DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Una Exposición del Libro de Apocalipsis

Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton

Tomado de Freebooks

Traducción de Román Quirós M.


Parte Cuatro

12

LA GUERRA SANTA

Como hemos notado, el libro de Apocalipsis está organizado en términos de la estructura de tratado en cinco partes del pacto bíblico. El capítulo 12 cae dentro de las cuatro principales series de visiones (trompetas), que proclaman el juicio de Dios sobre el falso rey y el falso profeta (capítulos 8-14). Pero el capítulo 12 marca la intersección de esta quíntuple estructura con otro modelo dominante en el libro: el tema del Esposo y la Esposa. Los capítulos 1-11 tratan de la victoria de Cristo sobre sus enemigos, culminando en el glorioso establecimiento de la Iglesia como su santo templo. Los capítulos 12-22 tienen que ver con la victoria de la Iglesia sobre sus enemigos, terminando con su glorioso establecimiento como el santo templo de Dios. Así, la segunda mitad del libro de Apocalipsis cubre en gran medida el mismo terreno que la segunda, pero desde una perspectiva diferente. Milton S. Terry comenta: "La Parte 1 ha revelado al Cordero de Dios bajo varios símbolos, glorioso en poder, que abre el libro de los divinos misterios, vengando a los santos martirizados, y mostrando los terribles juicios destinados a sobrevenirles a los enemigos de Dios. Todo es contemplado como desde el trono del Rey en el cielo, que envía sus ejércitos y destruye los desafiantes asesinos de sus profetas y quema su ciudad (comp. Mat. 22:7)".
"La Parte 2 revela a la Iglesia en conflicto con principados y potestades mundiales, sobreviviendo a toda persecución, y triunfando por la palabra de su testimonio, y, después de que Babilonia la ramera cae y desaparece de la vista, apareciendo como la Esposa del Cordero, el tabernáculo de Dios con los hombres, gloriosa en su belleza e imperecedera como el trono de Dios". 1
Así, aunque hay un progresivo desarrollo hacia un clímax en la segunda mitad de Apocalipsis, también veremos tanto una repetición de conceptos familiares como una diversidad en la presentación de ellos, un mecanismo usado a menudo por los profetas bíblicos (véanse ejemplos de esto en Gén. 37:5-11; 41:18-25, 32; Dan. 2, 7). "El gran dragón escarlata (12:3) no debe ser considerado como diferente del ángel del abismo (9:11). Los ciento cuarenta y cuatro mil sobre el monte de Sión (14:1) son los mismos que los israelitas sellados de 7:4-8. Las siete últimas plagas (caps. 15 y 16) corresponden notablemente a las siete trompetas de la destrucción. 'Babilonia la grande' es la misma que la gran ciudad donde el Señor fue crucificado (11:8), y la nueva Jerusalén, llena de la gloria de Dios y del Cordero, no es sino otro símbolo del templo de Dios en el cielo (11:19"). 2
Este punto en la profecía, por lo tanto, es algo así como un nuevo comienzo; y para mostrar el conflicto entre Satanás y la Iglesia, Juan regresa al principio, al nacimiento de Cristo y a los infructuosos intentos de Satanás por destruirle, terminando con la victoriosa ascensión de Cristo al cielo. Esto prepara el escenario para, y revela el origen y el significado de, la persecución de Satanás contra la Iglesia cristiana por todo el mundo. La lucha será feroz y sangrienta; pero Satanás ya está condenado, pues Cristo está reinando desde su trono celestial, y su pueblo está destinado a obtener una completa victoria sobre la base de la obra de Cristo y a través de su propia proclamación, fiel y valiente, del evangelio.

La Serpiente y la Simiente de la Mujer (12:1-6)

1 Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
2 Y estandoencinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento.
3 También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;
4 y su sola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba pàra dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.
5 Yella dio a luz a un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.
6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.
1-2 De salida, Juan nos alerta de que debemos prestar cuidadosa atención al tema de esta visión, porque aquí el símbolo de la mujer es una gran señal.3 Los "literalistas" quieren que el uso de este término implique que "la mayor parte de Apocalipsis debe ser tomado literalmente". 4 Pero esto es no ver el punto. Juan no está diciendo que este pasaje, en contraste con el resto del libro, es una "señal", porque él ya nos ha dicho que el libro entero
está compuesto de "señales" (1:1). El punto aquí es que ésta es una gran señal, un símbolo importante, central en la interpretación de la profecía como un todo. Juan está diciendo a sus lectores que piensen cuidadosamente en el significado bíblico de la señal.

Este símbolo central es una mujer,
5 una imagen bíblica familiar para la iglesia, el pueblo de Dios. (Específicamente, como veremos, la mujer aquí representa a la Iglesia en la forma del Israel del antiguo pacto). Los primeros lectores de Juan en seguida habrían pensado en anteriores usos proféticos de la mujer para representar a la Iglesia (véase, por ej., Isa. 26; 49-50; 54; 66; Jer. 3-4; Lam. 1; Eze. 16; Ose. 1-4; Miq. 4). Algunos de los pasajes proféticos sobre la Iglesia-mujer no son particularmente halagadores, porque Israel había descendido a menudo al adulterio con dioses paganos. Pero el símbolo en Apocalipsis 12 es una visión gloiosa de la Iglesia en su pureza, como la esposa de Dios: Ella está, a la imagen de su Esposo (Sal. 104:2; Apoc. 1:16; 10:1), vestida (la misma palabra que en 10:1) de sol (comp. Isa. 60:1-2). La luna bajo sus pies y su corona de doce estrellas realzan el cuadro de gloria y dominio - en realidad, de su ascenso de gloria en gloria (1 Cor. 15:41; 2 Cor. 3:18). Salomón proclama que la Esposa es "de desear, como Jerusalén; imponente como ejércitos en orden" (Cant. 6:4); ella
se muestra como el alba,
hermosa como la luna,
esclarecida como el sol,
imponente como ejércitos en orden. (Cant. 6:10)
Esta mujer, dice Juan, es la Madre de Cristo: Ella aparece encinta (la misma expresión griega que se usa en relación con la Virgen María en Mateo 1:18, 23), llevando en su matriz al Mesías que está destinado a "regir las naciones con vara de hierro" (v. 5). La imagen de la Mujer/Madre tiene sus orígenes en el mismísimo Jardín de Edén y el protoevangelio - la primera proclamación del evangelio, en la cual Dios reveló que por medio de la mujer vendría el Redentor para aplastar la cabeza de la Serpiente (Gén. 3:15). La imagen luego se convierte en un motivo regular en el desenvolvimiento de los propósitos de Dios para con Israel. Un ejemplo familiar ocurre en la historia de Jael y Sísera, que cuenta cómo el enemigo del pueblo de Dios es destruido, su cabeza aplastada, por una mujer (Judit 4:9, 17-22; 5:24-27; comp. la muerte de Abimelec en Jud. 9:53). Este es también un tema principal en la historia de Ester y su liberación de Israel. El cumplimiento definitivo de esta profecía tuvo lugar en el nacimiento virgen, como lo reconoció claramente María:
Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos. Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre. (Luc. 1:51-55).
La profecía de Isaías de la Virgen Madre es el trasfondo bíblico específico para la visión de Juan de la mujer, como explica Philip Carrington: "La palabras exactas son extraídas, no de cualquier mito pagano, sino del profeta Isaías. Habló también Jehová a Acaz, diciendo: Pide para tí señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto (7:10-11); o, para traducirlo a lenguaje juanino, o en el abismo o en el cielo. En Isaías el lenguaje parece puro floreo retórico; pero es obviamente el origen de la Señal en el Cielo de Juan".

"Esto queda perfectamente claro por lo que sigue en Isaías. El rey rehusa pedir la señal, e Isaías replica: El Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel [7:14]. Las palabras de Juan son simplemente una cita del anterior profeta: Apareció en el cielo una gran señal, una mujer... encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. Más que esto, Juan nos ha dado una traducción mucho más fiel al hebreo que nuestra Versión Autorizada, que está influida por la Septuaginta; la traducción griega dice, en realidad: Una virgen concebirá, pero el hebreo original sólo dice: Una mujer está encinta, y Juan nos lo ha entregado con exactitud. Y, lo que es más, las palabras: Clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento, vienen también de Isaías (26:17)".

"Por lo tanto, Juan está anunciando el nacimiento del niño, el rey guerrero, predicho por ... Isaías". 6

Así, Juan junta todas las imágenes de la mujer en la Biblia para este retrato compuesto de la comunidad del pacto, de parto para dar a luz al Mesías: Es Eva, la madre de todos los vivientes, cuya Simiente aplastará la cabeza del dragón; es también Sara, Rebeca, Raquel, Jocabed, Ana, y las otras mujeres del pacto que dieron a luz a libertadores, antepasados de la Simiente; es la Virgen María, a través de la cual encontraron su cumplimiento las promesas hechas a los padres. Pero esta gran figura cósmica no puede ser identificada simplemente con ninguna de estas mujeres; más bien, cada una de ellas individualmente personificaba y presentaba delante del mundo una faceta diferente del significado de la mujer, reflejando los dolores de parto de la Iglesia para dar a luz al Mesías:
Como la mujer encinta cuando se acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de tí, oh Jehová. (Isa. 26:17).
A medida que la revelación profética progresa en la Escritura, se hace más y más claro que la Iglesia del Nuevo Pacto gime en dolores para dar a luz al Cristo (comp. Miq. 4:9-5:9): Él era la promesa básica del pacto abrahámico. Esto es lo que Israel esperaba, gimiendo y en dolor a través de su existencia. Este es el significado más esencial de la historia de Israel, aparte de
la cual no tiene ningún significado: el alumbramiento del niño-hombre (comp. Juan 16:20-22), el Salvador del mundo. Desde el protoevangelio hasta el diluvio, desde el pacto abrahámico a través de la esclavitud en Egipto, el Éxodo, el establecimiento en Canaán, el cautiverio babilónico, el regreso del exilio, y el sufrimiento bajo los griegos y los romanos, Israel estaba en el proceso de dar a luz al Cristo, para traer la era mesiánica.

En medio de las luchas de la Iglesia, por lo tanto, ella clamó. Este verbo (krazo) tiene un significado especial en las Escrituras, donde se usa generalmente como juramento o la solemne proclamación de la revelación de Dios; se usa a menudo para referirse a los siervos de Dios que hablan en presencia de la oposición.
7 Aquí se refiere a la declaración oficial de la Palabra de Dios por parte de la Iglesia, la profecía que ella pronunció durante el parto. Esta era la esencia de toda la revelación profética, para dar testimonio al Cristo (Juan 5:39, 45-46; Luc. 24:25-27; Hechos 3:24; 13:27).
Es importante reconocer la relación de todo esto con el muy obvio simbolismo astronómico en el texto. La palabra que Juan usa para señal era el término usado en el mundo antiguo para describir las constelaciones del Zodíaco; el modelo de Juan para esta visión de la iglesia es la constelación de Virgo, que en efccto tiene una "corona" de doce estrellas. 8 Parece probable que las doce estrellas también representen los doce signos del Zodíaco, considerados, desde los tiempos antiguos, como símbolos de las doce tribus de Israel; en el famoso sueño de José, su padre, su madre, y las doce tribus estaban simbolizados por el sol, la luna, y doce estrellas o constelaciones (Gén. 37:9). 9 Ya hemos visto cómo la divina disposición de las tribus de Israel alrededor del Tabernáculo (Núm. 2) correspondía al orden zodiacal de las constelaciones. 10 La séptima trompeta de 11:15 nos trajo a Rosh Hashanah: el Día de las Trompetas, el día primero del mes séptimo, el primer día del nuevo año, el día de la entronización del Rey de reyes en la nueva creación. La afirmación de que Virgo está "coronada" por las doce constelaciones, "significa, por lo tanto, que ella es la única entre las doce que reina en ese momento", es decir, durante el mes séptimo, de la misma manera en que "las garras de Escorpión parecen estar a punto de atrapar a la Virgen". 11 En términos de simbolismo astral, por lo tanto, el nacimiento del Mesías tiene lugar en el Día de las Trompetas.
Es interesante que, siguiendo varias líneas de evidencia muy convincente, el Prof. Ernest Martin limita, cuidadosa y esmeradamente, la fecha probable del nacimiento de Cristo a algún momento en septiembre del año 3 a. C. 12 Martin añade luego el escarchado sobre el pastel: "En el período del nacimiento de Cristo, el sol entró a la posición de la cabeza de la Mujer más o menos en agosto 13, y salió de sus pies más o menos en octubre 2. Pero el apóstol Juan vio la escena cuando el sol 'viste' o 'adorna' a la Mujer. Esto seguramente indica que la posición del sol en la visión estaba ubicada en algún punto de la mitad del cuerpo de la Mujer - entre el cuello y las rodillas. (Difícilmente se podría decir que el sol 'vestía' a la Mujer si estaba situado en su rostro o cerca de sus pies).
"El único momento del año en que el sol podría estar en una posición para 'vestir' a esta Mujer celestial (para estar en la mitad del cuerpo) es cuando está situado más o menos entre 150 y 170 grados a lo largo de la elíptica. Este 'vestir' a la mujer por el sol ocurre en un período de 20 días cada año. Este período de 20 grados podría indicar el momento general en que Cristo nació. En el año 3 a. C., el sol habría entrado en esta región celestial como el 27 de agosto y salido de él como el 15 de septiembre. Si, en el libro de Apocalipsis, Juan está asociando el nacimiento de Cristo con el período en que el sol está en la mitad del cuerpo de la Mujer, entonces Cristo habría tenido que nacer dentro de ese período de 20 días. Desde el punto de vista de los magos (que eran astrólogos), esto habría sido la única señal lógica bajo la cual el Mesías judío podría haber nacido - especialmente si habría de nacer de una virgen. Aun hoy, los astrólogos reconocen que la señal de Virgo es la única que hace referencia a un gobernante mesiánico mundial que habría de nacer de una virgen....
"Pero hay una manera de llegar a una fecha mucho más cercana al nacimiento de Cristo que  un simple período de 120 días. La posición de la luna en la visión de Juan podría ubicar la natividad con aproximación de un día - quizás con aproximación de una hora o menos. Esto puede parecer absurdo, pero es completamente posible.
"La clave es la luna. El apóstol dijo que ésta estaba 'bajo sus pies' [de la mujer]. ¿Qué significa la palabra 'bajo' en este caso? ¿Significa que la mujer de la visión estaba de pie sobre la luna cuando Juan la observaba, o significa que sus pies estaban posicionados ligeramente por encima de la luna? Juan no nos lo dice. Sin embargo, esto no es de mayores consecuencias al usar la luna para responder nuestra pregunta porque sólo implicaría una diferencia de uno o dos grados. Puesto que los pies de Virgo la Virgen representan los 7 últimos grados de la constelación (en el tiempo de Cristo esto habría sido entre 180 y 187 grados a lo largo de la eclíptica), la luna debe ser posicionada en algún punto por debajo de ese arco de 7 grados. Pero la luna también tiene que estar en esa posición exacta cuando el sol está a medio cuerpo de Virgo. En el año 3 a. C., estos dos factores coincidieron con precisión durante menos de dos horas, observados desde Palestina o Patmos, el 11 de septiembre. La relación comenzó aproximadamente a las 6:15 p. m. (puesta de sol) y duró hasta alrededor de las 7:45 p. m. (puesta de la luna). Éste es el único día en el año entero en que esto pudo haber tenido lugar". 13
Un beneficio adicional: La puesta de sol el 11 de septiembre del año 3 a. C. fue el comienzo de Tishri 1 en el calendario judío - ¡Rosh Hashanah, el Día de las Trompetas! 14 Martin resume: "El tema central del Día de las Trompetas es claramente el de la entronización del gran Rey de reyes. Así entendía el día por lo general el judaísmo primitivo - y ciertamente es como lo entiende el Nuevo Testamento. En Apocalipsis 11:15, el séptimo ángel toca su trompeta, y los reinos de este mundo vinieron a ser los de Cristo. Esto sucede en el momento en que se ve una mujer en el cielo con doce estrellas alrededor de su cabeza y el sol a medio cuerpo de ella, con la luna bajo sus pies. Esta es claramente una escena de luna nueva para el Día de las Trompetas". 15
3 Juan ve otra señal ... en el cielo: un gran dragón escarlata. Como explica en el versículo 9, el dragón no es otro que "la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás", el enemigo de Dios y de su pueblo. Juan lo revela como el poder detrás de los tronos imperiales del mundo antiguo, que perseguían a la Iglesia; porque, como los cuatro imperios-bestias de la profecía de Daniel, el dragón tiene siete cabezas y diez cuernos: las bestias de Daniel tenían siete cabezas en total (la tercera bestia tenía cuatro), y la cuarta bestia tenía diez cuernos (Dan. 7:3-7). Babilonia, Medo-Persia, Grecia, y Roma eran todas etapas del intento del dragón por establecer su imperio ilícito en todo el mundo. (Así, el significado de las siete cabezas no es simplemente que el dragón es difícil de matar, sino más bien que se identifica con las terribles bestias de la visión de Daniel; comp. las "cabezas" del dragón en Sal. 74:13-15). Él era la gran bestia, de la cual ellos tenían sólo imágenes parciales. Es él quien había sido el antiguo enemigo del pueblo de Dios. En todas las luchas de Israel contra las bestias, a través de todos los intentos de los imperios humanos por destruir la Simiente del Pacto, el dragón había sido su enemigo. Llevaba puestas las diademas de los imperios perseguidores.
¿Por qué es representado el diablo como un dragón? Para entender esto, debemos considerar la teología bíblica de los dinosaurios, que está sorprendentemente bien detallada. Aunque la Biblia sí habla de dinosaurios terrestres (comp. el behemot de Job 40:15-24), 16 nuestra atención en esta ocasión se centrará en dragones y serpientes marinas (comp. Job 7:12; 41:1-34). 17 Esencialmente, como parte de la buena creación de Dios (véase Gén. 1:21: monstruos marinos), no hay nada "malo" en estas criaturas (Gén. 1:31; Sal. 148:7), sino que, a causa de la caída, son usados en las Escrituras para simbolizar al hombre rebelde en la cúspide de su poder y de su gloria.
En las Escrituras se habla de tres clases de dragones: Tannin (dragón; Sal. 91:13), leviatán (Sal. 104:26), y rahab (Job 26:12-13). 18 La Biblia relaciona cada uno de estos monstruos con la serpiente, que representa el enemigo sutil, engañoso, del pueblo de Dios (Gén. 3:1-5, 13-15). Así, para demostrar la divina victoria y dominio sobre la rebelión del hombre, Dios convirtió la vara de Moisés en una "serpiente" (Éx. 4:1-4), y la vara de Aarón en un "dragón" (tannin; Éx. 7:8-12). Por lo tanto, en la Escritura, el dragón/serpiente se convierte en símbolo de la cultura pagana rebelde, inspirada por Satanás (comp. Jer. 51:34), especialmente ejemplificada por Egipto en su guerra contra el pueblo del pacto. Esto es particularmente cierto con relación al monstruo Rahab (que significa el orgulloso), que a menudo es sinónimo de Egipto (Sal. 87:4; 89:10; Isa. 30:7). En Éxodo, la liberación del pueblo de Dios, una liberación que dio lugar al pacto, se describe en términos tanto de la creación original como del triunfo de Dios sobre el dragón:
Despiértate, despiértate, vístete de poder, oh brazo de Jehová; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados. ¿No eres tú el que cortó a Rahab, y el que hirió al dragón? ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; el que transformó en camino la profundidades del mar para que pasaran los redimidos? (Isa. 51:9-10)
La Biblia también habla del Éxodo como salvación de leviatán:
Dividiste el mar con tu pode; quebraste cabezas de monstruos en las aguas. Magullaste las cabezas del leviatán, y lo diste por comida a los moradores del desierto. (Sal. 74:13-14)
Así, en cumplimiento provisional de la promesa de Edén, la cabeza del dragón fue aplastada cuando Dios salvó a su pueblo de Egipto. Por supuesto, la herida en la cabeza se sanó, y el dragón (acompañado por el estado-dragón hecho a imagen suya) repetidamente regresó para atormentar y perseguir a la Simiente de la mujer. Esto ocurre una y otra vez en todo el Antiguo Testamento, que registra numerosos aplastamientos provisionales de la cabeza del dragón (Jue. 4:21; 5:26-27; 9:50-57; 1 Sam. 5:1-5; 17:49-51; 2 Sam. 18:9; 20:21-22; Sal. 68:21; Hab. 3:13). En términos de esto, los profetas esperaban la definitiva derrota venidera del dragón en la obra de Cristo. Isaías vio a Israel como una mujer encinta, retorciéndose y clamando en sus dolores de parto, esperando que naciera el Libertador (Isa. 26:17-21; el versículo siguiente dice:
En aquel día Jehová castigará con su espada dura, grande y fuerte al leviatán serpiente veloz, y al leviatán serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar (Isa. 27:1)
Daniel repite la misma idea en lo que podría llamarse su "comentario" sobre el relato de Moisés de la creación en Génesis 1. Escribiendo acerca del quinto y sexto días de la creación, Moisés había dicho que Dios creó 19 "los grandes monstruos marinos" (tannin), y "ganado" (behemoth) en la tierra (Gén. 1:20-25); pero éstos fueron sucedidos por el hombre, el cual, hecho a imagen de Dios, fue creado para que señoreara sobre las criaturas (Gén. 1:26-28). Daniel 7 expande simbólicamente esta idea mostrándonos una serie de bestias - los poderosos y terribles poderes mundiales que ejercieron dominio impío sobre la tierra (v. 18). Pero Daniel ve que el reino de ellos es sólo "por cierto tiempo" (v. 12); y, mientras sigue mirando, las visiones terminan con el Anciano de días entregando el dominio al Hijo del Hombre, el segundo Adán - "dominio eterno, que nunca pasará" (v. 13-14), porque Él es la última Obra de Dios.

4 La cola del dragón arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo. Juan está capitalizando el hecho de que el escorpión, con el cual está asociado el dragón/serpiente,
20 "tiene un tercio de las estrellas (zodiacales) en la cola, porque cuatro de los doce signos vienen tras él". 21 ¿Y la afirmación de que las arrojó sobre la tierra? Eso, como observa Farrer correctamente, "es teología, no astronomía". 22 Juan ya ha asociado estrellas con ángeles, una conexión bíblica familiar (véase comentarios sobre 1:20); ahora describe simbólicamente la caída de Satanás y los ángeles malos, un evento relatado en lenguaje más directo en 2 Pedro 2:4, Judas 6, y el comentario del propio Juan sobre su alegoría en el versículo 9. Las "estrellas" del dragón son los ángeles caídos, que se unieron a él en rebelión.
¿Por qué arrastra el dragón la tercera parte de los ángeles? Primero, esta es la forma en que los juicios-trompetas son lanzados (comp. 8:7-12; 9:15, 18). Cristo es el primogénito; la porción de los dos tercios (comp. Deut. 21:17) está reservada para Él y para su reino. Segundo, el principio bíblico de los dos testigos posiblemente esté implicado también (Juan usa algo de lenguaje de tribunal en este capítulo): Por cada testigo falso que Satanás puede presentar contra el pacto, Dios tiene dos ángeles de su lado; el informe malvado queda más que anulado por el testimonio que Dios y sus ángeles pueden proporcionar.
La meta del dragón es hacer abortar la obra de Cristo, devorarlo y matarlo. Así que el dragón se paró delante de la mujer para devorar a su Hijo tan pronto naciera. Nuevamente Juan usa la astronomía para propósitos alegóricos; porque, como hemos visto, el momento en que el sol está "vistiendo" a Virgo es justamente cuando las garras del escorpión parecen estar a punto de atraparla; 23 y efectivamente, parece cernirse, listo para saltar sobre su Hijo tan pronto nazca. Este conflicto entre Cristo y Satanás fue anunciado en Génesis 3:15, la guerra entre las dos simientes, la Simiente de la mujer y la simiente de la serpiente. Desde el primer libro de la Biblia hasta el último, ésta es la guerra básica de la historia. El dragón está en guerra contra la mujer y su Simiente, primariamente Jesucristo. A través de toda la historia, Satanás ha estado tratando, o de impedir que Cristo naciera, o de matarlo tan pronto naciera. Por esto mató Caín a Abel , bajo la inspiración del dragón: El ataque contra Abel era un intento de destruir la Simiente. No tuvo éxito, porque Eva luego dio a luz a Set, Sustitución, "en lugar de Abel" (Gén. 4:25), y la Simiente fue preservada en él. La siguiente táctica de Satanás fue corromper la línea de Set; así, diez generaciones después de Adán, casi todos los descendientes de Set apostataron a través del matrimonio con los paganos (Gén. 6:1-12, y la tierra entera se corrompió, salvo por un hombre justo y su familia. La ira insensata de Satanás para atacar a la Simiente era tan grande que el mundo entero fue destruido, pero él fracasó. La Simiente fue preservada dentro de una sola familia en el arca.
El dragón trató nuevamente de asesinar la Simiente, por medio de sus ataques contra la familia de Abraham. En dos ocasiones, Satanás intentó hacer que Sara fuera violada por un rey pagano (Gén. 12:10-20; 20:1-18); lo intentó nuevamente con Rebeca (Gén. 26:1-11). La enemistad dragoniana contra la Simiente es manifiesta también en la enemistad de Esaú contra Jacob, una lucha entre las dos simientes que comenzó en la matriz (Gén. 25:22-23). Podemos ver también los intentos de Satanás por estorbar la Simiente en el pecaminoso plan de Isaac [sic] para quitarle a Jacob, mediante engaño, su herencia divinamente asignada (Gén. 27). Nuevamente, cuando los hijos de Israel estaban en Egipto, el dragón trató de destruir la Simiente haciendo matar a todos los niños varones (Éx. 1). Quinientos años más tarde, la Simiente la portaba un muchacho pastor, y nuevamente atacó el dragón, en dos ocasiones inspirando a un rey poseído por un demonio para que le arrojara una lanza (1 Sam. 18:10-11). De hecho, la maquinaria entera del reino de Saúl se puso en movimiento sólo para tratar de matar a David (1 Sam. 18-27). De manera similar, la malvada reina Atalía "destruyó toda la simiente real de la casa de Judá" (2 Crón. 22:10), pero la Simiente fue preservada en la persona del bebé Joás. Amán, el malvado primer ministro de Persia, habría tenido éxito en su intento de desencadenar una masacre a gran escala para destruir a todos los judíos, de no haber sido por el valor y la sabiduría de la reina Ester (Ester 3-9). El ejemplo más notorio de esta norma a gran escala ocurre durante la historia de Israel, desde el Éxodo hasta el Exilio: la perenne y consistente tentación del pueblo del pacto de asesinar a su propios hijos, de ofrecerlos a los demonios como sacrificio (Lev. 18:21; 2 Rey. 16:3; 2 Crón. 28:3; Sal. 106:37-38; Eze. 16:20). ¿Por qué? Era la guerra de las dos simientes. El dragón estaba tratando de destruir a Cristo.
Esta norma alcanza un dramático clímax al nacimiento de Cristo, cuando el dragón posee al rey Herodes, el gobernador idumeo de Judea, y lo inspira para que masacre a los niños de Belén (Mat. 2:13-18); en realidad, la visión de Juan de la mujer, el niño, y el dragón parece casi una alegoría de ese suceso. El dragón lo intentó otra vez, por supuesto; tentando al Señor (Luc. 4:1-13), tratando de hacer que lo mataran (Luc. 4:28-29), sometiéndole a la opresión humana y demoníaca durante su ministerio, entrando en posesión de uno de los discípulos de mayor confianza para que le traicionase (Juan 13:2, 27), y finalmente organizando su crucifixión. Aún entonces - más bien, especialmente entonces - el dragón fue derrotado, porque la cruz fue la manera en que Dios hizo que Satanás contribuyera a que se cumplieran los propósitos de Él, según Su sabiduría - "la sabiduría oculta, que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria" (1 Cor. 2:7-8). Al herir el calcañar de la Simiente, la cabeza de la serpiente fue aplastada.
5 Y dio a luz un hijo varón (comp. Isa. 66:7-8) que regirá a todas las naciones con vara de hierro. Juan regresa a Salmos 2, uno de sus textos favoritos, para explicar su simbolismo. El Hijo es, obviamente, Cristo Jesús, la Simiente de la mujer, el niño de la virgen, nacido de Israel para regir las naciones. En este versículo, Juan resume la historia del ministerio terrenal de Cristo, afirmando (como si hubiese ocurrido todo a la vez) que el Hijo fue arrebatado a Dios a y a su trono. Es como si la encarnación de Cristo hubiese conducido directamente a su ascensión al trono de gloria. El propósito de Juan no es empequeñecer la expiación y la resurrección, sino subrayar que el Ungido del Señor escapa por completo al poder del dragón; y debemos notar que el orden de Juan sigue al de Salmos. Hablando de su exaltación al trono celestial, el Cristo dice:
Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. 24 Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarería los desmenuzarás. (Sal. 2:7-9).
"El salmo hace del nacimiento celestial del Mesías uno con su entronización; si es engendrado por Dios, reina". 25 A pesar de todo lo que hace el dragón, la Simiente es arrebatada al trono y ahora rige las naciones con vara de hierro, tal como si hubiese pasado directamente de la encarnación al trono; Satanás no tenía poder para detenerlo. La ascensión era la meta del advenimiento de Cristo.

6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios. Como será evidente más adelante, la huída de la mujer al desierto es una representación de la huída de los judeo-cristianos de la destrucción de Jerusalén, así que la ira del dragón se agota en el Israel apóstata, más bien que en el Israel fiel. Mientras ella está en el desierto, la mujer es alimentada por mil doscientos sesenta días,
26 un período equivalente al "tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (3 1/2 años) del versículo 14, y relacionado simbólicamente con los 42 meses/1.260 días de 11:2-3 y 13:5. Vimos en 11:2 que las Escrituras usan esta terminología para hablar de un período limitado de maldad ascendente, triunfante, un período de ira y juicio debido a la apostasía del pacto. Por lo tanto, durante este tiempo, cuando Satanás parece ser dominante, la Iglesia está protegida. La huída de la mujer al desierto evoca asociaciones con la permanencia de Elías en el desierto durante los tres años y medio de sequía, cuando fue milagrosamente alimentado por cuervos (1 Reyes 17:3-6); de manera similar, dice Juan, la huída de la mujer no significa el abandono de Dios, sino más bien su amante provisión. La fiel Esposa tiene un lugar preparado por Dios (comp. 2 Sam. 7:10; 1 Crón. 17:9; Juan 14:2-3). La encomienda a sus mensajeros (Sal. 91:11-13) y la envía al desierto para que ellos puedan alimentarla. Juan también quiere que pensemos, como veremos más abajo, en la huída de Israel al desierto de delante del dragón egipcio; y en la huída de la Virgen María a Egipto, para escapar de la ira asesina del rey Herodes (Mat. 2:13-21).

La Guerra en el Cielo (12:7-12)

7 Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
8 pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
9 Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y d ela palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros conn gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.
7-9 La escena cambia abruptamente: Ahora Juan ve guerra en el cielo, a Miguel y sus ángeles haciendo guerra contra el dragón. Esto no es, como algunos suponen, una secuela de la visión precedente, como si Satanás, frustrado en su intento por devorar al Mesías, ahora dirigiera su asalto contra el cielo. Por el contrario, Juan revela esta escena para explicar el versículo anterior - para mostrar por qué la mujer tuvo que huir al desierto. Una vez que esto ha sido explicado, en los versículos 7-12, Juan regresa al tema de la huída de la mujer. Además, Juan usa las imágenes en este pasaje para mostrar otro aspecto del conflicto del Niño con el dragón. Cronológicamente, esta sección explicativa encaja entre los versículos 5 y 6.

Para comenzar, debemos notar que la Guerra Santa es iniciada, no por el dragón, sino por Miguel y sus ángeles. Debería haber pocas dudas de que este Capitán de la hueste angélica es un símbolo de la Simiente de la mujer, el Hijo de Dios - representado ahora, no como Niño, sino como Miguel, el gran Guerrero-Protector que dirige los ejércitos del cielo en batalla contra los demonios. El simbolismo de Juan no es casual; es intencional, y muy preciso. Decidió cuidadosamente revelar a Cristo en términos de las específicas connotaciones bíblicas asociadas con Miguel.
El nombre de Miguel (que significa: ¿Quién como Dios?) ocurre en otras partes de las Escrituras sólo en Daniel y en Judas. En Daniel, Miguel es presentado como "el gran príncipe" que está como protector especial del pueblo de Dios. La guerra se desata en el cielo entre los ángeles buenos y malos, y ni siquiera Gabriel puede derrotar a los demonios sino hasta que Miguel viene a combatir el enemigo (Dan. 10:12-13, 20-21). En vista de lo que se revela sobre Miguel en la última parte de Daniel 10, es probable que la visión no explicada en la primera parte del capítulo se refiera a Él también: Daniel vio a un hombre
vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud. (Dan. 10:5-6)
El pasaje final de la profecía de Daniel se refiere a Miguel como guardián del pueblo de Dios, que se levantará para combatir por ellos durante un tiempo de gran tribulación, salvando a todos aquéllos cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida (Dan. 12:1). 27 El nombre de Miguel no aparece nuevamente en la Biblia sino hasta una mención casual por Judas, que nos dice que Él "contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés" (Judas 9). 28 Judas también lo llama arcángel, un término que - contrario a algunas especulaciones que se han hecho sobre las varias categorías de ángeles - no significa necesariamente "miembro de una clase superior de ángeles", sino más bien simplemente "el jefe de los ángeles", una expresión equivalente a "capitán de las huestes del Señor" (Josué 5:13-15). Esto también tendería a Miguel con el ángel del Señor (comp. Éx. 23:20-23), una figura que es, en la mayoría de los casos, una aparición pre-encarnada de Cristo. 29 La única otra ocurrencia bíblica de la palabra arcángel es en 1 Tesalonicenses 4:16, donde Cristo desciende en la Segunda Venida, "con aclamación, con voz de arcángel, con trompeta de Dios", o mejor, "con aclamación, con voz arcangélica". La clara implicación es que Cristo mismo exclama con voz de arcángel. 30 (El hecho de que haya rangos superiores de ángeles [comp. Rom. 8:38; Efe. 1:21; Col. 1:16] significa que un uso más general del término arcángel es teológicamente válido. Pero la Biblia misma no parece usarlo de este modo). Barrington observa que el término arcángel "puede hasta compararse con el 'Señor de los ejércitos', y quizás puede haber significado la manifestación de Dios en la cual Él aparece como líder de los ejércitos de Israel o de los cielos". 31 En consecuencia, en el libro de Apocalipsis le encontramos a Él dirigiendo los ejércitos del cielo en conflicto victorioso con Satanás, acciones claramente predicadas de Cristo a través del Nuevo Testamento (comp. Mat. 12:22-29; Luc. 11:14-22; Col. 2:15; Heb. 2:14-15; 1 Juan 3:8; Apoc. 19:11-16).

Por lo tanto, aún a primera vista, hay mucho en favor de la posición de que Miguel es una representación simbólica de Cristo, un nombre que enfatiza su naturaleza divina y su poder; y de que los "ángeles" que le acompañan son sus apóstoles, "junto con las fuerzas angélicas, en simpatía y en cooperación con ellos".
32 Esta posición explica y es reforzada por el pasaje en su totalidad. Como argumenta Philip Barrington: "Le da sentido al capítulo. Por supuesto, si se quiere que el libro sea un rompecabezas chino, esto no tendrá peso para uno; pero si uno piensa que el autor (o hasta el corrector final) del libro tenía el propósito de que este capítulo tuviera un significado, entonces se pensará que es razonable considerar una interpretación de él que elimine la confusión. Una mujer que se representa como la Esposa del Señor tiene un Hijo; ella es la nueva Eva, y por lo tanto, su hijo ha de aplastar a la serpiente; ella es la virgen de Isaías, y por lo tanto, él es un rey-guerrero. Sigue una guerra con la serpiente, en la cual un oponente lo expulsa del cielo; la serpiente se fue a hacer guerra contra el resto de la simiente de la mujer. Claramente, entonces, la persona con que primero él había combatido era también la simiente de la mujer. ¿Por qué traer arrastrado a alguien más?"
"La batalla real es seguida por una canción en coro que sale del cielo y, como hemos visto, la función de estas canciones en coro es la de aclarar la acción principal que se representa en símbolos. Dice: Ahora ha venido la salvación, y el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; y luego (pensando en los seguidores de Cristo, más bien que en Cristo mismo), ellos conquistaron por medio de la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio. Ahora, hay que admitirlo, esto significa que es el Cristo cuyo poder ha venido, y que es por medio de su sangre que la victoria ha sido obtenida. Nos dice quién derrotó a Satanás y cómo; fue Jesús en la cruz". 33
Ya hemos observado que la Guerra Santa fue iniciada por el ataque de Miguel y el ejército del cielo. En respuesta, el dragón y sus ángeles presentaron batalla. Pero esta acción defensiva de las fuerzas del mal demostró ser un completo fracaso: No eran lo bastante fuertes, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. Y el gran dragón fue echado fuera, en abjecta derrota. Por parte de las fuerzas del mal, la batalla está perdida. Esto es exactamente lo que profetizó Jesús sobre las posibilidades de su iglesia militante: "Las puertas del cielo no prevalecerán contra ella" (Mat. 16:18).
Jesús presenta la Iglesia, no como una ciudad sitiada por las fuerzas del mal, sino más bien como un gran ejército, que pone sitio a la ciudad capital y al cuartel general del enemigo; y son las fuerzas del mal las que sucumben al ataque de la Iglesia. El pueblo de Dios es el agresor: Toma la iniciativa en la guerra, y asalta, con éxito, las puertas del infierno. Satanás y todas sus fuerzas no son lo bastante fuertes, mientras que el cristiano puede decir con Pablo: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4:13).
Juan intercala información detallada sobre la identidad del dragón: Es la serpiente antigua, el antiguo tentador que sedujo a Eva al principio (Gén. 3:1-15). Al dragón se le conoce como el diablo, un término que significa el calumniador, porque es, como dijo el Señor, "mentiroso, y padre de mentira" (Juan 8:44). Una forma relacionada del dragón es Satanás (o, más apropiadamente, el satanás), palabra hebrea que significa adversario, especialmente en cuestiones legales. El ser al que llamamos Satanás es el abogado de la acusación, el acusador que levanta cargos contra los hombres en el tribunal de Dios, el malo, que incansablemente acusa a los hermanos "día y noche" (v. 10). Satanás fue el acusador de Job (Job 1:6-11; 2:1-5) y de Josué el sumo sacerdote (Zac. 3:1-10) - y, como puede verse en estos dos casos, sus acusaciones supuestamente legales eran sólo mentiras. El acusador del pueblo de Dios es un calumniador, padre de mentira. 34 Porque él es el calumniador por excelencia, engaña al mundo entero. Fue Satanás el que estuvo detrás de las calumniosas acusaciones contra los primeros cristianos, los rumores difamatorios y los cargos criminales afirmando que eran apóstatas, ateos, asesinos rituales, caníbales, revolucionarios sociales, y odiadores de la humanidad. 35
Pero, como dice Juan, el gran dragón fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. La expresión arrojados se usa tres veces en el versículo 9, subrayando el significado y la cualidad de final de este suceso. El principio de lex talionis (ojo por ojo) se pone en vigor aquí: En 12:4, la cola del dragón arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra; ahora el dragón mismo es arrojado a la tierra junto con sus ángeles malos. En los versículos siguientes, Juan explica la visión, diciéndonos claramente cuándo tuvo lugar esta gran expulsión de los demonios.
10-11 La explicación viene, como a menudo ocurre con Juan, en un llamado, con una gran voz del cielo, a adorar, exhortando a la asamblea a alabar al Señor por sus maravillosas obras.El resultado de la victoria de Miguel sobre el dragón es cuádruple, y cubre la tierra: Ahora ha venido la salvación - la victoriosa liberación "hacia un espacio amplio y abierto" - y el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo. El desenlace de la Guerra Santa es éste: ¡El reino ha llegado! El poder de Dios y la autoridad de Cristo han venido, se han hecho manifiestos en la historia, porque el acusador de nuestros hermanos ha sido arrojado a tierra, el que les acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
Esta gran batalla apocalíptica, la mayor lucha de toda la historia, ya ha sido peleada y ganada por el Señor Cristo, dice Juan, y el dragón ha sido derribado. Además, los mártires que entregaron sus vidas en el servicio de Cristo no murieron en vano; son partícipes de la victoria: Conquistaron al dragón por medio de la sangre del Cordero - por medio de 36 su victoria definitiva, de una vez por todas - y por medio de la palabra de su testimonio. La fidelidad de los mártires a Cristo se demuestra en que no amaron sus vidas aún hasta la muerte, sabiendo que "el que ama su vida la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará" (Juan 12:25).
Por lo tanto, es imposible que la Guerra Santa entre Miguel y el dragón sea una representación de la batalla final de la historia al fin del mundo. No puede ser futura en absoluto. No es una batalla que ha de tener lugar a la Segunda Venida. Según Juan, la victoria sobre el dragón no tiene lugar por medio de un suceso cataclísmico al final de la historia, sino por medio de un suceso cataclísmico que tuvo lugar en la mitad de la historia: el sacrificio del Cordero. El lenguaje usado para describir la base de la conquista de Miguel no tiene nada que ver con la Segunda Venida, sino que tiene todo que ver con la Primera Venida. Los mártires vencen por medio de la sangre derramada de Cristo, y por medio de la intrépida proclamación del evangelio. La victoria cósmica sobre el dragón tiene lugar por medio del evangelio, y sólo el evangelio - el evangelio en su aspecto objetivo (la obra de Cristo), y el evangelio en su aspecto subjetivo (la proclamación de la obra de Cristo).
Entonces, por lo tanto, ¿cuándo cayó Satanás del cielo? Cayó, definitivamente, durante el ministerio de Cristo, que culminó con la expiación, la resurrección, y la ascensión del Señor a su trono celestial. Podemos ver las etapas de la Guerra Santa a través del mensaje de los evangelios. Mientras que la actividad de los demonios parece relativamente rara en el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento registra numerosos brotes de demonismo. Ábrase las páginas del Nuevo Testamento, y los demonios son casi inevitables. ¿Por qué? ¿Qué causó la diferencia? Fue la presencia de Cristo. Siguió a la ofensiva, entrando en la historia para combatir contra el dragón, e inmediatamente el dragón contraatacó con todo su poder, causando tanto daño como le fue posible. Y cuando vemos al Señor guerreando contra el diablo, también vemos al Señor dando ayuda angélica (comp. Mat. 4:11; 26:53; Luc. 22:43). Como Miguel dirigiendo los ángeles, Cristo condujo a sus apóstoles contra el dragón, expulsándolo de su puesto. El mensaje de los evangelios es el de que, en el ministerio terrenal de Cristo y sus apóstoles, Satanás perdió su lugar de poder y cayó a la tierra:
Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. (Lucas 10:17-20).
Lo que Apocalipsis 12 presenta es sólo eso: no sólo la sujeción de los demonios a los santos, sino el registro de los nombres de los santos en el cielo - su sentencia de justificación, de su correcta posición en el tribunal del cielo, porque su acusador ha sido expulsado del tribunal y su falso testimonio invalidado. La palabra para la palabra conquistar en este versículo (nikao) lleva la connotación, no sólo de una victoria militar, sino también de una victoria legal; obtener un veredicto favorable (comp. Rom. 3:3). Por supuesto, la ejecución definitiva de esto fue la expiación de Cristo por los pecados de su pueblo; así, justo antes de ofrecerse a sí mismo como sacrificio, nuestro Señor dijo: "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera" (Juan 12:31). En la victoria de Cristo, la salvación y el reino vinieron a la tierra. Satanás fue derrotado.

El lenguaje mismo de los evangelios atestigua esto. El término normal para el hecho de que Cristo "echaba fuera" los demonios a través de su ministerio (ekballo; comp. Mat. 8:16, 31; 9:33-34; 10:1, 8; 12:24, 26-28) es simplemente una forma intensiva de la palabra usada repetidamente en Apocalipsis 12 para el "lanzamiento fuera" del dragón (ballo). Y Jesús anunció: "Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mat. 12:28). El mensaje de Apocalipsis es consistente con el del Nuevo Testamento en general: Cristo ha llegado, Satanás ha sido lanzado fuera, y el Reino ha venido. Por medio de su muerte y su resurrección, Cristo "desarmó" a los demonios, triunfando sobre ellos (Col. 2:15). Satanás ha sido dejado impotente (Heb. 2:14-15), y así Pablo pudo asegurar a los creyentes en Roma que "el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies" (Rom. 16:20). La cruz era el blanco, dijo Jesús, del juicio del mundo (Juan 12:31) - o, como lo expresó Juan Calvino, la reforma y la restauración del mundo.
37 El gobernante ilegítimo del mundo fue echado fuera por la venida de Cristo. Como anunció a su ascensión, "Toda potestad (exousia) me es dada en el cielo y en la tierra" (Mat. 28:18). La visión de Juan declara lo mismo: ¡El reino de nuestro Dios y la autoridad (exousia) de su Cristo han venido!
12 La voz desde el cielo exhorta a la congregación a la adoración con júbilo: Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¿Quiénes son éstos que moran en los cielos? Ya para este momento, Juan ha dicho claramente que la adoración de la iglesia tiene lugar, real y verdaderamente, delante del trono celestial de Dios (4:4-11; 5:8-14; 7:9-17). El Nuevo Testamento refleja claramente este entendimiento de parte de los apóstoles y la iglesia primitiva, declarando que Dios nos ha levantado con Cristo a lugares celestiales (Efe. 2:6), donde tenemos nuestra ciudadanía (Fil. 3:20). Nuestra adoración es contemplada por la hueste angélica (1 Cor. 11:10; Efe. 3:10), porque hemos venido a la Jerusalén celestial, donde innumerables ángeles están reunidos en asamblea festiva con la Iglesia (Heb. 12:22-23). Por lo tanto, los que son llamados a gozosa alabanza por la venida del Reino y la derrota del dragón son la Iglesia. Hemos seguido al Niño en su victoriosa ascensión (Efe. 1:20-22; 2:6), y nos hemos convertido en su tabernáculo (comp. 7:15; 13:6).
Pero la conquista definitiva del dragón por Cristo no significa el fin de la actividad de aquél por completo. En realidad, como rata acorralada, se vuelve aún más frenéticamente violento, aumentando sus airados gruñidos a la par que aumentan su frustración y su impotencia. Por eso, la voz desde el cielo declara: ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que le queda poco tiempo. La séptima trompeta ha sonado (11:15), y el tercer ay ha llegado (véase 8:13; 11:14). El dominio del dragón, después de su derrota a la ascensión de Cristo, ahora ha venido a ser la tierra y el mar; ha perdido para siempre el santuario edénico, que le había sido entregado por Adán. Por eso, en el capítulo 13, Juan ve dos grandes bestias a la imagen del dragón, que surgen del mar y de la tierra. En las imágenes de Juan, el mar resultará ser las naciones paganas (véase más abajo, sobre 13:1-2), que rugen y echan espumarajos por la boca en su odio contra el Señor y su Cristo (comp. Sal. 2:1). Y, como hemos visto repetidamente, los israelitas están representados por la tierra. La voz está advirtiendo que tanto Israel como el imperio serán demonizados en el loco frenesí de Satanás por aferrarse a los decompuestos y marchitos restos de su gobierno ilícito. Al dragón sólo le queda un breve período en el cual poder causar la ruina de la iglesia, mientras ella está todavía conectada al antiguo Israel; tratará de azuzar a la tierra y al mar, primero en una sociedad demoníaca contra la Iglesia, y luego en una guerra la una contra el otro para aplastar a la Iglesia en medio. Como un depuesto gángster que huye, el dragón trata de consolidar su poder para una última y desesperada resistencia. Pero sabe que está perdido; el tiempo casi se le ha terminado.

El Dragón Ataca a la Iglesia (12:13-17)

13 Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
14 Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río.
16 Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca.
17 Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.
13 Juan regresa al tema mencionado en el versículo 6: la huída de la mujer de delante del dragón. Esto ocurre como resultado directo de la derrota del dragón a manos de Miguel, porque cuando el dragón vio que había sido lanzado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al Hijo varón. Es imposible subrayar demasiado el hecho de que, para Juan y su auditorio, éste es uno de los puntos más cruciales de todo el capítulo. El dragón persigue a la Iglesia precisamente porque Cristo lo ha derrotado. Debemos recordar esto al leer que el dragón urde conspiraciones, y sus astutas maquinaciones entre bastidores están dirigidas a causar la destrucción de la Iglesia; ¡todos sus ataques contra la Iglesia se originan en el hecho de que ya ha sido derrotado!

Para nuestra interpretación, es importante observar también que la persecución de la mujer surge en relación con la caída del dragón a la tierra de Israel. Es allí, primero que todo, donde busca destruir a la Iglesia.
14 Pero la mujer es librada, volando al desierto en las dos alas de la gran águila. Nuevamente, Juan usa imágenes del Éxodo, donde las columnas llenas de ángeles de la Nube de Gloria son descritas como "alas de águilas", por medio de las cuales Dios había traído a Israel a sí mismo en el desierto para que fuese pueblo suyo, un reino de sacerdotes para Dios, una nación santa (Éx. 19:4-6; comp. 1 Ped. 2:9-10). El cuadro se expande aún más cuando Moisés, contemplando la historia del pueblo de Dios al final de su vida, habla de cómo Dios salvó a Israel en el desierto:
Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas. (Deut. 32:10-11)
Moisés usa dos palabras claves en este pasaje: yermo y revolotear. Ambas ocurren solamente una vez más en todo el Pentateuco, y nuevamente juntas, en Génesis 1:2. El equivalente de yermo se usa para describir la inhabitable condición de la tierra cuando fue creada ("desordenada"); y revolotear es el término que Moisés usa para describir la actividad del Espíritu, de "moverse" en poder creador sobre la faz de abismo. Dios no es descuidado con el lenguaje. Su profeta Moisés tenía una razón específica para repetir esas palabras claves en su mensaje de despedida. Estaba subrayando el mensaje de que la salvación de Israel era un evento de creación. El pacto de Sinaí fue una re-creación, una reorganización del mundo. 38 De manera similar, Juan toma prestada terminología del mismo pasaje de Moisés para presentar ese mensaje a la Iglesia: Dios ha traído a su cumplimiento las re-creaciones provisionales del antiguo orden. La venida de Cristo ha traído la re-creación definitiva, el Nuevo Pacto. Y, como en los días antiguos, cuando Dios milagrosamente preservó a Israel en todas sus aflicciones, proporcionándole un paraíso en medio del desierto, así también ahora alimentará y tendrá cuidado de la Iglesia, su Esposa, y la Madre de su Hijo unigénito. El pueblo de su pacto mora al abrigo de la Nube de Gloria, a la sombra de sus alas (Sal. 17:8; 36:7; 57:1; 61:4; 91:4, 11). Las alas del águila, que significan muerte y destrucción para los enemigos del pacto (Deut. 28:49; Job. 39:27-30; Jer. 48:40; Oseas 8:1; Hab. 1:8; Mat. 24:28), son un emblema de paz, seguridad, y bendición para los herederos de la gracia del pacto.

Nuevamente (comp. v. 6), Juan señala que la huída de la mujer al desierto no es evidencia de que ha sido abandonada por Dios; no es una señal de que ha perdido la batalla, ni de que los sucesos están fuera de control. Más bien, ella vuela en alas de águila por encima de las aguas (v. 15) a su lugar, para que pueda ser sustentada durante el período de su tribulación (comp. Luc. 4:25-26), los conocidos tres años y medio de juicio mencionados en los profetas - o, como Juan los presenta aquí en el lenguaje de Daniel 7:25 y 12:7, un tiempo, y tiempos, y medio tiempo.
Tradicionalmente, los comentaristas preteristas han visto este pasaje en términos del escape de la Iglesia de Judea de las invasiones edomitas y romanas durante las guerras de los judíos cuando, en obediencia a las órdenes de Cristo (Mat. 24:15-28), los cristianos escaparon para buscar refugio en las cuevas del desierto. 39 No hay nada malo con este punto de vista hasta donde alcanza, pero no alcanza lo suficiente. Porque la alegoría de Juan sobre la mujer es la historia de la Iglesia, no sólo una rama particular de ella. La liberación de la Iglesia de Judea debe ser vista como la principal referencia histórica de este texto, pero teniendo en cuenta que su experiencia representa e ilustra la liberación de la Iglesia en su totalidad en este período difícil, cuando el Señor preparó una mesa para ella en presencia de sus enemigos (Sal. 23:5).
15-16 Juan continúa con sus imágenes de Éxodo, recordándonos de cuando los hijos de Israel fueron atrapados "entre el diablo y el profundo Mar Rojo": Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Farrer dice: "La mujer es tratada como la congregación de Israel, salvada de Egipto, levantada por el Señor en alas de águila, y traída a Sinaí. La persecución de ella por el dragón enviándole una inundación es una imagen generalizada de la acción de Faraón, que (1) manda que a los niños israelitas, y especialmente a Moisés, se los lleve el río Nilo, (2) sale con un ejército tras de Israel, que escapa, y (3) confía en el Mar Rojo para encerrar a Israel. 40 Las imágenes bíblicas eran familiares: un río amenazante tratando de abrumar al pueblo de Dios, fluyendo de la boca de sus enemigos (Sal. 18:4, 16; 124:3-6; Isa. 8:5-8; 59:19; Jer. 46:7-8; 47:2; Os. 5:10).
Pero nuevamente, como en el Éxodo, el plan del dragón queda frustrado: La tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. 41 El cuadro se basa parcialmente en el incidente registrado en Números 16:28-33, cuando la tierra abrió su boca y se tragó a los instigadores de una rebelión contra Moisés. Milton Terry resume el punto de las alusiones de Juan al Antiguo Testamento en este pasaje: "La gramn idea en todas estas imágenes es que sale poder divino para liberar y sustentar a la Iglesia de Dios del Nuevo Testamento en el día de su persecución - el mismo poder que en la antigüedad hizo los milagros en Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto". 42 Ése es en realidad el énfasis de Juan aquí. La Iglesia está divinamente protegida y preservada a través de todas sus tribulaciones. No importa qué haga el dragón en sus intentos por destruir la Iglesia - hasta provocar la Revuelta Judía, o hacer que los edomitas y los romanos masacren a los habitantes de Israel - la Iglesia escapa a su poder. Para cuando Roma ataca, la Iglesia hace tiempo que se ha ido; la tierra de Israel traga el río de ira, absorbiendo el golpe en su lugar. La destrucción de Jerusalén dejó a la verdadera ciudad y al templo indemnes, porque estaban a salvo con la mujer bajo la sombra del Omnipotente.
17 El dragón sólo tenía "poco tiempo" (v. 12) para destruir la Iglesia, y falló nuevamente. Frustrado en su intento por destruir a la Madre Iglesia, se airó contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los cristianos que resultaron ilesos en la guerra del dragón contra la mujer. ¿Cómo es que la Iglesia es simbolizada tanto por la mujer como por sus hijos? "Estas distinciones se hacen y se mantienen fácilmente. La Iglesia, considerada como una institución y un cuerpo orgánico, puede ditinguirse de sus hijos, como muestran claramente Isaías 66:7-8 y Gálatas 4:22-26... En consecuencia, observamos que la Iglesia es, según un punto de vista, la totalidad de todos sus miembros o hijos; según otro, familiar a las Escrituras, sus miembros individuales se consideran como relacionados con ella como se relacionan los hijos con la madre". 43
Habiendo sido frustrado en su propósito de destruir tanto a la Madre como a su Simiente, el dragón vuelve su ira contra el resto de la descendencia de ella, la predominantemente gentil Iglesia cristiana por todo el imperio. Fijémosnos bien en la descripción que hace Juan de estos hermanos y estas hermanas del Señor Jesucristo: Guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. La definición de cristiano es, desde una perspectiva, que él es miembro de una asamblea organizada del pueblo de Dios; igualmente importante, el cristiano es definido en términos de su conformidad ética a la ley de Dios.
Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él. (1 Juan 2:3-4)

Pues éste es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. (1 Juan 5:3).

Como ya nos ha informado Juan, los santos vencen al dragón por medio de la palabra de su testimonio y su fiel obediencia hasta la muerte (v. 11). Los siguientes capítulos detallarán varias etapas cruciales en la continuada guerra entre la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer. El pasaje no se propone ser cronológicamente exacto, como si el dragón se volviera contra el resto de la Iglesia sólo después del fracaso de la Guerra Judía. Más bien, la huída de la Iglesia de Judea es sólo la culminación de una serie de liberaciones a través de los últimos días, simbolizadas por la huída de la mujer. Juan describe en imágenes las varias estratagemas ideadas por Satanás para destruir la Iglesia, y muestra que todas son un completo fracaso. El dragón libra una batalla perdida de antemano, porque ya ha sido derrotado en la cruz y en la tumba. No hay una sola pulgada cuadrada ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra donde hay paz entre la serpiente y la simiente de la mujer, y Cristo ya ha vencido de modo aplastante en todos los frentes. Desde la ascensión de Cristo, la historia del mundo ha sido una operación de limpieza. Mientras continúe siendo la Iglesia obediente, la Iglesia militante será la Iglesia triunfante también.

 Notas:

1. Milton S. Terry, Biblical Apocalyptics: A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures (New York: Eaton & Mains, 1896), p. 381.

2. Ibid.

3. La palabra señal se usa siete veces en los capítulos 12-19; tres están en el cielo (21:1, 3; 15:1), cuatro están en la tierra (13:3, 14; 16:14; 19:20).

4. Henry M. Morris, The Revelation Record: A Scientific and Devotional Commentary on the Book of Revelation (Wheaton: Tyndale House Publishers, Inc., 1983), p. 213.

5. La palabra mujer (o mujeres) se usa 19 veces en Apocalipsis, motivando a Ford para que sugiriera que "la mujer símbolo es casi tan importante como el Cordero" (Revelation: Introduction, Translation, and Commentary [Garden City: Doubleday and Company, 1975], p. 188.

6. Philip Barrington, The Meaning of the Revelation (London: SPCK, 1931), pp. 204f.

7. Véase, por ejemplo, Mat. 27:50; Mar. 3:11; 5:7; 9:24; 10:48; 15:13; Juan 1:15; 7:28; 12:13, 44; Hech. 19:28, 32, 34; Rom. 9:27; Gál. 4:6; sant. 5:4; y vea su uso especialmente en Apocalipsis: 6:10; 7:2, 10; 10:3; 14:15; 18:2, 18-19; 19:17.

8. Las doce estrellas son: "(1) Pi, (2) Nu, (3) Beta (cerca de la eclíptica), (4) Sigma, (5) Chi, (6) Iota. Estas seis estrellas forman el hemisferio meridional alrededor de la cabeza de Virgo. Luego están (7) Theta, (8) Estrella 60, (9) Delta, (10) Estrella 93, (11) Beta (la estrella de segunda magnitud), (12) Omicron. Éstas últimas seis estrellas forman el hemisferio septentrional alrededor de la cabeza de Virgo. Todas estas estrellas son las visibles que podrían haber sido vistas por observadores". Ernest L. Martin, The Birth of Christ Recalculated (Pasadena, CA: Foundation for Biblical Research, 2nd. cd., 1980), p. 159.

9. Véase de Josefo, Antiquities of the Jews, iii.vii.7, donde explica el significado de las doce piedras en el pectoral del sumo sacerdote, que representaban las doce tribus de Israel (Éx. 28:17-21), en términos del Zodíaco.

10. Véanse los comentarios sobre Apocalipsis 4:7; comp. Ernest L. Martin, The Birth of Christ Recalculated, pp. 168s.

11. Farrer, The Revelation of St. John the Divine (Oxford: At the Clarendon Press, 1964), p. 141.

12. Se sostiene por lo general que Herodes el Grande murió en el año 4 a. C., y que, por lo tanto, Cristo nació en el año 6 o 7 a. C. Sin embargo, Martin presenta argumentos detallados y persuasivos a favor de que la muerte de Herodes ocurrió en el año 1 a. C. Véase su obra Birth of Christ Recalculated, pp. 26-131.

13. Ibid., pp. 146s. ¿Y Diciembre 25, la fecha tradicional de la Natividad? Como lo demuestra Martin, tuvieron lugar numerosos y alarmantes fenómenos astronómicos durante los años 3-2 a. C. Principal entre estos sucesos celestes fue el hecho de que Júpiter, reconocido por judíos y gentiles por igual como el "Planeta del Mesías", estaba situado en el vientre de Virgo y que permaneció inmóvil, directamente sobre Belén, el 25 de diciembre del año 2 a. C., cuando el Niño tenía poco más de un año. (Mateo dice que la santa familia estaba instalada en una casa, no un establo, para cuando los magos la visitaron [Mat. 2:11]. Además, Herodes ordenó la matanza de los inocentes "menores de dos años, conforme al tiempo que había inquirido de los magos" [Mat. 2:16], indicando que el Niño ya no era un recién nacido). Para un relato completo de los eventos astronómicos de 3-2 a. C., véase de Martin, pp. 4-25, 144-177.

14. Ibid., pp. 152s.

15. Ibid., p. 158.

16. Algunos suponen erróneamente que era un hipopótamo. Su descripción en el texto bíblico indica que estaba mucho más cerca de ser un brontosauro.

17. ¡Algunos creen de verdad que la criatura mencionada en esta última referencia, un dragón enorme que escupía fuego llamado Leviatán, era un cocodrilo! Sin embargo, es claro según las afirmaciones de Job, que por lo menos algunos grandes dinosauros fueron contemporáneos de este primitivo patriarca. Para un equilibrado examen de supuestos avistamientos de monstruos marinos en tiempos más recientes, véase de Bernard Heuvelmans, In the Wake of the Sea Serpents (New York: Hill and Wang, 1968). Duane T. Gish ha propuesto una posible explicación de la biología de "escupir fuego" en su obra Dinosaurs: Those Terrible Lizards (San Diego: Creation-Life Publishers, 1977), pp. 50ss.

18. En Hebreos, esta es una palabra completamente diferente del nombre de Rahab, la prostituta cananea que salvó a los espías hebreos en Josué 2.

19. La palabra hebrea aquí es bara, por lo demás usada solamente para describir la creación de los cielos y la tierra, v. 1, y la del hombre, v. 27.

20. Comp. Deut. 8:15; Luc. 10:19; 11:11-12; Apoc. 9:3-11.

21. Farrer, p. 143.

22. Ibid.

23. La constelación de Libra (la Balanza) era también considerada en el mundo antiguo como las Garras de Escorpión; véase, de Richard Hinckley Allen, Star Names: Their Lore and Meaning (New York: Dover Publications, 1963), pp. 269ss.

24. Algunos argüirán que esta frase se refiere, no a la encarnación o nacimiento físico de Cristo, sino a su generación eterna; sin embargo, para fines de la alusión bíblica de Juan, la cuestión es irrelevante. Con el salmista, su énfasis es que el Niño pasa desde el nacimiento a reinar.

25. Farrer, p. 141.

26. Para la relación entre los 1.260 días y el número de la bestia (666), véanse los comentarios sobre 13:18.

27. Calvino reconocía que esta descripción de Miguel debía ser una referencia a Jesucristo; véase su libro Commentaries  on the Book of the Prophet Daniel (Grand Rapids: Baker Book House, 1979), Vol. 2, pp. 369ss.

28. Con la frase "el cuerpo de Moisés", Judas probablemente quiere decir la comunidad del pacto del Antiguo Testamento, el equivalente del "Cuerpo de Cristo": comp. las "casas" de Moisés y de Cristo en Heb. 3:2-6.

29. Véase la discusión sobre este punto en la obra de Herman Bavinck, The Doctrine of God, traducida por William Hendriksen (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1951), pp. 256ss.

30. Una discusión sumamente útil de todo este punto se encuentra en Barrington, pp. 218-224. Véase también de E. W. Hengstenberg, The Revelation of St. John (Cherry Hill, NJ: Mack Publishing Co., [1851] 1972), Vol. 1 , pp. 464-472.

31. Barrington, p. 222.

32. Terry, p. 386.

33. Barrington, p. 219.

34. Sobre el  carácter de Satanás esencialmente como el calumnioso "acusador de los hermanos", véase, de Greg Bahnsen, "The Person, Work, and Present Status of Satan", en The Journal of Christian Reconstruction, Vol. I, No. 2 (Winter, 1974).

35. Comp. de Robert L. Wilken, The Christians as the Remans Saw Them (New Haven: Yale University Press, 1984), pp. 17ss., 117ss.

36. Tanto sangre como palabra están en el caso acusativo, pero la preposición debería leerse en el sentido de medios, así como porque aquí (comp. Mat. 15:6; Juan 6:57; 15:3; Efe. 5:18; Apoc. 13:14); véase de Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John: Studies in Introduction with a Critical and Exegetical Commentary (Grand Rapids: baker Book House, [1919] 1979), p. 627.

37. John Calvin, Commentary on the Gospel According to John (Grand Rapids: baker Book House, 1979), Vol. 2, p. 36; comp. Ronald S. Wallace, Calvin´s Doctrine of the Christian Life (Tyler, TX: Geneva Ministries, [1959] 1982, p. 110.

38. David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), p. 59; Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 13ss.

39. Eusebius, Ecclesiastical History, iii.v.

40. Farrer, p.148. Farrer también señala las imágenes astronómicas involucradas aquí: "Está la gran Águila del cielo estrellado, con sus dos alas, y la Señora del Zodíaco puede muy bien recibir su ayuda al huir del Escorpión que la perseguía; porque todos esperamos escapar del siniestro presagio de su nombre al aceptar al Águila en su lugar, cuando contamos los cuatro rostros del cielo.... Es después de que la mujer ha recibido las alas del Águila que el dragón dispara un río hacia ella. Esto es astrológico, también; el gran río del cielo, la Vía Láctea, sale de Escorpión y describe una curva sobre el Águila" (ibid).
41. Es interesante notar que tanto Cristo como el dragón se presentan en Apocalipsis como escupiendo personas de sus bocas: Cristo vomita los apóstatas (3:16), y el dragón arroja torrentes de ejércitos (12:16-17) (del mismo modo que había arrojado las estrellas a la tierra en 12:4). En una figura relacionada, la tierra vomita los cananeos y los Israelitas apóstatas en Levítico 18:28, pero aquí la tierra se traga el río que el dragón había lanzado por su boca.

42. Terry, p. 390.

43. Ibid., p. 391. Un ejemplo relacionado es el uso bíblico de las expresiones Sión e Hija de Sión (comp. Sal. 9:11, 14; Cant. 3:11) e hijos de Sión (comp. Sal. 149:2).


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