LA LEY DOMINICAL NACIONAL
¿HECHO O FICCIÓN?

Dirk Anderson (1999)


Capítulo 1

Orígenes de la ley dominical nacional

Para entender el origen de la ley dominical nacional, debemos retroceder hasta principios de la década de 1840. Fue durante este tiempo que se produjo un cisma entre dos grupos de cristianos en los Estados Unidos. Un grupo, el más pequeño de los dos, era conocido como "Adventista". Seguían a William Miller y más tarde a Joseph Bates y James y Ellen White. El otro grupo representaba el cristianismo principal de ese tiempo. El grupo adventista acusaba al cristianismo principal de ser Babilonia, y el grupo principal acusaba al primer grupo de ser fanáticos engañados. Este cisma comenzó a principios de la década de 1840, y a su tiempo se convirtió en un abismo, cada lado oponiéndose al otro encarnizadamente. Fue esta división lo que condujo a la formación de la ley dominical nacional.

La saga comenzó a principios de la década de 1840 en los estados del nordeste de los Estados Unidos, donde un granjero convertido en predicador, William Miller, comenzó a hacer sonar la alarma en las comunidades locales de que, según sus cálculos bíblicos, el regreso de Cristo era inminente. Al aumentar la popularidad de Miller, otros predicadores de reavivamiento en los últimos días comenzaron a aparecer y a unirse al movimiento. Miller y sus asociados sufrieron un serio revés cuando Cristo no regresó en 1843, pero rápidamente se descubrió que se había cometido un error en los cálculos de Miller. Él y sus seguidores acordaron una nueva fecha, octubre 22 de 1844, y los dirigentes del movimiento visitaron las iglesias y comunidades locales, tratando una vez más de despertar al pueblo con la amonestación del inminente regreso de Cristo.

Mientras la mayoría de los cristianos y estudiantes serios de la Biblia descontaban a Miller como un fanático despistado, algunos quedaron impresionados por sus así llamadas "pruebas" bíblicas y quisieron saber si era verdad que la Biblia había fijado una fecha para el regreso de Jesús. Los cristianos comenzaron a pedirles a los eruditos bíblicos que examinaran las "pruebas" de Miller para establecer si éstas eran realmente exactas. Los eruditos familiarizados con las profecías bíblicas y los idiomas originales de la Biblia examinaron las 15 "pruebas" de Miller y descubrieron que eran gravemente defectuosas. Los eruditos apuntaron a numerosas profecías bíblicas no cumplidas como prueba de que el regreso de Cristo todavía no era inminente. Explicaron cómo Miller caminaba sobre terreno peligroso al ignorar las explícitas instrucciones de Jesús de que nadie sabe el día de su venida (Mateo 25:13).

Preocupados pastores comenzaron a advertir a su grey acerca de los engaños y las falsedades de las enseñanzas de Miller. Al enterarse los cristianos de las fallas en las enseñanzas de Miller, las iglesias comenzaron a cerrarle sus puertas. Comenzaron a volar acusaciones entre los dos grupos, y el antagonismo comenzó a desarrollarse. Algunos milleristas fanáticos que eran miembros de las principales iglesias se volvieron tan pesados que sus iglesias se vieron obligadas a expulsarles de sus congregaciones, creando animosidad en ambos bandos.

Al exponer los eruditos bíblicos los errores de las pruebas de Miller, la marea comenzó a volverse contra él y sus fanáticas enseñanzas. Los pastores tuvieron tanto éxito al revelar las fallas de las enseñanzas de Miller que el movimiento comenzó a perder ímpetu. Los esfuerzos de Miller por conseguir nuevos adherentes para su doctrina fueron obstaculizados, y él y sus asociados reaccionaron airadamente. Denunciaron a las iglesias cristianas de ser la caída Babilonia, las acusaron falsamente de no desear que Cristo regresara, se retiraron de las iglesias cristianas, y comenzaron a reunirse en hogares y salones alquilados. Una animosidad encarnizada surgió entre los dos grupos, mereciendo cada bando parte de la culpa por la hostilidad resultante.

Al aproximarse la fecha del regreso de Cristo, muchos milleristas vendieron sus granjas y negocios e invirtieron los ahorros de toda su vida en Miller y sus asociados para difundir el mensaje del pronto regreso de Cristo. Para octubre 22 de 1844, el movimiento había logrado reunir cerca de 50.000 seguidores, casi todos en los estados del nordeste de los Estados Unidos. Como sucede con todos los movimientos fanáticos, éste parece haber atraído principalmente a los sin educación, los jóvenes, y los que tendían a seguir la excitación religiosa más reciente.

Cuando el 22 de octubre de 1844 pasó sin novedad, los seguidores de Miller quedaron severamente decepcionados. Muchos habían experimentado pérdidas financieras y quedado en la ruina. Muchos habían vendido sus medios de subsistencia. Ahora estaban pobres, abandonados, y miserables. Hubo algunos que quedaron tan devastados que se suicidaron. El movimiento se desintegró, y Miller finalmente reconoció que se había equivocado. Gradualmente, sus seguidores regresaron a sus antiguas iglesias. Sin embargo, hubo un pequeño grupo que rehusó regresar a sus antiguas iglesias por varias razones. Algunos no estaban listos para tragarse su orgullo y regresar a las iglesias que tan recientemente habían condenado como sinagogas de Satanás. Algunos no deseaban enfrentarse a la censura y las reprimendas de sus antiguos hermanos. Estas personas comenzaron a formar sus propias iglesias, que a su tiempo vinieron a conocerse como las iglesias adventistas.

Joseph Bates, padre de la ley dominical

Un pequeño grupo de adventistas estaba dirigido por un capitán de mar, Joseph Bates. Bates se sentía responsable de entender la razón del gran chasco de 1844. Comenzó a estudiar las profecías bíblicas con una mujer Bautista del Séptimo Día. Bates era consciente de que el verdadero día de adoración era el sábado, no el domingo. Bates razonaba que los adventistas estaban separados de las otras iglesias cristianas por una razón especial. Por esta época, Bates creía que la puerta de la salvación se había cerrado para todos los que habían rechazado las enseñanzas de Miller en cuanto a 1844. En 1847, Bates publicó un libro en el cual citaba a Miller:

"Hemos hecho nuestra obra al amonestar a los pecadores y tratar de despertar a una iglesia formal. En su providencia, Dios ha cerrado la puerta. Nosotros sólo podemos animarnos el uno al otro a ser pacientes. Desde los días de los apóstoles, nunca se había trazado una línea divisoria como la que se trazó acerca del día décimo, o el vigésimotercer día del séptimo mes judío. Desde ese momento dicen que 'no tienen confianza en nosotros'. Ahora debemos tener paciencia después de haber hecho la voluntad de Dios, para que podamos recibir la promesa; porque él dice; 'He aquí yo vengo presto, y mi galardón conmigo, para dar a cada uno según fuere su obra'. William Miller - Voice of Truth, dic. 11, 1844, citado en Second Advent Waymarks and High Heaps, p. 86.
Aunque Miller repudió esta creencia más tarde, Bates continuó sosteniendo que había una línea divisoria  trazada entre los adventistas y los no adventistas. Creía que los adventistas eran los únicos que podían salvarse y que la puerta de la salvación se había cerrado para las iglesias cristianas que habían rechazado a Miller. Bates consideraba a las "iglesias nominales" como parte de Babilonia:
Y finalmente se ha clamado en las iglesias protestantes: "Salid de en medio de ella, pueblo mío". ¿Cuál es la respuesta ahora? Miles y miles disuelven su relación y salen, plenamente convencidos de que este fuerte pregón es para ellos, y de que las iglesias que están abandonando son la caída Babilonia, que han rechazado el mensaje que precedió a esto. "La hora de su juicio es venida". Sus casas, que ellos han cerrado a este segundo mensaje del advenimiento, han quedado desoladas. Dios les ha abandonado a su propia confusión.... La doctrina adventista era la última prueba que Dios jamás diera a su pueblo para que saliera y se separara de todos los incrédulos impíos. Ibid., p. 69, 70.
La encarnizada animosidad de Bates contra las principales iglesias protestantes es evidente, pues usaba términos tan burlones como "desoladas", "confusión", e "impíos" para describirlas. Asombrosamente, Bates decretó que las iglesias protestantes eran Babilonia, simplemente porque rechazaron un mensaje que hasta su mismo originador reconocía que era una falsedad! En esencia, Bates estaba afirmando que las iglesias protestantes estaban perdidas porque habían rechazado una falsa enseñanza! ¡Con una lógica como ésta, no es de maravillarse que Bates tuviera dificultades para atraer seguidores!

Bates se aferraba a la creencia de que la obra de los cristianos a favor de las almas perdidas había terminado en 1844, y no hizo ningún esfuerzo personal para salvarlas:

Por supuesto, aquí terminaron los 2300 días de la visión, porque debía haber una tardanza más tarde. No olviden esto tampoco. "Porque el fin ocurrirá en el tiempo señalado". Aquí también terminó nuestra última obra de amonestación al mundo; y nuestra obra cesó. ¿Por qué? Porque los mensajes cesaron, y nos dejaron enteramente libres de trabajo. Y hubo silencio en el cielo por espacio de media hora, una semana entera o siete días y medio. Decimos que aquí nuestro glorioso Sumo Sacerdote inició la purificación del santuario, y "recibió el reino, y el dominio, y la gloria", "la Nueva Jerusalén". Ibid., p. 84.
En 1847, cuando Bates escribió este libro, creía que el pueblo adventista estaba en la mitad del período de "siete días", que él creía era un período de siete años durante el cual Dios "probaría" al pueblo adventista, el que había sido parte del movimiento de 1844. Durante esos siete años, desde 1844 hasta 1851, Dios se proponía "probar" a los adventistas para establecer cuáles de ellos aceptarían la enseñanza sobre el sábado de los Bautistas del Séptimo Día.
... al pueblo de Dios se le presentó este mensaje con insistencia, para probar su sinceridad y honestidad en la entera palabra de Dios... Ibid., p. 114.
A la culminación de este período de siete días, en 1851, Cristo regresaría a la tierra. Los que aceptaran el sábado recibirían el "sello de Dios" y serían salvos. Los adventistas que rechazaran el sábado reingresarían a las iglesias observadoras del domingo, y recibirían la "marca de la bestia". Las enseñanzas de Bates sobre el sello de Dios y la marca de la bestia se convertirían más tade en el fundamento de la doctrina Adventista del Séptimo Día acerca de los sucesos de los últimos días.

Bates y el fin del mundo

Mientras que para la mayoría de los observadores candorosos no había evidencia del fin del mundo, Bates encontraba evidencias por todas partes. En cada incendio, en cada tormenta, veía una señal del fin:

Tengo delante de mí un folleto de 83 páginas titulado "La voz de Dios, o un relato de los incendios, huracanes, e inundaciones sin paralelo, comenzando en 1845; también pestilencias, hambrunas, y crímenes" - compilado por Thomas M. Preble. Puesto que esta obra fue publicada a principios de este año, los periódicos de países extranjeros y los de nuestra propia y feliz república muestran que estas calamidades entre los hombres están aumentando todavía a un grado tremendo. Los habitantes de muchos países no saben qué pensar. Ibid., p. 89.
Bates advertía que el tercer ay de Apocalipsis estaba cayendo sobre el mundo:
"... y díganme, si pueden, qué significan todas estas calamidades, si no es el tercer ay lo que retumba a través de las naciones de la tierra, y que se apresura grandemente a formar su centro focal para "una tribulación cual nunca fue desde que existió nación alguna". Ibid., p. 91.
Bates advierte de incendios...
Las pérdidas totales causadas por incendios en los últimos dos años suman aproximadamente 65 millones de dólares, como 45 millones en este país. En 1845, se perdió un estimado de 31 millones de dólares en más o menos 38 ciudades y pueblos; en la mayoría de los casos el corazón, o sección comercial, fue destruído; además, multitud de pequeños incendios que causaron pérdidas por menos de veinticinco mil dólares, y también miles de acres de bosques, probablemente aumentaron la cantidad hasta aproximadamente cuarenta millones de dólares, y, de acuerdo con numerosos relatos, en la mayoría de los casos, estos incendios rugían hasta más allá del control del hombre. Ibid., pp. 91, 92.
... e inundaciones...
El mar y las olas rugiendo. Las tremendas galernas y tormentas de 1845, y muchas en 1846, ciertamente no han sido superadas en épocas pasadas.... Inundaciones en 1845-1846 - Creo que, desde los días de Noé, no hemos tenido estos records. Ibid., p. 92.
... y, por supuesto, terremotos...
Terremotos.- No me detendré a enumerarlos aquí. Scientific American registra más de cincuenta en 1846. Ibid., p. 93.
... y pestilencias...
Pestilencias.- El cólera asiático, una peste terrible, el mensajero volante de Dios con una espada desenvainada en su mano... Ibid.
En cuanto a hambrunas, Bates se vuelve al libro apócrifo de Esdras, que él aparentemente creía que era inspirado ...
Esdras dice: "La semilla fracasará a causa del añublo y el granizo". xv. el mismo profeta dice: "la provisión será barata (han sido) y súbitamente los lugares plantados aparecen sin plantar (la semilla podrida bajo los terrones), las bodegas llenas súbitamente se encuentran vacías". Aquí está el cumplimiento: cientos sobre cientos de nuestras naves casi constantemente abandonan nuestras riberas, cargadas con provisiones de nuestras bodegas, para combatir la hambruna en Europa. Si los relatos con respecto a la hambruna son ciertos, las naves continuarán saliendo hasta que nuestras bodegas queden vacías. Esto no es ni fantasía ni fábula, sino la historia y la palabra de nuestro Dios. La profecía de Esdras comienza a escudriñar y a arder como fuego. Ibid., p. 122.
Después de leer estos cumplimientos de la profecía, ¡uno tendría que preguntar si este hombre tenía una exacta comprensión de las profecías bíblicas! Rápidamente se hace evidente que su comprensión de las profecías estaba basada más en sus propias creencias personales que en los hechos. De hecho, pone en duda toda la teología profética de Bates. He aquí algunas extrañas enseñanzas de Bates sobre las profecías:

El mensaje del tercer ángel completado en el otoño de 1844:

Les pido que miren hacia atrás, al verano y el otoño de 1844, donde pueden ver el cumplimiento de este mensaje del tercer ángel de la manera más maravillosa y notable en casi todos los pueblos y casi todas las ciudades a través de Nueva Inglaterra. Ibid., p. 69.
Al responder a la pregunta de por qué el movimiento de 1844 [el mensaje del tercer ángel] estuvo restringido mayormente a los Estados Unidos en vez de al mundo entero, Bates sostiene que sólo el mensaje del primer ángel fue a todo el mundo:
Si Ud. quiere mirar el capítulo 14 nuevamente, verá que fue sólo el primer mensajero el que envió su mensaje a toda nación, tribu, y lengua, y pueblo. Ibid., p. 69.
Bates afirmaba que Cristo recibió el reino en 1844:
Aquí hay entonces prueba positiva y corroborada de que Cristo recibió su dominio y la gloria y el reino, o como en la parábola de las diez vírgenes, el Esposo vino a las bodas, bajo el sonido de la séptima trompeta, después del mensaje del tercer ángel, y antes de que se derramaran seis de las siete plagas. Ibid., p. 103, 104.
Bates hizo la asombrosa afirmación de que el sábado no pudo ser guardado antes de 1844...
Dice el lector: ¿Por qué no guardó el pueblo "los mandamientos de Dios", como en el texto, antes del otoño de 1844? Porque el mensaje no había sido presentado, ni podía serlo, hasta que el mensaje del tercer ángel (versículos 9 al 11) hubiese hecho esta separación, pues no podían guardar el cuarto mandamiento, el séptimo día sábado, mientras estuviesen unidos a esta iglesia nominal (Babilonia), y de aquí la separación. Ibid., p. 114.
Las interpretaciones de Bates de Apocalipsis 14 lo obligan a llegar a la conclusión de que los guardadores de los mandamientos de Dios no existían antes de 1844. Esta irónica conclusión ignora el hecho de que ¡Bates mismo se enteró del sábado por los Bautistas del Séptimo Día! Esto roza el engaño directo, porque ¡Bates sabía muy bien que había una gran comunidad de Bautistas del Séptimo Día que había estado "presentando" el sábado por 100 años!

El ejemplo definitivo del autoengaño de Bates se encuentra en su afirmación de que ¡el mensaje del evangelio mismo terminó en 1844! Esta cita sola debería ser evidencia suficiente para cualquier cristiano de que este hombre no estaba guiado por Dios en sus enseñanzas:

Ahora, permítase que esta puerta se cierre, y la predicación de este evangelio no tendrá ningún efecto. Esto es justo lo que decimos que son los hechos. El mensaje del evangelio terminó en el tiempo señalado con la terminación de los 2300 días, y casi cada uno de los creyentes honestos que está observando las señales de los tiempos lo admitirá.

¿Cómo podemos confiar en un hombre que entendió las profecías bíblicas de manera tan torcida y perversa? ¡Y, sin embargo, las enseñanzas de Bates se convirtieron en el fundamento sobre el cual se desarrollaría la doctrina de la Ley Nacional Dominical más tarde! Las enseñanzas de Bates sobre Babilonia, el sábado, y el remanente forman el núcleo de la manera en que los modernos Adventistas del Séptimo Día interpretan las profecías bíblicas. Por supuesto, con el correr de los años, los adventistas han ido rechazando más y más de las enseñanzas originales de Bates, pero él echó los cimientos de la enseñanza de la Ley Nacional Dominical, y más tarde los adventistas construyeron sobre este fundamento.

Naturalmente, estas extrañas enseñanzas generaron alguna resistencia en las iglesias cristianas en la década de 1840. Esta resistencia fue interpretada por los adventistas observadores del sábado como persecución y como evidencia adicional de que las denominaciones cristianas habían caído y estaban perdidas. Las teorías de Bates fueron fácilmente desbaratadas por los eruditos bíblicos, y los adventistas observadores del sábado consiguieron pocos adherentes. Bates necesitó alguna ayuda para mantener a flote sus teorías que se hundían. Pronto encontró la ayuda que necesitaba en la joven profetisa llamada Ellen White.

Bates encuentra un amigo

¿Quién era Ellen White? Una mujer de 19 años de edad, devota seguidora de William Miller. Tenía serios problemas de salud resultantes de una lesión cerebral en su niñez. Más tarde, aseguró haber recibido visiones de Dios, aunque muchos de los que presenciaron sus visiones tuvieron la impresión de que ellas eran el resultado más de su mala salud que de su inspiración. La hermana White y su familia estuvieron entre los fanáticos que fueron expulsados de una iglesia metodista en septiembre de 1843 por haber causado disturbios durante los servicios religiosos en la iglesia:

La razón de su despido no fue la de haber predicado la segunda venida del Señor Cristo Jesús. Ese es un principio de nuestra fe ortodoxa, que fue confirmado en los Artículos de Religión en 1784. Su despido lo ocasionó su violación de la disciplina al proclamar los puntos de vista de la fijación de fechas por parte de William Miller.... después de haber sido aconsejados reiteradamente y sin ruido para que se abstuvieran de su conducta desorganizadora durante las reuniones de la iglesia, los miembros de la Iglesia de Chestnut Street hicieron uso de lo que creyeron era su único recurso, despedir a la familia Harmon. (Carta a Keith Moxon de parte de la Iglesia Metodista Unida de Chestnut Street, 3 de junio de 1988, tomada del sitio de Internet Truth or Fables).
El despido de Ellen White de la iglesia metodista y los eventos subsiguientes le llevaron a creer lo mismo que creía Bates: Que las iglesias protestantes eran Babilonia. La Sra. White no perdió la oportunidad de atacar a los predicadores cristianos que se habían opuesto a la fijación de fechas por Miller:
Muchos pastores del rebaño, que aseguraban amar a Jesús, decían que no se oponían a la predicación de la venida de Cristo, sino al hecho de que se fijara una fecha para esa venida. Pero el omnividente ojo de Dios leía en sus corazones. No deseaban que Jesús estuviese cerca. Comprendían que su profana conducta no podría resistir la prueba, porque no andaban por el humilde sendero que trazara Cristo. (Véase Primeros Escritos, pp. 233-234).
No pasó mucho tiempo antes de que Ellen White y Joseph Bates se unieran en la batalla contra las odiadas iglesias observadoras del domingo. Aunque la evidencia bíblica para las enseñanzas de Bates era notoriamente ausente, la deficiencia en la inspiración pronto fue subsanada por la hermana White, que comenzó a tener visiones que apoyaban la extraña manera en que Bates entendía los sucesos.

Para 1850, Bates, Ellen White, y su esposo James White habían logrado convencer a varios cientos de seguidores de que la enseñanza de Bates acerca del sábado era el postrer mensaje de Dios para el mundo. Sin embargo, el grupo comenzó a tener dificultades en 1851, cuando Cristo no se materializó como Bates había prometido. Al aproximarse la fecha  y ser más y más obvio que Cristo no iba a venir, los White comenzaron a distanciarse de Bates. Cuando el año de 1851 pasó sin novedad, Bates y los White sufrieron una humillante derrota. Los adventistas comenzaron a volverse contra Bates y los White. Se preguntaban cómo un profeta de Dios no había podido prever que Bates estaba errado acerca de la fecha de 1851. Los White, decepcionados porque muchos de sus seguidores se habían vuelto contra ellos, decidieron poner mayor distancia entre Bates y ellos mismos, y se mudaron al medio oeste, donde no eran tan bien conocidos.

Aunque descartaron las enseñanzas de Bates acerca del período de prueba de 7 años, continuaron predicando que el sábado era la prueba final para la humanidad. La Sra. White escribió:

Vióse la luz del sábado, y el pueblo de Dios fue probado, como antiguamente lo fueron los hijos de Israel, para ver si quería guardar la ley de Dios. (Primeros Escritos, p. 254).
Lograron reunir un pequeño número de seguidores, y formaron la Iglesia Adventista del Séptimo Día en 1863.

Los Adventistas del Séptimo Día pronto adquirieron reputación entre los otros cristianos. Se conocían por sus esfuerzos para reclutar miembros de entre otras denominaciones cristianas. También eran conocidos por referirse a los católicos como Babilonia y a los protestantes como el protestantismo apóstata. Los White todavía estaban convencidos de que todas las demás iglesias cristianas eran apóstatas porque habían rechazado el fanático movimiento de Miller para fijar fechas. Innecesario es decirlo, la hostilidad de los adventistas hacia otras denominaciones cristianas generó mucha animosidad entre los grupos. Ellen White describe su desagrado hacia las denominaciones cristianas "caídas":

Vi que las iglesias nominales han caído; en su medio reinan la frialdad y la muerte. (Primeros Escritos, p. 116).
Los pecados de las iglesias populares han sido blanqueados. Muchos de sus miembros dan rienda suelta a los vicios más groseros y caminan en la iniquidad.¡Babilonia ha caído y se ha convertido en albergue de toda ave inmunda y aborrecible! Los pecados más repugnantes de la época encuentran cabida bajo el manto de la cristiandad. (Testimonies, tomo 4, p. 13).
Ellen White y su ángel estaban tan molestos con los cristianos observadores del domingo que estaban listos a derramar la ira de Dios sobre ellos:
Vi que, desde que Jesús dejó el lugar santo del santuario celestial, y entró detrás del segundo velo, las iglesias han estado llenándose de toda ave inmunda y aborrecible. Vi gran iniquidad y vileza en las iglesias; sin embargo, sus miembros profesan ser cristianos. La profesión que hacen, sus oraciones y sus exhortaciones, son abominación a la vista de Dios. Dijo el ángel: "Dios no halla agrado en sus asambleas. Practican el egoísmo, el fraude, y el engaño sin reprensión de su conciencia. Sobre todos esos malos rasgos arrojan el manto de su religión". Me fue mostrado el orgullo de las iglesias nominales. Dios no cabe en sus pensamientos; sus ánimos carnales se espacian en sí mismos; adornan sus pobres cuerpos mortales, y luego se miran con satisfacción y placer. Jesús y los ángeles los miran con enojo. Dijo el ángel: "Sus pecados y su orgullo han subido hasta el cielo. Su porción está preparada. La justicia y el juicio han dormitado largo tiempo, pero pronto despertarán. La venganza es mía, yo pagaré, dice el Señor". Las terribles amenazas del tercer ángel van a ser realizadas, y todos los impíos han de beber de la ira de Dios. Una hueste innumerable de malos ángeles está dispersándose por toda la tierra y llena las iglesias. Estos agentes de Satanás consideran con regocijo las agrupaciones religiosas, porque el manto de la religión cubre los mayores crímenes e iniquidades". (Primeros Escritos, p. 274).
En la mente de Ellen White, las iglesias cristianas no adventistas estaban llenas de pecado. En  la mente de ella, sus peores enemigos no eran los no cristianos. ¡Sus peores enemigos eran los cristianos guardadores del domingo!

Ellen White concibe la enseñanza de la ley dominical nacional

A mediados del siglo diecinueve, hubo una serie de incidentes en los cuales los Adventistas del Séptimo Día se metieron en problemas con la ley por trabajar en domingo. En muchos estados  había "leyes azules" que prohibían trabajar en domingo. Es contra este telón de fondo de  persecución por el estado que la profetisa Ellen White describe la venidera persecución de los observadores del sábado en una serie de libros y artículos. En 1882, apareció lo siguiente en el libro Primeros Escritos:

Vi después que los magnates de la tierra consultaban entre sí, y Satanás y sus ángeles estaban atareados en torno de ellos. Vi un edicto del que se repartieron ejemplares por distintas partes de la tierra, el cual ordenaba que si dentro de determinado plazo no renunciaban los santos a su fe peculiar y prescindían del sábado para observar el primer día de la semana, quedaría la gente en libertad para matarlos. (PE, 282)
En 1884, ella introdujo el hecho de que habría un aumento gradual en la severidad de las leyes para hacer obligatoria la observancia del domingo:
En el último conflicto, el sábado será el punto especial de controversia a través de toda la cristiandad. Los gobernantes seculares y los dirigentes religiosos se unirán para hacer cumplir la observancia del domingo; y como las medidas más suaves fallarán, se harán efectivas las leyes más opresivas. Se insistirá en que los pocos que se oponen a una institución de la iglesia y una ley del país no deberían ser tolerados, y finalmente se dictará un decreto denunciándolos como merecedores del castigo más severo, y dándole libertad a la gente para que, después de cierto tiempo, los maten. Spirit of Prophecy, vol. 4, p. 444).
Para finales de la década de 1880, el fin les parecía inminente a los adventistas. La razón de que ellos creyeran que el fin era inminente era que, a finales de esa década, el Congreso de los Estados Unidos estaba discutiendo una ley que habría convertido al domingo en un día de fiesta reconocido nacionalmente. En 1886, la Sra. White advirtió que el fin vendría pronto:
El fin de todas las cosas está a las puertas. El tiempo de angustia está a punto de caer sobre el pueblo de Dios. Será entonces cuando saldrá un decreto prohibiendo que los que guardan el sábado del Señor compren o vendan, y amenazándolos con castigarlos, y hasta ejecutarlos, si no observan el primer día de la semana como si fuera el sábado. (Historical Sketches, p. 156).
Entonces sucedió lo inesperado. La ley dominical fue derrotada en el Congreso. Era evidente que muchos en el Congreso pensaban que esta ley violaría la separación entre la iglesia y el estado. Además, si esta ley se ponía en vigor, probablemente habría sido rechazada en la Corte Suprema. Después de este incidente, el movimiento de la Ley Dominical perdió impulso, y gradualmente volvió su atención a otros asuntos. Para principios de 1900, comenzaba a parecer improbable que se fuera a aprobar una ley dominical en algún momento en un futuro cercano. Ahora los adventistas tenían un dilema entre manos. Necesitaban tener una explicación de cómo una ley dominical podría ser aprobada, dadas las circunstancias actuales. A la profetisa Ellen White finalmente se le ocurrió una explicación en 1904:
Cuando el sábado se convierta en el punto especial de controversia a través de la cristiandad, la persistente negativa de una pequeña minoría a ceder a las demandas populares los convertirá en objetos de execración universal. Se insistirá en que los pocos que se oponen a una institución de la iglesia y a una ley del estado no deberían ser tolerados; que es mejor que ellos sufran que naciones enteras sean sumidas en confusión e ilegalidad. Este argumento parecerá concluyente; y contra los que honran el sábado del cuarto mandamiento se emitirá finalmente un decreto, denunciándoles como merecedores del castigo más severo, y dando permiso a la gente para matarlos después de cierto tiempo. (Youth Instructor, 7-12, 1904).
Para 1904, el escenario de un movimiento organizado de dirigentes religiosos que prohijaran una legislación dominical en el Congreso parecía poco realista. Puesto que en ese momento parecía en extremo improbable que una ley dominical ocurriera bajo condiciones ordinarias, debía haber algún extraordinario suceso externo que la precipitara. Así, Ellen White inventó un nuevo escenario en el cual los Estados Unidos se enfrentaba a una crisis súbita y terrible. Si los Estados Unidos no actuaba para matar a los observadores del sábado, tenía que haber una terrible catástrofe nacional. Durante esta horrible crisis, la ley dominical sería justificada por los políticos que, bajo circunstancias normales, rechazarían la ley. Sin embargo, en una situación de crisis, estarían convencidos de aprobar una ley dominical para evitar que la nación entera fuera "sumida en confusión e ilegalidad".

Aunque éste es ciertamente un escenario creativo, la Sra.White no proporciona evidencia bíblica en favor de este nuevo escenario, ni explica cómo el matar a los observadores del sábado podría evitar que la nación fuera sumida en la confusión y la ilegalidad.

En 1904, la Sra.White hablaba como si sólo la "cristiandad" aprobaría las leyes dominicales, pero, para 1911, nuevamente había cambiado su nuevo escenario, en esta ocasión para incluir al mundo entero. La Sra. White escribe en su libro señero, Great Controversy, publicado en 1911:

Los poderes de la tierra, uniéndose para hacer guerra contra los mandamientos de Dios, decretarán que "todos, chicos y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos" (Apocalipsis 13:16), deberán conformarse a las costumbres de la iglesia mediante la observancia del falso sábado. A todos los que rehusen obedecer les serán aplicados severos castigos , y finalmente se declarará que merecen la muerte. (p. 604).
Esta ley dominical "universal" es expuesta en el último libro de la Sra. White, que fue publicado en 1917, un año después de la muerte de ella:
En este nuestro día, muchos de los siervos de Dios, aunque inocentes de delito, serán entregados para que sufran humillación y abuso a manos de los que, inspirados por Satanás, están llenos de envidia y prejuicio religioso. La ira del hombre se despertará especialmente contra los que honran el sábado del cuarto mandamiento; y por fin, un decreto universal les denunciará como merecedores de la muerte. (Prophets and Kings, p. 512).
Así, encontramos que la doctrina de la ley dominical ha estado evolucionando y cambiando continuamente a través de los años para adaptarse a los particulares retos de la respectiva generación. Después de la muerte de la profetisa Ellen White en 1916, la posición de la iglesia acerca de la Ley Dominical Nacional se inmovilizó, y ha permanecido relativamente sin cambios. Esto es comprensible, puesto que ya no hay nadie en la iglesia con autoridad profética para modificar la enseñanza. La iglesia continúa enseñando hoy la misma doctrina que enseñó a principios de la década de 1900.


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