DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Un exposición del libro de Apocalipsis

Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton

Tomado de Freebooks


Parte Cinco

17

LA FALSA ESPOSA

Aunque, en años recientes, algunos han tratado de ver la ciudad de Roma como la gran ramera del Apocalipsis, la Iglesia, a través de la historia, ha entendido generalmente que Roma es, en cierto sentido, una falsa esposa, una parodia demoníaca de la verdadera Esposa, la Iglesia. El motivo bíblico de la Esposa que cae en adulterio (apostasía) es tan bien conocido que tal identificación es todo menos inescapable. La metáfora de la prostitución se usa exclusivamente en el Antiguo Testamento para referirse a una ciudad o una nación que ha abandonado el Pacto y se ha vuelto a los dioses falsos; y, con sólo dos excepciones (véase el comentario sobre el v. 1-2, abajo), el término se usa siempre en relación con el infiel Israel. La ramera es, claramente, la falsa iglesia. En este punto, sin embargo, el acuerdo se hace añicos y se convierte en faccionalismo. Para los herejes donatistas del siglo cuarto, la Iglesia Católica era la ramera. Algunos teólogos  ortodoxos griegos y protestantes la han visto en el papado romano, aunque muchos fundamentalistas han manchado sus encantos de oropel en el Concilio Mundial de Iglesias. Aunque es cierto que puede haber (y ciertamente ha habido) falsas iglesias a imagen de la ramera, debemos recordar el contexto histórico del Apocalipsis y las exigencias preteristas que el libro hace a sus intérpretes. Encontrar meramente algún ejemplo de una falsa iglesia, e identificarla como la ramera, no es una exégesis fiel. Juan ha establecido firmemente nuestros límites hermenéuticos dentro de su propia situación contemporánea en el siglo primero. De hecho, él ha afirmado definidamente que la ramera era un fenómeno corriente (17:18), del cual él espera que sus lectores actuales se separen. Cualesquiera aplicaciones modernas se hagan de este pasaje, debemos verlos como sólo eso: aplicaciones. El significado primario de la visión debe referirse a la falsa iglesia de los días de Juan.

Hemos visto que el Libro de Apocalipsis nos presenta dos grandes ciudades, puestas en antítesis la una de la otra: Babilonia y la Nueva Jerusalén. Como veremos en un capítulo posterior, la Nueva Jerusalén es el paraíso consumado, la comunidad de los santos, la Ciudad de Dios. La otra ciudad, que es contrastada continuamente con la Nueva Jerusalén, es la antigua Jerusalén, que ha sido infiel a Dios. Otro modo de ver esto es entender que, desde el comienzo, el propósito era que Jerusalén fuera el verdadero cumplimiento de Babilonia, una palabra que significa "Puerta de Dios". El lugar de la graciosa revelación de Dios con respecto a sí mismo y a su pacto debería ser una verdadera Babilonia, una verdadera "Puerta del Cielo" y "Casa de Dios", como Jacob lo entendió cuando vio la escalera de Dios hacia el cielo, la verdadera Torre de Babel, la verdadera pirámide que profetizaba de Cristo Jesús (Gén. 28:10-22; comp. Juan 1:51). Pero Jerusalén no caminó con la dignidad propia del llamado con el que había sido llamada. Como la Babilonia original, Jerusalén volvió sus espaldas al verdadero Dios y buscó gloria y dominio autónomos; como la Babilonia original, fue apóstata; y por esto, la "Puerta de Dios" se convirtió en "Confusión" (Gén. 11:9).

¿Cómo se convirtió en ramera la ciudad fiel? Comenzó con la apostasía del sacerdocio en Israel. La principal responsabilidad del sacerdote (el representante de Dios), es re-presentar el Esposo a la Esposa, y guardarla del peligro. En vez de eso, el sacerdocio condujo al pueblo en apostasía para alejarlo de su Señor (Mat. 26:14-15, 47, 57-68; 27:1-2, 20-25, 41-43, 62-66). A causa del fracaso del sacerdocio en traer el Esposo a Israel, la Esposa se convirtió en ramera, yendo en busca de otros esposos. La apostasía del sacerdocio se describe en 13:11-17, bajo la figura de la bestia que sube de la tierra. Pero la falsa esposa no es absuelta de responsabilidad. Ella es culpable también, y la profecía de Juan ahora se vuelve a considerar el juicio y la destrucción de ella. 1

La "Babilonia" simbólica fue destruida cuando el séptimo ángel derramó su copa, la libación de aniquilamiento (16:17-21). Como hemos visto, esta visión es parte del cuarto siete del Apocalipsis - las siete copas que contienen las siete plagas. La conexión está proporcionada en 17:1 (comp. 21:9), que nos dice que es uno de los siete ángeles-copas el que da a Juan la visión del juicio de la gran ramera. Esta visión, por lo tanto, revela el significado de la séptima copa, la destrucción de Jerusalén.

La identidad de la ramera (17:1-7)

1 Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas;
2 con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.
3 Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.
4 Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación;
5 y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
6 Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.
7 Y el ángel me dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos.
1-2 La visión de las siete copas continúa: Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas muestra a Juan la caída de la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas. A los lectores de Juan ya se les ha hablado de una ciudad-ramera llamada "Babilonia la grande" (14:8; 16:19), y la semejanza entre la ramera y la Babilonia original es subrayada por la información de que ella se sienta sobre muchas aguas, una imagen tomada de la descripción de Jeremías de Babilonia en su famoso oráculo de juicio contra ella (Jer. 50-51). La expresión muchas aguas de Jeremías 51:13 se refiere tanto al Éufrates, que corría por en medio de la ciudad, como a los canales que la circundaban. En última instancia, se refiere a las bendiciones que Dios había concedido a Babilonia, y que ella prostituyó para su propia gloria. Por eso, Juan describe a la gran ramera de su tiempo en términos de su prototipo y modelo. Más tarde, en 17:15, se nos informa de un aspecto del significado simbólico de las "muchas aguas", pero por ahora el punto es meramente la identificación de la ramera con Babilonia.

Sin embargo, debemos reconocer al mismo tiempo que, en todos los otros lugares de Apocalipsis donde se usa la expresión "muchas aguas", ésta ocurre dentro de una descripción de la relación de pacto de Dios y su interacción litúrgica con su pueblo. Hemos notado que la voz que habla desde la Nube de Gloria suena como muchas aguas, y que esta voz es producida por los innumerables ángeles en el concilio celestial (Eze. 1:24). De manera similar, en Apocalipsis 1:15, la voz de Cristo es "como el sonido de muchas aguas" (comp. Eze. 43:2); en 14:2, Juan oye nuevamente la voz que habla desde el cielo como "el sonido de muchas aguas"; y en 19:6, la gran multitud de los redimidos, habiendo entrado al concilio angélico en el cielo, se une al cántico de alabanza, que Juan oye como "el sonido de muchas aguas". La expresión, pues, recuerda tanto la graciosa revelación de Dios como la respuesta litúrgica de alabanza y obediencia del pueblo de Dios. Dados los antecedentes bíblicos y el contexto de la frase, no sería ninguna sorpresa para sus lectores que la mujer sea vista sentada sobre "muchas aguas". La sorpresa es que ella es una ramera. Ha tomado los buenos dones de Dios y los ha prostituído (Eze. 16:6-16; Rom. 2:17-24).

La ciudad-ramera ha fornicado con los reyes de la tierra. Esta expresión ha sido tomada de la profecía de Isaías contra Tiro, donde se refiere principalmente a su comercio internacional (Isa. 23:15-17); Nínive también ha sido acusada de "multitud de fornicaciones" con otras naciones (Nahum 3:4). 2 Sin embargo, más a menudo la imagen de una ciudad o nación que fornica con los reinos del mundo se usa para referirse al rebelde pueblo del pacto. Hablando contra la Jerusalén apóstata, Isaías se lamentaba:

¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad; pero ahora, los homicidas. (Isa. 1:21).
La imagen del adulterio de Israel es bastante común en los profetas, al presentar la demanda de pacto de Dios contra la Esposa que ha abandonado a su Esposo. 3 Jeremías habló contra Israel como ramera, que se fue tras los falsos dioses de los paganos en lugar de su verdadero Esposo:
Porque desde muy atrás rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste: No serviré. Con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso te echabas como ramera... Dromedaria ligera que tuerce su camino, asna montés acostumbrada al desierto, que en su ardor olfatea el viento. De su lujuria, ¿quién la detendrá? Todos los que la buscaren no se fatigarán, porque en el tiempo de su celo la hallarán... Vuestra espada devoró a vuestros profetas, como león destrozador. ¡Oh generación! atended vosotros a la palabra de Jehová. ¿He sido yo un desierto para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos libres; nunca más vendremos a tí? ¿Se olvida la virgen de su atavío, o la desposada de sus galas? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días. ¿Por qué adornas tu camino para hallar amor? Aun a las malvadas enseñaste tus caminos... Dicen: Si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Tú, pues, has fornicado con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí! dice Jehová. Alza tus ojos a las alturas, y ve en qué lugar no te hayas prostituído. Junto a los caminos te sentabas para ellos como árabe en el desierto, y con tus fornicaciones y con tu maldad has contaminado la tierra. Por esta causa las aguas han sido detenidas, y faltó la lluvia tardía; y has tenido frente de ramera, y no quisiste tener vergüenza. (Jer. 2:20-24, 30-33; 3:1-3).
Los adulterios de Israel, decía Oseas, tenían lugar "en todas las eras del trigo" (Oseas 9:1): La imagen es la de una mujer que se prostituye por dinero en el granero durante el tiempo de la cosecha. Esto tiene un doble significado. Primero, Israel estaba apostatando hacia la adoración de Baal, buscando en falsos dioses bendición de la cosecha y la fertilidad (olvidando que la fertilidad, y la bendición en todas las áreas, sólo puede venir del único Dios verdadero). Segundo, el templo estaba construído sobre una era (2 Crón. 3:1), simbolizando la acción de Dios a través de la historia al separar la paja de su trigo santo (Job 1:18; Sal. 1:4; 35:5; Isa. 17:13; Luc. 3:17). La era también simboliza la relación matrimonial: La unión entre Booz y Ruth tuvo lugar en su era (Ruth 3), y la acción de moler en un molino es una imagen bíblica de las relaciones sexuales (Job 31:10; Isa. 47:2; Jer. 25:10). 4 Así, en vez de consumar su matrimonio con Dios por medio de la adoración en su era, la Esposa se dedicó a fornicar en cada era ajena, postrándose delante de dioses desconocidos y altares extraños.

La Jerusalén apóstata es la ciudad-ramera; este tema se vuelve aún más prominente en la profecía de Ezequiel, particularmente en Ezequiel 16 y 23, donde es claro que sus "fornicaciones" consisten en alianzas político-religiosas con poderosos reinos paganos (véase, por ej., Eze. 16:26-29). En los días de Ezequiel, el pueblo de Jerusalén había abandonado la verdadera fe y se había vuelto a dioses paganos y a naciones impías en busca de ayuda, antes que confiar en que Dios fuera su protector y liberador. Es importante notar que, aunque Israel mismo parece haber considerado estas relaciones principalmente en términos políticos, los profetas subrayaban que el aspecto religioso era de importancia central. La confianza de la nación del pacto en poderes paganos no podría verse como mera conveniencia política; era nada menos que prostitución. Usando lenguaje tan gráfico y explícito que la mayoría de los pastores modernos no querrían predicar sobre estos capítulos,
5 Ezequiel condena a Jerusalén como una ramera degradada y lasciva: "Te ofreciste a cuantos pasaban, y multiplicaste tus fornicaciones" (Eze. 16:25). La manera sarcástica en que Ezequiel describe el adulterio de Israel es penetrante y vívida: Israel desea a los (supuestamente) bien dotados egipcios, cuyos órganos sexuales son del tamaño de los genitales de burros, y producen semen en cantidades tan prodigiosas que rivalizan con la de un caballo (16:26); 23:20). Su deseo adúltero (inflamado por imágenes pornográficas, 23:14-16) es tan grande que está dispuesta a pagar a desconocidos para que vengan a ella, más bien que al revés (16:33-34); hasta se masturba con las "imágenes de hombre" que ha hecho (16:17). La profecía de Ezequiel era cruda, y ciertamente ofendió a muchos de sus oyentes; pero simplemente les estaba haciendo una descripción fiel de cuán ofensivos eran para Dios. A la vista del Dios sacrosanto que hablaba a través de Ezequiel, nada podría ser más obsceno que la apostasía de la Esposa contra su divino Esposo.

Lo mismo ocurrió con el Israel del siglo primero. En el momento mismo en que llegaba el prometido Esposo, Israel estaba fornicando con César. La vista de su verdadero Esposo sólo le llevó más lejos en su unión adúltera con "los reyes de la tierra". Rechazando el señorío de Cristo (comp. 1 Sam. 8:7-8), los principales sacerdotes exclamaron: "¡No tenemos más rey que César!" (Juan 19:15).

La apostasía de Jerusalén condujo a la nación entera a la fornicación religiosa y política. Los que moran en la tierra - el pueblo judío (véanse los comentarios sobre 3:10) - se embriagaron con el vino de su fornicación, y fueron seducidos para que cayeran en un estupor espiritual tal que no reconocieron a su propio Cristo. Intoxicados con su aparentemente afortunada relación con el estado-poder imperial, los judíos no se dieron cuenta de que era una trampa: Estaban siendo narcotizados como preparación para su propia ejecución.

3 Ya hemos visto a la mujer en el desierto, a donde ella huyó de la opresión del dragón que tenía siete cabezas (12:6, 14). Pero esa pemanencia en el desierto fue por necesidad, y por un tiempo específico. La verdadera Esposa no mora en el desierto - señal de maldición, habitación de demonios (Mat. 12:43) 6 - de preferencia. Sin embargo, para la falsa esposa, el desierto es su elemento; ella prefiere permanecer allí antes que seguir al Espíritu a la tierra prometida. El desierto es, pues, su herencia y su destino (comp. Núm. 13-14; Zac. 5:5-11). Nuevamente, esta es una imagen profética familiar: La Jerusalén apóstata es una ramera, que trabaja en su oficio junto a los caminos del desierto como una asna salvaje en celo (comp. Jer. 2-3; Oseas 2).

Es como si la mujer de Apocalipsis 12, habiendo huído al desierto en busca de protección, se hubiese acostumbrado a la vida en el desierto y establecido una relación íntima con el dragón. Juan la ve sentada sobre una bestia escarlata. No está claro inmediatamente si la bestia escarlata es el dragón o la bestia que sube del mar. Como la bestia que sube del mar, ella está llena de nombres de blasfemia (comp. 13:1); y como el dragón, tiene siete cabezas y diez cuernos (comp. 12:3; el orden se invierte para la bestia que sube del mar, que tiene diez cuernos y siete cabezas, 13:1). Puesto que está sentada "sobre muchas aguas" (v. 1) y también sobre la bestia escarlata, la imagen parece sugerir que la bestia ha surgido del mar (comp. 11:7; 13:1). La solución más probable es simplemente ver el pasaje como una referencia a la íntima apostasía de Jerusalén tanto con Satanás como con el imperio. Roma era la encarnación política reinante del diablo, y los dos ciertamente podrían ser considerados juntos bajo una sola imagen. Israel dependía del Imperio Romano para su existencia y poder nacionales; por el testimonio del Nuevo Testamento, no hay duda de que Jerusalén estaba política y religiosamente "en la cama" con el paganismo institucionalizado, y cooperó con Roma en la crucifixión de Cristo y la persecución asesina de los cristianos.

Dicho sea de paso, ésta es una de las muchas indicaciones de que la ramera no es Roma, porque es claramente diferente. La ramera está sentada sobre la bestia, sostenida y mantenida por aquél cuyas siete cabezas representan - entre otras cosas - las famosas "siete colinas" de Roma (17:9). Vale la pena notar que hay un contraste entre el trono de Dios, sostenido por los seres vivientes que están "llenos de ojos" y que alaban a Dios día y noche (4:6-8; comp. Eze. 10:12), y la reina de las rameras, cuyo trono está sostenido por la bestia que está llena de nombres de blasfemia.

4 La mujer está vestida de púrpura y escarlata, ropaje de esplendor y realeza para quien se sienta como reina (18:7; véase Jud. 8:26; 2 Sam. 1:24; Dan. 5:7, 16, 29; Luc 16:19). Ella está adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, de acuerdo con las descripciones de la gloriosa Ciudad de Dios (Isa. 54:11-12; 60:5-11; Apoc. 21:18-21), basado, además, en el modelo del Jardín de Edén cuajado de joyas (Gén. 2:11-12; Eze. 28:13). Las joyas son también características tanto de las vestiduras del sumo sacerdote (Éx.28:9-29) como del trono de Dios (4:3-4). No hay, pues, ninguna necesidad de considerar las vestiduras y las joyas de la mujer meramente como los estridentes, audaces, y extravagantes adornos del vestuario de una prostituta. En vez de eso, éstas son originalmente las ropas de la mujer justa - la Esposa - que se supone está ataviada con un vestido glorioso (comp. Éx. 3:22; Eze. 16:11-14; Prov. 31:21-22). Juan quiere que sus lectores vean a la mujer adornada con el hermoso ropaje de la Iglesia. Juan quiere que ellos entiendan que esta ramera degenerada que fornica con bestias todavía lleva los adornos de la pura y casta Esposa. Debemos notar, sin embargo, que el enorme velo que cubría la puerta del templo (de más de 80 pies de altura y 24 pies de anchura) era "un tapiz babilónico, bordado en azul y lino fino [comp. 18:16], y escarlata, y púrpura". 7

La falsa esposa celebra una especie de comunión: Sostiene en la mano una copa de oro llena de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación, combinando las imágenes de alimentos inmundos (comp. Lev. 11) con un matrimonio inmundo (comp. Lev. 20; véase especialmente Lev. 20:22-26. 8 La imagen es ligeramente diferente de la de Jeremías 51:7, donde la Babilonia original es descrita como "una copa de oro en la mano de Jehová, que embriagó a toda la tierra", pero la idea básica es similar. Jerusalén todavía tiene el hermoso cáliz del pacto, pero la comunión que ella ofrece conduce a los hombres a la muerte y a la destrucción. Su copa está llena de "abominaciones", una palabra que la Biblia usa a menudo en relación con el culto a los dioses falsos (Deut. 29:17; Eze. 5:11). La Jerusalén farisaica se enorgullece de su observancia de los reglamentos de limpieza ceremonial, pero en realidad es radicalmente inmunda, contaminada desde dentro por su apostasía  y su fornicación (Mat. 23:25-28; Mar. 7:1-23). El cuadro general puede muy bien ser, como ha observado Ford, "una parodia del sumo sacerdote en el Día de Expiación llevando las vestiduras reservadas especialmente para esa ocasión y sosteniendo la ofrenda de libación. Sin embargo, en vez del sagrado nombre sobre su frente, el 'sacerdote-ramera' lleva el nombre de Babilonia, madre de todas las rameras y de las abominaciones de la tierra, un título que ilustra Eze. 16:43-45, donde Yahvé habla de la lujuria de Jerusalén". 9

5 La ramera tiene en la frente un nombre escrito. Para ahora, la escritura en la frente es una imagen familiar en Apocalipsis. La hemos visto sobre los santos (3:12; 7:3; 14:1) y sobre los seguidores de la bestia (13:16-17). La frente es especialmente señalada como símbolo de rebelión (Isa. 48:4; Eze. 3:9); se dice que el rebelde Israel tiene "frente de ramera" (Jer. 3:3). Pero el nombre escrito allí comienza con la palabra Misterio. Corsini ha observado correctamente el significado de este hecho muy descuidado: "Si la prostituta es llamada 'misterio', eso significa que ella, aún en el momento en que es juzgada y condenada, todavía forma parte integral e importante del divino plan de salvación. Esto no puede ser verdad de Roma ni de ninguna otra ciudad pagana, sino solamente de Jerusalén. Sólo ella, y no ninguna otra ciudad, será renovada y descenderá del cielo sobre el monte Sión para celebrar un matrimonio con el Cordero (21:2, 10ss.), porque "en los días de la voz del séptimo ángel... el misterio de Dios se consumará" (10:7)". 10

El nombre simbólico de la ramera continúa: Babilonia la grande, porque ella es heredera y homónima de la antigua ciudad que era epítome de rebelión contra Dios (Gén. 11:1-9; Jer. 50-51). El nombre sirve también para recordarnos su alto llamado, que fue creada para ser la verdadera Babilonia, la Puerta de Dios. En vez de eso, sin embargo, ella ha seguido los pasos de la antigua Babilonia en su  rechazo apóstata del señorío de Dios sobre ella. Ahora identificada con la bestialidad y la confusión, se ha convertido en "el misterio de iniquidad" (2 Tesa. 2:7), madre de las rameras (correspondiente a "Jezabel" y sus "hijos", de los cuales se habla en 2:20-23; comp. la descripción de Jerusalén como madre de las rameras en Eze. 16:44-48).

6-7 Ahora vemos lo que la ramera tiene en su copa, la demoníaca comunión con la cual ella y sus amantes (v. 2; comp. 14:8) se están embriagando: Es la sangre de los santos, y ... de los testigos de Jesús. Éste es "el vino de su fornicación", el sacramento de su apostasía de la verdadera fe; el alimento inmundo en última instancia (comp. Lev. 17:10-14). Aunque es verdad que Roma se convirtió en gran perseguidora de la Iglesia, debemos recordar que Jerusalén fue la pre-eminente transgresora en este respecto. L persecución romana ocurrió por medio de la instigación y la connivencia de los judíos, como nos informa constantemente el libro de los Hechos. De hecho, la historia entera de Jerusalén fue de implacable persecución contra los piadosos, especialmente los profetas (Mat. 21:33-44; 23:29-35; Hech. 7:51-53). Como nos dice Juan en 18:24, "en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra". Jerusalén fue la perseguidora de los profetas por excelencia.

Pero no siempre es fácil mirar las cosas con ojos "teológicos". En el momento de su gloria, una ramera de éxito es hermosa, atractiva, seductora. La Palabra de Dios es realista, y no pretende que el mal aparezca siempre repulsivo. Como todos sabemos, la tentación a pecar puede ser muy atractiva (Gén. 3:6; 2 Cor. 11:14). Por lo tanto, al contemplar Juan a la gran ramera, quedó bastante engañado, fascinado por su belleza: Se asombró con gran asombro (comp. Apoc. 13:3-4): "Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón..."). Por lo tanto, el ángel lo reprende: ¿Por qué te asombras? Juan registra esto para amonestar a sus lectores, y que no se dejen seducir por la ramera, porque ella es hermosa e impresionante. El antídoto contra el ser engañados por las artimañas de la falsa esposa es entender el misterio de la mujer y de la bestia que la transporta. Ahora el ángel revelará la naturaleza de la alianza de la ramera con la bestia, su oposición a Cristo, y su inminente destrucción. Los lectores de Juan deben entender que ya no hay ninguna esperanza para una "reforma desde adentro". Jerusalén está implacablemente en guerra con Cristo Jesús y su pueblo. La una vez Santa Ciudad es ahora una ramera.

El ángel explica el misterio (17:8-18)

8 La bestia que has visto era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.
9 Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer,
10 y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y le otro aun no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.
11 La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.
12 Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.
13 Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.
14 Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos fieles.
15 Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.
16 Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego;
17 porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
18 Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.
8 El ángel comienza su explicación hablando sobre la bestia, pues la intimidad de la ramera con la bestia es completamente integral con su carácter y su destino. Nuevamente, debemos notar que esta es una bestia compuesta (comp. v. 3 arriba), y comprende los atributos tanto del Imperio Romano como los de su original, el dragón. Milton Terry dice: "En su explicación, el ángel parece llamar nuestra atención particularmente al espíritu que impulsaba por igual al dragón, la bestia que subió del mar, y al falso profeta; así, lo que aquí se afirma de la bestia hace una referencia especial a las diferentes y sucesivas manifestaciones de Satanás mismo...De aquí que, por la bestia que era y no es, entendamos que este es un retrato enigmático del gran dragón escarlata de 12:3. Él es el rey del abismo en 9:11, y la bestia que mató a los testigos en 11:7. Él aparece por un tiempo en la persona de algún gran perseguidor, o en la forma de alguna enorme iniquidad, pero es expulsado después de un tiempo. Luego encuentra nuevamente algún otro órgano para sus actividades, y entra en él con toda la maldad del espíritu inmundo que vagaba por lugares secos, buscando reposo sin encontrar ninguno, hasta que decubrió su antigua casa, vacía, barrida, y adornada, como invitándole a regresar". 11

El ángel representa a la bestia como una parodia de "aquél que es y que era y que ha de venir" (1:4). La bestia ... era y no es, y está a punto de subir del abismo. En este punto, es probable que el ser humano específico al que se refiere al hablar de la Bestia sea Vespasiano, que se convirtió en César después del caos que siguió a la muerte de Nerón. Ford comenta: "La bestia 'era' (Vespasiano gozaba del favor de Nerón) y 'no es' (cayó en desgracia) y saldrá del abismo (fue restaurado con la ayuda de 'los hombres del abismo', un epíteto para los hombres perversos de Qumran). Vespasiano es un paralelo de 'el que ha de venir'. En cierto sentido, el imperio pasó por las mismas etapas: 'fue' desde César hasta Nerón, 'no fue' en el año crítico de los cuatro emperadores, y vino nuevamente con Vespasiano".
12

En última instancia, como hemos visto, esta es una descripción de la bestia original, el dragón, el antiguo enemigo de Dios y de su pueblo. Si por el momento hay un respiro temporal de su cruel oposición, los cristianos deben estar conscientes de que él está a punto de ascender del abismo nuevamente para atacarles y perseguirles otra vez; sin embargo, Juan les recuerda que la derrota de la bestia está asegurada, porque su ascensión no es al poder y a la gloria a la diestra de Dios, sino sólo para ir a la destrucción. La palabra para destrucción es apoleian, la raíz de Apolión, el "rey del abismo" en 9:11. Juan señala que, aunque a la bestia se le permite subir por un tiempo del abismo, tiene la misma certeza de regresar allí. Su destino es la destrucción completa, y no puede tener éxito en destruir a la Iglesia.

Pero el dragón/bestia tendrá éxito en llevar al Israel apóstata a su culto idólatra. Los que moran en la tierra se maravillarán ... cuando vean a la bestia, que era y que no es y que habrá de venir. La palabra usada anteriormente para indicar el surgimiento de la bestia del abismo es anabaino, en imitación de la Resurrección/Ascensión de Cristo; la palabra venir aquí es paristemi (la forma verbal de parusía), en imitación de la Venida de Cristo en poder y gloria, trayendo juicio y salvación (la parusía definitiva ocurrió en la ascensión, resultando en la parusía de Cristo contra Jerusalén en el año 70 d. C.). Así, pues, de la misma manera que los cristianos del siglo primero vivían esperando la cercana parusía de su Señor, los judíos apóstatas esperaban de la bestia su liberación y su salvación. La "segunda venida" del dragón, después de su aparente (y real) derrota por Cristo, fue una ocasión de maravilla, asombro, y adoración por parte de los judíos que habían rechazado a Cristo. El surgimiento del estado total, en oposición al reino de Cristo, fue para el Israel rebelde una ascensión a la gloria, una parusía, un día del Señor. La bestia era su Mesías, y su anti-parusía los entregó - en las manos de Apolión, la perdición y la destrucción del abismo. El único punto final en disputa de la ascensión de la bestia desde el abismo es la mayor condenación de sí misma y sus adoradores.

¿Por qué rechazaron finalmente a Cristo los judíos y adoraron al dragón? Porque, en contraste con los elegidos de Cristo, que fueron "escogidos en él antes de la fundación del mundo" (Efe. 1:4), el nombre del Israel apóstata no ha sido escrito en el libro de la vida desde la fundación del mundo (comp. 13:8). Pedro escribió que Cristo Jesús, la gran piedra angular, era para los judíos "piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados" (1 Ped. 2:8) 13 En vez de eso, la Iglesia ha heredado la posición anterior (Éx. 19:6) que tenía Israel: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios..." (1 Ped. 2:9).

9-10 El ángel vuelve a hablar de la encarnación del dragón en la bestia que sube del mar. Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer. Nuevamente, los "siete montes" identifican a la bestia como Roma, famosa por sus "siete colinas"; 14 pero éstas también corresponden a la línea de los Césares, porque ellos son siete reyes; cinco han caído: Los cinco primeros Césares fueron Julio, Augusto, Tiberio, Calígula, y Claudio. 15 Uno, Nerón, el sexto César, estaba en el trono mientras Juan escribía el Apocalipsis. El otro no ha venido todavía; y cuando venga, debe permanecer un poco de tiempo: Galba, el séptimo César, reinó durante menos de siete meses.

11 Pero la caída de la dinastía julio-claudiana y el severo caos político que la siguió no debería ser interpretado por los cristianos como el fin de los problemas. Porque su verdadero enemigo es la bestia, que se encarnará en otros Césares también. Él es también el octavo rey, pero es de los siete: la brutalidad anticristiana de los tiranos que se sucedieron los marcará como de la misma clase que sus predecesores. En la Biblia, ocho es el número de resurrección; Juan está advirtiendo que, aunque el imperio parezca desintegrarse después del reinado de los siete reyes, será "resucitado" nuevamente, para seguir viviendo en otros perseguidores de la Iglesia. Pero el regreso del imperio no resultará en victoria para la bestia, porque hasta el octavo, la bestia resucitada, va a la destrucción. La Iglesia tendrá que tener paciencia durante el período del surgimiento de la bestia, pero ella tiene la seguridad de que sus enemigos no tendrán éxito. Su Rey resultará victorioso; sus siervos han sido predestinados a compartir su triunfo.

12 Los diez cuernos que Juan vio sobre la bestia son diez reyes. En la Biblia, como hemos observado en otras ocasiones, el número 10 se relaciona con el concepto de "muchos", de plenitud cuantitativa o numérica. Que estos "reyes" están asociados con la bestia, adornando sus cabezas como "coronas", y que reciben autoridad junto con la bestia (es decir, en virtud de su relación con ella) indica que ellos son gobernantes que están sujetos a, o aliados con, el imperio. En la realidad, Roma tenía diez provincias imperiales, y algunos han entendido esto como una referencia a ellas. 16 Sin embargo, no es necesario intentar una definición precisa de estos diez reyes súbditos; el símbolo simplemente representa "la totalidad de los reyes súbditos aliados que ayudaron a Roma en sus guerras tanto contra el judaísmo como contra el cristianismo". 17 El énfasis del texto señala a estos reyes, con los cuales la ramera ha comerciado (v. 2), como los instrumentos de su destrucción eventual (v. 16-17).

13-14 Juan nos informa que los "diez reyes" se unen a la bestia contra Cristo, persiguiendo a la Iglesia a través de las provincias y los reinos subordinados del imperio: Éstos tienen un propósito, y dan su poder y su autoridad a la bestia para hacer guerra contra el Cordero, como Miguel y sus ángeles habían hecho guerra contra el dragón (12:7). Esto ha sido siempre el fin último del ejercicio del gobierno por parte del hombre réprobo: el intento de destronar a Dios. Como predijo el salmista: "Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido" (Sal. 2:2; comp. Hech. 2:26). El comentario apostólico sobre este texto queda revelado en una oración temprana de la Iglesia perseguida. Después de citar a Salmos 2, dicen: "Pues verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que ocurriera" (Hech. 4:27-28). Los impíos se unen con los lazos del odio contra el Hijo de Dios, el Ungido. Por eso se nos cuenta el resultado de la conspiración de Herodes y Pilatos contra Cristo: "Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí" (Lucas 23:12). Los enemigos se unirán para combatir al adversario común, y en el advenimiento de Cristo vemos unirse al mundo de los paganos y los apóstatas en rebelión contra Él. Pero, mucho antes, el salmista había advertido a reyes y gobernantes: "Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían" (Sal. 2:11-12). El resultado de esta lucha cósmica queda así asegurado, y es inevitable: Y el Cordero les vencerá, porque Él es Señor de señores y Rey de reyes, y los que con él están son los llamados, y los elegidos, y los fieles. Juan asegura a la Iglesia que, en su terrible y aterrador conflicto con el impresionante poder de la Roma imperial, la victoria del cristianismo está garantizada.

15 Ahora el ángel explica el significado de las aguas ... donde se sienta la ramera. Las aguas se describen en términos de una cuádruple designación: pueblos y multitudes y naciones y lenguas, es decir, el mundo. La identificación de las naciones impías y rebeldes del mundo con el mar enfurecido es familiar en la Escritura (comp. 13:1). Isaías escribió de "multitud de muchos pueblos que harán ruido como estruendo del mar, y murmullo de naciones que harán alboroto como bramido de muchas aguas. Los pueblos harán estrépito como de ruido de muchas aguas; pero Dios los reprenderá, y huirán lejos; serán ahuyentados como el tamo de los montes delante del viento, y como el polvo delante del torbellino" (Isa. 17:12-13). "Los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos" (Isa. 57:20-21).

Jerusalén podría realmente ser representada como sentada sobre "muchas aguas" (es decir, las naciones) a causa de la grande y difundida influencia que los judíos ejercían en todas partes del Imperio Romano antes de la destrucción de Jerusalén. Sus sinagogas estaban en todas las ciudades, y la extensión de su colonización puede verse en el registro del día de Pentecostés, que nos cuenta que "moraban entonces en Jerusalén judíos, hombres piadosos, de todas las naciones bajo el cielo" (Hech. 2:5). 18

16 En su guerra contra Cristo, las naciones furiosas se vuelven contra la ramera, a causa de la conexión entre ella y Él. 19 El ángel presenta esta nueva enemistad hacia la ramera por medio de una cuádruple descripción: Los pueblos del imperio aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego (comp. Jer. 13:26; Lam. 1:8-9; Nah. 3:5). Jerusalén había fornicado con las naciones paganas, pero en el año 70 d. C. se volvieron contra ella y la destruyeron, dejándola desolada (la misma palabra se usa en Mateo 24:15, Marcos 13:14, y Lucas 21:20, reflejando la versión griega de Daniel 9:26-27; la abominación de desolación). En el mundo antiguo, uno de los castigos para una mujer adúltera convicta era la humillación pública de ser desnudada (comp. Isa. 47:2-3; Jer. 13:26; Lam. 1:8; Eze. 16:37, 39; 23:29; Ose. 2:10; Nah. 3:5).

Ota conexión con "Jezabel" (2:20; comp. el comentario sobre 17:5) se hace aquí: Las naciones comen sus carnes, como los perros (comp. 22:15) habían comido las carnes de la Jezabel original (1 Reyes 21:23-24; 2 Reyes 9:30-37). Los profetas que hablaban de Jerusalén como de la ramera habían dicho que, de la misma manera que la hija de un sacerdote que se volviera ramera debía ser "quemada con fuego" (Lev. 21:9, así también Dios usaría a los antiguos "amantes" de Jerusalén, las naciones paganas, para destruirla y quemarla hasta dejarla a ras del suelo (Jer. 4:11-13, 30-31; Eze. 16:37- 41; 23:22, 25-30). Russell ha observado que "Tácito habla de la enconada animosidad de la cual los auxiliares árabes de Tito estaban llenos contra los judíos, 20 y, en las matanzas a gran escala de ese pueblo desafortunado, perpetradas en muchas grandes ciudades justo antes de que estallara la guerra, tenemos una terrible prueba del odio que las naciones vecinas sentían contra los judíos. La población judía entera de Cesarea fue masacrada en un sólo día. En Siria, cada ciudad fue dividida en dos campamentos, judíos y sirios. En Sitópolis, más de trece mil judíos fueron masacrados; en Ascalón, Ptolomeo, y Tiro, tuvieron lugar atrocidades similares. Peo en Alejandría, la carnicería de los habitantes judíos excedió a todas las otras matanzas. El barrio judío entero fue inundado de sangre, y cincuenta mil cadáveres yacían en horrorosos montones en las calles. 21 Este es un comentario terrible sobre las palabras del ángel-intérprete: 'Los diez cuernos que viste en la bestia aborrecerán a la ramera', etc." 22

Es importante que nos demos cuenta de que, como observamos más arriba, la bestia destruyó a Jerusalén como parte de su guerra contra Cristo; el motivo de los dirigentes romanos para destruir el templo no fue sólo para sofocar la rebelión, sino para aniquilar el cristianismo, como lo registra Sulpicio Severo:

Después de convocar a consejo, Tito dijo que primero había deliberado si debía destruir el templo, una estructura de tan extraordinaria construcción. Porque les parecía bien a algunos que un edificio sagrado, distinguido por encima de todos los logros humanos, no debía ser destruido por cuanto que, si se conservaba, proporcionaría evidencia de la moderación de los romanos, y que, si se destruía, sería una prueba perpetua de la crueldad romana. Pero, por otro lado, otros, y Tito mismo, pensaban que el templo debía ser derribado especialmente, para que la religión de los judíos y de los cristianos pudiera ser subvertida más completamente; que estas dos religiones, aunque contrarias entre sí, habían sin embargo procedido de los mismos autores; que los cristianos habían surgido de entre los judíos; y que, si la raíz era extirpada, el vástago perecería rápidamente. 23
¡La bestia pensó que podría matar a la ramera y a la Esposa de un solo golpe! Pero, cuando el polvo se asentó, el andamiaje de la antigua y apóstata Jerusalén yacía en ruinas, y la Iglesia se había revelado como el templo nuevo y más glorioso, la morada eterna de Dios.

17 El Señor soberano no está, pues, a merced de la bestia y sus secuaces; más bien, todos estos eventos han sido predestinados para la gloria de Dios, por medio de la ejecución de sus decretos. Porque Dios ha puesto en sus corazones ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios. Obviamente, es pecado que estos reyes den sus reinos a la bestia con el propósito de hacer guerra contra el Cordero. ¡Y sin embargo, es Dios quien puso esto en sus corazones! Por supuesto, algunos se lamentarán de que esto convierte a Dios en "el autor del pecado". La respuesta obvia a una objeción como ésta es que el texto dice que Dios puso en sus corazones el propósito perverso; al mismo tiempo, se nos asegura que "Jehová es justo en todos sus caminos". Si creemos a la Biblia, debemos creer tanto a Apocalipsis 17:17 como a Salmos 145:17. Debemos aferrarnos firmemente a dos puntos aparentemente contradictorios: Primero, Dios no es responsable del pecado; segundo, nada sucede a pesar de él, o en oposición a su propósito.
24 Por esto, para los que luchan con la Palabra de Dios, la respuesta bíblica es categórica: "Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?" (Rom. 9:20-21). San Agustín observó: "Por lo tanto, está en la potestad del impío el pecar; pero que al pecar ellos hagan esto o aquéllo no está en su mano, sino en la Dios, el cual divide las tinieblas y las regula; de manera que, por esta razón, aún lo que hacen contrario a la voluntad de Dios no se cumple, excepto si es la voluntad de Dios". 25

Todo el propósito de la ira de los reyes paganos, de unirse en conspiración tanto contra la Esposa como contra la ramera, de entregar sus reinos a la bestia y recibir poder durante una hora con ella, queda ahora revelado. Dios ha puesto en sus corazones ejecutar lo que él quiso, hasta que se cumplan las palabras de Dios. La guerra entre Cristo y la bestia, que culmina con la desolación de la ramera, tuvo lugar en cumplimiento de los anuncios de Dios por medio de sus profetas. Las maldiciones del pacto (Deut. 28) fueron ejecutadas en Israel por medio de la bestia  y los diez cuernos. Ellos fueron los instrumentos de la ira de Dios, como Cristo había predicho en su discurso en el Monte de los Olivos. Durante estos horrorosos "días de retribución", dijo, se cumplirían todas las cosas que estaban escritas (Lucas 21:22). La visión y la profecía serían selladas y completadas en la destrucción del antiguo orden mundial (Dan. 9:24).

18 Ahora el ángel identifica a la ramera como la gran ciudad, un término que, como hemos visto, Juan usa para identificar a Jerusalén, donde el Señor fue crucificado (11:8; 16:19). Además, dice el ángel, esta ciudad reina sobre todos los reyes de la tierra. Es quizás este versículo, más que ningún otro, lo que ha confundido a los expositores y los ha hecho suponer, contra toda evidencia, que la ramera es Roma. Si la ciudad es Jerusalén, ¿cómo puede decirse de ella que esgrime esta clase de poder político mundial? La respuesta es que Apocalipsis no es un libro sobre política; es un libro sobre el Pacto. Jerusalén reinaba sobre las naciones. Ella poseía un reino que era sobre todos los reinos del mundo. Ella tenía una prioridad de pacto sobre los reinos de la tierra. Israel era un reino de sacerdotes (Éx. 19:6), ejerciendo un ministerio sacerdotal de tutela, enseñanza, e intercesión a favor de las naciones del mundo. Cuando Israel era fiel a Dios, ofreciendo sacrificios por las naciones, el mundo estaba en paz; cuando Israel rompió el Pacto, el mundo estuvo en agitación. Las naciones gentiles reconocían esto (1 Reyes 10:24; Esdras 1; 4-7; comp. Rom. 2:17-24). 26 Pero, perversamente, trataron de seducir a Israel para que fornicara contra el pacto - y cuando Israel lo hizo, se volvieron contra él y lo destruyeron. Ese patrón se repitió varias veces, hasta la excomunión final de Israel en el año 70 d. C., cuando Jerusalén fue destruída. La desolación de la ramera fue la señal final de Dios de que el reino había sido transferido a su nuevo pueblo, la Iglesia (Mat. 21:43; 1 Ped. 2:9; Apoc. 11:19; 15:5; 21:3). Un Israel nacional jamás volverá a poseer el reino que era sobre todos los otros reinos.


Notas:

1. El fracaso del sacerdocio, y las consecuencias de esto para la Esposa, son temas recurrentes en las Escrituras. Véase de James B. Jordan, Judges: God´s War Against Humanism (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1985).

2. Es digno de notar que tanto Tiro como Nínive - las únicas dos ciudades fuera de Israel acusadas de prostitución - habían estado en pacto con Dios. En los tiempos de David y de Salomón, el reino de Tiro se había convertido al culto del Dios verdadero, y su rey entró en pacto con Salomón y ayudó en la construcción del templo (1 Reyes 5:1-12; 9:13; Amós 1:9); Nínive se convirtió bajo el ministerio de Jonás (Jonás 3:5-10). La posterior apostasía de estas dos ciudades podría correctamente considerarse prostitución.

3. Para una breve revisión del tema de la ramera en la Escritura, véase el excelente librito de Francis Schaeffer, The Church Before the Watching World (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1971), Chapter 2: "Adultery and Apostasy - The Bride and the Bridegroom Theme".

4. Para una discusión completa de este punto, véase de Calum M. Carmichael, "Treading in  the Book of Ruth", ZAW 92 (1980), pp. 248-266.

5. La actitud del Reverendo H. Foster, Rector de Clerkenwell a principios del siglo diecinueve, es probablemente representativa. Discutiendo la corrección de predicar sobre los Cánticos (los Cantares de Salomón), dice: "He predicado sobre varios textos independientes de los Cantares. Una vez examiné Ezequiel 16, pero no me atrevería a hacerlo nuevamente". Citado en la obra de John H. Pratt, cd., The Thought of the Evangelical Leaders: Notes of the Discussions of the Eclectic Society, London, During the Years 1798-1814 (Edinburgh: The Banner of Truth Trust, [1856] 1978), p. 441. En una era más prosaica, John Calvin pudo ser mucho más explícito en sus conferencias - hasta el punto de que su traductor del siglo diecinueve simplemente borró varios pasajes, con esta nota: "El Reformador se espacia tan detalladamente en el lenguaje del Profeta, que el refinado gusto de los tiempos modernos no soportaría una traducción literal de algunas cláusulas". Thomas Myers, en la obra Commentaries on the First Twenty Chapters of the Book of the Prophet Ezekiel, de Calvino (Grand Rapids: Baker Book House, reimpresión de 1979), Vol. 2, p. 127. Comp. la omisión de otro traductor de los comentarios de Calvino sobre Gén. 38:8-10 (Commentaries on the First Book of Moses, Baker Book House, 1979, Vol. 2, p. 281).

6. Véase el comentario sobre 12:6; comp. las notas sobre el tema del desierto en la obra de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 24, 46, 50-53).

7. Josephus, The Jewish War, v.v.4.

8. Para una discusión extensa, aunque preliminar, de las relaciones entre la pureza culinaria y la pureza sexual en la Ley, véase, de Mary Douglas, Purity and Danger: An Analysis of the Concepts of Pollution and Taboo (London: Routledge and Kegan Paul, [1966] 1969), Ch. 3: "The Abominations of Leviticus" (pp. 41-57); ídem, Implicit Meanings: Essays in Anthropology (London: Routledge & Kegan Paul, 1975), Ch. 16: "Deciphering a Meal" (pp. 249-275).

9. J. Massyngberde Ford, Revelation: A New Translation with Introduction and Commentary (Garden City, NY: Doubleday and Co., 1975), p. 288.

10. Eugenio Corsini, The Apocalypse: The Perennial Revelation of Jesus Christ (Wilmington, DE: Michael Glazier, 1983), p. 335.

11. Milton S. Terry, Biblical Apocalyptic: A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures (New York: Eaton & Maisn, 1898), pp. 429s.

12. Ford, p. 289.

13. En contexto (v. 6-8), Pedro cita las profecías de Isaías sobre el rechazo de Cristo por parte de los judíos (Isa. 8:14; 28:16; véase Mat. 28:12-15). John Brown de Edinburgo comentaba sobre 1 Pedro 2:8: "La referencia directa del término desobediente es, sin duda, a los judíos incrédulos. Cuando Dios les proclamó: 'He aquí que yo he puesto en Sión por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure', no le creyeron esta declaración. Desobedecieron el mandato. Rechazaron la piedra. No quisieron construir sobre ella. No quisieron recibir a Jesús como el Mesías; por el contrario, le 'tomaron, y con manos impías le cruicificaron y le mataron'" (Expository Discourses on 1 Peter, dos volúmenes; Edinburgh: The Banner of Truth Trust, [1848] 1975, Vol. 1, p.314).

14. Concordamos con Russell (The Parousia, p. 492) en que no es en modo alguno necesario buscar siete montañas en Jerusalén como cumplimiento de esta afirmación. La ramera está sentada sobre la bestia, y por ende lo está sobre las siete colinas de Roma; en otras palabras, el judaísmo apóstata, centrado en la ciudad de Jerusalén, está sostenido por el Imperio Romano.

15. Algunos han cuestionado esto puesto que, en un sentido técnico, el Imperio se inició con Augusto, no con Julio (comp. Tácito, The Annals, i.1 [Los Anales]). Sin embargo, era un tecnicismo que, por lo que concernía a la conversación normal y la comunicación escrita del siglo primero, era irrelevante. Para todos los fines prácticos, Julio César era emperador: Reclamaba el título de imperator, y la mayoría de los primeros escritores romanos, cristianos, y judíos le cuentan como el primer emperador. Suetonio comienza su Lives of the Twelve Caesars [Vidas de los Doce Césares] con Julio como el primer emperador, como lo hace Dio Cassio en su Roman History [Historia Romana]. El Libro 5 de los Sybilline Oracles [Oráculos Sibilinos] llama a Julio "el primer rey", y  Esdras 12:15 habla de Augusto como "el segundo" de los emperadores. Para nuestros fines, Josefo parece proporcionar el testimonio más convincente, pues escribió para un auditorio tanto romano como judío, en el lenguaje común de sus días. En su obra Antiquities of the Jews [Antigüedades de los Judíos], habla claramente de Augusto y de Tiberio como del segundo y el tercer emperadores, respectivamente (xviii.ii.2), de Calígula como el cuarto (xviii.vi.10), y de Julio como el primero (xix.i.11). La más extensa discusión de toda la evidencia está en la obra de Moses Stuart, Commentary on the Apocalypse [Comentario Sobre Apocalipsis], dos vols., (Andover: Allen, Merrill, and Wardwell, 1845), Vol. 2, pp. 445-452; comp. Isbon T. Beckwith, The Apocalypse of John: Studies in Introduction with an Exegetical and Critical Commentary [El Apocalipsis de Juan: Estudios Sobre la Introducción, con un Comentario Exegético y Crítico], (Grand Rapids: Baker Book House, [1919] 1979). pp. 704s.

16. Éstas eran: Italia, Acaya, Asia, Siria, Egipto, Africa, España, Galia, Bretaña, y Alemania. Véase, de F. W. Farrar, The Early Days of Christianity (Chicago and New York: Belford, Clarke & Co., 1882), p. 532.

17. Terry, p. 433.

18. Lucas pasa a describir algunas de estas nacionalidades: "Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes" (Hechos 2:9-11).

19. Aparte de la hipótesis de que es Jerusalén, la destrucción de la ramera por sus antiguos "amantes" es inexplicable. Hay una clara conexión contextual entre la guerra de la naciones contra Cristo y la guerra de las naciones contra la ramera. La oposición de ellas es, primero y más importante, contra Él; la destrucción de ella por parte de las naciones es representada como un aspecto del intento de ellas por destruir a Cristo.

20. Cornelius Tacitus, The Histories, v. 1.

21. Josephus, The Jewish War, ii.xviii.

22. J. Stuart Russell, The Parousia: A Critical Inquiry into the New Testament Doctrine of Our Lord´s Second Coming (Grand Rapids: Baker Book House, [1887] 1983). p. 503.

23. The Sacred History of Sulpitius Severus, en A Select Library of Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church (Grand Rapids: Eerdmans, [n.d.] 1973), Second Series, Vol. 11, p. 111. Esta información de Sulpicio parece haberse derivado del registro de Tácito de relatos de testigos. Véase, de Michael Grant, The Twelve Caesars (New York: Charles Scribners Sons, 197), pp. 228s.

24. Esto nos parece contradictorio porque somos criaturas. Los problemas como la relación entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana, o entre la soberanía de Dios y su justicia, o entre la unidad y la diversidad dentro de la Trinidad, no pueden ser "resueltos" por nosotros porque no somos capaces de comprender a Dios. Cornelius Van Til escribe: "El conocimiento humano jamás podrá ser conocimiento completamente abarcante. Toda transacción de conocimiento tiene en alguna parte de ella un punto de referencia a Dios. Ahora bien, como Dios no nos es plenamente comprensible, es probable que lleguemos a lo que parece una contradicción en todo nuestro conocimiento. Nuestro conocimiento es analógico, y,  por lo tanto, tiene que ser paradójico" (The Defense of the Faith, Philadelphia: Presbyterian and Reformed, tercera edición revisada, 1967, p. 44). Por esta razón, "toda enseñanza de la Escritura es aparentemente contradictoria" (Common Grace and the Gospel, Nutley, NJ: Presbyterian and Reformed, 1972, p. 142; comp. pp. 9ss.; comp. de Van Til, Introduction to Systematic Theology, Presbyterian and Reformed, pp. 247ss. Para una discusión completa de esta cuestión, véase de John Frame "The Problem of Theological Paradox", en la obra de Gary North, ed., Foundations of Christian Scholarship

(Vallecito, CA: Ross House Books, 1976), pp. 295-330.

25. San Agustín, Anti-Pelagian Works, Peter Holmes y Robert Ernest Wallis, trad. (Grand Rapids: William B. Eerdmans, reimpreso 1971), p. 514, las cursivas han sido añadidas; comp. John Calvin, Institutes of the Christian Religion, ii.iv.4.

26. Josefo señala repetidamente que las naciones habían reconocido históricamente la santidad y la centralidad del Templo: "Este célebre lugar... era estimado por toda la humanidad" (The Jewish War, v.i.3; comp. v.ix.4; v.xiii.6). De hecho, la acción de los rebeldes judíos, en el verano del año 66 d. C., de suspender los sacrificios diarios para el Emperador (en violación, como apunta Josefo, de una costumbre de hacía mucho tiempo) fue el suceso que, por sí solo, precipitó finalmente la guerra de Roma contra los judíos (ii.xvii.2-4). Hasta el mismo final, mientras Tito se preparaba para arrasar la ciudad hasta el suelo, todavía les rogaba a los sacerdotes judíos que ofrecieran los sacrificios, que para ese momento ya habían sido descontinuados por completo (vi.ii.1).


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