NINGÚN PECADO - Excepto
"Un hombre
descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de
ladrones, los cuales le despojaron, e hiriéndole, se fueron,
dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote
por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un
levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de
largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de
él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose,
vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en
su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día,
al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y
le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo
pagaré cuando regrese" (Luc. 10:30-35).
Los dichos y las parábolas de Joshua ben Adam exponían la
maldad humana de una manera devastadora. Pero rara vez usaba la palabra pecado.
No era parte normal de su vocabulario, como sí lo era de sus
contemporáneos y de los primeros cristianos.
El pecado pertenece al vocabulario de la
religión. La religión está preocupada por el pecado, y
también lo están todas las personas religiosas.
El judaísmo en que Joshua nació había
conferido importancia sagrada a ciertos días, lugares,
instituciones, alimentos y costumbres.
Estos íconos religiosos debían ser reverenciados y
observados de cierta manera prescrita. Se pensaba que
cualquier incumplimiento era pecado contra Dios, y se
incurría en profanación y culpa. Las cosas sagradas eran
también importantes para sacralizar la identidad de Israel
como pueblo de Dios. Cualquier disconformidad con los tabúes
de la tribu era pecado contra el sistema entero de la
justicia tribal.
Mucha gente en el fondo o en los
márgenes de la sociedad de Joshua no podía evitar
"pecar" porque eran ignorantes de la Torá (las reglas
religiosas). Si también estaban enfermos y empobrecidos,
esto se consideraba señal del desagrado de Dios. Así que
quedaban atrapados en una doble culpa.
Las personas más privilegiadas se esforzaban mucho por
observar el código de pureza para evitar la profanación.
Esta preocupación por la religión y el pecado les cegaba y
les impedía ver cuán inhumanos eran. Todo su sistema de
valores estaba distorsionado. Como decía Joshua, colaban el
mosquito y tragaban el camello (animales "impuros"). Una
mota de polvo en el ojo de un hermano se consideraba mayor
ofensa que un tronco en el ojo propio. Mientras que se fastidiaban por una minucia de
pecado religioso, descuidaban los grandes problemas de
la existencia humana, como la justicia, la igualdad
(amar al prójimo como a sí mismo), el perdón y la
compasión.
De acuerdo con Joshua, la verdadera maldad no tiene nada que
ver con los íconos religiosos, ya sean éstos alimentos,
ritos, vestiduras, días, lugares o cualesquiera otras cosas.
La maldad tiene que ver con la manera en que
tratamos a la gente. ¡Nada más y nada
menos!
Joshua subraya este punto en el relato del hombre que fue
dejado medio muerto a la vera del camino. La parábola pone
de cabeza el sistema de valores de los días de Joshua.
El sacerdote y el levita representaban las élites
religiosas, los 'buenos' reconocidos de aquella sociedad.
Dejaron de hacer lo humanitario, presumiblemente porque
tenían que mantenerse libres y puros para su servicio a
Dios. Por otra parte, el samaritano tenía una posición
semejante a la de una prostituta o de un mafioso. Era el
reconocido 'malo' del relato. Pero tuvo compasión por el
hombre herido. Puso su vida en riesgo cuando se detuvo a
ayudar. Hizo lo humano.
Joshua contó este relato en respuesta a una pregunta sobre
hallar la vida eterna. El relato nos dice que,
en realidad, las afiliaciones religiosas, prácticas y
sistemas de creencias no cuentan. Lo único que importa
es hacer lo humano.
La
situación cristiana
El cristiano puede dar gracias a Dios por
estar libre de las leyes religiosas del Antiguo
Testamento. Pero hay bastantes íconos cristianos que
toman su lugar.
La religión cristiana está dividida
en numerosas sectas, grandes y pequeñas. Cada grupo
tiene su propio ícono religioso especial. Puede ser una
manera de bautizar, una tradición eucarística (la cena
del Señor), la observancia de cierto día de una manera
distintiva, un proyecto apocalíptico, una institución
religiosa, una singular creencia religiosa o una
práctica religiosa.
Cada grupo deriva de su propio ícono su razón de ser. Usa el
ícono para sacralizar su propia identidad como superior al
resto. El ícono es el punto de reunión de la justicia
tribal. Y, consciente o
inconscientemente, la jerarquía o los que tienen el
poder en el grupo usan el ícono para mantener cautiva a
la gente dentro de su propio sistema.
Si alguien en la tribu pone en duda la gloria incomparable o
la importancia de su ícono, se desata el mismo infierno y
hay huesos rotos y cadáveres por todas partes. Sería
demasiado fácil dar algunos ejemplos de la vida real, en
iglesia tras iglesia, pero es demasiado sensitivo y
embarazoso, así que dejaremos por fuera a todos porque ya ha
habido demasiado dolor humano en inquisiciones, juicios por
herejía, purgas, muertes en la hoguera, ahogamientos,
azotes, aislamientos, desfraternizaciones, presiones
sociales, apodos insultantes, intimidaciones, viajes de
culpa y cosas semejantes.
Pero, ¿quién oyó hablar jamás de que tales
cosas sucedían en una iglesia porque algunos miembros
eran juzgadores, poco amables, duros de corazón, no
perdonadores, o de alguna otra manera no verdaderamente
humanos? Ni siquiera robar un banco molestaría tanto a
la tribu como un pecado contra el ícono de la tribu. Las
autoridades religiosas operan como si la integridad del
trono de Dios estuviera en peligro, cuando es sólo algún
trono humano el que priva a la gente de la libertad de
ser seres humanos.
La religión cristiana ha producido las mismas distorsiones
inhumanas que Joshua ben Adam expuso a la luz en su día. Si
el pecado está abandonando a los íconos religiosos para
unirse a la raza humana, entonces "pequemos valientemente",
como dijo Lutero en una ocasión.
Hay sólo un mal, y es el de
no ser un ser humano.
LA
EXPIACIÓN
Porque el hijo del hombre no vino para ser
servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate
por muchos (Mar. 10:45).
Esta es la declaración de la misión de Joshua ben Adam.
Trata de vivir y morir al servicio del pueblo. Sin embargo,
no es una declaración sobre su propia misión, porque la
ofrece a todo el que esté dispuesto a compartir su visión de
la liberación humana.
Joshua
no murió por ninguna cosa sagrada o idea religiosa.
Nunca ha habido escasez de personas dispuestas a
morir por razones religiosas. Millones han muerto para
defender sus lugares santos. Así también, muchos han
muerto para preservar sus prácticas sagradas. Han
muerto por el sábado. Han perdido la vida por la
circuncisión. Han ofrecido su vida por ideas religiosas,
especialmente ideas acerca de Dios. Pero Joshua no murió
por ninguna de estas cosas. Murió solamente por personas.
La palabra rescate en la declaración de misión de Joshua es
una simple metáfora para liberación - ¡nada más! En el mismo
comienzo de su obra pública, citó estas palabras del libro
de Isaías:
"El
espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha
ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha
enviado para sanar a los quebrantados de corazón; a
pregonar libertad a los cautivos, y vista a los
ciegos; a poner en libertad a los oprimidos ... "
(Luc. 4:18).
Esta era una visión conmovedora e impresionante de la
liberación humana. Contemplaba la liberación de la culpa,
los falsos conceptos de Dios, los distorsionados sistemas de
valores, el hambre, la enfermedad, la indigencia, la
esclavitud religiosa y las inhumanas estructuras de poder.
Estaba preocupado por la totalidad de la condición humana.
Cuando Joshua inició esta misión para liberar a la gente de
su situación inhumana, el clima religioso y político era
extremadamente volátil y peligroso. Recientemente, Juan
Bautista había perdido la cabeza. Las autoridades religiosas
y los romanos estaban listos para abalanzarse a la primera
sospecha de un disturbio. Joshua trabajaba juiciosamente,
moviéndose de una parte a otra para no llamar demasiado la
atención.
Juzgadas por los cánones de su tiempo, sus enseñanzas eran
blasfemas y su misión sediciosa. ¿Cómo podía cualquier
sistema, menos todavía el sistema brutal e inhumano de su
tiempo, tolerar la clase de liberación que él proyectaba?
Ben Adam no era ciego
a los riesgos. Trabajaba para plantar tanta semilla como
pudiera antes de que la inevitable tormenta estallara
sobre su cabeza. Después de un corto período de actividad
pública, las élites de poder conspiraron para apagar su
luz.
Después de un apresurado arresto a la medianoche, el más
alto tribunal religioso en la tierra le condenó a muerte
acusándole de blasfemia. Luego conspiraron para hacer que
fuese crucificado por los romanos. Esta sería una doble
desgracia. La Torá judía decía que cualquiera que fuese
colgado en un madero era maldito por Dios.
La muerte de ben Adam fue un asunto
apresurado y brutal. La crucifixión era una manera
degradante y humillante de morir. Era el castigo de los
romanos por sedición. Fue demasiado para el grupo
interno de apoyo de Joshua. Uno lo traicionó, otro lo
negó, y todos le abandonaron, a él y a su causa
condenada. Su temprana muerte fue también un escándalo
religioso y una desgracia pública.
El escándalo de su
muerte
Eliminar el escándalo
A la comunidad post-pascua le costó trabajo
racionalizar el escándalo de la muerte de Joshua ben
Adam. En las primeras prédicas, decían que
había sido erróneamente condenado, pero no decían que
hubiese ningún valor redentor en su muerte violenta. Las
buenas nuevas de ellos eran la declaración de él de que Dios
había revertido el veredicto contra el ser humano elevando a
Joshua a su propia diestra.
Sin embargo, más tarde los primeros
cristianos trataron de extraer algún significado de su
escandalosa crucifixión. Se dijo que el suyo había sido
un sacrificio de sangre, ofrecido en el altar divino,
como expiación o pago a Dios por los pecados del mundo.
La idea de un sacrificio de sangre por el
pecado no ha sido desarrollada plenamente en el Nuevo
Testamento. Lucas, que escribió más del Nuevo Testamento
que ningún otro, no lo menciona en absoluto. Pero la
idea fue desarrollada en el curso de los siglos hasta
que alcanzó su expresión final en lo que llegó a
conocerse como la teoría substitutiva o penal de la
expiación. (Esta teoría de la expiación alcanzó su pleno
desarrollo dentro del calvinismo. Para crédito de ellos,
la mayoría de los teólogos católicos se detuvo antes de
llegar a la muy legalista "expiación substitutiva".
Los hechos históricos básicos de la muerte de Joshua ben
Adam son bastante claros. Fue condenado a muerte en un
tribunal judío y ejecutado por los romanos. La idea entera de una expiación por medio de un sacrificio
de sangre en
alguna clase de disposición divina no es historia, sino una interpretación
apocalíptica
de la historia.
Era una interpretación religiosa de una tragedia, una interpretación motivada, al menos en
parte, por la necesidad de racionalizar un escándalo.
En vez de ver a los hombres enzarzados en un acto de matanza
sin sentido, Dios era visto como
matando a su hijo para pagar por los pecados del mundo.
Lo que Dios hizo fue ilustrado por el relato del Antiguo
Testamento en que Abraham estaba dispuesto a matar a su hijo
como ofrenda por el pecado para Dios.
Las
raíces de la expiación por sangre
Puesto que la expiación por sangre no es evidente en los
hechos históricos de un hombre que murió crucificado (una
ocurrencia muy común en aquellos tiempos), se suscita la
pregunta: ¿De dónde vino? ¿Cómo surgió la idea
de un sacrificio de sangre para Dios? ¿De dónde vino?
Puede que algunos se contenten con la idea de que la
revelación cayó del cielo milagrosamente. Sin embargo,
sabemos que Dios obra generalmente por medio de procesos
humanos menos espectaculares. Por lo general, las ideas
no saltan del suelo desde alguna parte ni caen
repentinamente del cielo. Ellas evolucionan a medida que
evolucionan la humanidad y la historia humana.
Los primeros cristianos tenían una visión
mundial que compartían con todos los de su tiempo.
Compartían suposiciones acerca de la manera en que la
justicia funcionaba en el universo, lo cual era la
ocurrencia común de su tiempo.
1.
Justicia retributiva.
La práctica del sacrificio de sangre, tanto de seres humanos
como de animales, se remonta, a través de la historia, a las
culturas más primitivas. Se ha encontrado en todo el
planeta. Hasta ha persistido en lugares como Polinesia y las
Filipinas en tiempos recientes.
Los sacrificios de sangre estaban
relacionados con las ideas primitivas de justicia
retributiva. Se pensaba
que el orden y el equilibrio del cosmos eran mantenidos
por medio de una justicia que exigía "ojo por ojo y
diente por diente". La naturaleza lo
exigía. Los dioses del cosmos lo exigían. Si una cabeza era
robada de una tribu, otra cabeza debía ser restituida en su
lugar. Si no había represalia para equilibrar el orden del
cosmos, los dioses se enojarían.
El Antiguo Testamento también decía
que Dios requería la misma justicia de "ojo por ojo".
Mucho de la cultura popular de nuestros días
comparte esta idea primitiva de que justicia significa
"vengarse", "recibir lo que se merece", "lo que se da se
recibe". La clase de ciencias en la escuela hasta nos
demostró que esto es natural: "Para toda acción, hay una
reacción igual, pero en sentido opuesto". Así también,
la sabiduría convencional dice: "Se cosecha lo que se
siembra". "La vida te devuelve exactamente lo que
tú le das". "A su debido tiempo, toda persona recibe lo
que merece". "No hay almuerzo gratis". "La retribución
llega tarde o temprano".
2.
El sufrimiento y la muerte son justicia retributiva.
Ya fueran los dioses, los espíritus del cosmos, o el Dios
del Antiguo Testamento, todos ellos eran vistos como los que
hacían cumplir la justicia retributiva. Se "vengaban"
castigando los pecados humanos con calamidades,
enfermedades, hambrunas, sufrimiento, y muerte.
El mundo antiguo del Cercano Oriente nuclear tenía sus mitos
sobre la creación. Esos mitos fueron reciclados una y otra
vez de un país a otro, miles de años antes de que los
hebreos pudieran siquiera leerlos en los escritos
babilónicos o copiarlos a su propia literatura (en una forma
modificada, por supuesto). La sustancia de todos los mitos
sobre la creación era la misma: por una infracción, el
primer hombre y la mujer fueron expulsados de un entorno
perfecto (el jardín de la inocencia) y el castigo de allí en
adelante ha sido el sufrimiento y la muerte de toda la raza
humana.
El mundo antiguo tenía sus mitos sobre el diluvio también.
La versión babilónica decía que los dioses ahogaron al mundo
con un diluvio porque la gente allá abajo estaba
molestándoles con demasiado ruido. Cuando los hebreos
reciclaron ese mito, dijeron que su muy moral Dios ahogó al
mundo como castigo por su pecado.
Con monótona regularidad, especialmente en la versión de
Esdras de la historia llamada Las Crónicas, el Antiguo
Testamento muestra que las calamidades, el hambre, el
cautiverio, el sufrimiento y la muerte eran la manera en que
Dios castigaba el pecado. Cada vez que Israel pecaba,
ocurría un desastre. Cuando Israel obedecía la voz de Dios,
el pueblo prosperaba.
Se hizo demasiado fácil llegar a la
conclusión de que la salud, la prosperidad, y el poder
eran la recompensa de Dios por la justicia, mientras que
la enfermedad, la pobreza y el sufrimiento eran
evidencia del desagrado de Dios. Aunque el
libro de Job desafió esta idea prevaleciente de justicia
retributiva, dominó la cultura. Existía en el tiempo de
Joshua ben Adam. Cuando una torre caía sobre el pueblo o
eran masacrados en una escaramuza, se pensaba generalmente
que alguien había hecho algo para merecer esta manifestación
de justicia retributiva. Si algunas personas
eran extremadamente pobres, enfermas, ciegas o leprosas,
esto también era visto como justicia retributiva de
Dios, bien a causa de lo que ellos habían hecho o a
causa de lo que habían hecho sus antepasados.
Puede que la idea de justicia retributiva no sea tan
manifiesta en nuestra sociedad moderna, pero todavía está
allí, especialmente en el sistema de prisiones donde la
gente "paga por sus crímenes". Cuando la
desgracia ocurre, el que sufre pregunta: "¿Por qué a mí?
¿Qué hice yo para merecer esto?" O hay una idea popular
de que "lo que se da se recibe". Dios o el
destino mantienen en equilibrio la balanza del universo, y
se aseguran de que cada uno reciba exactamente lo que
merece. "Toda acción produce una reacción igual y opuesta".
3.
El infierno, la retribución final.
Los antiguos creían que los dioses tendrían su venganza
plena y final (retribución) en el castigo final del
infierno. Cualquier sufrimiento en esta vida era sólo un
adelanto. Si había anomalías en esta vida, como la
prosperidad del impío, las cuentas serían saldadas en el
momento de la retribución final.
Los antiguos estaban familiarizados con el espectáculo de
los volcanes arrojando fuego y lava desde las entrañas de la
tierra. En sus mitos, el cielo arriba era la morada de los
dioses, mientras que el caldero hirviente bajo la tierra era
el lugar a donde los dioses enviarían a los que les
ofendían. Cuando Cortés y sus españoles católicos llegaron
al México azteca, encontraron una civilización que tenía
nueve niveles de infierno para el sufrimiento de las almas.
El infierno y la justicia retributiva eran
tan fundamentales para la visión mundial de los días de
Joshua ben Adam como una visión mundial post-copernicana
es fundamental para la nuestra.
4.
El sacrificio de sangre.
La única manera de sobrevivir en un universo
de justicia retributiva era por medio de sacrificios de
sangre a los dioses o espíritus del cosmos.
La idea de ofrecer sacrificios humanos se remonta hasta las
culturas primitivas. Los sangrientos sacrificios humanos han
persistido hasta tiempos muy recientes en Polinesia, Irian
Jirya y otros lugares.
Joseph Campbell, una autoridad en mitos, da cuenta de la
práctica de sacrificar bebés, niños, cautivos, esclavos, y a
veces, hasta reyes y nobles. La práctica existía en muchas
culturas en todo el mundo. Parecía que los dioses tenían un
apetito insaciable de niños que gritaban o adultos
aterrorizados lanzados vivos a abismos ardientes,
desmembrados en altares, o descuartizados, pedazo a pedazo,
mientras estaban vivos y se retorcían en angustia
indescriptible. La expiación, pagar por el pecado, era
necesaria para aplacar a los dioses y restaurar el
equilibrio en el cosmos. Cualquier deuda grave con los
dioses tenía que ser saldada con sangre.
Culturas más humanitarias, como la de los hebreos,
reemplazaron los sacrificios humanos por sacrificios
animales, pero el Antiguo Testamento registra el hecho de
que hasta los hebreos revirtieron a los sacrificios humanos
de tiempo en tiempo. Hubo voces ilustradas, como las de los
profetas, que despreciaban los ritos sacrificiales, pero el
culto de los sacrificios de sangre permaneció firmemente
arraigado en la imaginación. Un relato del
Antiguo Testamento ilustra vívidamente la expiación por
medio de sacrificios humanos:
Durante el reinado de David, hubo una hambruna que duró tres
años consecutivos. Así, pues, David buscó el rostro de
Jehová. Jehová dijo: "Es por causa de Saúl y su casa de
sangre; por cuanto mató a los gabaonitas...". David les
preguntó a los gabaonitas: "¿Qué haré por vosotros? ¿O qué
satisfacción os daré para que bendigáis la heredad de
Jehová?" Los gabaonitas le respondieron: "No tenemos derecho
a exigir ni plata ni oro de Saúl y su familia, ni de
ejecutar a nadie en Israel ... Que siete de sus
descendientes nos sean entregados para que los ahorquemos
delante de Jehová en Gabaa de Saúl - el escogido del Señor".
Y el rey dijo: "Se los daré ...". Después de eso, Dios
respondió a las oraciones en favor de la tierra". (2 Sam. 21:1-6, 14).
En una serie de cantos acerca de 'un siervo que sufre', un
poeta del Antiguo Testamento presenta los pecados de la
nación como pagados con su exilio en Babilonia (Isa. 42-53).
La poesía, muy imaginativa, y hasta inspiradora, celebrando
el regreso de la nación del exilio, no tenía el propósito de
ser interpretada literalmente. Sin embargo, más o menos trescientos
años más tarde, algunos judíos que sufrían horribles
persecuciones a manos de un rey sirio, Antíoco Epífanes,
sí comenzaron a interpretar bastante literalmente El Cantar
del Siervo Que Sufre. Mientras los mártires macabeos estaban siendo
torturados por su lealtad al judaísmo, oraban para que
Dios aceptara sus sufrimientos como pago por el pecado del
pueblo para que cesaran las calamidades nacionales.
Con la violenta guerra
con el tirano sirio, comenzó una tradición de que la
sangre de un mártir santo podía expiar el pecado de la
nación. La idea estaba allí, esperando ser usada por los
cristianos primitivos que estaban ansiosos de explicar el
significado de la muerte de Cristo.
En cuanto a las religiones de Babilonia, Egipto, Grecia y en
muchas de las religiones paganas, añadieron a la idea de los
sacrificios humanos otros mitos de que los dioses encarnados
sufrían, morían y resucitaban. En Egipto, había el mito del
Osiris muerto y resucitado; en Babilonia, Tamuz; en Siria,
Adonis; en Persia, Mitra; y en Grecia, toda una plétora de
ellos - Hércules, Atis, Sandon, Dionisio - sólo para nombrar
unos pocos, "todos los cuales proveyeron modelos a los
cristianos primitivos para sus representaciones de Cristo"
(Joseph Campbell, Myths
to Live By, p. 10).
"Por miles de años, el
recurrente evento mitológico de la muerte y la
resurrección de un dios había sido el misterio central de
todas las grandes religiones del Cercano Oriente nuclear
...". (Campbell, Occidental Mythology, p. 334).
¡Justicia retributiva!
¡Pagar por los pecados mediante un sacrificio de sangre!
¡Un mártir santo pagando por los pecados de una nación!
¡Dioses encarnados muriendo por los pecados humanos! Todo
eso estaba allí en la cultura del siglo primero. Era parte
esencial de la visión mundial de esa época. Para
usar una expresión de Campbell, esas ideas eran como
"filamentos flotantes de mitos por todas partes en el aire".
Cuando los cristianos primitivos los recogieron para
explicar el significado de la muerte de Cristo, tenía
sentido para la gente de esa cultura, así como todavía tiene
sentido para un nativo de Nueva Guinea que vive en un mundo
de justicia retributiva exigida por los espíritus. Y todavía
puede tener mucho sentido para cristianos encerrados en una
visión mundial, en cuyo centro está la ley exigiendo
justicia retributiva.
Este autor sabe lo que es cantar con el corazón himnos como
Roca de la Eternidad:
"Que el agua y la sangre que fluyeron de tu costado
traspasado sean una doble cura del pecado, y me laven de su
culpa y su poder". [Let
the water and the blood/from thy riven side which
flowed/Be of sin the double cure/wash me from its guilt
and power ..."].
Confiar en las flagelaciones de Cristo como remedio para la
culpa es mejor que tratar de tratar con la culpa mediante la
autoflagelación o tener una mala conciencia, como dijo
Shakespeare: "Hace cobardes de todos nosotros". Pero hay
otra manera. Es tan radicalmente diferente que es como vivir
en otro universo - lo que de hecho es. Es la visión mundial
de Joshua ben Adam. A ésta debemos volvernos ahora.
Ninguna justicia
retributiva: Ninguna expiación
en la enseñanza de ben Adam.
"Oísteis que fue
dicho: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo:
No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te
hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y
al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica,
déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a
llevar carga por una milla, vé con él dos. Al que te pida,
dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo
rehuses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y
aborrecerás a tu enemigo".
"Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos
... Orad por los que os ultrajan y os persiguen, para
que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos,
que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace
llover llover sobre justos e injustos. Porque, si amáis
a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen
también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a
vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No
hacen también así los gentiles? No debe haber límite a
vuestra bondad pues, la bondad de vuestro Padre
celestial no conoce límites ..." (Mat. 5:38-48).
En estos dichos, Joshua no está dando rienda suelta a
algunos buenos y cortos moralismos. En estas palabras,
respaldadas por acciones y parábolas que ponen de cabeza a
todos los cánones de justicia aceptada, ben Adam se dispone
a echar abajo todo el orden mundial que tiene en su centro
la justicia retributiva, las represalias, los desquites, la
venganza y la expiación de sangre.
Ben Adam se identificaba con la tradición de los profetas
del Antiguo Testamento que repudiaban los sacrificios de
sangre. Ellos llamaban a tener compasión humana y justicia
social. Así también lo hacía Joshua, pero iba al corazón de
la cuestión al hacer a un lado la idea entera de la
expiación. No practicarás la
justicia retributiva, dice Joshua, porque Dios no
practica esa clase de justicia. Hace llover sus dones
sobre justos e injustos por igual. No mantiene ningún
registro de faltas cometidas contra él, no guarda
rencor, y no salda sus cuentas devolviendo mal por mal.
No mantiene un libro negro para registrar nuestras
deudas, y no espera reembolso por su escandalosa
generosidad para con los que menos merecen. Como el
padre del hijo pródigo, abandona la preocupación por su
propio honor. Arroja lejos todo cuidado por su propia
reputación porque lo mueven totalmente el amor, un
corazón perdonador y una generosidad sin límites que
arroja fuera todos los cánones de justicia.
En los días de Joshua, todos vivían en un universo del
tamaño de una cajita de fósforos en asuntos de espacio y
tiempo. Pero él desafió el orden moral del tamaño de una
fosforera de su época, un mundo de devolver golpe por golpe
y un Dios que era un cicatero cobrador de deudas o un
Shylock celestial que insistía en tener su libra de carne.
Joshua dice que, si te comportas como Dios, legítimamente
amarás y ayudarás a los que tratan de hacerte daño. En lugar
de siquiera pensar en aplicar justicia retributiva,
perdonarás libremente. No debe haber límite para el número
de veces que perdones, ni ningún límite para el tamaño de la
deuda que condones.
Además, no debes esperar hasta que tu deudor se arrepienta
de su ofensa y te ruegue que lo perdones, sino que, de
corazón, debes perdonarle aunque haga llover golpes
sobre ti. Este Joshua hizo esto cuando, en su agonía, con su
último aliento, pidió a Dios que perdonara a sus despiadados
atormentadores.
También hizo esto cuando recibió en su mesa, de buena gana,
a publicanos deshonestos, prostitutas y oficiales del
gobierno. Tal rápida aceptación conmovió de tal manera a un
endurecido bribón llamado Zaqueo que éste anunció
abiertamente que cambiaría su mala conducta.
No hay nada en todo el
carácter y las enseñanzas de Joshua ben Adam que podría
apoyar una visión mundial, especialmente la cristiana,
que tiene en su centro la expiación (justicia
retributiva). El hombre era un gigante, un
coloso en el paisaje de la historia. Tenía una nueva visión
de la humanidad, una nueva visión de Dios y una visión
mundial totalmente nueva. La expiación o la justicia
retributiva no tenía ningún lugar en su visión de las
relaciones interpersonales, bien que esas relaciones fueran
entre una parte humana y otra, o entre la parte humana y
Dios.
Digresión
sobre la cámara de los horrores.
El contorno estructural del "evangelio" cristiano es
realmente muy sencillo. Es un relato de tres
partes: acerca de la caída, el infierno, y la cruz. La
caída nos habla de una caída humana en un estado de
pecado que es compartido con cada uno de nosotros. El
infierno nos habla de la paga final por el pecado. La
cruz ("la buena nueva") nos habla de que Cristo pagó la
pena por el pecado para que no fuese necesario que la
pagáramos nosotros mismos.
A pesar de las diferentes maneras en que esta historia de
tres partes se cuenta o es aplicada, el bosquejo desnudo es
el mismo, ya sea que lo cuente un catecismo católico o un
folleto de la Cruzada por Cristo en la Universidad. En
cualquier caso, es totalmente
incompatible con la vida y las enseñanzas de Joshua ben
Adam.
1. La caída
Cuando los hebreos reciclaron el antiguo mito babilónico de
la creación y la caída del hombre, le hicieron algunas
notables mejoras al relato. La versión hebrea materializaba
algunas de las grandes penetraciones hebreas.
Primero, materializaba su herencia de monoteísmo. Segundo,
no empañaba la distinción entre su único Dios y su creación.
Tercero, su Dios no actuaba caprichosamente en sus tratos
con el hombre, sino en estricta justicia moral que era de
acuerdo con la ley.
Muchos, cuyas tradiciones religiosas están arraigadas en el
relato del Antiguo Testamento, reconocerán que el relato es
un mito que ni es literalmente cierto ni está en armonía con
la realidad científica. Señalan que el verdadero propósito
del mito es personificar ciertas verdades importantes acerca
de Dios y el hombre. Concordamos en seguida en que los mitos
han sido vehículos indispensables para transmitir verdades
importantes. Hasta estaríamos de acuerdo en que el mito de
la creación/la caída sirvió un propósito útil al dar a la
gente un sentido de su origen, llamado y destino. Pero
también necesitamos hacer frente a las graves falacias
transmitidas en este relato muy fundacional.
En primer lugar, es completamente erróneo sugerir que
cualquier pecado humano (menos que todo una infracción)
trajera al mundo todo este trastorno y toda esta muerte.
Millones de años antes de que cualquier hombre anduviera por
este planeta, hubo levantamientos geológicos, destrucción de
especies a gran escala, y suficiente muerte en el mundo para
producir ríos de combustible fósil.
Segundo, si Dios es el autor de
la vida, también es el autor de la muerte.
Sin muerte, no podría haber habido ningún desarrollo ni
mejoramiento de ninguna especie. Poner sobre la humanidad la
responsabilidad de causar la muerte no sólo es una carga
abrumadora, sino que es tan perjudicial como falso.
Sin embargo, el peor aspecto del
relato es que transmite un concepto de justicia
retributiva tan horrendo que desafía hasta los
rudimentos del buen sentido. Por una infracción, un
hombre y una mujer perdieron el paraíso para ellos
mismos y toda la raza humana. El castigo fue el
sufrimiento y la muerte, no sólo para sí mismos, sino
también para miles de millones de otras personas milenio
tras milenio.
Mi bisabuelo fue puesto en un barco de convictos en
Inglaterra y transportado a lejanas regiones de la tierra
(la colonia penal de Australia) por un pequeño error. Estaba
recogiendo hierbas a lo largo de la orilla de un río para su
madre viuda cuando se extravió y entró a la propiedad de un
lord inglés. Sólo tenía diecisiete años, pero nunca volvió a
ver a su madre ni a su familia. Esa era la justicia
británica en aquellos malos tiempos, una especie de
retribución que ofende todo sentido de justicia y
sensibilidad humana. Pero
el castigo administrado en aquellos tribunales británicos
parece un inocente juego en el parque en comparación con
el horrendo edicto de Dios: "Un strike, y estás fuera". Esto es justicia retributiva, cuyo horror
desafía toda imaginación. Pero la absoluta
locura de todo ello se pone peor. ¡Mucho peor!
2. El infierno.
Según este mito pagano reciclado, la justicia retributiva
apenas había comenzado con toda la miseria temporal, el
sufrimiento, y la muerte de este mundo. Se dice que el
castigo pleno de la caída del ser humano, cuya culpa
descansa en cada uno, es la condena en el infierno. En la
ortodoxia cristiana, el infierno es un lugar de castigo
interminable, de tormento indescriptible e interminable. Con
el infierno, la justicia retributiva de Dios asume
proporciones infinitas. Se dice que el pecado es una ofensa
contra una majestad infinita, ofensa que amerita un castigo
infinito. Así, pues, Dios se pasa la eternidad
cobrándoselas, vengándose de la gente por haberle ofendido.
Con esto, se ha dicho suficiente, porque la doctrina cristiana del infierno es una
absoluta desgracia. La iglesia debe ser
acusada de contaminar la tierra con sadismo religioso y
pornografía. Ninguna mente humana debe ser obligada jamás a
contemplar tales repugnantes e inhumanas imágenes, cuya
exhibición ha hecho que muchos se desmayen, enloquezcan,
vivan aterrorizados, obedezcan limitaciones religiosas por
temor, o dejen de creer en Dios por completo. Millones se
han vuelto ateos antes que creer en fábulas tan insultantes
a todo sentido de decencia humana.
A Dios gracias, no todos los cristianos han creído ni
continuado creyendo en esta clase de ortodoxia cristiana.
Una conciencia humana despierta conduce a más y más
feligreses y teólogos a reinterpretar el infierno de una
manera más humanitaria o a abandonar la idea completamente.
Después de todo, es un antiguo mito pagano que se ha usado
en la religión cristiana para llevar la justicia retributiva
a un grado infinito de estupidez infinita.
3. La expiación.
En la teología cristiana, la cruz y el infierno son los dos
lados de las dos etapas de una realidad. El Credo de los
Apóstoles dice que Cristo descendió al infierno. Tomó sobre
sí la ira de Dios contra el pecado, los infinitos
sufrimientos del infierno, para salvarnos de ese castigo. Se
dice que, por amor, Dios ha proporcionado este sangriento
sacrificio de su propio hijo para hacer expiación
(retribución, compensación, pago) por los pecados humanos.
También se decía que Cristo se hizo uno con el Padre al
convertirse en la sangrienta víctima de la expiación. Se
dice que la transacción es substitutiva. Cristo, el
inocente, fue tratado como nosotros merecíamos ser tratados
para que nosotros, los culpables, pudiéramos ser tratados
como él lo merece. Dios puso sobre él los pecados del mundo
y le castigó como si él hubiese sido cada pecador ... (Se
dice que la naturaleza humana de Cristo fue sustentada por
su naturaleza divina para que soportara un castigo infinito,
haciendo una expiación suficiente por los pecados del
mundo).
Si se preguntara: "¿Por qué era
necesaria esta expiación?", la respuesta sería que Dios
no podría perdonar el pecado a menos que satisficiera su
ley o su principio de justicia retributiva. Anselmo dijo
que las reparaciones o una adecuada compensación debían
ser hechas al honor ofendido de Dios debido al pecado
del hombre.
Por lo tanto, la verdadera razón de que Dios
ofrezca el sacrificio de sangre de su hijo y Cristo se
ofrezca a sí mismo como víctima, no es para salvar a la
gente, sino para justificar la administración divina,
satisfacer la justicia de Dios, honrar y glorificar a
Dios, etc. Charles Hodge, el teólogo
sistemático calvinista, va aun más allá. Dice Hodge que,
puesto que Dios es el Movedor impasible que no puede ser
influido por nada fuera de sí mismo, cuando ama o es
misericordioso hacia nosotros, sólo está amándose a sí mismo
o siendo misericordioso hacia sí mismo. Así que la esencia
de la expiación es que Cristo no murió primeramente en
absoluto por personas, como lo hizo Johsua ben Adam, sino
que murió por el principio de la ley y la justicia
retributiva.
Si Dios no puede perdonarnos a menos
que Cristo pague la deuda, entonces Dios no perdona
realmente en absoluto. Si una deuda ha sido pagada,
entonces no hay nada que perdonar. Por consiguiente, la
expiación y el perdón son mutuamente excluyentes.
El único rasgo mitigante de esta teología de verdugo es las
declaraciones que dicen que Dios nos amó y dio a su hijo
para pagar nuestra pena. Es una cosa buena el que la mayoría
de la gente nunca lea las declaraciones de los teólogos, que
podrían fácilmente destruir las alusiones a que el amor de
Dios es altruista. Muchos que todavía viven con una visión
mundial legalista o en un universo en cuyo corazón vive la
justicia retributiva sí hallan sostén y consuelo en el que
Dios haya ofrecido su hijo como expiación. Afortunadamente,
esas personas nunca han sido expuestas a los "buenos"
teólogos como Augustus Strong (Teología Sistemática), que
dice que la justicia, no el amor, es el principal atributo
de Dios.
Resumen
La caída, el infierno, y la expiación por medio de un
sacrificio de sangre son el entorno de la estructura de la
religión cristiana, ya sea católica o protestante.
Cada uno de estos tres elementos es un mito pagano
reciclado.
Cada uno de ellos tiene en su centro la justicia
retributiva.
Juntas, las partes forman una estructura. La caída es el
principio de la historia. La historia tiene un fin infernal.
En el medio, está la expiación por medio de un sacrificio de
sangre. De principio a fin, es una cámara de horrores. Es totalmente incompatible con la vida y las
enseñanzas de Joshua ben Adam.
Como hemos visto, ben Adam demolió completamente la visión
mundial de sus días. Quitó la justicia retributiva de su
visión de una nueva sociedad humana. No había ninguna
justicia retributiva en su visión de Dios. Su enseñanza era
como el vino nuevo, el cual, decía él, no debe ser puesto en
odres viejos. Pero eso es exactamente lo que sucedió. La
iglesia puso el vino nuevo de asombrosa generosidad y amor
en los odres viejos de mitos paganos y justicia retributiva.