DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Una Exposición del Libro
de Apocalipsis
Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton
Tomado de Freebooks
Traducción de Román Quirós M.
Parte Cuatro
12
LA GUERRA SANTA
Como hemos notado, el libro de Apocalipsis está
organizado en términos de la estructura de tratado en cinco
partes del pacto bíblico. El capítulo 12 cae dentro de las
cuatro principales series de visiones (trompetas), que
proclaman el juicio de Dios sobre el falso rey y el falso
profeta (capítulos 8-14). Pero el capítulo 12 marca la
intersección de esta quíntuple estructura con otro modelo
dominante en el libro: el tema del Esposo y la Esposa. Los
capítulos 1-11 tratan de la victoria de Cristo sobre sus
enemigos, culminando en el glorioso establecimiento de la
Iglesia como su santo templo. Los capítulos 12-22 tienen que
ver con la victoria de la Iglesia sobre sus enemigos,
terminando con su glorioso establecimiento como el santo
templo de Dios. Así, la segunda mitad del libro de Apocalipsis
cubre en gran medida el mismo terreno que la segunda, pero
desde una perspectiva diferente. Milton S. Terry comenta: "La
Parte 1 ha revelado al Cordero de Dios bajo varios símbolos,
glorioso en poder, que abre el libro de los divinos misterios,
vengando a los santos martirizados, y mostrando los terribles
juicios destinados a sobrevenirles a los enemigos de Dios.
Todo es contemplado como desde el trono del Rey en el cielo,
que envía sus ejércitos y destruye los desafiantes asesinos de
sus profetas y quema su ciudad (comp. Mat. 22:7)".
"La Parte 2 revela a la Iglesia en conflicto con
principados y potestades mundiales, sobreviviendo a toda
persecución, y triunfando por la palabra de su testimonio, y,
después de que Babilonia la ramera cae y desaparece de la
vista, apareciendo como la Esposa del Cordero, el tabernáculo
de Dios con los hombres, gloriosa en su belleza e imperecedera
como el trono de Dios". 1
Así, aunque hay un progresivo desarrollo hacia un
clímax en la segunda mitad de Apocalipsis, también veremos
tanto una repetición de conceptos familiares como una
diversidad en la presentación de ellos, un mecanismo usado a
menudo por los profetas bíblicos (véanse ejemplos de esto en
Gén. 37:5-11; 41:18-25, 32; Dan. 2, 7). "El gran dragón
escarlata (12:3) no debe ser considerado como diferente del
ángel del abismo (9:11). Los ciento cuarenta y cuatro mil
sobre el monte de Sión (14:1) son los mismos que los
israelitas sellados de 7:4-8. Las siete últimas plagas (caps.
15 y 16) corresponden notablemente a las siete trompetas de la
destrucción. 'Babilonia la grande' es la misma que la gran
ciudad donde el Señor fue crucificado (11:8), y la nueva
Jerusalén, llena de la gloria de Dios y del Cordero, no es
sino otro símbolo del templo de Dios en el cielo (11:19"). 2
Este punto en la profecía, por lo tanto, es algo así
como un nuevo comienzo; y para mostrar el conflicto entre
Satanás y la Iglesia, Juan regresa al principio, al nacimiento
de Cristo y a los infructuosos intentos de Satanás por
destruirle, terminando con la victoriosa ascensión de Cristo
al cielo. Esto prepara el escenario para, y revela el origen y
el significado de, la persecución de Satanás contra la Iglesia
cristiana por todo el mundo. La lucha será feroz y sangrienta;
pero Satanás ya está condenado, pues Cristo está reinando
desde su trono celestial, y su pueblo está destinado a obtener
una completa victoria sobre la base de la obra de Cristo y a
través de su propia proclamación, fiel y valiente, del
evangelio.
La Serpiente
y la Simiente de la Mujer (12:1-6)
1 Apareció en el cielo una gran
señal: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus
pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
2 Y estandoencinta, clamaba
con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento.
3 También apareció otra
señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía
siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;
4 y su sola arrastraba la
tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre
la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba
pàra dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como
naciese.
5 Yella dio a luz a un hijo
varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y
su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.
6 Y la mujer huyó al
desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí
la sustenten por mil doscientos sesenta días.
1-2 De salida, Juan nos alerta de que debemos
prestar cuidadosa atención al tema de esta visión, porque aquí
el símbolo de la mujer es una gran señal.3 Los "literalistas"
quieren que el uso de este término implique que "la mayor
parte de Apocalipsis debe ser tomado literalmente". 4 Pero esto es no ver
el punto. Juan no está diciendo que este pasaje, en contraste
con el resto del libro, es una "señal", porque él ya nos ha
dicho que el libro entero
está compuesto de "señales"
(1:1). El punto aquí es que ésta es una gran señal, un símbolo
importante, central en la interpretación de la profecía como un
todo. Juan está diciendo a sus lectores que piensen
cuidadosamente en el significado bíblico de la señal.
Este símbolo central es una mujer, 5 una imagen bíblica
familiar para la iglesia, el pueblo de Dios. (Específicamente,
como veremos, la mujer aquí representa a la Iglesia en la
forma del Israel del antiguo pacto). Los primeros lectores de
Juan en seguida habrían pensado en anteriores usos proféticos
de la mujer para representar a la Iglesia (véase, por ej.,
Isa. 26; 49-50; 54; 66; Jer. 3-4; Lam. 1; Eze. 16; Ose. 1-4;
Miq. 4). Algunos de los pasajes proféticos sobre la
Iglesia-mujer no son particularmente halagadores, porque
Israel había descendido a menudo al adulterio con dioses
paganos. Pero el símbolo en Apocalipsis 12 es una visión
gloiosa de la Iglesia en su pureza, como la esposa de Dios:
Ella está, a la imagen de su Esposo (Sal. 104:2; Apoc. 1:16;
10:1), vestida (la misma palabra que en 10:1) de sol (comp.
Isa. 60:1-2). La luna bajo sus pies y su corona de doce
estrellas realzan el cuadro de gloria y dominio - en realidad,
de su ascenso de gloria en gloria (1 Cor. 15:41; 2 Cor. 3:18).
Salomón proclama que la Esposa es "de desear, como Jerusalén;
imponente como ejércitos en orden" (Cant. 6:4); ella
se muestra como el alba,
hermosa como la luna,
esclarecida como el sol,
imponente como ejércitos en
orden. (Cant. 6:10)
Esta mujer, dice Juan, es la Madre de Cristo: Ella
aparece encinta (la misma expresión griega que se usa en
relación con la Virgen María en Mateo 1:18, 23), llevando en
su matriz al Mesías que está destinado a "regir las naciones
con vara de hierro" (v. 5). La imagen de la Mujer/Madre tiene
sus orígenes en el mismísimo Jardín de Edén y el protoevangelio
- la primera proclamación del evangelio, en la cual Dios
reveló que por medio de la mujer vendría el Redentor para
aplastar la cabeza de la Serpiente (Gén. 3:15). La imagen
luego se convierte en un motivo regular en el desenvolvimiento
de los propósitos de Dios para con Israel. Un ejemplo familiar
ocurre en la historia de Jael y Sísera, que cuenta cómo el
enemigo del pueblo de Dios es destruido, su cabeza aplastada,
por una mujer (Judit 4:9, 17-22; 5:24-27; comp. la muerte de
Abimelec en Jud. 9:53). Este es también un tema principal en
la historia de Ester y su liberación de Israel. El
cumplimiento definitivo de esta profecía tuvo lugar en el
nacimiento virgen, como lo reconoció claramente María:
Hizo proezas con su brazo;
esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los
humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos
envió vacíos. Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la
misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con
Abraham y su descendencia para siempre. (Luc. 1:51-55).
La profecía de Isaías de la Virgen Madre es el
trasfondo bíblico específico para la visión de Juan de la
mujer, como explica Philip Carrington: "La palabras exactas
son extraídas, no de cualquier mito pagano, sino del profeta
Isaías. Habló también Jehová a Acaz, diciendo: Pide para
tí señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en
lo profundo, o de arriba en lo alto (7:10-11); o, para
traducirlo a lenguaje juanino, o en el abismo o en el cielo.
En Isaías el lenguaje parece puro floreo retórico; pero es
obviamente el origen de la Señal en el Cielo de Juan".
"Esto queda perfectamente claro por lo que sigue en Isaías. El
rey rehusa pedir la señal, e Isaías replica: El Señor mismo os
dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un
hijo, y llamará su nombre Emanuel [7:14]. Las palabras
de Juan son simplemente una cita del anterior profeta:
Apareció en el cielo una gran señal, una mujer... encinta,
clamaba con dolores de parto, en la angustia del
alumbramiento. Más que esto, Juan nos ha dado una
traducción mucho más fiel al hebreo que nuestra Versión
Autorizada, que está influida por la Septuaginta; la
traducción griega dice, en realidad: Una virgen concebirá,
pero el hebreo original sólo dice: Una mujer está encinta, y
Juan nos lo ha entregado con exactitud. Y, lo que es más, las
palabras: Clamaba con dolores de parto, en la angustia del
alumbramiento, vienen también de Isaías (26:17)".
"Por lo tanto, Juan está
anunciando el nacimiento del niño, el rey guerrero, predicho
por ... Isaías". 6
Así, Juan junta todas las imágenes de la mujer en la
Biblia para este retrato compuesto de la comunidad del pacto,
de parto para dar a luz al Mesías: Es Eva, la madre de todos
los vivientes, cuya Simiente aplastará la cabeza del dragón;
es también Sara, Rebeca, Raquel, Jocabed, Ana, y las otras
mujeres del pacto que dieron a luz a libertadores, antepasados
de la Simiente; es la Virgen María, a través de la cual
encontraron su cumplimiento las promesas hechas a los padres.
Pero esta gran figura cósmica no puede ser identificada
simplemente con ninguna de estas mujeres; más bien, cada una
de ellas individualmente personificaba y presentaba delante
del mundo una faceta diferente del significado de la mujer,
reflejando los dolores de parto de la Iglesia para dar a luz
al Mesías:
Como la mujer encinta cuando se
acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así
hemos sido delante de tí, oh Jehová. (Isa. 26:17).
A medida que la revelación profética progresa en la
Escritura, se hace más y más claro que la Iglesia del Nuevo
Pacto gime en dolores para dar a luz al Cristo (comp. Miq.
4:9-5:9): Él era la promesa básica del pacto abrahámico. Esto
es lo que Israel esperaba, gimiendo y en dolor a través de su
existencia. Este es el significado más esencial de la historia
de Israel, aparte de
la cual no tiene ningún significado: el
alumbramiento del niño-hombre (comp. Juan 16:20-22), el
Salvador del mundo. Desde el protoevangelio hasta el
diluvio, desde el pacto abrahámico a través de la esclavitud
en Egipto, el Éxodo, el establecimiento en Canaán, el
cautiverio babilónico, el regreso del exilio, y el sufrimiento
bajo los griegos y los romanos, Israel estaba en el proceso de
dar a luz al Cristo, para traer la era mesiánica.
En medio de las luchas de la Iglesia, por lo tanto, ella
clamó. Este verbo (krazo) tiene un significado
especial en las Escrituras, donde se usa generalmente como
juramento o la solemne proclamación de la revelación de Dios;
se usa a menudo para referirse a los siervos de Dios que
hablan en presencia de la oposición. 7 Aquí se refiere a
la declaración oficial de la Palabra de Dios por parte de la
Iglesia, la profecía que ella pronunció durante el parto. Esta
era la esencia de toda la revelación profética, para dar
testimonio al Cristo (Juan 5:39, 45-46; Luc. 24:25-27; Hechos
3:24; 13:27).
Es importante reconocer la relación de todo esto con
el muy obvio simbolismo astronómico en el texto. La palabra
que Juan usa para señal era el término usado en el mundo
antiguo para describir las constelaciones del Zodíaco; el
modelo de Juan para esta visión de la iglesia es la
constelación de Virgo, que en efccto tiene una "corona" de
doce estrellas. 8 Parece probable que las doce estrellas también
representen los doce signos del Zodíaco, considerados, desde
los tiempos antiguos, como símbolos de las doce tribus de
Israel; en el famoso sueño de José, su padre, su madre, y las
doce tribus estaban simbolizados por el sol, la luna, y doce
estrellas o constelaciones (Gén. 37:9). 9 Ya hemos visto cómo
la divina disposición de las tribus de Israel alrededor del
Tabernáculo (Núm. 2) correspondía al orden zodiacal de las
constelaciones. 10 La séptima trompeta de 11:15 nos trajo a Rosh
Hashanah: el Día de las Trompetas, el día primero del mes
séptimo, el primer día del nuevo año, el día de la
entronización del Rey de reyes en la nueva creación. La
afirmación de que Virgo está "coronada" por las doce
constelaciones, "significa, por lo tanto, que ella es la única
entre las doce que reina en ese momento", es decir, durante el
mes séptimo, de la misma manera en que "las garras de
Escorpión parecen estar a punto de atrapar a la Virgen". 11 En términos de
simbolismo astral, por lo tanto, el nacimiento del Mesías
tiene lugar en el Día de las Trompetas.
Es interesante que, siguiendo varias líneas de
evidencia muy convincente, el Prof. Ernest Martin limita,
cuidadosa y esmeradamente, la fecha probable del nacimiento de
Cristo a algún momento en septiembre del año 3 a. C. 12 Martin añade luego
el escarchado sobre el pastel: "En el período del nacimiento
de Cristo, el sol entró a la posición de la cabeza de la Mujer
más o menos en agosto 13, y salió de sus pies más o menos en
octubre 2. Pero el apóstol Juan vio la escena cuando el sol
'viste' o 'adorna' a la Mujer. Esto seguramente indica que la
posición del sol en la visión estaba ubicada en algún punto de
la mitad del cuerpo de la Mujer - entre el cuello y las
rodillas. (Difícilmente se podría decir que el sol 'vestía' a
la Mujer si estaba situado en su rostro o cerca de sus pies).
"El único momento del año en que el sol podría estar
en una posición para 'vestir' a esta Mujer celestial (para
estar en la mitad del cuerpo) es cuando está situado más o
menos entre 150 y 170 grados a lo largo de la elíptica. Este
'vestir' a la mujer por el sol ocurre en un período de 20 días
cada año. Este período de 20 grados podría indicar el momento
general en que Cristo nació. En el año 3 a. C., el sol habría
entrado en esta región celestial como el 27 de agosto y salido
de él como el 15 de septiembre. Si, en el libro de
Apocalipsis, Juan está asociando el nacimiento de Cristo con
el período en que el sol está en la mitad del cuerpo de la
Mujer, entonces Cristo habría tenido que nacer dentro de ese
período de 20 días. Desde el punto de vista de los magos (que
eran astrólogos), esto habría sido la única señal lógica bajo
la cual el Mesías judío podría haber nacido - especialmente si
habría de nacer de una virgen. Aun hoy, los astrólogos
reconocen que la señal de Virgo es la única que hace
referencia a un gobernante mesiánico mundial que habría de
nacer de una virgen....
"Pero hay una manera de llegar a una fecha mucho más
cercana al nacimiento de Cristo que un simple período de
120 días. La posición de la luna en la visión de Juan podría
ubicar la natividad con aproximación de un día - quizás con
aproximación de una hora o menos. Esto puede parecer absurdo,
pero es completamente posible.
"La clave es la luna. El apóstol dijo que ésta
estaba 'bajo sus pies' [de la mujer]. ¿Qué significa la
palabra 'bajo' en este caso? ¿Significa que la mujer de la
visión estaba de pie sobre la luna cuando Juan la observaba, o
significa que sus pies estaban posicionados ligeramente por
encima de la luna? Juan no nos lo dice. Sin embargo, esto no
es de mayores consecuencias al usar la luna para responder
nuestra pregunta porque sólo implicaría una diferencia de uno
o dos grados. Puesto que los pies de Virgo la Virgen
representan los 7 últimos grados de la constelación (en el
tiempo de Cristo esto habría sido entre 180 y 187 grados a lo
largo de la eclíptica), la luna debe ser posicionada en algún
punto por debajo de ese arco de 7 grados. Pero la luna también
tiene que estar en esa posición exacta cuando el sol está a
medio cuerpo de Virgo. En el año 3 a. C., estos dos factores
coincidieron con precisión durante menos de dos horas,
observados desde Palestina o Patmos, el 11 de septiembre. La
relación comenzó aproximadamente a las 6:15 p. m. (puesta de
sol) y duró hasta alrededor de las 7:45 p. m. (puesta de la
luna). Éste es el único día en el año entero en que
esto pudo haber tenido lugar". 13
Un beneficio adicional: La puesta de sol el 11 de
septiembre del año 3 a. C. fue el comienzo de Tishri 1 en el
calendario judío - ¡Rosh Hashanah, el Día de las Trompetas! 14 Martin resume: "El
tema central del Día de las Trompetas es claramente el de la
entronización del gran Rey de reyes. Así entendía el día por
lo general el judaísmo primitivo - y ciertamente es como lo
entiende el Nuevo Testamento. En Apocalipsis 11:15, el séptimo
ángel toca su trompeta, y los reinos de este mundo vinieron a
ser los de Cristo. Esto sucede en el momento en que se ve una
mujer en el cielo con doce estrellas alrededor de su cabeza y
el sol a medio cuerpo de ella, con la luna bajo sus pies. Esta
es claramente una escena de luna nueva para el Día de las
Trompetas". 15
3 Juan ve otra señal ... en el cielo: un gran dragón
escarlata. Como explica en el versículo 9, el dragón no es
otro que "la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás", el enemigo de Dios y de su pueblo. Juan lo revela
como el poder detrás de los tronos imperiales del mundo
antiguo, que perseguían a la Iglesia; porque, como los cuatro
imperios-bestias de la profecía de Daniel, el dragón tiene
siete cabezas y diez cuernos: las bestias de Daniel tenían
siete cabezas en total (la tercera bestia tenía cuatro), y la
cuarta bestia tenía diez cuernos (Dan. 7:3-7). Babilonia,
Medo-Persia, Grecia, y Roma eran todas etapas del intento del
dragón por establecer su imperio ilícito en todo el mundo.
(Así, el significado de las siete cabezas no es simplemente
que el dragón es difícil de matar, sino más bien que se
identifica con las terribles bestias de la visión de Daniel;
comp. las "cabezas" del dragón en Sal. 74:13-15). Él era la
gran bestia, de la cual ellos tenían sólo imágenes parciales.
Es él quien había sido el antiguo enemigo del pueblo de Dios.
En todas las luchas de Israel contra las bestias, a través de
todos los intentos de los imperios humanos por destruir la
Simiente del Pacto, el dragón había sido su enemigo. Llevaba
puestas las diademas de los imperios perseguidores.
¿Por qué es representado el diablo como un dragón?
Para entender esto, debemos considerar la teología bíblica de
los dinosaurios, que está sorprendentemente bien detallada.
Aunque la Biblia sí habla de dinosaurios terrestres (comp. el
behemot de Job 40:15-24), 16 nuestra atención en esta ocasión se centrará en dragones
y serpientes marinas (comp. Job 7:12; 41:1-34). 17 Esencialmente,
como parte de la buena creación de Dios (véase Gén. 1:21:
monstruos marinos), no hay nada "malo" en estas criaturas
(Gén. 1:31; Sal. 148:7), sino que, a causa de la caída, son
usados en las Escrituras para simbolizar al hombre rebelde en
la cúspide de su poder y de su gloria.
En las Escrituras se habla de tres clases de
dragones: Tannin (dragón; Sal. 91:13), leviatán (Sal. 104:26),
y rahab (Job 26:12-13). 18 La Biblia relaciona cada uno de estos monstruos con
la serpiente, que representa el enemigo sutil, engañoso, del
pueblo de Dios (Gén. 3:1-5, 13-15). Así, para demostrar la
divina victoria y dominio sobre la rebelión del hombre, Dios
convirtió la vara de Moisés en una "serpiente" (Éx. 4:1-4), y
la vara de Aarón en un "dragón" (tannin; Éx. 7:8-12). Por lo
tanto, en la Escritura, el dragón/serpiente se convierte en
símbolo de la cultura pagana rebelde, inspirada por Satanás
(comp. Jer. 51:34), especialmente ejemplificada por Egipto en
su guerra contra el pueblo del pacto. Esto es particularmente
cierto con relación al monstruo Rahab (que significa el
orgulloso), que a menudo es sinónimo de Egipto (Sal.
87:4; 89:10; Isa. 30:7). En Éxodo, la liberación del pueblo de
Dios, una liberación que dio lugar al pacto, se describe en
términos tanto de la creación original como del triunfo de
Dios sobre el dragón:
Despiértate, despiértate,
vístete de poder, oh brazo de Jehová; despiértate como en el
tiempo antiguo, en los siglos pasados. ¿No eres tú el que
cortó a Rahab, y el que hirió al dragón? ¿No eres tú el que
secó el mar, las aguas del gran abismo; el que transformó en
camino la profundidades del mar para que pasaran los
redimidos? (Isa. 51:9-10)
La Biblia también habla del
Éxodo como salvación de leviatán:
Dividiste el mar con tu pode;
quebraste cabezas de monstruos en las aguas. Magullaste las
cabezas del leviatán, y lo diste por comida a los moradores
del desierto. (Sal. 74:13-14)
Así, en cumplimiento provisional de la promesa de
Edén, la cabeza del dragón fue aplastada cuando Dios salvó a
su pueblo de Egipto. Por supuesto, la herida en la cabeza se
sanó, y el dragón (acompañado por el estado-dragón hecho a
imagen suya) repetidamente regresó para atormentar y perseguir
a la Simiente de la mujer. Esto ocurre una y otra vez en todo
el Antiguo Testamento, que registra numerosos aplastamientos
provisionales de la cabeza del dragón (Jue. 4:21; 5:26-27;
9:50-57; 1 Sam. 5:1-5; 17:49-51; 2 Sam. 18:9; 20:21-22; Sal.
68:21; Hab. 3:13). En términos de esto, los profetas esperaban
la definitiva derrota venidera del dragón en la obra de
Cristo. Isaías vio a Israel como una mujer encinta,
retorciéndose y clamando en sus dolores de parto, esperando
que naciera el Libertador (Isa. 26:17-21; el versículo
siguiente dice:
En aquel día Jehová castigará
con su espada dura, grande y fuerte al leviatán serpiente
veloz, y al leviatán serpiente tortuosa; y matará al dragón
que está en el mar (Isa. 27:1)
Daniel repite la misma idea en lo que podría
llamarse su "comentario" sobre el relato de Moisés de la
creación en Génesis 1. Escribiendo acerca del quinto y sexto
días de la creación, Moisés había dicho que Dios creó
19 "los
grandes monstruos marinos" (tannin), y "ganado" (behemoth) en
la tierra (Gén. 1:20-25); pero éstos fueron sucedidos por el
hombre, el cual, hecho a imagen de Dios, fue creado para que
señoreara sobre las criaturas (Gén. 1:26-28). Daniel 7 expande
simbólicamente esta idea mostrándonos una serie de bestias -
los poderosos y terribles poderes mundiales que ejercieron
dominio impío sobre la tierra (v. 18). Pero Daniel ve que el
reino de ellos es sólo "por cierto tiempo" (v. 12); y,
mientras sigue mirando, las visiones terminan con el Anciano
de días entregando el dominio al Hijo del Hombre, el segundo
Adán - "dominio eterno, que nunca pasará" (v. 13-14), porque
Él es la última Obra de Dios.
4 La cola del dragón arrastra la tercera parte de las
estrellas del cielo. Juan está capitalizando el hecho de que
el escorpión, con el cual está asociado el dragón/serpiente, 20 "tiene un tercio
de las estrellas (zodiacales) en la cola, porque cuatro de los
doce signos vienen tras él". 21 ¿Y la afirmación de que las arrojó sobre la tierra?
Eso, como observa Farrer correctamente, "es teología, no
astronomía". 22 Juan ya ha asociado estrellas con ángeles, una
conexión bíblica familiar (véase comentarios sobre 1:20);
ahora describe simbólicamente la caída de Satanás y los
ángeles malos, un evento relatado en lenguaje más directo en 2
Pedro 2:4, Judas 6, y el comentario del propio Juan sobre su
alegoría en el versículo 9. Las "estrellas" del dragón son los
ángeles caídos, que se unieron a él en rebelión.
¿Por qué arrastra el dragón la tercera parte de los
ángeles? Primero, esta es la forma en que los
juicios-trompetas son lanzados (comp. 8:7-12; 9:15, 18).
Cristo es el primogénito; la porción de los dos tercios (comp.
Deut. 21:17) está reservada para Él y para su reino. Segundo,
el principio bíblico de los dos testigos posiblemente esté
implicado también (Juan usa algo de lenguaje de tribunal en
este capítulo): Por cada testigo falso que Satanás puede
presentar contra el pacto, Dios tiene dos ángeles de su lado;
el informe malvado queda más que anulado por el testimonio que
Dios y sus ángeles pueden proporcionar.
La meta del dragón es hacer abortar la obra de
Cristo, devorarlo y matarlo. Así que el dragón se paró delante
de la mujer para devorar a su Hijo tan pronto naciera.
Nuevamente Juan usa la astronomía para propósitos alegóricos;
porque, como hemos visto, el momento en que el sol está
"vistiendo" a Virgo es justamente cuando las garras del
escorpión parecen estar a punto de atraparla; 23 y efectivamente,
parece cernirse, listo para saltar sobre su Hijo tan pronto
nazca. Este conflicto entre Cristo y Satanás fue anunciado en
Génesis 3:15, la guerra entre las dos simientes, la Simiente
de la mujer y la simiente de la serpiente. Desde el primer
libro de la Biblia hasta el último, ésta es la guerra básica
de la historia. El dragón está en guerra contra la mujer y su
Simiente, primariamente Jesucristo. A través de toda la
historia, Satanás ha estado tratando, o de impedir que Cristo
naciera, o de matarlo tan pronto naciera. Por esto mató Caín a
Abel , bajo la inspiración del dragón: El ataque contra Abel
era un intento de destruir la Simiente. No tuvo éxito, porque
Eva luego dio a luz a Set, Sustitución, "en lugar de Abel"
(Gén. 4:25), y la Simiente fue preservada en él. La siguiente
táctica de Satanás fue corromper la línea de Set; así, diez
generaciones después de Adán, casi todos los descendientes de
Set apostataron a través del matrimonio con los paganos (Gén.
6:1-12, y la tierra entera se corrompió, salvo por un hombre
justo y su familia. La ira insensata de Satanás para atacar a
la Simiente era tan grande que el mundo entero fue destruido,
pero él fracasó. La Simiente fue preservada dentro de una sola
familia en el arca.
El dragón trató nuevamente de asesinar la Simiente,
por medio de sus ataques contra la familia de Abraham. En dos
ocasiones, Satanás intentó hacer que Sara fuera violada por un
rey pagano (Gén. 12:10-20; 20:1-18); lo intentó nuevamente con
Rebeca (Gén. 26:1-11). La enemistad dragoniana contra la
Simiente es manifiesta también en la enemistad de Esaú contra
Jacob, una lucha entre las dos simientes que comenzó en la
matriz (Gén. 25:22-23). Podemos ver también los intentos de
Satanás por estorbar la Simiente en el pecaminoso plan de
Isaac [sic] para quitarle a Jacob, mediante engaño, su
herencia divinamente asignada (Gén. 27). Nuevamente, cuando
los hijos de Israel estaban en Egipto, el dragón trató de
destruir la Simiente haciendo matar a todos los niños varones
(Éx. 1). Quinientos años más tarde, la Simiente la portaba un
muchacho pastor, y nuevamente atacó el dragón, en dos
ocasiones inspirando a un rey poseído por un demonio para que
le arrojara una lanza (1 Sam. 18:10-11). De hecho, la
maquinaria entera del reino de Saúl se puso en movimiento sólo
para tratar de matar a David (1 Sam. 18-27). De manera
similar, la malvada reina Atalía "destruyó toda la simiente
real de la casa de Judá" (2 Crón. 22:10), pero la Simiente fue
preservada en la persona del bebé Joás. Amán, el malvado
primer ministro de Persia, habría tenido éxito en su intento
de desencadenar una masacre a gran escala para destruir a
todos los judíos, de no haber sido por el valor y la sabiduría
de la reina Ester (Ester 3-9). El ejemplo más notorio de esta
norma a gran escala ocurre durante la historia de Israel,
desde el Éxodo hasta el Exilio: la perenne y consistente
tentación del pueblo del pacto de asesinar a su propios hijos,
de ofrecerlos a los demonios como sacrificio (Lev. 18:21; 2
Rey. 16:3; 2 Crón. 28:3; Sal. 106:37-38; Eze. 16:20). ¿Por
qué? Era la guerra de las dos simientes. El dragón estaba
tratando de destruir a Cristo.
Esta norma alcanza un dramático clímax al nacimiento
de Cristo, cuando el dragón posee al rey Herodes, el
gobernador idumeo de Judea, y lo inspira para que masacre a
los niños de Belén (Mat. 2:13-18); en realidad, la visión de
Juan de la mujer, el niño, y el dragón parece casi una
alegoría de ese suceso. El dragón lo intentó otra vez, por
supuesto; tentando al Señor (Luc. 4:1-13), tratando de hacer
que lo mataran (Luc. 4:28-29), sometiéndole a la opresión
humana y demoníaca durante su ministerio, entrando en posesión
de uno de los discípulos de mayor confianza para que le
traicionase (Juan 13:2, 27), y finalmente organizando su
crucifixión. Aún entonces - más bien, especialmente entonces -
el dragón fue derrotado, porque la cruz fue la manera en que
Dios hizo que Satanás contribuyera a que se cumplieran los
propósitos de Él, según Su sabiduría - "la sabiduría oculta,
que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria,
la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque
si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de
gloria" (1 Cor. 2:7-8). Al herir el calcañar de la Simiente,
la cabeza de la serpiente fue aplastada.
5 Y dio a luz un hijo varón (comp. Isa. 66:7-8) que
regirá a todas las naciones con vara de hierro. Juan regresa a
Salmos 2, uno de sus textos favoritos, para explicar su
simbolismo. El Hijo es, obviamente, Cristo Jesús, la Simiente
de la mujer, el niño de la virgen, nacido de Israel para regir
las naciones. En este versículo, Juan resume la historia del
ministerio terrenal de Cristo, afirmando (como si hubiese
ocurrido todo a la vez) que el Hijo fue arrebatado a Dios a y
a su trono. Es como si la encarnación de Cristo hubiese
conducido directamente a su ascensión al trono de gloria. El
propósito de Juan no es empequeñecer la expiación y la
resurrección, sino subrayar que el Ungido del Señor escapa por
completo al poder del dragón; y debemos notar que el orden de
Juan sigue al de Salmos. Hablando de su exaltación al trono
celestial, el Cristo dice:
Yo publicaré el decreto;
Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy.
24
Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión
tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de
hierro; como vasija de alfarería los desmenuzarás. (Sal.
2:7-9).
"El salmo hace del nacimiento celestial del Mesías
uno con su entronización; si es engendrado por Dios, reina". 25 A pesar de todo lo
que hace el dragón, la Simiente es arrebatada al trono y ahora
rige las naciones con vara de hierro, tal como si hubiese
pasado directamente de la encarnación al trono; Satanás no
tenía poder para detenerlo. La ascensión era la meta del
advenimiento de Cristo.
6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por
Dios. Como será evidente más adelante, la huída de la mujer al
desierto es una representación de la huída de los
judeo-cristianos de la destrucción de Jerusalén, así que la
ira del dragón se agota en el Israel apóstata, más bien que en
el Israel fiel. Mientras ella está en el desierto, la mujer es
alimentada por mil doscientos sesenta días, 26 un período
equivalente al "tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (3 1/2
años) del versículo 14, y relacionado simbólicamente con los
42 meses/1.260 días de 11:2-3 y 13:5. Vimos en 11:2 que las
Escrituras usan esta terminología para hablar de un período
limitado de maldad ascendente, triunfante, un período de ira y
juicio debido a la apostasía del pacto. Por lo tanto, durante
este tiempo, cuando Satanás parece ser dominante, la Iglesia
está protegida. La huída de la mujer al desierto evoca
asociaciones con la permanencia de Elías en el desierto
durante los tres años y medio de sequía, cuando fue
milagrosamente alimentado por cuervos (1 Reyes 17:3-6); de
manera similar, dice Juan, la huída de la mujer no significa
el abandono de Dios, sino más bien su amante provisión. La
fiel Esposa tiene un lugar preparado por Dios (comp. 2 Sam.
7:10; 1 Crón. 17:9; Juan 14:2-3). La encomienda a sus
mensajeros (Sal. 91:11-13) y la envía al desierto para que
ellos puedan alimentarla. Juan también quiere que pensemos,
como veremos más abajo, en la huída de Israel al desierto de
delante del dragón egipcio; y en la huída de la Virgen María a
Egipto, para escapar de la ira asesina del rey Herodes (Mat.
2:13-21).
La Guerra en
el Cielo (12:7-12)
7 Después hubo una gran batalla
en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y
luchaban el dragón y sus ángeles;
8 pero no prevalecieron, ni
se halló ya lugar para ellos en el cielo.
9 Y fue lanzado fuera el
gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la
tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
10 Entonces oí una gran voz
en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el
poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su
Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros
hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y
noche.
11 Y ellos le han vencido
por medio de la sangre del Cordero y d ela palabra del
testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la
muerte.
12 Por lo cual alegraos,
cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la
tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros
conn gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.
7-9 La escena cambia abruptamente: Ahora Juan ve
guerra en el cielo, a Miguel y sus ángeles haciendo guerra
contra el dragón. Esto no es, como algunos suponen, una
secuela de la visión precedente, como si Satanás, frustrado en
su intento por devorar al Mesías, ahora dirigiera su asalto
contra el cielo. Por el contrario, Juan revela esta escena
para explicar el versículo anterior - para mostrar por qué la
mujer tuvo que huir al desierto. Una vez que esto ha sido
explicado, en los versículos 7-12, Juan regresa al tema de la
huída de la mujer. Además, Juan usa las imágenes en este
pasaje para mostrar otro aspecto del conflicto del Niño con el
dragón. Cronológicamente, esta sección explicativa encaja
entre los versículos 5 y 6.
Para comenzar, debemos notar que la Guerra Santa es iniciada,
no por el dragón, sino por Miguel y sus ángeles. Debería haber
pocas dudas de que este Capitán de la hueste angélica es un
símbolo de la Simiente de la mujer, el Hijo de Dios -
representado ahora, no como Niño, sino como Miguel, el gran
Guerrero-Protector que dirige los ejércitos del cielo en
batalla contra los demonios. El simbolismo de Juan no es
casual; es intencional, y muy preciso. Decidió cuidadosamente
revelar a Cristo en términos de las específicas connotaciones
bíblicas asociadas con Miguel.
El nombre de Miguel (que significa: ¿Quién como
Dios?) ocurre en otras partes de las Escrituras sólo en
Daniel y en Judas. En Daniel, Miguel es presentado como "el
gran príncipe" que está como protector especial del pueblo de
Dios. La guerra se desata en el cielo entre los ángeles buenos
y malos, y ni siquiera Gabriel puede derrotar a los demonios
sino hasta que Miguel viene a combatir el enemigo (Dan.
10:12-13, 20-21). En vista de lo que se revela sobre Miguel en
la última parte de Daniel 10, es probable que la visión no
explicada en la primera parte del capítulo se refiera a Él
también: Daniel vio a un hombre
vestido de lino, y ceñidos sus
lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su
rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de
fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce
bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de
una multitud. (Dan. 10:5-6)
El pasaje final de la profecía de Daniel se refiere
a Miguel como guardián del pueblo de Dios, que se levantará
para combatir por ellos durante un tiempo de gran tribulación,
salvando a todos aquéllos cuyos nombres están escritos en el
Libro de la Vida (Dan. 12:1). 27 El nombre de Miguel no aparece nuevamente en la
Biblia sino hasta una mención casual por Judas, que nos dice
que Él "contendía con el diablo, disputando con él por el
cuerpo de Moisés" (Judas 9). 28 Judas también lo llama arcángel, un término que -
contrario a algunas especulaciones que se han hecho sobre las
varias categorías de ángeles - no significa necesariamente
"miembro de una clase superior de ángeles", sino más bien
simplemente "el jefe de los ángeles", una expresión
equivalente a "capitán de las huestes del Señor" (Josué
5:13-15). Esto también tendería a Miguel con el ángel del
Señor (comp. Éx. 23:20-23), una figura que es, en la mayoría
de los casos, una aparición pre-encarnada de Cristo. 29 La única otra
ocurrencia bíblica de la palabra arcángel es en 1
Tesalonicenses 4:16, donde Cristo desciende en la Segunda
Venida, "con aclamación, con voz de arcángel, con trompeta de
Dios", o mejor, "con aclamación, con voz arcangélica". La
clara implicación es que Cristo mismo exclama con voz de
arcángel. 30 (El hecho de que haya rangos superiores de ángeles
[comp. Rom. 8:38; Efe. 1:21; Col. 1:16] significa que un uso
más general del término arcángel es teológicamente
válido. Pero la Biblia misma no parece usarlo de este modo).
Barrington observa que el término arcángel "puede hasta
compararse con el 'Señor de los ejércitos', y quizás puede
haber significado la manifestación de Dios en la cual Él
aparece como líder de los ejércitos de Israel o de los
cielos". 31 En consecuencia, en el libro de Apocalipsis le
encontramos a Él dirigiendo los ejércitos del cielo en
conflicto victorioso con Satanás, acciones claramente
predicadas de Cristo a través del Nuevo Testamento (comp. Mat.
12:22-29; Luc. 11:14-22; Col. 2:15; Heb. 2:14-15; 1 Juan 3:8;
Apoc. 19:11-16).
Por lo tanto, aún a primera vista, hay mucho en favor de la
posición de que Miguel es una representación simbólica de
Cristo, un nombre que enfatiza su naturaleza divina y su
poder; y de que los "ángeles" que le acompañan son sus
apóstoles, "junto con las fuerzas angélicas, en simpatía y en
cooperación con ellos". 32 Esta posición explica y es reforzada por el pasaje
en su totalidad. Como argumenta Philip Barrington: "Le da
sentido al capítulo. Por supuesto, si se quiere que el libro
sea un rompecabezas chino, esto no tendrá peso para uno; pero
si uno piensa que el autor (o hasta el corrector final) del
libro tenía el propósito de que este capítulo tuviera un
significado, entonces se pensará que es razonable considerar
una interpretación de él que elimine la confusión. Una mujer
que se representa como la Esposa del Señor tiene un Hijo; ella
es la nueva Eva, y por lo tanto, su hijo ha de aplastar a la
serpiente; ella es la virgen de Isaías, y por lo tanto, él es
un rey-guerrero. Sigue una guerra con la serpiente, en la cual
un oponente lo expulsa del cielo; la serpiente se fue a hacer
guerra contra el resto de la simiente de la mujer. Claramente,
entonces, la persona con que primero él había combatido era
también la simiente de la mujer. ¿Por qué traer arrastrado a
alguien más?"
"La batalla real es seguida por una canción en coro
que sale del cielo y, como hemos visto, la función de estas
canciones en coro es la de aclarar la acción principal que se
representa en símbolos. Dice: Ahora ha venido la salvación, y
el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su
Cristo; y luego (pensando en los seguidores de Cristo, más
bien que en Cristo mismo), ellos conquistaron por medio de la
sangre del Cordero y la palabra de su testimonio. Ahora, hay
que admitirlo, esto significa que es el Cristo cuyo poder ha
venido, y que es por medio de su sangre que la victoria ha
sido obtenida. Nos dice quién derrotó a Satanás y cómo; fue
Jesús en la cruz". 33
Ya hemos observado que la Guerra Santa fue iniciada
por el ataque de Miguel y el ejército del cielo. En respuesta,
el dragón y sus ángeles presentaron batalla. Pero esta acción
defensiva de las fuerzas del mal demostró ser un completo
fracaso: No eran lo bastante fuertes, y ya no hubo lugar para
ellos en el cielo. Y el gran dragón fue echado fuera, en
abjecta derrota. Por parte de las fuerzas del mal, la batalla
está perdida. Esto es exactamente lo que profetizó Jesús sobre
las posibilidades de su iglesia militante: "Las puertas del
cielo no prevalecerán contra ella" (Mat. 16:18).
Jesús presenta la Iglesia, no como una ciudad
sitiada por las fuerzas del mal, sino más bien como un gran
ejército, que pone sitio a la ciudad capital y al cuartel
general del enemigo; y son las fuerzas del mal las que
sucumben al ataque de la Iglesia. El pueblo de Dios es el
agresor: Toma la iniciativa en la guerra, y asalta, con éxito,
las puertas del infierno. Satanás y todas sus fuerzas no son
lo bastante fuertes, mientras que el cristiano puede decir con
Pablo: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4:13).
Juan intercala información detallada sobre la
identidad del dragón: Es la serpiente antigua, el antiguo
tentador que sedujo a Eva al principio (Gén. 3:1-15). Al
dragón se le conoce como el diablo, un término que significa
el calumniador, porque es, como dijo el Señor, "mentiroso, y
padre de mentira" (Juan 8:44). Una forma relacionada del
dragón es Satanás (o, más apropiadamente, el satanás), palabra
hebrea que significa adversario, especialmente en cuestiones
legales. El ser al que llamamos Satanás es el abogado
de la acusación, el acusador que levanta cargos contra los
hombres en el tribunal de Dios, el malo, que incansablemente
acusa a los hermanos "día y noche" (v. 10). Satanás fue el
acusador de Job (Job 1:6-11; 2:1-5) y de Josué el sumo
sacerdote (Zac. 3:1-10) - y, como puede verse en estos dos
casos, sus acusaciones supuestamente legales eran sólo
mentiras. El acusador del pueblo de Dios es un calumniador,
padre de mentira. 34 Porque él es el calumniador por excelencia, engaña
al mundo entero. Fue Satanás el que estuvo detrás de las
calumniosas acusaciones contra los primeros cristianos, los
rumores difamatorios y los cargos criminales afirmando que
eran apóstatas, ateos, asesinos rituales, caníbales,
revolucionarios sociales, y odiadores de la humanidad. 35
Pero, como dice Juan, el gran dragón fue arrojado a
la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. La expresión
arrojados se usa tres veces en el versículo 9, subrayando el
significado y la cualidad de final de este suceso. El
principio de lex talionis (ojo por ojo) se pone en
vigor aquí: En 12:4, la cola del dragón arrastró la tercera
parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la
tierra; ahora el dragón mismo es arrojado a la tierra junto
con sus ángeles malos. En los versículos siguientes, Juan
explica la visión, diciéndonos claramente cuándo tuvo lugar
esta gran expulsión de los demonios.
10-11 La explicación viene, como a menudo ocurre con
Juan, en un llamado, con una gran voz del cielo, a adorar,
exhortando a la asamblea a alabar al Señor por sus
maravillosas obras.El resultado de la victoria de Miguel sobre
el dragón es cuádruple, y cubre la tierra: Ahora ha venido la
salvación - la victoriosa liberación "hacia un espacio amplio
y abierto" - y el poder, y el reino de nuestro Dios, y la
autoridad de su Cristo. El desenlace de la Guerra Santa es
éste: ¡El reino ha llegado! El poder de Dios y la autoridad de
Cristo han venido, se han hecho manifiestos en la historia,
porque el acusador de nuestros hermanos ha sido arrojado a
tierra, el que les acusaba delante de nuestro Dios día y
noche.
Esta gran batalla apocalíptica, la mayor lucha de
toda la historia, ya ha sido peleada y ganada por el Señor
Cristo, dice Juan, y el dragón ha sido derribado. Además, los
mártires que entregaron sus vidas en el servicio de Cristo no
murieron en vano; son partícipes de la victoria: Conquistaron
al dragón por medio de la sangre del Cordero - por medio de 36 su victoria
definitiva, de una vez por todas - y por medio de la palabra
de su testimonio. La fidelidad de los mártires a Cristo se
demuestra en que no amaron sus vidas aún hasta la muerte,
sabiendo que "el que ama su vida la perderá; y el que aborrece
su vida en este mundo, para vida eterna la guardará" (Juan
12:25).
Por lo tanto, es imposible que la Guerra Santa entre
Miguel y el dragón sea una representación de la batalla final
de la historia al fin del mundo. No puede ser futura en
absoluto. No es una batalla que ha de tener lugar a la Segunda
Venida. Según Juan, la victoria sobre el dragón no tiene lugar
por medio de un suceso cataclísmico al final de la historia,
sino por medio de un suceso cataclísmico que tuvo lugar en la
mitad de la historia: el sacrificio del Cordero. El lenguaje
usado para describir la base de la conquista de Miguel no
tiene nada que ver con la Segunda Venida, sino que tiene todo
que ver con la Primera Venida. Los mártires vencen por medio
de la sangre derramada de Cristo, y por medio de la intrépida
proclamación del evangelio. La victoria cósmica sobre el
dragón tiene lugar por medio del evangelio, y sólo el
evangelio - el evangelio en su aspecto objetivo (la obra de
Cristo), y el evangelio en su aspecto subjetivo (la
proclamación de la obra de Cristo).
Entonces, por lo tanto, ¿cuándo cayó Satanás del
cielo? Cayó, definitivamente, durante el ministerio de Cristo,
que culminó con la expiación, la resurrección, y la ascensión
del Señor a su trono celestial. Podemos ver las etapas de la
Guerra Santa a través del mensaje de los evangelios. Mientras
que la actividad de los demonios parece relativamente rara en
el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento registra numerosos
brotes de demonismo. Ábrase las páginas del Nuevo Testamento,
y los demonios son casi inevitables. ¿Por qué? ¿Qué causó la
diferencia? Fue la presencia de Cristo. Siguió a la ofensiva,
entrando en la historia para combatir contra el dragón, e
inmediatamente el dragón contraatacó con todo su poder,
causando tanto daño como le fue posible. Y cuando vemos al
Señor guerreando contra el diablo, también vemos al Señor
dando ayuda angélica (comp. Mat. 4:11; 26:53; Luc. 22:43).
Como Miguel dirigiendo los ángeles, Cristo condujo a sus
apóstoles contra el dragón, expulsándolo de su puesto. El
mensaje de los evangelios es el de que, en el ministerio
terrenal de Cristo y sus apóstoles, Satanás perdió su lugar de
poder y cayó a la tierra:
Volvieron los setenta con
gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu
nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un
rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y
escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os
dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os
sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están
escritos en los cielos. (Lucas 10:17-20).
Lo que Apocalipsis 12 presenta es sólo eso: no sólo
la sujeción de los demonios a los santos, sino el registro de
los nombres de los santos en el cielo - su sentencia de
justificación, de su correcta posición en el tribunal del
cielo, porque su acusador ha sido expulsado del tribunal y su
falso testimonio invalidado. La palabra para la palabra
conquistar en este versículo (nikao) lleva la
connotación, no sólo de una victoria militar, sino también de
una victoria legal; obtener un veredicto favorable (comp. Rom.
3:3). Por supuesto, la ejecución definitiva de esto fue la
expiación de Cristo por los pecados de su pueblo; así, justo
antes de ofrecerse a sí mismo como sacrificio, nuestro Señor
dijo: "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de
este mundo será echado fuera" (Juan 12:31). En la victoria de
Cristo, la salvación y el reino vinieron a la tierra. Satanás
fue derrotado.
El lenguaje mismo de los evangelios atestigua esto. El término
normal para el hecho de que Cristo "echaba fuera" los demonios
a través de su ministerio (ekballo; comp. Mat. 8:16,
31; 9:33-34; 10:1, 8; 12:24, 26-28) es simplemente una forma
intensiva de la palabra usada repetidamente en Apocalipsis 12
para el "lanzamiento fuera" del dragón (ballo). Y
Jesús anunció: "Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera
los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de
Dios" (Mat. 12:28). El mensaje de Apocalipsis es consistente
con el del Nuevo Testamento en general: Cristo ha llegado,
Satanás ha sido lanzado fuera, y el Reino ha venido. Por medio
de su muerte y su resurrección, Cristo "desarmó" a los
demonios, triunfando sobre ellos (Col. 2:15). Satanás ha sido
dejado impotente (Heb. 2:14-15), y así Pablo pudo asegurar a
los creyentes en Roma que "el Dios de paz aplastará en breve a
Satanás bajo vuestros pies" (Rom. 16:20). La cruz era el
blanco, dijo Jesús, del juicio del mundo (Juan 12:31) - o,
como lo expresó Juan Calvino, la reforma y la restauración del
mundo. 37 El gobernante ilegítimo del mundo fue echado fuera
por la venida de Cristo. Como anunció a su ascensión, "Toda
potestad (exousia) me es dada en el cielo y en la
tierra" (Mat. 28:18). La visión de Juan declara lo mismo: ¡El
reino de nuestro Dios y la autoridad (exousia) de su
Cristo han venido!
12 La voz desde el cielo exhorta a la congregación a
la adoración con júbilo: Por lo cual alegraos, cielos, y los
que moráis en ellos. ¿Quiénes son éstos que moran en los
cielos? Ya para este momento, Juan ha dicho claramente que la
adoración de la iglesia tiene lugar, real y verdaderamente,
delante del trono celestial de Dios (4:4-11; 5:8-14; 7:9-17).
El Nuevo Testamento refleja claramente este entendimiento de
parte de los apóstoles y la iglesia primitiva, declarando que
Dios nos ha levantado con Cristo a lugares celestiales (Efe.
2:6), donde tenemos nuestra ciudadanía (Fil. 3:20). Nuestra
adoración es contemplada por la hueste angélica (1 Cor. 11:10;
Efe. 3:10), porque hemos venido a la Jerusalén celestial,
donde innumerables ángeles están reunidos en asamblea festiva
con la Iglesia (Heb. 12:22-23). Por lo tanto, los que son
llamados a gozosa alabanza por la venida del Reino y la
derrota del dragón son la Iglesia. Hemos seguido al Niño en su
victoriosa ascensión (Efe. 1:20-22; 2:6), y nos hemos
convertido en su tabernáculo (comp. 7:15; 13:6).
Pero la conquista definitiva del dragón por Cristo
no significa el fin de la actividad de aquél por completo. En
realidad, como rata acorralada, se vuelve aún más
frenéticamente violento, aumentando sus airados gruñidos a la
par que aumentan su frustración y su impotencia. Por eso, la
voz desde el cielo declara: ¡Ay de los moradores de la tierra
y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran
ira, sabiendo que le queda poco tiempo. La séptima trompeta ha
sonado (11:15), y el tercer ay ha llegado (véase 8:13; 11:14).
El dominio del dragón, después de su derrota a la ascensión de
Cristo, ahora ha venido a ser la tierra y el mar; ha perdido
para siempre el santuario edénico, que le había sido entregado
por Adán. Por eso, en el capítulo 13, Juan ve dos grandes
bestias a la imagen del dragón, que surgen del mar y de la
tierra. En las imágenes de Juan, el mar resultará ser las
naciones paganas (véase más abajo, sobre 13:1-2), que rugen y
echan espumarajos por la boca en su odio contra el Señor y su
Cristo (comp. Sal. 2:1). Y, como hemos visto repetidamente,
los israelitas están representados por la tierra. La voz está
advirtiendo que tanto Israel como el imperio serán demonizados
en el loco frenesí de Satanás por aferrarse a los decompuestos
y marchitos restos de su gobierno ilícito. Al dragón sólo le
queda un breve período en el cual poder causar la ruina de la
iglesia, mientras ella está todavía conectada al antiguo
Israel; tratará de azuzar a la tierra y al mar, primero en una
sociedad demoníaca contra la Iglesia, y luego en una guerra la
una contra el otro para aplastar a la Iglesia en medio. Como
un depuesto gángster que huye, el dragón trata de consolidar
su poder para una última y desesperada resistencia. Pero sabe
que está perdido; el tiempo casi se le ha terminado.
El Dragón
Ataca a la Iglesia (12:13-17)
13 Y cuando vio el dragón que
había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que
había dado a luz al hijo varón.
14 Y se le dieron a la mujer
las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de
la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por
un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
15 Y la serpiente arrojó de
su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese
arrastrada por el río.
16 Pero la tierra ayudó a la
mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el
dragón había echado de su boca.
17 Entonces el dragón se
llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra
el resto de la descendencia de ella, los que guardan los
mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.
13 Juan regresa al tema mencionado en el versículo
6: la huída de la mujer de delante del dragón. Esto ocurre
como resultado directo de la derrota del dragón a manos de
Miguel, porque cuando el dragón vio que había sido lanzado a
la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al Hijo
varón. Es imposible subrayar demasiado el hecho de que, para
Juan y su auditorio, éste es uno de los puntos más cruciales
de todo el capítulo. El dragón persigue a la Iglesia
precisamente porque Cristo lo ha derrotado. Debemos
recordar esto al leer que el dragón urde conspiraciones, y sus
astutas maquinaciones entre bastidores están dirigidas a
causar la destrucción de la Iglesia; ¡todos sus ataques contra
la Iglesia se originan en el hecho de que ya ha sido
derrotado!
Para nuestra interpretación, es importante observar también
que la persecución de la mujer surge en relación con la caída
del dragón a la tierra de Israel. Es allí, primero que todo,
donde busca destruir a la Iglesia.
14 Pero la mujer es librada, volando al desierto en
las dos alas de la gran águila. Nuevamente, Juan usa imágenes
del Éxodo, donde las columnas llenas de ángeles de la Nube de
Gloria son descritas como "alas de águilas", por medio de las
cuales Dios había traído a Israel a sí mismo en el desierto
para que fuese pueblo suyo, un reino de sacerdotes para Dios,
una nación santa (Éx. 19:4-6; comp. 1 Ped. 2:9-10). El cuadro
se expande aún más cuando Moisés, contemplando la historia del
pueblo de Dios al final de su vida, habla de cómo Dios salvó a
Israel en el desierto:
Le halló en tierra de
desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo
alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo.
Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus
pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus
plumas. (Deut. 32:10-11)
Moisés usa dos palabras claves en este pasaje: yermo
y revolotear. Ambas ocurren solamente una vez más en todo el
Pentateuco, y nuevamente juntas, en Génesis 1:2. El
equivalente de yermo se usa para describir la
inhabitable condición de la tierra cuando fue creada
("desordenada"); y revolotear es el término que Moisés
usa para describir la actividad del Espíritu, de "moverse" en
poder creador sobre la faz de abismo. Dios no es descuidado
con el lenguaje. Su profeta Moisés tenía una razón específica
para repetir esas palabras claves en su mensaje de despedida.
Estaba subrayando el mensaje de que la salvación de Israel era
un evento de creación. El pacto de Sinaí fue una re-creación,
una reorganización del mundo. 38 De manera similar, Juan toma prestada terminología
del mismo pasaje de Moisés para presentar ese mensaje a la
Iglesia: Dios ha traído a su cumplimiento las re-creaciones
provisionales del antiguo orden. La venida de Cristo ha traído
la re-creación definitiva, el Nuevo Pacto. Y, como en los días
antiguos, cuando Dios milagrosamente preservó a Israel en
todas sus aflicciones, proporcionándole un paraíso en medio
del desierto, así también ahora alimentará y tendrá cuidado de
la Iglesia, su Esposa, y la Madre de su Hijo unigénito. El
pueblo de su pacto mora al abrigo de la Nube de Gloria, a la
sombra de sus alas (Sal. 17:8; 36:7; 57:1; 61:4; 91:4, 11).
Las alas del águila, que significan muerte y destrucción para
los enemigos del pacto (Deut. 28:49; Job. 39:27-30; Jer.
48:40; Oseas 8:1; Hab. 1:8; Mat. 24:28), son un emblema de
paz, seguridad, y bendición para los herederos de la gracia
del pacto.
Nuevamente (comp. v. 6), Juan señala que la huída de la mujer
al desierto no es evidencia de que ha sido abandonada por
Dios; no es una señal de que ha perdido la batalla, ni de que
los sucesos están fuera de control. Más bien, ella vuela en
alas de águila por encima de las aguas (v. 15) a su lugar,
para que pueda ser sustentada durante el período de su
tribulación (comp. Luc. 4:25-26), los conocidos tres años y
medio de juicio mencionados en los profetas - o, como Juan los
presenta aquí en el lenguaje de Daniel 7:25 y 12:7, un tiempo,
y tiempos, y medio tiempo.
Tradicionalmente, los comentaristas preteristas han
visto este pasaje en términos del escape de la Iglesia de
Judea de las invasiones edomitas y romanas durante las guerras
de los judíos cuando, en obediencia a las órdenes de Cristo
(Mat. 24:15-28), los cristianos escaparon para buscar refugio
en las cuevas del desierto. 39 No hay nada malo con este punto de vista hasta
donde alcanza, pero no alcanza lo suficiente. Porque la
alegoría de Juan sobre la mujer es la historia de la Iglesia,
no sólo una rama particular de ella. La liberación de la
Iglesia de Judea debe ser vista como la principal referencia
histórica de este texto, pero teniendo en cuenta que su
experiencia representa e ilustra la liberación de la Iglesia
en su totalidad en este período difícil, cuando el Señor
preparó una mesa para ella en presencia de sus enemigos (Sal.
23:5).
15-16 Juan continúa con sus imágenes de Éxodo,
recordándonos de cuando los hijos de Israel fueron atrapados
"entre el diablo y el profundo Mar Rojo": Y la serpiente
arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que
fuese arrastrada por el río. Farrer dice: "La mujer es tratada
como la congregación de Israel, salvada de Egipto, levantada
por el Señor en alas de águila, y traída a Sinaí. La
persecución de ella por el dragón enviándole una inundación es
una imagen generalizada de la acción de Faraón, que (1) manda
que a los niños israelitas, y especialmente a Moisés, se los
lleve el río Nilo, (2) sale con un ejército tras de Israel,
que escapa, y (3) confía en el Mar Rojo para encerrar a
Israel. 40 Las imágenes bíblicas eran familiares: un río
amenazante tratando de abrumar al pueblo de Dios, fluyendo de
la boca de sus enemigos (Sal. 18:4, 16; 124:3-6; Isa. 8:5-8;
59:19; Jer. 46:7-8; 47:2; Os. 5:10).
Pero nuevamente, como en el Éxodo, el plan del
dragón queda frustrado: La tierra ayudó a la mujer, pues la
tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado
de su boca. 41 El cuadro se basa parcialmente en el incidente
registrado en Números 16:28-33, cuando la tierra abrió su boca
y se tragó a los instigadores de una rebelión contra Moisés.
Milton Terry resume el punto de las alusiones de Juan al
Antiguo Testamento en este pasaje: "La gramn idea en todas
estas imágenes es que sale poder divino para liberar y
sustentar a la Iglesia de Dios del Nuevo Testamento en el día
de su persecución - el mismo poder que en la antigüedad hizo
los milagros en Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto". 42 Ése es en realidad
el énfasis de Juan aquí. La Iglesia está divinamente protegida
y preservada a través de todas sus tribulaciones. No importa
qué haga el dragón en sus intentos por destruir la Iglesia -
hasta provocar la Revuelta Judía, o hacer que los edomitas y
los romanos masacren a los habitantes de Israel - la Iglesia
escapa a su poder. Para cuando Roma ataca, la Iglesia hace
tiempo que se ha ido; la tierra de Israel traga el río de ira,
absorbiendo el golpe en su lugar. La destrucción de Jerusalén
dejó a la verdadera ciudad y al templo indemnes, porque
estaban a salvo con la mujer bajo la sombra del Omnipotente.
17 El dragón sólo tenía "poco tiempo" (v. 12) para
destruir la Iglesia, y falló nuevamente. Frustrado en su
intento por destruir a la Madre Iglesia, se airó contra la
mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de la
descendencia de ella, los cristianos que resultaron ilesos en
la guerra del dragón contra la mujer. ¿Cómo es que la Iglesia
es simbolizada tanto por la mujer como por sus hijos? "Estas
distinciones se hacen y se mantienen fácilmente. La Iglesia,
considerada como una institución y un cuerpo orgánico, puede
ditinguirse de sus hijos, como muestran claramente Isaías
66:7-8 y Gálatas 4:22-26... En consecuencia, observamos que la
Iglesia es, según un punto de vista, la totalidad de todos sus
miembros o hijos; según otro, familiar a las Escrituras, sus
miembros individuales se consideran como relacionados con ella
como se relacionan los hijos con la madre". 43
Habiendo sido frustrado en su propósito de destruir
tanto a la Madre como a su Simiente, el dragón vuelve su ira
contra el resto de la descendencia de ella, la
predominantemente gentil Iglesia cristiana por todo el
imperio. Fijémosnos bien en la descripción que hace Juan de
estos hermanos y estas hermanas del Señor Jesucristo: Guardan
los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. La
definición de cristiano es, desde una perspectiva, que él es
miembro de una asamblea organizada del pueblo de Dios;
igualmente importante, el cristiano es definido en términos de
su conformidad ética a la ley de Dios.
Y en esto sabemos que nosotros
le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo
le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso,
y la verdad no está en él. (1 Juan 2:3-4)
Pues éste es el amor de
Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no
son gravosos. (1 Juan 5:3).
Como ya nos ha informado Juan, los santos vencen al
dragón por medio de la palabra de su testimonio y su fiel
obediencia hasta la muerte (v. 11). Los siguientes capítulos
detallarán varias etapas cruciales en la continuada guerra
entre la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer.
El pasaje no se propone ser cronológicamente exacto, como si
el dragón se volviera contra el resto de la Iglesia sólo
después del fracaso de la Guerra Judía. Más bien, la huída de
la Iglesia de Judea es sólo la culminación de una serie de
liberaciones a través de los últimos días, simbolizadas por la
huída de la mujer. Juan describe en imágenes las varias
estratagemas ideadas por Satanás para destruir la Iglesia, y
muestra que todas son un completo fracaso. El dragón libra una
batalla perdida de antemano, porque ya ha sido derrotado en la
cruz y en la tumba. No hay una sola pulgada cuadrada ni en el
cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra donde hay paz
entre la serpiente y la simiente de la mujer, y Cristo ya ha
vencido de modo aplastante en todos los frentes. Desde la
ascensión de Cristo, la historia del mundo ha sido una
operación de limpieza. Mientras continúe siendo la Iglesia
obediente, la Iglesia militante será la Iglesia triunfante
también.
Notas:
1. Milton S. Terry, Biblical Apocalyptics: A
Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in
the Canonical Scriptures (New York: Eaton & Mains,
1896), p. 381.
2. Ibid.
3. La palabra señal se usa siete veces
en los capítulos 12-19; tres están en el cielo (21:1, 3; 15:1),
cuatro están en la tierra (13:3, 14; 16:14; 19:20).
4. Henry M. Morris, The Revelation Record: A
Scientific and Devotional Commentary on the Book of Revelation
(Wheaton: Tyndale House Publishers, Inc., 1983), p. 213.
5. La palabra mujer (o mujeres) se usa
19 veces en Apocalipsis, motivando a Ford para que sugiriera que
"la mujer símbolo es casi tan importante como el Cordero" (Revelation:
Introduction, Translation, and Commentary [Garden City:
Doubleday and Company, 1975], p. 188.
6. Philip Barrington, The Meaning of the
Revelation (London: SPCK, 1931), pp. 204f.
7. Véase, por ejemplo, Mat. 27:50; Mar. 3:11;
5:7; 9:24; 10:48; 15:13; Juan 1:15; 7:28; 12:13, 44; Hech.
19:28, 32, 34; Rom. 9:27; Gál. 4:6; sant. 5:4; y vea su uso
especialmente en Apocalipsis: 6:10; 7:2, 10; 10:3; 14:15; 18:2,
18-19; 19:17.
8. Las doce
estrellas son: "(1) Pi, (2) Nu, (3) Beta (cerca de la
eclíptica), (4) Sigma, (5) Chi, (6) Iota. Estas seis estrellas
forman el hemisferio meridional alrededor de la cabeza de Virgo.
Luego están (7) Theta, (8) Estrella 60, (9) Delta, (10) Estrella
93, (11) Beta (la estrella de segunda magnitud), (12) Omicron.
Éstas últimas seis estrellas forman el hemisferio septentrional
alrededor de la cabeza de Virgo. Todas estas estrellas son las
visibles que podrían haber sido vistas por observadores". Ernest
L. Martin, The Birth of Christ Recalculated (Pasadena, CA:
Foundation for Biblical Research, 2nd. cd., 1980), p. 159.
9. Véase de Josefo, Antiquities of the Jews,
iii.vii.7, donde explica el significado de las doce piedras en
el pectoral del sumo sacerdote, que representaban las doce
tribus de Israel (Éx. 28:17-21), en términos del Zodíaco.
10. Véanse los comentarios sobre Apocalipsis
4:7; comp. Ernest L. Martin, The Birth of Christ
Recalculated, pp. 168s.
11. Farrer, The Revelation of St. John the
Divine (Oxford: At the Clarendon Press, 1964), p. 141.
12. Se sostiene por lo general que Herodes el
Grande murió en el año 4 a. C., y que, por lo tanto, Cristo
nació en el año 6 o 7 a. C. Sin embargo, Martin presenta
argumentos detallados y persuasivos a favor de que la muerte de
Herodes ocurrió en el año 1 a. C. Véase su obra Birth of
Christ Recalculated, pp. 26-131.
13. Ibid.,
pp. 146s. ¿Y Diciembre 25, la fecha tradicional de la Natividad?
Como lo demuestra Martin, tuvieron lugar numerosos y alarmantes
fenómenos astronómicos durante los años 3-2 a. C. Principal
entre estos sucesos celestes fue el hecho de que Júpiter,
reconocido por judíos y gentiles por igual como el "Planeta del
Mesías", estaba situado en el vientre de Virgo y que permaneció
inmóvil, directamente sobre Belén, el 25 de diciembre del año 2
a. C., cuando el Niño tenía poco más de un año. (Mateo dice que
la santa familia estaba instalada en una casa, no un establo,
para cuando los magos la visitaron [Mat. 2:11]. Además, Herodes
ordenó la matanza de los inocentes "menores de dos años,
conforme al tiempo que había inquirido de los magos" [Mat.
2:16], indicando que el Niño ya no era un recién nacido). Para
un relato completo de los eventos astronómicos de 3-2 a. C.,
véase de Martin, pp. 4-25, 144-177.
14. Ibid., pp. 152s.
15. Ibid., p. 158.
16. Algunos suponen erróneamente que era un
hipopótamo. Su descripción en el texto bíblico indica que estaba
mucho más cerca de ser un brontosauro.
17. ¡Algunos
creen de verdad que la criatura mencionada en esta última
referencia, un dragón enorme que escupía fuego llamado Leviatán,
era un cocodrilo! Sin embargo, es claro según las afirmaciones
de Job, que por lo menos algunos grandes dinosauros fueron
contemporáneos de este primitivo patriarca. Para un equilibrado
examen de supuestos avistamientos de monstruos marinos en
tiempos más recientes, véase de Bernard Heuvelmans, In the
Wake of the Sea Serpents (New York: Hill and Wang, 1968).
Duane T. Gish ha propuesto una posible explicación de la
biología de "escupir fuego" en su obra Dinosaurs: Those
Terrible Lizards (San Diego: Creation-Life Publishers,
1977), pp. 50ss.
18. En Hebreos, esta es una palabra
completamente diferente del nombre de Rahab, la prostituta
cananea que salvó a los espías hebreos en Josué 2.
19. La palabra hebrea aquí es bara, por
lo demás usada solamente para describir la creación de los
cielos y la tierra, v. 1, y la del hombre, v. 27.
20. Comp. Deut. 8:15; Luc. 10:19; 11:11-12;
Apoc. 9:3-11.
21. Farrer, p. 143.
22. Ibid.
23. La constelación de Libra (la Balanza) era
también considerada en el mundo antiguo como las Garras de
Escorpión; véase, de Richard Hinckley Allen, Star Names:
Their Lore and Meaning (New York: Dover Publications,
1963), pp. 269ss.
24. Algunos argüirán que esta frase se refiere,
no a la encarnación o nacimiento físico de Cristo, sino a su
generación eterna; sin embargo, para fines de la alusión bíblica
de Juan, la cuestión es irrelevante. Con el salmista, su énfasis
es que el Niño pasa desde el nacimiento a reinar.
25. Farrer, p. 141.
26. Para la relación entre los 1.260 días y el
número de la bestia (666), véanse los comentarios sobre 13:18.
27. Calvino reconocía que esta descripción de
Miguel debía ser una referencia a Jesucristo; véase su libro Commentaries
on the Book of the Prophet Daniel (Grand Rapids: Baker
Book House, 1979), Vol. 2, pp. 369ss.
28. Con la frase "el cuerpo de Moisés", Judas
probablemente quiere decir la comunidad del pacto del Antiguo
Testamento, el equivalente del "Cuerpo de Cristo": comp. las
"casas" de Moisés y de Cristo en Heb. 3:2-6.
29. Véase la discusión sobre este punto en la
obra de Herman Bavinck, The Doctrine of God, traducida
por William Hendriksen (Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Co., 1951), pp. 256ss.
30. Una discusión sumamente útil de todo este
punto se encuentra en Barrington, pp. 218-224. Véase también de
E. W. Hengstenberg, The Revelation of St. John (Cherry
Hill, NJ: Mack Publishing Co., [1851] 1972), Vol. 1 , pp.
464-472.
31. Barrington, p. 222.
32. Terry, p. 386.
33. Barrington, p. 219.
34. Sobre el carácter de Satanás
esencialmente como el calumnioso "acusador de los hermanos",
véase, de Greg Bahnsen, "The Person, Work, and Present Status of
Satan", en The Journal of Christian Reconstruction, Vol.
I, No. 2 (Winter, 1974).
35. Comp. de Robert L. Wilken, The
Christians as the Remans Saw Them (New Haven: Yale
University Press, 1984), pp. 17ss., 117ss.
36. Tanto sangre como palabra
están en el caso acusativo, pero la preposición debería leerse
en el sentido de medios, así como porque aquí
(comp. Mat. 15:6; Juan 6:57; 15:3; Efe. 5:18; Apoc. 13:14);
véase de Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John: Studies
in Introduction with a Critical and Exegetical Commentary
(Grand Rapids: baker Book House, [1919] 1979), p. 627.
37. John Calvin, Commentary on the Gospel
According to John (Grand Rapids: baker Book House, 1979),
Vol. 2, p. 36; comp. Ronald S. Wallace, Calvin´s Doctrine of
the Christian Life (Tyler, TX: Geneva Ministries, [1959]
1982, p. 110.
38. David Chilton, Paradise Restored: A
Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion
Press, 1985), p. 59; Meredith G. Kline, Images of the Spirit
(Grand Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 13ss.
39. Eusebius, Ecclesiastical History,
iii.v.
40. Farrer,
p.148. Farrer también señala las imágenes astronómicas
involucradas aquí: "Está la gran Águila del cielo estrellado,
con sus dos alas, y la Señora del Zodíaco puede muy bien recibir
su ayuda al huir del Escorpión que la perseguía; porque todos
esperamos escapar del siniestro presagio de su nombre al aceptar
al Águila en su lugar, cuando contamos los cuatro rostros del
cielo.... Es después de que la mujer ha recibido las alas del
Águila que el dragón dispara un río hacia ella. Esto es
astrológico, también; el gran río del cielo, la Vía Láctea, sale
de Escorpión y describe una curva sobre el Águila" (ibid).
41. Es
interesante notar que tanto Cristo como el dragón se presentan
en Apocalipsis como escupiendo personas de sus bocas: Cristo
vomita los apóstatas (3:16), y el dragón arroja torrentes de
ejércitos (12:16-17) (del mismo modo que había arrojado
las estrellas a la tierra en 12:4). En una figura relacionada,
la tierra vomita los cananeos y los Israelitas apóstatas en
Levítico 18:28, pero aquí la tierra se traga el río que el
dragón había lanzado por su boca.
42. Terry, p. 390.
43. Ibid., p. 391. Un ejemplo relacionado es el
uso bíblico de las expresiones Sión e Hija de Sión
(comp. Sal. 9:11, 14; Cant. 3:11) e hijos de Sión (comp.
Sal. 149:2).