LA GRAN TRIBULACIÓN
David Chilton
Dominion Press
Fort Worth, Texas
Copyright © 1987 Dominion Press
ISBN 0-930462 55-6
CAPÍTULO 2
LA VENIDA EN LAS NUBES
Hemos visto que el discurso
de Cristo en el Monte de los Olivos, registrado en Mateo 24,
Marcos 13, y Lucas 21, trata del "fin" - no del fin del
mundo, sino del fin de Jerusalén y el templo; se refiere
exclusivamente a los "últimos días" de la era del pacto
antiguo. Jesús hablaba claramente de sus propios
contemporáneos cuando dijo que "esta generación" vería "todas
estas cosas". La "gran tribulación" tuvo lugar durante el
terrible período de sufrimiento, guerras, hambruna, y
asesinatos en masa, que llevaron a la destrucción del templo
en 70 d. C. Sin embargo, lo que parece presentar un problema
para esta interpretación es lo que Jesús dijo a continuación:
E inmediatamente después de la tribulación de
aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su
resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las
potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá
la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces
lamentarán todas las tribus de la tierra, y veránal Hijo del
Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran
gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y
juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un
extremo del cielo hasta el otro (Mateo 24:29-31).
Jesús parece estar
diciendo que la Segunda Venida ocurrirá inmediatamente después
de la tribulación. ¿Ocurrirá la Segunda Venida en 70 d. C.?
¿Nos la hemos perdido? Primero, dejemos clara una cosa desde
el comienzo: no hay manera alguna de soslayar esa palabra inmediatamente.
Significa inmediatamente. Reconociendo que la
tribulación tuvo lugar durante la generación que entonces
vivía, también tenemos que enfrentar la clara enseñanza de la
Escritura de que cualquiera sea lo que Jesús está hablando en
estos versículos, ocurrió inmediatamente
después. En otras palabras, estos versículos describen lo que
ha de tener lugar al final de la tribulación -
lo que forma su clímax.
Para entender el
significado de las expresiones de Jesús en este pasaje,
necesitamos entender el Antiguo Testamento mucho más de lo que
la mayoría de la gente lo entiende en la actualidad. Jesús
estaba hablando a un auditorio íntimamente familiarizado con
los más oscuros detalles de la literatura del Antiguo
Testamento. Habían oído leer y exponer el Antiguo Testamento
incontables veces durante sus vidas, y habían memorizado
largos pasajes. Las imágenes y las formas de expresión
bíblicas habían formado su cultura, ambiente, y vocabulario
desde su más tierna infancia, y esto había sido así durante
generaciones.
El hecho es que, cuando
Jesús habló a sus discípulos sobre la caída de Jerusalén, usó
vocabulario
profético. Había un 'lenguaje' de la profecía,
reconocible instantáneamente para los que estaban
familiarizados con el Antiguo Testamento. Al predecir Jesús el
fin completo del sistema del pacto antiguo - que era, en
cierto sentido, el fin del mundo entero - habló de él como lo
habría hecho cualquiera de los profetas, en el conmovedor
lenguaje del juicio del pacto. Consideraremos cada elemento de
la profecía, y veremos cómo su uso anterior por los profetas
del Antiguo Testamento determinaba su significado en el
contexto del discurso de Jesús sobre la caída de Jerusalén.
Recordemos que nuestro modelo final de verdad es la Biblia, y
la Biblia solamente.
EL SOL, LA LUNA, Y LAS
ESTRELLAS
Al final de la tribulación,
dice Jesús, el universo se desplomaría: la luz del sol y de la
luna se extinguiría, las estrellas caerían, las potencias de
los cielos serían conmovidas. La base de este simbolismo se
halla en Génesis 1:14-16, donde se dice que el sol, la luna y
las estrellas ("las potencias de los cielos") son "señales"
que "gobiernan" el mundo. Más adelante en la Escritura, estas
luces celestiales se usan para hablar de las autoridades y
gobernadores terrenales; y cuando Dios amenaza con venir
contra ellos en juicio, se usa para describirlo la misma
terminología del universo que se desploma. Profetizando la
caída de Babilonia a manos de los medos en 539 a. C., Isaías
escribió:
He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de
indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en
soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las
estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el
sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor
(Isaías 13:9-10).
Es muy significativo que
Isaías profetizó más tarde la caída de Edom en términos de una
des-creación:
Y todo el ejército de los cielos se disolverá,
y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su
ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la
de la higuera (Isaías 34:4).
El profeta Amós,
contemporáneo de Isaías, predijo la destrucción de Samaria
(722 a. C.) de una manera muy parecida:
"Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor,
que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de
tinieblas la tierra en el día claro" (Amós 8:9).
Otro ejemplo ocurre con el
profeta Ezequiel, que predijo la destrucción de Egipto. Dijo
Dios por medio de Ezequiel:
"Y cuando te haya extinguido, cubriré los
cielos, y haré entenebrecer las estrellas; el sol cubriré
con nublado, y la luna no hará resplandecer su luz. Haré
entenebrecer todos los astros brillantes del cielo por ti, y
pondré tinieblas sobre tu tierra, dice Jehová el Señor"
(Ezequiel 32:7-8).
Hay que subrayar que ninguno
de estos sucesos tuvo lugar literalmente. No era el propósito
de Dios que nadie interpretara literalmente estas
afirmaciones. Sin embargo, poéticamente, todas
estas cosas sí ocurrieron; por lo que concernía a
estas naciones impías, "las luces se apagaron". Esto es
simplemente lenguaje figurado, que no nos sorprendería en
absoluto si estuviéramos más familiarizados con la Biblia y
apreciáramos su carácter literario.
Por consiguiente, lo que
Jesús estaba diciendo, en terminología profética
inmediatamente reconocible por sus discípulos, es que la luz
de Israel se extinguiría; la nación del pacto dejaría de
existir. Cuando la tribulación terminara, el antiguo Israel
desaparecería.
LA SEÑAL DEL HIJO DEL HOMBRE
La mayoría de las
traducciones modernas de Mateo 24:30 dice algo así: "Y
entonces aparecerá en el firmamento la señal del Hijo del
Hombre ...". Esa es una traducción errónea, basada, no en el
texto griego, sino en las erradas suposiciones del propio
traductor sobre este pasaje (creyendo que habla de la Segunda
Venida). Una traducción del griego palabra por palabra dice en
realidad:
Y entonces aparecerá la señal del Hijo del
Hombre en el cielo. ...
Como se puede ver, hay dos
importantes diferencias en la traducción correcta. Primera, la
ubicación de la cual se habla es el cielo, no sólo el
firmamento; segunda, no es la señal lo que está
en el cielo, sino el Hijo del Hombre el que está en el
cielo. El punto es simplemente que este gran juicio sobre
Israel, la destrucción de Jerusalén y el templo, sería la
señal de que Cristo Jesús está entronizado en el cielo a
la derecha del Padre, señoreando sobre las naciones y
trayendo retribución sobre sus enemigos. El cataclismo
divinamente ordenado de 70 d. C. reveló que Cristo había
quitado el reino a Israel y lo había dado a la iglesia; la
desolación del antiguo templo era la señal final de que Dios
lo había abandonado y ahora moraba en un nuevo templo, la
iglesia. Todos estos eran aspectos de la primera venida de
Cristo, partes cruciales de la obra que vino a llevar a cabo
por medio de su muerte, resurrección, y ascensión al trono. Es
por esto por lo que la Biblia habla del derramamiento del
Espíritu Santo sobre la iglesia y la destrucción de Israel
como de un mismo suceso, porque estaban íntimamente conectados
teológicamente. El profeta Joel predijo al mismo tiempo tanto
el día de Pentecostés como la destrucción de Jerusalén:
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre
toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán
visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas
derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en
el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de
humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en
sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová.
Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo;
porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación,
como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá
llamado (Joel 2:28-32).
Como veremos en un
capítulo posterior, la inspirada interpretación de este texto
por Pedro en Hechos 2 determina el hecho de que Joel está
hablando del período desde el derramamiento inicial del
Espíritu Santo hasta la destrucción de Jerusalén, desde
Pentecostés hasta el Holocausto. Para nosotros, es suficiente
observar aquí que en este pasaje se usa el mismo lenguaje de
juicio. La interpretación barata común de que las "columnas de
humo" son hongos de explosiones nucleares es una radical
distorsión del texto, y una interpretación completamente
errónea del lenguaje profético de la Biblia. Tendría el mismo
sentido decir que las columnas de fuego y humo durante el
éxodo eran el resultado de una explosión atómica.
LAS NUBES DEL CIELO
Apropiadamente, esto nos
lleva al siguiente elemento de la profecía de Jesús sobre la
destrucción de Jerusalén: "y entonces lamentarán todas las
tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre
las nubes del cielo, con poder y gran gloria". Aquí la palabra
tribus hace referencia principalmente a las
tribus de la tierra de Israel; y el "lamento"
probablemente ocurre en dos sentidos. Primero, se lamentarían
de tristeza a causa de su sufrimiento y la pérdida de su
tierra; segundo, lamentarían finalmente en arrepentimiento por
sus pecados, cuando se convirtiesen de su apostasía (véase
Romanos 11).
Pero, ¿cómo es que verían
al Hijo del Hombre viniendo en las nubes? Este es un símbolo
importante del poder y la gloria de Dios, que se usa en toda
la Biblia. Por ejemplo, pensemos en la "columna de fuego y
nube" por medio de la cual Dios salvó a los Israelitas y
destruyó a sus enemigos en la liberación de Egipto (véase
Éxodo 13:21-22; 14:19:31; 19:16-19). En realidad, durante todo
el Antiguo Testamento, Dios estaba viniendo "en las nubes",
para salvar a su pueblo y destruir a sus enemigos: "El que
pone las nubes por su carroza, el que anda sobre las alas del
viento" (Salmos 104:3). Cuando Isaías profetizó el juicio de
Dios sobre Egipto, escribió: "He aquí que Jehová monta sobre
una ligera nube, y entrará en Egipto; y los ídolos de Egipto
temblarán delante de él" (Isaías 19:1). El profeta Nahum habló
de manera similar de la destrucción de Nínive por Dios:
"Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes
son el polvo de sus pies" (Nahum 1:3). La expresión de que
Dios "viene en las nubes del cielo" es un símbolo bíblico casi
común de su presencia, juicio, y salvación.
Sin embargo, mayor que esto
es el hecho de que Jesús se está refiriendo a un suceso
específico conectado con la destrucción de Jerusalén y el fin
del pacto antiguo. Habló de ello nuevamente durante su juicio,
cuando el sumo sacerdote le preguntó si era el Cristo, y Jesús
respondió:
Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a
la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del
cielo (Marcos 16:62; ver Mateo 26:64).
Obviamente, Jesús no se
refería a un suceso miles de años en el futuro. Hablaba de
algo que sus contemporáneos - "esta generación" - verían
durante sus vidas. La Biblia nos dice exactamente cuándo vino
Jesús en las nubes del cielo:
Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos,
fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de ss ojos
(Hechos 1:9).
Y el Señor, después de que les habló, fue
recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios
(Marcos 16:19).
Fue este suceso, la
ascensión a la diestra de Dios, lo que Daniel predijo:
Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí
con las nubes del cielo venía como un hijo de hombre, que
vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse
delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para
que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su
dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno
que no será destruido (Daniel 7:13-14).
La destrucción de
Jerusalén era la señal de que el Hijo del Hombre, el segundo
Adán, estaba en el cielo, señoreando sobre el mundo y
disponiendo de él para sus propios fines. A su ascensión,
había venido en las nubes del cielo para recibir el reino de
manos de su Padre; la destrucción de Jerusalén era la
revelación de este hecho. Por consiguiente, en Mateo 24, Jesús
no estaba profetizando que vendría literalmente en las nubes
en 70 d. C. (aunque era cierto figurativamente).
Su "venida en las nubes", en cumplimiento de Daniel 7, tuvo
lugar en 30 d. C., al principio de la "generación terminal".
Pero en 70 d. C., las tribus de Israel verían la destrucción
de la nación como resultado de su ascensión al trono del cielo
para recibir el reino.
JUNTAR A LOS ESCOGIDOS
Finalmente, anunció Jesús,
el resultado de la destrucción de Jerusalén sería que Jesús
enviaría a sus "ángeles" a juntar a los escogidos. ¿No es esto
el rapto? No. La palabra ángeles significa
simplemente mensajeros (ver Santiago 2:25), sin
importar si su origen es celestial o terrena; es el contexto
lo que determina si las criaturas de las cuales se habla son
celestiales. A menudo, la palabra significa predicadores
del evangelio (ver Mateo 11:10; Lucas 7:24; 9:52;
Apocalipsis 1-3). En contexto, hay todas las razones para
suponer que Jesús está hablando del evangelismo mundial y la
conversión de las naciones que seguiría a la destrucción de
Israel.
<> El uso que Cristo
hace de la palabra juntar es significativo en este
respecto. Literalmente, la palabra es un verbo que significa
reunirse en sinagoga; el significado es que, con la
destrucción del templo y del sistema de pacto antiguo, el
Señor envía sus mensajeros para reunir en su sinagoga a su
pueblo escogido. En realidad, Jesús está citando a Moisés, que
había prometido: "Aun cuando tus desterrados estuvieren en las
partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá
Jehová tu Dios, y de allá te tomará" (Deuteronomio
30:4). Ninguno de los dos textos tiene nada que ver con el
rapto; ambos tienen que ver con la restauración y el
establecimiento de la casa de Dios, la congregación organizada
de su pueblo del pacto. Esto queda señalado aún más cuando
recordamos lo que Jesús había dicho justo antes de este
discurso:
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas
veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus
polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra
casa os es dejada desierta (Mateo 23:37-38).
Porque Jerusalén apostató
y rehusó reunirse en sinagoga bajo la soberanía de Cristo, su
templo sería destruido, y se formaría una nueva sinagoga y un
nuevo templo: la iglesia. Por supuesto, el nuevo templo fue
creado el día de Pentecostés, cuando el Espíritu vino a morar
en la iglesia. Pero el hecho de la existencia del nuevo templo
sólo sería obvio cuando el andamiaje del antiguo templo y el
sistema del pacto antiguo fuese quitado. Las congregaciones
cristianas comenzaron inmediatamente a llamarse "sinagogas"
(esa es la palabra usada en Santiago 2:2), mientras que las
reuniones judías eran llamadas "sinagogas de Satanás"
(Apocalipsis 2:9; 3:9). Pero vivían esperando el día del
juicio sobre Jerusalén y el templo antiguo, cuando la iglesia
fuera revelada como el templo verdadero y la verdadera
sinagoga de Dios. Puesto que el sistema del pacto antiguo era
"viejo" y estaba "próximo a desaparecer" (Hebreos 8:13), el
escritor de Hebreos les instaba tener esperanza, "no dejando
de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino
exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se
acerca" (Hebreos 10:25; ver 2 Tesalonicenses 2:1-2).
La promesa del Antiguo
Testamento de que Dios "reuniría en sinagoga" a su pueblo
experimenta un cambio muy importante en el Nuevo Testamento.
En vez de la forma simple de la palabra, el término usado por
Jesús tiene como prefijo la preposición epi.
Esta es una expresión favorita en el nuevo pacto, que intensifica
la palabra original. Por consiguiente, lo que Jesús está
diciendo es que la destrucción del templo en 70 d. C. le
revelaría a Él como viniendo en las nubes para recibir su
reino; y mostraría a su iglesia ante el mundo como la plena,
la verdadera, la super-sinagoga.
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