Este número especial
sobre la Resurrección
es la Parte 9 de una serie sobre El Escándalo de
Joshua ben Adam.
Para el Jesús de
Nazaret histórico, hemos usado su verdadero
nombre hebreo, Yeshua, que se traduce
directamente al inglés como Joshua. En su lengua
nativa, el arameo, Joshua se llamaba a sí mismo
bar Nasha, que en hebreo también es ben Adam -
sin el artículo definido porque no era un
título. Significa simplemente hijo de hombre
(Adam), el humano, o este hombre. Nadie
subrayó la genuina realidad de la humanidad de
Joshua como el mismo Joshua.
Todos y cada uno
de los rasgos de la vida de Joshua ben Adam
fueron un escándalo.
Su concepción y nacimiento estuvieron rodeados por
circunstancias muy irregulares y probablemente
trágicas.
El hecho de que
era galileo era un escándalo. Galilea era la
provincia más septentrional de Israel, cuyo
espíritu tosco e independiente era despreciado
por la élite judía en Judea. Se daba por sentado
que ningún profeta, por no decir nada de un
Mesías, podría salir jamás de aquella provincia
montañosa al norte.
Luego estaba el
escándalo de su ministerio público. Después de
ser bautizado por Juan (¡un bautismo de
arrepentimiento!), se ganó una reputación de
"glotón y borracho". Escandalizó a todo el mundo
al ignorar el código de santidad que prohibía,
entre otras cosas, comer con personas inmundas.
El igualitarismo radical y la no discriminación
de Joshua eran acciones de un hombre que
ignoraba los cánones del honor y la vergüenza.
Pero la mitad de
sus escándalos quedaba a la sombra en
comparación con el escándalo de su muerte. Fue
condenado y ejecutado como cualquier otro
agitador galileo (de los cuales se daban diez
centavos por docena en ese tiempo). El hecho de
haber sido colgado en una cruz era señal de que
Dios le había dado la espalda. Así que murió
completamente desacreditado, abandonado por
todos y aparentemente olvidado por Dios.
Todo habría
terminado allí mismo y pronto todo el mundo
habría olvidado todo acerca de este hombre
desafortunado de no haber sido por la Pascua.
Fue la resurrección lo que convenció al
completamente descorazonado grupito de Joshua de
que había sido honrado de manera señalada por
Dios Todopoderoso con esta resurrección. Ningún
honor era demasiado grande para que se lo
concedieran. La presión para embellecer su
relato y hallar explicaciones para aquellos
escándalos era demasiado para ellos. Finalmente,
como el resto de nosotros, hasta eliminaron el
escándalo del hecho de que fuera verdaderamente
humano. (¿Es verdaderamente humano cualquiera
que sea más que humano?).
Hubo un escándalo
final que fue eliminado de todo esto: y ése fue
el escándalo del propio Dios acerca de la
resurrección. Pero el evangelio de la
resurrección no continuó siendo central a la
vida de la iglesia durante mucho tiempo. La
cuestión central se convirtió en la divinidad de
Joshua y su expiación por sangre para pagar por
los pecados del mundo.
En la historia de
la teología, el centro teológico del catolicismo
era la encarnación, mientras que el centro
teológico del protestantismo era la expiación
substituva por sangre. La resurrección
difícilmente entraba en este centro, si es que
lo hizo, excepto en apologías cristianas, como
si la resurrección estuviera allí simplemente
para probar la exclusiva posesión de la verdad
por parte de la religión cristiana.
La tesis de este
trabajo es que la única manera de restablecer la
centralidad de la resurrección es dejar que el
escándalo de quién era Joshua ben Adam
permanezca como estaba. Me doy cuenta de que
muchos se sienten aprensivos, hasta temerosos,
de que las buenas nuevas contenidas en la
historia de la resurrección se vayan a perder a
menos que ellos se atengan estrictamente a esa
versión, higienizada religiosamente, de la vida
y la muerte de Joshua. Pero lo que este trabajo
demostrará es que la resurrección es una
historia mucho mayor si el escándalo de Joshua
ben Adam no es disipado por el desorientado
esfuerzo de embellecer su historia. Cuando la
resurrección se vuelve a contar contra este
trasfondo genuinamente histórico, recapturaremos
la risa del escándalo más grande de todos - el
escándalo de la justicia de Dios.
EL
DESPLOME DE LA APOLOGÉTICA DE LA RESURRECCIÓN
La única área en
que a la resurrección se le ha dado un papel
prominente es la apologética cristiana. Las así llamadas
pruebas históricas de la resurrección
han sido reunidas, no para explorar el misterio
en sí, sino para validar las pretensiones de la
iglesia acerca de la divinidad de Jesús, la
autoridad de la iglesia y su posesión de una
verdad exclusiva y absoluta. Esto representa una
enorme prostitución de la palabra de Dios.
Por el libro de
Hechos, es claro que la predicación de la
Palabra, la predicación del evangelio, y la
predicación de la resurrección eran la misma
cosa. La Palabra de Dios era la palabra de la
resurrección. Era un evangelio de Pascua, puro y
simple. No se adelantaba ningún argumento acerca
de la divinidad de Jesús, mucho menos acerca de
su nacimiento de una virgen. Nada se decía
acerca de la salvación mediante la expiación por
sangre. Nada se enseñaba acerca de la
encarnación ni la Trinidad, las cuales, de todas
maneras, eran inconcebibles para los judíos.
Ahora bien, sería razonable esperar que esta
Palabra de la resurrección continuara siendo
central y que todo en la vida y el pensamiento
de la iglesia sirviera a esta Palabra. Pero no
habría de ser así. Las pretensiones acerca de la
divinidad de Jesús, la Trinidad, la expiación
por sangre, los sacramentos y la autoridad de la
jerarquía religiosa se convirtieron en los
puntos principales. La resurrección era
simplemente el milagro de todos los milagros que
validaba este sistema religioso y, por supuesto,
la sujeción de la gente a él.
¡El edificio
entero de la apologética de la resurrección
estaba destinado a desplomarse porque nunca tuvo
nada que ver en absoluto con la fe en la palabra
de la resurrección! Como veremos, la apologética
es el fruto de la no fe, es decir, es una
expresión de incredulidad que sólo ha logrado
producir una gran pila de excremento religioso
en la tumba de Joshua ben Adam.
La resurrección
es un artículo de fe como la existencia de Dios.
Ninguno de los dos es demostrable, y si lo
fueran, ya no serían artículos de fe. Que Joshua
ben Adam murió es un hecho histórico, revelado
abiertamente a todos, seguidores y oponentes por
igual. Pero lo mismo nunca podrá decirse de su
resurrección de entre los muertos. No es
históricamente accesible, como su muerte. No
estamos diciendo que la resurrección no es real,
así como no estamos diciendo que Dios no es
real. Lo que estamos diciendo es que todo
intento por demostrar
que la resurrección es un hecho histórico es tan
desafortunado como todo intento por demostrar
la existencia de Dios.
Debemos ir aun
más allá y decir que el Dios cuya existencia
puede probarse por cualquier clase de
demostración sería un Dios en el que no vale la
pena creer, porque un Dios sujeto a
definiciones, proposiciones, explicaciones, y
humanas demostraciones ya no sería el Dios
infinito, trascendente e inimaginable.
Lo mismo ocurre
con la resurrección de Joshua ben Adam. La clase
de resurrección que es demostrable desde un
punto de vista histórico, la que está respaldada
por señales como terremotos, ángeles que se
aparecen, una tumba vacía e historias de peces y
astillas en la playa es como el Dios que es
humanamente demostrable. Ninguno de los dos es
digno de que se crea en él ni de que se le sea
fiel.
Considérense los siguientes obstáculos que impiden
una resurrección históricamente demostrable:
1. Nadie
presenció la resurrección de Joshua ben Adam.
Nadie salió nunca a decir que él o ella la vio
ocurrir.
2. Los
cuatro evangelios fueron escritos entre los años
70 y 100 d. C. No son relatos de testigos
presenciales, y no pretenden serlo. Contienen
las tradiciones de cristianos de segunda o
tercera generación que escribieron entre 40 y 70
años después del suceso.
3. Ninguno
del grupo original que vio al Joshua resucitado
nos ha dejado una declaración concerniente a lo
que vio. No tenemos acceso al testimonio de
Pedro. No hay ningún registro de Santiago ni de
ninguno de los once apóstoles. Simplemente,
tenemos una tradición, que llegó hasta nosotros
por medio de una generación posterior, en el
sentido de que María o Pedro o algunos otros
dijeron que vieron al Cristo resucitado. No
tenemos acceso directo al testimonio de ninguno
de esos testigos presenciales.
4. Hay un
solitario testigo presencial en todo el Nuevo
Testamento: Es el apóstol Pablo, el judío de la
diáspora, que nunca conoció a Joshua ben Adam,
excepto en una especie de revelación
post-pascual. Según la tradición registrada en
el libro de Hechos, esta aparición del
resucitado le ocurrió a Pablo en su viaje a
Damasco. Pablo mismo no dice nada acerca del
camino a Damasco, pero más o menos entre los
años 50-60 d. C., escribió dos breves frases:
"Vi al Señor" (1 Corintios 9:1) y "Se me
apareció a mí" (1 Corintios 15:8). Esas pocas
palabras es todo lo que tenemos de cualquiera
que pretenda ser testigo presencial de la
resurrección. Y por supuesto, tenemos que tomar
en cuenta que Pablo no es apto como un testigo
presencial original que pudiera decir del evento
pascual en Jerusalén: "Yo estuve allí". Por
consiguiente, no nos queda ni un solo testigo
presencial que diga: "Yo estuve allí". Sólo
tenemos informes de segunda o tercera generación
que dicen: "Pedro dice que lo vio", "María dice
que lo vio", etc. Si fuera cuestión de prueba en
un tribunal, ¿cuánto del testimonio anterior
sería apto como evidencia admisible?
5. El único
testimonio disponible para nosotros es el de una
comunidad creyente comprometida con la misión de
convencer al mundo de que Joshua ben Adam ha
resucitado de entre los muertos. Ningún escritor
del Nuevo Testamento calificaría como testigo
independiente y desprejuiciado. No tenemos nada
desde el otro lado; es decir, de los que se
oponían al movimiento de Joshua ben Adam. Ellos
también le vieron morir. Pero el Joshua
resucitado no apareció para confrontar a sus
acusadores. Sólo se apareció a un pequeño
círculo interior de creyentes. Así, pues, no hay
tal cosa como calentar ambos lados del caso.
6.
Finalmente, los diferentes escritores del Nuevo
Testamento nos dan un relato muy confuso e
inconsistente de la resurrección. A veces, sus
testimonios divergentes son imposibles de
armonizar. En relación con algunos puntos
vitales, sus evidencias son mutuamente
excluyentes. La evidencia de estas discrepancias
no es obscura. Cualquiera con una educación muy
modesta puede leer los cuatro relatos de la
resurrección en media hora y ubicar las
principales contradicciones en una hora o dos.
Por supuesto, si uno ya está convencido de que
tales errores obvios no pueden existir en una
Biblia infalible, ¿para qué mirar en la
proverbial boca del caballo? ¿Y quién no ha sido
culpable de confundir la credibilidad religiosa
con la fe? De cualquier manera, he aquí una
lista parcial de los problemas:
(a) ¿Cuál era el
número y la identidad de las amigas de Joshua en
la crucifixión y en la tumba? Sólo se necesitan
algunos minutos para ver que los relatos de los
cuatro evangelios no concuerdan. Si usted dice:
"Este es un punto de poca monta y no importa",
entonces no apele a la evidencia ni del número
de mujeres ni de sus identidades.
(b) ¿Observaron
las mujeres la crucifixión y el entierro desde
lejos, o estaban cerca de la cruz? Los
evangelios tienen los dos relatos. Si no es
importante, entonces, ¿por qué apelar a esta
evidencia para comenzar?
(c) ¿Fue el
cadáver de Joshua ungido el viernes por la
tarde, o las mujeres llegaron a hacerlo el
domingo por la mañana? Nuevamente, los
evangelios ofrecen relatos divergentes.
(d) ¿Un ángel
saludó a las mujeres en la tumba, o fueron dos
ángeles? ¿O eran jóvenes? Hay diferentes
relatos.
(e) ¿Varias
mujeres vieron al resucitado? (¿O fue
una?) Dos evangelistas dicen que no. Dos
evangelistas dicen que sí. Aparentemente, Pablo
está de parte de los dos evangelistas que no
incluyen a la mujer entre los testigos. (Véase 1
Corintios 15).
(f) ¿El ángel/los
ángeles o el joven/los jóvenes les dijeron a las
mujeres que Joshua había resucitado y luego les
invitaron a ver la tumba vacía, o las mujeres
hallaron primero la tumba vacía y después de eso
los mensajeros celestiales les dijeron que
Joshua había resucitado? Nuevamente, un
evangelista nos da un relato, y otro nos da el
orden a la inversa.
(g) ¿Un terremoto
saludó la llegada de las mujeres a la tumba, y
la piedra fue rodada desde la boca de la tumba
antes o después de que ellas llegaran? Los
evangelios dan ambos relatos.
(h) Ahora la
grande: ¿Los ángeles dieron instrucciones a las
mujeres para que les dijeran a los discípulos
que fuesen a Galilea, donde Joshua se les
aparecería, y estas apariciones realmente
ocurrieron en Galilea? ¿O las apariciones
ocurrieron en y alrededor de Jerusalén? De
acuerdo con Marcos, que fue copiado por Mateo, a
los discípulos se les dijo que regresaran a
Galilea, donde el resucitado se encontraría con
ellos. El viaje desde Jerusalén hasta Galilea
tomaría entre 7 y 10 días. Pero, según Lucas y
Juan, las apariciones no tuvieron lugar en
Galilea, sino en y alrededor de Jerusalén.
Marcos y Mateo no saben de ningunas apariciones
en Jerusalén. De hecho, las dejan fuera. Esto
nos trae a las discrepancias acerca del momento
de las apariciones después de la resurrección.
(i) Si las
apariciones tuvieron lugar en Galilea (en una
montaña anónima, según Mateo), entonces habría
tenido que transcurrir por lo menos una semana
entre la resurrección misma y las apariciones.
Pero, de acuerdo con Lucas y Juan, la primera
aparición a los discípulos ocurrió en o
alrededor de Jerusalén en la tarde del domingo
de pascua.
(j) ¿Joshua se
apareció a sus discípulos antes de ascender al
cielo para recibir todo poder y toda autoridad,
o se apareció después de haber sido entronizado,
glorificado, y haber recibido todo poder y toda
autoridad? Mateo dice una cosa y Lucas otra.
¿Son la resurrección y la ascensión
esencialmente un solo suceso (Mateo) o dos
sucesos, separados por cuarenta días
(Lucas-Hechos)?
(k) ¿El
resucitado Joshua dio a sus discípulos el poder
del Espíritu Santo la primera vez que se
encontró con ellos (Juan), o se los dio 50
días después de la resurrección y 10 días
después de su ascensión en Betania (Lucas -
Hechos)?
(l) ¿Se les
ordenó a los discípulos que regresaran a Galilea
para encontrarse con el Señor y recibir la gran
comisión allí (Mateo) o se les ordenó permanecer
en Jerusalén hasta la venida del espíritu el día
de Pentecostés (Lucas)? ¿O los discípulos
regresaron a Galilea, reanudaron su antiguo
oficio de pescadores, luego se encontraron con
el Señor junto al mar de Tiberíades, donde
recibieron su comisión, y no en la montaña? (Ver
Juan 21, que los estudiosos concuerdan
generalmente es una adición tardía o un apéndice
al cuarto evangelio).
Aunque puede ser
posible armonizar algunos de los puntos
precedentes, es claramente imposible reconciliar
datos que se excluyen mutuamente. La lista que
antecede no es en modo alguno exhaustiva, sino
sólo un breve resumen de los puntos principales.
Por supuesto, todos estos puntos han sido bien
investigados en muchos libros escritos por
estudiosos del Nuevo Testamento. No quedan
muchos dinosaurios que crean que pueden
armonizar los cuatro evangelios sobre la
resurrección.
Los relatos son
tan divergentes que queda eliminada toda
posibilidad de que haya habido colusión entre
los diferentes testigos. Esto puede que
impresione a un jurado en el sentido de que los
datos no son resultado de una reunión, pero
todavía es verdad que la resurrección no es
accesible a una prueba histórica.
El primer
evangelio (Marcos) no se escribió sino hasta más
o menos 40 años después de la muerte de Joshua.
Los otros tres siguieron durante los siguientes
treinta años. Los estudiosos ahora concuerdan en
que los evangelios eran confesiones de fe
procedentes de grupos cristianos divergentes. No
tenían el propósito de ser biografías. Contienen
interpretaciones de la historia así como
historia, y el elemento de interpretación era
determinado en gran medida por los puntos de
vista que se habían desarrollado en los grupos
dispares dentro del movimiento cristiano
primitivo. A menudo, los diferentes libros nos
dicen más sobre las creencias y la situación
histórica real en el grupo particular en el
momento en que se escribía que la situación
histórica real sobre Joshua ben Adam medio siglo
antes.
No es correcto
juzgar esos libros del Nuevo Testamento según
nuestros propios cánones de exactitud histórica
o interpretación literal. Estas personas del
siglo primero usaban métodos de midrash y pesha para
interpretar pasajes y contar relatos. Nosotros
vivimos en otra clase de mundo, y nos es difícil
entender cómo es que aquellos escritores tenían
una agenda litúrgica o una agenda midráshica que
le asignaba prioridad a ciertos significados y
no a una estricta exactitud histórica. Por
ejemplo, puede que Mateo nos diga que un sermón
o una aparición de Joshua tuvo lugar en un monte
porque esta clase de lugar está lleno de
significado simbólico para cualquier judío.
Joshua usa el simbolismo del monte para hacer
una declaración teológica, no una declaración
histórica.
Digo esto para
dejar claro que no les reprocho a los autores
del Nuevo Testamento escribir relatos
contradictorios de la resurrección.
Probablemente no les preocuparía a ellos que sus
relatos no cuadrasen entre sí porque, a
diferencia de nosotros (que necesitamos ser
reprendidos por usar el material de un modo para
el cual nunca estuvo destinado), ellos contaban
historias populares que les parecían
significativas y hacían el misterio de la
resurrección más tangible para el común de la
gente, la mayoría de la cual no sabía ni leer ni
escribir. ¡Por supuesto, la historia era
embellecida! ¡Por supuesto, tendía a convertirse
en hagiografía más que en biografía!
Desde el punto de
vista de la ciencia histórica, ¿cuánto de la
resurrección es demostrable? Podemos
demostrar que había un grupo de personas
alrededor del año 30 d. C. (súmele o quítele
varios años) que estaban convencidas de que
Joshua ben Adam había resucitado de entre los
muertos. Esta fe fundó un movimiento de
indetenible convicción, gozo y valor para
enfrentarse a la tortura, la muerte o cualquier
otra cosa. Estas personas nos dejaron su
testimonio de que Joshua se había aparecido a un
pequeño número de personas de su grupo después
de haber sido crucificado y sepultado. Hasta
allí podemos demostrarlo. Pero, porque
hasta allí puede ser demostrado más allá de toda
duda, esto no es artículo de fe. Hasta los no
cristianos creen eso también.
La resurrección
tiene que ver con algo trascendente e inmortal,
algo completamente más allá de nuestra
experiencia actual o la capacidad de nuestra
imaginación. ¿Cómo puede ser posible probar una
cosa así? ¿Qué constituiría una prueba? ¿En qué
categoría de ciencia o cualquier otra evidencia
nos podemos apoyar para probar lo que trasciende
el ámbito de la ciencia finita o cualquier otra
cosa dentro de los parámetros de la experiencia
humana? Pedir pruebas de la resurrección es como
pedir pruebas de la existencia de Dios. Si Dios
mismo fuera a decirnos que él existe, ¡sólo
tendríamos su palabra!
Es significativo
que aquellos a los cuales el resucitado se les
apareció primero no dejaran ningún relato
escrito de ello. Aparentemente, no creían que la
revelación pudiera ser expresada adecuadamente
en la forma terrenal de un texto escrito. ¡Nadie
intentó hacer un relato escrito de ello sino
hasta 40 años después! Ah, sí, hubo un Pablo
que, 20 años más tarde, lo dijo todo en cuatro
palabras: "He visto al Señor" o "se me apareció
a mí". Más allá de eso, no dijo nada -- nada
acerca de una tumba vacía o un cadáver
resucitado que se apareció para comer pescado y
todo el resto.
Lo que los
primeros apóstoles proclamaban era el evangelio
de la resurrección, que se llamaba la palabra de
Dios. Como mostramos en nuestro último número de
Verdict,
la palabra de Dios no puede ser presentada en un
texto frío para que sea desmembrada y analizada,
ni puede ser reducida a una cuestión de
proposiciones y descripciones. Esto es más tonto
que decir que el amor, la esperanza, el valor y
la belleza pueden ser abarcados por definiciones
verbales. Los que estuvieron más cerca de la
resurrección fueron los que menos hablaron de
ella. No trataron de explicarla. Confrontaban
una realidad que estaba más allá de una
explicación racional. El silencio del asombro y
la maravilla permanecieron en el movimiento por
40 años. Mientras más tardíos fueron los relatos
de la resurrección, más largas se volvieron las
explicaciones. El relato de la resurrección por
Mateo y Lucas es dos veces más largo que el de
Marcos; y el de Juan es aun más largo.
LA
LEYENDA DE LA TUMBA VACÍA
No hubo ninguna
historia acerca de una tumba vacía sino hasta
que Marcos escribió su evangelio, como 40 años
después de la Pascua. En su gran capítulo sobre
la resurrección en 1 Corintios 15, Pablo
argumenta a favor de la realidad de la
resurrección, pero no a favor de la realidad de
una tumba vacía. Según el razonamiento de Pablo,
una tumba vacía no serviría ningún propósito
práctico. Contrasta dos cuerpos muy diferentes.
Dice que hay un cuerpo de carne o de carne y
hueso, y hay un cuerpo espiritual. El primero es
mortal y corruptible. El otro es inmortal e
incorruptible. Dice Pablo que el cuerpo de carne
y hueso no puede heredar la vida del reino
eterno.
Pablo usa dos
analogías para mostrar que no hay continuidad
entre los dos cuerpos diferentes. Primero, usa
la analogía del grano de trigo que muere antes
de producir una forma de vida enteramente nueva.
Pero, más importante, traza una analogía entre
la resurrección de Cristo y la resurrección
general de su pueblo. Los cuerpos de los que han
muerto han sido devorados por gusanos,
tiburones, e incendios. Los elementos de sus
cuerpos han sido reciclados de vuelta a los
elementos del cosmos. Su resurrección no tiene
nada que ver con la resurreccción de sus
antiguos cuerpos. Esos viejos cuerpos de carne y
hueso no vuelven a vivir. Y si esto es análogo a
la resurrección de Joshua, ¿por qué pensaría uno
que este cuerpo terrenal de carne y hueso
tendría que ser revivido?
En I Corintios y
I Tesalonicenses, que representan la primera
época de Pablo, el apóstol habla de la
resurrección de los muertos en términos de
una escatología judía muy tradicional. Él espera
estar vivo cuando ocurra, como lo esperaban
todos los primeros cristianos, porque
consideraban la resurrección de Cristo y la
resurrección de su pueblo como dos partes de un
solo evento al final de los tiempos. Pero, a
medida que la manera de pensar de Pablo sobre
este cuestión maduraba, comenzó a concebir el
vestirse del nuevo cuerpo en el momento de su
partida de esta vida:
"Porque sabemos
que, si nuestra morada terrestre, este
tabernáculo, se deshiciere, tenemos un
edificio, una casa no hecha de manos, eterna,
en los cielos. ... entre tanto que estamos en
el cuerpo, estamos ausentes del Señor ... más
quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y
presentes al Señor. (2 Corintios 5:1-10).
Pero, si el vivir en la carne resulta para mí
en beneficio de la obra, no sé entonces qué
escoger ... teniendo deseo de partir y estar
con Cristo ... pero quedar en la carne es más
necesario por causa de vosotros". (Filipenses
1:22-24).
Estos pasajes
muestran con bastante claridad que Pablo no ve
ninguna continuidad entre el cuerpo mortal de
carne (la casa que se ha de disolver) y el
cuerpo eterno, glorificado. La antigua casa del
cuerpo de carne y hueso no resucita. No hay
manera de encajar la idea de un cadáver
resucitado en la visión de Pablo acerca de la
resurrección, ya sea la resurrección de Cristo o
la de su pueblo. Las dos deben permanecer juntas
porque la primera es el modelo para la segunda.
(Véase Filipenses 3:21).
Sin embargo, y si
le preguntamos a Pablo: ¿Qué es un "cuerpo
espiritual" o un "cuerpo glorificado" o un
"edificio de Dios, eterno, en los cielos"? Sólo
dice que es un misterio. No hace ningún intento
por explicar la nueva forma de la vida
resucitada, y estaría completamente de acuerdo
con aquel autor desconocido del Nuevo Testamento
que también dijo: "Aún no se manifestado lo que
hemos de ser" (1 Juan 3:2).
Como hemos dicho,
el primer relato de la tumba vacía aparece en
Marcos como 40 años después de la Pascua.
Sabemos que Mateo copió a Marcos como 15 años
más tarde, y que embelleció la historia aun más.
Para cuando la historia llegó al cuarto
evangelio cerca del fin del siglo, el Joshua
resucitado no sólo había comido pescado con sus
discípulos, sino que había demostrado que era de
carne y hueso. Hasta había mostrado las marcas
que había dejado en su cuerpo la brutal
ejecución. Este rasgo añadido de las marcas de
la crucifixión todavía en el cuerpo fue
combustible para frenéticas leyendas según las
cuales Joshua no había muerto en la cruz, sino
que sólo se había desmayado y luego había
revivido algún tiempo después.
Si los soldados
romanos le hubieran cortado a Joshua uno de los
dedos en el proceso de una ejecución brutal, ¿se
habría aparecido ante sus discípulos sin un
dedo? ¿Puede ser éste el "cuerpo espiritual" o
el cuerpo inmortal de que habla Pablo? Pedro
también fue crucificado - cabeza abajo, según
cuenta la tradición - así que, ¿está también
destinado a conservar esos macabros
recordatorios de su ejecución?
Así, pues,
mientras más nos alejamos de los testigos
originales, más adornados y fantásticos se
vuelven los relatos. Pero estas son las
"pruebas" que han sido presentadas por los
apologistas en favor de la resurrección. Cuando
tenemos que lidiar con el escrutinio de los
modernos estudiosos de la Biblia, estos
embellecimientos del relato de la resurrección
no ayudan a la fe sino que son un serio estorbo
para ella.
LAS
CRASAS TRADICIONES DE LA RESURRECCIÓN
EN EL MUNDO ANTIGUO
No es difícil
entender cómo se iniciaron las leyendas de una
tumba vacía y el reavivamiento del cadáver. Los
autores de estos relatos sucumbieron a las
exigencias de que se respondiera a más y más
preguntas para satisfacer la curiosidad humana
acerca de la naturaleza de la resurrección.
Usaron algunas de las tradiciones judías
establecidas que estaban a la mano.
Los estudiosos
nos dicen que la idea de la resurrección de
cadáveres procedió de Persia y entró a la
tradición judía durante el período
intertestamentario. Hizo su primera aparición en
el libro apocalíptico de Daniel, que fue escrito
en el tiempo de los macabeos (más o menos por el
año 200 a. C.). En la corriente de literatura
apocalíptica judía que siguió (Esdras, Enoc,
Jubileos, Testamento de Judá, etc.), la idea de
la resurrección fue embellecida más y más con
descripciones de los cuerpos resucitados de los
muertos. La doctrina popular de la resurrección
apoyada por los fariseos en los días de Joshua
ben Adam suponía que hasta la naturaleza sexual
de una persona sería preservada en la vida
resucitada.
Algunos defendían
la "realidad carnal" de la resurrección apelando
a la santidad de la "antropología hebraica". Se
dice que los hebreos tenían una visión holística
o monística del hombre en contraste con el
dualismo del pensamiento griego. Se arguye,
además, que esta visión hebraica sobre la unidad
del cuerpo y el alma viene con el imprimátur
divino.
Hace algunos
años, el pensamiento hebreo se volvió una
especie de shibbolet entre los exponentes de la
teología bíblica. Que Dios comunicó su verdad al
mundo por medio del idioma hebreo se consideraba
como indicación de que el pensamiento hebreo
acerca de la naturaleza del hombre y otras cosas
era superior a todo lo demás. Así, pues, el
pensamiento hebraico estaba dentro; el
pensamiento griego estaba fuera. Esta tendencia
no carecía de algún mérito, pero se salió de
control. Luego, el formidable erudito escocés
James Barr sacó su escopeta y le voló todas las
plumas a esta ave de moda para que no pudiera
volver a volar.
Con la misma
facilidad, se podría argumentar que Dios
comunicó al mundo una verdad más avanzada en el
idioma griego del Nuevo Testamento. ¿Avala eso
de alguna manera el pensamiento griego? ¡Por
supuesto que no! Pero, como señalaba Barr, la
Biblia no representa sólo un ramal de
pensamiento cuando se trata de la naturaleza del
hombre. En la totalidad de la Biblia están
representadas varias maneras de pensar. Aunque
esa forma de dualismo griego, que es totalmente
negativa acerca del cuerpo, por lo general no es
defendida por los diferentes escritores
bíblicos, ambos testamentos reflejan ciertamente
la idea de que el hombre es una dicotomía de
cuerpo y espíritu, cuerpo y alma o cuerpo y
mente. Por ejemplo, "el polvo volverá a
la tierra de donde fue tomado, y el espíritu
regresará a Dios, que lo dio". (Eclesiastés
12:7); "el espíritu está presto, pero la carne
es débil" (Mateo 26:41); "el espíritu lucha
contra la carne y la carne lucha contra el
espíritu" (Gálatas 5:17); "aunque este nuestro
hombre exterior se va desgastando, el interior
no obstante se renueva de día en día" (2
Corintios 4:16); "no temáis a los que matan el
cuerpo, mas el alma no pueden matar" (Mateo
10:28); "el tal sea entregado a Satanás para
destrucción de la carne, a fin de que el
espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús"
(1 Corintios 5:5).
Dos de las
declaraciones precedentes se le atribuyen a
Joshua ben Adam. A la luz de lo que antecede,
nosotros argumentaríamos que lo que se preserva
en la "resurrección" no es la carne, el viejo
cuerpo, o el hombre exterior, sino el espíritu,
el alma, el hombre interior, o la identidad
personal esencial. Todas las ilustraciones se
quedarán cortas, pero yo sugeriría que, en
nuestra era moderna, la computadora es una buena
ilustración de la relación entre el cuerpo
(incluyendo el cerebro) por una parte y la mente
por la otra. El cuerpo y el cerebro son el
órgano de la mente, de la misma manera que el hardware de
la computadora es la maquinaria donde se
almacena la memoria. Si el hardware de
la computadora queda anticuado, usted lo tira a
la basura pero conserva la memoria o los datos
esenciales que se han escrito en ella.
Otra observación
concierne a la visión mundial hebrea. Si se
supone que la resurrección sanciona la
antropología hebraica, ¿por qué no sancionaría
también la visión mundial hebrea del universo de
tres pisos? ¿No dice Lucas que Joshua ascendió
al cielo en una nube? Ése es el lenguaje de una
sociedad de la tierra plana. Podría haber sido
significativo para el hombre antiguo, pero un
cielo en el firmamento y un Dios allí arriba no
es una metáfora útil en esta era
post-einsteniana.
La palabra
"resurrección" tampoco nos sirve muy bien. En lo
que transmite la imagen de un cuerpo que sale
del sepulcro, esta palabra es falsa y
conduce a confusión. Los que insisten en
aferrarse rígidamente a un lenguaje porque está
en la Biblia podrían de manera similar usar el
lenguaje de la Biblia para demostrar que
nuestros procesos mentales y nuestras emociones
no tienen lugar entre nuestras orejas, sino
abajo en el corazón, los riñones, y los
intestinos. Eso es lo que los escritores
bíblicos realmente creían.
Pero es fácil
demostrar que Pablo no está atascado en el
lenguaje de la resurrección. Encontró otras
maneras de transmitir la idea de hacer la
transición de esta vida a la siguiente dimensión
de la realidad.
En resumen, ¿qué
podemos decir de esta tradición de la tumba
vacía? Está muy bien, con la condición de que no
sea nada más que una metáfora. Si se toma
literalmente, es un refugio muy tembloroso de la
fe.
Algunos
estudiosos sugieren que, por lo general, las
víctimas crucificadas no recibían sepultura
apropiada. Eso era parte del humillante castigo.
Estos estudiosos argumentan que, por lo general,
los cadáveres de los crucificados eran lanzados
a fosas abiertas si las aves de carroña y los
perros ya no los habían comido. Los arqueólogos
han descubierto evidencias de sólo un
crucificado, aunque millares fueron ejecutados
con este método. ¿Pero, ¿es tan importante si
mis restos son devorados por las llamas o por
los peces? Como dijo Lutero una vez, sería tonto
el que quisiera que le devolvieran el viejo saco
de excremento.
Supongamos que
los arqueólogos descubrieran efectivamente los
huesos de Joshua ben Adam, como algunos dicen
que han descubierto el sudario. ¿Destruiría eso
su fe en la resurrección? Es mucho mejor una fe
que no está a merced de que alguien encuentre
huesos o fósiles. Así, pues, es irrelevante si
la tumba de Joshua estaba vacía o no.
LA
CREDIBILIDAD DE LA
RESURRECCIÓN
Lo que hemos
dicho en los capítulos precedentes no tiene el
propósito de debilitar, mucho menos destruir, la
fe de nadie en la resurrección. El propósito de
todo ese palear fue deshacernos de algunas
tradiciones acumuladas que ocultan la realidad
de la resurrección. ¡No tiene sentido esconder
la luz bajo un montón de estiércol!
Uno de los
libritos más inspiradores que jamás he leído
acerca de la resurrección fue escrito por
Pinchas Lapide, un judío no cristiano, y
titulado The
Resurrection of Jesus [La resurrección
de Jesús]. Aunque Lapide no cree que Joshua ben
Adam fue todo lo que se le atribuyó,
especialmente por parte de los cristianos
gentiles, sí cree que Joshua realmente resucitó
de entre los muertos. No cree todos los adornos
de los relatos en los evangelios. Estos adornos
son lo que él llama midrash cristiano. Pero sí
cree que hay una realidad tras las apariciones
de un Joshua resucitado, realidad que no
desaparecerá.
Antes de que
lleguemos a las razones de Lapide para hallar
creíbles los informes de Lapide sobre la
resurrección, observamos que está completamente
versado en todos los problemas literarios, como
los relatos divergentes e irreconciliables de la
resurrección presentados en los cuatro
evangelios. Acerca de esto, dice:
Mientras
Pablo, que es el que más cerca está de los
acontecimientos, sólo necesita cuatro frases
(1 Corintios 15:3-7) para expresar su fe en la
resurrección, Marcos, décadas más tarde,
necesita ocho. Después de él, Mateo expande el
informe a veinte versículos, seguido por
Lucas, cuyo informe más tarde era más del
doble de largo - 53 versículos. El cuarto
evangelio, editado dos generaciones después de
Pascua, mucho después de que habían muerto los
últimos testigos presenciales, dedica al tema
dos capítulos completos de todos los 56
versículos para describir lo que su autor pudo
averiguar sólo de oídas. Mientras más tardío
un informe, más larga la narración. Mientras
mayor era la distancia del evento mismo, más
colorida era la narración.
La razón de que
algunos gentiles encontraran que todo esto era
una piedra de tropiezo para la fe era que no
entendían la naturaleza del midrash
judío. Joshua y todos sus primeros seguidores
eran judíos; de hecho, el Joshua resucitado sólo
se apareció a judíos. Todos estaban
completamente familiarizados con el midrash. Su
lengua nativa era el arameo, y sólo tenían
acceso a las versiones de las Escrituras en
arameo. Estas traducciones se llamaban tárgumes.
Los tárgumes no eran traducciones estrictas,
pero contenían mucho midrash - una especie de
interpretación/comentario judío sobre el texto
hebreo original de la Escritura, que sólo unos
pocos estudiosos todavía sabían leer.
La tradición
sagrada judía estaba llena de midrash.
Lapide da ejemplos. Por ejemplo, el relato de la
creación del hombre se hace en unas pocas
palabras. Pero los rabinos tenían tradiciones
que interpretaban o exponían la historia más
completamente, como decir que Dios creó al
hombre de último "para que después no circulara
el rumor de que ... Adán le había ayudado". O
que Dios creó al hombre de último para que éste
no se sintiera arrogante, pues hasta el gusano
fue creado antes que él".
En un midrash
sobre la historia de Abraham e Isaac, los judíos
leían cómo Satanás tentó a Isaac para que huyera
de ser un sacrificio voluntario, diciéndole:
"¿No sabes que este anciano senil y tonto, que
se llama a sí mismo tu padre, te está llevando
al matadero? ¿Por qué querrías morir en la flor
de tus años? Todavía tienes un hermoso mundo
delante de ti". Etc.
Así, pues, a
medida que las historias sagradas eran contadas
nuevamente, el narrador les daba vida y las
hacía relevantes para los oyentes mediante un
adecuado embellecimiento y una interpretación
adornada. ¿No es esto lo que cualquier buen
narrador o predicador hace aun hoy día? Por
ejemplo, puede que pinte un cuadro de la
experiencia del hijo pródigo, colocándole en un
escenario más moderno para que los oyentes
puedan relacionarse mejor con el relato. Nadie
espera que permanezca rígidamente fiel al texto,
pero él le da vida cambiando el reparto o hasta
alterando la forma de la narración original para
revivirla cuando la cuente nuevamente. Así
también, cuando los primeros cristianos contaban
y volvían a contar la historia de la
resurrección a nuevos auditorios en diferentes
marcos culturales, usaban midrash. Sabían que
estaban usando midrash, y sus auditorios sabían
que lo estaban haciendo también.
No. Los primeros
evangelistas no estaban participando en una
narración puramente ficticia, dice Lapide.
"Culpar a los rabinos y evangelistas de un
engaño [por usar midrash] o acusarles de mentir
habría sido tan extraño a los judíos y a los
cristianos judíos de aquel tiempo como a
nosotros nos parecería una acusación de
'embellecimiento' contra Van Gogh o una
acusación de corromper la historia contra
Macbeth de Shakespeare" (p. 111).
También, el hecho
de que la resurrección de Joshua no es
demostrable no es obstáculo para que Lapide la
crea. Dice que Dios se expone al escepticismo y
la incredulidad porque renuncia a cualquier cosa
que obligue a los hombres a creer. No puede
ofrecerse ninguna prueba de la resurrección.
Cita las palabras de Karl Jaspers: "Un Dios
demostrado no es Dios". (p. 118-9). Lapide
lamenta la apologética que convirtió la
resurrección en "una reacción polémica y
rencorosa contra los que negaron la Pascua" y
"la hicieron objeto de un evento histórico que
supuestamente no necesita ninguna fe para que
sea considerado verdadero" (p. 99).
En su librito
sobre el Pacífico Sur, James Michener cuenta de
un predicador polinesio que presentaba este
encantador "midrash" sobre el Calvario en su
inglés chapurrado: "El Maestro mira hacia abajo,
ve a Picaninny en gran dolor, y le pregunta:
'Hijo, ¿cómo están las cosas?' y Picaninny
responde: ¡Bien, jefe'" (Return to Paradise,
p. 157).
Ahora veamos las
razones por las cuales Lapide cree que Joshua
ben Adam fue levantado de entre los muertos:
1. La resurrección es fiel a la fe del
Antiguo Testamento.
Lapide reconoce
que la doctrina de la resurrección de los
muertos se solidificó tardíamente en la historia
de Israel. Aunque la clara expresión de ella
aparece en el muy tardío libro de Daniel, la
idea de que Dios rescatará a su pueblo de la
muerte está implícita en muchos pasajes, y es
reforzada por las historias de Enoc, Moisés,
Elías y Eliseo. Job expresó la esperanza de ver
a Dios más allá de su presente existencia
mortal. (Job 19:25-27). El regreso de Israel del
cautiverio fue descrito en términos de que el
Señor abriría sus tumbas. (Ezequiel 37:11-14).
Isaías declaró: "Tus muertos vivirán; sus
cuerpos resucitarán" (Cap. 26:19).
En el período
intertestamentario, la implicación de éstos y
muchos otros pasajes vino a ser la base de una
creencia muy fuerte en una resurrección de los
muertos en los últimos días, y la posibilidad de
que podría ocurrir en individuos especiales en
cualquier momento.
2. La resurrección no es increíble.
Lapide llama la
atención a la maravilla de la vida que surge de
la materia muerta durante un período que duró
miles de millones de años. Luego, "la conciencia
surgió gradualmente, y de la conciencia, el amor
y el conocimiento de sí mismo ... ¿no es cada
árbol, cada flor, y cada niño una maravilla de
Dios? ... Y luego pregunta:
¿Por qué la
resurrección de un yo personal debería ser más
milagrosa después
de pasar por la muerte que el despertar gradual de un ser
humano de la materia sin vida del óvulo
fertilizado? Y si los físicos afirman que en
este universo inagotablemente vasto ni una
sola onza de substancia se pierde sino que
cambia de forma, ¿por qué el don más
precioso que Dios quiso darnos, una chispa
de su fuego, el aliento de su espíritu,
debería desaparecer sin dejar rastro después
de nuestro fallecimiento terrenal?
Argumentar en contrario no sólo desmentiría
toda confianza en la salvación sino que
también contradiría la lógica elemental de
la ciencia natural. Por esto, la esperanza
de la resurrección es una fe razonable que
debería ser suficiente para una vida
significativa y plena en la tierra. (p.
150).
En este punto,
Lapide suena como Pascal, que decía que, para
una persona que ha muerto, vivir nuevamente no
es más asombroso que viva una persona que nunca
ha vivido.
3. La
resurrección es la explicación más razonable
para la transformación de los discípulos.
Mientras que
Lapide, como todos los críticos literarios,
puede ver las obvias discrepancias y los
embellecimientos ("el midrash cristiano") en los
relatos del Nuevo Testamento sobre la
resurrección, también confiesa su creencia en
que hay una realidad esencial que no puede ser
explicada. Incluidas en los informes del Nuevo
Testamento sobre la resurrección hay cosas que
nunca habrían sido incluidas si los autores
estuviesen simplemente tratando de inventar una
historia. Por ejemplo, la terrible exclamación
de Joshua sobre el abandono de Dios no habría
sido incluida en una mera invención. Parece
contradecir lo que los discípulos creían acerca
de él y habían esperado de él. Tampoco habrían
incluido el testimonio de las mujeres en un
relato inventado porque todo el mundo en aquela
cultura sabía que el testimonio de las mujeres
no era aceptado como evidencia creíble.
Pero la gran cosa
que mueve a este historiador judío es la
asombrosa transformación de los discípulos. Yo
lo cito con cierta extensión porque ningún
apologista cristiano lo ha dicho mejor:
A pesar de todos
los embellecimientos legendarios, permanece
en los registros más antiguos un grano
histórico reconocible que simplemente no
puede ser desmitificado. Cuando este grupo
de apóstoles asustados y aterrados, los
cuales estaban a punto de arrojar todo para
huir desesperados hacia Galilea; cuando
estos campesinos y pastores, y el pescador
que traicionó y negó a su maestro, y luego
le fallaron miserablemente, de repente
fueron cambiados de la noche a la mañana
para convertirse en una confiada sociedad
con una misión, convencida de la salvación y
capaz de trabajar con mucho mayor éxito
después de la Pascua que antes de la Pascua,
ninguna visión ni alucinación es suficiente
para explicar una transformación tan
revolucionaria ...
Si el derrotado y deprimido grupo de
discípulos pudo, de la noche a la mañana,
transformarse en un victorioso movimiento de
fe, basado solamente en la autosugestión o el
autoengaño -- sin una experiencia de fe
fundamental -- esto sería un milagro mayor que
la resurrección misma ...
En cualquier
caso, queda excluida cualquier clase de
engaño, ya sea el robo del cadáver, un
trance, o la invención de un milagro
...
No puedo creer
en la tumba vacía ni en los ángeles con ropaje
blanco ni en la apertura del cielo ni en el
absurdo milagro del llamado Evangelio de
Pedro. Todo eso pertenece al fraude piadoso de
generaciones posteriores, las cuales ya no
sentían ellas mismas el impacto directo, sino
que trataban de despertar el entusiasmo
embelleciendo la verdad. Si uno quita
cuidadosamente todas estas adiciones
literarias, nos queda un cierto 'algo' que, en
la sencilla manera de expresarse de los
apóstoles, se ha llamado resurrección.
Lapide casi se
vuelve divertido cuando critica a esos
desmitificadores y eruditos liberales que dicen
que Joshua resucitó "en el kerigma", "en el
corazón de su pueblo", o en el sentido de que su
mensaje continúa. A lo cual este judío responde:
Pero este y
conceptos similares me parecen demasiado
abstractos y eruditos para explicar el hecho
de que los sólidos montañeses de Galilea que,
por la misma razón de la crucifixión de su
maestro, se morían de tristeza, fueron
transformados en un corto período de tiempo en
una jubilosa comunidad de creyentes ...
Una cosa podemos suponer con
certeza: ni los doce ni la iglesia primitiva
creían en la ingeniosa sabiduría de los
teólogos. Ciertamente, difícilmente habrían
entendido lo que los caballeros de la
erudición quieren decir con tantos rodeos ...
Sin embargo, para los primeros cristianos que
pensaban, creían, y esperaban a la manera
judía, la inmediata historicidad no era sólo
parte de ese suceso, sino la indispensable
precondición para el reconocimiento de su
importancia para la salvación. A todos estos
cristianos que creen en la encarnación (algo
que yo no puedo creer), pero tienen
dificultades con la resurrección entendida
históricamente, probablemente se les aplica la
palabra de Jesús de "guías ciegos, que cuelan
el mosquito pero tragan el camello" (Mateo
23:24).
¡Wow!
4. La resurrección es consistente con la
justicia de Dios.
Para Lapide, es
inconcebible que Dios llame al hombre, no sólo a
la vida, sino a la conciencia y al conocimiento
de Dios, y luego le abandone en la tumba. Si la
muerte es la palabra final en un mundo expuesto
a las catástrofes y la miseria, entonces ha
desaparecido toda base para la esperanza.
Si la deserción
por parte de Dios y el sufrimiento de torturas
mortales son el fin de una gran persona llena
de esperanza, ¿cómo pueden las personas seguir
esperando la bondad y la justicia en medio de
un mundo que continúa siendo tanto inhumano
como alejado de Dios? (p. 146).
En el caso de
Joshua ben Adam, Lapide ve su muerte como el
asesinato sin sentido de un hombre de Dios por
la élite civil y religiosa. Pero algo ocurrió en
medio de esta tragedia para convencer a Pedro y
a los otros de que la muerte de este mártir no
era la última palabra de Dios. Ese algo fue la
resurrección.
En otras palabras,
¿pueden los estafadores dejarse torturar y
perseguir en nombre de una ilusión - hasta de un
gozoso martirio? (p. 141).
Si Dios es todo
justo y todo misericordioso, entonces la muerte
en este mundo no puede ser el final
definitivo(p. 54).
Este es realmente
el primer y último argumento de Lapide. En este
punto, Pablo el fariseo aplaudiría a su
coterráneo judío. Si usted le preguntara al gran
apóstol quién es Dios, le contestaría: "Dios es
el que resucita a los muertos". En cualquier
otro Dios no vale la pena creer.
LA
RESURRECCIÓN Y EL ESCÁNDALO
DE LA JUSTICIA DE DIOS
Justicia
en el Antiguo Testamento
Justicia,
del hebreo tsadaq,
es la palabra más importante usada en el Antiguo
Testamento para representar el carácter de Dios.
Es también el concepto del Antiguo Testamento
más erróneamente interpretado.
Justicia, o
rectitud, es también la palabra más importante
usada en el Antiguo Testamento para expresar la
esencia de la obligación humana. Pero, ya sea
que tsadaq
se refiera a Dios o al hombre, significa
simplemente hacer lo correcto.
Hay dos clases de
justicia, o dos maneras de entender hacer lo
correcto. Estas palabras atraviesan la
literatura del Antiguo Testamento y están en
verdadera tensión con respecto la una de la
otra.
Y tendremos
justicia cuando cuidemos de poner por obra
todos estos mandamientos. (Deuteronomio 6:25).
Por
tanto, guardaréis mis estatutos y mis
ordenanzas, los cuales haciendo el hombre,
vivirá en ellos. (Levítico 18:5).
Esta clase legal
de justicia queda enfatizada en las
porciones sacerdotales de la literatura del
Antiguo Testamento. Se trata de recompensas y
castigos, ojo por ojo, expiación o justicia
retributiva. ....
No podemos
desestimar de antemano esta clase de justicia
como si no sirviera ningún propósito útil. Si
Israel iba a existir como sociedad civil,
algunos estándares mínimos tenían que cumplirse
y alguna disciplina externa debía mantenerse.
Pero, como habría de observar Pablo en su carta
a los gálatas, esta justicia de la ley era un
régimen temporal, pedagógico, impuesto a niños
hasta que llegaran a la mayoría de edad. (Ver el
capítulo 3:21-25).
El Antiguo
Testamento presenta otra clase de justicia. Se
describe en relatos de las poderosas hormigas de
Dios en nombre de su pueblo. Se canta a menudo
en los Salmos. Pero, sobre todo, es una justicia
que es defendida por los profetas del Antiguo
Testamento.
Esta es una
justicia que significa hacer lo correcto en
términos de ser fiel a una relación, lo que el
Antiguo Testamento a menudo llama un pacto.
Conlleva la idea de lealtad a un compromiso
personal, fidelidad a una promesa personal, y
fidelidad a las obligaciones personales. Esta es
la justicia del amor, que es ilustrada con el
pacto del matrimonio o la obligación de la
paternidad. Es una justicia que trasciende toda
categoría legal. No está basada en resultados de
acuerdo con papeles legales, sino que está
basada en una aceptación incondicional, en estar
allí para el prójimo en tiempo de necesidad,
para bien o para mal. Esta clase de justicia no
significa cobrárselas, vengarse, hacer
expiación, castigar por los errores cometidos, y
cosas semejantes, porque ...
No ha hecho con
nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni
nos ha pagado conforme a nuestros pecados ...
porque él conoce nuestra condición, se acuerda
de que somos polvo. (Salmo 013:10:14).
Esta es la clase
de justicia que ardía de compasión por una tribu
de esclavos y actuó para liberarlos de la
opresión en el Éxodo de Egipto. Dios no hizo
esto por ellos porque eran justos o mejores que
todos los demás. Lo hizo porque su justicia se
basa en el favor hacia el pobre y el oprimido,
el huérfano y el indefenso, y todos los que lo
invocan pidiendo misericordia y perdón. Para
ellos, la justiciia de Dios significa salvación,
liberación y aceptación. (Ver Salmos 51:14;
(13:6; Isaías 56:1).
Esta es la clase
de justicia que los profetas llamaban al pueblo
de Israel a practicar. Estos intrépidos
visionarios a favor de una nueva clase de
justicia social derramaban desprecio hacia la
justicia sectaria de Israel. Ridiculizaban la
justicia de las asambleas religiosas, el ofrecer
sacrificios y las festividades sagradas:
Que me buscan cada día, y quieren
saber mis caminos, como gente que hubiese
hecho justicia, y que no hubiese dejado la
ley de su Dios ...
¿Por qué, dicen,
ayunamos, y no hiciste caso; humillamos
nuestras almas, y no te diste por entendido?
He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis
vuestro propio gusto, y oprimís a todos
vuestros trabajadores.
¿Es tal el ayuno
que yo escogí, que de día aflija el hombre su
alma, que incline su cabeza como junco, y haga
cama de cilicio y de ceniza? ...
¿Llamaréis esto ayuno, y día
agradable a Jehová?
¿No es más bien
el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras
de impiedad, soltar las cargas de opresión, y
dejar ir libres a los quebrantados, y que
rompáis todo yugo?
¿No es que
partas tu pan con el hambriento, y a los
pobres errantes albergues en casa; que cuando
veas al desnudo lo cubras, y no te escondas de
tu hermano? (Isaías 58:2-79).
Quizás el pasaje
del Antiguo Testamento que mejor resume el
significado de la justicia de Dios es éste:
"Jehová es el
que hace jsuticia ... a todos los que padecen
violencia". (Salmos 103:6).
La justicia de
Dios en ben Adam
Para Joshua ben
Adam, la justicia de Dios y el reino de Dios
eran una y la misma cosa. (Ver Mateo 6:33). Las
buenas nuevas del reino que siempre estaban en
sus labios eran las buenas nuevas de la justicia
de Dios. Fiel a ese espíritu de justicia, iba
por los lugares predicando acerca de ayudar "a
todos los oprimidos". (Ver Hechos 10:38; Lucas
4:18).
El método de
Joshua para enseñar eran las parábolas. Era un
relator consumado que comenzaba diciendo: "Había
un hombre que tenía dos hijos ...". O "Había un
propietario que necesitaba contratar
trabajadores ...". También era el maestro de las
hipérboles y las exageraciones deliberadas.
Algunos de sus dichos o hacían reír a la gente o
les hacía crujir los dientes. Si sus relatos
auténticos no le dan a usted la impresión de ser
extravagantes es porque o usted no logra
apreciar el entorno cultural del relato o usted
está demasiado acostumbrado a oir el relato
esterilizado por el babeo religioso. Sus
parábolas eran un asalto calculado y poderoso
contra todos los cánones de justicia aceptados.
Todo lo ponía de cabeza. Los reverenciados
modelos de su sociedad - los sacerdotes, los
levitas, los fariseos, los gobernantes, los
ricos terratenientes, los hijos que obedecían
respetuosamente las costumbres establecidas,
etc., - se convertían en objeto de burla; pero
aquellos a los que la sociedad consideraba con
desprecio -- derrochadores, bribones,
recaudadores de impuestos, samaritanos y otros
personajes desagradables -- se convertían en
héroes increíbles.
Joshua era
también maestro del contraste. Establecía dos
clases de justicia - la justicia legal de sus
oponentes y la justicia salvadora de su reino -
en lados opuestos del campo de batalla.
Si vuestra justicia no fuere mayor
que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos. (Mateo
5:20).
La justicia de
los fariseos era una justicia que consistía de
la estricta obediencia al texto escrito. Pablo,
el fariseo cristiano, la llamaba "la justicia
basada en la ley", en la cual él había sido una
vez "irreprensible". (Filipenses 3:6, 9).
Joshua contaba la
historia de dos hombres que oraban en el templo.
Uno era un fariseo que daba gracias a Dios por
su vida intachable de acuerdo con las
estipulaciones de la Torá. El otro era un
recaudador de impuestos que se sentía tan
avergonzado de su conducta que se golpeaba el
pecho y pedía la misericordia de Dios. En este
relato, el villano se fue a su casa como un
hombre que había hecho lo correcto, pero el
hombre que era intachable en términos de la
justicia de la ley se fue a su casa condenado.
Según Joshua ben
Adam, la justicia de Dios no es la clase de
justicia que puede ser pesada, medida y
calculada por ninguna clase de ley. No es la
clase de justicia "ojo por ojo y diente por
diente" de que se habla en la ley de Moisés. Es
más bien la generosidad abrumadora, sin cálculo,
escandalosa, que da sin esperar nada a cambio,
que devuelve bien por mal, no guarda rencor por
ofensas recibidas, envía lluvia sobre malos y
buenos, y absolutamente nunca se le agota la
misericordia y la disposición a perdonar. La
justicia de Dios es todo esto porque es la
justicia del amor, la dsposición a salvar a los
oprimidos.
En su historia
sobre el padre que gozosamente recibe al hijo
derrochador, no hay ninguna indicación de
aceptación basada en la justicia retributiva o
la expiación por el honor mancillado del padre.
Con despreocupación casi carente de vergüenza
por su propia reputación y dignidad - lujos que
el amor no se puede dar - corre a su casa a dar
la bienvenida al derrochador como si fuese
alguna clase de héroe. El hermano mayor, decente
y obediente a la ley, se siente ofendido por lo
que percibe como el descuido total del padre por
los cánones de la justicia. (¿Está este
derrochador a punto de dar otro mordisco a la
propiedad de la familia?) A menos que sintamos
alguna empatía por el agravio del hermano, no
habremos comenzado a entender la naturaleza un
tanto escandalosa de la historia.
Por medio de esta
y otras historias brillantemente preparadas,
Joshua penetra el corazón de la cancerosa
"justicia de la ley". El suyo no es un ataque
contra la ley como tal, pues sabe que ninguna
sociedad existiría sin estándares mínimos acerca
de lo que es tolerable dentro de una sociedad.
Ése no es el problema. Lo que Joshua expone al
público es usar la ley (que, en su contexto,
incluye religión, doctrinas, y teología, así
como ética) como el agente mediador de las
relaciones personales, ya sean con Dios o con el
prójimo. Cuando se le permite a la ley
entrometerse como agente intermediario en las
relaciones humanos, no sólo nos mantiene
distanciados de Dios, sino también nos mantiene
distanciados de nuestro hermano, nuestro padre,
nuestra esposa o cualquier otro prójimo. Cuando
se le permite a la ley determinar la manera en
que nos relacionamos con otras personas, no
podemos evitar ser criticones, no perdonadores,
discriminadores, y sobre todo, descuidados en
ocuparnos del bienestar de los demás y sentir
compasión por ellos. Primero, la justicia de la
ley trae división y separación, luego desprecio
y odio por los demás, y finalmente persecución y
muerte para ellos en nombre de Dios y de la ley.
En resumen, la justicia de la ley nos convierte
en inhumanos. No sólo nos oculta de nuestra
propia carne según la queja del profeta Isaías
(cap. 58:7), sino que nos oculta de Dios. Nos
pone en una celda de aislamiento, ¡exactamente
lo que sucede que es toda secta religiosa!
Todo el mundo es
extraño, excepto usted y yo. Y hasta usted es
un poco extraño.
Joshua contaba la
historia del fariseo y el recaudador de
impuestos para beneficio de los que estaban
confiados en que eran justos mientras
despreciaban a los demás. Pero el relato muestra
que uno puede hacer lo correcto (ser justo) o
uno puede despreciar a los demás, pero no ambas
cosas.
En la historia
sobre los dos hermanos - el derrochador y el que
era obediente y correcto - se muestra que el
hermano que era "fiel" a la ley nunca tuvo un
vínculo de amor ni con su padre ni con su
hermano. Cuando el padre trató de amonestarlo,
diciéndole: "Hijo, tú siempre me tuviste
contigo", aparentemente eso no le importó nada.
Él sólo quería la justicia de la ley. Esta
actitud le alejó de toda simpatía hacia su
hermano. Cortó toda comunidad con su padre. No
disfrutó de la música y la danza de la fiesta.
No tenía nada que celebrar. La justicia de la
ley le había puesto en una celda de aislamiento.
Cuando Joshua
hablaba de que el reino de Dios estaba presente,
lo que quería decir era que la justicia de Dios
se haría visible y tendría un rostro humano.
Esto no puede ocurrir siendo nosotros
legalistas, religiosos ni perfeccionistas, sino
siendo verdaderamente humanos a imagen y
semejanza de Dios. En primer lugar, esto
significa admitir nuestra finitud, nuestra
fragilidad, nuestra necesidad de liberación de
las cosas que nos oprimen. Entonces, según
recibimos, somos llamados a tener la misma
disposición a dar también. "De gratis
recibísteis, dad de gratis".
Ser humano es
como tener dos brazos. Con uno recibimos, y con
el otro damos. Ser humanos es ser débiles e
indefensos. No sólo necesitamos a Dios;
necesitamos a los demás y no podemos vivir sin
ellos. Aunque uno sólo desee hacer dinero y
divertirse, necesita a los demás para hacer eso.
Pero ser humano también significa tener notable
capacidad para ayudar a otros. Ser humano
significa ser totalmente dependientes y ricos en
capacidades al mismo tiempo.
De acuerdo con
Joshua, le damos a la justicia de Dios un rostro
humano cuando somos interminablemente
perdonadores, incondicionalmente aceptadores, y
no juzgadores, por gracia. Significa vivir sin
menospreciar a ninguna persona como inferior, ni
envidiar a nadie como superior. Significa estar
dispuesto a relacionarse con otros sin pruebas
religiosas, sin títulos, sin ningún pensamiento
de justicia retributiva. La gracia de Dios puede
ser escandalosamente gratis, pero no es barata.
Es un acto difícil de seguir. De hecho, es un
acto imposible de seguir a menos que podamos
creer en nuestros corazones que la justicia de
Dios es algo que nunca falla, ni se agota, sino
que triunfa por encima de cualquier tragedia
humana, incluyendo especialmente la tragedia de
la muerte. Esto nos lleva a considerar la
confrontación final entre la justicia de la ley
y la justicia de Dios.
La justicia y
la resurrección
En el juicio y la
ejecución de Joshua ben Adam, un hombre fue
llevado ante la justicia. Esta clase de cosas
sucedía todo el tiempo, y en este mundo continúa
sucediendo todo el tiempo. Las estructuras
civiles y religiosas no pueden existir sin "ley
y orden". Los que quebrantan la ley tienen que
ser llevados ante la justicia. Esto significa
castigo o prisión.
En el caso de
Joshua siendo llevado ante la justicia, nos
perderemos por completo el mensaje de la
historia si caricaturizamos las autoridades
legales como gente mala. Por el contrario, éstas
eran las mejores autoridades religiosas y
civiles que el mundo civilizado de aquel tiempo
podía ofrecer. Los principales actores de este
drama de llevar a un hombre ante la justicia no
eran hombres malos decididos a pervertir el
curso de la justicia, sino simplemente hombres
que tenían la responsabilidad de administrar
justicia de acuerdo con la ley.
Durante el
ministerio público de Joshua, era acusado
constantemente de ser "glotón y borracho",
quebrantador del sábado, y violador del código
de santidad, especialmente debido a su costumbre
de comer con personas inmundas. Cuando causó un
gran revuelo en los recintos del templo al
voltear las instalaciones del cambio de moneda y
persiguió a la gente con un látigo, fue acusado
de profanar el templo. Según una estricta
interpretación de la Torá, todos estos delitos
acarreaban la pena de muerte. Si había alguna
dificultad en llevar adelante todas estas
acusaciones, había una ley cuya claridad no
podía evitarse: La Torá decretaba que, si surgía
un profeta que apartaba a la gente de la
obediencia a la ley, con toda seguridad sería
ejecutado. (Véase Deuteronomio 13:1). Así, pues,
las autoridades judías finalmente llegaron a
este consenso simple: "Tenemos una ley, y según
esa ley, debe morir". (Juan 19:17).
Joshua fue
entregado a las autoridades romanas, no porque
hubiese ninguna distinción entre los poderes
civiles y religiosos en aquellos días, sino
simplemente porque Roma se había reservado el
derecho a imponer la pena capital. Roma tenía
leyes muy severas en relación con todo asunto de
sedición, rebelión, y reuniones ilegales. Los
galileos eran especialmente sospechosos. Los
romanos ya habían ejecutado a un gran número de
espíritus rebeldes oriundos de Galilea. Esa
provincia se había hecho notoria como caldo de
cultivo de insurgentes, zelotes, y chiflados
mesiánicos. Además, las leyes romanas decretaban
que César era el divino "hijo de Dios". No se
toleraba ningún rival, ¡en ninguna parte! Ningún
agitador galileo tendría la oportunidad de
sobrevivir en este clima. Aunque a Pilatos no le
gustara ejecutar a Joshua, no tenía ninguna
opción como instrumento de las leyes romanas.
En todo caso,
Joshua era sólo otro hombre insignificante
llevado ante la justicia. (Decimos insignificante,
porque no había casi ninguna mención de él en
ningún círculo judío ni romano contemporáneo).
De no haber sido por la asombrosa intervención
de la Pascua, habría desaparecido de la historia
sin dejar rastro.
Por muy
impresionante que el maestro galileo pueda haber
sido para su pequeño grupo de partidarios,
parecía patéticamente débil mientras era
rápidamente era arrestado y llevado a una
ejecución brutal. Toda la fe y el optimismo de
los discípulos desapareció. Huyeron a esconderse
como gatos, sin esperar cerca para presenciar
las escenas finales de su causa sentenciada. Si
sólo mostraban sus rostros alrededor de
Jerusalén, era probable que fueran arrestados y
crucificados como simpatizantes, de acuerdo con
la práctica romana.
Hubo un insulto
final que añadir a la causa muerta y enterrada
de Joshua ben Adam. No sólo murió totalmente
desacreditado a los ojos de las más altas
autoridades del mundo, tanto religiosas como
civiles, sino que, según parecía, estaba
totalmente desacreditado a los ojos de Dios. La
ley de Moisés había decretado que cualquiera que
fuera colgado en una cruz era maldito de Dios.
(Ver Deuteronomio 21:23). Los relatos
posteriores de que su cuerpo fue embalsamado y
puesto en el sepulcro de un rico no han sido
bien atestiguados. Es bastante probable que su
cuerpo sufriese el insulto último de las
crucifixiones romanas -- no tener un funeral
decente, sino ser lanzado a fosas para ser
devorado por los perros y las aves carroñeras.
En todo caso, la
muerte de Joshua fue el escándalo último con que
el cristianismo primitivo tuvo que habérselas.
Lapide sugiere que una gran porción del Nuevo
Testamento fue motivado por el esfuerzo para
explicarla. Pero la muerte inoportuna de Joshua
fue una tragedia brutal y sin sentido. En sí
misma no tenía ningún significado. La muerte es
un enemigo que parece vaciar de sentido la vida,
la bondad, el amor y todo lo hermoso en la vida.
Millones de otros hombres, la mayoría de los
cuales han sido desconocidos y sin gloria, han
sufrido la misma suerte que Joshua ben Adam. Han
sido cruelmente torturados, quemados vivos,
descuartizados, o dejados perecer de hambre,
sed, o privados de compañía humana. ¡Se les han
hecho estas cosas también en nombre de la
justicia, la ley, Dios! El mundo parece estar
gobernado por idiotas y burócratas que, tan
pronto se ponen detrás de su monstruo llamado
"la justicia de la ley", atropellan a la gente.
Las autoridades religiosas no han estado exentas
de moler su porción de huesos humanos.
La muerte de
Joshua ben Adam se yergue como paradigma de la
justicia de este mundo, la justicia del hombre,
la justicia de la ley.
Cuando los
poderes de este mundo hubieron llevado a Joshua
ben Adam a su idea de justicia, un tribunal
superior fue convocado para llevarlo a otra
clase de justicia.
Jehová es el que
hace justicia ... a todos los oprimidos.
(Salmos 103:6).
Él librará al
menesteroso que clamare, y al afligido que no
tuviere quien lo socorra ... de engaño y de
violencia redimirá sus almas, y la sangre de
ellos será preciosa ante sus ojos. (Salmos
72:12-14).
El hombre a quien
los gobernantes de este mundo condenaron a la
muerte más ignominiosa fue ahora "declarado hijo
de Dios por la resurrección de los muertos"
(Romanos 1:3). Dios le exaltó y le dio un nombre
que es por encima de todo otro nombre.
(Filipenses 2:9). "Le levantó de entre los
muertos ... muy por encima de todo gobierno y
toda autoridad y todo poder y dominio". (Efesios
1:20, 21). "Dios le hizo Señor y Cristo - a este
Joshua a quien habéis crucificado" (Hechos
2:36).
En la
resurrección, "se revela la justicia de Dios"
(Romanos 1:17). Esta justicia es un escándalo
para el mundo, no porque revierte completamente
el juicio del mundo, y no sólo porque es una
justicia salvadora para los oprimidos, sino que
es un escándalo porque es "justicia de Dios
aparte de la ley" (Romanos 3:21). A diferencia
de la justicia de la ley, no es una justicia
calculada, medida, que paga ojo por ojo. Es la
justicia que los profetas del Antiguo Testamento
comenzaron a anticipar, que Joshua ben Adam
trató de ilsutrar en relatos bastante
extravagantes o trató de representar en su
compasión por los oprimidos. Era la justicia en
que todavía confiaba cuando fue abrumado por el
completo fracaso y el desastre total.
Lo que hizo a la
Pascua tan electrizantemente liberadora fue la
percepción de que la resurrección de Joshua era
de monumental importancia para toda la situación
humana. La exaltación de Joshua a la diestra de
Dios era la revelación de la solución final de
Dios para la situación humana. Porque el Dios
que ha llamado a la raza humana del lodo
evolutivo de la creación a la conciencia y el
reconocimiento de sí mismo tiene un destino para
esta criatura, que no será abandonada:
Le has hecho
poco menor que los ángeles y lo coronaste de
gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre
las obras de tus manos. Todo lo pusiste debajo
de sus pies. (Sal. 8:5, 6).
Like the Hound of
Heaven - "con majestuosa prisa y paso
no perturbado" -- el Creador ha proseguido a su
meta durante el largo curso de la historia, a
veces perdiendo batallas, peor nunca perdiendo
la guerra.
¿Se olvidará la
mujer de lo que dio a luz, para dejar de
compadecerse del hijo de su vientre? Aunque
olvide ella, yo nunca me lvidaré de ti.
(Isaías 49:15).
Porque yo sé los
pensamientos que tengo acerca de vosotros,
dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal,
para daros el fin que esperáis. (Jeremías
29:11).
La justicia de
Dios no es una justicia de la ley. Está fuera de
toda proporción con cualquier cosa remotamente
merecida. Irrumpe en todas las categorías de lo
que es lógico o mensurable. Como la vida misma,
es un don de inconcebible generosidad. Es todo
esto porque es una justicia basada en la
fidelidad a su propio pacto de amor.
Por la
misericordia de Jehová no hemos sido consumidos,
porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas
son cada mañana; grande es tu misericordia.
(Lamentaciones 3:22, 23).
Las buenas nuevas
de la Pascua son que la muerte no tiene la
última palabra. El propósito no era que la vida
terminara en la tragedia de la tumba. La
justicia de Dios convirtió lo que era un
paradigma de todas las tragedias humanas en la
celebración del triunfo de la vida sobre la
muerte, del amor sobre el odio. Fueron
vindicadas las palabras de Joshua: "No temas a
quien puede matar el cuerpo, pero no puede
destruir tu vida". (Mateo 10:38). "Dios no es
Dios de muertos, sino de vivos". (Mateo 22:32).
O como dijo el día de su muerte al ladrón
moribundo: "Hoy estarás conmigo en el paraíso".
(Lucas 22:43).
LA RETIRADA DE LA RELIGIÓN CRISTIANA
La retirada de la
centralidad de la resurrección.
El mensaje de la
resurrección era absolutamente central para los
primeros cristianos. Eso está bastante claro en
los relatos de sus predicaciones en el libro de
Hechos. Lo central no era la divinidad de Cristo
ni su expiación en la cruz. Estos fueron
problemas que se desarrollaron más tarde y
adquirieron importancia. Pero el evangelio
original era la palabra de la resurrección.
Si la
resurrección hubiese permanecido central, ese
gran abismo entre la predicación de Joshua sobre
el reino y la predicación de la iglesia sobre
otras cosas -- un problema del cual muchos
estudiosos son ahora muy conscientes -- no se
habría desarrollado. Porque el corazón de la
predicación de Joshua acerca del reino era el
escándalo de la justicia salvadora de Dios, y en
el evangelio de su resurrección se revelaba la
misma justicia de Dios (Romanos 1:17). La clase
de justicia por la cual Joshua dio su vida, Dios
la ejecutó al resucitarle de los muertos.
Pero no se
necesitó mucho tiempo para que otros problemas
tomaran el lugar de la centralidad de la
resurrección. En nuestro número de Verdict
llamado Una Teología de la Resurrección, que
publicamos hace 15 años, documentamos el
testimonio de estudiosos tanto católicos como
protestantes en el sentido de que la iglesia no
tenía una teología de la resurrección. Es bien
sabido que el catolicismo hizo a la encarnación
central a su teología, mientras que el
protestantismo convirtió la expiación en la cruz
en la parte central. La resurrección fue
mayormente relegada al campo de la apologética,
en la cual las llamadas pruebas de
la resurrección fueron usadas para establecer
las pretensiones a favor de la divinidad de
Cristo y el papel exclusivo de la iglesia como
poseedora de las llaves del cielo.
La retirada de la
centralidad de la resurrección comenzó cuando la
iglesia trató de mitigar lo que parecían ser los
escandaloss rasgos del nacimiento, la vida y la
muerte de Joshua. La resurrección había
convencido a los seguidores de Joshua de que
Dios mismo le había exaltado a la posición de
"hijo" o "Mesías". Ningún honor era demasiado
grande para que le fuese conferido, y esto los
presionó para embellecer su historia en la
preservación de su posición.
Para comenzar,
tenían que habérselas con el escándalo de un
Mesías galileo. Los galileos eran tenidos en muy
baja estima por los judíos ortodoxos de Judea.
Los galileos tenían el estigma de ser algo así
como los palurdos provincianos. Se decia
generalmente que ningún profeta saldría de
Galilea;y sugerir que el Mesías real vendría de
Galilea era casi como una blasfemia. Luego se
añadía a eso el escándalo de la muy irregular
concepción de Joshua. Así, pues, más o menos 50
años o dos generaciones después de la Pascua,
tenemos la introducción de relatos muy
artificiales en Mateo y Lucas para mostrar que
Joshua no había nacido en Galilea en absoluto,
sino en Judea (un relato no apoyado ni por
Marcos ni por Juan). Nos saltaremos por el
momento cómo suavizó la iglesia el escándalo de
su bautismo por Juan (¿por qué bautizar a un
hombre sin pecado?), y el escándalo de su
radical compañía en la mesa, y pasaremos al
mayor escándalo de todos: ¿Cómo es que un
galileo completamente desacreditado, que murió
en una desgracia pública como ésa, podía ser el
Mesías?
La iglesia
explicó el escándalo diciendo que la muerte de
Joshua era un sacrificio para pagar por los
pecados del mundo. Es decir, Joshua no sólo fue
asesinado a manos de un hombre que cumplía la
ley, sino que fue muerto por Dios mismo al
cumplir su ley, que era aun más terrible. Por
tanto, el enfoque pasó de la justicia salvadora
de la resurrección, que es una justicia "aparte
de la ley", a la clase de justicia punitiva y de
retribución.
La
retirada de la justicia de la ley
Lo que todo esto
significa es que la religión cristiana efectuó
una retirada completa hacia la antigua justicia
de la ley, que Joshua ben Adam había repudiado y
la cual Dios había expuesto a la luz pública y
hecho añicos en la justicia de la resurrección.
Como veremos, la iglesia insufló nueva vida a la
antigua justicia de la ley y estableció el
legalismo más allá de cualquier cosa que el
judaísmo hubiese conocido. Enfocándose en la
salvación por medio de la muerte en la cruz en
lugar de por medio de la vida de la
resurrección, el sistema entero de la teología
cristiana se convirtió en un schema de
justicia latina de principio a fin.
Todo el sistema
teológico cristiano, ya sea católico o
protestante, comienza con la premisa de que Dios
tiene una ley que requiere del hombre perfecta
obediencia a cada uno de sus decretos hasta el
máximo grado.
Se suponía que
hubo un tiempo en que el hombre y la mujer eran
perfectamente sin pecado y aptos para rendir esa
clase de obediencia a la ley de Dios. Se decía
que no había muerte ni imperfecciones en ninguna
parte del mundo - ¡presumiblemente hubo un
tiempo cuando ni siquiera los peces del mar se
comían unos a otros!
¡La ley de Dios
decretaba cero tolerancia! ¡Un strike, y
uno está fuera! Así, pues, por una simple falta,
estos primeros seres humanos fueron sacados
fuera del favor de Dios, abandonados en esta
tierra como alguna clase de colonia de leprosos,
y sentenciados, no sólo a sufrimientos
temporales, miserias y la muerte, sino a la
condenación eterna, junto con toda su
descendencia, que heredaron el pecado original.
La muerte también se extendió por toda la faz de
la naturaleza como resultado de un acto que
acarrreaba el pleno castigo de la ley.
(Este mito de la
caída, recitado arriba, es sólo la versión
cristiana ortodoxa de un antiguo mito babilónico
reciclado que debió haber sido descartado hace
siglos como verdadera basura intelectual. Pero,
como veremos, se pone mucho peor).
La pena por la
más pequeña infracción de una ley infinita tenía
que ser un castigo infinito.
Puesto que el
honor y la integridad de esta ley tenían que ser
mantenidas, Dios no podía perdonar a menos que
las demandas de esta ley se cumplieran
plenamente y la pena por la transgresión se
pagara completa. Alguien tenía que ganarnos la
divina aceptación y quitar el cerrojo a las
puertas del cielo.
La condición de
la salvación es exactamente la que siempre ha
sido - perfecta obediencia a la ley de Dios. En
la obediencia
activa de su vida, Cristo guardó
perfectamente la ley por nosotros en cada
decreto hasta el mínimo grado. Luego, en la obediencia pasiva,
pagó la pena infinita por nuestros pecados. De
acuerdo con esta premisa, tenía que ser una
persona infinita para satisfacer una ley
infinita.
Habiendo sido
satisfecha la justicia de la ley de Dios por sus
méritos infinitos, Dios puede ahora perdonarnos
sin violar el honor de su ley. Puede salvarnos
de una manera que vindica su régimen de justicia
legal. De acuerdo con todos los "buenos"
teólogos, nuestra salvación es sólo un medio
hacia un fin más alto - la vindicación de esta
justicia de la ley.
Es en la
aplicación de los méritos de Cristo que se
desarrolló una diferencia entre católicos y
protestantes. Los católicos decían que, en
respuesta a la fe, Dios justifica al pecador haciéndole
justo
por la infusión de la gracia ganada para él en
la cruz. Los protestantes decían que Dios lo declara forénsicamente
justo al
imputarle los méritos de la obediencia
activa y pasiva de Cristo, después de lo cual
comienza el proceso de hacerle justo
mediante una infusión de la gracia. No
seguiremos comentando todos los sutiles
argumentos legales sobre imputare y
efficare,
la fe formada con caridad versus la fe sola, el
ordo salutus
y muchas cosas más. La disputa entera se basaba
en las premisas de la estructura legal latina
que ambas partes aceptaban. Toda esta estructura
ahora debía ser descartada. No sólo está basada
en una visión mundial desfasada por lo menos en
dos mil años, sino que se basa en imágenes
religiosas de una caída y una expulsión de la
presencia de Dios que Joshua ben Adam descartó
totalmente.
Ahora
reenfoquemos el punto principal en este breve
bosquejo de la ortodoxia cristiana. De principio
a fin, es un evangelio de acuerdo con la ley y
un sistema de justicia legal. La resurrección
apenas si entra en esta teología. ¿Cómo podría
ser de otra manera, puesto que en el evangelio
de la resurrección "se manifiesta la justicia de
Dios aparte de la ley"? (Romanos 3:21). Es
decir, la resurrección es el escándalo de una
justicia salvadora que trasciende todas la
categorías legales porque es una jsuticia basada
en la aceptación incondicional del amor divino
que nunca, en ningún momento, ha contemplado
separar a nadie de una comunión con Dios sin
intermediario. Sería más excusable creer en una
tierra plana, y ciertamente menos perjudicial en
términos psicológicos, que seguir sosteniendo
puntos de vista sobre la justicia de Dios que,
en algunos respectos, son peores que un mal
paganismo.
La
retirada hacia un Mesías deificado
Los estudiosos
concuerdan ahora en que los primeros creyentes,
siendo judíos, se atenían a un estricto
monoteísmo. Se creía que Joshua era el "hijo de
Dios" en su sentido tradicional de ser elegido y
ungido como el rey mesiánico. Cualquier lectura
sincera de los tres evangelios sinópticos
(Mateo, Marcos y Lucas) no revela ninguna
evidencia de que estos autores creyeran que
Joshua ben Adam era Dios. Un hombre de Dios,
¡ciertamente! Dios en forma humana, ¡ciertamente
que no! James Dunn (Unity and Diversity en the New
Testament) adopta la posición de que el
desenvolvimiento hacia una teología plena de la
encarnación (es decir, que Jesús es Dios) era un
proceso inevitable y maduradorde la fe
cristiana.
En cierto
sentido, la transformación de Joshua ben Adam en
Jesús Dios era inevitable, considerando la
retirada hacia una religión de una justicia
legal, retributiva, centrada en la muerte de
Cristo. Si luego ponemos eso en el contexto del
mito de la caída y una ley que exige una
penalidad infinita para el pecado humano, ¿quién
más podía pagar el precio y abrir el cerrojo a
las puertas del cielo sino un miembro de la
Deidad? Hay cierta lógica en esta religión
legal, pero está completamente fuera de lugar en
relación con la justicia escandalosa y
liberadora de la resurrección. ¡Es la teología
de Dios en una caja legal, y una antigua caja
latina además!
También es
necesario considerar cómo el convertir a Joshua
ben Adam en alguien que llega a este mundo como
Dios disminuye grandemente el relato original de
la resurrección. ¿Dónde están la gloriosa
sorpresa y el escándalo de la justicia de Dios
si el hombre que resucita de entre los muertos
es Dios mismo? Dado que se suponía que su
nacimiento había sido tan sobrenaturalmente
espectacular, con coros de ángeles y visitantes
reales, etc., y dado que anduvo sobre el agua y
predijo confiadamente su propia muerte y su
resurrección, la Pascua no fue ninguna sorpresa
sino una conclusión conocida de antemano. ¿Y
Dios necesita que alguien le resucite de entre
los muertos? Y si Dios exalta a lo sumo al
resucitado y le da un nombre que está por encima
de todo nombre (claramente el lenguaje de la
adopción), ¿no queda esto sin significado si era
Dios para comenzar? ¿Es esta meramente una
ceremonia en que Dios pone su nombre donde
siempre estuvo, y se sienta en el trono del
universo donde siempre estuvo? ¿O fue la
resurrección la sorprendente y escandalosa
generosidad de Dios al resucitar de entre los
muertos a un hombre oprimido y desacreditado que
apostó todo a la fidelidad de Dios?
La resurrección
de Dios en forma de naturaleza humana se parece
mucho a todos los antiguos mitos paganos de
dioses que mueren y resucitan, y que eran
venerados en todas las culturas del mundo
pagano. Las ciudades griegas donde se difundió
el evangelio cristiano estaban llenas de estos
mitos. Pero, transformar al resucitado en la
Deidad misma abre un abismo infinito entre él y
el resto de la humanidad. Como hemos dicho, no
hay ninguna sorpresa si es la Deidad inmortal
misma la que resucita de entre los muertos, de
acuerdo con las enseñanzas de la religión
cristiana. Tampoco es esta especie de buenas
nuevas pascuales para los mortales ordinarios
como el resto de nosotros que somos víctimas de
la tragedia humana - a menos que seamos lo
bastante afortunados como para ser cristianos
que creen todas las cosas correctas acerca de la
encarnación, la Trinidad, y pertenecemos a la
verdadera iglesia, fuera de la cual nadie se
puede salvar. Lo que la deificación del
resucitado hace inevitablemente es convertir las
buenas nuevas de la Pascua en el monopolio
exclusivo de un sistema religioso totalitario.
Todo en este terrible sistema se basa en méritos
y justicia retributiva. De acuerdo con este
sistema, Cristo fue resucitado de entre los
muertos y exaltado a lo sumo en el universo
porque lo merecía. La resurrección misma, junto
con la expiación en la cruz, es todo un sistema
de justicia merecida. Pero, encima de todo esto,
se dice que este Cristo tiene un fondo sobrante
de méritos que ahora dispensará, por medio de
los ministerios de la iglesia, a los individuos
que cumplan con las condiciones requeridas, como
ingresar a la iglesia por medio del bautismo y
creer las enseñanzas recibidas sobre la
divinidad de Cristo, etc. así, pues, el mensaje
de la Pascua quedó reducido a una exclusiva
secta religiosa que está a una distancia de años
luz del artículo original.
Mientras más
reconozcamos que Joshua ben Adam era
verdaderamente humano y sólo humano, más
apreciaremos que el relato de su resurrección es
la palabra de Dios de amor y esperanza para la
raza humana, sin distinción. El propósito nunca
fue que ello se convirtiera en una secta
exclusiva, mucho menos en una secta
triunfalista. La resurrección pertenece a la
gente en todas partes sin distinción de raza,
religión, género, o ninguna otra cosa. Dice
claramente a todo ser humano que Dios ejecuta
justicia para todos los oprimidos. Cuando Dios
nos dio la vida, no tenía la intención de que su
ilimitada generosidad terminara en la tragedia
de la muerte. Este es el significado de la
resurrección de Joshua ben Adam, y lleva con él
el mismo espíritu de generosidad y temeraria
entrega que marcó la vida del hombre que
arriesgó todo a la justicia de Dios.
La buena nueva de
la Pascua es que la muerte no tiene la última
palabra. La vida no tenía el propósito de que
terminara en la tragedia de la muerte. La
justicia de Dios convirtió la tragedia, que era
el paradigma de todas las tragedias humanas, en
la celebración del triunfo de la vida sobre la
muerte, del amor sobre el odio.