DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Una exposición del libro
de Apocalipsis
Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton
Tomado de Freebooks
Parte Tres
7
EL VERDADERO ISRAEL
Las dos visiones de este capítulo (v. 1-8 y
v. 9-17) son todavía parte del sexto sello, y proporcionan una
solución al problema de la caída de Israel. Y, sin embargo,
también forman un intervalo o entreacto, un período de tardanza
entre el sexto y el séptimo sellos, que sirve para realzar el
sentido de espera de la cual se quejan los santos en 6:10,
puesto que esta sección es en parte la divina respuesta a su
oración (comp. la tardanza entre la sexta y la séptima
trompetas, 10:1-11:14). Antes de la caída de Jerusalén, el
cristianismo estaba mayormente identificado con Israel, y los
futuros de los dos estaban interconectados. Los cristianos no
eran separatistas; se consideraban a sí mismos los verdaderos
herederos de Abraham y de Moisés, y a su religión como el
cumplimiento de todas las promesas hechas a los padres. Que la
iglesia existiera separada por completo de la nacionalidad
israelita y de la Tierra Santa era virtualmente inimaginable.
Por eso, si la ira de Dios hubiera de ser desatada sobre Israel
con toda la furia no diluída presentada en el sexto sello,
trayendo la re-creación del cielo y de la tierra y la
aniquilación de la humanidad, ¿qué sería de la iglesia? ¿Qué
ocurriría con los fieles que se encontrasen en medio de una
civilización que se derrumbaba? ¿Sería destruído el remanente
creyente en la conflagración venidera junto con los enemigos de
la fe?
La respuesta dada en estas visiones es que
"no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación
por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tesa. 5:9). La iglesia
será preservada. En realidad, en términos del juicio venidero
sobre Israel, el Señor había dado instrucciones explícitas sobre
cómo escapar de la Tribulación (véase Mat. 24:15-25; Mar.
13:14-23; Luc. 21:20-24). Los cristianos que vivían en Jerusalén
obedecieron la amonestación profética, y fueron preservados,
como Marcellus Kik señaló en su estudio de Mateo 24: "Una de las
cosas más notables acerca del sitio de Jerusalén fue el
milagroso escape de los cristianos. Se ha calculado que más de
un millón de judíos perdieron la vida en aquel terrible sitio,
pero ninguno de ellos era cristiano. Esto lo indicó nuestro
Señor en el versículo 13: 'Mas el que persevere hasta el fin,
éste será salvo'. Que el 'fin' de que Él hablaba no era la
terminación de la vida de los cristianos, sino el fin de
Jerusalén, es evidente según el contexto. Inmediatamente después
de este versículo, Jesús continúa relatando el momento exacto
del fin. Los cristianos que vivieran hasta el fin serían
salvados de la terrible tribulación. Cristo indica también el
momento en que los cristianos debían huir de la ciudad para que
pudieran salvarse de su destrucción. Esto queda verificado en un
pasaje paralelo (Lucas 21:18): 'Pero ni un cabello de vuestra
cabeza perecerá'. En otras palabras, durante la desolación de
Jerusalén, los cristianos quedarían indemnes, aunque en el
período anterior a esto algunos perdieron la vida a causa de la
persecución". 1
Los 144.000
sellados (7:1-8)
1 Y después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre
los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos
de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra,
ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol.
2 Vi también a otro ángel que subía de donde sale
el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los
cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer
daño a la tierra y al mar,
3 diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar,
ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los
siervos de nuestro Dios.
4 Y oí el número de los sellados: ciento cujarenta
y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de
Israel.
5 De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la
tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil
sellados.
6 De la tribu de Aser, doce mil sellados. De la
tribu de Neftalí, doce mil sellados. De la tribu de Manasés,
doce mil sellados.
7 De la tribu de Simeón, doce mil sellados. De la
tribu de Leví, doce mil sellados. De la tribu de Isacar, doce
mil sellados.
8 De la tribu de Zabulón, doce mil sellados. De la
tribu de José, doce mil sellados. De la tribu de Benjamín, doce
mil sellados.
1-3 Juan ve cuatro ángeles de pie en los
cuatro ángulos de la tierra, mensajeros divinos a los cuales se
les concedió poder para dañar la tierra y el mar; y sin embargo,
aquí están deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que
no soplase ningún viento sobre la tierra ni sobre el mar ni
sobre ningún árbol. Aunque la tierra y el mar
están en caso genitivo, árbol está en acusativo,
indicando que Juan desea llamar la atención a él. A través de la
Biblia, los árboles son imágenes de hombres (Jud. 9:8-15). En
particular, son símbolos de los justos (Éx. 15:17; Sal. 1:3;
92:12-14; Isa. 61:3; Jer. 17:5-8). 2
En la Escritura, el viento se usa en relación con la venida de
Dios y la acción de sus ángeles, bien en bendición, o en
maldición (Comp. Gén. 8:1; 41:27; Éx. 10:13, 19; 14:21; 15:10;
Núm. 11:31; Sal. 18:10; 104:3-4; 107:25; 135:7; 147:18; 148:8;
Juan 3:8; Hech. 2:2). En este caso, el ángel habla del sirocco,
el cálido viento del desierto que achicharra la vegetación, como
figura del ardiente juicio de Dios sobre los impíos (comp. 16:9,
y contrástese con 7:16):
Aunque él fructifique entre los
hermanos, vendrá el solano, viento de Jehová; se levantará
desde el desierto, y se secará su manantial, y se agotará su
fuente; él saqueará el tesoro de todas sus preciosas alhajas.
Samaria será asolada, porque se rebeló contra su Dios; caerán
a espada; sus niños serán estrellados, y sus mujeres encinta
serán abiertas. (Oseas 13:15-16).
Como hemos visto, 3 la asociación de
ángeles con la "naturaleza" no es una "mera" imagen. Por medio
de sus ángeles, Dios controla los patrones climatológicos, y usa
el estado del tiempo como instrumento de bendición y de juicio.
Desde el mismo primer versículo, la Biblia está escrita en
términos de lo que Gary North llama personalismo cósmico:
"Dios no creó un universo auto-sostenible, que ahora ha sido
dejado para que funcione en términos de las leyes autónomas de
la naturaleza. El universo no es un mecanismo gigante, como un
reloj, al que Dios le dio cuerda al principio del tiempo. El
nuestro no es un mundo mecánico, ni una entidad biológica
autónoma, que crece según algún código genético del cosmos. El
nuestro es un mundo activamente sostenido por Dios segundo a
segundo (Job 38-41). Toda la creación es inescapablemente personal
y teocéntrica. 'Porque las cosas invisibles de él, su
eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la
creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
hechas ...' (Rom. 1:20).
"Si el universo es inescapablemente personal, entonces no puede
haber ningún fenómeno ni suceso en la creación que sea
independiente de Dios. De ningún fenómeno se puede decir que
existe separado del plan incluyente de Dios para las edades. No
hay ninguna 'objetividad bruta' que no haya sido interpretada.
Nada en el universo es autónomo... Nada en la creación
genera sus propias condiciones de existencia, incluyendo la
estructura legal bajo la cual algo funciona o se hace funcionar.
Cada hecho en el universo, de principio a fin, es
exhaustivamente interpretado por Dios en términos de su ser, su
plan, y su poder". 4
Los cuatro ángeles están deteniendo el
juicio en obediencia a la orden de otro ángel, al cual Juan ve
ascendiendo desde el nacimiento del sol, de donde
tradicionalmente han venido las acciones de Dios en la historia
(comp. Isa. 41:1-4, 25; 46:11; Eze. 43:1-3). Este ángel viene
como representante de Cristo, la Salida del sol desde lo alto,
que nos ha visitado (Luc. 1:78), el Sol de justicia que se ha
levantado llevando sanidad en sus alas (Mal. 4:2; comp. Efe.
5:14; 2 Ped. 1:19). Posee el espíritu sin medida (Juan 3:34), el
sello del Dios viviente, con el cual identifica al pueblo de su
propia posesión, y por cuyas órdenes los juicios sobre la tierra
no son plenamente derramados hasta que nosotros - Cristo y sus
mensajeros - hayan sellado a los siervos de nuestro Dios en sus
frentes: El Sello del Espíritu (Efe. 1:13; 4:30) es aplicado a
los justos antes de que los sellos de la ira sean aplicados a
los impíos; Pentecostés precede al Holocausto.
En el mundo bíblico, el sello significaba
una transferencia de autoridad y poder, una garantía de
protección, y una marca de propiedad (comp. 2 Cor. 1:21-22; 2
Tim. 2:19). El antecedente original para las imágenes de Juan es
Ezequiel 9:1-7, que muestra a Dios encargando a los verdugos que
destruyan a cada uno en la ciudad de Jerusalén; los primeros en
ser muertos son los ancianos en el templo. Sin embargo, primero
encarga a otro ángel que "pase por en medio de la ciudad, por en
medio de Jerusalén, y ponerles una señal en la frente a los
hombres que gimen y que claman a causa de todas las
abominaciones que se hacen en medio de ella" (v. 4). Los
piadosos son marcados para protegerlos, para que los apóstatas
de Jerusalén pueden ser destruídos.
La marca en la frente es, por eso, un
símbolo del hombre restaurado a la comunidad con Dios. Un
ejemplo impresionante de esto era el Sumo Sacerdote, cuya frente
estaba marcada con letras de oro que proclamaban que era SANTO A
JEHOVÁ (Éx. 28:36). Además, en Deuteronomio 6:8, todo el pueblo
de Dios está sellado en la frente y en la mano con la ley de
Dios, del mismo modo que están caracterizados en vida por la
obediencia fiel en pensamiento y acción a cada palabra de Dios.
La "marca" protectora en Ezequiel 9 es
literalmente tav, la última letra del alfabeto hebreo.
La forma hebrea antigua de tav era +, una cruz -
un hecho que no pasó inadvertido a la iglesia primitiva, que lo
veía como "una referencia cuasiprofética al signo de la cruz
como lo usaban los cristianos, y es posible que el uso de ese
signo en el bautismo se haya originado en este pasaje". 5 Tertuliano creía que
Dios había dado a Ezequiel "la forma misma de la cruz, que Él
predijo sería la señal en nuestras frentes en la Jerusalén
verdaderamente católica". 6 El santo bautismo, el sello del Espíritu (2 Cor.
1:21-22; Gál. 3:27; Efe. 1:13-14; 4:30; comp. Rom. 4:11),
identifica a estos creyentes como los esclavos guardadores del
pacto de nuestro Dios, que serán preservados de la ira de Dios
al ser destruídos los impíos. "El propósito del sellamiento era
preservar el verdadero Israel de Dios como simiente santa. El
propósito no era salvarles de la tribulación, sino preservarles
en medio de la gran tribulación que estaba a punto de venir, y
glorificarles por ello. Aunque el antiguo Israel sea desechado,
un nuevo y santo Israel ha de ser escogido y sellado con el
Espíritu y con el Dios viviente". 7
4-8 El número de los que fueron sellados se
le lee a Juan: Ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus
de los hijos de Israel, doce mil de cada una de las doce tribus.
El número de 144.000 es obviamente simbólico: doce (el
número de Israel) al cuadrado, multiplicado luego por 1000
(diez y sus múltiplos, que simbolizan muchos; comp. Deut.
1:11; 7:9; Sal. 50:10; 68:17; 84:10; 90:4). Juan nos presenta el
Israel ideal, el Israel como debió ser, en toda su perfección,
simetría, y plenitud; el santo Ejército de Dios, formado para el
combate de acuerdo con sus millares (comp. 1 Crón. 4-7). El
"millar" era la división militar básica en el campamento de
Israel (Núm. 10:2-4, 35-36; 31:1-5; 48-54; 2 Sam 18:1; 1 Crón.
12:20; 13:1; 15:25; 26:26; 27:1; 28:1; 29:6; 2 Crón. 1:2;
17:14-19; Sal. 68:17). Este es el significado de la famosa
profecía de Miqueas sobre la Natividad: Aunque Belén es
demasiado pequeña para ser contada "entre los millares de Judá",
demasiado insignificante para ser considerada seriamente en la
estrategia militar de la nación, "de tí me saldrá el que será
Señor en Israel", el Rey que establecerá la justicia y la paz de
Dios hasta los confines de la tierra (Miq. 5:1-15). Es en
términos de estas imágenes bíblicas que Juan escucha gritar los
nombres de las tribus: Juan está escuchando el pase de lista de
las huestes del Señor. En este caso, cada una de las tribus
puede poner en el campo de batalla doce divisiones completas, un
ejército numéricamente perfecto de 144.000 soldados del Señor.
La visión de Juan de un ejército israelita
es, por esta razón, en las palabras de Milton Terry, "un cuadro
apocalíptico de aquella 'simiente santa' de la que habla Isaías
en Isaías 6:13 - el remanente superviviente que estaba destinado
a permanecer como el tocón de un roble caído después de que las
ciudades hubieran sido devastadas y la tierra hubiese quedado
desolada - aquel 'remanente de Jacob', que había de ser
preservado de 'la consumación ya determinada en medio de la
tierra' (Isa. 10:21-23). Es el mismo 'remanente escogido por
gracia' del cual habla Pablo en Romanos 9:27-28; 11:5. Dios no
destruirá a Jerusalén, ni dejará desolados los que una vez
fueron lugares santos, sin que primero escoja y selle un número
selecto como el principio de un nuevo Israel. La primera iglesia
cristiana fue formada de siervos de Dios escogidos de 'las doce
tribus de la dispersión' (Sant. 1:1), y el fin de la era judía
no habría de llegar sino hasta que, por el ministerio de los
apóstoles cristianos judíos y los profetas, el evangelio del
reino hubiese sido predicado en el mundo entero por testimonio a
todas las naciones (Mat. 24:14)". 8
Juan consuela a sus lectores: El juicio
seguramente será derramado sobre los apóstatas del Antiguo
Pacto, pero la iglesia misma no está en peligro. En realidad, el
pueblo del verdadero pacto está a salvo, íntegro, y completo.
Aunque Dios está a punto de destruir a Jerusalén, aniquilando
hasta el último vestigio del orden mundial y el sistema de culto
del Antiguo Pacto, Israel perdura. Las promesas del pacto hechas
a Abraham, Isaac, y Jacob no son puestas en peligro en lo más
mínimo. De hecho, el derramamiento de la ira de Dios en la
destrucción de Jerusalén sólo servirá para revelar al verdadero
Israel en una gloria mayor que nunca antes. Jerusalén es
saqueada y quemada, sus habitantes muertos y dispersados; pero Israel
- todo su pueblo, en todas las tribus - es sellado y salvado.
"Por esto, el juicio no es sólo el otro lado de la moneda de la
salvación, sino también un acto de gracia y misericordia hacia
el pueblo de Dios. Por devastadora que fuera a ser la caída de
Jerusalén para el remanente fiel, sin esa caída no habría
quedado ningún remanente". 9
El orden de las
doce tribus en Apocalipsis
He puesto esta sección por separado porque sin duda será la
parte del libro más aburrida de leer. El lector que se canse
fácilmente debería echarle un breve vistazo y seguir adelante.
Aunque he tratado de simplificar la discusión hasta donde sea
posible, me temo que todavía aparece extremadamente compleja.
Todo esto sería mucho más fácil si conociéramos nuestras Biblias
tan bien como la conocían los niños en las sinagogas del siglo
primero: Si supiéramos de memoria los nombres de los hijos de
Jacob y los de sus madres, y los más o menos veinte órdenes en
los cuales son listados en el Antiguo Testamento (y las razones
para cada variante), entenderíamos casi inmediatamente lo que
Juan ha hecho con esta lista, y por qué.
Algunas observaciones de Austin Farrer son
especialmente pertinentes aquí: "El propósito de los símbolos es
que se entiendan inmediatamente, el propósito de explicarlos es
el de restaurar y construir el hecho de entenderlos. Esta es una
tarea un poco delicada. Con su mente consciente, el autor no
había pensado cada significado, cada interconexión de sus
imágenes. Los símbolos habían funcionado en su pensamiento, no
se habían pensado ellos mismos. Si tratamos de revelarlos,
parecerá que sobreintelectualizamos el proceso de su mente, para
representar un nacimiento imaginativo como una construcción
especulativa. Una representación como ésta no sólo
malrepresenta, sino que también destruye, la creencia, porque
nadie puede creer en el proceso cuando se representa de esta
manera. Somos conscientes de que ninguna mente puede pensar
con tal grado de complejidad sin destruir la vida del producto
del pensamiento. Y sin embargo, si no intelectualizamos así, no
podemos interpretar en absoluto; es una necesaria distorsión del
método, y el lector tiene que soportarla pacientemente. Dígase
de una vez por todas que los convencionalismos no han de ser
tomados literalmente. No pretendemos distinguir entre lo que se
pensó discursivamente y lo que fue concebido intuitivamente en
una mente que penetró sus imágenes con inteligencia y enraizó
sus actos intelectivos en la imaginación...."
"El lector que persevere a través de los
análisis que siguen puede naturalmente preguntar: '¿Cuánto de
todo esto comprendieron las congregaciones de las Siete
Iglesias, cuando se les leyó la pastoral apocalíptica de su
arzobispo?' Sin duda, la respuesta es que, del análisis
esquemático al cual recurrimos, no entendieron nada, porque
estaban esuchando el Apocalipsis de Juan, no las elucubraciones
del escritor actual. Eran hombres de su propia generación,
escuchaban constantemente el Antiguo Testamento en sus propias
asambleas, y estaban adiestrados por el predicador (que podía
ser Juan mismo) para interpretarlo por medio de ciertos
convencionalismos. Y así, sin análisis intelectual, recibirían
los símbolos simplemente por lo que eran. Entenderían lo que
entenderían, y eso sería hasta donde tenían tiempo de digerir".
10
Por mucho tiempo, los eruditos se han
sentido perplejos por el orden de las tribus en la lista de
Juan. Obviamente, Judá es mencionado primero porque es la tribu
de Jesucristo; aparte de eso, muchos han supuesto que la lista o
fue hecha al azar (dada la extrema atención que los escritores
bíblicos - especialmente Juan - ponían a los detalles,
esto es altamente improbable), o está encerrada permanentemente
en el misterio (esto es sólo pura arrogancia; debemos recordar
siempre que, si no podemos responder una pregunta, probablemente
aparecerá alguien que la resuelva en los siguientes cien años o
algo así). Sin embargo, como de costumbre, la explicación de
Austin Farrer es la que tiene más que ofrecer. Haciendo notar
que los nombres de las doce tribus están escritos en las puertas
de la Nueva Jerusalén (21:12), él propone que el orden de las
tribus corresponde al orden en que se mencionan las puertas: este,
norte, sur, oeste. Como podemos ver en el primer diagrama
(que, como los mapas del mundo antiguo, está orientado hacia el
este), 11 Juan comienza por la esquina oriental con Judá
(porque el ángel sellador viene del este, v. 2), pasa a través
de Rubén y Gad y Aser en la esquina norte, luego baja por el
lado noroccidental con Neftalí y Manasés;
comenzando otra vez (veremos por qué en un momento), menciona a
Simeón y a Leví en el lado sudoriental hasta Isacar en
el sur, luego da vuelta a la esquina y pasa a través de Zabulón
y José, y termina con Benjamín en la esquina occidental.
¿Por qué dispuso Juan la lista de tribus de esta
manera? La respuesta más probable (la de Farrer) se encuentra en
Génesis y en Ezequiel. Las doce tribus descendían de los doce
hijos de Jacob, que había engendrado por medio de sus esposas Lea
y Raquel, y sus respectivas siervas, Zilpa y Bilha (legalmente,
los hijos de las siervas les pertenecían a Lea y a Raquel; véase
Gén. 29:31-30:24 y 35:16-18). La lista de los hijos de Jacob es
como sigue:
LEA
|
RAQUEL
|
Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón |
Dan, Neftalí (de Bilha) |
Gad, Aser (de Zilpa) |
José, Benjamín |
Cuando
el
profeta Ezequiel expuso su visión de la Jerusalén ideal, él
también mostró doce puertas, una por cada tribu (Eze. 48:30-35).
A primera vista,
esta lista no parece tener mucho en común con la de Juan,
pero, cuando las miramos juntas, la relación entre ellas se ve
muy estrecha. La lista de Ezequiel está dispuesta muy
simétricamente. Ezequiel ha dividido los hijos de Lea en dos
grupos principales de tres ("mayores" y "menores"), que se
equilibran los unos a los otros en el norte y en el sur. Los
dos hijos de Raquel en el este están dispuestos frente a los
dos hijos de Zilpa en el oeste; y debajo de cada par está uno
de los hijos de Bilha. Además, Ezequiel ha colocado a Judá (la
tribu real) en la hilera superior de tres, haciendo que
intercambie lugares con Simeón.
Farrer explica la revisión que Juan hace de
Ezequiel: "Convierte a Raquel en un genuino trío, reemplazando
el nombre de Manasés por el de Dan. En realidad, la tribu de
José se había convertido en dos tribus, Efraín y Manasés. Puesto
que Efraín era el principal heredero de José, José cubre a
Efraín; Manasés ha sido añadido. Un subproducto de esta mejora
es la desaparición de la lista de Dan, uno de los doce. Quizás
esto no haya desagradado a Juan; sea Dan sea el Judas de los
patriarcas. En realidad, Dan tenía una dudosa reputación (Gén.
49:17; Lev. 24:10-11; 1 Reyes 12:28-30; Jer. 4:15 y 8:16). Al
final (Apoc. 21:12-14), Juan pone los nombres de los apóstoles
alrededor de la ciudad, emparejándolos con las tribus. No
podemos suponer que el nombre de Iscariote permanecería allí,
más que el de Dan".
"Luego, por lo que concierne a la promoción
artificial de Judá: En vez de intercambiar a Judá con Simeón,
Juan simplemente eleva a Judá dos lugares. El resultado es que
Leví, no Simeón, es sacado fuera de los primeros tres. Se supone
que esta alteración es deliberada, porque, en la nueva
dispensación, Leví es degradado. El sacerdocio se une al señorío
en la tribu de Judá, como explica tan abundantemente el escritor
de Hebreos; Leví no tiene ninguna posición especial (véase
especialmente Heb. 7:11-14)". 12
La grande
muchedumbre (7:9-17)
9 Después de esto miré, y he aquí una gran multitud,
la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos
y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del
Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;
10 y clamaban a gran voz diciendo: La salvación
pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al
Cordero.
11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor
del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y
se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a
Dios,
12 diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la
sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la
fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome:
Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son y de
dónde han venido?
14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo:
Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han
lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del
Cordero.
15 Por esto están delante del trono de Dios, y le
sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el
trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.
16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá
más sobre ellos, ni calor alguno;
17 porque el Cordero que está en medio del trono
los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios
enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
9 Ya hemos observado el mecanismo literario
que Juan usa para presentar sus imágenes desde varios ángulos: el
oído, luego la vista. Por ejemplo, en 1:10-13,
Juan oye una voz, luego se vuelve para ver al Señor; en
5:5-6, él oye hablar del León de Judá, luego ve al
Cordero; en 6:1-8, él oye uno de los seres vivientes
decir "Ven", y luego ve el objeto de la orden del ser viviente.
El mismo patrón ocurre aquí en este capítulo: Juan nos dice: Oí
el número de los sellados (v. 4); luego, después de estas cosas
- después de oír el número de los redimidos - miré, y he aquí
una gran multitud (v. 9). Este patrón, y el hecho de que las
bendiciones adscritas a ambos grupos son bendiciones que
pertenecen a la iglesia, indica que estos dos grupos son, hasta
cierto punto, dos aspectos diferentes de la única Iglesia
universal.
Así que, desde un punto de vista, el pueblo de Dios está
definitivamente numerado; no falta ninguno de los elegidos, y la
iglesia es perfectamente simétrica y completa. Desde otro punto
de vista, la iglesia es innumerable, una gran multitud que nadie
podía contar. Vista desde una perspectiva, la iglesia es el
nuevo, el verdadero Israel de Dios: los hijos de Jacob
reunidos en todas sus tribus, plenas y completas. Desde otra
pespectiva igualmente verdadera, la iglesia es el mundo entero:
una gran multitud de redimidos de toda nación y tribu y pueblo y
lengua.
En otras palabras, los 144.000 son el
remanente de Israel; y, sin embargo, el cumplimiento de las
promesas hechas a Israel tiene lugar por medio de la salvación
del mundo, trayendo a los gentiles para que compartan las
bendiciones de Abraham (Gál. 3:8). El número de los miembros del
rermanente se completa con la multitud de los salvados de todas
las naciones, tal como la Nueva Jerusalén - cuyas dimensiones se
miden en términos de doce y en cuyas puertas están grabados los
nombres de las doce tribus - se llena con la gloria y el honor
de las naciones del mundo (21:12-27). Farrer dice: "Por medio
del contraste entre las tribus numeradas y la gran multitud,
Juan expresa dos temas antitéticos, ambos igualmente
tradicionales. Dios conoce el número de sus elegidos; los que
heredan la bendición de Abraham son tan innumerables como las
estrellas (Gén. 15:5). Pero Juan no puede querer decir ni que el
número de los santos gentiles es desconocido para Dios, ni que
el número de los israelitas justos puede ser contado por los
hombres. Lo que él nos dice es que su oído percibe un número que
resulta de un censo angélico; y que a sus ojos se presenta una
multitud que él no puede contar, como en la visión de Abraham
cuando se le dijo que mirara las estrellas. La visión de la
multitud vestida de ropas blancas, purificadas por el martirio,
debe reflejar en todo caso a Daniel 11:35. El tema continúa en
Daniel 12:1-3, donde las mismas personas son descritas como
'escritas en el libro' y 'como las estrellas'; es fácil llegar a
la conclusión de que 'numerado, pero no imposible de contar'". 13
Por lo tanto, en la visión de Juan, el
remanente sellado de Israel es la simiente santa, las
"primicias" (14:4) de la nueva iglesia, destinadas a expandirse
en una innumerable multitud reunida en adoración delante del
trono en el cielo. El núcleo de Israel se convierte en la
iglesia, redimida de toda nación en cumplimiento de la promesa
abrahámica (Gén. 15:5; 22:17-18); y así la iglesia se convierte
en el mundo entero. La salvación de Israel solo nunca había sido
la intención de Dios; Él envió a su Hijo "para que el mundo
fuera salvo por medio de él" (Juan 3:16-17). Como el Padre le
dijo al Hijo al planear el pacto de redención:
Poco es para mí que tú seas mi siervo
para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures
el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones,
para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.
(Isa. 49:6)
El número real de los salvados, lejos de
limitarse a unas meras decenas de millares, es en realidad una
multitud que nadie podía contar, tan vasta que no puede ser
comprendida. Porque el hecho es que Cristo vino a
salvar al mundo. Tradicionalmente - aunque los calvinistas
han estado técnicamente en lo cierto al declarar que los
beneficios plenos de la expiación estaban destinados sólo para
los elegidos - tanto calvinistas como arminianos han tenido la
tendencia a no captar el punto de Juan 3:16. Ese punto ha sido
hermosamente resumido por Benjamin Warfield: "Entonces, no
debéis imaginar que Dios se sienta indefenso mientras el mundo,
que él creó para sí mismo, se lanza, indefenso, a su
destrucción, y que Él sólo puede arrebatar, aquí y allá, algún
tizón del incendio universal. El mundo no le gobierna a Él en
ninguno de sus actos: Él lo gobierna y lo conduce con mano firme
hacia el fin que, desde el principio, o desde que se colocara la
primera viga, Él había determinado para él.... A través de todos
los años, se nota un propósito, un creciente propósito:
más y más, los reinos de la tierra han venido a ser el Reino de
nuestro Dios y de su Cristo. Puede que el proceso sea lento; a
nuestros ojos impacientes, el progreso puede parecer que se
demora. Pero es Dios el que está construyendo, y bajo sus manos,
la estructura se levanta firme aunque lentamente, y a su debido
tiempo, la cúspide será puesta en su lugar, y ante nuestros ojos
atónitos, quedará revelado nada menos que un mundo salvado". 14
Desafortunadamente, muchos no han apreciado plenamente las
implicaciones de este pasaje. Por más de un siglo, el
cristianismo ha estado plagado por un derrotismo completamente
injustificado: Hemos creído en la depravación del hombre más que
en la soberanía de Dios. Tenemos más fe en el poder de una
criatura no regenerada para resistir la Palabra de Dios que en
el poder del Creador Todopoderoso para convertir el corazón de
un hombre según Su voluntad. Esta actitud impotente no siempre
ha caracterizado al pueblo de Dios. Charles Spurgeon animaba a
una reunión de misioneros con estas palabras: "Yo mismo creo que
el rey Jesús reinará, y que los ídolos serán completamente
abolidos; pero yo espero que el mismo poder que volteó el mundo
al revés una vez continúe haciéndolo. El Espíritu Santo jamás
soportaría que la imputación de que no era capaz de convertir al
mundo reposara sobre su santo nombre". 15
A causa de la resurrección y la ascensión
de Cristo, esta es la era del triunfo del evangelio. Las claras
indicaciones de las Escrituras son las de que, con el correr del
tiempo, la tendencia de las naciones será hacia la conversión.
Los salvados serán con mucho más numerosos que los perdidos. A
través del libro de Apocalipsis, como en el resto de la Biblia,
encontramos a Satanás continuamente derrotado delante del gran
ejército de los elegidos. Aunque Satanás parezca ser dominante,
sabe que "le queda poco tiempo" (12:12). El período del aparente
triunfo de Satanás se cuenta por días y meses (12:6; 13:5), y
aun entonces la suya no es más que una alocada y fútil carrera
por un poder efímero; en marcado contraste, el período del
dominio de los santos se mide en años - un millar de
ellos - y desde el principio (1:6) hasta el fin (20:4-6) ellos
son designados como reyes. ¡Jesús es el Vencedor! Ha
venido a salvar al mundo, a redimir a las naciones, y no será
defraudado: "Verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad
de Jehová será en su mano prosperada" (Isa. 53:10).
Juan ve el mundo redimido de los santos
victoriosos de pie delante del trono y delante del Cordero en
adoración. Están vestidos de ropas blancas, que simbolizan
justicia, con palmas en las manos, con el bien conocido símbolo
de la restauración del pueblo de Dios al paraíso. Esto también
nos recuerda la Fiesta de los Tabernáculos, iniciada durante el
Éxodo: No es ningún accidente que la palabra tabernáculo ocurra
en este pasaje (véase nuestro comentario sobre v. 15 más abajo).
16 R. J.
Rushdoony muestra cuán extensas son las imágenes en el
simbolismo de Apocalipsis: "Jesús es al mismo tiempo el
verdadero Moisés (el Cantar de los Cantares es citado en
Apocalipsis 15:2ss.), y Josué el mayor. Él es el liberador del
pueblo de Dios. Simeón declaró en el templo que sus ojos habían
visto la salvación de Dios, habiendo visto al Salvador niño
(Luc. 2:30; comp. Isa. 52:10), pues él era uno de los que
'esperaban la redención de Jerusalén' (Luc. 2:38), es decir, su
liberación del cautiverio del Egipto espiritual. La muerte de
los niños en el Egipto de Faraón encuentra un paralelo en la
orden homicida de Herodes (Éx. 1:16; 2:15; 4:19; Mat. 2:16). El
Cristo niño es llamado el verdadero Israel que fue llamado desde
Egipto (Mat. 2:14s.; comp. Éx. 4:22; Oseas 11:1). Los 40 años de
la tentación de Israel en el desierto, y su fracaso, se
equiparan con los 40 días de la tentación de Cristo en el
desierto, que terminaron en victoria; Jesús resistió citando a
Moisés. Jesús envió a 12 discípulos, para que fueran el nuevo
Israel de Dios, los nuevos dirigentes de una nueva nación o un
nuevo pueblo. Jesús también envió a los 70 (Luc. 10:1ss.), como
Moisés reunió a 70, a quienes Dios dio el Espíritu (Núm.
11:16ss.). Se nos proporcionan paralelos de la conquista de
Canaán, y la destrucción de sus ciudades por medio del fuego del
juicio (Mat. 10:15; 11:20ss.; Luc. 10:12ss.; Deut. 9:1ss.; Mat.
24). La antigua Jerusalén ahora tiene el papel de Canaán y ha de
ser destruída (Mat. 24). El mundo entero es la nueva Canaán, que
ha de ser juzgada y conquistada: 'Id a todo el mundo ...' Tanto
Éxodo como Apocalipsis terminan con el Tabernáculo, el primero
con el tipo y el segundo con la realidad". 17
Hay otros paralelos aquí también. La Fiesta
de la Dedicación (Hanukkah) conmemoraba la purificación del
templo por Judas Macabeo en el año 164/165 a. C., después de que
fue profanado por Antíoco Epífanes IV, cuando los judíos se
regocijaron "con acción de gracias, y palmas, y arpas, y
címbalos, y con violas, e himnos, y cánticos: porque fue
destruído un gran enemigo de Israel" (1 Mac. 13:51). Jesús
asistió a esta fiesta (Juan 10:22), y el domingo de ramos imitó
a Judas Macabeo purificando el templo de su profanación por los
cambistas (Mat. 21:12-13; Mar. 11:15-17; Luc. 19:45-46; comp.
Juan 2:13-16).
10 Uniéndose a la liturgia celestial, la
innumerable multitud exclama: La salvación (es decir, ¡Hosanna!,
comp Juan 12:13) pertenece a nuestro Dios que está sentado en el
trono, y al Cordero - atribuyéndole a Dios y al Cordero lo que
Roma reclamaba para los Césares. Marco Antonio decía de Julio
César que su "único trabajo era salvar a todo el que necesitara
ser salvo", 18 y ahora Nerón, a quien Séneca, (hablando como
"Apolo"), había alabado como el divino Salvador del mundo,
estaba en el trono:
Es muy semejante a mí, en forma y en
aspecto, en su poesía y en la manera en que canta y toca. Y
como el rosicler de la mañana aleja la negra noche, como ni la
bruma ni el rocío permanecen delante de los rayos del sol, y
todo se ilumina cuando mi carruaje pasa, así sucede cuando
Nerón asciende al trono. Sus dorados bucles, su claro
semblante, brillan como el sol cuando penetra a través de las
nubes. La contienda, la injusticia, y la envidia se derrumban
delante de él. Él restaura al mundo la edad de oro. 19
En directa contradicción con las blasfemias
del culto al estado de Roma e Israel, la Iglesia dcclara que la
salvación es el ámbito de Dios y de su Hijo solamente. En todas
las épocas, éste ha sido básicamente el punto en disputa. ¿Quién
es el Dueño y Determinador de la realidad? ¿La palabra de quién
es ley? ¿Es el estado el que proporciona la salvación? Para
nosotros, como para la iglesia primitiva, no puede haber terreno
intermedio seguro entre la fe y la apostasía.
11-12 También los ángeles son vistos aquí en este servicio de
adoración celestial, rodeando la congregación alrededor del
trono y ofreciendo una séptuple bendición a Dios en alabanza -
una bendición que es precedida por y termina con un juramento:
Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de
gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro
Dios por los siglos de los siglos. Amén. Como en muchas otras
descripciones bíblicas de la adoración, la posición de los
adoradores se nota aquí: Cayeron sobre sus rostros delante del
trono. En las Escrituras, la adoración oficial y pública nunca
muestra a los participantes sentados en oración; la oración en
público siempre tiene lugar en posiciones reverentes estando de
pie o con la cabeza inclinada. El platonista moderno y
nominalista, que se cree más espiritualmente inclinado que
los personajes bíblicos (¡y hasta que los ángeles!) respondería
a esto diciendo que la posición del cuerpo es irrelevante, con
la condición de que la actitud correcta llene el corazón. Pero
esto pasa por alto el hecho de que la Biblia conecta la actitud
del corazón con la actitud del cuerpo. En la adoración pública,
por lo menos, nuestras iglesias deberían seguir el modelo
bíblico de la reverencia física en la oración.
Cuando los protestantes racionalistas
abandonaron el uso del reclinatorio delante de las bancas
durante el culto, contribuyeron a los brotes de pietismo
individualista que tanta ruina han traído a la iglesia. El
hombre necesita la liturgia y el simbolismo. Dios nos creó
de esa manera. Cuando la Iglesia niega al hombre este aspecto de
su naturaleza divina, el hombre tratará de completarlo por medio
de sustitutos inadecuados o pecaminosos. Un regreso a la
liturgia basada en la Biblia no es un sánalotodo; pero
demostrará ser un correctivo para la "espiritualidad"
superficial, frenética, y fuera de lugar que ha sido el legado
de siglos de pobreza litúrgica.
13-14 Ahora uno de los ancianos desafía a
Juan a que le diga la identidad de esta gran multitud de toda
nación. Juan confiesa su incapacidad, y el anciano explica:
Estos son los que han salido de la gran tribulación. Aunque este
texto puede y debería usarse para consolar a los cristianos que
pasan por cualquier período de sufrimiento y persecución, su
principal referencia es a "la hora de la prueba que ha de venir
sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la
tierra" (3:10), la "Gran Tribulación", de la cual Jesús advirtió
cuando habló a sus discípulos sobre el monte de los Olivos (Mat.
24:21; Mar. 13:19) - una tribulación que, dijo Él, tendría lugar
durante la generación que existía en ese momento (Mat. 24:34;
Mar. 13:30; Luc. 21:32); la mayor tribulación, cual no la ha
habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá
(Mat. 24:21; Mar. 13:19).
Para los cristianos del siglo primero que
lo leían, el punto era que la tribulación que estaban a punto de
sufrir no les destruiría. Al enfrentarse a la persecución,
habrían de verse a sí mismos, primero, como "el Israel de Dios"
(Gál. 6:16), sellados y protegidos; y segundo, como una multitud
innumerable y victoriosa. Como Dios les veía, no eran grupos
dispersos y aislados de pobres y perseguidos individuos
acusados como criminales por un despiadado y demoníaco
estado-poder; más bien, eran una vasta multitud de vencedores,
que habían lavado sus ropas y las habían emblanquecido en la
sangre del Cordero, y que estaban de pie delante del trono de
Dios cubiertos por la justicia de Cristo Jesús. Juan
probablemente está pensando en el ritual de ordenación e
investidura que tenía lugar después del riguroso examen para el
sacerdocio. Primero, el candidato a sacerdote era examinado en
cuanto a su genealogía. "Si no satisfacía al tribunal en cuanto
a su perfecta legitimidad, el candidato era vestido y cubierto
con un velo negro, y eliminado de manera permanente. Si pasaba
esta dura prueba, era luego investigado en cuanto a cualesquiera
defectos físicos. Maimónides enumera ciento sesenta y dos, de
los cuales ciento cuarenta le descalificaban permanentemente, y
veintidós lo hacían temporalmente, para el ejercicio del oficio
sacerdotal... Los que pasaban la doble prueba eran vestidos de
ropas blancas, y sus nombres eran registrados permanentemente".
20 Las
ropas blancas de estos sacerdotes corresponden, pues, a las
vestiduras blancas del Sumo Sacerdote; y del mismo modo que se
dice que estas vestiduras están "lavadas con sangre", así
también las de ellos son lavadas y emblanquecidas en la sangre
del Cordero.
En agudo contraste con lo que se les ha
enseñado a algunos grupos cristianos en años recientes, la
iglesia primitiva no esperaba ser preservada milagrosamente de
todas las dificultades en esta vida. Sabían que serían llamados
a sufrir persecución (2 Tim. 3:12) y tribulación (Juan 16:33;
Hech. 14:22; Rom. 5:3; 8:35; Apoc. 1:9). El apóstol Pedro ya
había escrito para preparar a la iglesia para la gran
tribulación: "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que
os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese,
sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos
de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os
gocéis con gran alegría" (1 Ped. 4:12-13). En un sentido
secundario, esto es ciertamente aplicable en todas partes a los
cristianos que sufren tribulación. No debemos ver la salvación
como una fórmula mágica para evitar dificultades. Como ejército
de Cristo cubierto de vestiduras blancas, somos más que
vencedores. Nuestro llamado es a soportar y a vencer.
En su influyente estudio sobre la expansión
de la iglesia primitiva, Adolf Harnack escribió: "Lo notable es
que, aunque los cristianos no fueron en modo alguno numerosos
sino hasta mediados del siglo segundo, reconocieron que el
cristianismo formaba el punto central de la humanidad como campo
de la historia política, así como su factor determinante. Tal
timidez es perfectamente comprensible en el caso del judaísmo,
porque los judíos eran realmente una nación grande y tenían tras
de sí una gran historia. Pero es realmente asombroso que un
pueblo pequeñito confrontara de tal modo el poderío entero del
imperio romano que viera en la persecución de los cristianos el
papel principal de ese imperio, y que hiciera culminar la
historia del mundo en ese conflicto. La única explicación de
esto reside en el hecho de que la iglesia simplemente tomó el
lugar de Israel, y por consiguiente, se sentía un pueblo;
esto implicaba que la iglesia era también un factor
político, y realmente el factor que jugaba un papel decisivo
junto con el estado y por medio del cual el estado habría de ser
finalmente vencido". 21
15-17 El anciano continúa su explicación:
Por esta razón, a causa de su redención y su unión con el
Cordero por medio de su sangre, ellos están delante del trono de
Dios en adoración. Imitando a los querubines (4:8), estos
sacerdotes vestidos con ropas blancas le sirven día y noche en
su templo (comp. 1 Crón. 9:33; 23:30; Sal. 134:1). Por esto
reciben la más característica bendición del pacto, la sombra del
Omnipotente: El que se sienta en el trono extenderá su
tabernáculo sobre ellos. Esto se refiere a la sombra
proporcionada por la Nube de Gloria, que se cernía tanto sobre
la tierra y la creación (Gén. 1:2) como sobre Israel en el
desierto (Deut. 32:10-11). 22 Llena de "muchos millares de
ángeles" (Sal. 68:17; comp. 2 Reyes 6:17), la Nube proporcionaba
un refugio alado; "refugio contra la tormenta, sombra contra el
calor" (Isa. 25:4; comp. Sal. 17:8; 36:7; 57:1; 61:4; 63:7;
91:1-13; 121:5-6). Todo esto fue resumido en una profecía de la
venidera iglesia del Nuevo Pacto: "Cuando el Señor lave las
inmundicias de las hijas de Sion, y limpie la sangre de
Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con
espíritu de devastación. Y creará Jehová sobre toda la morada
del monte de Sion, y sobre los lugares de sus convocaciones,
nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche
llamas; porque sobre toda gloria habrá un dosel" (Isa. 4:4-5;
comp. 51:16).
Esta nube/dosel de la presencia de Dios es
llamada también escondedero (2 Sam. 22:12; Sal. 18:11;
Lam. 3:44; Sal. 91:4), la misma palabra usada para describir la
posición de los querubines labrados que estaban encima del Arca
del Pacto (Éx. 25:20). Este término es también la palabra
traducida como cabañas o tabernáculos en
Levítico 23:33-43, donde Dios ordena a su pueblo erigir cabañas
con ramas de árboles frondosos para que vivieran en ellas durate
la Fiesta de los Tabernáculos. Como la vieron los profetas de la
restauración, esta fiesta era una profecía representada de la
conversión de todas las naciones, el llenamiento del pueblo del
pacto con el mundo entero. En el último día de la Fiesta de los
Tabernáculos, Dios habló por medio de Hageo: "Y haré temblar a
todas las naciones, y llenaré de gloria esta casa [el templo]"
(Hag. 2:7). También Zacarías profetizó acerca del significado de
esta fiesta en términos de la conversión de las naciones y la
santificación de cada una de las áreas de la vida (Zac.
14:16:21).
En los últimos días, durante la celebración
de la misma fiesta, Jesucristo nuevamente enuncia su
significado: el derramamiento del Espíritu sobre el creyente
restaurado, de modo que la iglesia se convierte en un medio para
restaurar el mundo entero. La promesa de la Fiesta de los
Tabernáculos estaba a punto de cumplirse, después de la gloriosa
ascensión del Hijo al trono: "En el último y gran día de la
fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno
tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la
Escritura, de su interior correrán ríos de aguas viva. Esto dijo
del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues
aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había
sido aún glorificado" (Juan 7:37-39).
La visión de Juan del mundo redimido revela
el inescapable resultado de la ascensión de Cristo, la
consumación del Paraíso: Ya no tendrán hambre, ni sed, y el sol
no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que
está en medio de ellos los pastoreará, y los guiará a fuentes de
agua de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
Más atrás notamos las palabras del Padre al Hijo en Isaías 49,
dándole la promesa de la salvación del mundo y de Israel. El
pasaje continúa:
Te guardaré y te daré por pacto al
pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes
asoladas heredades; para que digas a los presos: Salid; y a
los que están en tinieblas: Mostraos. En los caminos serán
apacentados, y en todas las alturas tendrán sus pastos. No
tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá;
porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los
conducirá a manantiales de aguas. Y convertiré en camino todos
mis montes, y mis calzadas serán levantadas. He aquí éstos
vendrán de lejos; y he aquí éstos del norte y del occidente, y
éstos de la tierra de Sinim [China]. Cantad alabanzas, oh
cielos, y alégrate, tierra; y prorrumpid en alabanzas, oh
montes; porque Jehová ha consolado a su pueblo, y de sus
pobres tendrá misericordia. (Isa. 49:8-13).
Las iglesias del siglo primero estaban al
borde de la mayor tribulación de todos los tiempos. Muchos
perderían sus vidas, sus familias, sus posesiones. Pero Juan
escribe para decirles a las iglesias que la tribulación no es
una muerte, sino un nacimiento (comp. Mat. 24:8), el preludio
del establecimiento del reino mundial de Cristo. Les muestra la
escena en el otro lado: la celebración de la inevitable
victoria.
En el Circo Máximo de Nerón, el escenario de sus sangrientas y
repugnantes matanzas de cristianos - por medio de las bestias
salvajes, por crucifixión, por el fuego y por la espada - había
un gran obelisco de piedra, mudo testigo de la valiente conducta
de aquellos santos valientes que soportaron la tribulación y
contaron todas las cosas como pérdida por amor a Cristo. Hace
mucho tiempo, el bestial Nerón y sus secuaces pasaron de la
escena a su recompensa eterna, pero el obelisco todavía
permanece, y ahora está en el centro de la gran plaza en frente
de la Basílica de San Pedro. Grabadas a cincel en su base
aparecen estas palabras, tomadas del himno de triunfo de los
mártires vencedores:
CHRISTUS VINCIT
CHRISTUS REGNAT
CHRISTUS IMPERAT
-
cuya interpretación es: Cristo vence; Cristo reina; Cristo
gobierna sobre todo.
Notas:
1. J. Marcellus
Kik, An Eschatology of Victory (Nutley, NJ: The
Presbyterian and Reformed Publishing Company, 1971), pp. 96s.
2. Véanse los
estudios de James B. Jordan, Food and Faith y Trees
and Thorns, próximos a ser publicados.
3. Véanse nuestros
comentarios sobre 4:5-8, más arriba.
4. The Dominion
Covenant: Genesis (Tyler, TX: Institute for Christian
Economics, 1982), comp. pp. 1-2, 425-54; véase también Rousas John
Rushdoony, The Mythology of Science (Nutley, NJ: The Craig
Press, 1967).
5. E. H. Plumptre,
The Pulpit Commentary: Ezekiel (London: Funk and Wagnalls
Co., n.d), Vol. 1, pp. 162s.
6. Tertullian, Against
Marcion, iii.22, en Alexander Roberts y James Donaldson,
eds., The Ante-Nicene Fathers (Grand Rapids: William B.
Eerdmans Publishing Co., 1973), Vol. III, pp. 340s. Sobre la
legitimidad de la señal de la cruz como una acción simbólica,
véase de James B. Jordan, The Sociology of the Church: Essays
in Reconstruction (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1986), pp.
207ss.
7. Milton Terry, Biblical
Apocalyptics:
A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in
the Canonical Scriptures (New York: Eaton and Mains, 1898),
p. 336.
8. Ibid.,
pp. 341s.
9. Rousas John
Rushdoony, Salvation and Godly Rule (Vallecito, CA: Ross
House Books, 1983), p. 141.
10. Austin Farrer,
A Rebirth of Images: The Making of St. John´s Apocalypse
(Gloucester, MA: Peter Smith, [1949] 1970, pp. 20s.
11. Oriente
significa este; por esto, si se está realmente
"orientado", ya se está "esteado", puesto de manera que se tiene
al frente la dirección correcta (que generalmente es el este,
aunque no siempre).
12. Austin Farrer,
The Revelation of St. John the Divine, p. 108.
13. Ibid.,
p. 110.
14. Benjamin
Warfield, de un sermón sobre Juan 3:16 titulado "El Inmensurable
Amor de Dios", en Biblical and Theological Studies
(Philadelphia: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1968),
pp. 518s.
15. Citado en la
obra de Lain Murray, The Puritan Hope: Revival and the
Interpretation of Prophecy (London: The Banner of Truth
Trust, 1971), p. 258.
16. Véase de David
Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion
(Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 44-46, 60.
17. Rousas John
Rushdoony, The Kingdom Come; Studies in Daniel and Revelation
(Tyler, TX: Thoburn Press, [1970] 1978), pp. 149s.
18. Ethelbert
Stauffer, Christ and the Caesars (Philadelphia: The
Westminster Press, 1955), p. 52.
19. Ibid.,
p. 139. A su debido tiempo, Nerón le pagó a Séneca por toda una
vida de servil idolatría ordenándole que se suicidara.
20. Alfred
Edersheim, The Temple: Its Ministry and Services as They Were
at the Time of Jesus Christ (Grand Rapids: William B.
Eerdmans Publishing Co., 1980), p. 95; comp. Rev. 3:5.
21. Adolf Harnack,
The Mission and Expansion of Christianity in the First Three
Centuries, James Moffatt, trad. (Gloucester, MA; Peter
Smith, [1908] 1972), pp. 257s.
22. Véase de
Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids:
Baker Book House, 1980), pp. 13ss; comp. Chilton, Paradise
Restored, pp. 58ss.