Es necesario que se preste mucha atención a las palabras
inspiradas con las cuales se describe la aflicción que
acompañó a la destrucción de la nación judía y su
ciudad santa en las varias profecías en que se
predice. Porque es un error bastante común suponer que
la gran tribulación habría de ser una calamidad de
incomparable magnitud
con respecto al número de los muertos y de las
propiedades destruidas. Así, pues, se nos ha dicho que
la más reciente guerra mundial excedió a la
tribulación de los judíos durante y como resultado del
sitio de Jerusalén, en que se perdieron más vidas, más
poblaciones quedaron devastadas, etc. Pero las
Escrituras no hablan de ello como una calamidad que
excedería a todas las demás en magnitud. En realidad,
eso no podría ser, porque no ha habido ninguna
calamidad que se compare en magnitud con la del
diluvio, y no habrá ninguna hasta que los cielos y la
tierra que ahora hay san destruidos por fuego (#2 Ped.
3:6, 7). Las profecías que estamos estudiando hablan,
no de una tribulación mayor en magnitud o alcance,
sino de una clase
diferente; y además, hablan de una
tribulación que habría de sobrevenir como un juicio de
Dios sobre la
nación judía. Así, pues, en Jeremías 30:7,
leemos: "¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no
hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob". Aquí
están las dos limitaciones a que nos hemos referido.
La primera está en las palabras "no hay otro semejante
a él", que indican aflicciones de una clase peculiar:
y la segunda está en las palabras "angustia de Jacob".
Las palabras de Daniel 12:1 son igualmente explícitas:
"Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que
hubo gente", etc. Las palabras "cual nunca" apuntan a
aflicciones de una clase especial, y las palabras
"desde que hubo gente" significan una nación de
Israel, como lo muestra el contexto. Finalmente, las
palabras de nuestro Señor son "gran tribulación, cual
nunca nunca la ha habido desde el principio del
mundo", etc.; y nuevamente,el contexto muestra que la
calamidad de que Él hablaba habría de venir sobree
aquella generación de
israelitas. El carácter peculiar de aquellos
sufrimientos auto-infligidos de los judíos durante el
sitio se verá claramente en los extractos que se dan
abajo de la historia de Josefo; pero también hay que
tomar en cuenta el hecho de que, cuando el sitio
terminó, la nación entera fue vendida como esclava y
dispersada a los confines de la tierra. Tal cosa no
había ocurrido nunca antes (aunque Jerusalén había
sido sitiada a menudo); y las palabras de Cristo
garantizan que nada como eso volverá a ocurrir.
El apóstol Pablo, que es el principal revelador de la
segunda venida de Cristo, habla definida y
frecuentemente de la ira venidera, pero guarda
absoluto silencio en cuanto a cualquiee gran
tribulación en relación con el segundo advenimiento.
Así, dice explícitamente que "es justo delante Dios
pagar con tribulación a los que os atribulan, y a
vosotros que sois atribulados, daros reposo con
nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el
cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego,
para dar retribución a los que no conocieron a Dios,
ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;
los cuales sufrirán pena de eterna perdición ...
Cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus
santos y ser admirado en todos los que creyeron". (#2
Tes. 1:6-10). Este pasaje habla claramente de la
retribución que ha de caer, cuando Cristo venga otra
vez, sobre todos los que rechazan el evangelio; pero
ni aquí ni en ninguna otra parte en los escritos de
Pablo se menciona ningún período especial de
tribulación (la última de las setenta semanas de
Daniel 9, como algunos dicen) antes de la revelación
de Jesucristo. Lo que Pablo predice claramente en este
pasaje, y a lo que se refiere en otros pasajes (como
en 1 Tes. 1:10; 5:2, 3) concuerda con las palabras de
Cristo el cual, hablando del tiempo de su venida
nuevamente en gloria con sus ángeles, dijo: "Entonces
lamentarán todas las tribus de la tierra" (#Mat.
24:30, 31).
Somos conscientes de que, en nuestros días, muchos se
sienten tan seguros en su mente de que la aparición de
Cristo en gloria ha de ser precedida por un período
definido, de la gran tribulación como la llaman, que
es difícil para ellos siquiera considerar la idea de
que el período al cual nuestro Señor aplicó esa
expresión ya hace tiempo que está en el pasado. Sin
embargo, confiamos en que todos los que estén
dispuestos a examinar con mentes abiertas el
testimonio de las Escrituras tendrán que estar de
acuerdo con la conclusión a que nosotros hemos
llegado, que es la de casi todos los grandes
cometaristas de tiempos pasados, y la de muchos de
nuestros tiempos. Esa posición está expresada bien y
concisamente por Wiston en su prefacio a la obra de
Josefo Guerras de
los Judíos, donde Wiston dice:
"Que estas calamidades de los judíos, que fueron los
asesinos de nuestro Salvador, habrían de ser las más
grandes que jamás hubiesen ocurrido desde el principio
del mundo, lo había predicho directamente nuestro
Salvador (#Mat. 24:21; Mar. 13:19; Luc. 21:23, 24), y
de que habían demostrado ser así, Josefo es aquí un
testigo sumamente auténtico".
EL RELATO DE MARCOS DE
LA PROFECÍA
DEL MONTE DE LOS OLIVOS
Ahora, con la ayuda así obtenida, examinemos más de
cerca el discurso entero. Con este propósito,
seleccionamos el relato presentado por Marcos como la
base de nuestro estudio. Hacemos esto porque es el más
conciso y directo. Puesto que presenta la respuesta
del Señor a la misma pregunta de los cuatro
discípulos, tenemos que suponer que es completa en el
sentido de que contiene todo lo dicho por el Señor,
que se relaciona directamente con la pregunta. Las
afirmaciones adicionales que se hallan en Mateo y
Lucas son meros detalles, o temas colaterales al tema
principal.
La pregunta -- que le hicieron aparte Pedro, Santiago,
Juan y Andrés (#Mar. 13:3-4) -- era ésta: "Dinos,
¿cuándo serán estas
cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas
hayan de cumplirse?" La expresión "estas cosas" (o
estos sucesos) es importante para fines de
identificación. Significaba el terrible colapso que el
Señor acababa de anunciarles, y cuya totalidad estaba
indicada por el hecho de que "no quedaría piedra sobre
piedra que no sería derribada" (v. 2). { }
La respuesta del Señor comienza muy significativamente
con las palabras: "Mirad que nadie os engañe". Estas
palabras, y las que siguen hasta el final del
versículo 8, no parecen responder a la pregunta que se
le hizo. Pero son más importantes por esa misma razón;
porque muestran que lo que el Señor consideraba más
esencial era corregir en sus mentes la idea errónea de
que el tiempo de la ocurrencia de "estas cosas" era el
tiempo de su segunda
venida en poder y gloria para establecer su reino
visible, de lo cual Él les había hablado
anteriormente (#Mat. 16:27; 19:28). Por consiguiente,
fue muy explícito al advertirles que tuvieran cuidado
con los falsos Cristos que se levantarían y engañarían
a muchos durante el sitio de Jerusalén. Además, Jesús
no quería que se turbaran por guerras o rumores de
guerras, terremotos, hambrunas, y cosas semejantes,
porque tales cosas debían ocurrir, pero no eran señales del fin.
Así, pues, como hemos dicho, el tema de su propia
segunda venida al fin de la era fue introducido de una
manera puramente negativa, y solamente para informar a
los discípulos que su segunda venida no estaba relacionada en
manera alguna con los sucesos acerca de los cuales
les estaba advirtiendo.
En relación con esto, el Señor también les informó
acerca del tratamiento que recibirían, y los
sufrimientos que habrían de soportar (#Mar.13:9-13); y
les dio instrucciones sobre lo que debían hacer cuando
fuesen hechos comparecer ante los tribunales por causa
de su nombre (#Mar. 13:11).
La única cosa
importante que debían tener presente con
respecto al período no medido que debía transcurrir
antes de su segunda venida era que "el evangelio debía ser
predicado antes a todas las naciones" (#Mar.
13:10). De la misma manera, después de su
resurrección, cuando le hicieron la misma pregunta
concerniente a la restauración del reino a Israel,
Jesús alejó las mentes de ellos de ese tema, y dijo:
"Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en
Samaria, y hasta lo último de la tierra" (#Hech.
1:6-8). El final de la era vendría cuando, y sólo
cuando, la obra del
evangelio hubiera sido terminada. Así,pues,
Jesús presentó la obra del evangelio como el asunto de
suprema importancia.
Esta respuesta a los pensamientos de ellos
concernientes a su segunda venida se halla (con
detalles adicionales) en Mat. 24:4-14 y Luc. 21:8-19.
No es necesario que nos refiramos a esos pasajes en
este punto. Porque lo que en este momento deseamos
impresionar en nuestros lectores es que, en esta parte
de su respuesta, el Señor no hablaba de sucesos que
habrían de ocurrir justo antes de su segunda venida,
sino, por el contrario, les estaba advirtiendo que no
consideraran cosas tales como guerras, hambrunas,
pestilencias, etc., como indicaciones de que su
advenimiento estaba cerca.
Obviamente, esa advertencia se aplica durante toda la
era porque, si las conmociones de la clase mencionada
no eran indicaciones de la cercanía de su venida al
principio de la era, no serían indicaciones de ella en
ningún período posterior.
La señal. En
este punto (#Mar. 13:14), el Señor cambia de tema,
como lo indica la palabra "pero", y ahora especifica
una señal definida -- imposible de malinterpretar --
por la cual ellos y todos los santos de aquella
generación supieran con absoluta certeza que la
desolación predicha estaba a punto de tener lugar.
Dice "Pero cuando veáis la abominación desoladora de
que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda),
entonces entonces los que estén en Judea huyan a los
montes, etc.
Ya hemos mostrado, por medio del pasaje
correspondiente en Lucas 21:20, que la abominación
desoladora era el ejército invasor que estaba a punto
de rodear a Jerusalén y llevar a cabo la desolación de
ella. Aquella abominación, cuando estaba rodeando a
Jerusalén, estaba puesta donde no debía estar. Una
comparación de los dos pasajes no deja lugar a ninguna
incertidumbre en cuanto a lo que el Señor quería
decir. Lo que principalmente ha hecho que los modernos
expositores se hayan extraviado en este punto es un
curioso error con respecto a la expresión usada por
Mateo, puesta en el lugar santo. Este punto es tan
importante que lo reservamos para un comentario
especial más adelante. En vista del malentendido muy
general concerniente a este punto particular, las
palabras "el que lee, entienda" son muy
significativas.
En esta parte de la respuesta del Señor (#Mar.
13:14-23), Él dio instrucciones específicas a su
pueblo de cómo garantizar su propia seguridad; además,
indicó que el cerco completo de la ciudad se llevaría
a cabo tan rápidamente que, después de que apareciesen
los ejércitos, su única seguridad consistiría en huir inmediatamente.
Una vez más,
llamamos la
atención una vez más a la naturaleza extremadamente
práctica de esta profecía.
Es importante notar que la palabra tribulación del
versículo 19 de Marcos 13 es la misma que la del versículo 24
y la de Mat. 24:7, 21.
En el versículo 20 está la promesa de que aquellos
días -- con referencia a los horrores del sitio --
serían acortados; y al comentar Daniel 12, ya hemos
mostrado que el tiempo fue acortado, y de una manera
evidentemente providencial, de manera que los romanos
se apoderaron, de una manera súbita y de lo más
inesperada, del último baluarte de la ciudad.
En este punto, el Señor renueva la advertencia de que
no debían esperar su regreso en ese momento. Habla de
manera bien definida, diciendo: "Entonces -- es decir,
durante aquellos días del sitio -- si alguno os
dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o mirad, allí
está, no le creáis" (#Mar. 13:21). Además, da la razón
para esta advertencia explícita, diciendo: "Porque se
levantarán falsos Cristos, y harán señales y
prodigios, para engañar, si fuese posible,aun a los
escogidos. Ms vosotros mirad; os lo he dicho todo
antes" (#Mar. 13:22-23). Estas palabras se vuelven muy
claras y sencillas cuando se ve que el Señor está
hablando de falsos Cristos y falsos profetas, que
seducirían (o engañarían) a muchos haciéndoles creer
que Él estaba a punto de aparecer en aquel tiempo y
salvar a Jerusalén de los ejércitos invasores. De
manera similar, en los días de Sedequías, cuando la
ciudad fue sitiada por Nabucodonosor, hubo falsos
profetas que engañaron al pueblo diciéndole que el
enemigo no capturaría la ciudad (#Jer. 27:14, etc.).
En vista de las muchas intervenciones del Señor a
nombre de su pueblo, y de las muchas promesas hechas a
él, era ciertamente muy fácil persuadir a los judíos
de que esperaran una liberación milagrosa. Por eso,
era extremadamente importante que Cristo hiciera
entender a sus propios discípulos de que no habría ninguna
liberación en este caso.
En la parte correspondiente del evangelio de Mateo
(#Mat. 24:15-28), es claro que tenemos otro relato de
los mismos e idénticos sucesos futuros. Marcos dice
que, en aquellos días -- es decir, en los días del
sitio de Jerusalén -- habría gran tribulación, cual
nunca hubo desde el principio, etc. Dice Mateo:
"Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha
habido desde el principio", etc.
Los versículos 27 y 28 de Mateo 24 dicen cómo será la
aparición del Señor cuando realmente venga (como el
relámpago que sale del oriente, etc.). Estas palabras
no están en Marcos. Esto también muestra que la
segunda venida de Cristo no era el tema principal de
su discurso aquí, sino un asunto colateral.
Obviamente, en este lugar también se menciona
meramente para advertir que no debían prestar atención
a informes que circulasen en ese tiempo acerca de que
Él estaba en el desierto o en los aposentos.
La parte correspondiente del relato de Lucas se halla
en los versículos 20-24 (#Luc. 21:20-24). Este relato
es valioso principalmente por las muy definidas
afirmaciones del versículo 24, que cuentan cómo habría
de terminar el sitio: "Y ellos -- la gente del
versículo 23 -- caerán a filo de espada y serán
llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén
será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos
de los gentiles se cumplan". Estas pocas palabras dan
una descripción concisa y precisa de las condiciones
de la ciudad y el templo hasta la actualidad. Les
decían claramente a los discípulos que no habría
liberación para Jerusalén en aquel tiempo.
Es de notar particularmente que Lucas, habiendo
hablado en detalle de una próxima destrucción de
Jerusalén, que todo
el mundo admite que es lo que ocurrió en el año 70
d. C., no dice ni una palabra acerca de ninguna otra tribulación
después de aquélla. Esto impide la idea de que todavía
haya otra tribulación (y hasta una peor) reservada
para los judíos. Sus peores enemigos difícilmente
podrían desearla, no se puede concebir ninguna razón
para ella, las Escrituras no la revelan, y seríamos
muy tontos si creyéramos que tal cosa ocurriría.
He aquí a tres evangelistas, seleccionados por Dios
para un propósito especial, e inspirados por el
Espíritu Santo, cada uno de los cuales hace un relato
de uno y el mismo
discurso del Señor Jesucristo. Ese discurso
tiene que ver principalmente con una tribulación de
severidad sin paralelo que pronto habría de caer sobre
Jerusalén y Judea, para completa desolación de la
ciudad y la extinción de la nación, pero acerca de
cuya proximidad el pueblo del propio Cristo recibiría
una advertencia oportuna y tendría oportunidad de
escapar. Si ahora fuera ciertamente el caso (como
afirman algunos expositores modernos) de que la
tribulación de la cual Mateo y Marcos han preservado
un registro no fuese la próxima destrucción de la
ciudad, sino una tribulación que no ocurriría sino
hasta el fin mismo de esta dispensación, y sólo
después de que Israel fuese exterminado como nación,
dispersado por una era entera, y vuelto a ser reunido
en su tierra y en su ciudad (cosas todas de las cuales
ni Mateo ni Marcos dicen ni una sola palabra), ¿cómo
podemos explicar el hecho de que Lucas, aunque habla
en forma impresionante de la próxima destrucción de
Jerusalén por Tito, y de la dispersión mundial de los
judíos, no hace ninguna referencia en absoluto a
aquella mucho peor tribulación que es el rasgo
prominente de los relatos presentados por Mateo y
Marcos, como lo interpretan ciertos expositores?
Manifiestamente, eso no es posible. Y por otra parte,
en vista de la prominencia que Lucas da a la próxima
destrucción de Jerusalén, y en vista también de las instrucciones idénticas
dadas a los discípulos, como lo registran los tres
evangelistas, no puede suponerse que Mateo y
Marcos ignoraran absolutamente aquella indescriptible
tribulación, y describieran -- en el mismo e idéntico
contexto -- otra tribulación que estaba en el futuro
distante.
La declaración que se halla en Luc. 21:22: "Porque
estos son días de retribución, para que se cumplan
todas las cosas que están escritas" requiere una
cuidadosa consideración. La expresión "días de
retribución" indica un período definido de juicio; y
esto es subrayado por las palabras "para que se
cumplan todas las cosas que están escritas", lo que
significa, por supuesto, para que se cumpliesen todas
las amenazas de juicio registradas en la ley y los
profetas. Manifiestamente, si todas las cosas de
aquella naturaleza se cumplieron con la destrucción de
Jerusalén en el año 70 d. C., entonces no podría
haber, después de eso, ninguna otra (ni peor)
tribulación para Israel.
Como una ayuda para entender estas palabras, volvamos
a la primera profecía que habla de los días de
retribución que habrían de venir sobre el pueblo
infiel. Se halla en Deut. 28:49-59, donde Dios, por
medio de Moisés, dio un bosquejo de la futura historia
de su pueblo, diciendo cómo se alejarían de Él, y cómo
Él les castigaría trayendo contra ellos una nación que
les sitiaría en sus ciudades. La descripción encaja
muy precisamente con los romanos, y las desolaciones
causadas por ellos. Citamos parte del pasaje.
"Jehová traerá contra ti una nación desde lejos, del extremo de la
tierra, que vuele como águila, nación cuya lengua no
entiendas; gente fiera de rostro, que no tendrá
respeto al anciano, ni perdonará al niño. * * * Pondrá sitio a todas
tus ciudades, hasta que caigan tus muros altos y
fortificados en que tú confías. * * * Y comerás el fruto de
tu vientre, la carne de tus hijos y de tus hijas,
que Jehová tu Dios te dio, en el sitio y en el apuro con que te
angustiará tu enemigo. El hombre tierno en
medio de ti, y el muy delicado, mirará con malos
ojos a su hermano, y a la mujer de su hermano, y al
resto de sus hijos que le quedaren; para no dar a
alguno de ellos de la carne de sus hijos, que él
comiere, por no
haberle quedado nada, en el asedio y en el apuro
con que tu enemigo te oprimirá en todas tus
ciudades. La tierna y la delicada entre vosotros,
que nunca la planta de su pie intentaría sentar
sobre la tierra, de pura delicadeza y ternura,
mirará con malos ojos al marido de su seno, a su
hijo, a su hija, al recién nacido que sale de entre
sus pies, y a sus hijos que diere a luz; pues los comerá
ocultamente, por la carencia de todo, en el asedio
y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en
tus ciudades.
La profecía continúa declarando que el pueblo de
Israel disminuiría grandemente en número, sería desarraigado de la
tierra, y dispersado entre todos los pueblos,
desde un cabo
de la tierra hasta el otro, donde no
hallarían tranquilidad.
Estas predicciones -- terribles en su naturaleza
más allá de toda comparación -- se cumplieron con
espantosa precisión y literalidad en el sitio de
Jerusalén, y en la dispersión que lo siguió y que ha
durado hasta ahora. Al darnos cuenta del carácter de
estas terribles tribulaciones, seguramente nos
sentiremos agradecidos de que todas las cosas que
estaban escritas concernientes a las aflicciones del
pueblo de Israel se han cumplido. No podemos sino
regocijarnos de que no hay en absoluto ningún apoyo
para la interpretación de que un tiempo de angustia,
que supera en severidad los horrores del sitio de
Jerusalén, espera todavía a ese pueblo tan afligido.
Debe notarse que la nación de la cual Moisés habla en
esta profecía habría de venir de lejos, y habría de
ser una nación cuya lengua los judíos no entendían.
Esas especificaciones se ajustan a los romano, pero no
a los aisrios ni a los caldeos. Además, en la
tribulación predicha por Moisés, el pueblo sería
desarraigado de la tierra y esparcido entre todas las
naciones desde un cabo de la tierra hasta el otro.
Esto describe el resultado de la captura de Jerusalén
por Tito, y no el de su captura por Nabucodonosor.
Prominente entre las cosas que fueron escritas de
antemano, y que nuestro Señor dijo que habrían de
cumplirse en la cercana destrucción de Jerusalén,
estaba el tiempo de angustia predicho en Dan. 12:1, en
cuya ocasión algunos de los miembros del pueblo de
Daniel serían liberados, hasta los que estaban
inscritos en el libro. Esta última expresión había
llegado a significar, desde los días de Moisés (#Éx.
32:32) lo que eran aceptados por Dios y considerados
como suyos. Los tales (es decir, los creyentes en el
Señor Jesucristo), fueron librados en aquella ocasión
al acatar sus advertencias.
LA ABOMINACIÓN
DESOLADORA
Es necesario prestar especial atención a las palabras:
"Por tanto, cuando veáis en el lugar santo LA
ABOMINACIÓN DESOLADORA de que habló el profeta Daniel
(el que lea entienda), entonces los que estén en
Judea, huyan a los montes", etc. (Mat. 24:14, 15,16).
El pasaje es el mismo en Marcos. excepto que, en vez
de estar en el lugar santo, leemos que está donde no
debería estar. En Lucas, el pasaje corespondiente
dice: "Y cuando veáis a JERUSALÉN RODEADA DE
EJÉRCITOS, sabed entonces que SU DESTRUCCIÓN ha
llegado. Entonces los que estén en Judea huyan a los
montes, etc.
Para los discípulos del Señor que entonces estaban en
Jerusalén y Judea, este pasaje era el más importante
de la profecía entera, porque daba la señal por la
cual sabrían que la destrucción predicha por Daniel
había llegado y al ver la cual debían huir. Lucas
decribe la señal en lenguaje sencillo. El ver a
Jerusalén rodeada de ejércitos habría de ser la señal
de advertencia de que su destrucción había llegado.
Pero Mateo (por razones que pueden discernirse) usa
términos cuyo significado otros aparte de los
discípulos no entenderían en seguida. Sin embargo,
para nosotros debería ser claro, por una mera
comparación de los pasajes, que los ejércitos que
llevarían a cabo la destrucción constituían la
abominación desoladora. Pero examinaremos este tema
con mayor detalle.
Ya hemos señalado que la palabra abominación significa
cualquier cosa odiosa o detestable. Se aplicaría muy
apropiadamente a los ejércitos romanos en su misión de
destrucción. Ciertamente las descriptivas palabras "de
desolación" fijan el significado definidamente. Sin
embargo, de acuerdo con una interpretación ampliamente
aceptada en la actualidad, significa establecer un
ídolo para el culto en un templo judío que
(supuestamente) será construido en Jerusalén en los
días del anticristo. Pero, en ese caso, las palabras
"de desolación" estarían bastante fuera de contexto,
porque nadie contenderá que Jerusalén ha de quedar
desolada otra vez. Otra objeción insuperable a esa
posición es que Dios no consideraría ni hablaría de
ninguna parte de un templo así llamándolo lugar santo.
Nuestros expositores han sido engañados por esta
expresión "lugar santo" (usada por Mateo). Han
supuesto que significaba el lugar santísimo en el
templo. Pero no significa eso en absoluto. Con la
ayuda de una concordancia, (como la de Young o la de
Strong) o un diccionario griego, cualquier persona
puede ver por sí misma que la palabra usada para
"lugar" en Mateo 24:15 es topos, que significa simplemente una
ubicación (de ella derivamos las palabras tópico, topografía,
etc. Se usa en expresiones como lugar desierto,
lugares secos. La tierra santa, Judea, es, por tanto,
el lugar santo, donde los ejércitos paganos, con sus
estandartes idólatras y sacrificios paganos, estarían.
Marcos dice simplemente "donde no debía estar".
Por otra parte, el término hagios topos nunca se usa para
referirse al lugar santísimo en el templo. (Véase el
texto original de Heb. 9:12, 24, 25).
El Señor se refería a la particular abominación
desoladora de la cual habla el profeta Daniel, y en
este punto ocurre la exhortación: "El que lea,
entienda. La expresión abominación desoladora se
encuentra sólo en la versión Septuaginta de Daniel
9:27. ¿A qué,pues, se refiere en ese versículo?
Claramente, es lo que sería el instrumento divino para
causar la predicha desolación. El texto hebreo, del
cual nuestra A. V. es una traducción, dice "y para la
difusión de las
abominaciones, la hará desolada". Si, en vez
de por, leemos "por la difusión de las abominaciones",
tenemos una buena indicación de la difusión de la de
los ejércitos romanos más allá de sus propias
fronteras.
En Daniel 11:31 y 12:11, hay una expresión ligeramente
diferente que deja el significado más claro, a saber,
la abominación que
causa desolación. Que las palabras "cuando
veáis la abominación desoladora en el lugar santo" no
significan el establecimiento de un ídolo en el
santuario interior parecen serlo además por
consideración al hecho de que sería cuando los
discípulos vieran la cosa a que se alude cuando debían
saber que era el momento de huir. Manifiestamente, el
establecimiento de un ídolo en el santuario interior
no podría ser una señal para que el pueblo de Dios
huyera. Esa sería una señal que sólo los sacerdotes
podrían ver. Y no es posible que fuera una señal para
los que estuvieran en Judea, mientras que los
ejércitos invasores serían algo que todos podían ver.
Además,. el establecimiento de un ídolo en el
santuario es algo que no podía hacese sino hasta que
la ciudad y el templo hubiesen sido tomados por el
enemigo, lo cual sería al final del asedio. De aquí
que no sería posible que sirviese como señal para que
los discípulos se salvaran de los horrores del sitio
huyendo a tiempo.
La diferencia entre la manera en que Mateo describe
esta señal para huir y la manera en que Lucas la
describe se explica por el hecho de que el evangelio
de Mateo se escribió principalmente para que circulase
entre los judíos palestinos. Por consiguiente, podemos
entender por qué el Espíritu le inspiró para que usara
una expresión que
no sería comprendida excepto por los discípulos.
Pero esa razón no existiría en el caso del evangelio
de Lucas, siendo él el compañero de Pablo en sus
viajes a través de las provincias griegas, y habiendo
sido su evangelio escrito principalmente para los
conversos gentiles. Mateo y Marcos tienen la
significativa amonestación: "El que lea, entienda".
Pero, en Lucas, donde el significado se expresa en
palabras claras, esa amonestación no se encuentra.
En confirmación de nuestro punto de vista sobre la
abominación desoladora, citamos lo siguiente de una
obra sólida y corriente, el Diccionario Bíblico de
Smith:
"Abominación
desoladora, mencionada por nuestro Salvador
(Mat 24:15) como señal de la próxima destrucción de
Jerusalén, con referencia a Dan. 9:27; 11:31;
12:11). La profecía se refería en definitiva a la
destrucción de Jerusalén por los romanos, y por
consiguiente, la abominación tiene que describir
alguna ocurrencia relacionada con ese suceso
... La mayor parte de la gente la relaciona con los
estandartes o banderolas del ejército romano".
Sin embargo, creemos que no eran los estandartes que
llevaban los ejércitos, sino los ejércitos mismos los
que constituían la abominación desoladora, o que
desola. Esta conclusión está plenamente apoyada por
los hechos (1) que, donde Mateo dice "cuando veáis la
abominación desoladora, Lucas dice "cuando veáis a
Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que la
dcstrucción está cerca; y (2) los ejércitos eran la
agencia por medio de la cual la destrucción se llevó a
cabo.
Confirmando adicionalmente nuestro punto de vista
sobre este punto, citamos también de Farquharson el
siguiente claro pasaje:
"Cristo la nombra (la abominación
desoladora) expresamente como una de las señales previas por
las cuales aquellos a los cuales se dirigió entonces
se darían cuenta de la aproximación inmediata de
aquella destrucción de Jerusalén que Él mismo había
predicho y que, dijo, ocurriría antes de que pasara la
generación que era contemporánea de Él
(Mat. 24:34). Además, Cristo, con el término
'abominación desoladora', no quería decir cualquier
templo construido para un dios extraño o
cualesquiera sacrificios profanos. Éstos son
ciertamente abominables, pero no son desoladores.
Lucas ha preservado la explicación que Cristo mismo
dio de aquellos términos ('cuando veáis a Jerusalén
rodeada de ejércitos', etc. (#Luc. 21:20) como
tendremos ocasión de mostrar más particularmente
después; y el obispo Newton, en su ilustración de la
propia profecía de Cristo, se refiere a la
explicación proporcionada por Lucas y admite que la
abominación desoladora significa los ejércitos
paganos".
También del mismo autor citamos el siguiente pasaje,
que ocurre durante sus comentarios sobre Daniel 12:1.
"Y en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los
que hallen escritos en el libro": --
"La predicción del profeta, pues, en esta última parte
del primer versículo se cumplió en la parte del pueblo
de Daniel que, obedeciendo el llamado del Salvador a
tener fe en Él, a arrepentirse y a rendir nueva
obediencia, obtuvieron por su sangre eterna redención.
Aunque los gobernantes judíos y la mayor parte de la
nación no querían que fuese su Rey, sino que le
entregaron a los gentiles, dice Pablo que: 'Dios no ha
desechado a su pueblo, al que desde antes conoció',
sino que, como en los días de Elías, reservó para sí
mismo siete mil hombres que no doblaron sus rodillas
ante la imagen de Baal, así también en este tiempo ha
quedado un remanente escogido por gracia' (#Rom.
11:2-5). Poco tiempo después de la ascensión de
Cristo, este 'remanente' ascendía a varios millares
(#Hech. 2:41; 4:4); y después 'los que creían en el
Señor aumentaban más, gran número de así de hombres
como de mujeres' (Hech. 5:14). En aquella ocasión,
fueron en aquel tiempo 'libertados'. * * * Pero fue
añadido a la liberación eterna a los que así habían
obtenido una liberación eterna también, en aquella
'hora de angustia', 'durante la cual sus incrédulos
paisanos perecieron por la espada y el hambre. Porque
Aquél en quien ellos creyeron les había enseñado las
señales que precederían las calamidades que se
acercaban, y les había advertido que escaparan de
ellas huyendo a tiempo (#Mat. 24.15, 16). Ellos
echaron mano de las advertencias. Dice el obispo
Newton: 'Por las historias eclesiásticas, nos
enteramos de que, en esta coyuntura (la aproximación
al asedio de Jerusalén), todos los que creían en
Cristo salieron de Jerusalén, y se fueron a Pella y
otros lugares al otro lado del río Jordán; de manera
que todos ellos escaparon milagrosamente de la general
debacle de sus compatriotas; y no leemos en ninguna
parte que ni siquiera uno de ellos pereció en la
destrucción de Jerusalén'. Así, pues, en todos los
sentidos, 'en aquel
tiempo el pueblo de Daniel fue libertado, todos los
que fueron hallados inscritos en el libro'.
EL RELATO DE LUCAS. ¿ES
EL MISMO DISCURSO?
Deseamos hacer notar en este punto una idea que ha
sido propuesta por algunos comentaristas (ninguno de
prominencia, hasta donde sabemos), a saber, que el
relato que se halla en Lucas 21 es el de un discurso de Cristo
diferente del que informan las partes
correspondientes de Mateo y Marcos. Esta idea es
realmente una confirmación de lo que hemos estado
tratando de probar, pues los que proponen esta idea
tienen que haber reconocido que, si Lucas 21 nos da un
relato del mismo discurso informado por los otros dos
escritores evangélicos, entonces tiene que ser que la
gran tribulación de este último es la caída de
Jerusalén descrita por los primeros, y la abominación
desoladora es la fuerza armada romana.
Pero la idea a que nos referimos arriba es
completamente insostenible. De acuerdo con cada uno de
los tres escritores, el discurso ocurrió justo después
de que Jesús salió del templo por última vez; y de
acuerdo con cada uno de ellos, el discurso comenzó con
las mismas palabras (no quedará piedra sobre piedra);
y además, la parte profética fue pronunciada como
respuesta a la pregunta de los discípulos (dinos,
etc.). Y no sólo eso, sino que el relato de Lucas
sigue el mismo orden que los otros, y usa en muchos
pasajes precisamente las mismas palabras. Simplemente
es imposible que haya habido dos diferentes discursos
el mismo día, que surgieron del mismo incidente, y en
respuesta a la misma pregunta, formulada por los
mismos discípulos.
No viene al caso el que Mateo y Marcos digan el nombre
del lugar donde tuvo lugar la conversación (el Monte
de los Olivos), mientras que Lucas omite mencionar ese
detalle. Habría tanta base para argumentar que Cristo
soportó dos diferentes agonías la noche en que fue
traicionado, en dos lugares diferentes, porque,
mientras que Mateo y Lucas mecionan a Getsemaní como
el lugar, Lucas no especifica el nombre del lugar
donde ocurrió lo que él describe (con diferencias de
detalle con respecto a los otros).
Es concluyente la prueba de que los tres relatos se
refieren a uno y el mismo discurso, y que lo que Lucas
identifica claramente como lo que en ese momento era
la destrucción de Jerusalén que se aproximaba, los
otros dos evangelistas se refieren a ello con el
término general de "gran tribulación".
EL ÚLTIMO PERÍODO DE PRUEBA DE ISRAEL
Hemos tratado de impresionar en nuestros
lectores el hecho de que la destrucción de Jerusalén y
la desintegración final de la nación judía fue un
asunto de inmensa importancia en la historia del
mundo, tal como fue considerado y escrito divinamente. Ahora, al cerrar el capítulo,
deseamos llamar la atención al hecho de que Dios, con
maravillosa paciencia y bondad, no ejecutó su justo
juicio sobre la nación en seguida, sino que le dio un
período final de prueba, que duró 40 años justos,
desde el año 30 d. C., cuando el Señor fue
crucificado, hasta el año 70 d. C., cuando la ciudad
fue destruida y la nación exterminada.
El número 40 parece ser la medida de un completo
período de prueba. Los israelitas fueron puestos a
prueba durante 40 años en el desierto al principio de
su carrera nacional. Eso era bajo la ley. Y al final
de ella, Dios les dio otro período de prueba de 40
años, bajo el evangelio. En las Escrituras se hallan
otros períodos completos de prueba, como cuando Moisés
dejó solo al pueblo mientras estuvo en el monte
durante 40 días. Los primeros tres reyes de Israel
(Saúl, David, y Salomón) reinaron durante el período
completo de los 40 años. Y finalmente nuestro Señor
fue puesto a prueba durante 40 días en el desierto,
con las bestias salvajes, y tentado por el diablo.
EL TIEMPO DE LA ANGUSTIA
DE JACOB
La referencia al tiempo de la angustia de Jacob se
halla en Jer. 30:5-7. Por lo que aparece en 29:1, así
como por el contexto inmediato, es evidente que la
profecía concerniente a la angustia de Jacob fue
pronunciada después
de que comenzó el cautiverio en Babilonia;
así que no era el castigo infligido por Nabucodonosor
lo que el profeta estaba prediciendo. Esto queda bien
claro por los versículos inmediatamente anteriores a
la profecía de la angustia de Jacob, en que Dios dice
que Él traería nuevamente el cautiverio de su pueblo y
haría que regresasen a la tierra de sus padres. Así,
pues, el orden de sucesos predicho era el regreso del
cautiverio desde Babilonia, y después de eso, el
tiempo de la angustia de Jacob, que está predicho en
estas notables palabras:
"Porque así ha dicho Jehová: Hemos
oído voz de temblor; de espanto, y no de paz.
Inquirid ahora, y mirad si el varón da a luz; porque
he visto que todo hombre tenía las manos sobre sus
lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto
pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel
día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo
de angustia para Jacob; pero de ella será librado"
(Jer. 30:5-7).
La destrucción de Jerusalén por los romanos es un
completo cumplimiento de esta profecía. ¿Por qué,
pues, debemos ignorar un conspicuo cumplimiento
histórico e imaginar un cumplimiento en el futuro del
cual no hay ninguna prueba?
Las palabras "no hay otro semejante a él" establecen
el hecho de que el tiempo de la angustia de Jacob,
predicho por Jeremías, es el mismo que el "tiempo de
angustia cual nunca fue", predicho a Daniel por el
hombre vestido de lino, y el mismo que la "gran
tribulación cual nunca fue desde el principio del
mundo hasta hoy, ni la habrá", predicho por el Señor
como que estaba a punto de sobrevenir al pueblo.
Porque no puede haber dos tiempos de angustia como
éste.
De la misma manera, las palabras de Jeremías: "Pero de
ella será librado" concuerdan con las palabras: "Será
libertado tu pueblo. todos los que se hallen inscritos
en el libro" (#Dan. 12:1), y con las palabras de
Cristo: "Pero el que persevere hasta el fin, éste será
salvo" (#Mat. 24:13). La concordancia es notable.
Después de profetizar el tiempo de la angustia de
Jacob (cuyos detalles no describe), Jeremías procede a
hablar de otro cautiverio de la nación, y del
propósito de Dios de sacar a su pueblo de él y de
restaurarles a su propia tierra (#Jer. 30:10, 11).
Esto confirma el punto de vista de que el cautiverio
al que se hace referencia en el versículo 3 es el de
Babilonia. Además, los términos usados para describir
el cautiverio de que se habla en los versículos 10 y
11 muestran que era una dispersión mundial. Porque
Dios dice: "Yo soy el que te salvo de lejos ... y
Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no
habrá quien le espante". Así que aquí tenemos un
cautiverio en tierras distantes, para ser seguido por
una restauración y una bendición -- no por otra
tribulación. Además, leemos: "Pero yo estoy contigo
para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las
naciones entre las cuales te esparcí; pero a tí no te
destruiré" (Jer. 30:11).
Así, pues, de acuerdo con estas tres grandes profecías
que hemos estado estudiando y comparando, hubo un
tiempo de angustia sin igual para Israel, seguido por
una dispersión mundial de los sobrevivientes, y con
esto, la historia concuerda perfectamente, porque el
tiempo de angustia, cual nunca fue ni antes ni
después, vino con la generación especificada por
Cristo, y fue seguido inmediatamente de una dispersión
mundial de los judíos, que ha durado hasta ahora; pero
Dios no ha terminado con ellos todavía.
Todo esto es revertido completamente por un sistema
actual de interpretación de la profecía, según el cual
la dispersión del pueblo de Israel viene primero, y el
tiempo de angustia cual nunca fue ha sido reservado
para ellos para después, cuando Dios los haya traído
nueva y finalmente, a su propia tierra.
LA GRAN TRIBULACIÓN DE
APOCALIPIS 7
En Apocalipsis 7:9-17 se describe la visión de una
gran multitud que nadie podía contar, de todas
naciones y tribus y pueblos y lenguas, de la cual se
dice: "Éstos son los que han salido de la gran
tribulación, y han lavado sus ropas, y las han
emblanquecido en la sangre del Cordero". No hay nada
en este pasaje que muestre que la tribulación a que se
refiere está todavía en el futuro, ni nada que
justifique la expresión "santos de la tribulación",
que se oye comúnmente en algunos sectores. Lo que a
Juan se le permite ver aquí es, no una tribulación
futura, sino la futura bienaventuranza de los que,
mientras estuvieron en la tierra, estuvieron en gran
tribulación. El tiempo en que la tribulación ocurrió
no se indica en absoluto.
Nosotros no identificamos la tribulación de Mateo
24:21 con la de Apocalipsis 7:14. La primera es un
suceso específico en la historia, que perteneció
estrictamente al pueblo judío. La segunda es general e
indefinida. Hay involucrada gente de toda nación, y
tribu, y pueblo y lengua. La probabilidad es (aunque
en la actualidad no podemos expresar una opinión
decidida sobre ello) que la compañía a que se hace
referencia (cuya bienaventuranza es precisamente la
misma que la de todos los redimidos, como se describe
en Apoc. 21:3, 4) abarca a todos los que han sufrido
por amor a la verdad, durante todos los siglos de
persecución bajo la Roma imperial y la Roma papal. Esa
tribulación, siendo de una clase bastante diferente de
la tribulación concreta que sobrevino a Jerusalén en
el año 70 d. C., no se puede comparar con ella. No
habría nada de esa clase que la superara.
No hay ninguna buena razón para dudar de que la
Versión Autorizada [en inglés] presenta el verdadero
sentido cuando dice: "Éstos son los que salieron de
gran tribulación", palabras que no especifican ninguna
clase especial de sufrientes que pasaron por algún
período especial de aflicción. Rechazamos
completamente la idea de una compañía separada de
santos de tribulación, segregados de la compañía
principal de los redimidos y asignados a alguna esfera
inferior de bienaventura.
1. Las piedras del templo
eran de enormes dimensiones. Edersheim dice: "Según
Josefo, la ciudad estaba tan levantada y excavada que
era difícil creer que alguna vez hubiese estado
habitada. En un período posterior, Turno Rufo
hizo que se le pasara un arado. Con respecto a los
muros del templo, a pesar de lo macizo de sus piedras,
no quedó casi nada en su lugar, con excepción de
alguna esquina o porción de muro, para mostrar cuán
grande había sido la ruina y la desolación.
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