DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Una exposición del libro
de Apocalipsis
Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton
Tomado de Freebooks
Parte Cinco
18
¡HA CAÍDO BABILONIA!
¡Salid
de ella! (18:1-8)
1 Después de esto vi a otro ángel descender del cielo
con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria.
2 Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha
caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y
guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda
y aborrecible.
3 Porque todas las naciones han bebido del vino
del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han
fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han
enriquecido de la potencia de sus deleites.
4 Yoí otra voz del cielo, que decía: Salid de
ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados,
ni recibáis parte de sus plagas;
5 porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y
Dios se ha acordado de sus maldades.
6 Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle
doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida,
preparadle a ella el doble.
7 Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en
deleites, tanto dadle de tormento y llanto; porque dice en su
corazón: Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré
llanto;
8 por lo cual en un solo día vendrán sus plagas;
muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque
poderoso es Dios el Señor, que la juzga.
1 Ahora Juan es presentado a otro ángel -
probablemente el Señor Jesucristo, considerando la descripción
de Él, comparada con afirmaciones sobre Cristo en el evangelio
de Juan: Baja del cielo (Juan 3:13, 31; 6:38, 58), tiene gran
autoridad (Juan 5:27; 10:18; 17:2), y que la tierra fue
iluminada con su gloria (Juan 1:4-5, 9, 14; 8:12; 9:5; 11:9;
12:46; comp. 1 Tim. 6:16). Las expresiones son paralelas con las
de 10:1, que, como hemos visto, claramente hablan del Hijo de
Dios. La última frase es virtualmente una repetición de Ezequiel
43:2, donde dice de Dios que "la tierra resplandecía a causa de
su gloria". Cristo mismo, que trae la ira de Dios sobre la
ciudad-ramera, viene a proclamar el juicio de ella. La
destrucción de los apóstatas del pacto manifiesta la autoridad
de Dios y su gloria en la tierra.
2 La proclamación del mensajero de Dios es consistente (comp.
14:8): Ha caído, ha caído Babilonia la grande. Su destino es
seguro, y por eso de él se habla como ya completado. Esto es
similar a la endecha que Amós cantó contra Israel:
Cayó la virgen de Israel, y no podrá levantarse ya
más; fue dejada sobre su tierra, no hay quien la levante. (Amós
5:2).
La apostasía de Jerusalén se ha vuelto tan
grande que su juicio es permanente e irrevocable. Ella es
Babilonia, la implacable enemiga de Dios, habiéndose convertido
en habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y
albergue de toda ave inmunda y aborrecible, en contraste con la
Nueva Jerusalén de 21:27 ("no entrará en ella ninguna cosa
inmunda"). La ramera está en un desierto (17:3),
habiendo sido dejada desolada por sus pecados (17:16;
comp. Mat. 24:15; nuestras palabras soledad, desierto,
desolación, y desolado son básicamente la misma palabra en
griego). Como ya hemos observado, el desierto es el lugar de
pecado y de los demonios (Mat. 12:43; comp. Luc. 8:27). Una
fuente importante para esto e la desolación original del mundo
por medio de la rebelión, inspirada por los demonios, contra
Dios (Gén. 3:17-18). Siguiéndose de esto, en el día de
expiación, un macho cabrío era llevado al desierto, llevando
sobre sí los pecados del pueblo. Se decía que este macho cabrío
"expiatorio" era, literalmente, enviado para o por "Azazel"
(Lev. 16:8, 10, 26), 1 un nombre para la cabra salvaje que vivía en el
desierto. 2 Isaías había profetizado sobre la desolación de
Babilonia:
Dormirán allí las fieras del desierto, y sus casas se
llenarán de hurones; allí habitarán avestruces, y allí saltarán
las cabras salvajes. (Isa. 13:21)
La ira de Dios contra Edom se expresa en un lenguaje
muy parecido:
No se apagará de noche ni de día,
perpetuamente subirá su humo; de generación en generación será
asolada, nunca jamás pasará nadie por ella. Se adueñarán de
ella el pelícano y el erizo, la lechuza y el cuervo morarán en
ella; y se extenderá sobre ella cordel de destrucción, y
niveles de asolamiento ... En sus alcázares crecerán espinos,
y ortigas y cardos en sus fortalezas; y serán morada de
chacales, y patio para los pollos de los avestruces. Las
fieras del desierto se encontrarán con las hienas, y la cabra
salvaje gritará a su compañero; la lechuza también tendrá allí
morada, y hallará para sí reposo. (Isa. 34:10-14).
Ahora el decreto del ángel aplica las
antiguas maldiciones a los rebeldes judíos del siglo primero.
Porque Israel rechazó a Cristo, la nación entera es poseída por
demonios, por completo más allá de toda esperanza de reforma
(comp. Mat. 12:38-45; Apoc. 9:1-11). Subraya la tragedia de esto
el uso que Juan hace del término morada (katoiketerion),
una palabra usada en alguna otra parte para indicar el lugar de
la Presencia especial de Dios, en el cielo, en la santa ciudad,
en el templo, y en la Iglesia; "en el lugar (katoiketerion)
de tu morada que tú has preparado, oh Jehová" (Éx. 15:17; comp.
1 Reyes 8:39, 43, 49; 2 Crón. 30:27; Sal. 33:14; 76:2; 107:7;
Efe. 2:22). Jerusalén, que había sido la morada de Dios, ahora
se ha convertido en morada inmunda de demonios.
3 El abandono de Israel y la perversión de su llamado como
maestro-sacerdote para las naciones se menciona nuevamente como
la razón de su destrucción (comp. 14:8; 17:2, 4). Ha fornicado
con las naciones, con los reyes, y con los mercaderes,
prostituyendo sus dones en vez de guiar a las naciones hacia el
reino, uniéndose a ellas en el intento de derribar al Rey. El
énfasis sobre los mercaderes más probablemente está relacionado
con las actividades comerciales alrededor del templo (véase más
abajo, sobre 18:11-17a). La corrupción del comercio en el templo
afectó la liturgia de la nación. Toda vida fluye del centro
religioso de la cultura; 3 si el núcleo está podrido, la fruta no vale nada. Fue
por esto por lo que Jesús entró en conflicto con los cambistas
del templo (Mat. 21:12-13; Juan 2:13-22). Observando que muchos
de los negocios pertenecían a la familia del sumo sacerdote,
Ford cita la caracterización que hace Josefo del sumo sacerdote
Ananías como "el gran procurador del dinero". En particular, "la
corte de los gentiles parece haber sido escenario de un
floreciente comercio en sacrificios de animales, posiblemente
apoyado por la familia del sumo sacerdote". 4 Esto concordaría con
la observación ya hecha, de que Babilonia no es ninguna
prostituta ordinaria: Su castigo por medio del fuego indica que
ella es de la clase sacerdotal (véase el comentario sobre
17:16).
4-5 Puesto que Israel debía ser destruído,
los apóstoles pasaron gran parte de su tiempo durante los
últimos días llamando al pueblo a separarse de él, urgiéndoles a
que, en su lugar, se unieran a la Iglesia (comp. Hechos 2:37-40;
3:19-26; 4:8-12; 5:27-32). Este es el mensaje de Juan en
Apocalipsis. El pueblo de Dios no debe buscar reformar a Israel,
con su nueva religión del judaísmo, sino que debe abandonarle a
su suerte. Los judíos habían "probado la buena palabra de Dios y
los poderes del siglo venidero" - la era introducida por el acto
redentor de Cristo - y habían apostatado. Sería "imposible
renovarlos para arrepentimiento". El judaísmo - el vano intento
de continuar el Antiguo Pacto mientras se rechaza a Cristo "está
reprobado, próximo a ser maldecido, y su fin es el ser quemado"
(Heb. 6:4-8). La religión del Antiguo Pacto no puede ser
revivida; es imposible tener el Pacto sin Cristo. No puede haber
"regreso" a algo que nunca existió, pues aun los padres bajo el
Antiguo Pacto adoraron a Cristo bajo las señales y los sellos de
la era provisional (1 Cor. 10:1-4). Ahora que "el siglo
venidero" ha llegado, la salvación es con Cristo y la Iglesia.
Sólo la destrucción espera a los que están identificados con la
ramera: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes
de sus pecados y no recibáis de sus plagas (comp. Heb. 10:19-39;
12:15-29; 13:10-14). El tiempo para el arrepentimiento de Israel
se ha acabado, y sus pecados se han acumulado [literalmente, se
han adherido] hasta el cielo (comp. Gén. 19:13; 2 Crón.
28:9; Esdras 9:6; Jer. 51:9; Jonás 1:2). Jesús había predicho
que esta generación crucificadora "colmaría la medida de la
culpa" de sus rebeldes padres, y que por eso sobre ellos caería
"toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra" (Mat.
23:32-35). Esta profecía se cumplió dentro del primer siglo,
como observó Pablo: "Ellos no agradan a Dios, y se oponen a
todos los hombres, impidiéndonos hablar a los gentiles para que
éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus
pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo" (1
Tesa. 2:15-16).
Por lo tanto, se exigía, no sólo separación
religiosa - para que no participéis de sus pecados - sino que
era necesaria también la separación física, geográfica (comp.
Mat. 24:16-21), para que no recibáis de sus plagas. El lenguaje
recuerda el llamado de Dios a su pueblo a salir de Babilonia al
final del cautiverio. Los textos del Antiguo Testamento hablan
en términos de tres ideas: la venidera destrucción de Babilonia,
la venidera redención del fiel pueblo del pacto, y la
reconstrucción del templo (Esdras 1:2-3; Isa. 48:20; 52:11-12;
Jer. 50:8; 51:6, 9, 45). De manera similar, el pueblo del Nuevo
Pacto habría de separarse de Israel. Los perseguidores estaban a
punto de sufrir destrucción a manos de Dios, la redención de la
Iglesia se acercaba (Lucas 21:28, 31), y el Nuevo Templo estaba
a punto de ser establecido plenamente.
6-8 El justo Juez exige restitución: Dadle
a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en
el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble
(comp. Jer. 50:15, 29; Sal. 137:8; Isa. 40:2). Esta orden,
presumiblemente, fue dada, o a los ángeles del cielo, o a los
ejércitos romanos que son agentes de la ira de Dios. La
expresión traducida aquí como pagarle el doble tiene en realidad
una duplicación hebraica del término, proporcionando un
"doble testimonio", para fines de énfasis: Doble para sus cosas
dobles. Esta es la restitución ordinaria requerida por la ley
bíblica (Éx. 22:4, 7). 5 Por esto, hasta el punto en que ella se glorificó
a sí misma y vivió sensualmente, hasta ese mismo punto dadle
tormento y luto. En la Biblia, una restitución doble (o
múltiple) no es más de lo que el criminal merece. Es exactamente
lo que merece - una contabilidad estricta y proporcional
de ira según el principio de la lex talionis de
equivalencia de Dios: "vida por vida, ojo po ojo, diente por
diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura,
herida por herida, golpe por golpe" (Éx. 21:23-25).
Este castigo le sobreviene a la ramera
porque ella dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina, y
no soy viuda, y no veré llanto - en paralelo con el alarde de la
iglesia laodicense: "Yo soy rico, y me he enriquecido, y de
ninguna cosa tengo necesidad" (3:17). El texto está basado en la
condena de Babilonia por parte de Dios en Isaías 47:6-11, un
pronunciamiento del juicio que vendría sobre ella por maltratar
al pueblo del pacto:
No les tuviste compasión; sobre el
anciano agravaste mucho tu yugo. Dijiste: Para siempre seré
señora; y no has pensado en esto, ni te acordaste de tu
postrimería. Oye, pues, ahora esto, mujer voluptuosa, tú que
estás sentada confiadamente, tú que dices en tu corazón: Yo
soy, y fuera de mí no hay más; no quedaré viuda, y no conoceré
orfandad. Estas dos cosas te vendrán de repente en un mismo
día, orfandad y viudez; en toda su fuerza vendrán sobre tí, a
pesar de la multitud de tus hechizos y de tus muchos
encantamientos. Porque te confiaste en tu maldad, diciendo:
Nadie me ve. Tu sabiduría y tu misma ciencia te engañaron, y
dijiste en tu corazón: Yo y nadie más. Vendrá, pues, sobre tí
mal, cuyo nacimiento no sabrás; caerá sobre tí
quebrantamiento, el cual no podrás remediar; y destrucción que
no sepas vendrá de repente sobre tí.
Jerusalén ha cometido el pecado de Eva, que
fornicó con el dragón, al buscar hacerse ella Dios (Gén. 3:5);
porque, cuando ella dice: "Yo soy", contradice la declaración
del Dios Altísimo: "Yo soy Jehová, y no hay otro Salvador" (Isa.
43:11). Por lo cual en un día vendrán sus plagas; muerte, llanto
y hambre, y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el
Señor, que la juzga. El día del Señor vendría sobre Israel en
juicio ardiente, trayendo destrucción repentina (1 Tesa. 5:2-3).
Aquí, el término día no significa ninguna duración específica de
tiempo, sino que se usa para indicar relativa rapidez, y para
subrayar que la destrucción de Jerusalén no sería un suceso al
azar: vendría como el día del juicio. Como hija del sacerdote
que se volvió ramera, sería quemada con fuego (Lev. 21:9).
Después de que llegó aquel día terrible, "no quedó nada para
hacer creer a los que iban allí ni siquiera de que había estado
habitada". 6
Reacciones a
la caída de Babilonia (18:9-20)
9 Y los reyes de la tierra que
han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites,
llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo
de su incendio,
10 parándose lejos por el
temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de
Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu
juicio!
11 Y los mercaderes de la
tierra lloran y hacen lamentación sobre ella, porque ninguno
compra más sus mercaderías;
12 mercadería de oro, de
plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de
púrpura, de seda, de escarlata, de toda madera olorosa, de
todo objeto de marfil, de todo objeto de madera preciosa, de
cobre, de hierro y de mármol;
13 y canela, especias
aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino, aceite, flor de
harina, trigo, bestias, ovejas, caballos y carros, y esclavos,
almas de hombres.
14 Los frutos codiciados por
tu alma se apartaron de tí, y todas las cosas exquisitas y
espléndidas te han faltado, y nunca más las hallarás.
15 Los mercaderes de estas
cosas, que se han enriquecido a costa de ella, se pararán
lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentando,
16 y diciendo: ¡Ay, ay, de
la gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, de púrpura y
de escarlata, y estaba adornada de oro, de piedras preciosas y
de perlas!
17 Porque en una hora han
sido consumidas tantas riquezas. Y todo piloto, y todos los
que viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en
el mar, se pararon lejos;
18 y viendo el humo de su
incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a
esta gran ciudad?
19 Y echaron polvo sobre sus
cabezas, y dieron voces, llorando y lamentando, diciendo: ¡Ay,
ay de la gran ciudad, en la cual todos los que tenían naves en
el mar se habían enriquecido de sus riquezas; pues en una hora
ha sido desolada!
20 Alégrate sobre ella,
cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios
os ha hecho justicia en ella.
9-10 Tres clases de
personas se lamentan de la destrucción de Jerusalén. El primer
grupo comprende a los reyes de la tierra, las naciones del
imperio que ayudó y fue cómplice del infiel pueblo del pacto
en su apostasía contra Dios. La destrucción de la ramera es
para ellos una señal terrible del riguroso e inexorable juicio
de Dios. Ven el humo de su incendio - un símbolo que ha sido
tomado prestado de la destrucción de Sodoma (Gén. 19:28) y la
posterior destrucción metafórica de la caída de Edom (Isa.
34:10) - y se les recuerda que un juicio similar contra ellos
no puede tardar. Dios declaró al profeta Jeremías que las
naciones de la tierra serían obligadas a beber de la copa de
su ira ardiente: "Y si no quieren tomar la copa de tu mano
para beber, les dirás tú: Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Tenéis que beber. Porque he aquí que a la ciudad en
la cual es invocado mi nombre yo comienzo a hacer mal; ¿y
vosotros seréis absueltos? No seréis absueltos; porque espada
traigo sobre todos los moradores de la tierra, dice Jehová de
los ejércitos" (Jer. 25:28-29).
El lamento de cada grupo termina con las palabras: ¡Ay, ay, de
la gran ciudad! Esta expresión resultaría de gran importancia
para los que vivieron en Jerusalén en los años antes y durante
la tribulación. Josefo cuenta de un profeta judío (es
interesante que su nombre fuera Jesús) en los últimos días,
cuyo lamento de "¡Ay, ay¡" se volvió un aspecto familiar de la
vida en la ciudad.
Un presagio aún más alarmante había aparecido
cuatro años antes de la guerra, cuando profunda paz y
prosperidad todavía prevalecían en la ciudad [es decir, en
el año 62 d. C.]. Un tal Jesús, hijo de Ananías, un
campesino inculto, vino a la fiesta en la cual se esperaba
que cada judío erigiera un tabernáculo para Dios [es decir,
la Fiesta de los Tabernáculos, o Sukkoth]; estando
de pie en los atrios del templo, súbitamente comenzó a
exclamar: "¡Voz desde el oriente, voz desde el occidente,
voz desde los cuatro vientos, voz contra Jerusalén y el
santuario, voz contra el Esposo y la Esposa, voz contra todo
el pueblo!" Día y noche expresaba su lamento, mientras iba
por todos los callejones.
Algunos de los principales ciudadanos, sumamente molestos
por estos ominosos pronunciamientos, echaron mano del hombre
y le golpearon salvajemente. Pero él, sin pronunciar ni una
sola palabra en su propia defensa, ni para información
privada de los que le golpeaban, persistía en hacer las
mismas amonestaciones que antes. Por consiguiente, los
magistrados, entendiendo correctamente que algún impulso
sobrenatural era la causa de su conducta, le llevaron con el
gobernador romano. Allí, aunque flagelado con látigos hasta
dejar al descubierto sus huesos, ni imploró misericordia, ni
derramó una sola lágrima, sino que, alzando su voz hasta
convertirla en un grito extremadamente lúgubre, respondía a
cada golpe con las palabras: "¡Ay, ay, de Jerusalén!" Cuando
Albino, el gobernador, le preguntó quién era, de dónde
venía, y por qué clamaba de esta manera, no respondió en
absoluto, sino que incesantemente repetía su endecha por la
ciudad, hasta que Albino le soltó, juzgándole loco.
Durante todo este tiempo, hasta que estalló la
guerra, nunca se acercó a ningún otro ciudadano, ni se le
vio hablando con ninguno, sino que, diariamente, como una
oración que hubiese memorizado, recitaba su lamento: "¡Ay,
ay de Jerusalén!" Nunca maldijo a ninguno de los que le
golpeaban día tras día, ni dio las gracias a los que le
daban alimento; su única respuesta para cualquier persona
era su melancólica predicción.
Su voz se oía sobre todo en los festivales. Así,
durante siete años y cinco meses, continuó su lamento,
permaneciendo su voz tan fuerte como siempre y su vigor
constante, hasta que, durante el sitio, después de ver el
cumplimiento de su presagio, fue silenciado. Estaba yendo de
una parte para otra, gritando con tono de voz penetrante
desde el muro: "¡Ay, ay, una vez más contra la ciudad, y el
pueblo, y el templo!" Entonces, cuando añadió una última
palabra - "¡Y ay de mí también!" - una piedra lanzada desde
una catapulta le golpeó, matándole en el acto. Así, con esos
mismos presagios todavía en sus labios, encontró su fin. 7
11-17a El segundo y
mayor grupo de plañideros consiste de los mercaderes de la
tierra, llorando porque nadie compra más sus mercaderías. La
riqueza de Jerusalén era resultado directo de las bendiciones
prometidas en Levítico 26 y Deuteronomio 28. Dios la había
hecho un gran centro comercial, pero ella había abusado del
don. Aunque hay similitudes entre la lista de mercaderías aquí
y las de Ezequiel 27:12-24 (una profecía contra Tiro), es
probable que los artículos reflejan principalmente el templo y
el comercio que lo rodeaba. Ford observa que "el comercio
exterior tenía gran influencia sobre la ciudad santa, y al
templo le tocaba la mayor parte. Los artículos principales
eran productos alimenticios, metales preciosos, artículos de
lujo, y materiales de vestir". 8 Josefo describió la lujosa riqueza de la fachada
del templo (comp. Lucas 21:5): "La primera entrada medía 70
codos de altura y 25 de anchura; no tenía puertas, y exhibía
sin estorbos la vasta expansión del cielo; el frente entero
estaba cubierto de oro; a través de él el arco del primer
atrio era plenamente visible en toda su grandeza para
cualquier observador, y los alrededores de la entrada
interior, todos ellos resplandecientes de oro, llamaban la
atención del que los contemplara. ... La entrada que conducía
hacia dentro del edificio estaba, como he dicho, completamente
recubierta de oro, igual que la pared entera que la rodeaba.
Por encima de ella, además, estaban las parras, de oro, de las
cuales colgaban racimos de uvas de la altura de un hombre. En
frente de los racimos colgaba un velo de igual longitud, de
tapiz babilónico, bordado en azul, escarlata, y púrpura, y
lino fino, trabajado con maravillosa destreza. ... El exterior
del santuario no carecía de nada que no pudiera asombrar la
mente o los ojos. Revestido por todos lados con macizas
planchas de oro, reflejaba los primeros rayos del sol con un
resplandor tan fuerte que los que lo miraban se veían
obligados a apartar los ojos, como si estuvieran mirando los
mismos rayos del sol. Al acercarse los desconocidos, se les
asemejaba, en la distancia, una montaña cubierta de nieve;
pues cualquier parte que no estuviera cubierta de oro era del
blanco más puro". 9
Josefo también registra el hecho de que uno de los sacerdotes,
llamado Jesús, entregó a Tito los tesoros del templo: "Salió,
y entregó, de sobre el muro del santuario, dos candelabros
parecidos a los que estaban depositados en el santuario, así
como mesas, fuentes, platos, todos de oro sólido y muy
pesados. También entregó las cortinas, las vestimentas de los
sumos sacerdotes, cuajadas de piedras preciosas, y una
multitud de otros objetos requeridos para el servicio en el
templo. Además, el tesorero del templo, de nombre Fineas,
cuando fue tomado prisionero, reveló dónde estaban las túnicas
y los cinturones de los sacerdotes, una gran provisión de
púrpura y escarlata que se guardaban para reparar la cortina
del templo, junto con una gran provisión de canela y casia y
una multitud de otras especias, que eran mezcladas y quemadas
diariamente como incienso para Dios. Entregó muchos otros
tesoros, con una abundancia de ornamentos sagrados". ... 10
En medio de un
extenso pasaje en que describe el intenso comercio en
Jerusalén, Edersheim informa: "En estas calles y veredas, se
podía comprar de todo: la producción de Palestina, o la
importada de tierras extranjeras - más aún, los artículos más
raros de las partes más remotas. Copas y anillos,
exquisitamente formados, curiosamente diseñados, y cubiertos
de joyas, así como otras artesanías de metales preciosos;
vidrio, sedas, lino fino, artículos de lana, púrpura, y
costosas colgaduras; esencias, ungüentos, y perfumes, tan
preciosos como el oro; artículos de comer y beber de tierras
extranjeras - resumiendo, lo que producían la India, Persia,
Arabia, Media, Egipto, Italia, Grecia, y hasta las lejanas
tierras de los gentiles podía obtenerse en estos bazares. Los
antiguos escritos judíos nos permiten identificar no menos de
118 diferentes artículos importados del extranjero, y que
cubrían aún más de lo que ha inventado el lujo moderno". 11
La lista de artículos
de comercio de Juan se divide en varias secciones,
generalmente de cuatro artículos cada una; la prosaica y
práctica enumeración concluye con una sorpresa:
1) oro, plata, piedras
preciosas, y perlas;
2) lino fino, púrpura, seda,
y escarlata; 12
3) toda madera olorosa, todo
objeto de marfil, todo objeto de madera
preciosa,
cobre, hierro, y mármol;
4) canela, especies
aromáticas, incienso, mirra, olíbano;
5) vino, aceite, flor de
harina, trigo;
6) bestias, ovejas, caballos
y carros, esclavos,
7) almas de hombres.
La frase final,
adaptada de la descripción del tráfico de esclavos en Ezequiel
27:13, se aplica a la esclavitud espiritual de las almas de
los hombres. Como observaba Pablo en su contraste entre la
Jerusalén terrenal y apóstata, y la Iglesia, la celestial
ciudad de Dios: "La Jerusalén actual ... junto con sus hijos,
está en esclavitud", mientras "la Jerusalén de arriba, la cual
es madre de todos nosotros, es libre" (Gál. 4:25-26).
Jerusalén traficaba en muchas mercaderías, que venían desde
todas partes del mundo. A tono con las promesas de Levítico 26
y Deuteronomio 28, Dios la había hecho un gran centro
comercial. Pero ella abusó de los dones de Dios: Su comercio
más básico era en almas humanas. En vez de cumplir su función
propia como la madre de toda la humanidad, se prostituyó, y
condujo a sus hijos a la esclavitud demoníaca, a la opresión
estatista, y finalmente a la aniquilación.
Brevemente, la narración se vuelve para dirigirse a Jerusalén
misma: Los frutos codiciados por tu alma se apartaron de tí, y
todas las cosas exquisitas y espléndidas te han faltado, y
nunca más las hallarás. Prestando oídos a la Serpiente y
buscando ser como Dios, la Esposa apostató, y así perdió
acceso al fruto que ella deseaba [comp. Mat. 21:19, 43];
separada del árbol de la vida, perdió también las otras
bendiciones del jardín, "todas las cosas exquisitas y
espléndidas".
Los mercaderes de
Israel se habían enriquecido, espiritual y (por lo tanto)
materialmente, a causa de su relación con Jerusalén; ahora, a
la vista de su destrucción, son incapaces de hacer nada,
excepto llorar y lamentarse por la gran ciudad, la que se
vestía de lino fino y púrpura y escarlata, y se adornaba de
oro y piedras preciosas y perlas. Nuevamente, la descripción
de la ciudad-ramera indica su identidad como la Jerusalén
apóstata, ataviada con la gloria del Templo y vestida en el
lino fino de la Esposa justa (19:8). Los que se han
aprovechado de las riquezas de Jerusalén se sorprenden de lo
súbito de su destrucción: ¡porque en una hora esta gran
riqueza ha sido desolada! Como ya a estas alturas deberíamos
esperar, la expresión traducida como desolada es la prometida
desolación de Jerusalén (Mat. 23:38; 24:15, etc.) la
que se describe. El término "hora" no debe tomarse en un
sentido literal aquí, más que en otros usos metafóricos de la
palabra; más bien, es usada a menudo, especialmente en Juan,
para referirse a un momento crítico en particular (comp. Mat.
25:13; Mar. 14:41; Juan 2:4; 5:25, 28; 7:30; 8:20; 12:23;
17:1; 1 Juan 2:18). Hay, sin embargo, el sentido de rapidez.
La destrucción de Jerusalén fue súbita, y hasta inesperada:
hasta el mismo fin, el pueblo esperaba una liberación
milagrosa. El mundo del judaísmo apóstata quedó perplejo ante
la desolación de la ciudad y del templo. La caída de Jerusalén
fue una sacudida para el sistema, de la cual nunca se ha
recuperado.
17b-19 El tercer
grupo que se lamenta por la ciudad caída está compuesto por
todo piloto, y todos los que viajan en naves, y marineros, y
todos los que trabajan en el mar. Ellos también lamentan la
pérdida de Jerusalén, porque todos los que tenían barcos en el
mar se enriquecieron con la riqueza de ella. Obviamente, la
inversión en la economía de Israel cesó de ser lucrativa
después del año 70 d. C., pero parece probable que el lamento
de los "marineros" apunte a las naciones del mundo (de las
cuales los marinos serían representantes, en todo caso).
Ya Juan ha hablado
del mar en relación con la gran ciudad: las aguas, sobre las
cuales la ramera se sienta a horcajadas en la bestia, "son
pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas" (17:15). Juan ha
enumerado también tres clases de personas afectadas por la
destrucción de la ramera: "los reyes de la tierra", "los
mercaderes de la tierra", y "todos los que tenían naves en el
mar". Estos parecen corresponder a la triple designación de
los que habían sido corrompidos por la ramera, según el
versículo 3: todas las naciones ... los reyes de
la tierra ... los mercaderes de la tierra. "Los
que viajan en naves, los que trabajan en el mar" debieron
haber sido instruídos en los caminos del Señor, para que
pudiesen invocarle en su angustia, para que Él pudiese
mostrarles la misericordia de su pacto (Sal. 107:23-32). Y en
realidad, cuando Israel andaba en la dignidad de su llamado,
el mundo entero se enriqueció con su riqueza: había sido "guía
de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor
de los indoctos, maestro de niños, que tiene en la ley la
forma de la ciencia y la verdad" (Rom. 2:19-20). Cuando Israel
estaba en comunión con Dios, y bajo su bendición espiritual y
material, las naciones habían venido a él en busca tanto de
sabiduría como de comercio (Deut. 28:12; 1 Reyes 10:23-25).
Sin embargo, en apostasía el comercio se convirtió en trampa,
un medio de fornicar con idólatras, e Israel corrompió, no
sólo a sus propios hijos, sino también a las naciones del
mundo. Israel se había arrogado los honores de la deidad, de
manera que los marineros exclamaron: ¿Quién como la Gran
Ciudad? (comp. la exclamación de los adoradores en 13:4:
"¿Quién como la bestia?"). Pero, porque ella había dicho en su
corazón: "Subiré al cielo.... Seré semejante al Altísimo",
Jerusalén fue lanzada al infierno (Isa. 14:13-15). En una hora
fue desolada, para no volver a ser la Gran Ciudad nunca
más.
20 Hay una cuarta
respuesta a la caída de Jerusalén: la de la Iglesia. El pueblo
de Dios es instruído por el ángel para que se regocije por
ello. La Iglesia que moraba en el cielo como en un tabernáculo
- santos y apóstoles y profetas - había orado pidiendo la
destrucción de la ciudad apóstata y demonizada que condujo al
mundo en rebelión contra Dios y a la persecución de sus hijos.
Al ascender al cielo el humo del holocausto entero, los santos
han de regocijarse de que sus oraciones han sido contestadas:
¡Dios os ha hecho justicia en ella!, anuncia el ángel,
empleando un pleonasmo hebraico para expresar el "doble
testimonio" del divino tribunal contra ella. Nuevamente
encontramos que la imagen bíblica de la Iglesia, que tiene su
morada en el cielo, está firme en su oposición al mal, orando
a Dios para que vindique a su pueblo en la tierra. Nótese
bien: el juicio sobre la ramera es llamado el juicio tuyo, el
juicio de la Iglesia. Era la justa retribución de Israel por
su opresión de los santos, los apóstoles, y los profetas a
través de la historia, y que culminó en los últimos días en su
guerra contra Cristo y su Iglesia. Era ella la que había
inspirado la persecución de los cristianos por parte de los
romanos; pero, en su lugar, la ira de los paganos, que ella
había atizado, había sido derramada sobre su cabeza. Si la
Iglesia de nuestro tiempo ha de proceder de victoria en
victoria, como lo hizo la Iglesia en la era apostólica, debe
recuperar la perspectiva triunfalista de los primeros santos.
La Iglesia debe orar por la derrota de sus enemigos - una
derrota que debe ocurrir bien por conversión o por
destrucción. Estamos en guerra, una guerra en la cual la
victoria definitiva ha sido obtenida por nuestro Rey. Toda la
historia es ahora una operación de limpieza en términos de esa
victoria, esperando la conversión del mundo y la derrota de la
misma muerte. Nuestra oposición está condenada a perecer, y la
Iglesia está llamada a regocijarse en el conocimiento cierto
de su vindicación terrenal y su triunfo final.
Babilonia
derribada (18:21-24)
21 Y un ángel poderoso tomó una
piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en el mar,
diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la
gran ciudad, y nunca más será hallada.
22 Y voz de arpistas, voz de
músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en tí;
y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en tí, ni
ruido de molino se oirá más en tí.
23 Luz de lámpara no
alumbrará más en tí, ni voz de esposo y de esposa se oirá más
en tí; porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra;
pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones.
24 Y en ella se halló la
sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han
sido muertos en la tierra.
21 Jesús había dado
instrucciones a sus discípulos a que oraran para que la
montaña de Jerusalén fuera lanzada al mar (Mat. 21:21); Él
había advertido a los fariseos que al que se opusiera al
evangelio e impidiera que los "pequeñitos" lo recibieran más
le valdría "que se colgara al cuello una piedra de molino y
fuera echado al mar" (Lucas 17:2; comp. Mat. 18:6; Mar. 9:42).
Aquí, en lenguaje similar, la destrucción de Jerusalén es
representada simbólicamente por la dramática acción de un
ángel fuerte, la tercera y final ocurrencia de esta expresión
en Apocalipsis. En la primera (5:2), se le oye llamar a
alguien para que abra el libro declarando los juicios del
pacto de Dios contra Jerusalén; en la segunda (10:1ss.), se lo
ve como testigo de la nueva creación, sosteniendo el "librito"
que hablaba del Nuevo Pacto y del papel de la Iglesia en la
historia de la redención, en la "consumación" del "misterio de
Dios" en los últimos días. Una expresión relacionada se usa en
18:1-2, donde un ángel de "voz potente" anuncia la condena
final de Babilonia. Ahora, en cumplimiento de todo esto, el
ángel poderoso arroja en el mar una gran piedra. Toda la
productividad (la piedra de molino) desaparece (comp. v. 23);
en contraste con la Iglesia (1 Cor. 15:58), los trabajos de
Jerusalén han sido en vano. Ella y sus obras son lanzadas al
abismo. El trasfondo de esta imagen en el Antiguo Testamento
viene de la destrucción de los egipcios en el Mar Rojo, según
el cántico de Moisés en la orilla, repetido por el cántico de
los levitas al regreso del cautiverio babilónico:
Jehová es varón de guerra; Jehová es su nombre.
Echó en el mar los carros de Faraón y su ejército; y sus
capitanes escogidos fueron hundidos en el Mar Rojo. Los
abismos los cubrieron; descendieron a las profundidades como
piedra. ... Soplaste con tu viento; los cubrió el mar; se
hundieron como plomo en las impetuosas aguas. (Éx. 15:3-5,
10).
Y miraste la aflicción de nuestros padres en
Egipto, y oíste el clamor de ellos en el Mar Rojo...
Dividiste el mar delante de ellos, y pasaron por medio de él
en seco; y a sus perseguidores echaste en las profundidades,
como una piedra en profundas aguas. (Neh. 9:9-11).
El símbolo se basa
también en el drama profético representado por Seraías, el
mensajero de juicio de Jeremías (Jer. 51:61-64). Después de
leer la profecía de la "perpetua desolación" de Babilonia, ató
el libro a una piedra y lo echó en el Eufrates, declarando:
"Así se hundirá Babilonia, y no se levantará del mal que yo
traigo sobre ella...". Aplicando las palabras de Seraías a la
ramera, el ángel dice: Con el mismo ímpetu será derribada
Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada. ¿Cómo se
cumplió esto en el año 70 d. C. si "Jerusalén" está todavía en
pie en el siglo veinte? Por supuesto, en un sentido físico,
Jerusalén no fue destruída para siempre en el año 70
d. C., no más de lo que Babilonia o Edom o Egipto fueron
destruídos "para siempre". Pero la profecía está orientada
pactal y éticamente; no se ocupa principalmente de la
geografía como tal. Por ejemplo, considérese la profecía de
Isaías contra Edom:
Y sus arroyos se
convertirán en brea, y su polvo en azufre, y su tierra en
brea ardiente. No se apagará de noche ni de día,
perpetuamente subirá su humo; de generación en generación
será asolada, nunca más pasará nadie por ella. (Isa.
34:9-10).
Este es lenguaje
evocativo, que asocia la desolación de Edom con la destrucción
de Sodoma y Gomorra. En un sentido "literal", físico, la
profecía no se cumplió; pero se ha cumplido, en términos de su
real significado e intención. El antiguo territorio de Edom
todavía tiene árboles y flores, algunas porciones del país son
usadas como tierras de cultivo, y los viajeros continúan
pasando a través de él. Como observó Patrick Fairbarn: "Edom
habría de ser golpeada por la pobreza y la ruina. Sin embargo,
no simplemente, ni principalmente, como territorio, sino como
pueblo. Esto fue lo que la profecía predijo, y ha sido
ampliamente verificado... El Edom de la profecía - El Edom
considerado como enemigo de Dios, y rival de Israel - ha
perecido para siempre; en ese respecto, todo es desierto no
hollado, una ruina sin esperanza; y allí, la veracidad de la
palabra de Dios encuentra su justificación". 13
Fairbarn ha explicado cómo Edom fue usado en el simbolismo
profético: "En las últimas etapas de la historia de Israel,
los edomitas superaron a todos sus enemigos en la agudeza e
intensidad de su maldad; por esta razón, vinieron naturalmente
a ser vistos por el espíritu de profecía como la
personificación de esa impía malignidad y ese impío orgullo
que no se satisfarían con nada menos que con el completo
exterminio de la causa de Dios - los dirigentes y
representantes del ejército entero de los extranjeros, cuyo
destino era llevar con él la caída y la destrucción de todo lo
que se oponía y se exaltaba a sí mismo contra el conocimiento
de Dios. Este es manifiestamente el aspecto del asunto
presentado en el versículo 15 de la profecía de Abdías; la
suerte de todos los paganos está unida a la de Edom:
Porque cercano
está el día de Jehová sobre todas las naciones; como tú
hiciste se hará contigo; tu recompensa volverá sobre tu
cabeza;
- esto es, en Edom, la
quintaesencia del paganismo, todo el paganismo habría de
recibir, por decirlo así, su golpe de muerte". 14
Además, el profeta Amós predijo la subyugación de "Edom" bajo
el gobierno de la casa de David (Amós 9:11-12), y la
interpretación de este texto en el Nuevo Testamento lo explica
como una profecía de la conversión de las naciones bajo el
gobierno de Cristo (Hechos 15:14-19). "Esto implica claramente
que el Edom de la profecía, que estaba condenado a una total
postración y una ruina eterna, es sólo el Edom de la
hostilidad encarnizada e implacable hacia la causa y el pueblo
de Dios; que en la medida en que los hijos de Edom cesaran en
esto, y entraran en una relación amistosa con el pacto de
Dios, y se sometieran al yugo de soberanía universal confiada
a la casa de David, en vez de romperlo, como antaño, en sus
cuellos, participarían en la bendición, y sus intereses se
fundirían con los del pueblo en el cual Dios puso su nombre
para hacerles bien. Una promesa y una esperanza como esta
jamás puede hacerse armonizar con el resultado que se obtiene
de los juicios predichos sobre Edom, como dice el estilo de
interpretación estrictamente literal; porque, según esto, no
debería haber remanente para ser poseído, ninguna simiente ni
lugar de bendición, conectados con Edom, sino una horrorosa
escena de esterilidad, desolación, y maldición". 15
De manera similar, la
desolación de Jerusalén "para siempre" significa que Israel,
como el pueblo del pacto, dejará de existir.
Jerusalén - como la Gran Ciudad, la Santa
Ciudad - no se hallará más. 16 Es cierto que,
como muestra Romanos claramente, los descendientes de Abraham
serán injertados en el pacto nuevamente. 17 Pero ellos no
serán una nación distinta, santa, de sacerdotes especiales. Se
unirán a los pueblos del mundo en la multitud de los salvados,
sin ninguna distinción (Isa.19:19-25). Por medio de su obra
consumada, Cristo "de ambos pueblos [creyentes hebreos y
gentiles] hizo uno" (Efe. 2:14). Han sido unidos "en un solo
cuerpo", la Iglesia (Efe. 2:16). Hay una salvación y una
Iglesia, en la cual todos los creyentes, sin importar su
herencia étnica, vienen a ser hijos de Dios y herederos de las
promesas hechas a Abraham (Gál. 3:26-29; comp. Efe. 2:11-22).
La antigua Jerusalén, la ramera apóstata, ha sido reemplazada
por la nueva Jerusalén, la Esposa pura de Cristo. No hay
salvación fuera de la Iglesia.
22-23 Como una
indicación adicional de que la posición pactal de la ramera ha
sido eliminada, el ángel anuncia que las bendiciones del
jardín de Edén serán quitadas para siempre. Aludiendo tanto a
las profecías de Jeremías contra la rebelde Jerusalén de su
tiempo (Jer. 7:34; 16:9; 25:10; comp. 24:7-12), como a la
profecía de Ezequiel contra el rey de Tiro (Eze. 28:11-19), el
ángel pronuncia la suerte de la ciudad en cinco partes:
Primera, hay una descripción cuádruple de la
pérdida de la música por toda la tierra: Y voz de arpistas,
de músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en
tí (comp. la mención de "tamboriles" y "flautas" en Eze.
28:13 [margen]).
Segunda, la productividad de la tierra desaparece,
pues el trabajador será tomado de Israel y echado en el
abismo: Ningún artífice de oficio alguno se hallará más en
tí. Según Zacarías, la tiranía de las naciones paganas sobre
Israel sería restringida por sus artífices (Zac. 1:18-21).
Pero, para el Israel apóstata, este baluarte contra la
opresión ya no existirá más.
El ítem tercero e intermedio de la lista es
significativo: Ni ruido de molino se oirá más en ti. A
través del mundo antiguo, la imagen del molino era símbolo
de la fundación del cosmos, que al funcionar producía paz y
prosperidad; la destrucción del molino significa el fin de
la era. 18 La centralidad del molino en este pasaje puede
indicar que el templo, como el molino que sostiene el mundo,
ha de ser destruído; Cristo ha introducido la era final.
Cuarta, Israel sufrirá la pérdida de la palabra de
Dios, del discernimiento y la sabiduría, y de la esperanza
escatológica: Luz de lámpara no alumbrará más en ti.
Quinta, el resumen de la desolación de Israel es
que, como la esposa infiel, la ramera, ha sido echada fuera
y reemplazada por otra: Voz de Esposo y de Esposa no se oirá
más en ti.
Estos cinco puntos marcan varias
características importantes del templo de Jerusalén:
1. Música - la orquesta y el coro levíticos (1 Crón.
25).
2. Artífices - comp. Bezalel, Aholiab, Hiram, etc. (Éx.
31:1-11;
1 Reyes
5).
3.
Molino -
el templo mismo (la "era"; 2 Crón. 3:1).
4. Lámpara
- los candelabros (Éx. 25:31-40; 2
Crón. 4:19-22).
5. Matrimonio - el matrimonio del Señor con Israel (Eze.
16:1-14).
Se dice que la
desolación de Jerusalén cayó sobre ella por dos razones.
Primera, sus mercaderes eran los grandes de la tierra. Esto no
debería parecer extraño a primera vista; algo muy parecido
podría decirse de cualquier ciudad en la historia. En
cualquier economía próspera, los mercaderes serán prominentes.
Pero, en fin de cuentas, ¿en qué comerciaban los mercaderes?
Almas de hombres (v. 13). Como Jesús había tronado a los
"grandes de la tierra": "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un
prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del
infierno que vosotros" (Mat. 23:15).
La segunda razón para el castigo de Jerusalén emana de la
primera: Todas las naciones fueron engañadas por vuestra
hechicería. Israel había sido sacerdote para las naciones del
mundo, ordenado tanto para traerles la luz de la salvación
como para ofrecer sacrificios a favor de ellos. Esto debería
haber culminado con la presentación de Cristo a las naciones
como la luz del mundo y el verdadero sacrificio por sus
pecados. En vez de eso, Israel rechazó a Cristo, la suma y la
substancia de la religión bíblica. Al intentar retener la
estructura formal del Antiguo Pacto en su rechazo del Nuevo,
Israel creó en esencia una religión híbrida de oculto
satanismo y estatismo. 19 Y fue hecho trizas por sus propios dioses.
24 En este versículo,
Juan proporciona una pista final de la identidad de la ramera,
confirmando nuestra interpretación de que ella representa a
Jerusalén: En ella se encontró la sangre de los profetas y de
los santos y de todos los que han sido muertos en la tierra.
Esta es una clara alusión de Cristo a la condena de Jerusalén,
al final de su discurso en el Templo:
Por tanto, he
aquí que yo os envío profetas y sabios y escribas; y de
ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis
en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad;
para que venga sobre vosotros toda la sangre justa
que se ha derramado sobre la tierra, desde la
sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de
Berequías, a quien matásteis entre el templo y el altar. De
cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. ¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas, y
apedreas a los que te son enviados! (Mat. 23:34-37).
Este lenguaje no
puede ser usado para hablar de Roma ni de ninguna otra ciudad.
Sólo Jerusalén era culpable de "toda la sangre justa que se ha
derramado sobre la tierra", desde Abel en adelante.
Históricamente, fue Jerusalén la que siempre había sido la
gran ramera, apostatando constantemente y persiguiendo a los
profetas (Hechos 7:51-52); Jerusalén fue el lugar donde los
profetas fueron muertos: como dijo Jesús mismo: "No es posible
que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te
son enviados! (Lucas 13:33-34). La "Demanda de Pacto" de Juan
era verdadera y efectiva. Jerusalén fue encontrada culpable de
todos los cargos, y desde el año 66 hasta el año 70 d. C.,
sufrió los "días de retribución", el derramamiento de la ira
de Dios por haber derramado sangre inocente durante siglos.
Notas:
1. Véase la discusión de este punto en la obra
de Gordon J. Wenham, The Book of Leviticus (Grand
Rapids: william B. Eerdmans Publishing Co., 1979, pp. 231, 234s,
243.
2. Esto no debía interpretarse como sacrificio
al demonio mismo (Lev. 17:7). Siglos más tarde, el apóstata
Israel del norte bajo Jeroboam en efecto rindió culto a este
macho cabrío (2 Crón. 11:15).
3. Véase, de Henry R. Van Til, The
Calvinistic Concept of Culture (Philadelphia: The
Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1959); Abraham Kuyper,
Lectures on Calvinism (Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Co., 1931).
4. J. Massyngberde Ford, Revelation:
Introduction, Translation, and Commentary (Garden City:
Doubleday and Co., 1975), pp. 301s.
5. Comp. la declaración de juicio de
Dios contra Judá: "Pero primero pagaré al doble su
iniquidad y su pecado; porque contaminaron mi tierra con los
cadáveres de sus ídolos, y de sus abominaciones llenaron
mi heredad" (Jer. 16:18); "Trae sobre ellos día malo, y
quebrántalos con doble quebrantamiento" (Jer. 17:18).
Contrástese esto con Isa. 40:2: "Hablad al corazón de Jerusalén;
decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es
perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos
sus pecados". Sobre el pleonasmo como doble testigo, véase, de
James B. Jordan, The Law of the Covenant: An Exposition of
Exodus 21-23 (Tyler, TX: Institute for Christian
Economics, 1984), pp. 96, 106; sobre las leyes de restitución,
véanse las pp. 134ss.
6. Josephus, The Jewish War, vii.i.1.
7. Josephus, The Jewish War, vi.v.3.
8. Ford, p. 305.
9. Josephus, The Jewish War, v.v.4, 6.
10. Ibid., vi.viii.3.
11. Alfred Edersheim, The Life and Times of
Jesus the Messiah, dos vols. (McLean, VA: MacDonald
Publishing Co., n.d.), Vol. 1, p. 116.
12. Como se mencionó antes (sobre 17:4), esto
puede ser muy bien una referencia a la cortina del Templo, un
"tapiz babilónico bordado en azul, escarlata, y púrpura, y lino
fino, trabajado con maravillosa destreza". Josephus, The
Jewish War, v.v.4.
13. Patrick Fairbairn, The Interpretation of
Prophecy (London: The Banner of Truth Trust, [1865] 1964),
p. 221.
14. Ibid., pp. 221s.
15. Ibid., pp. 224s.
16. Esta expresión se usa seis veces en los
versículos 21-23, connotando el hecho de que Jerusalén es
deficiente - que, como la antigua Babilonia, ha sido pesada en
balanza y ha sido hallada falta, y está a punto de ser
derribada,y su reino dado a otros (Dan. 5:25-28).
17. Véase, de David Chilton, Paradise
Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX:
Dominion Press, 1985), pp. 125-131.
18. Véase de Giorgio de Santillana y Hertha von
Dechend, Hamlet´s Mill: An Essay on Myth and the Frame of
Time (Ipswich: Gambit, 1969). Sobre el simbolismo de
Sansón moliendo en el molino (Jueces 16:21), véase de James B.
Jordan, Judges: God´s War Against Humanism (Tyler, TX:
Geneva Ministries, 1985), p. 273.
19. Sobre la íntima relación entre el ocultismo
y el estatismo, véase de Gary North, Unholy Spirits:
Ocultismo and New Age Humanism (Ft. Worth, TX; Dominion
Press, 1986).