser desplazado por el reino de Dios bajo la soberanía del Hijo del hombre. En esta visión, hay referencias a "lo santos del Altísimo", que son perseguidos bajo la cuarta bestia, pero la nación judía no se ve en absoluto.

La visión del capítulo 8, la del carnero y el macho cabrío, es de alcance mucho más limitado, estando limitada al período de los imperios medo-persa y griego. Esto se dice definidamente en la explicación dada por Gabriel (Dan. 8:20-25), así que por necesidad tenemos que hallar el cumplimiento de todos los detalles de esta profecía durante las eras persa y macedónica. Encaja en y llena el amplio bosquejo de la visión precedente.

La visión del capítulo 9 es todavía más definida y específica. También encaja en el amplio bosquejo del capítulo 7, pero tiene que ver principalmente con los asuntos del pueblo y la ciudad de Daniel hasta la destrucción de la última y la dispersión del primero. La conexión entre esta visión y la última de la serie entera es muy estrecha. En realidad, las revelaciones contenidas en los capítulos 10, 11, y 12 se le dieron a Daniel en respuesta a su ferviente oración (Dan. 10:12), para ilustrarlo en cuanto a asuntos que habrían de ocurrir a su pueblo durante el período de las setenta semanas, que entonces acababa de comenzar (porque la visión suplementaria fue "en el año tercero de Ciro, rey de Persia" (Dan. 10:1). Una nueva era de vida nacional para Israel había comenzado ahora; y este segundo tramo de la vida judía, comenzando con el regreso desde Babilonia en el año primero de Ciro (A. C. 457)* es llamado "los últimos días" para distinguirlo de la primera era de la existencia nacional de Israel, que es llamada "los primeros días". Esto se explicará más completamente más adelante. La profecía de las setenta semanas había llenado de dolor el alma de Daniel porque, aunque predecía la venida del Mesías y daba el tiempo de ella, en vez de mostrar que su advenimiento significaría la liberación y la prosperidad del pueblo de Daniel, declaraba que se le quitaría la vida al Mesías y que un terrible juicio habría de seguir. Así que Daniel se lamentó y se castigó durante tres semanas enteras, mientras puso su corazón a entender el asunto. En respuesta a este deseo, un ser angélico de maravillosa belleza y gloria fue enviado a él, diciendo: "Oh Daniel, hombre muy amado, entiende las palabras que te hablo, y mantente firme, porque a tí he sido enviado".

Por esto, parece claramente que esta nueva comunicación del cielo era con el expreso propósito de permitirle a Daniel entender asuntos concernientes a su pueblo, asuntos que no habían sido revelados por la profecía de las setenta semanas.

Además, al examinar cuidadosamente esta nueva comunicación a Daniel (que ocupa los capítulos 11 y 12) se halla que es un relato completo, en forma de una narración histórica continua, del segundo período de la existencia nacional judía, desde el reinado de Ciro (cuando se dio la visión) hasta la destrucción de Jerusalén por los ejércitos romanos comandados por Tito. No sólo es esto así -- y este es un asunto del más profundo interés -- el cumplimiento de cada una de las cosas que se dicen en esta larga narración profética se encuentra registrada en historias de indiscutible autenticidad que han llegado hasta nuestros días. Por consiguiente, consideramos esta parte de nuestro estudio (Daniel 10, 11, y 12) como de excepcional importancia e interés. Por esa razón, deseamos solicitar una especial atención para ella, y particularmente a la exposición de la última parte del capítulo 11 y la primera parte del capítulo 12.

DANIEL 11

El capítulo 11 de Daniel es de difícil lectura para los que no están familiarizados con la historia de los tiempos a los cuales se refiere la profecía registrada. La última parte del capítulo ha demostrado ser difícil también para los expositores, entre los cuales hay una amplia diferencia de opinión en cuanto a las personas y los sucesos a que se hace referencia. Hasta el fin del versículo 30, hay casi acuerdo completo entre los expositores en cuanto al significado de la profecía y los sucesos que dieron cumplimiento a las varias predicciones. No sabemos de ningún maestro convincente y competente que no vea, en los versículos 1-30, los lineamientos generales de la historia de Persia, el surgimiento de Alejandro de Macedonia, la división de su imperio entre sus cuatro generales, las incesantes guerras entre los seléucidas (reyes de Siria, "el norte") y los ptolomeos (reyes de Egipto, "el sur") y la carrera de Antíoco Epífanes -- aquel odioso perseguidor de los judíos, llamado "hombre despreciable". De hecho, la historia de aquellos tiempos sigue tan de cerca la profecía, que Porfirio y otros infieles han citado esa correspondencia como prueba de que la profecía de Daniel debe haber sido escrita después del reinado de Antíoco Epífanes.

Pero ha habido desacuerdo en cuanto a la aplicación de los versículos 31-35 y en cuanto a cuál es "el pueblo que conoce a su Dios", que "entiende" e "instruye a muchos". Algunos de los antiguos comentaristas, como el obispo Newton, saltan por encima de algunos siglos en este punto y ubican el cumplimiento en los tiempos del evangelio, haciendo que "el pueblo que conoce a su Dios", etc. sean los apóstoles y predicadores de nuestra era. Pero esto es bastante inadmisible, según los claros términos de la profecía misma, como señalaremos. Y ciertamente el gran cuerpo de competentes expositores encuentra el cumplimiento de estos versículos (31-35) en las actividades de aquella notable familia de hasmoneos, generalmente llamados los macabeos, que se levantaron para liberar a los judíos en el reinado de Antíoco, y que sirvieron fielmente a su pueblo como gobernantes y sacerdotes durante 130 años. Ahora demostraremos, por medio de historias auténticas de aquellos tiempos, que esta parte de la profecía se cumplió con exactitud literal.

Faltando medio siglo para el nacimiento de Cristo, a cuya fecha se refiere la narración profética,
el versículo 35 nos lleva, en orden regular, a todos los puntos principales de la historia judía, sin pasar por encima de nada importante. Esto crea una fuerte presunción de que la profecía, en su porción restante, continúa el curso de la historia judía sin ninguna pausa. Es imposible concebir ninguna razón para que la narración siga el curso de los sucesos durante la mayor parte del período de "los últimos días" y luego, cuando ocurrieron los sucesos más importantes del período, se interrumpiera bruscamente y volara al futuro remoto, pasando por encima de un puñado de siglos de un solo salto.

La lupa más potente no logra revelar la más ligera señal de tan notable "pausa". Por el contrario, las varias cláusulas de la profecía en este punto (véanse los versículos 35 y 36) están conectadas directamente juntas por la partícula "y". Por consiguiente, si el lector, al pasar del versículo 34 al 35 (o, como dicen algunos, del versículo 35 al 36) es transportado en un abrir y cerrar de ojos a través de un período de más de dos mil años, no hay nada en el texto que le avise de ello, ni siquiera que le sugiera una cosa tan extraordinaria. Dónde obtienen su información los que afirman esto es un misterio para nosotros.

Recordamos nuevamente que el que estaba vestido de lino había declarado a Daniel que había venido para hacerle entender lo que le ocurriría al pueblo de Daniel "en los últimos días" (Dan. 10:14). La profecía deja perfectamente claro que el período designado aquí como "los últimos días" es el segundo tramo de la historia judía que comenzó con la restauración desde Babilonia (dos años antes de que esta visión se le dio a Daniel en el año tercero de Ciro (Dan. 10:1) y terminó con la destrucción de Jerusalén y la dispersión del pueblo por Tito en el año 70 d. C.

Hay poco lugar para las dudas en cuanto al significado del término "los últimos días", porque el ángel, después de haber declarado que el propósito de su venida era informar a Daniel de las cosas que habrían de ocurrir a su pueblo "en los últimos días", comenzó en ese mismo momento a hablar de los sucesores de Ciro al trono de Persia, del surgimiento de Alejandro el Grande, y de los sucesos en los reinados de sus sucesores durante cientos de años de allí en adelante. Esto prueba de manera concluyente que "los últimos días" eran este segundo tramo de la historia judía que siguió a la restauración desde Babilonia, y hace imposible asignarle cualquier otro significado. Además, la Escritura contrasta este período con el primer período de la historia judía, que llama "los días pasados" (Zac. 8:11), de la misma manera que distingue los profetas de ese primer período como "los primeros profetas" (Zac. 1:4; 7:7; 7:12).

Sería extraño ciertamente que un relato de "los últimos días" del pueblo judío, ya fuera histórico o profético, fuera a detallar los principales sucesos de él desde el mismo principio hasta aproximadamente 30 años antes del nacimiento de Cristo y luego súbitamente se interrumpiese y volara a un futuro distante, ignorando todos esos grandes sucesos, y sin dar la más ligera indicación de ninguna pausa en el fluir ordenado y continuo de la narración.

No hay absolutamente ninguna evidencia en apoyo  de la idea de tal pausa. La idea no descansa en en ninguna otra base que la de que muchos comentaristas modernos, no siendo conscientes del cumplimiento histórico de la última parte de esta profecía (a pesar de que su cumplimiento es maravillosamente completo y exacto, como esperamos mostrar) e ignorando las limitaciones d ela profecía misma, han imaginado e inventado un cumplimiento que (dicen ello) tendrá lugar al fin de la presente dispensación evangélica. En el curso de nuestro estudio de este capítulo, esperamos mostrar claramente, no sólo que no hay ninguna evidencia en absoluto de la supuesta pausa en el versículo 35 o el 36, sino que la idea es completamente inadmisible.

LA "COSA" REVELADA A DANIEL

Las tres visiones dadas a Daniel, todas dentro del espacio de unos pocos años: (1) la del capítulo 8, el carnero y el macho cabrío, (2) la del capítulo 9, las setenta semanas, y (3) la de los capítulos 10-12, "lo que está escrito en el libro de la verdad" (Dan. 10:21), relatan los sucesos que habrían de tener lugar en el nuevo tramo de la existencia nacional judía, que comenzó con la salida del decreto para restaurar y edificar a Jerusalén en el primer año de Ciro.

1. En cuanto a la primera visión, se declara que el carnero con los dos cuernos es "los reyes (o el reino) de Media y Persia"; se declara que el macho cabrío es "el rey (o reino) de Grecia"; y "el gran cuerno es el primer rey", es decir, Alejandro el Grande (Dan. 8:20,21). Esta visión asombró a Daniel, y lo mantuvo enfermo de pesar, pero no la entendió (Dan. 8:27).

2. Algunos años más tarde, es decir, en el año primero de Darío (Dan. 9:1), Daniel se enteró del propósito de Dios, como había sido predicho por Jeremías, de poner fin al cautiverio de Israel después de setenta años. Esto le llevó a buscar al Señor fervientemente en oración, en ayuno y ceniza, hablando y orando, y confesando su propio pecado y el pecado de su pueblo, y haciendo súplicas por el pueblo, la ciudad, y el santuario de Dios. La respuesta del cielo a su oración fue la visita de Gabriel a Daniel con la profecía de las setenta semanas. Esta profecía también tiene que ver con la era de los imperios persa, griego, y romano, hasta e incluyendo la venida y la crucifixión de Cristo.

3. El efecto de esta segunda visión fue causar aun mayor pesar a Daniel porque, aunque la prometida restauración del cautiverio en Babilonia había ocurrido, y los setenta años de desolación de Jerusalén habían terminado, he aquí la predicción de que el Mesías habría de venir en un tiempo específico pero, en vez de ser victorioso y poner a su pueblo por encima de las naciones, se le quitaría la vida, la ciudad y el santuario serían destruidos "como con inundación", y estaban determinadas desolaciones de duración no medida. De aquí que hallemos a Daniel, en el tercer año de Ciro, llevando luto por tres semanas completas, durante las cuales no comió ninguna comida agradable, ni entraron en su boca carne ni vino (Dan. 10:1-3).

Nuevamente viene a este devoto hombre de Dios una respuesta desde el cielo en la persona de un ser celestial, por cuyas palabras nos enteramos de que el ayuno y la oración de Daniel eran para que se le hicieran entender las anteriores visiones. Porque el ángel dijo: "Fueron oídas tus palabras y a causa de tus palabras yo he venido. ... He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días" (Dan. 10:11-14). Así que esta larga y detallada profecía, registrada en el capítulo 11, fue dada con el expreso propósito de hacer entender a Daniel lo que no había podido entender concerniente a lo que habría de ocurrir a su pueblo durante el tramo adicional de setenta semanas de la vida nacional que se les había concedido.

Así, pues, se declara que el gran tema de la profecía es la historia del pueblo de Israel, por el cual Daniel había estado intercediendo. Al mantener este hecho a la vista, llevaremos con nosotros una clara visión por la cual podremos explorar los términos de esta profecía.

La importancia de la "cosa" que el ángel vino a explicar a Daniel queda indicada por el trabajo que el primero se tomó para animar y fortalecer al hombre muy amado, que ahora estaba avanzado en años, debilitado por el ayuno, y abrumado por la tristeza (Dan. 9:18, 19).

Ahora procederemos a mostrar el cumplimiento de los detalles de esta profecía. No es difícil hacer esto con la ayuda de historias confiables -- en particular I y II Macabeos, y Josefo. Por supuesto, éstos no son escritos inspirados, pero son historias auténticas y dignas de confianza que, en la providencia de Dios, han llegado hasta nosotros desde tiempos antiguos y por cuyos registros la fe de su propio pueblo puede ser estimulada y para que los que rechazan su palabra puedan quedar sin excusa.

LA ERA PERSA

Los primeros cuatro versículos de Daniel 11 predicen sucesos que son cuestiones familiares de la historia. Esto muestra que la profecía habría de tener un cumplimiento muy literal; y también que el cumplimiento comenzaría en ese mismo tiempo. Porque el versículo 2 declara que surgirían otros cuatro reyes persas (después de Ciro). Predice, además, que el cuarto rey sería inmensamente rico y que levantaría a todos contra Grecia. Éste era el famoso Jerjes quien, después de largos preparativos en todas partes de su reino, invadió Grecia con un enorme ejército y una enorme fuerza naval, pero fue derrotado ignominiosamente pr tierra y por mar, preparando así el camino para la caída del imperio persa (véase la Cronología Bíblica de Anstey, p. 239).

ALEJANDRO EL GRANDE

Los versículos 3 y 4 predicen el surgimiento de un rey poderoso que gobernaría con gran poder y haría su voluntad. Sin embargo, su reino habría de ser quebrantado y dividido en cuatro partes, pero no para su propia posteridad. Esto se cumplió literalmente en la carrera de Alejandro el Grande quien, después de su conquista de Persia y el mundo, murió sin hijos, y sus vastos dominios fueron divididos entre sus cuatro generales. Éstos no gobernaron "según los dominios de Alejandro", pues el reino de ellos fue "saqueado una y otra vez, aun por otros además de ellos mismos".

LOS SUCESORES DE ALEJANDRO

Después de la partición de los dominios de Alejandro, el pueblo judío entró en contacto con sólo dos de los cuatro reinos que le sucedieron -- los seléucidas, los reyes de Siria ("el rey del norte") y los ptolomeos, gobernantes de Egipto ("el rey del sur"). Éstos libraron incesantes guerras el uno contra el otro, y los judíos sufrieron a su vez a causa de cada uno de ellos.

Los versículos 5 al 19 inclusive, de Daniel 11, describen las guerras e intrigas entre el rey del norte (Siria) y el rey del sur (Egipto) (Dan. 11:5-19). Al principio, prevalecieron los reyes de Egipto. La profecía predijo esto, porque dice: "Y se hará fuerte el rey del sur; mas uno de sus príncipes será más fuerte que él, y se hará poderoso; su dominio será grande" (v. 59.

El versículo 6 dice: "Al cabo de años harán alianza" -- es decir, el rey del norte y el rey del sur formarán una liga -- "la hija del rey del sur vendrá al rey del norte para hacer la paz. Pero ella no podrá retener la fuerza de su brazo; porque será entregada ella y los que la habían traído, asimismo su hijo, y los que estaban de parte de ella en aquel tiempo".

Respondiendo a esta profecía definida, tenemos registros históricos de una alianza entre los dos reinos rivales, cuando Ptolomeo Filadelfo dio su hija Berenice en matrimonio a Antíoco Teo, de Siria, a condición de que se separara de su esposa, Laodice. Pero, como se había predicho en la profecía, esta liga no duró mucho, porque Ptolomeo murió poco tiempo después, y luego Antíoco se separó de Berenice, y recogió a su anterior esposa, que se vengó procurando su asesinato y también el de Berenice.

El hermano de ésta última, Ptolomeo Euergetes (al que en la profecía se le llama "renuevo de sus raíces") vengó su muerte invadiendo Siria, en lo cual tuvo éxito. Esto parece ser lo que se predice en los versículos 7, 8, y 9, que hablan de alguien que "entrará en la fortaleza del rey del norte" y "predominará" y "llevará cautivos a Egipto los dioses de ellos, sus imágenes fundidas, y sus objetos preciosos de plata y oro".

ANTÍOCO EL GRANDE

Más adelante, sin embargo, bajo Antíoco el Grande, los sirios se volvieron los más poderosos. Ese monarca prosiguió con vigor la guerra contra Egipto y al proncipio con algún éxito, como lo indica el versículo 10. Pero, como lo había predicho el versículo 11, el rey de Egipto se enfureció y le derrotó, causándole grandes pérdidas. Pero, aunque "derribó a muchos millares", "no prevaleció" (v. 12). Porque, como catorce años más tarde, Antíoco reanudó la guerra, cumpliendo las palabras: "Porque el rey del norte volverá a poner en campaña una multitud mayor que la primera". En esta expedición, fue ayudado por judíos réprobos, descritos en la profecía como "hombres turbulentos" (vv. 13, 14). Por esta ayuda proporcionada por los judíos, Antíoco mostró favor hacia ellos por un tiempo. Cuando entró en Palestina, fue recibido por ellos con grandes demostraciones de júbilo; y así, como se había predicho, "estuvo en la tierra gloriosa" (v. 16); pero finalmente esto resultó ser una calamidad para los judíos,porque Antíoco cumplió las palabras: "Y estará en la tierra gloriosa, que será consumida en su poder".

Además, en su intento de llevar a cabo sus designios contra Egipto, Antíoco dio
en matrimonio a su hija Cleopatra a Ptolomeo Epífanes. Pero esto no le resultó ventajoso, porque ella se puso de parte de su esposo en lugar de su padre. Se puede ver una referencia a este incidente político en las palabras: "Y le dará una hija de mujeres para destruirle; pero no permanecerá, ni tendrá éxito" (v. 17). Luego, Antíoco se volvió a hacer guerra contra los romanos, pero fue derrotado por Escipión el Africano, después de lo cual regresó a su propia tierra, y fue muerto por su pueblo, que se enfureció por los gravosos impuestos establecidos por él para sufragar los gastos de su guerra fracasada y el tributo impuesto por los romanos. Se ve fácilmente que estos incidentes, que pusieron fin a la carrera de Antíoco el Grande, responden a las predicciones del versículo 19.

EL COBRADOR DE IMPUESTOS

En los párrafos anteriores, simplemente hemos condensado la información histórica que ha sido reunida con extremo cuidado por hábiles expositores, como Prideaux ("Connection of the Old and New Testaments"), Pusey ("Lectures on Daniel"), Anstey ("Romance of Bible Chronology") y Taylor ("Daniel the Beloved").

Hay cierta incertidumbre en cuanto a quién es "el cobrador de impuestos" (o, como dice en el margen, "alguien que hace pasar un cobrador de tributos") mencionado en el versículo 20. Taylor aplica este versículo al hijo de Antíoco, que le sucedió y que tuvo que recoger enormes sumas de dinero en impuestos para pagar el tributo anual a los romanos, y podemos aceptar esto como correcto (puesto que parece que aquí estamos siguiendo la sucesión de eventos en Siria); pero una estrecha corespondencia con el versículo 20 también se encuentra en la carrera de un tal Jasón, que "estuvo" en Palestina en ese tiempo, obtuvo el sumo sacerdocio mediante soborno, y lo perdió poco tiempo después (II Macabeos, cap. 4).

ANTÍOCO EPÍFANES. EL "HOMBRE DESPRECIABLE"

El versículo 21 predice el surgimiento de un "hombre despreciable". Casi todos los expositores de reputación concuerdan en que este "hombre despreciable" (una expresión que significa alguien en extremo aborrecible y detestado) era Antíoco Epífanes, sucesor de Antíoco el Grande como rey de Siria. Esta odiosa persona ocupa un lugar muy grande en la profecía, porque los versículos 21 al 35 se ocupan de predecir sus abominables acciones contra los judíos. En I Macabeos 1:10, se lo describe como "una raíz malvada". Sus acciones de crueldad y sacrilegio excedían con mucho cualquier cosa que los judíos hubiesen sufrido bajo anteriores gobernantes. Muchas páginas de los Macabeos y Josefo están dedicadas a la historia de este rey tiránico y su maltrato de los judíos.

En la profecía (Dan. 11:21, 23), se predice que "vendrá sin aviso y tomará el reino con halagos ... después del pacto con él, engañará". Esto se cumplió bastante literalmente, porque Josefo relata que el rey (Antíoco), habiendo decidido hacer guerra contra el rey de Egipto, "subió a Jerusalén y, fingiendo paz, se apoderó de la ciudad con traición" (Lib. II, 5, 4). La edición de la Biblia de Cambridge cita a II Macabeos 4:7, 10, 23-32 en relación con los versículos precedentes.

Nuevamente, de acuerdo con la profecía (Dan. 11:24), esta "persona despreciable", después de entrar pacíficamente en los lugares más ricos de la provincia, haría "lo que no hicieron sus padres, ni los padres de sus padres; botín, despojos y riquezas repartirá a sus soldados", etc. De acuerdo con esto, está el hecho de que ninguno de los predecesores de Antíoco había interferido jamás ni en lo más mínimo con el culto, las leyes, ni las observancias religiosas de los judíos; ni habían violado
jamás el templo en manera alguna. Así, pues, al saquear y profanar el templo, y en sus actos de crueldad y sacrilegio (a lo que nos referiremos abajo). Antíoco Epífanes hizo "lo que no habían hecho ni sus padres ni los padres de sus padres".

El versículo 25 de la profecía predice la expedición militar de este gobernante contra Egipto (II Mac. 5:1). Las historias hacen un relato completo de esta campaña. En realidad, la edición de Cambridge de la Biblia, y algunas otras, tienen una nota al margen sobre este versículo, que dice: "Cumplido en el año 70 A. C.".

Los versículos 28-30 hablan del regreso de este gobernante a Egipto en una segunda expedición, y de su fracaso: "Porque las naves de Sittim vendrán contra él. Por tanto, será agraviado (se sentirá chasqueado o desanimado) y regresará y se indignará contra el pacto santo", etc. (Dan. 11:28-30). El registro de esta fracasada expedición contra Egipto, y de la furia de Antíoco, que él procedió a descargar contra los judíos, aparece en Macabeos y en Josefo. Anstey condensa así el relato de ellos.

"A. C. 168. Popilio se encontró con Antíoco Epífanes a cuatro millas de Alejandría, trazó un círculo alrededor de él en la arena, y le obligó a abandonar su guerra en Egipto. Después de lo cual, Antíoco comenzó su salvaje persecución contra los judíos, que condujo al surgimiento de Matatías y los macabeos".

En el versículo 28 de la Biblia de Cambridge hay una nota: "Cumplido en 169 A. C.", y el versículo 30 hay otra nota: "Cumpido en 168 A. C.". En el versículo 31, cita a I Mac. 1:59; II Mac. 6:2. en el versículo 32, cita a I Mac. 1:62, II Mac. 6.19; 7:1. En el versículo 34, cita a I Mac. 3:17; 4:8; II Mac. 2:21. Y en el versículo 35 cita a I Mac. 6:12.

Esto nos trae el punto culminante de las malvadas acciones de Antíoco, que la profecía predice claramente y que las historias registran con gran detalle. Nos referimos a su grosera impiedad y burdo sacrilegio con respecto al templo, los sacrificios, y las costumbres religiosas de los judíos. El versículo 30 habla de que llegó a un entendimiento "con los que abandonaron el pacto santo". Porque muchos judíos apostataron en ese tiempo, abandonando a Dios, y volviéndose contra todas sus costumbres religiosas. Así, pues, leemos en I Mac. 1:41-43 y 52:

"Además, el rey Antíoco escribió a todo su reino, que todos debían ser un pueblo y cada uno debía acatar sus leyes. Así que todos los paganos estuvieron de acuerdo con el mandamiento del rey. Y también muchos de los israelitas consintieron a su religión e hicieron sacrificios a sus ídolos y profanaron el sábado. *** Entonces muchos de los del pueblo se unieron a ellos, a saber, todos los que abandonaron la ley, y así hicieron lo malo en la tierra".

Nuevamente, el cumplimiento es muy exacto. El versículo 31 de Daniel 11 predecía que: "Armas se levantarán de su parte", o más literalmente, "Se levantarán de su parte tropas". Esto se cumplió cuando Antíoco envió un ejército a Judea (I Mac. 1:29 ss).

En esta ocasión, también "profanaron" el santuario e hicieron cesar el sacrificio diario; porque está registrado en 1 Mac. 1:44 ss. que Antíoco envió cartas mandándoles que obedecieran leyes extrañas, y prohibiéndoles ofrecer "holocaustos y sacrificios, y oblaciones en el templo, y mandándoles que profanaran el sábado y los días de fiesta, y que contaminaran el santuario del pueblo santo".

Aquí citamos el bien escrito relato del Dr. Taylor sobre la acciones de este atroz personaje:

"Cuando fue informado de la satisfacción con que los judíos habían recibido la noticia de su supuesta muerte, y especialmente del intento del justo sumo sacerdote por recuperar su puesto, decidió creer que toda la nación judía se había rebelado y, marchando a toda prisa, sitió a Jerusalén y la tomó, matando a más de cuarenta mil personas en tres días y tomando otros tantos cautivos para venderlos como esclavos. No contento con esto, entró al templo por la fuerza, ingresó al mismísimo Lugar Santísimo, e hizo sacrificar una gran puerca sobre el altar del holocausto, e hizo rociar caldo de la misma carne inmunda sobre los sagrados recintos, para profanarlos. Cuando se retiró, llevó consigo el altar de incienso, el candelabro de oro, la mesa de los panes de la proposición, y otros vasos sagrados, por valor de mil ochocientos talentos de oro. ... Dos años después de cometer estas enormidades, regresando de otra invasión a Egipto, donde había sido derrotado por los romanos, dio salida a su frustración yéndose contra los judíos, y envió un destacamento de su ejército, veintidós mil hombres comandados por Apolonio, con órdenes de destruir Jerusalén. A su llegada a la ciudad santa, Apolonio se comportó pacíficamente, ocultando su propósito hasta el sábado; pero, ese día, cuando el pueblo estaba reunido en sus sinagogas, soltó a sus soldados contra ellos, ordenándoles que matasen a todos lo hombres pero que tomasen cautivos a todas las mujeres y a todos los niños. Estas órdenes fueron obedecidas demasiado fielmente, de manera que las calles se llenaron de sangre. ... Así, pues, se verificó la triste descripción de Salmo 79: 'Oh, Dios, vinieron las naciones a tu heredad; han profanado tu santo templo; redujeron a Jerusalén a escombros. Dieron los cuerpos de tus siervos por comida a las aves de los cielos, la carne de tus santos a las bestias de la tierra. Derramaron su sangre como agua en los alrededores de Jerusalén, y no hubo quien los enterrase. Somos afrentados de nuestros vecinos, escarnecidos y burlados de los que están en nuestros alrededores'".

Las palabras "y pondrán la abominación desoladora" (Dan. 1:31) requieren una explicación especial a causa de su recurrencia en Dan.12:11 y su uso por el Señor Jesucristo en Mat. 24:15. Ya hemos demostrado, y esperamos referirnos al asunto nuevamente, que la expresión "la abominación desoladora" significa una fuerza armada extranjera. Tal fuerza fue desplegada por Antíoco en la ciudad de David (I Mac. 1:34, 35).

El versículo 32 de la profecía habla de dos clases de judíos, (1) "los violadores del pacto" y (2) los que conocen a su Dios". De los primeros se dice que serán corrompidos "con lisonjas" y de los segundos, que "se esforzarán y actuarán".

Concerniente a la primera clase, está registrado en Mac. 1:11 y ss. que: "En aquellos días, salieron de Israel hombres impíos que persuadieron a muchos, diciendo: Vayamos y hagamos pacto con los paganos que están alrededor de nosotros. ... Luego, algunos de los del pueblo eran tan decididos que fueron a ver al rey, el cual les dio permiso para que obedecieran las ordenanzas de los paganos". Muchos judíos, incluyendo hasta Jasón, el hermano de Onías el sumo sacerdote, fueron corrompidos y ganados para la causa de Antíoco por medio de lisonjas e interés propio (II Mac. 4:7-14).

EL LEVANTAMIENTO DE LOS MACABEOS

La segunda clase de personas de que se habla en el versículo 32 de Daniel 11, "los que conocen a su Dios", queda fácil y completamente indentificada en Matatías, el sacerdote piadoso y patriótico, y sus cinco hijos, que encabezaron una exitosa revuelta contra Antíoco y los de su familia que mandaron en Israel como gobernadores y sacerdotes durante 130 años. Éstos fueron ciertamente "fortalecidos" por medio del "conocimiento de su Dios" y "llevaron a cabo acciones" del más alto valor, particularmente Judas, apodado Macabeo, es decir, martillo de Dios. Este apodo de Judas ha sido aplicado a la familia entera, pero sus miembros son llamados apropiadamente los Príncipes Hasmoneos.

No es necesario hablar de las heroicas "acciones" de Judas y sus hermanos, Jonatán y Simón, que le sucedieron, porque son bien conocidas. Pero los términos de los versículos 33, 34 y 35 requieren alguna explicación. (Dan. 11:33-35).

El versículo 33 dice: "Y los sabios del pueblo instruirán a muchos". Con buena autoridad, podemos decir que el tiempo del verbo hebreo usado requiere la traducción "los que hacen entender". De la misma manera, en el pasaje 12:3, la traducción literal sería "los que hacen ser sabios". Estos términos designan apropiadamente a los que tienen la palabra de Dios y a los que imparten a otros el conocimiento de los caminos de Dios, y los hacen "sabios para salvación".

Por consiguiente, la descripción se aplica particularmente a Matatías y a su familia, que no sólo eran sacerdotes por derecho de naciomiento, y por eso, los maestros de Israel divinamente ordenados, sino que eran verdaderos sacerdotes, que desempeñaban fielmente sus deberes para Dios y para su pueblo.

Además, el versículo 33 dice: "Y por algunos días caerán a espada y a fuego, en cautividad y despojo". Esto se cumplió muy literalmente en la historia de los hasmoneos. Judas mismo, y una gran parte de de su ejército, fueron muertos a espada (I Mac. 9:17, 18). También Jonatán fue muerto, junto con un millar de hombres (I Mac. 12:48). El jefe de los recaudadores de impuestos incendió Jerusalén (I Mac. 1:31; véase también II Mac. 7). Cuarenta mil personas fueron llevadas cautivas por Antíoco (II Mac. 5:14).

El versículo 34 dice: "Y en su caída serán ayudados de pequeño socorro" ( o mejor, con la ayuda de unos pocos); "pero muchos se juntarán a ellos con lisonjas".

Ser "ayudado" en la Escritura significa serlo efectivamente; y lo que se señala aquí es que los macabeos llevarían a cabo sus grandes victorias con la "ayuda" de un pequeño número; y esto se cumplió de manera maravillosa en que Judas, una y otra vez, con fuerzas muy exiguas, 
derrotó a grandes ejércitos de sirios, idumeos, y otros (I Mac. 2:28; 3:9-11), etc. Pero, más tarde, muchos se les unieron con lisonjas, profesándoles amistad, etc. (I Mac. 10). Fue así como Alejando Bala, sucesor de Antíoco Epífanes, hizo con Jonatán alianza de ayuda mutua y amistad (I Mac. 10:65).

El versículo 35 de Daniel 11 predice que algunos de los entendidos, o que hacen ser sabios -- es decir, los maestros del pueblo de Dios -- caerán para ser depurados y limpiados y emblanquecidos hasta el tiempo del fin. Durante varias generaciones, la familia de Matatías continuó sirviendo al pueblo de Israel como sacerdotes y maestros (I Mac. 10:21; 14:35; 10:24; y Josefo Ant. XIII 8, 1). De éstos, "algunos" cayeron al sufrir muerte violenta y cautiverio (I Mac. 6:46; 9:18; 9:36, 42; 12:41-48; Ant. XIV 4, 5; XIV 13, 10; XV 6, 2). Y esto continuó hasta el mismo fin de la "era" de los hasmoneos, pues, el último de la familia, Aristóbulo, que fue sumo sacerdote por corto tiempo, fue asesinado por órdenes de Herodes (Ant. XV 3, 3).

Las palabras "hasta el fin" serían interpretadas muy naturalmente como el fin de la era de los hasmoneos, que tuvo un principio muy definido y un fin igualmente definido, pues en relación con la historia de esa familia que el término se usa. Pero, si se considera que el versículo 35 describe un estado de cosas que habría de continuar hasta el tiempo del fin (la era final) de este período de la existencia nacional judía, sería correcto en ese sentido también, pues el versículo 35 nos lleva a esta era.

* Véase Wonders of Bible Chronology [Maravillas de la Cronología Bíblica], de P. Mauro. "Daniel estaba temblando, y luego el ángel le dijo también: 'Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras ... He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días'" (Dan. 10:12-14).

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