Los cristianos persiguieron a los
judíos por siglos en nombre del Jesús cristiano, pero
el Jesús histórico (Joshua ben Adam) era judío, no
cristiano, en sus creencias nucleares acerca de
Dios, el hombre y la mujer, la justicia y la elección.
El Jesús de la encarnación, la trinidad y la expiación
por medio del sacrificio de sangre ha sido una barrera
infranqueable para los judíos, los musulmanes, y los
ateos. Joshua ben Adam quitó todas las barreras
religiosas - la religión nunca ha tenido y nunca tendrá
la imagen y la semejanza de Dios; sólo la humanidad
puede hacer eso.
Dios es el amigo y la inspiración de todos lo que aman a
la humanidad, a pesar de su religión o la falta de ella.
INTRODUCCIÓN
"El hijo del hombre
no vino a destruir las almas de los hombres, sino a
salvarlas" (Lucas 9:56).
Este dicho del "hijo del hombre" no ha sido bien
confirmado en la tradición del Nuevo Testamento. Sólo está
registrado en algunos manuscritos de Lucas. Pero el dicho
sí parece sonar como el auténtico Joshua ben Adam. Es otro
de aquellos dichos que respiran el mismo espíritu
afirmador y promovedor de la vida.
El contexto en el que aparece este dicho es bastante
notable. Una aldea samaritana había tratado a Joshua ben
Adam como persona non
grata porque se sintió ofendida religiosamente
por la intención de Joshua de pasar a Jerusalén - un
centro religioso rival. Santiago y Juan se ofendieron
tanto por el rechazo religioso que querían que los
samaritanos fueran castigados con fuego, así como se decía
que Elías había hecho a algunos recalcitrantes en su
época. Los apóstoles no eran los primeros y ciertamente no
serían los últimos en proponer matar a personas que
rechazaban a su gran Maestro.
Aquí estaban los samaritanos de una parte y los apóstoles
de la otra, actuando de una manera amenazante debido a una
barrera religiosa. Pero Joshua nunca permitió que la
religión pudiera colorear o determinar en lo más mínimo la
manera en que él se relacionaba con los samaritanos, los
romanos, o los paganos siro-fenicios. Veía con toda
claridad que, si se
le permite a la religión determinar la manera en que nos
relacionamos con los demás, fácilmente puede terminar en
violencia inspirada por la religión.
Esto queda
ampliamente demostrado en la historia de la iglesia. A
menudo, ésta demostraba hostilidad hacia los que
rechazaban su mensaje. Tan pronto como adquirió poder,
la iglesia se convirtió en instrumento de violencia
hacia los "incrédulos" fuera de sus filas y contra
cualquier voz que disintiera dentro de sus filas. Es un
hecho histórico que la iglesia hizo más mártires de los
que produjo de sus propias filas.
Durante dos mil
años, los judíos sufrieron a manos del occidente
cristiano. La iglesia los estigmatizaba como asesinos de
Cristo. Fueron víctimas de purgas, persecuciones,
destierros, usados como chivos expiatorios, y un
espantoso número de casos en que se derramaba sangre,
todo lo cual continuó en brotes de frenesí religioso
siglo tras espantoso siglo. Las semillas del
antisemitismo, regadas y alimentadas durante tanto
tiempo en el seno de la civilización cristiana, por lo
menos produjeron el fruto del Holocausto, ante el cual
los cristianos retrocedieron espantados y horrorizados.
Hubo un tiempo en la
historia cristiana en que los voceros cristianos
acostumbraban debatir seriamente si los judíos tenían alma o
eran verdaderamente humanos. Los judíos fueron
vilipendiados, deshumanizados y demonizados por siglo tras
siglo cristiano - todo en nombre del Jesús cristiano.
Debería ser una cuestión de seria reflexión entre los
cristianos por qué sus enseñanzas esenciales acerca de la
encarnación y la trinidad parecían inspirar, en vez de
atenuar, tanta violencia inspirada religiosamente hacia
personas que no podían ser persuadidas de que Jesús era Dios
o de que Dios era tres personas, no una.
Ninguna iglesia que tomara en serio la historia auténtica de
Joshua ben Adam podría ni siquiera haber considerado la
destrucción de vidas humanas en su nombre. Joshua se
relacionaba con la gente compasivamente sobre la sola base de
que Dios era su Padre y de que él, Joshua, era el hermano
humano de la gente. Con él, no había ninguna barrera
religiosa.
La persecución
cristiana contra los judíos fue una trágica ironía porque
Joshua ben Adam tenía más en común con el judaísmo que con
el cristianismo. Ahora veremos esta asombrosa evidencia.
En primer lugar, ben
Adam era un judío circunciso que observaba las costumbres
judías básicas, como asistir a la sinagoga y leer la
escritura el sábado. Ciertamente, confrontó a Israel
con una seria crítica de algunas de sus costumbres, pero al
hacer esto, no estaba haciendo nada diferente de lo que hacían
los profetas que vinieron antes que él.
Además, tenía un importante número de seguidores judíos. No fue ejecutado en respuesta
a ninguna demanda popular, sino por instigación de la élite
sacerdotal cuyos antepasados sacerdotales también habían
asesinado a algunos de los más grandes profetas de Israel.
Después de la pascua, el número de seguidores judíos de Joshua
aumentó en lugar de disminuir. Estos seguidores incluían una
gran compañía de fariseos que eran ardientes creyentes en la
vida después de la muerte por medio de la resurrección. El
mensaje de la resurrección de Joshua fue visto como
confirmación de esta tradición. Estos seguidores, llamados
nazarenos, no abandonaron su identidad judía. Su líder era
Santiago, hermano del propio Joshua. Santiago y su grupo eran
ampliamente respetados en la sociedad judía. La élite
sacerdotal conspiró para matar a Santiago aproximadamente 30
años después de que habían matado a Joshua. Por eso, se
ganaron el intenso resentimiento de muchos del pueblo judío
ordinario.
El verdadero rompimiento entre la sinagoga y los nazarenos fue
precipitado por la desastrosa guerra judeo-romana que condujo
al saqueo de Jerusalén y el templo en el año 70 a. D. Como los
seguidores de Joshua ben Adam no tomaron las armas contra los
romanos, los patriotas judíos les denunciaron como traidores.
Pero sigue siendo válido el punto de que Joshua no habría
atraído un importante número de seguidores si su vida y sus
enseñanzas hubiesen sido incompatibles con la esencia de la fe
judía.
Esa fe esencial, personalizada en el Antiguo Testamento, era
una visión inclusiva o universal para la humanidad entera. Esa
visión había sido subvertida por una religión exclusiva o
sectaria que había obtenido el ascendiente en el judaísmo de
los días de Joshua.
Había cuatro aspectos esenciales de esta visión inclusiva o
universal: éstos eran la visión hebrea de Dios, de la
humanidad, de la justicia, y de la elección.
LA VISIÓN HEBREA DE DIOS
El fundamento de la fe hebrea era su inflexible monoteísmo:
"Oye, oh Israel: el Señor es uno ...". Este fue el gran legado
de los judíos a la humanidad.
En el mundo antiguo, cada tribu tenía sus propios dioses. Eran
personificaciones de los poderes de la naturaleza - el viento,
el fuego, la tormenta, el terremoto, las estaciones
cambiantes, la sexualidad y la fertilidad, etc. La religión
era el culto a la naturaleza en una forma u otra. Esto era
humanamente degradante e iba contra el progreso humano. Hasta la fecha, la religión
ha continuado oponiéndose al progreso social, la ilustración
humana o los logros científicos.
Si el monoteísmo por sí solo no ha hecho que los seres humanos
dejen de masacrarse los unos a los otros en nombre de un Dios,
¡imagínese cómo deben haber sido las cosas cuando había un
caldo politeísta de dioses tribales! Las tendencias
xenofóbicas del homo
sapiens se despertaron hasta el punto de desatarse
una sangrienta violencia por parte de las deidades tribales
que exigían la mutilación como deber religioso. La matanza de
otras tribus era un medio de demostrar que el dios tribal era
superior a todos los demás.
Si esta violencia inspirada en la religión había de cesar,
tenía que comenzar con una visión de un Dios que pudiera unir
a la humanidad en una hermandad universal. El monoteísmo
comenzó como una fe entre algunos miembros de las tribus del
desierto. A este mundo politeísta, que había sacralizado la
naturaleza en incontables íconos, altares, templos y ritos, la
fe hebrea le debe haber parecido tan austera como el desértico
entorno del cual había salido. El proceso de desacralizar y
desmitificar la naturaleza comenzó con Moisés. Joshua ben Adam
llevó este proceso hasta su culminación.
La base para la desacralización y la desmitificación de la
naturaleza estaba en la clara distinción en la fe hebrea entre
Dios y la naturaleza. Aunque es verdad que los hebreos tomaron
prestado de sus vecinos el mito de la creación, exorcizaron
completamente todo rastro de panteísmo y panenteísmo de su
relato revisado. En la versión hebrea, la naturaleza no
era Dios ni ninguna parte de Dios. Él era la persona
trascendente que era completamente separada, diferente y por
encima de cualquier cosa hecha.
Este estricto monoteísmo, con su igualmente estricta
distinción entre el único y personal Creador y la naturaleza
es la esencia del Antiguo Testamento. Este era el Dios de
Abraham, Isaac, y Jacob. Era también el Dios de Joshua ben
Adam.
Pero el teísmo del Antiguo Testamento no tiene nada que ver
con el concepto de un propietario ausente, que tendió a
desarrollarse en la apocalíptica judía posterior, ni el que
salió nuevamente a la superficie en el deísmo del siglo
dieciocho.
El monoteísmo del Antiguo Testamento es, no sólo una visión de
la trascendencia de Dios (su distinción de la creación), sino
también su inmanencia (su presencia dentro de su creación).
Como viento poderoso, él está representado como un espíritu
que está presente en todas partes. No hay un solo lugar en
ninguna parte del universo del cual Dios esté ausente. (Salmos
139). Se dice que el ruach
(espíritu) de Dios sustenta a toda criatura viviente. Si él
retira su presencia sustentadora, no hay tal cosa como la
vida. Dios es la presencia sanadora, dadora de vida dentro de
esta creación. (Véase Job 27:3; 33:4; 34;14, 15; Salmos
103:3-5).
La proclamación de Joshua ben Adam tocante a la cercanía de
Dios entre y dentro de su pueblo era una extrapolación de la
omnipresencia de Dios. Cuando Israel exigió rey como las otras
naciones, el profeta Samuel se quejó de que ya Dios estaba
presente como rey del pueblo. En respuesta a su tradición
judía esencial, Joshua veía a Dios activo en todas partes del
mundo. Invitó a su generación a creer que el reino de Dios ya
estaba en medio de su pueblo. El Abba Padre de Joshua ben Adam
estaba presente para alimentar a las aves, cuidar de los
gorriones y contar los cabellos de cada una de las cabezas
humanas. Para él, la fe no era como hacer una llamada de larga
distancia a Dios, que estaba "allá bien arriba" o "allá
afuera", o a alguien que debía ser contactado por medio de una
red de sacerdotes mediadores, ángeles, María, o él mismo. Para
Joshua ben Adam, la inmanencia de Dios significa que todos
pueden tener acceso ininterrumpido a la presencia de Dios.
Como dice repetidamente el Antiguo Testamento: "¿A dónde huiré
de tu presencia?" (Salmos 139:7). "El Señor está cerca de
todos los que le invocan" (Salmos 145:18). "Sana a los
quebrantados de corazón, y venda sus heridas. ... El Señor
consuela a los afligidos. ... Da su alimento a las bestias y a
los hijos de los cuervos que claman" (Salmos 147: 3, 6, 9).
"El Señor es bueno con todos, y sus misericordias están sobre
todas sus obras". (Salmos 145:9).
Esta auténtica visión hebrea de Dios era la esencia de la
espiritualidad y las enseñanzas de Joshua.
LA VISIÓN HEBREA DE LA
HUMANIDAD
Después del monoteísmo, la visión hebrea de la humanidad hecha
a imagen y semejanza de Dios fue su mayor contribución al
pensamiento humano. Representaba una enorme ruptura con el
culto a la naturaleza porque ponía a la humanidad por encima
de la naturaleza y proporcionaba una base para la igualdad
humana.
La humanidad por encima de la naturaleza - En un mundo
entregado al culto a la naturaleza en una forma u otra, la
llegada de esta fe hebrea debe haber sonado como total
blasfemia que amenazaba las cosechas abundantes, la
regularidad de las estaciones, la reproducción a buen término,
y todos los regalos de la "madre naturaleza". Esta no era otra
religión para mantener a los dioses en un temperamento
generoso. Esta fe declaraba que el hombre no era el siervo,
sino el amo de la madre naturaleza. (Génesis 1:27, 28 y Salmos
8). Nada era una imagen y semejanza sagrada de Dios, excepto
la humanidad.
La igualdad humana - Esta visión hebrea de la humanidad
también supone algo muy diferente del orden vertical natural
del dominio del fuerte y la sumisión del débil. Implica un
nuevo orden, horizontal, al mismo nivel, de amor y respeto. He
aquí una visión de la humanidad, que trasciende nacionalidad,
raza, género y cultura. La imagen de Dios no es ni judía ni
gentil, ni africana ni caucásica, ni negra ni blanca, ni varón
ni hembra, ni vieja ni joven. Lo que dota a la humanidad de
dignidad y valor no es ni racial, ni sexual, ni cultural, y
ciertamente no es ninguna identidad religiosa. Es pura y
simplemente la identidad humana, que lleva la firma del
Creador. Ninguna visión de una sociedad igualitaria ha podido
superar jamás este fundamento del Antiguo Testamento.
La conciencia de "hijo del hombre" de Joshua ben Adam (tan
básica para lo que era y enseñaba) tenía sus raíces en este
salmo de la creación:
"Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna
y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre,
para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre
(hebreo: ben Adam), para que lo visites? Le has hecho poco
menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de
honra. Le hiciste señorera sobre las obras de tus manos;
todo lo pusiste debajo de sus pies ..." (Sal.
8:3-6).
Una conciencia de "hijo del hombre" basada en un pasaje como
éste fue la razón de que Joshua se atreviera a ir a la mayor
ley religiosa - el sábado mismo - y poner a la humanidad para
encima de ella, en vez de bajo ella. (Véase Mar. 2:27,28).
Tiempos, lugares, alimentos, y cualquier otra cosa en el orden
creado debe servir a la humanidad, antes que ser servidos por
la humanidad.
LA VISIÓN HEBREA DE LA
JUSTICIA
En el Antiguo Testamento, la justicia es incuestionablemente
el atributo esencial de Dios (Salmos 89:14).
Contrariamente a lo que
a menudo se da por sentado, la justicia no tiene por lo
general ninguna connotación retributiva, como castigo, ira,
devolución, etc. La justicia es la acción salvadora, y hasta
perdonadora, de Dios a favor de todos los oprimidos.
El mejor texto paradigma para el significado de justicia es
Salmo 103:6.
El Señor ejecuta justicia y juicio para todos los oprimidos.
(Ver también Salmos 9:9; 10:18; 72:4; 37:21; 146:7; 102:19,
20).
Los oprimidos son identificados variadamente como los
afligidos, los pobres, los extranjeros, los proscritos, las
viudas, los huérfanos y otros que están en necesidad. Incluye
a los que necesitan perdón. La misericordia perdonadora de
Dios es su justicia en acción:
"Bendice, alma mía, a Jehová.
... Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana
todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida. ...
Jehová es el que hace justicia y derecho a los que padecen
violencia. ... No ha hecho con nosotros conforme a nuestras
iniquidades. ... Cuanto está lejos el oriente del occidente,
hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. ... Porque él
conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo"
(Salmos 103:1-14).
En la teología
cristiana, el perdón es visto como algo en tensión con la
justicia de Dios, una tensión que podía resolverse solamente
por medio de la expiación. Pero tal tensión no
aparece en los pasajes del Antiguo Testamento que enlazan la
justicia con el perdón. La justicia es la acción salvadora de
Dios a favor de todos los oprimidos. Así también, cuando Dios
juzga, salva, libera, y rescata al oprimido:
"Júzgame, oh Dios, y defiende
mi causa. ... líbrame ... (Sal. 43:1). Líbrame en tu
justicia (Sal. 71:2. Véase también 7:8; 10:18; 51:4; 72:4).
El evento paradigma de la justicia salvadora de Dios en la
escritura hebrea fue el Éxodo. Por un acto de juicio y
justicia, Dios libró a un pueblo débil y afligido de la mano
del opresor.
El Éxodo no sólo mostró la justicia salvadora de Dios, sino
que se convirtió en modelo de cómo los que han sido liberados
habrían de ser imagen de Dios:
"Y al extranjero no engañarás
ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la
tierra de Egipto. A ninguna viuda ni a ningún huérfano
afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos
clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor, y mi furor se
encenderá ... (Éxodo 22:21-24). No engañe ninguno a su
hermano. (Lev. 25:14). Los esclavos que se hayan escapado
deben recibir asilo y no ser oprimidos". (Deut. 23:15, 16).
"Defiendan al débil y al
huérfano; hagan justicia al afligido y al menesteroso" (Sal.
82:3).
La justicia hebrea significa amar al prójimo como a uno mismo
(Lev. 19:18) Significa ser humanitario y actuar
humanitariamente. Es una justicia social y humanitaria basada
en el derecho que tiene cada persona a que se le reconozca la
dignidad de haber sido hecha a imagen y semejanza de Dios. La
justicia es la marca del rey ideal: "Juzgará al pueblo con
justicia y a los afligidos con juicio. ... Juzgará a los
afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y
aplastará al opresor" (Sal. 72:2, 4). ¿No hizo tu padre [el
rey] ... juicio y justicia? Él juzgó la causa del afligido y
del menesteroso" (Jer. 22:15, 16).
Por encima de todo lo demás, se requiere del rey "justicia y
juicio" (véase 1 Reyes 10:9; 1 Crón. 18:4; 2 Crónicas 9:8;
Daniel 4:27). La gran queja de los profetas es que los
gobernantes no reflejan el evento salvador del Éxodo. No
ejercen la justicia salvadora hacia los pobres, los que están
en desventaja, y lo oprimidos. Así, pue, los profetas
comenzaron a abrigar la esperanza de un rey ideal, un hijo de
David que ejecutase "juicio y justicia en la tierra" (Jer.
23:5).
Cuando Job fue obligado a defender su justicia, no apeló a su
rectitud religiosa sino a su justicia humanitaria:
"Porque yo libraba al pobre
que clamaba, y al huérfano que carecía de ayudador. La
bendición del que se iba a perder venía sobre mí, y al
corazón de la viuda yo daba alegría. Me vestía de justicia y
ella me cubría. Como manto y diadema era mi rectitud. Yo era
ojos al ciego, y pies al cojo. A los menesterosos era padre,
y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia;
y quebrantaba los colmillos del inicuo y de sus dientes
hacía soltar la presa. Si he tenido en poco el reclamo
de mis esclavos y mis esclavas cuando se quejarole n contra
mí, ¿qué podría yo hacer entonces cuando Dios se levante y
me llame a cuenta, qué le responderé? ¿No lo hizo a él el
que me hizo a mí en el vientre? Y él mismo me formó en el
vientre. Si he impedido que el pobre tenga lo que desea, si
he hecho fallar los ojos de la viuda, si he comido mi bocado
solo y no lo he compartido con el huérfano ... Si hubiera
tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva cuando
ellos contendían conmigo, ¿qué haría yo cuando Dios se
levantase? Y cuando él preguntara, ¿qué le respondería yo?
El que en el vientre me hizo a mí, ¿no lo hizo a él? ¿Y no
nos dispuso uno mismo en la matriz? Si estorbé el contento
de los pobres e hice desfallecer los ojos de la viuda; si
comí mi bocado solo, y no comió de él el huérfano ... si he
visto que pereciera alguno sin vestido, y al menesteroso sin
abrigo; si no me bendijeron sus lomosy del vellón de mis
ovejas se calentaron; si alcé contra el huérfano mi mano,
aunque viese que me ayudaran en la puerta; mi espalda se
caiga de mi hombro, y el hueso de mi brazo sea quebrado ...
Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía, y
me regocijé cuando le halló el mal ... el forastero no
pasaba fuera la noche, mis puertas abría al caminante" ...
(Job 29:12-17; 31:13-22; 29, 30).
Esto nos lleva al ultraje moral de los profetas del Antiguo
Testamento y su conflicto corriente con la religión
sacerdotal. Los profetas acusaban a su nación de ser engañados
con mentiras religiosas. (Jeremías 7). El pueblo confiaba en
las instituciones religiosas, los sacrificios y los ritos para
que les salvasen, mientras ellos dejaban de "practicar
justicia entre un hombre y su prójimo". Oprimían a los
extranjeros, a los huérfanos, y a las viudas. (Jeremías 7:5,
6).
En los profetas, ser santo como Dios significaba practicar la
justicia humanitaria teniendo al Éxodo como modelo. Pero la
tradición sacerdotal enseñaba que ser como Dios significaba
estricta obediencia a un código de santidad concerniente a la
separación de la impureza ritual, los sacrificios en el
templo, y los festivales religiosos. Reyes, príncipes, y el
pueblo hallaron esto más agradable de practicar que la
justicia humanitaria. Los profetas confrontaban una situación
en que la religión florecía. Se había convertido en una
"evasión de responsabilidad", un paliativo substituto de la
cuestión más severa de la auténtica justicia.
Por esta razón, los profetas criticaban severamente el ofrecer
sacrificios y derramaban desprecio sobre las festividades
religiosas. Ridiculizaban la práctica del ayuno religioso y
cuestionaban el código de santidad del sacerdocio. Resumiendo,
hacían la guerra a la "justicia" sectaria y religiosa de
Israel, declarándola un montón putrefacto de egoístas
mentiras.
"¿Para qué me sirve, dice
Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy
de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no
quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.
... Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las
tiene aborrecidas mi alma. ... Cuando multipliquéis la
oración, yo no oiré ... Buscad la justicia, defended al
huérfano, amparad a la viuda ... Tus príncipes,
prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman el
soborno, y van tras las recompensas. No hacen justicia al
huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda" (Isa.
1:11-23).
"Porque no hablé yo con
vuestros padres, ni nada les mandé acerca de holocaustos ni
de víctimas el día en que los saqué de la tierra de Egipto"
(Jer. 7:22).
"Aborrecí, abominé vuestras
solemnidades, y no me complaceré con vuestras asambleas. Y
si me ofreciéreis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas,
no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz ... Quitad
de mí la multitud de vuestros cantares ... Pero corra el
juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo"
(Amós 5:21-24).
"¿Con qué me presentaré ante
Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él
con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová
de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite?
¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis
entrañas por el pecado de mi alma? [nota: este rechazo de
sacrificios tanto de animales como de humanos y la totalidad
del concepto sacerdotal de la expiación por sangre]. Oh.
hombre, él te ha declarado lo que es bueno, qué pide
Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia,
y humillarte ante tu Dios" (Miq. 6:6-8).
"Porque no quieres sacrificio,
que yo lo daría; no quieres holcausto. Los sacrificios de
Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y
humillado no despreciarás tú, oh Dios. [Dios perdona en
respuesta al arrepentimiento, no en respuesta a ninguna
expiación sacerdotal por sangre]" (Sal. 51:16, 17). "Hacer
justicia y juicio es a Jehová más agradable que sacrificio"
(Prov. 21:3). "Porque misericordia quiero, y no sacrificio,
y conocimiento de Dios más que holocaustos" (Oseas 6:6).
"¿No es más bien el ayuno que
yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las
cargas de opresión, y dejar libres a los quebrantados, y que
rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el
hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que
cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu
hermano?" (Isa. 58:6-7).
Comprender esta profundamente humanitaria justicia de los profetas es
comprender el fuego en el vientre de Joshua ben Adam. El suyo
era el espíritu de los profetas hebreos. Ésta también era su
visión de la justicia, y estos pasajes del Antiguo Testamento
eran obviamente su comida y su bebida.
Joshua confrontó lo que los profetas habían confrontado - una
sociedad arrebatada en una "justicia" sectaria, tribal. La
tradición sacerdotal de estricta obediencia a los códigos de
pureza y los ritos había ganado ascendencia en el judaísmo.
Mientras más religiosa se volvía la cultura, más injusta e
inhumana se volvía. La rectitud o justicia (la misma palabra
en hebreo que en griego) había sido confundida con la rectitud
religiosa o la ortodoxia meticulosa.
Joshua acusaba a sus oponentes de distorsionar groseramente el
verdadero espíritu y el propósito de la ley judía. Mientras
que diezmaban religiosamente hasta las plantas de jardín,
descuidaban la justicia, la misericordia y la fe. (Mat.
23:23). Les lanzaba al rostro las palabras del profeta:
"Misericordia quiero, no sacrificio". "¿Es cueva de ladrones
delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado
mi nombre?" (Jer. 7:11; Mar. 11:17). Aparentemente tomando
prestado el dicho del gran rabino Hillel, dijo Joshua: "Lo que
queráis que otros hagan por vosotros, hacedlo también
vosotros". Pero luego añadió este comentario definitivo: "Esta
es la ley y los profetas". Es decir, éste es la totalidad del
espíritu y el propósito de la Escritura. (Mat. 7:23).
Joshua no quería que la gente le llamase Mesías. Pero él hacía
la obra del Mesías. Ejecutaba justicia y juicio por amor a los
oprimidos. (Jer. 23:5; Luc. 4:18). "Anduvo haciendo bienes y
sanando a todos los oprimidos" (Hech. 10:38).
LA VISIÓN HEBREA DE LA ELECCIÓN
A menudo, la elección de Israel era
interpretada por el pueblo judío como alguna clase de
favoritismo divino o el rechazo de otros.
Esta errónea interpretación de la elección, vehementemente
despreciada por los profetas, condujo a mucha arrogancia
racial, mucho orgullo nacional y mucho desprecio por otros
pueblos. Esta presunción no era diferente del "síndrome de
pueblo especial" hallado a través de la historia en tribus y
naciones por todo el planeta. ¿Qué raza o grupo religioso no
se ha concebido a sí mismo como el primero, el mejor y el
escogido de Dios?
Esta actitud de "mejor que el resto" está en clara desarmonía
con la visión de un Dios, una humanidad a su imagen y
semejanza, y una clase de justicia para toda la raza humana.
Así, pues, Dios es representado como diciéndole a Abraham: "En
ti serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gén.
12:3). Con frecuencia, esta visión mundial era subvertida por
el orgullo sectario, pero nunca se perdió por completo,
ciertamente no cada vez que los profetas hablaban. Su pasión
por la justicia rebasaba los límites nacionales:
"Y Jehová será conocido de
Egipto, y los de Egipto conocerán a Jehová en aquel día ...
Y herirá Jehová a Egipto y sanará ... diciendo: Bendito el
pueblo mío, Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel
mi heredad" (Isa. 19:21-25).
"Jehová de los ejércitos hará
en este monte a todos los pueblos banquete ... Y destruirá
en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los
pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones.
Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos" (Isa. 19:21-25).
"Vendrán muchas naciones y
dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del
Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos
por sus veredas. ... Y él juzgará entre muchos pueblos, y
corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y
martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para
hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se
ensayarán más para la guerra" (Miq. 4:2-3).
No hay ninguna duda de la posición de Joshua ben Adam tocante
a este asunto de la elección. Mostraba la visión incluyente,
universal, de los profetas. Junto con Juan Bautista, enseñaba
que el parentesco de espíritu, no de sangre, convertía a cada
uno en hijo de Abraham. (Mat. 3:9; mar. 3:35; Juan 8:39).
Los miembros de la
sinagoga a la que asistía Jesús en Nazaret se enojaron
cuando él les recordó cómo Dios visitaba a los paganos, en
vez de a los judíos, en los días de Eliseo. Sus parábolas
presentaban a los gentiles sentados en banquete con Abraham,
Isaac, y Jacob, mientras los del "pueblo escogido" eran
dejados fuera. Ofendió el orgullo nacional al declarar que
la fe de un samaritano, un romano, o un pagano siro-fenicio
era superior a cualquier cosa que hubiese encontrado en
Israel. Hacía a un lado todas las barreras raciales,
religiosas y de género. Se relacionaba con la gente
compasivamente, sobre la única base de que el único Padre de
toda la humanidad demandaba justicia sin discriminación.
En conclusión, tenemos que decir que, juzgado según la
enseñanza esencial de Dios, el hombre, la justicia, y la
elección extraída de la Escritura judía, Joshua ben Adam era
profundamente judío.
LA VISIÓN CRISTIANA DE DIOS
En la iglesia
post-pascua, podemos seguir la pista a la progresiva
transformación de Joshua ben Adam de un hijo de Dios muy
judío a un "hijo de Dios" gentil. En la tradición
judía, el término "hijo de Dios" podía aplicarse a Adán, a la
nación de Israel o al rey ungido. (Luc. 3:38; Oseas 11:1; Sal.
2:2, 7, 12). Aplicado a Joshua ben Adam, significaba
simplemente que él era el Mesías, el Rey ungido.
En los escritos más antiguos del Nuevo Testamento, se dice que
ben Adam es "hijo de Dios" a causa de su resurrección de entre
los muertos. (Rom. 1:4). Después, Marcos (autor desconocido)
indica que Joshua fue designado "hijo de Dios" por el
ungimiento del espíritu durante el bautismo. Ya sea por la resurrección,
el bautismo, o ambos, la cristología de aquellos primeros
cristianos judíos era "adopcionista", lo que quiere decir
que, en cierto momento del tiempo, Dios decidió adoptar a
Joshua como su hijo.
Cuando este mensaje cristiano se difundió en el mundo griego,
la frase "hijo de Dios" se revistió de alusiones a esa
cultura. Los griegos tenían una plétora de divinidades, muchas
de ellas vírgenes que habían nacido, sufrido, muerto y
regresado al cielo. Cada una de estas divinidades era llamada
"hijo de Dios". Luego, había la leyenda de que Alejandro el
Grande era nacido de una virgen como "hijo de Dios".
Finalmente, había la secta del culto a César. El emperador
romano también era una divinidad adorada como ambos, como
"Señor" y como "hijo de Dios".
Aproximadamente en el año
80 a. D., "Mateo" y "Lucas" (los autores son en realidad
desconocidos) introdujeron los relatos desconocidos acerca
de que Joshua se había convertido en "hijo de Dios" en
virtud de su nacimiento de una virgen. La transformación del ben Adam judío en el Jesús cristiano,
"hijo de la virgen", estaba bien avanzada. Para cuando el
siglo terminó, "Juan" (también un autor desconocido) había
empujado los comienzos del "hijo de Dios" hacia atrás, al
Logos preexistente que moraba en el maestro nazareno. Pero
ni siquiera "Juan" decía que Joshua era preexistente, sólo
que el Logos de Dios que moraba en él, presexistía. (Véase
Juan 1:1-14).
Sin embargo, el cristianismo gentil avanzó desde una
cristología adopcionista judía hacia una cristología de la
encarnación. Se
necesitaron varios siglos para que se estableciera un dogma
de la encarnación completamente desarrollado. En su forma
final, el Jesús cristiano, el hijo de la virgen, se
convirtió en Dios en el sentido más elevado. El dogma de la
encarnación significaba que Jesús era Dios en forma humana.
Esa clase de enseñanza
era impensable para todos los judíos sumergidos en un
monoteísmo estricto e inflexible. Los primeros cristianos,
incluyendo a los apóstoles, no tenían ninguna intención de
ser nada más que judíos fieles a su mejor tradición bíblica.
De acuerdo con el shema hebreo, Dios era una
persona. Joshua
hablaba claramente de Dios en términos de una persona
diferente de él mismo. Los cristianos judíos creían
que Dios había resucitado a Joshua de entre los muertos,
pero no hacían borrosa esa distinción entre Dios y Joshua.
La visión de una
encarnación exigía una Trinidad - la doctrina de que Dios es
tres personas, en lugar de una sola. La Trinidad era una
teología extremadamente intrincada que tenía sutiles
connotaciones y que nunca fue entendida por el 99.9% de los
cristianos. Se necesitaron varios siglos para darle forma y
consolidarla como ortodoxia cristiana. En los credos de
Atanasio, Nicea, y Calcedonia (más de cuatro siglos de
desarrollo), Dios se convirtió en tres y Cristo se convirtió
en una unión hipostática de dos naturalezas en una persona -
nuevamente concebido de manera tan intrincada en sutiles
palabras griegas y conceptos filosóficos griegos que nunca
fue comprendido por el 99.9% de los cristianos. ¡La mayor
parte del clero sólo finge que entiende Calcedonia!
El dogma gentil de Cristo, no sólo erigió una barrera
infranqueable entre el judaísmo y el cristianismo, sino que
erigió una barrera infranqueable entre los cristianos judíos y
los cristianos gentiles. Como movimiento, el cristianismo
judío nunca estuvo de acuerdo con la encarnación y la Trinidad
del cristianismo gentil.
El gran sueño del apóstol Pablo era que, por medio de Cristo,
la barrera entre gentiles y judíos pudiera ser derribada.
(Efesios 2:15). Su esperanza de una iglesia unida nunca
cristalizó. El
cristianismo gentil y el cristianismo judío jamás se
reconciliaron. Esta fue la gran tragedia del cristianismo
primitivo.
LA VISIÓN CRISTIANA DE LA
HUMANIDAD
En la tradición hebrea,
derivamos nuestra humanidad de Dios. La condición de seres
humanos es la imagen y semejanza de Dios. (Génesis 1;27, 28;
Salmos 8).
La tradición cristiana de
una encarnación le dio vuelta a esto por completo. Dice que
Dios nació de una virgen y, por lo tanto, derivó su
humanidad de nosotros.
Este punto de vista
cristiano de que Dios adquirió nuestra humanidad tuvo un
efecto desastroso en la humanidad de la iglesia. No
es ningún misterio por qué la iglesia se convirtió rápidamente
en una expresión de mórbido ascetismo que odia el mundo,
observa riguroso ayuno, y es dada al retiro sectario de la
vida social y cívica. Todo esto es demasiado evidente en la
literatura cristiana primitiva, como las Enseñanzas de los Doce Apóstoles,
El Pastor de Hermas,
las Cartas de Justino
Mártir (que se hizo castrar) y los monótonos Padres
de la Iglesia. Leer su literatura ayuda a entender cómo
Juliano lamentaba la difusión del cristianismo en esta famosa
frase de una sola línea: "Oh, pálido galileo, has vencido".
Multitud de mujeres se
convirtieron en vírgenes perpetuas por la fe. Los hombres se
apresuraron hacia los monasterios en grandes grupos, algunos
para castrarse siguiendo el ejemplo de Justino, otros para
flagelar sus carnes y vencer sus impulsos naturales.
El libro de Apocalipsis del Nuevo Testamento había descrito la
comunidad ideal de seres humanos como de 144,000 ascetas
solteros en el desierto. Lavados en la sangre del Cordero,
pasarían sus días suplicando la venganza de Dios en forma de
hambruna, enfermedades e indescriptibles tormentos contra el
resto de la humanidad. (¡Aquí no hay ni asomo del espíritu de
Joshua ben Adam de salvar las vidas de los hombres, mucho
menos de perdonar a sus enemigos!).
Por el momento, dejaremos en paz las ensordecedoras disputas
teológicas a la jerarquía de obispos (los seglares no tenían
voz en la iglesia) y nos ocuparemos de cómo el cristianismo
primitivo se relacionó con el mundo real. En particular, consideraremos la actitud de
la iglesia hacia la mujer y la sexualidad humana.
Esto no puede desestimarse como expresión de una cultura
patriarcal, pues el judaísmo también tenía la suya, pero nunca
exhibió la desgraciada
denigración de la mujer, que continuó por siglos en la
iglesia. Sólo podría llamarse blasfemia de la imagen de Dios
en la mitad de la raza humana. He aquí un ejemplo de la
virulenta misoginia que chorreaba de los padres de la
iglesia:
Orígenes (185-254 d. C.):
"Lo que se ve con los ojos del creador es
masculino, no femenino; porque Dios no se rebaja a mirar
lo que es femenino y de la carne".
"No es correcto que una mujer hable en la
iglesia, por admirable o santo que sea lo que ella diga,
meramente porque viene de labios femeninos".
Crisóstomo (347-407 d. C.):
"Si usted reflexionara sobre lo que está
contenido en unos ojos hermosos, una nariz recta, una
boca, unas mejillas, vería que la belleza corporal es
sólo un sepulcro blanqueado, pues por dentro está lleno
de suciedad".
Agustín (354-430 d. C.):
"Un buen cristiano halla en una y la misma mujer
para amar la criatura de Dios que él desea que sea
transformada y renovada, pero odia en ella la conexión
conyugal corruptible y moral, las relaciones sexuales y
todo lo que le pertenece a ella como esposa".
Ambrosio (339-397 d. C.):
"Algunos de estos conceptos del alma están
asociados con el sexo femenino, como la malicia de
pensamiento, la petulancia, la sensualidad, la
autoindulgencia, la inmodestia y otros vicios de esa
naturaleza, que tienden a enervar los rasgos asociados
con lo que es distintivamente masculino. Los rasgos
distintivamente masculinos son las virtudes de la
castidad, la paciencia, la sabiduría, la temperancia, la
fortaleza y la justicia, que hacen posible que nuestras
mentes y nuestros cuerpos luchen con celo y confianza en
nuestra procura de la virtud. Y estos son los conceptos
a los cuales se refería el profeta Isaías con estas
palabras: 'Hemos concebido y dado a luz el espíritu de
salvación'. Es decir, los rasgos característicamente
masculinos concibieron y dieron a luz el espíritu de
salvación".
Jerónimo (342-420 d. C.):
"Aunque en mi temor del infierno me había
encerrado en esta prisión donde no tenía compañeros sino
escorpiones y bestias salvajes, a menudo me encontré en
medio de grupos de muchachas. Mi rostro estaba pálido y
mi cuerpo tiritaba por el ayuno, pero mi mente ardía de
deseo y el fuego de la lujuria seguía burbujeando
delante de mí cuando mi carne estaba como muerta".
A la viuda Salvina:
"Nunca permita que se vean faisanes en su mesa
... ni piense que evita la dieta de carne cuando rechaza
... el sabor agradable de otros cuadrúpedos. No es el
número de patas, sino la delicadeza del sabor lo que
hace la diferencia [es decir, las aves deben ser
prohibidas también] ... Que las que se alimentan de
carne, sirvan a la carne, aquéllas cuyos cuerpos arden
de deseo, que están atadas a sus esposos y tienen su
corazón puesto en tener descendencia. Que aquéllas cuyos
vientres están cargados, atiborren de carne sus
estómagos. Pero usted ha sepultado toda indulgencia en
la tumba de su esposo ... Que la palidez y la miseria
sean sus joyas de ahora en adelante. No consienta sus
jóvenes miembros con la cama ni encienda su sangre joven
con baños calientes ... No tome ningún bien rizado
mayordomo para que camine con usted, ningún actor
afeminado, ningún diabólico cantante de venenosa
dulzura, ningún joven acicalado y bien rapado ...
Mantenga con usted grupos de viudas y vírgenes ... Que
las divinas Escrituras estén siempre en sus manos y
ocúpese con frecuencia de la oración, para que los
dardos de los malos pensamientos que puedan acechar a
los jóvenes sean por tanto un escudo para repelerlos".
Tertuliano (siglo II d. C.):
"Si
existiera en la tierra un destino en proporción con la
recompensa que la fe recibirá en el cielo, ninguna de
vosotras, mis amadas hermanas, desde el tiempo en que
llegásteis a conocer al Dios viviente y reconocísteis
vuestro propio estado, que es la condición de ser mujer,
habría deseado un vestido demasiado atractivo y mucho
menos nada que pareciera demasiado ostentoso. Creo, más
bien, que os habríais ataviado con ropa de luto, y hasta
descuidado vuestra apariencia, representando el papel de
la Eva llorosa y arrepentida para expiar más plenamente,
por medio de toda suerte de ropajes de penitencia, lo
que toda mujer hereda de Eva: la ignominia, quiero
decir, del pecado original y el odio de ser la causa de
la caída de la raza humana. En tristeza y ansiedad darás
a luz, oh mujer, y estarás sujeta a tu esposo, y él será
tu amo. ¿No creéis que cada una de vosotras es una Eva?
La sentencia de Dios sobre este sexo de vosotras sigue
viviendo aun en nuestros tiempos, así que es necesario
que la culpa siga viviendo también. Sois vosotras las
que abristeis la puerta al diablo. Sois vosotras las que
primero tomásteis la fruta del árbol prohibido. Sois
vosotras las que primero abandonásteis la ley divina.
Sois vosotras las que persuadísteis a aquél al cual el
diablo no fue lo bastante fuerte para atacar. Con
demasiada facilidad, destruísteis la imagen de Dios, el
hombre. A causa de vuestro pecado, que es la muerte,
hasta el Hijo de Dios tuvo que morir".
Hay que recordar que éstos eran
los reverenciados padres de la iglesia, que nos dejaron
las doctrinas cristianas cardinales de la encarnación y la
trinidad. Un autor del Nuevo Testamento pregunta cómo es
posible que amemos a Dios, a quien no hemos visto, si no
amamos a nuestro prójimo a quien sí hemos visto (1 Juan
4:20). Así, pues, nosotros también podemos preguntar:
¿Cómo podríamos confiar en las enseñanzas de estos hombres
acerca de Dios (la encarnación y la trinidad), al cual
ellos no han visto, si son incapaces de discernir la
imagen de Dios en las mujeres a quienes sí han visto?
Pero este triste espectáculo de una misoginia deshumanizante
sólo indicaba su amargada visión del mundo y su vida en
general.
Pero necesitamos preguntar: ¿De dónde surgió este ascetismo que odiaba el mundo y
que negaba la vida? Fue el fruto de la veneración del hijo
célibe de una virgen perpetua. Esta humanidad
cristiana ideal era más surreal que real. Un Dios nacido de una virgen, disfrazado
como ser humano, que murió en una cruz para hacer expiación
de sangre por el pecado, no era historia, sino una
interpretación apocalíptica impuesta a la historia. ¿Cómo
podía esta humanidad cristiana de Jesús, tan contraria a la
verdadera vida de Joshua ben Adam, producir nada que no
fuese una distorsión de la verdadera existencia humana?
Pero hay una
razón más profunda de por qué una teología de la encarnación
- de que Dios derivó su humanidad de nosotros - tuvo un
desastroso efecto en la humanidad de la iglesia. Si es así
como Dios se convirtió en "el supremo ser humano", entonces esto implica
que, antes de la encarnación, Dios no era una realidad
supremamente humana, como lo indicaría el que nosotros
hubiésemos sido hechos a su imagen y semejanza. ¿La
realidad de un Dios inhumano está detrás de la humanidad
surreal de Jesús? ¡Decimos "surreal" porque un hombre que
nació de una virgen y era Dios disfrazado no era realmente
humano, después de todo, a pesar de la afirmación en
contrario de Calcedonia! Cuando las doctrinas gemelas de la
expiación por sacrificio de sangre y el fuego del infierno
se añaden a esta encarnación, esta humanidad ideal de Jesús
se pierde porque es redefinida por una realidad inhumana
llamada "Dios".
Sea como sea, esta nueva humanidad celestial gobernó a la
iglesia por medio de la terrible autoridad vertical de una
jerarquía célibe. ¿Quién más podría representar
apropiadamente al Dios que se convirtió en el hijo célibe de
la madre virginal de Dios? Joseph Campbell y una hueste de
otros eruditos reunieron evidencia irrefutable de que estas
afirmaciones cristianas eran, de hecho, mitos paganos que
habían sido reciclados por miles de años.
Podemos decir, con confianza, que Joshua ben Adam no tenía en
su cuerpo ni un solo hueso de asceta. Este hombre muy social,
que 'comía y bebía', algunas veces ofendía a sus compañeros
varones con sus interacciones igualitarias con mujeres. Hay
alguna evidencia, aunque no concluyente, de que María
Magdalena fue su esposa o su amante. Pero, aunque eso no se
pudiera establecer, una cosa es cierta: La visión de Joshua
acerca de la bondad esencial del orden creado concordaba
profundamente con la mejor tradición judía. Debe recordarse
que el judaísmo nunca fue una religión ascética que invocase
la abstinencia de "vino, mujeres, y música".
Hay un antiguo dicho rabínico que dice que, al final de la
vida, Dios nos preguntará si "disfrutamos de todas las cosas
buenas que el mundo nos dio para disfrutar". Sería una lástima
que tuviéramos que responder: "Yo estuve demasiado preocupado
llevando mi alma al cielo para fijarme".
Es bastante divertido comparar los antiguos comentarios
cristianos sobre los Cantares
de Salomón con los judíos. Afortunadamente, la
iglesia ha progresado en sus actitudes hacia la bondad
esencial de la vida. Los
comentarios cristianos modernos reconocen ahora que los Cantares de Salomón del Antiguo Testamento no
son otra cosa que una celebración del amor sexual, algo que
le habría parecido casi pornográfico al pobre Jerónimo,
mientras luchaba contra las atormentadoras imágenes de
vírgenes danzantes durante su soledad en el desierto.
Por supuesto, la conclusión a la que nos vemos forzados a
arribar es que Joshua ben Adam era mucho más judío que
cristiano en su visión de la existencia humana.
¿Cómo
podemos amar a Dios, a quien no hemos visto, si no amamos al
hermano a quien hemos visto? (1 Juan 4:20).
LA VISIÓN CRISTIANA DE LA
JUSTICIA
La encarnación y la muerte de Cristo como
expiación por el pecado es el corazón de la teología
cristiana. Se dice que Cristo
soportó la ira de Dios contra el pecado, haciendo posible
que Dios nos perdonase. Una expiación de sangre es
considerada necesaria para satisfacer la justicia de Dios.
El perdón y la salvación se ofrecen ahora sobre
la base de que la justicia ha quedado satisfecha.
Escapamos del castigo eterno sólo porque nuestra deuda ha
sido pagada - ¡con sangre!
En la enseñanza cristiana, la justicia de Dios es equiparada
con la ira de Dios, los terrores del día del juicio, y el pago
con sangre por el pecado en la cruz. Todo esto redefinió el
significado de la justicia como algo punitivo.
Por consiguiente, el pueblo cristiano se preocupó por la
expiación por la culpa por medio del sufrimiento de Cristo.
("Hangman´s Theology"). La cuestión principal vino a ser:
"¿Cómo puedo ser justo delante de Dios?" ¿Cómo puedo escapar
de la justicia e ir al cielo?
Así se desarrolló lo que Krister Stendhal llamó "la conciencia
introspectiva de Occidente". El monje Martín Lutero
resumía al cristiano de la Edad Media como aterrorizado
por la justicia de Dios, sin poder nunca deshacerse de la
culpa, sin poder nunca permanecer de pie delante de Dios
con una conciencia tranquila.
Lutero se preguntaba qué quiso decir Pablo cuando dijo acerca
del evangelio: "Porque
en él se revela la justicia de Dios" (Romanos 1:17).
Al principio, se quejaba amargamente de que
Dios no se contentaba con atormentarle con la justicia de
su ley, sino que añadía a ello los terrores de la justicia
del evangelio.
Luego tuvo lo que se llamó su "experiencia más elevada".
Hartmann Grisar, un erudito luterano, empañó un poco esta
celebrada leyenda cuando demostró que esta experiencia había
tenido lugar realmente en el retrete. (Lutero sufría de
estreñimiento crónico y pasaba mucho tiempo en ese lugar). Sea
como sea, aprovechaba bien el tiempo que pasaba allí
reflexionando sobre el significado de la justicia en Romanos
1:17. Súbitamente, tuvo el discernimiento de que ésta era una
justicia salvadora, perdonadora. Lutero fue como Arquímedes,
cuando saltó de la bañera diciendo: "Eureka, eureka". ¡Había
nacido la reforma protestante!
Simplemente, Lutero había re-descubierto el auténtico
significado hebreo de justicia como la amorosa bondad de Dios
en acción por amor a todos los que están oprimidos. Lutero
estaba ciertamente oprimido por esta conciencia turbada por
todo el legalismo religioso de la iglesia. Fue liberado por
medio de "la justicia que es por la fe solamente".
El problema era que ni Lutero ni la Reforma
Protestante podían llevar muy lejos esta visión de la
justicia salvadora de Dios porque todavía estaban
atascados en la teología del verdugo de la expiación por
sangre; es decir, la justicia retributiva y punitiva. En
realidad, en la ortodoxia protestante, esta justicia
retributiva de Dios se convirtió en la pieza central de su
teología. Si el aspecto salvador de
la justicia no irrumpió jamás a través de la oscura nube
de la justicia retributiva fue por "mi perdón", "mi
salvación" y "por haber hallado a un Dios de gracia".
El significado social y
humanitario de la justicia del Antiguo Testamento (judío)
nunca irrumpió a través de la Reforma Protestante. A lo sumo, fue truncado por
la preocupación por la salvación mía, mía, mía.
Trágicamente, Lutero desertó de los campesinos en su revuelta
contra la opresión. Terminó demandando que fuesen masacrados,
en lugar de que fuesen liberados. En el mismo estilo, tronaba
contra los judíos y aumentó sus intolerables opresiones.
Se ha dicho que John
Wesley estaba mucho más preocupado por la blasfemia del
nombre de Dios que por la blasfemia de los hijos de Dios.
Tenía poco que decir sobre las injusticias sociales en la
Inglaterra de Charles Dickens.
En el libro Pilgrim´s Progress [El Progreso del Peregrino],
de Paul Bunyan, que por mucho tiempo fue como una segunda
Biblia para el cristianismo de habla inglesa, el héroe,
"Cristiano", nunca hace nada, excepto tratar de ir al cielo.
En este breve vistazo, sería demasiado fácil distorsionar el
cuadro dejando de reconocer ejemplos de justicia social en el
seno del cristianismo. Mucho de esto ha sido motivado por la
influencia del Joshua ben Adam histórico, del cual la iglesia
siempre ha dado testimonio, a pesar de una teología que tiene
la tendencia a empujar su historia hacia el pasado. Pero sigue
siendo verdad que la
teología cristiana clásica está enfocada en la salvación
personal por medio de la expiación por sangre. La justicia punitiva de Dios
y la salvación del alma para la vida en el más allá ocupan
el centro del escenario. Es por esta razón que, en The Faith of a Heretic,
Walter Kaufmann critica el cristianismo histórico por dejar
seriamente de alcanzar la justicia moral de los profetas del
Antiguo Testamento.
Conclusión:
La visión de Joshua ben Adam sobre la justicia era
esencialmente judía, no cristiana.
LA VISIÓN CRISTIANA DE LA ELECCIÓN
Si el judaísmo fue alguna vez exclusivo y despreciativo de los
goyim (extranjeros),
necesitamos recordar dos cosas: primera, esta tendencia
sectaria era una aberración, un dejar de ser fieles a la
visión incluyente y universal de Moisés y los profetas; y
segunda, los judíos no han tenido el monopolio del
exclusivismo y el irrespeto por los extranjeros.
Las doctrinas cristianas
de la encarnación y la salvación sólo por Cristo encerraron
el cristianismo histórico en un exclusivismo que sobrepasó
cualquier cosa conocida en el judaísmo. La encarnación
significa que el hijo de la virgen era Dios mismo. Cristo es
el único camino de salvación. Fuera de la revelación
cristiana hay sólo oscuridad, superstición e ignorancia.
Así, pues, la iglesia
proclamó que todos los que creyeran en este mensaje
cristiano serían salvos y todos los que no lo creyeran
serían condenados. Era sólo cuestión de tiempo antes de que
la iglesia usara su poder para hacer que fuesen perseguidos,
desterrados, torturados y asesinados todos los que no
obedecieran sus enseñanzas.
La Iglesia Católica
Romana decretó que no había salvación fuera de la iglesia.
Esto fue reforzado con la doctrina del "pecado original",
que significa que todo descendiente de Adán lleva la culpa y
la condenación de la caída. Esto significa que la masa
entera de la humanidad ya está bajo la maldición y la ira de
Dios y en camino a la condenación eterna. La única manera de
derrotar la separación de Dios es por medio de la puerta de
Cristo y su iglesia. ¡Los del resto ya están perdidos!
La Reforma Protestante
no descartó esta postura de que "no hay salvación fuera de
la iglesia". ¡Sólo amplió los linderos de la iglesia para
incluirse a sí misma! Falta sólo un paso para creer que
todos fuera de las filas cristianas son sujetos de la ira de
Dios para que fuesen tratados como seres humanos inferiores.
Se hizo demasiado fácil aceptar la idea de que las naciones
no cristianas debían ser subyugadas, y si fuese posible,
convertidas (a veces a filo de espada), a la superior
cultura del occidente cristiano. Los cristianos hasta
justificaron el esclavizar gente de raza negra porque, por
este medio, les bautizaban como miembros de la iglesia, por
lo cual sus almas serían salvas eternamente.
En tiempos más recientes, la iglesia cristiana se ha sentido
muy incómoda, y hasta en una posición embarazosa, acerca de su
exclusivismo histórico. Tal impresionante arrogancia no es
compatible con una avanzada conciencia humana y una moderna
visión mundial. No encaja en una aldea global y una sociedad
multicultural en que tenemos que rozarnos con vecinos de otra
cultura y otra religión. Sabemos que las antiguas actitudes no
conducen a la paz y la armonía.
Hay también algo más. Hay
un despertar al reconocimiento de que la misión mundial del
cristianismo ha fracasado. Aunque los cristianos han tenido
éxito en convertir al cristianismo a gentes de culturas más
primitivas y en proceso de desintegración, otra cosa es
tratar con las grandes religiones del mundo. Por ejemplo,
las conversiones a gran escala de miembros del Islam y el
judaísmo nunca tendrán lugar, ni siquiera en esta era en que
hay un intercambio tan libre de ideas e información.
La religión de millones es un accidente de nacimiento, así
como la nacionalidad es un accidente de nacimiento. Cambiar la religión de la
gente es casi tan imposible como cambiarlos de raza. Ya no
es apropiado llamar a la gente ciegos voluntarios o
testarudos porque no aceptan nuestros prejuicios religiosos.
Es casi divertido ver a católicos como Karl Rayner
reinterpretar la doctrina de la iglesia de que no hay
salvación fuera de la iglesia. Él reconoce que muchos no
cristianos muestran el espíritu de Cristo. Son cristianos
anónimos, dice, que en realidad pertenecen a la iglesia sin
saberlo. ¡Muy protector! ¿Quedarían impresionados estos
"cristianos anónimos" con esta caritativa arrogancia?
Pero algunos todavía
persisten en las viejas prácticas. Hace algunos años, un
prominente cristiano evangélico estadounidense declaró de
plano: "Dios no oye la oración de un judío". ¿Hubo un
clamor de protesta de voceros cristianos que deseaban
disasociarse de semejante fanatismo religioso? Pocos de ellos
fueron lo bastante ingenuos como para reconocer que la
ofensiva declaración era una buena declaración de ortodoxia
cristiana histórica.
En este punto, la exclusiva arrogancia de los judíos no parece
tan mala. El judaísmo principal, antiguo o moderno, nunca
excluyó a los no judíos de la salvación. Como dijo una
autoridad rabínica: "El judaísmo cree que un gentil que
obedece los mandamientos noáquicos [imperativos morales
humanos universales] tiene un lugar en el mundo venidero"
(David Berger y Michael Wychogrod, Jews and Jewish Christianity [Los judíos y
el cristianismo judío], pp. 60-63).
¿Cuál es la posición de Joshua ben Adam en relación con todo
este exclusivismo religioso? En sus días, no tuvo ningún
problema en relacionarse con la gente fuera del redil.
Confundió hasta a los mismos que lo apoyaban al declarar que
la fe de algunos no judíos era superior a cualquiera cosa en
Israel. Su Dios trascendía todos estos linderos religiosos.
Tenía abundantes textos judíos para apoyar su posición. "Bueno es
Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus
obras". (Salmos 145:9).
El Dios de Joshua ben Adam trascendía todas las barreras
religiosas. Su Dios no era judío, ni cristiano, ni musulmán.
No era anglosajón, ni africano, ni oriental. Su justicia
salvadora no conocía barreras. Ser humano era suficiente. No
era necesario nada más para ser recipiente de su amor
incondicional.
Conclusión:
Aun en esta cuestión de elección, Joshua ben Adam era más
judío que cristiano. No
enseñaba las doctrinas cristianas de la encarnación y la
expiación por sangre, las cuales exigían exclusivismo.
BEN ADAM Y EL ISLAM
Actualmente, hay
aproximadamente mil millones de musulmanes en el mundo - mil
millones de hijos de Dios que no pueden ser penetrados con
el mensaje cristiano por ningún medio que los cristianos
hayan podido inventar.
El judaísmo, el cristianismo y el islamismo comparten una
herencia semítica común de creencia en el Dios único de
Abraham, Moisés, Joshua ben Adam y Mahoma. Los cristianos han
tenido menos éxito en convertir a musulmanes que en convertir
a judíos. Hay aproximadamente otras tantas conversiones
desde el cristianismo, pero en todo caso, las penetraciones en
cualquiera de las dos direcciones son insignificantes. Ambos
lados han tratado de matar o persuadir al otro, pero quince
siglos han sido suficiente tiempo para probar que nada se ha
conseguido en ninguno de los dos sentidos. Aun en esta era de
información, los cristianos no están a punto de presenciar
ningún progreso con el Islam, ni viceversa.
Afortunadamente, ahora hay algún diálogo resultante del
progreso en la mutua comprensión y el mutuo respeto, pero cada
lado compite con el otro para ganar conversos de culturas
paganas en desintegración (como en África). La lealtad de
estas personas es determinada mayormente por cuál de los dos
bandos, el Islam o el cristianismo, los consigue primero. Una
vez que están encerrados en cualquiera de las dos tradiciones
religiosas, alguna otra conversión es virtualmente imposible.
Ha sido demasiado fácil para los cristianos sentarse en una
aislada cultura cristiana subscribiendo una antigua ortodoxia
de que no hay salvación excepto convirtiéndose al
cristianismo. Enviamos misioneros para convertir a los
paganos, pero justo al lado de nosotros, en nuestra aldea
global, somos confrontados por otra comunidad religiosa que ha
tenido tanto éxito convirtiendo paganos como lo han tenido los
cristianos.
Confrontados con la realidad de que mil millones de personas
están seguras de vivir y morir fuera de la tradición
cristiana, muchos cristianos se han sentido impulsados a
reevaluar su punto de vista sobre cómo se relaciona Dios con
personas de otra tradición religiosa. Los cristianos que han
heredado una posición luterana o calvinista sobre la Cena rara
vez aceptan la posición de sus vecinos cercanos sobre su
pequeña diferencia. Pero aquí luchamos con un problema de
comunicarnos con personas que, hablando religiosamente, viven
en otro universo. Hay casos de misioneros cristianos que han
trabajado en una cultura musulmana por varias generaciones sin
hacer un solo converso.
Pablo comparaba la
tradición religiosa con una pared divisoria de hostilidad
que su Cristo había venido a abolir. (Efesios 1:15).
Pero el Cristo de la
encarnación, la trinidad y la expiación con sangre se ha
convertido en un infranqueable muro de Berlín tanto para
judíos como para musulmanes. Se necesitaron más
siglos para construir esta tradición cristiana que para
construir la Gran Muralla China. Se había recorrido un largo camino desde los
variados y fragmentarios documentos del Nuevo Testamento
hasta los concilios de Nicea (325 d. C.) y de Calcedonia
(451 d. C.), que establecieron la tradición de la
encarnación y la trinidad, por no decir nada de cuántos
siglos más transcurrieron hasta Anselmo y Calvino para
establecer la teoría punitiva de la expiación. ¡Los que son lo bastante
ingenuos como para creer que todo este muy complejo edificio
teológico está claramente explicado en el Nuevo Testamento
necesitan dar más crédito al poder mágico de los
espectáculos (y prejuicios) religiosos que han heredado!
Dado su estricto e inflexible monoteísmo (de
que Dios es uno), los musulmanes no han podido aceptar las
creencias cristianas de la encarnación y la trinidad (de
que Dios consiste de tres personas). Tampoco han podido aceptar la doctrina del perdón
divino por medio de la expiación por sangre.
Si los cristianos gentiles no pudieron convertir ni siquiera a
los cristianos judíos acerca de la encarnación y la trinidad,
¿qué esperanza hay de que puedan superar esta barrera con los
judíos y los musulmanes? En cuanto al perdón
divino, los judíos y los musulmanes dicen que su Dios
perdona simplemente en respuesta al arrepentimiento.
Para esto, no sólo tienen amplio apoyo en las escrituras
judías (Salmos 57:16-18; 86:5; 013:3-14; Isaías 55:7; Oseas
14:1-4; Miqueas 7:18, etc.), sino por parte de Joshua ben Adam
también. Él llamó al pueblo a rechazar el principio de
justicia retributiva (expiación) y a mostrar el espíritu de
perdón interminable, siguiendo el ejemplo de Dios.
El profeta Miqueas dijo
que lo único que Dios requiere de la humanidad es tratar a
los demás con justicia, amar misericordia y andar
humildemente. Un buen lugar para comenzar con la
humildad es este asunto del exclusivismo religioso. La actitud, largamente
sostenida, de que la gente debe creer lo que la iglesia cree
o ser condenada (todo ello expresado, por ejemplo, en los
decretos del Concilio de Trento) es arrogante, insensible e
inhumana. Como lo muestra de manera brillante la
parábola de Jonás, ¡uno no puede comenzar insistiendo en que
la gente está condenada sin desear que la gente sea condenada!
El Islam surgió poco después de que la controversia trinitaria
y la controversia cristológica se hubieron establecido en los
grandes concilios de la iglesia. Como ya hemos señalado, estos
eran dogmas muy complejos que se basaban en muy minuciosas
definiciones de palabras griegas y latinas, así como en
argumentos extraídos de la filosofía griega. Por ejemplo,
nadie entiende realmente la doctrina ortodoxa de la trinidad,
a menos que aprecie la sutil diferencia entre la palabra
latina persona y la
palabra germánica person.
Las religiones no se desarrollan en un vacío ni caen del cielo
como una piedra. El Islam surgió como una simple fe del
desierto que tenía un atractivo que no se comparaba con las
abstracciones del cristianismo occidental. Algunos rasgos del
Islam, notablemente semejantes a los restos del cristianismo
judío, sugieren algunas influencias judías y cristianas
actuando en el trasfondo de Mahoma.
A medida que el occidente cristiano se dirigía a la Edad
Media, el Islam revitalizaba la cultura y el saber. Mientras
la Europa cristiana se estancaba en uno de los períodos más
terribles de la historia humana, los árabes fueron los
primeros en crear hospitales, así como universidades que
mantenían vivo el saber. El Renacimiento, en deuda con esta
influencia árabe, dio a luz a la Ilustración y a la era de la
ciencia. El Islam ha sentido el impacto de estos adelantos y,
como el cristianismo, tendrá que habérselas con los problemas
de la crítica literaria científica, la libertad religiosa y el
inhumano rostro del Fundamentalismo.
Aunque el Jesús de la fe
cristiana es una barrera infranqueable para los musulmanes,
no puede decirse lo mismo de Johsua ben Adam. El Islam ya lo
acepta como profeta y Mesías. ¿Nos atrevemos a decir
que, cuando se trata de lo que, a menudo, se consideran como
las cosas tradicionales de la tradición cristiana (la
encarnación, la trinidad, y la expiación), Joshua está más
cerca de la tradición musulmana? Pero, si fuéramos a hacerle a
Joshua la pregunta de cuál tradición es la correcta,
ciertamente nos contestaría como le contestó a la mujer
samaritana que le pidió que zanjara una disputa religiosa de
su tiempo. (Véase Juan 4). Nos daría uno de sus clásicos
dichos sabios que trascienden disputas religiosas. Nos
mostraría que la religión no debería tener nada que ver con
determinar la manera en que nos relacionamos los unos con los
otros porque la religión no tiene absolutamente nada que ver
con determinar la manera en que Dios se relaciona con
nosotros.
Cuando Joshua ben Adam se encontraba con samaritanos, romanos
o siro-fenicios, ignoraba el hecho de que estuviesen fuera de
su propia comunidad religiosa. Actuaba como el que cree que no
hay ninguna barrera para el amor incondicional de Dios.
Dios no es ni judío, ni
cristiano, ni musulmán. No es la religión la que
lleva la imagen de Dios, sino la humanidad. Dondequiera se
manifiesta el espíritu de auténtica humanidad, allí está la
evidencia de la presencia viviente de Dios. Demasiado obviamente, el
espíritu humano trasciende todas las barreras religiosas.
BEN ADAM Y EL ATEÍSMO
Por largos siglos, ser ateo fue un delito capital en una
sociedad cristiana. Todavía es castigable con la muerte en
algunas sociedades islámicas. Es de esperar que toda la
humanidad aprenda algún día que matar personas en el nombre de
Dios no es una manifestación de un espíritu divino ni humano.
La tierra sería mucho más pobre sin el pensamiento, la
filosofía, y la investigación científica, honestas y francas
de los ateos. Han sido lo bastante valerosos como para
examinar la evidencia empírica de cosas como los orígenes de
la vida y la edad de la tierra. Han cuestionado al opresivo
Dios-Cielo. Thomas Jefferson dijo una vez que "sería más
perdonable no creer en ningún Dios en absoluto que creer en
los atroces escritos de los teólogos". George Washington,
James Madison, y Abraham Lincoln, todos ellos dijeron cosas
similares. Por supuesto, el mundo sería un lugar mucho más
pobre si quedara en manos de los devotos religiosos.
¿Cómo podemos culpar a seres humanos inteligentes por no creer
en el Dictador celestial - el Dios del diluvio, el pecado
original, la justicia retributiva por medio del sacrificio de
sangre y esa sadística tontería del infierno?
Australia fue testigo recientemente del fallecimiento de uno
de sus hijos realmente grandes - el finado Dr. Fred Hollows.
Su amigo, el presentador internacional de televisión Ray
Martin, dijo en una eulogía en su funeral que Fred Hollows
trabajaba demasiado, juraba demasiado, y bebía demasiado. Pero
nadie podía dudar de su amor por la gente ni de su dedicación
a tantos que necesitaban atención médica desesperadamente en
áreas remotas del mundo, incluyendo lugares de Australia. La
nación entera, incluyendo a la comunidad cristiana, se
conmovió por su fallecimiento y se puso de pie para saludar su
temeraria y generosa ayuda a los visualmente discapacitados en
lugares lejanos. Su espíritu generoso en favor de personas
continúa viviendo en la obra humanitaria que ahora se hace en
recuerdo suyo.
Fred Hollows no creía en Dios, por lo menos no en la clase de
Dios que jamás le fue presentado. Pero su dedicación a otros
seres humanos no era natural. En el rostro de este rebelde
bravucón [larrikin], vimos fugazmente el rostro de Dios, el
espíritu ubicuo, trascendente, de aquél que inspira todo lo
que es verdaderamente humano. Ciertamente, podemos decir que
él se solidariza con todos los que son humanos, y que él es
amigo de todos los que son prójimos samaritanos. No podemos
decirlo mejor que de esta manera:
"El que
ama, vive en Dios y Dios vive en él" (1 Juan 4:16).
"Por
cuanto lo hicísteis a uno de estos mis pequeñitos, a mí lo
hicísteis" (Mateo 25:40).