EL ESCÁNDALO DE
JOSHUA BEN ADAM


PARTE 7

Robert D. Brinsmead, VERDICT, Noviembre de 1998

Traducido de Worldview 21


NINGUNA BARRERA

Los cristianos persiguieron a los judíos por siglos en nombre del Jesús cristiano, pero el Jesús histórico (Joshua ben Adam) era judío, no cristiano, en sus creencias nucleares acerca de Dios, el hombre y la mujer, la justicia y la elección. El Jesús de la encarnación, la trinidad y la expiación por medio del sacrificio de sangre ha sido una barrera infranqueable para los judíos, los musulmanes, y los ateos. Joshua ben Adam quitó todas las barreras religiosas - la religión nunca ha tenido y nunca tendrá la imagen y la semejanza de Dios; sólo la humanidad puede hacer eso.

Dios es el amigo y la inspiración de todos lo que aman a la humanidad, a pesar de su religión o la falta de ella.

INTRODUCCIÓN

"El hijo del hombre no vino a destruir las almas de los hombres, sino a salvarlas" (Lucas 9:56).

Este dicho del "hijo del hombre" no ha sido bien confirmado en la tradición del Nuevo Testamento. Sólo está registrado en algunos manuscritos de Lucas. Pero el dicho sí parece sonar como el auténtico Joshua ben Adam. Es otro de aquellos dichos que respiran el mismo espíritu afirmador y promovedor de la vida.

El contexto en el que aparece este dicho es bastante notable. Una aldea samaritana había tratado a Joshua ben Adam como persona non grata porque se sintió ofendida religiosamente por la intención de Joshua de pasar a Jerusalén - un centro religioso rival. Santiago y Juan se ofendieron tanto por el rechazo religioso que querían que los samaritanos fueran castigados con fuego, así como se decía que Elías había hecho a algunos recalcitrantes en su época. Los apóstoles no eran los primeros y ciertamente no serían los últimos en proponer matar a personas que rechazaban a su gran Maestro.

Aquí estaban los samaritanos de una parte y los apóstoles de la otra, actuando de una manera amenazante debido a una barrera religiosa. Pero Joshua nunca permitió que la religión pudiera colorear o determinar en lo más mínimo la manera en que él se relacionaba con los samaritanos, los romanos, o los paganos siro-fenicios. Veía con toda claridad que, si se le permite a la religión determinar la manera en que nos relacionamos con los demás, fácilmente puede terminar en violencia inspirada por la religión.

Esto queda ampliamente demostrado en la historia de la iglesia. A menudo, ésta demostraba hostilidad hacia los que rechazaban su mensaje. Tan pronto como adquirió poder, la iglesia se convirtió en instrumento de violencia hacia los "incrédulos" fuera de sus filas y contra cualquier voz que disintiera dentro de sus filas. Es un hecho histórico que la iglesia hizo más mártires de los que produjo de sus propias filas.

Durante dos mil años, los judíos sufrieron a manos del occidente cristiano. La iglesia los estigmatizaba como asesinos de Cristo. Fueron víctimas de purgas, persecuciones, destierros, usados como chivos expiatorios, y un espantoso número de casos en que se derramaba sangre, todo lo cual continuó en brotes de frenesí religioso siglo tras espantoso siglo. Las semillas del antisemitismo, regadas y alimentadas durante tanto tiempo en el seno de la civilización cristiana, por lo menos produjeron el fruto del Holocausto, ante el cual los cristianos retrocedieron espantados y horrorizados.


Hubo un tiempo en la historia cristiana en que los voceros cristianos acostumbraban debatir seriamente si los judíos tenían alma o eran verdaderamente humanos. Los judíos fueron vilipendiados, deshumanizados y demonizados por siglo tras siglo cristiano - todo en nombre del Jesús cristiano. Debería ser una cuestión de seria reflexión entre los cristianos por qué sus enseñanzas esenciales acerca de la encarnación y la trinidad parecían inspirar, en vez de atenuar, tanta violencia inspirada religiosamente hacia personas que no podían ser persuadidas de que Jesús era Dios o de que Dios era tres personas, no una.

Ninguna iglesia que tomara en serio la historia auténtica de Joshua ben Adam podría ni siquiera haber considerado la destrucción de vidas humanas en su nombre. Joshua se relacionaba con la gente compasivamente sobre la sola base de que Dios era su Padre y de que él, Joshua, era el hermano humano de la gente. Con él, no había ninguna barrera religiosa.

La persecución cristiana contra los judíos fue una trágica ironía porque Joshua ben Adam tenía más en común con el judaísmo que con el cristianismo. Ahora veremos esta asombrosa evidencia.

En primer lugar, ben Adam era un judío circunciso que observaba las costumbres judías básicas, como asistir a la sinagoga y leer la escritura el sábado. Ciertamente, confrontó a Israel con una seria crítica de algunas de sus costumbres, pero al hacer esto, no estaba haciendo nada diferente de lo que hacían los profetas que vinieron antes que él.

Además, tenía un importante número de seguidores judíos. No fue ejecutado en respuesta a ninguna demanda popular, sino por instigación de la élite sacerdotal cuyos antepasados sacerdotales también habían asesinado a algunos de los más grandes profetas de Israel.

Después de la pascua, el número de seguidores judíos de Joshua aumentó en lugar de disminuir. Estos seguidores incluían una gran compañía de fariseos que eran ardientes creyentes en la vida después de la muerte por medio de la resurrección. El mensaje de la resurrección de Joshua fue visto como confirmación de esta tradición. Estos seguidores, llamados nazarenos, no abandonaron su identidad judía. Su líder era Santiago, hermano del propio Joshua. Santiago y su grupo eran ampliamente respetados en la sociedad judía. La élite sacerdotal conspiró para matar a Santiago aproximadamente 30 años después de que habían matado a Joshua. Por eso, se ganaron el intenso resentimiento de muchos del pueblo judío ordinario.

El verdadero rompimiento entre la sinagoga y los nazarenos fue precipitado por la desastrosa guerra judeo-romana que condujo al saqueo de Jerusalén y el templo en el año 70 a. D. Como los seguidores de Joshua ben Adam no tomaron las armas contra los romanos, los patriotas judíos les denunciaron como traidores. Pero sigue siendo válido el punto de que Joshua no habría atraído un importante número de seguidores si su vida y sus enseñanzas hubiesen sido incompatibles con la esencia de la fe judía.

Esa fe esencial, personalizada en el Antiguo Testamento, era una visión inclusiva o universal para la humanidad entera. Esa visión había sido subvertida por una religión exclusiva o sectaria que había obtenido el ascendiente en el judaísmo de los días de Joshua.

Había cuatro aspectos esenciales de esta visión inclusiva o universal: éstos eran la visión hebrea de Dios, de la humanidad, de la justicia, y de la elección.

LA VISIÓN HEBREA DE DIOS

El fundamento de la fe hebrea era su inflexible monoteísmo: "Oye, oh Israel: el Señor es uno ...". Este fue el gran legado de los judíos a la humanidad.

En el mundo antiguo, cada tribu tenía sus propios dioses. Eran personificaciones de los poderes de la naturaleza - el viento, el fuego, la tormenta, el terremoto, las estaciones cambiantes, la sexualidad y la fertilidad, etc. La religión era el culto a la naturaleza en una forma u otra. Esto era humanamente degradante e iba contra el progreso humano. Hasta la fecha, la religión ha continuado oponiéndose al progreso social, la ilustración humana o los logros científicos.

Si el monoteísmo por sí solo no ha hecho que los seres humanos dejen de masacrarse los unos a los otros en nombre de un Dios, ¡imagínese cómo deben haber sido las cosas cuando había un caldo politeísta de dioses tribales! Las tendencias xenofóbicas del homo sapiens se despertaron hasta el punto de desatarse una sangrienta violencia por parte de las deidades tribales que exigían la mutilación como deber religioso. La matanza de otras tribus era un medio de demostrar que el dios tribal era superior a todos los demás.

Si esta violencia inspirada en la religión había de cesar, tenía que comenzar con una visión de un Dios que pudiera unir a la humanidad en una hermandad universal. El monoteísmo comenzó como una fe entre algunos miembros de las tribus del desierto. A este mundo politeísta, que había sacralizado la naturaleza en incontables íconos, altares, templos y ritos, la fe hebrea le debe haber parecido tan austera como el desértico entorno del cual había salido. El proceso de desacralizar y desmitificar la naturaleza comenzó con Moisés. Joshua ben Adam llevó este proceso hasta su culminación.

La base para la desacralización y la desmitificación de la naturaleza estaba en la clara distinción en la fe hebrea entre Dios y la naturaleza. Aunque es verdad que los hebreos tomaron prestado de sus vecinos el mito de la creación, exorcizaron completamente todo rastro de panteísmo y panenteísmo de su relato revisado. En la versión  hebrea, la naturaleza no era Dios ni ninguna parte de Dios. Él era la persona trascendente que era completamente separada, diferente y por encima de cualquier cosa hecha.

Este estricto monoteísmo, con su igualmente estricta distinción entre el único y personal Creador y la naturaleza es la esencia del Antiguo Testamento. Este era el Dios de Abraham, Isaac, y Jacob. Era también el Dios de Joshua ben Adam.

Pero el teísmo del Antiguo Testamento no tiene nada que ver con el concepto de un propietario ausente, que tendió a desarrollarse en la apocalíptica judía posterior, ni el que salió nuevamente a la superficie en el deísmo del siglo dieciocho.

El monoteísmo del Antiguo Testamento es, no sólo una visión de la trascendencia de Dios (su distinción de la creación), sino también su inmanencia (su presencia dentro de su creación). Como viento poderoso, él está representado como un espíritu que está presente en todas partes. No hay un solo lugar en ninguna parte del universo del cual Dios esté ausente. (Salmos 139). Se dice que el ruach (espíritu) de Dios sustenta a toda criatura viviente. Si él retira su presencia sustentadora, no hay tal cosa como la vida. Dios es la presencia sanadora, dadora de vida dentro de esta creación. (Véase Job 27:3; 33:4; 34;14, 15; Salmos 103:3-5).

La proclamación de Joshua ben Adam tocante a la cercanía de Dios entre y dentro de su pueblo era una extrapolación de la omnipresencia de Dios. Cuando Israel exigió rey como las otras naciones, el profeta Samuel se quejó de que ya Dios estaba presente como rey del pueblo. En respuesta a su tradición judía esencial, Joshua veía a Dios activo en todas partes del mundo. Invitó a su generación a creer que el reino de Dios ya estaba en medio de su pueblo. El Abba Padre de Joshua ben Adam estaba presente para alimentar a las aves, cuidar de los gorriones y contar los cabellos de cada una de las cabezas humanas. Para él, la fe no era como hacer una llamada de larga distancia a Dios, que estaba "allá bien arriba" o "allá afuera", o a alguien que debía ser contactado por medio de una red de sacerdotes mediadores, ángeles, María, o él mismo. Para Joshua ben Adam, la inmanencia de Dios significa que todos pueden tener acceso ininterrumpido a la presencia de Dios. Como dice repetidamente el Antiguo Testamento: "¿A dónde huiré de tu presencia?" (Salmos 139:7). "El Señor está cerca de todos los que le invocan" (Salmos 145:18). "Sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas. ... El Señor consuela a los afligidos. ... Da su alimento a las bestias y a los hijos de los cuervos que claman" (Salmos 147: 3, 6, 9). "El Señor es bueno con todos, y sus misericordias están sobre todas sus obras". (Salmos 145:9).

Esta auténtica visión hebrea de Dios era la esencia de la espiritualidad y las enseñanzas de Joshua.

LA VISIÓN HEBREA DE LA HUMANIDAD

Después del monoteísmo, la visión hebrea de la humanidad hecha a imagen y semejanza de Dios fue su mayor contribución al pensamiento humano. Representaba una enorme ruptura con el culto a la naturaleza porque ponía a la humanidad por encima de la naturaleza y proporcionaba una base para la igualdad humana.

La humanidad por encima de la naturaleza - En un mundo entregado al culto a la naturaleza en una forma u otra, la llegada de esta fe hebrea debe haber sonado como total blasfemia que amenazaba las cosechas abundantes, la regularidad de las estaciones, la reproducción a buen término, y todos los regalos de la "madre naturaleza". Esta no era otra religión para mantener a los dioses en un temperamento generoso. Esta fe declaraba que el hombre no era el siervo, sino el amo de la madre naturaleza. (Génesis 1:27, 28 y Salmos 8). Nada era una imagen y semejanza sagrada de Dios, excepto la humanidad.

La igualdad humana - Esta visión hebrea de la humanidad también supone algo muy diferente del orden vertical natural del dominio del fuerte y la sumisión del débil. Implica un nuevo orden, horizontal, al mismo nivel, de amor y respeto. He aquí una visión de la humanidad, que trasciende nacionalidad, raza, género y cultura. La imagen de Dios no es ni judía ni gentil, ni africana ni caucásica, ni negra ni blanca, ni varón ni hembra, ni vieja ni joven. Lo que dota a la humanidad de dignidad y valor no es ni racial, ni sexual, ni cultural, y ciertamente no es ninguna identidad religiosa. Es pura y simplemente la identidad humana, que lleva la firma del Creador. Ninguna visión de una sociedad igualitaria ha podido superar jamás este fundamento del Antiguo Testamento.

La conciencia de "hijo del hombre" de Joshua ben Adam (tan básica para lo que era y enseñaba) tenía sus raíces en este salmo de la creación:
"Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre (hebreo: ben Adam), para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorera sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies ..." (Sal. 8:3-6).

Una conciencia de "hijo del hombre" basada en un pasaje como éste fue la razón de que Joshua se atreviera a ir a la mayor ley religiosa - el sábado mismo - y poner a la humanidad para encima de ella, en vez de bajo ella. (Véase Mar. 2:27,28). Tiempos, lugares, alimentos, y cualquier otra cosa en el orden creado debe servir a la humanidad, antes que ser servidos por la humanidad.

LA VISIÓN HEBREA DE LA JUSTICIA

En el Antiguo Testamento, la justicia es incuestionablemente el atributo esencial de Dios (Salmos 89:14). 

Contrariamente a lo que a menudo se da por sentado, la justicia no tiene por lo general ninguna connotación retributiva, como castigo, ira, devolución, etc. La justicia es la acción salvadora, y hasta perdonadora, de Dios a favor de todos los oprimidos. El mejor texto paradigma para el significado de justicia es Salmo 103:6.

El Señor ejecuta justicia y juicio para todos los oprimidos. (Ver también Salmos 9:9; 10:18; 72:4; 37:21; 146:7; 102:19, 20).

Los oprimidos son identificados variadamente como los afligidos, los pobres, los extranjeros, los proscritos, las viudas, los huérfanos y otros que están en necesidad. Incluye a los que necesitan perdón. La misericordia perdonadora de Dios es su justicia en acción:

"Bendice, alma mía, a Jehová. ... Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida. ... Jehová es el que hace justicia y derecho a los que padecen violencia. ... No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades. ... Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. ... Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo" (Salmos 103:1-14).

En la teología cristiana, el perdón es visto como algo en tensión con la justicia de Dios, una tensión que podía resolverse solamente por medio de la expiación. Pero tal tensión no aparece en los pasajes del Antiguo Testamento que enlazan la justicia con el perdón. La justicia es la acción salvadora de Dios a favor de todos los oprimidos. Así también, cuando Dios juzga, salva, libera, y rescata al oprimido:

"Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa. ... líbrame ... (Sal. 43:1). Líbrame en tu justicia (Sal. 71:2. Véase también 7:8; 10:18; 51:4; 72:4).

El evento paradigma de la justicia salvadora de Dios en la escritura hebrea fue el Éxodo. Por un acto de juicio y justicia, Dios libró a un pueblo débil y afligido de la mano del opresor.

El Éxodo no sólo mostró la justicia salvadora de Dios, sino que se convirtió en modelo de cómo los que han sido liberados habrían de ser imagen de Dios:

"Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. A ninguna viuda ni a ningún huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor, y mi furor se encenderá ... (Éxodo 22:21-24). No engañe ninguno a su hermano. (Lev. 25:14). Los esclavos que se hayan escapado deben recibir asilo y no ser oprimidos". (Deut. 23:15, 16).

"Defiendan al débil y al huérfano; hagan justicia al afligido y al menesteroso" (Sal. 82:3).

La justicia hebrea significa amar al prójimo como a uno mismo (Lev. 19:18) Significa ser humanitario y actuar humanitariamente. Es una justicia social y humanitaria basada en el derecho que tiene cada persona a que se le reconozca la dignidad de haber sido hecha a imagen y semejanza de Dios. La justicia es la marca del rey ideal: "Juzgará al pueblo con justicia y a los afligidos con juicio. ... Juzgará a los afligidos del pueblo, salvará a los hijos del menesteroso, y aplastará al opresor" (Sal. 72:2, 4). ¿No hizo tu padre [el rey] ... juicio y justicia? Él juzgó la causa del afligido y del menesteroso" (Jer. 22:15, 16).

Por encima de todo lo demás, se requiere del rey "justicia y juicio" (véase 1 Reyes 10:9; 1 Crón. 18:4; 2 Crónicas 9:8; Daniel 4:27). La gran queja de los profetas es que los gobernantes no reflejan el evento salvador del Éxodo. No ejercen la justicia salvadora hacia los pobres, los que están en desventaja, y lo oprimidos. Así, pue, los profetas comenzaron a abrigar la esperanza de un rey ideal, un hijo de David que ejecutase "juicio y justicia en la tierra" (Jer. 23:5).

Cuando Job fue obligado a defender su justicia, no apeló a su rectitud religiosa sino a su justicia humanitaria:

"Porque yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que carecía de ayudador. La bendición del que se iba a perder venía sobre mí, y al corazón de la viuda yo daba alegría. Me vestía de justicia y ella me cubría. Como manto y diadema era mi rectitud. Yo era ojos al ciego, y pies al cojo. A los menesterosos era padre, y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia; y quebrantaba los colmillos del inicuo y de sus dientes hacía soltar la presa.  Si he tenido en poco el reclamo de mis esclavos y mis esclavas cuando se quejarole n contra mí, ¿qué podría yo hacer entonces cuando Dios se levante y me llame a cuenta, qué le responderé? ¿No lo hizo a él el que me hizo a mí en el vientre? Y él mismo me formó en el vientre. Si he impedido que el pobre tenga lo que desea, si he hecho fallar los ojos de la viuda, si he comido mi bocado solo y no lo he compartido con el huérfano ... Si hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva cuando ellos contendían conmigo, ¿qué haría yo cuando Dios se levantase? Y cuando él preguntara, ¿qué le respondería yo? El que en el vientre me hizo a mí, ¿no lo hizo a él? ¿Y no nos dispuso uno mismo en la matriz? Si estorbé el contento de los pobres e hice desfallecer los ojos de la viuda; si comí mi bocado solo, y no comió de él el huérfano ... si he visto que pereciera alguno sin vestido, y al menesteroso sin abrigo; si no me bendijeron sus lomosy del vellón de mis ovejas se calentaron; si alcé contra el huérfano mi mano, aunque viese que me ayudaran en la puerta; mi espalda se caiga de mi hombro, y el hueso de mi brazo sea quebrado ... Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía, y me regocijé cuando le halló el mal ... el forastero no pasaba fuera la noche, mis puertas abría al caminante" ... (Job 29:12-17; 31:13-22; 29, 30).              

Esto nos lleva al ultraje moral de los profetas del Antiguo Testamento y su conflicto corriente con la religión sacerdotal. Los profetas acusaban a su nación de ser engañados con mentiras religiosas. (Jeremías 7). El pueblo confiaba en las instituciones religiosas, los sacrificios y los ritos para que les salvasen, mientras ellos dejaban de "practicar justicia entre un hombre y su prójimo". Oprimían a los extranjeros, a los huérfanos, y a las viudas. (Jeremías 7:5, 6).

En los profetas, ser santo como Dios significaba practicar la justicia humanitaria teniendo al Éxodo como modelo. Pero la tradición sacerdotal enseñaba que ser como Dios significaba estricta obediencia a un código de santidad concerniente a la separación de la impureza ritual, los sacrificios en el templo, y los festivales religiosos. Reyes, príncipes, y el pueblo hallaron esto más agradable de practicar que la justicia humanitaria. Los profetas confrontaban una situación en que la religión florecía. Se había convertido en una "evasión de responsabilidad", un paliativo substituto de la cuestión más severa de la auténtica justicia.

Por esta razón, los profetas criticaban severamente el ofrecer sacrificios y derramaban desprecio sobre las festividades religiosas. Ridiculizaban la práctica del ayuno religioso y cuestionaban el código de santidad del sacerdocio. Resumiendo, hacían la guerra a la "justicia" sectaria y religiosa de Israel, declarándola un montón putrefacto de egoístas mentiras.

"¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ... Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma. ... Cuando multipliquéis la oración, yo no oiré ... Buscad la justicia, defended al huérfano, amparad a la viuda ... Tus príncipes, prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman el soborno, y van tras las recompensas. No hacen justicia al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda" (Isa. 1:11-23).

"Porque no hablé yo con vuestros padres, ni nada les mandé acerca de holocaustos ni de víctimas el día en que los saqué de la tierra de Egipto" (Jer. 7:22).

"Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré con vuestras asambleas. Y si me ofreciéreis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz ... Quitad de mí la multitud de vuestros cantares ... Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo" (Amós 5:21-24).

"¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? [nota: este rechazo de sacrificios tanto de animales como de humanos y la totalidad del concepto sacerdotal de la expiación por sangre]. Oh. hombre, él te ha declarado lo que es bueno,  qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios" (Miq. 6:6-8).

"Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holcausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. [Dios perdona en respuesta al arrepentimiento, no en respuesta a ninguna expiación sacerdotal por sangre]" (Sal. 51:16, 17). "Hacer justicia y juicio es a Jehová más agradable que sacrificio" (Prov. 21:3). "Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos" (Oseas 6:6).

"¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?" (Isa. 58:6-7).

Comprender esta profundamente humanitaria
justicia de los profetas es comprender el fuego en el vientre de Joshua ben Adam. El suyo era el espíritu de los profetas hebreos. Ésta también era su visión de la justicia, y estos pasajes del Antiguo Testamento eran obviamente su comida y su bebida.

Joshua confrontó lo que los profetas habían confrontado - una sociedad arrebatada en una "justicia" sectaria, tribal. La tradición sacerdotal de estricta obediencia a los códigos de pureza y los ritos había ganado ascendencia en el judaísmo. Mientras más religiosa se volvía la cultura, más injusta e inhumana se volvía. La rectitud o justicia (la misma palabra en hebreo que en griego) había sido confundida con la rectitud religiosa o la ortodoxia meticulosa.

Joshua acusaba a sus oponentes de distorsionar groseramente el verdadero espíritu y el propósito de la ley judía. Mientras que diezmaban religiosamente hasta las plantas de jardín, descuidaban la justicia, la misericordia y la fe. (Mat. 23:23). Les lanzaba al rostro las palabras del profeta: "Misericordia quiero, no sacrificio". "¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi nombre?" (Jer. 7:11; Mar. 11:17). Aparentemente tomando prestado el dicho del gran rabino Hillel, dijo Joshua: "Lo que queráis que otros hagan por vosotros, hacedlo también vosotros". Pero luego añadió este comentario definitivo: "Esta es la ley y los profetas". Es decir, éste es la totalidad del espíritu y el propósito de la Escritura. (Mat. 7:23).

Joshua no quería que la gente le llamase Mesías. Pero él hacía la obra del Mesías. Ejecutaba justicia y juicio por amor a los oprimidos. (Jer. 23:5; Luc. 4:18). "Anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos" (Hech. 10:38).

LA VISIÓN HEBREA DE LA ELECCIÓN

A menudo, la elección de Israel era interpretada por el pueblo judío como alguna clase de favoritismo divino o el rechazo de otros. Esta errónea interpretación de la elección, vehementemente despreciada por los profetas, condujo a mucha arrogancia racial, mucho orgullo nacional y mucho desprecio por otros pueblos. Esta presunción no era diferente del "síndrome de pueblo especial" hallado a través de la historia en tribus y naciones por todo el planeta. ¿Qué raza o grupo religioso no se ha concebido a sí mismo como el primero, el mejor y el escogido de Dios?

Esta actitud de "mejor que el resto" está en clara desarmonía con la visión de un Dios, una humanidad a su imagen y semejanza, y una clase de justicia para toda la raza humana. Así, pues, Dios es representado como diciéndole a Abraham: "En ti serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gén. 12:3). Con frecuencia, esta visión mundial era subvertida por el orgullo sectario, pero nunca se perdió por completo, ciertamente no cada vez que los profetas hablaban. Su pasión por la justicia rebasaba los límites nacionales:

"Y Jehová será conocido de Egipto, y los de Egipto conocerán a Jehová en aquel día ... Y herirá Jehová a Egipto y sanará ... diciendo: Bendito el pueblo mío, Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel mi heredad" (Isa. 19:21-25).

"Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos banquete ... Y destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones. Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos" (Isa. 19:21-25).

"Vendrán muchas naciones y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas. ... Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra" (Miq. 4:2-3).

No hay ninguna duda de la posición de Joshua ben Adam tocante a este asunto de la elección. Mostraba la visión incluyente, universal, de los profetas. Junto con Juan Bautista, enseñaba que el parentesco de espíritu, no de sangre, convertía a cada uno en hijo de Abraham. (Mat. 3:9; mar. 3:35; Juan 8:39).

Los miembros de la sinagoga a la que asistía Jesús en Nazaret se enojaron cuando él les recordó cómo Dios visitaba a los paganos, en vez de a los judíos, en los días de Eliseo. Sus parábolas presentaban a los gentiles sentados en banquete con Abraham, Isaac, y Jacob, mientras los del "pueblo escogido" eran dejados fuera. Ofendió el orgullo nacional al declarar que la fe de un samaritano, un romano, o un pagano siro-fenicio era superior a cualquier cosa que hubiese encontrado en Israel. Hacía a un lado todas las barreras raciales, religiosas y de género. Se relacionaba con la gente compasivamente, sobre la única base de que el único Padre de toda la humanidad demandaba justicia sin discriminación.

En conclusión, tenemos que decir que, juzgado según la enseñanza esencial de Dios, el hombre, la justicia, y la elección extraída de la Escritura judía, Joshua ben Adam era profundamente judío.

LA VISIÓN CRISTIANA DE DIOS

En la iglesia post-pascua, podemos seguir la pista a la progresiva transformación de Joshua ben Adam de un hijo de Dios muy judío a un "hijo de Dios" gentil. En la tradición judía, el término "hijo de Dios" podía aplicarse a Adán, a la nación de Israel o al rey ungido. (Luc. 3:38; Oseas 11:1; Sal. 2:2, 7, 12). Aplicado a Joshua ben Adam, significaba simplemente que él era el Mesías, el Rey ungido.

En los escritos más antiguos del Nuevo Testamento, se dice que ben Adam es "hijo de Dios" a causa de su resurrección de entre los muertos. (Rom. 1:4). Después, Marcos (autor desconocido) indica que Joshua fue designado "hijo de Dios" por el ungimiento del espíritu durante el bautismo. Ya sea por la resurrección, el bautismo, o ambos, la cristología de aquellos primeros cristianos judíos era "adopcionista", lo que quiere decir que, en cierto momento del tiempo, Dios decidió adoptar a Joshua como su hijo.

Cuando este mensaje cristiano se difundió en el mundo griego, la frase "hijo de Dios" se revistió de alusiones a esa cultura. Los griegos tenían una plétora de divinidades, muchas de ellas vírgenes que habían nacido, sufrido, muerto y regresado al cielo. Cada una de estas divinidades era llamada "hijo de Dios". Luego, había la leyenda de que Alejandro el Grande era nacido de una virgen como "hijo de Dios". Finalmente, había la secta del culto a César. El emperador romano también era una divinidad adorada como ambos, como "Señor" y como "hijo de Dios".

Aproximadamente en el año 80 a. D., "Mateo" y "Lucas" (los autores son en realidad desconocidos) introdujeron los relatos desconocidos acerca de que Joshua se había convertido en "hijo de Dios" en virtud de su nacimiento de una virgen. La transformación del ben Adam judío en el Jesús cristiano, "hijo de la virgen", estaba bien avanzada. Para cuando el siglo terminó, "Juan" (también un autor desconocido) había empujado los comienzos del "hijo de Dios" hacia atrás, al Logos preexistente que moraba en el maestro nazareno. Pero ni siquiera "Juan" decía que Joshua era preexistente, sólo que el Logos de Dios que moraba en él, presexistía. (Véase Juan 1:1-14).

Sin embargo, el cristianismo gentil avanzó desde una cristología adopcionista judía hacia una cristología de la encarnación. Se necesitaron varios siglos para que se estableciera un dogma de la encarnación completamente desarrollado. En su forma final, el Jesús cristiano, el hijo de la virgen, se convirtió en Dios en el sentido más elevado. El dogma de la encarnación significaba que Jesús era Dios en forma humana.

Esa clase de enseñanza era impensable para todos los judíos sumergidos en un monoteísmo estricto e inflexible. Los primeros cristianos, incluyendo a los apóstoles, no tenían ninguna intención de ser nada más que judíos fieles a su mejor tradición bíblica. De acuerdo con el shema hebreo, Dios era una persona. Joshua hablaba claramente de Dios en términos de una persona diferente de él mismo. Los cristianos judíos creían que Dios había resucitado a Joshua de entre los muertos, pero no hacían borrosa esa distinción entre Dios y Joshua.

La visión de una encarnación exigía una Trinidad - la doctrina de que Dios es tres personas, en lugar de una sola. La Trinidad era una teología extremadamente intrincada que tenía sutiles connotaciones y que nunca fue entendida por el 99.9% de los cristianos. Se necesitaron varios siglos para darle forma y consolidarla como ortodoxia cristiana. En los credos de Atanasio, Nicea, y Calcedonia (más de cuatro siglos de desarrollo), Dios se convirtió en tres y Cristo se convirtió en una unión hipostática de dos naturalezas en una persona - nuevamente concebido de manera tan intrincada en sutiles palabras griegas y conceptos filosóficos griegos que nunca fue comprendido por el 99.9% de los cristianos. ¡La mayor parte del clero sólo finge que entiende Calcedonia!

El dogma gentil de Cristo, no sólo erigió una barrera infranqueable entre el judaísmo y el cristianismo, sino que erigió una barrera infranqueable entre los cristianos judíos y los cristianos gentiles. Como movimiento, el cristianismo judío nunca estuvo de acuerdo con la encarnación y la Trinidad del cristianismo gentil.

El gran sueño del apóstol Pablo era que, por medio de Cristo, la barrera entre gentiles y judíos pudiera ser derribada. (Efesios 2:15). Su esperanza de una iglesia unida nunca cristalizó. El cristianismo gentil y el cristianismo judío jamás se reconciliaron. Esta fue la gran tragedia del cristianismo primitivo.

LA VISIÓN CRISTIANA DE LA HUMANIDAD

En la tradición hebrea, derivamos nuestra humanidad de Dios. La condición de seres humanos es la imagen y semejanza de Dios. (Génesis 1;27, 28; Salmos 8).

La tradición cristiana de una encarnación le dio vuelta a esto por completo. Dice que Dios nació de una virgen y, por lo tanto, derivó su humanidad de nosotros.

Este punto de vista cristiano de que Dios adquirió nuestra humanidad tuvo un efecto desastroso en la humanidad de la iglesia. No es ningún misterio por qué la iglesia se convirtió rápidamente en una expresión de mórbido ascetismo que odia el mundo, observa riguroso ayuno, y es dada al retiro sectario de la vida social y cívica. Todo esto es demasiado evidente en la literatura cristiana primitiva, como las Enseñanzas de los Doce Apóstoles, El Pastor de Hermas, las Cartas de Justino Mártir (que se hizo castrar) y los monótonos Padres de la Iglesia. Leer su literatura ayuda a entender cómo Juliano lamentaba la difusión del cristianismo en esta famosa frase de una sola línea: "Oh, pálido galileo, has vencido".

Multitud de mujeres se convirtieron en vírgenes perpetuas por la fe. Los hombres se apresuraron hacia los monasterios en grandes grupos, algunos para castrarse siguiendo el ejemplo de Justino, otros para flagelar sus carnes y vencer sus impulsos naturales.

El libro de Apocalipsis del Nuevo Testamento había descrito la comunidad ideal de seres humanos como de 144,000 ascetas solteros en el desierto. Lavados en la sangre del Cordero, pasarían sus días suplicando la venganza de Dios en forma de hambruna, enfermedades e indescriptibles tormentos contra el resto de la humanidad. (¡Aquí no hay ni asomo del espíritu de Joshua ben Adam de salvar las vidas de los hombres, mucho menos de perdonar a sus enemigos!).

Por el momento, dejaremos en paz las ensordecedoras disputas teológicas a la jerarquía de obispos (los seglares no tenían voz en la iglesia) y nos ocuparemos de cómo el cristianismo primitivo se relacionó con el mundo real. En particular, consideraremos la actitud de la iglesia hacia la mujer y la sexualidad humana. Esto no puede desestimarse como expresión de una cultura patriarcal, pues el judaísmo también tenía la suya, pero nunca exhibió la desgraciada denigración de la mujer, que continuó por siglos en la iglesia. Sólo podría llamarse blasfemia de la imagen de Dios en la mitad de la raza humana. He aquí un ejemplo de la virulenta misoginia que chorreaba de los padres de la iglesia:

Orígenes (185-254 d. C.):

"Lo que se ve con los ojos del creador es masculino, no femenino; porque Dios no se rebaja a mirar lo que es femenino y de la carne".

"No es correcto que una mujer hable en la iglesia, por admirable o santo que sea lo que ella diga, meramente porque viene de labios femeninos".

Crisóstomo (347-407 d. C.):

"Si usted reflexionara sobre lo que está contenido en unos ojos hermosos, una nariz recta, una boca, unas mejillas, vería que la belleza corporal es sólo un sepulcro blanqueado, pues por dentro está lleno de suciedad".

Agustín (354-430 d. C.):

"Un buen cristiano halla en una y la misma mujer para amar la criatura de Dios que  él desea que sea transformada y renovada, pero odia en ella la conexión conyugal corruptible y moral, las relaciones sexuales y todo lo que le pertenece a ella como esposa".

Ambrosio (339-397 d. C.):

"Algunos de estos conceptos del alma están asociados con el sexo femenino, como la malicia de pensamiento, la petulancia, la sensualidad, la autoindulgencia, la inmodestia y otros vicios de esa naturaleza, que tienden a enervar los rasgos asociados con lo que es distintivamente masculino. Los rasgos distintivamente masculinos son las virtudes de la castidad, la paciencia, la sabiduría, la temperancia, la fortaleza y la justicia, que hacen posible que nuestras mentes y nuestros cuerpos luchen con celo y confianza en nuestra procura de la virtud. Y estos son los conceptos a los cuales se refería el profeta Isaías con estas palabras: 'Hemos concebido y dado a luz el espíritu de salvación'. Es decir, los rasgos característicamente masculinos concibieron y dieron a luz el espíritu de salvación".

Jerónimo (342-420 d. C.):

"Aunque en mi temor del infierno me había encerrado en esta prisión donde no tenía compañeros sino escorpiones y bestias salvajes, a menudo me encontré en medio de grupos de muchachas. Mi rostro estaba pálido y mi cuerpo tiritaba por el ayuno, pero mi mente ardía de deseo y el fuego de la lujuria seguía burbujeando delante de mí cuando mi carne estaba como muerta".

A la viuda Salvina:

"Nunca permita que se vean faisanes en su mesa ... ni piense que evita la dieta de carne cuando rechaza ... el sabor agradable de otros cuadrúpedos. No es el número de patas, sino la delicadeza del sabor lo que hace la diferencia [es decir, las aves deben ser prohibidas también] ... Que las que se alimentan de carne, sirvan a la carne, aquéllas cuyos cuerpos arden de deseo, que están atadas a sus esposos y tienen su corazón puesto en tener descendencia. Que aquéllas cuyos vientres están cargados, atiborren de carne sus estómagos. Pero usted ha sepultado toda indulgencia en la tumba de su esposo ... Que la palidez y la miseria sean sus joyas de ahora en adelante. No consienta sus jóvenes miembros con la cama ni encienda su sangre joven con baños calientes ... No tome ningún bien rizado mayordomo para que camine con usted, ningún actor afeminado, ningún diabólico cantante de venenosa dulzura, ningún joven acicalado y bien rapado ... Mantenga con usted grupos de viudas y vírgenes ... Que las divinas Escrituras estén siempre en sus manos y ocúpese con frecuencia de la oración, para que los dardos de los malos pensamientos que puedan acechar a los jóvenes sean por tanto un escudo para repelerlos".

Tertuliano (siglo II d. C.):

"Si existiera en la tierra un destino en proporción con la recompensa que la fe recibirá en el cielo, ninguna de vosotras, mis amadas hermanas, desde el tiempo en que llegásteis a conocer al Dios viviente y reconocísteis vuestro propio estado, que es la condición de ser mujer, habría deseado un vestido demasiado atractivo y mucho menos nada que pareciera demasiado ostentoso. Creo, más bien, que os habríais ataviado con ropa de luto, y hasta descuidado vuestra apariencia, representando el papel de la Eva llorosa y arrepentida para expiar más plenamente, por medio de toda suerte de ropajes de penitencia, lo que toda mujer hereda de Eva: la ignominia, quiero decir, del pecado original y el odio de ser la causa de la caída de la raza humana. En tristeza y ansiedad darás a luz, oh mujer, y estarás sujeta a tu esposo, y él será tu amo. ¿No creéis que cada una de vosotras es una Eva? La sentencia de Dios sobre este sexo de vosotras sigue viviendo aun en nuestros tiempos, así que es necesario que la culpa siga viviendo también. Sois vosotras las que abristeis la puerta al diablo. Sois vosotras las que primero tomásteis la fruta del árbol prohibido. Sois vosotras las que primero abandonásteis la ley divina. Sois vosotras las que persuadísteis a aquél al cual el diablo no fue lo bastante fuerte para atacar. Con demasiada facilidad, destruísteis la imagen de Dios, el hombre. A causa de vuestro pecado, que es la muerte, hasta el Hijo de Dios tuvo que morir".

Hay que recordar que éstos eran los reverenciados padres de la iglesia, que nos dejaron las doctrinas cristianas cardinales de la encarnación y la trinidad. Un autor del Nuevo Testamento pregunta cómo es posible que amemos a Dios, a quien no hemos visto, si no amamos a nuestro prójimo a quien sí hemos visto (1 Juan 4:20). Así, pues, nosotros también podemos preguntar: ¿Cómo podríamos confiar en las enseñanzas de estos hombres acerca de Dios (la encarnación y la trinidad), al cual ellos no han visto, si son incapaces de discernir la imagen de Dios en las mujeres a quienes sí han visto?

Pero este triste espectáculo de una misoginia deshumanizante sólo indicaba su amargada visión del mundo y su vida en general.

Pero necesitamos preguntar: ¿De dónde surgió este ascetismo que odiaba el mundo y que negaba la vida? Fue el fruto de la veneración del hijo célibe de una virgen perpetua. Esta humanidad cristiana ideal era más surreal que real. Un Dios nacido de una virgen, disfrazado como ser humano, que murió en una cruz para hacer expiación de sangre por el pecado, no era historia, sino una interpretación apocalíptica impuesta a la historia. ¿Cómo podía esta humanidad cristiana de Jesús, tan contraria a la verdadera vida de Joshua ben Adam, producir nada que no fuese una distorsión de la verdadera existencia humana?

Pero hay una razón más profunda de por qué una teología de la encarnación - de que Dios derivó su humanidad de nosotros - tuvo un desastroso efecto en la humanidad de la iglesia. Si es así como Dios se convirtió en "el supremo ser humano", entonces esto implica que, antes de la encarnación, Dios no era una realidad supremamente humana, como lo indicaría el que nosotros hubiésemos sido hechos a su imagen y semejanza. ¿La realidad de un Dios inhumano está detrás de la humanidad surreal de Jesús? ¡Decimos "surreal" porque un hombre que nació de una virgen y era Dios disfrazado no era realmente humano, después de todo, a pesar de la afirmación en contrario de Calcedonia! Cuando las doctrinas gemelas de la expiación por sacrificio de sangre y el fuego del infierno se añaden a esta encarnación, esta humanidad ideal de Jesús se pierde porque es redefinida por una realidad inhumana llamada "Dios".

Sea como sea, esta nueva humanidad celestial gobernó a la iglesia por medio de la terrible autoridad vertical de una jerarquía célibe.  ¿Quién más podría representar apropiadamente al Dios que se convirtió en el hijo célibe de la madre virginal de Dios? Joseph Campbell y una hueste de otros eruditos reunieron evidencia irrefutable de que estas afirmaciones cristianas eran, de hecho, mitos paganos que habían sido reciclados por miles de años.

Podemos decir, con confianza, que Joshua ben Adam no tenía en su cuerpo ni un solo hueso de asceta. Este hombre muy social, que 'comía y bebía', algunas veces ofendía a sus compañeros varones con sus interacciones igualitarias con mujeres. Hay alguna evidencia, aunque no concluyente, de que María Magdalena fue su esposa o su amante. Pero, aunque eso no se pudiera establecer, una cosa es cierta: La visión de Joshua acerca de la bondad esencial del orden creado concordaba profundamente con la mejor tradición judía. Debe recordarse que el judaísmo nunca fue una religión ascética que invocase la abstinencia de "vino, mujeres, y música".

Hay un antiguo dicho rabínico que dice que, al final de la vida, Dios nos preguntará si "disfrutamos de todas las cosas buenas que el mundo nos dio para disfrutar". Sería una lástima que tuviéramos que responder: "Yo estuve demasiado preocupado llevando mi alma al cielo para fijarme".

Es bastante divertido comparar los antiguos comentarios cristianos sobre los Cantares de Salomón con los judíos. Afortunadamente, la iglesia ha progresado en sus actitudes hacia la bondad esencial de la vida. Los comentarios cristianos modernos reconocen ahora que los Cantares de Salomón del Antiguo Testamento no son otra cosa que una celebración del amor sexual, algo que le habría parecido casi pornográfico al pobre Jerónimo, mientras luchaba contra las atormentadoras imágenes de vírgenes danzantes durante su soledad en el desierto.

Por supuesto, la conclusión a la que nos vemos forzados a arribar es que Joshua ben Adam era mucho más judío que cristiano en su visión de la existencia humana.

¿Cómo podemos amar a Dios, a quien no hemos visto, si no amamos al hermano a quien hemos visto? (1 Juan 4:20).

LA VISIÓN CRISTIANA DE LA JUSTICIA

La encarnación y la muerte de Cristo como expiación por el pecado es el corazón de la teología cristiana. Se dice que Cristo soportó la ira de Dios contra el pecado, haciendo posible que Dios nos perdonase. Una expiación de sangre es considerada necesaria para satisfacer la justicia de Dios.

El perdón y la salvación se ofrecen ahora sobre la base de que la justicia ha quedado satisfecha. Escapamos del castigo eterno sólo porque nuestra deuda ha sido pagada - ¡con sangre!

En la enseñanza cristiana, la justicia de Dios es equiparada con la ira de Dios, los terrores del día del juicio, y el pago con sangre por el pecado en la cruz. Todo esto redefinió el significado de la justicia como algo punitivo.

Por consiguiente, el pueblo cristiano se preocupó por la expiación por la culpa por medio del sufrimiento de Cristo. ("Hangman´s Theology"). La cuestión principal vino a ser: "¿Cómo puedo ser justo delante de Dios?" ¿Cómo puedo escapar de la justicia e ir al cielo?

Así se desarrolló lo que Krister Stendhal llamó "la conciencia introspectiva de Occidente". El monje Martín Lutero resumía al cristiano de la Edad Media como aterrorizado por la justicia de Dios, sin poder nunca deshacerse de la culpa, sin poder nunca permanecer de pie delante de Dios con una conciencia tranquila.

Lutero se preguntaba qué quiso decir Pablo cuando dijo acerca del evangelio: "Porque en él se revela la justicia de Dios" (Romanos 1:17). Al principio, se quejaba amargamente de que Dios no se contentaba con atormentarle con la justicia de su ley, sino que añadía a ello los terrores de la justicia del evangelio.

Luego tuvo lo que se llamó su "experiencia más elevada". Hartmann Grisar, un erudito luterano, empañó un poco esta celebrada leyenda cuando demostró que esta experiencia había tenido lugar realmente en el retrete. (Lutero sufría de estreñimiento crónico y pasaba mucho tiempo en ese lugar). Sea como sea, aprovechaba bien el tiempo que pasaba allí reflexionando sobre el significado de la justicia en Romanos 1:17. Súbitamente, tuvo el discernimiento de que ésta era una justicia salvadora, perdonadora. Lutero fue como Arquímedes, cuando saltó de la bañera diciendo: "Eureka, eureka". ¡Había nacido la reforma protestante!

Simplemente, Lutero había re-descubierto el auténtico significado hebreo de justicia como la amorosa bondad de Dios en acción por amor a todos los que están oprimidos. Lutero estaba ciertamente oprimido por esta conciencia turbada por todo el legalismo religioso de la iglesia. Fue liberado por medio de "la justicia que es por la fe solamente".

El problema era que ni Lutero ni la Reforma Protestante podían llevar muy lejos esta visión de la justicia salvadora de Dios porque todavía estaban atascados en la teología del verdugo de la expiación por sangre; es decir, la justicia retributiva y punitiva. En realidad, en la ortodoxia protestante, esta justicia retributiva de Dios se convirtió en la pieza central de su teología. Si el aspecto salvador de la justicia no irrumpió jamás a través de la oscura nube de la justicia retributiva fue por "mi perdón", "mi salvación" y "por haber hallado a un Dios de gracia".

El significado social y humanitario de la justicia del Antiguo Testamento (judío) nunca irrumpió a través de la Reforma Protestante. A lo sumo, fue truncado por la preocupación por la salvación mía, mía, mía.

Trágicamente, Lutero desertó de los campesinos en su revuelta contra la opresión. Terminó demandando que fuesen masacrados, en lugar de que fuesen liberados. En el mismo estilo, tronaba contra los judíos y aumentó sus intolerables opresiones.

Se ha dicho que John Wesley estaba mucho más preocupado por la blasfemia del nombre de Dios que por la blasfemia de los hijos de Dios. Tenía poco que decir sobre las injusticias sociales en la Inglaterra de Charles Dickens.

En el libro
Pilgrim´s Progress [El Progreso del Peregrino], de Paul Bunyan, que por mucho tiempo fue como una segunda Biblia para el cristianismo de habla inglesa, el héroe, "Cristiano", nunca hace nada, excepto tratar de ir al cielo.

En este breve vistazo, sería demasiado fácil distorsionar el cuadro dejando de reconocer ejemplos de justicia social en el seno del cristianismo. Mucho de esto ha sido motivado por la influencia del Joshua ben Adam histórico, del cual la iglesia siempre ha dado testimonio, a pesar de una teología que tiene la tendencia a empujar su historia hacia el pasado. Pero sigue siendo verdad que la teología cristiana clásica está enfocada en la salvación personal por medio de la expiación por sangre. La justicia punitiva de Dios y la salvación del alma para la vida en el más allá ocupan el centro del escenario. Es por esta razón que, en The Faith of a Heretic, Walter Kaufmann critica el cristianismo histórico por dejar seriamente de alcanzar la justicia moral de los profetas del Antiguo Testamento.

Conclusión: La visión de Joshua ben Adam sobre la justicia era esencialmente judía, no cristiana.

LA VISIÓN CRISTIANA DE LA ELECCIÓN

Si el judaísmo fue alguna vez exclusivo y despreciativo de los goyim (extranjeros), necesitamos recordar dos cosas: primera, esta tendencia sectaria era una aberración, un dejar de ser fieles a la visión incluyente y universal de Moisés y los profetas; y segunda, los judíos no han tenido el monopolio del exclusivismo y el irrespeto por los extranjeros.

Las doctrinas cristianas de la encarnación y la salvación sólo por Cristo encerraron el cristianismo histórico en un exclusivismo que sobrepasó cualquier cosa conocida en el judaísmo. La encarnación significa que el hijo de la virgen era Dios mismo. Cristo es el único camino de salvación. Fuera de la revelación cristiana hay sólo oscuridad, superstición e ignorancia.

Así, pues, la iglesia proclamó que todos los que creyeran en este mensaje cristiano serían salvos y todos los que no lo creyeran serían condenados. Era sólo cuestión de tiempo antes de que la iglesia usara su poder para hacer que fuesen perseguidos, desterrados, torturados y asesinados todos los que no obedecieran sus enseñanzas.

La Iglesia Católica Romana decretó que no había salvación fuera de la iglesia. Esto fue reforzado con la doctrina del "pecado original", que significa que todo descendiente de Adán lleva la culpa y la condenación de la caída. Esto significa que la masa entera de la humanidad ya está bajo la maldición y la ira de Dios y en camino a la condenación eterna. La única manera de derrotar la separación de Dios es por medio de la puerta de Cristo y su iglesia. ¡Los del resto ya están perdidos!

La Reforma Protestante no descartó esta postura de que "no hay salvación fuera de la iglesia". ¡Sólo amplió los linderos de la iglesia para incluirse a sí misma! Falta sólo un paso para creer que todos fuera de las filas cristianas son sujetos de la ira de Dios para que fuesen tratados como seres humanos inferiores. Se hizo demasiado fácil aceptar la idea de que las naciones no cristianas debían ser subyugadas, y si fuese posible, convertidas (a veces a filo de espada), a la superior cultura del occidente cristiano. Los cristianos hasta justificaron el esclavizar gente de raza negra porque, por este medio, les bautizaban como miembros de la iglesia, por lo cual sus almas serían salvas eternamente.

En tiempos más recientes, la iglesia cristiana se ha sentido muy incómoda, y hasta en una posición embarazosa, acerca de su exclusivismo histórico. Tal impresionante arrogancia no es compatible con una avanzada conciencia humana y una moderna visión mundial. No encaja en una aldea global y una sociedad multicultural en que tenemos que rozarnos con vecinos de otra cultura y otra religión. Sabemos que las antiguas actitudes no conducen a la paz y la armonía.

Hay también algo más. Hay un despertar al reconocimiento de que la misión mundial del cristianismo ha fracasado. Aunque los cristianos han tenido éxito en convertir al cristianismo a gentes de culturas más primitivas y en proceso de desintegración, otra cosa es tratar con las grandes religiones del mundo. Por ejemplo, las conversiones a gran escala de miembros del Islam y el judaísmo nunca tendrán lugar, ni siquiera en esta era en que hay un intercambio tan libre de ideas e información.

La religión de millones es un accidente de nacimiento, así como la nacionalidad es un accidente de nacimiento. Cambiar la religión de la gente es casi tan imposible como cambiarlos de raza. Ya no es apropiado llamar a la gente ciegos voluntarios o testarudos porque no aceptan nuestros prejuicios religiosos.

Es casi divertido ver a católicos como Karl Rayner reinterpretar la doctrina de la iglesia de que no hay salvación fuera de la iglesia. Él reconoce que muchos no cristianos muestran el espíritu de Cristo. Son cristianos anónimos, dice, que en realidad pertenecen a la iglesia sin saberlo. ¡Muy protector! ¿Quedarían impresionados estos "cristianos anónimos" con esta caritativa arrogancia?

Pero algunos todavía persisten en las viejas prácticas. Hace algunos años, un prominente cristiano evangélico estadounidense declaró de plano: "Dios no oye la oración de un judío". ¿Hubo un clamor de protesta de voceros cristianos que deseaban disasociarse de semejante fanatismo religioso? Pocos de ellos fueron lo bastante ingenuos como para reconocer que la ofensiva declaración era una buena declaración de ortodoxia cristiana histórica.

En este punto, la exclusiva arrogancia de los judíos no parece tan mala. El judaísmo principal, antiguo o moderno, nunca excluyó a los no judíos de la salvación. Como dijo una autoridad rabínica: "El judaísmo cree que un gentil que obedece los mandamientos noáquicos [imperativos morales humanos universales] tiene un lugar en el mundo venidero" (David Berger y Michael Wychogrod, Jews and Jewish Christianity [Los judíos y el cristianismo judío], pp. 60-63).          

¿Cuál es la posición de Joshua ben Adam en relación con todo este exclusivismo religioso? En sus días, no tuvo ningún problema en relacionarse con la gente fuera del redil. Confundió hasta a los mismos que lo apoyaban al declarar que la fe de algunos no judíos era superior a cualquiera cosa en Israel. Su Dios trascendía todos estos linderos religiosos. Tenía abundantes textos judíos para apoyar su posición. "Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras". (Salmos 145:9).

El Dios de Joshua ben Adam trascendía todas las barreras religiosas. Su Dios no era judío, ni cristiano, ni musulmán. No era anglosajón, ni africano, ni oriental. Su justicia salvadora no conocía barreras. Ser humano era suficiente. No era necesario nada más para ser recipiente de su amor incondicional.

Conclusión: Aun en esta cuestión de elección, Joshua ben Adam era más judío que cristiano. No enseñaba las doctrinas cristianas de la encarnación y la expiación por sangre, las cuales exigían exclusivismo.

BEN ADAM Y EL ISLAM

Actualmente, hay aproximadamente mil millones de musulmanes en el mundo - mil millones de hijos de Dios que no pueden ser penetrados con el mensaje cristiano por ningún medio que los cristianos hayan podido inventar.

El judaísmo, el cristianismo y el islamismo comparten una herencia semítica común de creencia en el Dios único de Abraham, Moisés, Joshua ben Adam y Mahoma. Los cristianos han tenido menos éxito en convertir a musulmanes que en convertir a  judíos. Hay aproximadamente otras tantas conversiones desde el cristianismo, pero en todo caso, las penetraciones en cualquiera de las dos direcciones son insignificantes. Ambos lados han tratado de matar o persuadir al otro, pero quince siglos han sido suficiente tiempo para probar que nada se ha conseguido en ninguno de los dos sentidos. Aun en esta era de información, los cristianos no están a punto de presenciar ningún progreso con el Islam, ni viceversa.

Afortunadamente, ahora hay algún diálogo resultante del progreso en la mutua comprensión y el mutuo respeto, pero cada lado compite con el otro para ganar conversos de culturas paganas en desintegración (como en África). La lealtad de estas personas es determinada mayormente por cuál de los dos bandos, el Islam o el cristianismo, los consigue primero. Una vez que están encerrados en cualquiera de las dos tradiciones religiosas, alguna otra conversión es virtualmente imposible.

Ha sido demasiado fácil para los cristianos sentarse en una aislada cultura cristiana subscribiendo una antigua ortodoxia de que no hay salvación excepto convirtiéndose al cristianismo. Enviamos misioneros para convertir a los paganos, pero justo al lado de nosotros, en nuestra aldea global, somos confrontados por otra comunidad religiosa que ha tenido tanto éxito convirtiendo paganos como lo han tenido los cristianos.

Confrontados con la realidad de que mil millones de personas están seguras de vivir y morir fuera de la tradición cristiana, muchos cristianos se han sentido impulsados a reevaluar su punto de vista sobre cómo se relaciona Dios con personas de otra tradición religiosa. Los cristianos que han heredado una posición luterana o calvinista sobre la Cena rara vez aceptan la posición de sus vecinos cercanos sobre su pequeña diferencia. Pero aquí luchamos con un problema de comunicarnos con personas que, hablando religiosamente, viven en otro universo. Hay casos de misioneros cristianos que han trabajado en una cultura musulmana por varias generaciones sin hacer un solo converso.

Pablo comparaba la tradición religiosa con una pared divisoria de hostilidad que su Cristo había venido a abolir. (Efesios 1:15). Pero el Cristo de la encarnación, la trinidad y la expiación con sangre se ha convertido en un infranqueable muro de Berlín tanto para judíos como para musulmanes. Se necesitaron más siglos para construir esta tradición cristiana que para construir la Gran Muralla China. Se había recorrido un largo camino desde los variados y fragmentarios documentos del Nuevo Testamento hasta los concilios de Nicea (325 d. C.) y de Calcedonia (451 d. C.), que establecieron la tradición de la encarnación y la trinidad, por no decir nada de cuántos siglos más transcurrieron hasta Anselmo y Calvino para establecer la teoría punitiva de la expiación. ¡Los que son lo bastante ingenuos como para creer que todo este muy complejo edificio teológico está claramente explicado en el Nuevo Testamento necesitan dar más crédito al poder mágico de los espectáculos (y prejuicios) religiosos que han heredado!

Dado su estricto e inflexible monoteísmo (de que Dios es uno), los musulmanes no han podido aceptar las creencias cristianas de la encarnación y la trinidad (de que Dios consiste de tres personas). Tampoco han podido aceptar la doctrina del perdón divino por medio de la expiación por sangre. Si los cristianos gentiles no pudieron convertir ni siquiera a los cristianos judíos acerca de la encarnación y la trinidad, ¿qué esperanza hay de que puedan superar esta barrera con los judíos y los musulmanes? En cuanto al perdón divino, los judíos y los musulmanes dicen que su Dios perdona simplemente en respuesta al arrepentimiento.

Para esto, no sólo tienen amplio apoyo en las escrituras judías (Salmos 57:16-18; 86:5; 013:3-14; Isaías 55:7; Oseas 14:1-4; Miqueas 7:18, etc.), sino por parte de Joshua ben Adam también. Él llamó al pueblo a rechazar el principio de justicia retributiva (expiación) y a mostrar el espíritu de perdón interminable, siguiendo el ejemplo de Dios.

El profeta Miqueas dijo que lo único que Dios requiere de la humanidad es tratar a los demás con justicia, amar misericordia y andar humildemente. Un buen lugar para comenzar con la humildad es este asunto del exclusivismo religioso. La actitud, largamente sostenida, de que la gente debe creer lo que la iglesia cree o ser condenada (todo ello expresado, por ejemplo, en los decretos del Concilio de Trento) es arrogante, insensible e inhumana. Como lo muestra de manera brillante la parábola de Jonás, ¡uno no puede comenzar insistiendo en que la gente está condenada sin desear que la gente sea condenada!

El Islam surgió poco después de que la controversia trinitaria y la controversia cristológica se hubieron establecido en los grandes concilios de la iglesia. Como ya hemos señalado, estos eran dogmas muy complejos que se basaban en muy minuciosas definiciones de palabras griegas y latinas, así como en argumentos extraídos de la filosofía griega. Por ejemplo, nadie entiende realmente la doctrina ortodoxa de la trinidad, a menos que aprecie la sutil diferencia entre la palabra latina persona y la palabra germánica person.

Las religiones no se desarrollan en un vacío ni caen del cielo como una piedra. El Islam surgió como una simple fe del desierto que tenía un atractivo que no se comparaba con las abstracciones del cristianismo occidental. Algunos rasgos del Islam, notablemente semejantes a los restos del cristianismo judío, sugieren algunas influencias judías y cristianas actuando en el trasfondo de Mahoma.

A medida que el occidente cristiano se dirigía a la Edad Media, el Islam revitalizaba la cultura y el saber. Mientras la Europa cristiana se estancaba en uno de los períodos más terribles de la historia humana, los árabes fueron los primeros en crear hospitales, así como universidades que mantenían vivo el saber. El Renacimiento, en deuda con esta influencia árabe, dio a luz a la Ilustración y a la era de la ciencia. El Islam ha sentido el impacto de estos adelantos y, como el cristianismo, tendrá que habérselas con los problemas de la crítica literaria científica, la libertad religiosa y el inhumano rostro del Fundamentalismo.

Aunque el Jesús de la fe cristiana es una barrera infranqueable para los musulmanes, no puede decirse lo mismo de Johsua ben Adam. El Islam ya lo acepta como profeta y Mesías. ¿Nos atrevemos a decir que, cuando se trata de lo que, a menudo, se consideran como las cosas tradicionales de la tradición cristiana (la encarnación, la trinidad, y la expiación), Joshua está más cerca de la tradición musulmana? Pero, si fuéramos a hacerle a Joshua la pregunta de cuál tradición es la correcta, ciertamente nos contestaría como le contestó a la mujer samaritana que le pidió que zanjara una disputa religiosa de su tiempo. (Véase Juan 4). Nos daría uno de sus clásicos dichos sabios que trascienden disputas religiosas. Nos mostraría que la religión no debería tener nada que ver con determinar la manera en que nos relacionamos los unos con los otros porque la religión no tiene absolutamente nada que ver con determinar la manera en que Dios se relaciona con  nosotros.

Cuando Joshua ben Adam se encontraba con samaritanos, romanos o siro-fenicios, ignoraba el hecho de que estuviesen fuera de su propia comunidad religiosa. Actuaba como el que cree que no hay ninguna barrera para el amor incondicional de Dios.

Dios no es ni judío, ni cristiano, ni musulmán. No es la religión la que lleva la imagen de Dios, sino la humanidad. Dondequiera se manifiesta el espíritu de auténtica humanidad, allí está la evidencia de la presencia viviente de Dios. Demasiado obviamente, el espíritu humano trasciende todas las barreras religiosas.

BEN ADAM Y EL ATEÍSMO

Por largos siglos, ser ateo fue un delito capital en una sociedad cristiana. Todavía es castigable con la muerte en algunas sociedades islámicas. Es de esperar que toda la humanidad aprenda algún día que matar personas en el nombre de Dios no es una manifestación de un espíritu divino ni humano.

La tierra sería mucho más pobre sin el pensamiento, la filosofía, y la investigación científica, honestas y francas de los ateos. Han sido lo bastante valerosos como para examinar la evidencia empírica de cosas como los orígenes de la vida y la edad de la tierra. Han cuestionado al opresivo Dios-Cielo. Thomas Jefferson dijo una vez que "sería más perdonable no creer en ningún Dios en absoluto que creer en los atroces escritos de los teólogos". George Washington, James Madison, y Abraham Lincoln, todos ellos dijeron cosas similares. Por supuesto, el mundo sería un lugar mucho más pobre si quedara en manos de los devotos religiosos.

¿Cómo podemos culpar a seres humanos inteligentes por no creer en el Dictador celestial - el Dios del diluvio, el pecado original, la justicia retributiva por medio del sacrificio de sangre y esa sadística tontería del infierno?

Australia fue testigo recientemente del fallecimiento de uno de sus hijos realmente grandes - el finado Dr. Fred Hollows. Su amigo, el presentador internacional de televisión Ray Martin, dijo en una eulogía en su funeral que Fred Hollows trabajaba demasiado, juraba demasiado, y bebía demasiado. Pero nadie podía dudar de su amor por la gente ni de su dedicación a tantos que necesitaban atención médica desesperadamente en áreas remotas del mundo, incluyendo lugares de Australia. La nación  entera, incluyendo a la comunidad cristiana, se conmovió por su fallecimiento y se puso de pie para saludar su temeraria y generosa ayuda a los visualmente discapacitados en lugares lejanos. Su espíritu generoso en favor de personas continúa viviendo en la obra humanitaria que ahora se hace en recuerdo suyo.

Fred Hollows no creía en Dios, por lo menos no en la clase de Dios que jamás le fue presentado. Pero su dedicación a otros seres humanos no era natural. En el rostro de este rebelde bravucón [larrikin], vimos fugazmente el rostro de Dios, el espíritu ubicuo, trascendente, de aquél que inspira todo lo que es verdaderamente humano. Ciertamente, podemos decir que él se solidariza con todos los que son humanos, y que él es amigo de todos los que son prójimos samaritanos. No podemos decirlo mejor que de esta manera:

"El que ama, vive en Dios y Dios vive en él" (1 Juan 4:16).

"Por cuanto lo hicísteis a uno de estos mis pequeñitos, a mí lo hicísteis" (Mateo 25:40).


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