William Miller
EL EXTRAÑO ERROR
DE WILLIAM MILLER
DAYS OF DELUSION -
A STRANGE BIT OF HISTORY
Clara Endicott Sears, 1924
Capítulo 7
LA CONSTRUCCIÓN DEL
TABERNÁCULO
Traducido
"Hark,
the Sinner thus lamenting
At the thought of future pain;
Cries, and tears he now is venting,
But he cries and weeps in vain;
Greatly mourning
That he ne'er was born again."
The Millennial Harp, 1843.
Pasó abril, y la
tierra, en vez de partirse en dos y ser barrida por el fuego,
se vistió con las galas de la primavera y se abrió en follajes
y canciones.
Al principio, hubo
evidencia de sorpresa y desencanto entre los milleristas, pero
pronto cedieron su lugar a una renovada confianza. "Después de
todo", se recordaban el uno al otro, "hay un año entero en el
cual esperar la Venida. La esperamos demasiado pronto. Eso es
todo". Y los cantos y las exhortaciones se redoblaron con
nuevo fervor.
Mientras todo esto
sucedía, una gran estructura de madera, conocida como el
Tabernáculo Millerista, se construía en Howard Street, Boston,
siendo éste el mismo sitio en el cual años más tarde se
levantaría el teatro conocido como el Ateneo Howard. El
edificio era circular, como de ciento quince pies de diámetro,
y dispuesto de manera que pudieran caberle varios miles de
personas. Este era el gran punto de reunión de los milleristas
en Boston y los suburbios. El público, cuya curiosidad no
conocía límites, lo observaban constantemente. Se decía que el
edificio había sido asegurado por siete años, pero una
negación de esto apareció en "The Midnight Cry" del 18 de mayo
de 1843, como sigue:
"Muchos periódicos
han repetido la falsa afirmación de que el Tabernáculo de
Boston ha sido asegurado por siete años. Hemos sido
autorizados por la Secretaría del Comité para decir que el
edificio ha sido asegurado por un año por necesidad, para
proteger el pago de los gastos. Una compañía ofreció
asegurarlo por siete años, pero la oferta fue declinada".
La idea de construir
un Tabernáculo germinó en el fértil cerebro del Pastor Joshua
V. Himes. Habría de ser terminado a comienzos de año, pero
algunas demoras dilataron el trabajo, y no fue dedicado sino
hasta el 6 de mayo de 1843.
La dedicación tuvo
lugar en presencia de un enorme auditorio, y como el Profeta
Miller estaba muy enfermo, el Pastor Himes fue el maestro de
ceremonias.
Se necesitaba una
mente astuta y ágil como la suya para manejar la situación,
que era un poco delicada. Había pasado abril, y los seguidores
de Miller, así como el público, evidentemente esperaban alguna
explicación. En vez de presentar el discurso él mismo, el
Pastor Himes ncomendó esta tarea al Reverendo S. Hawley, que
había sido ministro presbiteriano, pero que ahora se había
convertido, y en el cual se podía confiar para que hiciera
resaltar en fuerte relieve ciertas afirmaciones que el Pastor
Himes deseaba que se enfatizaran. En referencia a la cuestión
concerniente a la llegada del fin, cada palabra se escogió
cuidadosamente, como muestra el siguiente extracto:
"En relación con ese
suceso, lo esperamos en 'la plenitud del tiempo', en
cumplimiento de todos los períodos proféticos, ninguno de los
cuales parece extenderse más allá de 1843 D.C. Por lo tanto,
lo esperamos para esta época. Seis mil años desde la creación
era el tiempo en que la iglesia primitiva esperaba el
Advenimiento, y Lutero, Bengal, Burnet, Fletcher, Wesley, y
otros, todos tenían sus ojos puestos más o menos en este
período de tiempo. Y ahora el cumplimiento de las profecías,
el fin de los períodos proféticos, y las señales de los
tiempos, nos amonestan de que verdaderamente está a las
puertas".
Después de esto, vino
una afirmación, que ciertamente debe haber asombrado al
auditorio, especialmente a los que habían estado asistiendo a
las reuniones en las carpas a principios de ese año:
"El público ha sido
engañado por la prensa secular y religiosa en relación con los
días y meses específicos que se dice se esperaba al
Salvador. Hay demasiadas dificultades al tratar de fijar con
certeza cualquier día en particular para que sea seguro
señalarlo con algún grado de positividad, aunque a algunas
mentes les pueda parecer que más probables circunstancias
apuntan más a algunos días en particular que a otros. Cuando
nuestros hermanos les han puesto nombre a estos días, éstas
han sido sólo sus propias y personales opiniones, y no la
opinión de sus amigos. Por lo tanto, la causa no es
responsable de cualesquiera limitados puntos de vista y
cálculos. Ocupamos el mismo terreno que hemos ocupado siempre,
de acuerdo con la página principal de todas las conferencias
del señor Miller, es decir, que el Segundo Advenimiento
ocurrirá por el año de 1843. El 23 de abril, al que todos
nuestros oponentes han apuntado, nunca fue mencionado por
ninguno de nuestros amigos, sino sólo por nuestros enemigos.
"Debemos evitar todos
estos conceptos extravagantes, y todo lo que pueda conducir al
fanatismo. Dios no es autor de confusión. 'Hágase todo
decentemente y con orden', dice el apóstol.
Luego, el Comité del
Tabernáculo hizo esta declaración específica, aunque pronto
fue olvidada en la agitación de los meses siguientes:
"Se nos ha ordenado que nos mantengamos ocupados
hasta que Cristo venga. Hemos de plantar nuestra semilla y
recoger nuestra cosecha mientras Dios nos dé tiempo de
plantar y tiempo de cosechar. Si mejoramos el tiempo de la
siembra venidera, y no tenemos cosecha, habremos cumplido
con nuestro deber, y si se nos da una cosecha, estaremos
preparados para segar. Nuestro deber es estar continuamente
ocupados, ya sea proveyendo para las necesidades de los que
dependen de nosotros, como aliviando las angustias ajenas.
Hemos de hacer el bien según tengamos oportunidad, y de
ninguna manera malgastemos nuestro tiempo en ociosidades.
Eso traería reproche sobre nuestro Salvador. Asegurémosnos
de que nuestros corazones estén bien a la vista de Dios, y
luego, ya sea que velemos o durmamos, que estemos trabajando
para salvar almas u ocupados en nuestros diarios
deberes, de que nos encontraremos con nuestro Señor en paz.
Que el Dios de paz dé, a todos los que profesamos amar Su
aparición, la sabiduría que nos guiará en lo correcto, y nos
conduzca por el camino de la verdad, y que redunde en Su
mayor honra y gloria.
[Firmado] "Prescott
Dickinson
"Frederick Clapp
"Wm. M. Hasltat
"Stephen Nichols
"John Lang
"Micajah Wood
"Joseph G. Hamlin
"John Augustus
"Joshua V. Himes
"Comité del Tabernáculo".
Habiendo establecido
estos puntos a la aparente satisfacción de los seguidores de
los milleristas, el Pastor Joshua V. Himes y su comité
sostenían reuniones diarias en el Tabernáculo, en el cual la
gente ocupaba cada uno de los espacios disponibles. Los cantos
podían oírse a gran distancia, y los que no podían entrar al
edificio llenaban las calles afuera. En toda esta agitación,
un hecho psicológico resaltaba muy claramente, y éste era la
completa incapacidad tanto de parte de la multitud como de la
mayoría de los seguidores de Miller para captar una idea tan
estupenda y tan abrumadora como la súbita aparición de nuestro
Señor - la tierra disuelta en llamas, el cambio instantáneo de
este mundo material en cielo o en infierno. Los labios podían
pronunciar las palabras, pero los cerebros no las registraban.
En consecuencia, la conducta de las multitudes burlonas y de
los creyentes era a menudo inconsecuente hasta lo último. Para
ilustrar esto, mientras las reuniones tenían lugar en el
Tabernáculo, afuera se tenía la impresión general de que
durante la reunión los milleristas esperaban elevarse, pasar a
través del techo, y flotar hacia el cielo, y un gran número de
personas se reunían fuera en el común con la
esperanza de alcanzar a verlos después de que se hubiesen
elevado por sobre los edificios y estuviesen en camino. Esto
no es cuento de hadas - es un hecho. La autora de este libro
tiene un pariente cuyo padre fue llevado al común de niño
"para ver subir a los milleristas" en una de estas ocasiones.
El 28 de mayo, el
hijo del Profeta Miller le escribió las siguientes líneas al
Pastor Himes: "En términos generales, la salud de papá no ha
mejorado. Continúa muy débil y desanimado, y confinado a su
cama la mayor parte del tiempo".
Durante este período
y el verano, Miller estuvo demasiado enfermo para participar
en absoluto en lo que ocurría, y el Pastor Himes hizo todo lo
que pudo, o por lo menos trató. No pudo hacerlo con el
Reverendo John Starkweather, quien continuó proyectando su
mesmérica influencia sobre los confiados auditorios, y se
apareció en una reunión al aire libre que comenzó el 9 de
Agosto de 1843 en Plainfield, Connecticut. De acuerdo con el
biógrafo de Miller, en esta reunión "hubo algunas
manifestaciones completamente nuevas para los presentes, que
ellos no pudieron explicar".
Pero no se necesitaba
al hermano Starkweather para inducir condiciones anormales. El
Pastor Bliss nos cuenta que en Stepney, cerca de Bridgeport,
en ese mismo mes, algunos jóvenes, profesando tener el don de
discernir espíritus, "se apresuraron a cometer grandes
extravagancias".
Más tarde, en
septiembre, un artículo protestando contra las acciones de la
ocasión y firmado por el Pastor J. Litch apareció en "The
Midnight Cry".
"Rara vez he
presenciado una escena tan ignominiosa bajo el manto de la
piedad", escribe. "Más o menos cada año durante los últimos
diez años, he estado en contacto con el mismo espíritu, y he
tomado nota de su evolución, sus comienzos, y sus resultados,
y ahora estoy preparado para decir que es impío, y
solamente impío, y esto continuamente. Yo me le opuesto
siempre dondequiera que lo he visto aparecer, y de la misma
manera ha sido deunciado por oponerse al poder de Dios y
resistirse a la operación del Espíritu. El origen de él es la
idea de que los individuos involucrados de esta manera están
por completo bajo la influencia del Espíritu de Dios, son sus
hijos, y Él no los engañará ni los hará extraviarse. De aquí
que cedan a todo impulso que reciben como si viniera de
Dios y, siguiéndolo, no hay límites para el fanatismo al que
pueden llegar". [The Midnight Cry, Septiembre 14 de
1843.]
Para este tiempo,
circulaba todo tipo de rumores en relación tanto con el dinero
que el Pastor Joshua V. Himes recibía por sus publicaciones
como con el dinero recogido en las carpas, etc., que el
público calculaba que alcanzaba grandes sumas. En realidad, un
gran porcentaje de los folletos que él publicaba se
distribuían gratuitamente, lo cual reducía considerablemente
el dinero recibido. De seguro, las ventas de las conferencias
de Miller deben haber sido tan grandes como la venta de "The
Midnight Cry", pero los gastos eran elevados. Había el
edificio del Tabernáculo, y el constante transporte y
levantamiento del enorme Tabernáculo, una característica que
ayudaba a difundir la doctrina del Profeta Miller; había
gastos de viaje aquí y allá, incurridos por un gran número de
predicadores que no podían sufragárselos. Estas cosas no eran
tomadas en cuenta por el público. Había también un rumor de
que, como prueba de que el Profeta Miller no creía en su
propia profecía, se estaba construyendo un alto muro de piedra
alrededor de su granja. Hay dos informes de visitas a su casa,
que son interesantes. Uno contradice al otro por completo. El
primero es un extracto de una carta que apareció en "The
Midnight Cry" el 6 de julio de 1843, firmado por A. Spaulding,
y relata una visita a Miller durante su enfermedad:
"No había yo estado
allí sino un corto tiempo cuando él manifestó su hospitalidad
preguntándome si mi caballo había sido atendido.
Intercambiamos libremente opiniones sobre las profecías y
conversamos sobre la Venida de nuestro Señor... Le dije que yo
no había visto alrededor de su granja el alto muro del que tan
a menudo había oído hablar. Dijo que el señor Tilden, que
estaba presente, iría conmigo a buscarlo. Así que dimos un
paseo alrededor de la granja. Hay un muro de piedra común y
corriente, como los que hay en todas las otras granjas
vecinas. Siendo el terreno pedregoso y disparejo, éste es un
método de construir cercas tan bueno como cualquier otro.
Aunque su granja no tiene las marcas del descuido, no vi
mejoras recientes, excepto un portón común. Los edificios
estaban en buenas condiciones, y todo estaba en orden. La
granja es manejada por sus hijos, granjeros sencillos e
industriosos, que sostienen a la familia y le pagan una suma
anual para sus gastos personales. Su casa, como cierto número
de otras en la vecindad, es una buena casa de dos pisos, con
persianas verdes, y el frente y los extremos pintados de
blanco. El mobiliario es sencillo, hecho como está para ser
usado, no como adorno. No vi nada extravagante. En una
habitación hay un banco de zapatero, usado por uno de sus
hijos, que es paralítico.
"El hermano Miller
ocupa una de las habitaciones frontales inferiores, donde
tiene su cama, algunas sillas comunes, su antiguo librero, y
un reloj. En la otra habitación hay un retrato, pintado hace
como veinte años; un gran diagrama de la visión de Daniel y de
Juan, pintado sobre lienzo y parecido al que aparece en una
miniatura en la última parte de su libro. El artículo más
elegante en la casa era una Biblia, que le había sido
presentada por un amigo en Boston.
"La granja, con sus
mejoras, es el resultado de muchos años de duro trabajo y
economía. Todo conectado con ella parece indicar que él cree
en lo que predica. Trabajaba en su granja, estudiaba su
Biblia, se convenció de la verdad, y luego la declaró sin
temor a sus paisanos (viajando las más de las veces a su
propia costa), y ellos a su vez dijeron toda clase de infamias
contra él".
La otra carta
apareció en el "Troy Times" de julio de 1894, y contenía un
relato del Reverendo Profesor Wentworth, que entonces
trabajaba en la Troy Conference Academy, de una visita que le
hizo al Profeta Miller el día antes de la gran conflagración
que se esperaba. Dice en ella que, "aunque el juicio final
estaba muy cerca, y los fieles estaban deshaciéndose de sus
bienes materiales como muestra de su desprecio de todo lo que
fuera perecedero, no sucedía así con Miller mismo. Creía en el
mandato: 'Manteneos ocupados hasta que yo venga,' y sus campos
estaban limpiamente segados y cosechados, su leñera estaba
llena de leña aserrada y apilada para ser usada en el
invierno. Cuarenta varas de un nuevo muro de piedra habían
sido levantadas ese otoño, y una rastra estaba lista allí
cerca con rocas para ser puestas en el muro al día siguiente".
[Daniel Treadwell, Personal Reminiscences of Men and
Things on Long Island.]
Es posible que los
hijos del Profeta Miller que manejaban la granja pensaran que
era mejor errar del lado seguro.
Para septiembre,
Miller había recobrado su salud lo suficiente como para entrar
al campo de acción nuevamente, e hizo una gira bastante
extensa por New Hampshire, incluyendo Claremont, Springfield,
Wilmot, Andover, Franklin, Guilford, Gilmantown, Concord, y
Exeter. Desde allí, fue a Massachusetts y disertó en Lowell,
terminando finalmente con tres conferencias en Boston, después
de lo cual regresó a su hogar en Low Hampton para descansar.
Durante su
enfermedad, no había tenido oportunidad de descubrir el
alcance del fanatismo que para entonces se había convertido en
un serio problema dondequiera que sus seguidores se
congregaban. En su última visita a Massachusetts, sin embargo,
se encontró cara a cara con condiciones que lo sorprendieron y
lo preocuparon. Escribió una carta de protesta que fue
publicada en el "Signs of the Times" de noviembre 8 de 1843.
"Mi corazón se sintió
profundamente adolorido durante mi gira", escribe, "al ver en
algunos de mis anteriores amigos una proclividad a extremos
desaforados y estúpidos, así como a vanos engaños, tales como
hacimiento de milagros, discernimiento de espíritus, puntos de
vista liberales y vagos acerca de la santificación, etc. Por
lo que respecta a los milagros, no tengo fe en los que
pretenden de antemano que pueden hacer milagros. Siempre que a
Dios le ha parecido bien efectuar milagros, los instrumentos
aparentemente no han estado conscientes de haber tenido el
poder hasta que la obra se ha efectuado. En ningún caso que yo
recuerde, se ha proclamado con una trompeta que ellos podían
hacer o harían un milagro. Moisés y los profetas eran más
modestos que esos modernos pretendientes a este poder.
Usted puede estar seguro de que cualquiera que reclama para sí
este poder tiene el espíritu del Anticristo. Me temo que el
discernimiento de espíritus es otro movimiento fanático para
apartar a los Adventistas de la verdad y llevarlos a depender
de los sentimientos, las costumbres, y el engaño de sus
propias mentes, más que de la palabra de Dios. He observado
que las personas que creen que han sido bautizados por el
Espíritu Santo, como lo llaman, se vuelven más sensibles a sí
mismos, y muy celosos de su propia gloria; menos pacientes, y
llenos de un espíritu de denuncia contra otros que no son tan
afortunados como ellos. Hay muchos espíritus en el mundo, y se
nos ordena que probemos los espíritus".
Pero, ni siquiera el Profeta Miller - el hombre que había
sembrado las semillas de este fanatismo - tenía suficiente poder
para evitar la densa maleza que surgió y que extendió sus
tentáculos en todas direcciones, impidiendo el crecimiento de la
vegetación saludable que estaba a su alcance. Miller salió de su
aislamiento de muchos meses de enfermedad para encontrarse con
que sus seguidores se le habían adelantado mucho. Además, ellos
ahora estaban siendo dirigidos por una hueste de otros
predicadores de la doctrina, especialmente el Pastor Joshua V.
Himes, que era el editor de los varios periódicos y folletos que
promocionaban la causa Adventista, controlando así el material
de lectura que se les repartía a los fieles, y quien hizo poco
para detener este exceso de fanatismo mientras profesaba
deplorarlo al mismo tiempo.
Unos pocos extractos de "The Midnight Cry"
dará una idea de la manera en que la doctrina se difundía:
"Charles Fitch, anteriormente pastor de la
Iglesia Presbiteriana Libre, de Newark, New Jersey, predicará
sobre la Segunda Venida de Cristo a las puertas, en la esquina
de las calles Catherine y Madison, el próximo sábado por la
mañana. Su permanencia en New York será corta. Se recogerá una
ofrenda para sufragar sus gastos en el Oeste". [The Midnight
Cry, Junio 1, 1843.]
"El Reverendo Thimball presentará un
discurso sobre profecías no cumplidas, el próximo domingo por la
noche en la gran capilla de la Universidad de New York en
Washington Square". [New York.] [The Midnight Cry], junio
de 1843.
"Las conferencias continuarán tres veces
los sábados en el Salón Apolo, en el número 410 de Broadway, y
en el Salón Columbia, en el número 263 de la calle Grant, los
lunes, martes, miércoles, y viernes por la noche. Habrá
reuniones de oración los jueves por la noche en varias
residencias privadas". [New York.] [The Midnight Cry,
Junio 3, 1843.]
"Reunión en carpa sobre la Segunda Venida,
en la granja de Michael N. Stoner (si el tiempo continúa)
como a milla y media de Middleton, a la vista del peaje del
ferrocarril de Harrisburg y Lancaster y el Canal de
Pennsylvania. Comenzará el viernes 28 de julio y continuará por
diez días. A todos los que amen la aparición del Señor se les
pide que asistan y traigan sus propias tiendas de campaña. Se
les proporcionará cómodo alojamiento en tiendas a todos los que
vengan desde cierta distancia, y habrá alimentación disponible
en el terreno a razón de $1.50 por semana o 12 1/2 centavos por
comida.
"Se les prohibe a todas las personas
desordenadas permanecer en o cerca de la carpa. La ley prohibe
la venta de toda clase de artículos de tráfico, bebidas
alcohólicas, vino, oporto, cerveza, sidra, etc., dentro de tres
millas de cualquier reunión religiosa. Se requerirá de todos el
más estricto orden durante todo el tiempo que dure la reunión.
"El
público en general está invitado". [The Midnight Cry,
julio 27, 1843.]
La
Reunión en Carpa de Buffalo, New York
El editor, Joshua V. Himes, dice
de ella:
"El sábado tuvimos un
gran número de residentes de la ciudad y el vecindario; y de
todos los lugares que he visitado hasta ahora con la carpa,
debo decir que nunca fuimos saludados con mayor respeto, ni
tuvimos mayor orden de la muchedumbre que en este lugar. La
impresión causada ha sido favorable y poderosa. La ciudad
entera está animada. La gente está ansiosa de luz. Hemos
distribuído material impreso por millares, y está siendo leído
en toda la ciudad".
"El hermano Himes
visitó Toronto, Canadá, el mes siguiente. Se hicieron arreglos
para que el hermano Fitch presentara una serie de conferencias
en esa ciudad como el primero de septiembre". [The Midnight
Cry, agosto 17, 1843.]
"Nuestro próximo
movimiento general será en Ohio, probablemente en Cincinnati o
en las cercanías, o donde a los hermanos les parezca mejor. Si
es posible, nos proponemos reunirnos con nuestros hermanos en
esa parte del país para distribuir material impreso por valor
como de $2000 en esa parte de la Unión. Hasta donde sea
práctico, le proporcionaremos a cada pueblo una biblioteca.
También nos proponemos proporcionar a todos los ministros
material impreso sobre el tema, que ellos leerán. Si
ellos mismos no pueden obtenerlo, nosotros se lo
proporcionaremos. No tendrán excusa.
"Esperamos ver una
gran congregación en el Oeste. Varios eficientes maestros
estarán allí para presentar a la gente las fuertes razones que
tenemos para nuestra gloriosa esperanza" [The Midnight Cry,
agosto 3, 1843.]
"El hermano
Hutchinson escribe que él está haciendo todo lo que puede para
difundir el clamor en Canadá y otros lugares.... Cualquier
ayuda que se le preste será recibida con gusto.
"Reunión en carpa en
Groton, Massachusetts, como a dos millas de la población,
sobre el camino principal que va desde Groton a Keene,
comenzando el 15 de agosto. Estarán presentes capaces
exponentes de la doctrina". [The Midnight Cry, agosto
10, 1843.]
Al pasar los meses,
la situación se volvió aún más tensa para los seguidores del
Profeta Miller, y con la excitación de las reuniones en las
carpas, los cantos, las exhortaciones, y los permanentes
estremecimientos de temor creados por la espera del fin, hora
tras hora, la histeria cruzó repetidamente la línea que la
separaba de la locura, y los asilos se llenaron de pobres
hombres y mujeres engañados, mentalmente incapaces de resistir
el esfuerzo. En un libro titulado "Boston Notions", impreso
por Nathaniel Dearborn en 1848, y vendido por W. D. Ticknor
& Co., en Boston, y William A. Colman, en Broadway, New
York, se hace un relato del Movimiento Miller, en el cual se
hace la siguiente afirmación: "Cientos de estos
desafortunados fanáticos están ahora en los hospitales, y en
el informe oficial del hospital de Worcester, el número de
internados allí a causa del frenesí religioso iguala al
número de víctimas de la intemperancia".
Hay un interesante
artículo escrito por el finado Festus C. Currier, de
Fitchburg, titulado "Observations On the Nineteenth Century"
[Observaciones Sobre el Siglo Diecinueve], que él leyó ante la
Fitchburg Historical Society en 1902. Habiendo visto
personalmente al Profeta Miller y habiéndole oído predicar,
sus afirmaciones tienen un claro valor. Comentando los muchos
y lastimosos casos de locura notables durante este período,
menciona un incidente que presenció en junio 17 de 1843.
"Al
caer la tarde", dice, "regresaba de Boston, donde había asistido a
la celebración de la terminación del Monumento de Bunker
Hill, y adonde había ido a escuchar a Daniel Webster y a ver
al Presidente John Tyler (que era un invitado de la
Asociación Pro Monumento). Viajando en la parte de afuera de
una diligencia, cuando pasaba por la calle cerca de la
estación de Wellesley Hills del ferrocarril de Boston y
Albany, conocida entonces como la estación Grantville,
observamos a cuatro hombres que llevaban, en dirección de la
estación, a un hombre que supusimos estaba ebrio o era
víctima de un ataque. Al preguntar, nos enteramos de
que estaba siendo llevado al manicomio de Worcester.
Los periódicos del día siguiente informaron del caso.
Aparentaba ser un hombre como de cincuenta años de edad, de
buena posición y medios, pero que bajo la influencia de la
doctrina de Miller se había vuelto loco de remate. Éste fue
sólo uno de muchos infortunados de los cuales se informó que
habían sido apartados de la razón y el buen juicio.
Pero la cercanía del 'último día', como lo llamaba Miller,
sólo aumentaba la excitación, y muchos ciudadanos
equilibrados fueron afectados por ello, particularmente los
de fuertes sentimientos religiosos y emotivo temperamento".
Si las personas de
edad madura eran afectadas, los niños no lo eran menos. En un
sermón predicado por el Reverendo James A. Hayne en la Iglesia
Congregacionalista de South Wilbraham durante ese período,
contó la siguiente anécdota como advertencia a sus feligreses
en relación con la influencia de la profecía del Profeta
Miller sobre la mente de un niño.
"Una
niñita," dijo, "aterrorizada
por las conversaciones de que el mundo llegaba a su fin y
que los impíos iban a quemarse, dijo: 'Madre, quiero morir
este verano. No quiero vivir el año siguiente y
quemarme'."
Un relato de lo que
los niños experimentaron en ese tiempo apareció en "The
Outlook" de mayo 18, 1908, escrito por Jane Parker y basado en
su propia experiencia. El hermano Marsh era una figura
familiar en "The Midnight Cry," siendo citado repetidamente, y
las reminiscencias de su hija, por lo tanto, son doblemente
interesantes. Unos pocos extractos revelarán la presión bajo
la cual vivían estas personitas:
"Yo tenía seis años
de edad [1843 D. C.] cuando mi padre, que era pastor de una
parroquia rural en el este de New York, 'salió de Babilonia,'
quemó sus naves tras él, y trasladó su familia a Rochester
para ocupar la plaza designada para él por Padre Miller como
cabeza del centro occidental del movimiento, convirtiéndose en
el director del periódico semanal y de incontables
publicaciones de la causa. Su hogar era un puerto de refugio
contra las tormentas para predicadores viajeros y sus
familias. Su flexible hospitalidad abarcaba a un
gran contingente de los fieles de la región alrededor, que
habían dejado todo para pasar el resto del tiempo asistiendo
constantemente a las reuniones de los creyentes. La
esperanza de 'subir todos juntos con aclamación' era amplia
compensación por dormir en el piso de nuestra sala, como
muchos tuvieron que hacerlo, y por dejar a sus bebés todo al
día al obligatorio cuidado de los niños de mi madre.
"No había peligro de
que nosotros los niños olvidáramos ese verano que la trompeta
podría sonar en cualquier momento porque, aunque se había
fijado un día para el fin, cabía la posibilidad de que se
cometiera otro error al calcular los períodos proféticos, así
como en las interpretaciones, los eslabones faltantes, etc.
Que no había que correr ningún riesgo en desobediencia pesaba
con fuerza en nuestras mentes infantiles. Debíamos hacer lo
mejor que podíamos cuidando los bebés que demasiado a menudo
quedaban en nuestras manos. La temida expectación de escuchar
'la terrible trompeta' quedaba maravillosamente atenuada por
la larga demora - felizmente - porque nunca nos olvidamos de
que el día que se acercaba ardería como un horno. Yo sabía
cómo era el calor de un antiguo horno de ladrillos. Una
vez que abrí la puerta de uno de ellos, se me chamuscó el
cabello. Otro día, lancé mi muñeca de trapo a una fogata de
basura de jardín y, viendo la muñeca encogerse hasta
convertirse en cenizas, aprendí lo que era 'arder sin dejar ni
raíz ni rama.' ¡Y yo con una manzana verde en el bolsillo en
ese momento! Nunca dejaba de decir por la noche: 'Si el Señor
viene antes de la mañana, ojalá que yo sea arrebatada para
encontrarme con Él en el aire.' ¡Pobre pequeña millerista! Me
decía a mí misma: 'Papá se asegurará de que yo sea sacada del
fuego a tiempo.' Pero éramos tres niñitas, además de mamá, y
los truenos y los relámpagos siempre la hacían desmayarse.
¡Por supuesto, mi gatito tendría que ir también, así como un
muchachito que me gustaba pero que decía malas palabras! Pero
estos estados de ánimo eran breves, y ocurrían sólo cuando yo
había sido muy arrogante. En general, no me había ido
demasiado mal ese verano, porque no había tenido que ir a la
escuela, ni había tablas de multiplicar, ni libro de
deletrear. Aunque habíamos tenido que leer mucho en nuestras
Biblias, y recitar de un catecismo sobre el Libro de Daniel,
dejando tan claro como fuera posible que el fin del mundo
llegaría ese mismo año.
"Daría mucho ahora
por ver uno de esos catecismos de niños sobre Daniel
preparados para los pequeños milleristas. Estoy bastante
segura de que había también un libro sobre Apocalipsis, porque
¿de qué otra manera se puede explicar mi marcada preferencia
de niña por la visión de 'San Juan' por sobre las visiones del
libro de Daniel? ¿O mi precoz relación con todos los sietes -
candelabros, ángeles, iglesias, sellos, copas - cada uno de
ellos una fuente para mi imaginación? ¿O aquellas langostas
con dientes de león y colas de escorpión? ¿Quién relegó a un
segndo plano hasta el fascinante macho cabrío de Daniel, que
pisoteaba no sólo el terrible carnero, sino también las
estrellas del cielo?
"'Ir a la reunión,'
de lo que hubo mucho para los los niños ese verano (y oh,
¡cuántos días de ayuno!) fue maravillosamente aliviado por los
incultos burladores que a veces diversificaban los largos
sermones con ruidosas interrupciones. Cuando llegaba la
policía, aquéllo era siempre un episodio impresionante para
nosotros. Algunas veces, una mujer caía en trance y veía cosas
extrañas, o el hermano Alguien hablaba en lenguas y había que
callarlo cantando. Eso siempre lo disfrutábamos
inmensamente. O teníamos bautismo por inmersión en el río,
cuando la gran muchedumbre en la orilla cantaba
"'Veremos al Señor venir en
la mañana de resurrección,
Mientras la banda de
música resuena en el aire.'
"Los niños
acostumbraban levantarse para orar en aquellas grandes
reuniones, y contar sus 'experiencias.' Mamá nos aconsejaba
mantenernos fuera de eso, y así lo hacíamos.
"Otra característica
era la gran imagen de madera del primer sueño de
Nabucodonosor, que usualmente estaba debajo del diagrama
pictórico de Padre Miller de las profecías - aquellos austeros
retratos del sueño de Daniel y las visiones de Juan - bestias
desconocidas para la zoología. La imagen podía ser desmontada,
reino por reino, hasta que no quedaba nada, salvo los pies de
hierro y de barro cocido, condenados a ser hechos pedazos 'el
día décimo del mes séptimo del Jubileo' ...
"Contar historias,
siempre de la Biblia, y jugar a tener reuniones de oración
eran pasatiempos favoritos de los pequeños milleristas. Estos
juegos siempre terminaban con estas palabras: '¡Y así es como
el mundo llegará a su fin 'el día décimo del mes séptimo en el
año del Jubileo!
"Todos recitábamos a coro
la suerte de Nabucodonosor:
"'Fue
echado de entre los hombres; con las bestias del campo fue su
habitación;
"'Comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se
mojaba con el rocío del cielo
Hasta que su pelo creció como plumas de águila,
y sus uñas como las de las aves.'
"Podíamos contestar con
confianza las preguntas: '¿Quién es el rey del norte?' y '¿Quién
es el rey del sur?' Nos sabíamos las características peculiares
de cada una de las terribles bestias - la plaga de cada copa -
los nombres de los jóvenes hebreos - la lista de los
instrumentos musicales usados en la dedicación de la gran imagen
que el Rey de Babilonia erigió. ¡Con cuánta soltura
contestábamos cualquier pregunta de nuestro catecismo acerca de
Daniel el profeta!
"Y los días pasaban y
todavía la visión se tardaba ... ¡Bienaventurado el que espera,
Selah!'"
La Sra. de Tehodore C. Parsons, de Agawam,
Massachusetts, proporciona una pequeña anécdota que revela la
sencilla credulidad de la mente de un niño. Su madre, que a la
sazón vivía en South Scituate, Rhode Island, tenía muchos
recuerdos de la agitación creada por la profecía de William
Miller durante 1843 y 1844.
Había un hombre llamado Barker que también
vivía allí, y era un entisiasta seguidor del Profeta. Un día, un
muchachito fue visto encaramado en la cerca en frente de la casa
de este buen hombre, y mirando fijamente hacia la casa con los
ojos muy abiertos. Estuvo sentado allí tanto tiempo, que algunos
vecinas sintieron curiosidad. Una de ellas cruzó la vereda, y le
preguntó qué estaba mirando. El jovencito levantó la vista y la
miró de un modo en que se mezclaban el temor, la curiosidad, y
asombro. "Estoy esperando ver al Sr. Barker subir al cielo,"
susurró en tono de asombro.
Otro ejemplo del temor oculto en lo
profundo de los corazones de los niños durante este período de
agitación proviene de la Srta. Eugenie J. Gibson, de Woodsville,
New Hampshire, cuyo tío tenía muchos recuerdos de la excitación
que prevalecía en 1843 y 1844. Ella tenía diez años de edad en
ese tiempo, y su familia vivía en un pueblecito en el sur de
Vermont.
"Él estaba muy
impresionado," dice la Srta. Gibson, "con los preparativos de
los vecinos para el día en que el ángel Gabriel hiciera sonar la
trompeta. Muchos vendían sus granjas y su ganado (nunca se le
ocurrió preguntar qué esperaban hacer con el dinero), y todos se
fabricaban capas blancas. Él se sentía muy acongojado por la
falta de interés de su madre, y un día le preguntó cuándo iba
ella a comenzar a fabricar las capas de ellos. Cuando ella
contestó que no pensaba fabricar ninguna, él decidió que lo
único que a podía hacer era mantenerse cerca del granjero Jones,
que era corpulento y fuerte, y colgarse de su capa cuando
viniera la señal, y así ascender al cielo con él."
La Sra. de Paul Ruggles, de Camden, Maine,
recuerda que su madre con frecuencia contaba una experiencia que
había tenido cuando llevó a una de sus hijitas a una carpa
millerista en 1844. En aquella ocasión, hombres y mujeres, "se
lanzaron al piso, rodando y gritando." Su pobre niña
estaba tan aterrorizada, y gritaba tan desaforadamente, que tuvo
que llevársela a casa.
El Sr. John M. Fountain, de Eastport,
Maine, (que nació en 1835), pidió a su hija que le enviara a
esta autora la siguiente divertida anécdota acerca de sí mismo
cuando era niño, cuando todos esperaban el fin:
"Dice que recuerda
aquel tiempo muy claramente," escribió su hija, "cuando él era un muchachito, de lo que toda
la gente hablaba, y de la gran excitación que había. Una cosa
recuerda especialmente, y es haberle dicho a su madre que, si
venía el fin del mundo, ¿por qué no matar todos los pollos y
gallinas, y comer bien antes de que llegara el momento? Ella
le dijo que se callara y se quedara quieto."
"Ahora,
¡oíd!, el sonido de la trompeta rasga los cielos;
Ved cómo, millones que dormitan, despiertan y
se levantan.
¡Qué gozo, qué terror, y qué sorpresa!
Tomado de "The Millenial Harp," publicado por
Joshua V. Himes en 1843.
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