EL SABADISMO RE-EXAMINADO

Robert D. Brinsmead

Capítulo 6
Romanos 14:5

Traducido de Gospel Outreach


Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. - Romanos 14:5.

El libro de Romanos probablemente se escribió aproximadamente diez años después del libro de Gálatas. La mayoría de los comentaristas parecen creer que Romanos es una ampliación del mensaje a los gálatas. Existe alguna discrepancia entre algunos eruditos en cuanto a si Gálatas o Romanos debería ser considerado como la declaración primaria de la tesis paulina sobre la ley y la gracia.

Sin embargo, no es difícil demostrar que el tratamiento de la ley por parte de Pablo en el libro de Romanos es, en algunos respectos, bastante diferente de la manera en que trata la ley en el libro de Gálatas. Existe considerable confusión porque se supone demasiado rápidamente que uno de los libros es apenas una ampliación del otro.

La manera en que Pablo discute la ley en Gálatas es abrumadoramente negativa. Dice que la ley se introdujo como una medida temporal y de urgencia, 430 años después de que el pacto de la promesa fue dado a Abraham. La ley era un paidagogos cuyo mandato terminaba a la venida de Cristo (Gálatas 3:19). Fue un guardián durante la infancia de Israel. Sus ordenanzas tenían al pueblo "en esclavitud bajo los rudimentos del mundo" hasta que Cristo vino a redimirles (Gálatas 4:1-5).

La énfasis esencial de Colosenses no es en manera alguna diferente. El "acta de los decretos" fue clavada en la cruz (Colosenses 2:14). Efesios 2:14-15 dice esencialmente lo mismo.

Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas.
En este pasaje, Pablo alude probablemente al velo en los recintos del atrio en el templo, que separaba a los judíos de los gentiles. La ley le daba al judío ocasión de despreciar a los gentiles, y a los gentiles ocasión de odiar a los judíos. Los tres principales aspectos de la ley que hacían conspicua esta separación eran la circuncisión, el sábado, y las leyes alimentarias. El apóstol declara que Cristo ha quitado la hostilidad entre judíos y gentiles aboliendo en su carne la ley con sus mandamientos y ordenanzas. Aquí se designa la ley o dispensación entera porque, como hemos visto, para Pablo no hay selectividad para con la ley.

En 2 Corintios, Pablo confronta nuevamente el problema de los cristianos judíos infiltrados (2 Corintios 11:22). En el capítulo 3, declara que el ministerio de la letra, "grabado ... en tablas de piedra", ha sido reemplazado por el ministerio del Espíritu "escrito ... en tablas de carne del corazón" (2 Corintios 3:3-11).

El tono de las epístolas pastorales paulinas es bastante similar al de 2 Corintios, Gálatas, Efesios, y Colosenses. Pablo todavía está librando su batalla con los cristianos judíos, por una parte, y con los libertinos, por la otra -- pero más con los primeros que con los últimos. La meta de su enseñanza, declara el apóstol, "es amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida" (1 Timoteo 1:5). Luego añade:

De las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan. Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado. -- 1 Timoteo 1:6-11.
A través de sus cartas a Timoteo y a Tito, Pablo enfatiza claramente la fe y el amor, expresados en justicia, piedad, paciencia, bondad, humildad, etc. (1 Timoteo 1:14, 4:12, 6:11-12; 2 Timoteo 1:13, 2:18, 3:10; Tito 2:2, 11-14, 3:1-2). Advierte a los jóvenes pastores contra "el contender sobre palabras" (2 Timoteo 2:14), "cuestiones necias e insensatas" (2 Timoteo 2:23), "los de la circuncisión" (Tito 1:10), "fábulas judaicas" (Tito 1:14), y "discusiones acerca de la ley" (Tito 3:9). Aparentemente, la "vana palabrería" a la que él ataca constantemente en estas cartas viene de los que "quieren ser maestros de la ley" (1 Timoteo 1:6-11).

Así, en el contexto de oponerse a los cristianos judíos que insisten en imponer la ley sobre los creyentes gentiles (que es el trasfondo de 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Colosenses, 1 y 2 Timoteo, y Tito), la estimación de la ley por parte de Pablo es consistentemente negativa. Sin embargo, en el libro de Romanos encontramos una apreciación de la ley por completo diferente. Aquí el apóstol tienen muchas afirmaciones positivas que hacer acerca de ello. Lejos de decir que la ley ha sido abolida (Efesios 2:14,15) o clavada en la cruz (Colosenses 2:14), Romanos declara que la ley medirá la justicia de todos los hombres en el día del juicio . Sólo los que alcancen lo que la ley requiere serán justificados (Romanos 2:12-16). Lejos de abolir la ley, los que ponen su fe en la gran transacción en el Calvario "confirman la ley" (Romanos 3:31). El apóstol puede hasta decir: "Según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios" (Romanos 7:22; compárese con Salmos 119). En Romanos 8, Pablo procede a decir que, en Cristo, Dios hizo por nosotros  lo que la ley no podía hacer, "para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8:3-4 . Luego sigue la afirmación más positiva de todas: "Los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden" (Romanos 8:7). La inferencia aquí es que el hombre espiritual es el que está sujeto a la ley. ¡Esto difícilmente suena como que Pablo está diciendo que la ley ha sido abolida!

¿Cómo explicamos una estimación tan positiva de la ley en vista de lo que Pablo ha dicho en el libro de Gálatas? ¿Cómo puede el apóstol reprender a los gálatas por querer estar sujetos a la ley, pero decirles a los romanos que los que son hostiles a Dios no están sujetos a ella?

La respuesta a este problema  no se encontrará diciendo que Pablo denigra la ley ceremonial en Gálatas, mientras alaba la ley moral en Romanos. Como ya hemos visto, el apóstol no establece una clara distinción entre los aspectos ceremoniales y morales de la ley. Más bien, Pablo trata la ley como un todo.

Es decepcionante leer los comentarios que la mayoría de los eruditos en la tradición reformada hacen sobre Gálatas. Ellos usan el libro de Romanos para embotar el filo agudo y cortante del libro de Gálatas. No le permiten a Pablo decir lo que tiene que decir en Gálatas sin modificarlo y rodearlo de afirmaciones tomadas del libro de Romanos. Puede ser teológicamente correcto decir que la ley se convierte en una norma de vida para el creyente regenerado. Puede haber verdad en el dicho puritano de que la ley nos señala a Cristo como el camino de la salvación, y que Cristo nos señala hacia atrás, hacia la ley, como norma de conducta. Pero esto no es lo que Pablo dice en Gálatas. En Gálatas, él no dice nada acerca de la ley como norma de conducta después de que Cristo ha venido. Más bien, dice que el que ha sido justificado ya no necesita el paidagogos.

Por otra parte, los que derivan su tesis principal sobre la ley y la gracia del libro de Gálatas no hacen justicia a las afirmaciones positivas sobre la ley en el libro de Romanos. Se inclinan a embotar el filo agudo de Romanos importando comentarios del libro de Gálatas, pero deberíamos permitir que las palabras de Pablo tuvieran su fuerza plena tanto en Gálatas como en Romanos. La verdad jamás se encuentrará embotando el agudo filo de la paradoja bíblica o buscando alguna posición intermedia entre los dos polos. Debemos aceptar la aguda verdad de perspectivas aparentemente contradictorias. Esto no significa que la verdad es una contradicción. No hay contradicción entre Gálatas y Romanos. En Gálatas (y en 2 Corintios, Efesios, y Colosenses), Pablo discute la ley como es ministrada en el sistema legal mosaico. En él, los deberes religiosos y éticos son puestos en un rígido código escrito. El bien y el mal son definidos por la letra de la ley. La conducta es controlada por una multitud de ordenanzas, muchas de ellas bastante arbitrarias. Todo el ministerio mosaico de la ley se presenta como un infantil enfoque reglamentario de lo que es correcto y lo que no lo es, que los creyentes adultos en el evangelio ya no deben tolerar.

Además, Romanos no fue escrito para la iglesia gentil sino para una comunidad mixta gentil-judía. Había tantos judíos en Roma en el siglo primero como en Jerusalén (aproximadamente 50.000).

Una rama de la iglesia de Roma estaba compuesta de cristianos judíos. Evidentemente, Pablo respetaba demasiado las sensibilidades de ellos acerca de la ley como para enfocar la cuestión de la ley como lo hizo en su carta a los gálatas. Comenzó su carta a los romanos enfocando la ley como un modelo divino, más bien que como un código de ordenanzas. Con la palabra "modelo" no queremos decir un libro de reglas que define ordenanzas precisas sobre dónde y cuándo tener culto, qué comer, etc. Esta no es la clase de modelo al que Pablo se refiere en Romanos, pues dice que hasta los gentiles, "que no tienen ley [como un modelo escrito], ... muestran la obra de la ley escrita en sus corazones" (Romanos 2:14-15). Es obvio que los gentiles no tenían cosas externas, como el sábado, las leyes alimentarias, las leyes sacrificiales, y muchas otras ordenanzas mosaicas, escritas en sus corazones. Pero sí tenían escrita en sus corazones la conciencia de su responsabilidad hacia Dios, a cuya imagen habían sido creados. Por lo tanto, estas afirmaciones positivas sobre la ley no se refieren a las ordenanzas del código mosaico sino a la verdadera intención del espíritu de la ley (Romanos 7:6).

Ya sea en forma escrita (como fue dada a los judíos) o en forma no escrita (como la poseían los gentiles), la ley es un deber implacable que acusa a los que dejan de vivir a la altura de sus demandas. Detrás de las ordenanzas mosaicas estaba el mandato divino a menudo repetido: "Santo serás, pues yo soy santo". El ministerio mosaico dejó clara una cosa - la ley era implacable en su exigencia de total fidelidad a la voluntad de Dios. Y sin embargo, hasta la conciencia del pagano era un eco de la justicia divina que requerirá  una vida sin mancha en el día del juicio. La justicia requiere del hombre exactamente lo que siempre ha requerido -  una vida en perfecta armonía con el carácter de Dios. El problema humano es que nadie puede cumplir las demandas de este modelo divino. Pero el evangelio proclama que una justicia así puede hallarse por fe en la justicia de aquel Sustituto que vivió y murió en nuestro lugar.

La muerte de Cristo no niega el modelo de justicia exigida por la ley, ni en su forma escrita ni en la no escrita, sino que rinde tributo a la ley. El evangelio de Cristo no embota el agudo filo de este modelo perfecto, sino que lo afina más allá de su expresión bajo el ministerio mosaico. Los principios éticos eternos que se encuentran en el Antiguo Testamento son incorporados y se les da gran profundidad y espiritualidad en el Nuevo Testamento. Cuando el Nuevo Testamento exige fe y amor como el todo del hombre, no presenta un modelo nuevo, sino el verdadero propósito de la ley de Moisés. Los justos requerimientos de la ley que son cumplidos en el creyente (Romanos 8:4) no son el cumplimiento meticuloso de la letra de las ordenanzas mosaicas. En Romanos 7:1-7, (un pasaje que se acerca lo más posible al pensamiento de Gálatas), Pablo dice que, por medio de la muerte de Cristo, él está muerto a esta clase de obediencia. Pablo ahora sirve "bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra" (Romanos 7:6). Esa nueva manera es la manera de la fe y el amor, que se desarrolla en la instrucción práctica que se da en Romanos 12-15.

Aquí hay una sujeción a la ley de Dios por parte del creyente, pero no es una sujeción a la letra del código mosaico. Antes de su conversión, Pablo estaba casado con la letra de la ley. Esta devoción a la ley hizo de Pablo un blasfemo y perseguidor de la iglesia. Cuando Pedro se retiró de la mesa y no quiso comer con los gentiles, no hizo nada contra el código escrito. En realidad, estaba presionado por la delegación de Jerusalén para que cumpliera con las estipulaciones del código escrito. Y sin embargo, Pablo reprochó su conducta porque "no andaba rectamente conforme a la verdad del evangelio" (Gálatas 2:14). Por otro lado, David y sus hombres comieron el pan de la proposición, lo cual estaba prohibido por la letra del código mosaico. Y Joiada llevó a cabo una insurrección armada contra la malvada reina Atalía en un día sábado (2 Reyes 1:5,7,9). Estas acciones eran contrarias a la letra del código mosaico, pero se registran en la Biblia como actos de justicia. Lutero cita otros ejemplos del Antiguo Testamento en los cuales algunos hombres osadamente transgredieron el código escrito por exigencias de la fe y el amor. Es posible obedecer la letra de la ley y hacer lo malo (como Pedro) o transgredir la letra de la ley y hacer lo bueno (como David).

Un código de ordenanzas no puede cubrir adecuadamente cosas tales como la ira apresurada, el juicio prematuro, un espíritu vengativo, o la falta de humildad. Ni puede representar adecuadamente los más nobles atributos del espíritu humano. Por ejemplo, los padres pueden imponer reglas de conducta sobre sus niños pequeños con el propósito de prepararlos para que sean considerados con los demás. Pero es posible que un niño cumpla con estas reglas sin ser considerado. Un libro de reglas no puede ni hacer cumplir ni producir un buen carácter.

Los profetas del Antiguo Testamento son precursores de Jesús y los apóstoles en expresar desdén por la religión de externalismos. Hablan de un nuevo pacto por venir, en el cual el verdadero espíritu de la ley estará escrito en el corazón. Pero lo que sólo es sugerido por los profetas es expresado por Pablo con revolucionaria claridad. Antes de su conversión, la ley como código escrito era el centro de la vida de Pablo. De hecho, estaba "casado" con ella (Romanos 7). Pero, después de su experiencia en el camino a Damasco, Cristo se convirtió en el centro de su vida. Entonces supo que "cuando alguien se vuelve al Señor, el velo [que cubre el corazón cuando se lee a Moisés] se le quita" (2 Corintios 3:15-16). Cayó en la cuenta de que el ministerio de Moisés, que requería cumplir con la letra de sus ordenanzas, tenía que fenecer y ser reemplazado por el superior ministerio del Espíritu. Sin embargo, este nuevo modo de obedecer, que brota de la devoción por Cristo, no niega el modelo de la ley sino que lo cumple.

El verdadero propósito de la ley de Moisés era "verdad en lo íntimo" (Salmos 51:6). La ley como "letra" o "código escrito" es una "ley del pecado y de la muerte" porque no restringe el pecado sino que en realidad estimula toda clase de males (Romanos 7:8-13). Pero "la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús" libera al creyente "de la ley del pecado y de la muerte" para que el verdadero propósito de la ley -- fe y amor -- pueda convertirse en realidad en su vida (Romanos 8:2-4).

Cuando Pablo considera la ética cristiana en Romanos 12-15, podemos llamar a esto "el tercer uso de la ley" según la teología reformada. Cualquier imperativo, cualquier "deber", es ley. En este sentido, se ha impuesto mucha ley sobre los cristianos en las epístolas paulinas. Pero la ética de Romanos 12-15 no restaura la letra del código legal mosaico para convertir a los cristianos en esclavos de ordenanzas arbitrarias nuevamente.

Después de mostrar que el verdadero propósito de la ley es el amor (Romanos 13:8-10), Pablo procede a describir lo que esto significa en la situación concreta que existía en la iglesia de Roma. Esta comunidad cristiana estaba compuesta tanto de judíos como de gentiles. Sus iglesias eran pequeños grupos que se reunían en los hogares. Había gran diversidad entre ellos. La evidencia de las catacumbas indica que, no sólo se reunían en diferentes localidades, sino en ocasiones diferentes. Algunas reuniones de culto se tenían en hebreo, otras en griego. Los cristianos judíos tenían escrúpulos acerca de comer alimentos que habían sido consagrados a ídolos, o alimentos inmundos. Otros no tenían estos escrúpulos porque no tenían experiencia con las leyes alimentarias judías. Algunos creían en abstenerse totalmente de beber vino; otros no. Había también diferencias acerca de las festividades. Los cristianos judíos eran sabadistas. Este es el contexto del siguiente pasaje:

Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor: y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.

Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano. -- Romanos 14:5-6,13.

Los puritanos y los que han seguido su tradición sabadista han tratado de argüir que Pablo no podía estarse refiriendo al sábado semanal en este pasaje. Pero, cuando reconstruímos la situación histórica de una iglesia gentil judía, es por completo increíble suponer que Pablo se está refiriendo a cada día del calendario sagrado judío excepto el sábado semanal. En Romanos 14, Pablo declara que el cristianismo no es cuestión de argumentar acerca de los tabúes alimentarios:
Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz, y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sigue a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. -- Romanos 14:17-18.
De la misma manera, Pablo podría haber dicho: "El reino de Dios no es una cuestión de argumentar sobre qué día es santo, etc."

Pablo cree en estar sujeto a la ley de Dios (Romanos 8:7), pero no como está administrada en las ordenanzas del antiguo código escrito. En favor de lo que sí apela en Romanos 14 es una conducta determinada por las exigencias de la fe y el amor:

Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar  a otros con lo que come. Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.

¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí". -- Romanos 14:19-23; 15:1-3.

Aunque Pablo desdeñaba a los tontos gálatas por observar los días sagrados del calendario judío (Gálatas 4:10), les dice a los romanos que los que consideran un día sagrado por encima de otro no deberían ser condenados. ¿Por qué no toleraba el apóstol el sabadismo en una situación y lo toleraba en otra? Había dos razones. Primera, los cristianos judíos de Roma, como los cristianos judíos de Jerusalén, guardaban la ley, incluyendo el sábado, pero no para ser justificados delante de Dios. Segunda, la observancia del sábado era parte de su herencia. El evangelio les dio la libertad de continuar viviendo como judíos. Además, Pablo discernía que podría hasta ser peligroso para un cristiano judío repudiar sus costumbres y violar sensibilidades innatas (Romanos 14:23).

Una vez conocí a un judío que se había convertido en dirigente cristiano evangélico. Me dijo que no podía acostumbrarse a la idea de comer pescado sin escamas aún sabiendo que no estaba sujeto por la ley en esta materia.

Los que son criados en un hogar Adventista del Séptimo Día devoto podrían relacionarse con lo que este judío dijo. Según Pablo, ni el judío evangélico ni el adventista evangélico están obligados a demostrar su liberación desafiando las sensibilidades de su cultura. Y aún en el caso de que fueran lo bastante "fuertes" para hacerlo, no deberían hacer alarde de esta libertad delante de su propio pueblo. F. F. Bruce capta hermosamente el espíritu de Pablo cuando dice:

Algunos no pueden distinguir en seguida entre lo esencial y lo no esencial: Si abandonan un orden antiguo en favor de un orden nuevo, sienten que es necesario abandonar todo lo que está asociado con el antiguo orden - rasgos neutrales y hasta útiles, así como de otras clases. Pero esto es cambiar una forma positiva de obligación legal por una forma negativa. Así, en el extremo opuesto de los cristianos judíos de Jerusalén que seguían sus antiguas costumbres como cosa normal puede haber habido otros en alguna otra parte que los descontinuaron por principio. La política de Pablo era diferente de ambas. Las almas verdaderamente emancipadas no son esclavas de su emancipación. Pablo se ajustaba a las costumbres, o se apartaba de ellas, según en compañía de quiénes se encontraba, judíos o gentiles, de cuando en cuando, haciendo de los intereses del evangelio su suprema consideración. En la compañía de judíos, Pablo naturalmente observaba las leyes alimentarias judías, por pura cortesía, y no sólo por caridad cristiana. Ni tampoco violentaba los sentimientos judíos violando la santidad de los días festivos, por mucho que personalmente juzgaba iguales todos los días. Es verdad que quedó consternado cuando se enteró de que sus conversos gálatas habían comenzado a "guardar los días, los meses, los tiempos, y los años" (Gálatas 4:10); pero ellos eran gentiles, y no tenían buenas razones para adoptar el calendario sagrado judío, mucho menos para adoptarlo como obligación religiosa. Pablo mismo había heredado una vez la observancia de ese calendario como obligación religiosa, pero había aprendido como cristiano a disfrutar de completa libertad con relación a su observancia o no observancia.

Es seguro que en Jerusalén, de entre todos los lugares, vivía como judío practicante, sólo que por consistencia con su política declarada de "no ser tropiezo ni a judíos ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios" y de "agradar a todos en todo, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos" (1 Corintios 10:32-33). Había pocos "griegos" en Jerusalén, pero tanto los judíos como la iglesia de Dios en esa ciudad se escandalizarían si él dejaba de observar las "costumbres".

Pero si Pablo reclamaba libertad de acción para sí mismo en estos asuntos, ¿por qué se la negaría a otros cristianos judíos? Si ellos compartían su actitud hacia las prácticas tradicionales de Israel en el sentido de que ya no eran requisitos divinos sino que eran acciones voluntarias que podían ser llevadas a cabo u omitidas según fuera más expedito, podían continuar con ellas libremente. No eran más necesarias para ellos que para Pablo ser esclavo de la emancipación de ellos. Si deseaban, por las que les parecían buenas y adecuadas razones, circuncidar a sus hijos, Pablo quería recordarles que él había circuncidado a Timoteo por las que a él le parecieron buenas y adecuadas razones. Sus cartas no nos indican que aconsejase a cristianos judíos en este respecto, excepto que los cristianos judíos y los cristianos gentiles debían respetar los escrúpulos los unos de los otros -- o la falta de ellos. (1)



Notas

(1) F. F. Bruce, Paul : Apostle of the Heart Set Free, pp. 346-347.


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