MI RENUNCIA AL
ADVENTISMO
DEL SÉPTIMO DÍA
Dudley Marvin Canright, 1914
Traducido de Members
Tripod
MI POSICIÓN ACTUAL
D. M.
Canright
Cuando un hombre
prominente abandona una iglesia o un partido político e ingresa
a una o uno de la oposición, y da sus razones para ello, puede
esperar que sus antiguos asociados reaccionen. En mi caso, no
esperaba que se hiciera conmigo ninguna excepción cuando
renuncié al Adventismo, y no me he sentido chasqueado. La gran
mayoría de mis antiguos hermanos han sido muy amables conmigo y
me han tratado con bondad. Algunos, muy pocos, han hecho lo
contrario. Han tratado de contrarrestar mi influencia contra lo
que ellos consideran la obra de Dios. Estos pocos han echado a
rodar el rumor de que yo lamento haber abandonado el Adventismo,
que lo he manifestado así, que he tratado de regresar a ellos,
que he confesado que mi libro es una falsedad. Algunos han dicho
que yo era muy pobre, una ruina física y mental, sin esperanza
de salvación, etc. Estos informes son aceptados como hechos por
hermanos honestos y repetidos hasta que son creídos hasta que
son creídos por muchos Adventistas en el mundo entero. He negado
estos informes de todas las formas posibles, pero todavía son
creídos y repetidos, y sin duda lo serán siempre. Que Dios sea
el juez entre nosotros.
Aquí y ahora, y por
enésima vez, afirmo solemnemente delante de Dios que renuncié al
Adventismo porque creí que era un sistema erróneo. Ni una sola
vez he lamentado haberlo hecho, ni le he dicho a nadie que yo
haya tenido el menor deseo de regresar a ese pueblo. Sería
imposible que yo hiciera tal cosa y fuera un hombre honesto. En
la actualidad, (1915), estoy sano de cuerpo y de espíritu, tengo
una buena casa que vale $10.000 o $12.000, y cuatro hijos
crecidos, de los cuales cualquier hombre se sentiría orgulloso.
Al abandonar a los Adventistas, ingresé a la Iglesia Bautista de
Otsego, Michigan, y fui su pastor hasta que se convirtió en una
iglesia próspera. Ellos han sido mis ardientes amigos hasta este
día. Hace veinte años, me mudé a Grand Rapids, Michigan, me
encargué de una nueva misión, la construí y la organicé hasta
convertirla en una de las más fuertes iglesias de la ciudad, con
varios cientos de miembros y un hermoso edificio. Dos veces he
sido su pastor, y siempre he sido un miembro activo. En la
actualidad, enseño en una numerosa clase bíblica cada día del
Señor, y a menudo les predico. Siempre he estado en perfecta
armonía con la iglesia. Me honran como a su padre, me consultan
acerca de todos los asuntos importantes, y con vehemencia
resienten los tontos informes que algunos hacen circular acerca
de mí.
De los muchos
testimonios impresos que tengo delante de mí, he seleccionado
sólo unos pocos, que hablan por sí mismos:
"Grand Rapids, Mich.,
Nov. 1, 1907: "A quien concierna: Habiendo recibido muchas
cartas de todas partes de los Estados Unidos de parte de los que
han sido informados por Adventistas de que el Rev. D. M.
Canright no es miembro de una Iglesia Bautista, y muchas otras
cosas de esta naturaleza, denunciamos muy enfáticamente
cualesquiera afirmaciones de esa clase, y declaramos que él es
en la actualidad, y ha sido por muchos años, miembro activo de
la Iglesia Bautista Bereana de esta ciudad y en dos ocasiones su
pastor, un hombre por encima de todo reproche y, sobre todo, un
noble cristiano". Respetuosamente, W. H. Andrews, ex-oficial y
miembro fundador de la iglesia mencionada más arriba. Certifico
lo anterior. REV. ROBERT GRAY, Pastor de la Iglesia Bereana".
Grand Rapids, Mich.,
April 9, 1910: "A quien concierna: QUERIDOS HERMANOS: Esta carta
tiene el propósito de declarar que el firmante de este documento
ha conocido por muchos años al Rev. D. M. Canright como un
cristiano sincero y consagrado y un verdadero ministro de
Jesucristo. Por muchos años, en sus libros y tratados, ha sido
un 'testigo fiel y verdadero' contra los errores de los
Adventistas del Séptimo Día". OLIVER W. VAN OSDEL, Moderador de
la Asociación de Grand River Valley. ALEXANDER DODDS, Presidente
de la Sociedad de la Misión Bautista Urbana. W. I. COBURN,
Presidente de la Conferencia de Ministros Bautistas".
Los Bautistas no son el
único pueblo que piensa bien del Rev. Sr. Canright. Un ministro
Congregacional añade su palabra: "Por la presente certifico que
he conocido al Rev. D. M. Canright de esta ciudad por más de
cuarenta y cinco años. Por lo menos durante veinte de esos años,
fue predicador Adventista, y durante ese tiempo su reputación
como cristiano y como predicador de rara capacidad fue de lo más
elevada. Entre el pueblo Adventista de este estado, su nombre
fue tenido en la más alta estima. Entre el pueblo Adventista de
este estado, su nombre fue conocido por la justicia de su
carácter y por ser un capaz defensor de la fe de ellos. Y cuando
abandonó la denominación Adventista, todos los que conocían al
hombre, si estaban imbuídos de espíritu cristiano, debieron
admitir que el cambio que él efectuó se debió a una honesta y
concienzuda convicción de lo que creía que era lo correcto. No
podría haer ningún otro motivo en su caso, porque había tenido
más éxito que muchos de sus hermanos, y honradopor ellos en el
más alto grado. Él y su amada familia han vivido en esta ciudad
por lo menos por veinte años, y él ha mantenido la misma
reputación que tenía de caballero cristiano y respetable
ciudadano. Lo que he escrito procede de un conocimiento personal
del Rev. D. M. Canright y de la denominación Adventista en este
estado". J.T. HUSTED, Pastor de la Iglesia Congregacionalista
Wallin. Grand Rapids, Mich., Abril 12, 1910".
Los pastores Metodistas
añaden su tributo como sigue: "Habiendo llegado varias
solicitudes a diferentes miembros de la Asociación en relación
con el carácter y la posición del Rev. D. M. Canright, la
reunión mensual regular de la Asociación de Ministros Metodistas
de Grand Rapids, Mich., adoptaron por voto unánime la siguiente
expresión de su confianza en y su consideración por la valía
personal y la utilidad ministerial del Hermano Canright". "El
Rev. D. M. Canright, ex-ministro de la Asociación de los
Adventistas del Séptimo Día, y más recientemente ministro de la
Asociación Bautista de esta ciudad, ha sido conocido
personalmente por algunos de nuestros miembros por varios años y
por su reputación por el resto, y todo lo que sabemos y la
información que tenemos concerniente a él es de lo más
favorable. Cualesquiera sombras proyectadas sobre su carácter
personal como hombre, esposo, ciudadano, hijo, o cristiano no
tienen fundamento, y de hecho, no están justificadas por ningún
hecho del conocimiento de sus amigos íntimos. Él es honrado
entre sus hermanos, respetado en su propia comunidad, y aprobado
por nosotros como digno de confianza. Ha desempeñado un
ministerio honroso y digno, y en ningún sentido merece los
ataques lanzados contra él." Dado en Grand Rapids, Mich., este
11 de Abril de 1910, por autoridad de la Asociación de Ministros
Metodistas de Grand Rapids, por JOHN R. T. LATHROP,
Superintendente de Distrito, CHARLES NEASE, Presidente, J. R.
WOOTEN, Secretario".
"Grand Rapids, Mich.,
Abril 11, 1910: "Es con sincero placer que escribo en relación
con el carácter y la integridad del Rev. D. M. Canright. Le he
conocido a él y a su familia por un buen número de años, y no
vacilo en decir que son gente muy estimable, y tienen la
confianza de sus vecinos y amigos en la comunidad. Considero al
Sr. Canright como un caballero cristiano en todo el sentido de
la palabra; un hombre de la más alta integridad que desea, en
cada proyecto con el cual está conectado, hacer de la justicia
su guía en la acción. Ha hecho negocios con nuestro banco por un
buen número de años, y yo personalmente tuve oportunidad de
poner a prueba su integridad. No me equivoco al expresar mi
confianza en él. Atentamente, CHARLES W. GARFIELD." (El Sr.
Garfield es presidente del banco, cuyo capital suma $2.000.000).
Los Adventistas dicen a
veces que yo los abandoné cuatro o cinco veces. Yo me retiré de
esa iglesia sólo una vez, nada más, y fue definitivamente. Sus
libros de iglesia en Battle Creek y Otsego lo demostrarán. Por
años, me preocuparon las dudas acerca de algunas de sus
doctrinas, y tres veces dejé de predicar por cierto tiempo, pero
continué siendo miembro de buena reputación. Durante una gran
reunión al aire libre, se me persuadió para que me tragara mis
dudas, reanudara el trabajo, confesara que había estado en la
oscuridad, y continuara otra vez. Permití que mi buen juicio
cediera su lugar a los ruegos de mis hermanos y al amor que les
tenía a antiguos asociados, y dije lo que pronto lamenté haber
dicho. Descubrí que era una terrible lucha romper con lo que me
había tenido cautivo tanto tiempo.
Desde que los abandoné,
tratan de aparentar que, de todos modos, yo no era muy
importante. "¡Las uvas están verdes!", dijo la zorra,
refiriéndose a la deliciosa fruta que no podía alcanzar. Como
refutación de sus detracciones, véase el Capítulo II de mi
libro. Aquí daré brevemente sólo algunos hechos:
Durante dos años,
1876 y 1877, fui uno de los miembros de un comité de tres de la
Conferencia General, un comité que controlaba todo el trabajo de
ellos en el mundo. No existe mayor autoridad en la denominación.
¿Cómo es que fui colocado en ese puesto si no era uno de sus
mejores oficiales? Año tras año, fui elegido para las juntas
encargadas de administrar sus más importantes instituciones,
tales como su editora, su escuela de enseñanza superior, el
sanatorio, la Asociación de Escuela Sabática, etc., etc. Para
prueba de esto, véanse sus anuarios impresos, en los cuales
aparece mi nombre constantemente. Se me hizo profesor de
teología en su escuela de enseñanza superior, presidente de la
conferencia estatal, editor asociado de un periódico, etc. Yo
seleccioné y organicé el curso de lectura que todos sus
ministros tenían que seguir, y era enviado a las conferencias
estatales anuales para examinar a estos predicadores sobre esos
estudios, su teología, y su capacidad para el ministerio. ¿Se
acostumbra confiar un trabajo como éste a un hombre inferior?
Pero fue como escritor
en sus publicaciones, como autor de numerosos tratados,
folletos, y libros que cubrían todos y cada uno de los puntos de
controversia de su fe, como conferencista y panelista en debates
para defender sus doctrinas, que fui mejor conocido durante los
últimos quince años en que estuve con ellos. En estos aspectos,
ni uno solo de ellos fue tan prominente como yo. Todo el que
esté familiarizado de algún modo con el trabajo de ellos durante
ese período sabe que sólo estoy diciendo la pura verdad en
relación con esto. Y lo saben también. Por mis escritos, la
oficina me pagó una vez $500 en un solo cheque, y diferentes
sumas en muchas otras ocasiones. Después de veintidós años,
todavía publican y usan varios de mis tratados por ser
mejores que cualquier cosa que hayan podido producir desde
entonces.
Mi larga y completa
familiarización con el Adventismo y todos sus argumentos me
prepararon para responderles como nadie podría hacerlo. Cientos
de ministros de todas partes me han escrito dándome las gracias
por la ayuda que mi libro ha representado para ellos al
enfrentarse al Adventismo. ¿No me preparó Dios en su providencia
para esta obra? Creo humildemente que sí, y esto me reconcilia
con las largas y amargas experiencias que tuve durante esa
esclavitud. Pero si Dios y la verdad son honrados, estoy
contento.
La única pregunta es:
¿Conozco yo sus doctrinas lo bastante bien para expresarlas
claramente, y tengo yo la capacidad para responder a ellas con
claridad? Que mi obra sea la respuesta.
Desde que me retiré, los
Adventistas han publicado cinco o seis diferentes tratados para
contrarrestar mi influencia. Si yo represento tan poco, ¿por qué
todo este esfuerzo? Lo que ellos hacen refuta lo que dicen. Dios
me ha preservado para que sobreviva a casi todos los ministros
Adventistas con los cuales comencé a trabajar. A mis setenta y
cinco años, estoy lleno de fe en Dios y de esperanza en la vida
eterna por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Amo todavía a aquellos
hermanos, y sé que la mayoría de ellos son cristianos honestos,
pero errados en muchos de sus puntos de vista. Me gustaría
ayudarles, si pudiera.
D. M. CANRIGHT, Pastor Emérito
de la Iglesia Bautista Bereana. Grand Rapids, Michigan.