Cuando hace unos años me enteré de
que la secta (secta, grupo) llamada Iglesia
Adventista del Séptimo Día había sido
recibida como miembro de la Federación de
Entidades Religiosas Evangélicas de España
(FEREDE), me propuse escribir una serie de
artículos advirtiendo a muchos descuidados
españoles del problema que se venía encima.
Sobre todo por la peculiar doctrina de este
grupo, y consciente de que el pragmatismo,
cuando no la ocultación de datos, llevada a
cabo por ciertos elementos fundadores del
organismo español, podría traer de confusión y
perversión en el futuro para el sustento claro
del pilar básico de la fe cristiana. Fe que
tanto ha costado sostener en la historia ante
los ataques del enemigo de Dios y de su oferta
de gracia.
Los
fieles de las distintas denominaciones
cristiano-evangélicas de España, olvidando la
advertencia bíblica de Isaías 3:12, confiaron
de buena fe en una serie de notables y
líderes, que constituyeron este aparato sobre
la base de presupuestos y objetivos totalmente
indiferentes a la defensa del evangelio y al
llamamiento de "contender por la fe", que se
les suponía.
Buscando
bibliografía sobre el tema en la que fuera
biblioteca de mi padre, encontré entre otros,
este libro El cristiano y
la ley, cuya primera lectura me produjo la
sensación de que estaba escrito con una
plenitud de sabiduría de lo alto. Yo no había
leído nada en castellano sobre el tema que
pudiese acercarse a la sencillez, claridad,
lucidez y estilo con el que Domingo Fernández
Suárez había escrito esta auténtica joya.
Ya no se
trataba de rebatir solamente las herejías y
desvaríos adventistas. Este libro ponía tal
claridad sobre conceptos que muchos cristianos
confunden y mezclan, y además escrito con un
lenguaje pedagógico al alcance de las mentes
más sencillas, que yo creo que no debiera
faltar en la bibliioteca de ningún creyente.
No sólo
los conceptos de la ley y la gracia deben ser
bien conocidos en el contexto de la apología
con adventistas, romanistas y asimilados, sino
también para comprender la magnificencia del
plan de Dios, la posición de Israel en la
cuestión, y las condiciones que esto propone
en la hermenéutica bíblica.
El
ejemplar que yo pude leer, es un libro impreso
presumiblemente en Cuba, allá por 1950. Carece
de referencia editorial, por lo que de la
edición electrónica de este libro, me hago
personalmente responsable para ser distribuida
gratuitamente por Internet.
Estoy
seguro que el autor, Domingo Fernández Suárez,
un cristiano fiel y comprometido, sería el
primero en desear poner al alcance de todos el
texto contenido en estas páginas y "dar de
gracia", lo que sin duda "de gracia recibió".
En el
texto que se ofrece en esta versión
electrónica que he preparado, aparecen muchos
textos coloreados, subrayados y resaltados, de
cuya responsabilidad, así como de las notas,
es totalmente ajeno el autor, y deben ser
considerados por el lector como unas notas del
"editor" para facilitar, resaltar y ayudar a
la lectura de los puntos y cuestiones básicas
en que debe fijar su atención.
Lo mismo
sucede con las notas al pie, que han sido
añadidas por el editor con el propósito de
ampliar algunos contextos, pero que no han
podido ser autorizadas ni aprobadas por el
autor, al estar éste ya con el Señor, y no
formar parte de la obra original.
Estimado
lector, cuando hayas leído esta obra,
difúndela con verdadero entusiasmo para que la
verdad del evangelio que el Espíritu de Dios
implantó en nuestros corazones sea también
plenamente entendida por nuestro
entendimiento.
En cuanto
a las personas que pertenecen a grupos como la
llamada Iglesia Adventista del Séptimo Día, ó
sus "reformistas", a otros asimilados a éstos,
entre los cuales se encuentra la misma Iglesia
Católica Romana, debo decir que en sus
miembros hay personas que aman y buscan a Dios
con sinceridad de corazón, que presentan ante
la sociedad un buen testimonio humano, obras,
amor, dedicación al prójimo, y que difunden su
mensaje con la mejor de las intenciones. El
problema, pues, se plantea, no en el terreno
de lo personal, respetable en todo caso, sino
en el de la luz y las tinieblas. Ellos están
buscando la salvación en un lugar situado
entre el Sinaí y el Calvario, y se pierden a
lo largo del recorrido olvidando que hay un
Jordán de separación. Pero esta separación es
tan trascendente como lo es la vida de la
muerte. Como establecer la propia justicia ó
recibir la que Dios ofrece por la fe. Como
perdición ó salvación. Y, el mensaje es claro.
Por las obras de la ley ninguno será
justificado.
Otra
esfera diferente en cuanto a responsabilidad
la constituyen los líderes, maestros y
pastores. Normalmente personas con mayor
información y formación pero que actúan en una
gran parte de los casos por lealtades ajenas a
la verdad de Dios, cuando no presentando una
resistencia activa.
En primer
lugar la lealtad al grupo se revela en una
defensa a ultranza del ideario y un espíritu
de temor. Los esfuerzos y trabajos exegéticos
que muchos de estos líderes han hecho son para
intentar defender las doctrinas heredadas, y
no despojándose de los prejuicios para que la
luz resplandezca sobre las tinieblas sea cual
sea el resultado.
En
segundo lugar, lealtad al ego. ¿Cómo he podido
estar yo equivocado? ¿Cómo pude predicar,
enseñar y difundir el error por tantos años?
¿He sido cómplice activo para la perdición de
almas?
Finalmente
las cadenas del espíritu de temor. ¿Qué dirán
de mí los que por tantos años me veían como un
maestro? ¿Qué dirá mi familia?, incluso para
algunos, la cuestión va más allá: ¿Qué va a
ser de nuestro sustento?
Recuerdo
que cuando leí el testimonio de Raymond Franz,
el conocido ex-Testigo de Jehová, lloré
pensando en el sentimiento de frustración que
debían experimentar este hombre y su mujer al
mirar hacia atrás y contemplar toda una vida
dedicada a una causa falsa. Penalidades,
trabajos, enfermedades, incomprensión... Otros
ex-Testigos de Jehová, han tenido que sumar a
ello la pérdida de seres queridos por las
consecuencias de su obstinación en los
principios de un falsa doctrina. Pero luego
entendí que esa misma lucha y sentimiento
fueron sentidos por muchos otros cristianos a
lo largo y ancho del mundo y de la historia.
Que Dios concede fortaleza y bendición
abundante conforme a su promesa. Cualquiera
que dejase casas, ó hermanos, hermanas, ó
padre, ó madre, ó mujer, ó hijos. ó tierras
por mi nombre, recibirá cien veces tanto y
heredará la vida eterna. (Mt.19:29). Y di
gracias a Dios por haber nacido en un hogar
donde resplandecía la luz del evangelio.
Pablo
Blanco
Madrid
(España) 2001.
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