DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Una exposición del libro
de Apocalipsis
Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton
Tomado de Freebooks
Parte Tres
5
EL CRISTO VICTORIOSO
El
Cordero y el libro (5:1-14)
1 Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el
trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete
sellos.
2 Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz:
¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?
3 Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni
debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.
4 Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a
ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.
5 Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He
aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha
vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
6 Y miré, y vi que en medio del trono y de los
cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en
pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete
ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por
toda la tierra.
7 Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del
que estaba sentado en el trono.
8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres
vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del
Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso,
que son las oraciones de los santos;
9 y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno
eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste
inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo
linaje y lengua y pueblo y nación;
10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y
sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor
del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su
número era millones de millones,
12 que decían a gran voz: El Cordero que fue
inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría,
la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
13 Y a todo lo creado que está en el cielo, y
sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas
las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el
trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el
poder, por los siglos de los siglos.
14 Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los
veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron
al que vive por los siglos de los siglos.
1-4 Juan ve al que está sentado en el trono
sosteniendo un libro ... sellado con siete sellos. Como observó
Theodor Zahn, los siete sellos indican que este documento es un
testamento. Aunque ésta no es la explicación completa, es
importante para entender correctamente el Libro. Escribió Zahn:
"La palabra biblion [libro] permite muchas
interpretaciones, pero para los lectores de aquel tiempo era
designado por medio de siete sellos sobre su lomo, más allá de
cualquier posibilidad de error. De la misma manera que en
Alemania, antes de la introducción de los giros, todo el mundo
sabía que una carta sellada con cinco sellos contenía dinero, el
miembro menos informado de las iglesias asiáticas sabía
que un biblion asegurado con siete sellos era un
testamento. Cuando moría un testador, se sacaba el testamento, y
siempre que era posible, se abría en presencia de los siete
testigos que lo habían sellado; es decir, era desellado, leído
en voz alta, y ejecutado... El documento de los siete sellos es
el símbolo de la promesa de un futuro reino. La disposición
ocurrió hace mucho tiempo, y fue documentada y sellada, pero
todavía no fue ejecutada". 1
El Libro también estaba escrito por delante y por detrás.
Cualquier lector cristiano 2 habría entendido inmediatamente el significado de
esta descripción, pues se basa en la descripción de los Diez
Mandamientos. Las dos tablas del testimonio, que eran copias
duplicadas 3, estaban inscritas en el frente y por detrás (Éx.
32:15). Una analogía de esto se encuentra en los tratados de
soberanía del antiguo Cercano Oriente: Un rey victorioso (el
soberano) imponía un tratado/pacto sobre el rey derrotado (el
vasallo) y sobre todos los que estaban bajo la autoridad
del vasallo. Se redactaban dos copias del tratado (como en los
contratos modernos), y cada parte ponía su copia del contrato en
la casa de su dios, como un documento legal que testificaba la
transacción. Por supuesto, en el caso de Israel, el Señor era
tanto Soberano como Dios; así que ambas copias del Pacto fueron
puestas en el Tabernáculo (Éx. 25:16, 21; 40:20; Deut. 10:2).
Meredith Kline explica: "El propósito de la
copia del pacto en manos de Israel era el de servir como
testimonio documental (Deut. 31:26). Era testimonio para y en
contra de Israel, recordándole las obligaciones que había jurado
cumplir, y reprendiéndole por las obligaciones violadas,
declarando la esperanza de las bienaventuranzas del pacto y
pronunciando una condena por las maldiciones del pacto. La
proclamación pública del pacto estaba diseñada para enseñar el
temor del Señor a todo Israel, especialmente a los niños (Deut.
31:13; comp. Sal. 78:5ss).... Considerada en relación con el
juramento y la promesa divinos, el duplicado de la tabla del
pacto en manos de Yahvé servía un propósito análogo al del arco
iris en su pacto con Noé (Gén. 9:13-16). Contemplando esta
tabla, él recordaba su juramento a sus siervos y fielmente traía
la bendición prometida". 4
Hemos visto que Juan ha organizado esta
profecía en términos de la estructura establecida para los
pactos. Más que esto, mucho de la información específica en
Apocalipsis ha indicado que la idea del pacto es central a su
mensaje. El libro se presenta a sí mismo desde el
principio como parte del canon, escrito principalmente para ser
leído en la liturgia (1:3). Se usa la imagen del Tabernáculo en
la doxología inicial (1:4-5), y se declara que la iglesia está
constituída como el nuevo reino de sacerdotes, como Israel lo
había sido en Sinaí (1:9). El tema del libro, declarado en 1:7,
es la venida de Cristo en la nube de gloria; luego, casi
inmediatamente, Juan usa tres palabras que casi siempre ocurren
en relación con la actividad de hacer un pacto: Espíritu,
Día, y Voz (1:10). La siguiente visión de Cristo como el
glorioso Sumo Sacerdote (1:12-20) combina muchas imágenes del
Antiguo Testamento - la nube, el día del Señor, el ángel del
Señor, el Creador, el Soberano del universo, el Hijo del
hombre/el segundo Adán, el conquistador de las naciones, el
dueño de la iglesia - todas las cuales están relacionadas con
las profecías de la llegada del nuevo pacto. La visión es
seguida por el propio mensaje de Cristo a las iglesias,
presentado como un mensaje de la historia del pacto (capítulos
2-3). Luego, en el capítulo 4, Juan ve el trono, sostenido por
los querubines y rodeado por los sacerdotes reales, todos
cantando las alabanzas de Dios con acompañamiento de relámpagos,
voces, y truenos, como los de Sinaí. No debería sorprendernos
encontrar esta magnífica colección de imágenes relacionadas con
la confección de un pacto, que culminan con la visión de un
documento de testamento/tratado, escrito delante y detrás, en la
mano de Aquél que está sentado en el trono. El Libro es nada
menos que el testamento del Cristo resucitado y ascendido al
cielo: el Nuevo Pacto.
Pero la llegada del Nuevo Pacto implica la
muerte del Viejo Pacto y el juicio del Israel apóstata. Como
vimos en la introducción, los profetas bíblicos hablaron en
términos de la estructura del pacto/tratado, que actúa como
fiscal acusador en nombre del divino Soberano, que pone un
pleito de pacto contra Israel. La imagen de un documento
inscrito en ambos lados se usa en la profecía de Ezequiel, que
Juan ha tomado como modelo para su profecía. Ezequiel dice que
recibió un pergamino que contenía una lista de juicios contra
Israel:
Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío
a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron
contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta
este mismo día. ... Y miré, y he aquí una mano extendida hacia
mí, y en ella había un rollo de libro. Y lo extendió delante
de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había
escritas en él endechas y lamentaciones y ayes. (Eze. 2:3-10).
Al ver Juan que se abre el Nuevo Pacto, por
lo tanto, también ve cumplidas las maldiciones del Antiguo Pacto
en el pueblo del pacto que ha apostatado. Esta conclusión se
hace más clara si miramos el movimiento general de la profecía.
Los siete sellos del Libro son rotos para revelar su contenido;
pero la ruptura del séptimo sello inicia el resonar de las siete
trompetas (8:1-2). La visión final de la sección de las
trompetas termina con una horrorosa escena de la gran cosecha,
en la cual "las uvas de la ira" son pisadas y la tierra entera
es inundada por un torrente de sangre (14:19-20). Esto conduce
directamente a la sección final de Apocalipsis, en la cual Juan
ve la sangre del lagar derramarse de las siete copas de la ira
(16:1-21). Parecería, por lo tanto, que se quiere que entendamos
que las siete copas, como el contenido de la séptima trompeta,
"el último ay", han de caer sobre la tierra (comp. 8:13; 9:12;
11:14-15; 12:12). Todo esto - los sellos, las trompetas, y las
copas - es el contenido del libro de siete sellos, el Nuevo
Pacto.
Pero hay una crisis: Nadie en toda la creación - ni en el cielo,
ni en la tierra, ni debajo de la tierra - puede (o es digno de,
como dice Juan) abrir el Libro, ni siquiera mirarlo. Nadie puede
cumplir las condiciones requeridas por el Mediador del Nuevo
Pacto. Todos los anteriores mediadores - Adán, Moisés, David, y
el resto - finalmente resultaron inadecuados para la tarea.
Nadie pudo quitar el pecado y la muerte, pues todos han pecado,
y continuamente están destituídos de la gloria de Dios (Rom.
3:23). El sacrificio de animales no podía realmente quitar los
pecados porque tal cosa es imposible (Heb. 10:4); y el
mismo sumo sacerdote que ofrecía los sacrificios era pecador, y
estaba "rodeado de debilidad" (Heb. 5:1-3; 7:27), teniendo que
ser reemplazado después de su muerte (7:23). No se pudo
encontrar a nadie que garantizara un mejor pacto. Con el
profético anhelo y la profética tristeza de la iglesia del
Antiguo Testamento, Juan comienza a llorar mucho. El Nuevo Pacto
había sido ofrecido por el que estaba sentado en el trono, pero
nadie era digno de actuar en nombre tanto de Dios como del
hombre para ratificar el pacto. El libro de los siete sellos
permanecería sellado.
5-7 Juan es consolado por uno de los
ancianos, que le dice (como se lee literalmente): Deja de
llorar; ¡he aquí, Él ha vencido! Así, la iglesia predica el
evangelio a Juan; y parece como si el anciano está tan
emocionado por su mensaje que deja escapar bruscamente el clímax
aún antes de explicar quién ha vencido. Continúa
describiendo a Cristo el Vencedor: el León de la tribu de Judá,
el fuerte y poderoso cumplimiento de la antigua profecía de
Jacob a su cuarto hijo:
Cachorro de león, Judá; de la presa
subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como
león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de
Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga
Siloh; y a él se congregarán los pueblos. (Gén. 49:9-10).
Fue David, el vencedor León de Judá del
Antiguo Pacto, a quien Dios reveló tanto el plano del templo (1
Crón. 28:11-19) como el plan del pacto sempiterno, la "Carta
para la Humanidad", por medio de la cual el venidero
Rey-Sacerdote traería la bendición de Abraham a todas las
naciones (2 Sam. 7:18-29; 23:2-5; 1 Crón. 17:16-27; Sal. 16;
110; Hech. 2:25-36). 5 Por fin, el hijo mayor de David vino y venció,
estableciendo el dominio eterno y abriendo el pacto. Encarnando
y cumpliendo todas sus promesas, Él es "Siloh".
Cristo es llamado también la Raíz de David - una expresión
extraña a nuestra propia manera de pensar. Podemos entender más
fácilmente la expresión de Isaías: "una vara del tronco de Isaí"
(Isa. 11:1). Como descendiente de Isaí y de David, Jesús podría
ser llamado una "rama" (Jer. 23:5; Zac. 3:8); pero, ¿cómo podría
ser llamado la Raíz? Nuestra perplejidad se origina en nuestra
idea de cómo funciona la historia. Estamos acostumbrados a
pensar en la historia como si fuera una máquina de Rube Goldberg
cósmica: Se mueve una palanca en un extremo, y una serie de
artefactos y cacharros parecidos a fichas de dominó chocan entre
sí, y al final producen cualquier efecto en el extremo opuesto
de la máquina. Por pura causa y efecto, cada evento causa otros
eventos, en sucesión cronológica directa.
Ahora bien, esto es cierto - pero no es
toda la verdad. En realidad, tomado por sí solo e
independientemente, no es verdad en absoluto, pues esta tesis es
evolucionaria en sus suposiciones, no bíblica. La historia no es
simplemente una cuestión de que el pasado cause el futuro;
también es verdad que el futuro causa el pasado, como lo
explica R. J. Rushdoony: "Según la Biblia, el movimiento del
tiempo es desde la eternidad, puesto que es creado por Dios y se
mueve a causa de y en términos de su decreto eterno... Porque el
tiempo está predestinado, y porque su principio y su fin ya
están establecidos, el tiempo no se desarrolla de manera
evolucionaria del pasado al presente y después al futuro. En su
lugar, se desenvuelve desde el futuro hacia el pasado". 6
Una simple ilustración podría ayudarnos a
entender esto. Digamos que alguien le encuentra a usted
empacando un almuerzo en una calurosa mañana, y le pregunta la
razón de ello. Usted contesta: "Porque voy a tener un picnic en
el parque hoy". ¿Qué ha ocurrido? En cierto sentido, el futuro -
el picnic planeado - ha determinado el pasado. Porque
usted quería tener un picnic en el parque, entonces
planeó el almuerzo. Lógicamente, el picnic precedió, y causó, la
preparación del almuerzo, aunque aquél siguió a éste
cronológicamente. De la misma manera, Dios deseaba glorificarse
a sí mismo en Jesucristo; por lo tanto, creó a Isaí y a David, y
a todos los otros antepasados de la naturaleza humana de Cristo,
para traer a su Hijo al mundo. La existencia misma de la Raíz de
David era el Hijo de David, Cristo Jesús. ¡El "efecto" determinó
la "causa"! 7
Así, el Señor Cristo Jesús es presentado de
la manera más radical posible como el Centro de toda la
historia, como la divina Raíz y la Rama, el Principio y el Fin,
el Alfa y la Omega. Y es como el León vencedor y la Raíz
determinante que Él ha prevalecido para que abra el Libro y sus
siete sellos.
Juan se vuelve para ver al que es descrito
de esta manera - y, en vez de un León o una Rama, ve a un
Cordero de pie delante del trono. Este es el modelo que primero
notamos en 1:11, donde Juan primero oye, luego ve.
Obviamente, aquél a quien Juan ve en el versículo 5 es idéntico
al que ahora contempla en el versículo 6. El León es el Cordero.
¿En qué sentido es Cristo Jesús un Cordero?
El pasaje no se refiere a Jesús en su naturaleza - Él no es
"como un cordero" en el sentido de que es bondadoso, dulce, o
benigno, como algunos quisieran entender incorrectamente este
texto. 8 Cristo es llamado un Cordero, no en vista de su
Persona (que la teología popular degrada al concepto moderno de
"personalidad" de todos modos), sino en vista de su obra.
Él es el Cordero que fue inmolado, "que quita el pecado del
mundo" (Juan 1:29). Así, el centro de la historia es la obra
consumada, sacrificial, de Cristo. El fundamento de su
reino mediatorio (Cristo como el León) es su expiación
mediatoria (Cristo como el Cordero). Es a causa de su sacrificio
que Él ha sido exaltado al lugar de supremo gobierno y suprema
autoridad. Cristo ha alcanzado la victoria por medio de su
sufrimiento y su muerte sacrificiales en lugar nuestro.
Juan subraya esto a través de su lenguaje
específico: un Cordero en pie, como inmolado. Philip Barrington
sugiere que la palabra griega para "en pie" (hestekos)
es "una traducción griega aproximada de la palabra hebrea Tamid,
que significa 'en pie' o 'continuo', y se refiere a la ofrenda
encendida diaria en el Templo. Es el término técnico regular, y
forma el título de la sección de la Mishnah que trata de ese
sacrificio. El Cordero del Tamid es una expresión intangible,
que podría muy bien haberse convertido en el Arnion Hestekos
del griego. La palabra griega Hestekos no significa
'continuo', sino sólo 'en pie' en el sentido literal; pero
podría ser un equivalente aproximado, como Christos
(manchado), que significa Mesías. Así, Arnon Hestekos
podría ser 'baboo', palabra griega que signfica Cordero del
Sacrificio.
"La palabra Arnion también ha dado
lugar a discusión. En el cuarto evangelio, a nuestro Señor se le
llama Cordero de Dios (1:29), de la misma manera en que aquí se
le llama Cordero del Tamid; pero las dos palabras son
diferentes, Arnion aquí y Amnos en el evangelio.
Es posible que, aunque Amnos es la palabra más común y
natural para Cordero, Arnion Hestekos podría ser un
término técnico del Templo judío... " 9
Juan continúa con sus imágenes simbólicas:
Cristo el Cordero tiene siete cuernos. El cuerno en la Escritura
es un símbolo comprensible de fortaleza y poder (comp. Sal.
75:10); más que esto, sin embargo, el pensamiento del lector
bíblico culto habría sido estimulado a recordar los siete
cuernos de carneros que se usaban para anunciar el juicio de
Dios sobre sus enemigos y la victoria y la salvación del pueblo
del pacto en la batalla histórica de Jericó (Josué 6:2-5). De la
misma manera, el gran Cordero Sacrificial, al cual apuntaban
todos los otros sacrificios, ahora proporciona poder y fortaleza
y victoria para su pueblo en la lucha por alcanzar el dominio
sobre la tierra. Es la victioria definitiva de Cristo lo que
garantiza las progresivas victorias y el dominio final de la
iglesia sobre todo el territorio que le ha sido asignado - el
cual, en esta época, no es sólo Palestina, sino el mundo entero
(Mat. 28:18-20).
Además, el Cordero tiene siete ojos, que
son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra
(comp. Zac. 6:5). Para entender esto, tenemos que regresar a
Génesis 1, donde encontramos la primera mención del Espíritu:
Cerniéndose sobre la tierra, moviéndose sobre ella, formándola y
llenándola, suscitando la vida. Al progresar la creación, el
Espíritu lleva a cabo siete actos de ver - los séptuples
ojos del Espíritu, si queremos. Siete veces se nos dice que "vio
Dios que era bueno" (Gén. 1:4, 10, 12, 18, 21, 25, 31). Mientras
creaba el mundo, Dios también lo juzgaba, evaluándolo y
aprobándolo, hasta que se emitió el juicio final y culminante
como preludio al principio del séptimo día. 10 Aquí en Apocalipsis,
Cristo es presentado como el centro de la historia, el vencedor
que recibe el nuevo pacto para los hombres; y como tal, se lo ve
como Creador y Juez, con plenitud de conocimiento por medio de
su inconmensurable posesión del Espíritu que ve y discierne
(Juan 3:34). Ya en el principio, cuando el Espíritu salió a
formar la tierra y a evaluarla, "procedió del Padre y del
Hijo". La comprensión de la creación y la historia por
parte de Cristo se origina, no en la historia misma, sino en el
hecho de que Él es tanto el Creador como el Redentor del mundo.
Así, sobre la base de su persona, su obra, y su exaltada
posición como Salvador y Gobernante del mundo, Cristo Jesús
ascendió al cielo, se adelantó hasta el trono de su Padre, y
tomó el Libro de la mano derecha de Aquél que estaba sentado en
el trono. Así lo describe el profeta Daniel:
Miraba yo en la visión de la noche, y
he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de
hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron
acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria, y
reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le
sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y
su reino uno que no será destruido. (Dan. 7:13-14).
El mensaje central de la Biblia es la
salvación por medio de Cristo Jesús, el Mediador del Nuevo
Pacto. Aparte de su obra, por medio de la cual Él adquirió y
posee eternamente el Pacto, no hay esperanza para la humanidad.
Él ha vencido abrumadoramente, para poder abrir el Tratado del
Gran Rey; y por medio de Él nosotros también somos más que
vencedores.
8-10 En este punto, la compañía de santos y ángeles en el cielo
prorrumpe en alabanzas: Los cuatro seres vivientes caen delante
del Cordero, postrándose en adoración mientras se preparan para
adorarle con cánticos, teniendo cada uno un arpa. Otro
importante aspecto de la escena tiene que ver con las fuentes de
oro llenas de incienso, que son (es decir, representan, o son
enunciadas simbólicamente) las oraciones de los santos (comp.
Sal. 141:2; Luc. 1:10). Geerhardus Vos explica: "El simbolismo
consiste en parte en que el humo es, por decirlo así, la
refinada quintaesencia de la ofrenda, y parte en la manera en
que asciende. Que el altar de incienso tenga su lugar bien cerca
del velo que está delante del Lugar Santísimo significa la
especificidad religiosa de la oración, en el sentido de que está
lo más cerca posible del corazón de Dios. La ofrenda era de
carácter personal. La idea del olor grato del incienso que arde
en las narices de Jehová es un tanto alejada de nuestros propios
gustos sobre imágenes religiosas, pero no debería ser pasada por
alto a causa de esto, pues el sentido hebreo de religión no
siente que esto sea inapropiado en lo más mínimo". 11
Luego, los seres vivientes y los ancianos
cantan un cántico nuevo, y de nuevo se usa una sección coral
para explicar estos símbolos. En verdad, nuestra interpretación
queda confirmada por la expresión que Juan usa aquí. El cántico
nuevo se menciona siete veces en el Antiguo Testamento (Sal.
33:3; 40:3; 96:1; 98:1; 144:9; 149:1; Isa. 42:10), y siempre en
referencia a los actos redentores/creadores de Dios en la
historia. El cántico nuevo celebra la elaboración del pacto y
predice la venida de Cristo para traer salvación a las naciones
y victoria universal para los piadosos:
Cantad a Jehová
cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra lo ha
salvado, y su santo brazo. Jehová ha hecho notoria su
salvación; a vista de las naciones ha descubierto su justicia.
Se ha acordado de su misericordia y de su verdad para con la
casa de Israel; todos los términos de la tierra han visto la
salvación de nuestro Dios. (Sal. 98:1-3)
Cantad a Jehová un
nuevo cántico, su alabanza desde el fin de la tierra; los que
descendéis al mar, y cuanto hay en él, las costas y los
moradores de ellas. Alcen la voz el desierto y sus ciudades,
las aldeas donde habita Cedar; canten los moradores de Sela, y
desde la cumbre de los montes den voces de júbilo. Den gloria
a Jehová, y anuncien sus loores en las costas. Jehová saldrá
como gigante, y como hombre de guerra despertará celo;
gritará, voceará, se esforzará sobre sus enemigos. (Isa.
42:10-13).
Cada vez que en la Biblia se alcanza una
nueva etapa en la historia de la redención (como el Éxodo, la
fundación del reinado teocrático, etc.) hay un correspondiente
período de revelación canónica; como dijo Geerhardus Vos: "La
revelación sigue a los eventos". 12 Más específicamente, la aparición de las Escrituras
canónicas está presente en la victoriosa redención del pueblo de
Dios por parte de Él, como señala Meredith G. Kline con relación
al "nacimiento de la Biblia": "En medio de un mundo caído, y en
vista de la hostilidad satánica manifestada de varias maneras
históricas, el pueblo electo de Dios no podría alcanzar la
condición de reino si los juicios redentores no le libraran del
poder del adversario. Sólo cuando el Señor Dios haya alcanzado
este triunfo sotérico quedaría preparado el camino para que él
promulgase su tratado-reino, estableciendo sus mandamientos
entre su pueblo electo y ordenando la existencia de su reino
bajo el dominio de su soberana voluntad..."
"La revelación de pacto ya había sido dirigida a Abraham, Isaac,
y Jacob, con sus casas, ofreciéndoles el reino en promesa. Pero
la Escritura requería para su aparición más que la mera promesa
de un reino. Era necesario que se cumplieran la promesa y el
juramento dados a los patriarcas: el pueblo escogido debía
alcanzar la condición de nación. No fue sino hasta que hubo
creado la comunidad-reino de Israel de la tiranía de Faraón a la
asamblea de Sinaí que Dios pudo emitir un pacto canónico del
tipo bíblico. La aparición de la Escritura canónica tuvo así que
esperar la victoria del éxodo de Yahvé. Esa victoria señaló la
plenitud del tiempo para el nacimiento de la Palabra-tratado de
Dios".
"El que se programara el nacimiento de la
Palabra escrita precisamente en esa coyuntura histórica llama
nuestra atención a la peculiar calidad de la Escritura canónica.
Originándose, como lo hace, a consecuencia de una impresionante
exhibición del poder de Yahvé en salvación y en juicio, de
acuerdo con las promesas proféticas hechas a los patriarcas,
desde el princpio la Escritura muestra el carácter de una
palabra de triunfal cumplimiento. Es la incontestable
declaración de que el nombre del Dios de Israel es Yahvé,
poderoso Señor del Pacto. Aunque el reino mosaico establecido en
Sinaí era en sí mismo todavía sólo provisional y promisorio en
relación con las realidades mesiánicas de la era del Nuevo
Testamento, sin embargo, e inconfundiblemente, la Palabra de
Dios del Antiguo Testamento que anunciaba el reino israelita
era, para la etapa pre-mesiánica de la historia de la redención,
una palabra de promesas manifiestamente cumplidas y del reino
triunfante de Yahvé expresado decisiva y dramáticamente. Por lo
tanto, desde que apareció por primera vez en la secuela de la
historia, la Escritura canónica confronta a los hombres como una
palabra divina de triunfo". 13
Lo que Sinaí mostró en forma provisional,
el Calvario y el Monte de los Olivos revelaron definitivamente:
la victoriosa redención del pueblo elegido de Dios en el Nuevo
Pacto, cuando el León de la tribu de Judá venció para que
abriera el Libro. Y porque Cristo Jesús obtuvo el Nuevo Pacto
para su pueblo, Él encomendó la escritura de las Escrituras
canónicas del Nuevo Testamento como la exhibición decisiva y
dramática de su reino triunfante, su "divina palabra de
triunfo".
Junto con la nueva revelación escrita, esta
etapa nueva y final de la historia de la redención
introducida por el Nuevo Pacto requería un Cántico Nuevo, una
nueva respuesta litúrgica por parte de la asamblea que adora.
Así como las épocas anteriores de la historia del pacto evocó un
Cántico Nuevo, 14 el establecimiento definitivo de la nueva nación con
su nuevo tratado-reino necesitaba un nuevo culto, un culto que
fuera un verdadero cumplimiento del antiguo, una trascendencia
de todo lo que prefiguraba. El vino nuevo del Nuevo Pacto no
podía ser contenido en los odres del Antiguo; la nueva redención
requería, para su plena y correcta expresión, el Cántico Nuevo
de la liturgia cristiana. Esto es exactamente lo que el Cántico
Nuevo proclama como su base:
Tratado-Reino:
Digno eres de tomar el Libro, y de abrir sus sellos.
Redención:
Porque fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para
Dios.
Nacionalidad:
Nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes.
Dominio: Y
reinaremos sobre la tierra.
Un aspecto del Cántico ha dado lugar a una
seria disputa interpretativa: Como observamos en 4:4, Ned
Stonehouse (con una hueste de otros) sostenía que los
veinticuatro ancianos son una clase de ángeles. En resumen, la
base para la opinión de Stonehouse es el hecho de que un
manuscrito del Nuevo Testamento griego contiene una
variante textual que, dice él, indica esto. Aunque algunos
manuscritos dicen que Cristo nos redimió, la lectura variante
que Stonehouse prefiere dice que Cristo redimió a los hombres.
Obviamente, la diferencia sería que los cantores en el primer
caso son definitivamente identificados entre los redimidos,
mientras que los cantores en la segunda lectura no se incluyen
necesariamente a sí mismos entre los que son redimidos por la
sangre de Cristo.
Desafortunadamente para la interpretación de Stonehouse, hay dos
hechos que, de salida, militan contra ella. En primer lugar, aun
en el caso de que todos los manuscritos contuvieran la lectura
preferida de Stonehouse, ésto no probaría su causa; Stonehouse
simplemente estaba haciendo una suposición que puede
seguirse de su premisa (pero que no necesariamente se sigue).
(Después de todo, cualquier creyente todavía podría orar "por la
iglesia" o por "el pueblo de Dios" sin excluirse a sí mismo; el
mero hecho de que los ancianos dan gracias a Dios por redimir a
los "hombres" no significaría necesariamente que ellos mismos no
son redimidos).
Segundo, sin embargo, de los cientos de
manuscritos que contienen el Libro de Apocalipsis, sólo uno
contiene esta lectura extremadamente dudosa. La variante no se
encuentra en ninguna "familia" de manuscritos, y ciertamente no
se halla en ninguno que pueda llamarse una "tradición"
manuscrita; ocurre sólo en un manuscrito solitario. Basar una
interpretación en un fundamento tan inestable es, por decir lo
menos, un método de estudio extremadamente subjetivo y precario.
Sin duda, la lectura tradicional "nos" es
la verdadera. Pero, decir esto parece dar lugar a otros dos
problemas: (1) Se dice que los cuatro seres vivientes, que no
parecen representar a la iglesia, cantan este cántico; (2) el
cántico cambia a la tercera percena entre los versículos 9 y 10.
En el versículo 9 leemos: "Nos has redimido"; y en el versículo
10 leemos: "Nos has hecho reyes... y reinaremos". En realidad,
estos dos problemas se resuelven entre sí. Aparentemente, es un
ejemplo de lo que ya hemos visto en este libro, y de lo que nos
resultará más familiar a medida que progresemos a través de él:
la alabanza antifonal. Este modelo de respuesta coral
continúa en este capítulo (comp. 11-14). Un bosquejo probable de
esta porción de la liturgia celestial sería como sigue:
Ancianos y seres vivientes:
Digno eres de tomar el Libro y abrir sus sellos.
Ancianos:
Porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido
para Dios de todo linaje, y lengua y pueblo y nación.
Seres vivientes:
Y nos has hecho para Dios reyes y sacerdotes; y reinaremos
sobre la tierra. 15
Cristo ha comprado a su pueblo de entre las
naciones, no sólo para redimirles del pecado, sino para
capacitarles para que cumplan el Mandato de Dominio original de
Dios para el hombre. Como el segundo Adán, Cristo asigna a su
nueva creación la tarea que Adán perdió - esta vez, sin embargo,
sobre el inconmovible fundamento de su muerte, su resurrección,
y su ascensión. La salvación tiene un propósito, un salvar a,
así como un salvar de. Cristo ha hecho a su pueblo reyes
y sacerdotes para nuestro Dios, y ha garantizado su destino:
Reinarán sobre la tierra. Esto nos muestra la dirección de la
historia: Los redimidos del Señor, ya una nación de reales
sacerdotes, avanzan hacia el completo dominio que Dios ha
planeado como su programa original para el hombre. En Adán, se
había perdido; Cristo Jesús, el segundo Adán, nos ha redimido y
nos ha restaurado a nuestro real sacerdocio, para que reinemos
sobre la tierra. Por medio de la obra de Cristo, la victoria
definitiva sobre Satanás ha sido ganada. Se nos prometen
crecientes victorias, y creciente gobierno y dominio, al hacer
que el evangelio y la ley del gran Rey produzcan frutos por todo
el mundo.
11-14 En respuesta a la alabanza de los cuatro seres vivientes y
los veinticuatro ancianos, el coro entero de ángeles, compuesto
por millones de millones, 16 y miles de miles, se les une en alta voz, proclamando
que el Cordero que fue inmolado es, sobre la base de su Persona
y su obra, digno de heredar todas las cosas (las siete cosas
enumeradas indican plenitud) en el cielo y en la tierra: el
poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la
gloria y la alabanza. Y, como en gozosa respuesta a esta gran
declaración de la herencia universal ded Cristo, la creación
entera (cuádruple) responde en alabanza, como un clímax a esta
sección de la liturgia. Cada una de las cosas creadas que está
a) en el cielo y b) en la tierra y c) en el mar, y todas las
cosas que están en ellos - toda la realidad creada se convierte
en parte del coro cósmico cantando: Al que está sentado en en
trono, y al Cordero, sea a) la alabanza y b) la honra y c) y la
gloria y d) el poder por los siglos de los siglos. Un día, toda
la creación reconocerá a Cristo como Señor (Fil. 2:10-11); en
principio, sin embargo, esto ya se ha establecido por medio del
sacrificio y la victoria del Cordero. Nuevamente, Juan nos ha
revelado la meta de la historia como el reconocimiento universal
del Señorío de Cristo y la gloria eterna de Dios por medio de
Cristo Jesús.
En los días de Juan, la iglesia estaba a
punto de experimetar un tiempo de severas pruebas y
persecuciones. Ya estaban viendo lo que, en una época cuerda,
podría difícilmente imaginarse: una unión entre Israel y la
anticristiana Bestia de Roma. Estos cristianos necesitaban
entender la historia como algo no controlado por la casualidad,
los hombres malos o aún el diablo, sino desde el trono de Dios
por medio de Cristo Jesús. Necesitaban ver que Cristo estaba
reinando ahora, que Él ya había arrancado al mundo de las garras
de Satanás, y de que aún ahora, todas las cosas en el cielo y en
la tierra habrían de reconocerle como Rey. Necesitaban verse a
sí mismos en la verdadera luz: No como tropas olvidadas en un
solitario puesto de avanzada luchando en una batalla perdida,
sino ya como reyes y sacerdotes, haciendo la guerra y venciendo,
predestinados a la victoria, con la absoluta certeza de la
victoria y el dominio, sobre la tierra. junto con el Gran Rey.
Necesitaban la filosofía bíblica de la historia: que toda la
historia, creada y controlada por el gobierno personal y total
de Dios, se está moviendo inexorablemente hacia el dominio
universal del Señor Jesucristo. La era nueva y final de la
historia ha llegado; el Nuevo Pacto ha venido. ¡He aquí, Él ha
vencido!
Notas:
1. Theodor Zahn, Introduction
to
the New Testament, Vol. III, pp. 393s.; citado la obra de G.
R. Beasley-Murray, The Book of Revelation (Grand Rapids:
William B. Eerdmans Publishing Co., edición revisada, 1978), p.
121.
2. Al decir esto,
estoy suponiendo que el cristiano promedio del siglo primero tenía
más sentido común que el comentarista promedio del siglo veinte.
Difícilmente hay un solo comentario que eche siquiera un vistazo a
los Diez Mandamientos en relación con esto.
3. Véase de
Meredith G. Kline, Treaty of the Great King: The Covenant
Structure of Deuteronomy (Grand Rapids, William B. Eerdman´s
Publishing Co., 1963), pp. 13ss., ídem, The Structure of
Biblical Authority (Grand Rapids: William B. Eerdman´s
Publishing Co., segunda ed., 1975), pp. 113ss.
4. Kline, Treaty
of
the Great King, pp. 21, 24; The Structure of Biblical
Authority, pp. 123s., pp. 113ss.
5. Véase de Walter
C. Kaiser Jr., "The Blessing of David: The Charter for
Humanity", en John H. Skilton ed., The Law and the
Prophets: Old Testament Studies Prepared in Honor of Oswald
Thompson Allis (Presbyterian and Reformed Publishing Co.,
1974), pp. 298-328).
6. Rousas John
Rushdoony, The Biblical Philosophy of History (Nutley, NJ:
Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1969), p. 11; comp.
Rushdoony, The One and the Many, p. 145; St. Augustine, The
City
of
God, Lib. XII, Cap. 13-15; Nathan R. Wood, The Secret of
the Universe (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Co., [1936] 1955), pp. 43-45.
7. Una de las más
claras declaraciones sobre esta idea es la que aparece en la obra
de Gordon H. Clark, Biblical Predestination (Nutley, NJ:
Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1969), esp. pp. 18-30.
8. En relación con
esto, Hal Lindsey habla de la "mansedumbre y la bondad [de Cristo]
semejantes a las de un cordero" en la obra There´s a New World
Coming: A Prophetic Odyssey (Eugene, OR: Harvest House
Publishers, 1973), p. 94.
9. Philip
Barrington, The Meaning of the Revelation (London: SPCK,
1931), pp. 119s.
10. Véase de
Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids:
Baker Book House, 1980), pp. 107ss.
11. Geerhardus Vos,
Biblical Theology: Old and New Testaments (Grand Rapids:
William B. Eerdmans Publishing Co., 1948), p. 168.
12. Ibid., p. 203.
13. Meredith G.
Kline, The Structure of Biblical Authority (Grand Rapids:
William B. Eerdmans Publishing Co., segunda ed., 1975), pp. 77ss.
14. Los cánticos
producidos por la redención de Éxodo incluyen los registrados en
Éx. 15, Deut. 32, y Sal. 90; la nueva organización del reino
teocrático bajo un gobernante humano, y los sucesos que condujeron
al establecimiento del Templo, resultaron en el Salterio (la
colección definitiva de los "nuevos cánticos" bajo el Antiguo
Pacto).
15. Este bosquejo
ha sido sugerido también por Moses Stuart en A Commentary on
the Apocalypse, 2 vols. (Andover: Allen, Merrill y Wardwell,
1845), Vol. 2. p. 134.
16. Literalmente,
una miríada es 10.000; pero a menudo se usa, especialmente
en plural, en un sentido más vago con el significado de "un gran
número". Obviamente, la expresión miríadas de miríadas
significa simplemente "incontables millares".