EL ESCÁNDALO DE
JOSHUA BEN ADAM


PARTE 4

Robert D. Brinsmead, VERDICT, Agosto de 1998

Traducido de Worldview 21


NINGÚN PECADO - Excepto

"Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron, e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día, al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y  le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese" (Luc. 10:30-35).

Los dichos y las parábolas de Joshua ben Adam exponían la maldad humana de una manera devastadora. Pero rara vez usaba la palabra pecado. No era parte normal de su vocabulario, como sí lo era de sus contemporáneos y de los primeros cristianos.

El pecado pertenece al vocabulario de la religión. La religión está preocupada por el pecado, y también lo están todas las personas religiosas.

El judaísmo en que Joshua nació había conferido importancia sagrada a ciertos días, lugares, instituciones, alimentos y costumbres. Estos íconos religiosos debían ser reverenciados y observados de cierta manera prescrita. Se pensaba que cualquier incumplimiento era pecado contra Dios, y se incurría en profanación y culpa. Las cosas sagradas eran también importantes para sacralizar la identidad de Israel como pueblo de Dios. Cualquier disconformidad con los tabúes de la tribu era pecado contra el sistema entero de la justicia tribal.

Mucha gente en el fondo o en los márgenes de la sociedad de Joshua no podía evitar "pecar" porque eran ignorantes de la Torá (las reglas religiosas). Si también estaban enfermos y empobrecidos, esto se consideraba señal del desagrado de Dios. Así que quedaban atrapados en una doble culpa.

Las personas más privilegiadas se esforzaban mucho por observar el código de pureza para evitar la profanación. Esta preocupación por la religión y el pecado les cegaba y les impedía ver cuán inhumanos eran. Todo su sistema de valores estaba distorsionado. Como decía Joshua, colaban el mosquito y tragaban el camello (animales "impuros"). Una mota de polvo en el ojo de un hermano se consideraba mayor ofensa que un tronco en el ojo propio. Mientras que se fastidiaban por una minucia de pecado religioso, descuidaban los grandes problemas de la existencia humana, como la justicia, la igualdad (amar al prójimo como a sí mismo), el perdón y la compasión.

De acuerdo con Joshua, la verdadera maldad no tiene nada que ver con los íconos religiosos, ya sean éstos alimentos, ritos, vestiduras, días, lugares o cualesquiera otras cosas. La maldad tiene que ver con la manera en que tratamos a la gente. ¡Nada más y nada menos!

Joshua subraya este punto en el relato del hombre que fue dejado medio muerto a la vera del camino. La parábola pone de cabeza el sistema de valores de los días de Joshua.

El sacerdote y el levita representaban las élites religiosas, los 'buenos' reconocidos de aquella sociedad. Dejaron de hacer lo humanitario, presumiblemente porque tenían que mantenerse libres y puros para su servicio a Dios. Por otra parte, el samaritano tenía una posición semejante a la de una prostituta o de un mafioso. Era el reconocido 'malo' del relato. Pero tuvo compasión por el hombre herido. Puso su vida en riesgo cuando se detuvo a ayudar. Hizo lo humano.

Joshua contó este relato en respuesta a una pregunta sobre hallar la vida eterna. El relato nos dice que, en realidad, las afiliaciones religiosas, prácticas y sistemas de creencias no cuentan. Lo único que importa es hacer lo humano.

La situación cristiana

El cristiano puede dar gracias a Dios por estar libre de las leyes religiosas del Antiguo Testamento. Pero hay bastantes íconos cristianos que toman su lugar.

La religión cristiana está dividida en numerosas sectas, grandes y pequeñas. Cada grupo tiene su propio ícono religioso especial. Puede ser una manera de bautizar, una tradición eucarística (la cena del Señor), la observancia de cierto día de una manera distintiva, un proyecto apocalíptico, una institución religiosa, una singular creencia religiosa o una práctica religiosa.

Cada grupo deriva de su propio ícono su razón de ser. Usa el ícono para sacralizar su propia identidad como superior al resto. El ícono es el punto de reunión de la justicia tribal. Y, consciente o inconscientemente, la jerarquía o los que tienen el poder en el grupo usan el ícono para mantener cautiva a la gente dentro de su propio sistema.

Si alguien en la tribu pone en duda la gloria incomparable o la importancia de su ícono, se desata el mismo infierno y hay huesos rotos y cadáveres por todas partes. Sería demasiado fácil dar algunos ejemplos de la vida real, en iglesia tras iglesia, pero es demasiado sensitivo y embarazoso, así que dejaremos por fuera a todos porque ya ha habido demasiado dolor humano en inquisiciones, juicios por herejía, purgas, muertes en la hoguera, ahogamientos, azotes, aislamientos, desfraternizaciones, presiones sociales, apodos insultantes, intimidaciones, viajes de culpa y cosas semejantes.

Pero, ¿quién oyó hablar jamás de que tales cosas sucedían en una iglesia porque algunos miembros eran juzgadores, poco amables, duros de corazón, no perdonadores, o de alguna otra manera no verdaderamente humanos? Ni siquiera robar un banco molestaría tanto a la tribu como un pecado contra el ícono de la tribu. Las autoridades religiosas operan como si la integridad del trono de Dios estuviera en peligro, cuando es sólo algún trono humano el que priva a la gente de la libertad de ser seres humanos.

La religión cristiana ha producido las mismas distorsiones inhumanas que Joshua ben Adam expuso a la luz en su día. Si el pecado está abandonando a los íconos religiosos para unirse a la raza humana, entonces "pequemos valientemente", como dijo Lutero en una ocasión.

Hay sólo un mal, y es el de no ser un ser humano. 

LA EXPIACIÓN

Porque el hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Mar. 10:45).

Esta es la declaración de la misión de Joshua ben Adam. Trata de vivir y morir al servicio del pueblo. Sin embargo, no es una declaración sobre su propia misión, porque la ofrece a todo el que esté dispuesto a compartir su visión de la liberación humana.

Joshua no murió por ninguna cosa sagrada o idea religiosa. Nunca ha habido escasez de personas dispuestas  a morir por razones religiosas. Millones han muerto para defender sus lugares santos. Así también, muchos han muerto para  preservar sus prácticas sagradas. Han muerto por el sábado. Han perdido la vida por la circuncisión. Han ofrecido su vida por ideas religiosas, especialmente ideas acerca de Dios. Pero Joshua no murió por ninguna de estas cosas. Murió solamente por personas.

La palabra rescate en la declaración de misión de Joshua es una simple metáfora para liberación - ¡nada más! En el mismo comienzo de su obra pública, citó estas palabras del libro de Isaías:

"El espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos ... " (Luc. 4:18).

Esta era una visión conmovedora e impresionante de la liberación humana. Contemplaba la liberación de la culpa, los falsos conceptos de Dios, los distorsionados sistemas de valores, el hambre, la enfermedad, la indigencia, la esclavitud religiosa y las inhumanas estructuras de poder. Estaba preocupado por la totalidad de la condición humana.

Cuando Joshua inició esta misión para liberar a la gente de su situación inhumana, el clima religioso y político era extremadamente volátil y peligroso. Recientemente, Juan Bautista había perdido la cabeza. Las autoridades religiosas y los romanos estaban listos para abalanzarse a la primera sospecha de un disturbio. Joshua trabajaba juiciosamente, moviéndose de una parte a otra para no llamar demasiado la atención.

Juzgadas por los cánones de su tiempo, sus enseñanzas eran blasfemas y su misión sediciosa. ¿Cómo podía cualquier sistema, menos todavía el sistema brutal e inhumano de su tiempo, tolerar la clase de liberación que él proyectaba?

Ben Adam no era ciego a los riesgos. Trabajaba para plantar tanta semilla como pudiera antes de que la inevitable tormenta estallara sobre su cabeza. Después de un corto período de actividad pública, las élites de poder conspiraron para apagar su luz.

Después de un apresurado arresto a la medianoche, el más alto tribunal religioso en la tierra le condenó a muerte acusándole de blasfemia. Luego conspiraron para hacer que fuese crucificado por los romanos. Esta sería una doble desgracia. La Torá judía decía que cualquiera que fuese colgado en un madero era maldito por Dios.

La muerte de ben Adam fue un asunto apresurado y brutal. La crucifixión era una manera degradante y humillante de morir. Era el castigo de los romanos por sedición. Fue demasiado para el grupo interno de apoyo de Joshua. Uno lo traicionó, otro lo negó, y todos le abandonaron, a él y a su causa condenada. Su temprana muerte fue también un escándalo religioso y una desgracia pública.

El escándalo de su muerte

Eliminar el escándalo

A la comunidad post-pascua le costó trabajo racionalizar el escándalo de la muerte de Joshua ben Adam. En las primeras prédicas, decían que había sido erróneamente condenado, pero no decían que hubiese ningún valor redentor en su muerte violenta. Las buenas nuevas de ellos eran la declaración de él de que Dios había revertido el veredicto contra el ser humano elevando a Joshua a su propia diestra.

Sin embargo, más tarde los primeros cristianos trataron de extraer algún significado de su escandalosa crucifixión. Se dijo que el suyo había sido un sacrificio de sangre, ofrecido en el altar divino, como expiación o pago a Dios por los pecados del mundo.

La idea de un sacrificio de sangre por el pecado no ha sido desarrollada plenamente en el Nuevo Testamento. Lucas, que escribió más del Nuevo Testamento que ningún otro, no lo menciona en absoluto. Pero la idea fue desarrollada en el curso de los siglos hasta que alcanzó su expresión final en lo que llegó a conocerse como la teoría substitutiva o penal de la expiación. (Esta teoría de la expiación alcanzó su pleno desarrollo dentro del calvinismo. Para crédito de ellos, la mayoría de los teólogos católicos se detuvo antes de llegar a la muy legalista "expiación substitutiva".

Los hechos históricos básicos de la muerte de Joshua ben Adam son bastante claros. Fue condenado a muerte en un tribunal judío y ejecutado por los romanos. La idea entera de una expiación por medio de un sacrificio de sangre en alguna clase de disposición divina no es historia, sino una interpretación apocalíptica de la historia. Era una interpretación religiosa de una tragedia, una interpretación motivada, al menos en parte, por la necesidad de racionalizar un escándalo. En vez de ver a los hombres enzarzados en un acto de matanza sin sentido, Dios era visto como matando a su hijo para pagar por los pecados del mundo. Lo que Dios hizo fue ilustrado por el relato del Antiguo Testamento en que Abraham estaba dispuesto a matar a su hijo como ofrenda por el pecado para Dios.

Las raíces de la expiación por sangre

Puesto que la expiación por sangre no es evidente en los hechos históricos de un hombre que murió crucificado (una ocurrencia muy común en aquellos tiempos), se suscita la pregunta: ¿De dónde vino? ¿Cómo surgió la idea de un sacrificio de sangre para Dios? ¿De dónde vino? Puede que algunos se contenten con la idea de que la revelación cayó del cielo milagrosamente. Sin embargo, sabemos que Dios obra generalmente por medio de procesos humanos menos espectaculares. Por lo general, las ideas no saltan del suelo desde alguna parte ni caen repentinamente del cielo. Ellas evolucionan a medida que evolucionan la humanidad y la historia humana.

Los primeros cristianos tenían una visión mundial que compartían con todos los de su tiempo. Compartían suposiciones acerca de la manera en que la justicia funcionaba en el universo, lo cual era la ocurrencia común de su tiempo.

1. Justicia retributiva.

La práctica del sacrificio de sangre, tanto de seres humanos como de animales, se remonta, a través de la historia, a las culturas más primitivas. Se ha encontrado en todo el planeta. Hasta ha persistido en lugares como Polinesia y las Filipinas en tiempos recientes.

Los sacrificios de sangre estaban relacionados con las ideas primitivas de justicia retributiva. Se pensaba que el orden y el equilibrio del cosmos eran mantenidos por medio de una justicia que exigía "ojo por ojo y diente por diente". La naturaleza lo exigía. Los dioses del cosmos lo exigían. Si una cabeza era robada de una tribu, otra cabeza debía ser restituida en su lugar. Si no había represalia para equilibrar el orden del cosmos, los dioses se enojarían.

El Antiguo Testamento también decía que Dios requería la misma justicia de "ojo por ojo".

Mucho de la cultura popular de nuestros días comparte esta idea primitiva de que justicia significa "vengarse", "recibir lo que se merece", "lo que se da se recibe". La clase de ciencias en la escuela hasta nos demostró que esto es natural: "Para toda acción, hay una reacción igual, pero en sentido opuesto". Así también, la sabiduría convencional dice: "Se cosecha lo que se siembra".  "La vida te devuelve exactamente lo que tú le das". "A su debido tiempo, toda persona recibe lo que merece". "No hay almuerzo gratis". "La retribución llega tarde o temprano".

2. El sufrimiento y la muerte son justicia retributiva.

Ya fueran los dioses, los espíritus del cosmos, o el Dios del Antiguo Testamento, todos ellos eran vistos como los que hacían cumplir la justicia retributiva. Se "vengaban" castigando los pecados humanos con calamidades, enfermedades, hambrunas, sufrimiento, y muerte.

El mundo antiguo del Cercano Oriente nuclear tenía sus mitos sobre la creación. Esos mitos fueron reciclados una y otra vez de un país a otro, miles de años antes de que los hebreos pudieran siquiera leerlos en los escritos babilónicos o copiarlos a su propia literatura (en una forma modificada, por supuesto). La sustancia de todos los mitos sobre la creación era la misma: por una infracción, el primer hombre y la mujer fueron expulsados de un entorno perfecto (el jardín de la inocencia) y el castigo de allí en adelante ha sido el sufrimiento y la muerte de toda la raza humana.

El mundo antiguo tenía sus mitos sobre el diluvio también. La versión babilónica decía que los dioses ahogaron al mundo con un diluvio porque la gente allá abajo estaba molestándoles con demasiado ruido. Cuando los hebreos reciclaron ese mito, dijeron que su muy moral Dios ahogó al mundo como castigo por su pecado.

Con monótona regularidad, especialmente en la versión de Esdras de la historia llamada Las Crónicas, el Antiguo Testamento muestra que las calamidades, el hambre, el cautiverio, el sufrimiento y la muerte eran la manera en que Dios castigaba el pecado. Cada vez que Israel pecaba, ocurría un desastre. Cuando Israel obedecía la voz de Dios, el pueblo prosperaba.

Se hizo demasiado fácil llegar a la conclusión de que la salud, la prosperidad, y el poder eran la recompensa de Dios por la justicia, mientras que la enfermedad, la pobreza y el sufrimiento eran evidencia del desagrado de Dios. Aunque el libro de Job desafió esta idea prevaleciente de justicia retributiva, dominó la cultura. Existía en el tiempo de Joshua ben Adam. Cuando una torre caía sobre el pueblo o eran masacrados en una escaramuza, se pensaba generalmente que alguien había hecho algo para merecer esta manifestación de justicia retributiva. Si algunas personas eran extremadamente pobres, enfermas, ciegas o leprosas, esto también era visto como justicia retributiva de Dios, bien a causa de lo que ellos habían hecho o a causa de lo que habían hecho sus antepasados.

Puede que la idea de justicia retributiva no sea tan manifiesta en nuestra sociedad moderna, pero todavía está allí, especialmente en el sistema de prisiones donde la gente "paga por sus crímenes". Cuando la desgracia ocurre, el que sufre pregunta: "¿Por qué a mí? ¿Qué hice yo para merecer esto?" O hay una idea popular de que "lo que se da se recibe". Dios o el destino mantienen en equilibrio la balanza del universo, y se aseguran de que cada uno reciba exactamente lo que merece. "Toda acción produce una reacción igual y opuesta".

3. El infierno, la retribución final.

Los antiguos creían que los dioses tendrían su venganza plena y final (retribución) en el castigo final del infierno. Cualquier sufrimiento en esta vida era sólo un adelanto. Si había anomalías en esta vida, como la prosperidad del impío, las cuentas serían saldadas en el momento de la retribución final.

Los antiguos estaban familiarizados con el espectáculo de los volcanes arrojando fuego y lava desde las entrañas de la tierra. En sus mitos, el cielo arriba era la morada de los dioses, mientras que el caldero hirviente bajo la tierra era el lugar a donde los dioses enviarían a los que les ofendían. Cuando Cortés y sus españoles católicos llegaron al México azteca, encontraron una civilización que tenía nueve niveles de infierno para el sufrimiento de las almas. El infierno y la justicia retributiva eran tan fundamentales para la visión mundial de los días de Joshua ben Adam como una visión mundial post-copernicana es fundamental para la nuestra.

4. El sacrificio de sangre.

La única manera de sobrevivir en un universo de justicia retributiva era por medio de sacrificios de sangre a los dioses o espíritus del cosmos. La idea de ofrecer sacrificios humanos se remonta hasta las culturas primitivas. Los sangrientos sacrificios humanos han persistido hasta tiempos muy recientes en Polinesia, Irian Jirya y otros lugares.

Joseph Campbell, una autoridad en mitos, da cuenta de la práctica de sacrificar bebés, niños, cautivos, esclavos, y a veces, hasta reyes y nobles. La práctica existía en muchas culturas en todo el mundo. Parecía que los dioses tenían un apetito insaciable de niños que gritaban o adultos aterrorizados lanzados vivos a abismos ardientes, desmembrados en altares, o descuartizados, pedazo a pedazo, mientras estaban vivos y se retorcían en angustia indescriptible. La expiación, pagar por el pecado, era necesaria para aplacar a los dioses y restaurar el equilibrio en el cosmos. Cualquier deuda grave con los dioses tenía que ser saldada con sangre.

Culturas más humanitarias, como la de los hebreos, reemplazaron los sacrificios humanos por sacrificios animales, pero el Antiguo Testamento registra el hecho de que hasta los hebreos revirtieron a los sacrificios humanos de tiempo en tiempo. Hubo voces ilustradas, como las de los profetas, que despreciaban los ritos sacrificiales, pero el culto de los sacrificios de sangre permaneció firmemente arraigado en la imaginación. Un relato del Antiguo Testamento ilustra vívidamente la expiación por medio de sacrificios humanos:

Durante el reinado de David, hubo una hambruna que duró tres años consecutivos. Así, pues, David buscó el rostro de Jehová. Jehová dijo: "Es por causa de Saúl y su casa de sangre; por cuanto mató a los gabaonitas...". David les preguntó a los gabaonitas: "¿Qué haré por vosotros? ¿O qué satisfacción os daré para que bendigáis la heredad de Jehová?" Los gabaonitas le respondieron: "No tenemos derecho a exigir ni plata ni oro de Saúl y su familia, ni de ejecutar a nadie en Israel ... Que siete de sus descendientes nos sean entregados para que los ahorquemos delante de Jehová en Gabaa de Saúl - el escogido del Señor". Y el rey dijo: "Se los daré ...". Después de eso, Dios respondió a las oraciones en favor de la tierra". (2 Sam. 21:1-6, 14).

En una serie de cantos acerca de 'un siervo que sufre', un poeta del Antiguo Testamento presenta los pecados de la nación como pagados con su exilio en Babilonia (Isa. 42-53). La poesía, muy imaginativa, y hasta inspiradora, celebrando el regreso de la nación del exilio, no tenía el propósito de ser interpretada literalmente. Sin embargo, más o menos trescientos años más tarde, algunos judíos que sufrían horribles persecuciones a manos de un rey sirio, Antíoco Epífanes, sí comenzaron a interpretar bastante literalmente El Cantar del Siervo Que Sufre. Mientras los mártires macabeos estaban siendo torturados por su lealtad al judaísmo, oraban para que Dios aceptara sus sufrimientos como pago por el pecado del pueblo para que cesaran las calamidades nacionales. Con la violenta guerra con el tirano sirio, comenzó una tradición de que la sangre de un mártir santo podía expiar el pecado de la nación. La idea estaba allí, esperando ser usada por los cristianos primitivos que estaban ansiosos de explicar el significado de la muerte de Cristo.

En cuanto a las religiones de Babilonia, Egipto, Grecia y en muchas de las religiones paganas, añadieron a la idea de los sacrificios humanos otros mitos de que los dioses encarnados sufrían, morían y resucitaban. En Egipto, había el mito del Osiris muerto y resucitado; en Babilonia, Tamuz; en Siria, Adonis; en Persia, Mitra; y en Grecia, toda una plétora de ellos - Hércules, Atis, Sandon, Dionisio - sólo para nombrar unos pocos, "todos los cuales proveyeron modelos a los cristianos primitivos para sus representaciones de Cristo" (Joseph Campbell, Myths to Live By, p. 10).

"Por miles de años, el recurrente evento mitológico de la muerte y la resurrección de un dios había sido el misterio central de todas las grandes religiones del Cercano Oriente nuclear ...". (Campbell, Occidental Mythology, p. 334).

¡Justicia retributiva! ¡Pagar por los pecados mediante un sacrificio de sangre! ¡Un mártir santo pagando por los pecados de una nación! ¡Dioses encarnados muriendo por los pecados humanos! Todo eso estaba allí en la cultura del siglo primero. Era parte esencial de la visión mundial de esa época. Para usar una expresión de Campbell, esas ideas eran como "filamentos flotantes de mitos por todas partes en el aire". Cuando los cristianos primitivos los recogieron para explicar el significado de la muerte de Cristo, tenía sentido para la gente de esa cultura, así como todavía tiene sentido para un nativo de Nueva Guinea que vive en un mundo de justicia retributiva exigida por los espíritus. Y todavía puede tener mucho sentido para cristianos encerrados en una visión mundial, en cuyo centro está la ley exigiendo justicia retributiva.

Este autor sabe lo que es cantar con el corazón himnos como Roca de la Eternidad:
"Que el agua y la sangre que fluyeron de tu costado traspasado sean una doble cura del pecado, y me laven de su culpa y su poder". [Let the water and the blood/from thy riven side which flowed/Be of sin the double cure/wash me from its guilt and power ..."].

Confiar en las flagelaciones de Cristo como remedio para la culpa es mejor que tratar de tratar con la culpa mediante la autoflagelación o tener una mala conciencia, como dijo Shakespeare: "Hace cobardes de todos nosotros". Pero hay otra manera. Es tan radicalmente diferente que es como vivir en otro universo - lo que de hecho es. Es la visión mundial de Joshua ben Adam. A ésta debemos volvernos ahora.

Ninguna justicia retributiva: Ninguna expiación
en la enseñanza de ben Adam.


"Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehuses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo".

"Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos ... Orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover llover sobre justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? No debe haber límite a vuestra bondad pues, la bondad de vuestro Padre celestial no conoce límites ..." (Mat. 5:38-48).

En estos dichos, Joshua no está dando rienda suelta a algunos buenos y cortos moralismos. En estas palabras, respaldadas por acciones y parábolas que ponen de cabeza a todos los cánones de justicia aceptada, ben Adam se dispone a echar abajo todo el orden mundial que tiene en su centro la justicia retributiva, las represalias, los desquites, la venganza y la expiación de sangre.

Ben Adam se identificaba con la tradición de los profetas del Antiguo Testamento que repudiaban los sacrificios de sangre. Ellos llamaban a tener compasión humana y justicia social. Así también lo hacía Joshua, pero iba al corazón de la cuestión al hacer a un lado la idea entera de la expiación. No practicarás la justicia retributiva, dice Joshua, porque Dios no practica esa clase de justicia. Hace llover sus dones sobre justos e injustos por igual. No mantiene ningún registro de faltas cometidas contra él, no guarda rencor, y no salda sus cuentas devolviendo mal por mal. No mantiene un libro negro para registrar nuestras deudas, y no espera reembolso por su escandalosa generosidad para con los que menos merecen. Como el padre del hijo pródigo, abandona la preocupación por su propio honor. Arroja lejos todo cuidado por su propia reputación porque lo mueven totalmente el amor, un corazón perdonador y una generosidad sin límites que arroja fuera todos los cánones de justicia.

En los días de Joshua, todos vivían en un universo del tamaño de una cajita de fósforos en asuntos de espacio y tiempo. Pero él desafió el orden moral del tamaño de una fosforera de su época, un mundo de devolver golpe por golpe y un Dios que era un cicatero cobrador de deudas o un Shylock celestial que insistía en tener su libra de carne.

Joshua dice que, si te comportas como Dios, legítimamente amarás y ayudarás a los que tratan de hacerte daño. En lugar de siquiera pensar en aplicar justicia retributiva, perdonarás libremente. No debe haber límite para el número de veces que perdones, ni ningún límite para el tamaño de la deuda que condones.

Además, no debes esperar hasta que tu deudor se arrepienta de su ofensa y te ruegue que lo perdones, sino que, de corazón, debes perdonarle aunque haga llover golpes  sobre ti. Este Joshua hizo esto cuando, en su agonía, con su último aliento, pidió a Dios que perdonara a sus despiadados atormentadores.

También hizo esto cuando recibió en su mesa, de buena gana, a publicanos deshonestos, prostitutas y oficiales del gobierno. Tal rápida aceptación conmovió de tal manera a un endurecido bribón llamado Zaqueo que éste anunció abiertamente que cambiaría su mala conducta.

No hay nada en todo el carácter y las enseñanzas de Joshua ben Adam que podría apoyar una visión mundial, especialmente la cristiana, que tiene en su centro la expiación (justicia retributiva). El hombre era un gigante, un coloso en el paisaje de la historia. Tenía una nueva visión de la humanidad, una nueva visión de Dios y una visión mundial totalmente nueva. La expiación o la justicia retributiva no tenía ningún lugar en su visión de las relaciones interpersonales, bien que esas relaciones fueran entre una parte humana y otra, o entre la parte humana y Dios.

Digresión sobre la cámara de los horrores.

El contorno estructural del "evangelio" cristiano es realmente muy sencillo. Es un relato de tres partes: acerca de la caída, el infierno, y la cruz. La caída nos habla de una caída humana en un estado de pecado que es compartido con cada uno de nosotros. El infierno nos habla de la paga final por el pecado. La cruz ("la buena nueva") nos habla de que Cristo pagó la pena por el pecado para que no fuese necesario que la pagáramos nosotros mismos.

A pesar de las diferentes maneras en que esta historia de tres partes se cuenta o es aplicada, el bosquejo desnudo es el mismo, ya sea que lo cuente un catecismo católico o un folleto de la Cruzada por Cristo en la Universidad. En cualquier caso, es totalmente incompatible con la vida y las enseñanzas de Joshua ben Adam.

1. La caída

Cuando los hebreos reciclaron el antiguo mito babilónico de la creación y la caída del hombre, le hicieron algunas notables mejoras al relato. La versión hebrea materializaba algunas de las grandes penetraciones hebreas.

Primero, materializaba su herencia de monoteísmo. Segundo, no empañaba la distinción entre su único Dios y su creación. Tercero, su Dios no actuaba caprichosamente en sus tratos con el hombre, sino en estricta justicia moral que era de acuerdo con la ley.

Muchos, cuyas tradiciones religiosas están arraigadas en el relato del Antiguo Testamento, reconocerán que el relato es un mito que ni es literalmente cierto ni está en armonía con la realidad científica. Señalan que el verdadero propósito del mito es personificar ciertas verdades importantes acerca de Dios y el hombre. Concordamos en seguida en que los mitos han sido vehículos indispensables para transmitir verdades importantes. Hasta estaríamos de acuerdo en que el mito de la creación/la caída sirvió un propósito útil al dar a la gente un sentido de su origen, llamado y destino. Pero también necesitamos hacer frente a las graves falacias transmitidas en este relato muy fundacional.

En primer lugar, es completamente erróneo sugerir que cualquier pecado humano (menos que todo una infracción) trajera al mundo todo este trastorno y toda esta muerte. Millones de años antes de que cualquier hombre anduviera por este planeta, hubo levantamientos geológicos, destrucción de especies a gran escala, y suficiente muerte en el mundo para producir ríos de combustible fósil.

Segundo, si Dios es el autor de la vida, también es el autor de la muerte. Sin muerte, no podría haber habido ningún desarrollo ni mejoramiento de ninguna especie. Poner sobre la humanidad la responsabilidad de causar la muerte no sólo es una carga abrumadora, sino que es tan perjudicial como falso.

Sin embargo, el peor aspecto del relato es que transmite un concepto de justicia retributiva tan horrendo que desafía hasta los rudimentos del buen sentido. Por una infracción, un hombre y una mujer perdieron el paraíso para ellos mismos y toda la raza humana. El castigo fue el sufrimiento y la muerte, no sólo para sí mismos, sino también para miles de millones de otras personas milenio tras milenio.

Mi bisabuelo fue puesto en un barco de convictos en Inglaterra y transportado a lejanas regiones de la tierra (la colonia penal de Australia) por un pequeño error. Estaba recogiendo hierbas a lo largo de la orilla de un río para su madre viuda cuando se extravió y entró a la propiedad de un lord inglés. Sólo tenía diecisiete años, pero nunca volvió a ver a su madre ni a su familia. Esa era la justicia británica en aquellos malos tiempos, una especie de retribución que ofende todo sentido de justicia y sensibilidad humana. Pero el castigo administrado en aquellos tribunales británicos parece un inocente juego en el parque en comparación con el horrendo edicto de Dios: "Un strike, y estás fuera". Esto es justicia retributiva, cuyo horror desafía toda imaginación. Pero la absoluta locura de todo ello se pone peor. ¡Mucho peor!

2. El infierno.

Según este mito pagano reciclado, la justicia retributiva apenas había comenzado con toda la miseria temporal, el sufrimiento, y la muerte de este mundo. Se dice que el castigo pleno de la caída del ser humano, cuya culpa descansa en cada uno, es la condena en el infierno. En la ortodoxia cristiana, el infierno es un lugar de castigo interminable, de tormento indescriptible e interminable. Con el infierno, la justicia retributiva de Dios asume proporciones infinitas. Se dice que el pecado es una ofensa contra una majestad infinita, ofensa que amerita un castigo infinito. Así, pues, Dios se pasa la eternidad cobrándoselas, vengándose de la gente por haberle ofendido.

Con esto, se ha dicho suficiente, porque la doctrina cristiana del infierno es una absoluta desgracia. La iglesia debe ser acusada de contaminar la tierra con sadismo religioso y pornografía. Ninguna mente humana debe ser obligada jamás a contemplar tales repugnantes e inhumanas imágenes, cuya exhibición ha hecho que muchos se desmayen, enloquezcan, vivan aterrorizados, obedezcan limitaciones religiosas por temor, o dejen de creer en Dios por completo. Millones se han vuelto ateos antes que creer en fábulas tan insultantes a todo sentido de decencia humana.

A Dios gracias, no todos los cristianos han creído ni continuado creyendo en esta clase de ortodoxia cristiana. Una conciencia humana despierta conduce a más y más feligreses y teólogos a reinterpretar el infierno de una manera más humanitaria o a abandonar la idea completamente. Después de todo, es un antiguo mito pagano que se ha usado en la religión cristiana para llevar la justicia retributiva a un grado infinito de estupidez infinita.

3. La expiación.

En la teología cristiana, la cruz y el infierno son los dos lados de las dos etapas de una realidad. El Credo de los Apóstoles dice que Cristo descendió al infierno. Tomó sobre sí la ira de Dios contra el pecado, los infinitos sufrimientos del infierno, para salvarnos de ese castigo. Se dice que, por amor, Dios ha proporcionado este sangriento sacrificio de su propio hijo para hacer expiación (retribución, compensación, pago) por los pecados humanos. También se decía que Cristo se hizo uno con el Padre al convertirse en la sangrienta víctima de la expiación. Se dice que la transacción es substitutiva. Cristo, el inocente, fue tratado como nosotros merecíamos ser tratados para que nosotros, los culpables, pudiéramos ser tratados como él lo merece. Dios puso sobre él los pecados del mundo y le castigó como si él hubiese sido cada pecador ... (Se dice que la naturaleza humana de Cristo fue sustentada por su naturaleza divina para que soportara un castigo infinito, haciendo una expiación suficiente por los pecados del mundo).

Si se preguntara: "¿Por qué era necesaria esta expiación?", la respuesta sería que Dios no podría perdonar el pecado a menos que satisficiera su ley o su principio de justicia retributiva. Anselmo dijo que las reparaciones o una adecuada compensación debían ser hechas al honor ofendido de Dios debido al pecado del hombre.

Por lo tanto, la verdadera razón de que Dios ofrezca el sacrificio de sangre de su hijo y Cristo se ofrezca a sí mismo como víctima, no es para salvar a la gente, sino para justificar la administración divina, satisfacer la justicia de Dios, honrar y glorificar a Dios, etc. Charles Hodge, el teólogo sistemático calvinista, va aun más allá. Dice Hodge que, puesto que Dios es el Movedor impasible que no puede ser influido por nada fuera de sí mismo, cuando ama o es misericordioso hacia nosotros, sólo está amándose a sí mismo o siendo misericordioso hacia sí mismo. Así que la esencia de la expiación es que Cristo no murió primeramente en absoluto por personas, como lo hizo Johsua ben Adam, sino que murió por el principio de la ley y la justicia retributiva.

Si Dios no puede perdonarnos a menos que Cristo pague la deuda, entonces Dios no perdona realmente en absoluto. Si una deuda ha sido pagada, entonces no hay nada que perdonar. Por consiguiente, la expiación y el perdón son mutuamente excluyentes.

El único rasgo mitigante de esta teología de verdugo es las declaraciones que dicen que Dios nos amó y dio a su hijo para pagar nuestra pena. Es una cosa buena el que la mayoría de la gente nunca lea las declaraciones de los teólogos, que podrían fácilmente destruir las alusiones a que el amor de Dios es altruista. Muchos que todavía viven con una visión mundial legalista o en un universo en cuyo corazón vive la justicia retributiva sí hallan sostén y consuelo en el que Dios haya ofrecido su hijo como expiación. Afortunadamente, esas personas nunca han sido expuestas a los "buenos" teólogos como Augustus Strong (Teología Sistemática), que dice que la justicia, no el amor, es el principal atributo de Dios.

Resumen

La caída, el infierno, y la expiación por medio de un sacrificio de sangre son el entorno de la estructura de la religión cristiana, ya sea católica o protestante.

Cada uno de estos tres elementos es un mito pagano reciclado.

Cada uno de ellos tiene en su centro la justicia retributiva.

Juntas, las partes forman una estructura. La caída es el principio de la historia. La historia tiene un fin infernal. En el medio, está la expiación por medio de un sacrificio de sangre. De principio a fin, es una cámara de horrores. Es totalmente incompatible con la vida y las enseñanzas de Joshua ben Adam.

Como hemos visto, ben Adam demolió completamente la visión mundial de sus días. Quitó la justicia retributiva de su visión de una nueva sociedad humana. No había ninguna justicia retributiva en su visión de Dios. Su enseñanza era como el vino nuevo, el cual, decía él, no debe ser puesto en odres viejos. Pero eso es exactamente lo que sucedió. La iglesia puso el vino nuevo de asombrosa generosidad y amor en los odres viejos de mitos paganos y justicia retributiva.


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