LA GRAN TRIBULACIÓN
David Chilton
Dominion Press
Fort Worth, Texas
Copyright © 1987 Dominion Press
ISBN 0-930462 55-6
CAPÍTULO 3
LA VENIDA DEL ANTICRISTO
Según las palabras de Jesús en Mateo 24,
una de las crecientes características de la era que precedería
al derrumbe de Israel sería la apostasía dentro de
la iglesia cristiana. Esto se mencionó antes, pero un
estudio más concentrado en este punto arrojará mucha luz sobre
cierto número de temas relacionados en el Nuevo Testamento -
temas que a menudo han sido malentendidos.
Por regla general, pensamos en el período apostólico como un
tiempo de evangelismo y crecimiento de la iglesia
tremendamente explosivos, una "edad de oro", en que ocurrían
milagros asombrosos todos los días. Esta imagen común es
esencialmente correcta, pero es defectuoso a causa de una
flagrante omisión. Tendemos a descuidar el hecho de que la
iglesia primitiva fue escenario del más dramático brote de
herejías en la historia mundial.
LA GRAN APOSTASÍA
La iglesia comenzó a ser
infiltrada por herejías bien temprano en su desarrollo. Hechos
15 registra la reunión del primer concilio de iglesia, que fue
convocado para producir una decisión autorizada sobre el tema
de la justificación por la fe (algunos maestros habían estado
abogando por la falsa doctrina de que se debían guardar las
leyes ceremoniales del Antiguo Testamento para ser
justificado). Sin embargo, el problema no desapareció; años
más tarde, e apóstol Pablo tuvo que lidiar con él otra vez, en
su carta a las iglesias de Galacia. Como les dijo Pablo, esta
aberración doctrinal no era poca cosa, sino que afectaba su
misma salvación: era un "evangelio diferente", una completa
distorsión de la verdad, y equivalía a repudiar a Jesucristo
mismo. Usando algunos de los términos más severos de su
carrera, Pablo pronunció condena contra los "falsos hermanos"
que enseñaban la herejía (véase Gálatas 1:6-9; 2:5, 11-21;
3:1-3; 5:1-12).
Pablo también previó que la
herejía infectaría a las iglesias de Asia Menor. Convocando a
los ancianos de Éfeso, les exhortó a "estar en guardia por
ustedes mismos y por toda la grey" porque "yo sé que, después
de mi partida, vendrán lobos rapaces que no perdonarán
al rebaño; y se levantarán de entre ustedes mismos, hablando
perversidades, para atraer tras de sí a los discípulos"
(Hechos 20:28-30). Tal como Pablo lo predijo, la falsa
doctrina se convirtió en un punto de disputa de enormes
proporciones en estas iglesias. Para cuando se escribió
el libro de Apocalipsis, algunas de ellas habían sido casi
completamente arruinadas por el avance de enseñanzas heréticas
y la apostasía resultante (Apocalipsis 2:2, 6, 14-16, 20-24;
3:1-4, 15-18).
Pero el problema de la
herejía no se limitaba a ninguna área geográfica ni cultural.
Estaba extendida, y se convirtió más y más en tema de consejos
apostólicos y descuidos pastorales a medida que pasaba el
tiempo. Algunos herejes enseñaban que la resurrección final ya
había tenido lugar (2 Timoteo 2:18), mientras que otros
afirmaban que la resurrección era imposible (1 Corintios
15:12); algunos enseñaban extrañas doctrinas de ascetismo y
culto a los ángeles (Colosenses 2:8, 18-23; 1 Timoteo 4:1-3);
otros abogaban por toda clase de inmoralidades y
rebeliones en nombre de la "libertad" (2 Pedro 2:1-3,
10-22; Judas 4, 8, 10-13, 16). Una y otra vez, los apóstoles
se encontraron haciendo severas advertencias para que no se
tolerasen falsos maestros y "falsos apóstoles" (Romanos
16:17-18; 2 Corintios 11:3-4, 12-15; Filipenses 3:18-19; 1
Timoteo 1:3-7; 2 Timoteo 4:2-5), pues éstos habían sido
la causa de separaciones en masa de la fe, y la
extensión de la apostasía aumentaba a medida que el tiempo
pasaba (1 Timoteo 1:19-20; 6:20-21; 2 Timoteo 2:16-18; 3:1-9,
13; 4:10, 14-16). Una de las últimas cartas del Nuevo
Testamento, el libro de Hebreos, se escribió a una comunidad
cristiana entera cuando sus miembros estaban a punto de
abandonar el cristianismo en masa. La iglesia cristiana de la
primera generación no sólo se caracterizaba por la fe y los
milagros; también se caracterizaba por la creciente
ilegalidad, rebelión, y herejía desde dentro de la propia
comunidad cristiana - tal como Jesús lo había predicho en
Mateo 24.
EL ANTICRISTO
Los cristianos tenían un
nombre específico para esta apostasía. La llamaban Arttic/must.
Muchos escritores populares han especulado sobre este término,
y por lo general, han desestimado su uso en la Escritura. En
primer lugar, considérese un hecho que sin duda sorprenderá a
algunas personas: la palabra "anticristo" jamás
ocurre en el libro de Apocalipsis. Ni una sola vez. Pero el
término es usado de modo rutinario por los maestros cristianos
como sinónimo de "la bestia" de Apocalipsis 13. Obviamente, no
hay duda de que la bestia es enemiga de Cristo, y por esto, es
"anti" Cristo en ese sentido; sin embargo, lo que quiero
subrayar es que el término anticristo se usa en un sentido muy
específico, y esencialmente no está relacionado con la figura
conocida como "la bestia" y el número "666".
Un error adicional enseña
que "el anticristo" es un individuo específico; relacionada
con esto está la idea de que "él" es alguien que aparecerá
hacia el fin del mundo. Como la primera, ambas ideas son
contradichas por el Nuevo Testamento.
En realidad, las únicas
ocasiones en que ocurre el término anticristo son los
siguientes versículos de las cartas del apóstol Juan.
Hijitos, ya es el último tiempo; y según
vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han
surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el
último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de
nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían
permanecido con nosotros; pero salieron para que se
manifestase que no todos son de nosotros. ... ¿Quién es el
mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es
anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que
niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al
Hijo, tiene también al Padre. ... Os he escrito esto sobre
los que os engañan (1 Juan 2:18-19, 22-23, 26).
Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad
los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas
han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de
Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en
carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el
espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que
viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, vosotros
sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que
está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del
mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye.
Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el
que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu
de verdad y el espíritu de error (1 Juan 4:1-6).
Porque muchos engañadores han salido por el
mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne.
Quien esto hace es el engañador y el anticristo. Mirad por
vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro
trabajo, sino que recibáis galardón completo. Cualquiera que
se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no
tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése
sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y
no tiene esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le
digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido!
participa de sus malas obras (2 Juan 7-11).
Los textos citados arriba
comprenden todos los pasajes bíblicos que mencionan la palabra
anticristo, y de ellos podemos extraer varias conclusiones
importantes:
Primera, los cristianos ya habían sido
advertidos de la venida del anticristo (1 Juan
2:18; 4:3).
Segunda, no había sólo uno, sino "muchos
anticristos" (1 Juan 2:18). Por consiguiente, el término anticristo
no puede ser simplemente la designación de un solo
individuo.
Tercera, el anticristo ya estaba en
operación, como escribió Juan: "Así ahora han
surgido muchos anticristos" (1 Juan 2:18); "Os he escrito
esto sobre los que os engañan" (1 Juan 2:26); "vosotros
habéis oído que viene, y que ahora ya está en el
mundo (1 Juan 4:3); muchos engañadores han
salido por el mundo. ... Éste es el engañador
y el anticristo" (2 Juan 7).
Obviamente, si el anticristo ya estaba presente en el siglo
primero, no era ninguna figura que surgiría al fin del
mundo.
Cuarta, el anticristo era un sistema de
incredulidad, particularmente la herejía de
negar la persona y la obra de Jesucristo.
Aunque, aparentemente, los anticristos afirmaban pertenecer
al Padre, enseñaban que Jesús no era el Cristo (1 Juan
2:22); junto con los falsos profetas (1 Juan 4:1), negaban
la encarnación (1 Juan 4:3; 2 Juan 7, 9), y rechazaban la
doctrina apostólica (1 Juan 4:6).
Quinta, los anticristos habían sido miembros de
la iglesia cristiana, pero habían abandonado la fe (1 Juan
2:19). Ahora estos apóstatas estaban tratando de engañar a
otros cristianos para inclinar a la iglesia en general en
dirección contraria a Jesucristo (1 Juan 2:26; 4:1; 2 Juan
7, 10).
Juntando todo esto, podemos
ver que el anticristo es una descripción tanto de un sistema
de apostasía como de apóstatas individuales. En
otras palabras, el anticristo era el cumplimiento de la
profecía de Jesús de que vendría un tiempo de gran apostasía,
cuando "muchos tropezarían entonces, y se entregarían unos a
otros, y unos a otros se aborrecerían. Y muchos falsos
profetas se levantarían, y engañarían a muchos" (Mateo
24:10-12). Como dijo Juan, los cristianos habían sido
advertidos de la venida del anticristo; y efectivamente,
habían surgido "muchos anticristos". Durante un tiempo, habían
creído al evangelio; más tarde, habían abandonado la fe, e
iban por allí tratando de engañar a otros, bien iniciando
nuevas sectas o, más probablemente, tratando de atraer a los
cristianos hacia el judaísmo - la falsa religión que aseguraba
adorar al Padre mientras negaba al Hijo. Cuando la doctrina
del anticristo se entiende, encaja perfectamente en lo que nos
dice el resto del Nuevo Testamento sobre la época de la
"generación terminal".
Uno de los anticristos que
afligía a la iglesia primitiva era Cerinto, jefe de una secta
judaica del siglo primero. Considerado por los Padres de la
Iglesia como "el archihereje", e identificado como uno de los
"falsos apóstoles" que se oponían a Pablo, Cerinto era un
judío que ingresó a la iglesia y comenzó a alejar a los
cristianos de la fe ortodoxa. Enseñaba que una deidad menor,
no el Dios verdadero, había creado el mundo (sosteniendo, como
los gnósticos, que Dios era demasiado "espiritual" para
ocuparse de la realidad material). Lógicamente, esto
significaba una negación de la encarnación, pues Dios no
asumiría un cuerpo físico y una personalidad realmente humana.
Y Cerinto era consistente: declaraba que Jesús había sido
simplemente un hombre ordinario, no nacido de una virgen; que
"el Cristo" (un espíritu celestial) había descendido sobre el
hombre Jesús en el bautismo (permitiéndole hacer milagros),
pero luego le había abandonado nuevamente en la crucifixión.
También, Cerinto defendía una doctrina de justificación por
las obras - en particular, la absoluta necesidad de observar
las ordenanzas ceremoniales del pacto antiguo para ser salvo.
Además, Cerinto fue
aparentemente el primero en enseñar que la segunda venida
introduciría un reinado literal de Cristo en Jerusalén durante
mil años. Aunque esto contrario a la enseñanza apostólica del
reino, Cerinto afirmaba que un ángel le había revelado esta
doctrina (de una manera muy parecida a lo que ocurrió con
Joseph Smith, un anticristo del siglo diecinueve, que más
tarde afirmaría que había recibido una revelación angélica).
Los verdaderos apóstoles se
opusieron severamente a la herejía de Cerinto. Pablo amonestó
a las iglesias: "Pero si aún nosotros, o un ángel del cielo,
os enseñare un evangelio contrario al que os he predicado, sea
anatema" (Gálatas 1:8), y continuó refutando en la misma carta
las herejías legalistas que sostenía Cerinto. Según la
tradición, Juan escribió su evangelio y sus cartas teniendo en
mente especialmente a Cerinto. (También se nos dice que, al
entrar Juan en el baño público, alcanzó a ver al anticristo
delante de él. El apóstol inmediatamente dio la vuelta y salió
corriendo, mientras exclamaba: "¡Huyamos, no sea que el
edificio nos caiga encima, pues Cerinto, el enemigo de la
verdad, está dentro!").
Regresando a las
afirmaciones de Juan sobre el espíritu del anticristo, debemos
notar que Juan subraya un punto adicional, muy significativo:
como predijo Jesús en Mateo 24, la venida del anticristo es
una señal del "fin". "Hijitos, ya es el último tiempo;
y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora
han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que
es el último tiempo" (1 Juan 2:18). La conexión
que la gente hace a menudo entre el anticristo y "los últimos
días" es bastante correcta; pero lo que a menudo se pasa por
alto es el hecho de que la expresión los últimos días,
y términos similares, se usan en la Biblia para referirse, no
al fin del mundo físico, sino a los últimos días de la
nación de Israel, los "últimos días" que terminaron
con la destrucción del templo en 70 d. C. Esto también
será una sorpresa para muchos; pero debemos aceptar la
enseñanza de la Escritura. Los autores del Nuevo Testamento
incuestionablemente usaron lenguaje del "fin del tiempo"
cuando hablaban del período en que estaban viviendo, antes de
la caída de Jerusalén. Como hemos visto, el apóstol Juan dijo
dos cosas sobre este punto: primera, que el anticristo
ya había venido; y segunda, que la
presencia del anticristo era prueba de que él y sus
lectores estaban viviendo en "el último tiempo".
En una de sus primeras cartas, Pablo había tenido que corregir
una impresión errónea relativa al juicio venidero sobre
Israel. Falsos maestros habían estado asustando a los
creyentes diciéndoles que el día del juicio ya estaba sobre
ellos. Pablo les recordó a los cristianos lo que antes les
había explicado:
Que nadie os engañe, porque no vendrá sin que
antes venga la apostasía. ... (2 Tesalonicenses 2:3).
Sin embargo, para el fin
de la era, mientras Juan escribía sus cartas, la gran
apostasía - el espíritu del anticristo, que el Señor había
predicho - era una realidad.
Judas, que escribió uno de
los últimos libros del Nuevo Testamento, no nos deja dudas
sobre este punto. Condenando enérgicamente a los herejes que
habían invadido la iglesia y estaban tratando de alejar a los
cristianos de la fe ortodoxa (Judas 1-16), Judas recuerda a
sus lectores que ellos habían sido advertidos de esto mismo:
Pero vosotros, amados, tened memoria de las
palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de
nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el
postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus
malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los
sensuales, que no tienen el Espíritu (Judas 17-19).
Judas claramente considera
las advertencias sobre los "burladores" como que se refieren a
los herejes de sus propios días - en el sentido de que sus
propios días eran el período del "último tiempo". Como Juan,
sabía que la rápida multiplicación de estos falsos hermanos
era una señal del fin. El anticristo había llegado, y ahora
era el último tiempo.