Ahora estamos listos para juntar
las hebras de nuestro bosquejo. Joshua ben Adam irrumpe en
escena con una enseñanza acerca del reino. Es algo nuevo. Es
algo que ya ha llegado. El momento de entrar en él es ahora.
El anuncio se llama las "buenas nuevas", tan emocionantemente
buenas, que deben estar acompañadas por grandes celebraciones
con mucha comida y bebida.
Una
nueva visión de la humanidad
El "reino" es una nueva clase de sociedad humana. El requisito
para entrar es ser miembro de la raza humana.
Ser un ser humano es suficiente. Por consiguiente, los que
responden deben entrar sin ningún otro título. Cada uno debe
entrar en esta nueva sociedad como un niño. Cuando Joshua dijo
esto, no estaba alabando ninguna virtud de la niñez. En
aquella cultura, los niños no tenían ninguna posición. No
contaban. Por consiguiente, entrar al reino como niño
significa entrar como alguien que no tiene ningún título o
como alguien que no cuenta. Es un reino de don nadies. (2)
Por eso Joshua declaró que los pobres en la base de la
sociedad eran realmente los afortunados. Ya eran don nadies.
No tenían nada que perder. Estaban abrumados por la asombrosa
generosidad de la invitación. Convertirse en parte de este
nuevo reino humano era mucho más difícil para los que estaban
en la cima del árbol. Eran tan bienvenidos como cualquier
otro, pero tenían que entrar sin tener en cuenta sus títulos
honorarios, su riqueza, o su poder. Tenían que entrar como
niños, como don nadies que no contaban.
En la nueva comunidad de la sociedad de ben Adam, no hay
discriminación. No hay rangos altos ni bajos. No hay señores
ni lacayos. No hay amos ni siervos. No hay gobernantes. No hay
apóstoles principales. No hay ninguna silla especial para San
Pedro. No hay nadie llamado Padre (Líder, Führer, Papa).
¡Nadie distingue los colores! El género no hace ninguna
diferencia porque varones y hembras son igualmente seres
humanos. No hay jerarquías. No hay ninguna autoridad impuesta
porque el amor no depende de órdenes. No hay serviles que se
arrastran ante superiores o que se muestran condescendientes
con inferiores. Sólo el amor, que no conoce ni arriba ni
abajo. Sólo un campo de juegos plano en que las personas ríen
en este banquete de liberación humana.
La religión no cuenta. No hay ninguna prueba religiosa. Es
irrelevante si uno cree en el bautismo por inmersión, el
bautismo con pistola de agua o en ningún bautismo. Ni
las buenas opiniones ni las malas opiniones concernientes a la
religión tienen ninguna relevancia en cuanto a si uno es
admitido o excluido.
Aparte del único mal de no ser un ser humano (perdonador,
interesado en el bienestar ajeno, compasivo, dador, etc.), no
hay ningún pecado.
La sociedad de ben Adam tiene
una sola declaración de misión: vivir y morir al servicio de
la humanidad, trabajar incesantemente por la liberación de
todo ser humano oprimido.
La
diferencia entre lo natural y lo humano
Otros, además de Joshua ben Adam, han soñado y trabajado para
crear una sociedad igualitaria. Los humanistas, los
libertarios, los republicanos, los niveladores, y los
marxistas, todos ellos pudieron ver que Dios y la religión
crearon sociedades opresivas que eran contrarias a la libertad
y la igualdad humanas. La historia ha demostrado ampliamente
el fracaso de todas las teocracias.
Así que dejaron a un lado lo sobrenatural y limitaron sus
sueños a lo que era posible de acuerdo con el orden natural de
las cosas. Sin embargo, hay una gran tensión entre el reino
natural y el reino humano. La naturaleza crea su propia
jerarquía. Dejada a sus propios recursos, es un campo de
muerte, "una bruja vieja y malvada". Los aptos sobreviven para
comerse, dominar o sojuzgar a los débiles. La naturaleza no
ayuda a los débiles, sino que los destruye. La naturaleza no
ama al prójimo. Es realmente ciega, insensible y no toma
decisiones conscientes.
¿Por qué debe sorprendernos que haya depredadores y presas,
opresores y oprimidos y "perros que comen perros" en nuestro
valiente nuevo mundo? Esto es consistente con el
funcionamiento de un orden natural. La xenofobia (3)
es natural (pregúntele a cualquier biólogo). El incesto es
natural. La violencia es natural. La promiscuidad sexual,
hasta la violación, es natural. La conducta depredadora es
natural. Ser un parásito que debilita, mutila y mata es
natural. ¡Y qué vamos a hacer con la nueva secta de la
adoración de la naturaleza, y la idea de que cualquier
conducta humana aberrante está justificada si es natural!
Todo el reino animal, siendo natural, es un orden vertical de
dominio y sometimiento, depredador y presa. De modo natural,
está dispuesta en un "orden de picoteo", con los fuertes
encima y los débiles debajo.
Por otra parte, el reino humano no es natural. Cuidar de los
demás como cuidamos de nosotros mismos no es natural. Ayudar
al débil y liberar al oprimido no es natural. Amar a otras
razas de personas y hasta a nuestros enemigos no es natural.
Perdonar a los que nos agravian no es natural. Ser compasivos,
considerados y amables no es natural. Todo lo que sea
expresión del gran imperativo humano: "Amarás a tu prójimo
como a ti mismo" no es natural porque no funciona en un orden
vertical. ¡Ser humano es un orden horizontal, lateral, al
mismo nivel!
¡Por consiguiente, ser humano no es natural! Está por encima o
es superior a lo natural. Es sobrenatural.
Ahora nos estamos acercando al corazón de lo que Joshua ben
Adam quería decir, lo que significan la vida, las relaciones
humanas y lo sobrenatural. Por consiguiente, debemos ir tras
esta distinción entre lo natural y lo humano con toda la
tenacidad y la excitación de un buscador de tesoros que está
cerca de un enorme hallazgo.
Hay otra distinción, muy fundamental, entre el reino natural y
el reino humano. El orden natural se desarrolla al azar. Es un
orden espontáneo. No piensa, no razona a partir de causa y
efecto, no tiene visión ni hacia adelante ni hacia atrás. No
hace elecciones inteligentes, sino que es guiado sólo por el
instinto. No es ni consciente ni libre.
Por otra parte, el ser humano es consciente, inteligente, y
tiene la libertad de tomar decisiones, aun aquellas que son
contrarias al instinto natural, las leyes de la herencia y el
orden espontáneo. Los dos atributos que
hacen posible el orden humano u horizontal son el amor y
la libertad. Juntos, son la esencia de ser
humanos. El amor y la libertad van juntos como los dos lados
de una moneda. Son los dos lados de una realidad. No hay amor
sin libertad y no hay libertad sin amor; y por supuesto, sin
ambos no hay orden horizontal ni ninguna verdadera
existencia.
Para resumir, si alguien le apuntara a la cabeza con un arma
de fuego y exigiera dinero para su estómago hambriento, usted
puede obedecer. Pero ese acto de dar no sería amor. Sólo
podría ser amor si usted lo hiciera libremente. Pero si usted
lo hiciera con la esperanza de que Dios le recompensaría
(retribuiría), eso tampoco sería amor. Como decía Joshua ben Adam, amor significa dar sin
esperar recibir recompensa. Si usted lo
hiciera por temor a un castigo futuro, eso tampoco sería amor.
Nada de lo que no se hace libremente es amor. Al amor no se le
puede ordenar. No existe junto con la coerción, el temor, la
fuerza, y no lo sobornan ni la esperanza ni la retribución.
Ahora examinemos el amor desde la perspectiva del prójimo.
Existe tal cosa como la benevolencia calculadora, un dar
diseñado para manipular al que recibe, ponerlo en deuda con
usted, o ponerlo de su parte. Esta clase de "amor" es la
condescendencia de un superior. Produce resentimiento en el
inferior porque quita la dignidad de ser libre y humano. ¿Cómo
puede ser amor ser manipulado u obligado a devolver un favor?
¿Cómo puede ser amor ser controlado por un benefactor?
El amor tiene que operar, no sólo en una atmósfera de
libertad, sino en una relación de igualdad.
El amor no existe donde hay superiores e inferiores. No hay
tal cosa como amar a alguien "hacia arriba", no más de lo que
existe amar a alguien "hacia abajo". Por consiguiente, el
orden humano de libertad y amor es muy diferente del orden de
picoteo del reino animal, en que el fuerte domina al débil.
Ser
humano es la imagen y semejanza de Dios
Ser humano no es natural. Está por encima y es superior a lo
natural. Ser humano es sobrenatural. Este orden humano
horizontal de libertad y amor es la imagen y la semejanza de
Dios. (Ver Génesis 2:27, 28; Salmos 8:3-7).
Dios es el espíritu, la mente, la sabiduría y la inteligencia
por medio de las cuales existen todas las cosas. No hay un
solo lugar en los 400 millares de millones de galaxias de este
universo en que no esté su presencia. No está presente en un
lugar más de lo que está en otro. Nunca fue un propietario
ausente, por lo que concierne a esta tierra, y ninguna caída
ni ningún pecado por parte de la humanidad hizo que retirara
su presencia y dejara de sustentar cada una de las cosas,
animadas o inanimadas. Vive en nosotros y alrededor de
nosotros. Es sabiduría que vive en y guía a los peces y a las
aves en el cielo en su misteriosa navegación. Es la mente que
supervisa el desarrollo de las especies, las funciones
fantásticamente misteriosas de los miles de millones de
células de nuestros cuerpos, y opera en los electrones, los
neutrones y las supercadenas del átomo.
Peor que estúpido es el biólogo, el botánico, o el físico que
cree que no hay ningún misterio en nada, salvo en los
componentes químicos y las leyes físicas. Como ha escrito el
científico Paul Davies, hay demasiada evidencia de designio,
orden, propósito, inteligencia y sabiduría para negar la
presencia de esta trascendente realidad en todas partes. (4)
Al mismo tiempo que Dios está en su creación, está por encima,
más allá y diferenciado de su creación. Es inimaginable,
incognoscible, "la figura inconspicua en la silenciosa
habitación de atrás. Se sienta con la cabeza inclinada, en
silencio, esperando, escuchando la conmoción en las calles ...
su presencia es evidente en los últimos rincones del espacio
infinito más allá del ojo escudriñador del hombre. Su
presencia se puede adivinar en los últimos rincones de la
infinita pequeñez, más allá de la ampliación del electrón o
del microscopio. Está presente en todas las cosas vivientes y
en toda materia inanimada". (Robert Ardrey, African Genesis).
"¿A dónde me iré de tu
Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los
cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado,
he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba, y
habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano,
y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas
me encubrirán, aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece
como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz.
"Porque tú formaste mis
entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te
alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue
encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado y
entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión
vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas
aquellas cosas que fueron luego formadas" (Salmos 139:7-16).
"Dios es un espíritu", decía Joshua ben Adam, pero así como el
espíritu de un maestro artista, escultor y jardinero adquiere
expresión en su lienzo, así también el espíritu de Dios se
expresa en las cosas que él ha hecho.
¿Es Dios una fuerza, una inteligencia impersonal, como Paul
Davies casi lo dice? A lo cual debemos responder: Como
espíritu, Dios adquiere expresión personal en la creación de
la persona humana, varón y hembra. La persona crea la persona.
El orden humano de libertad y amor es la imagen y semejanza de
Dios. " ... lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues
Dios se lo manifestó ..." (Rom. 1:19).
Como conciencia y como persona, Dios se expresa en esa
humanidad en que las personas pueden relacionarse, libre y
lateralmente, con otros en amor, compasión, cuidado, bondad y
justicia. Humanidad - conciencia, libertad, amor,
horizontalidad - es un don sobrenatural que se deriva del
espíritu del que está presente en todas las cosas y por medio
de todas las cosas.
Ahora bien, si esta humanidad es la imagen y semejanza de
Dios, entonces Dios debe ser supremamente humano. Debe ser una
persona consciente, como nosotros, sólo que supremamente más.
Debe ser libre como nosotros, sólo que supremamente más. Debe
ser amoroso como nosotros, sólo que supremamente más. Debe
estar comprometido en relaciones al mismo nivel (no vertical,
no coercitivo) como nosotros, sólo que supremamente más. "Dios
es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios
en él" (1 Juan 4:16).
Dios debe ser supremamente humano.
Una
nueva visión de Dios
La visión de Joshua ben Adam de una nueva humanidad se basaba
en su nueva visión de Dios que comenzamos a anticipar en la
última sección. Ya no está el Dios de justicia retributiva que
está tan ofendido con nosotros que necesita expiación para
traerlo de vuelta. Ya no hay un reino de Dios en un lugar
llamado "cielo", un reino que un día llegará a la tierra con
poder coercitivo. El reino de Dios - decía Joshua - ya
está aquí, en usted y alrededor suyo, y con usted. Él está
aquí, y cuenta los cabellos de su cabeza. Ya no está el Dios
del firmamento, coercitivo, monárquico, que se ha reflejado en
toda clase de opresiones humanas.
El Dios de Joshua ben Adam era una realidad supremamente
humana (5). En nuestro capítulo "Ninguna Religión",
vimos que Joshua actuaba con la autoridad de ser un hombre a
imagen y semejanza de Dios. (Génesi 1:28,29; Salmos 8:3-7). En
la historia del mundo hasta el tiempo de Joshua ben Adam, esta
imagen de Dios permanecía siendo potencial. Joshua actualizó
el potencial humano. En él, la imagen y semejanza de Dios
encontró expresión plena. Cualquiera que entrara dentro de la
órbita de sus palabras y acciones, encontraba esta imagen y
semejanza de Dios. Podemos acusar a los cristianos primitivos
de comenzar a difuminar esta distinción entre Joshua y Dios,
pero no podemos criticar su testimonio unido de que él era "la
imagen del Dios invisible", "la imagen misma de su sustancia"
(Colosenses 1:15; Hebreos 1:3).
Los antiguos (y demasiado modernos) pensaban que Dios era como
un monarca terrenal, sentado en su trono, con gente que
llegaba y salía de su presencia con la nariz en el piso y el
trasero en el aire. Pensaban que los humanos se relacionaban
con él como con una autoridad vertical, del amo por encima del
siervo, del gobernante por encima del súbdito, del fuerte por
encima del débil. Pero, si Joshua ben Adam era realmente
semejante a Dios, confrontamos una realidad totalmente
diferente - un Dios supremamente humano.
La humanidad no puede funcionar verticalmente a la manera del
orden del reino animal. La humanidad funciona horizontalmente
siendo libre de toda clase de coerción, fuerza, dominio o
manipulación. Joshua mostró en todo su carácter y toda su
enseñanza que Dios se relaciona con nosotros humanamente, de
una manera que es fiel a su propia imagen y semejanza.
Las personas que entraban a la órbita de influencia de Joshua
eran movidas a creer en un Dios que estaba con ellos, en
ellos, y para ellos, para sanar, perdonar e inspirarles a
enfrentar la vida con nuevas esperanzas y nuevo valor.
Maquinadores colectores de impuestos, endurecidos soldados
romanos, prostitutas marginadas, leprosos y parias, a todos
ellos se les hacía sentir que Dios era su amigo que les
aceptaba y simpatizaba con ellos.
Para demostrarnos cuán supremamente humano era Dios, Joshua
dio osadamente a Dios un nuevo nombre. Este nuevo nombre
personificaba su nueva visión de Dios. Los hebreos habían
llamado a Dios por el nombre de YHWH. Estaba escrito sin
vocales y nunca se pronunciaba. Su Dios era tan santo, lejano
y distante que sólo se podía aproximarse a él por medio de
mediadores, que incluían todos los trebejos de la religión.
Sin embargo, Joshua se dirigía a Dios llamándole Abba en su
lengua nativa, el arameo. Éste era el nombre afectuoso y
familiar con el cual los niños pequeños se dirigían a su
padre. Significaba algo así como papito o querido papá. En los
días de Joshua, esto sonaba como escandalosa familiaridad,
hasta como blasfemia. Pero, para Joshua, Abba no era una
negación de la trascendente grandeza de Dios, sino prueba de
ella. La grandeza, decía, se manifestaba en la humildad y el
servicio al prójimo. Era vista en Abba Padre, un ser
supremamente humano, con nosotros, entre nosotros, y en
nosotros. Cada uno tiene acceso igual a él, ya sea un
conductor de camión o el Papa. (6) No hay necesidad de
mediadores, sacerdotes, oraciones repetitivas, ni ritos. La
existencia humana en un plano horizontal no significa
relacionarse los unos con los otros religiosamente. La
religión pertenece al mundo de las relaciones verticales. Dios
no es religioso. ¡No si es una realidad supremamente
humana!
Supremamente humano significa que Dios es, no sólo la fuente
de nuestra humanidad, sino que él es más humano que nosotros.
Es más amoroso, compasivo, bondadoso, solícito, justo o
cualquier otra cosa que nosotros reconozcamos como humana. Es
más sensible a nuestro derecho a ser libres y humanos de lo
que podamos imaginar. No hay ninguna autoridad impuesta,
ninguna usurpación de nuestra individualidad, ninguna
interferencia con nuestro derecho a tomar decisiones, aunque
sean erradas. ¿No sería Dios el primero en respetar su imagen
y semejanza en nosotros?
Es un misterio cómo vive Dios en nosotros, haciendo posible
que seamos conscientes, humanos y libres, pero hace esto tan
discretamente que nuestras decisiones y acciones son
enteramente nuestras. Puede inspirarnos, pero nunca dicta; su
espíritu nos mueve, pero no interfiere. La vida que vivimos es
nuestra, no de él. Las piadosas imágenes de él usándonos como
un recipiente vacío o como una persona sin voluntad propia son
puras tonterías. Él es un Dios de libertad y sabe que nosotros
no somos humanos a menos que seamos libres. Así, pues, en
todas las cosas, él nos da el espacio que necesitamos para ser
humanos porque él es el espíritu supremamente humano.
La visión de Joshua ben Adam de un Dios supremamente humano
nos ayuda a entender por qué permitió que la iglesia cometiera
sus errores y desarrollara un sistema de dominio que destruyó
la libertad humana. O por qué le permitió que rehiciera a
Joshua ben Adam para ajustarse a un régimen totalitario tan
completamente en desacuerdo con su visión del reino. Dios lo
permitió porque es un Dios de libertad - mucho más vehemente
acerca de la libertad humana de lo que nosotros jamás
podríamos serlo. Él no fuerza a la humanidad a hacer las cosas
a su manera. Dios no detuvo la Inquisición más de lo que
detuvo el Holocausto.
¡Con qué fe y con qué paciencia tuvo Dios que esperar hasta
que el hombre Joshua actualizó el potencial humano de ser la
imagen y la semejanza de Dios! Qué fe debe haber tenido para
esperar hasta que, aun la iglesia, por tanto la archienemiga
de la libertad humana, viera que la vía del orden vertical,
con su dominio y sumisión, es un triste desastre humano. En
tiempos recientes, la iglesia ha aprendido muchas lecciones y
ha progresado hasta repudiar cosas inhumanas como la
intolerancia religiosa, la esclavitud, la discriminación
racial, y la oposición a la ciencia. Es de esperar que pronto
veamos menos resistencia a la erudición bíblica, más igualdad
para las mujeres, una mayor disposición a reconocer sus
errores, pero sobre todo la total eliminación del error de
todos los errores - una relación vertical con Dios.
La grandeza se manifestó en la humildad y el servicio hacia
los demás.
Dios
puede ser una idea peligrosa
Cualquier visión de
Dios diferente de la de un Dios supremamente humano es un
peligro espantoso para la humanidad. La idea de Dios como
una autoridad no humana, vertical, es el arma más
destructora que jamás fue liberada en la tierra. Donde el
ateísmo ha destruido sus millones, el teísmo ha destruido
sus decenas de millones. En nombre de Dios, las peores
tiranías e inhumanidades son legitimadas al ser
sacralizadas.
Si permitimos que sea
aceptada la idea de Dios como autoridad vertical por encima
de nosotros; si permitimos que sea aceptada la idea de que
esta relación tiene más importancia que las relaciones
humanas, quedará abierta de par en par la puerta para todas
las humanas atrocidades, tiranías, privaciones de libertad y
la destrucción de los derechos humanos. Así fue como un ser
humano sensible como Saulo de Tarso fue atrapado llevando
arrastrados a cristianos encadenados delante de las
autoridades. Puso la devoción a su Dios por delante de las
obligaciones humanas. De la misma manera, hombres buenos se
vieron envueltos en la tortura de personas durante la
Inquisición o llevando a cabo pogroms contra los judíos. De
seguro, eran lo bastante humanos como para que les doliese
mientras luchaban contra el acicate de sus propias
conciencias humanas, pero la autoridad superior llamada Dios
les hacía hacer estas cosas inhumanas.
Calvino agonizaba mientras Serveto ardía en la hoguera. Esta
sangrienta intolerancia no era una conducta acorde con la
naturaleza humana del propio Calvino. Seguramente tuvo que
violar su propia sensibilidad humana para hacerlo, pero la
lealtad a una autoridad superior que él adoraba como Dios le
hacía hacerlo. Mientras una autoridad vertical llamada Dios
esté separada de nuestras relaciones horizontales con otros
seres humanos, se repetirá la agonía de hacer cosas inhumanas
en nombre de Dios.
"Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero,
eso hago" (Rom. 7:19). Millones han sido muertos y continúan
siéndolo en nombre de Dios. En este mismo momento, en alguna
parte de la tierra alguien está siendo descuartizado o está
volando en pedazos en nombre de Dios.
Dios es absolutamente la idea más destructiva que anda suelta
en este planeta. Esta idea ha causado más guerras,
derramamiento de sangre, malos entendidos, contiendas, tiranía
y terror que ninguna otra cosa. Nada ha mantenido a la gente
en tanta oscuridad, esclavitud, o impedido el progreso humano
tanto como la idea de Dios.
Los cristianos han creído que el mundo estaba en la oscuridad
por falta del Dios cristiano. Así que han salido a convertir
el mundo al Dios del pecado original, el infierno y la
expiación por sangre. Un Dios de sangriento salvajismo y total
venganza retributiva, vestido con el ropaje del amor y la
misericordia, produjo un sistema totalitario que ha
sobrevivido al colapso de todos los otros sistemas
totalitarios. ¿Por qué? Porque sacralizó su gobierno y mantuvo
cautiva a la gente con la idea de Dios.
Cualquiera que no pueda ver que la idea de Dios es peligrosa,
terriblemente peligrosa, no ha leído ninguna historia y no se
da cuenta del pavoroso número de crímenes contra la humanidad
cometidos en su nombre. Y no se ha detenido. El mundo actual
es un barril de pólvora porque hay una idea de Dios entre las
orejas de millones de personas, una idea que es más peligrosa
que todos los explosivos que se puedan acumular en este mundo.
El que muchos quieran embellecer esta idea de Dios con un
pretexto benévolo no hace ninguna diferencia. Puede ser peor
porque, con el pretexto de que 'Dios es amor', la idea se
vuelve más seductoramente peligrosa para la libertad y la
existencia humanas. Es más seguro no creer en ningún Dios en
absoluto que creer en este Dios de arriba, es decir, en este
Dios de la dimensión vertical.
Por supuesto, somos tontos y estúpidos si no reconocemos el
origen de toda esta inhumanidad cometida en nombre de Dios. Es
porque se ha hecho de Dios una autoridad autoritaria, no
humana. Esto siempre funciona para quitarnos nuestra libertad
y destruir la posibilidad de amar a otros, y nos convierte en
la imagen y la semejanza de las bestias.
Joshua ben Adam puso el hacha al pie del orden vertical con
una nueva doctrina que puso a un Dios supremamente humano en
el nivel humano de libertad y amor. Su imagen y semejanza no
se ve en ninguna otra parte.
Si Dios no es una figura autoritaria por encima de la línea
horizontal humana, entonces nada más está por encima de esa
línea para exigir de nosotros ciega obediencia, sumisión y
pérdida de la libertad humana. No hay ninguna
Biblia, ningún credo, ninguna jerarquía, ningunas leyes
religiosas que puedan ejercer un poder autoritario sobre
nosotros. Cualquier cosa que sea humana puede estar en la
línea de igualdad con nosotros, pero todos los demás
íconos deben ser puestos debajo de nuestros pies. (Salmos
8:3-6).
Dios
en solidaridad con nosotros
La nueva visión de Joshua de Dios trataba de su solidaridad
con la gente. Iba más allá de cualquier cosa enseñada antes de
él. Es una visión que se necesitaba urgentemente en un mundo
sacudido por la violencia religiosa.
(1) Ningún Dios que sirve aparte de servir a la
gente
Dios y la gente están en una solidaridad tal que ya no se
puede decir legítimamente: "Dios es primero". Las peores
inhumanidades hacia el hombre se arrastran bajo el desgraciado
disfraz de poner a Dios primero. Bajo este disfraz, todavía
están cometiendo mutilaciones y asesinatos desde Afganistán
hasta Jerusalén, desde Bosnia hasta Irlanda del Norte.
El Dios que no es solidario con la gente es un Dios del orden
vertical, una abstracción no humana y un peligroso ídolo de la
imaginación. Millones corren al combate a favor de esta
Abstracción - un Dios aislado de la gente - y entregarán sus
vidas o masacrarán a otros para defenderlo. Pero es un total
engaño porque un Dios aislado de la gente no existe.
Sin embargo, el Dios supremamente humano es tan inseparable de
la gente que no es posible dañar ni descuidar a ningún ser
humano sin dañarlo ni descuidarlo a él. El dicho de Joshua es
aplicable a Dios: "Por cuanto los hicísteis a uno de estos mis
pequeñitos ... a mí lo hicísteis". (Mat. 25:40). Joshua
sugiere que su Abba Padre podría volverse de hecho amenazador
si uno de sus "pequeñitos" fuese perjudicado. (Luc. 17:2). ¿No
pone un buen padre a sus hijos primero?
Dios es un espíritu (Juan 4:24) que viene a hacerse expresión
personal en la gente. La única manera de servirle es sirviendo
a la gente. Si usted vierte su sangre en el suelo por él, no
podría beneficiarle más que si le entregara alimento por
dinero.
Joshua dijo que deberíamos ir a Dios en su nombre. Su nombre
es ben Adam, y significa un ser humano en solidaridad con
todos los seres humanos. Ir a Dios en nombre de ben Adam
significa ir en solidaridad con la humanidad, así como él es
solidario con la humanidad. Por ejemplo, dice Joshua: No
pienses que puedes adorar a Dios si las cosas no están bien
entre tú y tu vecino. Primero, ve y reconcíliate con la parte
ofendida y después de eso, den gracias juntos. (Mat. 5:24). Es
como si Dios dijera, tomando prestada una línea de un relato
del Antiguo Testamento: "No verás mi rostro a menos que tu
hermano esté contigo".
(2) No ver a Dios excepto en la gente
La religión hace de una "montaña" o de un
templo el lugar de reunión de Dios. Joshua
ben Adam desacraliza todos los lugares (Juan 4;21-24) y hace
del pueblo de Dios el único lugar de reunión. La imagen o la
semejanza de Dios viene a expresarse sólo en la gente - ¡en
ninguna otra parte! Él es visto en la gente, especialmente
gente ordinaria que hace cosas ordinarias.
Por lo general, la religión manda a todo el mundo a correr en
la dirección equivocada. La gente se apresura a encontrar a
Dios en las cosas sagradas - en un lugar, en un día, en cosas
que se comen o no se comen, en la contemplación mística, en
ritos religiosos y en la histeria de grupo - mientras la
imagen viviente de Dios está a la vista en la vida diaria, en
la bondad de un desconocido, en la inspiradora alegría de un
vecino y en la asombrosa dedicación de gente común y corriente
que ayuda a gente común y corriente. Estas cosas no son
naturales, sino humanas y sobrenaturales. Este es el templo
viviente de Dios que brilla con la gloria de su presencia.
(3) No encontrar a Dios en el subjetivismo
La enseñanza de Joshua ben Adam acerca del reino de Dios
dentro de nosotros no debe confundirse con estos interminables
y desgraciados viajes de autodescubrimiento. Dios no se halla
en ninguna contemplación mística del ombligo. Toda la vida y
la enseñanza de Joshua ben Adam era acerca del olvido de sí
mismo en el cuidado y al servicio de los demás.
Se hace que el ojo mire y admire lo que está fuera de sí
mismo. Ciertamente, Joshua sí habla de Dios como espíritu que
mora en nosotros, pero su espíritu es extrovertido, no
introvertido. De Joshua se djo: "A otros salvó, pero no se
puede salvar a sí mismo". Esto también se puede decir de
nosotros porque es simplemente la manera de ser humano.
Se dice a veces que debemos aprender a perdonarnos y a amarnos
a nosotros mismos antes de que podamos perdonar y amar a
otros. Eso es sabiduría convencional, pero no es la manera del
reino de Joshua. Su manera es hallar perdón y misericordia al
derramar perdón y misericordia sobre los demás. El
misericordioso hallará misericordia. Nuestras deudas son
perdonadas "cuando perdonamos a nuestros deudores". (Mat. 3:7;
6:12). La vida se halla al perderla.
Esta no es una calculadora especie de dar como un medio de
recibir algo a cambio. Esa es la antigua y fea manera de la
justicia retributiva y devolver golpe por golpe. De lo que
Joshua está hablando es un temerario olvido de sí mismo. La
única manera de aprender esta verdad es hacerlo de la misma
manera que se aprende a nadar nadando. Es la manera de ser
libre y ser humano.
La manera del reino de Joshua no es sentarnos por allí a
aprender cómo podemos ser salvos o ir al cielo. Hablar acerca de hallar la
salvación para uno mismo está conspicuamente ausente de los
auténticos dichos de Joshua ben Adam. En vano buscará usted
dónde se habla de la vida después de la muerte. Su
tema es hallar la vida ahora, y usted la halla arrojándola
lejos.
Hace treinta años, había un grupo de personas obsesionadas con
estar en paz con Dios por medio de la "justificación por la
fe". (¡Fue allí!) Treinta años más tarde, algunas de ellas
todavía siguen dando vueltas y vueltas alrededor del mismo
punto. A menos que se bajen de esa rueda de molino, el único
éxito del cual disfrutarán jamás es propagarles a los demás su
propia y neurótica preocupación con la salvación suya, suya,
suya.
Joshua contó una escandalosa historia acerca de un indolente
administrador que había recibido plazo para ser despedido. Así
que comenzó a deshacerse de las cosas del jefe por precios
ridículos, y a condonar grandes deudas a los deudores de la
firma con condiciones de cancelación. Por supuesto, toda esta
generosidad a expensas del dueño hizo felices a algunos y le
ganó a este mal administrador un lugar en los buenos libros de
ellos. Pero la sorpresa verdaderamente grande fue la reacción
del dueño. Felicitó al bribón por hacer lo correcto.
Se ha estado argumentando durante dos mil años acerca de la
moraleja de ese relato. Pero es realmente sencilla. Comience a
regalar los tesoros reales como si usted tuviera la tarjeta de
crédito de Dios. Vea si puede hacer quebrar el banco. Hay sólo
una pequeña condición: ¡nada para usted!
Notas:
(1) Las palabras "del cielo" parecen ser un distintivo adorno
de Mateo, que hemos dejado fuera.
(2) Esta penetración acerca del significado de "pequeñitos"
viene de The Historical
Jesus: The Life of a Mediterranean Jewish Peasant [El
Jesús Histórico: La vida de un campesino judío del
Mediterráneo], de Dominic Crossan.
(3) Xenophobia: Temor a los desconocidos o extranjeros;
racismo.
(4) Véase de Paul Davies, "The
Mind of God".
(5) Estoy en deuda con la obra de Albert Nolan, "Jesus Before Christianity",
para la frase "un Dios supremamente humano". Esta idea fue la
cúspide de su excelente librito.
(6) Así dice Michael Morwood en Tomorrow´s Catholic. Understanding God and Jesus in
a New Millenium [El católico de mañana. Entendiendo a
Dios y a Jesús en un nuevo milenio].