Para los
Adventistas del Séptimo Día, el decálogo es la única ley
suprema moral y espiritual de Dios, más grande que la cual no
hay ninguna. Es la ley que gobierna a los ángeles en el cielo.
Así dice la Sra. White: "La ley de Dios existía antes de que
el hombre fuera creado. Los ángeles eran gobernados por ella.
Después de que Adán y Eva fueron creados, Dios les dio a
conocer su ley". Espíritu de Profecía, Vol. 1, pág.
261. Gobierna a todos los hombres en todos los tiempos, y en
el mundo venidero. Estos diez mandamientos cubren todos los
deberes del hombre, de manera que no hay pecado que se pueda
cometer que no sea una violación de esta ley, mientras que al
mismo tiempo ordena practicar toda virtud. "Ninguna virtud
conocida por el mundo moral deja de tener en ella aprobación y
alabanza; y ningún vicio ni crimen del cual el hombre fue
alguna vez culpable escapa a la condena". Perfección de
los Diez Mandamientos, pág. 4. Pero estas afirmaciones
son extravagantes e infundadas. Un deseo de sustentar el
séptimo día sábado ha llevado a esta falsa posición acerca del
decálogo. Dos mil quinientos años, casi la mitad de toda la
historia del mundo, pasaron antes de que el decálogo fuera
dado, como lo hemos probado. Esto es extraño si es que el
decálogo es tan importante.
Examinémoslo. Moisés dice claramente
que todas las palabras que el Señor pronunció fueron
escritas en las tablas de piedra: "Y me dio Jehová las dos
tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas
estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová
en el monte, de en medio del fuego". Deut. 9:10. Este texto
es demasiado decisivo para ser eludido. Todo lo que Dios
habló fue escrito en las tablas, y era parte del decálogo.
Aquí están las primeras de esas palabras: "Y habló Dios
todas estas palabras diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te
saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No
tendrás otros dioses delante de mí", etc. Éx. 20:1-3. Estas
palabras son tan parte del decálogo como cualquier parte del
resto de él. Fueron pronunciadas por Dios desde el cielo,
escritas por su dedo, grabadas en piedra, y puestas en el
arca. Ahora miremos el gráfico de la ley que los Adventistas
del Séptimo Día cuelgan en la pared como la "ley de Dios".
¿Están estas palabras allí? No, para nada. ¿Por qué fueron
dejadas fuera? Porque, si las ponen, ello echaría a perder
toda su teoría de esa ley. Afirman que esta ley es
obligatoria para los ángeles. Pero, ¿cómo les sonaría esto a
los ángeles: "Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la
tierra de Egipto, de casa de servidumbre"? ¿Fueron los
ángeles esclavos en Egipto? ¿No les sonaría un poco extraño
a Gabriel y a los serafines que se les dijera que habían
sido esclavos en Egipto? Léase esto a Adán. ¡Habría sido una
novedad para él enterarse de que había sido esclavo en
Egipto! Léase esto a un norteamericano que nació libre;
léaselo a toda la hueste de los redimidos en el cielo. ¿A
quién son aplicables estas palabras? Sólo a la nación judía,
y a nadie más. Para ellos, el decálogo estaba enmarcado, y a
ellos les fue dado. Por años, investigué para tratar de
encontrar un solo texto que dijera que esta ley fue dada a
algún pueblo que no fuera el de los judíos. Nunca lo
encontré. Estas primeras palabras muestran claramente que el
decálogo sólo estaba dirigido a ellos.
Los Adventistas del Séptimo Día
aseguran que el precepto del sábado es lo único en el
decálogo que dice quien lo dio. "Aparte de este precepto [el
sábado], no hay nada en el decálogo que muestre por
autoridad de quién fue dado". La Sra. White, en El Gran
Conflicto, pág. 284. Esto no es verdad. Las palabras
introductorias dicen claramente quién lo dio. Fue el Dios
que los sacó de Egipto. Aquí están el nombre, la firma, y el
sello de esa ley en las primeras palabras de ella. Aquí
aparece Dios ante ellos como su *Liberador*, más bien que su
*Creador*. La obediencia de ellos a estos mandamientos está
basada en este hecho. Se señala a Egipto, no al Edén.
En la copia del decálogo que se da en Deut. 5: 6-21, no hay
referencia alguna a la creación, mientras que es prominente
la liberación de Egipto. "Extender el decálogo más allá de
su propio prefacio es violar las reglas de la crítica".
¡Cuán antinatural e inaudito sería que,
al entregar un documento importante, el nombre del autor se
diera en la mitad de él, como los sabadistas dicen que el
Señor hizo al dar el decálogo! En nuestros tiempos, el
nombre se firma al final del documento; en la antigüedad,
sin embargo, especialmente entre los judíos, el nombre del
autor se daba siempre al principio, en la primera frase del
documento. Por ejemplo: "Artajerjes, rey de reyes, a
Esdras", etc. Esdras 7:12. "Visión de Isaías", etc. Isa.
1:1. "Palabras de Jeremías", etc. Jer. 1:1. Pablo, siervo de
Jesucristo", etc. Rom. 1:1. "Santiago, siervo de Dios", etc.
Sant. 1:1. "Pedro, apóstol", 1 Pedro 1:1. Y así sucede a
través de toda la Biblia; el nombre y la autoridad se dan
primero, luego sigue el cuerpo del documento. De la misma
manera, el Señor, de acuerdo con esta antigua costumbre
entonces en uso y con la cual estaban todos familiarizados,
primero anuncia su nombre, "el Señor tu Dios", y su
autoridad, "que te saqué de Egipto".
Esto lo hace en las palabras iniciales
de esa ley. Aquí, entonces, en las meras primeras palabras
del decálogo, y no en el precepto del sábado en la mitad de
la ley, aparecen el nombre, la señal y el sello del dador de
la ley. Jehová, que los sacó de Egipto. Esto establece que
esta ley no fue dada sino hasta ese momento, que fue dada
sólo a los judíos, y que no estaba destinada para nadie más.
Para ilustrar: Abriendo una ley aprobada por la legislatura
der Michigan en Febrero de 1882, leo: "Promúlgase en nombre
del senado y la cámara de representantes del estado de
Michigan", etc. Ahora supongamos que alguien afirmara que
esta ley fue aprobada hace mil años y que estaba destinada
para el mundo entero. ¿No mostrarían estas palabras
iniciales que esta ley no fue promulgada sino hasta que
Michigan se convirtió en estado, y que estaba destinada sólo
para el pueblo de Michigan? Seguramente. De la misma manera,
las palabras iniciales del decálogo muestran que esta ley no
fue dada sino hasta que Dios sacó a Israel de Egipto, que
fue dada a ellos, y a nadie más. Si alguien encuentra una
copia del decálogo fechada antes de ese tiempo, abandonamos
el caso. A través de toda ella hay evidencia de que fue
redactada para ajustarse sólo a la nación judía en sus
peculiares circunstancias.
Tomemos el mandamiento del sábado: "Ni
tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu
bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas".
Éx. 20:10. ¡Piense en cómo sería si este mandamiento se
diera a los ángeles en el cielo! "Hijos", "hijas", y "la
mujer de tu prójimo", versículo 17, ¡cuando ni se casan ni
se dan en casamiento! Otra vez: "Bestia", "buey", "asno",
etc. ¿Los ángeles en el cielo tienen bestias y trabajan con
bueyes y asnos? Otro tanto sucede con los "siervos" y las
"criadas". Esto significa gente que trabaja sin paga, o
esclavos, como los que tenían los hebreos en aquellos días.
Esto lo muestra el décimo mandamiento, versículo 17. "No
codiciarás de tu prójimo ni su siervo, ni su criada, ni su
buey, ni su asno". Éstos eran su propiedad, sus siervos o
esclavos, sus bueyes, sus asnos, etc. Pero, ¿tienen los
ángeles esclavos? ¿Tuvo Adán siervos en Edén? ¿Los tendrán
los redimidos en el más allá? ¡Qué tontería aplicar esta ley
a los ángeles, al Edén, y al cielo! Esta fraseología estaba
adaptada especialmente a las condiciones sociales de los
judíos como nación en la tierra de Canaán, y a nadie más.
Una vez más: "Ni tu extranjero que está
dentro de tus puertas". Versículo 10. Como todo el mundo
sabe, "el extranjero" era el gentil. "Dentro de tus puertas"
era una expresión común que quería decir dentro de tus
ciudades o que habitan en tu tierra. No se refiere en modo
alguno a vivir en tu finca o dentro de los portones que
delimitan tu hacienda, como los Adventistas lo explican
siempre. Los pueblos estaban amurallados, y a ellos se
entraba por grandes puertas. Es aquí donde se sentaban los
jueces y se transaban todos los asuntos. De esta manera:
"Todos los que entraban por la puerta de su ciudad". Gén.
23:10. "Jueces y oficiales pondrás en todas tus puertas." A
esta costumbre de los judíos se refiere el mandamiento del
sábado. A todos los gentiles que habitaban en sus ciudades y
entre ellos había que hacerlos guardar el sábado. Esto
muestra que era una ley nacional, redactada en todas sus
partes para adaptarla a las circunstancias de los judíos de
ese tiempo.
Este mandamiento, entonces, no se podía
aplicar a nadie sino a los judíos allí. Nuevamente, el
quinto mandamiento: "La tierra que Jehová tu Dios te da",
versículo 12, claramente se refiere a Canaán, que Dios les
dio. El noveno precepto: "No hablarás contra tu prójimo
falso testimonio". Esto no se refiere a mentir, en general,
sino sólo a un falso juramento contra el prójimo en un
tribunal. Véase Deut. 19: 15-19. Un hombre podía decir un
centenar de mentiras que no fueran falso testimonio contra
su prójimo. El mandamiento contra la mentira se encuentra en
Lev. 19:11: "Ni mentiréis el uno al otro". Este es un
precepto moral mucho más amplio que el noveno mandamiento.
Cada principio contenido en el decálogo
se encuentra también, una y otra vez, en la ley de Moisés, o
en las mismas o similares palabras. Por ejemplo: Lev. 19
reitera cada uno de los principios que se encuentran en los
diez mandamientos, con muchos más, además. Cuán erróneo,
entonces, es llamar a uno de ellos la ley moral y al otro la
ley ceremonial, cuando ambos son de la misma naturaleza,
siendo el decálogo simplemente preceptos representativos de
la ley de Moisés.
Pero el principal argumento usado para
probar la naturaleza superior de los diez mandamientos es
que fueron pronunciados por la voz de Dios, escritos por su
dedo en tablas de piedra, y puestos dentro del arca,
mientras todo el resto de la ley fue escrito por mano de
Moisés en un libro. ¿Por qué entonces fueron estos
mandamientos seleccionados de esta manera, si no para
exaltarlos por encima de todos los demás? La respuesta es
fácil: De acuerdo con la costumbre de aquellos tiempos,
cualquier contrato o pacto solemne se conmemoraba
seleccionando algún objeto como testigo o testimonio de él.
Por ejemplo, Jacob erigió una piedra como testigo de su voto
a Dios. Gén. 28:18. Jacob y Labán levantaron un majano como
testigo de su pacto. Gén. 31:48. Abraham apartó siete
corderos como "testimonio" de su pacto con Abimelec. Gén.
21:27-30.
De la misma manera, cuando se hizo un
pacto solemne entre Dios e Israel en Sinaí, el Señor les dio
las tablas de piedra para que fueran conservadas siempre
como testigos o como "testimonio" de ese acuerdo. Por eso
son llamadas "las tablas del testimonio", esto es, testigos.
Éx. 31:18. Por eso, el tabernáculo era "el tabernáculo del
testimonio", Núm. 1:53; o, "el tabernáculo del testimonio",
Núm. 17:7. Estas tablas de piedra, entonces, conteniendo
algunos de los principales artículos de la ley, habrían de
ser conservadas siempre como "testigos" del pacto que Israel
había hecho de guardar esa ley. Evidentemente, ésta es la
razón de por qué el decálogo fue dado como lo fue, y no
porque era una ley perfecta y eterna en y por sí misma.
Manifiestamente, habría sido imposible
llevar de un lado para otro la ley entera si hubiese estado
escrita en piedra; por eso, unas pocas muestras de esa ley
fueron seleccionadas y puestas en piedra, para que fueran
guardadas como testigo de ese pacto. Así que la razón de por
qué Dios pronunció estas palabras no es que era una ley
perfecta, sino para impresionar sus mente y nunca olvidaran
el pacto. Esto es exactamente lo que Dios mismo dice: "Para
que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán,
para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra".
Deut. 4:10. ¡Cuánto más simples y manifiestas son estas
razones que las imaginarias inventadas por los sabadistas!
Que el decálogo era meramente una ley
nacional para los judíos y temporal en su obligación, lo
comprueba el hecho de que la muerte por lapidación era el
castigo por su violación. Cuando la muerte se le infligía a
un hombre, éste pagaba de esta manera la pena por la
violación de esa ley, y eso era todo. Pero, ¿es la
lapidación el castigo por la violación de la ley moral de
Dios? No. Ese castigo es la muerte eterna en el juicio. Un
hombre que es ahorcado por asesinato ha pagado la pena por
la violación de esa ley en nuestro país, de la misma manera
que el judío que era lapidado pagaba la pena por violar la
ley de su país. ¿Juzgará Dios a un hombre por segunda vez en
el juicio por las leyes de nuestro país después de que este
hombre ha pagado una vez su pena mediante el ahorcamiento?
No, pero será juzgado por otra ley, una ley superior, la
gran ley espiritual de Dios. Y así será con los judíos.
Nunca serán juzgados una segunda vez por el decálogo, pues
éste era sólo nacional, sino por la ley superior, la que
requiere supremo amor a Dios, y amar al prójimo como a
nosotros mismos. Una ley sin castigo por su violación es una
nulidad; pero el apedreamiento, el castigo que conlleva el
decálogo, fue abolido en la cruz; por eso, la ley debe haber
cesado allí también.
Los Adventistas del Séptimo Día afirman
que los diez mandamientos son una ley perfecta, que condena
todo pecado posible y requiere toda posible virtud. Pero
todo esto es suposición, y contrario a la verdad manifiesta.
¿Cuál de los mandamientos condena el orgullo, la jactancia,
la ebriedad, la ingratitud, el amor a los placeres, la ira,
el uso de palabras obscenas, la impaciencia, las
desavenencias, el egoísmo, y cosas semejantes? ¿Cuál de los
diez mandamientos nos requiere que alimentemos a los pobres,
que visitemos a los huérfanos y a las viudas, que seamos
pacientes y amables, bondadosos, mansos, templados, que
oremos, que nos arrepintamos, que vayamos a las reuniones,
que perdonemos, y otras cosas semejantes? No. El
decálogo no hace eso, pues no fue diseñado para ese
propósito. Era meramente prohibicionista en su naturaleza.
El hombre que solamente no hacía nada, que simplemente
evitaba el crimen, guardaba esa ley. Pero la ley de Dios,
por la cual debe vivir el cristiano, requiere que haga, y
haga mucho. Debe amar a Dios, amar a su prójimo, amar a sus
enemigos, visitar a las viudas y a los necesitados, soportar
las ofensas, ser paciente, recibir a los forasteros, y ser
activo en toda buena obra.
Requiere incesante actividad y la
consagración de todas nuestras energías en buenas obras;
pero el decálogo no requiere nada, excepto evitar el crimen
abierto. El decálogo solo nunca es llamado la ley de Dios,
ni la ley del Señor, ni una ley perfecta, ni se dice que
alguien será juzgado por él, ni que es obligatorio para los
cristianos.
La división católica del
Decálogo
Los Adventistas del Séptimo Día han
hecho un gran alboroto acerca de la manera en que los
católicos dividen y numeran los diez mandamientos. Han
trazado un diagrama, mostrando en una columna el decálogo
"como fue cambiado por el papa," y en otra "como fue dado
por Dios." Aquí muestran cómo "el papa cambió la ley de Dios
en cumplimiento de Daniel 7:25". De acuerdo con esto, los
católicos incluyeron en el primer mandamiento lo que
nosotros tenemos en los primeros dos. Luego, nuestro tercer
mandamiento es el segundo de ellos, nuestro cuarto el
tercero de ellos, y así sucesivamente, hasta nuestro décimo,
del cual ellos sacan dos . Los Adventistas afirman que el
papa hizo esto para deshacerse del segundo mandamiento, y
para cambiar el sábado. Pero todo esto es completamente
falso, como puede verse bajo la palabra decálogo en
cualquier enciclopedia religiosa. La Enciclopedia
Schaff-Herzogg dice: "Ha habido tres arreglos del decálogo -
el talmúdico (judío), el agustiniano (adaptado por las
iglesias Católica Romana y Luterana), y el helenístico
(griego), el punto de vista de Filón, Josefo, Orígenes, las
iglesias griega y reformada, etc. La siguiente tabla muestra
las diferencias, usándose el registro de Éx. 20.
TALMÚDICO ------ 1. Yo soy
Jehová, etc. (v. 2). 2. Contra los ídolos y las imágenes,
(1-6). 3. La blasfemia. 4. El sábado. 5. L obediencia
filial. 6. El asesinato. 7. El adulterio. 8. El robo. 9. El
falso testimonio. 10. La codicia.
HELENÍSTICO ------ 1. Contra los
ídolos, (v. 3). 2. Contra las imágenes, 4-6). 3. La
blasfemia. 4. El sábado. 5. Obediencia filial. 6. El
Asesinato. 7. El adulterio. 8. El robo. 9. El falso
testimonio. 10. La codicia.
AGUSTINIANO ------ 1. Contra los ídolos
y las imágenes (3-6). 2. La blasfemia. 3. El sábado. 4. La
obediencia filial. 5. El asesinato. 6. El adulterio. 7. El
robo. 8. El falso testimonio. 9. No codiciarás de tu prójimo
(v. 17). 10. El resto del v. 17.
Se verá aquí que los católicos
simplemente han seguido a los primeros padres en esto,
mientras que nosotros hemos seguido a los griegos. El papa
no tuvo nada que ver con esta división de los mandamientos.
Se verá que, de acuerdo con la división talmúdica (judía),
que es la más antigua de todas, el primer mandamiento
consiste de las palabras "Yo soy Jehová tu Dios, que te sacó
de la tierra de Egipto, etc". Los judíos, los
católicos, y los luteranos incluyen en su primer
mandamiento las palabras introductorias "Yo soy Jehová tu
Dios, etc.", como deberían hacerlo todos los demás, porque
éstas son las palabras más importantes de todas, pues nos
dicen quién dio esa ley. Los adventistas suprimen estas
palabras para salvar su teoría. Así, al aprender más,
comencé a ver en todas partes cómo los argumentos de los
Adventistas eran falaces y contrarios a la historia y a los
hechos.
Autores eminentes
comentan el Decálogo
Muchos de los hombres más eminentes,
devotos, y eruditos de la iglesia han sostenido que el
decálogo fue abolido, aunque estaban lejos de ser
antinomianos.
Entre éstos estaban los padres
apostólicos, Lutero, Calvino, Milton, Baxter, Bunyan,
Doddridge, Whately, Grotius, Locke, Sherlock, Watts, Judson,
George Dana Boardman, y una hueste de hombres como ellos.
Justino Mártir, en el año 140 d. C., dice: "La ley
promulgada en Horeb ya es antigua, y pertenece a ustedes
(los judíos) solamente: pero ésta es para todos
universalmente. Ahora la ley puesta contra la ley ha
abrogado lo que hay antes que ella". Diálogo con Trifón,
capítulo 11. Sobre esto, dice el pastor Andrews: "Que
Justino sostenía la abrogación de los diez mandamientos es
manifiesto también". Testimonio de los Padres, pág.
43.
Tertuliano, en el año 200 d. C., dice:
"Admitimos plenamente la abolición de la antigua ley". Contra
Marciano, Libro 5, Cap. 2. Sobre la ley, cita Col.
2:16, y dice: "El apóstol enseña aquí claramente cómo ha
sido abolida". Id., Cap. 19.
Lutero dice: "Los diez mandamientos no
se aplican a nosotros los gentiles y cristianos, sino
solamente a los judíos. Si un predicador desea obligarlo a
Ud. a regresar a Moisés, pregúntele si él fue sacado de
Egipto por Moisés. Si dice que no, dígale: '¿Cómo, entonces,
es que Moisés me concierne a mí, siendo que habla (en los
diez mandamientos) al pueblo que fue sacado de Egipto?' En
el Nuevo Testamento, Moisés llega a su fin, y sus leyes
pierden fuerza". Véase la Enciclopedia de Kitto. El
Diccionario Bíblico de Smith dice: "En su aspecto
individual, o el que se llama generalmente su aspecto
'moral,' la Ley llevaba igualmente el sello de la
transitoriedad. Parece bastante claro que su autoridad
formal y coercitiva como un todo terminó con el cierre de la
dispensación judía". Art. Ley.
La Enciclopedia Kitto de Literatura
Bíblica dice: "Ellos [Cristo y los apóstoles] hasta indican
claramente que la ley moral no se exceptúa en manera alguna
cuando hablan de la abolición de la ley en general". Art.
Ley.
El reciente comentario popular de
Jamison, Faussett, y Brown dice: "La ley (incluyendo
especialmente la ley moral que es particularmente difícil de
obedecer) es abrogada para el creyente por cuanto era un
código obligatorio y acusador". Sobre Col. 2:16.
La Enciclopedia Británica dice: "Los
diez mandamientos no se aplican a nosotros los gentiles y
cristianos, sino sólo a los judíos". Sobre los Diez
Mandamientos.
Dice el Dr. Dobbs, bautista: "Ni es
ésta 'una enseñanza nueva y peligrosa.' Era la doctrina de
los reformadores protestantes del siglo dieciséis. Calvino
argumenta según esta vena en sus Institutos. John Gill,
eminente erudito y comentarista bautista, escribiendo sobre
Éx. 20: 1, 2, dice: 'El versículo 2 muestra que este cuerpo
de leyes fue entregado al pueblo de Israel, y les pertenece
principalmente a ellos; porque de ningún otro pueblo pueden
decirse estas cosas'. Sobre Mat. 5:17 y 2 Cor. 3:7-11, Gill
es enfático en una enseñanza similar. Léase esto, sobre este
último pasaje: 'La ley es lo que fue eliminado; no meramente
la ley ceremonial, ni la ley judicial, sino el ministerio
entero de Moisés, y particularmente la ley del decálogo'.
Termino citando un incidente relacionado con la Sra. Emily
C. Judson, en la obra Vida de Adoniram Judson,
escrita por su hijo, el Dr. Edward Judson. La Sra. Judson
dice que su esposo le reprochó una vez haber incorporado
algunas lecciones del Antiguo Testamento en sus clases
bíblicas, 'comparando esto a tantear en las sombras cuando
de la misma manera podría tener el sol del mediodía'. Al
relatar este incidente, la Sra. Judson dice: 'Mi impresión,
extraída de más de una larga conversación, es la de que él
consideraba al Antiguo Testamento como las Escrituras dadas
especialmente a los judíos, y solamente a ellos. No le
gustaba la distinción que se hacía comúnmente entre la ley
moral y la ley ceremonial, y algunas hablaba, con énfasis
equivalente a severidad, del uso constante que los
cristianos hacen de los diez mandamientos. Pensaba que el
Antiguo Testamento era muy importante como explicativo y
corroborativo del Nuevo - como una porción de la inspiración
que venía de Dios, etc., pero obligarorio para los
cristianos sólo hasta donde se repite en el Nuevo
Testamento. Acostumbraba hablar de la ley mosaica como
cumplida en Cristo, y que así, no tiene más autoridad en
absoluto. Solía decir que no tenemos derecho a categorizar
esto como moral, y por lo tanto, obligatorio, y lo otro como
ceremonial, que ya no exige obediencia. Prácticamente, no
teníamos nada que ver con la ley del Antiguo Testamento". Vida
de Judson, págs. 311, 412.
El Rev. George Dana Boardman, D. D., el
eminente teólogo bautista, dice en su reciente libro sobre
"Los Diez Mandamientos": "Aunque el decálogo, en su
espíritu, es para todas las naciones y todos los tiempos, en
la letra era evidentemente para los judíos. El preámbulo
mismo prueba este aserto: 'Y habló todas estas palabras,
diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra
de Egipto, de casa de servidumbre'. Luego siguen los diez
mandamientos, basados en el hecho único de que Jehová era el
Dios del pacto de Israel". Págs. 127-130.
John Milton dice: "En relación con la
doctrina de los que consideran el decálogo como un código de
moralidad universal, no logro entender cómo pudo jamás haber
prevalecido semejante opinión, no siendo estos mandamientos
evidentemente nada más que un resumen de la ley mosaica
entera, como el cuarto lo es de toda la ley ceremonial, y
que por lo tanto no puede contener nada aplicable a la
adoración evngélica". Tratado sobre Doctrina Cristiana,
Vol. 1, Libro 2, Cap. 7.
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21 |
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