LA GRAN TRIBULACIÓN
David Chilton
Dominion Press
Fort Worth, Texas
Copyright © 1987 Dominion Press
ISBN 0-930462 55-6
CAPÍTULO 8
SE ABRE EL LIBRO
Finalmente, el Señor
Jesucristo abre el séptimo sello del nuevo pacto (Apocalipsis
8:1-2), revelando las siete trompetas que anuncian la suerte
de Jerusalén, la una vez santa ciudad que se ha paganizado y
que, como su precursora Jericó, caerá como resultado del
sonido de siete trompetas (véase Josué 6:4-5). Pero primero,
en esta grandiosa liturgia espiritual que es el libro de
Apocalipsis, hay "silencio en el cielo como por media hora".
Con toda probabilidad, la base de esto es la liturgia
del Antiguo Testamento, cuando los cantores y las trompetas
cesaban y todos se inclinaban en adoración reverente (véase 2
Crónicas 29:28-29); y el período específico de media hora
probablemente se relaciona con la duración del tiempo que el
sacerdote requería para entrar en el templo, ofrecer el
incienso, y regresar (véase Apocalipsis 8:3-4; Levítico
16:13-14; Lucas 1:10, 21). (Los detalles técnicos mencionados
aquí son sólo algunas de las muchas indicaciones de que Juan
había sido sacerdote de Israel, y hasta puede que haya
provenido de la familia del sumo sacerdote; su capacidad para
manejar detalles minuciosos del culto es asombrosa).
La descripción que Alfred
Edersheim hace de esta ceremonia en el templo nos ayuda a
entender el escenario reflejado allí: "Lentamente, el
sacerdote que ofrecía el incienso y sus ayudantes ascendían
los escalones del Lugar Santo, precedidos por los dos
sacerdotes que previamente habían cubierto el altar y el
candelabro, y que ahora quitaban los vasos que habían dejado
atrás, y adorando, se retiraban. Después, uno de los ayudantes
extendía reverentemente los carbones sobre el altar de oro; el
otro disponía el incienso. y luego el principal sacerdote
oficiante quedaba solo dentro del Lugar Santo, para esperar la
señal del director antes de quemar el incienso. Fue
probablemente mientras estaban así expectantes cuando el ángel
Gabriel se le apareció a Zacarías [Lucas 1:8-11]. Al dar el
director la orden que indicaba que 'el momento del incienso
había llegado', 'la multitud entera de los que estaban fuera'
se retiraba del atrio interior y se postraban delante del
Señor, extendiendo sus manos en silenciosa oración.
"Este era un período
solemnísimo, cuando en todos los vastos edificios del templo
la multitud de adoradores estaba en profundo silencio,
mientras dentro del santuario mismo el sacerdote ponía el
incienso sobre el altar de oro y la nube de incienso
[Apocalipsis 5:8] subía delante del Señor, lo cual sirve como
imagen de las cosas celestiales en esta descripción" (The
Temple, Its Ministry and Services as They Were at the Time
of Christ, p. 167).
Después de este silencio
lleno de reverencia, se les dan siete trompetas a los siete
ángeles que están delante de Dios (la liturgia del templo
usaba siete trompetas también: 1 Crónicas 15:24; Nehemías
12:41). Juan parece suponer que sus lectores reconocerán a
estos siete ángeles. ¿Por qué? Porque ya había introducido a
los siete "ángeles" o pastores, en Apocalipsis 2-3.
Son ellos los representados aquí, aunque concedamos que los
dos grupos de "siete ángeles" no son necesariamente idénticos.
Claramente, se desea relacionarlos entre sí, como podemos ver
cuando nos apartamos del texto (y nuestras ideas
preconcebidas) y dejamos que el cuadro entero se nos presente.
Cuando hacemos esto, vemos el Apocalipsis estructurado en
sietes, y en patrones recurrentes de sietes. Uno de esos
patrones recurrentes es el de siete ángeles (capítulos 1-3,
8-11, 14, 15-16). Así como la adoración terrenal toma como
modelo la adoración en el cielo (Hebreos 8:5; 9:23-24, también
lo es el gobierno de la iglesia (Mateo 16:19; 18:18; Juan
20:23); además, de acuerdo con la Escritura hay numerosas
correspondencias entre las actividades humanas y las angélicas
(véase Apocalipsis 21:17). Los ángeles están presentes en los
servicios de adoración de la iglesia (1 Corintios 11:10;
Efesios 3:10) - o, más precisamente, en el día del Señor nos
congregamos en adoración alrededor del trono de Dios en la
corte celestial.
Así, pues, en el libro de
Apocalipsis se nos muestra que el gobierno de la iglesia
terrenal corresponde al gobiermo celestial, angélico, de
la misma manera que nuestro culto oficial corresponde al que
es conducido alrededor del trono celestial por los ángeles.
Además, los juicios que caen sobre la tierra ocurren por
las acciones de los siete ángeles (nuevamente, no
podemos divorciar a los ángeles humanos de sus contrapartes
celestiales). Los oficiales de la iglesia están comisionados y
tienen autoridad para hacer fructificar las bendiciones y las
maldiciones de Dios en la tierra. Los oficiales de la
iglesia son administradores de la historia mundial,
divinamente designados. Como veremos, las implicaciones
de este hecho son bastante literalmente de tremenda
importancia.
En Apocalipsis 8:3-5, Juan
ve a otro ángel de pie en el altar celestial del incienso,
sosteniendo un incensario de oro. Se le da al ángel una gran
cantidad de incienso, que simboliza las oraciones de todos los
santos (véase Apocalipsis 5:8), para que lo añada a las
oraciones del pueblo de Dios, asegurando que las oraciones
sean recibidas como ofrenda de olor agradable a Dios: Luego,
el humo del incienso, junto con las oraciones de los santos,
asciende delante de Dios de la mano del ángel, mientras el
ministro ofrece las peticiones de su congregación.
Lo que sucede después es
asombroso: el ángel llena el incensario con carbones
encendidos del altar de incienso y arroja el fuego a la tierra
en juicio; y esto es seguido por
"truenos, voces, relámpagos y un terremoto". Por
supuesto, estos fenómenos deberían ser familiares a todos los
lectores de la Biblia como los acompañamientos normales de la
nube de gloria. "Aconteció que al tercer día, cuando vino la
mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el
monte, y sonido de bocina muy fuerte. ... Todo el monte Sinaí
humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y
el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte sed
estremecía en gran manera" (Éxodo 19:16, 18).
La ironía de este pasaje se
hace obvio cuando tenemos presente que es una profecía contra
el Israel apóstata. En la adoración del Antiguo Testamento, el
fuego del altar de ofrenda encendida se originaba en el cielo,
descendiendo sobre el altar cuando el tabernáculo y el templo
eran preparados (Levítico 9:24; 2 Crónicas 7:1). Este fuego,
iniciado por Dios, era mantenido encendido por los sacerdotes
y llevado de un lugar a otro para que pudiera ser usado para
iniciar otros fuegos sagrados (Levítico 16:12-13; véase
Números 16:46-50; Génesis 22:6). Ahora, cuando al pueblo de
Dios se le ordenó destruir una ciudad apóstata, Moisés ordenó
además: "Y juntarás todo su botín en medio de la plaza, y
consumirás con fuego la ciudad, y todo su botín, todo ello,
como holocausto a Jehová tu Dios" (Deuteronomio
13:16; Jueces 20:40; véase Génesis 19:28). La única manera
aceptable de quemar una ciudad como holocausto era con fuego
de Dios - fuego del altar. Así,pues, cuando una ciudad iba a
ser destruida, el sacerdote tomaba fuego del altar de Dios y
lo usaba para encender el montón del botín que servía para
encender el resto, ofreciendo así la ciudad entera como
holocausto. Es esta práctica de poner a una ciudad "bajo
interdicción", de modo que nada sobreviva a la conflagración
(Deuteronomio 13:12-18), que el libro de Apocalipsis usa para
describir el juicio de Dios contra Jerusalén.
Dios hace llover sus
juicios sobre la tierra como respuesta específica a la
adoración litúrgica de su pueblo. Como parte del servicio
formal de adoración y oficial en el cielo, el ángel del altar
ofrece las oraciones del pueblo de Dios como grupo; y Dios
responde a sus peticiones, actuando en la historia en
nombre de los santos. La íntima conexión entre la liturgia y
la historia es un hecho ineludible, que no podemos darnos el
lujo de ignorar. Esto no es para sugerir que el mundo está en
peligro de caer en el "no ser" cuando la adoración de la
iglesia es defectuosa. En realidad, Dios usará las fuerzas
históricas (aun las paganas) para castigar a la iglesia cuando
ella deja de estar a la altura de su sublime llamado como
reino de sacerdotes. El punto aquí es que la adoración oficial
de la comunidad del pacto es cósmicamente significativa. La
historia de la iglesia es la clave de la historia del mundo:
Cuando la asamblea de adoradores invoca al Señor del
pacto, el mundo experimenta sus juicios. La historia es
administrada y dirigida desde el altar del incienso, que ha
recibido las oraciones de la iglesia.
En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi
Dios. Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó
delante de él, a sus oídos. La tierra fue conmovida y
tembló; se conmovieron los cimientos de los montes, y se
estremecieron, porque se indignó él. Humo subió de su
nariz, y de su boca fuego consumidor; carbones fueron por
él encendidos. Inclinó los cielos, y dscendió; y había
densas tinieblas debajo de sus pies. Cabalgó sobre un
querubín, y voló; voló sobre las alas del viento. Puso
tinieblas por su escondedero, por cortina suya alrededor
de sí; oscuridad de aguas, nubes de los cielos. Por el
resplandor de su presencia, sus nubes pasaron; granizo y
carbones ardientes. Tronó en los cielos Jehová, y el
Altísimo dio su voz; granizo y carbones de fuego. Envió
sus saetas, y los dispersó; lanzó relámpagos, y los
destruyó. Entonces aparecieron los abismos de las aguas, y
quedaron al descubierto los cimientos del mundo, a tu
reprensión, oh Jehová, por el soplo del aliento de tu
nariz. (Salmos 18:6-15).
EL TRASFONDO DE LOS JUICIOS DE LAS
TROMPETAS
Varias áreas del
significado simbólico de las trompetas están a la vista en
este pasaje. Primera, se usaban trompetas en la liturgia del
Antiguo Testamento para procesiones ceremoniales,
particularmente como escoltas para el arca del pacto (véase
Apocalipsis 11:19); el ejemplo obvio y principal de esto es la
marcha alrededor de Jericó antes de que cayese (Josué 6; véase
1 Crónicas 15:24; Nehemías 12:41; Apocalipsis 11:13).
Segunda, se hacían sonar
las trompetas para proclamar el gobierno de un nuevo rey (1
Reyes 1:34, 39; véase Salmos 47:5; Apocalipsis 11:15).
Tercera, la trompeta hacía
sonar una alarma, advirtiendo a Israel del juicio que se
aproximaba e instando al arrepentimiento nacional (Isaías
58:1; Jeremías 4:5-8; 6:1, 17; Ezequiel 33:1-6; Joel 2:1, 15).
Cuarta, Moisés recibió
instrucciones de usar dos trompetas de plata tanto
"para convocar a la congregación" para la adoración como
"para mover los campamentos" para el combate con el enemigo
(Números 10:1-9). Es significativo que estos dos propósitos,
la guerra santa y la adoración,
se mencionan juntos. Por supuesto, la ironía en Apocalipsis es
que Dios ahora ordena que las trompetas de la guerra santa se
hagan sonar contra el mismo Israel.
Quinta, las trompetas
también se hacían sonar en las fiestas y en el primer día de
cada mes (Números 10:10), con énfasis especial en Tishri 1, el
día de Año Nuevo civil (en el año eclesiástico, el primer día
del séptimo mes); este Día de las Trompetas era el
reconocimiento litúrgico especial del Día del Señor (Levítico
23:24-25; Números 29:1-6). Por supuesto, al trasfondo más
básico de todo esto es la nube de gloria, que está acompañada
por trompetazos angélicos anunciando la soberanía y el juicio
del Señor (Éxodo 19:16); la liturgia terrenal del pueblo de
Dios era una recapitulación de la liturgia celestial, otra
indicación de que el pueblo redimido de Dios había sido
restaurado a su imagen. (Esta era la razón del método que el
ejército de Gedeón usó para poner en fuga a los madianitas en
Jueces 7:15-22: rodeando al enemigo con luces, griterío, y el
sonido de trompetas, los israelitas eran un reflejo divino del
ejército celestial de Dios en la Nube, viniendo en venganza
contra los enemigos de Dios).
No sólo recordándonos la
caída de Jericó, los juicios acarreados por el sonido de las
trompetas en Apocalipsis también recuerdan las plagas que
cayeron sobre Egipto antes del éxodo. Juntas, están
representadas como destruyendo la tercera parte de la tierra.
Obviamente, puesto que el juicio no es ni total ni final, no
puede ser el fin el mundo físico. Sin embargo, la devastación
es tremenda, y trabaja para producir el fin de la nación
judía, el sujeto de estas terribles profecías. Israel se ha
convertido en una nación de egipcios y cananeos, y peor: una
tierra de apóstatas del pacto. Todas las maldiciones de la ley
están a punto de ser derramadas sobre los que una vez fueron
el pueblo de Dios (Mateo 23:35-36). Los cuatro primeras
trompetas se refieren aparentemente a la serie de desastres
que devastaron a Israel en los últimos días, y principalmente
a los eventos que condujeron al comienzo de la guerra.
LA PRIMERA TROMPETA
Mientras que los
juicios de los sellos eran medidos en cuartos, los juicios de
las trompetas eran medidos en tercios. Suena la primera
trompeta (Apocalipsis 8:6-7), y cae una triple
maldición (granizo, fuego, sangre), que afecta un tercio de la
tierra; tres objetos en particular son seleccionados. Juan ve
"granizo y fuego, mezclados con sangre, y fueron lanzados a la
tierra". La sangre de los testigos muertos se mezcla con el
fuego del altar, trayendo ira sobre los perseguidores. El
resultado de esta maldición, que tiene algunas similitudes con
la séptima plaga de Egipto (Éxodo 9:22-26), es el incendio de
una tercera parte de la tierra y la tercera parte de los
árboles, y toda la hierba verde (es decir, toda la hierba
verde de un tercio de la tierra; véase Apocalipsisa 9:4). Si
los árboles y la hierba representan al remanente elegido (como
parecen hacerlo en 7:3 y 9:4), esto indica que no están
exentos del sufrimiento físico y la muerte al caer la ira de
Dios sobre los impíos. Sin embargo, (1) la iglesia no puede
ser destruida completamente en ningún juicio (Mateo
16:18), y (2) a diferencia de los impíos, el destino final de
los impíos no es la ira sino la vida y la salvación (Romanos
2:7-9; 1 Tesalonicenses 5:9).
Por otra parte, los impíos
sólo tienen delante de ellos ira y angustia, tribulación y
aflicción (Romanos 2:8-9). Literalmente, la vegetación de
Judea, y especialmente de Jerusalén, fue destruida en los
métodos militares romanos de tierra arrasada, como informa
Josefo: "Como la ciudad, el campo era un espectáculo
lastimoso, porque donde una vez había habido una multitud de
árboles y parques, ahora había un completo desierto desnudo de
árboles; y ningún extranjero que hubiese visto la antigua
Judea y los gloriosos suburbios de su capital y que ahora
contemplase la total desolación, podría contener las lágrimas
ni suprimir un gemido al ver un cambio tan terrible. La
guerra había borrado todo rastro de belleza, y nadie que
hubiese conocido la ciudad en el pasado y hubiese regresado a
ella repentinamente habría reconocido el lugar porque, aunque
él ya estaba allí, todavía estaría buscando la ciudad" (The
Jewish War, vi.1.1). Y sin embargo, éste era sólo
el comienzo: muchas más tristezas, y mucho peores, esperaban
delante (véase 16:21).
LA SEGUNDA TROMPETA
Con el trompetazo del
segundo ángel (Apocalipsis 8:8-9), vemos un paralelo con la
primera plaga de Egipto, en la cualel Nilo se convirtió en
sangre y los peces murieron (Éxodo 7:17-21). La causa de esta
calamidad fue que una gran montaña ardiendo fue lanzada al
mar. El significado de esto se hace claro cuando recordamos
que la nación de Israel era el "Santo Monte" de Dios, "el
monte de la herencia de Dios" (Éxodo 15:17). Como el pueblo
redimido de Dios, los hebreos habían sido traídos de vuelta al
Edén, y el uso repetido de la imagen de la montaña a lo largo
de su historia incluyendo el hecho de que el monte de Sión era
el símbolo aceptado de la nación) demuestra esto vívidamente.
Pero ahora, como apóstata, Israel se había convertido en un
"monte destructor", contra el cual se había vuelto la ira de
Dios. Ahora Dios habla de Jerusalén en el mismo
lenguaje que Él una vez usó para hablar de Babilonia,
un hecho que será central en las imágenes de este libro:
He aquí yo estoy contra ti, monte destruidor,
dice Jehová, que destruiste toda la tierra; y extenderé mi
mano contra ti, y te haré rodar de las peñas, y reduciré a
monte quemado. ... Subió el mar sobre Babilonia; de la
multitud de sus olas fue cubierta (Jeremías 51:25, 42).
Conéctese esto con el
hecho de que Jesús, en la mitad de una larga serie de
discursos y parábolas sobre la destrucción de Jerusalén (Mateo
20-25), maldijo a una higuera estéril como símbolo de juicio
sobre Israel. Luego les dice a sus discípulos: "De cierto os
digo, que si tuviéseis fe, y no dudaseis, no sólo haréis esto
de la higuera, sino que, si a este monte dijéreis: Quítate y
échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiéreis en
oración, creyendo, lo recibiréis" (Mateo 21:21-22). ¿Estaba
Jesús siendo frívolo? ¿En realidad esperaba que los discípulos
fueran por allí orando para que los montes literales se
movieran? Por supuesto que no. Lo que es más importante, Jesús
no había cambiado el tema. Todavía les estaba dando una
lección sobre la caída de Israel. ¿Cuál era la lección? Jesús
estaba dando instrucciones a sus discípulos para que
elevasen oraciones imprecatorias, suplicando que Dios
destruyese a Israel, secase la higuera, y echase al mar al
monte apóstata.
Y eso fue exactamente lo
que sucedió. La perseguida iglesia, bajo la opresión de los
judíos apóstatas, comenzó a orar pidiendo la venganza de Dios
sobre Israel (Apocalipsis 6:9-11), pidiendo que el monte de
Israel fuese "tomado y echado en el mar". Sus ofrendas
fueron recibidas en el altar celestial de Dios, y en
respuesta, Dios dio instrucciones a los ángeles para que
arrojaran sus juicios sobre la tierra (Apocalipsis 8:3-5).
Israel fue destruido. Debemos notar que Juan está escribiendo
esto antes de la destrucción, para la
instrucción y el estímulo de los santos, para que continuasen
orando con fe. Como les había dicho al principio:
"Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de la
profecía, y guardan las cosas en ella escritas, porque el
tiempo está cerca" (Apocalipsis 1:3).
LA TERCERA TROMPETA
Como el símbolo anterior,
la visión de la tercera trompeta (Apocalipsis 8:10-11) combina
imágenes bíblicas de las caídas tanto de Egipto como de
Babilonia. El efecto de esta plaga - las aguas volviéndose
amargas - es similar a la primera plaga de Egipto, en la cual
el agua se volvió amarga a causa de la multitud de peces
muertos y en descomposición (Éxodo 7:21). Lo amargo de las
aguas es causado por una gran estrella que cayó del cielo,
ardiendo como una antorcha. Esto es paralelo con la profecía
de Isaías sobre la caída de Babilonia, descrita en términos
de la caída original en el paraíso:
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la
mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las
naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en
lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono,
y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del
norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré
semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol,
a los lados del abismo (Isaías 14:12-15).
El nombre de esta estrella
caída es Ajenjo, un término usado en la Ley y los Profetas
para advertir a Israel de su destrucción como castigo por su
apostasía (Deuteronomio 29:18; Jeremías 9:15; 23:15;
Lamentaciones 3:15, 19; Amós 5:7). Nuevamente, combinando
estas alusiones en el Antiguo Testamento, Juan subraya lo que
quiere decir: Israel es apóstata, y se ha convertido en un
Egipto; Jerusalén se ha convertido en Babilonia; y los
quebrantadores del pacto serán destruidos, tan seguramente
como lo fueron Egipto y Babilonia.
LA CUARTA TROMPETA
Como la novena plaga de
Egipto de una "densa oscuridad" (Éxodo 10:21-23), la maldición
causada por la cuarta trompeta (Apocalipsis 8:12-13) cae sobre
los portadores de luz, el sol, la luna, y las estrellas, de
modo que la tercera parte de ellos se oscureciesen.
Estas imágenes fueron usadas por lo profetas durante
mucho tiempo para representar la caída de las naciones y los
gobernantes nacionales (véase Isaías 13:9-11, 19; 24:19-23;
34:4-5; Ezequiel 32:7-8, 11-12; Joel 2:10, 28-32; Hechos
2:16-21). En cumplimiento de esto, F. W. Farrar observa: "Un
gobernante tras otro, jefe tras jefe del Imperio Romano y la
nación judía fue asesinado y arruinado. Gayo, Claudio, Nerón,
Galba, Otón, Vitelio, todos murieron asesinados o se
suicidaron; Herodes el Grande, Herodes Antipas, Herodes
Agripa, y la mayoría de los príncipes herodianos, junto con no
pocos de los principales sumos sacerdotes de Jerusalén,
perecieron después de haber caído en desgracia, o en el
exilio, o pr manos violentas. Todos ellos fueron soles
apagados y estrellas oscurecidas" (The Early Days
of Christianity, p. 519).
Ahora Juan ve un águila
(véase Apocalipsis 4:7) volando en medio del cielo, una
advertencia de la ira venidera. Como muchos otros símbolos de
pacto, el águila tiene una doble naturaleza. Por un lado,
significa la salvación que Dios proporcionó a Israel:
Porque la porción de Jehová es su pueblo;
Jacob la heredad que le tocó. Le halló en tierra de
desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo
alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su
ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre
sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre
sus plumas (Deuteronomio 32:9-11; Éxodo 19:4).
Pero el águila es
también una terrible ave de presa, asociada con sangre y
muerte y carne putrefacta:
Sus polluelos chupan la sangre; y donde hubiere
cadáveres, allí está ella (Job 39:30).
Las advertencias
proféticas de la destrucción de Israel están a menudo
redactadas en términos de águilas que descienden sobre la
carroña (Deuteronomio 28:49; Jeremías 4:13; Lamentaciones
4:19; Oseas 8:1; Habacuc 1:8; Mateo 24:28). En realidad, un
aspecto básico de la maldición del pacto es el de ser devorado
por las aves del cielo (Génesis 15:9-12; Deuteronomio 28:26,
49; Proverbios 30:17; Jeremías 7:33-34; 16:3-4; 19:7;
34:18-20; Ezequiel 39:17-20; Apocalipsis 19:17-18). El
querubín-águila reaparecerá en Apocalipsis como imagen de la
salvación (12:14), para ser reemplazado finalmente por (o
visto nuevamente como) un ángel volando por en medio del cielo
proclamando el evangelio a los que moran en la tierra (14:6),
pues su misión es en fin de cuentas redentora en su alcance.
Pero la salvación del mundo vendrá por medio de la caída de
Israel (Romanos 11:11-15), 25). Así, pues, el águila comienza
su mensaje con ira, proclamando tres ayes que han de venir
sobre los que moran en la tierra.
Como las plagas originales
en Egipto, las maldiciones se están intensificando, y se están
volviendo más precisas en su aplicación. Lo que Juan dice está
aumentando hasta un crescendo, usando los tres ayes del águila
(que corresponden al quinto, sexto, y séptimo trompetazo
(vease Apocalipsis 9:12; 11:14-15) para dramatizar los
crecientes desastres que está sufriendo la tierra de Israel.
Después de muchas demoras y mucha resignación por parte del
celoso y santo Señor de los ejércitos, las terribles sanciones
de la ley son finalmente desatadas contra los violadores del
pacto, de manera que Jesús pueda heredar los reinos del mundo
y traerlos a su templo (Apocalipsis 11:15-19; 21:22-27).