EL CRISTIANO Y LA LEY

Domingo Fernández Suárez

Capítulo 7
NUESTRA LEY


Hemos llegado en nuestro estudio a un punto importante. Cuando decimos a los sabatistas que la ley está abrogada y que no tenemos nada que ver con una ley que fue dada únicamente para regular y preservar el culto y la moral de un pueblo, el hebreo, y esto por un tiempo limitado, desde Moisés hasta Cristo, ellos nos contestan: Muy bien, "si no tenemos obligación de guardar la ley, entonces podemos robar, matar, codiciar, mentir, etc." Vamos a demostrar que aun cuando nada tenemos que ver con la ley de Moisés, no por eso estamos sin ley de tal manera que podamos robar, matar, mentir, etc.

Dijo Jesús: "Habéis oído que fue dicho a los antiguos... pagarás al Señor tus juramentos. Mas yo os digo: No juréis de ninguna manera". Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Mas yo os digo: No resistáis al mal. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen". "Oísteis que fue dicho: No matarás. Mas yo os digo que cualquiera que se enojare con su hermano, será culpado del juicio y cualquiera que dijere a su hermano fatuo, será culpado del infierno de fuego. Oísteis que fue dicho no adulterarás: Mas yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró... en su corazón".

Las cosas que habían sido dichas a los antiguos, eran los preceptos morales de la ley de Moisés, a lo menos en este caso, Jesús se refiere a ellos. Pero Cristo empieza por afirmar que aquellas lecciones de Moisés ahora van a ser sustituidas por otras. O en otras palabras, Cristo llevó la moral de la Ley a un plano mucho más elevado y a una región mucho más lejana y profunda. Moisés condenaba los pecados cuando se habían cometido, pero Cristo los condena desde que se conciben allá dentro, en la región de los pensamientos, sentimientos y deseos.

Con razón dice Neander que "el sermón del Monte forma el punto de transición de la ley al evangelio". Cuando un judío cometía el pecado del adulterio, la ley no estaba quebrantada hasta que el acto estaba consumado. Pero el cristiano que ha llegado a ser templo del Espíritu Santo, desde que los pensamientos son concebidos en él, hay una ley, no escrita en piedras, sino escrita en el corazón, que le impele hacia atrás, que le constriñe a arrepentirse de haber pensado tal cosa; pero lo que le dice al cristiano es: ¡Detén tu pensamiento y tu acción!, No es una letra muerta, sino un poder que lo impulsa en dirección contraria al pecado, que lo ayuda y lo guarda. Es Dios mismo morando en el creyente en Cristo. Para un judío era lo más natural odiar y aborrecer a sus enemigos, y al hacerlo así estaban cumpliendo con la ley de Moisés, pero el hijo de Dios, que por la fe en Cristo ha llegado a serlo, no debe, no puede odiar, porque la ley de Cristo le ordena amar a sus enemigos. Las leyes de Moisés tendían a preservar a un pueblo de la idolatría y el pecado, en medio de todos los pueblos de la tierra. Dios a veces utilizó este pueblo para castigar el pecado de otros pueblos. Ejemplo: Cuando Dios llamó a Abrahán y le dijo: te voy a dar la tierra de Canaán a ti y a tus descendientes; pero todavía no será ahora, aun faltan cuatrocientos años para que la maldad de los moradores de Canaán llegue al límite, entonces tus descendientes los destruirán y poseerán la tierra. (Génesis, 15:16)

De esta manera, vemos como Israel era un azote en las manos de Dios para castigar el pecado de ciertas naciones totalmente corrompidas y degeneradas. Por otra parte, Israel estaba bajo "una ley de fuego", y cuando no la cumplían, o cuando alguno quería extraviar al pueblo, la ley ordenaba que el tal debía de morir. Porque así se evitaba un mal mayor. Así que, el mandamiento que decía "no matarás", tenía sus excepciones, porque había veces que la misma Ley que Dios les había dado les ordenaba matar.

Pero en el Nuevo Testamento, estamos bajo otra dispensación, bajo la época de la Gracia para todos los seres de la tierra. Hay muchos que encuentran dificultad para entender el Cáp. 5 de Mateo, y conciliarlo con la ley de Moisés. No se pueden poner de acuerdo. Sin embargo, no hay contradicción. Dios creyó conveniente y oportuno ordenarle a Israel que aborreciese a sus enemigos, para de esta manera preservar la unidad y pureza de la raza y preparar el camino para la venida de Cristo, y cuando los planes de Dios se realizaron, él creyó conveniente, al cambiar la dispensación de la ley a la gracia, cambiar también la ley (Hebreos 7:12), y lo hizo.

Creo que puedo ilustrar lo anterior así: Abrahán y David tuvieron más de una mujer. ¿Se lo reprochó Dios? Sin embargo, en la actualidad a todo hombre le está prohibido tener más de una esposa y a toda mujer tener más de un marido. Pues lo mismo pasa con otras cosas. Dios a veces dio órdenes a los israelitas para que hiciesen la guerra a otros pueblos, y para que exterminasen a sus moradores. Las enseñanzas de Cristo, no sólo parecen ser contrarias a la guerra, sino que condenan hasta el odio a los enemigos. Hay personas que dicen que si el Dios del Antiguo Testamento apoyaba la guerra, ¿cómo puede ser que el Nuevo Testamento esté en contra, siendo que es el mismo Dios? Pero Dios en el Antiguo Testamento trataba con los hombres desde el punto de vista de la ley, mientras que en el Nuevo Testamento, siendo el mismo Dios, trata a la humanidad desde el punto de vista de la gracia.

No niego que las buenas normas de moral de la ley de Moisés estén, en parte, en el Nuevo Testamento, lo que afirmo es que la ley de Cristo es superior a la ley de Moisés. A veces donde Moisés autoriza una cosa, Cristo la prohíbe, y cuando Moisés condena el hecho consumado, Cristo condena el hecho en el propósito, o sea, el pensamiento. Esto forma parte del propósito de Dios al anunciar "un nuevo pacto" y asegurar que no sería como "el antiguo". En un sentido, toda la moral del Antiguo Testamento la resumió Cristo en estas palabras: "Todas las cosas que quisiereis que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas" es decir, todo el Antiguo Testamento.

Así la ley moral de Cristo, es superior a la de Moisés, porque la de este preparó el camino para la de Aquél. Lo mismo pasa con el culto a Dios. Los judíos según su ley, estaban en lo cierto al afirmar que su templo era el único lugar en la tierra donde Dios estaba oyendo las plegarias de sus hijos. Jesús, hablando con la mujer samaritana, les dio la razón a los judíos, pero afirmó que estaba llegando la hora cuando ya Dios dejaría de oír a los suyos y recibir culto solamente en Jerusalén. De esa hora en adelante, el mundo entero sería como un inmenso santuario, bajo cuya bóveda azul, toda la raza humana, desde cualquier lugar y hasta el último rincón de la tierra, podría adorar e invocar su nombre, porque en cualquier parte donde dos ó mas estén reunidos en su nombre, Dios estará allí en medio de ellos. ¿No era éste el mismo Dios que había dictado la ley antigua de Moisés? Claro que era el mismo. Sin embargo, estamos ante un hecho de la nueva dispensación que anula otro hecho de la vieja dispensación. Y Dios es el mismo, y Dios no cambia, pero Él modifica la forma de revelarse a los hombres.

La primera lección fue digna de Dios, la que fue enseñada por mil quinientos años, y ahora deja que aquella se desvanezca para poner en práctica otra más amplia y gloriosa. No olvidemos que Dios es inmutable, pero que está tratando con hombres débiles, flacos y humanos, y que en sus manifestaciones, como buen pedagogo, se acomoda a la mentalidad y a la capacidad de sus alumnos. Algunas de las finalidades de la ley de Moisés eran educar a un pueblo en las cosas concernientes a Dios y a sus propósitos en relación con el hombre y mantener aislado a este pueblo de las naciones de la tierra.


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