En "Un
reexamen de la posición de Jesús", la edición anterior de Verdict desmontó los
antiguos mitos sobre dioses que mueren y resucitan. '¿Qué
queda'?, me pregunté. La respuesta: "Sólo un Jesús
verdaderamente humano - un hombre que rehusó todos los
títulos, excepto el humilde título de 'hijo del hombre', que
sólo significaba ser humano".
Sin embargo, este verdadero Jesús histórico no era fácil de
convencer. Fue el mayor desenmascarador de jerarquías
y tradiciones religiosas, el mayor desacralizador de
lugares, cosas, tiempos, pueblos, rituales, y
sacerdotes santos que este mundo haya visto jamás. El
establecimiento religioso se apresuró a condenarlo a muerte
por blasfemia, mientras que los poderes seculares lo
ejecutaron por sedición.
Que la iglesia cristiana pudiera reclamar
para sí el ser su representante y llevar a cabo su obra
es una asombrosa ironía histórica. Es como
hacer que la burocracia de la Unión Soviética se presentara
como la heredera del capitalismo liberal de Adam Smith.
La religión cristiana erigió
un complicado edificio teológico. Creó órdenes
religiosas, jerarquías, rituales, calendarios y credos
que estaban completamente en desacuerdo con toda la vida
y las enseñanzas del Jesús histórico. Y durante toda su
historia, cualquiera que mostrara algo de la irreverente
iconoclastia o la libertad de Jesús era sistemáticamente
condenado, quemado vivo, torturado, masacrado,
desterrado o expulsado. Es un hecho irrefutable que,
cuando se trata de amontonar cadáveres y huesos humanos,
el cristianismo ha causado más estragos en los seres
humanos que cualquier religión rival.
Por supuesto, el movimiento cristiano tiene un lado mejor.
Enterrado bajo sus capas de mitos, preservó algo de la
historia y el espíritu del hombre original. Y el movimiento
también ha producido eruditos lo bastante valerosos como
para embarcarse en una honesta crítica histórica y
literaria, a pesar de aquellos desaprobadores y gruesos
garrotes que se cernían sobre sus cabezas.
Durante 200 años, los
investigadores literarios han investigado el enigmático
problema de la tensión entre el Jesús de la historia
(pre-pascua) y el Jesús de la religión cristiana
(post-pascua). Como la investigación
ha continuado, la grieta en el muro que separa al hombre
del mito se ha convertido en un profundo abismo.
Esto es reconocido por un creciente número de eruditos,
tanto católicos como protestantes. Un ejemplo católico muy
legible es la obra Jesús Antes del Cristianismo [Jesus Before Christianity],
por Alfred Nolan, y El Católico de Mañana: Entendiendo a
Dios y a Jesús en un Nuevo Milenio [Tomorrow´s Catholic: Undestanding God and Jesus
in a New Millenium], por Michael Morwood.
Encontrarse con Jesús Nuevamente por Primera Vez [Meeting Jesus Again for the
First Time], por Marcus Borg, es un excelente
ejemplo de un erudito protestante.
Joshua ben Adam no es Jesús
ben Parthenos
Para mantener la distinción entre el hombre histórico y el
ícono religioso, llamaremos al primero Joshua ben Adam y al
último, Jesús ben Parthenos.
El nombre hebreo dado a esta figura histórica era Yashua,
cuya forma anglicanizada es Joshua. Puesto que este Joshua
prefería hacerse llamar hijo del hombre o hijo de Adán (que
significa lo mismo), su nombre era realmente Joshua ben
Adam.
Cuando el nombre Joshua primero se helenizó, luego se
latinizó, y finalmente se anglicanizó, se convirtió en
Jesús. Puesto que la narración cristiana lo representaba
como nacido de una virgen, puede ser llamado, de manera
bastante correcta, Jesús ben Parthenos, es decir, Jesús,
hijo de la virgen.
Jesús ben Parthenos fue el fundamento de
aquel gran sistema de absolutismo religioso conocido
como el cristianismo. ¡En qué complicado
edificio para el control del pensamiento se convirtió,
presidido por una jerarquía apropiadamente complicada de
hombres santos apropiadamente vestidos de hábitos, que
podían defender la fórmula de Calcedonia de la unión
hipostática de lo divino y lo humano en una persona! O cómo
es que Dios era tres personas, pero no tres dioses. Cómo el
Espíritu Santo procedía del Padre y el Hijo y no del Padre
solamente. Cómo el vino se convertía en la sangre verdadera
de Cristo sacramental pero no físicamente. ¿Somos
justificados delante de Dios por una justicia imputada o
impartida? ¿Está la fe salvadora formada con la caridad
antes de justificar o después de justificar? ¿Está la
predestinación dirigida sólo a los elegidos (singular) o
hacia los no elegidos también (doble)? Estos son sólo unos
pocos de los grandes problemas teológicos. No nos
distraeremos ahora con problemas de menor importancia, como
la transmisión del pecado original por medio del sexo, la
distinción entre el pecado venial y el pecado mortal, ni las
diferencias entre el estado intermedio y el juicio final, y
así sucesivamente. Hay suficiente aquí como para tener
ocupadas a legiones de teólogos por siglos definiendo la fe
y etiquetando herejes.
El cristianismo no tenía ni cien años de edad
cuando fue arrebatado con el contagio del celibato.
Un verdadero mar de fondo de monjes y monjas continuó
incesante por siglos. Todo esto estaba inspirado por la
devoción religiosa a Jesús ben Parthenos, el hijo célibe de
una madre sin sexo. La sistemática
denigración de las mujeres y la sexualidad humana entre
los así llamados "primeros padres" de la iglesia hasta
el tiempo de Agustín en el siglo cuarto fue
absolutamente horrorosa. En la mente de
Juliano, todo esto era atribuible a aquel "pálido galileo"
que, según se lamentaba, había conquistado el mundo.
Es racionalmente posible ver una clara línea de conexión
entre Jesús ben Parthenos y la gran religión mundial que fue
fundada en su nombre. Pero no hay ningún enlace racional
entre Joshua ben Adam y la anterior parafernalia religiosa.
No se halla más a gusto en este "templo" cristiano de lo que
estaba en aquel templo judío cuando su ira ardiente hizo
volar en todas direcciones los muebles y los cambistas de
dinero. ¿Joshua ben Adam compatible con la jerarquía
religiosa, el monasticismo, el credismo, y el lavar la
sangre de los herejes del piso de la iglesia? ¡Tendríamos
que estar bromeando!
El verdadero motivo para
remodelar al hombre
¿Cómo fue que Joshua ben Adam se convirtió en Joshua ben
Parthenos? ¿Cuáles fueron los factores que entraron en esta
metamorfosis? Los eruditos han podido
arrojar mucha luz sobre el desarrollo de la tradición de
Jesús. Han establecido que ninguna parte del Nuevo
Testamento fue escrita por testigos presenciales.
Segundo, cristianos de segunda y tercera generación, y
hasta de generaciones posteriores, la mayoría de los
cuales continúa siendo desconocida, escribieron el Nuevo
Testamento.
Un análisis literario puede demostrar que hubo en función un
proceso de retroproyección. El suceso de
pascua había convencido a la comunidad creyente de que
una persona verdaderamente importante había sido
ejecutada. Proyectaron sus creencias post-pascua acerca
de Jesús hacia atrás, hacia el Joshua ben Adam
histórico. Un hombre resucitado de entre
los muertos y honrado por Dios de manera tan señalada
merecía todos los honores que la comunidad creyente pudiera
concederle.
Por ejemplo, en aquel mundo antiguo, a menudo se decía que
el nacimiento de los verdaderamente grandes estaba
acompañado de presagios y nacimientos virginales. ¿No
debería tener lo mismo el hombre más importante? Eruditos
como Raymond Brown (El Nacimiento del Mesías), el obispo
Spong, o Marcus Borg nos dicen que esta era la manera en que
la comunidad primitiva confesaba su fe en Jesús como el
singular agente de Dios. Se nos dice que el relato no es
históricamente cierto, pero teológicamente correcto.
De la misma manera, la fe en el señorío de
Jesús y su autoridad mesiánica fueron proyectados hacia
atrás, hacia el relato acerca de su vida. Esto es lo que
los eruditos quieren decir con retroproyección.
Luego está el factor de las cambiantes circunstancias
históricas de la iglesia. La comunidad adaptó la
tradición de Jesús para que se acomodara a las
circunstancias históricas de ellos, o
hasta para zanjar sus propias controversias religiosas. (Por
ejemplo, guardar o no guardar el sábado, comer alimentos kosher, si Pedro o
Pablo era la fuente final de autoridad apostólica, etc.). Así como los escritores del Antiguo Testamento a
veces recurrían a la frase "Moisés dijo..." para
reforzar algún punto de vista religioso, así también los
líderes de la segunda o tercera generación de la iglesia
no pudieron resistir el impulso de usar la fórmula
"Jesús dijo..." para subrayar lo que ellos pensaban que
era algún punto importante.
Este proceso de identificar cómo las
circunstancias y las controversias históricas de la
iglesia son retrotraídas a la tradición de Jesús es lo
que los eruditos llaman crítica de forma.
También las disciplinas especializadas de crítica de la
redacción, crítica histórica, alta crítica y baja crítica,
todas han arrojado alguna luz sobre el proceso de cómo
Joshua ben Adam fue transformado en Jesús ben Parthenos.
Sin embargo, la tendencia entre todos los eruditos es no ver
el bosque por ver los árboles. Hubo una cosa principal que
impulsó hacia adelante el proceso entero de fabricación de
mitos. Joshua ben Adam fue un escándalo de principio a fin.
Su nacimiento fue un escándalo que salta por doquier desde
las páginas de los evangelios. No había escapatoria a las
embarazosas preguntas suscitadas por los críticos de Joshua
en relación con las irregulares circunstancias que rodearon
su nacimiento.
Luego estaba el escándalo de su ministerio. Hizo a un lado
los códigos de pureza en favor de una fraternidad, sin
ninguna distinción entre los de mala reputación, los don
nadies, y la élite religiosa. El hábito de Joshua de "comer"
con los pecadores y la gente al margen de la sociedad no
puede explicarse como un acto de condescendencia, mucho
menos como el método patronizador de salvar pecadores. Era
la acción de un hombre al que parecían no importarle los
cánones de honor ni de vergüenza. Todavía peor, era la
acción de un hombre a quien no le
importaba la posición de Israel como nación favorecida
de Dios. El síndrome de Israel como "raza
escogida" estaba apoyado por las leyes de pureza que
separaban al pueblo "limpio" del "inmundo". La manera del
ministerio de Joshua era, por tanto, un escándalo
formidable.
Pero el mayor escándalo de todos fue el de su muerte. Su
obra en público apenas había comenzado cuando fue parado en
seco por una muerte reservada para la escoria de la
sociedad, por lo que concernía a los romanos, y para los
maldecidos por Dios, por lo que concernía a los judíos y su
ley. Si Joshua ben Adam hubiese muerto borracho en un
burdel, la desgracia de su muerte no podría haber sido
mayor.
Habiendo muerto como una persona despreciable, Joshua ben
Adam no tenía las credenciales de un Mesías real. No tenía
ninguna mitología de "hijo de Dios" para rivalizar con un
César divino a quien se le rendía culto como "el hijo de
Dios". Así que sus seguidores sucumbieron a la necesidad de
tener una versión más milagrosa de su historia. ¿No era él
merecedor de tal honor en vista del suceso de pascua? Eso
pensaban, así que desarrollaron el mito
de Jesús ben Parthenos - nacido por el propio acto de
Dios que involucraba a una virgen, que iba entre los
pecadores y los desposeídos para llevarles salvación, y
morir en una cruz en un acto glorioso de expiación por
los pecados de los seres humanos.
Puede demostrarse fácilmente que ninguno de estos mitos era
único, sino que eran parte integral de los mitos que habían
sido reciclados una y otra vez, mucho antes de que naciera
el cristianismo. Y en retrospectiva de los mitos que se le
habían conferido a Jesús, ¿por qué era sorprendente que Dios
le levantara de los muertos? ¿No constituía la resurrección
una conclusión anticipada de la naturaleza milagrosa de su
nacimiento, su vida y su muerte? En realidad, el mito vacía
la resurrección de significado.
Pero si, habiendo sido desacreditado tanto por los judíos
como por los romanos, y olvidado finalmente por sus propios
seguidores, Dios resucitó a Joshua ben Adam de entre los
muertos, ¡esa sería una sorpresa! Significaría que Dios puso
de cabeza a todo juicio humano. El despreciable don nadie en
el juicio de los hombres había sido hecho Señor y Cristo por
Dios Todopoderoso.
Esto hace que la verdad sea mucho más extraña e
infinitamente más original que el mito. Trágicamente para la
arrogancia cristiana, no había nada muy original acerca de
Jesús ben Parthenos. Para citar a Joseph Campbell, la
principal autoridad mundial en mitos:
"Ahora bien, estudios
culturales comparativos han demostrado, más allá de toda
duda, que relatos míticos similares se hallan en
todos los rincones de la tierra. Cuando Cortés y sus
católicos españoles llegaron al México azteca,
inmediatamente reconocieron en la religión local tantos
paralelos con su propia Fe Verdadera que les fue muy
difícil explicar el hecho. Había elevados templos
piramidales que representaban, etapa por etapa, como la
montaña del purgatorio de Dante, grados de elevación del
espíritu. Había trece cielos, cada uno con su salvador,
asociado con una serpiente, nacido de una virgen, que
había muerto y resucitado, uno de cuyos símbolos era una
cruz. Para explicar todo esto, los padres inventaron dos
mitos propios. El primero era que Santo Tomás, el apóstol
de las Indias, probablemente había llegado a América y
aquí había predicado el evangelio; pero, estando estas
playas tan alejadas de la influencia de Roma, la doctrina
se había deteriorado, de modo que lo que ellos estaban
viendo a su alrededor era simplemente una forma
horrorosamente degenerada de su propia revelación. Y la
segunda explicación, entonces, era que el diablo estaba
aquí, deliberadamente vomitando parodias de la fe
cristiana para frustrar la misión".
La moderna erudición, comparando sistemáticamente los mitos
y los ritos de la humanidad, ha encontrado por todas partes
leyendas de vírgenes que dan a luz a héroes que mueren y son
resucitados. India está atestada de tales relatos, y sus
elevados templos, muy parecidos a los aztecas, representan
nuevamente nuestra montaña cósmica de muchos pisos, teniendo
el paraíso en su montaña y horribles infiernos debajo. Los
budistas y los jaínes tienen ideas similares. Y, mirando
hacia atrás, hacia el pasado pre-cristiano, descubrimos en
Egipto la mitología de Osiris muerto y resucitado; en
Mesopotamia, Tamuz; en Siria, Adonis; y en Grecia, Dionisio;
todos los cuales aportaron modelos a los cristianos para sus
representaciones de Cristo".
¿Existió Jesús realmente?
Se ha debatido entre algunos eruditos si Jesús existió
realmente. El material colaborativo fuera de los escritos
del Nuevo Testamento por parte de cristianos de segunda y
tercera generación casi no existe. Así que ha surgido la
inevitable pregunta: ¿Existió Jesús o fue
producto de la imaginación religiosa? La respuesta es
"sí" y "no". Jesús ben Parthenos no existió. Fue el
producto de la fabricación de mitos.
Sin embargo, por debajo de las capas de mitos religiosos,
los eruditos por lo general concuerdan en que hay una
persona tan asombrosamente original y tan incorregiblemente
real, que es imposible que haya sido producto de la
imaginación religiosa. Cuando leemos los primeros documentos
cristianos, tenemos la clara impresión de que los autores
están haciendo un gran esfuerzo por hacer encajar a Joshua
ben Adam en su propio mundo conceptual pero, al mismo
tiempo, él no se ajusta a la cajita de ellos - es demasiado
grande para la cajita de ellos. Las partes embarazosas o
escandalosas del relato no pueden ser ocultadas
discretamente con piadosos adornos, y algunas palabras o
acciones de Joshua están obviamente en tensión con la visión
mundial de los propios escritores. Éstos dejan pedazos de la
enigmática historia tirados por allí como otras tantas minas
terrestres para volar en pedazos su propio mito.
No aceptamos la tesis de algunos eruditos de que "la
búsqueda del Jesús histórico" es fútil, basándose en que la
historia no es recuperable. La parte principal de la obra The Jesus Question - the
Historical Search [La Cuestión Jesús - la Búsqueda
Histórica], de Robert Crotty, es que nos iría mejor
quedándonos con un mito que no tiene ninguna base en la
historia. Es un mito muy grande y consolador que ha
sostenido a la civilización occidental durante 2,000 años.
Por otra parte, la búsqueda histórica ha producido tantas
versiones del Jesús histórico que este sendero está cuajado
de demasiadas incertidumbres. Esta es la esencia de la tesis
de Crotty. La obra de 200 años de moderna erudición ha
proporcionado pruebas suficientes de que la búsqueda
histórica ha sido un verdadero Monte Everest. Sin embargo,
el verdadero progreso en la investigación también nos ha
estimulado a creer que la cumbre de la montaña que nos atrae
no es insuperable.
Con frecuencia ocurre que los problemas y los misterios
insuperables son resueltos mediante sencillas soluciones (al
menos en retrospectiva). Sugerimos que no hay ninguna
diferencia cuando se trata de la tarea de recuperar el
bosquejo esencial de la vida y las enseñanzas de Joshua ben
Adam. Creemos que la clave se halla en una humanidad que fue
asombrosa y encantadoramente real. Las religiones, las
culturas, las estructuras sociales y políticas, y las
visiones mundiales de la época de Joshua eran muy inhumanas
en muchos respectos. Pero Joshua ben Adam exhibió un
desarrollo de la conciencia humana y una visión de ser
humano que traspasó todos los límites conocidos. No sólo
tenía la visión sino también el valor tanto para abogar por
como para actuar de acuerdo con la dignidad de ser
verdaderamente humano. Hizo esto en presencia de situaciones
opresivamente inhumanas y peligrosas.
La metodología erudita es importante, como lo demuestra
Dominic Crossan. Pero no es suficiente. La forma sin
espíritu es siempre carente de vida, y la mera investigación
académica es una meta muerta, como lo demuestra ampliamente
Robert Funk en Honest to
Jesus. El elemento más vital de la búsqueda es
compartir el espíritu de Joshua ben Adam. Sin este espíritu,
estamos seguros de salirnos del camino.