DÍAS DE RETRIBUCIÓN
Una exposición del libro
de Apocalipsis
Título de la obra en inglés:
Days of Vengeance
Por David Chilton
Tomado de Freebooks
Parte Cuatro
13
LEVIATÁN Y BEHEMOT
El libro de
Apocalipsis es un documento de pacto. Es una profecía, como
las profecías del Antiguo Testamento. Esto significa que no
tiene nada que ver con la "predicción" de sucesos asombrosos
como tales. Como profecía, su centro es redentor y ético. Su
preocupación es el pacto. La Biblia es la revelación de Dios
acerca de su pacto con su pueblo. Fue escrito para mostrar lo
que Dios ha hecho para salvar a su pueblo y glorificarse a sí
mismo por medio de él.
Por lo tanto, cuando
Dios habla del Imperio Romano en el libro de Apocalipsis, su
propósito no es contarnos emocionantes chismes sobre la vida
en la corte de Nerón. Él habla de Roma sólo en relación con el
pacto y la historia de la redención. "Debemos tener presente
que, en todo este simbolismo profético, tenemos delante de
nosotros al imperio romano como un poder perseguidor. Este
Apocalipsis no tiene que ver con la historia de Roma... La
bestia no es un símbolo de Roma, sino del gran poder romano
mundial, concebido como el órgano de la serpiente antigua, el
diablo, para perseguir a los dispersos santos de Dios". 1 Desde el punto de
vista del Apocalipsis, el hecho más importante acerca de Roma
no es que es un estado poderoso, sino que es la bestia, en
oposición al Dios del pacto; el punto en discusión no es
esencialmente político, sino religioso (comp. comentarios
sobre 11:7). El Imperio Romano no es visto en términos de sí
mismo, sino sólo en términos de 1) la tierra (Israel), y 2) la
Iglesia.
La bestia
que surge del mar (13:1-10)
1 Me paré sobre la arena del
mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y
diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus
cabezas, un nombre blasfemo.
2 Y la bestia que vi era
semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca
como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y
grande autoridad.
3 Vi una de sus cabezas como
herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se
maravilló toda la tierra en pos de la bestia,
4 y adoraron al dragón que
había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia,
diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra
ella?
5 También se le dio boca que
hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para
actuar cuarenta y dos meses.
6 Y abrió su boca en
blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su
tabernáculo, y de los que moran en el cielo.
7 Y se le permitió hacer
guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio
autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.
8 Y la adoraron todos los
moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el
libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el
principio del mundo.
9 Si alguno tiene oído,
oiga.
10 Si alguno lleva en
cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a
espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los
santos.
1-2 Juan nos dice
que, de la misma manera en que él había ascendido a la sala
del trono de Dios para contemplar el mundo celestial (4:1;
comp. Eze. 3:14; 8:3), el Espíritu ahora le instala sobre la
arena del mar, el punto mejor desde el cual podía ver a la
bestia subir del mar. En un sentido visual, dramático, el
poderoso Imperio Romano sí pareció surgir del mar, desde la
península italiana a través del océano desde la tierra. Más
que esto, sin embargo, se observa aquí el simbolismo bíblico
del mar. Como lo vimos en 9:1-3, el mar está asociado con el
abismo, la morada de los demonios, que fueron encarcelados
allí después de haber sido expulsados del jardín. El abismo es
el de Gén. 1:2, "sin forma y vacío", imposible de ser habitado
por el hombre. Está lejos de la tierra seca del ambiente
humano, y es el lugar donde los demonios permanecen
encarcelados mientras los hombres sean fieles a Dios. Cuando
los hombres apostatan, los demonios son liberados; al ser
restaurado el hombre progresivamente, los espíritus malos son
enviados de vuelta al abismo (Luc. 8:26-33). Aquí vemos la
fuente última de la "bestialidad" de la bestia: En esencia,
viene del mar, desde la caótica profundidad y oscuridad del
abismo, que tuvo que ser conquistado, formado, y llenado por
la luz del Espíritu (Gén. 1:2; Juan 1:5). Esto no quiere decir
que hubo algún conflicto verdadero entre Dios y su creación;
al principio, todo era "bueno en gran manera". De la manera
más fundamental, el mar es una imagen de la vida. Pero,
después de la caída, la imagen del rugiente abismo se usa y se
desarrolla en la Escritura como símbolo del mundo en caos por
medio de la rebelión de los hombres y las naciones contra
Dios: "Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no
puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo" (Isa.
57:20; comp. Isa. 17:12). A Juan se le dice más tarde que "las
aguas que viste ... son pueblos y multitudes y naciones y
lenguas" (17:15). De esta caótica y rebelde masa de humanidad
surgió Roma, todo un imperio fundado en la premisa de
oposición a Dios.
La bestia tiene diez cuernos y siete cabezas, una imagen
(comp. Gén. 1:26) del dragón (12:3), que da a la bestia su
poder y su trono y gran autoridad. Los diez cuernos coronados
(poderes) de la bestia se explican en 17:12 en términos de los
gobernadores de las diez provincias imperiales, mientras que
las siete cabezas se explican como la línea de los Césares
(17:9-11): Nerón es una de las "cabezas". Debemos tener
presente la distinción lógica que ya se ha trazado entre sentido
(el significado y las asociaciones de un símbolo) y el referente
(el significado especial del símbolo como se usa en un caso
particular). Las connotaciones de cabezas y cuernos son las
mismas tanto en el dragón como en la bestia, pero se refieren
a objetos diferentes.
En una parodia de
pesadilla del sumo sacerdote bíblico, que llevaba el divino
Nombre sobre su frente (Éx. 28:36-38), la bestia despliega en
sus cabezas nombres blasfemos: Según la teología imperial
romana, los Césares eran dioses. Cada emperador era llamado
Augusto o Sebastos, que significa Uno que ha de
ser adorado; también tomaban el nombre de divus
(dios) y hasta Deus y Theos (Dios). Se les
erigieron muchos templos por todo el imperio, especialmente en
Asia Menor, como hemos observado. Los Césares romanos recibían
honores que pertenecían solamente al único y verdadero Dios;
Nerón exigía absoluta obediencia, y hasta erigió una
imagen de sí mismo de 120 pies de altura. Por esta razón,
Pablo llamó a César el "hombre de pecado"; era, dijo Pablo,
"el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra
todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se
sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por
Dios" (2 Tes. 2:3-4). Juan subraya este aspecto de la bestia:
También se le dio boca que hablaba grandes cosas y
blasfemias... Y abrió su boca en blasfemias contra Dios
(13:5-6). Los cristianos fueron perseguidos porque rehusaron
unirse a este culto idólatra al experador.
El imperio romano
está, además, simbolizado como un animal feroz, voraz, salvaje
y bajo maldición. Juan dice que el aspecto de la bestia era
como de un leopardo, con pies como los de un oso, y la boca
como de un león: "Los tres animales, combinados así por el
escritor, simbolizan rapidez y ferocidad al saltar sobre su
presa, tenacidad para retenerla y llevársela arrastrando, y
voraz apetito para devorarla". 3 Éstos son también los mismos animales (enumerados
en orden inverso) usados para describir los tres primeros de
los cuatro imperios mundiales de Daniel 7:1-6 (Babilonia,
Medo-Persia, y Grecia; comp. la descripción que hace Daniel de
los mismos imperios bajo un símbolo diferente, en Dan.
2:31-45). El cuarto imperio, Roma, participa de las
características malvadas y bestiales de los otros imperios,
pero es mucho peor: "He aquí la cuarta bestia, espantosa y
terrible, y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes
grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras
hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias
que vi antes de ella, y tenía diez cuernos" (Dan. 7:7). 4 Como hemos notado
en 12:3, este es el origen de los diez cuernos y las siete
cabezas del dragón (y también de la bestia) (las tres cabezas
de las bestias 1, 2, y 4, más las cuatro cabezas de la bestia
3: Dan. 7:6). La bestia de Apocalipsis es claramente el
Imperio Romano, que "combinaba en sí mismo todos los elementos
de lo terrible y lo opresor que había existido en la suma de
los otros grandes imperios que lo precedieron; también su
extensión era igual a la de todos ellos juntos". 5
Sin embargo, esta
bestia no es sólo una institución, sino una persona;
específicamente es el emperador Nerón, como veremos. Esto es
así porque, particularmente en la manera en que Biblia
considera las cosas, los dos pueden ser considerados uno.
Hasta cierto punto, desde el punto de vista del pacto, Roma
estaba identificada con su jefe, como la raza humana lo estaba
con Adán; el imperio estaba personificado por y representado
en el César reinante (Nerón). Así, la profecía de Juan puede
moverse hacia atrás y hacia adelante entre ellos, o
considerarlos juntos, bajo la misma designación. Y tanto Nerón
como el imperio se sumergieron en actividades degradantes,
degeneradas, y bestiales. Nerón, que asesinó a numerosos
miembros de su propia familia (incluyendo a su esposa
embarazada, a la cual mató a puntapiés); que era homosexual,
la etapa final de la degeneración (Rom. 1:24-32); cuyo
afrodisíaco favorito consistía en ver a seres humanos sufrir
las torturas más horrorosas y repugnantes; que se vestía como
bestia salvaje para atacar y violar a prisioneros y
prisioneras; que usaba los cuerpos de cristianos que ardían en
hogueras como las originales "velas romanas" para iluminar sus
depravadas fiestas de los jardines; que desencadenó la primera
persecución imperial contra los cristianos, a instigación de
los judíos, para destruir la Iglesia; este pervertido
semejante a un animal, era el gobernante del imperio más
poderoso de la tierra. Y Nerón fijaba la pauta para sus
súbditos. Roma era era la cloaca moral del mundo. 6
3-4 Vi una de sus
cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue
sanada. Algunos han señalado que, después de que Nerón fue
muerto, comenzó a circular el rumor de que resucitaría y
recuperaría el trono; suponen que, de algún modo, Juan debía
estarse refiriendo a este mito del Nerón redivivo. A
mí me parece esto un método muy insatisfactorio de manejar la
Escritura. Juan menciona la "herida mortal" de la bestia tres
veces en este pasaje (véanse v. 12, 14); es claro que este
símbolo es mucho más que casual, y tenemos que intentar una
explicación bíblica para él. 7
Como ya vimos, la
bestia se parece al dragón. El hecho de que reciba un herida
en la cabeza debería hacernos pensar en la escena en el
jardín de Edén, cuando Dios prometió que Cristo vendría y
aplastaría la cabeza del dragón (Gén. 3:15). Daniel había
profetizado que, en los días de los gobernantes romanos, el
reino de Cristo aplastaría los imperios satánicos y los
reemplazaría, llenando la tierra. En consecuencia, el
testimonio apostólico proclamó que Cristo había venido, que el
diablo había sido derrotado, desarmado, y atado, y que todas
las naciones comenzarían a avanzar hacia el monte de la Casa
del Señor. Dentro de la primera generación, el evangelio se
esparció rápidamente alrededor del mundo, a todas las
naciones; surgieron iglesias por todas partes, y algunos
miembros de la propia casa de César vinieron a la fe (Fil.
4:22). La verdad es que Tiberio César hasta solicitó
formalmente que el Senado romano reconociera oficialmente la
divinidad de Cristo. 8 Por lo tanto, durante un tiempo parecía como si
estuviera teniendo lugar un golpe de estado: El cristianismo
estaba en ascenso, y pronto obtendría el control. La cabeza de
Satanás había sido aplastada, y con ella el Imperio Romano
había sido herido de muerte bajo la espada (véase 13:14) del
evangelio. 9
Pero entonces la
situación se invirtió. Aunque el evangelio se había esparcido
por todas partes, también lo habían hecho la herejía y la
apostasía; y bajo la persecución por parte de los judíos y el
estado romano, grandes masas de cristianos comenzaron a
apostatar (1Tim. 1:3-7, 19-20; 4:1-3; 6:20-21; 2 Tim. 2:16-18;
3:1-9, 13; 4:10, 14-16; Tit. 1:10-16; 1 Juan 2:18-19). El
Nuevo Testamento da la clara impresión de que la mayoría
de las iglesias se dividieron y abandonaron la fe; bajo la
persecución de Nerón, la Iglesia pareció haber sido
exterminada por completo. La bestia había recibido la herida
en la cabeza, la herida mortal, pero había vivido. Por
supuesto, la realidad era que Cristo había derrotado al dragón
y a la bestia; pero las implicaciones de su victoria todavía
tenían que ser resueltas; los santos todavían tenían que
vencer y tomar posesión (comp. Dan. 7:21-22; Apoc. 12:11).
Y se maravilló toda
la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había
dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo:
¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? Juan
no está diciendo que el mundo (la "tierra") sigue a la bestia;
la palabra que él usa aquí debería entenderse como Israel.
Sabemos esto porque el contexto identifica a sus adoradores
como los que moran en la tierra (Apoc. 13:8, 12, 14) - una
frase técnica usada doce veces en Apocalipsis para denotar al
Israel apóstata (véase más arriba el comentario sobre 3:10).
Por supuesto, es verdad que Nerón fue amado por todo el
imperio como el benévolo proveedor de bienestar y
entretenimiento. Pero es Israel en particular el que
es condenado por adorar al emperador. Enfrentados con la
necesidad de escoger entre Cristo y César, habían proclamado:
¡Nosotros no tenemos más rey que César! (Juan
19:15). "Con esta exclamación, el judaísmo, en la persona de
sus representantes, fue culpable de negar a Dios, blasfemar,
apostatar. Se suicidó". 10 Su reacción a la guerra aparentemente victoriosa de
César contra la Iglesia (Apoc. 11:7) fue de admiración y
culto. Israel se puso del lado de César y el Imperio contra
Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, en fin de cuentas, estaban
adorando al dragón, y por esta razón Jesús mismo llamó a sus
asambleas de culto sinagogas de Satanás (Apoc. 2:9;
3:9).
5-7 Nuevamente, Juan
llama nuestra atención a las blasfemias de la bestia contra
Dios (comp. 13:1). Específicamente, dice, la bestia busca
blasfemar el nombre de Dios y su tabernáculo, los que moran en
el tabernáculo del cielo. Nuestra ciudadanía está en los
cielos (Fil. 3:20), somos entronizados allí por Cristo,
nuestro representante (Efe. 1:20; 2:6), y, como hemos visto,
la adoración oficial de la Iglesia tiene lugar en los cielos,
con millares de ángeles, en una asamblea festiva (Heb.
12:22-23; comp. comentarios sobre 8:1-2). En contraste con los
que rechazan la fe, los que "moran en la tierra", el pueblo
del Nuevo Pacto mora en los cielos alrededor del trono de
Dios. Por lo tanto, Juan simultáneamente le habla a la Iglesia
tanto de la cruel oposición de la bestia contra ella y la
certeza de la protección alrededor del trono en la corte
celestial.
Alexander Schmemann
ha llamado la atención hermosamente a la naturaleza del culto
como la ascensión semanal de la Iglesia (comp. Éx. 24:9-11;
34:1-8, 29-35; Mar. 9:1-29): "Los cristianos primitivos se
daban cuenta de que, para convertirse en el templo del
Espíritu Santo, debían ascender al cielo donde Cristo había
ascendido. Se daban cuenta también de que esta ascensión era
la condición misma para su misión en el mundo, para su
ministerio al mundo. Porque allí - en el cielo - estaban
inmersos en la nueva vida del reino; y cuando, después de esta
'liturgia de ascensión', regresaban al mundo, sus rostros
reflejaban la luz, el 'gozo y la paz' de ese reino, y ellos
eran verdaderamente sus testigos. No llevaban ni programas ni
teorías; pero dondequiera que iban, brotaban las semillas del
reino, la fe se encendía, la vida se transfiguraba, las cosas
imposibles se volvían posibles. Eran testigos, y cuando se les
preguntaba: '¿De dónde brilla esta luz, cuál es la fuente de
su poder?', sabían qué responder y a dónde guiar a los
hombres. Hoy día, en la iglesia, a menudo nos encontramos con
el mismo mundo antiguo, no con Cristo y su reino. No nos damos
cuenta de que nunca vamos a ninguna parte porque nunca dejamos
atrás ningún lugar". 11
A la bestia se le dio
autoridad para actuar por cuarenta y dos meses y para hacer
guerra contra los santos y vencerlos. Como he observado más
arriba (véanse los comentarios sobre 11:2), el período de 42
meses (o tres años y medio, un siete roto) es un número
simbólico en lenguaje profético, que significa tiempo de
tribulación, cuando los enemigos de Dios están en el poder, o
cuando el juicio está siendo derramado, mientras el pueblo de
Dios espera la venida del reino (como ya hemos notado, la
bestia oprimió a los santos del Antiguo Pacto durante 42
generaciones, según Mateo 1:1-17). Su uso profético no es
principalmente literal, aunque es interesante que la
persecución de Nerón contra la Iglesia duró en realidad 42
meses completos, desde mediados de noviembre del año 64 hasta
comienzos de junio del año 68. Por eso, este período de 42
meses corresponde (pero no es necesariamente idéntico) a los
42 meses/1.260 días de 11:2-3 y al "tiempo, y tiempos, y medio
tiempo" de 12:14. Durante el tiempo del triunfo de la bestia,
ella ostenta autoridad sobre la cuádruple tierra: toda tribu,
y lengua, y pueblo, y nación. Esto era cierto del Imperio
Romano, como lo era de la bestia en general. Satanás gobernaba
"todos los reinos del mundo" (comp. Mat. 4:8-9) como su
"príncipe" (Juan 12:31; comp. Dan. 10:13, 20). Su autoridad
era "legal", por decirlo así, después de que Adán abdicó el
trono; pero también era ilegítima. Los Padres de la Iglesia le
dan gran importancia al hecho de que el segundo Adán recuperó
el mundo del dominio de Satanás por medios justos y legales, y
no por la fuerza. 12
8 Juan repite lo que
nos ha dicho en los v. 3-4: Todos los que moran en la tierra
(es decir, los israelitas apóstatas) le adorarán. Debemos
recordar que la Biblia habla de culto en términos tanto de la
adoración oficial, litúrgica (un "servicio de culto") como
lealtad y obediencia diaria, práctica. Confrontados con la
necesidad práctica de elegir entre César y su Señor, los
judíos eligieron a César. La idolatría - la adoración a la
criatura antes que a Creador - es la marca de aquél cuyo
nombre no ha sido inscrito desde la fundación del mundo en el
libro de la vida del Cordero que fue inmolado. Desde el
principio, los impíos han estado predestinados a la
condenación. Esto no sólo es un necesario correlativo a las
doctrinas bíblicas de la soberanía de Dios y su elección
incondicional de su pueblo (véase, por ej., Hech. 13:48), sino
que se enseña explícitamente en las Escrituras (véase Prov.
16:4; Mat. 11:25; Mar. 4:11-12; Juan 12:37-40; Rom. 9:13;
11:7-10; 1 Ped. 2:7-8; Jud. 4; Apoc. 17:8, 17). La lista de
membresía de la Iglesia celestial de Dios ha existido desde la
fundación del mundo, eterna e inmutable. Desde el punto de
vista del decreto eterno de Dios, por lo tanto, estos
circuncisos violadores del pacto que adoran a la bestia jamás
han estado incluídos en el Libro de la Vida. En su lugar, los
que buscan excomulgar a los seguidores del Cordero son ellos
mismos dejados fuera del pacto.
9-10 Juan interrumpe
su descripción de los adoradores de la bestia para exhortar a
sus lectores a prestar mucha atención a lo que ahora les va a
decir: Si alguno tiene oído, oiga (el origen probable de esta
expresión es una referencia a la "circuncisión", o
perforación, de la oreja del "nacido en casa", que
representaba un pacto de muerte y resurrección, renacimiento,
y renovada obediencia a la palabra del amo. (Véase Éx. 21:5-6;
Deut. 15:16-17; Sal. 40:6-8). 13 Luego, Juan declara el destino de los adoradores de
la bestia, de los que moran en la tierra: Si alguno lleva en
cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a
espada debe ser muerto. Juan está citando libremente a
Jeremías 15:2, un versículo que ocurre en un extenso pasaje
que detalla el rechazo de Jerusalén por parte de Dios. A
Jeremías se le instruye que no ore por la nación, porque ésta
ha sido destinada a la destrucción (Jer. 14:10-12); en
realidad, aunque aquellos grandes intercesores, Moisés (comp.
Éx. 32:11-14; Núm. 14:13-24) y Samuel (comp. 1 Sam. 7:5-9;
12:9-15), oraran por ellos, Dios dice que Él no escucharía
(Jer. 15:1). No hay dónde esconderse del juicio, y cuando el
pueblo aterrorizado preguntó: "¿A dónde iremos?", Jeremías
hubo de contestar:
El que a muerte, a muerte; el
que a espada, a espada; el que a hambre, a hambre; y el que a
cautiverio, a cautiverio. (Jer. 15:2; comp. 42:11, en
contexto).
En lenguaje que
recuerda las palabras premonitoras de Jesús a las mujeres de
Jerusalén (Luc. 23:28-31), Jeremías pasa a describir la
destrucción venidera de la tierra (Jer. 15:5-9). Recordando a
sus lectores este pasaje y su cumplimiento histórico en la
destrucción de Jerusalén y el primer templo por los babilonios
(587 a. C.), Juan hace hincapié en la certeza del juicio
venidero contra los judíos apóstatas del siglo primero, los
que se han aliado con la bestia para perseguir a los
santos. Los impíos no pueden escapar: Han sido destinados para
el cautiverio y la espada.
La confianza en el gobierno de Dios es la esencia de la
paciente fe a la cual es llamado el pueblo de Dios. Hemos de
poner nuestra confianza, no en el hombre, no en las malvadas
maquinaciones de diabólicos conspiradores, sino en Dios, que
gobierna el mundo para su gloria. Su juicio vendrá con
seguridad. La paciente espera de esto es la perseverancia y la
fe de los santos.
La bestia
que sube de la tierra (13:11-18)
11 Después vi otra bestia que
subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un
cordero, pero hablaba como dragón.
12 Y ejerce toda la
autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace
que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera
bestia, cuya herida mortal fue sanada.
13 También hace grandes
señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo
a la tierra delante de los hombres.
14 Y engaña a los moradores
de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en
presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra
que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada,
y vivió.
15 Y se le permitió infundir
aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e
hiciese matar a todo el que no la adorase.
16 Y hacía que a todos,
pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les
pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente;
17 y que ninguno pudiese
comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de
la bestia, o el número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría. El
que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues
es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y
seis.
11 De la misma manera
en que la bestia que subía del mar era una imagen del dragón,
vemos otra criatura que es imagen de la bestia. Juan vio esta
bestia subiendo de la tierra, surgiendo desde dentro de Israel
mismo. En 16:13 y 19:20 se nos da la identificación de esta
bestia terrestre. Es el falso profeta, que representa lo que
Jesús había predicho que tendría lugar en los últimos días de
Israel: "Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy
el Cristo; y a muchos engañarán... Y muchos falsos profetas se
levantarán, y engañarán a muchos" (Mat. 24: 5, 11). El
surgimiento de falsos profetas es paralelo al de los
anticristos; pero, mientras los anticristos habían apostatado
hacia el judaísmo desde dentro de la Iglesia, los falsos
profetas eran dirigentes religiosos judíos que buscaban
seducir a los cristianos desde fuera. Como ha observado
Cornelis Vanderwaal: "En las Escrituras, la falsa profecía
aparece sólo dentro del contexto del pacto"; 14 es la imitación de
la verdadera profecía, y funciona en relación con el pueblo
del pacto. Moisés había advertido que se levantarían falsos
profetas desde dentro del pueblo del pacto, y que
harían señales y maravillas (Deut. 13:1-5).
Es importante recordar que el judaísmo no es en absoluto
religión del Antiguo Testamento; más bien, es un completo
rechazo de la fe bíblica en favor de la herejía farisaica y
talmúdica. Como los Mormones, los Testigos de Jehová, la
Iglesia de la Unificación, y otras sectas, el judaísmo asegura
que está basada en la Biblia; pero su verdadera autoridad
viene de las tradiciones de los hombres. Jesús fue bien claro:
El judaísmo niega a Cristo precisamente porque niega a
Moisés (Juan 5:45-47). Sólo el cristianismo
ortodoxo es la verdadera continuación y el verdadero
cumplimiento de la religión del Antiguo Testamento (véase Mat.
5:17-20; 15:1-9; Mar. 7:1-13; Luc. 16:29-31; Juan 8:42-47).
Los falsos profetas
judíos tenían la apariencia de un cordero, como Jesús había
advertido: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a
vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos
rapaces" (Mat. 7:15). Esta es una referencia, no sólo al
disfraz del falso profeta como miembro de la grey de Dios,
sino a sus pretensiones específicamente mesiánicas. En
realidad, era un lobo, una bestia, que hablaba como dragón.
¿Cómo habla el dragón? Habla sutil y seductoramente para
alejar al pueblo de Dios de la fe y llevarle a una trampa
(Gén. 3:1-6, 13; 2 Cor. 11:3; Apoc. 12:9); además, es
mentiroso, calumniador, y blasfemo (Juan 8:44; Apoc. 12:10).
El libro de los Hechos registra numerosos ejemplos de falsos
testimonios draconianos de judíos contra cristianos, un gran
problema para la Iglesia primitiva (Hech. 6:9-15; 13:10;
14:2-5; 17:5-8; 18:6, 12-13; 19:9; 21:27-36; 24:1-9; 25:2-3,
7).
12 Los dirigentes
judíos, simbolizados por esta bestia que subía de la tierra,
unió fuerzas con la bestia de Roma en un intento por destruir
la Iglesia (Hech. 4:24-28; 12:1-3; 13:8; 14:5; 17:5-8;
18:12-13; 21:11; 24:1-9; 25:2-3, 9, 24). Así, la bestia que
subía de la tierra ejercía toda la autoridad de la primera
bestia: "Como la primera bestia es el agente del dragón, así
también la segunda bestia es el agente de la primera bestia.
'Toda la autoridad' convierte por completo a la segunda bestia
en el agente de la primera bestia". 15 El judaísmo apóstata se
subordinó por completo al estado romano. Esto es subrayado por
la afirmación de Juan (repetida en el v. 14) de que el falso
profeta ejerció la autoridad de la bestia en su presencia.
Esto contrasta directamente con la función del verdadero
profeta, que estaba en pie "delante [del rostro] del Señor",
en la presencia de Dios, bajo su autoridad y su bendición (1
Sam. 1:22; 2:18, 1 Rey. 17:1; comp. Núm. 6:24-26; Oseas 6:2;
Jonás 1:3, 10), de la misma manera en que se dice que los
siete ángeles/trompetas "estaban en pie delante de Dios"
(8:2). El profeta tenía el privilegio de entrar al salón del
trono de Dios en la Nube de Gloria como miembro del concilio
celestial, donde se formulaba el divino plan de acción (comp.
Éx. 33:8-11; 1 Reyes 22:19.23; Jer. 23:18; Eze. 1:10; Amós
3:7; esto se indica también por el hecho de que los profetas
son llamados ángeles: 2 Crón. 36:15-16; Hag. 1:13;
Mal. 3:1). 16 "El verdadero profeta vive en la presencia de Dios,
recibiendo órdenes de Él y haciendo su voluntad; el falso
profeta está en pie delante de la bestia, cuyo intérprete y
siervo es". 17 Que tal cosa pudiera decirse jamás de los
dirigentes religiosos de Israel, el pueblo del pacto, muestra
hasta dónde habían apostatado de la fe de sus padres. Guiaron
a Israel en la adoración del Emperador, haciendo que la tierra
y los que moran en ella adoren a la primera bestia, cuya
herida mortal fue sanada (una resurrección falsa de un hijo
falso). Es interesante notar que es la resurrección de la
bestia la que se da (aquí y en el v. 14) como la razón del
culto - del mismo modo que el culto cristiano está en fin de
cuentas fundado en la resurrección de Cristo como prueba de su
carácter y posición mesiánicos (1 Cor. 15). La resurrección
falsificada de Roma sirvió como el falso testimonio de Israel,
su "prueba" de que Cristo no era el Mesías.
13-14 El falso profeta también hizo grandes
milagros en el servicio del imperio: A diferencia de los
impotentes y falsos profetas de Baal, hasta hace llover fuego
del cielo a la tierra; así engaña este falso Elías a los que
moran en la tierra. Jesús había advertido que "se levantarán
falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y
prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a
los escogidos" (Mat. 24:24), y esto se cumplió numerosas veces
al progresar hasta su clímax el período de los "últimos días" de
Israel. El libro de los Hechos registra varios casos de falsos
profetas judíos que hacían milagros, y que entraron en conflicto
con la Iglesia (cf. 8:9-24) y trabajaron a las órdenes de
oficiales romanos (comp. Hech. 13:6-11); como Jesús había
predicho (Mat. 7:22-23), algunos de ellos hasta usaron su nombre
en sus encantamientos (Hech. 19:13-16). En imitación de los
profetas bíblicos, que invocaban la ira llameante de Dios contra
los apóstatas y violadores de la ley (Lev. 10:1-2; Núm.
16:28-35; 1 Rey. 18:36-40; 2 Rey. 1:9-16; Amós 1:3-2:5; Apoc.
11:5), los dirigentes judíos parecían ejercer los juicios de
Dios contra la Iglesia, excomulgando cristianos de las sinagogas
y persiguiéndoles hasta la muerte. Nuevamente, Juan subraya la
condición apóstata de estos profetas judíos, observando que
ellos hacen sus maravillas en presencia de los hombres y en la
presencia de la bestia, más bien que "delante del trono y del
Cordero" (7:9; comp. 3:5; 4:10; 5:8; 7:11, 15; 8:2; 11:4, 16;
14:3, 10; 15:4).
La perversidad de los dirigentes de Israel
es tal que estimulan a los que moran en la tierra - el pueblo
judío - a hacer una imagen de la bestia, como Nabucodonosor
había erigido una imagen de sí mismo (Dan. 3). Antes de que
podamos hacer una identificación plena de esta imagen, será
necesario examinar los antecedentes religiosos y el contexto en
el cual éstos aparecen. Primero que nada, la profundidad de la
apostasía de Israel hay que verla en su rechazo del Señor
Jesucristo, el verdadero Dios y Salvador, en favor de César.
Juan revela esto en su verdadera luz como idolatría (comp.
9:20). No es necesario suponer que los judíos se inclinaron
literalmente ante una imagen tallada; el punto es que estaban
adorando y sirviendo a un dios extraño.
Algunos objetarán que los judíos nunca
fueron culpables de "idolatría" después del exilio. En
respuesta, repetimos nuevamente el excelente resumen de Herbert
Schlossberg sobre la esencia de la idolatría: "En su más amplio
significado, la idolatría se entiende correctamente como
cualquier sustitución del creador por lo que es creado. La gente
puede adorar la naturaleza, el dinero, la humanidad, el poder,
la historia, o los sistemas políticos y sociales en vez de a
Dios, que los creó a todos ellos. En particular, los escritores
del Nuevo Testamento reconocieron que no es necesario que la
relación sea explícitamente de adoración cúltica; un hombre
puede colocar a cualquier persona o cualquier cosa en la cumbre
de su pirámide de valores, y eso es en fin de cuentas
aquéllo a lo cual sirve. La condición de final de ese servicio
afecta profundamente la manera en que vive". 18 Además, es claro que
los profetas post-exílicos sí consideraban como idólatras a los
judíos de su tiempo (comp. Zac. 13:1-3; Mal. 3:5-7).
El carácter idólatra del Israel apóstata se
presupone a través del mensaje del Nuevo Testamento. En Romanos
2, el apóstol Pablo acusa específicamente a los judíos de vivir
sin ley y en apostasía. En los versículos 21-22, dice: "Tú,
pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a tí mismo? Tú que
predicas que no se ha de hurtarm ¿hurtas? Tú que dices que no se
ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos,
¿cometes sacrilegio?" Claramente, Pablo está acusando al Israel
apóstata de cometer idolatría (o su equivalente). Es crucial
observar que todas las acusaciones en Romanos 2 se refieren a Israel
como un todo; obviamente, si se aplicaran sólo a unos
pocos seleccionados, su argumento no tendría fuerza. (Puesto que
también les acusa de cometer adulterio, es por lo menos posible
que él tiene en mente adulterio "religioso" contra su verdadero
Esposo, Jesucristo). En general , los comentaristas han supuesto
que la acusación de idolatría significa o que los judíos eran
culpables de robar los templos paganos (por ej., Crisóstomo,
Henry Alford, John Murray; comp. Hech. 19:37, que indica que los
judíos pueden haber sido considerados responsables de esta
falta), o que ellos estaban cometiendo "sacrilegio" en un
sentido más general, por medio de su impiedad, irreverencia, e
incredulidad (por ej., Juan Calvino, Charles Hedge; comp. 1 Sam.
15:23; Neh. 13:4-12; Mal. 1:6-14; 3:8-9; Col. 3:5). Lo que no se
nota generalmente es que la lista entera de crímenes en Rom.
2:20-23 ha sido tomada de Malaquías 2-3, indicando que la
acusación de "robar templos" (y, por lo tanto, de idolatría) se
relaciona con el hecho de que los Israelitas habían dejado de
diezmar y rehusaban honrar a Dios como tal (comp. Mat. 15:7-9).
Dios dice por medio de Malaquías:
Desde los días de vuestros padres os
habéis apartado de mis leyes, y nos las guardásteis. Volveos a
mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los
ejércitos. Mas dijísteis: ¿En qué hemos de volvernos? ¿Robará
el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijísteis:
¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
Maldito sois con maldición, porque vosotros, la nación toda,
me habéis robado. (Mal. 3:7-9)
Buena parte de la definición de idolatría
del Catecismo Mayor de Westminster (virtualmente cada palabra
del cual está referida abundantemente a las Escrituras) es
aplicable al carácter religioso de Israel durante los Últimos
Días: "Todos los pecados prohibidos en el segundo mandamiento
consisten de concebir, aconsejar, ordenar, usar, y de cualquier
modo aprobar, cualquier culto religioso no instituído por Dios
mismo; tolerar una falsa religión; ... todas las
estratagemas supersticiosas, que corrompen el culto de Dios, que
le añaden, o que le quitan, ya sean inventadas y concebidas por
nosotros mismos, o recibidas de otros por tradición, aunque sea
bajo el título de antigüedad, costumbre, devoción, buena
intención, o cualquier otra excusa en absoluta; la simonía; el
sacrilegio; todo descuido, desprecio, estorbo, y oposición al
culto y las ordenanzas que Dios ha señalado" (comp. Mat. 15:3-9;
Hech. 13:45; 1 Tesa. 2:15-16). 19 El punto esencial, para nuestros propósitos, es
simplemente que Pablo está acusando al pueblo judío de algún
tipo de idolatría. Es ciertamente un término lo bastante amplio
para cubrir su rechazo de Jesucristo.
15-17 El grado de poder demoníaco del falso profeta es tal que
puede infundir aliento (o espíritu) a la imagen de la bestia,
para que la imagen de la bestia pueda hasta hablar. Si bien
algunos han argüido que esto se refiere a algún truco,
maquinación, o ventriloquismo (y por eso parece una refutación
de Salmos 135:15-16: "Los ídolos de las naciones... tienen boca,
pero no hablan"), es más probable que el pasaje como un todo
tenga el propósito de transmitir la idea de un intento por parte
de los judíos apóstatas de re-crear el mundo. En el principio,
cuando Dios creó la tierra, dio aliento/espíritu a su imagen y
le colocó en su jardín-templo (Gén. 2:7-8); y lo primero que
vemos hacer a la imagen es hablar, nombrando y definiendo la
creación en términos del mandato de Dios (Gén. 2:19-20).
La imagen misma inspirada por el espíritu
de la bestia puede hacer que sean muertos todos los que no
adoran a la imagen de la bestia. Las sinagogas judías hacían
cumplir la sumisión al emperador. En realidad, la acusación de
sus dirigentes contra Cristo mismo era que Él era el rival de la
total autoridad de César (Juan 19:12-15). De manera similar,
organizaban boicots económicos contra los que rehusaban
someterse a César como señor, prohibiendo los dirigentes de las
sinagogas "todo trato con los excomulgados", 20 y hasta ejecutando a
los que no obedecían.
Y hacía que todos, (note las seis
categorías) pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y
esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha o en la
frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que
tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su
nombre. El libro de los Hechos está tachonado de incidentes de
persecución judía organizada contra la Iglesia (Hech. 4:1-3,
15-18; 5:17-18, 27-33, 40; 6:8-15; 7:51-60; 9:23, 29; 13:45-50;
14:2-5; 17:5-8, 13; 18:17; 20:3; 22:22-23; 23:12, 20-21; 24:27;
26:21; 28:17-29; comp. 1 Tesa. 2:14-16). Todo esto, en fin de
cuentas, servía los intereses de César contra Cristo y la
Iglesia; y, por supuesto, la "marca de la bestia" es la parodia
satánica del "sello de Dios" en las frentes y en las manos de
los justos (3:12; 7:2-4; 14:1), la marca de la sincera
obediencia a la Ley en pensamiento y obra (Deut. 6:6-8) , la
marca bendición y protección (Eze. 9:4-6), la señal de que uno
es SANTO AL SEÑOR (comp. Éx. 28:36). Israel ha rechazado a
Cristo, y está "marcado" con el sello del total señorío de Roma;
ha dado su lealtad al César, y es obediente a su gobierno y a su
ley. Israel decidió ser salvado por el estado pagano, y
persiguió a los que buscaban salvación en Cristo.
El Nuevo Testamento da abundante testimonio
de este hecho. La jerarquía judía estaba envuelta en un intento
enorme y organizado de destruir la Iglesia por medio del engaño
y la persecución. En pos de esta meta diabólica, se unieron en
una conspiración con el gobierno romano contra el cristianismo.
Algunos de ellos podían hacer milagros al servicio de Satanás.
Todo esto es exactamente lo que se nos dice de la bestia que
sube de la tierra. El falso profeta del Apocalipsis representa
nada menos que a los dirigentes del Israel apóstata, que
rechazaba a Cristo y adoraba a la bestia.
Hay una interesante reversión de imágenes
en el texto. El libro de Job nos ha preparado para la profecía
de Juan, porque este libro también nos habla de una bestia
terrestre (behemot, Job 40:15-24) y una bestia marina (leviatán,
Job 41:1-34). En el Antiguo Testamento griego que usaba la
Iglesia primitiva, la palabra hebrea behemot se traduce
como therion, la misma palabra que Juan usa para
significar bestia; y Leviatán se traduce como drakon (dragón).
Pero las visiones de Juan amplían las descripciones que hace Job
de estos dinosaurios, e invierten el orden de su aparición. Job
vio primero al behemot (Job 40), luego al leviatán (Job 41), y
finalmente a Dios (Job 42). En Apocalipsis, Juan nos muestra el
reverso demoníaco de este patrón: Primero vemos a Satanás como
el dragón, el leviatán; luego viene la bestia que sube del mar,
que está hecha a imagen del dragón; finalmente, detrás de ellos,
y sirviéndoles, viene la bestia que sube de la tierra.
Enumerando las bestias en orden inverso, Juan subraya su punto
principal: Israel, que debió haber sido para las naciones del
mundo un reino de sacerdotes, ha entregado su posición
prioritaria al leviatán y a la bestia. En vez de imprimir un
sello piadoso en cada cultura y en cada sociedad, Israel ha sido
rehecho a imagen del estado pagano y anti-cristiano,
convirtiéndose en su profeta. Los hijos de Abraham se han
convertido en la simiente de la serpiente.
Durante los tres años de su ministerio en
Éfeso, el apóstol Pablo constantemente sufrió persecución a
causa de "las asechanzas de los judíos" (Hechos 20:19); al
describir sus conflictos con ellos, les llamó "fieras" (1 Cor.
15:32). La bestia judía fue el enemigo más engañoso y peligroso
de la Iglesia primitiva. Pablo advirtió enérgicamente a la
Iglesia contra los judaizantes que propagaban "mitos judíos":
"Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo
abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra"
(Tito 1:14, 16).
Ahora estamos en condiciones de intentar
hacer una identificación más precisa de la imagen de la bestia,
que es una continuación de la falsificación satánica, el reverso
demoníaco del orden de Dios. De la misma manera en que el Hijo
de Dios es la Imagen del Padre (Juan 1:18; Col. 1:15), así
también la Iglesia ha sido redentoramente re-creada como la
Imagen del Hijo (Rom. 8:29; Efe. 4:24; Col. 3:10). La visión de
la Iglesia profética, sacerdotal, y dominical que Juan vio es
paralela a la del Señor Jesucristo: Como su Señor, ella está
vestida de luz gloriosa (comp. 1:13-16; 10:1; 12:1; 9:6-8;
21:9-22:5). Ayudando al Hijo en su obra a través del Apocalipsis
están las siete estrellas/ángeles de la Presencia (8:2), guiadas
por el Espíritu Santo (los siete espíritus, conectados con los
ángeles en 3:1). El divino orden es, pues:
El Padre
El Hijo (Imagen del Padre)
Los ángeles/obispos
La iglesia (Imagen del Hijo)
La parodia satánica es ésta:
El dragón
La bestia (la imagen del dragón)
El falso profeta
La sinagoga de Satanás (la imagen de la bestia)
A través del libro de Apocalipsis, la
Iglesia habla litúrgicamente, y los ángeles luego actúan en la
historia para atar y desatar por medio de la trompeta y el
cáliz, trayendo juicio sobre los desobedientes; de manera
similar, la sinagoga "habla", y el falso profeta trae sus falsos
juicios sobre los que desafían su autoridad. La Iglesia ha sido
resucitada, traída a la vida por el mismo Espíritu/Aliento de
vida de Dios (11:11, comp. Gén. 2:7; Juan 20:22); la sinagoga de
Satanás fue animada por un espíritu/aliento de vida también
(13:15). Y del mismo modo que el ángel de Dios marcó las frentes
de los justos para protegerlos (7:3), así también el "ángel" de
la bestia estampó sobre los impíos, como con un hierro, su
propia marca de maldad. Los dirigentes de Israel trabajaron para
hacer obedecer el culto, no del verdadero Dios, como en las
iglesias cristianas, sino de la sinagoga misma - la
imagen de la bestia.
18 Para este entonces era claro para los lectores de Juan
que la bestia que sube del mar era el Imperio Romano. Ahora Juan
proporciona a sus lectores una identificación de la bestia en
una forma muy diferente: Aquí hay sabiduría. El que tiene
entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de
hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis. Como veremos,
666 (literalmente ×êç') 21 es el valor numérico del nombre Nerón César. 22 Aunque ésta es una
solución conveniente (y, hasta ahora, perfectamente correcta),
también representa varios problemas. Si la bestia ha de ser
identificada con el Imperio Romano en general, más bien que con
Nerón solamente, ¿no cambia esto el "número de la bestia" cuando
otro César está en el trono? Además, ¿no es esto meramente un
ejemplo de "exégesis de periódicos" - usando los periódicos del
siglo primero? 23 La respuesta es que el nombre de Nerón no es
la referencia principal del número 666; más bien, el número de
la bestia se basa en varias hebras de datos bíblicos que apuntan
en fin de cuentas al Imperio Romano. El nombre Nerón César
de ninguna manera excluye la importancia del acertijo. La Biblia
misma nos da suficiente información que nos permite identificar
a Roma como la Bestia, el cumplimiento del número 666.
Comenzamos con el número simple 6, que está
asociado tanto con la bestia como con el hombre desde el
comienzo, puesto que ambos fueron creados el sexto día de la
semana (Gén. 1:24-31). Seis días de siete se le dan al hombre y
a las bestias para trabajar (Éx. 20:8-11); el esclavo hebreo
permanecía en esclavitud por seis años antes de ser liberado el
séptimo año (Éx. 21:2); seis ciudades de refugio eran señaladas
por la muerte accidental de un hombre (Núm. 35:9-15). Así, pues,
seis es número de hombre, es decir, un número humano.
Lenski explica: "Juan escribe el número, no en palabras, sino en
letras griegas: x' = 600, ç = 60, c' = 6, dando 666. Éste es el
número 6, más múltiplicado por 10, a saber, 60, nuevamente, más
su múltiplo de 10x10 (totalidad intensificada), a saber, 600 -
por eso, 666, tres veces sin llegar a ser el divino 7. En otras
palabras, no 777, sino compitiendo con 777, buscando borrar el
777, pero haciéndolo abortivamente, siendo sub fracaso tan
completo como lo fue su expansión inflándose desde el número 6
hasta el número 666". 24 Seis es, pues, el número con el cual nació el hombre,
el número de su creación; la repetición del número revela al
hombre en oposición a Dios, tratando de aumentar su número,
intentando trascender su condición de criatura. Pero, por mucho
que lo intenta, no logra ser nada más que un seis, o una serie
de seises.
Y esto es exactamente lo que vemos en la
Escritura, al intentar deificarse el hombre apóstata. La
estatura de Goliat, el antiguo enemigo del pueblo de Dios, es de
"seis codos y un palmo" (1 Sam. 17:4) - es decir, seis, más
una mano tratando de agarrar más; la cabeza de su lanza
pesa 600 siclos de hierro. (Por varias razones, Goliat es una
bestia; como simiente del dragón, lleva cota de malla, 1
Sam. 17:5; pero la Simiente de la mujer le destruye,
infligiéndole una herida en la cabeza, 1 Sam. 17:49-51). Otro
notable ejemplo de este patrón tiene lugar cuando el rey
Nabucodonosor erige una imagen de sí mismo que mide 60 codos de
altura y seis codos de anchura (Dan. 3:1). 25 El impacto de esto
se amplía cuando consideramos que el valor numérico de las
letras hebreas 26 de Daniel 3:1 (que describen la imagen de
Nabucodonosor) suma 4.683 - que es 7 veces el número 666
(4.662), más 21, el triangular de 6 (la triangulación se
explicará en breve).
Una breve digresión aquí servirá para
colocar este punto en su mayor marco simbólico, porque - en
contraste con los seises multiplicados de la imagen de
Nabucodonosor - los nombres de Daniel y de sus tres amigos que
rehusaron adorar el ídolo suman 888 en hebreo. 27 Éste es también el
número de Jesús en griego. 28 La caída del hombre
ocurrió el séptimo día de la creación (el primer día completo en
la vida del hombre); Jesucristo, el segundo Adán, pasó el
séptimo día en la tumba, para pagar por el pecado de Adán. Su
resurrección tuvo lugar el octavo día, que se convierte en el
reemplazo del sábado para la nueva creación. 29 Austin Farrer
comenta: "Jesús resucitó al tercer día, siendo el
octavo de esa semana; él es la resurrección y la
vida. Para el significado de octavo día como
resurrección, véase 1 Pedro 3:20-21, y 2 Pedro 2:5. Pero el
tercer día, en que Jesús resucitó, es el tercero desde aquel
sexto día (viernes) en el cual el Anticristo tuvo su triunfo
aparente; así, pues, si Cristo tiene un nombre que vale 888, el
Anticristo debería tener un nombre que valga 666". 30
Farrer añade sobre este punto: "¿Por qué
debería el Anticristo ser seis tan enfáticamente? La
organización entera del Apocalipsis explica esto. La divina obra
de la cual trata es una obra de juicio; es juicio que tiene el
séxtuple patrón de los días laborables, y siempre en el sexto
día hay la culminación de juicio. 31 El sexto día de la semana, y a la hora sexta, dice
Juan [Juan 19:13-22; Apoc. 13:16-14:1] los reinos del Cristo y
del Anticristo se miraron entre sí de frente en la corte de
Pilatos, y los adherentes del falso profeta (Caifás) grabaron
firmemente en sus frentes la marca de la bestia, cuando dijeron:
'No tenemos más rey que César'. Después vieron al Cordero
levantado con su verdadero nombre sobre su cabeza: 'Rey de los
Judíos': y por mucho que hicieron, no lo pudieron borrar: 'Lo
que he escrito', dijo Pilatos, 'escrito está'. La victoria de
Cristo aquel viernes es la suprema manifestación del Anticristo
también". 32
Hay una interesante propiedad matemática
del número 666, que no habría escapado a los lectores de Juan: 666
es el triangular del cuadrado de 6. Esto es, el cuadrado
de 6 (6 x 6) es 36. El triangular de 36 es 666. Triangulación es
un método de cálculo que era popular en el mundo antiguo, y muy
conocido de la gente en el siglo primero, pero que ha sido
mayormente olvidado en nuestros días. Funciona así:
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Estos diagramas, cada uno de los cuales
tiene seis unidades en cada lado, muestran que 36 es el cuadrado
de 6, mientras que 21 es el triangular de 6. Si
extendemos el triángulo una línea más, obtendríamos el
triangular de siete (28); otra línea nos daría el triangular de
ocho (36). Extendiendo todo el diagrama a 36 líneas, resulta el
número 666,33. Por lo tanto, el número de la bestia es una
"exposición" entera del número del hombre.
Pero hay más. Si quitamos el borde exterior de quince estrellas
en el triángulo de más arriba, nos quedaría un "triángulo dentro
de un triángulo", compuesto de seis estrellas; por lo tanto, uno
podría decir que el triangular de 21 es "el relleno", o
cumplimiento, de 15 (el número de unidades en el triángulo
exterior, o periferia).
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Ahora, el triangular 666 contiene 12 de
estos triángulos, uno dentro del otro, con el triángulo de más
afuera compuesto de 105 unidades; por eso, el triangular 666 es
el "cumplimiento" de 105. Esto nos trae a la parte interesante,
porque los factores de 105 son 30 x 3½. Tres años y medio de
doce meses en cada año y treinta días en cada mes equivalen a
mil doscientos sesenta días, el período del triunfo de la
bestia.
Austin Farrer explica: "Por lo tanto, 666 es un triángulo
multiplicado por 12, con una periferia de 30 x 3½... La
coincidencia entre este cálculo y los factores del triángulo 666
no es mero accidente. El cálculo que Juan hace del período es
artificial, pues lo concibió para ajustarlo a los factores del
triángulo 666. No hay ni había ningún calendario en el cual 3½
años sean 3½ veces doce meses de 30 días cada uno. 34 El propósito del
cálculo artificial es mostrar el reino fatalmente limitado de la
bestia como función de su número". 35
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F. W. Farrar describió cómo habrían
considerado el misterioso 666 (xec') [símbolos aproximados - Trad.]
los primeros lectores del Apocalipsis: "El sólo aspecto era
terrible. La primera letra era la inicial del nombre de Cristo.
La última letra era la primera letra doble (st) de la
Cruz (stauros). Entre las dos estaba la serpiente confesa
con su signo retorciente y su voz silbante. El todo formaba una
triple repetición del 6, el número esencial de trabajo y la
imperfección; y este símbolo numeral del Anticristo, 666, se
erguía en terrible oposición a 888 - los tres perfectos 8 del
nombre de Jesús". 36
Más que todo esto, el número 666 se
menciona explícitamente en los libros de Reyes y Crónicas, de
los cuales, como hemos visto, Juan toma muchos de sus números
simbólicos (véanse los comentarios sobre 4:4). Estos escritos
históricos inspirados nos dicen que Salomón (un tipo bíblico
tanto de Cristo como de la bestia) recibió 666 talentos de
oro en un año, en la cima de su poder y de su gloria (1
Reyes 10:14; 2 Crón. 9:13). Ese número marca tanto el punto más
alto de su reino como el principio de su caída; desde allí en
adelante, todo fue pendiente abajo hacia la apostasía. Una por
una, Salomón quebranta las tres leyes del reinado divino
registradas en Deuteronomio 17:16-17: la ley contra multiplicar
el oro (1 Reyes 10:14-25); la ley contra multiplicar los
caballos (1 Reyes 10:26-29); y la ley contra multiplicar las
esposas (1 Reyes 11:1-8). Para los hebreos, 666 era un signo
terrible de apostasía, la marca tanto de un rey como del reino a
imagen del dragón.
Como ya hemos observado, los antiguos
idiomas usaban cada letra del alfabeto como numeral también; por
esto, el "número" de cualquier nombre podría calcularse
simplemente sumando el valor numérico de sus letras. Claramente,
Juan esperaba que sus lectores contemporáneos pudieran
usar este método para descubrir el nmbre de la bestia -
nuevamente indicando así el mensaje contemporáneo del
Apocalipsis; él no esperaba que ellos calcularan el nombre de
algún funcionario de un gobierno extranjero en el siglo veinte.
Sin embargo, al mismo tiempo, les dice que no será tan fácil
como ellos podrían pensar: se necesitaría alguien que tuviera
"entendimiento". Porque Juan no dio un número que pudiera ser
descifrado en griego, que es lo que esperaría un funcionario
romano ojeando Apocalipsis buscando contenido subversivo. El
elemento inesperado en el cómputo era que tenía que ser
descifrado en hebreo, un idioma que conocerían por lo
menos algunos miembros de las iglesias. Para este entonces, sus
lectores habrían adivinado que Juan estaba hablando de Nerón, y
los que entendían hebreo probablemente lo captaron al instante.
Los valores numéricos de las letras hebreas en Nerón Kesar
(Nerón César) son:
[Siguen las letras en hebreo, que el programa usado no
pudo reproducir, y cada una de las cuales representa un valor
numérico, para dar al final 666 - Trad.]
Como mencioné antes, el punto no es que el
nombre de Nerón es la identificación de 666. En vez de eso, el
punto es lo que el número significó para las iglesias. Los
lectores bíblicamente informados de Juan ya habrán reconocido
muchas claras indicaciones de la identidad de la bestia como
Roma (en realidad, ya ellos sabían esto por haber leído el libro
de Daniel). Ahora Nerón llega a escena como el primer gran
perseguidor de la Iglesia, la personificación de la "condición
de 666" del imperio, y - ¡sorpresa! - su mismo nombre, cuando se
deletrea, significa 666. 37
Es significativo que "todos los escritores cristianos primitivos
que comentaron Apocalipsis, desde Ireneo hasta Victorio de
Pettau y Comodiano en el siglo cuarto, hasta Andreas en el
quinto y Beato en el siglo octavo, hayan conectado a Nerón, o
algún emperador romano, con la bestia apocalíptica. Juan
escribía para los cristianos del siglo primero, advirtiéndoles
de cosas que habrían de ocurrir "pronto". Estaban comprometidos
en la batalla más crucial de la historia, contra el dragón y el
malvado imperio que el dragón poseía. El propósito de
Apocalipsis era el de consolar a la Iglesia con la seguridad de
que Dios estaba en control de la situación, de manera que aun el
tremendo poder del dragón no podría sostenerse delante de los
ejércitos de Jesucristo. Cristo fue herido en su calcañar el
viernes, el sexto día, el día de la bestia - y sin embargo, ése
es el día en que Él aplastó la cabeza del dragón. En su momento
de mayor poder, dice Juan, la bestia es sólo un seis, o
una serie de seises; nunca un siete. Sus planes de
dominio mundial jamás se cumplirán, y la Iglesia vencerá por
medio de su Señor Jesús, el 888, que conquistó el octavo día.
[Sigue una Tabla de los Numerales en Uso Durante el
Período Bíblico, con tres columnas verticales. La primera de
izquierda a derecha es de numerales de 1 a 10, luego de decenas
hasta 100, y finalmente en centenas desde 100 a 800. La
siguiente columna es de caracteres hebreos, y la tercera
columna, de caracteres griegos equivalentes].
Notas:
1. Milton Terry, Biblical
Apocalyptic:
A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in
the Canonical Scriptures (New York: Eaton and Mains, 1898),
pp. 393f.
2. Comp. 1 Reyes
22:11; Zac. 1:18-21; Sal. 75:10.
3. Moses Stuart, A
Commentary on the Apocalypse (Andover: Allen, Morrill and
Wardwell, dos tomos, 1845), Vol. 2, p. 276.
4. Según Moses
Stuart y Milton Terry, las bestias de Daniel son Babilonia, Media,
Persia, y Grecia. Aun si fuese así (lo que dudo), su
"renacimiento" en las imágenes de Apocalipsis significaría
simplemente que Roma combina las peores características de los
cuatro imperios mundiales anteriores.
5. Ibid.
6. Véase de
Suetonio, The Twelve Caesars, traducción de Robert Graves.
(New York: Penguin Books, cd. revisado, 1979), pp. 213-246; de
Tácito, The Annals of Imperial Rome, Michael Grant, trad.
(New York: Penguin Books, cd. revisado, 1977), pp. 252-397; Miriam
T. Griffin, Nero: The End of a Dynasty (New Haven: Yale
University Press, 1984).
7. Este punto es traído a colación virtualmente por todos
los comentaristas que se adhieren (o hasta toman nota de) la
interpretación preterista. Por lo general, se considera un
argumento crucial; da la impresión de que el caso en general o se
sostiene o cae con el mito del Nerón redivivo. Mis
objeciones a este uso como punto crucial interpretativo son
brevemente como sigue: Juan escribía mientras Nerón estaba todavía
vivo, y no podría haber estado apelando a un mito que todavía no
había surgido; más importante, tal enfoque es defectuoso porque
usa fábulas paganas, más bien que las Escrituras, como su fuente
primaria de interpretación. La Biblia misma es el amplio
contexto hermenéutico de los libros canónicos. En el mejor de los
casos, el valor de la literatura extra-bíblica es secundario. (Por
esto, el mito del redivivo puede ser de alguna importancia
menor como complemento histórico de la perspectiva teológica; en
realidad, para comenzar, es posible que una interpretación errónea
de la profecía de Juan diera lugar al mito).
8. Esto lo informa Tertuliano en su Apology,
capítulo 5 (The Ante-Nicene Fathers, editores Alexander
Roberts y James Donaldson; Eerdmans, 1973): "A menos que los
dioses den satisfacción a los hombres, no habrá deificación para
ellos: el dios tendrá que ser propicio al hombre. En consecuencia,
Tiberio, en cuyos días hizo su entrada en el mundo el nombre de
cristianos, habiendo él mismo recibido información de Palestina de
sucesos que claramente habrían mostrado la verdad de la divinidad
de Cristo, trajo el asunto delante del Senado, con su propia
decisión a favor de Cristo. El Senado, porque él mismo no había
dado su aprobación, rechazó su propuesta. César se aferró a su
opinión, amenazando con derramar su ira contra todos los
acusadores de los cristianos. Consulten sus historias ..." (pp.
21s). A. Cleveland Coxe comenta: "Debe hacerse gran énfasis en el
hecho de que Tertuliano era probablemente un jurisconsulto, estaba
familiarizado con los archivos romanos, y fue influído por ellos
en su propia aceptación de la Verdad Divina. No se puede suponer
que un hombre así se haya arriesgado a hacer una osada apelación a
los registros, al protestar ante el Senado y delante mismo del
Emperador y sus colegas, si no hubiera sabido que la evidencia era
incontestable" (pp. 57s).
9. El mismo tema
del aplastamiento de la cabeza es especialmente prominente en el
Libro de los Jueces; véase de James B. Jordan, Judges: God´s
War Against Humanism (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1985).
10. Alfred
Edersheim, The Life and Times of Jesus the Messiah
(McLean, VA: MacDonald Publishing Company, dos tomos, n.d.), Vol.
2, p. 581.
11. Alexander
Schmemann, For the Life of the World: Sacraments and Orthodoxy
(New York: St. Vladimir´s Seminary Press, cd. revisado, 1973), p.
28.
12. Comp. las palabras de Ireneo: "La todopoderosa Palabra
de Dios, que nunca falla en la justicia, actuó justamente incluso
al manejar el Espíritu de rebelión. Pues fue por persuasión, no
por la fuerza, que Él redimió su propia propiedad... porque así
plugo a Dios llevar a cabo su propósito: con el resultado de
que la justicia no fue infringida, y la obra original de
Dios se salvó de perecer" (Against Heresies, v.i.1). San
Agustín añade: "Cristo demostró la justicia por medio de su
muerte, prometió poder por medio de su resurrección. ¿Qué podría
ser más justo que llegar hasta la muerte de cruz, por amor a la
justicia? ¿Qué mayor acto de poder que levantarse de entre los
muertos, y ascender al cielo con la misma carne en la cual fue
muerto? Primero la justicia conquistó el diablo, luego el poder;
la justicia, porque él no tenía pecado y fue muerto por el diablo
de la manera más injusta; el poder, porque vivió nuevamente
después de la muerte, para no morir de allí en adelante" (On
the Trinity, xiii.18).
13. Para un estudio
extenso de la circuncisión de la oreja. véase de James B. Jordan,
The Law of the Covenant: An Exposition of Exodus 21-23
(Tyler, TX: Institute for Christian Economics, 1985), pp. 77-84).
14. Cornelis
Vanderwaal, Search the Scriptures, Vol. 10: Hebrews-Revelation
(St. Catherine, Ontario: Paideia Press, 1979), p. 89; comp. p.
100.
15. R.C. H. Lenski,
The Interpretation of St. John´s Revelation (Minneapolis:
Augsburg Publishing House, 1943, 1963), p. 404.
16. La exposición
más detallada de esto se encuentra en la obra de Meredith G.
Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker Book
House, 1980), pp. 57-96.
17. Henry Barclay
Swete, Commentary on Revelation (Grand Rapids: Kregel
Publications, 3a. ed. [1911] 1977), p. 169.
18. Herbert
Schlossberg, Idols for Destruction: Christian Faith and its
Confrontation with American Society (Nashville: Thomas
Nelson, 1983), p. 6.
19. The
Confession of Faith (Free Presbyterian Church of Scotland,
1970), pp. 193ss.
20. Austin Farrer,
The Revelation of St. John the Divine (London: Oxford
University Press, 1964), p. 157.
21. En los tiempos
del Nuevo Testamento, la letra anticuada ç (stigma, que
representaba el sonido st), se usaba en lugar del numeral
6; véase de A. T. Robinson y W. Hersey Davis, A New Short
Grammar of the Greek Testament (New York: Harper &
Brothers, 1931, 1933), p. 109.
22. Algunas veces se objeta que, usando varios sistemas de
cómputo, es posible dar el valor de 666 al nombre de casi
cualquier persona ; así, los intérpretes han identificado a la
bestia con el Papa, Martín Lutero, Napoleón, Adolf Hitler, y Henry
Kissinger (entre muchos otros). Sin embargo, debería entenderse el
punto de que aquí se necesita, "no cualquier posible solución
del nombre, sino más bien una solución relevante. Habiendo
ya mostrado que el Imperio Romano es la bestia descrita en los
versículos 1-8 de este capítulo, naturalmente buscamos algún
nombre que designe específicamente ese poder" (Milton Terry, Biblical
Apocalyptic, p. 401).
23. Por supuesto, hay alguna justificación para una
"exégesis de periódico" del siglo primero, porque el libro mismo
de Apocalipsis nos lleva a esperar un cumplimiento de sus
profecías en el siglo primero. Deberíamos buscar cuidadosamente
sucesos históricos en el siglo primero que correspondan a las
visiones apocalípticas. Esto no se presta necesariamente a
especulaciones indebidas, porque simplemente toma en serio las
afirmaciones del propio Juan sobre su libro. Dijo que aquellas
cosas se cumplirían "pronto".
24. R. C. H.
Lenski, The Interpretation of St. John´s Revelation
(Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1943, 1963), pp. 411s.
25. Ireneo ve el número 666 como una combinación de la edad
de Noé en el diluvio (600), que simbolizaba "toda la mezcla de
maldad que tuvo lugar antes del diluvio", con el 60+6 de la
imagen de Nabucodonosor, que simbolizaba "cada uno de los errores
de los ídolos inventados desde el diluvio, junto con el asesinato
de los profetas y los justos". Against Heresies, en The
Ante-Nicene Fathers, de Alexander Roberts y James Donaldson,
eds., (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., reimpresióm
de 1973), Vol. 1, p. 558.
26. En hebreo (como en la mayoría de los idiomas antiguos),
el alfabeto servía un doble propósito: cada letra era también un
numeral. Así, cada palabra o cada grupo de palabras tenía un valor
numérico, que podía calcularse simplemente sumando los numerales.
El sistema linguístico de Occidente evita esto usando el alfabeto
romano para sus letras y el alfabeto árabe para sus numerales. Por
esto, a nosotros nos es difícil y artificial imaginar tener que ir
atrás y adelante en el uso de letras y numerales en nuestro
idioma, pero para los antiguos era bastante natural. Con toda
probabilidad, no necesitaban hacer grandes esfuerzos para ir atrás
y adelante en sus mentes, sino que simplemente veían y comprendían
ambos aspectos en seguida.
27. Véase de Ernest L. Martin, The Original Bible
Restored (Pasadena, CA: Foundation for Biblical Research,
1984), p. 110. En su visión de la gran imagen que representaba los
imperios paganos que serían sucedidos por el reino de Cristo,
Nabucodonosor era la "cabeza de oro" (Dan. 2:37-38); Martin ha
señalado que 666 años después de que Nabucodonosor inaugurara su
reino (604 b. C.), comenzó el último ciclo sabático de Israel
(otoño del año 63 d. C.), que terminó con la destrucción de
Jerusalén y el templo en el otoño del año 70.
28. IHEOYE (I =10 +
H =8 + E = 200 + 0 =70 + V = 400 + E = 200) = 888.
29. Véase de James
B. Jordan, The Law of the Covenant: An Exposition of Exodus
21-23 (Tyler: Institute for Christian Economics, 1984), p.
164.
30. Austin Farrer,
The Revelation of St. John the Divine (London: Oxford
University Press, 1964), p. 156; por supuesto, Farrer se refiere a
la bestia con el término común (pero técnicamente inexacto) de
Anticristo, que es realmente la designación que Juan da a los
apóstatas de la fe cristiana.
31. Comp. Gén.
1:31; Apoc. 6:12-17; 9:13-21.
32. Farrer, A
Rebirth of Images, p. 259.
33. Dicho sea de
paso, la manera fácil de calcular el. triangular de cualquier
número es multiplicarlo por el siguiente número más alto, luego
dividirlo por dos, de esta manera: 36 x 37 = 666.
2
34. La nota de Farrer en este punto dice: "Un calendario
solar requiere que más o menos un mes sí y otro no tenga 31 días,
no 30. En un calendario lunar un mes sí y otro no debe tener 29
días y un mes intercalado con un poco más de frecuencia que un año
sí y otro no. Así, por un cálculo lunar, 3½ años son o
aproximadamente 1.270 días, o aproximadamente 1.300 días; o, si
abandonamos el intercalamiento por completo, más o menos 1.240
días. En ningún caso son 1.260 días".
35. Farrer, A
Rebirth of Images, pp. 259s.
36. F. W. Farrar, The
Early
Days of Christianity (Chicago and New York: Belford, Clarke
& Co., 1882), p. 539.
37. Algunos argumentan que Nerón Kesar es meramente
un conveniente "error al escribir" el nombre de Nerón en hebreo.
Esta objeción pasa por alto el hecho de que, antes de la moderna
introducción de los diccionarios, el mundo simplemente no se
preocupaba como nosotros acerca de la uniformidad de la escritura
de los nombres. Eran comunes las escrituras alternas (por
ejemplo, "Joram" y "Jehoram" en el Antiguo Testamento),
especialmente en la transliteración de palabras a una lengua
extranjera. Pero el argumento de error en la escritura es erróneo
de todos modos. La forma Neron Kesar (1) es la forma
hebrea lingüísticamente "correcta", (2) es la forma que se
encuentra en el Talmud y otros escritos rabínicos, y (3) fue usada
por los hebreos en el siglo primero, como ha mostrado la evidencia
arqueológica. Como observó F. W. Farrar: "El judeo-cristiano
habría intentado usar el nombre como él lo pensaba - esto
es, en letras hebreas. Y en el momento en que hacía esto
el secreto quedaba revelado. Ningún judío pensó jamás en Nerón
excepto como 'Neron Kesar', y esto da en seguida... 666" (The
Early Days of Christianity, Chicago and New York; Belford,
Clarke & co., 1882, p. 540). De algún interés relacionado es
el hecho de que si el nombre de Nerón se escribe sin la n
final (es decir, de la manera en que se le ocurriría a un gentil
escribirlo en hebreo), da el número 616, que es exactamente la
lectura variante en los manuscritos del Nuevo Testamento. La
explicación más razonable de esta variante es que surgió de la
confusión por la n final.
38. F. W. Farrar, The Early Days of Christianity
(Chicago and New York: Belford, Clarke & Co., 1882), p. 541.
Véase, por ejemplo, de Sulpicio Severo (363-420 d. C.), que
claramente cita a Apocalipsis 13 en su descripción de Nerón: Sacred
History, en A Select Library of Nicene and Post-Nicene
Fathers of the Christian Church (Grand Rapids: Eerdmans,
reimpresión de 1973), pp. 110s.