ACERCA DE LA DIFERENCIA ENTRE
HISTORIA E

INTERPRETACIÓN 
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Robert D. Brinsmead

57 Duranbah Road

Duranbah, NSW 2487, Australia

Domingo, 24 Diciembre de 2000

En la actualidad, la mayoría de los sabios acerca de Jesús narra una historia de buenas nuevas sobre Jesús de Nazaret. Esa historia de buenas nuevas es llamada "el evangelio". Aunque no sabemos quiénes son estos autores del Nuevo Testamento (NT), y ciertamente no son testigos presenciales que simplemente recitan la historia de Jesús o escriben su biografía, ellos, como cualquier buen narrador, rodean esa historia de cierto significado y cierta interpretación.

Esta mezcla de historia e interpretación en el NT nos ayuda a entender por qué el NT contiene relatos diversos y hasta contradictorios de Jesús de Nazaret. Era inevitable que su historia llegara a tener significados diferentes para personas diferentes. Los cristianos palestinos lo veían con ojos muy judíos, mientras que los cristianos gentiles lo veían a través de los ojos de su propia cultura y su visión mundial. Ningún narrador recita simplemente la historia, sino que él o ella rodea esa historia con el tipo de interpretación que le da vida y significado tanto para el narrador como para los oyentes. 

Todo el propósito de esta discusión es llamar la atención hacia esta distinción fundamental entre la historia y su interpretación.

Decir que Jesús fue ejecutado bajo la acusación de blasfemia y sedición es historia. La cuestión está abierta a investigación y verificación histórica por medio del peso de la evidencia. Esta historia no es un asunto de fe, porque el hecho histórico de su muerte es algo generalmente aceptado por creyentes e incrédulos por igual.

Pero, decir que Jesús murió por nuestros pecados, o que fue sacrificado como alguna clase de expiación de sangre por los pecados del mundo, es una interpretación - la interpretación cristiana - de lo que, en un nivel histórico, aparece como una brutal ejecución por los romanos. La interpretación viste la tragedia histórica visible de un significado suprahistórico que no es evidente en el suceso mismo.

En lugar de ver sólo otra muerte terrenal de un hombre inocente, la interpretación cristiana nos presenta un drama de enorme significado cósmico y teológico.

A diferencia del suceso histórico mismo, la interpretación cristiana de la muerte de Jesús no está abierta a ninguna clase de investigación o verificación histórica.

No puede ser demostrada ni refutada. Si pudiera ser demostrada como cualquier otro incidente histórico, no sería artículo de fe. Por supuesto, lo mismo ocurre con las afirmaciones acerca de la existencia de Dios, los ángeles, los milagros, la vida después de la muerte, la inspiración de la Biblia o cualquier otra cosa de naturaleza trascendente, suprahistórica o teológica. Las pruebas demostrables y la fe se excluyen mutuamente.

Lo mismo sucede con el punto más importante e impresionante de la fe cristiana, a saber, la divinidad de Jesús. Que Jesús de Nazaret vivió realmente, y dijo e hizo cierto número de cosas es una cuestión histórica que hasta los musulmanes, los hindúes como Ghandi, los judíos como Buber, y los ateos como Jack London encuentran impresionante. No se puede demostrar ni refutar.

En la época del propio Jesús, la gente respondió al evento histórico de su vida de diferentes maneras. Unos decían que hacía magia y que estaba inspirado por el diablo. Otros, que era uno de los profetas resucitados de entre los muertos. Algunos judíos decían que era el hijo de Dios o el Mesías en el sentido judío o veterotestamentario de un hombre adoptado o ungido por Dios para que fuera rey como David. Finalmente, los cristianos llegaron a decir que era Dios en forma humana. Ahora bien, todas estas afirmaciones, incluyendo la cristiana, son interpretaciones de la historia. No están sujetas a investigación o verificación histórica. La doctrina de la divinidad de Jesús es como la doctrina de su expiación por sangre. No puede ser demostrada ni refutada. Es un artículo de fe.

Lo mismo se aplica a todas las doctrinas cristianas, ya sea la del nacimiento virginal, la impecabilidad de Jesús, o su resurrección corporal. Todas ellas son una interpretación de la historia.

Decir que la religión cristiana está fundada en la historia de Jesús de Nazaret no es enteramente correcto. Los musulmanes concuerdan con los cristianos en casi todos los hechos históricos de Jesús de Nazaret, y a ese respecto, también lo hacen muchos judíos, como Buber, hindúes como Ghandi, y ateos cmo Jack London. Pero eso no los convierte en cristianos. Lo que define el cristianismo y lo separa del resto de los admiradores de Jesús es la interpretación que el cristianismo hace de la historia  de Jesús. Las doctrinas cristianas o la teología cristiana son todas acerca de la interpretación.

Los credos de la iglesia cristiana no dicen casi nada acerca de la historia de Jesús de Nazaret. Tampoco lo hacen todos los volúmenes dedicados a la teología cristiana, así como la dogmática de la iglesia. Los cristianos se han matado entre sí demasiado a menudo a causa de estas cuestiones de interpretación o a causa de artículos de fe, pero sería difícil hallar ejemplos de personas que se maten entre sí basándose en que Jesús de Nazaret dijo cosas como "amarse los unos a los otros", "no juzgar", "perdonar setenta veces siete", etc.

Pablo no dice casi nada acerca de las circunstancias históricas reales de la muerte de judíos a manos de autoridades judías y romanas, pero tiene mucho que decir acerca del significado cósmico y teológico de la muerte de Jesús.

Es una cuestión histórica que Jesús nació o aun que lo hizo en circunstancias irregulares. Dos autores del NT proporcionan la interpretación de que nació de una virgen. Aunque esa interpretación de la historia está conspicuamente ausente en Pablo y en dos de los evangelios del NT, la doctrina del nacimiento virginal se convirtió, con el correr del tiempo, en una de las doctrinas fundamentales de la ortodoxia cristiana. Por supuesto, esta clase de milagros no es accesible a la investigación y la verificación histórica. Como todas las otras doctrinas de la religión cristiana, es simplemente un artículo de fe, que no puede ser ni demostrado ni refutado.

Acerca de la cuestión de la resurrección de Jesús, lo único que es accesible a la historia es que, después de su muerte, un grupo de personas se convenció de que él estaba vivo otra vez. Unos pocos afirmaron que se habían encontrado con él, y muchos más dijeron que habían experimentado su presencia, pero el relato de estas cosas no se escribió en los evangelios sino hasta 50 o 70 años más tarde. En algunos aspectos importantes, estos relatos son contradictorios y hasta mutuamente excluyentes. Por ejemplo, ¿tuvieron lugar
estas "apariciones" en Galilea (de acuerdo con Marcos y Mateo) y no en Jerusalén (según Lucas y Juan)? ¿Y les dijo Jesús a los discípulos que regresaran a Galilea para encontrarse con él allí (Marcos y Mateo) o les ordenó que permanecieran en Jerusalén hasta que viniera sobre ellos el Espíritu Santo (Lucas y Hechos)?

La iglesia llegó a interpretar estos encuentros y estas experiencias del Jesús resucitado en términos de la doctrina de la resurrección corporal. Si podemos aceptar que los evangelios eran la interpretación creativa de diferentes narradores de la segunda y tercera generaciones después del incidente al que aluden, no nos inquietarán ni la diversidad ni los detalles contradictorios de los relatos. Y puesto que la resurrección no está sujeta a prueba demostrable, ella también es un artículo de fe.

Gradualmente, el movimiento cristiano se convirtió en una institución monolítica en la cual todos los artículos de la fe cristiana quedaron firmemente atados en un siempre creciente número de credos que definían la ortodoxia y revelaban la herejía. Sólo se toleraba una versión o interpretación de la historia de Jesús. Esta clase de arrogancia, exclusivismo e intolerancia condujo directamente a la Edad Media.

Pero, ¿presentaba el movimiento cristiano primitivo sólo una versión del relato de Jesús? Los sabios están más y más de acuerdo en que el movimiento primitivo nos presenta una asombrosa diversidad de interpretaciones concernientes a Jesús - desde los cristianos esenios en la extrema derecha, pasando por los cristianos farisaicos, los cristianos jacobinos, los cristianos petrinos, los cristianos paulinos, los cristianos juaninos, hasta los cristianos gnósticos en la extrema izquierda - y luego los cristianos alejandrinos, los cristianos antioquianos, los cristianos romanos y diferentes grupos regionales demasiado numerosos para ser mencionados.

Ninguno tenía un NT completo; algunos tenían una pequeña parte de lo que más tarde fue puesto en el canon del NT; algunos tenían libros que nunca fueron incluidos en el NT, y algunos sólo tenían una breve colección de los dichos de Jesús. ¡Y el 90% de ellos no sabía ni leer ni escribir!

Pero, aunque examináramos los documentos que mucho tiempo después formaron el canon del NT (por medio del consenso de la iglesia monolítica), encontramos allí una asombrosa diversidad. Por ejemplo, los cristianos han tendido a suponer que todos los autores del NT adoptaron la doctrina del nacimiento virginal de Jesús. Pero, una lectura desapasionada de Marcos indicaría que el desconocido autor no sólo guarda silencio acerca del nacimiento virginal, sino que la manera en que cuenta su relato sobre la incredulidad de la madre y los hijos parece dejarlo fuera. El evangelio de Juan parece suponer que José fue el padre biológico de Jesús y, por supuesto, el silencio de Pablo sobre el tema es bastante ensordecedor. El descubrimiento en este siglo de muchos evangelios no canónicos, más una cuidadosa reconstrucción de la historia de la iglesia judía, indica con bastante claridad que la mayoría de los "cristianos" judíos (un nombre inapropiado, pues nunca se llamaron a sí mismos cristianos), incluyendo a los apóstoles originales, no tenía una doctrina del nacimiento virginal. No llamo la atención hacia estas cosas para buscar apoyo a favor de uno y contra el otro, sino solamente para que, por fin, nos quitemos nuestros lentes cristianos y permitamos que cada autor del NT cuente su historia de Jesús a su propia manera.

Tomemos otro ejemplo, la doctrina cristiana de la expiación por sangre. Hemos tenido la tendencia a leer el NT a través del prisma de la interpretación paulina de la muerte de Cristo. Pero, puede sorprender a muchos que el autor de Lucas-Hechos, que contribuye con una porción mayor del material del NT que cualquier autor del NT, no tiene una teología de la expiación. La doctrina de Lucas sobre el perdón de los pecados no se basa en la muerte de Jesús sino en el Jesús resucitado. Sin una expiación de reemplazo, Lucas ni siquiera calificaría como un cristiano ortodoxo de acuerdo con los estándares del cristianismo de credos.

Puede que también sorprenda a muchos que Pablo no aprueba una resurrección física o corporal de Jesús ni de los santos. Su explicación del cuerpo carnal y el cuerpo espiritual en 1 Corintios 15 y su afirmación diciendo que el cuerpo de carne y huesos no puede heredar el reino de Dios, parecen dejarla fuera. Además, en otros lugares, se habla de la muerte en términos de estar ausente del cuerpo y presente con el Señor. Yo simplemente estoy señalando que el NT usa varios modelos, varias metáforas, o interpretaciones para hablar de la vida al otro lado de la tumba, y por consiguiente, los intentos de poner la doctrina de la resurrección en una especie de camisa de fuerza no tiene ningún apoyo en el NT.

Ahora llegamos a la doctrina cristiana realmente grande, la de la divinidad de Jesús. No se puede negar que, tradicionalmente, los cristianos han leído todos los cuatro evangelios, y hasta el NT entero, a través de los lentes del así llamado evangelio de Juan. Pero, si permitimos que los otros evangelios nos hablen en sus propios términos y cesamos de obligarlos a entrar en el molde teológico bien del cuarto evangelio o de los credos de la iglesia, tendremos que admitir que Geza Vermes, historiador judío y sabio del NT, tiene razón: Los evangelios sinópticos no enseñan que Jesús es Dios. En el relato general del Jesús histórico de los evangelios, él elude todos los títulos, rehusa ser llamado "maestro bueno" ("no hay nadie bueno sino Dios") y, si hay un secreto mesiánico en el relato de los evangelios, Jesús es hijo de Dios sólo en el sentido judío o del NT de un hombre ungido de Dios. En los evangelios, su interpretación de la persona histórica difiere considerablemente de Juan en muchos puntos en los cuales no podemos entrar aquí.

Actualmente, la mayoría de los entendidos en Jesús, ya sean católicos o protestantes, conservadores o liberales, reconocen que la primera iglesia en Jerusalén, que incluía a los apóstoles originales, no creía en la divinidad de Jesús. (Véase la obra conservadora de James Dunn Diversity in the NT Witness [Diversidad en el Testimonio del NT). Los miembros de la iglesia primitiva creían que Jesús era el hijo de Dios en un sentido judío o del NT de ser un hombre elegido o ungido por Dios, y los primeros sermones, como están reflejados en el libro de Hechos, hacen resaltar esto. Estos miembros eran demasiado judíos como para considerar la idea de que el Dios único de su historia pudiera ser un hombre y que ese hombre pudiera ser Dios. La iglesia tuvo que moverse hacia un contexto gentil de un mundo de habla griega y una cultura griega antes de que la transición hacia un hijo de Dios ontológico pudiera tener lugar. El proceso completo de esa transición (hasta el "Dios de Dios") necesitaría aproximadamente 400 años. Aun el cuarto evangelio se queda muy corto de la teología católica que llegó con el Concilio de Calcedonia en el año 435 D. C. y aun después de eso, la doctrina de la divinidad de Jesús no fue aceptada plenamente en toda la Iglesia Cristiana sino hasta aproximadamente el año 800 D. C. Y si alguno puede obtener algún consuelo de ello, ¡la iglesia de la Edad Media nunca cuestionó los credos ni la divinidad de Jesús!

Es fácil definir la ortodoxia según los credos de la iglesia y las confesiones, que proliferaron de siglo en siglo. Pero no es tan fácil definir la ortodoxia según el NT - a menos, por supuesto, que nos volvamos muy selectivos o insistamos en homogenizar su diversidad con fórmulas cristianas predeterminadas. Cuando se trata del NT, por no decir nada de muchas otras versiones del movimiento primitivo acerca de Jesús, no hay sólo una interpretación del nacimiento de Jesús; no hay sólo una interpretación correcta de la muerte de Cristo; no hay sólo una doctrina de la resurrección, y no hay sólo una correcta interpretación de la persona de Cristo. Por consiguiente, parece que la mayoría de los juicios sobre quién es ortodoxo y quién no lo es es muy arrogante, y juzgados por el NT, ¡no muy ortodoxos, después de todo! ¡Y juzgados por el Jesús histórico, podrían ser peores que ser paganos!

Al decir estas cosas, no estoy diciendo que he hecho nungún gran descubrimiento, porque ahora este parece ser el consenso de una corriente muy amplia de eruditos del NT, que incluye a católicos, protestantes y judíos de todo el mundo. Todo ello representa una refrescante liberación de la estrecha prisión de una estrecha ortodoxia que está, después de todo, completamente en desacuerdo con el espíritu del Jesús histórico.

No puedo evitar sospechar que algún Rip Van Winkle protestante comenzará a hacer ondear su Papa de papel, declarando que sola scriptura, la autoridad de la Biblia, es la verdadera prueba de la ortodoxia. ¿Qué puedo decirles a estos Rip Van Winkle cristianos que han podido dormir durante por lo menos los últimos doscientos años de erudición bíblica como si nada hubiese cambiado?

En primer lugar, podría señalar que los cristianos del siglo primero ni siquiera tenían una Biblia cristiana. No pudieron estar de acuerdo en cuáles libros poner en el NT y cuáles dejar fuera de él sino después de que hubieron pasado trescientos años. Además, Jesús no escribió nada, no dio instrucciones para que los discípulos escribieran nada, y de cualquier modo, muy poquito se escribió antes de que hubiesen transcurrido dos o tres generaciones después de su muerte.

No sabemos quién escribió ninguno de los cuatro evangelios, a pesar de una tradición que decía que, en el NT, tenemos relatos presenciales de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Estos autores del NT, la mayoría de ellos anónimos, y ciertamente no testigos presenciales, no aseguraban estar escribiendo santas escrituras, no afirmaban lo que la iglesia afirmó de ellos más tarde (por ejemplo, que eran infalibles), y no nos dijeron que pusiéramos sus escritos en un canon sagrado del NT.

Ninguna de estas afirmaciones sobre la autoridad especial de ciertos documentos antiguos o teorías antiguas acerca de su inspiración son susceptibles de ninguna clase de verificación histórica. Como todas las doctrinas del cristianismo, en el mejor de los casos son una interpretación, otro artículo de fe que, por supuesto, no es demostrable. Creer estas cosas no pondrá a nadie en desacuerdo con el espíritu del Jesús histórico, pero ser arrogante y juzgador acerca de ellos ciertamente lo hará.


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