EL ESCÁNDALO DE
LA JUSTICIA DE DIOS


PARTE 2


Robert D. Brinsmead

1983

Tomado de VERDICT

Introducción

La justicia en Israel

La justicia en el rey de Israel

La esperanza del Mesías

La justicia en Jesús de Nazaret

Notas y referencias


Introducción

En nuestro ensayo anterior ('El escándalo de la justicia de Dios - Parte I'), descubrimos que la justicia bíblica no debe confundirse con la idea occidental de justicia. La justicia bíblica no es una mera conformidad con una norma legal, sino fidelidad a una relación. La justicia de Dios es su misericordiosa fidelidad a su promesa del pacto, a pesar de los pecados de su pueblo. En esta entrega, examinamos el significado de justicia en Israel, en el rey de Israel y, finalmente, en el Mesías de Israel. Habiéndonos familiarizado con este trasfondo en el Antiguo Testamento, está preparado el escenario para reexaminar, en entregas posteriores, la doctrina cristiana de la expiación.

La justicia en Israel

El significado fundamental de justicia es lealtad o fidelidad a las relaciones del orden creado. El hombre justo o la comunidad justa están correctamente relacionados con Dios y correctamente relacionados con el prójimo. Dios se reveló a sí mismo a Israel en sus poderosos actos de liberación y salvación para que Israel pudiera responder en completa dependencia de Dios.

Los justos son los que le esperan: (Isa. 33:2); Miq. 7:7-9); los que esperan en él (Sal. 69:6;71:5, 14; 146:5); los que le buscan (Sal. 69:6, 32); los que confían en él (Sal. 71:5; 143:8): comp. Sal. 33. Son los que conocen a Yahvé (Sal. 36:10); los que le temen (Sal. 103:11, 13, 17); los que aman su nombre (Sal. 69:36). Él es su fortaleza. En un mundo en que son oprimidos y necesitados, el Señor es su único refugio (Sal. 5:7-12; 14:6; 31; 36:7; 52:6, 7; 71:1-3; 94:22; 118:8, 9; 143:9). Así, en oposición a los que los pisotean, por encima de los que confían en las riquezas (Sal. 52:7), ellos confían en Yahvé, clamando a él en su angustia (Sal. 35; 88; 116; 140), inclinándose ante sus juicios (Sal. 94:12; 118:18), reconociendo su pecado (Sal. 32:51), ofreciéndole un espíritu quebrantado y un corazón contrito (Sal. 51: 17).

Yahvé es su única esperanza y segura salvación. Se vuelven a él con fe. Cuando Pablo arguye que la justicia por la fe no es contraria a la ley (Rom. 3:31), demuestra su punto  recordando lo que dice la ley en relación con Abraham - creyó a Dios y eso le fue considerado justicia (Gén. 15; Rom. 4:3). Desde la perspectiva de la relación de Israel con Dios, justicia es fe en Dios. El que tiene fe en Dios, es justo a la vista de Dios.

Desde la perspectiva de la relación de Israel con su prójimo, justicia significa obras y actitudes que corresponden a los actos de justicia de Dios. Israel no debía maltratar ni oprimir al extranjero, porque también ellos fueron extranjeros en Egipto (Éx. 22:21; 23:9). El pueblo de Dios no debía aprovecharse de los débiles y los pobres, como las viudas y los huérfanos, porque Dios, como ayudador de todos los oprimidos, seguramente lucharía contra el opresor (Éx. 22:22-24). Los hebreos no debían maltratar a los esclavos, porque el Éxodo prueba que Dios está de parte de los oprimidos (Deut. 23:15, 16). "Él defiende la causa de los huérfanos y las viudas, y ama a los extranjeros, dándoles alimento y vestido. Y deben amar a los extranjeros porque "ustedes mismos fueron extranjeros en Egipto" (Deut. 10:18, 19). El salmista (4) declara que Dios se levanta en juicio para salvar a todos los oprimidos (Sal. 76:8, 9; véase también Sal. 103:6). Y Jeremías escribe que el Señor se deleita en ejercer bondad y justicia en toda la tierra (Jer. 9:24).

Esa es la manera en que Israel debe comportarse en su relación con otros si la justicia ha de residir en su comunidad. Esto ayuda a entender por qué la palabra hebrea sadaq (justicia) a menudo significa obras de misericordia, especialmente bondad y compasión (Sal. 112:9; Isa. 58:1-8; Dan. 4:24-27). Por esta razón, la Septuaginta traduce sadaq como "dar limosnas" catorce veces. Siguiendo este ejemplo, la Versión King James traduce dikaiosune (justicia) como dar limosnas en Mateo 6:1.

El hombre justo o recto del Antiguo Testamento es un hombre de compasión y benevolencia, especialmente hacia los pobres, los necesitados, y los oprimidos (véase Job 29:7-17; 31:16-22). El acto de justicia de Dios en el Éxodo le informa que la justicia de Dios está inclinada a favor del desvalido.  El hombre justo también actúa en el mismo espíritu hacia los oprimidos (véase Éx. 22:21; 23:9; Deut. 23:15, 16). Así, sadaq está correlacionado a menudo con la misericordia, el cuidado de los pobres y las viudas, defendiendo su causa en los tribunales, etc. (Job 29:16; 31:21; Prov. 31:9; Oseas 2:19).

En el pacto, los justos demostrarán su rectitud por medio de una voluntaria dedicación al servicio para producir liberación y restauración para los necesitados y afligidos que no pueden ayudarse a sí mismos. (5).

La justicia del Antiguo Testamento va más allá de la corrección legal. "El justo se ocupa de la causa del desvalido; el malvado ni sabe de qué se trata" (Prov. 29:7).

Así, por una parte, la justicia no consiste sino de la esperanza y la confianza en Dios, y por la otra, de obras de compasión y ayuda al desvalido y al oprimido. La fe satisface las demandas de la relación vertical, mientras las obras de misericordia satisfacen las demandas de la relación horizontal. (8). Esto puede ayudarnos a apreciar las diferentes perspectivas sobre la justicia en Pablo y en Santiago. En Romanos, la fe sola se considera justicia delante de Dios. En Santiago, la justicia es fe en acción a favor de los desvalidos.

Los profetas del Antiguo Testamento encontraron que, aunque Israel estaba dedicado a observar los reglamentos legales, carecía de esa fe viviente en Dios que produce una sociedad justa. Los profetas eran campeones de la justicia social. Los grandes pecados de Israel eran pecados sociales - pecados contra la humanidad y los derechos de los desvalidos. Es significativo que, por lo general, los profetas no basaban su caso contra Israel en reglamentos específicos de la ley, sino en la historia en la ley (por ejemplo, Isa. 5:1-7; Eze. 16; Oseas 11:1-4; Amós 3:1, 2; Miqueas 6:3-5). Argumentaban que Israel había olvidado la historia de los actos de gracia de Dios hacia Israel y que, por lo tanto, Israel no actuaba
hacia los demás en el espíritu de esa historia. Por dondequiera había egoísmo y avaricia. No se hacía justicia a los pobres, las viudas, los huérfanos, los desvalidos. Los tribunales de justicia estaban corrompidos. La comunidad elegida no reflejaba el carácter de su Dios, el cual ejecuta justicia a favor de todos los oprimidos.

Es asombroso cuán poco alababan los profetas el ascetismo o la rectitud en privado. Para los profetas, la rectitud que no funciona en la arena de las relaciones humanas concretas y las necesidades humanas no es rectitud en absoluto. Por eso hablan de justicia social, más bien que de rectitud privada, de otro mundo. Por esta razón, sugerimos que las palabras justicia "terrenal" transmiten más adecuadamente el significado de la palabra hebrea sadaq que nuestra
palabra "eclesiástica" rectitud.

La justicia en el rey de Israel

La función principal del rey de Israel era la de juzgar. Gobernar era juzgar (Éx. 2:14; 1 Sam. 8:5, margen, 20). La palabra hebrea shaphat tiene el doble significado de "gobernar" o "juzgar". Mishpat (juez o juicio) está también estrechamente asociada a sadaq (justicia). En realidad, las palabras aparecen a menudo en fila, como si fueran intercambiables (véase Sal. 33:5; 35:24; 97:2; 103:6). Algunas veces, nuestras versiones en inglés traducen mishpat como "justicia" y sadaq como "rectitud".

Como su compañera sadaq (justicia), mishpat (juez o juicio) a menudo significa auxilio, liberación, y salvación (Gén. 30:6; Deut. 32:36; 1 Reyes 8:49; Sal. 35:23, 24; 43:1; 72: 2, 4; 76:9; Isa. 1:27). Pero, a diferencia de sadaq, mishpat se usa también para referirse al castigo y a la ira (Eze. 34:16; Joel 3:12; Hab. 1:12; Mal. 3:5). Hasta podríamos decir que los dos aspectos del juicio son sadaq (justicia) e ira.

Aunque mishpat (gobernar, juzgar, y ejecutar decisiones) era la principal función del rey de Israel, sadaq (justicia) era la principal función de mishpat. Es decir, el rey debía administrar justicia en Israel, especialmente yendo en ayuda de los suprimidos, los reprimidos, y los oprimidos. De esta manera, reflejaría la justicia de Dios.

Generalmente, sin embargo, los reyes de Israel no actuaban justamente. Jeremías envió este mensaje al malvado rey de Judá:

"Adviértele a la dinastía de David que así dice el Señor: 'Hagan justicia cada mañana, y libren al explotado del poder del opresor, no sea que mi ira se encienda como un fuego y arda sin que nadie pueda extinguirla, a causa de la maldad de sus acciones'". Jer. 21:12.

"Así dice el Señor: 'Practiquen el derecho y la justicia. Libren al oprimido del poder del opresor. No maltraten ni hagan violencia al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni deramen sangre inocente en este lugar"'. Jer. 22:3.

"¿Acaso eres rey sólo por acaparar mucho cedro? Tu padre no sólo comía y bebía, sino que practicaba el derecho y la justicia, y por eso le fue bien. Defendía la causa del pobre y del necesitado, y por eso le fue bien'". Jer. 22:15, 16.

El rey no sólo era el representante de Dios; era también el representante del pueblo. El pacto de Dios con David para establecer su línea real significaba mucho para el pueblo que gobernaba. Tenían intereses en esta garantía eterna. El rey personificaba a todo el pueblo de Israel. Estaba de pie delante de Dios como Israel - Israel estaba "en David" (2 Sam. 20:1). Esto significaba que la prosperidad de Israel estaba ligada a la de su rey. Si administraba justicia y actuaba como fiel hijo de Dios, el pueblo también era considerado bueno y bendecido. Si hacía lo malo, la nación entera quedaba sujeta al juicio punitivo (véase 2 Sam. 24). Si Dios rechazaba al rey, Israel era rechazado también (véase Sal. 89).

La esperanza del Mesías

Por lo tanto, las esperanzas de Israel para su futuro vinieron a centrarse en gran medida en la persona de su rey ungido, de su "Mesías", que es simplemente una traducción de la palabra hebrea para "ungido". El pueblo pensaba que, que si tenían un rey perfecto, entonces todas las bendiciones de Dios les serían concedidas a plenitud. Como podemos ver claramente en el Salmo 72, estas bendiciones incluirían, no sólo los dones intangibles de paz y seguridad dentro de la comunidad de Israel, sino también dones materiales - abundancia en las cosechas, y campos y hogares fértiles. Además, el lugar de Israel en el mundo de las naciones sería seguro. El reinado del soberano ideal produciría lo que el Antiguo Testamento llama shalom para Israel, es decir, todo el bien, toda la paz, toda la bendición, toda la prosperidad, vida en su plenitud. En resumen, Israel anticipaba un regreso a la bondad original de la creación, y el instrumento para producir esta condición de bendición para Israel sería el rey ungido de Dios. Cuando el perfecto Mesías ascendió al trono, en las palabras de Isaías, sería "la sombra de una roca poderosa en una tierra cansada" (Isa. 32:2, traducción de E. C. Clephane). Jeremías estaba de acuerdo: "En sus días Judá será salvo, e Israel habitará en seguridad" (Jer. 23:6).

A cada rey que ascendía al trono, Israel, con optimismo, le atribuía perfección. Sobre todo, se subrayaba la íntima relación del rey con Yahvé. El rey era el hijo adoptivo de Yahvé (Sal. 2:7: comp. 89:26), y disfrutaba de una singular relación con él. Se sentaba a la derecha de Yahvé (Sal. 110:1) y estaba en constante comunión con él (Sal. 2:8; 20:1-4); 21:1-7). Algunas veces se sentaba en el trono de Yahvé mismo y actuaba como mandador de Yahvé (Sal. 110:5). Todo esto tenía el propósito de expresar el hecho de que el rey estaba en perfecta comunión con Dios y que, por lo tanto, podría ser un canal de bendición de Dios para su pueblo Israel.

Debido a que el rey disfrutaba de una relación tan íntima con el Señor, también compartía el poder de Dios, y Dios le daba poder universal sobre todas las naciones. Era ceñido y reforzado para la guerra por el mismo Yahvé, y con la ayuda de Yahvé, también podía derrotar a todos sus enemigos (Sal. 18; 20:21; 45; 110; comp. Núm. 23:24; 24:8, 17-19). Pero, nuevamente, esto significaba que Israel participaría en una tal victoria. En realidad, ningún mal sería atraído sobre Israel (Núm. 23:8, 20-23), y la victoria militar y la perfección de su rey traerían una era de dorada paz y bendición (Núm. 23:9-10; 24:5-7).

Por supuesto, ninguna de estas atribuciones de perfección, que tenemos en los salmos y que probablemente fueron compuestas por profetas de la corte, correspondió jamás a los verdaderos ocupantes históricos del trono de Israel. Como vemos por las palabras del Salmo 72, tales atribuciones eran deseos, estereotipos, esperanzas, añadidos a la posición real. Todo dependía de que el rey realmente reinara entre su pueblo en justicia, rectitud y aceptabilidad delante de Dios. Sólo en la medida en que el rey estuviera en una relación perfecta con el Señor se convertirían en realidad estas cálidas esperanzas añadidas a él. Con cada nuevo rey, Israel renovaba sus esperanzas. Esperaba que éste sería el Mesías perfecto, el que entronizaría la edad de oro. A cada uno de sus reyes, Israel preguntaba: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" Desde la época de David en adelante, Israel esperaba un gobernante que salvara a su pueblo, un gobernante que le restaurara toda la bondad de la creación.

Si hay una palabra que expresa de lo más adecuadamente el carácter del rey ideal de Israel, es la palabra justicia. Personifica perfectamente el reino de justicia de Dios. Así que los profetas declaran:

"Juzgará a tu pueblo en rectitud (justicia), a tus necesitados con justicia. Defenderá a los necesitados de entre el pueblo y salvará a los hijos de los necesitados; aplastará al opresor". ...

"Porque librará al necesitado que clama, al afligido que no tiene quien le ayude". ...

"Les rescatará de la opresión y la violencia, porque preciosa es a sus ojos la sangre". - Sal. 72:2, 4, 12, 14.

"Juzgará con justicia a los desvalidos, y dará un fallo justo en favor de los pobres de la tierra. Destruirá la tierra con la vara de su boca; matará al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será el cinto de sus lomos y la fidelidad el ceñidor de su cintura". Isa. 11:4, 5.

"Miren, un rey reinará con rectitud [justicia]". Isa. 32:1.

"Éste es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones. No clamará, ni gritará, ni alzará su voz por las calles. No acabará de romper la caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde. Con fidelidad hará justicia; no vacilará ni se desanimará hasta implantar la justicia en la tierra. Las costas lejanas esperan su enseñanza". Así dice el Señor, del que creó y desplegó los cielos; el que expandió la tierra y todo lo que ella produce; el que da aliento al pueblo que la habita, y vida a los que en ella se mueven. Yo, el Señor, te he llamado en justicia; te he tomado de la mano. Yo te formé, yo te constituí como pacto para el pueblo, como luz para las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para librar de la cárcel a los presos, y del calabozo a los que habitan en tinieblas". Isa. 42:1-7.

"Vienen días - afirma el Señor - en que de la simiente de David haré surgir un vástago justo; él reinará con sabiduría en el país, y practicará el derecho y la justicia. En esos días Judá será salvada, Israel morará seguro. Y éste es el nombre que se le dará: 'El Señor es nuestra justicia'". Jer. 23:5, 6.

"¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, salvador y humilde. Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna". Zac. 9:9.

La justicia en Jesús de Nazaret

La esperanzas veterotestamentarias de un rey ideal que reinaría en justicia cristalizaron en Jesús de Nazaret. Dios siempre cumple su palabra de una manera en que toma por sorpresa hasta a su propio pueblo. Sin embargo, en vista de lo que el Antiguo Testamento dice repetidamente sobre la justicia, los judíos debieron haber tenido algún atisbo del verdadero carácter del Mesías. Pero el Jesús Mesías no se parecía en nada al rey de la imaginación popular judía. El mensaje y las obras de Jesús no sólo sorprendieron a los judíos, sino que ofendieron los principios de justicia de ellos.

Lo que Jesús tenía que decir sobre la justicia estaba materializado en su evangelio acerca del reino de Dios. En el Antiguo Testamento, el venidero reino de Dios estaba tan caracterizado por la administración de la justicia divina que el reino de Dios y la justicia de Dios eran virtualmente sinónimos. Así ocurría en el mensaje de Jesús, es decir, "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia". - (Mat. 6:33).

En su enseñanza: "El reino de Dios es como ...", Jesús debía haber sido interpretado como si hubiese dicho: "La justicia de Dios es como ...". ¡Cuán sorprendente y hasta escandalosa parecía ser la justicia de Dios en el mensaje de Jesús! Es una justicia que se deleita en tener la compañía de Dios en la gran fiesta del reino con aquellos a los que la sociedad piadosa ha condenado, mientras la buena gente "de iglesia" se encuentra fuera, aullando y rechinando los dientes. Es una justicia que llena al hambriento y envía lejos, vacíos, a los que están saciados.

La enseñanza de Jesús sobre el reino trastorna las ideas humanas de justicia. A menos que podamos identificarnos con aquellos judíos devotos cuyo sentido de justicia se sentía ofendido por la enseñanza de Jesús, es dudoso que hayamos entendido el escándalo de la justicia de Dios. En la parábola del hijo pródigo, por ejemplo, generalmente satirizamos al hermano mayor como a un individuo autojustificante, que era tan tonto que no podía pensar derecho. Dejamos de ver que él representa a la justicia humana de la mejor manera posible, y parece tener buenas razones para sentirse ofendido. ¿No era el padre el tonto? El hermano más joven había deshonrado el nombre de la familia, eludido toda responsabilidad, y abandonado a su decente hermano mayor. Cuando recibió lo que merecía, no pudo recibirlo como hombre, sino que vino a casa arrastrándose con los que parecían motivos muy cuestionables. ¿No tenía el hermano mayor buenas razones para decir: "Es correcto ser humanitario. Yo estaría dispuesto a ayudar a este descuidado a rehabilitarse. Pero es absolutamente escandaloso actuar como si él fuera alguna especie de héroe. Ya ha recibido y desperdiciado su parte de la herencia, pero ahora el viejo indulgente va a darle otra parte de la propiedad. Aparentemente, mi inquebrantable lealtad y mis años de fiel servicio no valen ni un pestañeo para él. Está deshaciéndose en tantas atenciones para con el despilfarrador que su sentido de la justicia obviamente está prejuiciado. En realidad, está tan intoxicado de amor hacia su Benjamín que ha abandonado todo sentido de justicia". ¿Qué persona decente, que se respete a sí misma, no cuestionaría la sabiduría y el sentido de justicia del padre? A menos que podamos identificarnos con el hermano mayor y nos sintamos escandalizados por el sentido de justicia del padre, no hemos entendido el mensaje de Jesús.

Jesús entronizó un reino de justicia que es contrario a la justicia humana. No es una justicia distributiva, que da a la gente lo que merece. Es una justicia en que se cristaliza la decisión y el compromiso de Dios de acudir en ayuda de todos los oprimidos. Es una justicia que cumple el propósito de gracia de Dios - una justicia que se inclina a favor de los desgraciados, los abandonados, los pobres, los necesitados. En resumen, la justicia de Dios es amor en acción. Por lo tanto, no es ninguna justicia en tensión con la misericordia, sino justicia expresada en misericordia. No es una justicia punitiva, sino una justicia que trae salvación a los que se sientan en el estercolero de la miseria humana. No es una justicia que augura la condenación y la oscuridad, sino una justicia que invita a celebrar con cantos, fiestas, y bailes. Son las "buenas" personas las que no pueden tolerar esta clase de justicia. Por lo tanto, estas personas se encuentran fuera de la fiesta escatológica, contemplando con envidia la buena fortuna de tantos reprobados. Así, la justicia de Dios hace que los últimos sean los primeros, y que los primeros sean los últimos. La justicia de Dios sacia al hambriento y envía vacíos a los que están satisfechos. En el reino en que la justicia de Dios reina supremamente, no hay ninguna jerarquía de "encopetados" religiosos. Allí, los más grandes son los lacayos de todos, y todos trabajan sin pensar en la recompensa porque, en la bienvenida y la aprobación del Rey, ya han alcanzado el pináculo del éxito humano.

Las acciones de Jesús escandalizaron el sentido de justicia de la buena sociedad más de lo que la escandalizaron sus enseñanzas. Las preferencias sociales de Jesús parecían inclinadas a favor de la clase equivocada de personas. Para una figura religiosa pública, esto no era aceptable. Para un Mesías, era inaudito. Jesús hacía todo lo posible por mostrar amistad hacia los pobres, los ignorantes, los enfermos, y los que vivían al margen de la sociedad. Éstos últimos eran los que vivían fuera de la ley y eran llamados "pecadores". Incluían a los pastores (cuya ocupación hacía imposible acatar las reglas sabáticas), los galileos ignorantes (que no tenían una adecuada instrucción en la ley), los recaudadores de impuestos (judíos renegados al servicio de la potencia enemiga), mujeres de mala reputación, los samaritanos (que no adoraban a Dios en Jerusalén), y todos los perros gentiles. Debido a que todos ellos estaban fuera de la ley, eran contados como fuera de la comunidad de los santos. Jesús salió del campamento (Heb. 13:12, 13) y dio a estos proscritos de la sociedad una bienvenida especial a su nueva comunidad mesiánica. Les proclamó las buenas nuevas de que ellos eran los especiales objetos de la justicia de Dios, que los que estaban privados de la dignidad de los derechos humanos habrían de recibir la posición más alta en este naciente reino de Dios. En todo esto, Jesús cumplió las profecías que hablaban de que el Mesías traería justicia a los pobres y los oprimidos. Jesús se identificaba tan plenamente con los suprimidos, los deprimidos, y los oprimidos que llevó su maldición y experimentó su rechazo. También supo lo que significa ser privado de la justicia, como está escrito: "Lo humillaron y no le hicieron justicia" (Hechos 8:33; véase también Isa. 53:8). En todo esto, Jesús reveló lo que Dios siempre fue y será por siempre. Está de parte de todos los desposeídos y los oprimidos - está tan plenamente de su lado que él mismo se convirtió en uno de ellos.

Jesús refleja la gran sorpresa del juicio final. Los que se sentían tan confiados de tener la verdad y de ser los favoritos de Dios se encuentran ignorados, mientras que los que no podían levantar sus cabezas a causa de su sentido de indignidad son bienvenidos alegremente por el Jesús Mesías. Seguramente, esto debería servirnos de advertencia para que no estemos tan confiados de nuestra corrección. Hay algo en la ortodoxia religiosa que nos hace insufriblemente arrogantes acerca de nuestra corrección. Seremos dignos de lástima si somos tan correctos que no podemos ni siquiera comer en la mesa del Señor con los que no son tan correctos. Lutero exclamó una vez: "Ojalá que Dios, en su misericordia, me salve de una iglesia en que no hay sino santos". Ahora esta oración tiene que ser revisada para ajustarla a la verdadera situación, porque los ortodoxos han aprendido que, para ser correcto, uno tiene que confesar en voz alta que es un pecador indigno. Así que tenemos que orar: "Ojalá que Dios, en su misericordia, nos salve de una iglesia en que las personas están confiadas de estar teológicamente en lo cierto".

La doctrina de la certeza se convierte con demasiada facilidad en confianza y complacencia de ser los favoritos especiales de Dios. Cuando este engaño nos domina, nos interesamos más en conservar nuestra posición religiosa especial que en identificarnos con la misión de Cristo de llevar justicia a todos los oprimidos. Oh, podemos ofrecer a la gente la dignidad de los justificados con la condición de que ingresen a nuestros clubes santos, que en realidad es el "evangelio" de la circuncisión. Pero la justicia de Dios revelada en su Mesías nos da motivos para temer a toda nuestra presunción religiosa y, más bien, hace que oremos para que, misericordiosamente, seamos contados entre los verdaderamente pobres de espíritu.


Notas y referencias

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas son de la Versión Internacional Revisada.
  1. Sep Anthony Phillips, "profecía y ley", en Richard Coggins. Anthony Phillips y Michael Knibb. eds. Israel´s Prophetic Traditions. Essays in Honour of Peter R. Ackroyd (Cambridge: Cambridge University Press, 1982), pp. 220-224.
  1. E. R. Achtemeier, art. "Righteousness in the OT." The Interpreter´s Dictionary of the Bible, ed. George Arthur Buttrick (Nashville: Abingdon Press. 1962) 4:84.
  1.  La historia de Abraham es parte de lo que los hebreos llamaban la Torah.
  1. Los Salmos también pueden ser considerados parte de la Torah (véase Juan 10:34).
  1. Lester J. Kuyper, "Righteousness and Salvation," Scottish Journal of Theology 30, no. 3: 241.
  1. Véase Stephen Charter Mott. Biblical Ethics and Social Change (New York: Oxford University Press. 1982) p. 63. Véase especialmente el n. 6.
  1. Paul J. and Elizabeth Actemeier. The Old Testament Roots of Our Faith (Philadelphia Fortress Press. 1979), pp. 100-101.
  1. Este es un antiguo concepto de los autores - revisado en escritos recientes.

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