EL ESCÁNDALO DE
JOSHUA BEN ADAM


PARTE 2: El Escenario Grande


Robert D. Brinsmead, VERDICT, Mayo 1998

Publicado originalmente en 1998-1999

Traducido de Worldview 21


Los primeros cristianos interpretaron el significado del suceso de Cristo contra el telón de fondo de su propia cosmología o visión mundial. Eso era algo muy natural y humano. Podemos excusarles por eso.

El suyo era un universo pequeño como caja de fósforos. Se creía que el mundo tenía cuatro mil años de antigüedad. Padre Adán había pecado y perdido el paraíso para todos. El resultado había sido la enajenación de Dios, el sufrimiento y la muerte en toda la faz del mundo.

Nuestra época tiene el telescopio de Hubbell. Podemos mirar hacia atrás en el tiempo para ver cosas que ocurrieron hace doce mil millones de años. Podemos contar por lo menos cuatrocientos mil millones de galaxias como nuestra propia galaxia, la Vía Láctea.

Dice Joseph Campbell: "En nuestros días, el escenario entero de todas las principales religiones es anticuado por lo menos en dos mil años". Myths to Live By, p. 215.

¿Cuáles son las implicaciones de esta realidad vastamente expandida de tiempo/espacio? Para comenzar, sabemos que millones de años antes de cuando se supone que Adán pecó trayendo muerte y destrucción, hubo enormes perturbaciones en la tierra, con la extinción a gran escala de especies como los dinosaurios y tigres dientes de sable. Y hablando de tigres, éstos nunca tuvieron dientes adaptados para nada que no fuera desgarrar carne.

Así que es inútil continuar con un esquema teológico basado en un paraíso que nunca existió, una caída del hombre que nunca ocurrió, una Deidad enajenada (ofendida y ausente) que nunca existió, y luego pagar por todo este daño con una expiación de sangre que nunca existió. Resumiendo, todo esto, una teología del tamaño de una caja de fósforos apropiada para ese universo del tamaño de una caja de fósforos, se ha hecho añicos.

En esta Parte 2 del Escándalo de Joshua ben Adam, asumimos el desafío de reinterpretar el relato del hombre más grande que jamás existió contra el cuadro mayor de nuestro universo mayor.

El orden vertical

Hasta donde alcanza el conocimiento humano, la vida comenzó en este planeta hace más o menos tres mil o cuatro mil millones de años. Al observar el orden de la naturaleza, se ve claramente que hay una selección natural de supervivencia del más apto. El fuerte domina al débil; el débil es presa del fuerte. Todo pez en el mar vive para ser alimento de alguien más.

Todo gallinero se organiza de acuerdo con un orden de picoteo. Hay también un "orden de picoteo" en todo rebaño de vacas, toda manada de caballos o todo grupo de animales.

Este mismo orden vertical está estampado en el orden entero de la naturaleza. También hay una cadena alimenticia. El más fuerte está en la cima; el más débil está en el fondo.

Como señala el biólogo Dr. Lyle Watson en Dark Nature, el primer gene en la primera célula viviente fue imbuido de una 'voluntad' de sobrevivir y conquistar de cualquier manera, a cualquier costo. Por lo tanto, las especies son impulsadas a matar, mutilar, dominar, subyugar, propagar y hasta a construir mejores modelos (por ejemplo, super-bichos para resistir los antibióticos).

Mientras hay hermosas puestas de sol y mariposas para ser admiradas, la naturaleza es también un campo de muerte, y hay hasta una 'bruja malvada', como dijo una vez un gran científico.

Sin embargo, con toda su espontánea condición de operar al azar, la naturaleza tiende a producir una armonía simbiótica, más bien que caos; equilibrio más bien que desequilibrio.

El orden horizontal

Las primeras especies de la raza humana, hace entre millón y medio y dos millones de años, se distinguieron por tener un cerebro grande. Esto equipó al hombre para convertirse en el mayor depredador de todos, aunque no tenía ningunas garras ni ningunos dientes rapaces. Algunos ambientalistas nos dicen que la llegada del Homo Sapiens fue la mayor amenaza para las especies vivientes y el mayor riesgo que jamás pudo existir para la supervivencia de este planeta.

El primer hombre mataba y comía prácticamente todo lo que se moviera, hasta de su propia especie. Lo hacía con toda la inocencia de cualquier otro animal que mata y come.

Excepto por algunos huesos y fósiles dispersos, tenemos pocos registros del hombre primitivo. Éste no tenía ninguna conciencia humana (autoidentidad y conciencia de sí mismo) y, por consiguiente, no nos dejó ninguna huella de nada para formar una correcta historia humana.

El nacimiento de la conciencia humana es aparentemente un desarrollo muy tardío o reciente. Según Julian Jaynes, psicólogo de la Universidad de Princeton, la invención de la escritura y la construcción de las primeras civilizaciones precedió al nacimiento de la verdadera conciencia humana. Sin embargo, ése es un relato fascinante, para seguir el cual no podemos detenernos aquí. (Véase The Origin of Human Consciousness in the Breakdown of the Bicameral Mind).

Un cosa está muy clara, sin embargo: Cuandoquiera y comoquiera que haya ocurrido este gran salto adelante hacia la conciencia humana, fue acompañada por la pérdida de la inocencia y la percepción del prójimo.

Esto queda hermosamente ilustrado en el mito de la 'caída' de Adán. Con la percepción de sí mismo viene la pérdida de la inocencia (Génesis 3:9, 10) y la percepción del deber hacia el prójimo ('¿Soy yo guarda de mi hermano?' - Génesis 4:10). A esto se añadió la ley del Antiguo Testamento: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", junto con estipulaciones de no oprimir a otros, sino ayudar a los pobres y a los débiles. Similares imperativos morales fueron implantados en otras culturas y religiones humanas.

Una aplicación consistente de amar al prójimo como a uno mismo sugeriría algo muy diferente del orden vertical animal. Sugiere un orden horizontal con todos los seres humanos al mismo nivel, sin que ninguno esté ni por encima ni por debajo de la línea.

Sin embargo, nunca ha ocurrido así. Los seres humanos son impulsados por genes como los que impulsan al orden animal. ¿Qué sociedad no desarrolla un 'orden de picoteo', ya sea en una burocracia, una organización de negocios, un ejército o hasta (¡especialmente!) en una iglesia?

Vemos algo de Animal Farm, de Orwell, en todas las sociedades humanas. Los fuertes de cerebro, voluntad o músculos dominan a los débiles. Hay cadenas de mando desde los superiores hasta los inferiores.

Regresando al amor al prójimo ordenado en el Antiguo Testamento, esto era imposible de llevar a cabo, excepto de manera muy limitada. Se institucionalizó el orden vertical, con gobernantes y súbditos, amos y esclavos, sumos sacerdotes y pueblo.

Más que esto, este orden vertical institucionalizado fue interpretado como sagrado por la religión. Como en Egipto, Babilonia y en todas partes, estas jerarquías terrenales eran vistas como representación de las jerarquías celestiales. Por encima de todo, estaba la suprema autoridad de Dios mismo. Por ejemplo, el rey humano era visto como un reflejo del Rey divino, y era apropiado que todos los súbditos se presentaran delante de él con la nariz contra el piso y el trasero al aire. Se creía que el orden de dominio del uno y la sujeción del otro habían sido sacralizados por Dios mismo.

Lo mejor que el Antiguo Testamento podía hacer era moderar el orden vertical con leyes que requerían compasión para los que estaban en la parte inferior del sistema, incluyendo órdenes acerca del cuidado apropiado de los esclavos manifestado en los mismos Diez Mandamientos. (¡Esto no era una visión muy elevada de la liberación humana!).

Los profetas del Antiguo Testamento lanzaban denuestos contra la inhumanidad de Israel. Exigían justicia para el oprimido y compasión para otros, en vez de ritualismo religioso. Pero, en esa época, no pusieron, ni podían poner, el hacha a la raíz del árbol. Sólo tenían fugaces visiones de un orden horizontal venidero, en que habría paz, no opresión.

Del lado más oscuro, el Antiguo Testamento usó la religión para hacer violencia, e hizo de la inhumanidad un deber. Las limpiezas étnicas y los terribles derramamientos de sangre fueron legitimados por la religión. Dios es representado diciendo cosas como "matad a viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno" (Ezequiel 9:6).

Por supuesto, la era cristiana también ha sacralizado la violencia y la inhumanidad - guerras, pogroms [matanzas organizadas de personas inocentes], inquisiciones, cruzadas, y el derramamiento de mucha más sangre de la que jamás derramaron judíos y musulmanes. Durante toda la historia, los cristianos han sacralizado el derecho divino de los reyes por encima de y contra los derechos humanos, la subordinación de las mujeres antes que la igualdad humana, la subyugación de los esclavos y de otras razas, la intolerancia religiosa y la supresión de muchas libertades humanas.

Ninguna sociedad teísta ha podido jamás crear un orden de verdadera igualdad humana porque la religión teísta está en tensión con el orden horizontal. Todas las grandes religiones están basadas en el amor a Dios por encima de nosotros y amor al prójimo además de amor a nosotros. Por supuesto, la relación vertical con Dios viene primero, y sugerir lo contrario parecería blasfemo. Sin embargo, cuando Dios viene primero, no es difícil mostrar cómo el prójimo viene en un pobre segundo lugar.

Por ejemplo, a pesar de todo lo que dice el Antiguo Testamento sobre el amor al prójimo, Israel pasó por la espada a hombres, mujeres, y niños de otras razas, aparentemente en completa buena conciencia. Hicieron esto porque Dios se los ordenó - y Dios viene primero. Su voluntad tiene prioridad sobre las relaciones humanas.

Así es como ocurrió con Saulo de Tarso quien, conociendo elevados poemas sobre el amor por los demás, persiguió sin embargo a los primeros cristianos, arrastrándolos encadenados hasta Jerusalén para sufrir la suerte de su Cristo. Así ocurrió con hombres devotos que consignaron herejes a las torturas del potro o la hoguera por decreto de la Inquisición. Así ocurrió con Calvino, que hizo que las autoridades ordenaran quemar vivo a Michael Servetus por sus pensamientos heréticos sobre la Trinidad (aunque el bondadoso Calvino sí pidió a las autoridades civiles que tuvieran la misericordia de decapitar a Servetus en lugar de quemarlo vivo en la hoguera).

El problema es que todo devoto teísta está comprometido a obedecer órdenes de arriba. Dios es la suprema autoridad vertical. Nuestra relación con él está representada como la de un súbdito sumiso, hasta esclavo, al Amo absoluto.

"Mi voluntad no es mía, hasta que halle a un Amo ...". Así dice el piadoso himno cristiano. Una vez que el devoto de Dios está convencido de que un curso de acción es la voluntad divina, lo seguirá a cualquier costo para sí mismo o para los demás: "¡No nos toca razonar por qué!".

Bajo la influencia de la religión, la violencia y la inhumanidad se convierten en un deber sagrado. Se hacen en nombre de Dios. Los mayores males para la humanidad continúan haciéndose en nombre de Dios - en Palestina, el Norte de Irlanda, Bosnia, Afganistán, Irán. La mayor excusa es decir: 'Dios me hizo hacerlo', o 'Yo sólo obedecía órdenes'. Eso también fue lo que los nazis dijeron en Nuremberg antes de ser ahorcados.

Cuando los teístas son confrontados con los actos inhumanos cometidos en nombre de Dios, por lo general responden: 'Oh, sí. Hicieron eso porque eran ignorantes de la voluntad de Dios' o 'tenemos la verdad', 'conocemos realmente la voluntad de Dios', 'somos la verdadera iglesia'.

Que Dios nos guarde de aquéllos que presumen estar seguros de la voluntad de Dios. Las mayores inhumanidades son cometidas por los que están absolutamente seguros de que están haciendo la voluntad de Dios.

El teísmo tradicional no puede crear una sociedad verdaderamente humana. Por supuesto, esto incluye al cristianismo. Cada vez que las grandes iglesias han tenido el poder y la oportunidad, han sido opresivas. Pero la opresión social, espiritual y psicológica de las pequeñas sectas cristianas es aun peor. Son pocilgas de opresión humana. Son sistemas de rígido control del pensamiento. Los miembros creen que están rindiendo su individualidad a la voluntad de Dios, cuando en realidad están siendo deshumanizados por alguna ridícula jerarquía religiosa que ha tomado el lugar de Dios, destruyendo la libertad humana.

La raíz del problema es que los inhumanos puntos de vista acerca de Dios se reflejan invariablemente en las estructuras y acciones inhumanas.

El teísmo tradicional se basa en la errónea premisa de una relación vertical con Dios - amo y esclavo, gobernante y súbdito, dominio y sumisión. En las sociedades teístas, éste es el veneno en el potaje. Todas las religiones crean sociedades jerárquicas que, en su misma esencia, son inhumanas.

Puesto que el teísmo no funcionó, los grandes deístas del Siglo de las Luces hicieron a un lado la religión. Presentaron una nueva visión de la igualdad humana basada en la razón y los principios libertarios. Hombres como John Locke, Thomas Paine, Adam Smith,Voltaire y Thomas Jefferson abrieron el camino para las modernas democracias, con libertades religiosas, políticas y económicas. Consiguieron mucho que las sociedades dominadas por la religión nunca podrían haber hecho. El marxismo también se embarcó en una misión para crear una sociedad sin clases radicalmente nueva (un orden horizontal), que excluía por completo a Dios de la escena. La visión era idealista, pero por todo eso, el trabajo excesivo práctico del colectivismo era una monstruosidad inhumana. Esta era la verdadera Granja Animal de George Orwell. Su sociedad basada en un 'orden de picoteo' destruyó la libertad y la individualidad creativa.

A las democracias seculares del llamado mundo libre les ha ido mucho mejor, aunque sólo sea porque han creado algunas de las mayores libertades que se han visto en la historia humana. Pero estas sociedades están siendo destruidas por la disolución moral, niveles epidémicos de criminalidad y consumo de drogas, y no les quedan dioses ni mitos que den significado a la existencia humana.

A menos que la humanidad tenga un sentido de trascendencia y una base para conferir valor infinito a la vida humana, revierte al orden vertical inhumano de dominio y sumisión, depredador y presa.

Con este trasfondo, regresaremos a la vida y las enseñanzas de Joshua ben Adam. ¡Representaba un mega y hasta un nuevo desarrollo de la conciencia humana, una nueva visión de la humanidad que no sólo estaba siglos, sino, como ahora ha resultado, milenios adelantado a su tiempo! Todavía tiene la clave para resolver el dilema humano. Su vida y su visión son lo bastante grandes como para trascender tanto al oriente como al occidente.

"El deísmo dice que Dios creó el mundo, pero, de manera muy parecida a como lo haría un terrateniente ausente, dejó que funcionara por medio de leyes inherentes. El hombre tiene la responsabilidad de manejar sus propios asuntos de acuerdo con leyes que son evidentes por sí mismas ...".

METODOLOGÍA

En la actualidad, los eruditos concuerdan, por lo general, en que el Jesús histórico (Joshua ben Adam) no dijo realmente todo lo que se le ha acreditado en el Nuevo Testamento. Las creencias post-pascua que se desarrollaron alrededor de esta figura central fueron proyectadas hacia atrás sobre la persona histórica. Esto se llama retroproyección.

Esto hace surgir inmediatamente el problema de cómo vamos a identificar la voz auténtica del hombre histórico. La solución más simple es seguir las instrucciones que nos ha dado James Breech en "The Silence of Jesus". Breech toma ocho dichos y doce parábolas, que son, como él los llama, 'material central', cuya 'autenticidad está mucho más allá de toda duda razonable hasta donde es posible en la investigación científica'. (p. 9). Luego añade esta notable afirmación: "Este material ... está notablemente libre del lenguaje y los conceptos del movimiento cristiano primitivo y también notablemente libre del lenguaje conocido por nosotros de la literatura contemporánea de ese período". (Ibid).

Ahora bien, este 'material central' (y no tiene que corresponder precisamente al identificado por James Breech) consiste de aforismos (frases concisas de una sola línea) y parábolas que tienen un sonido que les es bastante singular. Las frases de una sola línea se caracterizan por hipérboles (flagrantes exageraciones), como colar mosquitos y tragar camellos, o sacar una viga del propio ojo antes de poder quitar una partícula de polvo del ojo del prójimo. Todas las parábolas auténticas tienen un verdadero aguijón en la cola. Estas parábolas ponen de cabeza la sabiduría convencional y ponen en duda los valores y las prácticas aceptados.

Breech asegura que este 'material central' proporciona un bosquejo muy definible del hombre y su mensaje. Breech tiene razón. Por el 'material central', salta a la vista que Joshua ben Adam es tan original que no podría haber sido un invento literario. Ningún autor va a inventar material que no se ajuste a su propia agenda. Y tan seguramente como los escritores no eran capaces de crear una persona tan incorregiblemente original, tampoco eran capaces de destruirla.

Es como si una gran pintura hubiera sido retocada y embellecida por mortales inferiores que creían que podían mejorar la obra maestra original. Luego, la pintura queda por allí durante siglos. Entonces, críticos de mirada penetrante comienzan a ver la silueta de la obra maestra original detrás de todos los embellecimientos. Poquito a poco, capa tras capa, raspan las partes aumentadas,  hasta que la sencilla pero sorprendente obra maestra aparece en toda su gloria original.

Joshua ben Adam es alguien que dice cosas muy contrarias a la tradición cristiana:

NINGÚN TÍTULO

Lo primero que encontramos en el auténtico material central sobre Joshua ben Adam es sencillo y profundo. Él no se llama a sí mismo con ningún nombre, excepto el de ben Adam - 'hijo del hombre'. No quiere que la gente lo llame 'Mesías', 'maestro bueno', ni siquiera 'rabí', que significa maestro. Rehusa llevar todo título de distinción.

El nombre manso, humilde, de Joshua es el fundamento de todo lo que dice o hace. Es la única clave que jamás tendremos para entender su persona o su misión.

EL CONTEXTO HISTÓRICO

Joshua ben Adam se encontró en un mundo en que todos querían ser elevados por encima de la masa miserable de la humanidad ordinaria. Los judíos, entre los cuales nació Joshua, se enorgullecían de contarse como 'pueblo escogido'. Creían que eran el único pueblo en la tierra al cual Dios jamás había hablado o dado la Torá, que sumaba 613 mandamientos. Todos los demás eran goyim - incircuncisos o inmundos.

Hasta muchos de los mismos judíos eran considerados 'inmundos'. Esto incluía a muchos pobres que, no sabiendo leer, eran ignorantes de la Torá. Por consiguiente, eran tenidos por malditos. (Véase Juan 7:49). También se incluían en este grupo las personas que se veían obligadas a trabajar en ocupaciones comprometedoras que los ubicaban casi en el mismo nivel que los goyim. Por ejemplo, los pastores no podían guardar el sábado correctamente. Los recaudadores de impuestos tenían que corromperse para sobrevivir y, a menudo, las prostitutas se veían obligadas a participar en esta ocupación por circunstancias extremas.

En la oración diaria, el piadoso rabino daba gracias a Dios por tres cosas: Por no ser gentil (goyim); por no ser mujer (considerada más inmunda que el hombre), y por no ser ignorante de la Torá.

Los griegos o helenistas se consideraban custodios de la cultura, los conocimientos, y el lenguaje más elevados del mundo. Todo el mundo fuera de su círculo era considerado barbaroi, esto es, bárbaro. Si un griego aspiraba a estar por encima de los de su propia clase, se iniciaba en una de las sectas misteriosas. Por consiguiente, alcanzaba la membresía en un grupo muy especial a ojos de una divinidad griega.

Si el poder pone aparte a algunos como seres humanos especiales, entonces los romanos, cuyo imperio y cuyas leyes gobernaban el mundo, seguramente estaban en la cima del montón humano. Ningún romano podía ser flagelado ni ejecutado por crucifixión sin haber sido sometido a juicio. Algunas personas pagaban un alto precio para comprar la ciudadanía romana.

En su muy notable libro, God´s Chosen Peoples, el erudito católico Walbert Buhlmann muestra que esta presunción de ser el pueblo especial de Dios ha existido entre las culturas y razas de todas partes del mundo. Los congoleños creían que ellos fueron los primeros seres humanos y el pueblo sumamente especial de Dios. Los etíopes se consideraban la primera raza enseñada por Dios. Los miembros de la tribu masai estaban seguros de que ellos eran el pueblo escogido de Dios y que todas las demás razas eran inferiores a ellos. Los pigmeos pensaban que sólo ellos eran los verdaderos gobernantes del mundo. Los eruditos han hallado el etnocentrismo en todas las tribus de Borneo y entre los indios del continente americano. Muchas tribus de este continente simplemente llamaban 'enemigo' a todos fuera de su propia tribu. Los hindúes crearon el sistema de castas. En Irian Jaya había personas que se llamaban a sí mismas 'seres humanos', dando a entender que los de fuera no eran realmente seres humanos. ¡Así que se los comían!

Así que Buhlmann dice: "Cada tribu piensa que vive en el centro del mundo". "Cada tribu siente que es el pueblo de Dios". (P. 182-3).

Mirando nuestra familia de naciones occidentales, no es difícil hallar evidencia de este mismo egoísmo de grupo. Algunos dicen que los Estados Unidos ha sido movido siempre por una mentalidad de 'nación redentora'.

Los alemanes transitaron el sendero de creer que eran la 'raza superior'. El sistema de clases ha hecho a los ingleses insufriblemente arrogantes. Los afrikaans se sentían confiados de ser una especie de nación Nuevo Israel (calvinista). Y los franceses, como todo el mundo debería saber, son la raza más culta de la tierra. Inventaron la palabra chauvinismo. Los australianos simplemente saben que el suyo es el 'país afortunado'.

Si combináramos la arrogancia del nacionalsocialismo alemán con el peor triunfalismo espiritual del catolicismo (o del adventismo del séptimo día, el luteranismo, o el de los bautistas del sur), podríamos tener algo que se aproximara al espíritu de la sociedad en la que nació Joshua ben Adam.

Bertrand Russell dijo una vez que la gente que se pone a sí misma por encima del resto de la humanidad invariablemente cae por debajo del nivel de la humanidad. Por eso Joshua ben Adam confrontó una sociedad muy inhumana. Aproximadamente el tres por ciento de la población era adinerada. No había realmente una clase media. Las masas eran terriblemente pobres. Los poderosos en la cima de la sociedad aplastaban a las masas por medio de los impuestos. Y luego había una clase sin tierras, compuesta totalmente por indigentes. Los miembros de esta clase vivían un día a la vez y apenas sobrevivían para no morirse de hambre. Casi le iba mejor a una clase numerosa de esclavos de amos romanos, griegos o judíos.

En Israel había niveles de privilegios sociales y religiosos. La clase de indigentes no podía darse el lujo de hacer sacrificios religiosos o tener las otras comodidades de la religión. Siendo ignorantes de la Torá, eran llamados 'pecadores'. No tenían esperanza de escapar de su humillante lugar en la sociedad.

El promedio de vida de la gente en Palestina era de veintinueve años. La mortalidad infantil era alta. Roma gobernaba el mundo con bota de hierro. Cualquier sospecha de insurrección ameritaba una respuesta brutal. Para el tiempo en que Joshua ben Adam nació, Galilea fue pacificada por medio de cuatro mil crucifixiones en una sola ocasión. Los insurgentes judíos se escondían en las colinas y de cuando en cuando atacaban a los romanos. Los romanos sospechaban de cualquier apoyo a este movimiento de resistencia. Por su parte, estos patriotas judíos (zelotes) a menudo mataban a espada a su propio pueblo por no apoyar la resistencia. La mayor parte del tiempo, la vida era corta y brutal.

En esta época de peligro, los judíos estaban divididos en numerosas facciones, cada una de las cuales, por supuesto, aseguraba ser superior a las otras. Había fariseos y saduceos, zelotes y esenios, sacerdotes y rabinos, ricos y pobres, opresores y oprimidos, amos y esclavos. Era un clásico 'orden de picoteo' en una clásica Granja Animal, que deshumanizaba a los que estaban en la cima tanto como deshumanizaba a los que estaban en el fondo. Parecía que todas las estructuras políticas, las costumbres sociales, pero sobre todo (¡sí, sobre todo!) las tradiciones sagradas y las instituciones religiosas, habían conspirado para hacer inhumana a la gente y aprisionarla más allá de toda esperanza de liberación.

En una sociedad como ésta entró Joshua ben Adam. Obviamente, era un hombre animado por el espíritu de los profetas del Antiguo Testamento, que habían lamentado y censurado la inhumanidad del hombre contra el hombre. Pero Joshua ben Adam fue más allá de los profetas y puso el hacha a la raíz de todo este orden vertical.

La base de su misión residía en su conciencia y su visión de ser humano. Este hombre que se atrevía a ser humano de todas las maneras y en todas las situaciones se plantó delante del monstruo inhumano de su día como aquel solitario protestante se plantó delante de los tanques en la plaza de Tiannamen.

"¿Con qué autoridad hablas?", exigieron saber de Joshua ben Adam. "¿De quién eres hijo?" Esta era siempre la pregunta crucial en la sociedad del tiempo de Joshua ben Adam cuando la identidad y la posición tenían que ser establecidas. Joshua contestó: "Soy ben Adam", es decir, "soy el hijo del hombre".

A primera vista, esto les sonaría a los oyentes de Joshua como las palabras de una persona inferior, absolutamente sin ninguna reclamación de un título de distinción. Y como para reforzar su posición humilde, rehusó ser llamado rabí, maestro bueno, Padre, Mesías, o cualquier otro título (Führer, Il Duce, Papa, Guru, etc.).

Podemos imaginarnos a los inquisidores de Joshua diciendo: "¡Vamos, hasta la basura de Israel y los goyim podrían reclamar lo que él reclama!" Por encima, el nombre de Joshua, ben Adam (el humano), puede parecer inocuo, como algunos de los relatos que contaba - relatos que atraían a sus oyentes antes de ser atrapados por las implicaciones bastante sorprendentes de esos relatos. Así que, aquel sencillo ben Adam que, a simple vista parece tan inofensivo como una pluma, se convierte en un hacha contra todo lo que es erróneo en esta sociedad inhumana. Es aquí mismo, en su identidad propia, donde pone el hacha a las raíces del corrupto Orden Vertical.


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