MI RENUNCIA AL ADVENTISMO
DEL SÉPTIMO DÍA
Dudley
Marvin
Canright, 1914
Traducido
de
The
Interactive
Bible
INTRODUCCIÓN
Rev. Theo. Nelson, LL. D., difunto presidente de
Kalamazoo College.
Conocí
por
primera vez al autor de "Renuncia al Adventismo" en el otoño
de 1865. Era entonces un joven y prometedor ministro, tenido
en alta estima por su pueblo. Entonces, como ahora, yo
confiaba completamente en su sinceridad. Ni creo que sea
extraño que, después de más de veinte años dedicados a la
propaganda Adventista del Séptimo Día, finalmente renunciara a
las doctrinas de ellos y regresara a la fe ortodoxa. No es
necesario imputarle ningún motivo siniestro o indigno. Más
bien, es fácil creer que la experiencia y el estudio, o la
evolución de la inteligencia, así como la irrestible lógica de
los sucesos, inevitablemente daría lugar a este resultado. Los
Adventistas del Séptimo Día siempre han hecho gran alharaca de
"las señales de los tiempos," de terremotos y lluvias de
estrellas, de "guerras y rumores de guerra." Los argumentos
que podrían impresionar profundamente la imaginación de un
joven durante el turbulento período de nuestra gran guerra
civil, naturalmente perderían su influencia sobre el más
maduro juicio de un hombre en estos "tranquilos tiempos de
paz".
Hacia
los
Adventistas del Séptimo Día como pueblo no albergo sino
sentimientos de bondad. Generalmente, su piedad es
indudablemente genuina, aunque misantrópica y melancólica.
Tienen un bajo concepto de la naturaleza humana, y
virtualmente se aíslan de sus vecinos y de los asuntos que
conciernen al bienestar de la sociedad en general. Se
mantienen apartados de todo movimiento que tienda al progreso
humano, porque creen que el progreso humano es imposible, y
que la humanidad ya está condenada; que la destrucción es
inminente, y está "a las puertas." En realidad, su fe
religiosa restringe, si no destruye, su sentimiento de
patriotismo, y les hace mirar con sospecha, si no con
sentimientos de hostilidad, el gobierno libre bajo el cual
viven. Nada podría ser más absurdo que sus interpretaciones de
los sucesos actuales y, especialmente, su creencia de que
nuestros gobiernos, tanto el general como los estatales, están
a punto de convertirse en máquinas de persecución religiosa y
despotismo. No puede ser de otro modo sino que muchos sinceros
Adventistas del Séptimo Día, que lo han sido por lo que creían
era la imperiosa necesidad de la enseñanza de las Escrituras,
estarán agradecidos del Sr. Canright por ayudarles a sacudir
un yugo que esclaviza su utilidad y lesiona sus mentes.
Los
Adventistas
del Séptimo Día creen y enseñan que antes de la segunda venida
de Jesús los Estados Unidos formarán una unión con la iglesia
y el estado y, como Francia y España en el siglo diecisiete,
se convertirá en un poder perseguidor. Sostienen que las
Escrituras proféticas predicen este extraordinario cambio en
la forma y el espíritu de nuestro gobierno. En cuanto a la
corrección de las interpretaciones de la Escritura en las
cuales se basan sus expectativas, no admiten ninguna
posibilidad de error. Presumen saber que tienen la clave
correcta de la profecía - que tienen la "verdad presente".
Creen y enseñan que los Adventistas del Séptimo Día han de ser
especialmente probados en esta dura experiencia que está
siendo preparada por el gobierno civil; que ellos han de ser
las principales víctimas de la feroz persecución que será
desatada contra los "santos del Altísimo"; que ellos han de
sufrir, a manos del poder secular, prisión, tortura, "el
despojo de sus propiedades," y quizás la muerte misma. En
realidad, confían su sistema entero de doctrina a este
significado de la Palabra de Dios, y consideran estos
trascendentales sucesos, que ellos aseguran que la Biblia
predice, tan reales como si esos sucesos ya hubiesen ocurrido.
Esos sucesos son una realidad para ellos, y tienen el mismo
valor argumentativo, y la misma autoridad en la acción, que la
historia misma. En sus publicaciones y sermones, a menudo
adoptan el estilo del confesante que ya ha sido llevado al
cadalso o atado al poste de la hoguera; hablan en tono de
sumisión desafiante y heroica, como si los hierros de la
tortura ya estuvieran siendo calentados, y como si la corona
del martirio estuviera plenamente a la vista. Para el que está
familiarizado con la historia de las persecuciones religiosas,
y ha estudiado el progreso y el desarrollo de la libertad
religiosa, especialmente en las naciones anglosajonas; para el
que está bastante bien familiarizado con el espíritu de la
época y el país en el cual vivimos, este ostentoso espíritu de
mártires de nuestros amigos Adventistas parece bastante
absurdo. Si no fuera por su bien conocida integridad y
probidad de carácter, estaríamos dispuestos a desafiar su
creencia, tal es su ansiedad de encontrar su prueba y
confirmación en los sucesos que no tienen tal significado.
Bajo nuestra forma de gobierno, ¿sería posible alcanzar una
unión más íntima y perfecta de "la iglesia y el estado" que la
personificada en el gobierno de la Inglaterra monárquica? Un
cambio así sería un milagro mayor que si Dios hiciera crecer
un roble gigantesco en un instante. La tendencia de nuestra
civilización y las más poderosas corrientes de opinión pública
son todas en dirección opuesta. Y sin embargo, hasta en
Inglaterra, los Adventistas son libres de publicar sus
peculiares doctrinas, establecer iglesias, y seguir sus
inclinaciones como otros hombres. La libertad religiosa es el
espíritu de la época y, sobre todo, el espíritu de la época en
los Estados Unidos. En consecuencia, decimos, no es necesario
tener ningún temor de los graves presagios de nuestros amigos
los Adventistas.
THEODORE
NELSON