EL ESCÁNDALO DE
JOSHUA BEN ADAM


PARTE 9

Robert D. Brinsmead, VERDICT, Abril de 1999

Traducido de Worldview 21



LA RESURRECCIÓN

LA HISTORIA HASTA AHORA

Este número especial sobre la Resurrección es la Parte 9 de una serie sobre El Escándalo de Joshua ben Adam.

Para el Jesús de Nazaret histórico, hemos usado su verdadero nombre hebreo, Yeshua, que se traduce directamente al inglés como Joshua. En su lengua nativa, el arameo, Joshua se llamaba a sí mismo bar Nasha, que en hebreo también es ben Adam - sin el artículo definido porque no era un título. Significa simplemente hijo de hombre (Adam), el humano, o este hombre. Nadie subrayó la genuina realidad de la humanidad de Joshua como el mismo Joshua.

Todos y cada uno de los rasgos de la vida de Joshua ben Adam fueron un escándalo.

Su concepción y nacimiento estuvieron rodeados por circunstancias muy irregulares y probablemente trágicas.

El hecho de que era galileo era un escándalo. Galilea era la provincia más septentrional de Israel, cuyo espíritu tosco e independiente era despreciado por la élite judía en Judea. Se daba por sentado que ningún profeta, por no decir nada de un Mesías, podría salir jamás de aquella provincia montañosa al norte.

Luego estaba el escándalo de su ministerio público. Después de ser bautizado por Juan (¡un bautismo de arrepentimiento!), se ganó una reputación de "glotón y borracho". Escandalizó a todo el mundo al ignorar el código de santidad que prohibía, entre otras cosas, comer con personas inmundas. El igualitarismo radical y la no discriminación de Joshua eran acciones de un hombre que ignoraba los cánones del honor y la vergüenza.

Pero la mitad de sus escándalos quedaba a la sombra en comparación con el escándalo de su muerte. Fue condenado y ejecutado como cualquier otro agitador galileo (de los cuales se daban diez centavos por docena en ese tiempo). El hecho de haber sido colgado en una cruz era señal de que Dios le había dado la espalda. Así que murió completamente desacreditado, abandonado por todos y aparentemente olvidado por Dios.

Todo habría terminado allí mismo y pronto todo el mundo habría olvidado todo acerca de este hombre desafortunado de no haber sido por la Pascua. Fue la resurrección lo que convenció al completamente descorazonado grupito de Joshua de que había sido honrado de manera señalada por Dios Todopoderoso con esta resurrección. Ningún honor era demasiado grande para que se lo concedieran. La presión para embellecer su relato y hallar explicaciones para aquellos escándalos era demasiado para ellos. Finalmente, como el resto de nosotros, hasta eliminaron el escándalo del hecho de que fuera verdaderamente humano. (¿Es verdaderamente humano cualquiera que sea más que humano?).

Hubo un escándalo final que fue eliminado de todo esto: y ése fue el escándalo del propio Dios acerca de la resurrección. Pero el evangelio de la resurrección no continuó siendo central a la vida de la iglesia durante mucho tiempo. La cuestión central se convirtió en la divinidad de Joshua y su expiación por sangre para pagar por los pecados del mundo.

En la historia de la teología, el centro teológico del catolicismo era la encarnación, mientras que el centro teológico del protestantismo era la expiación substituva por sangre. La resurrección difícilmente entraba en este centro, si es que lo hizo, excepto en apologías cristianas, como si la resurrección estuviera allí simplemente para probar la exclusiva posesión de la verdad por parte de la religión cristiana.

La tesis de este trabajo es que la única manera de restablecer la centralidad de la resurrección es dejar que el escándalo de quién era Joshua ben Adam permanezca como estaba. Me doy cuenta de que muchos se sienten aprensivos, hasta temerosos, de que las buenas nuevas contenidas en la historia de la resurrección se vayan a perder a menos que ellos se atengan estrictamente a esa versión, higienizada religiosamente, de la vida y la muerte de Joshua. Pero lo que este trabajo demostrará es que la resurrección es una historia mucho mayor si el escándalo de Joshua ben Adam no es disipado por el desorientado esfuerzo de embellecer su historia. Cuando la resurrección se vuelve a contar contra este trasfondo genuinamente histórico, recapturaremos la risa del escándalo más grande de todos - el escándalo de la justicia de Dios.

EL DESPLOME DE LA APOLOGÉTICA DE LA RESURRECCIÓN

La única área en que a la resurrección se le ha dado un papel prominente es la apologética cristiana. Las así llamadas pruebas históricas de la resurrección han sido reunidas, no para explorar el misterio en sí, sino para validar las pretensiones de la iglesia acerca de la divinidad de Jesús, la autoridad de la iglesia y su posesión de una verdad exclusiva y absoluta. Esto representa una enorme prostitución de la palabra de Dios.

Por el libro de Hechos, es claro que la predicación de la Palabra, la predicación del evangelio, y la predicación de la resurrección eran la misma cosa. La Palabra de Dios era la palabra de la resurrección. Era un evangelio de Pascua, puro y simple. No se adelantaba ningún argumento acerca de la divinidad de Jesús, mucho menos acerca de su nacimiento de una virgen. Nada se decía acerca de la salvación mediante la expiación por sangre. Nada se enseñaba acerca de la encarnación ni la Trinidad, las cuales, de todas maneras, eran inconcebibles para los judíos. Ahora bien, sería razonable esperar que esta Palabra de la resurrección continuara siendo central y que todo en la vida y el pensamiento de la iglesia sirviera a esta Palabra. Pero no habría de ser así. Las pretensiones acerca de la divinidad de Jesús, la Trinidad, la expiación por sangre, los sacramentos y la autoridad de la jerarquía religiosa se convirtieron en los puntos principales. La resurrección era simplemente el milagro de todos los milagros que validaba este sistema religioso y, por supuesto, la sujeción de la gente a él.

¡El edificio entero de la apologética de la resurrección estaba destinado a desplomarse porque nunca tuvo nada que ver en absoluto con la fe en la palabra de la resurrección! Como veremos, la apologética es el fruto de la no fe, es decir, es una expresión de incredulidad que sólo ha logrado producir una gran pila de excremento religioso en la tumba de Joshua ben Adam.

La resurrección es un artículo de fe como la existencia de Dios. Ninguno de los dos es demostrable, y si lo fueran, ya no serían artículos de fe. Que Joshua ben Adam murió es un hecho histórico, revelado abiertamente a todos, seguidores y oponentes por igual. Pero lo mismo nunca podrá decirse de su resurrección de entre los muertos. No es históricamente accesible, como su muerte. No estamos diciendo que la resurrección no es real, así como no estamos diciendo que Dios no es real. Lo que estamos diciendo es que todo intento por demostrar que la resurrección es un hecho histórico es tan desafortunado como todo intento por demostrar la existencia de Dios.

Debemos ir aun más allá y decir que el Dios cuya existencia puede probarse por cualquier clase de demostración sería un Dios en el que no vale la pena creer, porque un Dios sujeto a definiciones, proposiciones, explicaciones, y humanas demostraciones ya no sería el Dios infinito, trascendente e inimaginable.

Lo mismo ocurre con la resurrección de Joshua ben Adam. La clase de resurrección que es demostrable desde un punto de vista histórico, la que está respaldada por señales como terremotos, ángeles que se aparecen, una tumba vacía e historias de peces y astillas en la playa es como el Dios que es humanamente demostrable. Ninguno de los dos es digno de que se crea en él ni de que se le sea fiel.

Considérense los siguientes obstáculos que impiden una resurrección históricamente demostrable:

1.  Nadie presenció la resurrección de Joshua ben Adam. Nadie salió nunca a decir que él o ella la vio ocurrir.

2.  Los cuatro evangelios fueron escritos entre los años 70 y 100 d. C. No son relatos de testigos presenciales, y no pretenden serlo. Contienen las tradiciones de cristianos de segunda o tercera generación que escribieron entre 40 y 70 años después del suceso.

3.  Ninguno del grupo original que vio al Joshua resucitado nos ha dejado una declaración concerniente a lo que vio. No tenemos acceso al testimonio de Pedro. No hay ningún registro de Santiago ni de ninguno de los once apóstoles. Simplemente, tenemos una tradición, que llegó hasta nosotros por medio de una generación posterior, en el sentido de que María o Pedro o algunos otros dijeron que vieron al Cristo resucitado. No tenemos acceso directo al testimonio de ninguno de esos testigos presenciales.

4. Hay un solitario testigo presencial en todo el Nuevo Testamento: Es el apóstol Pablo, el judío de la diáspora, que nunca conoció a Joshua ben Adam, excepto en una especie de revelación post-pascual. Según la tradición registrada en el libro de Hechos, esta aparición del resucitado le ocurrió a Pablo en su viaje a Damasco. Pablo mismo no dice nada acerca del camino a Damasco, pero más o menos entre los años 50-60 d. C., escribió dos breves frases: "Vi al Señor" (1 Corintios 9:1) y "Se me apareció a mí" (1 Corintios 15:8). Esas pocas palabras es todo lo que tenemos de cualquiera que pretenda ser testigo presencial de la resurrección. Y por supuesto, tenemos que tomar en cuenta que Pablo no es apto como un testigo presencial original que pudiera decir del evento pascual en Jerusalén: "Yo estuve allí". Por consiguiente, no nos queda ni un solo testigo presencial que diga: "Yo estuve allí". Sólo tenemos informes de segunda o tercera generación que dicen: "Pedro dice que lo vio", "María dice que lo vio", etc. Si fuera cuestión de prueba en un tribunal, ¿cuánto del testimonio anterior sería apto como evidencia admisible?

5.  El único testimonio disponible para nosotros es el de una comunidad creyente comprometida con la misión de convencer al mundo de que Joshua ben Adam ha resucitado de entre los muertos. Ningún escritor del Nuevo Testamento calificaría como testigo independiente y desprejuiciado. No tenemos nada desde el otro lado; es decir, de los que se oponían al movimiento de Joshua ben Adam. Ellos también le vieron morir. Pero el Joshua resucitado no apareció para confrontar a sus acusadores. Sólo se apareció a un pequeño círculo interior de creyentes. Así, pues, no hay tal cosa como calentar ambos lados del caso.

6.  Finalmente, los diferentes escritores del Nuevo Testamento nos dan un relato muy confuso e inconsistente de la resurrección. A veces, sus testimonios divergentes son imposibles de armonizar. En relación con algunos puntos vitales, sus evidencias son mutuamente excluyentes. La evidencia de estas discrepancias no es obscura. Cualquiera con una educación muy modesta puede leer los cuatro relatos de la resurrección en media hora y ubicar las principales contradicciones en una hora o dos. Por supuesto, si uno ya está convencido de que tales errores obvios no pueden existir en una Biblia infalible, ¿para qué mirar en la proverbial boca del caballo? ¿Y quién no ha sido culpable de confundir la credibilidad religiosa con la fe? De cualquier manera, he aquí una lista parcial de los problemas:

(a) ¿Cuál era el número y la identidad de las amigas de Joshua en la crucifixión y en la tumba? Sólo se necesitan algunos minutos para ver que los relatos de los cuatro evangelios no concuerdan. Si usted dice: "Este es un punto de poca monta y no importa", entonces no apele a la evidencia ni del número de mujeres ni de sus identidades.

(b) ¿Observaron las mujeres la crucifixión y el entierro desde lejos, o estaban cerca de la cruz? Los evangelios tienen los dos relatos. Si no es importante, entonces, ¿por qué apelar a esta evidencia para comenzar?

(c) ¿Fue el cadáver de Joshua ungido el viernes por la tarde, o las mujeres llegaron a hacerlo el domingo por la mañana? Nuevamente, los evangelios ofrecen relatos divergentes.

(d) ¿Un ángel saludó a las mujeres en la tumba, o fueron dos ángeles? ¿O eran jóvenes? Hay diferentes relatos.

(e) ¿Varias mujeres vieron al resucitado? (¿O fue una?)  Dos evangelistas dicen que no. Dos evangelistas dicen que sí. Aparentemente, Pablo está de parte de los dos evangelistas que no incluyen a la mujer entre los testigos. (Véase 1 Corintios 15).

(f) ¿El ángel/los ángeles o el joven/los jóvenes les dijeron a las mujeres que Joshua había resucitado y luego les invitaron a ver la tumba vacía, o las mujeres hallaron primero la tumba vacía y después de eso los mensajeros celestiales les dijeron que Joshua había resucitado? Nuevamente, un evangelista nos da un relato, y otro nos da el orden a la inversa.

(g) ¿Un terremoto saludó la llegada de las mujeres a la tumba, y la piedra fue rodada desde la boca de la tumba antes o después de que ellas llegaran? Los evangelios dan ambos relatos.

(h) Ahora la grande: ¿Los ángeles dieron instrucciones a las mujeres para que les dijeran a los discípulos que fuesen a Galilea, donde Joshua se les aparecería, y estas apariciones realmente ocurrieron en Galilea? ¿O las apariciones ocurrieron en y alrededor de Jerusalén? De acuerdo con Marcos, que fue copiado por Mateo, a los discípulos se les dijo que regresaran a Galilea, donde el resucitado se encontraría con ellos. El viaje desde Jerusalén hasta Galilea tomaría entre 7 y 10 días. Pero, según Lucas y Juan, las apariciones no tuvieron lugar en Galilea, sino en y alrededor de Jerusalén. Marcos y Mateo no saben de ningunas apariciones en Jerusalén. De hecho, las dejan fuera. Esto nos trae a las discrepancias acerca del momento de las apariciones después de la resurrección.

(i) Si las apariciones tuvieron lugar en Galilea (en una montaña anónima, según Mateo), entonces habría tenido que transcurrir por lo menos una semana entre la resurrección misma y las apariciones. Pero, de acuerdo con Lucas y Juan, la primera aparición a los discípulos ocurrió en o alrededor de Jerusalén en la tarde del domingo de pascua.

(j) ¿Joshua se apareció a sus discípulos antes de ascender al cielo para recibir todo poder y toda autoridad, o se apareció después de haber sido entronizado, glorificado, y haber recibido todo poder y toda autoridad? Mateo dice una cosa y Lucas otra. ¿Son la resurrección y la ascensión esencialmente un solo suceso (Mateo) o dos sucesos, separados por cuarenta días (Lucas-Hechos)?

(k) ¿El resucitado Joshua dio a sus discípulos el poder del Espíritu Santo la primera vez que se encontró con  ellos (Juan), o se los dio 50 días después de la resurrección y 10 días después de su ascensión en Betania (Lucas - Hechos)?

(l) ¿Se les ordenó a los discípulos que regresaran a Galilea para encontrarse con el Señor y recibir la gran comisión allí (Mateo) o se les ordenó permanecer en Jerusalén hasta la venida del espíritu el día de Pentecostés (Lucas)? ¿O los discípulos regresaron a Galilea, reanudaron su antiguo oficio de pescadores, luego se encontraron con el Señor junto al mar de Tiberíades, donde recibieron su comisión, y no en la montaña? (Ver Juan 21, que los estudiosos concuerdan generalmente es una adición tardía o un apéndice al cuarto evangelio).

Aunque puede ser posible armonizar algunos de los puntos precedentes, es claramente imposible reconciliar datos que se excluyen mutuamente. La lista que antecede no es en modo alguno exhaustiva, sino sólo un breve resumen de los puntos principales. Por supuesto, todos estos puntos han sido bien investigados en muchos libros escritos por estudiosos del Nuevo Testamento. No quedan muchos dinosaurios que crean que pueden armonizar los cuatro evangelios sobre la resurrección.

Los relatos son tan divergentes que queda eliminada toda posibilidad de que haya habido colusión entre los diferentes testigos. Esto puede que impresione a un jurado en el sentido de que los datos no son resultado de una reunión, pero todavía es verdad que la resurrección no es accesible a una prueba histórica.

El primer evangelio (Marcos) no se escribió sino hasta más o menos 40 años después de la muerte de Joshua. Los otros tres siguieron durante los siguientes treinta años. Los estudiosos ahora concuerdan en que los evangelios eran confesiones de fe procedentes de grupos cristianos divergentes. No tenían el propósito de ser biografías. Contienen interpretaciones de la historia así como historia, y el elemento de interpretación era determinado en gran medida por los puntos de vista que se habían desarrollado en los grupos dispares dentro del movimiento cristiano primitivo. A menudo, los diferentes libros nos dicen más sobre las creencias y la situación histórica real en el grupo particular en el momento en que se escribía que la situación histórica real sobre Joshua ben Adam medio siglo antes.

No es correcto juzgar esos libros del Nuevo Testamento según nuestros propios cánones de exactitud histórica o interpretación literal. Estas personas del siglo primero usaban métodos de midrash y pesha para interpretar pasajes y contar relatos. Nosotros vivimos en otra clase de mundo, y nos es difícil entender cómo es que aquellos escritores tenían una agenda litúrgica o una agenda midráshica que le asignaba prioridad a ciertos significados y no a una estricta exactitud histórica. Por ejemplo, puede que Mateo nos diga que un sermón o una aparición de Joshua tuvo lugar en un monte porque esta clase de lugar está lleno de significado simbólico para cualquier judío. Joshua usa el simbolismo del monte para hacer una declaración teológica, no una declaración histórica.

Digo esto para dejar claro que no les reprocho a los autores del Nuevo Testamento escribir relatos contradictorios de la resurrección. Probablemente no les preocuparía a ellos que sus relatos no cuadrasen entre sí porque, a diferencia de nosotros (que necesitamos ser reprendidos por usar el material de un modo para el cual nunca estuvo destinado), ellos contaban historias populares que les parecían significativas y hacían el misterio de la resurrección más tangible para el común de la gente, la mayoría de la cual no sabía ni leer ni escribir. ¡Por supuesto, la historia era embellecida! ¡Por supuesto, tendía a convertirse en hagiografía más que en biografía!

Desde el punto de vista de la ciencia histórica, ¿cuánto de la resurrección es demostrable?  Podemos demostrar que había un grupo de personas alrededor del año 30 d. C. (súmele o quítele varios años) que estaban convencidas de que Joshua ben Adam había resucitado de entre los muertos. Esta fe fundó un movimiento de indetenible convicción, gozo y valor para enfrentarse a la tortura, la muerte o cualquier otra cosa. Estas personas nos dejaron su testimonio de que Joshua se había aparecido a un pequeño número de personas de su grupo después de haber sido crucificado y sepultado. Hasta allí podemos demostrarlo. Pero, porque hasta allí puede ser demostrado más allá de toda duda, esto no es artículo de fe. Hasta los no cristianos creen eso también. 

La resurrección tiene que ver con algo trascendente e inmortal, algo completamente más allá de nuestra experiencia actual o la capacidad de nuestra imaginación. ¿Cómo puede ser posible probar una cosa así? ¿Qué constituiría una prueba? ¿En qué categoría de ciencia o cualquier otra evidencia nos podemos apoyar para probar lo que trasciende el ámbito de la ciencia finita o cualquier otra cosa dentro de los parámetros de la experiencia humana? Pedir pruebas de la resurrección es como pedir pruebas de la existencia de Dios. Si Dios mismo fuera a decirnos que él existe, ¡sólo tendríamos su palabra!

Es significativo que aquellos a los cuales el resucitado se les apareció primero no dejaran ningún relato escrito de ello. Aparentemente, no creían que la revelación pudiera ser expresada adecuadamente en la forma terrenal de un texto escrito. ¡Nadie intentó hacer un relato escrito de ello sino hasta 40 años después! Ah, sí, hubo un Pablo que, 20 años más tarde, lo dijo todo en cuatro palabras: "He visto al Señor" o "se me apareció a mí". Más allá de eso, no dijo nada -- nada acerca de una tumba vacía o un cadáver resucitado que se apareció para comer pescado y todo el resto.

Lo que los primeros apóstoles proclamaban era el evangelio de la resurrección, que se llamaba la palabra de Dios. Como mostramos en nuestro último número de Verdict, la palabra de Dios no puede ser presentada en un texto frío para que sea desmembrada y analizada, ni puede ser reducida a una cuestión de proposiciones y descripciones. Esto es más tonto que decir que el amor, la esperanza, el valor y la belleza pueden ser abarcados por definiciones verbales. Los que estuvieron más cerca de la resurrección fueron los que menos hablaron de ella. No trataron de explicarla. Confrontaban una realidad que estaba más allá de una explicación racional. El silencio del asombro y la maravilla permanecieron en el movimiento por 40 años. Mientras más tardíos fueron los relatos de la resurrección, más largas se volvieron las explicaciones. El relato de la resurrección por Mateo y Lucas es dos veces más largo que el de Marcos; y el de Juan es aun más largo.

LA LEYENDA DE LA TUMBA VACÍA

No hubo ninguna historia acerca de una tumba vacía sino hasta que Marcos escribió su evangelio, como 40 años después de la Pascua. En su gran capítulo sobre la resurrección en 1 Corintios 15, Pablo argumenta a favor de la realidad de la resurrección, pero no a favor de la realidad de una tumba vacía. Según el razonamiento de Pablo, una tumba vacía no serviría ningún propósito práctico. Contrasta dos cuerpos muy diferentes. Dice que hay un cuerpo de carne o de carne y hueso, y hay un cuerpo espiritual. El primero es mortal y corruptible. El otro es inmortal e incorruptible. Dice Pablo que el cuerpo de carne y hueso no puede heredar la vida del reino eterno.

Pablo usa dos analogías para mostrar que no hay continuidad entre los dos cuerpos diferentes. Primero, usa la analogía del grano de trigo que muere antes de producir una forma de vida enteramente nueva. Pero, más importante, traza una analogía entre la resurrección de Cristo y la resurrección general de su pueblo. Los cuerpos de los que han muerto han sido devorados por gusanos, tiburones, e incendios. Los elementos de sus cuerpos han sido reciclados de vuelta a los elementos del cosmos. Su resurrección no tiene nada que ver con la resurreccción de sus antiguos cuerpos. Esos viejos cuerpos de carne y hueso no vuelven a vivir. Y si esto es análogo a la resurrección de Joshua, ¿por qué pensaría uno que este cuerpo terrenal de carne y hueso tendría que ser revivido?

En I Corintios y I Tesalonicenses, que representan la primera época de Pablo, el apóstol habla de la resurrección  de los muertos en términos de una escatología judía muy tradicional. Él espera estar vivo cuando ocurra, como lo esperaban todos los primeros cristianos, porque consideraban la resurrección de Cristo y la resurrección de su pueblo como dos partes de un solo evento al final de los tiempos. Pero, a medida que la manera de pensar de Pablo sobre este cuestión maduraba, comenzó a concebir el vestirse del nuevo cuerpo en el momento de su partida de esta vida:

"Porque sabemos que, si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. ... entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor ... más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. (2 Corintios 5:1-10). Pero, si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger ... teniendo deseo de partir y estar con Cristo ... pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros". (Filipenses 1:22-24).

Estos pasajes muestran con bastante claridad que Pablo no ve ninguna continuidad entre el cuerpo mortal de carne (la casa que se ha de disolver) y el cuerpo eterno, glorificado. La antigua casa del cuerpo de carne y hueso no resucita. No hay manera de encajar la idea de un cadáver resucitado en la visión de Pablo acerca de la resurrección, ya sea la resurrección de Cristo o la de su pueblo. Las dos deben permanecer juntas porque la primera es el modelo para la segunda. (Véase Filipenses 3:21).

Sin embargo, y si le preguntamos a Pablo: ¿Qué es un "cuerpo espiritual" o un "cuerpo glorificado" o un "edificio de Dios, eterno, en los cielos"? Sólo dice que es un misterio. No hace ningún intento por explicar la nueva forma de la vida resucitada, y estaría completamente de acuerdo con aquel autor desconocido del Nuevo Testamento que también dijo: "Aún no se manifestado lo que hemos de ser" (1 Juan 3:2).

Como hemos dicho, el primer relato de la tumba vacía aparece en Marcos como 40 años después de la Pascua. Sabemos que Mateo copió a Marcos como 15 años más tarde, y que embelleció la historia aun más. Para cuando la historia llegó al cuarto evangelio cerca del fin del siglo, el Joshua resucitado no sólo había comido pescado con sus discípulos, sino que había demostrado que era de carne y hueso. Hasta había mostrado las marcas que había dejado en su cuerpo la brutal ejecución. Este rasgo añadido de las marcas de la crucifixión todavía en el cuerpo fue combustible para frenéticas leyendas según las cuales Joshua no había muerto en la cruz, sino que sólo se había desmayado y luego había revivido algún tiempo después.

Si los soldados romanos le hubieran cortado a Joshua uno de los dedos en el proceso de una ejecución brutal, ¿se habría aparecido ante sus discípulos sin un dedo? ¿Puede ser éste el "cuerpo espiritual" o el cuerpo inmortal de que habla Pablo? Pedro también fue crucificado - cabeza abajo, según cuenta la tradición - así que, ¿está también destinado a conservar esos macabros recordatorios de su ejecución?

Así, pues, mientras más nos alejamos de los testigos originales, más adornados y fantásticos se vuelven los relatos. Pero estas son las "pruebas" que han sido presentadas por los apologistas en favor de la resurrección. Cuando tenemos que lidiar con el escrutinio de los modernos estudiosos de la Biblia, estos embellecimientos del relato de la resurrección no ayudan a la fe sino que son un serio estorbo para ella.

LAS CRASAS TRADICIONES DE LA RESURRECCIÓN
EN EL MUNDO ANTIGUO


No es difícil entender cómo se iniciaron las leyendas de una tumba vacía y el reavivamiento del cadáver. Los autores de estos relatos sucumbieron a las exigencias de que se respondiera a más y más preguntas para satisfacer la curiosidad humana acerca de la naturaleza de la resurrección. Usaron algunas de las tradiciones judías establecidas que estaban a la mano.

Los estudiosos nos dicen que la idea de la resurrección de cadáveres procedió de Persia y entró a la tradición judía durante el período intertestamentario. Hizo su primera aparición en el libro apocalíptico de Daniel, que fue escrito en el tiempo de los macabeos (más o menos por el año 200 a. C.). En la corriente de literatura apocalíptica judía que siguió (Esdras, Enoc, Jubileos, Testamento de Judá, etc.), la idea de la resurrección fue embellecida más y más con descripciones de los cuerpos resucitados de los muertos. La doctrina popular de la resurrección apoyada por los fariseos en los días de Joshua ben Adam suponía que hasta la naturaleza sexual de una persona sería preservada en la vida resucitada.

Algunos defendían la "realidad carnal" de la resurrección apelando a la santidad de la "antropología hebraica". Se dice que los hebreos tenían una visión holística o monística del hombre en contraste con el dualismo del pensamiento griego. Se arguye, además, que esta visión hebraica sobre la unidad del cuerpo y el alma viene con el imprimátur divino.

Hace algunos años, el pensamiento hebreo se volvió una especie de shibbolet entre los exponentes de la teología bíblica. Que Dios comunicó su verdad al mundo por medio del idioma hebreo se consideraba como indicación de que el pensamiento hebreo acerca de la naturaleza del hombre y otras cosas era superior a todo lo demás. Así, pues, el pensamiento hebraico estaba dentro; el pensamiento griego estaba fuera. Esta tendencia no carecía de algún mérito, pero se salió de control. Luego, el formidable erudito escocés James Barr sacó su escopeta y le voló todas las plumas a esta ave de moda para que no pudiera volver a volar.

Con la misma facilidad, se podría argumentar que Dios comunicó al mundo una verdad más avanzada en el idioma griego del Nuevo Testamento. ¿Avala eso de alguna manera el pensamiento griego? ¡Por supuesto que no! Pero, como señalaba Barr, la Biblia no representa sólo un ramal de pensamiento cuando se trata de la naturaleza del hombre. En la totalidad de la Biblia están representadas varias maneras de pensar. Aunque esa forma de dualismo griego, que es totalmente negativa acerca del cuerpo, por lo general no es defendida por los diferentes escritores bíblicos, ambos testamentos reflejan ciertamente la idea de que el hombre es una dicotomía de cuerpo y espíritu, cuerpo y alma o cuerpo y mente. Por ejemplo, "el polvo volverá a la tierra de donde fue tomado, y el espíritu regresará a Dios, que lo dio". (Eclesiastés 12:7); "el espíritu está presto, pero la carne es débil" (Mateo 26:41); "el espíritu lucha contra la carne y la carne lucha contra el espíritu" (Gálatas 5:17); "aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día" (2 Corintios 4:16); "no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar" (Mateo 10:28); "el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús" (1 Corintios 5:5).

Dos de las declaraciones precedentes se le atribuyen a Joshua ben Adam. A la luz de lo que antecede, nosotros argumentaríamos que lo que se preserva en la "resurrección" no es la carne, el viejo cuerpo, o el hombre exterior, sino el espíritu, el alma, el hombre interior, o la identidad personal esencial. Todas las ilustraciones se quedarán cortas, pero yo sugeriría que, en nuestra era moderna, la computadora es una buena ilustración de la relación entre el cuerpo (incluyendo el cerebro) por una parte y la mente por la otra. El cuerpo y el cerebro son el órgano de la mente, de la misma manera que el hardware de la computadora es la maquinaria donde se almacena la memoria. Si el hardware de la computadora queda anticuado, usted lo tira a la basura pero conserva la memoria o los datos esenciales que se han escrito en ella.

Otra observación concierne a la visión mundial hebrea. Si se supone que la resurrección sanciona la antropología hebraica, ¿por qué no sancionaría también la visión mundial hebrea del universo de tres pisos? ¿No dice Lucas que Joshua ascendió al cielo en una nube? Ése es el lenguaje de una sociedad de la tierra plana. Podría haber sido significativo para el hombre antiguo, pero un cielo en el firmamento y un Dios allí arriba no es una metáfora útil en esta era post-einsteniana.

La palabra "resurrección" tampoco nos sirve muy bien. En lo que transmite la imagen de un cuerpo que sale del sepulcro, esta palabra  es falsa y conduce a confusión. Los que insisten en aferrarse rígidamente a un lenguaje porque está en la Biblia podrían de manera similar usar el lenguaje de la Biblia para demostrar que nuestros procesos mentales y nuestras emociones no tienen lugar entre nuestras orejas, sino abajo en el corazón, los riñones, y los intestinos. Eso es lo que los escritores bíblicos realmente creían.

Pero es fácil demostrar que Pablo no está atascado en el lenguaje de la resurrección. Encontró otras maneras de transmitir la idea de hacer la transición de esta vida a la siguiente dimensión de la realidad.

En resumen, ¿qué podemos decir de esta tradición de la tumba vacía? Está muy bien, con la condición de que no sea nada más que una metáfora. Si se toma literalmente, es un refugio muy tembloroso de la fe.

Algunos estudiosos sugieren que, por lo general, las víctimas crucificadas no recibían sepultura apropiada. Eso era parte del humillante castigo. Estos estudiosos argumentan que, por lo general, los cadáveres de los crucificados eran lanzados a fosas abiertas si las aves de carroña y los perros ya no los habían comido. Los arqueólogos han descubierto evidencias de sólo un crucificado, aunque millares fueron ejecutados con este método. ¿Pero, ¿es tan importante si mis restos son devorados por las llamas o por los peces? Como dijo Lutero una vez, sería tonto el que quisiera que le devolvieran el viejo saco de excremento.

Supongamos que los arqueólogos descubrieran efectivamente los huesos de Joshua ben Adam, como algunos dicen que han descubierto el sudario. ¿Destruiría eso su fe en la resurrección? Es mucho mejor una fe que no está a merced de que alguien encuentre huesos o fósiles. Así, pues, es irrelevante si la tumba de Joshua estaba vacía o no.

LA CREDIBILIDAD DE LA
RESURRECCIÓN


Lo que hemos dicho en los capítulos precedentes no tiene el propósito de debilitar, mucho menos destruir, la fe de nadie en la resurrección. El propósito de todo ese palear fue deshacernos de algunas tradiciones acumuladas que ocultan la realidad de la resurrección. ¡No tiene sentido esconder la luz bajo un montón de estiércol!

Uno de los libritos más inspiradores que jamás he leído acerca de la resurrección fue escrito por Pinchas Lapide, un judío no cristiano, y titulado The Resurrection of Jesus [La resurrección de Jesús]. Aunque Lapide no cree que Joshua ben Adam fue todo lo que se le atribuyó, especialmente por parte de los cristianos gentiles, sí cree que Joshua realmente resucitó de entre los muertos. No cree todos los adornos de los relatos en los evangelios. Estos adornos son lo que él llama midrash cristiano. Pero sí cree que hay una realidad tras las apariciones de un Joshua resucitado, realidad que no desaparecerá.

Antes de que lleguemos a las razones de Lapide para hallar creíbles los informes de Lapide sobre la resurrección, observamos que está completamente versado en todos los problemas literarios, como los relatos divergentes e irreconciliables de la resurrección presentados en los cuatro evangelios. Acerca de esto, dice:

Mientras Pablo, que es el que más cerca está de los acontecimientos, sólo necesita cuatro frases (1 Corintios 15:3-7) para expresar su fe en la resurrección, Marcos, décadas más tarde, necesita ocho. Después de él, Mateo expande el informe a veinte versículos, seguido por Lucas, cuyo informe más tarde era más del doble de largo - 53 versículos. El cuarto evangelio, editado dos generaciones después de Pascua, mucho después de que habían muerto los últimos testigos presenciales, dedica al tema dos capítulos completos de todos los 56 versículos para describir lo que su autor pudo averiguar sólo de oídas. Mientras más tardío un informe, más larga la narración. Mientras mayor era la distancia del evento mismo, más colorida era la narración.

La razón de que algunos gentiles encontraran que todo esto era una piedra de tropiezo para la fe era que no entendían la naturaleza del midrash judío. Joshua y todos sus primeros seguidores eran judíos; de hecho, el Joshua resucitado sólo se apareció a judíos. Todos estaban completamente familiarizados con el midrash. Su lengua nativa era el arameo, y sólo tenían acceso a las versiones de las Escrituras en arameo. Estas traducciones se llamaban tárgumes. Los tárgumes no eran traducciones estrictas, pero contenían mucho midrash - una especie de interpretación/comentario judío sobre el texto hebreo original de la Escritura, que sólo unos pocos estudiosos todavía  sabían leer.

La tradición sagrada judía estaba llena de midrash. Lapide da ejemplos. Por ejemplo, el relato de la creación del hombre se hace en unas pocas palabras. Pero los rabinos tenían tradiciones que interpretaban o exponían la historia más completamente, como decir que Dios creó al hombre de último "para que después no circulara el rumor de que ... Adán le había ayudado". O que Dios creó al hombre de último para que éste no se sintiera arrogante, pues hasta el gusano fue creado antes que él".

En un midrash sobre la historia de Abraham e Isaac, los judíos leían cómo Satanás tentó a Isaac para que huyera de ser un sacrificio voluntario, diciéndole: "¿No sabes que este anciano senil y tonto, que se llama a sí mismo tu padre, te está llevando al matadero? ¿Por qué querrías morir en la flor de tus años? Todavía tienes un hermoso mundo delante de ti". Etc.

Así, pues, a medida que las historias sagradas eran contadas nuevamente, el narrador les daba vida y las hacía relevantes para los oyentes mediante un adecuado embellecimiento y una interpretación adornada. ¿No es esto lo que cualquier buen narrador o predicador hace aun hoy día? Por ejemplo, puede que pinte un cuadro de la experiencia del hijo pródigo, colocándole en un escenario más moderno para que los oyentes puedan relacionarse mejor con el relato. Nadie espera que permanezca rígidamente fiel al texto, pero él le da vida cambiando el reparto o hasta alterando la forma de la narración original para revivirla cuando la cuente nuevamente. Así también, cuando los primeros cristianos contaban y volvían a contar la historia de la resurrección a nuevos auditorios en diferentes marcos culturales, usaban midrash. Sabían que estaban usando midrash, y sus auditorios sabían que lo estaban haciendo también.

No. Los primeros evangelistas no estaban participando en una narración puramente ficticia, dice Lapide. "Culpar a los rabinos y evangelistas de un engaño [por usar midrash] o acusarles de mentir habría sido tan extraño a los judíos y a los cristianos judíos de aquel tiempo como a nosotros nos parecería una acusación de 'embellecimiento' contra Van Gogh o una acusación de corromper la historia contra Macbeth de Shakespeare" (p. 111).

También, el hecho de que la resurrección de Joshua no es demostrable no es obstáculo para que Lapide la crea. Dice que Dios se expone al escepticismo y la incredulidad porque renuncia a cualquier cosa que obligue a los hombres a creer. No puede ofrecerse ninguna prueba de la resurrección. Cita las palabras de Karl Jaspers: "Un Dios demostrado no es Dios". (p. 118-9). Lapide lamenta la apologética que convirtió la resurrección en "una reacción polémica y rencorosa contra los que negaron la Pascua" y "la hicieron objeto de un evento histórico que supuestamente no necesita ninguna fe para que sea considerado verdadero" (p. 99).

En su librito sobre el Pacífico Sur, James Michener cuenta de un predicador polinesio que presentaba este encantador "midrash" sobre el Calvario en su inglés chapurrado: "El Maestro mira hacia abajo, ve a Picaninny en gran dolor, y le pregunta: 'Hijo, ¿cómo están las cosas?' y Picaninny responde: ¡Bien, jefe'" (Return to Paradise, p. 157).

Ahora veamos las razones por las cuales Lapide cree que Joshua ben Adam fue levantado de entre los muertos:

1.  La resurrección es fiel a la fe del Antiguo Testamento.

Lapide reconoce que la doctrina de la resurrección de los muertos se solidificó tardíamente en la historia de Israel. Aunque la clara expresión de ella aparece en el muy tardío libro de Daniel, la idea de que Dios rescatará a su pueblo de la muerte está implícita en muchos pasajes, y es reforzada por las historias de Enoc, Moisés, Elías y Eliseo. Job expresó la esperanza de ver a Dios más allá de su presente existencia mortal. (Job 19:25-27). El regreso de Israel del cautiverio fue descrito en términos de que el Señor abriría sus tumbas. (Ezequiel 37:11-14). Isaías declaró: "Tus muertos vivirán; sus cuerpos resucitarán" (Cap. 26:19).

En el período intertestamentario, la implicación de éstos y muchos otros pasajes vino a ser la base de una creencia muy fuerte en una resurrección de los muertos en los últimos días, y la posibilidad de que podría ocurrir en individuos especiales en cualquier momento.

2.  La resurrección no es increíble.

Lapide llama la atención a la maravilla de la vida que surge de la materia muerta durante un período que duró miles de millones de años. Luego, "la conciencia surgió gradualmente, y de la conciencia, el amor y el conocimiento de sí mismo ... ¿no es cada árbol, cada flor, y cada niño una maravilla de Dios? ... Y luego pregunta:

¿Por qué la resurrección de un yo personal debería ser más milagrosa después de pasar por la muerte que el despertar gradual de un ser humano de la materia sin vida del óvulo fertilizado? Y si los físicos afirman que en este universo inagotablemente vasto ni una sola onza de substancia se pierde sino que cambia de forma, ¿por qué el don más precioso que Dios quiso darnos, una chispa de su fuego, el aliento de su espíritu, debería desaparecer sin dejar rastro después de nuestro fallecimiento terrenal? Argumentar en contrario no sólo desmentiría toda confianza en la salvación sino que también contradiría la lógica elemental de la ciencia natural. Por esto, la esperanza de la resurrección es una fe razonable que debería ser suficiente para una vida significativa y plena en la tierra. (p. 150).

En este punto, Lapide suena como Pascal, que decía que, para una persona que ha muerto, vivir nuevamente no es más asombroso que viva una persona que nunca ha vivido.

3. La resurrección es la explicación más razonable para la transformación de los discípulos.

Mientras que Lapide, como todos los críticos literarios, puede ver las obvias discrepancias y los embellecimientos ("el midrash cristiano") en los relatos del Nuevo Testamento sobre la resurrección, también confiesa su creencia en que hay una realidad esencial que no puede ser explicada. Incluidas en los informes del Nuevo Testamento sobre la resurrección hay cosas que nunca habrían sido incluidas si los autores estuviesen simplemente tratando de inventar una historia. Por ejemplo, la terrible exclamación de Joshua sobre el abandono de Dios no habría sido incluida en una mera invención. Parece contradecir lo que los discípulos creían acerca de él y habían esperado de él. Tampoco habrían incluido el testimonio de las mujeres en un relato inventado porque todo el mundo en aquela cultura sabía que el testimonio de las mujeres no era aceptado como evidencia creíble.

Pero la gran cosa que mueve a este historiador judío es la asombrosa transformación de los discípulos. Yo lo cito con cierta extensión porque ningún apologista cristiano lo ha dicho mejor:

A pesar de todos los embellecimientos legendarios, permanece en los registros más antiguos un grano histórico reconocible que simplemente no puede ser desmitificado. Cuando este grupo de apóstoles asustados y aterrados, los cuales estaban a punto de arrojar todo para huir desesperados hacia Galilea; cuando estos campesinos y pastores, y el pescador que traicionó y negó a su maestro, y luego le fallaron miserablemente, de repente fueron cambiados de la noche a la mañana para convertirse en una confiada sociedad con una misión, convencida de la salvación y capaz de trabajar con mucho mayor éxito después de la Pascua que antes de la Pascua, ninguna visión ni alucinación es suficiente para explicar una transformación tan revolucionaria ...

Si el derrotado y deprimido grupo de discípulos pudo, de la noche a la mañana, transformarse en un victorioso movimiento de fe, basado solamente en la autosugestión o el autoengaño -- sin una experiencia de fe fundamental -- esto sería un milagro mayor que la resurrección misma ...

En cualquier caso, queda excluida cualquier clase de engaño, ya sea el robo del cadáver, un trance, o la invención de un milagro ...

No puedo creer en la tumba vacía ni en los ángeles con ropaje blanco ni en la apertura del cielo ni en el absurdo milagro del llamado Evangelio de Pedro. Todo eso pertenece al fraude piadoso de generaciones posteriores, las cuales ya no sentían ellas mismas el impacto directo, sino que trataban de despertar el entusiasmo embelleciendo la verdad. Si uno quita cuidadosamente todas estas adiciones literarias, nos queda un cierto 'algo' que, en la sencilla manera de expresarse de los apóstoles, se ha llamado resurrección.

Lapide casi se vuelve divertido cuando critica a esos desmitificadores y eruditos liberales que dicen que Joshua resucitó "en el kerigma", "en el corazón de su pueblo", o en el sentido de que su mensaje continúa. A lo cual este judío responde:

Pero este y conceptos similares me parecen demasiado abstractos y eruditos para explicar el hecho de que los sólidos montañeses de Galilea que, por la misma razón de la crucifixión de su maestro, se morían de tristeza, fueron transformados en un corto período de tiempo en una jubilosa comunidad de creyentes ...
Una cosa podemos suponer con certeza: ni los doce ni la iglesia primitiva creían en la ingeniosa sabiduría de los teólogos. Ciertamente, difícilmente habrían entendido lo que los caballeros de la erudición quieren decir con tantos rodeos ... Sin embargo, para los primeros cristianos que pensaban, creían, y esperaban a la manera judía, la inmediata historicidad no era sólo parte de ese suceso, sino la indispensable precondición para el reconocimiento de su importancia para la salvación. A todos estos cristianos que creen en la encarnación (algo que yo no puedo creer), pero tienen dificultades con la resurrección entendida históricamente, probablemente se les aplica la palabra de Jesús de "guías ciegos, que cuelan el mosquito pero tragan el camello" (Mateo 23:24).

¡Wow!

4.  La resurrección es consistente con la justicia de Dios.

Para Lapide, es inconcebible que Dios llame al hombre, no sólo a la vida, sino a la conciencia y al conocimiento de Dios, y luego le abandone en la tumba. Si la muerte es la palabra final en un mundo expuesto a las catástrofes y la miseria, entonces ha desaparecido toda base para la esperanza.

Si la deserción por parte de Dios y el sufrimiento de torturas mortales son el fin de una gran persona llena de esperanza, ¿cómo pueden las personas seguir esperando la bondad y la justicia en medio de un mundo que continúa siendo tanto inhumano como alejado de Dios? (p. 146).

En el caso de Joshua ben Adam, Lapide ve su muerte como el asesinato sin sentido de un hombre de Dios por la élite civil y religiosa. Pero algo ocurrió en medio de esta tragedia para convencer a Pedro y a los otros de que la muerte de este mártir no era la última palabra de Dios. Ese algo fue la resurrección.

En otras palabras, ¿pueden los estafadores dejarse torturar y perseguir en nombre de una ilusión - hasta de un gozoso martirio? (p. 141).

Si Dios es todo justo y todo misericordioso, entonces la muerte en este mundo no puede ser el final definitivo(p. 54).

Este es realmente el primer y último argumento de Lapide. En este punto, Pablo el fariseo aplaudiría a su coterráneo judío. Si usted le preguntara al gran apóstol quién es Dios, le contestaría: "Dios es el que resucita a los muertos". En cualquier otro Dios no vale la pena creer.

LA RESURRECCIÓN Y EL ESCÁNDALO
DE LA JUSTICIA DE DIOS


Justicia en el Antiguo Testamento

Justicia, del hebreo tsadaq, es la palabra más importante usada en el Antiguo Testamento para representar el carácter de Dios. Es también el concepto del Antiguo Testamento más erróneamente interpretado.

Justicia, o rectitud, es también la palabra más importante usada en el Antiguo Testamento para expresar la esencia de la obligación humana. Pero, ya sea que tsadaq se refiera a Dios o al hombre, significa simplemente hacer lo correcto.

Hay dos clases de justicia, o dos maneras de entender hacer lo correcto. Estas palabras atraviesan la literatura del Antiguo Testamento y están en verdadera tensión con respecto la una de la otra.

Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos. (Deuteronomio 6:25).

Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos. (Levítico 18:5).

Esta clase legal de justicia queda enfatizada en  las porciones sacerdotales de la literatura del Antiguo Testamento. Se trata de recompensas y castigos, ojo por ojo, expiación o justicia retributiva.  ....

No podemos desestimar de antemano esta clase de justicia como si no sirviera ningún propósito útil. Si Israel iba a existir como sociedad civil, algunos estándares mínimos tenían que cumplirse y alguna disciplina externa debía mantenerse. Pero, como habría de observar Pablo en su carta a los gálatas, esta justicia de la ley era un régimen temporal, pedagógico, impuesto a niños hasta que llegaran a la mayoría de edad. (Ver el capítulo 3:21-25).

El Antiguo Testamento presenta otra clase de justicia. Se describe en relatos de las poderosas hormigas de Dios en nombre de su pueblo. Se canta a menudo en los Salmos. Pero, sobre todo, es una justicia que es defendida por los profetas del Antiguo Testamento.

Esta es una justicia que significa hacer lo correcto en términos de ser fiel a una relación, lo que el Antiguo Testamento a menudo llama un pacto. Conlleva la idea de lealtad a un compromiso personal, fidelidad a una promesa personal, y fidelidad a las obligaciones personales. Esta es la justicia del amor, que es ilustrada con el pacto del matrimonio o la obligación de la paternidad. Es una justicia que trasciende toda categoría legal. No está basada en resultados de acuerdo con papeles legales, sino que está basada en una aceptación incondicional, en estar allí para el prójimo en tiempo de necesidad, para bien o para mal. Esta clase de justicia no significa cobrárselas, vengarse, hacer expiación, castigar por los errores cometidos, y cosas semejantes, porque ...

No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados ... porque él conoce nuestra condición, se acuerda de que somos polvo. (Salmo 013:10:14).

Esta es la clase de justicia que ardía de compasión por una tribu de esclavos y actuó para liberarlos de la opresión en el Éxodo de Egipto. Dios no hizo esto por ellos porque eran justos o mejores que todos los demás. Lo hizo porque su justicia se basa en el favor hacia el pobre y el oprimido, el huérfano y el indefenso, y todos los que lo invocan pidiendo misericordia y perdón. Para ellos, la justiciia de Dios significa salvación, liberación y aceptación. (Ver Salmos 51:14; (13:6; Isaías 56:1).

Esta es la clase de justicia que los profetas llamaban al pueblo de Israel a practicar. Estos intrépidos visionarios a favor de una nueva clase de justicia social derramaban desprecio hacia la justicia sectaria de Israel. Ridiculizaban la justicia de las asambleas religiosas, el ofrecer sacrificios y las festividades sagradas:

Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios ...

¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores.

¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ...

¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?

¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?

¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo lo cubras, y no te escondas de tu hermano? (Isaías 58:2-79).

Quizás el pasaje del Antiguo Testamento que mejor resume el significado de la justicia de Dios es éste:

"Jehová es el que hace jsuticia ... a todos los que padecen violencia". (Salmos 103:6).

La justicia de Dios en ben Adam

Para Joshua ben Adam, la justicia de Dios y el reino de Dios eran una y la misma cosa. (Ver Mateo 6:33). Las buenas nuevas del reino que siempre estaban en sus labios eran las buenas nuevas de la justicia de Dios. Fiel a ese espíritu de justicia, iba por los lugares predicando acerca de ayudar "a todos los oprimidos". (Ver Hechos 10:38; Lucas 4:18).

El método de Joshua para enseñar eran las parábolas. Era un relator consumado que comenzaba diciendo: "Había un hombre que tenía dos hijos ...". O "Había un propietario que necesitaba contratar trabajadores ...". También era el maestro de las hipérboles y las exageraciones deliberadas. Algunos de sus dichos o hacían reír a la gente o les hacía crujir los dientes. Si sus relatos auténticos no le dan a usted la impresión de ser extravagantes es porque o usted no logra apreciar el entorno cultural del relato o usted está demasiado acostumbrado a oir el relato esterilizado por el babeo religioso. Sus parábolas eran un asalto calculado y poderoso contra todos los cánones de justicia aceptados. Todo lo ponía de cabeza. Los reverenciados modelos de su sociedad - los sacerdotes, los levitas, los fariseos, los gobernantes, los ricos terratenientes, los hijos que obedecían respetuosamente las costumbres establecidas, etc., - se convertían en objeto de burla; pero aquellos a los que la sociedad consideraba con desprecio -- derrochadores, bribones, recaudadores de impuestos, samaritanos y otros personajes desagradables -- se convertían en héroes increíbles.

Joshua era también maestro del contraste. Establecía dos clases de justicia - la justicia legal de sus oponentes y la justicia salvadora de su reino - en lados opuestos del campo de batalla.

Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. (Mateo 5:20).

La justicia de los fariseos era una justicia que consistía de la estricta obediencia al texto escrito. Pablo, el fariseo cristiano, la llamaba "la justicia basada en la ley", en la cual él había sido una vez "irreprensible". (Filipenses 3:6, 9).  

Joshua contaba la historia de dos hombres que oraban en el templo. Uno era un fariseo que daba gracias a Dios por su vida intachable de acuerdo con las estipulaciones de la Torá. El otro era un recaudador de impuestos que se sentía tan avergonzado de su conducta que se golpeaba el pecho y pedía la misericordia de Dios. En este relato, el villano se fue a su casa como un hombre que había hecho lo correcto, pero el hombre que era intachable en términos de la justicia de la ley se fue a su casa condenado.

Según Joshua ben Adam, la justicia de Dios no es la clase de justicia que puede ser pesada, medida y calculada por ninguna clase de ley. No es la clase de justicia "ojo por ojo y diente por diente" de que se habla en la ley de Moisés. Es más bien la generosidad abrumadora, sin cálculo, escandalosa, que da sin esperar nada a cambio, que devuelve bien por mal, no guarda rencor por ofensas recibidas, envía lluvia sobre malos y buenos, y absolutamente nunca se le agota la misericordia y la disposición a perdonar. La justicia de Dios es todo esto porque es la justicia del amor, la dsposición a salvar a los oprimidos.

En su historia sobre el padre que gozosamente recibe al hijo derrochador, no hay ninguna indicación de aceptación basada en la justicia retributiva o la expiación por el honor mancillado del padre. Con despreocupación casi carente de vergüenza por su propia reputación y dignidad - lujos que el amor no se puede dar - corre a su casa a dar la bienvenida al derrochador como si fuese alguna clase de héroe. El hermano mayor, decente y obediente a la ley, se siente ofendido por lo que percibe como el descuido total del padre por los cánones de la justicia. (¿Está este derrochador a punto de dar otro mordisco a la propiedad de la familia?) A menos que sintamos alguna empatía por el agravio del hermano, no habremos comenzado a entender la naturaleza un tanto escandalosa de la historia.

Por medio de esta y otras historias brillantemente preparadas, Joshua penetra el corazón de la cancerosa "justicia de la ley". El suyo no es un ataque contra la ley como tal, pues sabe que ninguna sociedad existiría sin estándares mínimos acerca de lo que es tolerable dentro de una sociedad. Ése no es el problema. Lo que Joshua expone al público es usar la ley (que, en su contexto, incluye religión, doctrinas, y teología, así como ética) como el agente mediador de las relaciones personales, ya sean con Dios o con el prójimo. Cuando se le permite a la ley entrometerse como agente intermediario en las relaciones humanos, no sólo nos mantiene distanciados de Dios, sino también nos mantiene distanciados de nuestro hermano, nuestro padre, nuestra esposa o cualquier otro prójimo. Cuando se le permite a la ley determinar la manera en que nos relacionamos con otras personas, no podemos evitar ser criticones, no perdonadores, discriminadores, y sobre todo, descuidados en ocuparnos del bienestar de los demás y sentir compasión por ellos. Primero, la justicia de la ley trae división y separación, luego desprecio y odio por los demás, y finalmente persecución y muerte para ellos en nombre de Dios y de la ley. En resumen, la justicia de la ley nos convierte en inhumanos. No sólo nos oculta de nuestra propia carne según la queja del profeta Isaías (cap. 58:7), sino que nos oculta de Dios. Nos pone en una celda de aislamiento, ¡exactamente lo que sucede que es toda secta religiosa!

Todo el mundo es extraño, excepto usted y yo. Y hasta usted es un poco extraño.

Joshua contaba la historia del fariseo y el recaudador de impuestos para beneficio de los que estaban confiados en que eran justos mientras despreciaban a los demás. Pero el relato muestra que uno puede hacer lo correcto (ser justo) o uno puede despreciar a los demás, pero no ambas cosas.

En la historia sobre los dos hermanos - el derrochador y el que era obediente y correcto - se muestra que el hermano que era "fiel" a la ley nunca tuvo un vínculo de amor ni con su padre ni con su hermano. Cuando el padre trató de amonestarlo, diciéndole: "Hijo, tú siempre me tuviste contigo", aparentemente eso no le importó nada. Él sólo quería la justicia de la ley. Esta actitud le alejó de toda simpatía hacia su hermano. Cortó toda comunidad con su padre. No disfrutó de la música y la danza de la fiesta. No tenía nada que celebrar. La justicia de la ley le había puesto en una celda de aislamiento.

Cuando Joshua hablaba de que el reino de Dios estaba presente, lo que quería decir era que la justicia de Dios se haría visible y tendría un rostro humano. Esto no puede ocurrir siendo nosotros legalistas, religiosos ni perfeccionistas, sino siendo verdaderamente humanos a imagen y semejanza de Dios. En primer lugar, esto significa admitir nuestra finitud, nuestra fragilidad, nuestra necesidad de liberación de las cosas que nos oprimen. Entonces, según recibimos, somos llamados a tener la misma disposición a dar también. "De gratis recibísteis, dad de gratis".

Ser humano es como tener dos brazos. Con uno recibimos, y con el otro damos. Ser humanos es ser débiles e indefensos. No sólo necesitamos a Dios; necesitamos a los demás y no podemos vivir sin ellos. Aunque uno sólo desee hacer dinero y divertirse, necesita a los demás para hacer eso. Pero ser humano también significa tener notable capacidad para ayudar a otros. Ser humano significa ser totalmente dependientes y ricos en capacidades al mismo tiempo.

De acuerdo con Joshua, le damos a la justicia de Dios un rostro humano cuando somos interminablemente perdonadores, incondicionalmente aceptadores, y no juzgadores, por gracia. Significa vivir sin menospreciar a ninguna persona como inferior, ni envidiar a nadie como superior. Significa estar dispuesto a relacionarse con otros sin pruebas religiosas, sin títulos, sin ningún pensamiento de justicia retributiva. La gracia de Dios puede ser escandalosamente gratis, pero no es barata. Es un acto difícil de seguir. De hecho, es un acto imposible de seguir a menos que podamos creer en nuestros corazones que la justicia de Dios es algo que nunca falla, ni se agota, sino que triunfa por encima de cualquier tragedia humana, incluyendo especialmente la tragedia de la muerte. Esto nos lleva a considerar la confrontación final entre la justicia de la ley y la justicia de Dios.

La justicia y la resurrección

En el juicio y la ejecución de Joshua ben Adam, un hombre fue llevado ante la justicia. Esta clase de cosas sucedía todo el tiempo, y en este mundo continúa sucediendo todo el tiempo. Las estructuras civiles y religiosas no pueden existir sin "ley y orden". Los que quebrantan la ley tienen que ser llevados ante la justicia. Esto significa castigo o prisión.

En el caso de Joshua siendo llevado ante la justicia, nos perderemos por completo el mensaje de la historia si caricaturizamos las autoridades legales como gente mala. Por el contrario, éstas eran las mejores autoridades religiosas y civiles que el mundo civilizado de aquel tiempo podía ofrecer. Los principales actores de este drama de llevar a un hombre ante la justicia no eran hombres malos decididos a pervertir el curso de la justicia, sino simplemente hombres que tenían la responsabilidad de administrar justicia de acuerdo con la ley.

Durante el ministerio público de Joshua, era acusado constantemente de ser "glotón y borracho", quebrantador del sábado, y violador del código de santidad, especialmente debido a su costumbre de comer con personas inmundas. Cuando causó un gran revuelo en los recintos del templo al voltear las instalaciones del cambio de moneda y persiguió a la gente con un látigo, fue acusado de profanar el templo. Según una estricta interpretación de la Torá, todos estos delitos acarreaban la pena de muerte. Si había alguna dificultad en llevar adelante todas estas acusaciones, había una ley cuya claridad no podía evitarse: La Torá decretaba que, si surgía un profeta que apartaba a la gente de la obediencia a la ley, con toda seguridad sería ejecutado. (Véase Deuteronomio 13:1). Así, pues, las autoridades judías finalmente llegaron a este consenso simple: "Tenemos una ley, y según esa ley, debe morir". (Juan 19:17).

Joshua fue entregado a las autoridades romanas, no porque hubiese ninguna distinción entre los poderes civiles y religiosos en aquellos días, sino simplemente porque Roma se había reservado el derecho a imponer la pena capital. Roma tenía leyes muy severas en relación con todo asunto de sedición, rebelión, y reuniones ilegales. Los galileos eran especialmente sospechosos. Los romanos ya habían ejecutado a un gran número de espíritus rebeldes oriundos de Galilea. Esa provincia se había hecho notoria como caldo de cultivo de insurgentes, zelotes, y chiflados mesiánicos. Además, las leyes romanas decretaban que César era el divino "hijo de Dios". No se toleraba ningún rival, ¡en ninguna parte! Ningún agitador galileo tendría la oportunidad de sobrevivir en este clima. Aunque a Pilatos no le gustara ejecutar a Joshua, no tenía ninguna opción como instrumento de las leyes romanas.

En todo caso, Joshua era sólo otro hombre insignificante llevado ante la justicia. (Decimos insignificante, porque no había casi ninguna mención de él en ningún círculo judío ni romano contemporáneo). De no haber sido por la asombrosa intervención de la Pascua, habría desaparecido de la historia sin dejar rastro.

Por muy impresionante que el maestro galileo pueda haber sido para su pequeño grupo de partidarios, parecía patéticamente débil mientras era rápidamente era arrestado y llevado a una ejecución brutal. Toda la fe y el optimismo de los discípulos desapareció. Huyeron a esconderse como gatos, sin esperar cerca para presenciar las escenas finales de su causa sentenciada. Si sólo mostraban sus rostros alrededor de Jerusalén, era probable que fueran arrestados y crucificados como simpatizantes, de acuerdo con la práctica romana.

Hubo un insulto final que añadir a la causa muerta y enterrada de Joshua ben Adam. No sólo murió totalmente desacreditado a los ojos de las más altas autoridades del mundo, tanto religiosas como civiles, sino que, según parecía, estaba totalmente desacreditado a los ojos de Dios. La ley de Moisés había decretado que cualquiera que fuera colgado en una cruz era maldito de Dios. (Ver Deuteronomio 21:23). Los relatos posteriores de que su cuerpo fue embalsamado y puesto en el sepulcro de un rico no han sido bien atestiguados. Es bastante probable que su cuerpo sufriese el insulto último de las crucifixiones romanas -- no tener un funeral decente, sino ser lanzado a fosas para ser devorado por los perros y las aves carroñeras.

En todo caso, la muerte de Joshua fue el escándalo último con que el cristianismo primitivo tuvo que habérselas. Lapide sugiere que una gran porción del Nuevo Testamento fue motivado por el esfuerzo para explicarla. Pero la muerte inoportuna de Joshua fue una tragedia brutal y sin sentido. En sí misma no tenía ningún significado. La muerte es un enemigo que parece vaciar de sentido la vida, la bondad, el amor y todo lo hermoso en la vida. Millones de otros hombres, la mayoría de los cuales han sido desconocidos y sin gloria, han sufrido la misma suerte que Joshua ben Adam. Han sido cruelmente torturados, quemados vivos, descuartizados, o dejados perecer de hambre, sed, o privados de compañía humana. ¡Se les han hecho estas cosas también en nombre de la justicia, la ley, Dios! El mundo parece estar gobernado por idiotas y burócratas que, tan pronto se ponen detrás de su monstruo llamado "la justicia de la ley", atropellan a la gente. Las autoridades religiosas no han estado exentas de moler su porción de huesos humanos.

La muerte de Joshua ben Adam se yergue como paradigma de la justicia de este mundo, la justicia del hombre, la justicia de la ley.

Cuando los poderes de este mundo hubieron llevado a Joshua ben Adam a su idea de justicia, un tribunal superior fue convocado para llevarlo a otra clase de justicia.

Jehová es el que hace justicia ... a todos los oprimidos. (Salmos 103:6).

Él librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere quien lo socorra ... de engaño y de violencia redimirá sus almas, y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos. (Salmos 72:12-14).

El hombre a quien los gobernantes de este mundo condenaron a la muerte más ignominiosa fue ahora "declarado hijo de Dios por la resurrección de los muertos" (Romanos 1:3). Dios le exaltó y le dio un nombre que es por encima de todo otro nombre. (Filipenses 2:9). "Le levantó de entre los muertos ... muy por encima de todo gobierno y toda autoridad y todo poder y dominio". (Efesios 1:20, 21). "Dios le hizo Señor y Cristo - a este Joshua a quien habéis crucificado" (Hechos 2:36).

En la resurrección, "se revela la justicia de Dios" (Romanos 1:17). Esta justicia es un escándalo para el mundo, no porque revierte completamente el juicio del mundo, y no sólo porque es una justicia salvadora para los oprimidos, sino que es un escándalo porque es "justicia de Dios aparte de la ley" (Romanos 3:21). A diferencia de la justicia de la ley, no es una justicia calculada, medida, que paga ojo por ojo. Es la justicia que los profetas del Antiguo Testamento comenzaron a anticipar, que Joshua ben Adam trató de ilsutrar en relatos bastante extravagantes o trató de representar en su compasión por los oprimidos. Era la justicia en que todavía confiaba cuando fue abrumado por el completo fracaso y el desastre total.

Lo que hizo a la Pascua tan electrizantemente liberadora fue la percepción de que la resurrección de Joshua era de monumental importancia para toda la situación humana. La exaltación de Joshua a la diestra de Dios era la revelación de la solución final de Dios para la situación humana. Porque el Dios que ha llamado a la raza humana del lodo evolutivo de la creación a la conciencia y el reconocimiento de sí mismo tiene un destino para esta criatura, que no será abandonada:

Le has hecho poco menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos. Todo lo pusiste debajo de sus pies. (Sal. 8:5, 6).

Like the Hound of Heaven - "con majestuosa prisa y paso no perturbado" -- el Creador ha proseguido a su meta durante el largo curso de la historia, a veces perdiendo batallas, peor nunca perdiendo la guerra.

¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me lvidaré de ti. (Isaías 49:15).

Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. (Jeremías 29:11).

La justicia de Dios no es una justicia de la ley. Está fuera de toda proporción con cualquier cosa remotamente merecida. Irrumpe en todas las categorías de lo que es lógico o mensurable. Como la vida misma, es un don de inconcebible generosidad. Es todo esto porque es una justicia basada en la fidelidad a su propio pacto de amor.

Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu misericordia. (Lamentaciones 3:22, 23).

Las buenas nuevas de la Pascua son que la muerte no tiene la última palabra. El propósito no era que la vida terminara en la tragedia de la tumba. La justicia de Dios convirtió lo que era un paradigma de todas las tragedias humanas en la celebración del triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio. Fueron vindicadas las palabras de Joshua: "No temas a quien puede matar el cuerpo, pero no puede destruir tu vida". (Mateo 10:38). "Dios no es Dios de muertos, sino de vivos". (Mateo 22:32). O como dijo el día de su muerte al ladrón moribundo: "Hoy estarás conmigo en el paraíso". (Lucas 22:43).

LA RETIRADA DE LA RELIGIÓN CRISTIANA 

La retirada de la centralidad de la resurrección.

El mensaje de la resurrección era absolutamente central para los primeros cristianos. Eso está bastante claro en los relatos de sus predicaciones en el libro de Hechos. Lo central no era la divinidad de Cristo ni su expiación en la cruz. Estos fueron problemas que se desarrollaron más tarde y adquirieron importancia. Pero el evangelio original era la palabra de la resurrección.

Si la resurrección hubiese permanecido central, ese gran abismo entre la predicación de Joshua sobre el reino y la predicación de la iglesia sobre otras cosas -- un problema del cual muchos estudiosos son ahora muy conscientes -- no se habría desarrollado. Porque el corazón de la predicación de Joshua acerca del reino era el escándalo de la justicia salvadora de Dios, y en el evangelio de su resurrección se revelaba la misma justicia de Dios (Romanos 1:17). La clase de justicia por la cual Joshua dio su vida, Dios la ejecutó al resucitarle de los muertos.

Pero no se necesitó mucho tiempo para que otros problemas tomaran el lugar de la centralidad de la resurrección. En nuestro número de Verdict llamado Una Teología de la Resurrección, que publicamos hace 15 años, documentamos el testimonio de estudiosos tanto católicos como protestantes en el sentido de que la iglesia no tenía una teología de la resurrección. Es bien sabido que el catolicismo hizo a la encarnación central a su teología, mientras que el protestantismo convirtió la expiación en la cruz en la parte central. La resurrección fue mayormente relegada al campo de la apologética, en la cual las llamadas pruebas de la resurrección fueron usadas para establecer las pretensiones a favor de la divinidad de Cristo y el papel exclusivo de la iglesia como poseedora de las llaves del cielo.

La retirada de la centralidad de la resurrección comenzó cuando la iglesia trató de mitigar lo que parecían ser los escandaloss rasgos del nacimiento, la vida y la muerte de Joshua. La resurrección había convencido a los seguidores de Joshua de que Dios mismo le había exaltado a la posición de "hijo" o "Mesías". Ningún honor era demasiado grande para que le fuese conferido, y esto los presionó para embellecer su historia en la preservación de su posición.

Para comenzar, tenían que habérselas con el escándalo de un Mesías galileo. Los galileos eran tenidos en muy baja estima por los judíos ortodoxos de Judea. Los galileos tenían el estigma de ser algo así como los palurdos provincianos. Se decia generalmente que ningún profeta saldría de Galilea;y sugerir que el Mesías real vendría de Galilea era casi como una blasfemia. Luego se añadía a eso el escándalo de la muy irregular concepción de Joshua. Así, pues, más o menos 50 años o dos generaciones después de la Pascua, tenemos la introducción de relatos muy artificiales en Mateo y Lucas para mostrar que Joshua no había nacido en Galilea en absoluto, sino en Judea (un relato no apoyado ni por Marcos ni por Juan). Nos saltaremos por el momento cómo suavizó la iglesia el escándalo de su bautismo por Juan (¿por qué bautizar a un hombre sin pecado?), y el escándalo de su radical compañía en la mesa, y pasaremos al mayor escándalo de todos: ¿Cómo es que un galileo completamente desacreditado, que murió en una desgracia pública como ésa, podía ser el Mesías?

La iglesia explicó el escándalo diciendo que la muerte de Joshua era un sacrificio para pagar por los pecados del mundo. Es decir, Joshua no sólo fue asesinado a manos de un hombre que cumplía la ley, sino que fue muerto por Dios mismo al cumplir su ley, que era aun más terrible. Por tanto, el enfoque pasó de la justicia salvadora de la resurrección, que es una justicia "aparte de la ley", a la clase de justicia punitiva y de retribución.

La retirada de la justicia de la ley

Lo que todo esto significa es que la religión cristiana efectuó una retirada completa hacia la antigua justicia de la ley, que Joshua ben Adam había repudiado y la cual Dios había expuesto a la luz pública y hecho añicos en la justicia de la resurrección. Como veremos, la iglesia insufló nueva vida a la antigua justicia de la ley y estableció el legalismo más allá de cualquier cosa que el judaísmo hubiese conocido. Enfocándose en la salvación por medio de la muerte en la cruz en lugar de por medio de la vida de la resurrección, el sistema entero de la teología cristiana se convirtió en un schema de justicia latina de principio a fin.

Todo el sistema teológico cristiano, ya sea católico o protestante, comienza con la premisa de que Dios tiene una ley que requiere del hombre perfecta obediencia a cada uno de sus decretos hasta el máximo grado.

Se suponía que hubo un tiempo en que el hombre y la mujer eran perfectamente sin pecado y aptos para rendir esa clase de obediencia a la ley de Dios. Se decía que no había muerte ni imperfecciones en ninguna parte del mundo - ¡presumiblemente hubo un tiempo cuando ni siquiera los peces del mar se comían unos a otros!

¡La ley de Dios decretaba cero tolerancia! ¡Un strike, y uno está fuera! Así, pues, por una simple falta, estos primeros seres humanos fueron sacados fuera del favor de Dios, abandonados en esta tierra como alguna clase de colonia de leprosos, y sentenciados, no sólo a sufrimientos temporales, miserias y la muerte, sino a la condenación eterna, junto con toda su descendencia, que heredaron el pecado original. La muerte también se extendió por toda la faz de la naturaleza como resultado de un acto que acarrreaba el pleno castigo de la ley.

(Este mito de la caída, recitado arriba, es sólo la versión cristiana ortodoxa de un antiguo mito babilónico reciclado que debió haber sido descartado hace siglos como verdadera basura intelectual. Pero, como veremos, se pone mucho peor).

La pena por la más pequeña infracción de una ley infinita tenía que ser un castigo infinito.

Puesto que el honor y la integridad de esta ley tenían que ser mantenidas, Dios no podía perdonar a menos que las demandas de esta ley se cumplieran plenamente y la pena por la transgresión se pagara completa. Alguien tenía que ganarnos la divina aceptación y quitar el cerrojo a las puertas del cielo.

La condición de la salvación es exactamente la que siempre ha sido - perfecta obediencia a la ley de Dios. En la obediencia activa de su vida, Cristo guardó perfectamente la ley por nosotros en cada decreto hasta el mínimo grado. Luego, en la obediencia pasiva, pagó la pena infinita por nuestros pecados. De acuerdo con esta premisa, tenía que ser una persona infinita para satisfacer una ley infinita.

Habiendo sido satisfecha la justicia de la ley de Dios por sus méritos infinitos, Dios puede ahora perdonarnos sin violar el honor de su ley. Puede salvarnos de una manera que vindica su régimen de justicia legal. De acuerdo con todos los "buenos" teólogos, nuestra salvación es sólo un medio hacia un fin más alto - la vindicación de esta justicia de la ley.

Es en la aplicación de los méritos de Cristo que se desarrolló una diferencia entre católicos y protestantes. Los católicos decían que, en respuesta a la fe, Dios justifica al pecador haciéndole justo por la infusión de la gracia ganada para él en la cruz. Los protestantes decían que Dios lo declara forénsicamente justo al imputarle los méritos de la obediencia activa y pasiva de Cristo, después de lo cual comienza el proceso de hacerle justo mediante una infusión de la gracia. No seguiremos comentando todos los sutiles argumentos legales sobre imputare y efficare, la fe formada con caridad versus la fe sola, el ordo salutus y muchas cosas más. La disputa entera se basaba en las premisas de la estructura legal latina que ambas partes aceptaban. Toda esta estructura ahora debía ser descartada. No sólo está basada en una visión mundial desfasada por lo menos en dos mil años, sino que se basa en imágenes religiosas de una caída y una expulsión de la presencia de Dios que Joshua ben Adam descartó totalmente.

Ahora reenfoquemos el punto principal en este breve bosquejo de la ortodoxia cristiana. De principio a fin, es un evangelio de acuerdo con la ley y un sistema de justicia legal. La resurrección apenas si entra en esta teología. ¿Cómo podría ser de otra manera, puesto que en el evangelio de la resurrección "se manifiesta la justicia de Dios aparte de la ley"? (Romanos 3:21). Es decir, la resurrección es el escándalo de una justicia salvadora que trasciende todas la categorías legales porque es una jsuticia basada en la aceptación incondicional del amor divino que nunca, en ningún momento, ha contemplado separar a nadie de una comunión con Dios sin intermediario. Sería más excusable creer en una tierra plana, y ciertamente menos perjudicial en términos psicológicos, que seguir sosteniendo puntos de vista sobre la justicia de Dios que, en algunos respectos, son peores que un mal paganismo.

La retirada hacia un Mesías deificado

Los estudiosos concuerdan ahora en que los primeros creyentes, siendo judíos, se atenían a un estricto monoteísmo. Se creía que Joshua era el "hijo de Dios" en su sentido tradicional de ser elegido y ungido como el rey mesiánico. Cualquier lectura sincera de los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) no revela ninguna evidencia de que estos autores creyeran que Joshua ben Adam era Dios. Un hombre de Dios, ¡ciertamente! Dios en forma humana, ¡ciertamente que no! James Dunn (Unity and Diversity en the New Testament) adopta la posición de que el desenvolvimiento hacia una teología plena de la encarnación (es decir, que Jesús es Dios) era un proceso inevitable y maduradorde la fe cristiana.

En cierto sentido, la transformación de Joshua ben Adam en Jesús Dios era inevitable, considerando la retirada hacia una religión de una justicia legal, retributiva, centrada en la muerte de Cristo. Si luego ponemos eso en el contexto del mito de la caída y una ley que exige una penalidad infinita para el pecado humano, ¿quién más podía pagar el precio y abrir el cerrojo a las puertas del cielo sino un miembro de la Deidad?  Hay cierta lógica en esta religión legal, pero está completamente fuera de lugar en relación con la justicia escandalosa y liberadora de la resurrección. ¡Es la teología de Dios en una caja legal, y una antigua caja latina además!

También es necesario considerar cómo el convertir a Joshua ben Adam en alguien que llega a este mundo como Dios disminuye grandemente el relato original de la resurrección. ¿Dónde están la gloriosa sorpresa y el escándalo de la justicia de Dios si el hombre que resucita de entre los muertos es Dios mismo? Dado que se suponía que su nacimiento había sido tan sobrenaturalmente espectacular, con coros de ángeles y visitantes reales, etc., y dado que anduvo sobre el agua y predijo confiadamente su propia muerte y su resurrección, la Pascua no fue ninguna sorpresa sino una conclusión conocida de antemano. ¿Y Dios necesita que alguien le resucite de entre los muertos? Y si Dios exalta a lo sumo al resucitado y le da un nombre que está por encima de todo nombre (claramente el lenguaje de la adopción), ¿no queda esto sin significado si era Dios para comenzar? ¿Es esta meramente una ceremonia en que Dios pone su nombre donde siempre estuvo, y se sienta en el trono del universo donde siempre estuvo? ¿O fue la resurrección la sorprendente y escandalosa generosidad de Dios al resucitar de entre los muertos a un hombre oprimido y desacreditado que apostó todo a la fidelidad de Dios?

La resurrección de Dios en forma de naturaleza humana se parece mucho a todos los antiguos mitos paganos de dioses que mueren y resucitan, y que eran venerados en todas las culturas del mundo pagano. Las ciudades griegas donde se difundió el evangelio cristiano estaban llenas de estos mitos. Pero, transformar al resucitado en la Deidad misma abre un abismo infinito entre él y el resto de la humanidad. Como hemos dicho, no hay ninguna sorpresa si es la Deidad inmortal misma la que resucita de entre los muertos, de acuerdo con las enseñanzas de la religión cristiana. Tampoco es esta especie de buenas nuevas pascuales para los mortales ordinarios como el resto de nosotros que somos víctimas de la tragedia humana - a menos que seamos lo bastante afortunados como para ser cristianos que creen todas las cosas correctas acerca de la encarnación, la Trinidad, y pertenecemos a la verdadera iglesia, fuera de la cual nadie se puede salvar. Lo que la deificación del resucitado hace inevitablemente es convertir las buenas nuevas de la Pascua en el monopolio exclusivo de un sistema religioso totalitario. Todo en este terrible sistema se basa en méritos y justicia retributiva. De acuerdo con este sistema, Cristo fue resucitado de entre los muertos y exaltado a lo sumo en el universo porque lo merecía. La resurrección misma, junto con la expiación en la cruz, es todo un sistema de justicia merecida. Pero, encima de todo esto, se dice que este Cristo tiene un fondo sobrante de méritos que ahora dispensará, por medio de los ministerios de la iglesia, a los individuos que cumplan con las condiciones requeridas, como ingresar a la iglesia por medio del bautismo y creer las enseñanzas recibidas sobre la divinidad de Cristo, etc. así, pues, el mensaje de la Pascua quedó reducido a una exclusiva secta religiosa que está a una distancia de años luz del artículo original.

Mientras más reconozcamos que Joshua ben Adam era verdaderamente humano y sólo humano, más apreciaremos que el relato de su resurrección es la palabra de Dios de amor y esperanza para la raza humana, sin distinción. El propósito nunca fue que ello se convirtiera en una secta exclusiva, mucho menos en una secta triunfalista. La resurrección pertenece a la gente en todas partes sin distinción de raza, religión, género, o ninguna otra cosa. Dice claramente a todo ser humano que Dios ejecuta justicia para todos los oprimidos. Cuando Dios nos dio la vida, no tenía la intención de que su ilimitada generosidad terminara en la tragedia de la muerte. Este es el significado de la resurrección de Joshua ben Adam, y lleva con él el mismo espíritu de generosidad y temeraria entrega que marcó la vida del hombre que arriesgó todo a la justicia de Dios.

La buena nueva de la Pascua es que la muerte no tiene la última palabra. La vida no tenía el propósito de que terminara en la tragedia de la muerte. La justicia de Dios convirtió la tragedia, que era el paradigma de todas las tragedias humanas, en la celebración del triunfo de la vida sobre la muerte,  del amor sobre el odio.