VIDA
DE
ELLEN G. WHITE
SUS AFIRMACIONES REFUTADAS
Dudley Marvin Canright
Capítulo 17
- Otros influían en ella
para que escribiera testimonios
Traducido de Ellen White Exposed
Que otros influían
sobre la Sra. White para que escribiera testimonios basados en
lo que otros le decían se puede probar fácilmente. Ella negaba
esto, y trataba de hacer creer a sus seguidores que recibía su
información directamente del cielo - que "el ángel de Dios" le
había hablado y revelado los casos de la gente. (Véase Testimonies, tomo III, pp.
314, 315; Vol. V, pp. 65, 683). Pero los hechos en contrario son
demasiado claros. Nótense los siguientes ejemplos ilustrativos.
Reprendió al hombre
equivocado
Aproximadamente en el año de 1882, dos ministros
Adventistas, E. P. Daniels y E. R. Jones, trabajaban juntos en
Michigan. Al dar una charla sobre salud, uno de ellos había
hecho algunas observaciones bastante ofensivas para gustos
estéticos.
No mucho tiempo después, Daniels recibió un
testimonio de la Sra. White, reprendiéndolo por la ofensa, que
según ella había ocurrido en Parma, Mich. Pero resultó que
había reprendido al hombre equivocado, y que el incidente no
había ocurrido en Parma, sino en otro lugar.
En vez de que la Sra. White reconociera su error,
Daniels, el hombre falsamente acusado, fue inducido a hacer la
siguiente declaración:
"Por un
malentendido, sucedió que yo fui la persona reprendida, en
lugar de la persona a quien estaba dirigida la reprensión, y
que en justicia la merecía. Si se hubieran sabido todos los
hechos, no habría habido lugar ni siquiera para la más
mínima falta de respeto para los motivos que influían en
ella, pues ella tiene, como supone, la mejor de las razones
para creer que su informante le había dicho la verdad. Y en
realidad se la había dicho, pero cometió un error en cuanto
al nombre de la persona. Todo lo que había dicho era verdad,
pero de otra persona, aunque el incidente no ocurrió en
Parma". (Review and Herald Supplement, agosto 14, 1883,
p. 10).
En el mejor de los casos, esta es "una excusa poco
convincente para un error garrafal inspirado". Demuestra, más
allá de toda duda, que en este caso alguien influyó en la Sra.
White para que escribiera el testimonio en cuestión basado en
el informe que alguien le dio; que el "informante" de ella no
era "un ángel del cielo" que le había hablado, como ella había
afirmado, sino un mortal falible; y que, entre ellos dos, este
"informante" y la Sra. White, confundieron terriblemente las
cosas, tanto en cuanto a la persona como en cuanto al lugar.
Cuando Dios reprende a un hombre, no reprende al hombre
equivocado. Cuando envió al profeta Natán a David con el
mensaje: "Tú eres ese hombre", ése era el hombre verdadero.
Continuando con su explicación, Daniels dijo: "La
Sra. White me dijo claramente que este informe vino de un
caballero que ella había conocido mientras viajaba por el
Oeste".
Nuevamente, esto prueba la falsedad de su afirmación
de que nadie influía en ella para escribir testimonios
basándose en los informes que le llevaban varios individuos.
Este testimonio fue escrito por la Sra. White
mientras estaba en Colorado. Si Daniels, a quien estaba
dirigido, hubiese sido la persona culpable, probablemente
nunca habría puesto en duda el origen del testimonio; y los
pastores de la iglesia habrían razonado como a menudo lo
habían hecho en relación con otros testimonios de ella: "¿Cómo
podía la hermana White, estando tan lejos, saber lo que
Daniels estaba haciendo en Parma, Mich., si el Señor no se lo
hubiera mostrado en visión?" Pero el error revelaba su origen.
Lo mejor que la Sra. White podía hacer entonces era echar toda
la culpa al hombre que le había dado el informe.
Al basar su comunicación, como lo hizo, en el
testimonio de un hombre, ella desestimó un claro principio
establecido en la Biblia: "Contra un anciano no admitas
acusación sino con dos o tres testigos". (I Tim. 5:19). Pero
ella hacía esto casi constantemente al trabajar en
testimonios. Sus oídos estaban siempre abiertos para escuchar
informes.
El que escribe conocía bien al pastor Daniels. El
error que la Sra. White cometió en este caso sacudió su fe en
los testimonios de ella, hasta el punto de que estuvo muy
cerca de abandonar la obra en ese momento. Este escritor tuvo
una larga conferencia con él, tratando de mitigar sus dudas;
pero éstas siempre permanecían con él, y abrieron sus ojos a
otros errores de la Sra. White. Finalmente, después de años de
lucha, se retiró de la denominación, y ahora se opone a ella,
de la misma manera que lo han hecho cientos de otros
ministros, dirigentes, y honestos laicos Adventistas, cuyo
número aumenta constantemente.
"Lo que la hizo
necesaria"
Veamos otro caso. Por varios años, ciertos obreros
irresponsables e independientes en el Sur acostumbraban ir
entre los miembros de iglesia en algunos estados del Norte
reuniendo diezmos y donaciones para su obra. El pastor George
F. Watson, presidente de la Conferencia de Colorado, objetó
que esto se hiciera en su conferencia. No mucho tiempo
después, recibió un testimonio de la Sra. White, fechado en
enero 22, 1906, defendiendo esta irregularidad, y
amonestándolo a guardar silencio. En el testimonio, ella
decía:
"Se me he
presentado a mí por años que yo misma debía decidir a qué se
destinaría mi diezmo... Yo misma he destinado mi diezmo a
los casos de necesitados a los cuales se me ha llamado la
atención... Es un asunto que no debería comentarse, pues
habría sido necesario que yo hiciera saber estas cosas, algo
que no deseo hacer... Y si cualquier persona me dijera:
'Hermana White, ¿quisiera Ud. destinar mi diezmo donde Ud.
sabe que más se necesita?', le diría: 'Sí', y yo lo haría y
lo hecho así. Felicito a aquellas hermanas que han colocado
su diezmo donde más se necesita... Por años, ha habido de
tanto en tanto personas que han perdido tanto la confianza
en la asignación del diezmo que han puesto su diezmo en mis
manos... He tomado el dinero, les he hecho un recibo, y les
he dicho a qué se destinaría. Le escribo esto para que
conserve la calma y no se altere y haga publicidad de este
asunto, no vaya a ser que más personas sigan el ejemplo de
ellos".
Esta comunicación de la Sra. White contradecía de
plano lo que había escrito diez años antes. En el Review
and Herald de noviembre 10, 1896, ella había dicho:
"Que nadie se
sienta en libertad de retener su diezmo para usarlo de
acuerdo con su propio criterio. No han de aplicarlo como
mejor les parezca, ni siquiera en lo que pueden considerar
como la obra del Señor... El ministro... no debería pensar
que él puede retenerlo y aplicarlo según su propio juicio
porque es ministro. No le pertenece... Que no preste su
influencia para ningunos planes para desviar de su uso
legítimo los diezmos y las ofrendas dedicados a Dios. Que
sean puestos en la tesorería".
En 1909, este y otros asuntos de importancia similar
fueron reunidos y publicados en el tomo IX de los Testimonies. En una
reunión de la junta directiva de la Conferencia General a
puertas cerradas en Washington, D. C., en octubre 27, 1913,
después de leer estas dos afirmaciones contradictorias, el
pastor Watson, sosteniendo en alto las afirmaciones, una en
cada mano, dijo que no podía creer que ambas habían sido
escritas por la misma persona. Dijo que había acusado a J. E.
White, el hijo mayor de la Sra. White, de haber escrito la
comunicación de 1906; le había dicho que creía que era "el
producto de su propio cerebro malvado". Por casi ocho largos
años, dijo que había sido dejado en la oscuridad en cuanto a
si era o no un testimonio genuino, y afirmó que cientos de
miles de dólares habían sido desviados de los canales
regulares por el uso que se les había dado.
Finalmente, en esa misma reunión, el pastor W. C. White, en
respuesta a lo que el pastor Watson había dicho, hizo la
siguiente declaración:
"La carta fue
escrita por mi madre, y fue duplicada, y se le envió una
copia al Hermano Watson, y otra copia - muy imprudentemente,
creo yo, y siento tener que decirlo - a mi hermano. Lo que
la hizo necesaria fue una carta de mi hermano para mi madre.
Lamento que esa carta haya sido escrita".
Nótense algunos hechos
importantes:
He aquí dos testimonios
"inspirados" de la Sra. White, que se contradicen entre sí de
plano.
- Uno de sus hijos
influyó en ella para que escribiera uno de éstos, como lo
confiesa el otro hijo. Esto refuta la afirmación de ella
de que otros no influían en ella para que escribiera
testimonios.
- Nótese también su
doblez. En los testimonios impresos para la iglesia,
prohibe que otros usen su diezmo como mejor les parezca.
Todo debe ser estrictamente entregado a la tesorería. Pero
ella misma usaba, no sólo su propio diezmo, sino el que
otros le confiaban, como a ella le parecía mejor, sin
poner nada en la tesorería, como ella requería que otros
lo hicieran. En privado, animaba a los confiados a
enviarle sus diezmos, contrario a sus testimonios
publicados. Cuando esto se supo, ella amonestó a Watson
para que mantuviera el asunto oculto, ¡no fuera a ser que
ella se sintiera obligada a dar una explicación, y otros
se sintieran impulsados a seguir su ejemplo y el de
aquéllos cuyo curso de acción ella alababa! ¿Qué diremos
de esta manifiesta duplicidad en una profesa profeta de
Dios?
- Si era correcto que
uno de sus hijos "lamentara" un testimonio que ella se
había sentido inspirada a escribir por una carta que había
recibido del otro hijo, ¿por qué no sería perfectamente
correcto que la iglesia entera lamentara muchas cosas
acerca de las cuales ella se había sentido influída para
escribir de la misma manera?
Todo el tiempo sus hijos y los hombres prominentes
de la denominación influían sobre la Sra. White para que
escribiera testimonios a individuos y a iglesias. Tanto ella
como ellos trataron de ocultar el hecho de que sus testimonios
se originaban de esta manera. En años posteriores, algunos,
como el pastor A. G. Daniells, presidente de su Conferencia
General desde 1901, cuando deseaban un testimonio de ella
contra alguien, le escribían a su hijo, W. C. White, y él le
leía estas comunicaciones a su madre. Luego, cuando se les
preguntaba si le habían escrito a la Sra. White acerca de los
individuos en cuestión, lo negaban, lo que era técnicamente
cierto, pero completamente falso de hecho y en efecto, porque
ellos le habían escrito por medio de su hijo. A tales indignos
subterfugios recurrían ella y ellos para protegerla en su obra
y defender sus testimonios. Ningún don, profesión, ni
observancia impedía que ella o ellos practicaran el engaño.
Ya en 1867, la Sra. White misma admitió que otros
influían sobre ella para escribir un testimonio por cartas
recibidas de los hermanos. Véase la última parte del capítulo
"Breve Bosquejo de su Vida," páginas 77, 78. Entonces, ¿de qué
le servía negar este hecho en años posteriores?
El Dr. Kellogg la lleva
a negar la resurreccción del cuerpo
Todos los
Adventistas se adhieren vigorosamente a la resurrección material
del cuerpo que baja a la tumba. En 1878, el Dr. Kellogg defendía
la teoría de que el cuerpo muerto nunca resucitaría, sino que
todo lo que quedaba de una persona a la muerte era un registro
de su vida mantenido en el cielo. En la resurrección, un cuerpo
completamente nuevo de nueva materia se formaría como el
anterior, ¡y se le hace pensar que es la misma persona que la
anterior! El Dr. Kellogg influyó en el pastor James White para
que abogara por este nuevo punto de vista. Kellogg presentó su
nueva teoría a la Conferencia General en octubre 8, 1878, y más
tarde la publicó en un libro llamado "Soul
Resurrection"[Resurrección del Alma]. Encontró fuerte oposición,
pero el pastor White usó toda su influencia en favor de ella.
Invitó al pastor J. N. Andrews y a mí mismo a una
conferencia privada con él y con su esposa, esperando ganarnos
para su causa. Pero no pudo contestar nuestras objeciones.
Entonces le preguntó a su esposa si tenía alguna "luz" sobre el
tema. Ella declaró prontamente que el Señor le había mostrado
que ni una sola partícula del antiguo cuerpo resucitaría jamás,
sino que se formaría un nuevo cuerpo de materia nueva. Le
pregunté acerca del cuerpo de Cristo que había resucitado. Dijo
que Cristo había abandonado su cuerpo cuando ascendió al cielo.
Como el Señor había dilucidado la cuestión, no nos atrevimos a
decir nada más, aunque no quedamos convencidos. Luego, ella se
presentó a la conferencia e hizo las mismas afirmaciones en
cuanto a lo que el Señor le había "mostrado".
Un joven ministro
le preguntó a ella cómo reconciliaba su afirmación actual con lo
que había escrito anteriormente acerca de que "ángeles vigilaban
las preciosas cenizas de William Miller". Por supuesto, ella no
pudo contestar. En vez de eso, denunció al ministro como un
pequeño arribista, y lo rebajó sumariamente. El resto de
nosotros permaneció en silencio.
Aquí vemos cómo el
Dr. Kellogg y su esposo influyeron en ella para que confirmara
lo que ellos deseaban. Ilustra cuán fácilmente otros influían en
ella, cuán rápidamente adoptaba cualquier teoría nueva o
extravagante por la cual abogaran sus asociados, y con cuánta
prontitud ponía sobre ella el sello y la sanción de la
inspiración y la aprobación divinas.
Pero esta
especulativa teoría acerca de la resurrección no encontró
acogida en el grueso de su pueblo, así que pronto fue
abandonada. A pesar de las fuertes afirmaciones de la Sra. White
en contrario, su iglesia todavía cree y enseña la antigua
doctrina de la resurrección del cuerpo material que baja a la
tumba. Ésta es sólo una de las muchas cosas que la Sra. White
una vez enseñó como una revelación divina de Dios, pero en las
cuales su iglesia ya no cree.
Por muchos años,
en los testimonios publicados en que se criticaba, se reprendía,
y se acusaba a individuos, se mencionaron los nombres de éstos;
pero finalmente esto se hizo tan objetable que en 1883, cuando
los testimonios fueron revisados, estos nombres fueron omitidos,
y las personas a los que se referían fueron indicadas por letras
del alfabeto. Uno de los testimonios, que acusaba a cierto
individuo, provocó una demanda de $50,000 por daños y
perjuicios. La demanda se arregló fuera de los tribunales. Pero,
si era correcto que ella publicara estos nombres al comienzo,
¿por qué no continuó haciéndolo? La omisión de estos nombres de
esta manera es una abierta confesión de que ella no fue
inspirada por Dios para ponerlos allí en primer lugar. Su
"inspiración" para escribir epístolas numerosas y voluminosas
venía de otra fuente, como se ha mostrado.
Mientras vivió,
cada persona en la denominación estaba expuesta a un ataque, una
mordaz reprimenda, o un despido de su puesto por ella si daba la
casualidad que alguien le había informado a ella o se había
quejado de la tal persona. Nadie estaba a salvo de su siempre
lista y cáustica pluma. Una denuncia por parte de ella
significaba un estigma en el carácter de uno y su posición en la
denominación de por vida. Ella era al mismo tiempo tanto el
terror como el idolatrado oráculo de la denominación.
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