VIDA DE ELLEN G. WHITE
SUS AFIRMACIONES REFUTADAS

Dudley Marvin Canright

Capítulo 22 - Conclusión

Traducido de Ellen White Exposed


La Sra. White tenía mucho que decir acerca de los tres mensajes de Apoc. 14:6-10. Éstos, decía ella, son el fundamento de su mensaje y de su movimiento.

El primero, sostenía, se cumplió en el movimiento de William Miller fijando la fecha para la segunda venida en 1843-1844.

Por más de sesenta y cinco años, ella aplicó el segundo mensaje, o la caída de Babilonia, a las iglesias protestantes, y dijo que no se podía aplicar a la "Iglesia Romana". Pero, como hemos visto, en 1911 cambió sus enseñanzas en relación con este mensaje, y lo aplicó en particular a la Iglesia Romana. Si está en lo correcto en esta última exposición, estaba errada, y enseñó el error en relación con el segundo mensaje, casi toda su vida.

El tercer mensaje advierte contra la falsa adoración y el recibir la marca de la bestia. Casi toda su vida, la Sra. White enseñó que la marca de la bestia es guardar el domingo; pero, como vimos en el capítulo anterior, cerca del final de su vida ella cambió su punto de vista en relación con esto, y dijo que "dar el domingo al Señor" era siempre aceptable a Él.

En otras palabras, ella se equivocó y enseñó el error en relación con todos los tres mensajes, los mismos que ella y sus seguidores han sostenido que es el fundamento de su movimiento. Si se equivocó en los fundamentos, ¿cómo puede tenérsele confianza en otros asuntos?

Para resumir brevemente algunos de sus errores más prominentes, puede observarse lo siguiente:

La gran característica de los 144,000 descritos en este último pasaje de la Escritura es que "en su boca no fue hallada mentira."

La mentira es engaño. Por lo tanto, la ausencia de mentira significa ausencia de engaño. Pero, como se ha señalado en tantas ocasiones en este libro, las afirmaciones de la Sra. White de que era una inspirada profeta de Dios se han mantenido mayormente por medio del engaño, tanto de parte de ella misma como de parte de sus defensores y seguidores. Ni ella ni ellos, por lo tanto, se ajustan a la descripción y a las características que a la Inspiración le ha parecido bien dar de los 144,000.

Ningún don legítimo de Dios, ningún verdadero don del Espíritu, ha requerido jamás la mentira - el engaño, el fraude, la duplicidad - para ser defendido y sostenido.

Que ella tenía la intención de ser cristiana, y que sus obras contienen muchas cosas buenas en sí mismas, no es necesario negarlo. Sus motivos podemos dejárselos a Dios sin peligro. Pero sus elevadas afirmaciones no son defendibles. Son refutadas por demasiados hechos manifiestos e incontrovertibles.


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