DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Una exposición del libro
de Apocalipsis
Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton
Tomado de Freebooks
Parte Cinco
16
JUICIO DESDE EL
SANTUARIO
La séptima trompeta
era la señal de que "el tiempo no sería más" (comp. 10:6-7).
El tiempo se ha acabado; ahora la ira en su máxima expresión
ha venido a Israel. Desde este punto en adelante, Juan
abandona el lenguaje y las imágenes de amonestación, y se
concentra por completo en el mensaje de la inminente
destrucción de Jerusalén. Al describir la suerte de la ciudad,
extiende e intensifica las imágenes del Éxodo que han estado
tan presentes durante toda la profecía. Nuevamente menciona
"la gran ciudad" (16:19), recordándoles a sus lectores una
referencia previa: "la gran ciudad, que en sentido espiritual
se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue
crucificado" (11:8). A Jerusalén se la llama Sodoma a causa de
su sensual y lujuriosa apostasía (comp. Eze. 16:49-50), y
porque está dedicada a la destrucción completa como holocausto
total (Gén. 19:24-28; Deut. 13:12-18). Pero las metáforas más
usuales de Juan de la gran ciudad están tomadas del modelo de
Egipto: Jerusalén no sólo es Egipto, sino también los otros
enemigos de Israel. Juan nos ha mostrado al dragón egipcio
persiguiendo a la mujer hasta el desierto (capítulo 12); a un
Balac y a un Balaam redivivos intentando destruir al pueblo de
Dios por medio de la guerra y seduciéndolo para que cometiera
idolatría (capítulo 13); a los ejércitos sellados del Nuevo
Israel reunidos en el monte de Sión para celebrar las fiestas
(capítulo 14); y a los santos de pie y triunfantes en el "Mar
Rojo", cantando el cántico de Moisés (capítulo 15). Ahora, en
el capítulo 16, siete juicios, que corresponden a las diez
plagas de Egipto, han de ser derramados sobre la gran ciudad.
Hay también una
marcada correspondencia entre estos juicios-cálices y los
juicios-trompetas de los capítulos 8-11. 1 Debido a que las
trompetas eran esencialmente amonestaciones, sólo afectaban la
tercera parte de la tierra; con los cálices, la destrucción es
total.
Copas
|
Trompetas
|
Plagas
Contra Egipto
|
1. Sobre la tierra, que se convierte en úlceras (16:2). |
1. Sobre la tierra; la tercera parte de la tierra, los
árboles, y la hierba, quemada (8:7). |
1. Úlceras (sexta plaga: Éx. 9:8-12). |
2. Sobre el mar, que se convierte en sangre
(16:3). |
2. Sobre el mar; la tercera parte del mar se convierte
en sangre, la tercera parte de las criaturas muere, la
tercera parte de las naves destruida (8:8-9). |
2. Las aguas se convierten en sangre (la primera plaga:
Éx. 7:17-21). |
3. Sobre los ríos y las fuentes, que se convierten en
sangre (16:4-7). |
3. Sobre los ríos y las fuentes de las aguas; la tercera
parte se convierte en ajenjo (8:10-11). |
3. Las aguas se convierten en sangre (la primera plaga:
Éx. 7:17-21). |
4. Sobre el sol, haciendo que quemara (16:8-9). |
4. La tercera parte del sol, la luna, y las estrellas,
oscurecida (8:12). |
4. Oscuridad (novena plaga: Éx. 10:21-23). |
5. Sobre el trono de la bestia, causando tinieblas
(16:10-11). |
5. Langostas demoníacos que atormentan a los hombres
(9:1-12). |
5. Langostas (octava plaga: Éx. 10:4-20). |
6. Sobre el Éufrates, que se seca para preparar el
camino a los reyes del oriente; invasión de las
ranas-demonios; Armagedón (16:12-16). |
6. El ejército del Éufrates mata la tercera parte de la
humanidad (9:13-21). |
6. Invasión de ranas de los ríos (segunda plaga: Éx.
8:2-4). |
7. Sobre el aire, causando tormenta, terremoto, y
granizo (16:17-21). |
7. Voces, tormenta, terremoto, granizo (11:15-19). |
7. Granizo (séptima plaga: Éx. 9:18:26). |
Las cuatro
primeras copas:
La creación de Dios se venga
(16:1-9)
1 Oí una gran voz que decía desde el templo a los
siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de
la ira de Dios.
2 Fue el primero, y derramó su copa sobre la
tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres
que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen.
3 El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y
éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser
vivo que había en el mar.
4 El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos,
y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.
5 Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo
eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has
juzgado estas cosas.
6 Por cuanto derramaron la sangre de los santos y
de los profetas, también tú les has sado a beber sangre; pues lo
merecen.
7 También oí a otro, que desde el altar decía:
Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos
y justos.
8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al
cual fue dado quemar a los hombres con fuego.
9 Y los hombres se quemaron con el gran calor, y
blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas
plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.
1 La orden que autoriza los juicios es dada
por una voz desde el templo, subrayando nuevamente el origen
tanto divino como eclesiástico de estas terribles plagas (comp.
15:5-8). 2 "Los juicios de las copas son el desbordamiento de la
ira de Dios, que brota en llamaradas y llena su templo, una
visita o presencia concedida en respuesta a las oraciones de los
santos". 3 A los siete ángeles (comp. 15:1) se les dice que
derramen las copas de la ira de Dios: La Septuaginta usa este
verbo (ekcheo) en las instrucciones para que el
sacerdote derrame la sangre del sacrificio alrededor de la base
del altar (comp. Lev. 4:7, 12, 18, 25, 30, 34; 8:15; 9:9). El
término se usa en Ezequiel con referencia a la fornicación del
Israel apóstata con los paganos (Eze. 16:36; 23:8), al hecho de
que Israel ha derramado sangre inocente por medio de la opresión
y la idolatría (Eze. 22:3-4, 6, 9, 12, 27), y a la amenaza de
Dios de derramar su ira sobre Israel (Eze. 14:19; 20:8, 13, 21;
21:31). En el Nuevo Testamento, se usa de manera similar en
contextos paralelos a temas principales en Apocalipsis: el
derramamiento del vino (Mat. 9:17; Mar. 2:22; Luc. 5:37), el
derramamiento de la sangre de Cristo (Mat. 26:28; Mar. 14:24;
Luc. 22:20), el derramamiento de la sangre de los mártires (Mat.
23:35; Luc. 11:50; Hech. 22:20; Rom. 3:15), y el derramamiento
del Espíritu (Hech. 2:17-18, 33; 10:45; Rom. 5:5; Tito 3:6;
comp. Joel 2:28-29; Zac. 12:10). Todas estas diferentes
asociaciones están en el trasfondo del derramamiento de las
plagas sobre la tierra que ha vertido la sangre de Cristo y de
sus testigos, el pueblo que ha resistido y ha rechazado al
Espíritu: Los viejos odres de Israel están a punto de reventar.
2 Al derramar el primer ángel su copa sobre la tierra, viene una
úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la
marca de la bestia y adoraban su imagen. Las úlceras son una
adecuada retribución por la apostasía, "un espantoso sello para
vengar la marca de la bestia" 4 - como si la marca se hubiese "convertido en una
infección letal". 5 Así como Dios había hecho brotar úlceras sobre los
impíos egipcios, adoradores del estado, perseguidores de su
pueblo (Éx. 9:8-11), también está enviando plagas sobre estos
adoradores de la bestia en la tierra de Israel - el pueblo del
pacto, que ahora se ha convertido en perseguidor egipcio de la
Iglesia. Esta plaga es específicamente mencionada por Moisés en
su lista de las maldiciones del pacto por la idolatría y la
apostasía: "Jehová te herirá con la úlcera de Egipto, con
tumores, con sarna, y con comezón de que no puedas ser curado...
Te herirá Jehová con maligna pústula en las rodillas y en las
piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que
puedas ser curado" (Deut. 28:27, 35).
3 El segundo ángel derrama su copa en el
mar, y se convierte en sangre, como en la primera plaga de
Egipto (Éx. 7:17-21) y la segunda trompeta (Apoc. 8:8-9). Esta
vez, sin embargo, la sangre no corre a torrentes, sino que es
como la de un muerto: espesa, coagulada, y putrefacta. 6 La sangre se menciona
cuatro veces en este capítulo; cubre la faz de Israel,
derramándose sobre los cuatro rincones de la tierra.
Aunque el significado principal de esta
plaga es simbólico, y se refiere a la inmundicia de la sangre y
la muerte (comp. Lev. 7:26-27; 15:19-33; 17:10-16; 21:1; Núm.
5:2; 19:11-19), tiene estrechos paralelos con los sucesos reales
de la gran tribulación. En una ocasión, miles de rebeldes judíos
huyeron al mar de Galilea de la masacre ejecutada por los
romanos en Tariquea. Echándose al lago en pequeños y frágiles
botes, pronto fueron perseguidos y alcanzados por las fuertes
barcas de las fuerzas superiores de Vespasiano. Luego, como
cuenta Josefo, fueron masacrados sin piedad: "Los judíos no
podían escapar a tierra, donde todos estaban armados contra
ellos, ni librar una batalla naval en igualdad de
condiciones...El desastre les alcanzó, y fueron enviados al
fondo, botes y todo. Algunos trataron de romper el cerco, pero
los romanos les alcanzaron con sus lanzas, y a otros los mataron
saltando sobre las barcas y traspasándoles los cuerpos con sus
espadas; algunas veces, al acercarse las barcas, los judíos
quedaban atrapados en medio, y eran capturados junto con sus
embarcaciones. Si alguno de los que se habían lanzado al agua
salían a la superficie, eran despachados rápidamente con una
flecha, o una barca los alcanzaba; si, en su desesperación,
trataban de subirse a las barcas de sus enemigos, los romanos
les cortaban la cabeza o las manos. Así morían estos
desgraciados en ambos lados en incontables números y de todas
las formas posibles, hasta que los sobrevivientes eran
derrotados y empujados hasta la orilla, sus botes rodeados por
el enemigo. Al lanzarse sobre ellos, muchos eran alanceados
mientras estaban todavía en el agua; muchos saltaban a tierra,
donde eran muertos por los romanos.
"Uno podía ver el lago entero manchado de
sangre y atestado de cadáveres, pues ni un solo hombre escapó.
Durante los días que siguieron, un horrible hedor flotaba sobre
la región, y ésta presentaba un espectáculo igualmente
horripilante. Las playas estaban llenas de botes destruidos y
cadáveres hinchados, los cuales, calientes y pegajosos por la
descomposición, contaminaban el aire de tal modo que la
catástrofe que sumergió a los judíos en lamentación repugnaba
aun a los que la habían causado". 7
4-7 La plaga de la tercera copa se parece
más directamente a la primera plaga egipcia (y a la tercera
trompeta: comp. 8:10-11), porque afecta a los ríos y a las
fuentes de las aguas, convirtiendo en sangre el agua de beber. A
través de las Escrituras, el agua es símbolo de vida y
bendición, comenzando por la historia de la creación y el jardín
de Edén. 8 En esta plaga, las bendiciones del Paraíso se
invierten y se convierten en pesadilla; lo que una vez fue puro
y limpio se contamina y se vuelve inmundo a causa de la
apostasía.
El ángel de las aguas responde a esta
maldición alabando a Dios por su justo juicio: Justo eres tú, oh
Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado
estas cosas. No deberíamos sentir incómodos por un pasaje como
este: La Biblia entera está escrita desde la perspectiva del
personalismo cósmico - la doctrina de que Dios, que es
personalidad absoluta, está constantemente activo a través de su
creación, presente en todas partes con la totalidad de su Ser,
haciendo que todas las cosas sucedan inmediatamente por su
poder, y mediatamente por medio de sus siervos angélicos. No hay
tal cosa como la "ley" natural; más bien, como ha dicho Auguste
Lecerf, "las constantes relaciones que llamamos leyes naturales
son simplemente 'hábitos divinos': o, mejor, el orden habitual
que Dios impone sobre la naturaleza. Son estos hábitos, o es
este proceso habitual, lo que constituye el objeto de las
ciencias naturales y físicas". 9
Esto es lo que garantiza la validez y la
confiabilidad tanto de la investigación científica como de la
oración: Por un lado, los ángeles de Dios tienen hábitos
- una danza cósmica, una liturgia que involucra cada aspecto del
universo entero, en la cual se puede confiar en todas las
actividades tecnológicas del hombre al ejercer éste dominio bajo
el control de Dios sobre el mundo. Por el otro, los ángeles de
Dios son seres personales, que ejecutan sus órdenes
constantemente; en respuesta a nuestras peticiones, Dios puede
ordenar a los ángeles cambiar la danza, y lo hace. 10
Por lo tanto, hay un "ángel de las aguas"
(en términos de la progresión zodiacal de Juan, éste es
presumiblemente el querubín del cuarto cuadrante, Acuario); 11 él, junto con toda
la creación personal de Dios, se regocija por el justo gobierno
de Dios sobre el mundo. La estricta justicia de Dios, resumida
en el principio de lex talionis, se evidencia en este
juicio; el castigo corresponde al crimen. Derramaron la sangre
de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber
sangre. Como hemos visto, el crimen característico de Israel fue
siempre el asesinato de los profetas (comp. 2 Crón. 36:15-16;
Luc. 13:33-34; Hech. 7:52): Jesús mencionó este hecho como la
razón específica de por qué la sangre de los justos
sería derramada en el juicio sobre aquella generación (Mat.
23:31-36).
El ángel de las aguas concluye con una
interesante afirmación: ¡Por haber derramado sangre, los
apóstatas son merecedores! Este es un deliberado paralelo con el
mensaje del cántico nuevo: "Digno eres de tomar el libro
y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y
con tu sangre nos has redimido para Dios" (5:9). Así como
el Cordero recibió su recompensa por la sangre que derramó,
también estos perseguidores han recibido ahora la justa
recompensa por haber derramado sangre.
Dios había prometido una vez a los
oprimidos de Israel que Él daría a los enemigos de ellos de
acuerdo con sus impías obras:
Y a los que te despojaron haré comer
sus propias carnes, y con su sangre serán embriagados como con
vino; y conocerá todo hombre que yo Jehová soy Salvador tuyo y
Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob. (Isa. 49:26).
Como de costumbre, esto ha sido invertido:
Ahora es Israel, el perseguidor por excelencia, el que será
obligado a beber su propia sangre y devorar su propia carne.
Esto resultó verdadero en más que un sentido figurado: Como Dios
había predicho por medio de Moisés (Deut. 28:53-57), durante el
sitio de Jerusalén los israelitas de hecho se convirtieron en
caníbales; las madres literalmente se comieron a sus propios
hijos. 12 Por haber derramado la sangre de los santos, Dios les
da a beber su propia sangre (comp. 17:6; 18:24).
Uniéndose al ángel en alabanza viene la voz del altar mismo,
donde la sangre de los santos y de los profetas había sido
derramada. El altar se regocija: Ciertamente, Señor Dios
Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos. Los santos
reunidos alrededor del altar habían clamado pidiendo justicia y
venganza de sus opresores (6:9-11). En la destrucción de Israel,
esa oración es contestada; los testigos son vindicados. Es más
que coincidencia que estas oraciones en los versículos 5-7
(junto con el texto del cántico de Moisés en 15:3-4) en realidad
están "basadas en el cántico de los sacerdotes y los levitas
durante el intervalo entre la preparación y la ofrenda del
sacrificio". 13 Irónicamente - tal como Dios mismo se está preparando
para el holocausto total del año 70 d. C. - los mismos ángeles
del cielo cantaban contra el Israel apóstata su propia liturgia.
8-9 El cuarto ángel ahora derrama su copa
sobre el sol, al cual le es dado quemar a los hombres con fuego.
Mientras que la cuarta trompeta resultó en una plaga de
tinieblas (8:12), ahora el calor del sol aumenta, de modo que
los hombres son quemados con un gran fuego. También esto es una
inversión de una bendición de pacto que estaba presente en el
Éxodo, cuando Israel fue protegido del calor del sol por la Nube
de Gloria, la Sombra del Todopoderoso (Éx. 13:21-22; comp. Sal.
91:1-6). Esta promesa se repite una y otra vez a través de los
profetas:
Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano
derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche.
Jehová te guardará de todo mal: Él guardará tu alma. (Sal.
121:5-7).
No tendrán hambre ni sed, ni el calor del sol
los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los
guiará, y los conducirá a manantiales de aguas. (Isa. 49:10).
Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya
confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto
a las aguas, que junto a las corrientes echará sus raíces, y
no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde;
y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.
(Jer. 17:7-8).
Y el que está sentado sobre el trono extenderá
su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el
sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el
Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los
guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágima
de los ojos de ellos. (Apoc. 7:15-17).
Ya hemos notado varias veces que Juan usa
la voz pasiva para indicar control divino. Nuevamente subraya la
soberanía de Dios diciéndonos que le fue dado al sol quemar a
los hombres; y en el renglón siguiente, es aún más explícito:
Dios... tiene poder sobre estas plagas. Juan no sabe nada de un
"Dios" que se sienta impotente y sin participar, mirando pasar
el mundo; ni reconoce a un "Dios" que es demasiado amable como
para enviar juicios sobre los impíos. Juan sabe que las plagas
que caigan sobre Israel son "las obras de Jehová, que ha puesto
asolamientos en la tierra" (Sal. 46:8).
En su libro sobre la Trinidad, San Agustín enfatiza el mismo
punto: "La creación entera es gobernada por su Creador, desde el
cual y por el cual y en el cual fue fundada y establecida. Y así
la voluntad de Dios es la causa suprema y primera de todas las
apariciones y de todos los movimientos corporales. Porque nada
sucede en la esfera visible y sensible que no sea ordenado, o
permitido, desde el tribunal interior, invisible, e inteligible
del Emperador altísimo, en esta vasta e ilimitable comunidad de
la creación entera, según la inexpresable justicia de sus
recompensas y castigos, gracias y retribuciones". 14
Pero los apóstatas rehusan someterse al
señorío de Dios sobre ellos. Como la bestia, cuya cabeza está
coronada de "nombres de blasfemia" (13:1) y cuya imagen adoran,
los hombres blasfemaron el nombre del Dios que tiene poder sobre
estas plagas. Y, como el impenitente Faraón (comp. Éx. 7:13, 23;
8:15, 19, 32; 9:7, 12, 34-35; 10:20, 27; 11:10; 14:8), no se
arrepintieron para darle gloria. Israel se ha convertido en
Egipto, endureciendo su corazón; y, como Egipto, será destruído.
Las tres
últimas copas: ¡Consumado Es! (16:10-21)
10 El quinto ángel derramó su
copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de
tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas,
11 y blasfemaron contra el
Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se
arrepintieron de sus obras.
12 El sexto ángel derramó su
copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó,
para que estuviese preparado el camino a los reyes del
oriente.
13 Y vi salir de la boca del
dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso
profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas;
14 pues son espíritus de
demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en
todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día
del Dios Todopoderoso.
15 He aquí, yo vengo como
ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para
que no ande desnudo, y vean su vergüenza.
16 Y los reunió en el lugar
que en hebreo se llama Armagedón.
17 El séptimo ángel derramó
su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del
cielo, del trono, diciendo: Hecho está.
18 Entonces hubo relámpagos
y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto
tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han
estado sobre la tierra.
19 Y la gran ciudad fue
dividida en tres partes, y las naciones cayeron; y la gran
Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz
del vino del ardor de su ira.
20 Y toda isla huyó, y los
montes no fueron hallados.
21 Y cayó del cielo sobre
los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y
los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo;
porque su plaga fue sobremanera grande.
Los blancos
simbólicos de las cuatro primeras copas eran los elementos de
la creación física: la tierra, el mar, las aguas, y el sol.
Con las tres últimas plagas, las consecuencias del ataque
angélico eran más "políticas" en su naturaleza: el trastorno
del reino de la bestia; la guerra del gran día de Dios; y la
caída de Babilonia".
10-11 Aunque, a través del Apocalipsis, la mayoría de los
juicios está dirigida específicamente al Israel apóstata, los
paganos que se unen a Israel contra la Iglesia caen bajo
condenación también. En realidad, la Gran Tribulación misma
demostraría ser "la hora de la prueba que ha de venir sobre el
mundo entero, para probar a los que moran sobre la
tierra" (3:10). Por lo tanto, el quinto ángel
derrama su copa sobre el trono de la bestia; y al quemar el
sol a los que adoran a la bestia, las luces se apagan sobre su
reino, y éste se oscurece - un conocido símbolo bíblico de
turbulencia política y la caída de gobernantes (comp. Isa.
13:9-10); Amós 8:9; Eze. 32:7-8). El significado principal de
esta plaga es todavía el juicio sobre Israel, porque (en
términos del mensaje de Apocalipsis) ése era el trono y el
reino de la bestia. Además, como veremos, se dice que la gente
que sufre a causa de la quinta copa sufre también a causa de
la primera copa, que fue derramada sobre la tierra, sobre los
israelitas adoradores de la bestia (v. 2).
Sin embargo, es
probable que este juicio corresponda parcialmente a las
guerras, las revoluciones, los disturbios, y las "convulsiones
mundiales" 15 que sacudieron el imperio después de que Nerón se
suicidó en junio del año 68. En relación con esto, F. W.
Farrar escribe sobre "los horrores infligidos a Roma y los
romanos en las gueras civiles por los gobernadores
provinciales - ya simbolizados como los cuernos de la bestia,
y caracterizados aquí como reyes pero sin reinos. Eran Galba,
Oto, Vitelio, y Vespasiano. 16 Vespasiano y Muciano deliberadamente planearon
matar de hambre al populacho romano; 17 y en la feroz
lucha de los vitelianos contra Sabino y Domiciano, y la
masacre que siguió, ocurrió el suceso que resonaba tan
portentosamente en los oídos de todo romano - el templo de
Júpiter capitolino ardió hasta el suelo el 19 de diciembre del
año 69 d. C. 18 No fue la menor de las señales de los tiempos el
hecho de que el espacio de un año vio envueltos en llamas a
dos de los más venerados santuarios del mundo antiguo - el
templo de Jerusalén y el templo del gran dios latino". 19
Un breve pasaje de
Tácito da alguna idea de las caóticas condiciones en la ciudad
capital: "Cerca de la lucha permanecía el pueblo de Roma, como
la concurrencia a un show, aclamando y aplaudiendo por turno
este o aquel lado, como si fuese un combate ficticio en la
arena. Cada vez que un lado cedía, los hombres se escondían en
las tiendas o se refugiaban en alguna casa grande. Luego eran
arrastrados fuera y muertos a instancias de la turba, que se
apoderaba de la mayor parte de lo saqueado, porque los
soldados estaban decididos a continuar con el derramamiento de
sangre y la masacre, y la muchedumbre se apoderaba del botín.
"La ciudad entera
presentaba una terrible caricatura de su naturaleza normal: la
lucha y las bajas por un lado, los baños y los restaurantes
por el otro, aquí el derramamiento de sangre y los cuerpos
muertos dispersos, cerca las prostitutas y gente semejante -
todo el vicio asociado con una vida de ocio y placer, todas
las espantosas acciones típicas de un saqueo despiadado. Estas
acciones estaban tan íntimamente entrelazados que un
observador habría pensado que de Roma se había apoderado una
simultánea orgía de violencia y disipación. En realidad, había
habido ocasiones en el pasado cuando ejércitos habían
combatido dentro de la ciudad, dos veces cuando Lucio Sulla
asumió el control, y una vez bajo Cinna. No menor crueldad
había sido exhibida en esa ocasión, pero ahora había una
brutal indiferencia, y ni siquiera una momentánea interrupción
en la búsqueda del placer. Como si esto fuera un
entretenimiento más en la sesión festiva, se refocilaban con
los horrores y se aprovechaban de ellos, sin importarles qué
lado ganaba, y gloriándose en las calamidades del estado". 20
Nuevamente, Juan
llama la atención a la impenitencia de los apóstatas. La
respuesta de ellos al juicio de Dios es sólo una rebelión
mayor - pero su rebelión se vuelve más y más impotente. Y se
mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del
cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron
de sus obras, para darle gloria. Una marca distintiva de las
copas-plagas es que llegan todas a la vez, sin "respiros"
entre ellas. Ya las plagas son lo bastante malas cayendo una
por una, como en los juicios contra Egipto. Pero esta gente
estaba todavía mordiéndose sus lenguas y blasfemando a Dios a
causa de sus úlceras - las llagas que les salieron cuando se
derramó la primera copa. Los juicios están siendo derramados
tan rápidamente que cada plaga sucesiva encuentra a la gente
sufriendo por todas las que las precedieron. Y, como su
carácter no ha sido transformado, no se arrepienten. La idea
de que un gran sufrimiento produce piedad es un mito. Sólo la
gracia de Dios puede hacer volver al impío de su rebelión;
pero Israel ha resistido al Espíritu, para su propia
destrucción.
12 En correspondencia
con la sexta trompeta (9:13-21), la sexta copa es derramada
sobre el gran río, el Éufrates; y el agua de éste se secó,
para que estuviese preparado el camino para los reyes del
oriente. Como vimos en 9:14, el Éufrates era la frontera norte
de Israel, de la cual venían los ejércitos invasores para
asolar y oprimir al pueblo del pacto. La imagen del secamiento
del Éufrates a favor de un ejército conquistador está tomada
en parte de una estratagema de Ciro el persa, que conquistó a
Babilonia desviando temporalmente al Éufrates de su curso,
permitiendo que su ejército marchara por el lecho del río en
dirección opuesta a su curso y entrara en la ciudad, tomándola
por sorpresa. 21 Por supuesto, la idea básica es el secamiento del
Mar Rojo (Éx. 14:21-22) y del río Jordán (Josué 3:9-17;
4:22-24) para el victorioso pueblo de Dios. Nuevamente está
allí la nota subyacente de una ironía trágica: Israel se ha
convertido en la nueva Babilonia, un enemigo de Dios que ahora
debe ser conquistado por un nuevo Ciro, al ser milagrosamente
librado y traído a su herencia el verdadero pueblo del pacto.
Como observa Barrington, la llegada de los ejércitos desde el
Éufrates "seguramente no representa sino el regreso de Tito
para sitiar a Jerusalén con refuerzos adicionales"; 22 y es ciertamente
más que coincidencia que miles de estos mismos soldados
realmente venían del Éufrates". 23
13-14 Ahora Juan ve
tres espíritus inmundos que salen de la boca del dragón
de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta (la
bestia que subía de la tierra en 13:11; comp. 19:20). Se
establece aquí una relación con la segunda plaga egipcia,
porque la multitud de ranas que infestaron a Egipto venían del
río (Éx. 8:1-7). Juan ha combinado estas imágenes en estos
versículos: Primero, una invasión desde un río (vers. 12);
segundo, una plaga de ranas (en las leyes alimenticias del
Antiguo Pacto, las ranas son inmundas: Lev. 11:9-12, 41-47).
Pero estas "ranas" son en realidad espíritus de demonios, que
hacen señales para engañar a la humanidad. Aquí hay nuevamente
un énfasis múltiple sobre el dragón (imitado por sus cohortes)
que arroja cosas por la boca (comp. 12:15-16; 13:5-6);
contrástese con 1:16; 11:5; 19:15, 21); y la triple repetición
de la boca sirve aquí también como otro punto de contacto con
la sexta trompeta (9:17-19). Estos espíritus inmundos del
diablo, el gobierno romano, y los dirigentes de Israel, salen
a los reyes del mundo entero (comp. Sal. 2) para reunirlos
para la batalla del gran día de Dios. Por medio de su falsa
profecía y obras milagrosas, incitan a los ejércitos del mundo
a unirse en guerra contra Dios. De lo que no se dan cuenta es
de que la batalla es del Señor, y de que los ejércitos están
siendo traídos para cumplir los propósitos de Dios, no los de
ellos. Es Él quien prepara el camino para ellos, aun secando
el río Éufrates para que pasen.
Miqueas el profeta
dio un mensaje muy similar al impío rey Acab, de Israel,
explicándole por qué sería muerto en combate contra los
arameos:
Yo vi a Jehová sentado en su
trono, y todo el ejército del cielo estaba junto a él, a su
derecha y a su izquierda. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a
Acab para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de
una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se
puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le
dijo: ¿De qué manera? Y él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de
mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le
inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así. (1
Reyes 22:19-22).
Esto encuentra eco en la
profecía de Pablo a los tesalonicenses:
Porque ya está
en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al
presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en
medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el
Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el
resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por
obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios
mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se
pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para
ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para
que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los
que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la
injusticia. (2 Tesa. 2:7-12).
En última instancia,
el "poder engañoso" puesto en ejecución por estos espíritus
engañosos es enviado por Dios para ocasionar la destrucción de
sus enemigos en la guerra de aquel gran día de Dios, un
término bíblico para significar día de juicio, de calamidad
para los impíos (comp. Isa. 13:6, 9; Joel 2:1-2, 11, 31; Amós
5:18-20; Sof. 1:14-18). Específicamente, este debe ser el día
de la condenación y la ejecución de Israel; el día, como Jesús
predijo en su parábola, en que el Rey enviaría sus ejércitos a
destruir a los asesinos y a prender fuego a su ciudad (Mat.
22:7). Juan subraya este punto nuevamente refiriéndose al
Señor como al Dios Todopoderoso, la traducción griega de la
expresión hebrea Dios de los ejércitos, el Señor de
los ejércitos del cielo y de la tierra (comp. 1:8).
Los ejércitos que vienen a producir la destrucción de Israel -
sin importar el motivo - son los ejércitos de Dios, enviados
por Él (aunque por medio de espíritus engañosos, si es
necesario) para llevar a cabo sus propósitos, para su gloria.
Las impías ranas-demonios llevan a cabo sus falsas maravillas
y obras engañosas porque el ángel de Dios derramó su copa de
ira.
15 La narración se interrumpe súbitamente: He aquí, vengo como
ladrón. Este es el tema central del Libro de Apocalipsis, y
que resume las amonestaciones de Cristo a las iglesias en las
siete cartas (comp. 2:5, 16, 25; 3:3, 11). En realidad, la
llegada de los ejércitos romanos será la venida de Cristo en
terrible ira contra sus enemigos, los que le han traicionado y
muerto a sus testigos. Las palabras y las imágenes específicas
parecen estar basadas en la carta a la iglesia de Sardis: "Vendré
sobre
tí como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre tí"
(3:3; comp. Mat. 24:42-44; Luc. 12:35-40; 1 Tesa. 5:1-11). Esa
carta dice también: "Sé vigilante, y afirma las otras
cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras
perfectas delante de Dios... Pero tienes unas pocas personas
en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y
andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El
que venciere será vestido de vestiduras blancas..."
(3:2, 4-5). De manera similar, continúa el texto de la sexta
copa, en la tercera bienaventuranza del Apocalipsis:
Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no
ande desnudo, y vean su vergüenza (comp. 3:18, en la carta a
Laodicea: "Te aconsejo que de mí compres... vestiduras
blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de
tu desnudez"). John Sweet comenta: "Aquí el tiempo
verbal de andar desnudo y ser visto es el presente de
subjuntivo - 'andar desnudo habitualmente'. El peligro es el
de ser sorprendido con la guardia abajo, no momentánea, sino
habitualmente - para ponerlo crudamente, no con los pantalones
abajo, sino absolutamente sin pantalones". 24
Philip Barrington
explica el origen de la alusión de Juan: "Había un oficial de
guardia en el templo cuyo oficio consistía en ir de un lado
para otro y asegurarse de que los centinelas permaneciesen
despiertos; si les encontraba dormidos, les azotaba; si les
encontraba en lo mismo la segunda vez, les quemaba la ropa.
Esta es la única explicación posible de este pasaje.
Significa: Ahora es el momento para que los centinelas del
templo permanezcan despiertos. Por supuesto, todo el
simbolismo de la sexta fuente, de la cual esto es parte, tiene
que ver con un ataque contra el templo". 25 El juicio y la
destrucción se acercan rápidamente; no hay tiempo que perder.
Las iglesias deben estar despiertas y alertas.
16 La narración se
reanuda: Los demonios congregan a los reyes de la tierra al
lugar que en hebreo se llama Armagedón. 26 Literalmente, esto
se escribe Har-Magedon, que significa el monte de Meguido.
Aquí surge un problema para los "literalistas", porque Meguido
es una ciudad sobre una llanura, no una montaña. Nunca hubo ni
habrá ninguna "batalla de Armagedón" literal, porque tal lugar
no existe. La montaña más cercana a la llanura de Meguido es
el Monte Carmelo, y esto es presumiblemente lo que Juan tenía
en mente. ¿Por qué no dijo simplemente Monte Carmelo? Farrer
contesta: "Uno sólo puede suponer que Juan quiere referirse a
Meguido y al Monte Carmelo al mismo tiempo" 27 - Carmelo, por su
asociación con la derrota de los falsos profetas de Jezabel, y
Meguido, porque fue el escenario de varios importantes
combates militares en la historia bíblica. Meguido está
enumerada entre las conquistas de Josué (Josué 12:21), y es
especialmente importante como el lugar en que Débora derrotó a
los reyes de Canaán (Jud. 5:19). El rey Ocozías de Judá, el
malvado nieto del rey Acab de Israel, murió en Meguido (2
Reyes 9:27). Quizás el suceso más significativo que tuvo lugar
allí, en términos de las imágenes de Juan, fue la
confrontación entre el rey Josías de Judá y el Faraón egipcio
Necao. En deliberada desobediencia a la Palabra de Dios,
Josías se enfrentó a Necao en combate en Meguido y fue herido
mortalmente (2 Crón. 35:20-25). Después de la muerte de
Josías, la espiral vertical hacia la apostasía, la
destrucción, y la esclavitud fue rápida e irrevocable (2 Crón.
36). Los judíos se lamentaron por la muerte de Josías, aun
hasta el tiempo de Esdras (véase 2 Crón. 35:25), y el profeta
Zacarías usa esto como imagen del luto de Israel por el
Mesías: Después de prometer "destruir a todas las naciones que
vienen contra Jerusalén" (Zac. 12:9), dice Dios:
Y derramaré sobre la casa de
David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia
y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán
como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por
él como quien se aflige por
el primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén,
como el llanto de Hadad-rimón en el valle de Meguido. Y la
tierra lamentará, cada linaje aparte... (Zac. 12:10-11).
Esto es seguido luego por la
declaración de Dios de que Él quitará de Israel los ídolos, los
falsos profetas, y los malos espíritus (Zac. 13), y de que Él
hará venir ejércitos hostiles para que sitien a Jerusalén (Zac.
14). 28
Por esta razón, "Meguido" era para Juan símbolo de derrota y
desolación, un "Waterloo" que significaba la derrota de los
que se oponen a Dios, como explica Farrer: "En suma, el
monte de Meguido permanece en su mente como un lugar donde la
profecía mentirosa y sus embaucadores van a enfrentarse a su
destino; donde los reyes y sus ejércitos son llevados con
engaño a su destrucción; y donde todas las tribus de la tierra
se lamentan de verle a Én en poder, aquél al que, en su
debilidad, habían traspasado". 29
17 Finalmente, el
séptimo ángel derrama su copa sobre el aire. La razñon de esto
no parece ser que el aire es el dominio de Satanás, "el
príncipe de la potestad del aire" (Efe. 2:2), sino más bien
que es el elemento en el cual los relámpagos y los
truenos (v. 18) y el granizo (v. 21) han de producirse.
Nuevamente sale una voz del templo en el cielo, desde el
trono, significando el control y la aprobación de Dios. Juan
nos dice en 15:1 que estas siete plagas habrían de ser "las
últimas, porque en ellas la ira de Dios se ha consumado"; por
lo tanto, con la séptima copa, la voz proclama: Hecho está
(comp. 21:6). "La frase es una sola palabra, ghegonen,
que es tan semejante a un trueno como la palabra uai
es semejante al grito de un águila (8:13). 'Hecho está' es el
sello de algo ejecutado, como aquella otra frase de una sola
palabra: 'Consumado es', telestai [Juan 19:30],
pronunciada por el Cristo juanino al morir en la cruz". 30
18 Nuevamente
aparecen los fenómenos asociados con el día del Señor y la
actividad hechora del pacto de la Nube de Gloria: destellos de
relámpagos y truenos y voces; y hubo un gran terremoto. Siete
veces en el Apocalipsis menciona Juan un terremoto (6:12; 8:5;
11:13 [dos veces]; 11:19; 16:18 [dos veces]), subrayando sus
dimensiones de pacto. Cristo vino a traer el terremoto
definitivo, el gran terremoto cósmico del Nuevo Pacto, un
terremoto tan poderoso y tan grande cual no lo hubo jamás
desde que los hombres han estado sobre la tierra (comp. Mat.
24:21; Éx. 9:18; 24; Dan. 12:1; Joel 2:1-2).
Éste era también el
mensaje del escritor a los Hebreos. Comparando el pacto hecho
en Sinaí con la venida del Nuevo Pacto (que sería establecido
a la destrucción del templo y la completa desaparición del
Antiguo Pacto), dice:
Mirad que no
desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquéllos que
desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos
nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.
La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha
prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente
la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez,
indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas,
para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo
nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y
mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y
reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor. (Heb.
12:25-29).
El eminente teólogo
puritano John Owen comenta este texto y sobre este "terremoto"
definitivo": "Es el trato de Dios con la iglesia, y las
alteraciones que él haría en el estado que se menciona, de las
cuales trata el apóstol. Son, por lo tanto, los cielos y
la tierra del culto mosaico, y la iglesia-estado
judaica, con la tierra del estado político al que
pertenece, de los que se habla aquí. Estos son los que fueron
sacudidos a la venida de Cristo, y sacudidos de tal manera,
que en breve serían removidos y quitados, para introducir el
más celestial culto del evangelio y la inamovible
iglesia-estado evangélica. Esta fue la mayor conmoción y
alteración que Dios efectuó jamás en los cielos y en la tierra
de la iglesia, y que habría de efectuarse una vez solamente...
"Esta es la conclusión de la totalidad de la parte
argumentativa de esta epístola, a la cual se apuntaba desde el
principio. Habiendo probado plenamente la excelencia del
evangelio, y el estado de la iglesia en él, por encima del que
estaba bajo la ley, y confirmado por un examen de todo lo
concerniente a uno y otro, como hemos visto; ahora declara de
acuerdo con las Escrituras, según su manera usual de tratar
con estos hebreos, que todas las antiguas instituciones
de culto, y la iglesia-estado entera del Antiguo Pacto,
habrían de ser ahora removidas y quitadas, a fin de
hacer sitio para un mejor estado, más glorioso, y que nunca
estaría sujeto a cambios ni alteraciones". 31
19 Como hemos visto,
la gran ciudad es la antigua Jerusalén, donde el Señor fue
crucificado (11:8; comp. 14:8); originalmente designada para
que fuera "la luz del mundo, una ciudad asentada sobre una
colina", ahora es una asesina apóstata, condenada a perecer.
Bajo el juicio de la séptima copa, ha de ser dividida en tres
partes. Las imágenes se toman del capítulo quinto de Ezequiel,
en el cual Dios da instrucciones al profeta para que
represente un drama de la venidera destrucción de Jerusalén.
Ezequiel debía rapar su cabeza con una navaja y luego dividir
cuidadosamente el cabello en tres partes:
Una tercera
parte quemarás a fuego en medio de la ciudad... y tomarás
una tercera parte y la cortarás con espada alrededor de la
ciudad; y una tercera parte esparcirás al viento, y yo
desenvainaré espada en pos de ellos. Tomarás también de allí
unos pocos en número, y los atarás en la falda de tu manto.
Y tomarás otra vez de ellos, y los echarás en medio del
fuego, y en el fuego los quemarás; de allí saldrá el fuego a
toda la casa de Israel. Así ha dicho Jehová el Señor: Esta
es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las
tierras alrededor de ellas. Y ella cambió mis decretos y mis
ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más que las
tierras que están alrededor de ella; porque desecharon mis
decretos y mis mandamientos, y no anduvieron en ellos. Por
tanto, así ha dicho Jehová: Por haberos multiplicado más que
las naciones que están alrededor de vosotros, no habéis
andado en mis mandamientos, ni habéis guardado mis leyes? Ni
aun según las leyes de las naciones que están alrededor de
vosotros habéis andado. Así, pues, ha dicho Jehová el Señor:
He aquí yo estoy contra tí; sí, yo, y haré juicios en medio
de tí ante los ojos de las naciones. Y haré en tí lo que
nunca hice, ni jamás haré cosa semejante, a causa de todas
tus abominaciones. Por eso, los padres comerán a los hijos
en medio de tí, y los hijos comerán a los padres; y haré en
tí juicios, y esparciré a todos los vientos todo lo que
quedare de tí. Por tanto, vivo yo, dice Jehová, el Señor,
ciertamente por haber profanado mi santuario con todas tus
abominaciones, te quebrantaré yo también; mi ojo no
perdonará, ni tampoco tendré yo misericordia. Un tercera
parte de tí morirá de pestilencia y será consumida de hambre
en medio de tí; y una tercera parte caerá a espada alrededor
de tí; y una tercera parte esparciré a todos los vientos, y
tras ellos desenvainaré espada. (Eze. 5:1-12).
Aunque la imagen de
Juan de la división de la ciudad en tres partes está
claramente tomada de Ezequiel, la referencia específica puede
ser la que conjetura Barrington: "Esto se refiere a la
división en tres facciones, que se volvió aguda después del
regreso de Tito. Mientras Tito sitiaba la ciudad desde afuera,
los tres dirigentes de las facciones rivales luchaban
ferozmente entre ellos desde adentro. De no haber sido por
esto, la ciudad podría haber evitado la derrota por largo
tiempo, quizás hasta por tiempo indefinido, porque ningún gran
ejército podría sostenerse por mucho tiempo en aquellos días
cerca de Jerusalén: no había agua ni provisiones. Esta lucha
dentro de la ciudad la puso rápidamente en manos de Tito; 'los
días fueron acortados'". 32
Otra indicación de que la gran ciudad es Jerusalén es el hecho
de que Juan la distingue de las ciudades de los gentiles, que
cayeron con ella. Tenemos que recordar que Jerusalén era la
ciudad capital del reino de sacerdotes, el lugar del templo;
dentro de sus muros se ofrecían sacrificios y oraciones en
favor de todas las naciones. El sistema del Antiguo Pacto era
un orden mundial, el fundamento sobre el cual el mundo
entero estaba organizado y se mantenía estable. Desde el punto
de vista del pacto, Jerusalén representaba a todas las
naciones del mundo, y se derrumbaron cuando la ciudad cayó. La
nueva organización del mundo habría de basarse en la Nueva
Jerusalén contruída sobre la Roca.
Y Babilonia la grande
(comp. 14:8) fue recordada delante de Dios, para darle a beber
de la copa del vino de su ira ardiente. Como observa Ford: "La
frase se ajusta al escenario litúrgico del texto. Las
libaciones se han hecho, pero en vez de ser el memorial de que
Dios se vuelva hacia su pueblo con gracia y misericordia, es
para juicio. El hecho de que Dios 'recuerde' es siempre un
acto eficaz y creativo, no una mera actividad intelectual; él
recuerda en el acto de bendecir (transmitir vitalidad) y
maldecir (destruir). La ironía del vers. 19 reside en la
exhortación a Israel para que 'recuerde' el pacto y la bondad
de Dios en general. Israel fue amonestado especialmente, como
en Deuteronomio 6, a guardar un recuerdo perpetuo de los
sucesos de Éxodo y Sinaí, para recordarlos día y noche, para
que no olvidara jamás al Dios que los había hecho ocurrir...
"En este capítulo, el
autor da a entender que, porque Israel se olvidó y se volvió
arrogante, las plagas de Egipto se volvieron contra él. Aun
entonces no se arrepintió, sino que blasfemó (comp. Job 1:22;
2:10), y Dios lo recordó para juicio". 33
20 En este juicio
final, todo falso refugio desaparece; las montañas y las rocas
ya no pueden ocultar a los impíos "del rostro de aquél que
está sentado en el trono, y de la ira del Cordero" (6:16): Y
toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.
21 Varias veces hemos
notado la estrecha relación entre Apocalipsis y la profecía de
Ezequiel. Aquí nuevamente hay un paralelo: Ezequiel declara
que los falsos profetas de Jerusalén traerían sobre ella
destrucción por medio de una violenta tormenta de granizo
(Eze. 13:1-6). Juan predice la misma suerte: Y cayó del cielo
sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un
talento [100 lbs.]; y los hombres blasfemaron contra Dios por
la plaga de granizo; porque su plaga fue sobremanera grande.
Como con las otras plagas, la imagen ha sido tomada prestada
de las plagas que Moisés trajo sobre Egipto (en este caso, la
séptima plaga: Éx. 9:18-26). La plaga de granizo también evoca
asociaciones con "las grandes piedras del cielo" que Dios
arrojó sobre los cananeos cuando la tierra estaba siendo
conquistada bajo Josué (Josué 10:11); como cantó Débora, las
mismas estrellas del cielo hacen guerra contra los enemigos de
Dios (Jud. 5:20).
Puede que una
historia referente a esta "tormenta de granizo" haya sido
recordada por Josefo en su extraño relato de los enormes
proyectiles de piedra lanzados por las catapultas romanas
contra la ciudad: "Los proyectiles de piedra pesaban un
talento y viajaban cuatrocientos metros o más, y su impacto
era enorme, no sólo sobre los que eran golpeados primero, sino
también sobre los que estaban detrás. Al principio los judíos
vigilaban la llegada de las piedras - porque eran blancas - y
su aproximación era indicada, visualmente, por su brillante
superficie, y audiblemente, por el zumbido que producían. Los
centinelas apostados en las torres daban aviso cada vez que la
catapulta era accionada y la piedra salía disparada hacia
ellos, gritando en su lengua nativa: '¡Viene el Hijo!'
Los que estaban en la línea de fuego se quitaban y se lanzaban
al suelo, una precaución cuyo resultado era que la piedra
pasaba sin hacer daño y cayera en la retaguardia. Para
frustrar esto, se les ocurrió a los romanos ennegrecer las
piedras, de manera que no pudieran verse tan fácilmente por
anticipado; entonces daban en el blanco y destruían a muchos
de un solo tiro". 34
Después de considerar
varias teorías sobre el significado de esta frase, Stuart
Russell escribe: "No es posible sino que los judíos sabían
bien que la gran esperanza y fe de los cristianos era la
pronta venida del Hijo. Según Josefo, fue más o menos por este
tiempo que Santiago, el hermano de nuestro Señor, testificó
públicamente en el templo diciendo que 'el Hijo del Hombre
estaba a punto de venir en las nubes del cielo', y luego selló
su testimonio con su sangre. Parece muy probable que los
judíos, en su blsfemia desafiante y desesperada, cuando veían
la masa blanca volar por el espacio, lanzaban el grito
obsceno: 'Viene el Hijo', en son de burla de la esperanza
cristiana de la Parusía, a la cual posiblemente le atribuían
el ridículo parecido con la extraña aparición del proyectil".
35
Y los hombres
blasfemaron contra Dios - su consistente reacción durante todo
el tiempo que duró el derramamiento de las copas, revelando,
no sólo su maldad, sino también su evidente estupidez: ¡Cuando
están cayendo del cielo piedras que pesan cien libras,
ciertamente no es el momento para blasfemar! Pero Dios había
abandonado a estos hombres a su propia auto-destrucción: su
rebelión llena de saña y odio les consume a tal punto que
pueden partir a la eternidad con maldiciones en sus labios.
Las copas que
contenían las últimas plagas han sido derramadas; pero todavía
no es el fin. Los capítulos que siguen tratarán de la
destrucción de la gran ciudad-ramera y sus aliados, y
concluirán con la revelación de la gloriosa Esposa de Cristo:
la verdadera Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén. (Los capítulos
17-22 pueden, por tanto, ser considerados como una
continuación de la séptima copa, o una exposición de su
significado; en todo caso, los sucesos están claramente
gobernados por los ángeles de las copas; véanse 17:1; 21:9).
"Por esta razón, el libro entero, de principio a fin, enseña
estas grandes verdades - ¡Cristo triunfará! ¡Los enemigos de
Cristo serán conquistados! Los que le odian serán destruídos;
los que le aman serán bendecidos indeciblemente. La
destrucción tanto de judios como de gentiles ya es inminente.
El juicio caerá sobre Judea y Jerusalén, sobre Roma y su
imperio, sobre Nerón y sus adoradores. La espada y el fuego,
el hambre y la pestilencia, la tormenta y un terremoto, y la
agonía social y el terror político no son sino los ayes que
están introduciendo el reino mesiánico. Las cosas viejas están
pasando rápidamente. La luz sobre el semblante de la antigua
dispensación está desapareciendo y desvaneciéndose hasta
volverse tenue, pero el rostro de aquél que es como el sol ya
está alboreando en dirección del oriente. El pacto nuevo y
final ha de ser establecido instantáneamente en medio de
terribles juicios; y ha de ser establecido de tal manera que
hará imposible la continuación de lo antiguo. ¡Maranatha! ¡El
Señor viene! ¡Aun así, ven, Señor Jesús!" 36
Notas:
1. La correspondencia no es exacta,
sin embargo; y Russell, característicamente, va demasiado lejos
cuando, después de una comparación superficial, declara
categóricamente: "Esto no puede ser mera casualidad: es identidad,
y sugiere el interrogante: ¿Por qué razón se repite la visión
aquí? (J. Stuart Russell, The Parousia: A Critical Inquiry
into the New Testament Doctrine of Our Lord´s Second Coming
[Grand Rapids: Baker Book House, 1983], p. 476).
2. Comp. Isa. 66:6 - "Voz de alboroto de la
ciudad, voz del templo, voz de Jehová que da el pago a sus
enemigos".
3. Austin Farrer, The Revelation of St. John
the Divine (Oxford: At the Clarendon Press, 1964), p. 175.
4. Ibid., p. 175.
5. J. P. M. Sweet, Revelation
(Philadelphia: The Westminster Press, 1979), p. 244.
6. De paso, podemos notar aquí un
ejemplo de la constante tendencia de la así llamada
interpretación "literalista" a hacer especulaciones fantásticas
con relación al cumplimiento de estas profecías. El Dr. Henry
Morris, que ha escrito lo que los editores han llamado "¡la más
literal exposición de Apocalipsis que jamás hayamos leído!",
ofrece su interpretación de este fenómeno: "Es meramente una
solución química, agua que contiene hierro y otras sustancias
químicas que le dan un aspecto rojo como de sangre" (The
Revelation Record: A Scientific and Devotional Commentary on
the Book of Revelation [Wheaton: Tyndale House Publishers,
1983], p. 298). Esto es especialmente interesante a la luz de su
declarado principio de interpretación: "En realidad, una
'interpretación literal' es una contradicción de términos,
puesto que uno no interpreta (esto es, 'traduce'
diciendo 'esto significa aquéllo') si uno simplemente acepta que
una declaración significa precisamente lo que dice. Además, los
términos 'más literal' o 'de lo más literal' son redundantes.
Literal es literal" (p. 24).
7. Flavius Josephus, The Jewish War, iii.x.9.
8. David Chilton, Paradise Restored: A
Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion
Press, 1985), pp. 18ss, 30s.
9. Auguste Lecerf, An Introduction to
Reformed Dogmatics, trad. André Schlemmer (Grand Rapids:
Baker Book House, [1949] 1981), p. 147.
10. Comp. ibid., pp. 147-149.
11. La mención del ángel de las aguas sirve
también como otra de las muchas y sutiles conexiones entre el
Libro de Apocalipsis y el evangelio de Juan; véase Juan 5:3-4.
12. Véase de Josephus, The Jewish War,
vi.iii.3-4.
13. J. Massyngberde Ford, Revelation: A New
Translation with Introduction and Commentary (Garden City,
NY: Doubleday and Co., 1975), p.266.
14. St. Augustine, On the Trinity, iii.9;
Henry Bettenson, ed., y trad., The Later Christian Fathers
(Oxford: Oxford University Press, [1972] 1977), p.191.
15. Cornelius Tacitus, The Histories, iii.49.
16. Los gobernantes durante el año 69, "el año
de los cuatro emperadores".
17. Tácito, The Histories, iii.48;
Josephus, The Jewish War, iv.x.5.
18. Tácito, The Histories, iii.71-73;
Josephus, The Jewish War, iv.xi.4.
19. F. W. Farrar, The Early Days of
Christianity (Chicago and New York: Belfors, Clarke &
Co., 1882), pp. 555s.
20. Tácito, The Histories, iii.83; trad.
Kenneth Wellesley (New York: Penguin Books, 1964, 1975), pp.
197s.
21. Heródoto, History, i.191; véanse las
profecías sobre esto en Jer. 50:38; 51:32, 36.
22. Philip Barrington, The Meaning of the
Revelation (LOndon: SPCK, 1931), p. 265.
23. Véase de Josephus, The Jewish War,
iii.i.3; iii.iv.2; v.i.6; vii.i.3.
24. Sweet, p. 249.
25. Barrington, pp. 265s; comp. Alfred
Edersheim, The Temple: Its Ministry and Services As They
Were at the Time of Jesus Christ (Grand Rapids: William B.
Eerdmans Publishing Co., pp. 142, 148.
26. Comp. frases similares en Juan
19:13: "Pilatos... se sentó en el tribunal en el lugar llamado
El Enlosado, y en hebreo Gabata". Carrington (p. 267) comenta:
"Cualesquiera que sean nuestros puntos de vista sobre la autoría
de la literatura juanina, es seguro que las semejanzas en
pensamiento, plan, y dicción entre el Apocalipsis y el evangelio
son a veces extraordinariamente estrechas, y los eruditos que
sostienen que los libros son de diferentes autores y están
inspirados por diferentes motivos tienen que explicar algunos
puntos difíciles. En el caso presente, hay un contraste
intencional entre Jesús, juzgado y en camino a la muerte a manos
del procurador del Emperador, y Jerusalén, juzgada y en camino a
su destrucción a manos del Emperador.
27. Farrer, p. 178.
28. Barrington (pp. 268-271)
proporciona una extensa lista de las alusiones de Juan a
Zacarías, observando que "después de Ezequiel, es el que más ha
influido sobre Juan. Por lo tanto, es importante reconocer que
habla de la destrucción de esta Jerusalén y de una venganza
sobre sus habitantes; espera la gloria de una Nueva Jerusalén
bajo la casa de David, y los gentiles yendo a adorar allí" (p.
271).
29. Farrer, p. 178.
30. Farrer, p. 179.
31. John Owen, An Exposition of
the Epistle to the Hebrews, W. H. Goold cd., siete vols.
(Grand Rapids: Baker House, [1855] 1980, Vol. 7, pp. 366s. Owen
también observa: "Aunque el propósito principal sea la
eliminación del ritual mosaico y del estado-iglesia - lo cual se
efectuó a la venida de Cristo - y la promulgación del evangelio
desde el cielo por él, todas las otras oposiciones a él y a su
reino están incluidas allí; no sólo las que existían entonces,
sino todas las que ocurrirían hasta el fin del mundo. Las 'cosas
que no pueden moverse' han de permanecer y ser establecidas
absolutamente contra toda oposición. Por lo cual, como los
cielos y la tierra del mundo idólatra fueron de antiguo
sacudidos y quitados, así también lo serán los del mundo
anticristiano, que en la actualidad parecen prevalecer en muchos
lugares. Todas las cosas deben ceder su lugar, todo lo que esté
comprendido en los nombres del cielo y de la tierra aquí abajo,
al evangelio, y al reino de Cristo. Porque, si Dios hizo lugar
para él quitando sus propias instituciones, que él había
señalado para un tiempo, ¿qué más estorbará su establecimiento y
su progreso hasta el fin?" (p. 368).
32. Barrington, p. 266; comp. Josephus, The
Jewish War, v.v.1-5.
33. Ford, p. 275.
34. Josephus, The Jewish War, v.vi.3.
35. Russell, p. 482.
36. F. W. Farrar, The Early Days of
Christianity (Chicago and New York: Belford, Clarke &
Co., 1882), p.557.