Hace como cien años, Albert Schweitzer lanzó lo que se llama
la "primera búsqueda" del Jesús histórico. El Seminario Jesús,
un grupo de eruditos que trasciende afiliaciones
denominacionales, está actualmente al frente de lo que ahora
se llama la "tercera búsqueda" del Jesús histórico.
De todo este fermento, se ha hecho un importante avance: la
distinción entre el Jesús de la historia y el Jesús de la
interpretación cristiana se reconoce ahora ampliamente entre
eruditos tanto católicos como protestantes. Un buen ejemplo
católico de esto es la obra muy popular de Alfred Nolan Jesus Before Christianity
[Jesús Antes del Cristianismo]. Uno de los ejemplos
protestantes mejor conocidos es la obra "Meeting Jesus Again for the
First Time" [Conociendo a Jesús Nuevamente por
Primera Vez] de Marcus Borg.
Mientras los cristianos se acercaban lentamente, a veces de
mala gana, a reconocer la validez de cualquier
distinción, los admiradores de Jesús no cristianos siempre
habían reconocido una distinción. Uno de los más celebrados de
éstos fue Gandhi.
Su política de la no violencia se inspiró, por lo menos en
parte, en las enseñanzas de Jesús. Cuando se le preguntó cuál
era el mayor impedimento para que el mensaje de Jesús
alcanzase a India, contestó sin vacilar: "¡El cristianismo!".
Martin Buber, un pensador judío de renombre y
respeto universal, ha dicho: "Estoy más seguro que nunca de
que un gran lugar le pertenece [a Jesús] en la
historia de la fe en Israel". Geza Vermes es un
historiador judío contemporáneo y erudito del NT que ha
escrito varios libros muy aclamados sobre el Jesús
histórico. Su tesis es que el Jesús de la historia "no es ni
el Cristo de la iglesia ni el fantasma apóstata de la
tradición popular judía". (Jesus
the Jew, p. 17). Otro erudito judío, Pinchas
Lapide, está convencido de que Dios resucitó realmente a
Jesús de entre los muertos, pero está lejos de estar
convencido de que el Jesús de la historia sea compatible con
el Jesús de la interpretación cristiana. (The Resurrection of Jesus: A
Jewish Perspective) [La resurrección de Jesús: Una
perspectiva judía].
A menudo, los cristianos estadounidenses se
sorprenden y se impresionan cuando se enteran de que los
reverenciados padres fundadores de su nación eran
despiadadamente críticos de la religión cristiana. Dijo
Jefferson: "No encuentro en el cristianismo ortodoxo un solo
rasgo que lo redima. Los mayores enemigos de Jesús [son las
doctrinas y los credos de la iglesia]. Sería más perdonable
no creer en Dios en absoluto que blasfemarlo con los atroces
escritos de los teólogos".
James Madison declaró que el cristianismo produjo
los frutos de la "superstición, la intolerancia y la
persecución". John Adams contrastaba los evangelios, los
cuales admiraba, con las "estúpidas tonterías que hallamos
en el cristianismo". Lincoln afirmaba concisamente: "El
cristianismo no es mi religión. Nunca podría dar mi
asentimiento a las largas y complejas afirmaciones de los
dogmas cristianos".
A menudo, los pensadores ateos han establecido una
diferencia entre el Jesús de la historia y el Jesús de la
interpretación cristiana. Bertrand Russell descartaba la
teología cristiana como "un bosquejo de basura intelectual",
pero conservaba mucho respeto por el Jesús de la historia.
Ahora hay una página web llamada Atheists for Jesus [Ateos
por Jesús]. Publica algunos materiales de calidad sobre el
Jesús de la historia.
Un ejemplo de esto es la muy excelente obra de
Thomas Sheehan "First Coming: How the Kingdom of God
Became Cristianity" [De cómo el reino de Dios se
convirtió en cristianismo].
Estas fuentes no cristianas se citan simplemente
para ilustrar que ahora parece haber un amplio consenso
entre pensadores cristianos y no cristianos por igual en el
sentido de que, al menos para fines de discusión,
necesitamos reconocer la diferencia entre lo que es historia
y lo que es interpretación.
Este ensayo no propone que abandonemos todas las
interpretaciones del Jesús de la historia. Eso es
manifiestamente imposible. Hasta los que no están
convencidos de la interpretación cristiana de la historia de
Jesús tienen sus propias interpretaciones. Por ejemplo,
Vermes ve a Jesús cumpliendo un papel similar al de varios
otros santos de Galilea (rabinos hasídicos) que eran
conocidos en esa época.
Ser seres humanos significa que siempre
somos empujados a hallar significado, no sólo en nuestras
propias vidas, sino en las vidas de los demás. Por eso, los
seres humanos son adictos a relatar historias y a
escucharlas, leerlas u observarlas. Los relatos nos dan
vislumbres del significado de la condición humana con sus
alegrías, su sufrimiento, sus desengaños, sus amores y
contradicciones. Jesús era un relator maestro.
Su vida, no menos que los relatos que contaba, exige alguna
clase de interpretación. Tenemos que sacar algo en limpio de
los hechos de su historia.
Este trabajo suscita la pregunta que hace por todo el mundo
en la actualidad un creciente número de eruditos tanto
católicos como protestantes: ¿Puede el Jesús de la
interpretación cristiana continuar satisfaciendo y
convenciendo? ¿Es el Jesús de los credos cristianos el
verdadero Jesús de la historia?
Un
reexamen de la la interpretación cristiana
El corazón de la interpretación cristiana es lo que la
teología llama "la persona y la obra de Cristo". Bajo el
encabezamiento de Persona está la doctrina de la
encarnacion, lo que quiere decir que Dios apareció en la
tierra en la forma humana de Jesús de Nazaret. La Obra se
refiere principalmente a su muerte en la cruz como expiación
por el pecado.
Se ha dicho a menudo que el corazón de la fe católica es el
misterio de la encarnación, mientras que el corazón de la fe
protestante es el sacrificio expiatorio hecho en la cruz por
la salvación humana. Si hay alguna diferencia aquí, es en el
énfasis, no en la substancia, porque ambas ramas de la
iglesia sostienen esencialmente la misma doctrina de la
Persona y la Obra de Cristo.
Como ya hemos señalado, nadie va a probar jamás de una u
otra manera si Jesús era divino o si su muerte en la cruz
era una expiación de sangre para la salvación humana. Sólo
podemos preguntar si tales afirmaciones sobre su Persona o
su Obra son todavía satisfacientes y convincentes. Después
de doscientos años de erudición bíblica, y después de tres
búsquedas del Jesús histórico en los últimos cien años, ¿es
el Jesús de la interpretación cristiana compatible con el
Jesús de la historia?
Por supuesto, cada uno tiene que responder a estas preguntas
ante su propia conciencia y para su propia satisfacción. Lo
que quiero hacer en este trabajo es sugerir una metodología
que pueda demostrar ser lo más útil posible para los que
están dispuestos a embarcarse en un reexamen de la
interpretación cristiana del Jesús de la historia.
En lugar de tratar de reunir todo tipo de argumentos y
textos de prueba para usarlos de un modo u otro, simplemente
trataremos de entender cómo y por qué la interpretación
cristiana se desarrolló de la manera en que lo hizo.
Todas las ideas tienen una historia de su desarrollo, y las
ideas cristianas no son ninguna excepción. Una de las
mejores maneras de evaluar una idea es entender cómo se
desarrolló esa idea. Éste es el enfoque del cuadro grande, o
por lo menos, examina el cuadro grande antes de tratar de
habérselas con muchos de los pequeños detalles.
Un buen maestro le dirá que ésta es la mejor manera de
manejar cualquier tema. Es también la manera en que Albert
Einstein formuló su teoría de la relatividad y la manera en
que Stephen Hawking trabaja con su astronomía.
Si el lector me excusa una ilustración personal, yo crecí en
una secta cristiana que tenía su propio ícono, llamado "el
juicio investigador".
Yo no fui el primero en la fila en cuestionar esta doctrina
sectaria, pero estaba claro que las preguntas sobre esta
doctrina no iban a desaparecer. Finalmente, decidí que la
mejor manera de evaluar esta enseñanza era investigar todos
los pasos en el desarrollo de la idea entre 1833 y 1857.
Cuando entendí la historia de cómo la idea se desarrolló
paso a paso, ya no me resultó más convincente que la
historia de Jack y la mata de frijol.
¿Cómo se
desarrolló la interpretación
cristiana de la muerte de Jesús?
Al morir Jesús después de ser acusado de blasfemia y
sedición, los primeros cristianos no sólo tuvieron que
habérselas con su trágica muerte, sino que tuvieron
dificultades para explicar un embarazoso escándalo. Jesús
había sido ejecutado como cualquier otro bandido mesías
procedente de Galilea, una provincia de la cual se pensaba
que era imposible que saliera nadie que valiera la pena ser
escuchado en serio. La crucifixión era una manera
extremadamente humillante de morir. A las víctimas se les
negaba un entierro honorable. Si no eran comidas por buitres
o perros, sus cadáveres eran lanzados a una fosa común.
Pero, mucho peor que eso. De acuerdo con la sagrada ley
judía, ser colgado en un madero era signo de haber sido
maldecido por Dios. ¡Si Jesús hubiese muerto como un
borracho en un burdel, su suerte no podría haber sido peor!
A los primeros discípulos
se les hacía difícil
explicar el escándalo de su muerte.
Con el tiempo, sugirieron que su muerte significaba más que
el trágico error que aparentaba. ¡De alguna manera, Dios
estaba involucrado en la ejecución también! Había ordenado
que Jesús muriese como holocausto para beneficio nuestro. Se
dijo que su muerte era propiciación "por nuestros pecados".
Esta interpretación de la muerte de Jesús halló su primera
expresión convincente en el evangelio de Pablo. Luego,
rápidamente se difundió como la interpretación más
satisfactoria de las cosas para los primeros cristianos.
Pablo no dijo casi nada
acerca de las circunstancias
históricas de la muerte de Jesús
Sólo tenía ojos para la dimensión apocalíptica de las cosas
- el acto de expiación suprahistórico, del fin del tiempo,
por medio del cual el mundo había sido redimido y de alguna
manera devuelto a los brazos del Dios Todopoderoso. En el
relato detectivesco de Pablo, se revela un secreto
asombroso. La causa principal de la muerte de Jesús no
fueron los colaboracionistas judíos ni los verdugos romanos.
Ellos fueron meramente los peones de un propósito mayor.
¡Fue Dios mismo quien permitió, y hasta ordenó, que todo
ello sucediera! Fue Dios quien "lo encaminó" a la muerte.
Fue Dios quien "lo ofreció por todos nosotros".
La interpretación de Pablo no está perfeccionada en ninguna
clase de teoría sistemática de la expiación. Responder a
preguntas como "¿Por qué tenía que morir para salvarnos?"
dio lugar a toda clase de teorías de la expiación. Las
teorías más persuasivas procedían de hombres con una
mentalidad muy legal - Tertuliano, Atanasio, Agustín,
Anselmo y Calvino. La doctrina alcanzó su expresión más
plena y más lógica con John Calvin, el abogado y teólogo más
célebre del protestantismo. Su teoría de la expiación penal
o substitutoria fue hábilmente redactada para responder a
todas las preguntas legales concernientes a la
jurisprudencia divina. Se convirtió en el corazón de la
ortodoxia protestante y no ha experimentado ningún
desarrollo ulterior desde entonces. Por otra parte, la
enseñanza católica siempre ha apoyado, en términos
generales, la doctrina de la expiación, pero ha preferido
subrayar el misterio de la muerte de Cristo sin tratar de
responder demasiadas preguntas con explicaciones legales.
Cuando examinamos el trasfondo de toda la idea de hacer
expiación mediante alguna clase de sacrificio de sangre,
queda claro que hay ideas aquí y allá que no tuvieron su
origen en los primeros cristianos. Primitive Myths,
Oriental Myths, and Occidental Myths [Mitos
primitivos, mitos orientales, y mitos occidentales], la
serie de muchos volúmenes de Joseph Campbell, demuestra que,
cuando se trata de sacrificios de sangre, no hay nada nuevo
bajo el sol, incluyendo el sacrificio cristiano. Aquí
estamos tratando con ideas que han sido comunes en la
humanidad desde los comienzos de la historia humana.
Desde el amanecer de la conciencia humana, los seres humanos
comenzaron a hacer preguntas sobre la condición humana.
¿Cuál es la causa del sufrimiento? ¿Por qué cosas malas como
sequías, pérdida de las cosechas, terremotos, inundaciones,
bestias salvajes, enfermedades, y enemigos llegan a destruir
nuestros hogares o nuestras vidas? ¿Por qué somos maldecidos
con el dolor y la muerte? ¿Por qué tenemos que luchar para
sobrevivir en un mundo hostil?
El mundo del Cercano Oriente nuclear, la cuna de la
civilización, compartía algunos mitos de la creación que
estaban calculados para proporcionar respuestas a estas
preguntas sobre la condición humana. Aunque los mitos
variaban de un país a otro y de una cultura a otra, tenían
un tema en común. Hubo una edad de oro al comienzo de la
creación, cuando el cielo y la tierra estaban mucho más
cerca, en el cual los hombres y los dioses estaban en
términos mucho más amigables. Todo esto cambió cuando los
dioses se ofendieron y entonces, como retribución,
castigaron a los seres humanos con todas las miserias de la
condición humana.
La Biblia hebrea tenía su propia versión de lo que era
esencialmente el mismo mito. Que los judíos tomaron prestado
su relato de la creación de fuentes babilónicas ha sido bien
documentado por muchos eruditos del Antiguo Testamento. Los
judíos se encontraron con los mitos babilónicos de la
creación durante el exilio. Los refinaron, eliminando
algunas de sus crudezas paganas, y luego los reciclaron en
el marco del monoteísmo judío. Hay también notables
paralelos entre el relato de la creación del AT y los
relatos anteriores que se hallan en la religión persa de
Zoroastro.
En el relato del AT, la caída del hombre desde un estado
original de inocencia resultó en que la serpiente se
arrastrara sobre su vientre, las mujeres parieran con dolor,
las mujeres estuvieran subordinadas a los hombres, los seres
humanos tuvieran que sudar para sobrevivir en un ambiente
duro, la vergüenza humana por ser el único animal desnudo,
la separación de Dios, que se retiró a su alto cielo y, por
si todo esto fuera poco, la maldición de la muerte sobre
toda la raza humana. ¡Ciertamente una carga pesada por una
acción que fue inspirada por la natural curiosidad humana!
Otras versiones de este mito se han hallado por todo el
planeta - en las selvas de África, los bosques pluviosos de
Borneo y entre las tribus de Sudamérica. Esta mitología
profundamente arraigada del alejamiento del hombre del mundo
superior de los dioses ha producido todo el sacerdocio, los
mediadores religiosos, y todas las ideas acerca de hacer
expiación o retribución mediante alguna clase de sacrificio
de sangre.
En esta clase de punto de vista, se pensaba que todo
tropiezo o toda calamidad humana - ya sea pérdida de las
cosechas, derrota militar, enfermedades, o la amenaza de
muerte - era la retribución de una deidad ofendida. Éste era
un mundo en que todo el ordenamiento cósmico debía ser
mantenido en equilibrio mediante una adecuada retribución.
Cualquier error en el equilibrio de las cosas
desequilibraría el universo, comprometiendo el ciclo
ordenado de reproducción, cosechas, y la vida misma. Loa
dioses tenían que mantener el equilibrio por medio de la
justicia retributiva. Y el hombre mismo tenía que mantener
el equilibrio mediante la justicia retributiva también. Como
lo decretaba el antiguo código babilónico del rey Hamurabi,
debía haber ojo por ojo y diente por diente. Este código
babilónico fue copiado directamente a los escritos
sacerdotales de la Biblia hebrea. Y podríamos añadir que las
tribus cazadoras de cabezas de Nueva Guinea practicaban esta
clase de retribución también como deber religioso que
preservaba el orden del universo - ¡cabeza por cabeza!
En su forma más primitiva, la expiación o retribución tomaba
la forma de ofrecer sacrificios humanos a los dioses. Niños
que gritaban (generalmente los primogénitos), esclavos, u
otras víctimas indefensas eran regularmente sacrificadas en
altares o metidas en hornos rituales para hacer expiación a
los dioses y tender un puente para salvar el abismo entre el
cielo y la tierra.
Aunque por lo general era desaprobado, el ofrecimiento de
sacrificios humanos aparecía de tiempo en tiempo en la
historia de la gente del AT. En una ocasión, hasta Dios
exigió que los siete hijos del rey Saúl fueran ahorcados
para expiar una falta cometida contra los gabaonitas. Sólo
después de que esta expiación se hubo hecho cesó Dios de
matar israelitas con una pestilencia.
En otra ocasión, Dios es representado diciéndole a Abraham
que ofrezca su propio hijo en una montaña sagrada. Abraham
procede a impresionar a Dios con su disposición a hacerlo.
(Por supuesto, una sociedad informada encerraría a un
anciano que intentara hacer una cosa así). Pero, justo
cuando el anciano estaba a punto de hundir el cuchillo en el
cuerpo de su hijo, Dios intervino proporcionando un carnero
para que tomara el lugar de Isaac en el altar de la muerte.
Sin embargo, hay más que un grano de verdad en esta terrible
leyenda, porque el relato indica cómo sociedades humanas más
ilustradas comenzaron a sacrificar animales en lugar de
seres humanos en sus rituales religiosos.
Parece también que el rito de la circuncisión comenzó
originalmente como sustituto de los sacrificios humanos en
algunas sociedades primitivas. Esto hasta se indica en el
relato bíblico en que Yahvé amenazó con matar a los dos
hijos de Moisés. Se salvaron cuando su madre los circuncidó
rápidamente con una piedra afilada - ¡difícilmente el
procedimiento higiénico que algunos practican en la
actualidad!
Más o menos por el siglo octavo A. C., que algunos
estudiosos sugieren fue el principio de la conciencia
histórica, algunos grandes reformadores comenzaron a
aparecer en diferentes partes del mundo. Tenían una nueva
visión espiritual y ética de la humanidad, que se elevaba
por encima del tribalismo superficial o el ritualismo
sacerdotal.
Entre estos reformadores estaban los grandes profetas
hebreos. Rehusaron vehementemente atribuirle algún valor en
absoluto al ofrecimiento de sacrificios. Con vehemencia,
exigían la práctica de una nueva clase de justicia que no
tenía nada que ver con una expiación de sangre. La clase de
justicia que Dios quiere, decían, es la clase de justicia
que Dios demostró cuando liberó a algunos esclavos oprimidos
al principio de la historia de Israel. Es la clase de
justicia que se ejerce al aliviar la suerte de los
oprimidos, mostrar misericordia hacia los pobres, compasión
por los débiles, alimentar a los hambrientos, vestir a los
que están desnudos, dar refugio a los que no tienen hogar y
ser bondadoso más allá de los límites étnicos. ¡Estos
profetas declaraban que ésta es la única clase de justicia
que Dios quiere, no el ofrecer sacrificios! ¡No los ríos de
sangre de animales sacrificados! ¡No el ofrecer a los
primogénitos como compensación por el pecado humano! ¡Sólo
una clase de justicia compasiva - hacer lo humano - hacia
todos los prójimos!
Por lo general, los profetas eran perseguidos o ejecutados
por un sacerdocio dispuesto a retener sus privilegios y su
poder. Los sacerdotes comían la carne de los animales
sacrificados y no les agradaba la idea de que los profetas
hicieran secar la fuente de su comercio religioso. Sin
embargo, el testimonio de los profetas fue preservado en el
AT junto con los escritos sacerdotales - los profetas
hablando de una justicia salvadora para los oprimidos, y los
sacerdotes hablando de hacer expiación en rituales de
sacrificio.
Necesitamos tener presentes estas dos corrientes del AT
porque, cuando llegamos a los años formativos cristianos,
hallamos las mismas dos corrientes representadas en el Jesús
de la historia y el Jesús de la interpretación cristiana.
Una corriente abarca la pasión profética sobre una justicia
para los oprimidos, mientras la otra hace suya la tradición
sacerdotal de hacer expiación con sacrificios de sangre.
Sin embargo, antes de que lleguemos a este punto muy crucial
de este desarrollo cristiano primitivo, debemos seguir el
rastro de un par de otras tendencias que desempeñaron un
papel en la interpretación cristiana de la muerte de Jesús.
La primera concierne a la
tradición judaica del "siervo sufriente".
El regreso de los judíos a su patria después de su exilio en
Babilonia inspiró algunas de las más hermosas poesías jamás
compuestas en cualquier idioma. Esto se conoce como el
Segundo Isaías. Contiene una serie de cantos sobre "el
siervo de Yahvé". El siervo es una metáfora poética del
remanente judío que sufrió y sobrevivió al exilio. En un
famoso pasaje en el capítulo 53, este remanente es
presentado como un siervo sufriente que es castigado por
Yahvé a causa de los pecados de la nación. Que el exilio era
un bien merecido castigo de la nación judía ya había sido
proclamado por profetas como Jeremías y Ezequiel. Pero el
Segundo Isaías anuncia gozosamente que el período de
sufrimiento ha terminado. Israel ha recibido del Señor
"doble [retribución] por todos sus pecados". Ahora era el
momento del perdón, la liberación de la esclavitud.
Babilonia y la
restauración del favor divino.
En la siguiente calamidad nacional - cuando el rey sirio
Antíoco IV subyugó a la nación y trató de borrar de la faz
de la tierra la religión del judaísmo a finales del siglo
segundo A. C. La muy poética descripción por el Segundo
Isaías del siervo sufriente comenzó a adquirir un
significado que se volvió espantosamente literal.
Mientras algunos de los piadosos mártires judíos estaban
siendo torturados horriblemente a causa de su fe, oraban
para que Dios contara su agonía de moribundos como
suficiente castigo por los pecados de su nación. A partir de
este folklore sobre los mártires macabeos, se desarrolló la
idea dentro del judaísmo de que, de alguna manera, el
martirio de un hombre justo podría pagar por los pecados de
la nación. Esta idea ya estaba en circulación, esperando ser
recogida y usada por los primeros cristianos para
interpretar el significado de la muerte de Jesús.
Mientras tanto, en el mundo no judío, también se
desarrollaban ideas paralelas. Para comenzar, existía una
tradición paralela de ofrecer sacrificios de animales. Las
religiones misteriosas griegas, que se habían desbordado a
través del mundo de habla griega de los días de Pablo,
habían reciclado algunos antiguos mitos egipcios y
babilónicos sobre dioses que morían y resucitaban en sus
propios mitos sobre Zeus, Sarpedon, Perseo, Hércules, Apolo,
Dionisio, el sanador Esculapio y otros. Muchos de ellos eran
hombres-dioses de nacimiento virginal, héroes que, de alguna
manera, sufrieron y murieron antes de ascender al cielo como
divinidades. Los hombres-dioses de nacimiento virginal
incluían a gobernantes como Alejandro el Grande y César
Augusto. En las religiones de misterio tan populares en el
mundo griego de los días de Pablo, la salvación se obtenía
mediante alguna clase de unión sacramental en el sufrimiento
y la muerte de un dios-hombre.
Mucho antes de que surgiera el cristianismo, la religión
persa de Mitra proclamaba una teología de la caída del
hombre y la redención del mundo, una religión que era
asombrosamente similar al relato cristiano del paraíso
perdido y restaurado. El misterio sacrificial de Mitra era
proclamado con estas palabras: "El que no coma mi cuerpo y
beba mi sangre, para que sea uno conmigo y yo uno con él, el
tal no conocerá la salvación". La notable similitud de este
pasaje con algunas palabras familiares del cuarto evangelio
se hace evidente en seguida.
Joseph Campbell, un especialista en mitología comparada,
resume sus hallazgos diciendo: "La moderna erudición, que
compara sistemáticamente los mitos y los ritos de la
humanidad, ha encontrado, casi en todas partes, leyendas de
vírgenes que dan a luz a héroes que mueren y son
resucitados. India está llena de tales relatos. Los budistas
y los jaínes tienen ideas similares. Y mirando hacia atrás,
hacia el pasado pre-cristiano, descubrimos en Egipto la
mitología del Osiris muerto y resucitado; en Mesopotamia, a
Tamuz; en Siria, a Adonis; y en Grecia, a Dionisio; todos
los cuales proporcionaron modelos para los primeros
cristianos para su representación de Cristo". (Myths to
Live By [Mitos por los cuales vivir], pp. 9, 10).
En su Study of History [Estudio de la Historia],
Arnold Toynbee escribió: "Detrás de la figura del semidiós
moribundo, se yergue la figura más alta de un Dios poderoso
que muere por diferentes mundos bajo diversos nombres - para
un mundo minoense, como Dionisio; para un mundo sumerio,
como Tamuz; para un mundo hitita, como Attis; para un mundo
sirio, como Adonis, y para un mundo cristiano, como Cristo".
Lo que debería estar claro a estas alturas es que la
interpretación cristiana de la muerte de Jesús no cayó
súbitamente del cielo como alguna nueva revelación a la
mente de Pablo o de cualqiuier otro. Las ideas cristianas
acerca de la expiación de sangre eran una amalgama de ideas
que tenían una larga historia tanto en el judaísmo como en
el paganismo, con raíces que se remontaban a la alborada de
la conciencia humana.
Pablo fue el verdadero fundador de la religión cristiana. Su
evangelio de la cruz se convirtió en la interpretación
cristiana de la muerte de Jesús. Básico para este punto de
vista era el mismo mito de la creación del cual emergieron
todas las religiones sacerdotales de misterio y todos los
sacrificios de sangre en toda la faz de la tierra. Pablo
interpretó el significado de la muerte de Jesús contra el
trasfondo del pecado y la muerte, que entraron en el mundo
por el solo acto de desobediencia de Adán. La muerte de
Jesús fue vista como el acto de obediencia del segundo Adán,
que hizo expiación por la caída y reconcilió al mundo con
Dios. (Véase Romanos 3-5).
Les tocó a los teólogos de la iglesia rellenar esta
interpretación de la muerte de Jesús con varias teorías de
expiación, usando toda clase de metáforas reales, militares,
feudales y tribunalicias. Sin embargo, había una idea
subyacente que unía a todas las teorías, y esa era la idea
básica de la expiación.
En el AT, la palabra expiación procede de la palabra hebrea
kaphar, que literalmente significa cubrir. Es decir,
una expiación era algo que cubría una ofensa de los ojos del
ofendido. Pero, más importante que la etimología de la
palabra es su claro sentido contextual y práctico, según el
cual expiación significa compensar o retribuir. La expiación
se basa en el muy antiguo principio compensatorio o
retributivo de "ojo por ojo y diente por diente".
Así, pues, en el lenguaje de la iglesia y sus teólogos, la
expiación ha sido definida en todos los términos de una
justicia compensatoria o retributiva. La muerte de Jesús ha
sido llamada de varias maneras, como pago, reparación, pena,
satisfacción, compensación, precio, castigo, retribución,
etc. Como dice un apólogo del cristianismo: "Cristo propició
en Dios el sentimiento judicial, haciendo posible que Dios
ofreciera el perdón a los pecadores. Esta es la esencia de
la expiación. Este es el cristianismo; que nadie se engañe".
(Edward Carnell, citado en la obra de Rudolph Nelson, The
Making and Unmaking of Evangelical Mind, p. 202).
Por qué la doctrina
cristiana de la expiación
está siendo cuestionada.
La interpretación de la muerte de Jesús se vuelve menos y
menos satisfaciente y menos y menos convincente para un
número creciente tanto de eruditos cristianos como
cristianos ordinarios alrededor del mundo. Los estudiosos se
sienten particularmente incómodos con la teoría de la
expiación penal y substitutiva que ha sido el sello de la
ortodoxia protestante desde los días de Calvino.
Las razones por las cuales la doctrina cristiana de la
expiación está siendo cuestionada son como sigue:
1. Para comenzar, la interpretación cristiana de la muerte
de Jesús se basa en un punto de vista que es tan
anticientífico y anticuado como la teoría de la tierra
plana. Las iglesias de corriente principal y sus eruditos
aceptan actualmente la evolución y la evidencia de que el
primer hombre salió caminando de África hace como 1.7
millones de años. El registro sedimentario indica que hubo
suficiente muerte y destrucción en el transcurso regular de
la evolución o a causa de terremotos y cambios climáticos a
gran escala como para crear ríos de combustible fósil, y
todo esto mucho antes de que los primeros seres humanos
anduvieran sobre la tierra. Por consiguiente, no es correcto
seguir diciendo que la muerte y la destrucción entraron por
el pecado del primer ser humano. Necesitamos tener una
teología que sea consistente con una moderna cosmología que
pueda ver realmente las cosas que ocurrieron en el espacio a
12 mil millones de años luz y 12 mil millones de años en el
tiempo.
2. ¿Es siquiera defendible decir que el mito bíblico
de la creación es metafórica o teológicamente correcto?
Pues, ¿no es la teología del mito de la creación tan mala
como su ciencia, si no peor? ¿Es digno de alguna suerte de
credibilidad este Dios que sentencia a una vida de
dificultades, no sólo a Adán y Eva, sino también a miles de
millones de sus descendientes, todo a causa de un acto
solitario de natural curiosidad humana? Y si este Señor del
universo se ofende tan fácil e implacablemente por una falta
humana que se molesta, se retira a su alto cielo y cierra la
puerta a toda la raza humana, ¿es digno de respeto? ¿Cómo
podemos construir seriamente una teología sobre esta clase
de basura intelectual?
3. ¿No implica en realidad la doctrina cristiana de la
expiación que lo único erróneo de los sacrificios humanos
era que no eran lo bastante valiosos como para efectuar una
expiación adecuada? La doctrina cristiana dice que, para
satisfacer la justicia divina, el sacrificio humano tenía
que ser perfecto y de valor infinito. De acuerdo con
Anselmo, arzobispo de Canterbury, Adán había pecado contra
una majestad infinita. Era, por lo tanto, una ofensa
infinita que demandaba un castigo infinito. Por
consiguiente, la expiación o el sacrificio humano debían ser
de valor infinito. ¿Podría excusársenos llamar tonterías
medievales a esta clase de teología?
4. La doctrina cristiana de la expiación es parte de
la historia más amplia de la severa respuesta de Dios por el
pecado del hombre al principio de la historia, y los
terribles castigos del infierno al final de la historia. ¿No
nos enseña el sangriento sacrificio de Jesús a la mitad de
esta historia que, en esencia, el cristianismo es una
religión de violencia, a pesar de todo lo que se dice acerca
del amor y la misericordia de Dios? Por lo tanto, ¿debe
sorprendernos descubrir que una religión que presenta estos
actos de violencia divina como remedio para el pecado humano
se halle legitimando tanta violencia durante toda su
historia? En la evaluación de las cosas por parte del
teólogo católico Hans Kung, el cristianismo ha hecho más
mártires que los que han producido en sus propias filas la
persecución de herejes, los pogroms contra los
judíos, la Inquisición, las Cruzadas, el ahogamiento de
anabaptistas por la Iglesia Reformada, los flagelamientos de
cuáqueros a manos de los puritanos, el hecho de que el Papa
Pío XI miró para otra parte durante el Holocausto.
5. ¿Perdona realmente un Dios que insiste en que la deuda
sea pagada por completo antes de ofrecer su perdón? Uno
puede exigir que una deuda sea pagada por completo o puede
perdonarla, pero hacer ambas cosas es mutuamente excluyente.
Sin embargo, de acuerdo con la enseñanza cristiana, Cristo
murió "haciendo posible que Dios ofreciera el perdón a los
pecadores". (Edward Carnell).
6. En la teología cristiana, la justicia está
representada como un atributo de Dios, un atributo que
estaba en tensión con el atributo de su misericordia. Es
decir, hasta que estos atributos opuestos entre sí fueron
reconciliados en la muerte de su hijo. Citando un salmo del
AT, a los teólogos cristianos les gustaba decir que, en la
cruz, "la justicia y la misericordia se besaron". Hay una
falla en esta clase de teología. No reconoce que, en el AT,
la palabra hebrea para justicia, sadak, se usa en
realidad como sinónimo para la bondad hacia nuestro prójimo,
especialmente para "todos los oprimidos" - los huérfanos,
las viudas, los deudores, los pobres, los sin hogar, los
desconocidos, los que están presos, los esclavos y los que
se sienten culpables. A sadak rara vez se le da, si
es que se le da, un sentido retributivo, especialmente en
los profetas y en los salmos. Si el poeta puede decir que la
justicia y la misericordia se besan, es porque nunca
necesitaron ninguna reconciliación. ¡Justicia es ser
misericordioso!
Así, pues, Daniel pudo decir a un rey egoísta: "Redime tus
pecados con justicia, y tus iniquidades haciendo
misericordia", etc.
7. El ícono de la cruz y su víctima moribunda es tan central
para la iglesia que la religión cristiana tiende a
ensimismarse mórbidamente con el pecado, la culpa, la muerte
y la salvación personal. Walter Kauffmann (The Faith of a
Heretic) dice que este enfoque egocéntrico y lleno de
culpa resulta en que la religión cristiana no esté a la
altura de la robusta visión ética y humanitaria de los
profetas del AT.
Por supuesto, es posible reunir respuestas para las
preguntas que anteceden. Sin embargo, lo que hay que
entender es por qué un artículo de fe, que una vez fue tan
satisfactorio y convincente, deba ahora ser cuestionado tan
seria y radicalmente.
La necesidad de una reevaluación de la teología cristiana
puede ilustrarse por medio de la siguiente analogía. Hubo un
tiempo en que los cristianos aceptaban generalmente, y hasta
defendían vigorosamente, la persecución de herejes, la
subordinación de la mujer, la intolerancia religiosa, el
derecho divino de los reyes contra las libertades
democráticas, la institución de la esclavitud, la
indiferencia a la crueldad hacia los animales, la supresión
de los derechos civiles, la supremacía blanca, el racismo,
el exclusivismo religioso, la oposición al progreso
científico, la ejecución de brujas en la hoguera, y la
imposición de la religión cristiana sobre toda la sociedad
por parte del estado. La iglesia no cambió su posición
acerca de ninguno de estos grandes problemas porque recibió
alguna revelación de Dios antes que el resto del mundo. Ni
siquiera puede afirmarse que la religión cristiana guió al
mundo en ninguna de estas necesarias reformas humanitarias.
Fue simplemente porque el desarrollo de la conciencia humana
por todo el mundo hizo inaceptables estas antiguas prácticas
cristianas.
Este mismo desarrollo de la conciencia humana - que se
expresa en la Iluminación, en la edad de la ciencia, en la
erudición literaria y la crítica histórica, en el progreso
social y la democratización - nos ha obligado a repensar la
teología cristiana. Así como las antiguas prácticas
cristianas tuvieron que ser cuestionadas, la antigua
teología cristiana debió ser cuestionada también. Una
conciencia humana más ilustrada y un punto de vista más
científico obligan a cambiar la manera en que interpretamos
muchas cosas.
No debemos dejarnos llevar mucho por ninguna interpretación
teológica porque, como ya hemos señalado, ninguna
interpretación teológica es demostrable de una forma o de la
otra. Aceptar estos límites es sólo parte de aceptar la
naturaleza finita de la condición humana. El lector puede
descontar muchas o todas las siete objeciones a la doctrina
cristiana de la expiación que se han enumerado arriba. Pero
no existe un solo cuerpo de evidencia que no haya sido
posible hacer a un lado. Esta es la evidencia del Jesús
histórico. La doctrina cristiana de la expiación parece
discrepar totalmente y ser totalmente incompatible con el
Jesús de la historia. Los apólogos pueden argüir todo lo que
gusten para demostrar cómo la enseñanza cristiana es lógica,
razonable, defendible y consistente con lo que la Biblia
dice, pero permanece el hecho de que el Jesús que murió para
hacer expiación por el pecado humano no es el Jesús de la
historia.
Este parece ser ahora el consenso de eruditos cristianos de
corriente principal comprometidos en la búsqueda del Jesús
histórico.
Sin embargo, los Gandhis y los Jeffersons de este mundo
siempre habían reconocido que el Jesús de la interpretación
cristiana no era el Jesús de la historia.
Un buen punto de partida para ilustrar esta disparidad es el
así llamado Sermón del Monte. Aunque hagamos lugar para
algunos embellecimientos o algunas adaptaciones en el
creativo arreglo de Mateo de los dichos de Jesús, la
enseñanza central es inconfundiblemente clara. Jesús nos
llama a ser como su Abba Padre (querido papá o papito) yendo
más allá de la justicia de amar a los que nos aman. Dice
que, para ser la luz del mundo, debemos amar y hacer el bien
a los que nos odian y nos hacen daño. En el Sermón del Monte
no hay ninguna retribución ni venganza. El antiguo código
legal sacerdotal de "ojo por ojo y diente por diente" debe
ser reemplazado con la justicia de devolver bien por mal, de
dar generosamente sin esperar recibir nada a cambio, y
perdonar sin límite a los que parecen no merecer ya más
perdón. Dice que hay que hacer estas cosas porque así es el
Abba Padre.
Jesús no dice nada que ni remotamente sugiera que su Abba
Padre hace algo a manera de venganza, retribución, cobranza,
o que su justicia requiera una expiación antes de que él
pudiera perdonar el pecado. Sus afirmaciones y parábolas
centrales indican que la justicia de Dios es una escandalosa
generosidad para buenos y malos por igual, que en su corazón
él perdona y muestra misericordia aun antes de que nosotros
seamos conscientes y pidamos ser perdonados.
Así, pues, en su relato sobre el hijo derrochador, cuenta
acerca del padre que corre a encontrarse con el derrochador
cuando éste todavía está bien lejos. El padre no piensa en
su propia dignidad herida; abandona todo cuidado por su
propia reputación (¿qué pensarán los vecinos o el resto de
la familia?), y ciertamente no piensa en ninguna
compensación ni retribución por los años desperdiciados y la
herencia malgastada. El hermano mayor del derrochador estaba
bastante molesto por el escándalo de la clase de justicia de
su padre. ¿Perdón sin compensación? ¿Sólo un cordero
engordado y preparado para la celebración?
Así, Jesús habla acerca de la escandalosa generosidad de
Dios de una manera que asombra y hasta ofende su cultura,
especialmente cuando procede a actuar de una manera que
desafía todos los cánones de honor y vergüenza - como no
distinguir entre personas "limpias" e "inmundas" en su mesa
comunitaria. Claramente, Jesús apoya la tradición de los
profetas del AT y demuestra el espíritu de ellos. Cita a los
profetas que dicen que Dios quiere misericordia y no
sacrificios. Cita las palabras de los profetas para mostrar
que justicia significa ser misericordioso, perdonador y
ayudar a los débiles. Su evangelio del reino de Dios es todo
sobre ser verdaderamente humano en este mundo, en el aquí y
ahora. En este reino de justicia divina, no hay lugar para
la venganza, las represalias, las retribuciones, la
expiación, y no hay ninguna necesidad de practicar nada de
lo que comúnmente se llama religión. ¡No es extraño que
recibiera el mismo tratamiento de la poderosa élite
sacerdotal que los profetas del AT que le precedieron!
¡No es extraño que los credos y rituales de la iglesia
jerárquica sepultaran al Jesús histórico con sus credos y
rituales!
Hay algo más que enlaza a Jesús con los profetas del AT. Los
profetas no construyeron su teología de la justicia sobre el
antiguo mito de la creación, sino sobre el modelo de
liberación del Éxodo. Fue la apocalíptica judía posterior la
que se absorbió en el mito de la creación, la caída del
hombre, y la divina violencia de una intervención del tiempo
del fin. Esta es la imaginación apocalíptica que prevalecía
en tiempos de Jesús y Pablo. Pero los profetas nunca
pensaron en términos del mito de la creación, la caída del
hombre, un Dios que retiraba su presencia de esta tierra, o
un reino apocalíptico por venir. Jesús tampoco.
La enseñanza de Jesús era como vino nuevo para el cual nunca
hubo el propósito de ser puesto en odres viejos - es decir,
los antiguos conceptos mundiales sobre la caída del hombre,
un Dios ofendido que se retiraba a su alto cielo y cerraba
la puerta, o un abismo entre Dios y el hombre que requería
un puente mediante algún acto de justicia retributiva. En
las enseñanzas de Jesús, el mundo nunca cayó del favor
divino, y Dios nunca se fue. No necesitaba que nadie llevara
a cabo ningún acto para abrir las puertas del cielo. Jesús
destruyó las premisas sobre las cuales está construida la
religión.
El Jesús de la historia que fue ejecutado bajo los cargos de
blasfemia y sedición es totalmente incompatible con el Jesús
cristiano que murió como sacrificio expiatorio por los
pecados del mundo.
Continuará ...
Una nota personal
Yo no negaría que la enseñanza cristiana sobre la muerte
expiatoria de Jesús ha sido útil y significativa para muchas
personas. Hubo un tiempo en que tenía sentido para mí y dio
mucho sentido a mi vida. Yo he ministrado a personas
moribundas con el evangelio de la cruz, y he visto cuán
efectivo es para para librarles de la carga de la culpa y el
temor de la muerte. Puedo reconocer caritativamente, aunque
sólo sea porque puedo extrapolar mi propia experiencia, que
si las personas están encerradas en cierto punto de vista
(especialmente una que tiene un marco muy legal), entonces
el remedio cristiano de la expiación puede muy bien ser el
mejor para ellos. Yo no titubearía en consolar a una persona
moribunda con el remedio que mejor se adapte al punto de
vista de esa persona, y no sería tan inhumano como para
tratar de cambiar el punto de vista de esa persona si yo
tuviera alguna indicación de que la persona no estaba lista
para ello.
Algunos de mis antiguos amigos, especialmente los que dicen
que alguna vez se conmovieron por mi vehemente defensa de la
teología paulina y de la Reforma, se preguntan cómo puede
ser que yo ya no encuentre esta enseñanza satisfactoria ni
convincente. Quiero asegurarles a estas buenas gentes que yo
soy realmente la misma persona, movido por el mismo
espíritu, pero que he progresado en modo de pensar,
especialmente hasta el punto en que tengo otro punto de
vista. Desde donde ahora estoy en mi viaje, algunas de mis
antiguas respuestas ya no son satisfactorias aunque sólo sea
porque responden a las preguntas equivocadas. Algunas de mis
antiguas presuposiciones y premisas parece que ya no son
válidas. Por ejemplo, si yo abandono el punto de partida de
que el hombre ha caído y algo o alguien tiene que salvar el
abismo entre el hombre y Dios y abrir nuevamente las puertas
del cielo, entonces muchas otras cosas tienen que cambiar
también. Ahora comienzo con la premisa de que los seres
humanos se han desarrollado mediante un largo proceso
creativo (evolución), que Dios no está en un lugar más de lo
que está en otro, que él nunca abandonó este mundo, que no
visitó este mundo en una sola excursión, que no tenemos que
esperar su retorno apocalíptico, que el continuado
desarrollo de la conciencia humana muestra la fermentadora
influencia del espíritu de Dios, no la coercitiva
intervención de un dictador celestial, que ninguna persona
en ningún lugar ni de ninguna religión es más favorecida que
otra ni puede apartarse de la manada humana, por decirlo
así, para estar mucho más adelante del resto de la humanidad
- como si Dios sólo hablara a un grupo de personas que están
patéticamente acurrucadas y separadas del resto del mundo.
Esto también significa que tengo que permanecer abierto a
aprender la verdad de cualquier persona de cualesquiera
antecedentes culturales o religiosos, pues mi vecino humano
ahora se convierte en el único ícono de Dios a través del
cual yo puedo tocar a Dios o ser tocado por él.
Cuando llegué a los siete años de edad, ya no pude seguir
creyendo en Santa Claus. De la misma manera, hace tiempo que
dejé de imaginar que hubo una cosa como una creación y una
caída del hombre, o un universo de tres niveles, o un
Dios que estaba más en un lugar que en otro en su vasto
universo. Todos nosotros interpretamos cualquier cosa según
nuestro punto de vista. Si una persona tiene otro punto de
vista, jamás puede ver las cosas como yo las veo. Por eso
los cristianos por lo general no tienen éxito en alcanzar a
los musulmanes, hindúes, o budistas con el mensaje
cristiano. Dadas su cultura y dudo su punto de vista, el
mensaje cristiano jamás podría tener sentido para ellos. Por
eso necesitamos tener un espíritu de caridad, tolerancia, y
aceptación de la gente, el cual no depende en absoluto de
sus antecedentes religiosos o culturales.