En los dos artículos anteriores de Verdict, definimos la
justicia - primero, en lo que se relaciona con Dios y,
segundo, en lo que se relaciona con su pueblo. La tarea
principal de este artículo es entender cómo fue revelada la
justicia de Dios en el acontecimiento evangélico de
Jesucristo. Esto conducirá a un reexamen de la doctrina de la
expiación y traerá a colación algunos de los puntos de debate
más sensitivos en la historia de la teología occidental. Para
subrayar la necesidad de esta audaz empresa, precederemos
nuestro reexamen de la doctrina de la expiación con una
discusión sobre la caída del cristianismo occidental.
La
caída del cristianismo occidental
Vivimos en una época de cambios - cambios rápidos,
cataclísmicos. Como declara un autor: "Todas las certezas de
la sociedad industrial en la cual vivimos se están
desintegrando. Estamos presenciando la erosión de las
ideologías, las teorías económicas, y la cultura tradicional".
En efecto, estamos presenciando la decadencia y la
desintegración de la civilización occidental.
La iglesia, como la hemos conocido, es más una expresión e
institución de la civilización occidental de lo que por lo
general nos damos cuenta. No escapará a este proceso de
desintegración más de lo que el reino de Judá escapó al
derrumbe del orden mundial en el siglo sexto A. C. Éstos son
'los últimos días de la era de Constantino'. Douglas John
Hallis no es una voz solitaria que clama en el desierto cuando
declara: 'La iglesia, como la hemos conocido, la iglesia que
trató de ser un 'poderoso ejército', la iglesia también de los
pequeños edificios de madera y los grandes edificios de
ladrillo y piedra - en resumen, 'la cristiandad' - ha llegado
a su fin".
Si creemos que Cristo es el Señor de la historia, entonces la
caída de la cristiandad debe ser vista como el triunfo de la
justicia divina. Una revisión de algunos hechos de la historia
puede ayudarnos a apreciar esto. Hay historiadores que creen
que el cristianismo triunfó sobre las religiones rivales en el
mundo occidental porque era la más intolerante de todas las
religiones que competían. Algunos posiblemente pondrán en duda
este veredicto, pero nadie
puede poner en duda la evidencia de que la iglesia
occidental ha sido una institución opresora y perseguidora
durante la mayor parte de su historia. Hay algo
profundamente intolerante acerca del cristianismo
histórico.
Por ejemplo, el occidente cristiano tiene mucho
por lo cual responder en el tratamiento del pueblo judío.
Por largos siglos, los judíos estuvieron sujetos a
matanzas, ahorcamientos, saqueos, y a ser quemados, a manos de cristianos. A menudo, los cristianos
supersticiosos culparon a los judíos de la muerte negra,
que diezmó la cristiandad. En 1492, España emitió el
tristemente famoso Edicto de Expulsión, que dejó sin hogar
a más de 100,000 judíos. A menudo, las autoridades
cristianas obligaban a los judíos a soportar el
adoctrinamiento cristiano y a profesar la fe so pena de
una terrible persecución.
Cuando joven, Lutero apeló a los cristianos
para que "trataran a los judíos con bondad". Pero, cuando
fue mayor, se volvió más intolerante e irascible. En su
obra "Acerca de los judíos y sus mentiras", aconsejó a sus
seguidores que erradicaran los hogares judíos y sinagogas
judías quemándolos hasta los cimientos y cubriendo el
lugar con tierra; los libros de oraciones y los Talmuds
debían ser destruidos, los rabinos silenciados so pena de
muerte, los viajes prohibidos, las riquezas confiscadas, y
la usura detenida; los judíos jóvenes debían ser
esclavizados y sometidos a duras tareas. Como paso final,
Lutero abogaba por la expulsión: "Expulsémosles del país
para siempre". Y concluía: "Para resumir, queridos
príncipes y nobles que tienen judíos en sus dominios, si
este consejo mío no les parece bien, entonces busquen uno
mejor para que ustedes y nosotros podamos ser libres de
esta insufrible y diabólica carga, los judíos". (6)
La totalidad del occidente cristiano - tanto católicos como
protestantes - no puede ser absuelta de toda responsabilidad
por el Holocausto.
Los cristianos han demostrado ser igualmente
hostiles hacia otros cristianos. Por lo general, han sido
una familia peleona. A menudo, los cristianos se han
ejecutado los unos a los otros a espada, se han quemado
vivos los unos a los otros, y se han sometido mutuamente a
otras clases de sufrimiento inhumano. Algunas veces, los
protestantes han estado demasiado inclinados a hablar
extensamente de las hazañas opresoras de los católicos.
Pero el historiador protestante Roland H. Bainton dice:
"En el momento de su nacimiento, el protestantismo era más
intolerante que el catolicismo contemporáneo". (7) En
1525, el reformador suizo Zwinglio desató una campaña para
ahogar a los anabaptistas. Lutero no se opuso a este
espantoso programa, aunque rehusó proponer esa solución
por diferencias religiosas. (8)
En 1536, Melanchton redactó un memorándum
exigiendo la muerte para los anabaptistas. En el mismo
año, Fritz Erbe murió después de haber sido encarcelado en
el castillo de Wartburg únicamente por sus convicciones
religiosas. Lutero no expresó una sola palabra de
simpatía, respeto, o pesar.
Algunos años más tarde, el brillante y algo
excéntrico Servetus fue quemado vivo en la Ginebra de
Calvino. Farel estuvo presente en la espantosa ejecución
para invocar la bendición de Dios sobre el despreciable
procedimiento. Se le ofreció a Servetus un indulto si
confesaba que Jesús era el eterno Hijo de Dios. Él dijo:
"Confieso que Jesús es el eterno Hijo de Dios". Pero eso
no fue suficiente para estos guardianes de la fe, y así,
Servetus fue entregado a la indescriptible agonía del
fuego lento. Finalmente, cayó entre las llamas,
exclamando: "¡Oh, Jesús, Hijo del Dios eterno, ten piedad
de mí!".
Beta, el sucesor de Calvino, desestimó la
apelación a favor de la tolerancia cristiana, llamando a
la libertad religiosa "un dogma de lo más diabólico,
porque significa que hay que dejar que cada uno vaya al
infierno a su propio modo". (11).
Este corto bosquejo del espíritu de intolerancia cristiana no
es una distorsión de la evidencia prejuiciada por los
extremistas cristianos. Es una expresión del tronco principal
del cristianismo, a través de algunas de sus personalidades
más celebradas.
Por lo que concierne al cristianismo histórico, la tolerancia
y la libertad religiosa son sólo un fenómeno de los últimos
200 años. Y el triunfo de la tolerancia se obtuvo algunas
veces, no a causa de los cristianos, sino a pesar de ellos.
Los odiados "humanistas seculares" eran a menudo más
responsables de asegurar la libertad religiosa que los
cristianos comprometidos. A menudo, el lamento de Marty
resultó cierto: "Las personas civiles no están comprometidas y
las personas comprometidas no son civiles". En los Estados
Unidos, la presencia del pluralismo religioso también ayudó a
obligar a los grupos cristianos a aceptar la tolerancia
religiosa.
Aunque las leyes del país ya no apoyan el uso de la fuerza
física en cuestiones religiosas, el espíritu de intolerancia
no está muerto. No nos referimos meramente a los que, como
Gary North y Rousas John Rushdoony, están tratando de
convertir en leyes del país lo que ellos creen que son las
leyes de Dios, sino que simplemente llamamos la atención sobre
los varios medios que los cristianos usan a menudo para
controlar los compromisos religiosos de otras personas. En una
situación en que los grupos cristianos compiten por lealtad,
numerosas personas han sido víctimas de coerción mental,
social, y psicológica diseñada para hacerlos someterse a
sistemas religiosos. Estos procesos de intolerancia son más
sutiles porque, por lo general, son llevados a cabo con una
amorosa y sincera preocupación por el bienestar eterno de las
víctimas. A menudo, los cristianos aplican presión a otros
cristianos por las razones más insignificantes. Un
informe reciente de China ilustra esto:
Las diferencias de culto
entre creyentes de las llamadas casas-iglesias han comenzado
a manifestarse, conduciendo a desgarramientos en que las
autoridades posiblemente tengan que intervenir más
rígidamente para controlar las evidencias de reavivamiento
en este país, según informes distribuidos por el Centro
Chino de Investigación Eclesiástica [CCRC, por sus siglas en
inglés], con oficinas en Hong Kong.
Las casas-iglesias existen
aparte de la jurisdicción de la oficial Iglesia Three-Self
[self-governance, self-support, self-propagation], el
cuerpo reconocido por el gobierno pero que muchos consideran
más liberal que evangélico. Pero ahora las diferencias en la
práctica de las casas-iglesias parecen amenazar su
unanimidad. Según el informe, algunos grupos de iglesia
locales insisten en que las mujeres lleven alguna especie de
cobertura en la cabeza al orar, en obediencia al mandato del
apóstol Pablo.
Otros insisten en que
hombres y mujeres se sienten en lados opuestos durante el
culto, aunque haya muy pocos hombres presentes. Pero otros
creen que tienen que orar en voz alta - una práctica que
molesta a los residentes locales. Un grupo insiste en que se
use sólo una copa para la Santa Comunión, sin importar el
tamaño del grupo de participantes. "Éstas y otras prácticas
están causando confusión y desarmonía entre los creyentes",
dice el informe de CCRC. "Algunos llegan hasta a insistir en
que los que no practican la fe como ellos no son verdaderos
cristianos".
"Todo este argumentar da a
las autoridades locales una excusa para interferir en los
servicios de culto en nombre del orden público y la paz",
dice el informe. (13) Reinhold Niebuhr declaraba que "las
formas más burdas del mal entran en la historia como
esquemas de redención". Dijo esto en el contexto de
comentarios relativos a los males en la iglesia cristiana.
En su libro "The Cost of Authority", Graham Shaw ha hecho las
siguientes observaciones preocupantes:
El cristianismo no es
simplemente un programa para la reforma humana. Es un
evangelio de libertad, liberación, y reconciliación.
Proclama a Jesús como Salvador. Ofrece a los hombres la
oportunidad de una nueva vida y una hermandad. El desafío
fundamental de la experiencia histórica es que contradice directamente
esa afirmación. Repetidamente en la historia de la iglesia,
el mensaje de libertad y liberación sólo ha servido para
santificar un nuevo sistema de control social, reforzado por
actitudes sociales encarnizadamente divisionistas.
A este
respecto, la experiencia cristiana tiene una
desconcertante similitud con muchas ideologías seculares
modernas. La seriedad moral para abolir la esclavitud
estableció el imperio británico. La búsqueda de la
libertad, la igualdad, y la fraternidad por parte de los
franceses produjo primero el terror y luego el imperio.
La búsqueda de la regeneración social en Italia y
Alemania estableció el fascismo. De la manera más
penetrante, los sueños marxistas de una nueva humanidad
han sancionado la opresión sistemática y una
concentración de poder sin sentido crítico.
Todos estos evangelios seculares han prometido un nuevo
comienzo, y a menudo han apelado directamente a las
aspiraciones de libertad y fraternidad. Repetidamente, esta
retórica sólo ha servido para sancionar el reemplazo de una
tiranía por otra, y ha proporcionado nuevas sanciones para
antiguos antagonismos. Algunas características de la
historia cristiana sugieren paralelos preocupantes ...
¿Todo este sonoro lenguaje de libertad sólo prepara para una
nueva tiranía? La pregunta básica de este libro es si la
libertad del cristiano es autosostenible, o si simplemente
prepara para una nueva tiranía.
En un reciente artículo de periódico sobre Gandhi, el
columnista J. Stephen Conn citaba a Howard Thurman, que le
preguntó en una ocasión al Mahatma: "Mr. Gandhi, ¿cuál es el
mayor enemigo de Cristo en India hoy día?" La respuesta de
Gandhi, en una sola palabra, fue: "¡El cristianismo!". (16)
La
base teológica del feo rostro del cristianismo
Estos desagradables rasgos del cristianismo occidental no
deben ser desestimados simplemente como aberraciones de la
pecaminosa naturaleza humana que existe en todos los
cristianos. Por supuesto, no puede negarse una intolerancia
inherente en la naturaleza humana. Pero tenemos
que enfrentarnos a la evidencia de que el cristianismo
occidental le ha dado una base teológica a la
intolerancia.
En nuestro número reciente de Verdict, "Un reexamen de la justificación
por la fe", dedicamos una gran sección a una crítica del
legalismo cristiano. Mostramos que el
cristianismo latino u occidental hizo una síntesis entre
la gracia del Nuevo Testamento y la ley del Antiguo
Testamento. La existencia cristiana estaba, pues,
gobernada y estructurada por la ley en cada punto. Vivir
por las reglas y los reglamentos de la tradición religiosa
es un tipo del judaísmo cristiano en el cual la ley (o la
religión) funciona como una barrera que crea hostilidad
hasta entre cristianos y cristianos (Efe. 2:
14, 15). Pero todos deben ver ahora que el problema del legalismo cristiano no está
limitado a la ética - lo que los cristianos hacen. Más
fundamentalmente, es la base de la teología occidental -
lo que los cristianos piensan. La filosofía
y la teología latina u occidental supusieron que, puesto que
este es un universo gobernado por leyes, la ley debe ser la
base y el punto de partida de la totalidad del esquema
dogmático. El erudito luterano Gerhard O. Forde ha expresado
suscintamente la naturaleza de la base legal de la teología
occidental:
La clave de la posición ortodoxa tradicional es la
interpretación del lugar de la ley en el sistema teológico.
... Esta idea de la ley proporciona la estructura básica
para todo el sistema ortodoxo, y de esta manera determina la
interpretación de todas las otras doctrinas relacionadas, la
naturaleza del evangelio, la revelación, y por supuesto, la
doctrina de la expiación. ... Por lo tanto, la ley
proporcionó la estructura que gobernaba la interpretación de
otras doctrinas".
Esta teología latina u occidental, basada en y gobernada por
el principio de ley, ha tenido profundas implicaciones para
todo el cristianismo occidental:
1. Esta teología basada en la ley condujo al
desarrollo de la teología sistemática. La buena teología
sistemática es tan lógica (de acuerdo con un orden legal) como la geometría.
De hecho, Gordon H. Clark insiste en que la geometría debería
ser la norma para expresar la verdad teológica.
2. Teología sistemática significa que la Verdad
se hace equivalente a un sistema cerrado. Esto se parece
mucho a una religión en la cual "Dios está en una caja".
Un sistema cerrado de verdad resulta en mentes cerradas.
Se supone que los fieles no piensan fuera de los límites
del sistema teológico cerrado, y en la mayoría de los
casos no se atreven a hacerlo. La teología sistemática
delimita con precisión los linderos de la mente humana, y
el temor de cruzar estos misteriosos linderos es semejante
al temor que los marineros medievales sentían de caer por
el borde del mundo. Y si no es suficiente inculcar el temor de aventurarse fuera del sistema
cerrado, hay personas en enormes clubes religiosos y con
muros eclesiásticos diseñados para impedir que los fieles
piensen fuera de los límites prescritos.
Hay otro aspecto de la teología sistemática que aumenta el
control religioso y la pérdida de libertad. Los grandes sistemas teológicos se han vuelto tan
complejos que dominarlos está más allá de la capacidad de
la gente común. Por lo tanto, la tarea de entender e
interpretar la fe ha sido encomendada a especialistas.
Esto ha estimulado el desarrollo de una clase separada de
profesionales religiosos en la iglesia, una clase llamada
el clero. Puesto que la mayor parte de las
investigaciones teológicas son llevadas a cabo por
profesionales religiosos, éstas tienden a ser más y más
esotéricas y más y más distantes del laicato. Todo esto se
presta para el clericalismo, el jerarquismo, y la manipulación
y el control del pueblo cristiano por parte de los que se
supone poseen conocimientos superiores.
William Tyndale concebía una revolución que elevara al mozo de
labranza al nivel de obispo en el conocimiento de las
Escrituras. Esa visión nunca se materializó en el
protestantismo porque el escolasticismo protestante triunfó
sobre el evangelio. El protestantismo
desarrolló sus propios y complejos sistemas teológicos, en
los cuales la gente fue finalmente controlada y manipulada
por la "clase sacerdotal", tal como lo fue en el sistema
católico romano.
3. La vida cristiana cesa de ser un peregrinaje. En lugar de
ser una aventura de fe, se vuelve estática. Ofrece seguridad
con cierto atractivo, pero se parece mucho a la seguridad del
estado totalitario. El sistema teológico cuidadosamente
definido y las estructuras religiosas excesivamente
clericalizadas del cristianismo occidental no son diferentes
de la economía cuidadosamente planeada del sistema socialista.
En ambos casos, la iniciativa individual es ahogada porque el
sistema entero es programado por el clero o la burocracia. En
el sistema de la iglesia, sin embargo, la pérdida de la
verdadera humanidad es peor, porque el
control de la mente es peor que el control del cuerpo.
4. Con demasiada facilidad, la Verdad (con "V" mayúscula) se
equipara con un sistema de creencias. A la pregunta: "¿Qué
cree usted?" se le da una preeminencia que no debería tener al
establecer cómo estamos en relación con Dios y con los demás.
El impersonal "¿Qué?" o el sistema de creencias se vuelve el
criterio más importante y algunas veces el único criterio por
el cual la gente es juzgada digna de aceptación o rechazo.
De este modo, una teología basada en la ley es mayormente
responsable de encarcelar cristianos en sistemas cerrados,
haciéndolos tanto cerrados de mente e intolerantes hacia los
que tienen opiniones diferentes, como fácilmente manipulables
por una élite sacerdotal.
Pero, en la actualidad, están apareciendo anchas grietas a todo lo largo de
los muros de los sistemas clásicos del pensamiento
teológico. Para comenzar, los
avances en la ciencia bíblica por medio de la aplicación
del método histórico-crítico han demostrado
repetidamente que los argumentos usados a menudo para
establecer la teología sistemática son insostenibles.
Más gravemente, el evangelio liberador pone en tela de juicio
todos estos sistemas cerrados. Se han vuelto tan anticuado
como las ideas de Newton sobre un universo que se puede
explicar completamente en términos mecanísticos.
Una
revolución copernicana en teología
El fin del cristianismo significa el comienzo de una nueva era
en el pensamiento cristiano. Un nuevo comienzo es mucho más
que una mano de pintura sobre las antiguas estructuras
teológicas. En realidad, es una revolución al estilo de
Copérnico en la manera en que hacemos nuestra teología. En vez
de hacer de la ley el punto de partida y el principio que
gobierna la forma de la estructura entera de la teología
cristiana, creemos que ahora debemos comenzar por la gracia
que nos fue dada en Cristo antes de que comenzara cualquier
otra cosa (2 Tim. 1:9). El comienzo de todas las cosas no es
un principio abstracto de ley o elección o alguna otra cosa,
sino la palabra de la gracia de Dios, que es Cristo Jesús
(Juan 1:1; Col. 1: 15-17).
La idea de que comencemos por la gracia antes que por la ley y
hacer a aquélla el punto de referencia para establecer el
significado de todo lo demás puede parecer demasiado simple
para llevar a cabo una profunda revolución en el pensamiento
cristiano. Pero hasta la ciencia (por no decir nada de la
historia cristiana) puede mostrarnos que, a menudo, los
resultados de mayor alcance se alcanzan por los medios más
sencillos.
No negamos que la gracia siempre ha sido una parte importante
de todo gran sistema teológico. A menudo, los calvinistas
clásicos se han referido a su sistema llamándolo "las
doctrinas de la gracia". Pero, sin excepción, todos estos
sistemas clásicos tienen su punto de partida en la ley y luego
ponen a la gracia activa al servicio de la ley. Ahora nosotros
decimos que todo este modo de pensar debe ser invertido tan
radicalmente como lo fue el universo antes de Copérnico. La
ley existe meramente al servicio de la gracia (véase Gál.
3:16-19). Esto cambiará radicalmente el espectro entero del
pensamiento cristiano, como nuestras ideas sobre la justicia
de Dios, la expiación, la existencia cristiana, la iglesia y
el castigo final. Pondrá en tela de juicio dos elementos de la
religión cristiana sobre los cuales se ha comentado con placer
casi sádico -- es decir, ciertas ideas sobre la expiación por
la sangre y el fuego del infierno. Una religión primitiva sólo
puede producir gente primitiva. Pero, antes de que exploremos
estas cosas con mayor detalle, resumamos las implicaciones
generales de hacer de la gracia el punto de partida en el
pensamiento cristiano:
1. Significará el fin de todas las teologías sistemáticas. La gracia de Dios es tan soberanamente libre,
abrumadora y sorprendente que no puede ser abarcada,
dominada, domesticada, ni confinada a un sistema ordenado
-- no más de lo que Dios puede ser puesto en una caja.
Ciertamente la historia de la salvación debería enseñarnos
algo acerca de eso. ¡No es de sorprenderse que la clásica
teología sistemática tienda a ser no histórica! La
gracia de Dios en Cristo desafía todo intento de hacerla
conformarse a los cánones de la lógica humana.
2. El fin de los sistemas cerrados significa el
fin de las mentes cristianas cerradas y toda la estúpida
arrogancia que las acompaña. No más muros religiosos y
policías eclesiásticos que decreten: "Hasta aquí puedes
pensar, y no más allá".
3. El fin de los sistemas cerrados y las mentes cerradas
significa que la vida cristiana se convertirá en lo que
siempre fue el propósito que fuera -- un peregrinaje de fe. En
vez de la monótona seguridad del sistema religioso
cuidadosamente definido, habrá la aventura de vivir en las
tiendas de la fe. A veces, Abraham debe haber encontrado
espantosa esta existencia de peregrino, pero ciertamente mucho
más estimulante que estar confinado dentro de una ciudad
amurallada.
4. Ya no se le concederá prioridad al impersonal "¿qué?" del
sistema de creencias. No se le dará el significado último a lo
que creemos, sino a en quién creemos (2 Tim. 1:12). Fe
significa vivir sin exigir respuestas a todas nuestras
interrogantes. La fe nos permite vivir con la ambigüedad en
vez de exigir una respuesta oportuna para muchas cosas.
A veces, puede que no estemos muy seguros de lo que creemos.
Cuando, como Abraham, no sabemos dónde estamos en nuestro
peregrinaje, es suficiente saber que Dios sabe dónde estamos.
Después de todo, hasta el hombre listo y de mundo reconoce que
no es lo que él sabe sino a quién conoce lo que lo mueve de
aquí para allá. Los que están seguros de en quién creen no se
sentirán muy inclinados a pelearse con otros cristianos acerca
de lo que creen.
El
triunfo de la justicia de Dios
En Romanos 1:16, 17, Pablo declara que no se avergüenza del
evangelio porque en él se revela la justicia de Dios. En la
parte I de esta serie, dimos varias razones para preferir la
palabra justicia a la palabra rectitud. Pablo procede a
mostrarnos que la justicia de Dios revelada en el evangelio no
es una justicia basada en la ley. El apóstol difícilmente
podría ser más enfático: "Pero ahora se ha revelado la
justicia de Dios aparte de la ley [que no está basada en la
ley]" (Rom. 3:21, traducción del autor).
La justicia revelada en el acontecimiento del evangelio es una
justicia basada en la gracia, y consiste en la fidelidad de
Dios a la promesa de su pacto. Es la justicia liberadora y
salvadora que se manifestó una y otra vez en la historia del
Antiguo Testamento. (19) Esto se ve claro cuando examinamos el
trasfondo de Romanos 3:21. El apóstol describe al mundo entero
en comparecencia delante del tribunal de la justicia de Dios.
Se demuestra que los gentiles son tan pecadores que merecen la
muerte (Rom. 1). Pero los judíos también son silenciados,
porque, en realidad, no son mejores (Rom. 2). Todos son
culpables. Entonces Dios se levanta para hacer justicia. Pero
sucede lo inesperado. Interviene un "pero". Pero ahora se
revela la justicia de Dios, que no se basa en la ley. En vez
de producir condenación y muerte, trae liberación y vida.
El contraste entre la justicia basada en la ley y la justicia
basada en la gracia ya ha sido examinado en la Parte I de
nuestra serie, pero aquí resumiremos esta diferencia:
Justicia bíblica o evangélica, latina u occidental.
Definición: Conformidad con una norma; es decir, basada en la
ley - justicia distributiva: Dar lo que se merece - En tensión
con la misericordia - Principalmente punitiva (retributiva).
Justicia bíblica o evangélica - Definición: Fidelidad a
una relación; es decir, basada en la gracia: Justicia no
distributiva: Llevar a cabo lo que Dios ha prometido por
gracia. Misericordia para todos los oprimidos. Acción
principalmente liberadora y salvadora.
Crítica
de
la teoría latina de la expiación
En el siglo XI d. C., Anselmo desarrolló una
teoría de la expiación para explicar por qué Cristo tuvo
que morir. Anselmo trazó una teoría sobre la
"satisfacción" de la justicia divina basándose en la
filosofía latina de la ley. En la teología histórica, esto
se conoce como la teoría latina o forense de la expiación.
Los reformadores se mantuvieron en la tradición de
Anselmo. Además, desarrollaron la teoría latina haciendo
de la ley el objeto de la "satisfacción" o "el pago de la
deuda" por medio de la muerte de Cristo. De este modo, la
teoría de la "satisfacción vicaria de la justicia divina"
o "la substitución penal" entró al torrente de la
ortodoxia protestante.
En reacción a Anselmo, Abelardo desarrolló un punto de vista
alterno de la expiación, que se conoció como la teoría de la
"influencia moral". Abelardo dijo que Dios mostró su amor en
la cruz de tal manera que la contemplación de la cruz nos
movería al arrepentimiento y la fe. En el Calvario no tuvo
lugar ninguna transacción objetiva por la cual se obtuvo la
salvación. El verdadero acto de salvación ocurre en la
respuesta subjetiva a la cruz. Hay muchas variantes de esta
teoría, pero en la teología histórica todas ellas están
agrupadas bajo el encabezamiento de teorías "subjetivas" de la
expiación.
Antes de examinar críticamente la teoría latina de la
expiación, tenemos que decir algo acerca de su valor. En
contraste con todas las teorías subjetivas de la expiación, la
teoría de la satisfacción penal permitió a la iglesia mantener
el elemento esencial de la enseñanza bíblica -- o sea, la base
objetiva de la salvación humana. La iglesia pudo confesar que
nuestra salvación está basada efectivamente en un suceso
objetivo (fuera de mí). De manera similar, la doctrina
reformada de la justificación sostenía esta base objetiva. Por
otra parte, la teoría abelardiana de la expiación y la teoría
tridentina de la justificación llevó a la gente a mirar bien a
su propia respuesta a la cruz o bien a su transformación
interior como base de su aceptación por parte de Dios. La
teoría latina de la expiación también permitió a la iglesia
proclamar la radical gravedad del pecado y la profunda
hostilidad de Dios hacia él.
Por lo tanto, si se nos da a escoger entre la clásica teoría
latina de la expiación y la teoría de la influencia moral, no
dudaríamos en escoger la primera. Si comprometemos la base
objetiva de la salvación en la obra consumada de Cristo, se
pierde el elemento vital del evangelio cristiano. Así que no
haya ninguna sugerencia en el sentido de que, al criticar la
teoría latina, estamos predispuestos en sentido alguno a una
teoría subjetiva de la expiación.
Sin embargo, tenemos las siguientes serias reservas acerca de
la validez de la clásica teoría latina de la expiación:
- Las explicaciones legales que ofrece en cuanto a por
qué Cristo tuvo que morir y por qué su muerte realmente
llevó a cabo la redención van más allá de lo que realmente
se dice en el Nuevo Testamento. La mejor erudición bíblica
del siglo veinte parece estar alcanzando el consenso de
que todas las teorías de la expiación, incluyendo la
teoría latina, van más allá de la revelación del Nuevo
Testamento.
Cristo reconcilia al hombre con Dios y le da paz con Dios.
Es tarea de los teólogos tratar de explicar cómo Cristo
alcanzó este fin al darse a sí mismo en la cruz. Sin embargo,
en el NT no se ofrece ninguna explicación precisa, ni la
iglesia ha patrocinado oficialmente ninguna de las teorías de
la expiación que se han propuesto. (20). Cuando venimos a sistematizar la enseñanza
concerniente a la expiación, encontramos, como en toda
doctrina, que en el NT no se nos ofrece un sistema
definido.
Todas las teorías serias expresan parcialmente la verdad y
todas juntas son inadecuadas para declarar plenamente cómo es
que la estrella de la mañana en lo alto guía nuestros pies al
camino de paz (Luc. 1:79).
A diferencia de Anselmo y algunos teólogos reformistas, el NT
no presenta, ni podría presentar, la muerte de Cristo como una
ofrenda o satisfacción de Cristo como hombre en nombre del
hombre para hacer restitución por la ofensa al honor y la
majestad del Dios infinito. 'Satisfacción' es un
concepto que ha figurado de manera prominente en
discusiones de la expiación en la teología occidental,
pero la palabra no aparece en el NT. La mayoría de las
distorsiones y discrepancias que han molestado a la
iglesia, cuando han tocado las interpretaciones
teológicas, han surgido por la insistencia de sectas o
secciones de la comunidad cristiana acerca del uso de
palabras que no se encuentran en el NT. Y en
ninguna parte es más cierto esto que en la cuestión de las
teorías de la expiación. El NT no dice que Dios
exige satisfacción (en términos ya sea de honor o de
deuda) ni que el hombre (ni siquiera el Dios hombre) la
ofrece a él. (22).
En consecuencia, la teoría de satisfacción de Anselmo no tiene
absolutamente nada en común con Pablo. (23).
- La teoría latina de la "satisfacción vicaria" o
"substitución penal" se basa en la teoría latina de
la ley. El tribunal occidental, en el que la tarea
fundamental es sustentar las demandas de la ley, se
convierte en la metáfora que explica la expiación. Pero
esto contradice directamente la afirmación de Pablo de que
la justicia de Dios se revela en el evangelio "aparte de
la ley" (Rom. 3:21).
La idea central en la teoría latina o legal de la
expiación es que la justicia y la misericordia están en
tensión y son reconciliadas sólo por medio del acto de la
cruz. Ya hemos demostrado, sin embargo, (Parte 1),
que no hay ninguna tensión entre la justicia bíblica
y la misericordia.
Cuando Pablo predica las buenas nuevas de una justicia que
evita la ley por completo (Rom. 3:21) o una justicia basada en
una promesa que precedió a la ley (Gál. 3:16-19), él es fiel a
las enseñanzas de Jesús.
En su predicación sobre las buenas nuevas del reino, Jesús
hablaba de una justicia divina que rehusa conformarse a
los cánones de la justicia legal. Sus parábolas nos enseñan
que el amor y la gracia hacen lo sorprendente, lo "tonto", y
lo atrevido -- como el empleador que recompensa a los que
llegan tarde con el salario completo de un día y el padre que
da la bienvenida al hijo pródigo como si fuese un héroe.
- La teoría latina o legal de la expiación abraza la
gracia como un elemento importante, pero en fin de cuentas
es la gracia al servicio de la ley. Esto significa que
Cristo mismo es en realidad siervo de la ley. Su obra
cumple con las demandas de la ley, paga su deuda, y
establece sus exigencias como si fuera el principio de
mayor importancia en el universo. Pero el NT no nos enseña en ninguna parte
que la obediencia de Cristo estaba dirigida a la ley,
o que su muerte era un pago o una satisfacción a las
demandas de la ley. Estas teorías han sido impuestas
sobre el NT. Cristo no es el siervo de la ley. La ley
es siempre sierva de él y existe al servicio de la
gracia. La teoría latina es como la
visión del mundo en la Edad Media, que colocaba a la
tierra, no al sol, en el centro del sistema planetario.
- La teoría latina representa a Dios como exigiendo ojo
por ojo y diente por diente (Éx. 21:24). Un reembolso
exacto por el daño causado parece ser lo más querido para
Dios. Pero Jesús predica otra clase de justicia en el
reino de Dios -- una justicia que no se venga, sino que
devuelve amor por odio y bien por mal (véase Mat.
5:38-48). ¿Nos pide Dios que vivamos de acuerdo con una
justicia opuesta a la que él muestra en la expiación?
¡Difícilmente!
En 1 Corintios 13:5, Pablo declara que el amor "no guarda
rencor", pero la teoría legal de la expiación nos dice algo
muy diferente. En esta teoría, Dios apunta todo cuidadosamente
y exige una compensación exacta. La teoría de la expiación
basada en la ley y explicada por la ley se parece demasiado a
una transacción comercial en que las básculas de la deuda y el
reembolso tienen que estar en equilibrio exacto. Esto tiende a
transformar el amor de Dios en un amor fríamente calculador.
Por ejemplo, el calvinista clásico tiene que negar que Cristo
murió por el mundo entero sobre la base de una lógica
matemática, basada en la ley. ¿Cómo puede la gente sufrir en
el infierno - pregunta el calvinista - si Cristo realmente
pagó por los pecados de ellos en la cruz? ¿Exige Dios un doble
reembolso -- una vez por medio de Cristo y una vez por medio
de los pecadores en el infierno? Así que el calvinista clásico
tiene confianza en la inatacable lógica
de su teología sistemática. Sin embargo, la falacia consiste
en pensar que el amor divino y la gracia deben someterse a una
lógica como ésta -- aun una buena lógica calvinista.
Tales sistemas teológicos cerrados no son más capaces de
contener la justicia divina de lo que una tumba sellada podría
contener a Jesús crucificado.
- La teoría de la expiación de la satisfacción penal
representa demasiado de cerca a Dios como un Shylock
celestial que tiene que tener su libra de carne antes de
que pueda perdonar. Concordamos con Alan Richardson
cuando declara que el NT no dice que Dios exige una
satisfacción ni para su honor ni para la ley. (24).
- Esta teoría de la justicia divina basada en la ley ha
dado crédito a una religión que insiste en dos elementos
de una manera que algunas veces raya en el sadismo
cristiano. Estos elementos, por supuesto, son la sangre y
el fuego. Dios parece amar la sangre y el fuego. Sólo la
vista de la sangre puede aplacar su ira. De lo contrario,
ésta nunca puede ser aplacada, ni siquiera con los
interminables tormentos de los condenados. Tales ideas del
castigo final son incuestionablemente sádicas. Nadie en su
sano juicio querría encontrarse con un Dios cuya
insaciable venganza empequeñece a los más crueles
monstruos de la historia hasta hacerlos insignificantes.
Si adoramos a un Dios que ama tanto la sangre y el fuego,
¿por qué debemos sorprendernos de que, durante la mayor
parte de su historia, los cristianos hayan sido
intolerantes, perseguidores, crueles, y salvajes cada vez
que han tenido la oportunidad? Aun hoy, ¿qué segmento de
la comunidad de los Estados Unidos es el más vocal y
pregonero y sería el primero en "nuclearizar" a los
enemigos nacionales? ¿No son los exponentes de una
religión de sangre y fuego?
Un
enfoque basado en la gracia
La justicia de Dios revelada a nosotros en el evangelio no es
una justicia basada en la ley (Rom. 3:21). Está basada en la
gracia -- la gracia que Dios dio en Cristo antes del principio
del tiempo (2 Tim. 1:9). El punto de partida de todo nuestro
pensamiento teológico, por lo tanto, no debe ser ninguna ley
estática sino el compromiso de Dios de entregar generosamente
a la raza humana cada una de las bendiciones en Cristo.
Por su misma naturaleza, el amor es incondicional. No puede
ser restringido por un "si" o un "hasta". Dios se comprometió,
prometió, e hizo pacto de amar al mundo sin tener en cuenta lo
que sus habitantes pudieran hacer o merecer. Se prometió a sí
mismo hacer cualquier cosa, a cualquier costo para sí mismo,
para hacer a la gente partícipe de su herencia en Cristo.
Donde hubiera miseria, necesidad, y opresión humanas, allí el
amor de Dios llevaría salud y restauración. Dios haría esto
porque es Dios. No puede negarse a sí mismo (2 Tim. 2:13).
Hemos visto (Parte 1) que la justicia de Dios consiste en que
Dios cumple su promesa. El Antiguo Testamento está lleno de
evidencias de que la justicia divina se inclina a favor del
oprimido. Dios es el que ejecuta justicia para todos los que
están oprimidos (Sal. 103:6). El Éxodo fue prueba de eso. Este
acto de liberación a favor de los esclavos hebreos es
celebrado en el Antiguo Testamento como un acto de justicia
divina. Es claro que no era una justicia basada en la ley y en
lo que esos esclavos merecían. Estaba basada en la gracia --
era Dios cumpliendo fielmente su promesa a Abraham.
Esta es la clase de justicia revelada en el evangelio. En un
excelente artículo, Sam K. Williams llega a la conclusión de
que la rectitud de Dios en Romanos es la fidelidad de Dios en
cumplir su promesa a Abraham. ... Al fin y al cabo, al cumplir
sus promesas a Abraham, al hacer de todas las personas sus
hijos por medio de Cristo, Él no está siendo ni más ni menos
que fiel a sí mismo -- esto es, a su propia naturaleza como
creador y salvador. (26)
El evangelio nos muestra que la justicia divina es una
justicia que es para nosotros, con nosotros, y hasta en
lugar de nosotros. Dios no sólo está de
parte de todos los oprimidos (Sal. 103:6), sino que, en la
persona de su Hijo, se ha hecho uno con nosotros en la
opresión. Él es Emanuel, "Dios con nosotros" (Mat. 1:23),
comp. Isa. 7:14).
En la tierra, Jesús hacía especialmente todo lo posible por
ser amigo de los que eran considerados fuera del ámbito de la
ley y de los que vivían en la periferia de la sociedad.
Predicaba las buenas nuevas "a los pobres ... los presos ...
los ciegos ... los oprimidos" (Luc. 4:18). En la cruz, no sólo
se identificó con todos nosotros en nuestros pecados y nuestra
miseria, sino que fue más allá y soportó las últimas
consecuencias del pecado en lugar de nosotros. No negamos que
en la Biblia hay imágenes substitutivas, pero sugerimos que no
es tanto el lenguaje de una transacción legal como el lenguaje
del amor.
El amor está siempre a favor de nosotros. Se identifica con su
objeto. Lleva la carga ajena (Gál. 6:2).
Para entender el significado de la resurrección, tenemos que
apreciar el hecho de que fue la resurrección del Jesús
crucificado. (Hechos 2:36-37; 3:15).
La crucifixión fue un espectáculo espantoso. Nadie de noble
nacimiento era crucificado, ni ningún ciudadano romano era
ejecutado de esta manera. Era la clase de castigo más
degradante, reservado para la escoria de la sociedad. Jesús
fue crucificado en debilidad. Fue un hombre oprimido,
rechazado, maldecido, condenado, escupido y abandonado. En
esta cruz de criminal, todo manchado de sudor y sangre,
contemplamos al Hijo de Dios hacerse uno con todos los que
están oprimidos. Toma sobre sí la causa de todos los pecadores
condenados, miserables, y abandonados y se hace absolutamente
uno con ellos en sus privaciones y su opresión. Cuando Dios
resucitó a Jesús de entre los muertos, mostró que era el Dios
que ejecuta justicia para todos los oprimidos. Cuando Dios
ejecuta justicia, libera y restaura los derechos de todos los
que han sido privados de derechos. La forma verbal de la
palabra justicia es justificar.
Cuando Dios levantó a este Hombre oprimido y lo puso a su
diestra, le justificó -- le hizo justicia y cumplió su promesa
de que libraría al oprimido. Por lo tanto, la resurrección fue
el triunfo de la justicia divina sobre toda la opresión humana
resumida en este Oprimido que fue uno para nosotros, uno con
nosotros, y uno en lugar de los muchos. Fue uno con nosotros
en toda nuestra opresión para que pudiéramos ser uno con él en
su resurrección y justificación. "Él ... fue resucitado a la
vida para nuestra justificación" (Rom. 4:25). Por lo tanto, la
resurrección fue el triunfo de la justicia divina sobre el
pecado, el distanciamiento, las privaciones, y la muerte. Este
triunfo de la justicia divina en la resurrección es el triunfo
del amor incondicional. No hay nadie tan maldito, tan
abandonado, ni tan oprimido que no pueda oir estas buenas
nuevas de que la misma muerte ha sido vencida y de que Dios ha
ejecutado su justicia liberadora a favor de cada persona al
resucitar a Cristo.
En lugar de tratar de desarrollar una teoría de la expiación
en el marco de alguna filosofía de la ley, la hemos situado en
el marco histórico-redentor de la Biblia. De esta manera,
podemos conservar su objetividad esencial. Es tan objetiva e
inalterable como la batalla de Waterloo. Así como en Waterloo
tuvo lugar un acontecimiento que cambió el curso de la
historia para cada uno de los ingleses, tuvo lugar un
acontecimiento en la muerte y la resurrección de Cristo, que
reconcilió al mundo con Dios e introdujo la nueva historia del
hombre en Cristro Jesús.
Sabemos que esto deja muchas preguntas sin respuesta. La
Biblia proclama lo que Dios ha hecho para salvarnos, pero no
contesta nuestras preguntas sobre por qué hizo lo que hizo,
excepto que su amor lo motivó así. Pero, ¿por qué debemos
esperar que la obra más gloriosa de Dios esté sujeta a toda
clase de explicaciones racionalistas? No nos asombran y nos
maravillamos en presencia de milagros que pueden ser
explicados fácilmente. Vivir por fe significa vivir con
preguntas que no han sido respondidas. La propensión a
insistir en responder demasiadas preguntas ha agobiado a los
cristianos con complejos sistemas de teología y les ha dado
demasiados temas sobre los cuales pelear y enemistarse.
Por lo tanto, puede considerarse cierto que, en Rom. 3:25,
Pablo sí considera la muerte de Jesús como un sacrificio de
expiación y ve en ella precisamente la rectitud salvadora de
Dios en acción. Pero es una actividad libre e "insensata" de
Dios (1 Cor. 1:21), y es completamente ajeno a Pablo describir
la actividad de Dios como de todos modos una actividad
innecesaria, cuya necesidad era explicable y a la cual Dios
tenía que someterse. En consecuencia, la teoría de Anselmo
sobre la satisfacción no tiene absolutamente en
este texto nada en común con Pablo, y Rom. 3:25 se
conforma en todos los respectos a la proclamación paulina. En
este texto, Pablo tampoco se propone explicar la
actividad de Dios ni privarla de su carácter insensato
haciéndola inteligible.
Más bien, sólo quiere proclamar y testificar de lo que Dios ha
hecho y lo que lo impulsó a hacerlo.
Notas y referencias
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas
son de la Nueva Versión Internacional.
- Michael Poniatowski, ministro del interior en el gobierno
del ex-presidente francés Valery Giscard d´Estaing, durante
una entrevista para la revista de noticias Pourquois Pas? de
Bruselas, citada en World Press Review 29, no. 10 (Oct.
1982): 23.
- Douglas John Hall, Has the Church a Future?
(Philadelphia: Westminster Press, 1980), p. 36.
- Ibid.
- Véase de Will Durant, The Story of Civilization,
Part VI, The
Reformation - A History of European Civilization from
Wyclif to Calvin: 1300-1564 (New York: Simon
& Schuster, 1957). p. 218: Roland H. Bainton, The Travail of Religious
Liberty: Nine Biographical Studies
(Philadelphia Westminster Press, 1951, pp. 35,51-2.
- Martin Luther, citado en Richard E. Gade, A Historical Survey of
Anti-Semitism (Grand Rapids: Baker Book House,
1981), p. 51.
- Ibid.
- Bainton, Travail
of
Religious Liberty, p. 55.
- Véase Ibid., p. 61.
- Véase Ibid., p. 64.
- Michael Servetus, citado en ibid., p. 64.
- Theodore Beza, citado en Roland H. Bainton, The Reformation of the
Sixteenth Century (Boston: Beacon Press, 1952),
p. 211.
- Martin E. Marty, citado en Robert Jewett, Christian Tolerance:
Paul´s Message to the Modern Church
(Philadelphia: Westminster Press, 1982), p. 9.
- The
Presbyterian Journal, 15 June 1983, p. 5.
- Reinhold Niebuhr, Faith and History: A Comparison of Christian
and Modern Views of History (New York: Charles
Scibner´s Sons, 1949), p. 214.
- Graham Shaw, The Cost of Authority: Manipulation and
Freedom in the New Testament (Philadelphia:
Fortress Press, 1982), pp. 5, 51, 48.
- S. J. Stephen Conn, "Gandhi Still Has Impact
on People", Augusta Chronicle, 16 Apr. 1983.
- Gerhard O. Forde, The Law-Gospel Debate: An Interpretation of
Its Historical Development (Minneapolis:
Augsburg Publishing House, 1969), pp. 3-5.
- Véase Peter W. Macky, "The Role of Metaphor in
Christian Thought and Experience as Understood by
Gordon Clark and C. S. Lewis," Journal of the
Evangelical Theological Society 24, no. 3 (Sept. 1981)
239-50.
- Véase Robert D. Brinsmead, "The Scandal of
God´s Justice -- Part 1, "The Christian Verdict", Essay
6, 1983.
- C. L. Milton, art. "Atonement", The
Interpreter´s Dictionary of the Bible" An Illustrated
Encyclopedia, ed. George Arthur Buttrick (Nashville:
Abingdon Press, 1962), 1:313.
- William Owen Carver, art. "Atonement", The
International Standard Bible Encyclopedia, ed. James Orr
(1929): reprint ed., Grand Rapids: Wm. B. eerdmans
Publishing Co., 1976, 1:323-24.
- Alan Richardson, An Introduction to the Theology of the New
Testament (New York: Harper & Row,
Publishers, 1958), p. 217.
- Werner G. Kummel, "A Contribution to the Understanding of the
Pauline Doctrine of Justification" in Robert W.
Funk, ed., Distinctive Protestant and Catholic Themes
Reconsidered (New York: Harper & Row, Publishers,
1967), p. 13.
- Véase Richardson, Theology of the New Testament, p. 217.
- Véase Edward William Fudge, The Fire That Consumes: A
Biblical and Historical Study of Final Punishment
(Fallbrook, Calif.: Verdict Publications, 1982).
- Sam K. Williams, "'The Righteousness of God' in Romans",
Journal of Biblical Literature 99, no. 2 (June 1980):
265, 290.
- Kummel, "Pauline Doctrine of Justification",
pp. 12-13. El uso que hace Kummel de la palabra
"necesario" podría ser un poco confuso si se toma
aisladamente de la declaración entera. Nos parece
apropiado confesar la necesidad de la muerte de Cristo
pero impropio explicar por qué era necesaria.
De
vuelta arriba