EL ESCÁNDALO DE
JOSHUA BEN ADAM
PARTE 2: El Escenario Grande
Robert D. Brinsmead, VERDICT, Mayo 1998
Publicado originalmente en
1998-1999
Traducido de Worldview 21
Los primeros
cristianos interpretaron el significado del suceso de
Cristo contra el telón de fondo de su propia cosmología
o visión mundial. Eso era algo muy natural
y humano. Podemos excusarles por eso.
El suyo era un universo pequeño como caja de fósforos. Se creía que el mundo tenía cuatro mil años de
antigüedad. Padre Adán había pecado y
perdido el paraíso para todos. El resultado había sido la
enajenación de Dios, el sufrimiento y la muerte en toda la
faz del mundo.
Nuestra época tiene el telescopio de Hubbell. Podemos mirar
hacia atrás en el tiempo para ver cosas que ocurrieron hace
doce mil millones de años. Podemos contar por lo menos
cuatrocientos mil millones de galaxias como nuestra propia
galaxia, la Vía Láctea.
Dice Joseph Campbell: "En nuestros días, el escenario entero
de todas las principales religiones es anticuado por lo
menos en dos mil años". Myths
to Live By, p. 215.
¿Cuáles son las implicaciones de esta realidad vastamente
expandida de tiempo/espacio? Para comenzar, sabemos que
millones de años antes de cuando se supone que Adán pecó
trayendo muerte y destrucción, hubo enormes perturbaciones
en la tierra, con la extinción a gran escala de especies
como los dinosaurios y tigres dientes de sable. Y hablando de tigres, éstos nunca tuvieron
dientes adaptados para nada que no fuera desgarrar
carne.
Así que es inútil continuar
con un esquema teológico basado en un paraíso que nunca
existió, una caída del hombre que nunca ocurrió, una
Deidad enajenada (ofendida y ausente) que nunca existió,
y luego pagar por todo este daño con una expiación de
sangre que nunca existió. Resumiendo, todo esto, una
teología del tamaño de una caja de fósforos apropiada
para ese universo del tamaño de una caja de fósforos, se
ha hecho añicos.
En esta Parte 2 del Escándalo de Joshua ben Adam, asumimos
el desafío de reinterpretar el relato del hombre más grande
que jamás existió contra el cuadro mayor de nuestro universo
mayor.
El orden vertical
Hasta donde alcanza el conocimiento humano,
la vida comenzó en este planeta hace más o menos tres
mil o cuatro mil millones de años. Al observar el orden
de la naturaleza, se ve claramente que hay una selección
natural de supervivencia del más apto. El fuerte domina
al débil; el débil es presa del fuerte. Todo pez en el
mar vive para ser alimento de alguien más.
Todo gallinero se organiza de acuerdo con un orden de
picoteo. Hay también un "orden de picoteo" en todo rebaño de
vacas, toda manada de caballos o todo grupo de animales.
Este mismo orden vertical está estampado en el orden entero
de la naturaleza. También hay una cadena alimenticia. El más
fuerte está en la cima; el más débil está en el fondo.
Como señala el biólogo Dr. Lyle Watson en Dark Nature, el primer
gene en la primera célula viviente fue imbuido de una
'voluntad' de sobrevivir y conquistar de cualquier manera, a
cualquier costo. Por lo tanto, las especies son impulsadas a
matar, mutilar, dominar, subyugar, propagar y hasta a
construir mejores modelos (por ejemplo, super-bichos para
resistir los antibióticos).
Mientras hay hermosas puestas de sol y mariposas para ser
admiradas, la naturaleza es también un campo de muerte, y
hay hasta una 'bruja malvada', como dijo una vez un gran
científico.
Sin embargo, con toda su espontánea condición de operar al
azar, la naturaleza tiende a producir una armonía
simbiótica, más bien que caos; equilibrio más bien que
desequilibrio.
El
orden horizontal
Las primeras especies de la raza humana, hace entre millón y
medio y dos millones de años, se distinguieron por tener un
cerebro grande. Esto equipó al hombre para convertirse en el
mayor depredador de todos, aunque no tenía ningunas garras
ni ningunos dientes rapaces. Algunos ambientalistas nos
dicen que la llegada del Homo Sapiens fue la mayor amenaza
para las especies vivientes y el mayor riesgo que jamás pudo
existir para la supervivencia de este planeta.
El primer hombre mataba y comía prácticamente todo lo que se
moviera, hasta de su propia especie. Lo hacía con toda la
inocencia de cualquier otro animal que mata y come.
Excepto por algunos huesos y fósiles dispersos, tenemos
pocos registros del hombre primitivo. Éste no tenía ninguna
conciencia humana (autoidentidad y conciencia de sí mismo)
y, por consiguiente, no nos dejó ninguna huella de nada para
formar una correcta historia humana.
El nacimiento de la conciencia humana es aparentemente un
desarrollo muy tardío o reciente. Según Julian Jaynes,
psicólogo de la Universidad de Princeton, la invención de la
escritura y la construcción de las primeras civilizaciones
precedió al nacimiento de la verdadera conciencia humana.
Sin embargo, ése es un relato fascinante, para seguir el
cual no podemos detenernos aquí. (Véase The Origin of Human Consciousness in the
Breakdown of the Bicameral Mind).
Un cosa está muy clara, sin embargo: Cuandoquiera y
comoquiera que haya ocurrido este gran salto adelante hacia
la conciencia humana, fue acompañada por la pérdida de la
inocencia y la percepción del prójimo.
Esto queda hermosamente ilustrado en el mito de la 'caída'
de Adán. Con la percepción de sí mismo viene la pérdida de
la inocencia (Génesis 3:9, 10) y la percepción del deber
hacia el prójimo ('¿Soy yo guarda de mi hermano?' - Génesis
4:10). A esto se añadió la ley del Antiguo Testamento:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo", junto con
estipulaciones de no oprimir a otros, sino ayudar a los
pobres y a los débiles. Similares imperativos morales fueron
implantados en otras culturas y religiones humanas.
Una aplicación consistente de amar al prójimo como a uno
mismo sugeriría algo muy diferente del orden vertical
animal. Sugiere un orden horizontal con todos los seres
humanos al mismo nivel, sin que ninguno esté ni por encima
ni por debajo de la línea.
Sin embargo, nunca ha ocurrido así. Los seres humanos son
impulsados por genes como los que impulsan al orden animal.
¿Qué sociedad no desarrolla un 'orden de picoteo', ya sea en
una burocracia, una organización de negocios, un ejército o
hasta (¡especialmente!) en una iglesia?
Vemos algo de Animal Farm,
de Orwell, en todas las sociedades humanas. Los fuertes de
cerebro, voluntad o músculos dominan a los débiles. Hay
cadenas de mando desde los superiores hasta los inferiores.
Regresando al amor al prójimo ordenado en el Antiguo
Testamento, esto era imposible de llevar a cabo, excepto de
manera muy limitada. Se institucionalizó el orden vertical,
con gobernantes y súbditos, amos y esclavos, sumos
sacerdotes y pueblo.
Más que esto, este orden vertical institucionalizado fue
interpretado como sagrado por la religión. Como en Egipto,
Babilonia y en todas partes, estas jerarquías terrenales
eran vistas como representación de las jerarquías
celestiales. Por encima de todo, estaba la suprema autoridad
de Dios mismo. Por ejemplo, el rey humano era visto como un
reflejo del Rey divino, y era apropiado que todos los
súbditos se presentaran delante de él con la nariz contra el
piso y el trasero al aire. Se creía que el orden de dominio
del uno y la sujeción del otro habían sido sacralizados por
Dios mismo.
Lo mejor que el Antiguo Testamento podía hacer era moderar
el orden vertical con leyes que requerían compasión para los
que estaban en la parte inferior del sistema, incluyendo
órdenes acerca del cuidado apropiado de los esclavos
manifestado en los mismos Diez Mandamientos. (¡Esto no era
una visión muy elevada de la liberación humana!).
Los profetas del Antiguo Testamento lanzaban denuestos
contra la inhumanidad de Israel. Exigían justicia para el
oprimido y compasión para otros, en vez de ritualismo
religioso. Pero, en esa época, no pusieron, ni podían poner,
el hacha a la raíz del árbol. Sólo tenían fugaces visiones
de un orden horizontal venidero, en que habría paz, no
opresión.
Del lado más oscuro, el Antiguo Testamento usó la religión
para hacer violencia, e hizo de la inhumanidad un deber. Las
limpiezas étnicas y los terribles derramamientos de sangre
fueron legitimados por la religión. Dios es representado diciendo cosas como "matad a
viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres, hasta que
no quede ninguno" (Ezequiel 9:6).
Por supuesto, la era cristiana también ha sacralizado la
violencia y la inhumanidad - guerras, pogroms [matanzas
organizadas de personas inocentes], inquisiciones, cruzadas,
y el derramamiento de mucha más sangre de la que jamás
derramaron judíos y musulmanes. Durante toda la historia,
los cristianos han sacralizado el derecho divino de los
reyes por encima de y contra los derechos humanos, la
subordinación de las mujeres antes que la igualdad humana,
la subyugación de los esclavos y de otras razas, la
intolerancia religiosa y la supresión de muchas libertades
humanas.
Ninguna sociedad teísta ha podido jamás crear un orden de
verdadera igualdad humana porque la religión teísta está en
tensión con el orden horizontal. Todas las grandes
religiones están basadas en el amor a Dios por encima de
nosotros y amor al prójimo además de amor a nosotros. Por
supuesto, la relación vertical con Dios viene primero, y
sugerir lo contrario parecería blasfemo. Sin embargo, cuando
Dios viene primero, no es difícil mostrar cómo el prójimo
viene en un pobre segundo lugar.
Por ejemplo, a pesar de todo lo que dice el Antiguo
Testamento sobre el amor al prójimo, Israel pasó por la
espada a hombres, mujeres, y niños de otras razas,
aparentemente en completa buena conciencia. Hicieron esto
porque Dios se los ordenó - y Dios viene primero. Su
voluntad tiene prioridad sobre las relaciones humanas.
Así es como ocurrió con Saulo de Tarso quien, conociendo
elevados poemas sobre el amor por los demás, persiguió sin
embargo a los primeros cristianos, arrastrándolos
encadenados hasta Jerusalén para sufrir la suerte de su
Cristo. Así ocurrió con hombres devotos que consignaron
herejes a las torturas del potro o la hoguera por decreto de
la Inquisición. Así ocurrió con Calvino, que hizo que las
autoridades ordenaran quemar vivo a Michael Servetus por sus
pensamientos heréticos sobre la Trinidad (aunque el
bondadoso Calvino sí pidió a las autoridades civiles que
tuvieran la misericordia de decapitar a Servetus en lugar de
quemarlo vivo en la hoguera).
El problema es que todo devoto teísta está comprometido a
obedecer órdenes de arriba. Dios es la suprema autoridad
vertical. Nuestra relación con él está representada como la
de un súbdito sumiso, hasta esclavo, al Amo absoluto.
"Mi voluntad no es mía,
hasta que halle a un Amo ...". Así dice el piadoso
himno cristiano. Una vez que el devoto de Dios está
convencido de que un curso de acción es la voluntad divina,
lo seguirá a cualquier costo para sí mismo o para los demás:
"¡No nos toca razonar
por qué!".
Bajo la influencia de la religión, la violencia y la
inhumanidad se convierten en un deber sagrado. Se hacen en
nombre de Dios. Los mayores males para la humanidad
continúan haciéndose en nombre de Dios - en Palestina, el
Norte de Irlanda, Bosnia, Afganistán, Irán. La mayor excusa
es decir: 'Dios me hizo hacerlo', o 'Yo sólo obedecía
órdenes'. Eso también fue lo que los nazis dijeron en
Nuremberg antes de ser ahorcados.
Cuando los teístas son confrontados con los actos inhumanos
cometidos en nombre de Dios, por lo general responden: 'Oh,
sí. Hicieron eso porque eran ignorantes de la voluntad de
Dios' o 'tenemos la verdad', 'conocemos realmente la
voluntad de Dios', 'somos la verdadera iglesia'.
Que Dios nos guarde de aquéllos que presumen
estar seguros de la voluntad de Dios. Las mayores
inhumanidades son cometidas por los que están
absolutamente seguros de que están haciendo la
voluntad de Dios.
El teísmo tradicional no puede crear una sociedad
verdaderamente humana. Por supuesto, esto incluye al
cristianismo. Cada vez que las grandes iglesias han tenido
el poder y la oportunidad, han sido opresivas. Pero la opresión social, espiritual y psicológica
de las pequeñas sectas cristianas es aun peor. Son
pocilgas de opresión humana. Son sistemas de rígido
control del pensamiento. Los miembros creen que están
rindiendo su individualidad a la voluntad de Dios,
cuando en realidad están siendo deshumanizados por
alguna ridícula jerarquía religiosa que ha tomado el
lugar de Dios, destruyendo la libertad humana.
La raíz del problema es que los inhumanos puntos de vista
acerca de Dios se reflejan invariablemente en las
estructuras y acciones inhumanas.
El teísmo tradicional se basa en la errónea premisa de una
relación vertical con Dios - amo y esclavo, gobernante y
súbdito, dominio y sumisión. En las sociedades teístas, éste
es el veneno en el potaje. Todas las religiones crean
sociedades jerárquicas que, en su misma esencia, son
inhumanas.
Puesto que el teísmo no funcionó, los grandes deístas del
Siglo de las Luces hicieron a un lado la religión.
Presentaron una nueva visión de la igualdad humana basada en
la razón y los principios libertarios. Hombres como John
Locke, Thomas Paine, Adam Smith,Voltaire y Thomas Jefferson
abrieron el camino para las modernas democracias, con
libertades religiosas, políticas y económicas. Consiguieron
mucho que las sociedades dominadas por la religión nunca
podrían haber hecho. El marxismo también se embarcó en una
misión para crear una sociedad sin clases radicalmente nueva
(un orden horizontal), que excluía por completo a Dios de la
escena. La visión era idealista, pero por todo eso, el
trabajo excesivo práctico del colectivismo era una
monstruosidad inhumana. Esta era la verdadera Granja Animal
de George Orwell. Su sociedad basada en un 'orden de
picoteo' destruyó la libertad y la individualidad creativa.
A las democracias seculares del llamado mundo libre les ha
ido mucho mejor, aunque sólo sea porque han creado algunas
de las mayores libertades que se han visto en la historia
humana. Pero estas sociedades están siendo destruidas por la
disolución moral, niveles epidémicos de criminalidad y
consumo de drogas, y no les quedan dioses ni mitos que den
significado a la existencia humana.
A menos que la humanidad tenga un sentido de trascendencia y
una base para conferir valor infinito a la vida humana,
revierte al orden vertical inhumano de dominio y sumisión,
depredador y presa.
Con este trasfondo, regresaremos a la vida y las enseñanzas
de Joshua ben Adam. ¡Representaba un mega y hasta un nuevo
desarrollo de la conciencia humana, una nueva visión de la
humanidad que no sólo estaba siglos, sino, como ahora ha
resultado, milenios adelantado a su tiempo! Todavía tiene la
clave para resolver el dilema humano. Su vida y su visión
son lo bastante grandes como para trascender tanto al
oriente como al occidente.
"El deísmo dice que
Dios creó el mundo, pero, de manera muy parecida a como lo
haría un terrateniente ausente, dejó que funcionara por
medio de leyes inherentes. El hombre tiene la
responsabilidad de manejar sus propios asuntos de acuerdo
con leyes que son evidentes por sí mismas ...".
METODOLOGÍA
En la actualidad, los eruditos concuerdan,
por lo general, en que el Jesús histórico (Joshua ben
Adam) no dijo realmente todo lo que se le ha acreditado
en el Nuevo Testamento. Las creencias post-pascua que se
desarrollaron alrededor de esta figura central fueron
proyectadas hacia atrás sobre la persona histórica. Esto
se llama retroproyección.
Esto hace surgir inmediatamente el problema de cómo vamos a identificar la voz
auténtica del hombre histórico. La solución más
simple es seguir las
instrucciones que nos ha dado James Breech en "The
Silence of Jesus". Breech toma ocho dichos y
doce parábolas, que son, como él los llama, 'material
central', cuya 'autenticidad está mucho más allá de toda
duda razonable hasta donde es posible en la investigación
científica'. (p. 9). Luego añade esta notable afirmación:
"Este material ... está notablemente libre del lenguaje y
los conceptos del movimiento cristiano primitivo y también
notablemente libre del lenguaje conocido por nosotros de la
literatura contemporánea de ese período". (Ibid).
Ahora bien, este 'material central' (y no tiene que
corresponder precisamente al identificado por James Breech)
consiste de aforismos (frases concisas de una sola línea) y
parábolas que tienen un sonido que les es bastante singular.
Las frases de una sola línea se caracterizan por hipérboles
(flagrantes exageraciones), como colar mosquitos y tragar
camellos, o sacar una viga del propio ojo antes de poder
quitar una partícula de polvo del ojo del prójimo. Todas las
parábolas auténticas tienen un verdadero aguijón en la cola.
Estas parábolas ponen de cabeza la sabiduría convencional y
ponen en duda los valores y las prácticas aceptados.
Breech asegura que este 'material central' proporciona un
bosquejo muy definible del hombre y su mensaje. Breech tiene
razón. Por el 'material central', salta a la vista que
Joshua ben Adam es tan original que no podría haber sido un
invento literario. Ningún autor va a inventar material que
no se ajuste a su propia agenda. Y tan seguramente como los
escritores no eran capaces de crear una persona tan
incorregiblemente original, tampoco eran capaces de
destruirla.
Es como si una gran
pintura hubiera sido retocada y embellecida por mortales
inferiores que creían que podían mejorar la obra maestra
original. Luego, la pintura queda por allí durante siglos.
Entonces, críticos de mirada penetrante comienzan a ver la
silueta de la obra maestra original detrás de todos los
embellecimientos. Poquito a poco, capa tras capa, raspan
las partes aumentadas, hasta que la sencilla pero
sorprendente obra maestra aparece en toda su gloria
original.
Joshua ben Adam es alguien que dice cosas muy contrarias a
la tradición cristiana:
- Afirma
que no es nada más que humano, y rehusa todos los
títulos de honor.
- Rechaza
todas las distinciones reconocidas entre clases de
personas - limpias e inmundas, justas y pecadoras,
notables y don nadies.
- No
asume una personalidad religiosa.
- No es
apocalíptico. No hace ninguna mención del inminente fin
del mundo, sólo de un reino presente al que se debía
entrar ahora.
- Habla
de la vida antes de la muerte, no de la vida después de
la muerte.
- Enfoca
nuestra atención en ayudar, perdonar, y salvar a otros,
nunca de cómo somos 'salvos' o cómo vamos al cielo.
- No
tiene ningún orden vertical con respecto ni a la
humanidad ni a Dios. Su modelo para la hermandad humana
es enteramente nuevo, y es imposible que ninguna
religión, ni institución, ni organización en la tierra
pueda incorporarlo.
NINGÚN
TÍTULO
Lo primero que encontramos en el auténtico material central
sobre Joshua ben Adam es sencillo y profundo. Él no se llama
a sí mismo con ningún nombre, excepto el de ben Adam - 'hijo
del hombre'. No quiere que la gente lo llame 'Mesías',
'maestro bueno', ni siquiera 'rabí', que significa maestro.
Rehusa llevar todo título de distinción.
El nombre manso, humilde, de Joshua es el fundamento de todo
lo que dice o hace. Es la única clave que jamás tendremos
para entender su persona o su misión.
EL
CONTEXTO HISTÓRICO
Joshua ben Adam se encontró en un mundo en que todos querían
ser elevados por encima de la masa miserable de la humanidad
ordinaria. Los judíos, entre los cuales nació Joshua, se
enorgullecían de contarse como 'pueblo escogido'. Creían que
eran el único pueblo en la tierra al cual Dios jamás había
hablado o dado la Torá, que sumaba 613 mandamientos. Todos
los demás eran goyim
- incircuncisos o inmundos.
Hasta muchos de los mismos judíos eran considerados
'inmundos'. Esto incluía a muchos pobres que, no sabiendo
leer, eran ignorantes de la Torá. Por consiguiente, eran
tenidos por malditos. (Véase Juan 7:49). También se incluían
en este grupo las personas que se veían obligadas a trabajar
en ocupaciones comprometedoras que los ubicaban casi en el
mismo nivel que los goyim. Por ejemplo, los pastores no
podían guardar el sábado correctamente. Los recaudadores de
impuestos tenían que corromperse para sobrevivir y, a
menudo, las prostitutas se veían obligadas a participar en
esta ocupación por circunstancias extremas.
En la oración diaria,
el piadoso rabino daba gracias a Dios por tres cosas: Por
no ser gentil (goyim); por no ser mujer
(considerada más inmunda que el hombre), y por no ser
ignorante de la Torá.
Los griegos o helenistas se consideraban custodios de la
cultura, los conocimientos, y el lenguaje más elevados del
mundo. Todo el mundo fuera de su círculo era considerado barbaroi, esto es,
bárbaro. Si un griego aspiraba a estar por encima de los de
su propia clase, se iniciaba en una de las sectas
misteriosas. Por consiguiente, alcanzaba la membresía en un
grupo muy especial a ojos de una divinidad griega.
Si el poder pone aparte a algunos como seres humanos
especiales, entonces los romanos, cuyo imperio y cuyas leyes
gobernaban el mundo, seguramente estaban en la cima del
montón humano. Ningún
romano podía ser flagelado ni ejecutado por crucifixión
sin haber sido sometido a juicio. Algunas personas pagaban
un alto precio para comprar la ciudadanía romana.
En su muy notable libro, God´s
Chosen Peoples, el erudito católico Walbert
Buhlmann muestra que esta presunción de ser
el pueblo especial de Dios ha existido entre las
culturas y razas de todas partes del mundo. Los
congoleños creían que ellos fueron los primeros seres
humanos y el pueblo sumamente especial de Dios. Los
etíopes se consideraban la primera raza enseñada por
Dios. Los miembros de la tribu masai estaban seguros de
que ellos eran el pueblo escogido de Dios y que todas
las demás razas eran inferiores a ellos. Los pigmeos
pensaban que sólo ellos eran los verdaderos gobernantes
del mundo. Los eruditos han hallado el etnocentrismo en
todas las tribus de Borneo y entre los indios del
continente americano. Muchas tribus de este continente
simplemente llamaban 'enemigo' a todos fuera de su
propia tribu. Los hindúes crearon el sistema de castas.
En Irian Jaya había personas que se llamaban a sí mismas
'seres humanos', dando a entender que los de fuera no
eran realmente seres humanos. ¡Así que se los comían!
Así que Buhlmann dice: "Cada tribu piensa que vive en el
centro del mundo". "Cada tribu siente que es el pueblo de
Dios". (P. 182-3).
Mirando nuestra familia de naciones occidentales, no es
difícil hallar evidencia de este mismo egoísmo de grupo. Algunos dicen que los Estados
Unidos ha sido movido siempre por una mentalidad de
'nación redentora'.
Los alemanes transitaron el sendero de creer que eran la
'raza superior'. El sistema de clases ha hecho a los
ingleses insufriblemente arrogantes. Los afrikaans se
sentían confiados de ser una especie de nación Nuevo Israel
(calvinista). Y los franceses, como todo el mundo debería
saber, son la raza más culta de la tierra. Inventaron la
palabra chauvinismo. Los australianos simplemente saben que
el suyo es el 'país afortunado'.
Si combináramos la
arrogancia del nacionalsocialismo alemán con el peor
triunfalismo espiritual del catolicismo (o del adventismo
del séptimo día, el luteranismo, o el de los bautistas del
sur), podríamos tener algo que se aproximara al espíritu
de la sociedad en la que nació Joshua ben Adam.
Bertrand Russell dijo una vez que la gente que se pone a sí
misma por encima del resto de la humanidad invariablemente
cae por debajo del nivel de la humanidad. Por eso Joshua ben Adam confrontó una sociedad muy
inhumana. Aproximadamente el tres por ciento de la
población era adinerada. No había realmente una clase
media. Las masas eran terriblemente pobres. Los
poderosos en la cima de la sociedad aplastaban a las
masas por medio de los impuestos. Y luego había una
clase sin tierras, compuesta totalmente por indigentes.
Los miembros de esta clase vivían un día a la vez y
apenas sobrevivían para no morirse de hambre. Casi le
iba mejor a una clase numerosa de esclavos de amos
romanos, griegos o judíos.
En Israel había niveles de privilegios sociales y
religiosos. La clase
de indigentes no podía darse el lujo de hacer sacrificios
religiosos o tener las otras comodidades de la religión.
Siendo ignorantes de la Torá, eran llamados 'pecadores'.
No tenían esperanza de escapar de su humillante lugar en la
sociedad.
El promedio de vida de la gente en
Palestina era de veintinueve años. La mortalidad
infantil era alta. Roma gobernaba el mundo con bota de
hierro. Cualquier sospecha de insurrección ameritaba una
respuesta brutal. Para el tiempo en que Joshua ben Adam
nació, Galilea fue pacificada por medio de cuatro mil
crucifixiones en una sola ocasión. Los insurgentes
judíos se escondían en las colinas y de cuando en cuando
atacaban a los romanos. Los romanos sospechaban de
cualquier apoyo a este movimiento de resistencia. Por su
parte, estos patriotas judíos (zelotes) a menudo mataban
a espada a su propio pueblo por no apoyar la
resistencia. La mayor parte del tiempo, la vida era
corta y brutal.
En esta época de
peligro, los judíos estaban divididos en numerosas
facciones, cada una de las cuales, por supuesto, aseguraba
ser superior a las otras. Había fariseos y saduceos,
zelotes y esenios, sacerdotes y rabinos, ricos y pobres,
opresores y oprimidos, amos y esclavos. Era un clásico
'orden de picoteo' en una clásica Granja Animal,
que deshumanizaba a los que estaban en la cima tanto como
deshumanizaba a los que estaban en el fondo. Parecía que
todas las estructuras políticas, las costumbres sociales,
pero sobre todo (¡sí, sobre todo!) las tradiciones sagradas
y las instituciones religiosas, habían conspirado para hacer
inhumana a la gente y aprisionarla más allá de toda
esperanza de liberación.
En una sociedad como
ésta entró Joshua ben Adam. Obviamente, era un hombre
animado por el espíritu de los profetas del Antiguo
Testamento, que habían lamentado y censurado la
inhumanidad del hombre contra el hombre. Pero Joshua ben
Adam fue más allá de los profetas y puso el hacha a la
raíz de todo este orden vertical.
La base de su misión residía en su conciencia y su visión de
ser humano. Este hombre que se atrevía a ser humano de todas
las maneras y en todas las situaciones se plantó delante del
monstruo inhumano de su día como aquel solitario protestante
se plantó delante de los tanques en la plaza de Tiannamen.
"¿Con qué autoridad
hablas?", exigieron saber de Joshua ben Adam. "¿De quién
eres hijo?" Esta era siempre la pregunta crucial en la
sociedad del tiempo de Joshua ben Adam cuando la identidad
y la posición tenían que ser establecidas. Joshua
contestó: "Soy ben Adam", es decir, "soy el hijo del
hombre".
A primera vista, esto les sonaría a los oyentes de Joshua
como las palabras de una persona inferior, absolutamente sin
ninguna reclamación de un título de distinción. Y como para
reforzar su posición humilde, rehusó ser
llamado rabí, maestro bueno, Padre, Mesías, o cualquier
otro título (Führer, Il Duce, Papa, Guru,
etc.).
Podemos imaginarnos a los inquisidores de Joshua diciendo:
"¡Vamos, hasta la basura de Israel y los goyim podrían
reclamar lo que él reclama!" Por encima, el nombre de
Joshua, ben Adam (el humano), puede parecer inocuo, como
algunos de los relatos que contaba - relatos que atraían a
sus oyentes antes de ser atrapados por las implicaciones
bastante sorprendentes de esos relatos. Así que, aquel
sencillo ben Adam que, a simple vista parece tan inofensivo
como una pluma, se convierte en un hacha contra todo lo que
es erróneo en esta sociedad inhumana. Es aquí mismo, en su
identidad propia, donde pone el hacha a las raíces del
corrupto Orden Vertical.